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actividad inconsciente
Autor: Colombo, Eduardo
Palabras clave
Una “rebelión violenta” se produjo, nos dice Freud, para impedir el acceso a la
consciencia al acto psíquico incriminado. Un guardián avizor ha reconocido el
agente falible, o el pensamiento indeseable, y lo ha señalado a la censura
(Freud, 19115a) Dejando de lado la analogía utilizada para hacer comprender
la actividad de la represión, analogía formulada a partir de une representación
espacial de dos territorios con una guardia fronteriza que protege el reino de la
consciencia, aunque sea a costa de la enfermedad, la teorización que queda es
la siguiente: un acto psíquico –o un proceso anímico– capaz de consciencia ha
sido impedido de acceder a la consciencia (rechazado en la frontera o
expulsado) por una fuerza que se le opone. Toda fuerza actúa al servicio de un
agente de la acción, y en el caso de la represión este agente no puede ser más
que intencional: “¿cuáles son los motivos” (Freud, 1915a) por los cuales él se
opone? ¿Y quien es él? Pero no anticipemos.
Pero, también existe, con seguridad, una actividad cerebral inconsciente de tipo
cognitivo, noético o “mental” (es decir mediatizada por el signo), como lo
permiten pensar ciertas experiencias de casos patológicos [cf. por ejemplo split
brain (Anexo II), o amaurosis histérica.] Lo que significa que “islotes de
actividad situados en el sistema tálamocortical puedan coexistir con el núcleo
(dinámico), influenciar su comportamiento y sin embargo, no formar parte de él”
(Edelman y Tononi, 2000, p. 211) (cf. Anexo III)
Cuando leemos el relato de los casos clínicos que nos ha dejado Freud
entramos por otra vía en los contenidos mentales supuestamente
inconscientes. El sujeto fóbico es un niño, tiene la cabeza llena de
pensamientos, de ensueños (fantasías), de fantasmas, [creencias y deseos], de
sentimientos contradictorios. Tanto en la descripción e interpretación de la
patología del hombre de los lobos, caso en el cual la moción de amor hacia el
padre se vuelve “pasiva” –ser amado por el padre– como en el análisis de la
fobia de un niño de cinco años, la explicación intencional prima: son los
motivos, los deseos y los conflictos, una historia, los que dan sentido a la
enfermedad. La comprensión de los motivos, deseos, creencias y fines de la
acción del sujeto en interacción con el alter, con lo que se opone y lo priva o lo
sostiene y ayuda, aportan la “materia” de lo que consideramos como la causa
de la neurosis y más generalmente del comportamiento humano.
Sabemos que todo acto mental releva de una actividad neuronal, de un estado
funcional del cerebro, y, también, de un contenido semántico, intencional. Dos
lógicas se enfrentan entonces: en el dominio de lo intencional la intelección de
la significación es intrínseca, damos explicaciones, motivos, razones, que
consideramos como causas del acto, al mismo tiempo que afirmamos la
teleología de la intencionalidad. El contenido noético es intensional, cada
acción tiene sus propias razones [3]. En cambio, en la explicación naturalista,
la intención o la inteligibilidad es derivada, indirecta, mediata; la causalidad es
nomológica, no hay motivos singulares, ni casos particulares, que no sean los
ejemplares de una ley general. Entonces el fenómeno tiene sus “mecanismos”
y su cantidad de energía. Cambiamos de dimensión cuando pasamos del nivel
nomológico de la secundeidad (naturaleza) a la relación anormal (Davidson) de
la terceidad (mental). De la causalidad a la explicación. Estas dos maneras de
comprender los procesos psíquicos nos autorizan a decir que el cerebro está
en el cráneo pero que lo mental está en el mundo.
De todos modos, por lo menos desde 1914 con la Introducción del narcisismo
tenemos otra visión de la represión más centrada en la intencionalidad del acto
psíquico. En el curso de su desarrollo, el yo ha creado una instancia psíquica
particular que “observa de manera continua al yo actual midiéndolo con el
ideal” (Freud, 1914, p. 92), a ese yo ideal al cual se dirige el amor de sí.
Entonces “la formación de ideal sería de parte del yo, la condición de la
represión” (p. 90). La misma idea es retomada en las Conferencias de
introducción al psicoanálisis, con la formulación siguiente: “Esta instancia auto-
observante la conocemos como el censor del yo, la consciencia moral... ”
(Freud, 1916-17). A partir de aquí, la teorización freudiana se sitúa en un
terreno totalmente semántico, tanto los contenidos proposicionales que serán
reprimidos como la instancia que ejerce la censura son del orden de la
intencionalidad (de la terceidad). La “consciencia moral” es el antecedente
conceptual del superyó y, evidentemente, es social, normativa, representativa
de un orden simbólico androcéntrico, del cual recibe la prohibición edípica. “La
institución de la conciencia moral fue en el fondo una encarnación de la crítica
de los padres, primero, y después de la crítica de la sociedad” nos dice Freud
(1914, p. 93).
Esto nos lleva a la conclusión de que en la actividad psíquica sólo los actos
mentales, intencionales, son susceptibles de represión, como ya lo dijimos,
cuando esos actos han encontrado un obstáculo en su devenir consciente.
¿Cual es dicho obstáculo? Suponemos que si un pensamiento ha sido
reprimido es porque la consciencia no podría aceptarlo, la consciencia se
opone. Pero la consciencia tampoco es una entidad. “La consciencia” se refiere
a la actividad consciente de alguien, de un sujeto del acto mental. El obstáculo
es, luego, otro pensamiento que se le opone.
Anexo I
Una agrupación funcional bastante compleja puede ser engendrada por las
interacciones re-entrantes entre grupos de neuronas repartidos en particular en
el sistema tálamocortical y tal vez en otras regiones del cerebro. Sin embargo,
dicha agrupación no puede equivaler a todo el cerebro ni limitarse a un
subconjunto determinado de neuronas. Así el término “núcleo dinámico” no se
refiere deliberadamente a un conjunto único e invariante de áreas del cerebro
(en el cortex prefrontal extraestriado o estriado), y el núcleo puede cambiar de
composición con el correr del tiempo.”
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Anexo II
Para Gazzaniga, el hemisferio izquierdo no supo nada del estímulo visual (el
paisaje nevado) que está en el origen del comportamiento inducido por el
hemisferio derecho. A partir de allí, el hemisferio izquierdo interpreta de manera
racional una acción de la cual ignora el origen proporcionando una explicación
coherente con las informaciones de las que dispone.
Anexo III
Op.cit., p.226)
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Anexo IV
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NOTAS
Bibliografía
Fuente: http://www.aperturas.org/articulo.php?articulo=0000267