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encuentros de manera tal que se incremente nuestra potencia de vivir, y de evitar
aquellos que la merman y reducen.
Seguir a Spinoza en estos conceptos le permite a Lacan sacar al
psicoanálisis del campo de la moral, instalando –como ya lo venía haciendo en el
Seminario VII- una “ética de lo Real”, es decir, sosteniendo las mismas ideas que
Spinoza. Se trata así de una perspectiva existencial similar a la phronesis
aristotélica, un modo de inteligencia práctica ligada a una concepción ética.
Por otra parte, el método sintético de Spinoza es un excelente contrapunto
al método analítico freudiano, siendo muy útil para reflexionar sobre qué significa
terminar un análisis. Esto implica reflexionar sobre distintos modos de habitar,
distintas posiciones subjetivas que se organizan en torno a una perspectiva ética.
Afectos
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Esta “fuerza de existir” (vis existendi) es la esencia del Ser: es aquello de
lo que somos capaces. “Es el conatus, la capacidad de perseverar en el ser y de
producir efectos: sobre otros, con otros, y en nosotros mismos” (Ibídem: 59).
En oposición directa a Descartes, que pretendía fundar al sujeto de la
razón basado en el ego cogito –y a distancia del cuerpo que quedaría atrapado en
la lógica de la res extensa-, Spinoza afirma que lo que pasa en el cuerpo es lo
mismo que lo que pasa en el alma, y en este sentido, las pasiones tristes –como la
melancolía- separan a los cuerpos de su propia potencia.
En el capítulo IV de Televisión, donde Lacan vuelve a referirse
explícitamente a Spinoza, se está ocupando –no casualmente- del problema de
los afectos. Aquí afirmará que los afectos son descargas del pensamiento, tal
como lo había establecido Freud: “que el inconsciente está estructurado como un
lenguaje (…) permite verificar más seriamente el afecto” (Lacan, 1996: 104). Es
decir que el cuerpo está afectado por la estructura, y la cobardía moral, lo que
Dante llamaba falla moral al referirse a la tristeza (Ibídem: 106), implica el no
reconocerse en lo Inconsciente.
Por último, es necesario volver a mencionar a Heidegger. Lacan lo sigue –
desde una perspectiva metodológica- para fundamentar que sólo podemos tener
noticia de los afectos porque habitamos el lenguaje. Cuando el afecto no
encuentra dónde ser alojado, se convierte en mal humor y pesadumbre (Ibídem:
109). Cabe mencionar que en su estudio sobre el tema, Attal no comenta las
fuertes improntas de Heidegger en Lacan. Pero su ensayo permite ubicar de
manera clara y precisa importantes analogías entre Freud y Spinoza, que también
resuenan en Lacan. Nos referimos especialmente al hecho de que los afectos sólo
se entienden en el marco de un cuerpo que no es una “cosa” como en Descartes
(res extensa), sino que se trata de algo dinámico, en intercambio permanente con
otros cuerpos. El cuerpo, o mejor dicho, la corporalidad, existe en el acto de
afectar y ser afectado por otros cuerpos. En Freud, ya desde el Proyecto de
psicología, el cuerpo se constituye dentro del Complejo del Prójimo, es decir, en
un ser-con (Heidegger) el otro.
Sólo por mencionar un ejemplo, si nos detenemos en Tratamiento
psíquico (tratamiento por el espíritu) (1890) de Freud, su concepción de los
afectos, divididos en tristes y alegres, es nítidamente spinoziana, y son concebidos
en el marco de las relaciones recíprocas entre lo anímico y lo somático.
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Referencias