Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
HECHOS 3:1-10
INTRODUCCIÓN:
El versiculo 2 de hechos cp 3 nos dice que este hombre era “Un hombre
cojo de nacimiento…”
La hora que los apóstoles ocuparon para la oración fue a las tres de la
tarde según lo dice el v. 1. Aquella fue una hora signicativa, pues fue la
misma cuando nuestro Señor entrego su vida. También fue signicativo
que ellos se encontraran con ese hombre, y en esa condición, cuando se
dirijan al sacricio de la oración.
No sabemos cuántos de los años que este hombre tenía los había
pasado en ese lugar. Un hombre “cojo de nacimiento” nos habla de una
tragedia única.
Si hubo una palabra que él desconocía era la “esperanza”. Pasó la niñez
paralítico, siguió así en la adolescencia, continúo hasta la juventud y
ahora ya es un hombre de más de cuarenta años y sabe que no podrá
caminar. Simplemente él dependía de otros para moverse.
Que bueno es saber que donde muere la esperanza allí se hace presente
el Dios Eterno. Cuando al hombre se le han agotado todos sus recursos,
es allí donde comienza el poder de Dios pues “no hay nada imposible
para Él”.
¿Se imagina ese trabajo? Este hombre estaba tan cerca de todo, pero
tan lejos a la vez. Vivía tan cerca de la casa de Dios, pero tan lejos del
Dios de la casa. La tristeza, el dolor y hasta las quejas silenciosas de su
alma tenían que ser notorias. Todos los días veía que la gente entraba y
salía. Él, por su condición física, no podía entrar en el templo porque las
leyes lo prohibían. Así que él estaba en el templo, no para adorar sino
para mendigar.
Lucas agrega que este hombre “Les rogaba que le diesen limosna” v. 3c.
¿Por qué Pedro y Juan le pidieron al paralítico que les mirara? ¿Hacían
esto los demás que entraban al templo? Les aseguro que las personas
que daban limosma a este pobre paralitico lo menos que deseaban era
que él les mirara. Todos iban de prisa y por lo general los pordioseros
tenían alguna canasta donde podían lanzarles el dinero sin necesidad de
detenerse para conversar con ellos.
Así que fue una gran sorpresa para él que dos hombres le pidieran que
les mirase. ¿Qué esperaba de ellos? Cuando Pedro le dijo: “Míranos”,
este hombre a lo mejor pensó: ahora si hice mi día, porque esperaba
recibir de ellos algo. Creo que la decepción fue grande cuando vio que
ninguno de los dos tenía dinero para darle. Sin embargo, la exigencia
de Pedro planteaba un cambio en lo que siempre espera recibir. La
intención de los apóstoles era avivar en un hombre sin esperanza, la fe
que nunca tuvo para ser sanado.
La atención que este paralítico puso en estos hombres fue porque ellos
se acercaron para hablar con él y posteriormente levantarlo.
Pedro le dijo aquel hombre: “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te
doy…” v. 6.
Sin duda que estas son palabras llenas de peso y autoridad. ¿Qué pudo
ser más valioso que la plata y el oro pensaría aquel pordiosero? ¿Qué
poseían aquellos hombres que era distinto al resto de los que entraban
y salían del templo?
La iglesia tiene esa autoridad, solo que el Señor está buscando que haya
hombres llenos del Espíritu Santo para que la ejerzan, y en su nombre
levanten a los que hoy están también postrados en su condición.
El poder del Cristo resucitado levanta al hombre postrado para que este
le alabe y testifique ante los hombres de la obra transformadora que
viene solo por el toque divino.
Para los hombres que hoy están también postrados, sin ninguna
esperanza para salir de su condición, hay una palabra que surge llena de
gracia y de poder: “No tengo oro ni plata, pero lo que tengo te
doy; en el nombre de Jesús de Nazaret, levántate y anda” (v. 6).