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DE LO QUE TENGO TE DOY

HECHOS 3:1-10

INTRODUCCIÓN:

Sabemos que la iglesia nació el día de Pentecostés cuando descendió el


Espíritu Santo, bautizando a los que estaban allí presentes llenándoles
con su poder.  Después del milagro de hablar en otros idiomas, que
jamás habían  conocido, los apóstoles quedaron ungidos para hacer
nuevos milagros, tanto así que Lucas nos dice en Hch. 2:43: “Y
sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales
eran hechas por los apóstoles”.

De todas esas “señales”, la sanidad del cojo sentado en el templo frente


a la “puerta de la Hermosa”, es la única que se menciona hasta aquí,
quizás para poner en el contexto la manera cómo Dios iba a usar a los
apóstoles para el avance del evangelio.

Tomemos en cuenta que este milagro conduce a la conversión de miles


de nuevas personas, así como sucedió después del Pentecostés.
Con esto quedaría demostrado que el verdadero propósito de los
milagros era dar ENTRADA al anuncio de la palabra para la sanidad del
alma, además de la del cuerpo (Hc. 4:4).

El paralítico que traían y lo sentaban cerca del templo  es un cuadro


significativo de la tragedia humana.

El evangelista Lucas, como médico, no omite detalles para decirnos que


era un paralítico de  nacimiento.
Imagínese por un momento la tragedia: Ese hombre había visto a los
demás caminar, correr y jugar, pero él nunca lo pudo hacer.
Seguramente vio a los niños correr, pero él pasó su infancia sin poder
moverse. No tuvo ninguna oportunidad para hacer algo, y lo único que
le enseñaron fue a pedir limosnas.
Ahora tiene más de cuarenta años, pero tiene que ser llevado por otros
para hacer su trabajo.

¿Sabe usted lo que ese hombre sentiría? Su vida la  consideraba como


una carga para los demás, lo cual le llevaría a una profunda amargura
del alma. Simplemente no podía hacer nada. Este hombre simboliza la
realidad de nuestra naturaleza caída.  Al mirarlo nos damos cuenta que
el dolor y el sufrimiento  forman  parte también de  la tragedia humana
de nuestro tiempo.
A veces se maniesta a través de una enfermedad física, como el caso de
este paralítico y muy a  menudo pasa desapercibido a los ojos humanos.
¿Sabe usted cuántos hoy están paralizados emocional y espiritualmente?

Frente a este panorama debemos reaccionar  como los apóstoles: No


tenemos oro ni plata, pero lo que tengo te hoy.

¿Y qué es lo que tenemos para dar?

1. EN PRIMER LUGAR NO TENEMOS PLATA NI ORO PERO


TENEMOS LA  ESPERANZA QUE PRODUCE CRISTO PARA EL QUE
LA HA PERDIDO TODA.

El versiculo 2 de hechos cp 3 nos dice que este hombre era “Un hombre
cojo de nacimiento…”

La hora que los apóstoles ocuparon para la oración fue a las tres de la
tarde según lo dice el v. 1. Aquella fue una hora signicativa, pues fue la
misma cuando nuestro Señor entrego su vida. También fue signicativo
que ellos se encontraran con ese hombre, y en esa condición, cuando se
dirijan al sacricio de la oración.

No sabemos cuántos de los años que este hombre tenía los había
pasado en ese lugar. Un hombre “cojo de nacimiento” nos habla de una
tragedia única.
Si hubo una  palabra que él desconocía era la “esperanza”. Pasó la niñez
paralítico, siguió así en la adolescencia, continúo hasta la juventud y
ahora ya es un hombre de más de cuarenta años y sabe que no podrá
caminar. Simplemente él dependía de otros para moverse. 

Ninguna cosa es peor que haber perdido la esperanza. Quien pierde


esto,  ha perdido todo, de allí el dicho popular: “La esperanza es lo
último que se pierde”.

Que bueno es saber que donde muere la esperanza allí se hace presente
el Dios Eterno. Cuando al hombre se le han agotado todos sus recursos,
es allí donde comienza el poder de Dios pues “no hay nada imposible
para Él”.

No importa cuánto tiempo se viva paralizado, hay vida y esperanza en


Jesucristo.  Él vino para salvar lo que se había perdido.

Lucas describe que aquel hombre cojo de nacimiento “lo sentaban


cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa…” v. 2b.
Tenemos obligadamente que hacer un comentario sobre este particular
detalle.
El hombre paralítico no era puesto en cualquier puerta del templo. Lucas
se asegura en identicar que la puerta se llamaba la Hermosa. ¿Y por
qué ese singular nombre? Porque el material con el que estaba hecha
la hacía lucir radiante y esplendorosa desde lejos. Los visitantes podían
divisar su hermosura desde la distancia. Pues era allí donde sentaban al
paralítico “cada día”.

¿Se imagina ese trabajo? Este hombre estaba tan cerca de todo, pero
tan lejos a la vez. Vivía tan cerca de la casa de Dios, pero tan lejos del
Dios de la casa. La tristeza, el dolor y hasta las quejas silenciosas de su
alma tenían que ser notorias. Todos los días veía que la gente entraba y
salía. Él, por su condición física, no podía entrar en el templo porque las
leyes lo prohibían. Así que él estaba en el templo, no para adorar sino
para mendigar.

La ironía de su vida era que, mientras contemplaba la belleza de la


puerta, orgullo por cierto de la sociedad judía,  su condición era
lamentable.

Queridos hermanos, cuántas personas hoy también están  en la misma


condición. A lo mejor están en el mismo templo, pero “paralizados”
espiritualmente. Tienen nombre de que viven, pero están muertos.
Necesitamos darles a Jesús el Autor de la vida.

Lucas agrega que este hombre “Les rogaba que le diesen limosna” v. 3c.

La palabra “limosna” no la oímos hoy con gusto, pues notamos en ella


algo humillante. En la Biblia, el signicado de la palabra “limosna”, ante
todo, tiene que ver con un don interior. Es la actitud de apertura “hacia
el otro”. Quien esto pide es un desposeído a quien la vida lo ha llevado a
ese estado.

No sé si alguna vez usted se ha encontrado con alguien en esta


condición. Aparte de su vestimenta y su cuerpo maloliente, por lo
general su rostro es demacrado, con los ojos hundidos y con una pena y
tristeza que solo es digno de lastima.

Una de las características de alquien que mendiga es la insistencia hasta


que se les de algo  de comer o dinero para comprar. El paralítico de esta
historia hacía lo mismo. La traducción de la palabra “rogaba” tiene la
idea de algo insistente.
Por cuanto el adquirir las limosnas era su trabajo, ninguno de los que
entraban en el templo se les escapaba.
Como este hombre no tenía esperanza de caminar, por lo menos
dependía de las limosnas para vivir.  ¡Qué manera tan gráfica para
mostrarnos el estado miserable de una persona! 

Los “paralíticos”  espirituales son también limosneros.


Iglesia: Nosotros no tenemos ni oro ni plata, pero tenemos a Cristo y
debemos ofrecérselos.

2. EN SEGUNDO LUGAR NO TENEMOS PLATA NI ORO PERO


TENEMOS LA FE DE CRISTO PARA QUE LOS HOMBRES CENTREN
LA MIRADA EN ÉL 1.

El v 4 dice:“Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos”.

¿Por qué Pedro y Juan le pidieron al paralítico que les mirara? ¿Hacían
esto los demás que entraban al templo?  Les aseguro que las personas
que daban limosma a este pobre paralitico lo menos que deseaban era
que él les mirara. Todos iban de prisa y por lo general los pordioseros
tenían alguna canasta donde podían lanzarles el dinero sin necesidad de
detenerse para conversar con ellos.

Así que fue una gran sorpresa para él que dos hombres le pidieran que
les mirase. ¿Qué  esperaba de ellos? Cuando Pedro le dijo: “Míranos”,
este hombre a lo mejor pensó: ahora si hice mi  día, porque esperaba
recibir de ellos algo. Creo que la  decepción fue grande  cuando vio que
ninguno de los dos tenía  dinero para darle. Sin embargo, la exigencia
de Pedro planteaba un cambio en lo que siempre espera recibir. La
intención de los apóstoles era avivar en un hombre sin esperanza, la fe
que nunca tuvo para ser sanado.

Amados hermanos: Las personas que están postradas en su condición,


que viven sin esperanza, necesitamos invitarles a cambiar de mirada y a
dejar de confiar en las “limosnas” de este mundo.

No en vano ya Dios lo había dicho siglos atrás mediante el profeta:


”Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque
yo soy Dios, y no hay más” (Is. 45:22). Nosotros tenemos a
Jesucristo para darle a cada persona necesita. Hagamos que   ellos
depositen su mirada en Cristo.

El v 5 nos dice: “Entonces él les estuvo atento…”. Pedro y Juan


despertaron en este paralítico la mayor expectativa para recibir algo,
por cuanto pidieron su atención. El hecho que estuviera atento es la
cualidad más esperada en un necesitado para que la semilla de la fe
nazca y comience a dar frutos.
La verdad es que si algo no hace la gente hoy en día, es estar atento a
aquellos que tenemos el mensaje que puede cambiar sus vidas.
Vivimos en medio de una generación incrédula, indiferente y que se
aleja cada vez del Señor.

Por supuesto que es nuestra responsabilidad ir a ellos, así como Pedro y


Juan fueron y llegaron hasta el hombre que se encontraba tirado en la
puerta de la Hermosa y le llevaron algo más que el oro y la plata.

La atención que este paralítico puso en estos hombres fue porque ellos
se acercaron para hablar con él y posteriormente levantarlo.

Iglesia: Las personas  incrédulas  o indiferentes se SENSIBILIZAN


cuando ven que hay alguien que se interesa por ellos. Eran muchos los
que entraban y salían por la puerta de la Hermosa, pero solo dos
humildes hombres se detuvieron y se interesaron por él.
La fe nace cuando es provocada intencionalmente.

Pedro le dijo aquel hombre: “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te
doy…” v. 6.

Sin duda que estas son palabras llenas de peso y autoridad. ¿Qué pudo
ser más valioso que la plata y el oro pensaría aquel pordiosero? ¿Qué
poseían aquellos  hombres que era  distinto al resto de los que entraban
y salían del templo?

En el momento  que Pedro tuvo la atención de este hombre, hizo dos


cosas: En primer lugar, admitió su bancarrota en las cosas
materiales. “No tengo plata ni oro…”. Esto no fue extraño porque su
Maestro tampoco tenía (Mt. 8:20).  Las zorras tienen guaridas, y las
aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su
cabeza.

Pero, en segundo lugar procedió a ofrecerle al dueño de la plata y del


oro. Lo que este hombre va a oír es algo asombroso, glorioso y único
para una ocasión como aquella. Estos hombres no le iban a dar a este
PORDIOSERO las cosas que él siempre esperó como dinero.

Estimados hermanos, no siempre el dinero es lo que el hombre necesita


para vivir. El hombre necesita a Cristo, y eso fue lo que estos humildes,
pero ricos apóstoles, le ofrecieron.
Y es que no se puede dar lo que no se tiene. Y así es con nosotros. Si no
poseemos una relación viva con Jesucristo, nunca estaremos en la
capacidad de dar un toque celestial a los demás.

Oh aleluya, cuán rico es el hombre y la mujer llenos del Espíritu Santo.


Esa es una riqueza incomparable.

3. EN TERCER LUGAR NO TENEMOS PLATA NI ORO PERO


TENEMOS  LA AUTORIDAD  DEL NOMBRE DE JESUCRISTO  PARA
LEVANTAR AL CAÍDO

Pedro le dijo: “En el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y


anda” v. b. ¡Qué palabras tan llenas de poder, llenas de determinación
y autoridad!  Aquella confesión de los apóstoles fue como una música a
los  oídos de ese hombre y la noticia que jamás había oído.
Los apóstoles  sabían bajo que  autoridad venían delante de aquel
hombre caído. Ellos conocían a Jesucristo, el mismo que estuvo con ellos
durante 3 años y medio aproximadamente.
Aquel a quienes ellos también vieron  levantar al paralítico de Betesta
que tenía unos 38 años en la misma condición (Jn. 5:8).
Ellos conocían a la única persona que podía levantar y hacer caminar a
ese hombre que jamás creyó poder hacerlo. El nombre de Jesús ES EL
DEL gran YO SOY de Israel. Es el mismo Dios todopoderoso.
El nombre ante el cual los demonios tiemblan, los ciegos ven, los
muertos resucitan y las enfermedades se van.
Los apóstoles no tenían ni oro ni plata, pero estaban sostenidos por la
autoridad más grande del cielo  y de la tierra. Nadie se quedaba
postrado cuando se pronunciaba ese nombre y se ordenaba levantarse.
Ese nombre sigue siendo el mismo  con más de dos mil años después.
Fue el mismo Cristo quien antes de ascender al cielo dijo: “Toda
autoridad me es dada en el cielo y en la tierra…”.

La iglesia tiene esa autoridad, solo que el Señor está buscando que haya
hombres llenos del Espíritu Santo para que la ejerzan, y en su nombre
levanten  a los que hoy están también postrados en su condición.

Lucas dice que cuando al paralitico se le invoco el nombre de Jesús “al


momento se le afirmaron los pies y tobillos…” v. 7.

Sabe una cosa: Los auténticos milagros de Dios ocurren al instante, lo


cual hace cambiar el curso natural de las cosas. Jesús fue carpintero,
pero no hizo muletas para los paralíticos, de allí el asombro de todos
frente a un imposible. El hombre que estaba por más de cuarenta años
paralizado se levantó al momento por primera vez. No tenemos por qué
dudar que Dios le hiciera huesos nuevos a este hombre. Los  que tenía
no podían resistir los saltos y los brincos para comenzar a andar. El
poder sanador de Dios tiene la característica de hacer nuevas todas las
cosas.

Cuando un hombre cree en Cristo de corazón viene un cambio visible.


Es así como entra de muerte a vida, de una condición de postración a
una de resurrección. Observe todo los efectos de esta  sanidad: Sus pies
y tobillos se afirmaron v. 6. Luego saltó y se puso en pie (v. 7). Después
entró al templo que nunca conocía por dentro. Allí alabó al Señor, y se
da la primera experiencia que tiene aquel que es tocado por la
misericordia del Señor (v. 8).

El poder del Cristo resucitado levanta al hombre postrado para que este
le alabe y testifique ante los hombres de la obra transformadora que
viene solo por  el toque divino.

CONCLUSIÓN: Muchos modernos “apóstoles” del presente siglo si


tienen plata y oro, pero no lo que tenían Pedro y Juan.
Los que sanaron  a este hombre estaban en “banca rota económica”.

Pero, ¿qué es lo que más necesita la gente a nuestro alrededor? ¿Oro o


plata, o decirles que  se levanten y anden? Esta historia nos muestra
que tenemos al Dios de milagros, pues lo que es imposible para los
hombres, es posible para Dios.  

Para los hombres que hoy están también postrados, sin ninguna
esperanza para salir de su condición, hay una palabra que surge llena de
gracia y de poder: “No tengo oro ni plata, pero lo que tengo te
doy; en el nombre de Jesús de Nazaret, levántate y anda” (v. 6).

Mi amigo, estimada señora, joven, señorita: Levante sus ojos y mire a


Cristo; el poder que hubo para sanar ayer, es el mismo que sana hoy.
No ponga su fe en el oro o la plata de este mundo,  sino en el  Señor
que cambia y transforma la vida de todo ser humano sin importar su
estado. Levántese y ande. No siga postrado. Venga a Cristo hoy y será
impactado por su poder.

Si asi lo haces, que nuestro Dios se glorifique en tu vida.

Paz de Cristo para todos.

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