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Pedagógico 24.
Derechos
Agosto, 2018 Humanos
Internacionales
Debido a las limitaciones de la literatura disponible en español, los documentos didácticos recogen
elaboraciones teóricas de la literatura más actual especialmente anglosajona. Así, los contenidos no tienen
por objetivo proponer un trabajo original sino más bien permitir el acceso a los estudiantes de pregrado
de carreras vinculadas con los Estudios Internacionales1.
Los Derechos Humanos, pueden entenderse como un ejemplo prístino de construcciones sociales. Aquí, en
tanto son categorías sociales inventadas, elaboradas por las sociedades. Son categorías sociales
portadoras de influencia sobre conductas. Su capacidad de impactar actuaciones, actividades, deriva de
su compartida comprensión al interior de y entre las comunidades.
La noción de que el Derecho Humano tiene capacidad para influenciar, desarrollar control sobre la
imaginación humana, ha ejercido un impacto cada vez más poderoso en la política mundial. Desde lo
expuesto, la idea de que un gobierno debe respetar los Derechos Humanos de sus ciudadanos es una
cuestión de larga data. Se remonta a las luchas por la libertad religiosa y se refleja de manera prominente
en la Carta de Derechos de los Estados Unidos y en la Declaración de Francia de los Derechos del Hombre
y del Ciudadano.
Con la adopción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1984, estos derechos comenzaron
a ser reclamados internacionalmente. Lo anterior, implicó a nivel nacional un proceso de desafío respecto
de la soberanía de los Estados y posibilitó la articulación de un marco de referencia para activistas y sus
ejercicios de demanda sobre cambios sociales y políticos fundamentales al interior de las sociedades.
1El presente documento ha sido elaborado para el Proyecto de Innovación Docente de la USACH por el
Asistente de Investigación Andrés Figueroa Jiménez, editado por el Asistente de Investigación Luciano Herrada
Miranda y bajo la coordinación de la Académica Lucía Dammert.
2 El presente documento ha sido elaborado en base a: SCHMITZ, H P.; SIKKINK, K. (2013). “International Human
Rights”. In: CARLSNAES, W.; RISSE, T.; SIMMONS, B. (2013). “Handbook of International Relations”. Second
Edition. London: SAGE. PP: 827 – 847
Los trabajos iniciales de Donelly (1989) y Forsythe (1991) logran la introducción de los Derechos Humanos
como un tópico relevante en la Academia de Relaciones Internacionales. Específicamente, Donelly
argumenta que el concepto de “Derecho” surge en Occidente, principalmente como respuesta a la
necesidad de proteger a los individuos del incremento del “poder invasivo” del Estado burocrático y del
sistema de mercado capitalista. Ahora bien, mientras que la base de la concepción de Derechos Humanos
es una cuestión fundamentalmente desarrollada en Europa y en los Estados Unidos, su establecimiento y su
justificación a escala internacional constituye un reflejo de fuentes culturales más diversas.
Lauren (1998), Morsink, (1999) y Glendon (2001) elaboran trabajos que establecen las fuentes globales
de pensamiento y activismo de los Derechos Humanos. Aquí, los autores referidos exponen el valor crucial
del rol de los participantes no – occidentales en el desarrollo del contenido del borrador de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos. Desde lo mentado, los valores consagrados en la Declaración implican
una imagen de “acuerdo entre culturas” (Glendon, 1998: 156).
Una expansión y mayor codificación subsiguiente de los Derechos Humanos a nivel mundial y regional, ha
permitido la incorporación de los Derechos Humanos en la Política Exterior de múltiples Estados, al interior
de los mandatos de las Organizaciones Intergubernamentales y en la imaginación de variados públicos
globales.
La información de la literatura se centrará principalmente en los análisis relacionados con Derechos Civiles
y Derechos Políticos. Por último, en una sección final, se identifican nuevas rutas al interior de la pesquisa
sobre Derechos Humanos. Aquí, con énfasis en temas como Derechos Sociales y Económicos, la importancia
de actores no – estatales (Ej. Corporaciones multinacionales) y el desarrollo de debates sobre la cuestión
de Justicia Transicional.
La Ciencia Política no se caracterizó por desarrollar una literatura sustancial respecto “causas de
represión”, para hacer un paralelo sobre la investigación sobre “causas de guerra”, hasta bien entrada la
década de 1980. Lo anterior, a pesar de que en el siglo XX muchas más personas fueron asesinadas o
torturadas por sus propios gobiernos que durante las guerras y otros conflictos violentos 3 . Desde lo
expuesto, comprender por qué y cómo los gobiernos emplean la violencia contra su propia población
constituye un requisito previo para desarrollar protecciones efectivas sobre la ocurrencia de violaciones a
los Derechos Humanos.
3Rudolf Rummel estima que el asesinato masivo de gobiernos ha dejado cuatro veces más muertos en el siglo
XX que las guerras civiles e internacionales combinadas (Rummel, 1994).
Si bien no es posible esperar el llegar a poseer una teoría unificada, explicativa de cualquier tipo de
represión, la investigación ha logrado identificar algunos factores relevantes asociados con los abusos
sistemáticos sobre los Derechos Humanos. Aquí, se incluye a literatura sobre las causas de procesos de
genocidio al permitir la exploración significativa de factores explicativos.
La investigación sobre represión explora los motivos por los cuales las autoridades políticas utilizan la
coerción a nivel nacional (Davenport, 2007). Esta literatura, se centra principalmente en las violaciones de
los Derechos Personales de Integridad, especialmente el encarcelamiento político, los asesinatos
extrajudiciales y las desapariciones.
Estudios estadísticos sobre Derechos Humanos Internacionales se basan en dos mecanismos promisorios para
tratar la gestión de los Derechos Humanos al interior de los Estados. El primer mecanismo se denomina PTS
(Political Terror Scale) y agrupa a la represión a lo largo de una escala de cinco puntos (Gibney et al.,
2010). Por otro lado, el segundo mecanismo es la Base de Datos de Derechos Humanos del CIRI4. Aquí, se
permite a los análisis y pesquisas desagregar diferentes componentes de los procesos de represión. Tanto
PTS como CIRI se caracterizan por cubrir a la mayoría de los países del mundo y por ofrecer datos que
los académicos pueden usar para probar hipótesis causales y vinculadas a los Derechos Humanos al interior
de un contexto transnacional y a lo largo de periodos de tiempo considerable.
Algunos temas de investigación más frecuentes son los siguientes: Primero, efecto de las diversas
dimensiones de la globalización sobre el respeto a los Derechos Humanos y sobre la probabilidad de
desarrollo de conflictos internos. Segundo, relación entre el historial de Derechos Humanos de un gobierno
y la asignación de ayuda externa. Tercero, la relación entre democracia y respeto por los Derechos
Humanos. Cuarto, estudio del efecto de los mecanismos de Justicia transicional en países y el respecto por
los Derechos Humanos. Quinto, análisis del impacto del tipo de régimen en el uso de la tortura. Sexto, la
relación entre compromisos, tratados internacionales y el respeto por los Derechos Humanos en localidades.
Los artículos que tratan los asuntos expuestos en el párrafo previo, realizan afirmaciones de importancia,
teóricas y causales y algunas de ellas se exponen luego en este documento. Ahora bien, antes de pasar al
examen de las afirmaciones, resulta no menor el discutir cómo la elección de datos y el contexto cambiante
de la información con la cual se trabaja, tienen la potencia para influir la capacidad disponible para
poder llegar a consensos explicativos sobre los factores causales ligados a los cambios en los Derechos
Humanos a lo largo del tiempo.
La mayor parte de la investigación cuantitativa sobre Derechos Humanos y su revisión en países, se basa
en escalas codificadas a partir de los textos pertenecientes a dos series de informes anuales. Primero, el
Informe Anual Internacional de Amnistía Internacional. Segundo, Informes anuales del Departamento de
Estado de los Estados Unidos. En el último caso, específicamente se trabaja con los Reportes Nacionales de
Prácticas de Derechos Humanos.
Las dos fuentes referidas, a su vez, se nutren de un número creciente de Informes Nacionales,
Gubernamentales y provenientes de Organizaciones No Gubernamentales (ONG) nacionales e
internacionales ligadas a la temática de Derechos Humanos. Como resultado de una más adecuada
cobertura sobre casos de violaciones a los Derechos Humanos, los Informes Anuales de Amnistía
Internacional y del Departamento de Estado de Estados Unidos han logrado reportar más y mejor
información con el paso del tiempo.
Ligado a lo expuesto, los informes más recientes disponibles, han tendido a investigar y documentar una
gama más amplia de violaciones a los Derechos Humanos. En suma, los científicos sociales tienen hoy más
datos que nunca respecto de esta temática, lo que permite aplicar un abanico más extenso de técnicas
analíticas. De este modo, la Ciencia Social es capaz de contribuir a comprender mejor los patrones
presentes al interior de violaciones sobre los Derechos Humanos.
2.2. Estudios sobre violaciones a los Derechos Humanos: Mayores datos, mejor calidad de
información y grandes complejidades
El aumento en la calidad e información sobre violaciones a los Derechos Humanos en el mundo y una mayor
atención a una gama significativa de derechos constituye una buena noticia para los académicos y
profesionales del área. No obstante, el escenario mentado también presenta a los investigadores una serie
de problemas potenciales en sus pesquisas, en las mediciones posibles sobre la realidad global de los
Derechos Humanos.
Puede sostenerse sin duda que la actividad principal e histórica del movimiento de Derechos Humanos ha
sido la producción y difusión de información en esta área. Paradójicamente, el éxito del desarrollo del
movimiento de Derechos Humanos contribuye a los hallazgos, desde las Ciencias Sociales, respecto de que
la situación de los Derechos Humanos en el mundo no necesariamente experimenta mejorías e inclusive,
empeora en algunos casos.
Igualmente, investigaciones que emplean datos cuantitativos y cualitativos han manifestado la situación de
efectos de la información sobre diagnósticos. El escenario expuesto, conmina a que los investigadores
deban reflexionar cuidadosamente sobre el origen de los materiales que emplean y las modalidades para
su utilización. Aquí, con miras siempre a clarificar asuntos ligados a las razones que sostienen un
empeoramiento mantenido de los estándares de Derechos Humanos paralelo a un mayor conocimiento de
los mismos y de sus violaciones posibles.
El uso de enfoques mixtos de pesquisa, posibilita el empleo de medidas cuantitativas diversas con estudios
cualitativos cuidadosos. En definitiva, se trata de proveer una exploración en profundidad de los
mecanismos causales a través de los cuales se produce el cambio en los Derechos Humanos y sus procesos
relacionados (Simmons, 2009).
2.4. ¿Por qué se producen violaciones a los Derechos Humanos? Explicaciones políticas
Al interior de los estudios de procesos de represión, dos hallazgos principales han manifestado una
confirmación repetida y consistente. Primero, las amenazas reales o imaginarias sobre un régimen motivan
constantemente a los líderes a la elección por la vía de represión (Poe, 2004). Segundo, la ausencia de
restricciones sobre el poder de las autoridades, a menudo entendidas en el contexto de la debilidad o
fortaleza de las instituciones democráticas, igualmente se identifica de manera consistente con escenarios
de represión posible.
Las amenazas a un régimen pueden originarse interna o externamente. No obstante, la mayor parte de la
literatura explicativa de los procesos de represión se centra en la acción frente a disidencias internas. Por
su parte, análisis estadísticos evidencian que países que participan en guerras civiles e internacionales
tienen más probabilidades de hacer uso de la represión (Poe y Tate, 1994).
La información hasta aquí manifestada se encuentra en línea con una necesidad analítica e investigativa
de desagregar sistemáticamente aquello que se entiende por represión. Además, se deben vincular
instancias específicas de represión con un conjunto diverso de causas posibles.
Existe acuerdo académico respecto que los Estados desarrollan represión como una reacción a amenazas
reales o percibidas. No obstante, también existe consenso sobre la necesidad de desarrollar mayor
investigación que permita comprender de un modo adecuado cuándo y por qué las autoridades emplean
la represión en lugar de otros medios de pacificación. Desde aquí, además, se torna necesario realizar
pesquisas sobre qué tipo de amenazas para los regímenes son las que generan la respuesta de represión,
examinar cómo se desarrolla el proceso represivo y analizar si la represión es realmente efectiva para
alcanzar objetivos de mantención de control en escenarios particulares (Davenport, 2007).
El tema sobre la elección de la represión como vía de actuación sobre un conjunto más amplio de opciones
políticas, centra su atención en el espacio de toma de decisiones a nivel de elites. Acemoğlu y Robinson,
(2006) argumentan que las elites optan por reprimir la disidencia cuando los costos económicos de hacerlo
son menores a los costos de llevar a cabo procesos de institucionalización al interior de la democracia
liberal. Ahora bien, todavía se requiere una mayor comprensión de cuándo y cómo los líderes, las élites,
desarrollan los análisis de costo – beneficios anteriores a desatar políticas represivas.
Los estudios cualitativos de genocidios y otras atrocidades a gran escala se han centrado en profundizar
sobre cuestiones procesales al alero del desarrollo de atrocidades. Aquí, se ofrecen ideas sobre por qué
y cómo se desarrollan eventos y se agregan perspectivas internacionales de explicación política sobre la
represión. Al respecto, la literatura sobre el Genocidio en Ruanda generalmente confirma el rol en la
represión de elecciones deliberadas realizadas por élites, que enfrentan amenazas a su poder tanto en
situaciones de enfrentamiento como al interior de escenarios de negociación (Des Forges, 1999; Strauss,
2007).
Al descontar el papel del odio étnico y otros asuntos de discriminación supuestamente arraigados, como
motores que impulsan la violencia y la represión, la literatura cualitativa mentada enfatiza la toma
decisiones racional por parte de los lideres con capacidad de control sobre medios de violencia y la gran
posibilidad de este proceso racional de influir en decisiones internas y externas. (Valentino, 2004; Poe,
2004).
Las decisiones para elegir la represión entre otras opciones políticas también se encuentran influenciadas
por variables que afectan a las alternativas disponibles para las elites nacionales. En el caso de Ruanda
y en otros procesos, la investigación ha enfatizado el hecho de que los actores internacionales, como una
variable externa a las élites nacionales, no son un sujeto con la capacidad de elevar los costos percibidos
de la violencia (Des Forges, 1999; Valentino, 2004; Strauss, 2006).
Estudios múltiples confirman que los regímenes democráticos tienen menos probabilidades de participar en
la represión de las libertades personales que regímenes no – democráticos (Poe, Tate y Camp Keith, 1999).
El hallazgo anterior, en ocasiones se ha denominado “Paz democrática doméstica”. Aquí, las elecciones
ofrecen oportunidades para que aquellos sectores oprimidos “destituyan a las autoridades de sus puestos
y oficinas” lo que eleva los costos de desarrollar acciones represivas. Además, las instituciones democráticas
también proporcionan mecanismos no violentos, legales y/o establecidos para abordar las quejas y
reforzar los valores de la deliberación o la impugnación pacífica.
Ahora bien, a pesar de que la mayoría de análisis está de acuerdo en que las instituciones políticas
democráticas, generalmente reducen el comportamiento represivo, aquello no implica una relación directa,
lineal. Así, cualquier efecto positivo del sistema democrático depende de sus propiedades especificas (Fein,
1995). Lo expuesto, significa que las instituciones democráticas sólo contribuyen a disminuir la represión
una vez que se alcanza un umbral de desarrollo institucional determinado y se superan escenarios de
transición (Snyder, 2000; Bueno de Mesquita et al., 2005). En suma, se desprende que algunas
configuraciones institucionales y/o de desarrollo democrático tienen la capacidad de afectar más que
otras a los niveles de represión.
2.8. ¿Por qué se producen violaciones a los Derechos Humanos? Explicaciones económicas y la
arista países pobres versus países ricos
Un debate significativo vincula a la economía doméstica e internacional con niveles de represión. Existen
dos discusiones que relacionan las condiciones económicas y sus actividades relacionadas con las violaciones
a los Derechos Humanos. La primera discusión sostiene que es más probable que los países pobres sean
más represivos que los países ricos (Mitchell y McCormick, 1988).
En esta primera arista, se ofrecen dos explicaciones posibles. En primer lugar, algunos análisis argumentan
que las naciones más pobres experimentan una alta competencia en un escenario nacional de pocos
recursos. Aquí, los gobiernos de los países pobres privilegian la represión como una de sus muy pocas
opciones o herramientas para llevar a cabo intentos de mantenerse en el poder. En segundo lugar, estudios
afirman que la falta nacional de recursos torna a la represión una vía menos eficiente, lo que obliga a los
gobiernos a participar cada vez más en ella (Fearon y Laitin, 2003).
En una segunda arista de discusión, se examina el nivel de afección de los factores económicos
internacionales en las condiciones internas de los Derechos Humanos. Aquí, dos argumentos opuestos sobre
el libre comercio y la Inversión Extranjera Directa (IED) buscan establecer vínculos entre la globalización
económica y los Derechos Humanos nacionales.
Los defensores del proceso de globalización económica sostienen que el expandir el libre comercio y la
inversión capitalista conduce a mejoras en las condiciones de los Derechos Humanos (Meyer, 1999;
Apodaca, 2001). Por su parte, otros análisis llegan al resultado contrario (Evans, 1999) o no encuentran
una correlación positiva entre los altos niveles de Inversión Extranjera Directa y los derechos políticos y
civiles (Smith et. Al., 1999).
¿Los factores económicos empoderan principalmente a las clases medias domésticas y crean restricciones
políticas directas sobre los líderes?5 o ¿Los factores como los flujos de inversión tienen un impacto directo más
5Es un elemento sugerido también desde la explicación política sobre represión denominada “Paz democrática
doméstica”.
en los líderes al proporcionarles una gama de acciones políticas no represivas cuando se enfrentan a disidencia
interna?
Vinculado a los cuestionamientos expuestos, Abouharb y Cingranelli (2007) analizan específicamente los
efectos de las políticas neoliberales en un conjunto de derechos políticos y civiles. Aquí, se explora con
detalle a los procesos mediante los cuales las políticas impuestas externamente pueden impactar
negativamente los Derechos Humanos básicos.
A pesar de que la investigación sobre el impacto de los procesos globales de integración de mercado ha
logrado un progreso significativo en los últimos años, todavía se encuentra en una posición rezagada si se
trata de centrarse en el examen de las causas conjuntas económico – políticas, internas y externas de la
represión.
Hace apenas tres décadas atrás, la mayoría de los responsables de la formulación de políticas
consideraban que los Derechos Humanos eran un tema inapropiado para la Política Exterior. No obstante,
hoy en día analistas, académicos y hacedores de política, los entienden como parte fundamental y
constructora de una cultura de derechos a nivel global. Una cultura de derechos, es la situación en la cual
los Derechos humanos, su concepto, son tomados como mínimos comunes a nivel internacional. La cultura de
derechos referida, constituye un resultado del desarrollo de procesos históricos de cambio institucional y
de la emergencia de fuerzas políticas globales.
Un Sistema Integral de Derechos Humanos Internacionales surge en la década de 1940. Algunos de sus
elementos precursores incluyen a las Leyes de Conflictos Armados (Finnemore, 1999), las campañas por la
abolición del comercio de esclavos y la esclavitud (Appiah, 2010), las campañas por el sufragio de las
mujeres, el trabajo al interior de la Liga de las Naciones y luego las Naciones Unidas (ONU) para la
protección de los Derechos de las Minorías, los esfuerzos de la Organización Internacional del Trabajo
(OIT) sobre los derechos laborales, entre otros.
Ahora bien, cada uno de estos esfuerzos se limitaba a un grupo específico a o un conjunto particular de
circunstancias. Sólo tras la creación en 1948 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, los mismos
se sometieron a un proceso de legalización internacional progresiva en tres dimensiones: Alcance de la
obligación, precisión y el uso de medios para mejorar la relación entre derechos y prácticas (Abbott, et
al., 2000).
La evolución histórica del Sistema de Derechos Humanos se ha caracterizado desde la década de 1940
por transitar desde una realidad de “ley blanda” hacia una relativa situación de “ley dura”. Aquí, siempre
intentando superar una concentración en tratados de redacción amplia y débilmente aplicados. Se trata
de llevar a cabo esfuerzos globales, en virtud de lograr Derechos Humanos que fortalezcan formas y creen
y se comuniquen adecuadamente con procedimientos específicos frente a situaciones, como la
La evolución histórico – institucional de los Derechos Humanos ha logrado que su entendido como un
elemento fundamental de la vida política y social haya emergido como una nueva norma global de manera
clara desde la década de 1990 en adelante (Sikkink, 2011).
3.3. Expansión de los Derechos Humanos: Limites formales e informales a las opciones de
política
Con la expansión de los Derechos Humanos y el numero de regímenes en los últimos sesenta años, los
actores estatales cada vez más se enfrentan a crecientes limites formales e informales sobre sus opciones
de política interna. En 1975, sólo 33 países habían ratificado la Convención Internacional para el Pacto
de Derechos Civiles y Políticos, lo que equivale al 23% de los miembros de la ONU para ese momento
(144). Hasta marzo de 2010, 165 Estados habían ratificado el tratado (86% de Estados miembros) y 113
el Protocolo Facultativo que acepa los poderes de supervisión del Comité de Derechos Humanos (Alto
Comisionado ONU – DDHH, 2010).
También a 2010, 173 Estados han ratificado la Convención contra la Discriminación Racial, 160 el Pacto
de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, 186 la Convención sobre los Derechos de la Mujer y 146
la Convención contra la Tortura (Alto Comisionado ONU – DDHH, 2010). La Convención sobre los Derechos
del Niño de 1989, logró su membresía casi universal dentro de los seis años desde su creación y hasta la
fecha ningún otro tratado de Derechos Humanos ha logrado una aceptación tan rápida en tan poco
periodo de tiempo (LeBlanc, 1995: IX).
Dado que las normas de Derechos Humanos desafían el estado de soberanía sin crear una
interdependencia significativa entre los Estados (Krasner, 1999), la aceptación generalizada de tales
acuerdos resulta desconcertante para las teorías tradicionales de Relaciones Internacionales basadas en
nociones racionales de intereses estatales.
Desde aquí, el surgimiento de los Derechos Humanos como un área temática significativa en las relaciones
mundiales, desempeño un papel importante en el contexto del denominado “giro constructivista” en las
Relaciones Internacionales (Checkel, 1998). Lo anterior, al reintroducir una “preocupación por las normas”
como factores relevantes en la configuración de los intereses y comportamientos del Estado (Finnermore y
Sikkink, 1998).
Desde la perspectiva constructivista, se ha impugnado por mucho tiempo que los acuerdos de Derechos
Humanos puedan reducirse a sólo proyecciones basadas en intereses de poderosos actores en posición de
hegemonía (Realismo) o de Democracias (Idealismo). Los constructivistas insisten en que tales normas no son
producto de relaciones duales o, si se desea, que no son simples epifenómenos de los intereses estatales y
de formas de gobierno.
Para los constructivistas las normas de Derechos Humanos implican estándares de una comunidad global
emergente, con la capacidad de motivar o tensar el comportamiento. Estos estándares pueden configurar
la formación de intereses y de procesos, a la vez que generan una nueva estructura con capacidad de
agencia y en la forma de Redes de Defensa Transnacional. Las Redes de Defensa Transnacional, por su
parte, operan como actores promotores de normatividades específicas.
4.1. Creación de normas y el papel de las Redes de Defensa Transnacional: El rol de las
Organizaciones No Gubernamentales (ONG)
El primer asunto plantea preguntas acerca de por qué se está expandiendo el catálogo de tratados de
Derechos Humanos y sobre por qué los Estados sienten la necesidad de mostrar su apoyo. Al responder a
la cuestión de la creación de normas, los análisis han puesto mucha atención al papel de las Redes de
Defensa Transnacional. Aquí, las redes referidas actuarían como agentes centrales, generadores de
vínculos entre Estados a la vez que estableciendo un marco, un abanico de problemáticas (Price, 1998).
Amnistía Internacional presionó casi sin ayuda en los procesos vinculados a la Convención Contra la Tortura
creada en 1984 y vigente desde 1987 (Clark, 2001). Sin el activismo de las Organizaciones No
Gubernamentales hoy no existirían importantes vínculos de Derechos Humanos, incluida la Convención de
1990 sobre los Derechos del Niño (Price Cohen, 1990), el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional
de 1997 (Struett, 2008), el Protocolo Facultativo sobre la Participación de Niños en Conflictos Armados
del 2000, el Acuerdo de Kimberley sobre Diamantes Conflictivos de 20026 y todo el conjunto de Derechos
de la Mujer agregados al Sistema de las Naciones Unidas (Joachim, 2007).
Gran parte de los estudios e investigación en esta área se basa en estudios de caso de entidades
individuales o de campañas dentro de una temática en particular. Lo expuesto, implica una limitante a la
generalización de las explicaciones en relación con el éxito y el fracaso de las Organizaciones No
Gubernamentales en la creación de normas.
4.2. Normas de Derechos Humanos y el papel del Estado: Desde la cascada de normas
hacia otras explicaciones sobre la ratificación de tratados en Derechos Humanos
Una vez que los activistas transnacionales enmarcan temáticas y establecen agendas, los Estados
desempeñan un papel mucho más importante en el proceso de negociación y adopción de los acuerdos.
Luego de que los tratados son adoptados, generalmente las Organizaciones No Gubernamentales y sus
campañas continuarán sus actividades, pero ahora enfocadas en presionar a los Estados para avanzar
hacia las etapas de firma, ratificación y aplicación de las normativas a nivel nacional. Lo expuesto,
persigue fortalecer aún más la norma recientemente establecida o reforzada retóricamente.
En el área de los Derechos Humanos, los académicos han prestado mucha atención a los motivos por los
cuales los Estados se comprometen a restringir su conducta interna y, en particular, a develar por qué
incluso los Estados con un triste historial de Derechos Humanos son tan propensos a la ratificación de normas
como sus homólogos con un mejor historial.
Una descripción modelar a nivel macro de la evolución de las normas de Derechos Humanos, conceptualiza
su proceso como una “cascada de normas”. El modelo consta de tres pasos: 1) Emergencia, 2) Punto de
Inflexión/Cascada normativa y 3) Internalización (Finnemore y Sikkink, 1998). Bajo este modelo, los Estados
pueden transitar desde la consideración de problemáticas hacia puntos de inflexión. Aquí, los Estados
adoptantes de reglas hacen constantemente frente a la presión interna y/o externa funcional o no al
desarrollo de las tramitaciones necesarias que permitirán la internalización y legitimación de las normas
en los ordenamientos jurídicos y administrativos nacionales y regionales (Kelley, 2008).
Ahora bien, el modelo general de cascada de normas no explica satisfactoriamente el por qué los Estados
llevan a cabo la ratificación de los tratados de Derechos Humanos. Al respecto, investigaciones muestran
que muchos gobiernos ratifican simplemente porque apoyan el contenido de los convenios, expresando
además la posibilidad de una superposición de normas nacionales e internacionales (Simmons, 2009).
Pero ¿Qué pasa con los gobiernos que se niegan a ratificar o ratifican tratados a pesar de tener registros,
indicadores débiles de Derechos Humanos o normas domésticas significativamente divergentes? Algunas
pesquisas inicialmente manifestaron que los acuerdos de Derechos Humanos se aplican de manera débil y,
por lo tanto, al mismo tiempo ofrecen oportunidades de “bajo costo” para que regímenes represivos logren
ganar una mejor posición internacional (Hathaway, 2002).
No obstante, el argumento anterior no tiene en cuenta el número significativo de Estados que permanecen
al margen de procesos de ratificación, lo que permite inferir que la ratificación puede tener muy pocos
beneficios o no ser realmente “gratuita”. Como deja de manifiesto Simmons (2009), tanto las normas
domésticas divergentes como la naturaleza de los sistemas legales son un inhibidor importante para la
aceptación universal de algunas normas de Derechos Humanos como los Derechos de las Mujeres. Lo
anterior, puede evidenciarse en Estados que inclusive apoyan las reglas al interior de sus prácticas
domésticas, pero que no firman y ratifican acuerdos internacionales.
Investigaciones recientes sobre el patrón de ratificación en Estados con registros de indicadores deficientes
en materia de Derechos Humanos, muestran motivos complejos detrás de la decisión de ratificar o no una
norma. Muchos líderes estatales ratifican oportunamente considerando que aquello no influirá
negativamente su posición de poder en el país. La cuestión central al interior de lo expuesto radica en un
cálculo inadecuado respecto de los reales beneficios de la ratificación de reglas sobre posiciones de poder
particulares.
Lo anterior, inclusive da cabida a la situación de ratificación “no sincera de reglas” al interior de procesos.
Aquí, los gobiernos se vinculan a normativas no tanto por creer en el valor de su contenido sino por el
atender a cuestiones de carácter principalmente pragmático. Bajo este enfoque, influido por la realidad
de la política regional o de áreas internacionales, se expone que en muchos casos la decisión de ratificar
un convenio internacional está mediada por una consideración significativa a “aquello que los gobiernos
hacen” en una región y al desarrollo y existencia de lazos fuertes entre socios regionales, principalmente
aquellos dotados de un gran respeto internacional (Greenhill, 2010).
Por ejemplo, dentro de Europa, el Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y las
Libertades Fundamentales del año 1953, se aplica ahora a través del Tribunal Europeo de Derechos
Humanos. El mismo, constituye un ejemplo de institución constantemente sometida a rediseños en función de
aumentar sus capacidades de registro y tratamiento de violaciones a los Derechos Humanos y vincular a
los Estados con niveles más altos de cumplimiento sobre normativas.
Inclusive, el mucho más débil Sistema de Derechos Humanos de África también ha cambiado de manera
importante desde 1993 en adelante. Lo anterior, queda graficado mediante la creación de la Corte
Africana Supranacional de Derechos Humanos y de los Pueblos (2004) y su adición como un órgano de
supervisión sobre la Carta Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos.
Si bien los Sistemas de Derechos Humanos europeos (y de las Naciones Unidas) se establecieron en
respuesta directa al Holocausto, la lucha contra el colonialismo en gran parte del mundo árabe, África y
Asia logra enmarcarse, ser contenido al interior del área de Derechos Humanos. Aquí, a partir de constituir
una demanda colectiva por soberanía nacional durante los años 1950 y 1960. Ahora bien, la consideración
de la lucha contra el colonialismo como cuestión de Derechos Humanos en tanto que una demanda colectiva
a favor de las soberanías nacionales, también se vinculó en aquellas zonas con una incapacidad de
desarrollar mecanismos fuertes para la protección de los Derechos Humanos Individuales.
Particularmente, el establecimiento de los Tribunales Internacionales Ad Hoc en 1993 y 1995 condujo hacia
esfuerzos concertados para establecer un tribunal permanente, que finalmente se negoció en 1997 y se
creó en julio del año 2002. Una aplicación del modelo general de cascada de normas nos permite ver la
siguiente situación en el proceso mentado:
La creación y evolución histórica de los acuerdos en Derechos Humanos ha ganado una atención cada vez
mayor entre los estudiosos de Relaciones Internacionales. Aquí, enfocándose en el reconocimiento del papel
y capacidad de influencia de los activistas y Redes de Defensa Transnacional sobre las cúpulas
sociopolíticas. Lo anterior, en las dimensiones de formulación de problemas y establecimiento de agenda.
Una vez que existen acuerdos significativos entre actores sobre normas determinadas, una combinación
de investigaciones principalmente de corte racional y sociológicas, ha generado saberes sobre cómo las
normas se fortalecen a lo largo del tiempo y sobre por qué los Estados deciden suscribir y ratificar reglas.
Con la excepción de la persecución en casos de atrocidades masivas, los Derechos Humanos continúan
siendo débilmente aplicados a nivel internacional. Ahora bien, su creciente reconocimiento por parte de
actores estatales (y más recientemente igualmente de actores no estatales como las corporaciones), se ha
tornado una limitante a la capacidad de los gobiernos para cometer violaciones a los Derechos Humanos.
En suma, el reconocimiento de los Derechos Humanos y sus normas ha aumentado el temor de los gobiernos
y actores a ser expuestos en una brecha significativa entre sus afirmaciones retóricas y la realidad de sus
prácticas domésticas.
La contestación de una norma es un proceso que adopta formas retóricas especificas y puede llevarse a
cabo a nivel internacional, nacional y local. Un ejemplo común de contestación lo encontramos en la
Denegación de Reclamos de Violación sobre Derechos. Ahora bien, la efectividad de esta contestación
particular se ha visto severamente disminuida por las acciones y políticas de información desarrolladas
desde las Redes de Defensa Transnacional (Murdie y Davis, 2012).
En la actualidad, la contestación o impugnación de normas es más probable que adopte las siguientes
modalidades: 1) Negaciones y excepciones de derechos basadas en amenazas inminentes; 2)
Cuestionamiento a la validez de las normas de Derechos Humanos con o sin el empleo de un conjunto
diferente de normas; 3) Redefinición del comportamiento para quedar fuera del alcance de una norma.
La negación y excepción temporal de derechos es una norma que ha operado y opera en la política real
de las relaciones internacionales. Al respecto, el Derecho Internacional ligado al desarrollo de conflictos
armados reduce el alcance de la protección sobre los derechos, mientras que las amenazas a la seguridad
nacional reales o imaginadas, son empleadas frecuentemente por gobiernos para justificar actividades
represivas.
Una problemática derivada aquí se torna importante. Si aceptamos que las circunscripciones nacionales
son cruciales para la implementación de las normas internacionales de Derechos humanos, también resulta
lógico y utilitarista pensar en que gobiernos pueden movilizar distritos electorales pro - violación
(Cárdenas, 2004: 221). Aquí, los distritos operan como espacios en que los intereses de los gobiernos
maximizan sus beneficios y donde los mismos actúan ignorando las normas internacionales reprimiendo a
posibles casos de levantamiento con violencia.
En relación con lo anterior, el cumplimiento de las normas de Derechos Humanos se puede conceptualizar
como un continuo que implica los siguientes pasos secuenciales: 1) Ratificación de un tratado de Derechos
Humanos; 2) Cumplimiento de las solicitudes de información (reportes) por los órganos de supervisión; 3)
Implementación de normas en la ley doméstica y 4) Desarrollar y controlar conductas consistentes con las
normas implementadas a nivel doméstico (Kent, 1999).
En la actualidad, los análisis coinciden en que al menos el compromiso retórico con las normas de Derechos
Humanos ha aumentado constantemente. Ahora bien, también se presenta un significativo debate sobre
cómo explicar las brechas entre un compromiso sólo retórico y el cumplimiento real como una vinculación
entre acciones coherentes con un conjunto normativo.
Algunos expertos han argumentado que el incumplimiento y la disociación entre normas y comportamiento
constituye una regla (Krasner, 1999; Hafner-Burton y Tsutsui, 2005). Por el contrario, otros sostienen que
las diferentes instituciones internacionales y las Redes de Defensa Transnacional son entidades eficaces en
la socialización con actores estatales con miras a lograr cambios en sus comportamientos (Hawkins, 2004).
No obstante, incluso los expertos en socialización de normas de Derechos Humanos reconocen que el paso
más difícil es que los Estados y actores no estatales transiten desde el compromiso hacia el cumplimiento
genuino de las normas de Derechos Humanos.
La brecha entre el compromiso y conducta en materia de derechos ha dado lugar a una nueva agenda de
investigación dedicada a entender y mejorar el proceso bajo el cual la aceptación de normas
internacionales conduce a mejorar las prácticas en el ejercicio de titularidades (Simmons, 2009).
Si bien, trabajos iniciales explicaron la brecha entre la retórica y la práctica señalando faltas de
cumplimiento de las reglas a partir de la relación entre ganancias de reputación y bajos costos (Hathaway,
2002), estudios más recientes tampoco se caracterizan por confirmar que un cumplimiento débil de los
tratados tenga un efecto adverso en las prácticas reales de ejercicio de derechos (Vreeland, 2008). Estos
análisis también muestran que no puede sostenerse la falta de costos asociados a la realización efectiva
de los compromisos (Simmons, 2009).
Otras investigaciones se han centrado directamente en el nivel nacional. Aquí, argumentan que la mejora
en el actuar funcional a cumplir con normas de Derechos Humanos se vincula dependientemente con
condiciones locales especificas (Powell y Staton, 2009). Particularmente, estos estudios destacan como
factor a la capacidad de los ciudadanos para aprovechar los compromisos contenidos en los tratados.
Algunos mecanismos nacionales que pueden impulsar el cumplir con las reglas de derechos son: 1) Alterar
la agenda nacional y 2) Empoderar a actores con capacidad de movilización y/o apalancamiento político
(Simmons, 2009: 148).
Por su parte, otra literatura ha desarrollado análisis con mayores matices que el sólo hecho de considerar
simples correlaciones entre ratificaciones de un tratado y el comportamiento estatal sobre el ejercicio de
derechos. Aquí, se transita al examen de las condiciones bajo las cuales diferentes tipos de Estado y actores
no – estatales cumplen con diferentes tipos de derechos y compromisos de los tratados.
Las investigaciones mentadas, muestran que el tipo de régimen se ve como un factor cada vez más
importante, con la capacidad de influir en las diferencias que se muestran en el cumplimiento de las normas
de Derechos Humanos. Aquí, incluyendo el acatamiento de las Leyes de Guerra (Morrow, 2007; Simmons,
2009). Bajo estas pesquisas, en sentido amplio, la ratificación de los tratados tiene un impacto positivo en
los derechos y prácticas del mismo, no obstante, este efecto se manifiesta menos en regímenes de carácter
autocrático.
6.2. Capacidad del Estado y tipo de derecho como factores en la brecha entre
compromiso y conducta:
La capacidad estatal también constituye un factor que afecta la posibilidad de que los Estados cumplan
las normas de Derechos Humanos. En el párrafo anterior se refirió que regímenes autoritarios se vinculan
con grados menores de acatamiento de normas. Lo expuesto, se debe a que en algunos casos en los Estados
autoritarios no existe disposición para el cumplimiento si el contenido de las normas contaría los intereses
de los grupos gobernantes.
Ahora bien, si de centrarnos en las capacidades estatales se trata, investigaciones muestran que en los
Estados existen “áreas limitadas”, conformadas por ausencias significativas de recursos materiales
(presupuestos, instituciones, cuadros, etc.) o sociopolíticos (capacidad de movilización de actores y grupos,
otros). En las “áreas limitadas”, los Estados inclusive pueden estar dispuestos a cumplir con las normas de
Derechos Humanos pero la falta de recursos entorpece la posibilidad de implementación de los contenidos
normativos (Simmons, 2009).
El “tipo de derecho” es otro elemento que impacta la relación posible entre compromisos y conductas al
alero de normativas de Derechos Humanos. Por tipo de derecho, aquí se refiere a la organización jurídica
y político – administrativa de los Estados y gobiernos. Por ejemplo, resulta más fácil para los Estados
cumplir normativas cuando las decisiones y prácticas vinculadas a ese acatamiento se encuentran
centralizadas y no requieren formas complejas para tener lugar en las instituciones y la administración
pública a lo largo de los territorios nacionales (Simmons, 2009).
Una serie de estudios cuantitativos y cualitativos exploran cómo la evolución constante de las naciones
donantes tiene en consideración a los Derechos Humanos al asignar ayuda militar y económica. Dichos
estudios indican que los Derechos Humanos han ganado prominencia en la Política Exterior y en la ayuda
burocrática en muchos países del hemisferio norte. En los Estados Unidos, el activismo de las Organizaciones
No Gubernamentales a principios de 1970 fue capaz de crear un clima de opinión pública que alentó a
los miembros del Congreso a emplear la agenda de Derechos Humanos (Sikkink, 2005). Lo anterior, dio
origen a una burocracia de los Derechos Humanos.
La burocracia de los Derechos Humanos debe ser entendida como un espacio capaz de desafiar a los
órganos ejecutivos, presidencias de los países y conminarlos a asumir políticas conforme a criterios de
Derechos Humanos (Livezey, 1988).
Estudios cuantitativos realizados principalmente entre 1985 y 1990 en Estados Unidos, se centran
específicamente en el impacto de la legislación de Derechos Humanos sobre patrones cambiantes de ayuda
estatal y económica (Apodaca y Stolh, 1999). Aquí, estas pesquisas comparan los niveles de ayuda,
vinculados con el objetivo de lograr mayor paridad al interior de las prácticas de Derechos Humanos en
conjuntos de países receptores.
Los resultados de las investigaciones referidas indican que existe influencia de las preocupaciones de
Derechos Humanos en la distribución de ayuda, pero, además, refieren a la importancia significativa de
intereses geopolíticos y económicos (Apodaca, 2005).
Estos nuevos conjuntos doctrinarios se levantan como particulares vías, instrumentos de Política Exterior para
disputar la posibilidad de mejorar las condiciones de Derechos Humanos a nivel internacional. Lo expuesto,
a través de la utilización, el empleo estatal e institucional – multilateral de una combinación entre Sanciones
(Golpes) e Incentivos financieros (Zanahorias).
El problema evidenciado por la investigación sobre el uso de sanciones, da cuenta de que, frente a
presiones mixtas y difusas, lo que puede ocurrir es que los formuladores de política no escojan realmente
los instrumentos de sanción apropiados y/o más efectivos.
Otro problema manifestado por la investigación sobre el uso de sanciones muestra que resulta complejo
con las mismas atacar a las élites responsables de las violaciones. En cambio, la población general en un
escenario internacional o multilateral de sanciones puede experimentar efectos adversos importantes.
Inclusive, las elites domesticas tienen menos posibilidades de verse afectadas por sanciones económicas y
los líderes en algunos casos, pueden fortalecer sus posiciones mediante la capitalización ⎯frente a la
sanción internacional⎯ del efecto “reunión alrededor de la bandera”.
Ahora bien, siempre resulta necesario estudiar la interacción estratégica entre los regímenes donante y
receptor a lo largo del tiempo, para establecer un vínculo sólido entre la ayuda y su impacto en, por
ejemplo, situaciones de represión (Poe, 2004). Aquí, importantes resultan los procesos de comunicación
para impedir “cortes en las acciones de ayuda”. La comunicación permite evitar el debilitar las bases
materiales de los regímenes y además que los líderes específicos se reinventen a sí mismos como actores
generadores de ayuda, víctimas de represión o afectados por intervenciones externas según sea el caso
(Schmitz, 2006).
7.5. Elementos requeridos por procesos de sanción, ayuda o incentivos para impactar
desde las políticas exteriores en la situación de Derechos Humanos:
El éxito de los procesos de sanción ayuda o incentivos para impactar en la condición de los Derechos
Humanos apunta hacia los siguientes elementos: 1) Coordinación y acumulación amplia a largo plazo de
la voluntad internacional; 2) Selección consciente de medios apropiados; 3) Aplicación de medidas de
modo consistente, incluyendo la comunicación con o entre gobiernos específicos; 4) Seguimiento a largo
plazo.
Las sanciones, ayuda o incentivos implementados por los Estados o Instituciones Multilaterales, es mas
probable que logren efectos si son parte esfuerzos de largo aliento, reconociendo siempre el papel que
juegan en países particulares vulnerabilidades materiales y no materiales y el trabajo de las Redes
Transnacionales de Defensa.
Si bien los primeros estudios de redes se enfocaron principalmente en las formas en que grupos domésticos
se conectaron con actores externos para hacer frente a violaciones de Derechos Humanos (Keck y Sikkink,
1998), estudios más recientes han cambiado la atención hacia el nivel nacional y han reducido el énfasis
en el activismo transnacional (Tarrow, 2005; Schmitz, 2006).
Las Redes de Defensa Transnacional son entidades que surgen durante los años 1960 y 1970 como una
reacción al fracaso de las Naciones Unidas para responder adecuadamente a las violaciones sistemáticas
de los Derechos Humanos en el mundo (Korey, 1998). Liderado por Amnistía Internacional (fundada en
1961), surgió un nuevo tipo, un nuevo grupo de activistas con metodologías innovadoras diseñadas para
movilizar a las Organizaciones Internacionales, los Estados liberales y el público internacional contra los
violadores de los Derechos Humanos (Lake y Wong, 2009).
8.1. ¿Por qué y cómo las Redes de Defensa Transnacional son importantes?
Características
Las campañas transnacionales sobre Derechos Humanos han aprovechado la ocurrencia de dos desarrollos
separados desde 1945 en adelante: 1) La difusión de tecnologías de comunicación y 2) La presencia de
una estructura institucional en expansión que legitima el apareamiento, unión y ajuste de los Derechos
Humanos a nivel global y regional.
Estas redes trabajan simultáneamente para aprovechar la pérdida de control gubernamental con respecto
a la información correcta que se mueve a través de las fronteras. También, operan constantemente
cambiando de lugar para obtener la oportunidad de atraer a nuevos aliados y/o activar audiencias
amistosas (Tarrow, 2005).
Las Redes de Defensa son importantes porque construyen una comunicación regular sobre temas. Aquí, con
el objetivo particular de exponer las brechas entre la retórica de los Estados y su comportamiento interno
en materia de Derechos Humanos. En la conceptualización desarrollada por Keck y Sikkink, (1998), estas
redes se activan una vez que un gobierno no responde a demandas internas. Así, grupos domésticos
conforman a través de compromisos y uniones, un proceso tipo “boomerang” en el que se buscan aliados
internacionales con el fin de ejercer presión sobre gobiernos represivos.
Varios análisis han en la actualidad mejorado los conocimientos disponibles sobre cómo los Grupos de
Defensa pueden cambiar las practicas domesticas de los gobiernos (Okafor, 2007). Específicamente, estas
pesquisas proporcionan detalles empíricos sobre las formas transnacionales que encontramos en las
interacciones de procesos de tipo boomerang, a la vez que impulsan una mayor atención hacia la política
doméstica, incluyendo las condiciones que pueden debilitar a la efectividad del activismo transnacional de
Derechos Humanos.
En relación con el expuesto, desde las investigaciones referidas puede sostenerse que, a medida que los
activistas confían en desarrollar diferentes tipos de estrategias y ya no sólo dependen de la vergüenza
generada por ciertas situaciones, lo que se produce es que las interacciones transnacionales – domesticas
se tornan más complejas. Un ejemplo de lo anterior se encuentra en el activismo de procesos de largo
plazo, propio a situaciones de conflicto y donde lo que se persigue es un movimiento desde el momento de
violencia hacia el escenario de paz (Bell y Keenan, 2004).
Una mayor atención a literatura sobre lazos a través de las fronteras y movimientos sociales, permite
advertir que la formación de movimentalidad social transnacional no es una cuestión fácil (Tarrow, 2005).
Inclusive, en el área de los Derechos Humanos las redes interpersonales densas se consideran a menudo
como una condición para el éxito de la acción colectiva (Loveman, 1998). Aquí, se trata de destacar que
la densidad de redes es una cuestión de difícil construcción y mantención a nivel transnacional (Roht-Arriaza,
2005).
La cuestión de la densidad de las redes, demanda investigar con mayor detalle como los activistas acortan
la división nacional – internacional. Aquí, por ejemplo, dando cuenta de si los activistas impulsan la
movilización comprometidos principalmente con las élites domesticas “orientadas a las reglas” o si lo hacen
a partir de vinculaciones con grupos más pragmáticos (Hawkins, 2002).
Análisis de caso de campañas transnacionales sobre Derechos Humanos muestran no sólo que los grupos
nacionales e internacionales dependen unos de otros (Okafor, 2007), sino que además estos contactos
transnacionales son más sostenibles al interior de tipos específicos de comunidades donde los intereses se
comparten. Aquí, lo que se produce es que los compromisos normativos más difusos se complementan,
adhieren a partir de intereses compartidos como por ejemplo los intereses profesionales.
Algunas posiciones analíticas sostienen que las Redes de Defensa Transnacional no sólo se mantienen unidas
por principios o intereses compartidos. Aquí, se expone que además las redes se basan en preocupaciones
estratégicas ligadas a objetivos de crecimiento y supervivencia en organizaciones específicas.
En relación con lo expuesto en el párrafo previo, Bob (2005) afirma que en algunos casos los activistas de
organizaciones nacionales se ven obligados a competir por atención, adaptando sus metas y mensaje a
las necesidades de activistas transnacionales y sus audiencias. En suma, se trata de una tensión entre
principios y supervivencia al interior de las unidades de una red y entre Redes Transnacionales de Defensa.
Por otro lado, algunas posiciones críticas se centran en la selección de los objetivos en el activismo
internacional. Aquí, se afirman desajustes entre la gravedad de determinadas violaciones a los Derechos
Humanos y las informaciones más destacadas por los principales movimientos de Derechos Humanos como
Amnistía Internacional y Human Rights Watch. Se concluye que las Organizaciones Gubernamentales
poderosas no necesariamente destacan la información de causas dignas, sino de aquellas más
prometedoras para los medios de comunicación y con mayor probabilidad de capturar apoyos y donantes
(Ron, et. Al, 2005).
Un efecto perverso de lo anterior, lo constituye una posible marginación de abusos en países pequeños,
pobres o débiles.
¿Cómo funcionan las ONG Transnacionales? Para realizar defensas efectivas de los Derechos Humanos no
sólo es necesario mantener la salud financiera de las entidades. También se deben tomar decisiones sobre
dónde llevar a cabo inversiones con recursos limitados. Desde lo mentado, las ONG deben asumirse como
actores principales – estratégicos o, si se quiere, preocupados al mismo tiempo por la promoción de sus
creencias como por su supervivencia y eficacia institucional (Keck y Sikkink, 1998).
En algunos casos, las Organizaciones No Gubernamentales deciden invertir sobre situaciones de menor
gravedad pero que muestran posibilidades reales de tratamiento y mejora. Así, grupos como Amnistía
Internacional han optado por centrarse en cuestiones como la pena de muerte, que le permiten operar más
fácilmente sobre mayores cantidades de recursos y generar debate sobre la actuación de países
poderosos como Estados Unidos o China (Hood y Hoyle, 2009).
A modo de síntesis de este apartado, puede referirse que resulta útil el observar cómo realmente funcionan
y toman decisiones sobre sus recursos y misión las Organizaciones de Defensa. Aquí, se trata de superar
sólo su examen a través de la tensión entre principios e intereses.
El enfoque aquí se centra en tres tendencias significativas de una agenda global amplia de Derechos
Humanos. Se adopta la aplicación de las normas de Derechos Humanos a entidades no estatales como
grupos rebeldes y corporaciones. Además, se incorpora el marco de cuestiones de desarrollo y pobreza
al lenguaje de los Derechos Humanos. por otro lado, también se considera la compleja relación entre
objetivos de justicia, metas adicionales a la justicia y la consecución de la paz en escenarios marcados por
atrocidades masivas y conflictos violentos.
Con el fin de la Guerra fría y el contexto de desaparición de la competencia entre las superpotencias,
Amnistía Internacional y variados otros grupos de Derechos Humanos volcaron su misión y estrategias hacia
un nuevo centro. Así, comienza la fundación de un nuevo tipo de Organización No Gubernamental, ocupada
de cuestiones como las causas de atrocidades, divisiones étnicas y competencia por recursos naturales como
los diamantes, madera o petróleo. Ejemplos de estas nuevas entidades son: International Crisis Group
(1995) o Global Witnes (1998).
Derivado del cambio de centro expuesto, organizaciones como Amnistía giraron hacia el tratamiento casi
exclusivo de cuestiones como la defensa de Derechos de Integridad Personal (Hopgood, 2006).
La investigación reciente sobre este nuevo tipo de organizaciones ha manifestado cambios en el activismo
internacional, vinculados a decisiones de atacar explícitamente a actores no estatales violentos y no
violentos inmiscuidos en abusos graves sobre los Derechos Humanos. Desde 1991, Amnistía Internacional
adopta esta nueva política de ataque y lo hace en escenarios de Estados fallidos, violencia étnica y
atrocidades cometidas por caudillos políticos.
La novedad del tratamiento dado por Amnistía a estas cuestiones implica una dedicación constante al
diseño de diferentes respuestas estratégicas y tácticas, a la vez que lo anterior se realiza no dejando
escapar del examen a las corporaciones transnacionales. Aquí, estas últimas son constantemente vinculadas
a apoyos explícitos o implícitos en casos de represión estatal o como agentes capaces de afectar
negativamente las condiciones de los Derechos Humanos en localidades (Mantilla, 2009).
Los grupos de Derechos Humanos al desviar el objetivo de su movilización más allá de los Estados, lo que
hacen es producir un doble efecto. Primero, impactan a otros actores con poder buscando poner fin a las
violaciones de derechos. Segundo, modifican sus áreas incluyendo cuestiones como las temáticas ligadas al
desarrollo.
9.2. Expansión del discurso de derechos: Enfoque de desarrollo basado en los derechos
Uno de los nuevos tópicos visibles al interior de la academia y la práctica del activismo transnacional de
Derechos Humanos, es la creciente cooperación entre Organizaciones No Gubernamentales orientadas a
la defensa y el servicio sobre cuestiones de medio ambiente, temas humanitarios, desarrollo y Derechos
Humanos.
Las cuestiones de Justicia Transicional también se han convertido en un área de importante crecimiento en
la investigación de Derechos Humanos. Desde 1980, los Estados han articulado múltiples Sistemas de
Justicia Transicional o si se quiere, mecanismos para abordar violaciones de los Derechos Humanos
ocurridas en el pasado.
Para los expertos en Derechos Humanos, una serie de cuestiones conforman un conjunto de preguntas clave
respecto de Justicia Transicional. Estas interrogantes permiten analizar violaciones de derechos en el
pasado y comprender mejor las formas de hacerles frente en el presente.
¿Por qué y bajo qué condiciones algunos países buscan la transición hacia la justicia mientras que otros no lo
hacen? ¿Qué características poseen las estrategias de transición en países? ¿Qué mecanismos o medidas
particulares y secuencias de mecanismos eligen las elites en proceso de transición? (Huyse, 1995).
Al interior de la Ciencia Política existen debates acerca de las formas, consecuencias y/o el impacto de
los mecanismos de transición en las sociedades. Sobre las formas, muchas discusiones tratan la cuestión de
los juicios y desarrollo de comisiones de verdad (Dancy, 2011). Al respecto, se sostiene que los juicios
tendrían en algunos casos la capacidad para no sólo determinar lo legal y lo correcto sino también de
prevenir futuras violaciones a los Derechos Humanos desde sus sentencias y penas (Akhavan, 2001).
Respecto el impacto de los mecanismos de justicia, algunos estudios contrarios a la perspectiva anterior,
destacan que los juicios podrían asociarse con el aumento de la represión o con la conformación de clivajes
nacionales y crisis humanitarias prolongadas (Forsythe, 2008). Aquí, el criterio subyacente es que las
amenazas de persecución, juicios o penas pueden empeorar una situación conflictual.
Ahora bien, estudios cuantitativos muestran sobre el punto previo, que existe poca evidencia de un
empeoramiento de los Derechos Humanos como consecuencia de amenazas de juicio, inclusive durante
guerras civiles. Por el contrario, en general el uso de acciones legales se asocia con cambios positivos en
las condiciones de Derechos Humanos (Olsen et al., 2010).
En relación con lo expuesto, el tema de los Derechos Humanos Internacionales como campo analítico, debe
siempre sofisticarse desde una manera multidisciplinar. Aquí, para poder considerar adecuadamente las
potencialidades y/o limitaciones de un conjunto de derechos en contextos específicos. Sólo de esta manera
será posible abordar situaciones críticas como el desarrollo de conflictos o aventurarse en competentemente
construir escenarios de justicia para las sociedades.
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