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La Atalaya.

Anunciando el Reino de Jehová 1960


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La fiesta de libertad
¿Qué era la Pascua? ¿Cómo se observaba? ¿Por qué no la
celebran los cristianos?

EL LIBERTAR a más de dos millones de personas de la esclavitud no es algo


que deba olvidarse. Esto es especialmente cierto cuando viene la liberación
por la mano de Dios de manera milagrosa. Fué precisamente esa clase de
liberación la que experimentaron los descendientes del patriarca Israel en el
siglo dieciséis antes de la era cristiana. A instigación de un gobernante
tiránico los egipcios esclavizaron al pueblo de Israel. Sus opresiones
aumentaron con el pasar de los años. No había ningún gobierno en la tierra
al cual ellos pudieran acudir en espera de ayuda ni aun siquiera de una nota
de protesta. Sólo un milagro podría traerles la libertad.

El milagro provino de la mano de Dios por medio de una serie de plagas que
fué culminada por la muerte de los primogénitos de Egipto. En esa
mismísima noche los hebreos fueron libertados de la esclavitud y los
egipcios les instaron a salirse del país lo más pronto posible. Esa liberación
extraordinaria por la mano de Dios se conmemoró desde allí en adelante
con una fiesta anual que se llamó la Pascua. El primer día del mes en que
fueron libertados Dios estableció como habían de guardarla.

Fué al tiempo de la luna nueva más cerca del equinoccio primaveral del año
1513 a. de J.C. que Dios dijo a Moisés y a Aarón: “Este mes será el comienzo
de los meses para ustedes. Será el primero de los meses del año para
ustedes.” (Éxo. 12:2) El tiempo para la liberación del pueblo de Israel fué
fijado divinamente para el día catorce de este primer mes, el cual en ese
tiempo se llamaba abib. Siglos más tarde cuando los judíos regresaron del
cautiverio en Babilonia el nombre fue cambiado a nisán.

Se mandó a los hebreos que comenzaran en el día décimo del mes a hacer
preparativos para la cena de la Pascua. Dios le dijo a Moisés: “El día décimo
de este mes han de tomar para sí cada cual una oveja para la casa paterna,
una oveja para cada casa. Y debe continuar bajo salvaguardia de parte de
ustedes hasta el día catorce de este mes, y toda la congregación de la
asamblea de Israel debe degollarla entre las dos tardes.”—Éxo. 12:3, 6.

El animal había de ser sano y de un año. Podían escogerlo de entre los


corderos o de entre las cabras. Había de haber un animal para cada familia,
pero si alguna familia fuere demasiado pequeña para consumir un cordero
entero, la familia vecina más cercana había de unirse a ella para comerlo.
CUÁNDO SE OBSERVÓ
Los hebreos medían su día desde la puesta del sol hasta la puesta del sol en
vez de desde la medianoche hasta la medianoche como lo hacemos
nosotros. Después de haberse hundido el sol bajo el horizonte la tarde del
día trece de abib comenzó el esperado día catorce. Mataron sus animales
entre el tiempo de ponerse el sol y el momento en que el resplandor
crepuscular cedió a la oscuridad. El degüello, por lo tanto, se efectuó “entre
las dos tardes,” como Dios había mandado, y en el día catorce de abib. Se
preparó y se comió el cordero antes de la medianoche.

La sangre de los animales se salpicó sobre los dos postes y sobre el


travesaño superior de la puerta de cada hogar israelita en el cual se había
reunido un grupo para comer la pascua. Se usó un manojo de hisopo para
salpicar la sangre. Los animales fueron asados enteros sin quebrarles
ningún hueso. Si sobró alguna carne de la comida, se quemó. No había de
guardarse nada de ella hasta el día siguiente. Junto con la carne comieron
panes ázimos y verduras amargas. Los hebreos estaban preparados para
salir de Egipto al momento. “De esta manera deberían comerla: con los
lomos ceñidos, las sandalias en los pies y el báculo en la mano, y deben
comerla apresuradamente. Es la pascua de Jehová.”—Éxo. 12:11.

El cordero de la Pascua prefiguró a Jesucristo, el Cordero de Dios, el cual


libraría al pueblo de Dios de la esclavitud al pecado y a la muerte. El salpicar
la sangre del animal en el lado exterior de las puertas prefiguró que
tenemos fe en la sangre de Cristo y confesamos públicamente su poder
rescatador. Así como la sangre del cordero no significó liberación y vida a los
incrédulos fuera de los hogares israelitas, de igual modo la sangre de Cristo
no significa liberación a los incrédulos fuera de la organización de Dios. Para
los egipcios la sangre en los postes de las puertas presagiaba la venganza
de Dios. Así, también, lo hace la sangre de Cristo para este mundo
incrédulo. Las hierbas amargas representan típicamente que los seguidores
de Cristo sufrirían la amargura de la persecución y oprobio de parte de este
mundo inicuo porque son un pueblo para el nombre de Jehová y siguen el
ejemplo de Cristo al declarar su nombre.

De acuerdo con el mandato de Dios, no se le quebró ningún hueso al


cordero. Esto predijo que a Cristo, el Cordero de Dios, no se le quebraría
ningún hueso. El Salmo 34:20 también lo predijo: “Él está guardando todos
los huesos de aquél; ni siquiera uno de ellos ha sido quebrado.”

Por medio de comer la pascua estando totalmente equipados para salir de


Egipto al instante los israelitas prefiguraron a los de hoy en día que son
adoradores de Jehová y quienes no son parte de este mundo corrupto.
Pronto han de entrar en el nuevo mundo libre de Dios.

Cuando el ángel destructor enviado por Dios pasó a través de Egipto esa
noche y mató a los primogénitos de los hombres y de las bestias pasó por
alto todo hogar que tenía salpicada en los postes de la puerta sangre de la
víctima de la Pascua Dentro de las casas los hebreos esperaban su libertad
víctima de la Pascua. Dentro de las casas los hebreos esperaban su libertad.
Ninguno sufrió la pérdida de un primogénito. La destrucción de los
primogénitos de Egipto fué un cuadro profético de que los principales en la
organización visible de Satanás llegarían a estar muertos a los ojos de Dios y
respecto a sus testigos en estos últimos días.

La preservación de los israelitas durante la matanza angelical de los


primogénitos de Egipto y luego su liberación de la esclavitud fué una
demostración maravillosa del poder de Dios a favor de ellos. Fué un
acontecimiento que no había de ser olvidado, especialmente en vista de que
fué una vindicación del gran nombre de Jehová. Dios les mandó que lo
recordaran: “Este día debe servirles de memorial a ustedes, y deben
celebrarlo como fiesta a Jehová a través de sus generaciones.” (Éxo. 12:14)
Más de cuarenta años después cuando los hebreos estaban para entrar en
la Tierra Prometida Moisés les recordó: “Que haya un guardar del mes de
abib, y debes celebrar la pascua de Jehová tu Dios, porque en el mes de abib
Jehová tu Dios te sacó de noche de Egipto.”—Deu. 16:1.

En vista de lo que dice Éxodo 13:5 parece que la observación de esta fiesta
de libertad había de efectuarse cuando hubiesen llegado los israelitas a la
tierra que Dios les había prometido. El único registro de su observación
mientras estaban en el desierto se halla en Números 9:1-5. Esto fué en su
segundo año fuera de Egipto mientras estaban todavía en el desierto de
Sinaí. No hay registro de que volviesen a observarlo hasta que Josué y los
hijos de los que habían salido de Egipto habían cruzado el Jordán y estaban
en Gilgal. Después de ser circuncidados fué que comenzaron a observar la
Pascua.—Jos. 5:2-10.

CAMBIOS HECHOS
La manera en que se observó la Pascua en años posteriores fué algo
diferente a la manera en que se comió en Egipto. En la primera Pascua la
víctima animal o era un cordero o un cabrito, pero después del regreso del
cautiverio babilónico sólo se permitió el uso de un cordero. En vez de comer
la pascua de pie con el báculo en la mano y con las sandalias puestas, como
se hizo en Egipto, los hebreos en la Tierra Prometida la comían en una
posición relajada. Los celebrantes que vivían en el primer siglo la comían
mientras reposaban sobre el lado izquierdo con el codo izquierdo colocado
en la mesa y la cabeza descansando en la mano izquierda. Esta posición
explica por qué el apóstol Juan pudo reclinarse en el seno de Jesús cuando
le hizo una pregunta. “Estaba reclinándose ante el seno de Jesús uno de sus
discípulos, y Jesús le amaba. De modo que este se inclinó en el pecho de
Jesús y le dijo: ‘Maestro, ¿quién es?’” (Juan 13:23, 25) Había suficiente espacio
entre ellos para que Jesús tuviera libre movimiento de la mano derecha
cuando comía.

En lugar de que cada familia comiera la pascua en su propia casa, como se


hizo en Egipto, todas se reunían en Jerusalén. Era el lugar que Dios había
escogido. Algunos se alojaban con los residentes de la ciudad y otros
acampaban fuera de los muros.
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No se usó vino en la comida de la Pascua en Egipto, y su uso no fué


mandado por Dios. No obstante, era parte esencial de la celebración en los
días de Jesús. Según el Talmud de Jerusalén, supuestamente indicaba el
gozo de Israel durante esta fiesta de libertad. Se usaba solamente vino tinto
después de ser diluído con agua. Se servían cuatro copas en total. “Estas
corresponden a las cuatro expresiones de redención,” declara el Talmud de
Babilonia. Estas se hallaban en Éxodo 6:6, 7. Se pronunciaba una bendición
sobre cada copa. Podría mencionarse, sin embargo, que el vino no se
limitaba necesariamente a cuatro copas. Después de la primera copa de
vino cada persona en la reunión se lavaba las manos. Parece razonable
concluir que fué en este punto de la celebración de la Pascua que Jesús les
lavó los pies a sus discípulos.—Juan 13:1-11.

Las verduras amargas se sumergían en una mezcla de vinagre y agua salada


y a veces en una mezcla de dátiles, pasas y vinagre. Esta última mezcla se
llamaba haróseth. El que encabezaba el grupo tomaba un poco de hierbas,
las sumergía en esta mezcla y las comía. Entonces les pasaba algunas a los
demás. En seguida de esto el padre le preguntaba a su hijo acerca del
significado de la Pascua.

Durante la celebración se cantaba el Hallel “egipcio.” Se cantaba la primera


parte de éste cuando los celebrantes estaban tomando la segunda copa de
vino. Constaba de los Salmos 113 y 114. La segunda parte constaba de los
Salmos 115-118 y se cantaba con la última copa de vino. Se cree que éste
fué el cántico que Jesús y sus apóstoles cantaron al final del Memorial que él
introdujo después de la Pascua en 33 d. de J.C. La Pascua comúnmente
concluía con ese cántico.—Mat. 26:30.

OBSERVADA POR TODO VARÓN


Se exigía que todo israelita varón fuera a Jerusalén para observar la Pascua.
El no observarla resultaba en que la persona fuera cortada de entre el
pueblo. La única excepción era cuando algún israelita estuviera de viaje o
estuviera ceremonialmente inmundo. En tales casos se requería de él que
observara la Pascua el mismo día del mes siguiente. “Pero cuando el
hombre estuviere limpio o no se hallara por casualidad de viaje y dejara de
preparar el sacrificio de la pascua, entonces esa alma debe ser cortada de
entre su pueblo.” (Núm. 9:13) No se obligaba a las mujeres a estar
presentes, pero generalmente lo estaban.

Cuando el peregrino estaba en camino a Jerusalén había peligro de que se


hiciera inmundo por medio de tocar sin saberlo la sepultura de alguien que
hubiera muerto en el campo abierto. Cuando alguien moría en campo
abierto era costumbre enterrarlo donde lo encontraban en vez de llevarlo al
cementerio del pueblo más cercano. Acostumbraban blanquear las
sepulturas un mes antes de la Pascua para proteger a la gente para que no
se hiciera inmunda por medio de tocarlas. Quizás Jesús haya estado
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pensando en estos sepulcros blanqueados cuando dijo a los escribas y
fariseos: “Se asemejan a sepulcros blanqueados, que por fuera realmente
parecen ser hermosos pero por dentro están llenos de huesos de muertos y
de toda clase de inmundicia.”—Mat. 23:27.

Toda levadura en los hogares de la gente se buscaba y se quemaba antes de


comenzar la Pascua. Desde el día catorce de nisán, o abib, hasta el día
veintiuno no se comía ninguna levadura; se usaban solamente panes
ázimos. El día después de la Pascua, el 15 de nisán, se consideraba como el
comienzo de la fiesta de los panes no fermentados que duraba siete días.

El hecho de que el pan estuviera sin levadura conmemoraba las aflicciones


del pueblo mientras estuvo en esclavitud egipcia y también su salida
repentina, durante el cual tiempo comieron panes ázimos. (Deu. 16:3) La
levadura aquí simboliza el pecado y la corrupción humana. El apóstol Pablo
la usó en este sentido cuando dijo: “Quiten la levadura vieja, para que
puedan ser una masa nueva, según estén libres de fermento. Porque, en
verdad, Cristo nuestra pascua ha sido sacrificado. Por consecuencia,
guardemos la fiesta, no con la levadura vieja, ni con la levadura de perjuicio
e iniquidad, sino con panes no fermentados de pureza y verdad.” (1 Cor.
5:7, 8) Fué con buena razón que Dios prohibió que se comiera pan de
levadura durante la Pascua o que se tuviera levadura en parte alguna de un
hogar israelita.

La Pascua era una fiesta gozosa que conmemoraba un gran acontecimiento,


pero al mismo tiempo señalaba hacia adelante a algo que había de ser
todavía más grande, y eso era el sacrificio del Cordero perfecto de Dios,
Jesucristo. Su sacrificio redentor trae para los adoradores obedientes de
Jehová liberación del cautiverio al pecado y la muerte. Esto es una victoria
mucho mayor para su nombre que lo que fué la liberación de los israelitas
del cautiverio en Egipto. Trae una libertad mucho mayor que la que aquéllos
recibieron.

Esta liberación extraordinaria ya ha sido experimentada por muchos de los


seguidores de Cristo quienes llegaron a ser israelitas espirituales y fueron
ungidos por espíritu santo para ser hermanos espirituales de Cristo.
Aunque éstos murieron, han sido resucitados como criaturas espirituales a
la vida inmortal en los cielos. Las multitudes del género humano que tienen
perspectivas de vida eterna en la tierra recibirán su liberación del pecado y
de la muerte al tiempo fijado por Dios. Hay muchas personas que viven hoy
que no morirán antes que llegue ese tiempo.

La muerte de Cristo cumplió el significado de la Pascua y puso fin a su


observación. Ahora es la muerte de él lo que el pueblo de Dios ha de
observar como memorial. Esta celebración eclipsa la antigua fiesta de
libertad por medio de servir de recordatorio de las libertades mucho más
grandes que Cristo hizo posibles para todo el género humano.

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