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En El Sutra del loto, uno de los grandes textos raíz del budismo Mahayana, el Buda
Shakyamuni reúne a una asamblea de arhats, bodhisattvas, monjes, nagas, dioses,
demonios, criaturas celestiales… una corte cósmica sin paralelo para explicar el
Dharmapaya, “la Gran Exposición” un instructivo para bodhisattvas en la gran escuela
universal del dharma. El Buda después de glosar este texto entra en un estado
meditativo de samadhi “la estación de la exposición del Infinito”, dice el traductor del
texto sánscrito Kern. Con un semblante en perfecta tranquilidad y en medio de un lluvia
de flores divinas (mandaravass y mangushakas) que “cubrían al Señor y a las cuatro
clases de oyentes [lluvia de flores que siempre aparece en los momentos dulces y
apoteósicos en el budismo] y al tiempo que todo el campo búdico (buddhakṣetra)
tembló y se estremeció y los ahí presentes compartieron el éxtasis:
En ese momento un rayo emanó de entre el círculo de pelo en el entrecejo del Señor. Se
extendió miles de miles de campos de Buda hacia el oeste, de tal forma que todo esos
campos de Buda [las Tierras Puras] se hicieron visibles iluminados por su irradiación,
hasta abajo el gran infierno de Aviki y arriba hasta los límites de la existencia. Y todos
los seres de los seis tipos de existencia se hicieron visibles. Asimismo, todos los santos
budas que habitaban en esos campos de Buda se hicieron visibles, y el dharma que
predicaban se pudo escuchar en su totalidad por todos los ahí presentes. Y las monjas,
monjes, devotos seculares, yoguis y estudiantes de yoga y aquellos que habían obtenido
fruición (en los caminos de la santidad) y aquellos que todavía no, ellos también se
hicieron visibles. Y los bodhisattvas y los mahasattvas en esos campos de budas que
habían completado su curso de Bodhisattva con destreza, por su sincera fe, en las varias
lecciones y en las ideas fundamentales, ellos también se hicieron visibles. Igualmente
los budas en esos campos de Buda que habían logrado el nirvana final se hicieron
visibles, cada uno de ellos. Y las stupas hechas de joyas que contenían las reliquias de
los budas extintos se hicieron visibles en esos campos de budas.
Esta visión del Sutra del Loto ha sido comparada por algunos académicos por aquella
que Krishna brinda a Arjuna en el capítulo 11 del Bhagavadgita:
Después de que Krishna, el Señor del Yoga, hablase así a Arjuna, se le manifestó en su
Suprema Forma Divina. Y Arjuna, dotado de visión divina, contemplaba, en una visión
portentosa, cómo su Señor tomaba incontables formas de impresionante aspecto, con
multitud de ojos correspondientes a innumerables caras, con gran profusión de
ornamentos divinos, y blandiendo numerosas armas celestiales… Como si la
deslumbradora luz de mil soles juntos surgiera de repente en medio del firmamento, tal
era el refulgente esplendor que desprendía Su Espíritu Supremo. Y Arjuna vio el
universo entero en su incontable variedad, suspendido y formando una inmensa unidad
dentro del resplandor que desprendía el cuerpo del Dios de los dioses. Sobrecogido de
estupor y asombro, Arjuna el héroe, inclinó su cabeza juntando sus manos en acto de
adoración, y con estas palabras se dirigió a su Señor