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1. Introducción
Antes de efectuar una explicación sucinta del contenido de este artículo, como autor
de este trabajo quiero agradecer al doctor Jorge Luis Polar Cadillo, abogado por la
Universidad San Martín de Porres, especialista en derecho penal económico y aquel
que fue inspiración para muchos alumnos de mi alma máter, pues en cada cátedra
derrochaba sapiencia y manejo perfecto de la parte general del derecho penal. Este
docente fue quien nos permitió conocer una gura jurídica que, con dos palabras, sin
pensarlo iban a marcar mi vida como pregradista, me re ero por supuesto a la
“imputación objetiva”.
Ahora bien, el tema que acoge este artículo se desarrolla en el ámbito netamente
doctrinario, y tiende a dotar de contenido y hacer un nexo entre una conducta típica y
un resultado típico, posición en la que se ubica la teoría de la imputación objetiva. Se
tiene que, será de mayor provecho explicar la evolución por la que ha pasado esta
teoría, partiendo por sus más importantes exponentes, como son Claus Roxin y
Gunther Jakobs, ambos alemanes y funcionalistas, referentes indiscutibles de la parte
general del derecho penal.
Lea también: Imputación objetiva, autoría y participación, por José Antonio Caro John
(discípulo directo de Jakobs)
Luego, se explicará la postura de Roxin y cada una de las categorías que considera
para su teoría, y nalmente se detallará la postura de Jakobs, así como los enunciados
que expone como parte de la imputación objetiva.
2. Evolución doctrinaria
En este acápite, dilucidaremos brevemente los alcances teóricos de los más
importantes doctrinarios en derecho penal, con reconocida in uencia en la teoría de la
imputación objetiva. Sobre todo aquellos que se encuentran en la etapa moderna de la
teoría en estudio, ya que remontarse a periodos más antiguos sería prolongarse sobre
teorías poco aceptadas.
Para ello, dividiremos este punto en dos etapas: la primera, partiendo de los
postulados desarrollados por Hegel hasta llegar al estudio de uno de los alemanes que
más ha difundido la teoría de la imputación objetiva en la dogmática penal, Claus
Roxin.
Montt señala que “puesto que las teorías individualizadoras tratan de establecer
requisitos que permitan distinguir qué hechos son atribuibles o no, también forman el
punto de partida al nacimiento y formación de la gama de criterios pertenecientes a la
denominada imputación objetiva» [1]. Mir Puig lo rati ca sosteniendo que:
El concepto de ‘imputación objetiva’ nace en este clima, en 1927 (…) por obra de un
civilista hegeliano, Larenz[2]. (…) Karl Larenz apeló a Hegel para replantear el
problema como imputación, distinguiendo entre imputación objetiva y mero
accidente, retomando el principio hegeliano de que la primera sólo puede a rmarse
como la voluntad que permite la atribución de un acto como propio, para lo cual
apelaba al promedio del hombre prudente de la teoría de la adecuación y remitía las
características concretas del autor a la culpabilidad (…)[3].
Asimismo, Larenz añadió que “[c]uando yo a rmo que alguien es el autor de un suceso,
quiero decir que este suceso es su propio hecho (…) quiero decir que para él no es la
obra de la casualidad, sino de su propia voluntad”[4].
Años más tarde, apareció otro alemán dispuesto a establecer una fundamentación
distinta, tal como lo relata Zaffaroni:
(…) Richard Honig, en 1930 (…) sostuvo que la imputación depende de la existencia
de la posibilidad objetiva de jarse un n (…) lo que lo llevaba a rechazar la
imputación en supuestos de cursos causales inadecuados[5]. (…) De esta manera,
con ayuda del elemento de la nalidad objetiva o posibilidad objetiva de pretender,
ha podido demostrar que los procesos causales irregulares y no dominables de
antemano no son imputables, incluso aunque se produzcan conforme se deseaba,
del mismo modo que después no se puede enjuiciar como omisión una inactividad
humana si falta la posibilidad de actuar[6] (…).
(…) Acciones que se mueven dentro del marco de los órdenes sociales, nunca están
comprendidas dentro de los tipos de delito, ni aun cuando se las pudiera subsumir
en un tipo interpretado a la letra; son las llamadas acciones socialmente adecuadas
(…)[10].
Actualmente los sistemas que se estudian con gran aceptación son los del maestro de
Múnich, Claus Roxin, con su sistema teleológico-racional y el sistema normativista
radical de Gunther Jakobs. No obstante, las investigaciones que identi can a ambos,
es desde luego la que nos interesa en el presente trabajo, es la que trata de la teoría de
la imputación objetiva, por ello ambos autores serán analizados en los siguientes
apartados.
Roxin retomó ciertos puntos establecidos por Honig, uno de ellos fue el de la
“posibilidad objetiva de pretender” y propuso modi car el término de dirigibilidad por el
de “riesgo”[12]. De esta forma, empieza a dilucidarse el riesgo como un principio para
la teoría de la imputación objetiva; teniendo ésta última premisa y para entender
claramente el fundamento que nos presenta Roxin, veamos que “el primer cometido de
la imputación del tipo objetivo es indicar las circunstancias que hacen de una causación
(…) una acción típica”[13]. Es decir, una de las nalidades de la tipicidad objetiva es que
debe servir de instrumento descriptivo del nexo causal sobre la conducta típica.
Por su parte señala –Arquiño et al.– resulta de mucha importancia delimitar cuál es el
riesgo permitido, para realizar un correcto juicio de tipicidad, dentro de una sociedad
muy avanzada y con estándares múltiples de riesgo[15].
Roxin, entonces, se hizo una pregunta: si estamos en una sociedad donde a menudo
pasar sobre un riesgo es natural, ¿cuándo no se le debe imputar a un sujeto en un
problema de riesgos? Se respondió estableciendo diversas reglas, que ahora
pasaremos a dilucidar. El criterio del riesgo no permitido o jurídico-penalmente
relevante, nace a medida que se comprende que nos encontramos en una sociedad
donde todas nuestras actuaciones signi can o llevan consigo un determinado riesgo.
Algunos de estos riesgos pueden ser incluso insigni cantes, como la simple acción de
caminar, y otros riesgos que resultan ser mucho más temerarios, como el médico que
hace una operación al corazón.
Cuando se intenta anular un resultado típico mediante otro resultado típico pero con
menor gravedad, impera la ausencia de imputación.
(…) Quien ve cómo una piedra vuela peligrosamente a la cabeza de otro y, aunque no
la puede neutralizar, sí logra desviarla a una parte del cuerpo para la que es menos
peligrosa, a pesar de su causalidad no comete lesiones, al igual que tampoco las
comete el médico que con sus medidas sólo puede aplazar la inevitable muerte del
paciente (…)[16].
Para los dos últimos supuestos se considera aceptable, en tanto que, debe existir una
relación de riesgo única para ambos sujetos (activo y pasivo); y además es
indispensable establecer si estaba o no obligado a disminuir el resultado lesivo.
Existen riesgos permitidos en la sociedad como “pasear por la gran ciudad, subir
escaleras, bañarse, subir a la montaña”[20]; ello quiere decir que no es punible la
realización de estas actividades, puesto que es inevitable para la realización misma del
ser humano.
Atendiendo a eso, se debe tener en cuenta que el aumento o disminución de riesgos
son necesariamente regulados por el derecho.
Para el problema que aquí se estudia, se formula el ejemplo que Roxin reproduce: “en
casos de fusilamientos antijurídicos en la guerra el autor tampoco puede exonerarse
desde puntos de vista de imputación (…) alegando que si se hubiera negado, otro habría
llevado a cabo el fusilamiento”[21].
Debemos tener en cuenta, como expresa Arquiño et al., que para “que un resultado sea
imputable al sujeto es indispensable que en la relación de causalidad exista una ‘relación
de riesgo’, es decir, una vez creado el riesgo no permitido por la conducta del sujeto (…)
se produzca el resultado”[24].
El profesor Zaffaroni comenta que: “Roxin excluye la imputación objetiva en los casos
de riesgos permitidos, aunque el autor haya creado o elevado el riesgo. Entiende que es
tal una conducta que crea un riesgo relevante, pero que de modo general está
permitido”[26].
Como correctivo del esquema anterior [Roxin] propone limitar la imputación cuando
los resultados no estuviesen cubiertos por el n de protección de la norma de
cuidado limitativa del riesgo permitido, o sea cuando el resultado se hubiese evitado
también si otro que realiza la misma actividad hubiese observado el cuidado
debido[27].
Roxin señala que, “(…) cada vez se impone más la opinión de que pese a ello en el caso
concreto aún puede fracasar la imputación en que el alcance del tipo, el n de protección
de la norma típica (…)”[29].
Sin embargo, como sostiene Jakobs, “[e]l suceso también ha sido causado por un
círculo inabarcable de personas, incluyendo a la propia víctima; quienes lo han causado
de modo adecuado o doloso son algunos menos, pero siguen superando el número de
destinatarios idóneos de la imputación”[32].
Pero, ¿a qué se le llama signi cado de un suceso?; en ese sentido Jakobs responde
diciendo:
Entonces, teniendo en cuenta los puntos de cientes encontrados por Jakobs, ante las
teorías causalistas, expondremos la base sobre la que se construyen los estipulados
funcionalistas del autor en estudio[36].
En primer lugar, Jakobs sostiene que “las garantías normativas que el Derecho
establece no tienen como contenido el que todos intenten evitar todos los daños
posibles (…) sino que adscriben a determinadas personas que ocupan determinadas
posiciones en el contexto de interacción”[37]. Por ello, “[l]a sociedad posibilita cada vez
más los contactos relativamente anónimos (…) aquellos en los que el alcance del deber
de los participantes verdaderamente está determinado por su rol [en la sociedad]”[38].
“[N]o es necesario averiguar el per l individual de quien tenemos en frente, pues dicha
persona es tomada como portadora de un rol”[39].
En otras palabras, el derecho (en especial, el penal) no tiene como nalidad que cada
individuo trate de que las conductas y actividades que desarrolla en su día a día,
tengan los efectos menos perjudiciales posibles dentro del entorno social; sino que
coloca a las personas en distintos roles dentro de la sociedad.
“Un conductor que conduce a una velocidad de 69 kilómetros por hora por un lugar en el
que está permitido y es adecuado conducir a 70 kilómetros por hora, no defrauda
ninguna expectativa”[43], pero el conductor que circula por el mismo sitio a una
velocidad de 80 kilómetros por hora para dirigirse a su destino, ha sobrepasado el
riesgo permitido y se encuentra dentro del ámbito del riesgo no permitido.
“Cuando el comportamiento de los seres humanos se entrelaza, no forma parte del rol
del ciudadano controlar de manera permanente a todos los demás; de otro modo, no
sería posible la división del trabajo”, es por ello que se origina el principio de
con anza[44].
(…) El principio de con anza puede presentarse bajo dos modalidades. En primer
lugar, se trata de que alguien, actuando como tercero, genere una situación que es
inocua siempre y cuando el autor que actúe a continuación cumpla con sus deberes.
(…) [p.ej.] alguien entrega a otra persona un reloj ajeno de gran valor, y esto no
causará un daño sólo si quien recibe el reloj lo coge con cuidado. Normalmente,
puede con arse en que así suceda. (…) En segundo lugar, la con anza se dirige a
que una determinada situación existente haya sido preparada de modo correcto por
parte de un tercero, de manera que quien haga uso de ella, el potencial autor, si
cumple con sus deberes, no ocasiona daño alguno. (…) [p.ej.] el cirujano confía en
que el material que utiliza en la operación haya sido convenientemente
esterilizado[45].
En la misma línea, el profesor Zaffaroni, rati cando lo mencionado por Jakobs, acota:
En consecuencia, Jakobs sostiene que: “[a] diferencia de lo que sucede respecto del
principio de con anza, la prohibición de regreso rige incluso cuando la plani cación
delictiva de la otra persona es palmaria (…) casos en los que un comportamiento
estereotipado carece de signi cado delictivo”[49].
No obstante, es preciso advertir que “como señalan sus seguidores cientí cos, esta
institución tan sólo aparece esbozada en algún trabajo monográ co y en el Tratado
adolece de tratamiento disperso y poco coherente en algunos puntos”[52].
Así, nalizamos el estudio de las distintas etapas por las que ha pasado la teoría de la
imputación objetiva, y vemos pues que existen marcadas teorías, en base al sistema
que cada autor de ende, pero bajo la misma corriente: el funcionalismo; que ya será
materia de un nuevo artículo.
5. Conclusiones
[1] Montt, M. (1997). Derecho Penal. Parte General. Tomo II. Santiago: Salisianos, p. 69.
[3] Zaffaroni, E. (2002). Derecho Penal. Parte General. Buenos Aires: EDIAR, p. 465.
[4] Bacigalupo, E. (1999). Derecho Penal. Parte General. (2° ed.). Buenos Aires:
Hammurabi, p. 200.
[10] Welzel, H. (1956). Derecho Penal. Parte General. Buenos Aires: Roque Depalma, p.
63.
[11] Arquiño, M. et. al. (2010). La imputación objetiva como expresión de campo (Tesis
de Postgrado, Universidad de San Martín de Porres). Recuperado de