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XIV Congreso Internacional de Alfal

Universidad Autónoma de Nuevo León


Monterrey, 17-21 de octubre de 2005

Relaciones de concordancia entre dos nombres en el interior del SN

Ángela Di Tullio (Universidad del Comahue)


Laura Kornfeld (Universidad de Buenos Aires/ Conicet)

0) Introducción
El presente trabajo pretende analizar una serie de contrastes en la relación de
concordancia entre dos nombres, tomando en cuenta los avances de una serie de trabajos
previos (Saab 2004a y b, Kornfeld 2003, 2005, Kornfeld & Saab 2005, Di Tullio &
Saab 2005, Di Tullio & Kornfeld 2005).
Dentro de la gramática generativa, la posibilidad de que un nombre aparezca como
modificador de otro nombre en el interior del SN/ SD ha sido considerada generalmente
un fenómeno marginal en español, en especial al contrastar su productividad con los
datos análogos del inglés (cfr., por ejemplo, Hernanz & Brucart 1987: 157). Sin
embargo, más allá de la comparación interlingüística, la relación entre dos nombres en
español da lugar a un número nada desdeñable de construcciones que conviene
distinguir a la hora de analizar los fenómenos de concordancia en género y/o número
entre los dos nombres.
Se analizarán aquí una serie de construcciones apositivas, intentando deteminar qué
factores influyen en el hecho de que en algunos casos haya concordancia y en otros no.
Los datos de los que se pretende dar cuenta incluyen casos como los siguientes:
(1) a. La/ *el salame de María no terminó el trabajo.
b. La/ *el maravilla de Juan ya terminó el trabajo.
c. el/*la nariz parada de Juan
d. el /??la piojo resucitado de María
e. el Página Doce
f. el Chispas
g. el Marea
h. dos corbatas azul claro (Bosque 1990)
i. mujeres objeto

De acuerdo con el análisis que desarrollaremos aquí, la explicación para la asimetría en


los casos de (1) incluye factores muy distintos, que distribuiremos en tres secciones: en
la primera trataremos los contrastes en los efectos de concordancia entre epítetos
nominales simples, que se observan en (1.a-b); en la segunda nos ocuparemos de las
diferencias que pueden hallarse entre epítetos nominales compuestos como (1.c-d); en la

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tercera, finalmente, nos detendremos en los diversos casos de discordancias de género
y/o número que involucran tipos de aposiciones y compuestos N+N (1.e-i).

1) Concordancia en epítetos
Los epítetos nominales (siguiendo la denominación de Saab 2004a y b) han sido
caracterizados a partir de la relación predicativa (o atributiva) que se establece entre los
dos elementos nominales vinculados por de: el constituyente predicativo (el N1,
sustantivo o adjetivo sustantivado) y el segundo nombre (el N2), del que se predica.
Como señala Saab (2004), se diferencian de las estructuras “normales” N de N por la
imposibilidad de elipsis (cfr. *el gallina de Juan y el de Pedro vs. la casa de Juan y la
de Pedro), asemejándose, por consiguiente, a construcciones que contienen núcleos
pseudo-predicativos (cfr. un montón de gente, una pila de libros).
Di Tullio & Saab (2005) reconocen, dentro de los epítetos, dos grupos de nombres, con
un comportamiento gramatical distinto. El primer indicio para diferenciarlos está dado
por las propiedades de la concordancia, que ya hemos visto en los dos primeros
ejemplos de (1), reproducidos abajo como (1’). Algunos epítetos muestran efectos de
anticoncordancia, ya que el género del determinante varía en función del género
(semántico) del segundo nombre, según se observa en (1.a). Por el contrario, en otros
casos, el determinante que precede al epíteto nominal debe concordar obligatoriamente
con el género (arbitrario) del primer nombre, como muestra (1.b):

(1’) a. La/ *el salame de María no terminó el trabajo.


b. La/ *el maravilla de Juan ya terminó el trabajo.

La diferencia entre (1.a) y (1.b) en las propiedades de la concordancia refleja en realidad


la distinción más fundamental entre epítetos referenciales y atributivos: mientras que, si
están despojados del complemento preposicional, los epítetos del tipo (1.a) tienen
carácter referencial y pueden funcionar como pronombres, sometidos al principio B de
ligamiento, los del segundo únicamente dan lugar a construcciones atributivas, como se
ilustra en (2) (cfr. Saab 2004a y b, Di Tullio & Suñer 2004, Di Tullio & Saab 2005):

(2) a. Juani insultó a sus compañeros. El salamei se quedará solo.


b. Juani ya terminó el trabajo. *La maravillai siempre me sorprende.
La diferencia ilustrada en el contraste entre (2.a) y (2.b) estriba en que en el primer caso
el epíteto sin complemento preposicional puede estar coindizado con la expresión
referencial que le sirve de antecedente, mientras que esto no es posible en el caso de
maravilla, que solo puede ser utilizado en construcciones predicativas o atributivas.
El funcionamiento de salame o maravilla en (1.a-b) y (2) permite reconocer dos tipos
de expresiones N1, que pueden aparecer en estas construcciones. Mientras que los
primeros, los epítetos con valor referencial, se asocian con una interpretación humana,
como se ve en los varios tipos categoriales de (3.a), en los atributivos (3.b) aparecen
esencialmente nombres de cualidad, que son neutros en relación con el tipo de
interpretación semántica e indican una cierta valoración (de grado extremo) que se
atribuye al otro nombre (cfr. Di Tullio & Suñer 2004):

(3) a. Epítetos con valor referencial

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- Adjetivos: (el) tonto/ bueno/ pesado/ inútil/ colgado/ ignorante/ bruto/ divino/
atorrante/ denso/ impaciente/ simpático/ celoso (de Juan)
- Nombres simples: (el) zanahoria/ nabo/ pistola/ maestro/ guacho/ esclavo/ animal/
bestia/ burro/ perro/ pavo/ rata/ cerdo/ gallina/ yegua/ potro/ dios/ demonio/ diablo/
plomo/ ladrón/ pescado/ buchón/ botón/ bocón/ genio (de Juan)

b. Epítetos con valor atributivo


Nombres de cualidad: (la) maravilla/ porquería/ mierda/ lástima/ joya/ masa/ basura
(de Juan / de María); (el) encanto/ ensueño/ tesoro/ horror/ infierno/ desastre/ asco/
clavo/ bombón (de Juan /de María).

Diferentes gramáticos que han estudiado estas construcciones, como Suñer (1990),
proponen que todas ellas pueden analizarse como si fueran estructuralmente cláusulas
mínimas. Por el contrario, Di Tullio & Saab (2005), basados en Saab (2004b), proponen
dos configuraciones diferentes, que permitirían dar cuenta estructuralmente de las
diferencias en el comportamiento gramatical de las construcciones que hemos relevado
anteriormente: mientras que a los epítetos atributivos de (3.b) les corresponde la
configuración de (4), los epítetos referenciales de (3.a) tendrían la estructura que se
reproduce en (5):

(4) SD1
3
SD2 D’
3
D SNUM
[indef] 3
NUM Sn
[sg]

una porquería departamento

(5) SD1
3
D SNUM
[def.] 3
Sn1 NUM’
3
NUM Sn2
[sg.] 3
SD2 n’

n
el gallina mi marido [‘humano’, ‘macho’]

A diferencia de (4), la estructura en (5) supone que un rasgo ‘humano’ sin expresión
fonológica es en realidad el núcleo de la proyección funcional Sn. Recordemos que, en
el marco de la Morfología Distribuida, las llamadas “categorías chiquitas” son núcleo de
proyecciones funcionales que categorizan las raíces léxicas (cfr. Marantz 2001, Embick
& Halle en prensa) o de los pronombres (para los que Saab 2004 postula también que
hay un n sin expresión fonológica). De este modo, se explican simultáneamente la

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interpretación sistemáticamente humana de la construcción, los efectos de
anticoncordancia notados en (1.a) y los paralelismos con las propiedades de ligamiento
de los pronombres (cfr. 2.a).
Las propiedades diferenciadoras ligadas con la concordancia para los dos grupos de
epítetos nominales de (3) pueden vincularse, a su vez, con los comportamientos que
exhiben esos mismos nombres en las posiciones de aposición y predicativo. Mientras
que la concordancia resulta obligatoria en el caso de los nombres con interpretación
humana (cfr. ejemplos de 6), para los otros nombres o bien no hay concordancia, como
se observa en los nombres de color de (7), o bien es optativa, como sucede en los
nombres de cualidad, que admiten indistintamente las formas plural o singular, como se
advierte en (8):
(6) a. un jefe salame; unos jefes salames /*salame
b. Juan y Pedro son unos salames/*un salame.
(7) a. unas camisetas salmón/ *salmones; petróleo/ *petróleos.
b. Esas camisetas son salmón/ *salmones; petróleo/ *petróleos.
(8) a. un jefe maravilla; unos jefes maravillas/ maravilla
b. Juan y Pedro son unas maravillas/ una maravilla.

Di Tullio & Kornfeld (2005) observan que la intervención del rasgo ‘humano’ en los
nombres de (3.a) es, de hecho, la que habilita su conversión productiva en adjetivos, que
se corrobora en una serie de comportamientos sintácticos peculiares: la libre
combinación con elementos de Grado (muy/ bastante salame) y la participación en
estructuras como el lo ponderativo o el Es de... con entonación suspendida (No sabés lo
salame que es; Es de salame...), privativas de los adjetivos.

2) Concordancia en epítetos compuestos

En Di Tullio & Kornfeld (2005) observamos que las funciones de epíteto nominal
presentadas en la sección 1 pueden ser desempeñadas no solo por nombres simples, sino
también por compuestos. En ese trabajo, tomábamos a los compuestos como un único
grupo, incluyéndolos dentro de los elementos que funcionan como epítetos con
interpretación humana. Sin embargo, un análisis más atento revela que habría que
distinguir por lo menos dos casos:

(9) a. Compuestos metonímicos: cara / mano / lengua larga, bolas tristes, pecho
frío, boca sucia, lengua de víbora, cara de piedra, caradura

b. Compuestos metafóricos: piojo resucitado, mosquita muerta, oveja negra,


patito feo

Las construcciones de (9.a) suponen una relación de posesión inalienable y parecen


derivarse de estructuras posesivas del tipo el chico de boca sucia, la mujer de lengua
larga, el hombre de cara de piedra. Estas estructuras adjetivadas, precedidas por un de
y sin determinante, admiten dos esquemas alternativos:
● los N+A (boca sucia, lengua larga), que pueden ser equivalentes a adjetivos
compuestos boquisucio, lengüilargo);
● los N+de+N (cara de piedra, lengua de víbora), que carecen de tal equivalencia:
*caripétreo, *lengüivíboro.

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Cuando funcionan como epítetos nominales, los compuestos de este tipo presentan
siempre concordancia en género y número del determinante con el aparente
“complemento”:

(10) a. el nariz parada de Juan


b. la bolas tristes de María

Por lo tanto, este tipo de compuestos metonímicos responden al esquema que hemos
visto en (5), con los rasgos abstractos ‘humano’ y ‘macho’ (en el caso de 10.a)/
‘hembra’ (en el caso de (10.b) alojados en la posición de núcleo del Sn, explicando los
llamados efectos de anticoncordancia. Paralelamente, la concordancia en número entre
el compuesto y el otro nombre es variable, tanto en posición de epíteto (11.a) como de
aposición (11.b) y de predicativo (11.c), como muestran los siguientes ejemplos (cfr.
también 10.b):
Paralelamente, la concordancia en número entre el compuesto y el otro nombre es
variable (tanto en posición de epíteto como de aposición o predicativo), y parece
depender de propiedades particulares de cada compuesto, como muestra el contraste
entre los ejemplos de (11.a-b), en los que los compuestos no expresan variación en
número (cfr. también 10.b), de las distintas posibilidades que aparecen para los
compuestos de (11.c-d):
(11) a. los nariz parada / *? narices paradas de Juan y Pedro
b. los cara de piedra / ??caras de piedra de Juan y Pedro
c. unos chicos manolargas / manos largas/ mano larga
d. Juan y Pedro son bocasucias / bocas sucias / boca sucia.

También siguen los patrones variables de concordancia en número de (11.c-d)


compuestos como cara pintada, cara sucia, piel roja, cabecita negra, camisa negra y
cabeza rapada, que expresan una relación de posesión inalienable, pese a que no
pueden funcionar como epítetos nominales, puesto que carecen de valor ponderativo, ni
exhiben, consecuentemente, ninguna de las marcas de “adjetividad” señaladas por Di
Tullio & Kornfeld (2005).
Por el contrario, en las construcciones de (9.b) como piojo resucitado, mosquita muerta,
oveja negra, cuando funcionan como epítetos nominales o predicativos, no aparece
concordancia en género del determinante con el aparente “complemento”, en contraste
con (10):

(12) a. El (??La) piojo resucitado de María


b. Juan es la (??el) oveja negra de la familia 1

Por otra parte, a diferencia de los compuestos metonímicos (que pueden no establecer
concordancia en número con el nombre al que modifican, como hemos visto en los
1
Estas oraciones en particular han suscitado polémicas en la audiencia de Alfal, que sugieren que los
juicios sobre el segundo tipo de compuestos en posición de epíteto son vacilantes. Muchos hablantes
aceptaron, así, la piojo resucitado de María, que nosotras marcamos originalmente como agramatical. Por
otra parte, un rastreo en el CREA muestra dos casos de discordancia con mosquita muerta (entre los 57
documentados), ninguno de los cuales corresponde a nuestra variedad del español: “Florio, el mosquita
muerta de Florio, era el héroe ejecutor o sanguinario criminal” (J. Maqua, Invierno sin pretexto,·España);
“Todo mientras él mismo se hacía el mosquita muerta y el hipócrita en los sillones de su propia casa” (P.
Bergés, Solo cenizas hallarás (bolero), R. Dominicana). Independientemente de las intuiciones, lo que
parece claro es que, mientras que la concordancia en género del determinante con el segundo nombre es
obligatoria en el caso de nariz parada o bolas tristes, no lo es en los casos de piojo resucitado o mosquita
muerta, señalando así una asimetría entre ambos tipos de compuestos.

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ejemplos de 11), los compuestos metafóricos presentan concordancia obligatoria en
número en posición de epíteto o predicativo (donde además el determinante es
obligatorio, como muestra 13.b) y, normalmente, no aparecen en aposición, como se
observa en (13.c):

(13) a. Los piojos resucitados/ *piojo resucitado de María y Ana...


b. Juan y Pedro son *(unas) mosquitas muertas/ *mosquita muerta.
c. ??Unos amigos mosquitas muertas/ piojos resucitados/ ovejas negras

Los datos de la concordancia muestran, por lo tanto, que los compuestos metonímicos
se comportan como los epítetos referenciales de (5), es decir, con género variable del
determinante de acuerdo con el segundo nombre: compárese el/*la gallina de Juan y
la/*el naba de María con el/*la boca sucia de Juan y la/*el pecho frío de María. En
cambio, los compuestos metafóricos se comportan como epicenos al mantener, en
principio, sus propiedades de género, al igual que los nombres de cualidad de (4), como
puede advertirse al contrastar el/*la encanto de María y la/*el maravilla de Juan con el/
??la piojo resucitado de María; la /?? el oveja negra de Juan. En cambio, con respecto
a los datos de la concordancia en número, se comportan de manera diferente al contraste
que hemos establecido en la sección 1 (cfr. ejemplos 6-8). Esta diferencia podría
deberse a que los compuestos metonímicos son verdaderos compuestos, por lo que la
variabilidad de la concordancia en número está relacionada con su constitución como
núcleos o X°, mientras que los que hemos llamado compuestos metafóricos son más
bien frases nominales lexicalizadas, no verdaderos compuestos, por lo que presentan las
propiedades “normales” de concordancia propias de los sintagmas de determinante del
español. Nótese que el carácter nuclear de las secuencias de (9.a) como boca sucia y el
carácter frasal de las secuencias de (9.b) como piojo resucitado se corresponde además
con la representación sintáctica que se les atribuye en los esquemas (5) (donde el epíteto
es un Sn) y (4) (donde el epíteto es un SD), respectivamente.

3) Concordancia nominal y aposiciones


En los ejemplos revisados en los apartados 1 y 2, ciertas propiedades de las
construcciones resultan de la intervención del rasgo ‘humano’, que permite que nombres
como nabo, plomo o hijo de puta puedan convertirse en adjetivos, constituyendo, de
hecho, el único grupo de nombres donde es productiva la conversión de N a A (cfr. Di
Tullio & Kornfeld 2005). En Kornfeld (2005), se analiza la conversión de adjetivos a
nombres y se distinguen dos casos distintos: aquellos que tienen una interpretación
humana, predeterminada en la lengua (el ciego, el tonto, el turco) y los que se resuelven
por “verdadera” elipsis nominal (la [confederación] central, el [remedio]
tranquilizante). Ambos casos, que han sido considerados a menudo como instancias de
un fenómeno unitario, deberían distinguirse cuidadosamente desde el punto de vista
gramatical, puesto que, mientras que el primero resulta de la intervención de un rasgo
abstracto ‘humano’, el segundo se deriva del borrado (o, en términos de la Morfología
Distribuida, de la no inserción) de un morfema léxico que debería estar presente en
(parte de) la derivación sintáctica (cfr. también Kornfeld & Saab 2005).
La distinción mencionada puede aplicarse también a las aposiciones, que dan lugar a
fenómenos particulares de concordancia en género y/o número entre un determinante y
un nombre (cfr. 14.a-e) o entre el núcleo nominal y la aposición (14.f-h):
(14) a. el Página Doce

6
b. el Eladia Isabel
c. el Jefas y Jefes de Familia
d. el Marea
e. la cuatro
f. dos corbatas azul claro (Bosque 1990)
g. mujeres objeto
h. comidas chatarra

Val Álvaro (1999: 4779) reconoce tres tipos de aposición: denominativas, clasificadoras
y cualitativas, que se ilustran en (15):
(15) a. el río Ebro
b. una pintura Renacimiento
c. un hombre niño
d. una situación límite

La aposición denominativa relaciona una clase (indicada por el nombre común) con un
individuo (señalado por el nombre propio), como en el ejemplo (15.a).
De este tipo de aposiciones parecen derivarse casos “anómalos” de concordancia en
género y número como los de (14.a-c): el (diario) Página Doce, el (barco) Eladia
Isabel, el (plan) Jefas y Jefes de Familia, y también el (río) Amazonas, la (calle)
Ministro González, la (avenida) Nueve de Julio, la (revista) Noticias. En todos estos
casos, entonces, el género y el número del determinante está provisto por el nombre
elidido.
Casos muy particulares de aposición denominativa pueden reconocerse entre los
antropónimos (o nombres propios de persona), que pueden derivarse alternativamente
por elipsis (e.g., los casos de Ángeles, Dolores, Milagros, Socorro, si se consideran un
acortamiento de María de los Ángeles/ Dolores/ Milagros y María del Socorro,
respectivamente) o mediante la postulación de los rasgos abstractos ‘humano’ y
‘macho’/ ‘hembra’ que encabezarían la construcción, de modo análogo a los epítetos
cuya estructura se presenta en (5), como en el caso de los apodos la Raulito, el Chispas,
el Orejas.
Muy similar a la aposición denominativa es la aposición clasificadora (14.d-f, 15.b), que
puede también relacionar un nombre común con un nombre propio (cfr. 14.d), solo que
en ese caso el nombre propio designa una clase, y no un individuo. Bosque explica estos
casos como elipsis de un nombre intermedio 2 : un [auto marca] Marea, la [fila número]
cuatro, dos corbatas [color] azul claro, una mesa [estilo] Tudor, lo cual daría cuenta de
la falta de concordancia entre determinante y nombre, en los dos primeros casos, o entre
núcleo nominal y aposición, en el último.

Finalmente, las aposiciones cualitativas ejemplificadas en (15.c-d) dan lugar a dos


formas básicas, de las que se derivan la mayor parte de los compuestos N+N del
español: las construcciones coordinativas y las subordinativas, que se diferencian en
función de la relación semántica que se establece entre núcleo y aposición. Esa división

2
También podría pensarse que se elide el núcleo junto con la preposición de, que puede introducirse en
las paráfrasis de la mayor parte de estas construcciones: unas corbatas de color azul claro, un auto de
marca Marea, una mesa de estilo Tudor.

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semántica parece a su vez corresponderse con comportamientos morfosintácticos
diferenciados. Por un lado, las construcciones coordinativas (aposiciones o compuestos)
tienden a exhibir una concordancia oscilante en número entre los dos nombres (cfr.
16.a), mientras que las subordinativas muestran, consistentemente, ausencia de
concordancia (cfr. 16.b) (Val Alvaro 1999: 4782):
(16) a. casas quintas/ casaquintas, bares restaurant(es), polleras pantalon(?es), quesos
crema(??s)
b. mujeres objeto(??s), piquetes sorpresa(??s), comidas chatarra(??s)

Cabe señalar que ambos tipos de construcciones se diferencian también por sus
propiedades sintácticas: mientras que las aposiciones que se relacionan
subordinativamente con su núcleo nominal nunca dan lugar a una expansión frasal del
segundo nombre (cfr. los ejemplos de 17), las coordinativas sí, y en ese caso la
concordancia parece ser siempre obligatoria (Kornfeld 2003).

(17) a. ??una situación límite extremo


b. ??una situación límite de mis fuerzas

(18) a. Los argumentos sujeto??(s) de la construcción


b. unas buhardillas-cuarto??(s) de juegos para los niños

Dentro de los compuestos N+N, las únicas relaciones de concordancia obligatoria son
las que se dan cuando el segundo nombre es ‘humano’. Así sucede en el ejemplo de Val
Alvaro en (15.c) (hombre niño), que supone una relación de subordinación entre los dos
nombres (‘un hombre que es como un niño’) y, sin embargo, presenta concordancia
obligatoria entre los dos nombres:

(19) hombres niño*(s)

El elemento decisivo para que se dé la concordancia entre núcleo y aposición en (19) es


el rasgo ‘humano’ en el segundo nombre, que interviene también en secuencias como
pibes chorros, chicos ladrones, mujeres gitanas, poetas pintores, trabajadores jefes,
etc. En esos casos diremos, como Di Tullio & Kornfeld (2005), que los nombres
funcionan virtualmente como adjetivos, dado que presentan concordancia nominal con
el nombre al que modifican.

4) Conclusiones
A lo largo de este trabajo, hemos revisado diversos casos en los que se observan
diferencias de comportamiento en las relaciones de concordancia entre dos nombres en
el interior del SN/ SD.
En los epítetos simples, la distinción entre concordancia semántica y concordancia
arbitraria parece determinada por la presencia o ausencia del rasgo abstracto ‘humano’
(y, por lo tanto, también de ‘macho’, ‘hembra’), que dispara efectos de anticoncordancia
en construcciones como el zanahoria de Juan y la salame de María, como refleja la
estructura propuesta por Saab (2004a y b) y reproducida en (5). Las configuraciones de
(4) y (5) dan cuenta también de dos grupos distintos de epítetos compuestos sobre
patrones N+de+N o N+A: tanto los compuestos de posesión inalienable, como caradura
o bocasucia, como los compuestos encabezados por nombres de animales como piojo

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resucitado u oveja negra muestran género semántico en el determinante (la/el
caradura). Las diferencias en la expresión del número, por su parte, se deben al carácter
nuclear o frasal de la expresión.
En el caso de las aposiciones, el caso no marcado parece ser que no haya concordancia
en género entre ambos nombres, como en situación límite o piquete sorpresa, dado que
los nombres no animados en español tienen género inherente. Cuando hay elipsis del
núcleo en aposiciones denominativas o clasificadoras, suele darse discordancia de
género entre determinante y nombre (e.g., el Eladia Isabel, la cuatro), que se produce
también en ciertos casos de género semántico en los que intervienen los rasgos ‘macho’/
‘hembra’ (e.g., la Raulito, el Manguera).
En las aposiciones cualitativas, por su parte, el carácter coordinativo o subordinativo de
la aposición parece influir en la aparición de la concordancia de número, que tiende a
ser variable, pero solo es obligatoria cuando hay expansión de un núcleo, como en los
argumentos sujetos de la construcción (nunca en compuestos o núcleos complejos). La
excepción a esa regla se da cuando la aposición o el segundo nombre del compuesto
tienen el rasgo ‘humano’ en n (e.g., poetas pintores, hombres niños), que emparenta los
nombres a los adjetivos, “arrastrando” la concordancia del segundo nombre en género y,
por lo tanto, también en número (Di Tullio & Kornfeld 2005).

En resumen, los factores que influyen en el comportamiento variable de la relación en


género y número entre dos nombres en el interior de un SN/SD pueden reducirse a unas
pocas propiedades generales del español, que interactúan recurrentemente en los
diversos fenómenos: la aparición del rasgo ‘humano’, el carácter nuclear o frasal de la
secuencia, la intervención de elipsis nominal.

Referencias bibliográficas
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9
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