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Sinopsis Capítulo 14
Prólogo Capítulo 15
Capítulo 1 Capítulo 16
Capítulo 2 Capítulo 17
Capítulo 3 Capítulo 18
Capítulo 4 Capítulo 19
Capítulo 5 Capítulo 20
Capítulo 6 Capítulo 21
Capítulo 7 Capítulo 22
Capítulo 8 Capítulo 23 3
Capítulo 9 Epílogo
Capítulo 10 Próximo libro
Capítulo 11 Sobre el autor
Capítulo 12 Créditos
Capítulo 13
La profecía debe cumplirse.
Sus órdenes son claras: lanzar un ataque contra Inglaterra y traer a
casa el botín de guerra. Pero la profecía también es clara: el general Torben
tomará una novia extranjera; una que sea vidente y sanadora al igual que su
madre. Se dice que la princesa mayor de Inglaterra es justamente eso… una
mujer hermosa, encantadora y testaruda. Pero él es un general del ejército
vikingo y ella es una princesa inglesa… y una que ya fue prometida al rey de
Tara.
Dos mundos colisionarán en esta ficción histórica épica centrada en
una química innegable que arde entre las probabilidades. Ricamente escrito e
inyectado con momentos de humor, este cuento romántico lleno de acción te
dejará sin aliento. 4

Clan Hakon #1
Traducido por LizC

Corregido por Disv

L
a mano cayó al suelo con un ruido audible, acompañado por
un grito de su dueño anterior. Hager era el tercer hombre en
perder una extremidad o apéndice en quince días. Una tan
asombrosa baja de miembros era comprensible durante la guerra, pero el clan
Hakon, mi clan, estaba entre redadas. En lugar de pasar este breve respiro de
paz en casa con su adorable esposa o en la taberna, engullendo su peso en
aguamiel, Hager estaba ahora tirado en el suelo, retorciéndose en agonía.
Me alejé del hombre desangrándose. La sangre no me molestaba, por
supuesto. Había visto cosas mucho peores en el campo de batalla. Tampoco 5
la brutalidad del castigo, que se me había encomendado con la
administración. Estaba harto y cansado de ver a mis compatriotas, buenos
guerreros y activos para nuestro clan, castigados tan severamente por la
palabra de un soldado. ¿No se suponía que un hombre tenía algo que decir en
su defensa? ¿No tenía derecho a enfrentar a su acusador o ver las pruebas
presentadas en su contra antes de que se dictara el fallo?
Pero el jarl1 Magnus no les dio a sus hombres del clan tales
oportunidades. El jarl ordenaba la obediencia absoluta, y cualquier persona
sospechosa de ser menos que completamente leal era tratado severamente.
Había sido el hersir del jarl, el jefe general, durante apenas tres meses y
ya había cortado una docena de miembros a su orden. Había lisiado a una
docena de hombres, para que así no pudieran arar ni manejar una espada, ya
no podrían defender ni mantener a sus familias.
Podía manejar el pasar un hacha a través de la carne humana. A veces,
lo confieso, incluso podría haberlo disfrutado, especialmente cuando la
víctima tuvo la audacia de invadir mi tierra natal de Ravenscar, amenazando
a mis hermanos y hermanas; mis hombres del clan. Podría soportar los
gritos. Podía soportar la sangre. Pero no podía soportar saber que había
debilitado a mi clan. No podía soportar saber que mojaría mi espada con la
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Jarl: forma antigua de referirse a un jefe o cacique.
sangre de los miembros de mi clan sin una causa tangible. Así no era nuestra
forma de ser, o al menos, no debería haberlo sido.
Pero eso era exactamente lo que había tenido que hacer. Muchos otros
en el clan habrían matado por mi trabajo, y aún pueden hacerlo. Magnus, sin
hijos, no tenía heredero, haciendo que los hombres del clan se volvieran
inquietos. Podrían sentir una tormenta en el horizonte. Se avecinaba una
guerra total, el Oráculo lo había predicho, pero no sabíamos si era interna o
externa. El jarl estando sin herederos solo exasperaba los sentimientos de
inquietud. Si el jarl moría sin un sucesor, el más fuerte de los que
permanecían se haría cargo. Una guerra civil sin duda seguiría. El clan
Hakon se debilitaría, distraído por las luchas internas y vulnerabilidad a los
invasores. Si las cosas empeoraban aún más, el clan podría astillarse,
colapsando desde adentro. El Oráculo, mi madre, profetizó que los enemigos
invisibles amenazaban al clan Hakon, y que el clan era más vulnerable de lo
que había sido en cien años.
Mi función como hersir era muy criticada, muchos me desacreditaban
por mi edad, ya que solo había llegado a mi vigésimo invierno. De hecho, el
Oráculo reconoció que era el hersir más joven en la historia del clan. No
pensaban que era lo suficientemente fuerte para servir en un papel tan
importante y sagrado. Era como si hubieran olvidado que había sido criado 6
como un guerrero nórdico y que haría lo que fuera necesario para que mi
clan sobreviviera. Y, aunque no era mi deseo, la tradición a menudo veía al
hersir ascender al trono vacante de un jarl sin heredero, pero nunca sin
luchar. Aun así, no sabía qué haría si tales cosas sucedieran.
Sin importar qué tormentas estuvieran en el horizonte para el clan
Hakon, solo deseaba la fuerza y vitalidad de mi clan. Lo que fuera necesario
para que esas cosas permanecieran, lo haría. Vería al clan Hakon sobrevivir
generación tras generación. Vería la fuerza del clan Hakon hacerse eco en
todo el salón del Valhalla, de modo que incluso los mismos dioses se darían
cuenta.
Traducido por Clau-Clau y Lyla

Corregido por Disv

“Es afortunado ser favorecido con elogios y popularidad. Es mala suerte depender
de los sentimientos de tus compañeros”.
~El Havamal. Libro de Sabiduría Vikinga

M
i atención se alejó de mis pensamientos problemáticos por
una voz que me recordaba el raspar de un hacha sobre una
rueda de moler, una voz que había llegado a despreciar.
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—Torben, reúnete conmigo en el patio de entrenamiento —ordenó
Magnus.
Tragándome el desprecio que sentía hacia mi rey, lo seguí al área
cercada donde mis guerreros practicaban y se alistaban para la batalla. Me
paré silenciosamente a su lado mientras él observaba a los hombres correr a
través de incontables ejercicios, ejercicios no típicos para nuestra gente. La
mayoría de los guerreros del clan eran meramente granjeros, labriegos o
trabajadores capacitados. No era común que un clan entrenara a sus
guerreros tan rigurosamente, afinando continuamente sus habilidades de
lucha. Semejante práctica restaba el tiempo que se pasaban cazando,
pescando y cultivando. Pero estos sacrificios fortalecían al clan como un
todo, y yo creía que bien valía el tiempo gastado. Este régimen fue dispuesto
por mi predecesor, quien era un sabio estratega de batalla. Habíamos ganado
muchas guerras bajo sus órdenes. Confiaba en su juicio; así que después que
él murió y yo ascendí al rango de hersir, continué el programa.
Observamos a los guerreros combatiendo, en tenso silencio. Brant,
uno de mis guerreros de mayor confianza y pariente, estaba engarzado con
dos reclutas novatos. Una montaña de hombre, Brant gritó hacia los cielos y
luego agitó su enorme martillo de guerra en un gigantesco arco lateral. El
recluta a la derecha levantó su escudo en un intento fútil de desviar el golpe.
Con un grito, el escudo del hombre se astilló, la fuerza del golpe lo envió
volando hacia atrás contra su compañero, haciendo que ambos se
derrumbaran.
—¡Ja! Un juego de Kubb con novatos. ¡Esto es divertido! ¿Quién
sigue? —Brant dejó salir una risita cordial, sosteniendo su martillo en alto
mientras revisaba la multitud en busca de otro retador. Al no encontrar a
ninguno, sus hombros se encorvaron y su rostro decayó cómicamente.
—Tal vez están más atemorizados de tu aliento que de tu martillo,
Brant. No creo que ninguno de ellos quiera acercarse a una espada de
distancia de ti por miedo al olor —grité a través del campo de entrenamiento
al enorme hombre, que ahora estaba reclinado tranquilamente sobre el
mango de su martillo.
—Tomaré cualquier ventaja que pueda obtener en el campo de batalla
—respondió, aún riendo entre dientes.
—Ve a conseguir una bebida en el gran salón antes que mates a todos
nuestros reclutas. Me reuniré contigo allí en un rato. E intenta no dejar caer
tu martillo sobre el pie de nadie otra vez. Necesito estos hombres en forma
para luchar.
Los otros guerreros parecieron tomarse esto como la señal de que el
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entrenamiento había acabado por el día. El más afortunado de los dos
reclutas derrotados, el que había sido empujado y perdió el equilibrio por su
camarada en lugar del martillo de Brant, ayudó a su compañero a ponerse de
pie. Después de recoger los trozos del escudo destrozado, el par siguió a sus
compañeros guerreros hacia la armería para almacenar su equipo.
Magnus y yo nos reclinamos contra el perímetro de madera de los
terrenos, observando a medida que los guerreros se marchaban. El rey, que
casi era igual de grande que Brant y ciertamente igual de feroz, no se había
involucrado en la broma abierta con uno de sus guerreros más fuertes.
—Es tiempo que vayamos a otra campaña —dijo Magnus, finalmente
rompiendo el tenso silencio—. Hemos estado ociosos bastante tiempo.
—¿Has decidido en una dirección? —pregunté, con cuidado de
responder con vacilación. Había estado esperando esto; era otra razón del
por qué no necesitaba que Brant lisiara a más de mis reclutas. Si íbamos a
una escaramuza, necesitaríamos a nuestros guerreros en plena forma. Como
estaban las cosas, Magnus había herido incomprensiblemente a suficiente de
su propia gente últimamente con su maníaca campaña por “justicia”.
Había estado llevando a cabo su vigilia entre las filas del clan,
asegurando que tenía la absoluta lealtad de sus súbditos, incluso si semejante
lealtad era animada por la punta de una espada.
Hacer una escaramuza ahora mismo era una estupidez, y todos en el
clan lo sabían. No podía empezar a imaginar por qué Magnus no podía ver
eso. Nuestros hombres necesitaban descanso y recuperación. Nuestra última
escaramuza fue apenas tres meses antes y las vidas de incontables buenos
hombres se habían perdido. Los hombres restantes no necesitaban ser
arrojados en terrenos desconocidos donde se les exigiría que lucharan por sus
vidas. ¿Y su recompensa? Gloria y riqueza para Magnus y más trabajo duro y
pérdidas para ellos mismos.
—Creo que es tiempo que visitemos a nuestros amigos, los ingleses —
replicó Magnus. Si percibió mi inquietud, no lo hizo notar mientras
continuaba—: Me han llegado noticias de que una boda de la realeza está en
el horizonte. El rey inglés va a casar a una de sus hijas con el rey de Tara.
Las bodas requieren regalos, por supuesto, lo que significa que transportarán
riquezas entre dos reinos. Es la oportunidad perfecta para golpear.
—También significa que los dos reinos se están unificando, lo que
podría resultar en crear un enemigo más grande que combatir —dije,
señalando el hecho tedioso. Mi razonamiento era seguro. Seguramente el rey
vería el error en patear el avispero de los ingleses, especialmente durante un
tiempo cuando estaban forjando alianzas con sus vecinos, creciendo en
fuerza a medida que nosotros sentíamos los efectos persistentes de 9
escaramuza tras escaramuza.
—Esta vez haremos las cosas un poco diferentes —dijo Magnus,
mirándome fijamente, pero sin verme. Estaba perdido en sus pensamientos—
. El periodo de cortejo para la mano de la princesa llevará un mes. Al final de
ese mes, los dos reyes harán un baile para celebrar el compromiso. La boda
ocurrirá en Tara. Esto nos presenta la oportunidad de sorprender a nuestro
enemigo en lugar de atacarlos de frente. Seremos como fantasmas entre los
soldados ingleses y la corte del rey Cathal. Mientras nos infiltramos entre
ellos, también tomaremos la oportunidad de saquear, pero no seremos
descarados al respecto.
»Estamos intentando evitar enzarzarnos con ellos hasta que haya
decidido exactamente cuáles son mis intenciones. Seremos capaces de hacer
esto durante el largo mes que dure el cortejo, así que tenemos tiempo. Nos
infiltraremos entre los guardias del castillo, reemplazando a los hombres del
rey inglés con los nuestros. —Cuando se detuvo, tuve un momento para
considerar su plan, que podría conducir a menos víctimas por ambos lados
que nuestra estrategia normal de brutalidad—. Estaremos a la espera hasta la
fiesta de compromiso. Entonces, golpearemos con toda la fuerza, tomaremos
lo que queramos a punta de espada y entonces nos marcharemos. Para
cuando sepan qué ocurrió, será demasiado tarde.
Estuvimos en silencio durante unos minutos después que explicara el
plan. Era demasiado simple para Magnus. Mientras estudiaba a mi jarl, tuve
la distintiva impresión de que me estaba ocultando algo. Hace mucho tiempo
me di cuenta que no importaba cuánto poder tuviera Magnus, siempre
desearía más. Y sin importar cuánto oro trajera de las tierras civilizadas,
nunca tendría suficiente. Su ansia por la batalla nunca estaba saciada, ni
tampoco su avaricia. Mientras Magnus revelaba cómo adquiriría riquezas
con este plan, la estrategia para obtener poder aún quedaba por verse.
—¿Cuándo deseas marcharte? —pregunté, preparándome
mentalmente para lo peor.
—¿Qué tan pronto puedes tener listas nuestras tropas? —Era la
respuesta que sabía que obtendría. Pensé largo y tendido antes de hablar de
nuevo, sabiendo que Magnus no aceptaría un retraso considerable. Su mente
estaba decidida. Cualquier oposición de mi parte solo resultaría en provocar
su mal genio.
—Nuestros guerreros son fuertes, pero nuestros nuevos reclutas son
más hábiles en blandir un azadón que un hacha. Aun así, si Odin está con
nosotros, creo que puedo tenerlos a todos listos en una quincena.
—Que sea una semana —gruñó. Sin esperar mi respuesta, se dirigió a 10
su choza.
Suspiré a medida que miraba fijamente la parte posterior del jarl
mientras se alejaba bruscamente. Bueno, al menos Brant estará feliz, pensé.
Aunque Brant no era tan sediento de sangre como Magnus, y no mataba a
otros hombres por deporte, sabía que disfrutaba quebrando unos cuantos
cráneos por la gloria de sus dioses. Él probablemente dejaría sin bebida al
gran salón esta tarde cuando le dijera. Me esperaba una larga noche.

Humo se alzaba de la sólida choza ubicada como a medio kilómetro


del resto del pueblo, descansando sobre una pequeña loma que miraba por
encima de los peñascos de la bahía Skagerrak. El olor de estofado y pan
recién horneado alcanzó mis fosas nasales, haciendo que mi estómago
gruñera. Sin tener duda de que me ofrecerían un tazón, resolví comer tanto
como pudiera… necesitaría un estómago lleno si deseaba permanecer en pie.
Brant no iba a dejarme solo hasta que hubiera bebido al menos lo mismo que
él, y su tolerancia para las degustaciones era legendaria. Probablemente ya
estaba canturreando el Lamento de Ymir y el sol ni siquiera se había metido.
Empujé la puerta sin golpear y encontré a mi madre parada con la
espalda hacia mí, tarareando para sí a medida que removía lentamente el
contenido de una pequeña olla de hierro colgando encima de un trípode
colocado encima de un fuego con poca llama. Prefería vivir sola en su casita,
en vez de con una de las familias más grandes en una casona, a pesar de que
sería más que bienvenida. Mi madre era pequeña para ser una mujer nórdica,
pero ahora lucía incluso más pequeña. Se paraba ligeramente encorvada, una
señal no solo de su avanzada edad, sino del precio que sus visiones le habían
cobrado. Su largo cabello plateado estaba trenzado, que se veía como una
cuerda desgastada y raída que colgaba rígida por su espalda.
—¿Cuándo te marchas? —preguntó, interrumpiendo su tarareo sin
girarse.
—Yo… nosotros… ¿cómo supiste?
—Creciste en esta casa, ¿y aún me preguntas eso? Una madre no tiene
que ser una vidente para saber cuándo su hijo está preocupado.
—Aun así, es… perturbador. Solo desearía que me dejaras contarte
realmente algunas noticias de vez en cuando.
—Ah, pero ya me lo dijiste. Lo llevas escrito por todas partes,
muchacho.
—Ni siquiera puedes verme, Hilda —gruñí, moviéndome hacia el
armario, saqué dos cuencos y los coloqué bruscamente sobre la mesa. Hace 11
años, mi madre insistió en que usara su nombre de pila en lugar de llamarla
madre, incluso cuando estábamos solos. Dijo que era importante para los
miembros del clan verla como el Oráculo en primer lugar, y que cualquier
otra cosa que pudiera ser, incluyendo ser mi madre, era secundario. Sabía,
sin embargo, que no sentía eso en su corazón. Ella había previsto desde el
principio que yo iba a lograr cosas notables y que tendría que crecer mucho
más rápido que los otros niños. Si el clan me escuchaba llamarla por su
nombre o por su título, sería más probable que me aceptaran, como hombre,
guerrero y un líder.
—Te veo con mayor claridad que nadie, incluso que tú mismo. No
puedes venir dando pisotones a mi entrada sin delatarte; nunca podrías. Está
en la forma en que te mueves, la forma en que te comportas. El movimiento
de tus pies podría ser también un cuerno de guerra haciendo sonar tus
problemas, y sé lo que te preocupa; crees que nuestros guerreros no están
listos.
—Sé que no lo están —respondí, vertiéndonos a cada uno una taza de
agua de una jarra sobre la mesa—. Veo que hay dos tazas en esta mesa. Me
estabas esperando.
—Por supuesto que te esperaba. ¿No debería una anciana esperar a su
hijo para cenar? ¿Qué hay de malo con eso? —Las comisuras de su boca se
curvaron hacia arriba mientras continuaba moviéndose.
—No me des la mierda esa de anciana, Hilda —espeté—. Sé que has
tenido una visión. Así es como sabías que estamos a punto de ir a otra
invasión.
—No respondiste mi pregunta —señaló, haciendo caso omiso de mi
actitud enfadada.
—Nos vamos en una semana. —Finalmente suspiré a medida que
sacaba la silla que parecía demasiado pequeña para sostener mi peso y me
senté sin gracia—. ¿Vas a ir? —le pregunté mientras apoyaba el antebrazo
contra la mesa y me presionaba la frente. Mi madre era la única persona a la
que le permitía ver los resultados que las obsesiones del jarl me estaban
imponiendo.
Me sonrió.
—Por supuesto que iré. ¿Cuándo me ha dejado atrás?
—¿Por qué estás tan feliz? —pregunté, mirándola con una mirada
perpleja en mi rostro. 12
—No es suficiente tiempo para sus tropas —respondió, haciendo caso
omiso de mi pregunta—, pero no me corresponde a mí decirlo; no soy una
sacerdotisa de batalla. Es, sin embargo, el tiempo designado que preví. Es el
marco de tiempo al que debes adherirte. No debes llegar tarde, o temprano,
para el caso. Por el contrario, debes llegar precisamente a la hora señalada o
la perderás. La flecha que no vuela, el desprecio en busca de venganza, y el
codicioso que nunca está satisfecho. No debes llegar tarde.
Estaba claro que estaba en presencia de Hilda, el Oráculo en lugar de
Hilda, mi madre. Muchas de nuestras conversaciones evolucionaban de esa
manera, se deslizaba en modo vidente y comenzaba a proferir profecías,
diciéndome que nuestro clan debía hacer esto o aquello. A veces tenía
sentido, la mayor parte del tiempo, sin embargo, no tenía idea de qué estaba
hablando.
—¿Conocer a quién, Hilda? —pregunté, no muy seguro si quería la
respuesta. Sentí una presencia pesada y premonitoria caer sobre mí, como
una túnica que era demasiado apretada. Me hizo sentir expuesto y
vulnerable.
Mientras esperaba su respuesta, se acercó arrastrando los pies y, para
mi sorpresa, me golpeó la parte posterior de la cabeza. Me agaché y fruncí el
ceño.
—¿Por qué fue eso?
—¿Alguna vez escuchas cuando hablo, muchacho? —resopló—. Ya te
he hablado sobre la profecía muchas veces. Tú eres el que elige no escuchar.
Para proteger a nuestro clan, debes tomar a una novia extranjera. Hasta
ahora, no estaba segura, pero con la próxima incursión me ha quedado claro
que tu novia es de Inglaterra.
Quería quejarme, pero no quería que volviera a golpearme en la
cabeza, así que lo contuve. Al parecer, ella hablaba como vidente y madre
esta vez.
—Esa es una profecía que no puede suceder, Oráculo. Nuestro clan
nunca aceptaría a una forastera, no digo una princesa inglesa además, para
convertirse en nuestra reina. Ellos no la respetarían, la considerarían débil y
de mente simple, no puede ser.
Mientras llenaba nuestros cuencos con el guiso que ella había
preparado, vi sus labios apretarse de frustración. Sus ojos, siempre nublados,
estaban ensombrecidos, y parecía estar abrumada por una fuerza invisible.
—No depende de ti, Torben, hijo mío. No importa lo que pienses, es
lo que se necesita… no… lo que debe suceder. Si no cambiamos, si este clan 13
no se aleja de las viejas costumbres, nos destruiremos a nosotros mismos. El
mundo está cambiando, haciéndose más pequeño. Debemos estar listos;
debemos adaptarnos.
—Dime la profecía otra vez. —Levanté mi mano para detenerla—. Sé
que me lo has dicho antes, pero quiero que me la vuelvas a decir.
Observé como los ojos de mi madre se desenfocaban y pareció caer en
un trance justo antes de hablar.
—Un joven guerrero, que es leal, justo y sabio más allá de sus años, ocupará el
lugar que le corresponde como líder de su pueblo. Mientras hace su ascensión, no estará
solo. El guerrero convertido en rey tomará una novia, no de su pueblo, sino del otro
lado del mar con una nueva visión para el clan Hakon. Ella es una guerrera por
derecho propio y una sanadora, una especie rara para su raza, pero mantiene la
habilidad oculta de su gente. Temen en lugar de abrazar el regalo que es. Juntos, son
un catalizador para el cambio que salvará al clan Hakon. Sin su unión, el clan se
extinguirá, se reducirá a nada. Seremos olvidados, un pueblo perdido en la historia.
—¿Supongo que crees que soy este joven gobernante? —pregunté. Una
vez que volvió en sí, tomó asiento sin decir palabra a mi lado, dijo una
oración rápida a los dioses y comenzó a comer. No repetí la pregunta; no
tenía sentido. Respondería cuando estuviera lista.
Varios bocados más tarde, decidió hablar.
—No se necesita una visión para ver que serás el próximo rey de este
clan. Pero, una vez más, de alguna manera logras enterrar tu cabeza en el
suelo cuando algo te está mirando fijamente a la cara.
Fuera lo que fuese, mi madre era honesta.
—¿Debo casarme con esta novia extranjera, para tener descendencia
con ella?
—¿Qué? —Su penetrante mirada se encontró con la mía y travesura
bailó en sus ojos—. ¿Crees que su cuerpo será de alguna manera inferior a las
de las mujeres de nuestro clan? ¿Crees que te rechazará? Tal vez esté
deformada de alguna manera porque no es una mujer nórdica, con tres ojos,
seis pechos y una lengua bífida. ¿Es eso lo que temes?
—Maldita sea, mujer, tienes una lengua afilada. —Me atraganté
cuando traté de tragar el bocado que había tomado antes de que ella
comenzara a hablar de sus tonterías. Tomé un sorbo rápido de hidromiel
para aclararme la garganta, y luego, como soy el hijo de mi madre,
repliqué—: Sabes que no creo tales cosas, así como sabes que cualquier
macho de sangre caliente estaría encantado de descubrir que su esposa tiene
seis pechos. Ni siquiera notaría la lengua bífida o el tercer ojo.
14
Carcajadas salieron de mi madre a medida que se cubría la boca con
su delantal. Meneó la cabeza y luego me dio unas palmaditas en la mano.
—Espero que ella pueda igualar tu ingenio y hacer frente a tu
terquedad. Tener una lengua afilada probablemente también le serviría bien.
—Eres cruel, madre. Si una lengua afilada y terquedad es lo que
deseas en una nuera, podría casarme con una mujer de nuestro propio clan.
No tengo que buscar muy lejos para encontrar esas cosas.
Se puso de pie y llevó nuestros tazones al cubo de la colada y comenzó
a limpiarlos. Estaba de espaldas a mí, pero pude ver la tensión en sus
hombros.
—Una mujer nórdica no es lo que necesitas, no es lo que necesitamos.
Necesitamos una sanadora, no una conquistadora.
—No voy a casarme con una mujer que no amo —le dije mientras me
levantaba y caminaba hacia ella, poniendo mi taza en el mostrador al lado
del cubo de la colada.
—¿No puedes amar a una inglesa? —presionó.
—¿Por qué insistes en que ella será inglesa? —Entrecerré mis ojos
hacia ella. No era raro que el Oráculo moviera a la gente como un juego de
ajedrez con la esperanza de hacer realidad sus visiones. Mi madre no era
simplemente una mensajera; a veces era una instigadora entrometida, si creía
que sus profecías no se cumplían lo suficientemente rápido.
—Los vientos me dicen que hay una joven princesa inglesa que nació
con la capacidad de sanar. Ahora, vienes a mí, diciéndome que te marchas a
invadir Inglaterra dentro de una semana —dijo tímidamente a medida que
giraba la cabeza y me levantaba su ceja.
No tenía que responder. Ya habíamos discutido a fondo la próxima
campaña. Ella había hecho su punto.
Desafortunadamente, su revelación más reciente me dejaba inquieto.
Se suponía que debía preparar a mis soldados para asaltar una tierra
extranjera. Había entrenamientos por hacer, armas que hacerle
mantenimiento, provisiones que empacar. No necesitaba distracciones en
este momento. Sin mencionar que, cuando comenzara la lucha, iba a
necesitar completamente mi atención para mantenernos con vida. No iba a
tener tiempo para buscar a una princesa sanadora en medio del caos. Desviar
mi atención en el campo de batalla sería completamente loco, equivalente al
suicidio. Podría haberle contado esto a Hilda, pero sabía que no me
generaría ninguna simpatía. Así que, en cambio, me incliné y presioné un
beso en su frente, luego hice una reverencia al Oráculo.
15
—Paz para ti esta noche, vidente. Gracias por la comida.
—Y para ti, valiente guerrero. Que los dioses bendigan tu batalla con
la victoria.
Dejé la cálida familiaridad de la choza y salí al fresco aire de otoño.
Llegaba el invierno, un cambio de estación. Aparentemente, no era el único
cambio para el que nuestro clan necesitaba prepararse.
Traducido por Masi, Smile.8, Ximena y Anna

Corregido por Disv

“Muchas personas creen que ser de la realeza es un privilegio, un regalo dado solo
a unos pocos. De alguna manera, estoy segura que ellos tienen razón. Pero, la
mayoría no se da cuenta de la responsabilidad que viene con el derecho por
nacimiento. Por favor, no creas que soy desagradecida, pero, no sabes cómo
amaría caminar en los zapatos de una plebeya y respirar en la libertad de esta
estación. De ser capaz de vivir donde yo elija, casarme con alguien que ame, y ser
yo misma, es un deseo ardiendo tan fuertemente dentro de mí que temo que me
consumirá”.
~Diario de la princesa Allete Auvray 16

C
omo una princesa, la mayor de tres hermanas y futura reina de
Inglaterra, por supuesto, hice la cosa más madura que pude
cuando mis padres me dijeron que me iba a casar con el rey de
Tara. Corrí. Allete Auvray, noble heredera del Imperio de Britania, corrió. A
ver, no me escapé. Eso no tendría sentido. Mi padre habría enviado guardias
para buscarme como perros enloquecidos para arrastrarme de vuelta antes
incluso de llegar a las fronteras de nuestra tierra. Simplemente, corrí hasta mi
viejo roble familiar, el árbol antiguo que se había convertido en un santuario
para mí y mi primo, Thomas, cuando éramos niños, nuestro refugio.
Ignorando el hecho de que estaba vestida con uno de mis vestidos más finos,
me subí a la rama más baja. Después, continué, subiendo cada vez más alto,
hasta que estuve sentada lo suficientemente alto como para poder ver todas
las tierras de mi padre desplegándose ante mí como una gigantesca manta de
picnic verde. El nuestro era un reino hermoso y generoso para la mayoría,
pero no era más que una jaula dorada para mí.
El día que temía finalmente había llegado, a pesar de que siempre
había sabido que iba a casarme con un noble. Como la mayor, era mi deber
casarme con un noble digno de convertirse en rey de Inglaterra o casarme
con otro rey para asegurar una alianza beneficiosa para nuestro imperio.
Cada decisión para mi familia tenía que ver con el poder: cómo obtenerlo y
cómo mantenerlo. A lo largo de todos los reinos, el gobernante que tenía la
mayor cantidad de tierra y poseía el ejército más grande era temido. Como
princesa, lo que yo personalmente quería era invalidado. No importaba que
me casara con alguien a quien no amaba. Nada importaba excepto lo que mi
padre, el rey, quería.
—¿No crees que es hora de que dejes de trepar a los árboles para
escapar de tus problemas, prima? —me llamó una voz desde el suelo.
Puse los ojos en blanco. Debería haber sabido que Thomas no me
dejaría enfurruñarme en paz. Siempre habíamos sido cercanos, como
hermanos, pero eso no significaba que no me impulsara a querer golpearlo
con una rama de vez en cuando.
—No creo que haya pedido tu consejo sobre el asunto —le grité.
—Entonces, es bueno, que no me quede de brazos cruzados y te deje a
tu suerte. ¿Qué clase de primo sería si dejara que persiguieras tus propios
caprichos destructivos? En cambio, como el pariente desinteresado y
adorable que soy, me preocupo por lo que es mejor para ti. Baja, Allete.
Hablemos de esto como personas adultas.
17
—No quiero ser una persona adulta. Prefiero ser un niño petulante y
pisar fuerte hasta que alguien diga: está bien, querida Allete, no tienes que casarte
con ese rey tan bruto.
Thomas se rio entre dientes.
—¿Cómo sabes que es un bruto? Tal vez sea un dechado de encanto e
ingenio, por no mencionar sorprendentemente guapo.
Me burlé.
—Ningún rey es deslumbrantemente guapo. Son viejos, mandones y
no se preocupan de lo que piense su esposa.
—Oh, ¿en serio? ¿El rey Albric trata a tu madre como si no le
importara lo que ella piensa? —preguntó, desafiando mi réplica.
¿Por qué? ¿Por qué tenía que hablar razonablemente? Lo odiaba
cuando usaba su voz calmada y apaciguadora, y lo odiaba aún más cuando
tenía razón. Las personas que pensaban racionalmente cuando querías
rebozarte en tu miseria deberían ser pisoteadas automáticamente por una
gran manada de jabalíes.
—No, él no lo hace la mayor parte del tiempo —admití—. Pero sabes
que otros reyes son a menudo de esa manera.
Mi padre era una especie de pensador avanzado en lo que respecta a
las mujeres y su intelecto. Era lo suficientemente sabio como para saber que
su propia esposa tenía tanta inteligencia en abundancia y que sería un tonto
de no aprovecharla. No quiere decir que estuviera completamente reformado
de su anticuada forma de pensar, lo cual fue demostrado por su misión de
casarme con nuestro más poderoso aliado, sin siquiera pestañear. Sin
embargo, parecía un poco angustiado cuando me dijo que, dentro de un mes,
estaría dejando la única casa que había conocido, viajaría a una tierra que
nunca había visto, y me casaría con un hombre al que nunca había conocido.
Sin embargo, estar molesto por algo y oponerse a cientos de años de
tradición para hacer feliz a su hija son dos cosas diferentes.
—Además —gritó Thomas desde abajo—, deberías estar más
preocupada por si este bruto rey siquiera te tendrá. Si aparecieras en mi
puerta en busca de un matrimonio sagrado, estarías en el primer bote de
regreso a Inglaterra. Pensaría que tu noble padre debe estar bromeando
conmigo. Seguramente, el rey Cathal puede encontrar a un montón de niñas
sucias que trepan a los árboles en su propio país, con las que casarse. ¿De
verdad crees que él te quiera?
Le gruñí. 18
—Thomas, cierra la boca.
—Felizmente —dijo mientras me miraba triunfal—, tan pronto como
bajes.
Negué con la cabeza, y después, pensando en que tal vez no podría
verme muy bien, hablé.
—Bajaré cuando mi padre decida no dar a su hija mayor como si fuera
la preciada vaca.
—En realidad serías una novilla, querida Allete, ya que eres, espero,
todavía una doncella.
—Yo… tú… ¿cómo te atreves? Thomas, si no mantienes tu boca
cerrada, coseré tus labios. —Era algo cruel para decir, lo sabía, pero no pude
evitar que las palabras salieran de mi boca. Simplemente quería estar sola
para revolcarme en mi compasión y desilusión. ¿Era demasiado pedir?
Debe haber leído mi mente, porque finalmente cedió.
—Bien, te dejaré estar, por ahora, pero si no bajas de allí en la próxima
hora, enviaré a Clay por ti.
—No te atrevas —gruñí. Clay era el capitán de la guardia y la ruina de
mi existencia.
La mayor parte de mi vida, él había sido asignado para protegerme y
se tomaba su trabajo muy en serio. No solo hacía prevalecer su deber, sino
que le quitaba la diversión a todo hasta que la vida era simplemente una
cáscara marchita.
Thomas sabía que, si algo me haría bajar del árbol, sería el capitán.
Comenzó a silbar mientras caminaba hacia el castillo, y yo quise
tirarle una piedra. Sabía cuánto odiaba cuando silbaba; era su forma de
expresar que había ganado una batalla entre nosotros. Esta vez,
desafortunadamente, él lo había hecho. Sabía que eventualmente tendría que
bajar para enfrentarme a mi sentencia. De acuerdo, entonces era un
matrimonio, no una sentencia, pero se sentía como si fueran lo mismo, como
si estuviera caminando hacia la horca y la boda fuera la soga para envolverla
alrededor de mi cuello. Tal vez estaba siendo un poco dramática, pero mejor
ser dramática en privado y luego equilibrada y madura en público. No
perdería mi dignidad por esto, pero sabía que esto iba a romper algo dentro
de mí. La parte de mí que anhelaba ser salvaje y libre, deambular por nuevas
tierras y conocer gente nueva, sería apagada, y no había nada que pudiera
hacer al respecto. Estaba atrapada, un producto de mis circunstancias, sin
oportunidad de cambiar mi suerte en la vida.
19
Más tarde esa noche, después de finalmente haber decidido ponerme
mis bombachos de niña grande, estaba metida en el agua tibia de la bañera,
en mi habitación. Los aromas de Fresia y aceites de baño flotaban en el
vapor que me rodeaba, haciendo que me relajara y que mis párpados
cayeran. No quería pensar en los cambios que vendrían dentro de un mes.
No quería pensar en mis deberes o en las expectativas puestas en mí. Solo
quería quedarme sentada en un pacífico silencio.
—No puedo creer que te estén haciendo casar con ese viejo rey. —Mi
hermana menor, Dayna, entró en mi habitación.
—¿Por qué los dioses me odian de esta manera? —me quejé, a medida
que extendía mi mano en busca de una toalla. Por lo general, tendría a Lidia,
mi doncella atendiéndome, pero la había enviado a la cama, no queriendo
ver la compasión en sus ojos—. ¿Sobre qué estás hablando? —le pregunté a
Dayna mientras salía de la bañera caliente. El agua goteaba por mi cuerpo y
el aire golpeó mi piel húmeda, haciendo que me estremeciera.
Mi hermana menor, resultó ser la más alta de las cuatro y la más
curiosa, tomó la toalla de mis manos y comenzó a secarme. Para muchos, la
acción habría sido incómoda, pero Dayna era el tipo de persona que siempre
tenía que hacer algo. No podía hablar a menos que sus manos o sus pies
también estuvieran moviéndose, por lo que me moví obediente mientras ella
me indicaba que saliera de la bañera y luego levanté mis brazos. Sus
movimientos eran rápidos y eficientes, y todo el tiempo apenas respiró.
—¡Padre espera que te cases con el rey de Tara! Es decir, es horrible,
viejo, y ya se ha casado tres veces. Es decir… demonios.
—Esa lengua —dije, interrumpiendo. Dayna me despidió con la
mano, como si mis nupcias pendientes fueran mucho más importantes que
una lengua suelta.
—Todo el mundo dice que sus esposas murieron por causas naturales,
pero ¿cómo podemos estar seguras? Por lo que sabemos, fueron
estranguladas a medida que dormían.
—Eso es un pensamiento agradable —murmuré mientras envolvía la
toalla a mi alrededor y luego agarraba otra para empezar a trabajar en mi
cabello.
—Tal vez las ha envenenado para que sus muertes parecieran
naturales —continuó Dayna, como si no hubiera dicho una palabra—. Hay
algo que no está bien con eso. Un hombre, un rey no menos, no debería tener
tantas esposas simplemente muriendo así.
20
—¿Ahora eres experta en la vida de las reinas? —bromeé.
Ella entrecerró sus ojos hacia mí.
—¿Por qué te lo tomas tan así? ¿Por qué no estás teniendo un
berrinche?
—No me lo tomo así —admití—. Honestamente, soy un desastre, pero
no hay nada que pueda hacer para cambiarlo, cielo. Padre dijo que tengo que
casarme con el rey de Tara, así que me casaré con el rey de Tara.
Dayna gimió cuando tomó mi mano y me tiró hacia la silla que estaba
ante el tocador.
Hizo un gesto para que me sentara y luego agarró el cepillo para
peinar del mostrador, sus dedos ágiles y rápidos mientras trabajaba a través
de los enredos. Siempre me había gustado que me peinaran y trenzaran el
cabello. Era relajante y podía fácilmente dormirme.
Después de haber soportado sus interminables teorías sobre cómo
habían muerto las primeras tres esposas del rey de Tara, Dayna dejó escapar
un suspiro, finalmente renunciando.
—No hay esperanza, ¿verdad?
La miré por el espejo a medida que terminaba de atar la trenza en la
que había tejido mi cabello.
—Te aseguro, hermanita, que, si hubiera algo que pudiera hacer para
salir de tal compromiso, lo haría en un abrir y cerrar de ojos. No me quiero
casar con alguien que no me gusta, pero soy la mayor. Tal es mi suerte en la
vida.
—Tu suerte en la vida es tan agradable como un bocado de mierda de
pollo.
Me reí.
—¿Dónde oyes tales cosas? Madre tendría un ataque.
Me devolvió la sonrisa.
—Las hijas de la cocinera tienen malas lenguas.
Anhelaba el día en que yo también pudiera correr sin restricciones,
jugar con los otros niños que vivían en el castillo, la mayoría de los cuales
pertenecía al personal. Dayna tenía dieciséis años, todavía lo suficientemente
joven como para que madre y padre ignoraran su frivolidad, pero a los
veinte, se espera que te comportes de una manera más madura. Hoy mostré
21
cuán madura podía ser cuando subí por ese árbol sola, con el vestido y todo.
Sonreí preguntándome cómo mi futuro marido manejaría el encontrarme
arriba de un árbol después de nuestra primera pequeña discusión.
—¿De qué te ríes? —preguntó Dayna.
Me volví para mirarla. Estaba sentada con las piernas cruzadas sobre
la cama, el cepillo olvidado a un lado mientras recogía el encaje de su
camisón.
—Tengo una sensación de que padre no le dio al querido y viejo rey de
Tara una imagen precisa de la verdadera personalidad de su futura esposa. Si
lo hubiera hecho, te aseguro que no hubiera ofrecido una prenda tan alta por
su esposa.
Dayna sonrió.
—Muy cierto. Es posible que desees aprender a dormir con un ojo
abierto, hermana. Si sus otras esposas, efectivamente murieron por causas
naturales, es posible que seas su primera víctima de asesinato.
—Prométeme que me vengarás si aparezco muerta —dije con un
guiño mientras me ponía de pie y estiraba mis brazos por encima de mi
cabeza. Mis músculos estaban todavía apretados, lleno de la tensión del día.
Tal vez un buen sueño pondría las cosas en perspectiva y mañana mis
circunstancias no parecerían tan horribles.
Tal vez, pero probablemente no.
—Estoy cansada, renacuaja —dije a medida que la echaba fuera de la
cama.
—¿Renacuaja? —se burló—. Soy quince centímetros más alta que tú.
—Sí, pero eres la pequeña, y por eso, la renacuaja. Ahora, vete a la
cama. Vas a necesitar tu energía mañana si quieres darle la lata sin fin a
padre por vender a tu hermana mayor por un poco de poder.
A Dayna le gustaba mucho atormentar a nuestro padre, quizás un
poco demasiado. Me abrazó.
—Te amo —me dijo antes de precipitarse fuera de la habitación.
Dayna tenía el corazón más blando de las cuatro. Mostraba siempre
sus emociones para que todos las vieran. Me preocupaba que un día su
corazón fuera dañado sin posibilidad de reparación, pues lo llevaba tan
abiertamente.
Me metí en la cama, disfrutando de la sensación de las sábanas frescas 22
contra mi piel. Mientras cerraba las cortinas alrededor de la cama,
bloqueando la luz de las lámparas que permitía que quedaran encendidas,
aparté las preocupaciones que me atormentaban. Estirada en la cama y
hundiéndome bajo el colchón suave de plumas de ganso, cerré mis ojos y
pensé en las muchas aventuras en las que deseaba embarcarme, ver partes
muy lejanas del mundo, atravesar las fronteras de Inglaterra, Tara y
Caledonia. No quería estar encerrada detrás de alguna gran muralla, que
esperaran que llevara vestidos rígidos y entretuviera a la corte por siempre.
En su lugar, quería respirar aire fresco y conocer a gente nueva. Y por eso, a
medida que me dormía, dejé que mi mente creara un mundo donde no era la
princesa de un reino poderoso y no se esperaba que me casara con un
hombre que me doblaba la edad. Construí un mundo donde todo era posible,
donde podía hacer y ser quien quisiera.
Las próximas semanas pasaron en una avalancha de actividades. Toda
la casa estaba alborotada mientras se preparaban para la enorme cantidad de
personas que iban a recibir. Madre era un manojo de nervios, asegurándose
de que había suficiente comida, bebidas, y camas. El castillo no tenía escasez
de habitaciones, con tres pisos, cuatro alas sobresaliendo como los cuatro
puntos cardinales, y más de cuarenta habitaciones, incluyendo una
biblioteca, un estudio, un salón de baile, un comedor, tres salas de estar, un
baño masculino y uno femenino y cuartos de servicio, había un montón de
espacio. Personalmente me parecía que nuestro castillo era demasiado.
Siempre me había perdido en él de niña cuando estaba explorándolo, y
todavía me perdía de vez en cuando.
Dayna, mi otra hermana, Lizzy, y yo disfrutábamos tranquilamente de
ver a nuestra madre revolotear, viéndose como si estuviera haciendo alguna
extraña danza y el personal a su alrededor fuera su conjunto involuntario. A
menudo nos encontrábamos sentadas en el centro de la habitación que
albergaba puertas por todos lados, así podíamos observar desde el mejor
punto de vista cuando no estábamos ayudando. Padre hacía que el
exasperante capitán me siguiera como un fiel perro callejero, asegurándose
de que no me escapaba nuevamente. En un momento dado, hice que Lidia lo
distrajera solo para poder utilizar el baño de mujeres en privado. Quizás
pensó que había encontrado una manera de salir por una ventana y escalar
por la pared del castillo. Pero, si me volvía lo suficientemente desesperada,
podría encontrar una manera de hacer eso.
—¿Cuántas veces crees que madre le dirá a la cocinera que el rey de
Tara no puede comer papas, porque no le sientan bien?
—Al menos otra docena. —Se rio Lizzy—. La mejor pregunta es
¿cuántas veces más escuchará la cocinera antes de hacer un menú completo a
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base de papas solo para irritar a mamá?
Silvia, o Cook, como la llamaban, no era conocida por su paciencia,
pero era la mejor cocinera en el reino y, por lo tanto, podía salirse con la
suya. Padre y madre, y todos los demás, sabían que no debían molestarla o
acabarían comiendo guiso de col hervida durante un mes.
—Me pregunto qué sucede cuando el rey Cathal come papas —inquirí.
—Tal vez se le hincha el rostro como una enorme calabaza y no puede
respirar —dijo Lizzy, que tendía a ser la más sanguinaria del grupo.
—¿Todo tiene que terminar en muerte contigo? —le preguntó Dayna.
Lizzy se encogió de hombros.
—Como si alguno de nosotras estaría triste si el viejo rey estirara la
pata. Sería un atardecer entretenido, y recuperaríamos a nuestra hermana.
Ahogué mi risa. Puede que hayamos sido damas de la corte y del
reino, pero no éramos refinadas.
—No quiero que el pobre hombre muera a causa de algún accidente
con las papas —dije rápidamente, sabiendo que me sentiría terriblemente mal
si las palabras de Lizzy se cumplieran—. No quiero casarme con él, pero
tampoco lo quiero muerto. Solo desearía que él y padre pudieran encontrar
otra manera de hacer una alianza.
—No contengas la respiración, querida hermana —dijo Lizzy con un
suspiro—. Los reyes no son conocidos por sus ideas creativas.
Por insistencia de nuestra madre, cada una de mis hermanas y yo
estábamos trabajando en varios proyectos que aparentemente eran
importantes que una mujer joven y equilibrada supiera. Yo estaba haciendo
un trabajo de aguja, Lizzy estaba leyendo, y Dayna estaba escribiendo una
carta a una tía que no habíamos visto en mucho tiempo, pero a quien madre
consideraba importante mantenerse en contacto. Estábamos sentadas en el
salón principal donde normalmente recibimos a los invitados. Tenía el mejor
punto de observación para ver el caos general en el que se había convertido
nuestro hogar.
Cada vez más aburrida con la costura que había estado haciendo
meticulosamente durante el último mes, lo dejé caer y me puse de pie para
estirarme. El capitán, que había estado de pie en el extremo derecho de la
habitación, se apartó de la pared, siempre alerta. Apreté mis dientes mientras
intentaba mantener el agudo comentario creciendo en mi mente para mí. No
sería bueno tener a la princesa mayor diciéndole al capitán de la guardia que
24
tomara su nariz y la pusiera en un lugar que nunca vio la luz del día.
—Necesito aire fresco —les dije a mis hermanas—. Con todo el
personal molestando, está empezando a sentirse congestionado aquí.
Dayna dejó su pluma, empujó la carta hacia un lado y puso el
pisapapeles en la parte superior, sin duda para evitar que se volaran por todas
partes. Se puso de pie con entusiasmo, sus ojos bailaban con malicia.
Se parecía mucho a mí, siempre lista para una aventura. Lizzy negó
con la cabeza. Siempre había preferido estar en el interior, alegando que ella
y la suciedad no coexistían bien y que no sería prudente probar forzar la
relación. Sí, en serio dijo eso.
—No quiero tener que volver a lavarme después de oler a tierra —
gruñó Lizzy—. Y estoy cansada. No he estado durmiendo bien. —Me miró y
pude ver la compasión en sus ojos.
—No pierdas el sueño por mí, cariño —le dije mientras colocaba una
mano sobre su hombro—. Estaré bien. Todo saldrá bien.
—¿Cómo puedes ser tan jodidamente positiva? —gritó Lizzy. No
corregí su grosero lenguaje. No habría ayudado, de todos modos.
Normalmente uno reacciona primero y piensa más tarde, yo me había
puesto nerviosa cuando mi padre me había dado las noticias. Pero una vez
que tuve tiempo para reflexionar sobre el tema, llegué a un acuerdo, aunque
era una paz muy tenue.
—Créanme, ayer no estaba tan segura —respondí—. Pero, un buen
baño caliente, dormir, y darme cuenta que no hay nada que pueda hacer para
cambiar mis circunstancias, ha puesto las cosas en perspectiva. Puedo hacer
lo mejor posible, o puedo refunfuñar y ser miserable, y no quiero vivir una
vida de quejas.
Dejando a Lizzy atrás, Dayna me siguió por los corredores del castillo,
mi sombra omnipresente, Clay, estaba cerca de ella. Los altos muros de
piedra se alzaban sobre nosotras como si estuvieran juzgando todo lo que
estaba ocurriendo. El castillo siempre me había parecido frío. Había pasado
allí toda mi vida, pero se había sentido menos como un hogar y más como
una celda temporal: simplemente estaba de paso hasta que encontrara mi
verdadero lugar en la vida.
Evitamos a las bulliciosas doncellas y esquivábamos a madre, que no
parecía darse cuenta de nosotras, a medida que nos dirigíamos a la salida
trasera de la cocina. Cook estaba murmurando sobre una olla grande cuando
pasamos y, a juzgar por el rubor rojo en su rostro y la manera antinatural en
que estaba batiendo su cuchara, era evidente que no estaba de humor para
25
hablar. Mantuvimos la cabeza baja, contuvimos la respiración y nos
deslizamos por la cocina lo más rápido que pudimos. Una vez fuera, me
detuve y cerré los ojos, inclinando el rostro hacia el sol y dejando que su
calor se filtrara en mi piel. El otoño se acercaba rápidamente, alejando el
calor del verano. Amaba el otoño: las temperaturas más frías, los colores
cambiantes del follaje y las cálidas chimeneas que se encendían en el castillo.
Era un tiempo de preparación para el invierno, y siempre me sentí como si la
tierra estuviera conteniendo el aliento, esperando ver qué tan duro seria el
invierno.
—¿Quieres ir al establo? —preguntó Dayna, saltando sobre las puntas
de sus pies. Madre dijo que ella estaba de la misma forma en el útero,
pateando y moviéndose constantemente, lo que la volvía loca. No pensé que
había cambiado mucho.
—El aire fresco se siente delicioso. Recuerdo que el mozo del establo
dijo que un potro nacería pronto. Podemos ver si ya ha nacido.
Seguimos caminando en silencio, ambas perdidas en nuestros propios
pensamientos, aunque traté de dejar mis pensamientos atrás y vivir el
momento. El patio del castillo, aunque estaba ocupado, no hacía eco del
ajetreo y el bullicio que se producía dentro de las murallas del castillo.
Banderas fueron colgadas de las murallas. Madre se había asegurado de tener
algunas especialmente hechas en honor al rey de Tara para mezclarse con
nuestros adornos típicos, pero los colores chocaban horriblemente. Los
nuestros eran de un profundo verde oscuro y negro, mientras que los de Tara
eran de color amarillo canario y blanco. Nuestro escudo tenía un león en el
centro a medida que Tara exhibía un pájaro. Me preguntaba si los matices
inarmónicos eran un símbolo de la unión que estaba por venir. ¿Nuestro
matrimonio chocaría como los escudos de nuestros reinos? ¿El león
devoraría al pájaro o el pájaro le sacaría los ojos al león?
El pensamiento ridículo me hizo reír.
—¿Qué? —preguntó Dayna.
Negué con la cabeza.
—Mi extraño sentido del humor se está volviendo loco con mi
imaginación.
—Es bueno que tengas sentido del humor; puede ser tu única
salvación.
—Capitán —llamé por encima de mi hombro—. ¿Cree que es un
terrible presagio que nuestros escudos sean tan diferentes y los colores tan
mal combinados?
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—Mi señora —retumbó la voz del capitán—, no creo en las
supersticiones. Somos representados por un león y Tara un pájaro. Nada
más.
—Esa es una perspectiva bastante aburrida. Pero no haré que le azoten
por ello —bromeé, sabiendo que él lo odiaba.
—Eres una mocosa. —Dayna se rio.
Me encogí de hombros. Cuando se trataba de Clay, que a menudo
cortaba mi diversión, entonces sí, era una mocosa. ¿Era demasiado pedirle a
mi guardia, que era casi mi compañía constante, ser un poco más creativo?
Después de todo, el mundo era un lugar bastante monótono sin su actitud
taciturna.
Caminamos tranquilamente, como si no tuviéramos ninguna
preocupación en el mundo, hasta el establo en el extremo este de los terrenos
del castillo. La grande y considerable estructura albergaba más de setenta y
cinco caballos. Sobre el establo había viviendas para el personal del establo,
que estaba compuesto por veinte personas que entrenaban y cuidaban de la
manada. Cuando entramos por las grandes puertas corredizas, me sorprendió
encontrarlo vacío de empleados. Los caballos estaban en su lugar, pero sus
cuidadores no estaban en ninguna parte, ni siquiera Geoffrey, el jefe del
establo.
—¿Dónde están todos? —preguntó Dayna.
Antes de que pudiera encogerme de hombros, escuchamos voces
procedentes del otro lado del edificio y de las puertas correderas opuestas.
Eché un vistazo a Dayna, quien asintió mientras ambas subíamos la falda y
salíamos para no caernos de bruces. A medida que nos acercábamos de
donde venían las voces, podíamos ver a una multitud de personas
aglomeradas alrededor de una figura en el suelo. Mi primer pensamiento fue
que alguien se había lastimado mientras trabajaba o montaba uno de los
caballos, pero eso no fue lo que descubrimos.
No era un trabajador quien requería atención. En cambio, uno de los
animales grandes yacía de lado. Me congelé a medio paso, porque no era
solo una bestia extendida en el suelo. Era el caballo favorito de mi padre.
Su respiración era dificultosa, el abdomen del caballo subía y bajaba
en rápida sucesión. Varios de los entrenadores estaban arrodillados sobre él y
cuando uno se movió pude ver a la sanadora de animales del reino, Tessa
Benson. Aunque ella no era una sanadora en el sentido tradicional, se
preocupaba por nuestros enfermos o heridos. Como si sintiera mi presencia,
levantó la vista, su mirada se encontró con la mía. La tensión en el rostro de
Tessa y sus labios apretados me dijeron que las cosas no se veían bien.
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Fue entonces cuando lo sentí, la sutil conmoción que surgía en mi
interior cuando estaba en presencia de un enfermo. Como un sexto sentido,
podía sentir la enfermedad. Entonces, como siempre, me sentí atraída,
irresistiblemente, como por una cuerda invisible, hacia la forma de vida
herida.
Era mi don, y por lo poco que sabía al respecto, la capacidad de sanar
era poco común y rara vez se hablaba de ella. La gente les temía a cosas que
no podían explicar o controlar. Mi madre me había dicho que ocultara mi
don, porque, como ella dijo, cuando las personas tienen miedo, hacen cosas
aterradoras. Solo mi madre, mi padre, mis hermanas y algunas personas
selectas en los terrenos del castillo sabían de mi habilidad. Afortunadamente,
Tessa era una de ellos.
Se puso de pie enérgicamente y habló con la autoridad que venía de
muchos años en un puesto de responsabilidad.
—Necesito que todos vuelvan al trabajo. La princesa Allete y la
princesa Dayna están aquí, y pueden ayudarme ahora así los otros caballos
pueden ser atendidos. Capitán, si puede, por favor, asegúrese de que todos se
vayan de los establos. —Cuando terminó, le dio la espalda a la multitud y
volvió a centrar su atención en el animal herido.
El personal respondió de inmediato y se apresuraron a volver a sus
funciones. Cuando el camino estuvo despejado, Dayna y yo corrimos el resto
del camino hacia Tessa y caímos de rodillas junto al caballo herido.
—Se tropezó —comenzó Tessa—. Lo estaban montando en una parte
desconocida del bosque, y tropezó con un agujero. El jinete regresó con él a
pie, el caballo cojeando todo el camino de vuelta en lo que estoy segura que
es una pierna rota. Solo espero que el largo camino de regreso no haya
causado daños permanentes. Incluso si se cura correctamente, aún podría
quedar cojo, es poco probable que soporte un jinete o una silla de montar
debido al peso.
—Fuego del infierno —insulté bajo. Mi padre estaría devastado. Los
caballos eran animales únicos. Formaban un vínculo profundo con su dueño,
ambos satisfaciendo la necesidad del otro. En algún momento, mi padre y
Poke formaron una amistad. Mi padre estaría tan triste como si hubiera
perdido a un amigo humano si perdiera a Poke.
Tessa se movió un poco hacia un lado, pero se quedó junto a mí.
Ahora, hombro con hombro, colocó sus manos sobre el animal herido,
pareciendo ante cualquiera que pudiera pasar que ella estaba atendiendo al
caballo.
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—Dayna, agarra ese rollo de gasa para que podamos envolver su
pierna —le ordené a mi hermana. Cuando lo hizo, la acerqué para que se
cerniera sobre Poke, oscureciendo aún más la vista del caballo a cualquiera
que estuviera en el área. Una vez que todos estuvieron en posición, coloqué
mis manos sobre la pierna lesionada, incliné la cabeza y cerré los ojos
cuando comencé a cantar.
Hablé tan suavemente como pude, pero aun así dije las palabras en
voz alta.
“Vengo a ayudar, no a entrometerme.
Deja que mi espíritu cure, déjalo calmar.
Relaja sus defensas, no tomo su voluntad.
Solo quiero repararlo.
Ahora, tranquilo, quédate quieto”.
No sabía de dónde venían las palabras o si eran necesarias, pero
cuando intentaba sanar, era como si tuviera que convencer a su espíritu, a su
alma, para que me dejara entrar. Por lo general, al principio, el espíritu me
percibía como una amenaza y rechazaría mi poder de curación hasta que le
daba a conocer que solo estaba intentando ayudar. Lo más curioso para mí,
sin embargo, era que las palabras nunca eran las mismas. Con cada curación,
siempre decía algo diferente, y tenía que decirlo de forma audible. Aprendí
esto cuando un día intenté sanar a un pájaro fuera de mi ventana. No quería
hablar por miedo a que alguien en el patio del castillo me oyera. Pensé las
palabras, pero no pasó nada. Lo hice varias veces antes de que finalmente,
frustrada, dijera las palabras en un susurro. De repente, sané al pájaro.
Luego de ese incidente, comencé a investigar mis habilidades,
intentando determinar por qué era necesario decir las palabras. Me sorprendí
al encontrar varios libros que sugerían que había un poder innato en la
palabra hablada, mostrando muchos ejemplos de grandes líderes que daban
forma a los destinos de su gente a través del habla. Leí que Moisés habló con
autoridad para liberar a su pueblo y causó plagas increíbles.
También se observaba que los decretos de los grandes reyes y faraones
siempre se leían en voz alta porque la palabra hablada penetraba más
profundamente en las mentes de las personas. Era como si las palabras
estaban flotando en el aire y la multitud las alcanzaban y las arrancaban del
aire, guardándolas. Sin embargo, incluso después de reunir toda esta
información, no sabía nada de mi don. Solo hacía lo que era algo natural
para mí.
29
Una vez que sentí que mi poder fluyó hacia el caballo herido, abrí los
ojos y levanté las manos de su pata. Poke inmediatamente trató de
levantarse, como señal de que ya no sentía ningún dolor, pero rápidamente
lo calmamos para que Tessa pudiera envolver la pierna como si todavía
estuviera herida.
—Le quitaré esto en un par de días. En lo que respecta a todos los
demás, Poke tiene un esguince leve —dijo Tessa mientras todas nos
poníamos de pie, persuadiendo al caballo para que se levantara lentamente
con nosotras.
—Gracias —le dije.
Ella sacudió su cabeza.
—Tú eres la que tiene el don, princesa. Deberíamos agradecerte, pero
en su lugar debemos ocultar tu increíble habilidad porque ellos tienen tanto
miedo —sonaba disgustada.
Sabía que estaba hablando de mis padres. Me amaban, de eso no tenía
dudas, pero no podían aceptar lo que podía hacer. Les asustaba, así que lo
mantenía para mí. Mi padre me había ordenado que usara mi don solo en la
más adversa de las situaciones, pero no podía dejar a alguien, humano o
animal, necesitado si podía sanarlos.
Palmeé el hombro de Tessa.
—No pueden detenerme, y por ahora eso es suficiente.
Empezó a llevar a Poke de vuelta al establo, pero luego se volvió hacia
nosotras, con los ojos bajos y la frente arrugada por la preocupación.
—Lamento que nos vayas a dejar, especialmente bajo estas
circunstancias. No deberías ser forzada a esta posición.
No tenía una respuesta, así que incliné la cabeza para mostrarle que
apreciaba sus palabras. Después de que Tessa desapareció de la vista, me
volví para mirar a mi hermana.
—¿Estás bien?
Dayna asintió.
—Pero me da miedo decirle a padre sobre esto. —Señaló hacia el
castillo.
No sabía si era necesario que le contáramos lo que sucedió en realidad.
La noticia llegaría a él, por supuesto, el personal del castillo podía
chismorrear como el mejor de ellos, pero oiría que era un esguince. Él no
necesita saber que estuve involucrada. 30
—Dejemos que la jerarquía chismosa le entregue la información. Poke
está bien, así que no hay motivo para molestar a mi padre cuando ya están
sucediendo muchas otras cosas.
Ella asintió.
—Entonces, ¿a dónde ahora?
Miré hacia el bosque. Me llamaba, susurrando acerca de las aventuras
que alguna vez tuve en sus altos árboles y profundidades ocultas. Mi árbol
estaba justo al borde del bosque, y aunque pasé mucho tiempo allí, también
pasé días vagando por el bosque sombreado, disfrutando de todos los
misterios que la naturaleza poseía. Había pasado un tiempo desde que lo
había visitado, y ahora no quería nada más que correr por el bosque, solo yo,
mi hermana y los enormes árboles que nos rodeaban.
Miré a Dayna por el rabillo del ojo y le levanté una ceja. El capitán
Clay todavía estaba distraído asegurándose de que Poke fuera atendido, lo
que significaba que teníamos un poco de tiempo para tomar un descanso.
Ella dio un paso atrás.
—Esa mirada siempre significa problemas, Allete.
Me reí.
—¿Qué es la vida sin un pequeño problema? Carrera hacia el bosque.
—Salí disparada antes de que las palabras salieran por completo de mi boca.
Sonreí a medida que el viento azotaba mi cabello y el sonido del chillido de
Dayna me alcanzaba.
—¡Haces trampa! —gritó. Me estaba alcanzando.
—Encontrar una forma creativa de ganar no es hacer trampa —le
grité.
Finalmente alcanzamos la línea de árboles e irrumpimos en el bosque,
la sombra nos acogió inmediatamente en sus brazos. Era como si hubiéramos
entrado en otro reino.
Estaba respirando con dificultad, al igual que Dayna una vez que me
alcanzó. La miré y sonreí.
—Tú, mi querida hermana, eres cada vez más rápida.
Ella me empujó con su hombro.
—Tal vez tú te estás volviendo más lenta. Uno de estos días, te dejaré
en mi polvo.
—Bueno, hasta ese día, puedes continuar admirando mis habilidades. 31
Esto la hizo reír.
—Siempre debes tener la última palabra.
Empecé a caminar, sabiendo que ella me seguiría.
—Ojalá estuviéramos en otro mundo —le dije—. Ojalá pudiéramos
salir de nuestra dimensión y entrar en otra, un mundo lleno de seres
fantásticos y aventuras inimaginables.
—Lizzy diría que los libros tienen otros mundos —dijo Dayna de
manera significativa.
Me reí.
—Entonces quiero ser absorbida directamente en las páginas de esos
libros, con la tapa cerrada con tanta fuerza que no pueda escapar.
Traducido por Naomi Mora

Corregido por Bella’

“Despierta temprano si quieres la vida o la tierra de otro hombre. No hay cordero


para el lobo perezoso. Ninguna batalla se gana en la cama”.
~El Havamal. Libro de Sabiduría Vikinga

O
diaba el sonido de arcadas, pero era un sonido común en
cualquier barco, grande o pequeño, en el mar abierto. El largo
barco nos transportaba bien, pero el viaje era difícilmente uno
tranquilo. Caminé por el medio de la cubierta maciza, intentando ignorar a 32
cualquier hombre que hiciera una pausa para vaciar el contenido de su
estómago por la borda, lo cual no fue fácil. Hubo un tiempo en que el fui uno
de esos muchachos, pero ya no. Había estado en el barco tantas veces que mi
cuerpo se había aclimatado al constante balanceo y sacudidas rápidas. Ahora
parecía desplazarse instintivamente y balancearse al ritmo del barco mientras
se mecía.
—Torben, ¿sabes cuánto más nos queda en esta maldita bestia? —me
gritó Brant.
El enorme hombre tiraba de los remos, pero no tanto como los que lo
rodeaban. Brant era tan fuerte que tenía que moderar su vigor cuando se
trataba de remar, de lo contrario el barco giraría en un amplio círculo.
Últimamente, había empezado a poner dos hombres frente a él. Esto parecía
casi igualar el poder en ambos lados del barco.
Me habían hecho esa misma pregunta cada pocas horas por lo que
parecía ser cada guerrero en el barco. Cada vez mi respuesta era la misma.
—Ningún hombre puede predecir los cambios de humor del océano.
Llegaremos cuando quiera que lo hagamos.
—Bueno, espero llegar allí pronto. ¡Prefiero el mango de un martillo
en mis manos a estos remos!
—Te quejas como un niño, Brant —respondí—. ¿Debería haberte
dejado en casa y haber traído al bebé recién nacido de Eric?
El chapoteo de los remos de la nave ahogó su respuesta farfullada,
pero escuché claramente las palabras trasero de dragón cuando se volvió hacia
la parte delantera de la nave. Todos los hombres refunfuñaban, por supuesto,
pero rara vez lo suficientemente fuerte como para que los oyera. No me
importaba si menospreciaban mi respuesta, solo que obedecieran órdenes. Mi
trabajo era convertirlos en poderosos soldados, asegurarme de que eran los
guerreros más fuertes posibles, y luego llevarlos a la batalla. No trataba de
ganar su favor. Intentaba mantenerlos vivos.
Tres skeids2 se habían dispuesto hace apenas dos quincenas, cada uno
con sesenta hombres. Magnus comandaba al timón del barco con su proa
intrincadamente tallada en la forma de un monstruo marino gigante. Podía
oírlo gritar al otro lado del agua, implorando a sus hombres que remaran más
rápido. Tuve que persuadir a mis propios compañeros a que mantuvieran el
ritmo, aunque hubiera preferido dejar que la vela, con la imagen del
poderoso lobo gris del clan Hakon, hiciera la mayor parte del trabajo, pero
seguí el ejemplo de Magnus.
Nuestros barcos eran ligeros y fuertes, el músculo y el tendón de 33
nuestros guerreros y los vientos de los dioses conducían los cascos a través de
mar abierto. La cabeza de un terrible lobo gruñendo adornaba la proa de mi
skeid, y recé para que mis hombres lucharan como nuestro emblema, como
una manada, juntos feroces e implacables.
El tercer bote, cuya proa estaba adornada con la cabeza de un dragón,
era comandado por el teniente del jarl, Halvard. Era un hombre leal al clan y
había visto su parte de batallas. Sabía que también sería reacio a empujar a
sus hombres a su límite para seguir el paso implacable de Magnus.
En la noche de nuestro trigésimo día en el mar, nuestro rey finalmente
llamó a detenerse. Gruñendo mientras dejaban caer los remos, los guerreros
prácticamente colapsaron en el fondo del bote, cada uno masajeando sus
doloridos músculos a medida que la oscuridad del océano parecía tragarse
algo de luz. Le recé al gigante del mar, Aegir, que nuestro viaje pronto
estuviera completo y que desembarcáramos en las playas de Inglaterra antes
de que mis hombres perdieran su voluntad de luchar.
La mañana comenzó intensamente al día siguiente y me desperté con
el sonido de las velas cuando fuertes ráfagas de viento empujaron nuestra
nave hacia adelante, su proa rompiendo las olas como si estuviera luchando
su propia batalla interminable con el mar. Me levanté de un salto,

2
Skeids: tipo de barco de guerra vikingo.
sintiéndome más fresco de lo que había estado desde que comenzamos
nuestro viaje, y trepé hacia la parte posterior del barco y tomé el mango del
timón lateral. Eric, un soldado leal que había estado manejando el timón
durante toda la noche, gruñó en agradecimiento y se dejó caer sobre un
montón de pieles como un gato contento, feliz de disfrutar de un descanso
mientras el resto de los hombres comenzaban a encontrar su lugar entre los
remos. El sol de la mañana calentaba nuestras espaldas, todos los gruñidos
del día anterior perdidos en los fuertes vientos.
A pesar de que solo había navegado a Inglaterra una vez, sabía que
nos estábamos acercando a nuestro destino. Skeld, el cartógrafo del clan que
había viajado por el mundo más que cualquiera de nosotros, señaló que
debíamos llegar a nuestro destino en uno o dos días. Pronto, llamaría la
atención de los hombres y comenzaría nuestra preparación para la batalla.
Habíamos practicado nuestro desembarco y avance subsecuente varias veces,
pero quería que el plan estuviera fresco en sus mentes cuando nuestras botas
tocaran tierra seca. No había forma de saber qué nos estaría esperando, y
nuestro éxito dependía del elemento de sorpresa.
Mientras revisaba los planes otra vez, Brant se dirigió hacia la parte
trasera del barco, dejando caer su enorme figura sobre la plataforma a mi
lado. Esperé uno de sus comentarios típicos, pero ninguno llegó. Solamente 34
miró el horizonte pensativamente.
—¿Algo en tu mente, vinr? —pregunté después de unos minutos de
silencio.
—Me llamas amigo, ¿eh? ¿Te debo de llamar de igual manera, Torben?
¿Cuánto hace que nos conocemos?
—Todas nuestras vidas. Tú lo sabes. ¿Qué te preocupa? —Lo miré
fijamente, preguntándome qué había traído la melancolía que plagaba a mi
amigo normalmente bullicioso. Después de varios minutos en más silencio,
finalmente habló de nuevo.
—Mi sueño me molesta.
Me reí.
—¿Qué tanto esperabas dormir a medida que te sacudían de un lado a
otro en un barco largo?
—No eso —gruñó el enorme hombre—. No tengo problemas para
conciliar el sueño. Es lo que sucede después lo que me tiene preocupado.
Sueños… o un sueño, debería decir. El mismo me visita una y otra vez,
como un perro fiel que viene cuando se le llama. Excepto que, no estoy
convocando el sueño. Me ha perseguido cada noche de nuestro viaje. Me
derrumbo en mi cama y espero que no venga, pero siempre lo hace.
—¿Y de qué se trata este sueño? —gruñí.
—De ti.
—¿De mí? —pregunté, fingiendo nerviosismo—. Quizás no debería
haberte llamado amigo. Retiro eso. —Lo miré por el rabillo del ojo y
retrocedí un paso exageradamente.
—¡Por los dioses, hombre, sé serio! Tengo algo que decirte antes que
comience la pelea y quiero que lo escuches. ¿Ahora escucharás? —ladró.
Al notar que mi amigo estaba siendo realmente serio, asentí.
—Continua.
Brant respiró profundamente y continuó:
—En el sueño, estoy caminando por el bosque, rastreando un jabalí
después de haberlo herido con una flecha. Noto que un cuervo vuela sobre
mí, pero no le hago caso y continúo mi búsqueda. Los momentos pasan, y
luego noto dos cuervos volando sobre mí, luego un tercero. Se lanzan hacia
abajo, graznándome y picoteándome. Los maldigo y balanceo mi hacha, 35
alejándolos momentáneamente, aún con la intención de encontrar al jabalí.
Lo siguiente que sé es que la cantidad de aves se ha duplicado y luego
triplicado. Intento alejarlos, pero son demasiados. Comienzo a correr,
pensando que puedo superarlos, pero me persiguen, siguen picoteando y
arañando mi carne. Corro aún más rápido, un pánico ciego se adueña de mí.
No puedo ver hacia dónde voy a través de sus alas, ni puedo escuchar nada
sobre su incesante graznido.
»Tropezando, caigo hacia adelante sobre mi vientre. Entonces, como
si alguien hubiera apagado una vela, todo está en silencio. Los pájaros se han
ido. Miro hacia arriba y te veo de espaldas a mí en plena armadura de
batalla, llevando tu espada y escudo. Estás mirando a una gran silla de
piedra, como si estuvieras pensando si deberías sentarte en ella. Volteando
hacia mí, pareces confundido hasta que me reconoces. Das un paso hacia mí,
posiblemente para ayudarme, cuando un enorme oso pardo, el más grande
que jamás he visto, emerge de la espesa maleza y te ataca. Te vuelves justo a
tiempo para levantar tu escudo entre tu cuerpo y las garras del oso mientras
ambos caen al suelo. Antes que pueda moverme para ayudar, los cuervos
vuelven, pero esta vez, me ignoran y descienden sobre ti y el oso. Grito,
intentando moverme, pero estoy inmovilizado. Desde dentro de la maraña
de pájaros, escucho tus gritos, y luego… luego me despierto.
No sabía qué pensar de la historia de Brant. Inseguro de qué hacer,
simplemente lo miré a medida que intentaba encontrar palabras para
brindarle. Finalmente, aunque mi boca se sentía increíblemente seca, hablé.
—Y has tenido este mismo sueño todas las noches que hemos estado
en el mar.
—Todas las noches, hersir.
—¿Y sientes que este sueño tiene algún significado oculto?
—Los dioses a menudo hablan a los mortales a través de los sueños,
¿no es así? —me preguntó en cambio.
—No lo sé —respondí honestamente—. Nunca me han hablado.
—Nunca creas en nada que no puedas ver con tus propios ojos,
Torben. El hombre que fue criado por el Oráculo todavía se niega a creer en
las labores de los dioses.
—Oh, creo en los dioses, Brant, nunca dudes de eso. Simplemente
tengo problemas para creer que nos hablan. ¿Dejarían el paraíso para
entrometerse con mortales tontos?
—¿No has visto las profecías de tu madre hacerse realidad? — 36
respondió.
—Sí, lo he hecho, pero las he visto seguir siendo solo visiones. ¿Cómo
puedo saber qué es verdad a partir de las ilusiones de una anciana?
—No puedes, y ese es probablemente el punto de todo esto —
respondió Brant—, pero apostaría a un carro lleno de lanzas que este sueño
significa algo.
—De acuerdo, autoproclamado Oráculo —le dije
intencionadamente—. ¿Qué significa eso?
—Significa que tú, mi comandante, estás en peligro.
—¿Yo? Tú eras el perseguido por los cuervos.
—Pero me dejaron ir al final. Solo querían empujarme hacia ti para
poder ver qué pasaría. ¿No lo ves? Es el oso, tonto, el oso significa peligro,
no los cuervos.
Hice un sonido entre un gruñido y un suspiro. No es que no creyera en
signos y augurios. Viviendo con una verdadera profetisa, había visto
demasiados falsos profetas de los dioses a lo largo de los años.
Estos charlatanes parecían atraídos por ella, como si buscaran
validación. Pero había algo más que me preocupaba. Mientras Brant había
contado su sueño, las palabras de mi madre seguían volviendo a mí. Un joven
guerrero ocupará el lugar que le corresponde como líder de su pueblo. En algún lugar,
en el fondo, sabía que sus palabras y su visión estaban conectadas. Yo quería
ignorarlo, pero no podía. Brant y las advertencias de mi madre sonaban
ciertas. El solevantamiento estaba llegando al clan, y solo podía esperar que
yo no fuera la fuente de esa agitación.
—¿Y cuál es este peligro? —pregunté finalmente. Pero antes de que
Brant pudiera responder, un fuerte bramido resonó sobre el agua.
—¡Tierra a la vista! —gritó una profunda voz.
Ambos volteamos a ver a Magnus, asomándonos a la proa de su
propio barco y agarrándonos a la barandilla. Su larga y peluda barba y
cabello volaban salvajemente en todas direcciones. Vociferó otra vez:
—¡Tierra a la vista! —Fue solo entonces cuando noté la gran capa de
piel de oso que llevaba, aleteando detrás de él con la brisa del océano.

37
Traducido por Cat J. B

Corregido por Bella’

“Algo en mi interior me inquieta. La única forma en que puedo describir la


sensación es como si un tifón arrasara mi estómago, como una intensa tormenta
formándose en el horizonte, que traerá dramáticos cambios a mi vida. Puedo
sentirlo viniendo hacia mí junto al viento. Al principio, pensé que se relacionaba
con mis nupcias inminentes, pero ahora siento que es algo más grande, más
importante. Siento la necesidad de prepararme, pero no sé para qué”.
~Diario de la princesa Allete Auvray

38

S
olo faltaba un mes para que me arrancaran el alma del cuerpo,
dejando solo un cascarón vacío. Hoy era simplemente el
comienzo del final. El rey de Tara llegaría hoy.
Su llegada sería mi ruina. Dejando de lado el dramatismo, las
consecuencias del siguiente mes serían nefastas. En el fondo, sabía que no
era el mes de cortejo ni la ceremonia lo que más temía, sino lo que vendría
después. Soñaba con tener una experiencia extra corporal durante mi noche
de bodas así podría escapar de estar mentalmente presente en la
consumación de la unión. Solo imaginar al pomposo rey tocándome,
desvistiéndome, me hacía querer restregarme con jabón casero hasta que la
primera capa de mi piel se despegara por completo.
Se acercaba el amanecer mientras yo seguía sentada junto a mi
ventana, ahogándome en autocompasión. Sentía como si hubiera tragado un
galón de leche cuajada que amenazaba con subir por mi garganta y salir de
mi boca en cualquier comento. Me había mantenido fuerte los últimos tres
días, con la cabeza en alto, los hombros firmes, y una sonrisa falsa cubriendo
mi rostro, pero debajo de esa fachada, era un completo desastre.
El sol estaba empezando a asomarse por el horizonte, los rayos
alzándose y expandiéndose como si fueran largos brazos estirándose luego de
una buena noche de descanso. Deseaba poder unirme al entusiasmo de la
naturaleza a medida que la luz cubría las colinas, el bosque, y las calles del
reino. Era como si la tierra nos estuviera llamando. Buen día, despiértense y
levántense conmigo. Es un nuevo amanecer. Sí, un nuevo día había llegado…
pero no un buen día, al menos no para mí.
Escuché el revuelo de la gente detrás de mi puerta mientras el castillo
comenzaba a cobrar vida, los sirvientes se movían afanosamente mientras la
hora de la llegada del rey de Tara se acercaba con rapidez. Un suave golpe
sonó en mi puerta, alejando mi atención del sol matutino. Suspiré,
resignándome al hecho de que sin importar cuánto deseara poder congelar el
tiempo para prevenir lo inevitable, no podía hacerlo. Mi destino estaba
sellado.
—Señorita —dijo una suave voz a medida que la puerta se abría
ligeramente. Lidia se asomó—. ¿Está lista para vestirse?
Le hice un gesto para que entrara y me puse de pie.
—Supongo que no puedo decir que no, ¿verdad?
Sonrió.
—Podría decirlo, pero tengo la sensación de que su majestad no
apreciaría tener que presentarle su hija mayor al rey de Tara en ropa interior. 39
—Eres sabia más allá de tus años, querida Lidia —dije
melancólicamente. Soltó una risita mientras se dirigía a mi armario para
elegir el vestido de hoy.
Me salpiqué el rostro con agua cálida del lavabo y me miré en el
espejo. Mientras secaba mi piel, noté un vacío en mis ojos y me odié por
dejar que me robaran la alegría.
Dejé que Lidia me ayudara a vestirme y arreglara mi cabello. Las
cosas que ella podía hacer eran increíbles, verdaderas obras de arte, pero hoy,
optó por una trenza simple que se deslizaba por mi espalda, con un lazo
tejido que combinaba con mi vestido.
Cuando terminó, Lidia se puso a ordenar la habitación: tendió la
cama, recogió la ropa sucia, y tiró el agua del lavabo. Sabía que cuando
volviera esta tarde, habría agua limpia y una toalla seca. Lidia era una
doncella maravillosa. No estaba segura de pedirle que viniera a Tara
conmigo; no sabía si podía pedirle algo tan grande. Sería una gran ayuda
tenerla conmigo, pero que ella dejara el único hogar que conocía, que dejara
a su familia y sus amigos, sería un gran sacrificio. Por supuesto, podía
obligarla a venir, pero yo nunca haría eso. Sabía lo que significaba ser
obligada a vivir una vida que no querías. De todos modos, si iba a pedírselo,
necesitaba hacerlo pronto.
Salí de mi habitación para encontrarme con Clay esperando para
acompañarme, como siempre. No tenía energías para burlarme de él. Y
estaba bastante segura que estaba molesto conmigo por haberlo dejado en el
establo cuando había sanado a Poke.
Mientras caminaba por los pasillos del castillo, me sorprendí ante la
transformación que había atravesado la sombría estructura de piedra. Mi
madre se había superado. Colgando de los pasillos, los estandartes mostraban
orgullosamente el escudo de armas de nuestra familia. Cuatro largas tiras de
tela estaban entrelazadas, dos eran de nuestros colores y dos de los colores de
Tara. Colgaban de las paredes a lo largo del pasillo, alzándose y cayendo
como colinas distantes. En cada curva que formaban, había un gran ramo de
flores atado a la tela, también de los colores de los dos reinos. Esto
continuaba por todos los pasillos y todas las paredes del castillo. También
cada lámpara de aceite estaba adornada con flores y un lazo. La
armonización de los colores aún dejaba algo que desear, pero en contraste
con las paredes de piedra gris, había algo impresionante en el verde, el negro,
el amarillo y el blanco unidos en un calidoscopio de ornamentación
inconexa.
Una vez se me pasó la sorpresa ante tanto esplendor, continué mi
travesía para comer un poco del tocino de Sylvia. 40
Aunque podría haber hecho que me llevaran el desayuno a mi
habitación, prefería ir a buscarlo yo misma, principalmente así tenía una
excusa para ver a Sylvia, necesitaba su aire objetivo y su forma de decir las
cosas como eran.
Ella no intentaría hacerme sentir mejor con palabras vacías ni me diría
lo que yo quería escuchar. Sylvia me diría lo que pensaba, sin importar cómo
podría hacerme sentir.
Crucé el comedor principal por una puerta giratoria que llevaba a un
pequeño pasillo. Este desembocaba en una gran cocina donde más de diez
cocineros se movían con comodidad. Parecía un baile sincronizado. El
rechinar de las ollas, el rumor de las cucharas, y el crepitar de la comida eran
su música y Sylvia era su coreógrafa. La jefa de cocina gritaba órdenes, daba
indicaciones, y trabajaba tanto como el equipo al que presionaba.
—¿Tocino, huevos, y tostadas, Allie? —preguntó Sylvia sin ni siquiera
darse vuelta para ver que yo estaba allí. Era la única persona que acortaba mi
nombre a Allie, pero me gustaba la expresión de cariño.
—Sabes cómo ganarte mi corazón, Sylvia. —Sonreí y tomé mi lugar
en el taburete vacío fuera del paso.
Solo esperé unos minutos antes que ella dejara un plato en mi regazo
con una toalla debajo para evitar me quemara o me manchara el vestido.
Casi se me caía la baba ante la deliciosa comida; su aroma tentador llenando
mi nariz.
—Oye, hola —le dije a la comida—. Qué lindo encontrarnos aquí.
—Estás hablándole a tu comida, Allete —dijo Dayna detrás de mí—.
Creo que oficialmente te has vuelto loca.
—¿Por qué, querida hermana, a qué te refieres? —dije con voz altanera
y burlona—. ¿Qué tipo de presión podría volver loca a alguien como yo?
—No sé, pero esa voz insufrible solo prueba mi punto. —Dayna miró
mi plato—. ¿Vas a compartir?
—¿Te encontraste con un oso pardo vestido para la corte esta mañana
listo para asistir a mi boda? —pregunté antes de comer un bocado de tocino.
Gemí cuando el rico sabor llenó mi boca, y consideré la idea de que Sylvia se
fuera conmigo a Tara, aunque mi padre nunca la dejaría irse.
—Parece que estuvieras practicando los sonidos que harás en tu noche
de bodas —dijo Thomas a medida que cruzaba la puerta del costado que
llevaba a los gallineros. 41
Dayna resopló mientras intentaba cubrir su risa. Yo no lo encontré tan
divertido.
—¿Y cómo, exactamente, sabes qué sonidos se hacen en una noche de
bodas, Thomas? ¿Has sido un canalla y has tomado la virtud de sirvientas
que se enamoraron de tu cara bonita? —le pregunté y luego seguí con un
bocado de huevos. Me fue fácil ignorar cualquier otro comentario de mi
primo o de mi hermana, concentrándome en mi comida, que había
empezado a sentirse casi como una última comida.
—¿Planeas comer así enfrente de tu futuro marido esta tarde en el
banquete de recepción? —Thomas se rio a medida que inclinaba la cabeza
hacia mi plato vacío. Quizás sí que había comido un poco como un cerdo en
un comedero, pero la comida de Sylvia podía hacer eso a cualquier persona.
—Thomas, ¿hay algún motivo por el que estés interrumpiendo mi
mañana con tus ridículos comentarios y tus preguntas cansadoras? —
pregunté mientras alzaba la mirada hacia él.
Caminó hacia mí y me dio una palmadita en la cabeza de esa forma
condescendiente que él sabía yo odiaba.
—Solo quiero pasar algo de tiempo con mi querida prima mientras ella
todavía es inocente y no está saturada por las presiones y responsabilidades
de una reina.
Aunque su afirmación estaba destinada a molestarme, pude oír la
sinceridad en sus palabras. Iba a extrañarme, y yo iba a extrañarlo con la
misma intensidad.
Me puse de pie y llevé mi plato al fregadero, pero una de las cocineras
lo sacó de mis manos antes que pudiera empezar a lavarlo. Girándome hacia
Thomas y Dayna, puse mi mejor sonrisa de “yo puedo hacerlo”.
—¿Qué les parece si el trío temible hace una última cabalgata juntos?
Thomas miró al capitán Clay.
—Yo me hago cargo. Cuando volvamos, usted puede retomar la
guardia.
Clay le contestó con una ligera reverencia, pero me lanzó una mirada
que decía que mejor que me comportara.
Habíamos estado cabalgando por un poco más de dos horas cuando
escuchamos las trompetas anunciando la llegada del rey de Tara y su séquito.
42
Hice que mi caballo se detuviera, mirando hacia atrás al palacio que había
sido mi hogar durante dieciocho años. Sentí una presión en mi pecho cuando
empecé a interiorizar la realidad de mi situación. En un mes, me estaría
yendo para siempre. Aunque siempre había esperado irme, eso no estaba en
discusión, esta no era la forma en que lo imaginé. Quería irme sin ser
escoltada por un rey como marido.
—¿Deberíamos volver? —preguntó Dayna, sonando como si fuese la
peor idea del mundo.
—¿Por qué? —dijo Thomas—. Él no va a irse pronto. Tienes un mes
para padecer su cortejo. Seguirá aquí cuando nosotros terminemos nuestra
cabalgata.
—Nuestro padre va a ser un jabalí muy enojado—dijo Dayna sin
mucha emoción.
—Lenguaje —le dije—. Si no te limpias la boca, ¿cómo un joven va a
querer besarla?
—No voy a cambiar mi forma de ser por un hombre. Él puede
tomarme como soy, boca sucia y todo, o puede encontrar una moza en una
taberna dispuesta a cumplir sus órdenes.
Sacudí la cabeza a medida que me apretaba el puente de la nariz.
—¿Y padre piensa que yo soy la rebelde? No hables de esas mujeres.
No tienes idea de las dificultades que atraviesan ni qué las ha llevado a esa
vida.
Dayna se encogió ante mi reprimenda. No era mi intención hacerla
sentir mal, pero necesitaba aprender a ser considerada hacia los demás antes
de desatar esa legua suya.
—Tienes razón. Yo no sé esas cosas —dijo y luego se enderezó—. Vas
a ser una reina sabia y misericordiosa, hermana mía. Solo desearía que fuera
de nuestro reino y no del reino de ese cerdo.
Thomas se rio entre dientes.
—Sigo sin entender por qué ambas asumen que es una bestia fea. Solo
porque es mayor no significa que no es un hombre digno, encantador y
guapo.
—¿Estás diciendo eso solo para darme ánimos? —le pregunté, alzando
una ceja, como si esa pequeña acción fuera a hacer que la verdad brotara de
sus labios.
Me miró por varios segundos y, por un momento, una expresión
pensativa cruzó su rostro, pero se fue igual de rápido. Asintió. 43
—Tienes razón. Lo más probable es que sea una criatura asquerosa
con una personalidad a juego.
—Olvídalo. Me gustaba más cuando me mentías —bromeé.
—No, no es cierto —dijo Thomas, de repente serio—. Te gusta que las
personas sean directas y no traten de calmarte. Es una de las muchas cosas
que voy a extrañar de ti.
Alejé la mirada de él, fingiendo que algo en los árboles me había
llamado la atención mientras luchaba contra las lágrimas. ¿Por qué hacer lo
correcto tenía que doler tanto? Solo asegúrate las enaguas y haz lo que tienes que
hacer.
—¿Vamos a terminar esta cabalgata? —preguntó Dayna, con un reto
latente en sus palabras.
Me giré hacia mi hermana menor y entrecerré los ojos.
—¡Al demonio con el rey! Ni siquiera los dioses podrían detenernos.
Dayna inhaló profundo con una gran sonrisa en su rostro.
—Qué lenguaje, Allete.
Después de darle a mi caballo un apretón y una palmada en el flanco,
la bestia salió disparada, pasando a toda velocidad a mi sorprendida hermana
y mi atónito primo. Me abstuve de mirar hacia atrás para ver si se habían
recuperado, estaba demasiado ocupada absorbiendo la poca libertad que me
quedaba. El viento hacía revolotear el cabello que se había escapado de mi
trenza y mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas mientras empujaba a mi
caballo para ir más rápido. Quizás con cada paso lejos del castillo que daba,
sentía que mis posibilidades de huir de mi destino crecían. De alguna
manera, pensé que cada kilómetro galopado me llevaba más y más cerca de
la libertad.
Solo después me daría cuenta de qué pensamiento tan tonto era ese.
Sin importar lo rápido que corriera, no podría escapar mi destino.

44
Traducido por Clau-Clau

Corregido por Vickyra

“No sé qué me aguarda por delante. No sé cuál será el resultado de esta batalla.
Todo lo que puedo hacer es esperar que terminemos en el lado bueno”.
~Torben

M
e paré, observando mientras cada una de las grandes
embarcaciones llegaba a la costa y los guerreros se escurrían
como hormigas a tierra. El alivio en sus caras reflejaba el
mío, pero duraría poco tiempo. Magnus ya estaba disponiendo una tienda 45
para su morada temporal, lo que significaba que tenía la intención de hacer
justo lo que había dicho. Nos quedaríamos en Inglaterra un mes entero para
espiar al rey, buscando debilidades en su corte y colocando a nuestros
propios hombres en el interior del castillo relevando a los guardias del rey de
sus deberes, o más precisamente, matando a los hombres del rey para tomar
sus uniformes.
Me preguntaba cuánto tiempo podríamos seguir la charada antes que
alguien lo descubriera y la marea cambiara. Magnus tenía muchas fallas,
pero una sería su perdición: Magnus creía que su inteligencia era superior a
la de todos los demás. No podía imaginar que su enemigo lo superara
estratégicamente. Yo, sin embargo, no estaba bajo semejante ilusión. Habría
pérdidas en ambos lados, y aún estaba por ver si tendríamos éxito.
Brant se acercó y se detuvo junto a mí, sus grandes brazos doblados
sobre su pecho. Sus ojos estaban llenos con intensidad alerta.
—¿Este es un error, Torben?
Apreté los puños a los costados y sentí como si el peso del mundo
hubiera sido puesto sobre mis hombros.
—No —empecé—. Este no es solo un error. Este es el primero de
muchos.
Repentinamente, soplaron un cuerno muy ruidoso y todos los ojos
estuvieron sobre nuestro líder. Dos notas más y todos los guerreros se
dirigieron al punto donde estaba parado Magnus.
—¿Por qué está soplando ese maldito cuerno? —murmuró Brant entre
dientes, mientras empezaba a caminar hacia los hombres reunidos—. Va a
atraer a toda Inglaterra sobre nosotros.
—No le importa si saben que estamos aquí —expliqué—. Los está
retando a hacer un movimiento.
Brant empezó a decir algo, pero levanté la mano para detenerlo.
—Algunos de sus simpatizantes están cerca —dije a medida que un
par de guerreros se posicionaban cerca de nosotros. Brant asintió y apretó los
labios.
—¡Torben! —rugió Magnus.
Pasé a empujones entre la multitud hasta que estuve parado junto a mi
jarl.
Magnus levantó la mano para silenciar a su ejército.
—Pasaremos la mayor parte de un mes aquí. —Proyectó su voz para 46
que se distribuyera sobre las tropas—. Torben elegirá pequeños contingentes
de hombres para que entren y ganen acceso al palacio igual que información.
—¿Cuál es la meta? —preguntó Halvard.
Jarl Magnus entrecerró los ojos.
—La meta es mostrarles lo débiles que son y que su debilidad los hace
incapaces de vivir, pero antes de que hagamos algún movimiento, voy a
enviar un espía a que evalúe la situación, y luego proseguiremos desde allí.
Todos empiecen a establecer el campamento. Manténganse alerta… tal vez
tengamos que defender la playa, y no perderé antes que esto haya empezado
siquiera.
Mis hombres y yo no nos molestamos en establecer nuestro propio
campamento, considerando que nos quedaríamos en el palacio si las cosas
iban como planeado. En su lugar, ayudaron a los otros a descargar los barcos
y establecer estaciones defensivas con bloqueos de lanzas en caso de que los
ingleses vinieran en caballos. Nos reportamos con los arqueros y nos
aseguramos de que los arcos estuvieran en buen funcionamiento y hubiera
montones de flechas. Varias horas después, escuchamos un grito cuando el
espía de Magnus vino corriendo por la colina y bajó a la playa. Sostenía algo
en su mano, pero estaba demasiado lejos para determinar qué era.
Hice gestos para que mis hombres me siguieran y nos dirigimos a la
tienda del jarl. Cuando llegamos, ya estaba rodeada por la mayoría de los
hombres.
—¿Qué has descubierto? —preguntó Magnus al espía.
—El otro rey ha llegado, de hecho, y solo trajo una pequeña
contingencia de guardias, no un ejército entero. Sin embargo, me pregunto,
mi señor, si tal vez necesitemos elegir otro reino que saquear.
—¿De qué estás hablando? —espetó Magnus.
—La gente es pobre. Escuché a algunos pobladores hablando y han
sido saqueados incesantemente por otro clan vikingo durante meses.
Prácticamente han limpiado al rey Albric, y por eso Albric ha accedido al
matrimonio de su hija con el rey de Tara.
—Si no tienen fondos, son débiles, lo que los hace fáciles de derrotar
—dijo Magnus.
Fruncí el ceño. ¿No escuchó lo que dijo el espía? No había riquezas
que obtener aquí. ¿Por qué diantres aún querría saquear a los ingleses? Su
locura se estaba volviendo cada vez más aparente, e iba a conseguir que nos
mataran a todos. El espía continuó contándole a Magnus lo que había 47
descubierto, pero yo había escuchado suficiente. Me aparté tranquilamente
del grupo y me dirigí de vuelta a donde habíamos dejado nuestras cosas.
—Parece que no tenemos razones para estar aquí —habló Rush
cuando mis seis hombres se me unieron junto a nuestros macutos y armas.
Empecé a reunir mis armas y rebusqué entre mi macuto, tirando cualquier
cosa que sintiera innecesaria. Los otros me imitaron.
—Estamos aquí por una razón —dije—. Sin importar los planes del
jarl, tenemos los propios. El Oráculo ha hablado, y estoy aquí para cumplir
su profecía. Pero nadie. —Me detuve, mirando a cada uno de ellos a los
ojos—. Nadie sabrá sobre esto. Esta es una misión privada. ¿Entendido?
Cada uno de ellos asintió y dieron su palabra de llevarse el secreto a
sus tumbas. No sentí la necesidad de dar detalles sobre lo que el Oráculo me
dijo, y nadie preguntó. Eché un vistazo hacia la tienda de Magnus y vi que
aún estaba ocupado.
—Espérame aquí —le dije a Brant—. Necesito hablar con mi madre
antes de que nos marchemos.
No tuve que buscar mucho para encontrar a Hilda. Estaba
mangoneando a algunos guerreros que estaban disponiendo su tienda. Lucía
en buena salud para haber estado en un barco durante tanto tiempo. Era
fuerte, mi madre, y eso también era algo bueno.
—¿Sencillamente vas a quedarte allí parado observándome o vas a
ayudar? —me preguntó si molestarse en mirarme.
Reí entre dientes mientras levantaba un gran baúl que probablemente
contenía su ropa y posiblemente unas pocas armas ocultas.
—No parece que necesites mi ayuda.
—Te crie mejor que quedarte parado y observar trabajar a otros —me
dijo.
—Sí, madre, lo hiciste. Y mira. —Hice gestos al baúl en mis brazos—.
Te estoy dando la razón.
Señaló, diciéndome dónde colocar el baúl, y una vez que estuvo en su
hogar temporal, se giró hacia los otros.
—Gracias por su asistencia; puedo encargarme desde aquí. —Esperó
hasta que los hombres se hubieran marchado antes de hablar de nuevo—.
¿Por qué sigues aquí? Necesitas estar en el castillo.
—Mis hombres más cercanos y yo estábamos a punto de empezar 48
nuestra expedición, pero quería visitarte antes de que nos marcháramos.
¿Estás bien? —pregunté.
—Aparte de estar atrapada en un bote con ese zoquete jarl loco, estoy
bien.
—¡Has traído armas contigo?
Chasqueó la lengua hacia mí.
—¿Me tomas por una tonta o una niña? Por supuesto que traje armas.
Estaré bien, a menos que falles en atraer a tu princesa… entonces ninguno de
nosotros estará bien. No solo te la robes, Torben. Está destinada a ser tuya;
solo necesitas estar disponible para ella y el destino se encargará.
Lo hacía sonar tan fácil, sin embargo, sabía que no sería tan simple.
Habría obstáculos que sobrepasar, como infiltrarme en el castillo sin ser
atrapado.
—Lidia con las cosas una a la vez, Torben. Una vez que entres al
castillo, puedes seguir con un plan más extenso. No intentes tenerlo todo
resuelto antes de saber cuál es la situación.
—Haré lo que deba para asegurar que nuestro clan sobreviva —le
dije—. Debes asegurarte de que ese jarl idiota que tenemos no te ponga en
más peligro del que ya te ha puesto al traerte en esta misión de tontos.
—No necesitas preocuparte por mí. He estado cuidado de mí misma
por bastante tiempo. Ahora, márchate. —Me empujó en la dirección de la
que había venido—. Y no falles.
—Gracias por tus ánimos, madre —dije secamente.
—No es mi trabajo animarte, hijo. Es mi trabajo patearte en el trasero
cuando lo necesitas. Ahora ve a conseguir a mi futura nuera y mantenla a
salvo.
Me marché, riendo entre dientes ante las palabras de mi madre. La
mujer tenía una lengua retorcida y afilada, pero haría lo que me pedía. De
alguna forma convencería a la princesa de venir conmigo. Haría lo que fuera
necesario para salvar mi clan. Lo que no sabía, era que pronto también
querría salvarla a ella y a su gente.

49
Traducción por Leidy, Myr62 y Kira

Corregido por Vickyra

“Nunca me había dado cuenta de la maldición de la belleza. Sin duda, no soy la


más bella de Britannia, pero he atrapado la atención de ciertos hombres, la
mayoría de ellos poderosos aliados de mi padre. En mayor parte, he evitado sus
avances. Pero después de reunirme con mi futuro esposo, daría cualquier cosa para
ser tan fea como una vieja bruja arrugada”.
~Diario de la princesa Allete Auvray

—A
l menos no se parece al trasero de un jabalí 50
—susurró Dayna.
Le lancé a mi hermana un gesto de
asentimiento y luego me giré para mirar a
mi futuro esposo, que estaba conversando con mi padre. Después de nuestro
paseo de la mañana, mi hermana y yo habíamos encontrado un escondite
detrás de unas cortinas grandes justo a la izquierda de la habitación que
ahora ocupaban nuestros huéspedes. Nos proporcionó la capacidad furtiva
de escuchar y ver a los dos reyes interactuar. Thomas se había ido, pero no
antes de informarme lo que pensaba sobre nuestro comportamiento infantil.
No me importaba si estaba siendo infantil. Todavía no estaba preparada para
encontrarme con el rey Cathal.
—No es feo —murmuré una vez más—, pero su belleza está
estropeada por ese ceño fruncido. Se ve cruel.
Me sorprendió saber que mi futuro esposo no era tan viejo como yo
pensaba. Si tuviera que adivinar, lo pondría entre los dieciocho y los treinta,
o en una edad muy avanzada los veinte y los cuarenta. Su cabello era oscuro
y corto, y tenía profundos ojos verdes, nariz aguileña y labios finos que
parecían congelados en un ceño perpetuo. De pie a poco menos de dos
metros, el rey Cathal era delgado, pero evidentemente musculoso. Sí, era
guapo, pero la mirada fría y distante en sus ojos arruinaba cualquier simpatía
que pudiera haber sentido por él.
—¿Crees que le duele mantener su rostro así? —preguntó Dayna.
Me mordí el labio inferior para no reírme.
—Quizás nació justo de esa forma.
—Es una pena ser tan guapo y, sin embargo, un mequetrefe tan
pomposo.
—Silencio —regañé—. Ese mequetrefe pomposo podría tener tu
cabeza si sintiera que tu ofensa lo justificaba.
—Padre no lo permitiría, Allete —me aseguró Dayna—. Soy su
favorita.
Hice un movimiento con la mano para callarla y poder escuchar lo que
nuestro padre le decía al rey de Tara.
—Ella tiene que saber que he llegado —dijo el rey Cathal, sus palabras
recortadas.
—Allete tiende a tener su propia opinión sobre las cosas. Estoy seguro
51
que se unirá a nosotros cuando esté lista —respondió su padre, intentando
aplacar a nuestro irritado invitado.
—¿Y quién permite ese pensamiento independiente? —desafió
Cathal—. Una mujer debe conocer su lugar. —Su mirada aguda apuntaba a
la reina, que estaba en silencio junto al rey Albric.
Estaba segura que mi madre iba a golpear al hombre grosero, pero un
toque sutil en su muñeca de mi padre la mantuvo en su lugar.
—Entiendo su frustración, Cathal, pero tenga en cuenta la situación de
Allete. Va a ser cortejada por un hombre al que nunca ha conocido y se
espera que se vaya en un mes y viaje a un lugar que no es su hogar, donde no
tiene amigos, ni familia. Merece tiempo para adaptarse. —El rey Albric,
siempre diplomático, intentó aliviar el temperamento del rey de Tara, pero a
juzgar por los labios apretados de Cathal, sus esfuerzos se desperdiciaron.
—¿Podrías al menos enviar por ella? —preguntó el rey Cathal en un
tono más civilizado—. ¿Por favor? —agregó, aunque un poco a
regañadientes.
Tiré suavemente de la manga de Dayna, indicando que era hora de
irnos. Como ratones cazados por un gato, nos escabullimos de nuestro
escondite y nos metimos a mi dormitorio. Apenas habíamos entrado cuando
llamaron a la puerta.
—Entre —dije, intentando evitar sonar sin aliento.
Lidia entró, la expresión de su rostro era de inquietud.
—El rey solicita su presencia —dijo mi criada en voz baja.
Le sonreí a la chica.
—Levántate, Lidia. Todo está bien.
Lidia dejó escapar un bufido, sus modales momentáneamente
olvidados.
—No ha conocido al hombre. Él es definitivamente horrible. —Su
mano voló a su boca y sus ojos se agrandaron—. Perdone mi franqueza.
Dayna se rio.
—Allete nunca te castigaría, especialmente cuando has dicho la
verdad. —Bajó la voz con complicidad—. Ya lo hemos visto, los
espiábamos. —Dayna le guiñó un ojo, completamente impertinente.
Lidia bajó su mano e hizo una forma de O con su boca.
Me enderecé mi vestido y tiré de mis hombros hacia atrás.
—Bien podría enfrentar la música. Dudo que vaya a dar media vuelta
52
y volver a casa sin mí.
—Podríamos hacer que se vaya —ofreció Dayna—. Estoy segura que
podríamos permitirnos un asesino.
Lidia jadeó, y le lancé una mirada de advertencia a mi hermana.
—Muérdete la lengua. Las paredes tienen oídos. Palabras como esas
harían imposible que padre te protegiera.
Dayna se encogió de hombros. Niña petulante. Me preocupaba que la
boca de mi hermana la metiera en más problemas de lo que ella creía posible.
La corona de nuestro padre solo podía protegerla hasta cierto punto.
Hice un gesto para que Lidia marcara el camino. La atmósfera se
volvió sombría, como si nos dirigiéramos a un funeral en lugar de una
presentación a mi futuro esposo. Imaginar cómo nos debíamos ver hizo que
mi boca se moviera hacia arriba solo una pizca.
Cuando nos acercamos a la sala de estar, pude sentir la tensión
rodando en ondas no tan sutiles. Tomé una respiración profunda, y luego
pasé junto a mi hermana y Lidia. Cuando entré en la habitación, mis ojos se
encontraron primero con los de mi padre. Mi corazón se rompió por la
mirada de pesar que encontré allí. Le di una pequeña sonrisa, esperando
asegurarle que estaría bien. Entendía mi deber para con el reino y estaba lista
y dispuesta a hacerlo.
Al menos eso es lo que me decía. La verdad era mucho más
complicada.
—Rey Cathal —dijo mi padre en voz alta, dando un paso adelante y
tomando mi mano—, esta es mi hija, la princesa Allete.
Me volví hacia el rey y le hice una reverencia, aunque en realidad
quería pisotear su pie, un comportamiento que era tan apropiado para una
futura reina.
—Mi señor —dije mientras me levantaba y lo miraba. Tomó todo en
mí no dar un paso atrás ante la mirada de lujuria y anhelo en sus ojos. Nunca
había tenido una relación, ni siquiera me había imaginado un hombre, pero
no me extrañaba la atención que Cathal me estaba brindando. Hizo que mi
piel se arrastrara, sintiéndome como si estuviera cubierta de mil hormigas.
Se estiró por mi mano y, después de una breve vacilación, se la di.
Cuando su mano grande se cerró alrededor de la mía, me sentí como un
animal atrapado en la trampa de un cazador y luché por reprimir el impulso
violento de amotinarme contra mis restricciones. Se inclinó y colocó un beso
53
en el dorso de mi mano, demorándose un poco demasiado. Cuando se
levantó, intenté retirar mi mano, pero él solo la apretó.
—Eres más hermosa de lo que esperaba —dijo, su voz profunda
enviando un escalofrío por mi espina dorsal.
—Gracias —respondí, ganándome una sonrisa con dientes a cambio.
—Me preguntaba si te unirías a mí para dar un paseo antes del
banquete —solicitó Cathal.
Miré a mi padre, esperando que pudiera ver la súplica en mis ojos de
rechazar la petición del rey. Sabía que sería un insulto rechazarlo, pero no
podía evitar tener esperanza.
—No puedo pensar en alguien mejor que le enseñe el castillo. Rey
Cathal —respondió mi padre en mi lugar—, con un acompañante, por
supuesto.
Cathal parecía irritado por la advertencia, pero no había forma de que
el rey Albric me permitiera estar a solas con cualquier hombre antes de
casarme, independientemente de su estatus.
—Por supuesto —dijo Cathal.
—Lidia —llamó el rey Albric, sabiendo que no estaría lejos de mí. La
joven entró corriendo, seguida por Dayna—. Tú y Dayna por favor
acompañen al rey Cathal y a Allete a un paseo por los jardines.
Lidia hizo una reverencia y se detuvo detrás de mí. Dayna se unió
rápidamente a ella, sin molestarse en presentarse ante el rey.
Cathal tomó mi mano y la colocó en el hueco de su brazo,
efectivamente acercándome más a él.
Nuestros hombros se rozaron, y quise vomitar por la proximidad. Dejé
que me sacara de la habitación, De repente desee que el piso se abriera y me
tragara entera.
—Pareces nerviosa —señaló Cathal.
¿En serio? Porque me siento tan increíblemente cómoda.
—Me disculpo, mi señor. Lo admito, la idea de convertirme en la
reina de un reino con el que no estoy familiarizada y casarme con un hombre
que no conozco es un poco desalentadora.
—Seguramente fuiste preparada para tal destino desde una edad
temprana.
54
—Lo fui, pero la preparación y la experiencia son muy diferentes entre
sí.
Pareció considerar mis palabras antes de hablar.
—Supongo, pero tendrás que aprender a adaptarte. Ser una reina no es
fácil. Mi gente te verá como un ejemplo. No debes mostrar debilidad.
Mequetrefe pomposo ¿Quién era él para decirme cómo comportarme? Él
sería mi esposo, pero eso no lo convertiría en mi maestro.
—Estoy segura que estoy preparada para la tarea —le dije con los
dientes apretados.
Sentí su mirada mientras me miraba. Continuó guiándome por el
pasillo hasta que llegamos a las grandes puertas del palacio.
—¿Te he ofendido? —preguntó Cathal.
—Perdona mi brusquedad, rey Cathal —logré responder con una voz
cordial—. No dormí bien y me encuentro de mal humor.
—Allete, me gusta una mujer que es un poco combativa. Romperte
será mucho más interesante.
Había hablado tan bajo que yo sabía que mi hermana y Lidia no
podrían haberlo escuchado. Apreté mi mano libre en un puño y lentamente
conté hasta diez. De lo contrario, le hubiera quitado la mirada petulante de
su cara. No tenía una respuesta a su comentario, al menos no una que no
pondría en peligro la perspectiva de mis próximas nupcias y, por lo tanto, el
destino de todo nuestro reino.
—¿Dónde están los jardines? —preguntó después de que saliéramos en
silencio.
Señalé a la izquierda.
—A la vuelta de la esquina.
Cathal giró en esa dirección, sus grandes zancadas me resultaron
difíciles de seguir. Él no pareció darse cuenta.
—¿Tienes jardines en los terrenos de tu palacio? —le pregunté,
intentando entablar una conversación.
—Por supuesto —espetó—. Un hombre debería enorgullecerse de la
tierra que posee. Tener orgullo por algo requiere hacerlo brillar. Hablando de
eso —dijo a medida que me miraba nuevamente, su mirada deambuló por mi
forma—. Tendremos que hacer algo con tu ropa, es demasiado simple para 55
una reina de Tara. Espero que te veas como el premio que eres.
El grito de Dayna indicó que escuchó sus palabras. Miré por encima
de mi hombro a mi hermana, dándole a la joven una mirada de advertencia.
Lo último que necesitaba era que mi hermana enojara al rey.
Cuando llegamos a los jardines, se detuvo, escudriñándolos mientras
sus ojos vagaban por la zona.
—Es un poco pequeño, ¿no?
—Lo que los terrenos carecen de tamaño, lo compensan con creces en
belleza —le ofrecí, trabajando para mantener mi voz suave y mi tono ligero.
—No te tomo como mi novia, así puedo escuchar tu opinión sobre lo
apropiado de los terrenos del castillo.
No podía contener mi lengua por más tiempo, las consecuencias serían
condenadas.
—Dígame por favor, señor, ¿qué necesitas de mí?
Sus labios se arquearon en una sonrisa, aunque no había calidez en
ella.
—Necesito que calienten mi cama y que tengan a mis herederos. —El
hambre en sus ojos cuando me miró despertó una intensa necesidad de tomar
un baño caliente con varias pastillas de jabón—. Tienes caderas y senos
perfectos para el parto que deberían ser más que adecuados para nutrir a mis
hijos.
Dayna no fue la única en jadear esta vez.
—Señor, tales comentarios no son apropiados. —Deseaba
desesperadamente cruzar los brazos sobre mi pecho para evitar que me
mirara.
—Soy un rey y soy tu marido.
—Disculpe, mi señor, pero todavía no es mi esposo.
Él apretó sus labios en una línea recta. Pude decir que quería pegarme,
pero estaba intentando mantenerse sereno.
—Hay tiempo para que aprendas tu lugar —dijo, y casi parecía como
si se estuviera tranquilizando a sí mismo.
Continué caminando con él en silencio, solo me molesté en asentir
cuando me hizo preguntas, o en darle respuestas breves y de una sola
56
palabra. Cuando volvimos al palacio, estaba lista para pelear con el hombre
con el que estaba destinada a casarme.
—¿Puedo acompañarte a tu habitación y ayudarte a prepararte para
esta noche?
Dayna dio un paso adelante, incapaz de sostener su lengua por más
tiempo.
—Su alteza —dijo en un tono almibarado—, eso no será necesario.
Lidia y yo hemos pasado la mitad de nuestras vidas preparando a mi
hermana para los eventos reales. Ciertamente somos capaces de la tarea.
Cathal no parecía feliz con la oferta, pero no presionó el tema.
—Considerando su estado, algunos podrían discrepar —dijo en tono
cortante—, pero su atraso tendrá que bastar por ahora. —Se inclinó hacia mí
y presionó sus labios contra mi mejilla, y luché contra el impulso de vomitar.
Estaba gritando por dentro, y ahora tendría que restregarme la cara hasta que
la primera capa de piel se despegara.
Tan pronto como dio un paso atrás, giré sobre mis talones y me
apresuré, con Lidia y Dayna a un paso detrás de mí. Estaba muy agradecida
por su presencia, y temía el momento en que tendría que estar a solas con el
rey.
Llegamos a mi habitación, cerré la puerta de golpe y la cerré con llave
en el momento en que todas entramos.
—¡Ese insoportable cerdo! —gruñó Dayna—. ¿Cómo se atreve a
tratarte de una manera tan horrible? ¿Quién demonios se cree que es?
—Él es el rey de su nación —señalé—. ¿Quién está allí para detenerlo?
—No puedes casarte con él, Allete —suplicó Dayna—. Dile a padre
cuán horrible es el rey Cathal; no puede esperar que te cases con una persona
así.
Caminé hacia la ventana y miré hacia el reino que llamaba mi hogar.
Todavía anhelaba la aventura, pero no con Cathal. Ciertamente, una vida
con él sería miserable. Estaba empezando a creer que era una bendición que,
sus anteriores esposas murieran en lugar de haber soportado una vida con él.
Aun así, era extraño que un rey tan joven ya se hubiera casado tres veces, y
cada una de esas esposas había encontrado una muerte prematura. De todos
modos, ahora su padre no podía parar la boda. Se hicieron acuerdos, se
establecieron planes y se firmaron tratados. Sería visto como un acto de
guerra retirar la transacción. Yo no sería la razón por la cual nuestro país
fuera a la guerra.
57
—No podría pedirle tal cosa.
—Entonces, ¿vas a casarte con él? —desafió Dayna—. ¿Qué harás
cuando pierda los estribos contigo y deje volar su mano? Él no tolerará
ninguna cantidad de argumentos u opiniones. ¿Qué harás entonces?
Sabía que lo que mi hermana decía era verdad. Cathal era el tipo de
hombre que creía que estaba bien golpear a una mujer para mantenerla en su
lugar.
—Si quiero mantener la paz para nuestro padre y nuestro reino, tengo
que casarme con él.
—Entonces no te iras sola con el —declaró Dayna—. Iré contigo.
—Y yo —añadió Lidia.
—No puedo pedir eso de ninguna de ustedes —digo sacudiendo mi
cabeza, a pesar de que mi corazón se inflo con el amor por las dos mujeres
frente a mí.
—Tú, querida hermana, no estás pidiéndolo —dijo Dayna—. Nosotras
estamos diciéndote, no hay forma de que vayas a vivir con esa abominación
de hombre sin nosotras. —Lidia asintió, sus labios colocados en una línea
firme, el rostro de la determinación.
—Está fuera de discusión —continué—. Yo, al menos, seré reina,
permitiéndome al menos algo de protección. Ustedes dos tendrán mucho
menos, especialmente tú, Lidia. No hay cómo predecir lo que podría
sucederte a ti.
—Pero sabemos lo que te sucederá a ti —replicó Dayna—. Y no lo
permitiremos. Voy a ir. No me importa si debo escabullirme a bordo de este
barco, o si tengo que seducir a uno de sus guardias y convencerlo de que me
lleve con él.
Me quedé sin aliento.
—No lo harías.
—Usted sabe que lo haría —interrumpió Lidia—. Y yo iré con ella. Es
su hermana, y si puedo ser tan atrevida, usted es como una hermana para mí,
una de las únicas amigas que he tenido. He vivido mi vida entera no solo al
servicio de su familia, sino a su servicio. No puedo detenerme ahora.
Suspiré, sabiendo que más argumentos eran inútiles. Lidia estaba en lo
correcto acerca de Dayna. Cuando la chica tenía su mente enfocada en algo,
todos los ejércitos del infierno no podían disuadirla.
—Supongo que necesito estar vestida para esta tarde —dije luego de 58
una larga pausa.
—Acerca de eso —dijo Dayna, dirigiéndose hacia el armario—, tengo
un vestido en mente en particular que sería perfecto para la ocasión, el que
madre compro para ti el año pasado.
Lidia frunció el ceño.
—Esa cosa es horrible… sin ofender —añadió mirando al suelo.
—Sí, bueno, madre no lo pensaba. Era la moda en ese momento —
dijo Dayna.
Cruce mis brazos frente a mi pecho y levante una ceja ante mi
hermana.
—¿Qué estás planeando?
—Solo no veo ninguna razón para que vayas a través de grandes
esfuerzos para verte bien como si te importara lo que él piensa. Quizás si te
encuentra poco atractiva, cambiará de opinión.
Desearía que ese fuese el caso, pero había visto la determinación en los
ojos del rey Cathal. Me veía como un desafío, y no quería otra cosa que
romperme. Haz lo mejor que puedas, miserable rey. Sin importar lo que hiciera,
me rehusaba a romperme. No era una parte de mi ser.
—Dudo que vaya a funcionar, pero verdaderamente no tengo deseos
de incentivar sus avances. —Froté mis manos juntas—. Damas… hagan lo
peor que puedan.
Lidia y Dayna saltaron al trabajo con emoción. Me hizo reír el ver
cuán entusiasmadas estaban de hacerme lo menos atractiva posible. Lidia
comenzó a forzar mi cabello en un horroroso número de trenzas. Entonces
enrolló cada una en lo más alto de mi cabeza para que pareciera como si
tuviese pequeños nidos de pájaros sobre toda mi cabeza. Estaba casi
avergonzada de ser vista en la corte, pero no me importaba en realidad lo que
pensaran de mí. Debido a mi magia, ellos se negaron a aceptarme. ¿Qué
importaba si me rechazaban por ser menos que hermosa?
—Si esta no fuera una causa noble, hermana, me sentiría avergonzada
de ser vista junto a ti —admitió Dayna—. A pesar de que tu rostro aún es
demasiado hermoso. Quizás deberíamos excedernos con el colorete y los
polvos.
—Buena idea —respondió Lidia.
—Dayna, no quiero verme como un fantasma de mejillas rosadas —
discutí.
59
—Serás considerada menos si no podemos disuadir a Cathal —
contrarrestó—. Inténtalo, Lidia.
Hubo un golpe en la puerta. Antes de que pudiera responder, Dayna se
apresuró a contestar. Jaló la puerta abierta solo una grieta, miro a través, y
entonces la abrió completamente, permitiendo que entrara Lizzy.
Sus ojos estaban tan amplios que era cómico de la forma en que me
miró.
—¿Qué le han hecho ustedes dos? —preguntó Lizzy mientras
comenzaba a rodearme.
—¿Has conocido a su futuro esposo? —preguntó Dayna.
Lizzy sacudió su cabeza.
—He estado fuera toda la mañana ocupándome de los enfermos en el
pueblo.
Ahora era mi turno de mirarla con sorpresa.
—¿Desde cuándo atiendes a los enfermos?
Lizzy se encogió de hombros.
—Decidí que debería tomar más interés en ayudar a otros.
—¿Y decidiste esto al mismo tiempo en que llegaron nuestros
huéspedes? ¿Por qué? —preguntó Dayna.
—Porque tenemos tanto y ellos tienen tan poco. Y tener a otro reino
llegando aquí y mostrando toda su riqueza solo hizo mucho más evidente
que debería estar ayudando.
—Creo que es muy noble de tu parte —dije mientras le sonreía a mi
hermana más joven, pero no pude evitar preguntarme si había una intención
oculta en las acciones de Lizzy.
—Sí, sí. —Lizzy descarto mi comentario—. Ahora, explícame por qué
luces como si estuvieras intentado ser la ganadora de la competencia a la
princesa más fea.
—Dayna y Lidia están intentando desalentar a Cathal en su
persecución hacia mí. Ellas pensaron que, si me hacían poco atractiva, él no
me querrá.
Lizzy frunció el ceño.
—Dicen en el palacio que es extremadamente atractivo.
—Atractivo o no, es el mayor estúpido que he tenido el desagrado de
60
conocer —dijo Dayna, apretando su mandíbula tan fuerte que parecía como
si se fuese a romper.
—Allete, ¿es cierto esto? —preguntó Lizzy.
Asentí.
—Dice la verdad. Estoy asustada. Cathal fue horrible. Él no desea
nada más que una yegua de cría para romper y que dé a luz a sus hijos, lo
cual dejo perfectamente claro. —La expresión de Lizzy reflejaba el horror
que sentí. Dayna relató los eventos de nuestra caminata matutina con mi
futuro esposo alrededor de los terrenos. El rostro de Lizzy quemaba cada vez
más brillante con furia a medida que Dayna continuaba.
—Tienes que decirle a padre —suplicó Lizzy.
—Eso es lo que le dije —acordó Dayna.
Sacudí mi cabeza, una vez más explicando por qué eso no podía
suceder.
—No le causaré culpa sobre algo que no puede ser cambiado. Si padre
se retracta del arreglo ahora, sus acciones serían una declaración de guerra,
lo que nuestros cofres no pueden permitirse.
—¿Cómo puedes sacrificar tu felicidad por nosotros? —preguntó
Lizzy.
—Allete, tu vida estará llena de angustia si te casas con este tonto.
—El deber sobre todo lo demás —interrumpió Lidia—. Es muy
parecida a padre.
Mi corazón se apretó de forma dolorosa en mi pecho mientras
consideraba todo a lo que estaría renunciando si me casara con Cathal.
Nunca vería más allá de las paredes del castillo Tara, nunca me enamoraría,
y probablemente, nunca sería realmente feliz otra vez. Sacudiendo el miedo y
repugnancia, jale la fuerza inculcada en mí por mis reales padres.
—Haré lo que sea necesario. Ahora —tiré mis hombros hacia atrás y
levanté mi barbilla—, tenemos un banquete al que atender y a mi futuro
esposo para avergonzar. Tomemos la alegría de donde podamos.
Dayna se rio y aplaudió como una niña pequeña entusiasmada.
—No puedo esperar para ver su rostro cuando ponga sus ojos en ti.
Lizzy sacudió su cabeza y apretó el puente de su nariz.
—Ésta seguro que será una velada interesante. Lidera el camino, 61
querida Allete. Lidia, por favor canta una balada de funeral. Nuestra
hermana está caminando derecho hacia los brazos del demonio mismo.
—Siempre un rayo de luz, Lizzy —dijo Dayna molesta—. Estoy
segura que tu presencia entre los enfermos levantó sus espíritus de forma
enorme.
Tosí para cubrir mi risa. Si no había otra opción, la noche al menos
prometía ser entretenida. Mis hermanas se asegurarían de eso.
Traducido por Mari NC y Erianthe

Corregido por Vickyra

“¿Por qué el poder es tan corrosivo? Estoy aprendiendo que los hombres débiles
parecen anhelar el poder más que los demás. Los hombres débiles nunca están
satisfechos, porque, para empezar, carecen de la fuerza de negarse a sí mismos lo
que no les pertenece. Que los dioses me den la fuerza de sofocar mi propia
debilidad”.
~Torben

—¿S e está volviendo loco nuestro jarl? —preguntó Brant 62


mientras caminábamos a través de la cubierta de
árboles hacia el palacio inglés. Seis de mis guerreros
más cercanos nos rodeaban, soldados en los que sabía que podía confiar sin
ninguna duda.
Había estado esperando esa pregunta, habiendo visto la manía que
parecía bailar en los ojos de Magnus mientras explicaba su plan de un mes de
infiltrarse en el reino inglés. Para sorpresa de todos nosotros, el jarl había
dejado en claro que quería que su botín incluyera algo más que oro inglés, si
es que quedaba algo. Quería poner a la monarquía de rodillas. Magnus
estaba seguro del éxito inevitable de su plan, convencido de que, si podíamos
infiltrarnos en las filas de los guardias, podríamos hacer que los británicos
implosionaran sobre sí mismos. Quizás con suficientes hombres, un plan tan
peligroso podría ser plausible, pero no era solo el ejército inglés con el que
teníamos que luchar. El rey de Tara había llegado a Britannia delante de
nosotros y se quedaría por algún tiempo, cortejando a su futura reina. Si bien
el estado de cordura de Magnus era discutible, su intelecto era sólido. Había
elegido precisamente esta ocasión para invadir debido a la presencia del
segundo rey. Dos reyes significaban el doble de tesoro, sin mencionar el
precio de la novia que se intercambiaría.
Incluso si la invasión de Magnus era una tontería, el jarl todavía tenía
demasiados soldados leales. Mis propios soldados y yo no podríamos
derrocar a Magnus si estallara la disidencia dentro del clan. Era mejor
aguardar mi tiempo y esperar a que los demás comprendieran el peligro al
que los conducía su jarl. Solo esperaba que no llegaran a la conclusión
demasiado tarde.
—Está hambriento de poder —le dije a mi teniente, mi voz baja
cuando nos acercamos a las paredes del palacio.
—Nos va a arruinar. —Se unió Amund—. ¿Cómo pueden los demás
no ver eso?
—Están cegados por su propia avaricia —dijo Kjell con voz ronca y
familiar para quienes lo conocían.
—¿Por qué estamos haciendo esto, Torben? —preguntó Amund.
—Porque, de momento, no tenemos otra opción.
—¿Ha visto el Oráculo algo que nos beneficie? —preguntó Brant.
Estuve tentado de contarles acerca de la profecía, pero algo me calló la
lengua. No sabía si estaba protegiendo a la mujer que mi madre decía que
sería mía, o si temía alterar el resultado. Entonces, negué con la cabeza y lo
dejé así.
63
Cuando subimos una pequeña colina, tuve una sensación de
hundimiento en mis entrañas. Había algo malvado merodeando dentro de las
paredes del castillo. No sabía cómo lo sabía, aparte de eso, podía sentir una
presencia ominosa.
Aunque todavía no conocía a la princesa inglesa, mis instintos
gritaban para sacarla de ese lugar oscuro. Todavía no tenía idea de cómo
persuadirla de que se fuera conmigo voluntariamente, y no me gustaba la
idea de secuestrarla, pero el secuestro podría ser mi única opción.
Hice una señal para que los hombres me siguieran, y me moví
rápidamente hacia la pared, no queriendo ser visto por los guardias que
patrullaban arriba. Una vez que nuestras espaldas se presionaron firmemente
contra la piedra, comenzamos a caminar, nuestros pasos completamente en
silencio. Lo único que amenazaba traicionar nuestra presencia eran las
sombras apagadas de nuestras formas que nos seguían en el suelo.
Doblé una esquina de la pared del castillo y mis esperanzas fueron
confirmadas. Una abertura arqueada descansaba en la parte inferior de la
estructura, el sistema de drenaje principal de todo el castillo. Mientras que las
paredes de la mayoría de los palacios tenían un aparato similar para eliminar
los desechos del castillo, algunos habían descubierto formas de crear
desagües que no debilitaran la estructura de la pared. Tal empresa era
costosa, y solo los reinos más ricos mejoraban su diseño.
Corrimos hacia adelante y empujamos contra la reja de hierro. La
piedra que sobresalía del arco nos protegía desde lo alto, y aunque
sospechaba que nadie nos vería en las sombras de la grieta, no quería
detenerme. Un pequeño chorrito de agua fluía más allá de nuestros pies,
eventualmente derramándose en el foso del castillo. Allí, entraría en una
zanja de drenaje que muy probablemente lo llevaría a un río cercano.
Apartando todo pensamiento de lo que podría ser drenado a través del
foso, me enfoqué en encontrar las bisagras que esperaba que estuvieran a los
lados de la reja.
—¿Hay bisagras en ese lado? —le susurré a Brant, que estaba de pie
frente a mí al otro lado del desagüe.
Él asintió, y me escabullí por el agua para colocarme junto a él. Había
cinco tubos de metal grandes que alojaban clavijas grandes que mantenían la
rejilla en su lugar. Solo necesitábamos forzar la pesada rejilla hacia arriba lo
suficiente como para soltarla.
—Nos tomará a todos levantarla —dije a medida que hacía un gesto
64
para que los otros cinco hombres se unieran a Brant y a mí en la reja. Cada
uno de nosotros agarró las barras de metal y bajamos nuestras piernas para
apalancarnos—. En tres —les dije—. Uno, dos, tres. —Todos juntos, nos
estiramos, usando nuestros brazos y hombros para levantar. No se movió—.
Otra vez —dije una vez que los dejé descansar. Conté, y nos esforzamos una
vez más contra el hierro, gruñendo tan silenciosamente como podíamos. De
nuevo, la rejilla se negó a moverse.
—No sirve de nada —dijo Brant—. Las bisagras se han oxidado.
Quién sabe cuánto tiempo ha pasado desde que esta maldita rejilla se abrió,
si es que alguna vez se hizo. Déjame trabajar con Eve, y pronto será aflojada.
—Brant tocó el cuarto mazo de piedra que colgaba de su cinturón.
El guerrero nombraba todos sus martillos por mujeres. Le pregunté
sobre esto una vez, y respondió que lo único que podía romper a un hombre
más rápido que un golpe de martillo era una mujer. Debido a la naturaleza
encubierta de esta misión, todos habíamos dejado nuestras armas de batalla
en el campamento, la cual es la razón por la que no estaba cargando con su
enorme martillo de guerra, Bertha. Cada uno de nosotros llevaba solo una
daga, salvo Brant, quien, por supuesto, no tenía ningún uso para “armas de
doncellas”, por lo que llevaba su pequeño martillo, Eve.
—Demasiado fuerte —gruñí—. ¿Quieres poner a toda la guardia del
rey sobre nosotros?
—Déjalos venir —dijo con el gruñido de un lobo.
—Necesitamos una distracción —sugirió Rush.
—¿Alguna idea? —preguntó Amund a los otros cinco hombres.
—¿Fuego? —preguntó Delvin.
—¿Por qué siempre buscas razones para quemar cosas? —preguntó
Rush con una sonrisa maliciosa.
Delvin se encogió de hombros.
—Me gustan los incendios. Los incendios son bonitos y cálidos, del
modo en que me gustan mis mujeres.
—También te queman —señaló Amund—, así como tus mujeres.
—Por intelectualmente estimulante que sea esta conversación, no
quiero pasar personalmente toda la noche en el barro del castillo hablando de
la vida amorosa de Delvin —dije mientras miraba hacia arriba para
asegurarme de que ningún soldado inglés nos había visto—. Ahora,
escuchen.
Mis hombres se movieron para que nuestras cabezas estuvieran muy
65
juntas mientras nos apretujábamos.
—Delvin, ¿tienes tu pedernal y acero? —le pregunté.
—Siempre —respondió con la clase de sonrisa que me preocupaba
cada vez que lo veía. Brant pensaba que el hombre tenía una fascinación
malsana por las llamas, y aunque esto era probablemente cierto, cada clan
necesitaba un incendiario.
—Rush, Kjell y tú diríjanse a los árboles. Los quiero lo
suficientemente lejos como para que el fuego no se extienda a los terrenos del
palacio, pero lo suficientemente cerca como para preocuparse por él.
Mientras el personal del palacio se ocupa de apagarlo, el resto de nosotros
trabajaremos en las bisagras. —Miré a Brant, quien me estaba mostrando su
propia sonrisa temible. Si Delvin estaba fascinado con el fuego, Brant estaba
interesado en la destrucción de fuerza contundente.
Ofrecí una orden silenciosa para que Delvin y los demás se fueran, y
los vi deslizarse a través de la zanja de drenaje hasta que se unía al foso.
Luego se sumergieron en el agua y nadaron, emergiendo del otro lado. En
ese punto, apenas pude verlos a medida que se escondían en la hierba alta y
se escabullían hacia los árboles, silenciosos como una manada de lobos
rastreando a su presa.
—No estoy seguro si harán sonar una alarma a esta hora de la noche,
así que esperamos hasta que veamos movimiento hacia el fuego —les dije a
los demás. Brant apretaba fuertemente a Eve, esperando mi señal.
Un cuarto de hora más tarde, el humo se elevaba en el aire y
comenzaron los rumores de ciudadanos preocupados. Tan pronto como los
primeros soldados que llevaban cubos de agua salieron de las puertas, Brant
me lanzó una sonrisa.
—¿Tienes ganas de pegarle a algo? —le pregunté.
—Siempre. —Se rio entre dientes.
El sonido del martillo de Brant sobre el acero hizo eco como un cañón
agudo en el espacio confinado. Constantemente miré hacia la parte superior
de las almenas, seguro que alguien escucharía los fuertes golpes y nos
encontraría intentando romper la reja. Hasta ahora, los dioses habían estado
con nosotros. Todos estaban demasiado preocupados con apagar el incendio
para preocuparse por nosotros. Después de diez minutos de agonizantes
ataques, que parecieron diez horas mientras vigilaba, Delvin, Rush y Kjell
aparecieron a unos metros de mí, cada uno de ellos sonriendo de oreja a
oreja.
66
—Eso fue divertido —dijo Delvin sin aliento.
Amund sacudió la cabeza.
—Y te preguntas por qué ninguna mujer puede soportar estar contigo
más de una semana.
—Oye, ellas simplemente no pueden manejar el calor —contestó
Delvin.
Puse los ojos en blanco y le di una palmada a Brant en el hombro, que
seguía gruñendo y golpeando las barras de hierro.
—Tranquilo, grandullón. Solo quiero que se aflojen las bisagras de la
rejilla, no que todo el castillo se derrumbe sobre nosotros.
—Con suerte, están listos —dijo Siv, el callado del grupo, mientras se
dirigía a la mitad de la rejilla y agarraba los barrotes.
Cada uno de nosotros se movía para rodear la rejilla, Brant y yo
estando más cerca de las bisagras a cada lado.
—A la cuenta de tres —dije una vez más—. Uno, dos, tres. —Nuestros
gruñidos y gemidos fueron finalmente recompensados cuando las grandes
barras de metal se levantaron de las bisagras. La rejilla era tan pesada como
el peso muerto de un oso e igual de incómoda de llevar—. Recuéstalo contra
la pared —gruñí. Dejamos a un lado la pesada rejilla y, uno por uno,
subimos por la abertura del desagüe.
El espacio apretado se sentía como imaginaba que se sentiría una
tumba subterránea, y no tenía ningún deseo de perder el tiempo.
—Vamos a deslizarlo otra vez en su lugar, pero apoyémoslo contra las
bisagras para que parezca que no ha sido manipulado.
Incluso empujar la rejilla a través de la suciedad no era tarea fácil,
teniendo que tirar de la rejilla grande de nuevo en su lugar desde dentro de la
abertura usando solo la fuerza de la parte superior de nuestro cuerpo.
Afortunadamente, todos los que estaban fuera del desagüe estaban
demasiado concentrados en el fuego como para darse cuenta de la lucha que
estaba teniendo lugar en la grieta de la muralla del castillo. Tan pronto como
la rejilla volvió a descansar cerca de las bisagras, nos dimos la vuelta y
dejamos que nuestros ojos se ajustaran al oscuro túnel que teníamos delante.
—Delvin… —empecé a decir.
—Ya estoy delante de usted, comandante —dijo cuándo me giré para
verle trabajando en una pequeña antorcha.
Una vez que la antorcha estuvo encendida, pudimos ver unos diez 67
pasos delante y detrás de nosotros, y poco a poco comenzamos nuestro viaje
hacia el vientre de los terrenos del castillo.
—Amund —grité—. Mantén la cuenta de nuestros pasos. —Conocer
la distancia aproximada de nuestra ruta de escape podría ayudarnos a saber
si debemos escondernos o huir en caso de emergencia.
Continuamos con un silencio familiar, comentando solo
ocasionalmente en voz baja. Asumí que los otros, como yo, estaban
intentando ignorar los olores que estábamos inhalando dentro de nuestros
pulmones.
Después de lo que me pareció una eternidad, empecé a escuchar pasos
apresurados y voces apagadas. Pronto, llegamos a una escalera construida en
la piedra, que se extendía hasta una rejilla en el techo de la alcantarilla. Tan
silenciosamente como pude, subí la escalera y miré hacia la oscuridad
iluminada por la luna. El aire fresco no podría haber sido más bienvenido.
Presioné mi rostro contra la rejilla, esforzándome para ver bien lo que me
rodeaba. Con mi visibilidad limitada, solo podía ver el cielo nocturno sobre
mí y unos cuantos pasos de adoquines en cada dirección. Tendríamos que
tener cuidado al salir de la alcantarilla. Nuestra tarea habría sido mucho más
fácil si hubiéramos podido conseguir los uniformes de los guardias antes de
entrar en el recinto, pero no se nos había presentado tal oportunidad. Ahora,
teníamos que emerger dentro de las puertas del castillo cubiertos de residuos
desde la rodilla hacia abajo, y tres de nosotros empapados.
Esperé hasta que no pude oír a nadie cerca. Luego, levanté la mano y
empujé cuidadosamente la rejilla hacia arriba y hacia afuera, haciendo una
mueca de dolor mientras se movía ruidosamente por el suelo de piedra del
patio hasta que la abertura era lo suficientemente ancha como para que
pudiéramos pasar. Me dirigí hacia los demás para seguirme, y salí del
agujero, agachándome rápidamente detrás de una carretilla vacía contra la
pared. No tenía que decirles a los demás que se desaparecieran; todos
encontraríamos un lugar donde escondernos.
Uno por uno, mis hombres se lanzaron fuera de la alcantarilla, cada
uno esperando a emerger hasta que no hubo voces ni pasos. Unas cuantas
veces, escuchaba señales dadas en nuestro lenguaje de batalla privado, que
significaban detenerse o irse ahora.
Finalmente, Siv, el último hombre, apareció y reemplazó la rejilla
antes de escabullirse para encontrar su propio escondite. Todos descansamos
unos cuantos minutos, mirándonos en la oscuridad. Finalmente, cuando
sentí que la costa estaba despejada, hice una señal con la mano para que mis
soldados me siguieran. Me levanté y comencé a caminar por un estrecho 68
callejón, sabiendo que cada uno de mis guerreros seguiría encubiertamente a
su propio ritmo.
Entonces, una voz me detuvo en seco.
—Oye. Hay fuego fuera de las puertas. Necesitamos a todos los sanos
y salvos. ¿A dónde vas?
Me volví y me encogí de hombros, entrecerrando los ojos y ladeando
la cabeza como si no lo hubiera oído.
—No te hagas el tonto conmigo —ladró, marchando rápidamente
hacia mí. Cinco figuras se abalanzaron sobre el callejón detrás del soldado,
que estaba tan decidido a causarme problemas que ni siquiera escuchó a mis
hombres ponerse en fila detrás de él. Al acercarse, los ojos del hombre se
abrieron de par en par al ver mi aspecto. Me imaginé que era todo un
espectáculo. No nos parecíamos en nada a su gente. El soldado estaba limpio
y afeitado, sin rasgos que pudieran describir a ninguno de mis guerreros.
Entonces me di cuenta que todos tendríamos que cortarnos el cabello y
afeitarnos la barba si queríamos tener alguna esperanza de mezclarnos con
los ingleses.
El cabello largo y la barba eran una señal de fuerza en mi clan. La idea
de cortar cualquiera me provocaba ira.
Maldito Magnus y su necesidad de poder…
—Quién… —comenzó el soldado, pero lo interrumpí a medida que
deslizaba mi mano alrededor de su garganta.
—Lo siento por esto —dije con un pequeño gruñido. No quería
matarlo, pero no tenía otra opción.
Para salvar a mi clan, según la profecía, tenía que tomar a esta novia
extranjera. Magnus me ordenó infiltrarme en el castillo y, por ahora, debo
obedecerle. Nuestra misión habría estado condenada al fracaso si hubiera
dejado al pobre hombre con vida. Retorcí la mano, rompiéndole su cuello
instantáneamente, y encontré un poco de consuelo al saber que su muerte
había sido rápida.
—Siv, parece ser de tu tamaño —dije—. Muévete rápido. —
Despojamos al soldado de su ropa y Siv comenzó a ponérselas. Los otros
luego pusieron el cuerpo detrás de unos barriles de aguamiel que cubrían el
callejón. Mi mente era una mezcla de deber y culpa. Sabía de las difíciles
decisiones que debía tomar un líder de clan, por lo que nunca había buscado
el puesto para mí. La responsabilidad de tales decisiones era la maldición de
mantener el poder, y los errores afectaban no solo al líder, sino también a
aquellos que dependían de él. 69
—¿Listo? —La voz de Brant vino de detrás de mí. Me volví para
contemplar a Siv, quien, aparte de su cabello, ahora parecía un soldado
inglés.
—Tenemos que cortarnos el cabello —les dije bruscamente.
—Espero que sepas lo que haces —refunfuñó Brant.
—Nos estoy manteniendo con vida —dije, mi sangre de repente
ardiendo de ira. La carga de la profecía y el peso del acto atroz que acababa
de cometer de repente se posaron sobre mí. Matar hombres en batalla,
hombres que me matarían si tuvieran la oportunidad, era totalmente
diferente de lo que acababa de hacer.
Aunque se hizo bajo las órdenes de Magnus, había cometido un
asesinato.
Brant levantó las manos y bajó la cabeza.
—Siempre has puesto al clan en primer lugar. Confiamos en tu juicio,
hersir.
Mi mandíbula se apretó mientras miraba a cada hombre que me había
prometido su lealtad.
—Estoy haciendo lo mejor que puedo con la información que me ha
dado el Oráculo. Cuando llegue el momento, lo compartiré ustedes, pero ese
momento no ha llegado. —Cada uno asintió—. Ahora, necesitamos
encontrar un lugar tranquilo fuera del camino para poder observar a los
guardias. Necesitamos cinco uniformes más. —Dejamos que Siv tomara la
iniciativa, ya que era el que menos atención llamaría.
Nos adentramos más en el terreno, manteniendo los ojos bajos para
que nadie pudiera identificarnos más tarde. Unos minutos más tarde, nos
encontramos en un callejón sucio repleto de pequeñas tiendas en ruinas. Una
me llamó la atención porque su puerta estaba abierta de par en par, lo que
sería inusual, a estas horas de la noche. El interior estaba cubierto de
oscuridad y no podía ver nada del interior. Un letrero pintado, que decía
Myra’s Mixes, colgaba de una cadena oxidada sobre la puerta. Ver el lugar
envió una sacudida hacia mi estómago. No podía explicar por qué, pero sentí
que algo me empujaba hacia la pequeña tienda, como si estuviera destinado
a entrar. Había una sutil y pulsante energía fluyendo fuera del lugar. Una
persona que nunca se había topado con magia no habría reconocido los
tenues rastros, pero yo había sido criado por el Oráculo.
Donde algunos sentían un escalofrío o la sacudida del déjà vu, yo
sentía magia. 70
Me dirigí hacia la puerta, sabiendo que mis hombres me seguirían sin
dudarlo, y cuando entré en la pequeña cabaña, sentí algo presionando en mi
mente. Imaginando una pared en mi cabeza, miré por encima de mi hombro
hacia los guerreros.
—Protejan sus mentes. Hay algo más en juego aquí. —Todos ellos, en
algún momento de sus vidas, habían pasado tiempo con mi madre, y ella era
inflexible en cuanto a que yo y aquellos más cercanos a mí aprendiéramos a
protegernos del poder oscuro. No sentía como si cualquier presencia que
intentara ver dentro de mi mente fuera oscura, pero aun así no me gustaba la
idea de que cualquier cosa se apoderara de mis recuerdos.
A medida que nos adentrábamos más en la tienda, mis ojos
comenzaron a adaptarse a la oscuridad, la única luz que provenía de la luna
se filtraba de la puerta abierta detrás de nosotros. De repente, una pequeña
anciana se paró detrás de un estante, directamente a mi derecha, y me detuve
en seco. Con gruñidos y maldiciones susurradas, los hombres que estaban
detrás de mí tropezaron con mi espalda, desafiándome a permanecer erguido
ante la mujer.
—Torben, comandante del clan Hakon, futuro rey, te he estado
esperando —dijo la anciana con voz amenazadora.
—Esto no puede ser bueno —murmuró Brant.

71
Traducido por LizC

Corregido por ~Ángel'Grey

“Al crecer, para una niña es divertido soñar cómo se verá su vida cuando
finalmente alcanza la adultez. Por supuesto, se imagina teniendo la boda perfecta,
un hombre atractivo que la adora, y un felices para siempre después rodeados de
niños encantadores. Nadie le dice a la niña que la probabilidad a que estos sueños
se hagan realidad es la misma a que su amiga imaginaria vuelva a la vida durante
una de sus fiestas de té”.
~Diario de Allete Auvray

72

M
i corazón latía tan fuerte que estaba segura que todos a mi
alrededor podían oírlo. Nunca antes había estado
agradecida por un incendio forestal, pero el incendio fuera
de las murallas del castillo impedía que todos se me quedaran mirando a
medida que me inclinaba lo más lejos posible de Cathal mientras él luchaba
por susurrarme al oído. No estaba seguro de quién lo había encendido, pero
con gusto les daría la mano y les agradecería si pudiera.
Thomas se sentó al otro lado de la mesa y tres asientos a mi izquierda.
Llamó mi atención y movió las cejas sugestivamente. En serio quería
arrojarle una pierna de pollo, pero estaba bastante segura que Cathal podría
ponerme sobre su rodilla y azotarme delante de todos si lo hacía, o al menos,
regañarme verbalmente. Mequetrefe pomposo. Puede que nunca lo diga en
voz alta, pero decidí que lo llamaría MP para mí cada vez que pensara en él.
Era un sentimiento mezquino y vengativo, claro, pero tenía que sacar ventaja
de donde pudiera encontrarla.
Cuando el rey de Tara finalmente se volvió para hablar con alguien a
su izquierda, levanté mi tenedor a medida que miraba a mi primo y fingí
apuñalarme a mí misma. Dayna, que estaba sentada a la izquierda de
Thomas, debe haberme visto, porque resopló y el sorbo que acababa de
tomar salió disparado por su nariz y boca, haciendo reír a Thomas de forma
incontrolable. Mi madre miró a su hija menor con los ojos muy abiertos, y
mi padre me miró con una sonrisa de complicidad en la cara. No supe si vio
mi gesto, pero probablemente adivinó quién había causado la conmoción.
—Disculpen —dijo Dayna, dándose unas palmaditas en la boca—. Vi
una mosca en mi bebida mientras tomaba un sorbo y me sobresaltó.
Ante su comentario, casi todos en la sala recogieron sus gafas y
miraron hacia abajo.
Thomas todavía estaba riendo, así que estuve muy tentada a lanzarle
algo. Quizás todos estarían demasiado preocupados con la posibilidad de
ingerir un insecto para notar un buen plato horneado volando.
Mi padre se aclaró la garganta, llamando inmediatamente la atención
de todos, y Thomas me disparó un último guiño antes de que él también se
volviera a mirar a mi padre.
—Distinguidos invitados —comenzó mi padre. A medida que se
levantaba, tomó la mano de mi madre y la levantó para que estuviera a su
lado. Parecía que ella quería estar allí tanto como yo quería ser alcanzada por
un rayo—. Permítanme presentarles a nuestro invitado de honor, el noble rey
de Tara y mi futuro yerno, el rey Cathal. Pronto, se casará con mi hija
mayor, Allete. Su matrimonio no solo será una unión feliz y bendecida para
73
la joven pareja, sino también para ambos reinos. Nuestros súbditos pronto se
beneficiarán del aumento del comercio y la seguridad, así como ahora
tendremos un aliado tan fuerte y de confianza cercano. Gracias a los dos. —
Me miró y mis entrañas se apretaron—. Casarse con un extraño no es un
sacrificio pequeño. Reconocemos el costo, y los honramos.
Me tragué el impulso de vomitar lo poco que había comido por toda la
mesa, o mejor aún, en el regazo de Cathal. Esta era la forma en que mi padre
se disculpaba conmigo. No estaba segura que él comprendiera lo detestable
que era el rey de Tara, pero vio lo suficiente como para saber que mi
matrimonio no sería feliz.
Cathal le dio un ligero asentimiento a mi padre y luego también se
levantó. Podía sentir a todos observándome a medida que fijaba mi mirada
en el pollo que no había comido en mi plato. Tal vez estaba esperando que, si
evitaba sus miradas curiosas el tiempo suficiente, todos perderían interés en
mí, pero entre todas las miradas y vistazos, sentí una que hizo que el vello de
mi nuca se erizara… la suya. Cathal se aclaró la garganta, y cuando eso no
logró obtener una respuesta mía, colocó su fría mano sobre mi hombro. Ya
no podía ignorarlo sin causar una escena, así que recobré la compostura y
tragué la bilis.
Me puse de pie lentamente, plasmando mi mejor sonrisa. A juzgar por
las miradas en los rostros de los comensales, no había tenido éxito en parecer
cortés, sino tal vez puede haber parecido un poco demencial. Vi a Clay
alejarse un paso de la pared donde había estado de guardia y le di un gesto
con la mano discretamente para que se quedara quieto. Dayna me miró a
medida que se mordía el labio, y supe que estaba intentando
desesperadamente no reír. Mis ojos se movieron sobre la mesa, fijándome en
las caras de los cortesanos, la mayoría de los cuales apenas conocía. Algunos
eran fieles amigos de nuestra familia, señores y duques preocupados por
nuestro reino y con la esperanza de que esta nueva alianza produjera
prosperidad para nuestra gente. Otros simplemente estaban allí para
participar en los chismes y aprovechar del vino gratis del rey.
Estaba tan distraída por mis pensamientos, que no escuché a Cathal
hablando a mi lado. De hecho, ni siquiera lo reconocí hasta que noté que su
fría mano se movía hacia mi cuello. Moví la cabeza tan rápido que casi perdí
el equilibrio debido al peso de las trenzas que Lidia había amontonado sobre
mi cabeza. Cathal me estabilizó con esa maldita mano en mi cuello y me
miró con lo que debía haber parecido adoración. Lo que no vieron fue la
insinuación de violencia brillando más allá de su fachada real siempre
presente. Estaba enojado, no, enfurecido, pero le sonreí dulcemente y vi
aumentar la rabia en él.
Su firme apretón era un simple recordatorio de que era un hombre, 74
mucho más grande que yo, y que me veía como nada más que un objeto para
poseer y usar cuando quisiera.
—Como estaba diciendo —continuó Cathal suavemente—, mi novia
es aún más hermosa de lo que podría haber imaginado. Les aseguro a todos
que, no es difícil estar enganchados a una visión encantadora como Allete.
¿Casi se atragantó con la palabra, hermosa?, me pregunté.
—Gracias por ofrecernos a mí y a mi gente una cálida bienvenida.
Espero conocer su reino, su gente y mi futura novia.
Los invitados respondieron con aplausos sutiles y sonrisas radiantes.
Incluso escuché los suspiros provenientes de algunas de las damas, jóvenes y
mayores. Casi puse los ojos en blanco, pero me contuve cuando vi la mirada
melancólica de Cathal. Se inclinó hacia mí mientras nos sentábamos, como
si estuviera robando un momento rápido para susurrar algo amoroso en mi
oído. Oh, cuán sorprendidos estarían nuestros espectadores al saber que sus
palabras transmitían sentimientos bastante opuestos.
—No tengo idea de por qué apareciste como una ramera desatada,
pero recuerda mis palabras, nunca más me avergonzarás de esta forma. A
partir de ahora, solo usarás el guardarropa que traje para ti.
Me aparté para mirarlo. Nada en su expresión revelaba el disgusto
llevado en su tono de voz. Estaba tan cerca de escupir en sus ojos que tuve
que obligarme a tragar la saliva que se acumulaba en mi boca, como si mi
cuerpo hubiera anticipado mi deseo. Tomando una respiración profunda,
incliné mi cabeza levemente.
—Como desees.
La cena fue terriblemente lenta. Tan lenta, que me encontré mirando
al personal, deseando que se movieran más rápido. Pero sin importar lo duro
que los mirara, su ritmo no aumentaba. Por un momento, deseé poder
cambiar mi don de sanación para poder influir silenciosamente en las mentes
de los demás. Qué maravilloso sería hacer que omitieran los platos restantes
y nos trajeran nuestros postres. Cuando el último plato se sirvió una hora
más tarde, no pude obligarme a comerlo, a pesar de que era mi favorito. La
cocinera debe haber sentido lástima por mí y había preparado tarta de
melocotón.
—¿No te gusta la tarta, mi amor? —preguntó Cathal lo
suficientemente fuerte como para que toda la mesa lo notara.
—Es su favorita —ofreció Dayna. Le lancé una mirada enojada, pero
ella solo sonrió. 75
—Me excedí tontamente y ahora no tengo espacio para la exquisita
delicia de la cocinera. —No entendía por qué sentía la necesidad de
explicarme ante él.
—Pero no comiste mucho esta noche —dijo Cathal a medida que daba
otro bocado a su propia tarta—. No sería bueno para ti estar tan delgada.
Prefiero que mi esposa tenga un poco de curvas.
Esa fue la gota que colmó el vaso: no iba aguantar a sentarme en la
mesa con mi familia y dos cortes de dos reinos y permitirle hablar sobre mis
curvas. Me puse de pie bruscamente.
—Por favor, perdóneme, mi señor —miré a Cathal, y luego me volví
hacia mi padre—. Padre, debo retirarme. De repente me siento mal.
Mi madre, bendita sea, se puso de pie y avanzó hacia mí. Envolvió un
brazo alrededor de mis hombros y comenzó a sacarme de la habitación.
—Cuidaré de nuestra hija, mi amor —le gritó a mi padre por encima
del hombro. Clay nos siguió a una distancia discreta. Por una vez, estaba
agradecida por su presencia.
Él sabría que no quería que Cathal me siguiera.
Escuché a Dayna y Lizzy inventando disculpas para irse y luego sus
pasos apresurados sonaron detrás de nosotros. Cuando estuvimos a una
buena distancia del comedor, dejé escapar el aliento que había estado
conteniendo.
—Es absolutamente espantoso —dijo mi madre con un tono de
disgusto en su voz.
Acerqué mi dedo a mis labios, recordándole que siempre había oídos
escuchando. Ella asintió, y continuamos el resto del camino en silencio.
Llegamos a mi recámara en tiempo récord. Cuando la puerta se cerró
detrás de mis hermanas, no pude evitar sentir que escapar a mi habitación se
había convertido en un hábito en el breve tiempo que Cathal había estado en
nuestro reino.
Mi madre se volvió para mirarme y odié la angustia que vi en sus ojos.
—Lo siento tanto. Si hubiera sabido que él era un hombre tan horrible,
habría luchado contra tu padre en este asunto.
—No te culpo, ni a padre, a decir verdad —dije, esperando que ella
pudiera escuchar la sinceridad en mi voz—. Encontraré la manera de sacarle
provecho. 76
—Todavía voto que contratemos a un asesino —dijo Dayna.
—¿Qué? —jadeó madre.
Negué con la cabeza y le di unas palmaditas en el hombro.
—No le prestes atención. Dayna dice cosas antes de pensar en las
repercusiones.
—Eso no es verdad, hermana. Sé las consecuencias de contratar a un
asesino: la muerte. Específicamente, la muerte de esa horrible excusa de
hombre.
Lizzy rio disimuladamente.
—No la animes —le advertí a mi hermana del medio.
—Dayna, no debes decir tales cosas —regañó madre—. Si la persona
equivocada te escucha, esas palabras podrían ahorcarte.
Dayna no parecía preocupada en lo más mínimo.
Mi madre me miró críticamente antes de reír.
—Ese de hecho es un vestido terrible. ¿Yo lo escogí?
—Estabas pasando por una fase. —Sonreí— Y después de todo resultó
ser útil.
—Debo admitir que, si intentabas repugnarlo, podrías haber acertado
asistiendo al banquete en ese estado. Pero, Allete, tu belleza aún brilla.
—Tienes que decir eso, eres mi madre.
—Eso no lo hace menos cierto —respondió.
—Entonces, ¿vamos a continuar intentando hacerte lo menos atractiva
posible durante el cortejo? —preguntó Lizzy.
—Ese había sido el plan, pero Cathal me regañó en la cena y me dijo
que solo debo llevar la ropa que trajo para mí.
—¿Dónde están? —preguntó mi madre.
Dayna ya estaba dirigiéndose hacia mi guardarropa. Cuando abrió las
puertas, todas jadeamos. Estaba lleno de lujosos vestidos, todos al último
estilo, que no me gustaba en realidad.
Lizzy sacó uno y tiró del corpiño.
—¿Dónde está el resto del frente?
77
Dayna dijo bruscamente.
—Ese cretino.
Mi madre se volvió hacia ella.
—¿Dónde aprendiste ese lenguaje?
Ella se encogió de hombros.
—De la cocinera.
Mamá negó con la cabeza, pero una vez más se distrajo con el vestido
que Lizzy estaba sosteniendo.
—Es el estilo popular en Francia —dije—. El corpiño ajustado tiene
un corte especialmente bajo de modo que pueda empujar efectivamente los…
activos de una mujer.
—Solo di pechos: empujan hacia arriba tus pechos para que así un
hombre pueda tener una conversación con ellos en lugar de tu cara —resopló
Dayna—. Estoy segura que esto fue diseñado por un hombre. Es ridículo.
—No puedo creer que quiera que desfile tan expuesta —murmuré, casi
para mí.
—Yo sí puedo —dijo Lizzy mientras ponía el vestido en su sitio—.
Para él, eres como una yegua premiada. Quiere pavonearte de modo que
todos puedan mirarte boquiabiertos, como si él tuviese algo que ver con tu
apariencia.
Avancé hacia mi cama y me arrojé sobre ella, cerrando los ojos
mientras sentía que las paredes se cerraban a mi alrededor. No podía escapar
de mi destino, y solo seguía empeorando.
—No te preocupes, hermana mía —dijo Dayna, dándome palmaditas
en el brazo—. Tengo otra idea. Entonces, él quiere que te veas hermosa…
bien. Si no podemos hacerte más fea, solo te haremos apestar.
Mi ojo se abrió.
—¿Qué? —Mi voz salió en un graznido. Alrededor de cualquier otra
persona, me habría avergonzado la sugerencia.
—Ningún hombre quiere acercarse a una mujer maloliente —señaló
Dayna—. Si te hacemos apestar, no querrá estar contigo. Es una genialidad.
—¿Y qué tal si yo no quiero oler mal?
—Eso parece un poco extremo —coincidió mi madre.
78
—Imagínate esto, querida Allete —dijo Dayna a medida que levantaba
la mano y gesticulaba como si estuviera revelando algo—. Los brazos de
Cathal están envueltos alrededor de ti en un fuerte abrazo. Su boca está cerca
de tu cuello, su lengua de serpiente emergiendo para saborear la fruta
prohibida. Su cálido aliento acaricia tu piel y sus manos vagan más abajo…
Mi estómago se revolvió.
—¡Para! —grité prácticamente, interrumpiendo cualquier otra
imaginación perversa que tuviera—. Hazme apestar.
—Supuse que lo verías a mi manera.
Traducido por Lyla y Masi

Corregido por ~Ángel'Grey

“Magia. Hay aquellos que tiemblan ante ella, teniendo miedo de lo que no pueden
controlar. Algunos hacen uso de ella despiadadamente mientras otros la utilizan
para hacer el bien… hacer lo que pueden para ayudar a aquellos que están
alrededor, incluso si pasa desapercibido. La magia no puede contenerse, no puede
extinguirse y no puede explicarse. Nosotros podemos aceptarla, aprender de
aquellos que están dotados, o podemos dejarla destruirnos”.
~Torben

79

S
eguí a la anciana torcida y encorvada, que se había presentado
como Myra, más adentro en la tienda. Mis hombres se quedaron
cerca, Brant maldecía por lo bajo todo el camino.
—Relájate —dije a medida que miraba hacia atrás.
—Claro, Torben, me relajaré —respondió el gigante nervioso—. No
hay nada de qué preocuparse aquí. No hay nada espeluznante en una
anciana que parece que podría convertirnos a todos en ranas, y quien, por
cierto, sabía tu nombre a pesar de que nunca te había conocido. Nada
aterrador sobre eso en absoluto.
Entendía sus reservas, pero no sentía ningún mal que emanara de la
mujer. Tenía algo de magia, eso era obvio, pero eso no significaba que
representara una amenaza. Dejando a un lado la inquietud de Brant, Myra
tenía información que necesitaba saber.
Cuando llegamos a la parte posterior de la tienda, ella caminó a través
de una cortina abierta. Me detuve cuando sentí la mano de Brant sobre mi
hombro, pero antes de que pudiera hablar con él, la cara de Myra apareció en
la abertura.
Miró hacia mi segundo al mando.
—No quiero hacerte daño, grandote, pero sería mejor si nadie nos
oyera. No te beneficiaría si algún soldado que pase los descubriera hablando
conmigo —le dijo.
Después de una breve vacilación, me dio una palmada en el hombro,
una señal de rendición, y seguimos a Myra a la habitación. A juzgar por la
cama, la mesa y las sillas pequeñas, y un pequeño mostrador utilizado para
preparar la comida, habíamos entrado en su vivienda. Hizo un gesto a Brant
y a mí para que nos sentáramos mientras se sentaba frente a nosotros.
Solo había cuatro sillas; el resto de mis hombres tendrían que
permanecer de pie. Estaba un poco preocupado de que aplastáramos las
pequeñas sillas debajo de nosotros. No parecían exactamente diseñadas para
manejar hombres de nuestra estatura.
—Son más resistentes de lo que parecen —dijo Myra con una pequeña
sonrisa, al notar mi observación.
Brant y yo nos sentamos, y la habitación pareció encogerse varios
tamaños. Inmediatamente, noté un pequeño estante, que albergaba muchos
objetos mágicos muy usados: un cuenco, azulejos que probablemente eran
dados que predicen el futuro, un espejo y un mazo de cartas de tarot hechas
jirones. 80
—Eres una bruja —solté sin pensar en cómo reaccionarían mis
hombres, y ellos lo hicieron.
Mientras buscaban sus espadas, el sonido de acero empujado reverberó
en el pequeño espacio.
—¡Esperen! —gruñí. Para mi sorpresa, Myra ni siquiera se inmutó.
Simplemente nos miró a través de agudos ojos grises, una sonrisa de
complicidad en su rostro—. Guarden sus armas. —Mis palabras fueron
severas mientras mis labios se apretaban. Los músculos de mi cuerpo se
tensaron fuertemente. Estaba listo para reaccionar rápidamente, pero a qué,
no tenía ni idea. Aunque todavía no sentía ningún peligro, las circunstancias
habían cambiado. No estábamos tratando con una persona que poseía
poderes mágicos; estábamos tratando con una persona que sabía cómo
manejar esa magia. La variación no era mera semántica. Era la diferencia
entre una antorcha y una hoguera. Ambos deben ser respetados, pero uno era
mucho más peligroso.
De hecho, según mi madre, había más personas que poseían poderes
mágicos y solo lo sabían aquellos que la practicaban. Aquellos que
albergaban poderes, pero lo desconocían generalmente. Además, ignoraban
los extraños sucesos que a menudo ocurrían a su alrededor. Myra no era una
persona así, ella estaba bien versada en sus habilidades mágicas.
Con murmullos audibles, mis hombres obedecieron mi orden y
envainaron sus espadas. Tenía las manos juntas, descansando en su regazo.
Sus hombros caían un poco hacia adelante, como si hubiese llevado bolsas
pesadas con ambas manos durante mucho tiempo. Sus ojos se movían,
asimilando todo sobre mí y mis guerreros. Independientemente de lo antigua
y frágil que pareciera, Myra era una fuerza formidable.
—Me han llamado muchas cosas a lo largo de los años: maga,
hechicera y, sí, incluso bruja —dijo después de unos momentos—. Si bien
considero que estas etiquetas son inadecuadas para lo que soy en realidad,
supongo que responden adecuadamente a lo que otros realmente quieren
saber: ¿puedo usar magia? Sí, puedo.
—¿Seguramente los británicos no aprueban el uso de la magia? —
pregunté.
—No voy por ahí convocando fuego desde el cielo, ¿verdad? Para
todos los demás, no soy más que una vendedora ambulante de plantas
curativas. Si, después de ingerir mis tinturas, algunos descubren que han sido
sanados milagrosamente, bueno… me aseguro de darle todo el crédito a la
Madre Tierra, que nos proporciona estas maravillosas hierbas. Claro, hay
algunos que han sospechado a lo largo de los años, pero siempre he logrado
81
calmar cualquier sospecha. La mayoría solo me considera una chiflada o una
charlatana. Cualquiera está bien conmigo.
—Entonces, ¿este reino es cruel con aquellos que ejercen poderes
sagrados? —preguntó Amund.
—Eso es decirlo suavemente. Temen todo lo que no puedan explicar.
Las personas que tienen miedo toman decisiones precipitadas —explicó
Myra.
Entendía lo que ella quería decir. Mi gente estaba entre las pocas que
abiertamente aceptaban a aquellos con dones y buscaban utilizar su poder en
lugar de rechazarlos… o peor.
—¿Cómo sabes quién soy? —pregunté, y finalmente me dirigí al
motivo por el que estaba sentado en la casa de la bruja.
—Te he visto, Torben, muchas veces desde lejos. Durante el año
pasado, no he podido adivinar sin que tu cara aparezca en mi cuenco. No
estaba segura de cuándo vendrías, pero sabía que estarías aquí. Tu venida es
la marca de un cambio importante en el futuro de este reino, así como el de
su propio clan Hakon.
Un escalofrío recorrió mi columna vertebral cuando la escuché decir el
nombre de mi clan cuando no lo había mencionado.
No dudaba de que ella hubiera visto lo que decía, especialmente
después de escuchar la premonición de mi madre.
—¿Qué viste?
—Dos futuros me aparecen continuamente —comenzó Myra—. Uno
es un futuro lleno de guerra y crueldad, donde Gran Bretaña es conquistada
por el rey Cathal de Tara. El rey Albric cree que la unión de su hija mayor y
el rey de Tara es de igual beneficio para ambos reinos, pero está equivocado.
Cathal planea superar al reino y agregarlo a su imperio, convirtiendo a la
gente de Albric en súbditos de Tara. Cualquiera que se resista será asesinado
o esclavizado.
—Eso es alentador —gruñó Brant.
—¿Y el otro futuro? —pregunté.
—Debes tomar a Allete como tu novia, y tu unión eventualmente te
conducirá a una alianza pacífica con el rey Albric. El clan Hakon prosperará
con el don que tu novia le brinda a tu gente. Tú y Albric se alinearán para
derrotar a Cathal. Aunque habrá muchas bajas, saldrás victorioso.
—Magnus nunca dejaría que eso sucediera —interrumpió Amund—.
Nunca ha tenido mucho uso para los aliados. 82
—Tu propio líder del clan debe caer para que este futuro se concrete —
respondió ella, mirándome cautelosamente a medida que hablaba.
Mientras la escuchaba, me debatí internamente si debería contarle
sobre mi madre y su profecía.
—Ya sé sobre Hilda la Oráculo.
Mis ojos se ampliaron. Una vez más, la bruja había logrado
sorprenderme.
—¿Qué sabes de ella? —Mis soldados no sabían que mi madre
también era sanadora, pero necesitaba saber si Myra lo sabía.
La bruja dudó antes de hablar.
—Conozco los dones de tu madre, pero no son de conocimiento
común.
Asentí dándole las gracias.
—Sin embargo, entiendo que el futuro nunca es seguro.
Independientemente de lo que tu madre o yo hayamos visto, siempre existe
la posibilidad de que ocurra algo más. La gente es impredecible. Un solo
acto, aunque aparentemente insignificante, puede cambiar el curso de la
historia — dijo Myra.
—Aprecio la información —dije con sinceridad; era tranquilizador
escuchar a otro vidente que mis acciones no eran erróneas.
—Tengo una cosa más que ofrecer —dijo—, que tiene un valor un
poco más práctico. —Myra se puso de pie y caminó hacia una estantería
llena de pequeños viales de polvo, líquidos y toda clase de sustancias
irreconocibles. En el extremo de la estantería, descansaba un viejo y
desgastado libro, sus páginas deshechas colgaban de los hilos más finos que
hubiera visto. Lo puso sobre la mesa entre nosotros.
—Si me lo permites, me gustaría lanzar un hechizo sobre cada uno de
ustedes. Este hechizo te hará verte como un británico para todos excepto
para tu propia gente, lo que te permitirá integrarte, no te ves exactamente
como los otros hombres de por aquí.
Escuché gruñidos de los hombres que estaban detrás de mí, pero Myra
continuó, impávida.
—El hechizo también influirá sutilmente en las mentes de las personas
con las que te encuentres. Les resultarás familiar, haciendo que confíen en ti,
83
de lo contrario podrían cuestionar tus palabras o acciones. Para tu gente, si
susurras la palabra revelar, el hechizo se levantará de sus ojos y te verán
claramente debajo de la magia. Mi recomendación para ti —dijo, señalando
hacia mí—, sería conseguir ser parte de los guardias personales asignados a
Allete. De esa forma, puedes estar cerca de ella. Tú —continuó, señalando a
Brant—, deberías ir con Torben. El resto de ustedes necesitan integrarse entre
los guardias de Albric y los de Cathal, lo que les permitirá reunir información
sobre la gente de Cathal y quizás descubrir los planes que tiene.
—Por supuesto —respondí—. Apreciamos mucho tu ayuda, Myra.
—Hay una cosa más que debes saber… otra cosa que he visto. Llegará
un momento en que se necesitará que ofrezcas tu propia vida por la de
Allete. En ese momento, el hechizo se romperá.
Me sorprendieron sus palabras. En ningún momento mi madre había
mencionado que la vida de la princesa estaría en peligro.
—Estoy confundido. —Me quedé mirando fijamente a Myra con una
expresión perpleja en mi rostro— ¿Cómo tomaré a la princesa como mi
esposa si voy a morir por ella?
La anciana sonrió.
—Nunca dije que morirías, solo que ofrecerías tu vida por la suya,
pero ten cuidado. Como mencioné antes, nada es seguro.
Myra, entonces, cerró los ojos y hojeó las páginas del antiguo libro
mientras nos quedábamos observando.
—Esto es una locura —susurró Kjell.
—Estoy de acuerdo —dije en respuesta—, pero podría ser la única
oportunidad que tenemos para tener éxito. —Escuché el renuente acuerdo de
los demás y agradecí a los dioses el que mis hombres confiaran en mí.
—Mantengan la calma—les dijo Myra, mientras caminaba hacia mí.
Puso sus manos sobre mi cabeza y cerró los ojos, hablando en un idioma que
no conocía. Calor irradiaba de sus manos y fluía sobre mí como agua en
cascada. No era una sensación desagradable, pero era extraña. Sentí que mi
cabello se acortaba, dejando mi cuello desnudo igual que al resto de cuerpo.
Miré hacia mi ropa, y ya no vestía mis prendas de guerrero, sino que vestía el
uniforme de un guardia inglés. Después de que terminara conmigo, se movió
hacia Brant, repitiendo el proceso. Esto continuó hasta que tocó las cabezas
de cada uno de mis hombres y arrojó su magia sobre ellos. Cuando terminó,
nos entregó un espejo para que pudiéramos acostumbrarnos a nuestras
nuevas apariencias. No pude evitar reírme de lo diferentes que cada uno se 84
veía.
—Ya echo de menos mi cabello —murmuró Brant.
—Vivirás —le dije.
—O tal vez no lo harás —brindó Rush con una sonrisa triste.
—Nunca debes venir a verme mientras permanezcas en esta forma. No
recibo visitas de los guardias del castillo. Si alguien te viera ir o venir,
despertaría sospechas.
—¿Estás en peligro? —Sentí que era mi deber asegurarme de que ella
estuviera a salvo, al igual que querría que mi madre estuviera protegida de
aquellos que la lastimarían por sus habilidades.
—Puedo cuidar de mí misma —respondió con una pequeña sonrisa.
Fue una tontería por mi parte pensar que una bruja con su poder no podría
protegerse a sí misma.
Hizo un gesto para que la siguiéramos y abrió una puerta en la parte
posterior de su tienda.
—Date prisa en ir al castillo y consigue el puesto como sea necesario.
Lo que sigue es una partida de ajedrez: las piezas deben estar en el lugar
correcto para que el rey enemigo sea capturado.
—Gracias por tu ayuda —dije.
Me dio unas palmaditas cariñosas en el hombro y luego nos hizo un
gesto para que nos fuéramos. Me apresuré hacia el exterior con mis guerreros
detrás de mí. Nos movimos con propósito, intentando mezclarnos con los
otros guardias que caminaban cerca. Cuando llegamos a la entrada del
recinto interior del castillo, el portero nos detuvo.
—¿Sus asignaciones? —gritó desde su puesto.
—Dos de nosotros hemos sido agregados a la escolta directa de la
princesa. Los otros cinco están reportándose para recibir sus asignaciones —
le grité en respuesta. Estaba conteniendo la respiración, esperando ver si el
hechizo de Myra sería efectivo.
—Abran la puerta —dijo finalmente.
Un suspiro colectivo fue liberado por todos a medida que
observábamos cómo las puertas se abrían lentamente. Un obstáculo cruzado.
Ahora debemos convencer a los guardias de ambos reyes de que somos parte
de ellos.
—¿Qué hacemos si alguien niega nuestra afirmación? —susurró Kjell.
85
Presioné mis labios en una línea sombría y respondí:
—Nos reafirmamos en nuestra historia pase lo que pase. Cuanto más
seguros actuemos, menos nos cuestionarán.
—Esto va a ser divertido —dijo Amund.
Brant resopló.
—Necesitamos seriamente discutir tus ideas de diversión, Amund.
Estás empezando a preocuparme.
—¿Ahora te estás preocupando por él? —preguntó Delvin.
—Tiendo a ser poco distraído hasta que es absolutamente necesario.
—Dices un poco distraído donde otros dirían tonto —bromeé.
—No te preocupes, general —dijo Brant fríamente—. Tomaré
represalias.
—Por favor, abstente hasta después de que hayamos superado la
prueba —dije secamente—. Ahora, cierra tus trampas y presta atención.
—No puedo esperar a verte jadear a los pies de la princesa. —Brant se
rio entre dientes.
—¿Qué te hace pensar que no estará jadeando a mis pies? —pregunté,
olvidando que acababa de decirle que hiciera silencio.
—Porque ella tiene senos y tú no. —Los otros hombres intentaron
cubrir sus risas con tos. Mis pensamientos estaban corriendo con todo lo que
habíamos averiguado. Necesitaba atraer mi mente de vuelta a la realidad.
Las vidas de mis hombres y mi clan dependían de eso.

86
Traducido por Clau-Clau y Smile.8

Corregido por ~Ángel'Grey

“Es oficial. Me voy a casar con un demonio. Claro, puede lucir como un hombre.
Puede caminar y hablar como un hombre, pero un hombre no es. Es el engendro de
alguna criatura malvada, enviado a la tierra para atormentarme. Esa es la única
conclusión lógica que puede sacarse. Ningún hombre trataría a su futura esposa y
su familia en la forma que Cathal nos ha tratado”.
~Diario de la princesa Allete Auvray

M
ientras miraba fijamente el techo de mis aposentos, mis ojos 87
se rehusaron a cerrarse. Finalmente había convencido a mi
madre y hermana que se retiraran a sus propias
habitaciones, asegurándoles que no iba a arrojarme por la ventana para
escapar a mi destino, aunque estaba tremendamente tentada. Me preocupaba
mucho más el estado mental de mi madre que el mío. Ella estaba mucho más
molesta ante el comportamiento de Cathal de lo que yo había anticipado
originalmente. Esperaba que no hiciera nada drástico.
La inquietud sobre el día siguiente evitaba que descansara. Se esperaba
que pasara la mayor parte de mi día en compañía de mi futuro esposo y yo
preferiría limpiar los orinales en cada habitación del castillo que estar con
Cathal. Me reí silenciosamente mientras me imaginaba las caras
conmocionadas de la corte del castillo si me veían cargando orinales con el
vestido que Cathal esperaba que vistiera.
—¡Ugh! —gruñí— ¿Por qué no podía sencillamente ser un amable
anciano buscando compañía para su vejez? —pregunté a la habitación
silenciosa. No tendría romance, por supuesto, pero al menos no me faltaría al
respeto; o peor, temer por mi seguridad. Supongo que podía desear que mis
circunstancias fueran diferentes hasta que la cara se me pusiera azul, pero eso
no cambiaría nada.
Después de otra hora de revolverme y girarme, finalmente caí en un
sueño inquietante. Sueños de un dragón con la cabeza de Cathal
atormentaron mi mente, dejándome temblorosa y abrumada. Sin importar
cuántas veces me dije que solo era un sueño, el miedo en mi estómago no
disminuía.
Cuando mis ojos se abrieron de golpe la mañana siguiente, sentí como
si un tope de jabalí salvaje me hubiera hecho un baile en la cabeza. El dolor
era nauseabundo. Bajé de la cama, tomé mi túnica y la envolví
apretadamente a mi alrededor. Hubo un golpe en mi puerta y mi estómago se
desplomó. No estaba lista para enfrentar a Cathal. Caminé lentamente hacia
la puerta y salté cuando un segundo golpe, más ruidoso, sonó.
Respiré profundo mientras sujetaba el pomo y abría la puerta. Quedé
cara a cara con un amplio pecho vestido con un uniforme de guardia del
palacio. Por una vez, no era el capitán Clay. Ese pensamiento voló por la
ventana cuando eché atrás la cabeza, y aún más atrás, a medida que miraba
hacia la persona que era dueña del pecho impresionante. Abrí mucho los ojos
mientras veía los severos ojos plateados mirándome desde arriba. Era
imponente. En realidad, no había otra forma de describir al hombre de
aspecto feroz ante mí. No era bonito. Era demasiado masculino para ser
bonito. Era impresionante. Su mirada sin vacilaciones y figura grande y 88
sólida eran increíblemente intimidantes y aun así no estaba atemorizada por
él. Algo en su mirada era… protectora hacia mí. Supe que él nunca me
lastimaría.
—Princesa —habló el hombre finalmente y su voz profunda ocasionó
que se me erizará el vello por los brazos.
—¿Quién eres tú? —pregunté, una vez que finalmente hube
encontrado la sensatez de cerrar la boca y dejar de babear como una
adolescente mirando a su primer flechazo.
—Perdóneme por molestarla, su alteza —gruñó el guardia—. Brant —
hizo un gesto a la montaña aún más grande parada detrás de él, a quien yo
aún no había notado—, y yo hemos sido asignados como sus guardias
personales.
—A-já —dije lentamente. Entrecerré los ojos mientras echaba un
vistazo al llamado Brant y luego de vuelta a la visión enfrente de mí que
había hablado—. ¿Y quién exactamente eres tú?
Sus labios se agitaron como si le divirtiera mi escrutinio. Inclinó la
cabeza ligeramente.
—Soy Torben.
—Torben —repetí como si estuviera hablando otro idioma. ¿Cuál era
mi problema? Una cara atractiva y voz cautivadora parecían ser suficiente
para convertirme en una simplona sin cerebro. Pero de verdad, ¿qué clase de
nombre era Torben? No creía nunca haberlo oído antes. Ciertamente no
sonaba nativo.
—Sí, Torben. Sé que mi nombre es único. No estoy seguro cómo se le
ocurrió a mi madre. Le he preguntado muchas veces, pero nunca me da una
respuesta directa.
—A-já —respondí, una vez más mostrando mis extraordinarias
habilidades lingüísticas. Me quedé allí parada mirándolo estúpidamente
mientras él me devolvía la mirada. Torben no parecía sentirse incómodo por
el silencio entre nosotros. Permaneció inmóvil, aún solo mirándome
fijamente, como si no le importara pasar el día entero haciendo justamente
eso. Yo, por otro lado, luché con la urgencia de balancearme de un pie a otro
bajo su intensidad.
El otro, Brant, se aclaró la garganta y el trance entre nosotros se
evaporó. Mi cerebro, que sabía que aún poseía en algún lugar de mi cabeza,
repentinamente se reconectó.
—Mi padre no me informó que iba a tener un nuevo guardia —dije, 89
observando de cerca para ver si mis palabras causaban alguna inseguridad en
Torben. Conocía a muchos de los guardias del palacio y ciertamente todos
los que estaban asignados a mi protección. Mi padre me habría informado si
iba a haber un cambio entre los hombres.
—Estoy seguro que no ha tenido tiempo de decirle aún. Tal vez no me
corresponda decírselo, pero estaba preocupado que el fuego que se inició
anoche podría ser más que solo un accidente —respondió Torben
calmadamente—. Deseaba asegurarse que usted estuviera protegida,
especialmente con todos los visitantes en el castillo.
O este hombre era verdaderamente mi nuevo guardia asignado, o era
tan fluido como mantequilla derretida al mentir. No podía determinarlo con
certeza, pero no se sentía malvado. No tenía ninguna habilidad sobrenatural
para discernir las intenciones de una persona. Sin embargo, en ocasiones
anteriores mi poder me ha advertido sobre el peligro. No entendía cómo
funcionaba, peo imaginaba que era un mecanismo de defensa para alertarme
cuando estaba en el proceso de sanar a alguien. Durante esas ocasiones, mi
atención estaba completamente enfocada en mi tarea y era vulnerable, así
que saber si el peligro estaba cerca es importante.
Este sexto sentido, como había llegado a llamarlo, me había salvado
en el pasado. Una vez me topé con un conejo que había sido atacado por un
depredador. Mientras me arrodillaba para revisar las heridas de la criatura
asustada, estaba completamente inconsciente de que un lobo se ocultaba
cerca en el follaje. Justo cuando coloqué mis manos sobre el conejo para
sanar los rasguños y mordidas, una sensación abrumadora de ser observada
me cubrió. Salté y grité, girando en el lugar. El lobo, alarmado, igualó mi
grito y se alejó, dejándonos al conejo y a mí atrás. Desde ese día, nunca he
ignorado a mi sexto sentido cuando me dice que hay peligro cerca.
—Princesa, ¿está bien? —me preguntó Torben. Sacudí la cabeza y
volví a enfocarme. Su voz era musical, pero eso no era lo que había atraído
mi atención. Era la gran mano que descansaba ahora en mi hombro. Él me
estaba tocando.
—Me estás tocando —dije estúpidamente, como si el hombre no
supiera que había colocado su mano sobre mi hombro.
Una sonrisita tironeó de sus labios carnosos.
—Así es —dijo sin disculparse—. Dije su nombre varias veces, pero no
respondió.
Miré de su mano a su cara nuevamente.
—Oh. —Esa fue mi brillante respuesta. Sacudí la cabeza y di un paso 90
atrás. Necesitaba poner algo de distancia entre este nuevo guardia y yo.
Algo respecto a él, no sabía qué, me desarmaba.
—Gracias por presentarte, Torben. Necesito alistarme para el día. Si
eso es todo, buen día —dije con toda la velocidad de una niña exuberante y
entonces me retiré de su mano antes de cerrar la puerta rápidamente justo en
su cara atractiva, aunque confundida.
Me quedé mirando la puerta cerrada como si mirándola el tiempo
suficiente sería capaz de ver directamente al hombre tras ella. Después de
varios minutos, poco a poco me alejé de la puerta y dejé escapar un suspiro
tembloroso. Nunca me había sentido tan sacudida por nadie. No me
malinterpretes, había notado a hombres guapos en el pasado, pero ninguno
de ellos me había llamado la atención como lo hizo Torben. Algo en él me
cautivaba, lo que, a su vez, me hacía sonar como una idiota incompetente.
Negué con la cabeza como si pudiera quitarme su imagen de mi mente y
empecé mi rutina matutina. Sería la primera vez que tendría que pasar todo
el día con el rey Cathal. La idea era nauseabunda. Estar en su presencia era
equivalente a permitir que pollos me sacarán los ojos, solo que los pollos
serían probablemente mejores conversadores.
Una media hora más tarde, hubo otro golpe en la puerta. En lugar de
caminar hacia ella, simplemente me quedé mirándola como si fuera un
monstruo de tres cabezas que se preparase para devorarme. Mi corazón
comenzó a latir dolorosamente duro en mi pecho y mis manos se
humedecieron. No estaba segura de qué presencia temía más al otro lado de
la puerta a Cathal o a Torben.
La elección fue tomada repentinamente fuera de mis manos cuando la
puerta se abrió y entró Lidia. Mi doncella miró hacia el pasillo, la confusión
estropeando su frente antes de cerras la puerta y volverse hacia mí.
—No era consciente de que tenía nuevos guardias —dijo.
—Yo tampoco —dije con un suspiro. Vi como Lidia se movía por la
habitación, haciendo la cama y enderezando las almohadas que ya estaban
rectas—. Puedo decir que tienes más que decir sobre el asunto, Lidia. Así que
habla ya.
Se encogió de hombros como si no se tratara de nada.
—Estaba pensando que ambos son muy guapos.
—Lo haces sonar como si los guardias no pudieran ser guapos.
Lidia chasqueó la lengua.
—¿Cuándo ha visto un guardia que se parezca a esos dos? —Hizo un 91
gesto hacia la puerta.
No tenía ningún argumento. Torben e incluso Brant, podía admitir,
eran ambos muy guapos.
—¿Los has visto alguna vez? —pregunté.
Lidia negó.
—No les hubiera olvidado ni tampoco hubiera evitado mencionarlo.
Son nuevos. Los dos serán la charla del personal del castillo. —Sonreí.
—Eso, mi querido amiga, es bastante cierto.
Lidia, tan tranquila como puede ser, disfrutaba compartir cositas que
oía o veía fuera del castillo. Nunca era tan gráfica como Dayna, pero sí igual
de ansiosa.
Mientras Lidia me ayudaba a quitarme la ropa de noche, la puerta se
abrió de nuevo, y pude ver brevemente a un Torben con los ojos abiertos
como platos. Levanté mi vestido sobre mi hombro desnudo y aparté mis ojos
de él para fulminar a mi hermana con la mirada.
Dayna cerró la puerta con el mismo fervor con que la había abierto.
—¿No sabes lo que es llamar? —le espeté, la vergüenza porque Torben
me había visto en tal estado, me quemaba la carne.
—Por supuesto, que he oído sobre llamar. Pero ¿por qué tengo que
llamar para entrar a la habitación de mi propia hermana? Y, además, asumí
que ya te habías cambiado y estarías lista para el día a estas horas —
respondió Dayna—. ¿Cómo iba a saber que estabas arrastrándote por tu
habitación como un caracol enfermizo?
—¿Puedes pensar en una razón por la que debería estar saltando de
alegría para comenzar el día?
Una sonrisa traviesa iluminó la cara de mi hermana.
—Bueno, puedo pensar en dos y ambas están de pie justo fuera de tu
habitación. ¿Dónde ha estado ocultando papá a esos dos?
—No tengo ni idea. Estaban allí cuando desperté esta mañana. Ahora
¿puedes, por favor, cerrar la puerta para que nadie más entre a medida que
me cambio?
—Sí, sí. —Me despidió con la mano—. Prepárate, pero mientras lo
haces, debemos discutir nuestra estrategia.
92
—¿Qué estrategia? —pregunté mientras Lidia deslizaba una bata por
encima de mi cabeza y luego me tendía uno de los vestidos de Cathal para
que me lo pusiera. La tela estaba resbaladiza y fresca. Se sentía bien contra
mi piel caliente. Pero una vez que la elevó y deslicé mis brazos dentro, me di
cuenta de cuán poco cubría y mi piel se puso más roja. Miré abajo a la
sobreabundancia de escote que estaba presionando hacia arriba y por el corte
del vestido.
—La estrategia que debemos emplear para convencer al rey Cathal de
que no eres la novia para él —respondió Dayna a medida que se tocaba la
barbilla. Las ruedas giraban en la cabeza de mi hermana y no sabía si debía
estar agradecida o aterrorizada.
—Tal vez no sea un hombre a quien le gusten los pechos. —Señalé los
míos—. Dado que los míos parecen estar repartiendo invitaciones, le
repugnaría y navegaría de vuelta a Tara sin demora.
Dayna hizo un sonido entre un resoplido y una risa.
—Los pechos son como el sol, mi querida hermana. Le gustan a todo
el mundo.
Lidia arrugó la nariz ante el ofensivo vestido.
—No puedo creer que ésta sea la moda en Francia.
—Los franceses fomentan el abrazar la belleza de la forma femenina
—dijo Dayna ausentemente.
—¿No pueden abrazar a puerta cerrada? —dije mientras caminaba
hacia el espejo y me quedaba mirando, con mis ojos abiertos ante la mujer
delante de mí—. No saldré de esta sala… no así —declaré.
—Estoy un poco sorprendida de que permita que desfiles por ahí así.
¿No estará celoso? Los ojos de cada hombre en el castillo estarán sobre ti —
preguntó Dayna, abandonando, por el momento, sus planes para descarrilar
la inminente boda.
Me quedé mirando mi imagen, sintiéndome como una mujer de la
noche. ¿Cómo podría mantener la cabeza erguida como princesa de mi
pueblo, mientras estaba vestida como una ramera?
—No —respondí finalmente—. Cathal es un hombre que tiene
absoluta confianza en su propia posición. Quiere que otros hombres me vean
y sepan que nunca me podrán tener. Quiere que otros hombres estén celosos
de él, enseñándoles lo que nunca podrán tocar.
Las tres nos quedamos mirando el espejo durante unos instantes en
silencio hasta que finalmente elevé mis manos.
93
—No hay nada que hacer al respecto. —Me aparté del espejo y le
indiqué a Lidia que siguiera— ¿Podrías por favor, simplemente hacer algo
sencillo con él? —pregunté señalando a la masa de cabello todavía enredado
por mi sueño.
—He decidido que seré tu escolta, hermana mía —me informó Dayna
mientras se dejaba caer en la silla frente a mí.
—No sientas que tienes que hacerlo. Tendré a mis guardias conmigo.
Me devolvió la sonrisa y me guiñó un ojo.
—Oh, créeme, no se me ha escapado que tendrás a esas dos bestias
guapas contigo.
—¿Bestias guapas? —pregunté a medida que Lidia se reía.
Dayna se encogió de hombros sin vergüenza.
—Puede que solo tenga dieciséis, aunque estoy muy cerca de los
diecisiete, pero eso no significa que no reconozca a un semental de primera
cuando veo uno. O dos —agregó con picardía.
La señalé con el dedo, intentando sonar lo más severa posible.
—Bueno, solo asegúrate de no desarrollar un repentino interés por la
equitación, Dayna Auvray.
—Creo que interés no es una palabra suficientemente fuerte. Estoy
pensando en tomar clases de equitación.
Cerré mis ojos y me froté la sien, intentando evitar el dolor de cabeza
que sentía venir.
—Maldita sea, me vas a matar un día.

94
Traducido por Ximena y AnnaTheBrave

Corregido por Nix

“Hay muy pocas veces en mi vida cuando he tenido el viento a mi favor, y nunca
ha ocurrido cuando no estaba en una lucha”.
~Torben

—¿E
sa va a ser tu esposa? —preguntó Brant.
Escuché las palabras de mi amigo, pero
seguía demasiado ocupado mirando la puerta 95
que acababa de cerrarse en mi cara por
segunda vez. Mi cerebro estaba atascado en la clavícula expuesta y el
hombro de la mujer que me tenía cautivo.
Sentí un golpe en la parte posterior de mi cabeza y giré con un
gruñido.
—Preocúpate por lo tuyo, Brant.
Él levantó sus manos.
—No quería ofenderte, pero parecías un poco distraído. No te culpo.
Es encantadora. —Los ojos de Brant brillaron con algo que parecía
diversión—. Sin mencionar, que es pura como la nieve. Una mujer que ha
conocido el toque de un hombre nunca se pondría tan roja.
Sentí mis músculos tensos por el hecho de que mi próximo al mando
tenía tales pensamientos con respecto a Allete. Pura como la nieve era solo
otra manera de decir que nunca había estado desnuda frente a un hombre.
—Te conviene mantener tus pensamientos lejos de la piel de Allete y si
un hombre la ha tocado —espeté. Por alguna razón, que no iba a pensarlo
demasiado, me sentía muy protector hacia la pequeña y decidida princesa.
—Dejando las burlas a un lado —dijo Brant después de varios minutos
de silencio—. Es hermosa. Espero que la profecía sea correcta, y ella sea la
mujer que tendrás. Mereces algo hermoso en esta vida de guerra en la que
vivimos.
—¿Cuándo te volviste tan filosófico? —bromeé.
Brant se encogió de hombros.
—Tengo capas.
Reí.
—Sí, ciertamente eres como una cebolla. Quitas las capas para
encontrar algo debajo, pero al hacerlo, suelta un hedor que trae lágrimas a
los ojos de quienes la rodean.
—Simplemente tú eres un buscapleitos —dijo Brant secamente—. Ah,
y solo para que quedes tranquilo, no me interesa tu mujer. Ahora, la chica
vivaz que acaba de pasar junto a nosotros con solo una fugaz mirada, es
intrigante. —Se lamió los labios—. Ella es más de mi gusto.
Gruñí.
—Estamos en una misión. Por favor, abstente de intentar acostarte con
un ejército de mujeres inglesas.
96
Brant extendió la mano y me dio una palmada en el hombro.
—No te preocupes. No quiero acostarme con una gran cantidad de
ellas. Solo con esa. —Asintió hacia la puerta donde la mujer en cuestión
había desaparecido.
—¿Notaste la semejanza? ¿Y la ropa? Ella es probablemente la
hermana menor de Allete —dije, cruzando los brazos y dando mi mejor
esfuerzo para fulminarlo con una mirada de haz lo que digo.
—Relájate, Torben. No pondré en peligro la misión por un vestido…
incluso si es de la realeza y oculta tal belleza.
Puse los ojos en blanco.
—Maldita sea, ¿cuándo te volviste tan locuaz? —Los pasos que
sonaron desde el lado derecho del corredor nos hizo enderezar rápidamente y
deslizarnos en los papeles que estábamos haciendo.
Con el pretexto de actuar como guardia, sacudí la cabeza hacia un
lado para mirar al hombre que se acercaba caminando hacia nosotros. Era
alto, aunque todavía unos centímetros más bajo que yo. Imaginé que las
mujeres probablemente lo clasificaban como guapo, aunque había crueldad
bailando en sus ojos entrecerrados. Su boca era delgada y tensamente
estirada sobre su rostro, como si estuviera perpetuamente ofendido por todo
lo que lo rodeaba. El hombre apestaba a riqueza y privilegio. Era el tipo de
hombre que creía que todos estaban por debajo de él, y lo demostró cuando
abrió la boca para hablar.
—¿Vas a abrir la puerta, o necesitas una trompeta anunciante para
animarte a hacer tu trabajo?
Mi mandíbula se tensó, y estaba seguro que iba a romperme algunos
dientes.
—Perdóneme, mi señor…
El hombre me interrumpió.
—Su alteza —espetó.
—No, soy simplemente el guardia —repliqué. Brant intentó cubrir su
risa con una tos.
El hombre frente a mí estaba hirviendo, lo que solo hizo que quisiera
reírme.
—No tú, idiota. Estaba hablando de mí. No me llamas “mi señor”,
llámame “alteza”. Soy Cathal, el rey de Tara.
97
Hizo una pausa, mirándome expectante como si fuera a estallar en
aplausos. Simplemente devolví su mirada.
—Ahora, abre la puerta —ordenó Cathal.
—No puedo —dije—. La dama todavía se está vistiendo. Estoy seguro
que querría proteger su reputación y virtud, ya que se va a casar con ella. —
Sabía que estaba caminando en una línea muy delgada con el rey, pero era
tan fácil molestar al hombre, que era la única cosa que me impidió golpearlo.
Me moví, poniendo mi cuerpo entre él y la puerta, y golpeé
suavemente. Tan pronto como se abrió la puerta, entré rápidamente,
moviendo suavemente a la mujer que tenía delante y cerrando la puerta
detrás de mí. Cuando levanté la vista, vi tres pares de ojos expectantes. Un
par era bastante apreciativo, el segundo estaba claramente confundido y
conmocionado, y el tercero era curioso. Descarté los pares apreciativos y
curiosos y miré a la mujer que me estaba mirando con la boca abierta,
insegura de qué decir. Las mariposas asaltaron en mi estómago mientras
miraba su hermosa figura, seguidas de un rugiente dragón que amenazaba
con consumirme cuando me di cuenta de lo que estaba usando. Apreté mi
puño, empujando la ira, y tomando una respiración profunda, me estabilicé.
—Perdone la intrusión, mi señora, y también mi impertinencia, pero
¿dónde demonios está el resto de su vestido? —dije, inclinando mi cabeza
ligeramente, aunque mis ojos nunca la dejaron—. El rey Cathal la está
esperando, y no quería dejarlo entrar hasta que supiera que era apropiado.
Fue una buena cosa que no lo dejara entrar, considerando que… —Ni
siquiera podía llamarlo un vestido. Prácticamente no había mitad superior;
sería mejor llamarlo una falda con tirantes. Allete se paró y caminó hacia mí,
deteniéndose cuando estaba a unos metros de distancia.
—¿Y qué hay de ti?
—¿Disculpe?
—¿Crees que puedes venir a mis aposentos cuando quieras? Eres un
guardia, no mi niñera. Mi vida es tuya para proteger, no mi honor. ¿Y si no
estuviera decente? Podría tener tu cabeza en una cesta por irrumpir aquí. —
Estaba enojada porque dije lo que dije y ella creía que el trozo de material
que tenía puesto era un vestido. Pero ella tenía un punto. No tenía derecho a
entrar en su habitación, por supuesto. Tal vez no debería haber actuado tan
apresuradamente. La idea de Cathal a solas con ella, sin embargo, retorció
mis entrañas como carne podrida y me pateé mi comportamiento temerario.
—Tiene razón, mi señora. No debería haberme entrometido, pero no
sabía cómo impedirlo. Sé que su padre no desearía que el hombre esté en su
dormitorio antes de la boda. —Luché por mantener mis ojos en su rostro, 98
aunque era lo suficientemente hombre como para admitir que cayeron al
amplio busto que amenazaba con mostrarse. Quería arrojarle una manta para
que nadie más la viera en ese estado. Por todos los dioses, ¿por qué se
pondría algo tan revelador?
Allete sostuvo mi mirada un momento más pero no reconoció a mis
palabras. En su lugar, se volvió hacia una de las otras mujeres en la
habitación.
—Dayna, este es Torben, el nuevo guardia del que te estaba hablando.
Torben, esta es mi hermana, Dayna. Y la belleza que abrió la puerta es Lidia,
mi doncella.
Me incliné ante cada una de ellas.
—Señoras. —No escapó a mi atención que Dayna estaba vestida
mucho más apropiadamente que su hermana mayor.
—Por favor, deja que el rey entre —ordenó Allete. Enderezó los
hombros y levantó un poco la barbilla.
Mi sangre hervía, y no era porque ella me había dado a mí, un general
de clan, una orden. Por el contrario, estaba indignado de que iba a dejar que
ese imbécil entrara a sus aposentos.
—Tal vez debería encontrarse con él en el comedor después de que se
haya puesto algo más parecido a lo que lleva su encantadora hermana —
sugerí con los dientes apretados.
Sus ojos se clavaron en los míos rápidamente como un rayo.
—Mi atuendo no es tu problema.
—Soy su guardia, su alteza. Cualquier cosa que involucre a su persona
es mi problema.
—Creo que se refiere a cualquier cosa que implique mi seguridad —
intentó corregirme—. Mi elección de vestimenta no afecta mi seguridad.
—Perdóname si no estoy de acuerdo. Tendré que luchar contra todos
los hombres en el castillo si pasea como…
—Ten mucho cuidado de cómo terminas esa oración, Torben —dijo
furiosa.
—El deseo de todo hombre —dije entre dientes.
—¿De todo hombre? —preguntó tímidamente, su comportamiento
cambió sin previo aviso.
99
—¿De verdad quiere jugar conmigo, princesa? —desafié mientras daba
un paso hacia ella. Mi metro noventa se alzaba sobre su diminuto cuerpo.
Ella inclinó la cabeza hacia atrás para mirarme.
La aprensión llenó sus ojos marrones claros, pero sin miedo, por lo
que me alegré. No quería que me temiera, solo que siguiera mis instrucciones
respecto a su seguridad. Casi me reí de mí mismo. Era evidente que la
princesa Allete no iba a someterse.
Una risa ahogada me recordó que no estábamos solos. Allete pareció
tomar mi atención tan completamente que lo demás se desvanecía en el
fondo en su presencia, una debilidad peligrosa.
—Abre la puerta. —Casi me gruñó.
—No lo haré —negué—. Él no tiene por qué estar en tus aposentos.
—Tengo chaperonas. —Señaló a su hermana y a Lidia.
Resoplé.
—Dos mujeres. ¿Qué clase de seguridad pueden ofrecer si él decide
tomar lo que cree que es suyo? Especialmente cuando se lo ofreces en un
envoltorio tan deseable.
Allete se quedó sin aliento ante mi descarada referencia a la intimidad
entre un hombre y su esposa. No pude detener la sonrisa que se formó en mis
labios. Era hermosa, pero especialmente cuando estaba enojada. Parecía un
ángel vengador. Todo lo que necesitaba era una espada resplandeciente.
Allete golpeó su pie contra el suelo. La risa que había contenido se
escapó.
—¿Acaba de pisotear?
—Has sido mi guardia durante una hora y ya eres peor que Clay. —Se
detuvo abruptamente y entrecerró los ojos sobre mí—. ¿Dónde está Clay? —
Miró alrededor de la habitación como si él pudiera aparecer de repente—.
Me sorprendió tanto tu aparición que no pensé en preguntar.
—Su guardia anterior ha sido reasignado. Él será una conexión para
los hombres de su prometido.
—No le llames así —espetó Allete.
—¿Que no lo llame su guardia anterior? —Mi frente se frunció cuando
la vi comenzar a caminar.
—Eso no. Me refiero a que no llames a Cathal mi prometido.
100
Incliné la cabeza, intentando entender su repentino cambio de actitud.
—Pero él es su prometido.
Estaba frente a mi rostro más rápido de lo que hubiera creído posible.
Sus palabras fueron escupidas con los dientes apretados, y la emoción que
fluía en ellas alimentó mi propia ira.
—Es un hombre que hizo las promesas correctas y ofreció el precio
más alto para obtenerme. Eso no es un prometido, es un comerciante, y yo
soy simplemente su mercancía.
—¿No quiere casarse con él? —No pude evitar preguntar. La pregunta
pareció traer a Allete de vuelta de su enojada perorata. Enderezó su vestido
antes de girarse, sin duda con la esperanza de que pasara desapercibido su
intento de subirse el corpiño del vestido.
—No sé por qué estamos hablando de esto. —Su voz era de nuevo
formal y reservada—. Por favor, hazle saber a Cathal que lo veré en el
comedor.
Continué mirándola fijamente, sabiendo que podía sentir mis ojos
clavados en ella.
Finalmente, se dio vuelta sosteniendo su cabeza en alto. Llevaba su
responsabilidad como una pesada capa y el cansancio estaba grabado en su
rostro.
—Si todavía estás aquí por el vestido en lugar de cumplir mis órdenes,
entonces ten por seguro que no lo usaré. Ahora, por favor, vete para que
pueda cambiarme.
Me di la vuelta para irme, asegurándome de mantener la sonrisa para
mí. Cuando llegué a la puerta, la oí decir:
—No voy a cambiarme por ti. Lo hago para preservar mi dignidad. Tú
eres simplemente lo que me ayudó a ver eso.
—Lo que sea que necesite decirse, princesa —dije mientras miraba por
encima de mi hombro y le guiñaba un ojo. La vi alcanzar un cepillo para el
cabello y tirar de su brazo hacia atrás para lanzarlo. Rápidamente salí y
escuché un golpe en la puerta que solo me hizo querer reír más.
La sonrisa se borró rápidamente de mi cara cuando me topé con
Cathal.
—¿Y bien? —gruñó—. ¿Por qué demonios estuviste allí tanto tiempo?
101
—Estuvimos discutiendo la logística de su seguridad a medida que
ambos se muevan por los terrenos —respondí sin problemas—. Me pidió que
le informara que se encontrará con usted en el comedor en un momento.
Miré por encima del hombro del rey para ver a Brant casi doblado en
una risa silenciosa. Cuando Cathal se volvió bruscamente, mi segundo al
mando se enderezó más rápido que una flecha y borró el humor de su cara.
Vimos cómo Cathal prácticamente temblaba de ira por haber sido rechazado
por Allete.
—No recibo órdenes tuyas —gruñó, intentando dar un paso a mi
alrededor y empujar la puerta.
—Deténgase —dije simplemente. No me moví ni levanté la voz, pero
el rey se quedó paralizado—. No le estoy dando órdenes. Pero honrará los
deseos de la reina.
Se volvió y me miró fijamente, prácticamente podía escuchar sus
dientes rechinando. Pude ver al hombre sopesando sus opciones. Estaba
indignado de que ni yo ni Allete estuviéramos inclinados a sus deseos. Al
mismo tiempo, estaba claro que no quería causar un altercado con la guardia
de Allete mientras intentaba forzar su entrada en su dormitorio. Mantuve su
mirada sin parpadear, listo para reaccionar en un instante si lo necesitaba.
Sin apartar los ojos de Cathal, pude sentir a Brant tensándose por también
actuar. Después de varios largos segundos, dio un paso atrás.
—Albric se enterará de esto —escupió, girando sobre sus talones y
pisando fuerte.
—Ese es peligroso —murmuró Brant.
Asentí.
—Es el tipo de hombre que siempre está al borde de la violencia. En
lugar de intentar evitarlo, está esperando ansiosamente la oportunidad de
participar en una pelea, pero solo cuando sabe que tiene la ventaja. —
Conocía a los de su tipo y me enfermaba pensar en Allete casada con un
hombre así.
La puerta se abrió detrás de mí, y me hice a un lado, girándome para
enfrentar a las damas que emergían. Mis ojos buscaron de inmediato a
Allete. Casi suspiré cuando vi que se había puesto un vestido con un corpiño
que le cubría la clavícula. Cuanta más piel estuviera cubierta, más feliz
estaría yo.
Sus ojos se encontraron con los míos brevemente, y su piel adquirió el
hermoso rubor que estaba empezando a disfrutar. Dayna agarró la mano de 102
su hermana y la empujó hacia adelante. No me perdí el guiño que le disparó
a Brant.
Hice un movimiento de corte a través de mi cuello. Él sabía
exactamente lo que quería decir. Persíguela y muere. Pero no sería por mi
mano. Imaginaba que el rey Albric no estaría muy interesado en que su hija
menor se enredara con un guardia. Y probablemente se enojaría más si el
guardia resultara ser un guerrero vikingo encubierto.
Ocupamos nuestros lugares a ambos lados de las mujeres, caminando
con ellas. Mis ojos se posaron repetidamente en Allete, pero continué
escaneando todo lo que nos rodeaba. Luego del corto tiempo que había
pasado con ella, supe que sería perfecta para mi clan debido al fuego que
ardía dentro de ella. Ya no estaba protegiendo solo a la princesa de
Inglaterra, estaba protegiendo a mi futura novia. Convenientemente ignoré el
hecho de que ella estaba prometida con otro y que iba a tener que soportar su
cortejo infructuoso. En cambio, me centré en los futuros encuentros y
bromas que compartiría con Allete, gracias a mi proximidad como su
guardia. Había pasado un tiempo desde que de hecho había disfrutado algo.
Meterme bajo la piel de la princesa era algo que disfrutaba.
Ella no era nada como lo había imaginado. La mala imagen que había
hecho en mi cabeza era la cosa más alejada de quien realmente era. Me di
cuenta que era una buena persona, y mi corazón se rompió cuando recordé
cómo había descrito su situación con Cathal, una muchacha joven e inocente
dispuesta a casarse con un extraño porque su padre le había dicho que debía
hacerlo. Allete era una chica a punto de convertirse en una mujer increíble, y
si se casaba con Cathal, él la rompería, pieza por pieza.
Por los dioses, no estaba dispuesto a dejar que eso sucediera. Incluso si
ella no estuviera destinada a ser mía, no podía permitir que una mujer se
casara con esa pobre excusa de hombre.
—Me alegra ver que finalmente puedes unirte a nosotros. —La voz de
Cathal, tanto sus palabras como la vehemencia en que las dijo, me llamó la
atención.
—Perdóneme, mi señor —dijo dulcemente Allete—. No dormí bien
anoche, lo que me causó un poco de letargo esta mañana.
Cuando Allete llegó a la silla donde debía sentarse, Cathal no se puso
de pie para ayudarla con la misma. Allete simplemente se quedó allí,
sonriendo a todos.
Mujer descarada, pensé.
Avancé y jalé la silla hacia atrás para que ella pudiera rodearla y luego 103
la empujé hacia adelante mientras se sentaba. Me miró, la sorpresa llenando
sus ojos.
—Gracias —dijo.
Me incliné.
—Mi señora.
Las siguientes palabras que salieron de la boca de Cathal dejaron
perfectamente claro que iba a tener que recordarme todo el día todas las
razones por las que no podía matar al rey de Tara.
Él se inclinó hacia Allete con el pretexto de susurrar, pero hablando
con voz normal.
—Pensé que te había ordenado que te pusieras los vestidos que te traje.
Prefiero poder disfrutar la vista del cuerpo que pronto me pertenecerá.
Ella lo miró a los ojos y parpadeó inocentemente.
—Este es uno de los vestidos que me trajiste. Pero todavía es difícil
dejar de lado mis cosas, así que lo modifiqué un poco.
Fue entonces cuando noté que el vestido era el mismo que llevaba
cuando yo estaba en su habitación. Simplemente había añadido un poco de
tela en la parte superior. Me reí entre dientes y sacudí mi cabeza ligeramente.
Sí, ella era perfecta para el clan Hakon. Era perfecta para mí.

104
Traducido por Naomi, Brisamar58 y Leidy

Corregido por Nix

“Nunca he estado tan absolutamente frustrada por un ser humano y aun así
atraída hacia él al mismo tiempo. Después de pasar solo media hora con Torben,
mi nuevo guardia misterioso, es en lo único que puedo pensar. Bien, voy a tener
que cortarlo de raíz. Aun si fuera posible estar con alguien de su posición, lo que
no puede suceder, me llevaría a saltar de un acantilado a pocas horas del comienzo
de nuestro cortejo”.
~Diario de la princesa Allete Auvray

105

M
ientras miraba las brillantes flores y el abundante follaje,
contemplaba todas las formas en las que podía matarme en
el jardín a medida que estaba de pie junto a Cathal. Este
lugar siempre había sido un espectáculo que inspiraba alegría y felicidad,
pero todo lo que podía pensar era en si teníamos alguna planta que tuviera
espinas mortales. Eso era algo de lo que necesitaba hablar con el jardinero.
Sin duda, tener un suministro de plantas mortales a mano sería bastante útil.
No solo por el envenenamiento de un dignatario de alto rango, sino, quizás
más importante, para el uso de princesas abandonadas que necesitan salir de
su miseria.
—¿Qué tipo de plantas tienes en tus jardines? —Me encontré
preguntándole al rey.
Cathal me miró como si fuera un niño que acabara de hacer una
pregunta ignorante. Pero sin embargo respondió.
—Prefiero plantas exóticas, inusuales.
Mi ceño se alzó.
—¿De verdad? —Giré mi cuerpo ligeramente, así quedaba frente a
él—. ¿Qué tipo, exactamente?
—Flores de todo el mundo. Vides del tamaño de la pierna de un
hombre, flores tan brillantes como el sol, y algunos arbustos mortales, por
supuesto.
—¿Mortales?
Rio, y no era un sonido feliz. Enviaba escalofríos por mi espalda.
—Como dije, me gustan las plantas inusuales.
—¿Plantas que usaste para matar a tus esposas anteriores? —La voz de
Dayna estaba a unos metros de distancia.
Mi mandíbula se apretó cuando me volví hacia mi hermana. Tenía
demasiado miedo de ver la reacción de Cathal. Le disparé dagas a Torben y
Brant, como si fuera su culpa que Dayna no pudiera mantener la boca
cerrada en el momento adecuado.
—¿Eres una de las hermanas de Allete? —preguntó Cathal
casualmente.
—Lo soy. De hecho, ya nos hemos encontrado.
—Bueno, estoy seguro que entiendes por qué te habría olvidado. Estar
al lado de tu impresionante hermana causaría que alguien más se vuelva 106
insignificante.
Mi cabeza giró tan rápido que casi perdí el equilibrio. Una mano
cálida atrapó mi codo ayudándome a enderezarme, y supe que era Torben.
No se movió otra vez sino que se detuvo solo a unos pocos metros de mí.
—No me gusta que le diga esas cosas a mi hermana, mi señor —dije
con todo el respeto que pude en ese momento.
—Entonces tu hermana debería aprender su lugar y mantener la boca
cerrada. —La mirada fría y calculadora en sus ojos hizo que retrocediera un
paso.
—Creo que es hora de almorzar —dije, eligiendo ignorar su
comentario áspero. Me di la vuelta para irme, pero me detuvo la mano
áspera de Cathal en mi brazo mientras me hacía retroceder para pararme a su
lado.
—Tú eres mi prometida; caminarás conmigo. Tu perro guardián puede
darnos algo de espacio.
Mi cuerpo estaba rígido como una vara mientras caminaba a su lado.
Su mano permaneció en mi brazo, y tomó cada gramo de autocontrol que
poseía para no sacudírmelo de encima. No quería que me tocara. Ni siquiera
quería respirar el mismo aire que el vil hombre a mi lado. Estaba empezando
a creer que tal vez no había matado a sus esposas, después de todo. Tal vez
se habían quitado la vida.

Una semana había pasado desde mi primer día completo con Cathal, y
cada día se había vuelto más y más agresivo. Hubo varias veces durante esta
semana que noté que Brant retenía a Torben cuando Cathal me había
agarrado bruscamente o me había hablado con dureza. La forma en que
Torben me miraba, la forma en que su ira apenas contenida permanecía en la
superficie, era peculiar. No era como ningún guardia que hubiera tenido.
Claro, me habían protegido, pero ninguno de ellos me miraba de la forma en
que Torben lo hacía. Me miraba como si mi vida fuera lo único que le
importase. Tenía que recordarme continuamente que no podía estar con él.
Incluso si no estuviera comprometida con Cathal, mi padre nunca me
permitiría casarme con un guardia.
Para la octava noche del cortejo, sentí que ya no podía soportar a
Cathal. Mi cuerpo estaba temblando de ira cuando me dejó en mi habitación
después de la cena. Sorprendentemente, se había comportado en la cena, sin
duda actuando para mis padres. Pero tan pronto como estuvimos fuera de su
presencia, el demonio regresó.
107
Sus palabras hicieron eco en mi mente mientras cerraba la puerta.
—Hasta que te quiebre, y te quebraré, tendré que conformarme con
disfrutar de tu belleza y figura. Si no estás dispuesta a responder a mis
palabras, entonces responderás a mi toque.
Me agarró de los brazos y, cuando Torben y Brant fueron a
interceptarlo, dos de los hombres de Cathal salieron de las sombras y les
cortaron el paso. Su agarre era firme, sin duda dejando moretones en mis
brazos.
—Todo el día te pedí que hicieras cosas y me has ignorado
repetidamente. Cada vez que me desobedezcas, habrá consecuencias.
Pensé que me iba a besar, pero en su lugar se lanzó hacia adelante y
me mordió el hombro con fuerza. Jadeé y traté de alejarme, pero su agarre
era tan fuerte como ataduras de hierro. Podía escuchar a Torben detrás de mí
intentando alcanzarme, gruñendo y maldiciendo a los guardias que no se
movían. Los dientes de Cathal se hundieron más profundamente hasta que
sentí el goteo de sangre en mi brazo. Cuando finalmente se apartó, sus ojos
brillaban con locura.
—Eres mía. Marcaré todo tu delicioso cuerpo hasta que lo entiendas.
—Se giró sobre sus talones y se alejó, como si no me hubiera mordido como
un perro a un hueso.
Sus hombres esperaron hasta que estuvo fuera de vista antes de
retirarse. Fue cuando se volvieron que vi que habían lanzado sus espadas
cortas sobre Torben y Brant. Mis ojos se abrieron cuando miré el abdomen
de Torben y vi que la sangre se filtraba por su uniforme. Inmediatamente
sentí que mi magia crecía dentro de mí, la necesidad de sanar superando mi
autopreservación.
Lo miré y le rogué con mis ojos a medida que hablaba.
—Por favor, no le digas a nadie sobre esto. Imagina que era un sueño
si debes hacerlo. Tú. —Señalé a Brant—. Asegúrate de que nadie vea esto.
Levanté el jubón de Torben y puse mi mano sobre la herida.
Torben siseó y habló con los dientes apretados.
—Si fuera a tener un sueño con usted, princesa, no la lastimaría y
tendría mucho menos ropa puesta.
Presioné un poco más fuerte de lo necesario y me sentí satisfecha con
108
su gruñido de dolor. Luego aparté el mundo exterior y concentré mi energía
en la herida. El canto se levantó en mi mente, y lo pronuncié sin pensar:
“Carne herida, piel dañada,
Siente mi poder, déjame entrar.
Deja que mi luz te cure.
Que mi energía te llene.
Venas que llevan la vida,
Vuelvan a juntar el corte,
Alivien el dolor y la lucha”.
Sentí el poder curativo fluyendo en Torben, pero eso no fue todo lo
que sentí. Allí, más allá de la herida, había una cuerda, dorada y gruesa.
Parecía estar alcanzando mi magia, persuadiendo a mi poder para sí. Sentí el
deseo de responder, y lo hice. Pero en el minuto en que mi luz tocó la
cuerda, una emoción abrumadora me asaltó. Alejé la mano como si me
hubieran quemado. Miré a Torben. Estar tan cerca de él solo enfatizaba lo
mucho más grande que era. Mis ojos estaban muy abiertos, y mi boca
probablemente parecía que iba llegar al suelo.
Saqué mi mano de debajo de su camisa y di un paso atrás. Mis ojos
nunca dejaron los suyos. Después de unos momentos, el impacto de la
cuerda dorada me abandonó y miré alrededor. Fue entonces cuando me di
cuenta que ni Torben ni Brant parecían asombrados por lo que había hecho.
De hecho, era casi como si hubieran sabido que yo tenía ese poder.
Di otro paso atrás cuando Torben hizo un movimiento para acortar la
distancia entre nosotros. Brant apoyó la mano en el brazo de Torben.
—Déjala en paz —dijo el hombre grande a su amigo.
Los ojos de Torben se clavaron en los míos mientras hablaba.
—Ese pedazo de alimaña la mordió. Al menos déjame asegurarme de
que haya dejado de sangrar.
Aunque no dije nada, secretamente quería que Torben me tocara.
Quería que se asegurara de que estaba bien y a salvo. Quería que me
abrazara y me dijera que todo estaría bien. Quería que me protegiera de la
tormenta en la que me había metido. Y por esa razón, me di la vuelta y corrí
a mi habitación, cerrando la puerta detrás de mí y poniendo el seguro en su
lugar.
Me deslicé hasta el piso, mi espalda presionada firmemente contra la 109
madera. Oí a Torben hablar a través de la puerta.
—Allete, me curó. Ahora debo hacer lo que pueda por usted. Por
favor, déjeme ocuparme de su hombro. —Su voz preocupada me envolvió y
alivió un poco el miedo que estaba sintiendo.
—Por favor. —Mi voz se quebró, y lo intenté de nuevo—. Por favor,
solo trae a Lidia. Ella me atenderá.
Escuché su gruñido y luego palabras murmuradas. No me sorprendió
cuando volví a escuchar su voz.
—Envié a Brant a buscarla. ¿Puedo traerle algo? ¿Puedo ayudar de
alguna manera?
Se me ocurrió una idea loca, y tuve que morderme la lengua antes de
soltarle que él podía ayudar matando a mi prometido. Locura, pensé. Si
Torben matara a Cathal, y estaba bastante segura que lo haría si se lo pidiera,
sería ahorcado por asesinato. Nunca dejaría que alguien muriera por mí.
Ciertamente, la muerte de Cathal no me molestaba en lo más mínimo, pero
la idea de la muerte de Torben casi me hizo vomitar.
Sacudí la cabeza y limpié las lágrimas de mi rostro. Estaba bien que
cuidara de Torben porque él se preocupaba por mí. Me preocupaba por mis
amigos entre el personal del castillo. Eso era todo. Amaba a Lidia, y me
interesaba profundamente por otros trabajadores que había llegado a
conocer. Torben era irritante, pero era evidente que era un hombre de buen
carácter, y por eso me atraía. Demonios, cualquiera se veía mejor que Cathal
en este punto.
—Si no me deja entrar, ¿al menos me hablará para que pueda saber
que está bien? —La angustia en su voz casi rompió mi corazón.
—¿Qué hay para decir? —pregunté mientras me mordía el labio,
esperando que las lágrimas no fueran evidentes en el sonido de mi voz.
Escuché la maldición de Torben. Aparentemente, no podía disimular
mi dolor tan bien como esperaba.
—¿Cuál es su color favorito? —preguntó.
Fruncí el ceño. Acababa de ser mordida por un loco. Había sanado
una puñalada. Había descubierto… algo, algún tipo de conexión mágica
entre Torben y yo, y ahora me preguntaba cuál era mi color favorito. ¿Tal
vez no lo había sanado por completo, y ahora estaba conmocionado?
—Plata —dije instintivamente, intentando fingir que no estaba
eufórica simplemente por escucharlo hablar.
110
—¿Cuál es su momento favorito del día?
Fruncí el ceño mientras consideraba su pregunta.
—¿La gente en serio tiene un momento favorito del día?
—Yo lo tengo, o al menos creo que lo tendré —respondió.
—¿Qué quieres decir?
—La mañana. —Su profunda voz retumbó—. La mañana será mi
hora favorita del día porque un día tendré una mujer que se despertará a mi
lado para compartir el amanecer. Me la imagino en mi mente, mientras abro
los ojos para ver su figura tendida a mi lado, su cabello revuelto a medida
que la luz de la mañana fluye por su rostro y su cuerpo. Pasaré la punta de
mis dedos por su mejilla hasta sus labios carnosos, sintiendo la piel sedosa
que es solo mía. El calor de nuestros cuerpos me mantendrá en la cama
demasiado tiempo, pero no me importará porque mientras esté a mi lado
cada mañana, puedo enfrentar cualquier cosa.
Vaya. Me senté con la espalda apoyada contra la puerta, a pocos
metros de un hombre que podía sentir tan profundamente, que podía atesorar
el regalo de una buena esposa. Justo cuando las lágrimas se detuvieron,
comenzaron nuevamente, pero esta vez las mantuve en silencio. Lo que
había dicho era hermoso. Era lo que yo también quería, pero nunca tendría.
Mi mente no pudo evitar imaginar las cosas que Torben había descrito,
ponerme en el lugar de la mujer en su cama. ¿Cómo sería despertar con el
calor de su gran cuerpo presionado contra el mío? ¿Mi corazón podría
soportar las abrumadoras emociones que fluirían a través de mí cuando
tocaba mis labios?
—¿Allete? —dijo Torben, su voz un poco vacilante.
—Estoy aquí —contesté.
—¿Dije algo malo?
Negué, pero luego recordé que no podría verme.
—No. Ese es el problema, Torben. Dijiste todo bien. Esa mujer en tu
cama será en realidad muy afortunada.
—Puede que ella no sienta lo mismo después de estar atrapada
conmigo por algunas décadas. —Rio entre dientes—. Primero soy un
guerrero y luego un amante.
—Un guerrero es lo que necesita en primer lugar. Un guerrero es lo
que la mantiene segura, protegida, y mientras vivas podrás ser un amante
para ella. Digo, sé el mejor guerrero que puedas ser para asegurarte de que
111
siempre vuelvas a ella. —No sabía de dónde provenían estas palabras, pero
se sentían correctas.
Escuché algo de conmoción afuera de la puerta, y luego la voz de mi
hermana.
—Aléjate de mi camino, o te ensartaré donde estás.
Eso trajo una sonrisa a mi cara.
—No somos el enemigo —dijo Brant bruscamente—. Le dije que fue
Cathal quien la hirió.
—Ustedes son sus guardias, ¿no es cierto? Entonces, ¿por qué
demonios no la cuidabas?
—Dayna. —La voz de Torben, tranquila pero firme, se alzó—. Cathal
tenía sus propios hombres aquí. No podríamos haberlos detenido sin recurrir
a la violencia. Si hubiéramos matado a sus guardias, habría hecho quedar
mal a su padre.
—Bueno, podrías haber hecho algo —escupió.
Decidiendo que ella ya había abusado de ellos lo suficiente, me puse
de pie, limpié las lágrimas restantes de mis ojos y abrí la puerta. La visión
ante mí era bastante cómica. Dayna tenía una espada corta en cada mano.
Había empujado a Brant contra la pared con una de las espadas
peligrosamente cerca de partes que estaba segura que el pobre hombre no
querría perder. Mi hermana siempre tuvo mal carácter.
La otra espada la sostenía para defenderse de Torben, que estaba con
las manos levantadas, intentando, pero fallando, hacer que su figura
voluminosa no pareciera amenazadora. Cuando sus cabezas se giraron para
mirarme, Brant hizo su movimiento. Una mano agarró la muñeca de Dayna
y la liberó de la espada, mientras que la otra la envolvió alrededor de su
cintura, girándola hasta que su espalda estuvo presionada contra su pecho.
Al mismo tiempo, Torben agarró la otra muñeca y tomó esa espada. Sus
movimientos fueron coordinados, como si supieran instintivamente lo que el
otro estaba pensando.
Mis ojos estaban muy abiertos, y estaba segura que la mirada aturdida
de Dayna coincidía con la mía.
—¿Qué acaba de pasar? —dijo Dayna un poco sin aliento.
—Cometió un error fatal, pequeña guerrera —dijo Brant bruscamente,
aunque sus ojos brillaban con humor.
—Quitó los ojos de su oponente —explicó Torben—. Se permitió estar
112
distraída. Es un error mortal hacerlo, y solo lo hará una vez.
Mis labios se alzaron ligeramente mientras observaba la cara de mi
hermana enrojecerse a medida que fruncía el ceño ante la broma de Torben.
—Gracias por la sugerencia —mordió e intentó alejarse del agarre de
Brant—. Déjame ir.
—No, me gusta donde está —dijo Brant mientras me guiñaba un ojo.
Dayna me lanzó una mirada que prometía represalias si no interfería.
Había acudido en mi defensa, así que decidí no dejar que continuara la
tortura.
—Brant, por favor libera a mi hermana.
El hombre grande dejó que su mano pasara por su estómago hasta su
cintura, donde la apretó suavemente antes de dejarla ir. Dayna se dio la
vuelta y lo miró. Brant no estaba avergonzado en lo más mínimo.
—¿Mi espada? —dijo, extendiendo su mano.
—Creo que debería mantenerla hasta que aprenda a usarla de manera
segura.
Estaba a punto de decir algo más, pero la agarré de la mano y la retiré
hasta que estuvo a mi lado en el umbral.
—Gracias por ir a buscar a mi hermana —dije a Brant y luego miré a
Torben. Había sentido sus ojos en mí desde que había tomado la espada de
mi hermana, pero no había podido mirarlo. No quería que viera el anhelo
que sabía que estaría en mis ojos, anhelo por él y las palabras que había
compartido conmigo—. Gracias por… —Hice una pausa, sin saber qué
decir. ¿Decía gracias por hablarme a través de la puerta y distraerme? Eso
parecía un poco más de información de lo que Brant y mi hermana
necesitaban escuchar, al menos hasta que Dayna me sacara la información—
. Solo… gracias — resoplé finalmente.
Empujé a Dayna detrás de mí y caminé hacia atrás en la habitación.
Cuando estaba cerrando la puerta, Torben dio un paso adelante, extendiendo
su mano para detenerla.
—Estaremos aquí toda la noche. Solo nosotros. No cambiaremos de
guardias esta noche.
—Eso no es necesario. Los otros guardias han sido entrenados para
protegerme y siempre han hecho un trabajo respetable —dije, pisoteando
mentalmente a las mariposas que actualmente lanzaban una pelota en mi
estómago.
—Lo bueno no es suficiente —dijo Torben. Entrecerró sus ojos hacia 113
mí, y sus labios se tensaron a través de su hermoso rostro—. Después de lo
que ese bastardo… —Hizo una pausa—. Perdone mi crudeza. Pero después
de lo que hizo, necesita guardias superiores. Guardias dispuestos a morir por
usted. ¿Alguno de sus guardias, con sus propias familias, está realmente
dispuesto a morir por usted?
Me sorprendió su pregunta franca e irritada porque él pensaba que era
mucho mejor que los hombres que me habían protegido durante tanto
tiempo. No quería admitir que tenía un punto. Algunos de mis guardias
tenían sus propias familias. No quisiera que pusieran sus vidas antes que la
mía cuando tenían personas que dependían de ellos.
—Me conociste hace una semana y media. ¿Y ahora estás diciendo
que estás dispuesto a morir por mí? —pregunté mientras cruzaba los brazos
sobre mi pecho y comencé a golpear mi pie. Me palpitaba el hombro, pero
intenté lucir feroz y ocultar la incomodidad. Al parecer, no era convincente.
—No necesitamos adentrar en eso ahora, princesa. Está cansada y
dolorida. —Se inclinó más cerca, y sus ojos plateados parecían estar girando
mientras las llamas de las antorchas en la pared se reflejaban en ellos—. Por
ahora, solo confíe en que estará más segura bajo mi cuidado.
Había terminado de discutir. Habría un tiempo cuando tendría mi
ingenio sobre mí. Entonces podría hacerle más preguntas, pero no ahora.
—Bien. Tengan una buena noche.
Torben dejó caer su mano y dio un paso atrás, permitiéndome cerrar la
puerta. Mis ojos sostuvieron los de él hasta que la puerta bloqueó mi vista.
—Siéntate —ordenó Dayna a medida que recogía la palangana y un
paño. Sacó un pequeño frasco del bolsillo de su vestido y lo puso en el
tocador—. Ahora, voy a limpiar esta herida y me vas a decir qué demonios
sucedió. Y luego vas a decirme qué está pasando entre tú y Torben.
—¿Qué quieres decir? —pregunté, fingiendo desconcierto.
—Oh, vamos. Hay chispas entre ustedes que hasta una mujer ciega
podría ver. No, espera, esos no son chispas. Es más, como un infierno
ardiente.
—Eso es ridículo —dije burlona. Por dentro, estaba gritando que
necesitaba mejorar en esconder mi atracción por él. Sabía que lo miraba con
demasiada frecuencia. Pensaba en él mucho más de lo que una mujer
prometida debería pensar en otro hombre.
—Te conozco —dijo Dayna en voz baja mientras movía el vestido de
mi hombro y luego soltaba una serie de maldiciones—. Ese hombre está
loco. No hay forma de que un hombre cuerdo haga algo como esto. 114
Comenzó a limpiar la herida y vertió un poco del líquido del frasco en
las marcas punzantes.
Olía a rancio y ardía como fuego. Me estremecí y rechiné los dientes.
—Auch, ¿qué es eso? ¿Estás limpiando la herida o intentando
matarme?
—Solo un poco de algo que aprendí de un conocido en el mercado. No
eres la única con poderes curativos. Estarás como nueva por la mañana.
Ahora, deja de ser un bebé y suelta la lengua. —Justo como sospechaba,
continuó su inquisición—. Está bien, empieza desde el principio y no te
atrevas a intentar ahorrarme los detalles escabrosos. No soy una niña, Allete.
Si lo haces, te aplicaré la botella entera. —Sacudió el frasco de líquido fétido
y verde hacia mí.
La miré en el espejo mientras estaba de pie detrás de mí.
—Sé que no eres una niña. Te estás convirtiendo en una mujer
notable, aunque mal hablada.
—Puedes apostar tú trasero a que sí. —Sonrió—. Ahora, habla.
Y así lo hice. Reviví cada detalle para ella y de alguna manera logré
mantener las lágrimas a raya. Después de todo, en realidad estaba
empezando a preguntarme cuánto tiempo estaría viva una vez que regresara
con Cathal a su reino, probablemente solo lo suficiente para darle un
heredero. Una vez que tuviera un hijo varón, ya no tendría ningún valor para
él, a menos que decidiera mantenerme para satisfacer sus necesidades
carnales. Si eso era lo que iba a pasar, entonces tomaría el asunto en mis
propias manos, literalmente. No viviría como esclava de un hombre.
La muerte era una alternativa mucho mejor, y me encantaría abrazarla
cuando llegara el momento.
—Lo peor de todo no fue lo que hizo Cathal —dije—. Lo peor fue que
Torben lo vio. —Mi estómago se contrajo cuando recordé la mirada en sus
ojos y la vergüenza que sentí al verlo presenciar algo tan vil.
—¿No hizo nada? —preguntó Dayna.
—Quería hacerlo, pero Cathal solo estaba esperando una razón para
que sus guardias apuñalaran a Torben y Brant. Y yo no quería eso.
—Tienes sentimientos por él.
Asentí. ¿Cómo podría negarlo? Ella tenía razón. Había chispas entre
nosotros, y me gustaba mucho más de lo que debería.
115
—No puedo estar con él. No solo me voy a casar, sino que él es un
guardia. No importa lo que sienta por él, incluso sin Cathal en la foto, nunca
podría casarme con Torben.
—Está tan mal —se quejó Dayna—. No deberías tener que estar con
alguien a quien no amas solo porque eres la primogénita de un rey.
Me encogí de hombros.
—No quiero decepcionar a mi padre ni a mi madre.
—Si supieran lo que Cathal te estaba haciendo, nunca te permitirían
casarte con él.
—Y nuestro reino se arruinaría —le recordé—. Necesitamos lo que
Cathal puede ofrecer.
—Necesitamos simplemente matarlo y tomar su reino —gruñó Dayna.
—Muerde tu lengua, Dayna Auvray. Eso es traición.
—No me importa. Ese hombre no merece ser rey ni de una montaña
de arena. Necesita probar de su propia medicina, preferiblemente del tipo
que detendría su malvado corazón en su pecho.
Quería estar en desacuerdo con ella, pero no podía, así que mantuve la
boca cerrada. En cambio, dejé que mis pensamientos se desviaran hacia
Torben, un hombre que lentamente estaba robando mi corazón. ¿Cómo iba a
casarme con Cathal cuando quería explorar desesperadamente lo que mi
guardia y yo teníamos? La situación no tenía esperanza. Quería quedarme
dormida, despertar y darme cuenta que todo había sido una pesadilla, o al
menos las partes que tenían a Cathal en ellas.

116
Traducido por Myr62 y Kira.godoy

Corregido por AnnaTheBrave

“Nunca había querido torturar sin misericordia a un ser humano como ahora.
Quizás nunca he sabido exactamente de lo que soy capaz. Pero alguien que aprecio
está en peligro. Me vuelve loco. Pero pensar en una vida sin ella deja un vacío en
mi interior que no puedo soportar. Haría lo que sea para protegerla. Si eso
significa torturar o asesinar… que así sea”.
~Torben

E
staba imaginando las formas más dolorosas en las que podía 117
arrancar las manos de Cathal de su cuerpo cuando escuché los
gritos. Brant y yo inmediatamente nos movimos para cubrir a
Allete. No pasó inadvertido que Cathal simplemente se volvió en dirección al
ruido sin ofrecer ningún tipo de protección a la mujer con la que había
prometido casarse.
—¡Vikingos! —Escuché que alguien gritaba. Mis hombros se tensaron
cuando miré a Brant por el rabillo del ojo.
Al principio, temía que alguien hubiera descubierto a uno de mis
hombres enmascarado como un soldado británico. Pero descarté la idea
rápidamente. Era mucho más probable que alguno de los hombres de
Magnus hubiese sido descubierto. No tenía motivos para pensar que el
hechizo de la bruja ya no funcionaba y los hombres de Magnus eran
descuidados, un reflejo de su líder. No había enviado a nadie para mantener
al tanto a nuestro jarl porque no quería que corrieran el riesgo de ser vistos
por la persona equivocada. Sería demasiado sospechoso si un guardia del
palacio o un soldado del rey fuera visto continuamente escabulléndose en el
bosque. Pero había visto a algunos de nuestros camaradas, si así era como
debíamos llamarlos, vestidos con ropas de campesinos o mercaderes,
pululando por los terrenos.
—¿No crees que deberías ir a ver de qué se trata la conmoción? —me
preguntó Cathal. Estaba enderezando sus puños y apretando sus labios,
haciendo que su simple pregunta pareciera una orden.
Particularmente no me gustaba tomar órdenes, especialmente de
hombres como Cathal que se alimentaban de los débiles y vulnerables. Y no
había forma de que fuera a dejar a Allete a solas con Cathal y sus hombres.
—La princesa está a nuestro cargo —le dije, mirándolo directamente a
los ojos, algo que los reyes no apreciaban de aquellos de rango inferior—. No
debemos dejarla por ningún motivo.
El mequetrefe pomposo desestimó mis palabras.
—Eso era antes de que ella nos tuviera a mis hombres y a mí para
cuidarla. Ya no se te necesita aquí.
Brant me golpeó. Era sutil, como si hubiera tropezado un poco al
girarse. Ese pequeño golpe decía demasiado. En esencia, él me decía que
cerrara la boca. Pero él, de todas las personas, debería haber sabido que no
recibía órdenes de hombres como Cathal. Yo era el comandante de los
guerreros del clan Hakon. Me había probado en batalla una y otra vez. Por lo
tanto, durante cualquier batalla, yo tenía la última palabra. Pero ahora sabía 118
que algo más grande que yo y mis hombres estaba en juego. Tenía que
considerar a Allete.
Me volví hacia ella e intenté suavizar mi voz.
—Princesa, ¿quiere que investiguemos el disturbio?
—Yo…
—No es necesario que se lo preguntes. —La interrumpió Cathal.
Su rostro estaba rojo como un tomate maduro, y pensé que en
cualquier momento saldría vapor de sus orejas.
—Soy su marido y responderé por ella.
Estaba a punto de corregirlo, pero Allete se me adelantó.
—Disculpe —espetó a Cathal. Ella había girado su cuerpo para que
estuviera directamente frente a él. Su espalda era tan recta como una espada
corta vikinga, y sus ojos eran los de un halcón mirando a su presa. Era
hermosa—. Habla fuera de lugar, mi señor. No soy la esposa de ningún
hombre. Aún no. Soy la princesa de Inglaterra, y tengo el poder de dar
órdenes a mis propios guardias.
Luego ella volvió esos feroces ojos hacia mí. Luché por no sonreírle,
eso solo enfurecería más a Cathal. Así que en cambio permanecí inmóvil,
sosteniendo su mirada, silenciosamente deseando que entendiera mis
intenciones. No tenía de que preocuparme. Aún no estaba seguro si le
importaba que yo fuera quien la protegía, pero era obvio que no quería estar
a solas con Cathal.
—Mi padre te dio órdenes de protegerme. No puedes hacer eso si no
estás conmigo. Por lo tanto, mi pequeño cerebro femenino deduce que debe
quedarte aquí para obedecer las órdenes de tu rey.
Cathal estaba mirando a Allete. Ella simplemente se volvió y le
devolvió la mirada. No iba a echarse atrás. Estaba orgulloso; ella tenía el
corazón de un guerrero. También estaba preocupado. Su prometido no
manejaba bien la confrontación. No dejaría pasar el desaire, incluso si fuese
superado momentáneamente.
Cathal se acercó y le envolvió el brazo con la mano. Su agarre era
apretado y su actitud, posesiva. La empujó hacia adelante, y Brant y yo nos
movimos para seguirlos. Cuando vio nuestra intención, se giró para mirarnos
con sus ojos como dagas. El desprecio en su mirada habría hecho temblar a
un hombre inferior. Pero simplemente me puso más ansioso de tener su
cuello al final de mi espada.
—El protocolo adecuado dicta que los chaperones permanecen a 119
catorce metros detrás de sus encargos, invisibles e inaudibles. Acatarás las
reglas de tu rey.
Quise negarme. Pero tan pronto como Cathal se dio vuelta, Allete
puso su brazo detrás de su espalda y movió su dedo hacia adelante y hacia
atrás como si estuviera regañando a un niño. No quería que interfiriera. Mi
mandíbula se apretó cuando me quedé quieto, mirándolos alejarse cada vez
más.
—Maldición —gruñí—. ¿Cómo puedo protegerla si está tan lejos? —
Extendí mi mano en la dirección en que Allete y Cathal estaban caminando.
Brant se rio entre dientes.
—¿La cargarías en cambio? —susurró.
Gruñí en respuesta.
Brant me dio un codazo.
—Es suficiente. Podemos continuar.
Mi cuerpo estaba tenso y mis movimientos eran rígidos mientras veía a
Cathal rodear la cintura de Allete con un brazo y atraerla hacia su cuerpo.
—No olvides colgarlo de la parte posterior de un skeid —dijo Brant
conversacionalmente.
—¿Qué? —Me quedé momentáneamente desconcertado.
—El skeid. Uno de mis favoritos. Veo que estás pensando en formas
de desmembrar al hombre. Colgar a un sinvergüenza de la parte posterior del
skeid con el torso sobre el agua y dejar que los peces hagan su trabajo. Ese
siempre ha sido uno de mis favoritos. No quiero que lo olvides —dijo Brant,
el humor coloreando su voz.
—Buen punto —respondí—. Las víctimas permanecen conscientes
durante la mayor parte. Mejor para escuchar sus gritos…
Durante la siguiente hora caminamos detrás de la pareja a medida que
serpenteaban por los terrenos del castillo.
Aparentemente, el hombre de Magnus había sido capturado o había
escapado. No oímos más alborotos procedentes de ninguna parte del castillo.
Cuando la pareja llegó a una arboleda sombreada, Cathal levantó su mano,
indicándonos que nos detuviéramos. Vi mientras se inclinaba hacia Allete,
sus labios tocando su oreja mientras hablaba. Sus ojos estaban puestos en mí
todo el tiempo que le susurraba. Podría decir que estaba emitiendo un 120
desafío descarado hacia mí. Ese no era un movimiento inteligente.
Cuando dio un paso atrás, Allete se giró y comenzó a caminar hacia
nosotros. Tenía una expresión enfermiza en la cara y estaba retorciendo las
manos frente a ella. Mi atención se centró en el movimiento detrás de ella, y
vi a los hombres de Cathal caminar repentinamente hacia el castillo. Allete se
detuvo a casi un metro de nosotros. Sus ojos parecían rebotar, aterrizando en
todas partes menos en nuestras caras.
—Yo… —Sus labios temblaron ligeramente, pero luego respiró hondo
y levantó la barbilla. Unió sus manos al frente, deteniendo su inquietud—.
Cathal ha mandado a buscar a Beatrice. Nos puede acompañar mientras nos
sentamos y tenemos nuestra comida del mediodía. También pueden tomarse
sus descansos. Estaremos aquí a la vista de las personas y tendremos un
acompañante.
—Allete —dije, usando la voz que usaba con mis hombres cuando
quería que me prestaran atención inmediatamente—. Míreme —Cuando
dejó de mirar alrededor pero aún no levantó sus ojos hacia mí le dije—:
Ahora. —Estaba tan nerviosa que no notó que use su nombre en vez de
dirigirme a ella como mi superior.
Su cabeza se levantó a medida que la irritación reemplazaba la timidez
que había estado expresando anteriormente, que era exactamente lo que
quería que sucediera.
—¿Qué? —espetó en respuesta.
—¿Está ordenando que nos vayamos? ¿Eso es lo que realmente quiere
o la está obligando Cathal?
—Por supuesto que no me está obligando. Tengo mi propia mente.
—Sé que la tiene. Y no le veo sentido a esta acción. Lo que significa
que él debe estar amenazándote de alguna forma —dije, inclinándome
levemente hacia delante para poder ver sus pupilas. Los ojos revelaban
mucho sobre una persona, a veces más que las palabras.
—No me denigraría a mí misma de tal forma. No para protegerme a
mí misma de daño alguno. —Su voz fluctuó un poco cuando dijo las
palabras “a mí”. Ella estaba intentando comunicar algo.
Se giró, mirando de regreso a Cathal, y luego habló.
—Por favor, retírense. Beatrice ha llegado y los hombres de Cathal han
traído la comida.
121
Antes de que pudiera discutir, ella se volvió y se alejó caminando. Sus
pasos eran lentos y medidos, casi como si estuviera caminando hacia la
horca para ser colgada. Rompió mi corazón en pedazos el no ser capaz de
protegerla. Tenía que estar de pie como un maldito espectador mientras que
la mujer destinada a ser mía era física y verbalmente abusada.
Cuando Allete alcanzó a Cathal, miró sobre su hombro. Viéndonos
aún de pie ahí, nos hizo señas de que nos retiremos, su rostro sin dejarse
traicionar por ninguna emoción. Estaba en blanco, como si un lienzo
colorido hubiera sido rasgado y uno nuevo hubiera sido puesto en su lugar.
Sabía que, si Allete se casaba con Cathal, su lienzo blanco sería reemplazado
con grises tenues y negros profundos. La colorida joven que estaba
comenzando a conocer desaparecería por siempre.
—Debemos irnos ahora —dijo Brant—. Esa chica que está con Allete
parece inteligente. Él no va a intentar nada con testigos a su alrededor y no
debemos desobedecer órdenes. ¿Quieres darle a Cathal una excusa para que
nos reemplace? Porque la desobediencia será en definitiva fundamento
suficiente.
Mi alma estaba gritando que fuera tras ella. Solo que no sabía cómo
hacerlo sin terminar decapitado. A regañadientes, gruñí de acuerdo.
Brant comenzó a caminar y lo seguí, pero mis botas se sentían como si
tuvieran mente propia, luchando con cada paso para voltear y correr de
regreso junto a ella. También sentía un peso muy grande en mis hombros,
impidiendo aún más mi movimiento. Pero Brant no lo iba a tolerar. Ubicó su
mano en mi espalda, prácticamente empujándome junto a él.
—No hagas esto peor para ti. Además, esto nos da la oportunidad de
revisar y ver cómo están los otros hombres —sugirió Brant.
Estaba en lo correcto. Era el momento perfecto para asegurarme de
que mis hombres estaban seguros, o al menos tan seguros como podían estar.
A pesar de mis sentimientos por Allete, no podía olvidar la misión. Con esos
pensamientos en mente, pude moverme a mi propio ritmo. Aun así, no me
gustaba dejarla, pero solo podía empujar tanto antes de que Cathal decidiera
solicitar al rey Albric que me reemplazara o me castigara severamente por
insubordinación. La última no me sorprendería.
—Me pregunto si hay alguna forma de ponerme en contacto con mi
madre —dije. No solo quería asegurarme de que estuviera a salvo, también
necesitaba consuelo. ¿La profecía seguía siendo la misma? ¿O la presencia de
Cathal la había alterado de alguna forma? La profecía no mencionaba que mi
reina ya estuviera comprometida.
122
Una hora más tarde, Brant y yo ya habíamos verificado a nuestros
camaradas. Todos estaban alertas, realizando funciones mundanas de
guardias, mientras esperaban más instrucciones mías. Ninguno tenía
información de los reportes de escandinavos que habíamos oído
anteriormente. Una vez que alenté a cada hombre y les di órdenes de que se
mantuvieran en su lugar, caminamos de regreso a donde habíamos dejado a
Allete. Su comida de mediodía debía haber terminado. Solo esperaba que
Cathal no hubiese guiado a Allete lejos de su lugar de picnic. Probablemente
entraría en pánico si no viera que estaba a salvo, y eso no ayudaría a nadie.
Un siseo llamo mi atención. Miré en dirección al sonido y vi una forma
escondida tras de un carro lleno de bolsas de trigo.
Le di una palmada al brazo de Brant y le hice señas de que me
siguiera. Tan pronto como estuve lo suficientemente cerca, una mano se
estiró y tomó mi brazo, lanzándome hacia delante. Comencé a protestar
hasta que vi quién era.
—Oráculo —dije inclinándome.
—Shh, shh, nada de eso. Dame un abrazo, muchacho. He estado
preocupada. Ningún soldado tenía noticias de tu bienestar.
Envolví mis brazos alrededor de la pequeña forma de mi madre e
inhalé su aroma familiar. Estuve aliviado de ver que estaba a salvo.
Ella se alejó y se acercó a Brant. Él se inclinó a mí alrededor para darle
también un abrazo.
—Entonces —comenzó, sus ojos danzando con alegría—. La
conociste. —No era una pregunta.
—¿Has visto algo? —pregunté, queriendo saber la respuesta, pero
temeroso de que no fuera lo que quería escuchar.
—Has conocido a tu pareja, Torben. —Mi madre se veía totalmente
complacida consigo misma.
—Es todo lo que un hombre podría querer en una mujer —respondí—.
Luchadora, fuerte, vulnerable, exasperante y valiente. Si Cathal la obtiene, la
destruirá y robara todo aspecto de como ella es ahora. —Mi corazón palpito
dolorosamente en mi pecho, y mis manos estaban apretadas en puños. Mi
control estaba resistiendo, pero se estaba escurriendo rápidamente.
Mi madre colocó una mano sobre mi brazo.
—Aún la veo como tu novia. Pero me temo que el camino a ese futuro
no será uno fácil. —De pronto sus ojos perdieron el foco y se quedó inmóvil.
Estábamos en presencia del Oráculo.
123
Cuando comenzó a hablar, cerré mis ojos, intentando añadirles
imágenes a sus palabras.
—Muerte, dolor, mentiras, traición, amor, júbilo y vida están entre tú
y tu unión con Allete. Sera tu perseverancia, integridad, determinación,
necesidad y amor que te guiaran a tu destino. Nada bueno, hermoso y
correcto sucede sin luchar. El crecimiento durante el camino es lo que da
significado al resultado final. Debes ser fuerte, Torben, futuro rey de tu gente.
No debes flaquear y no debes renunciar a tu destino. Si lo haces, tu amada
será rodeada por la oscuridad, en vez de por tu luz. Será castigada con dolor,
en lugar de ser tocada por el amor y el deseo. Si fallas, tu amada
será despojada de todo hasta ser solo un cascaron vacío. Solo entonces, su
captor le concederá la muerte.
Sus palabras me golpearon como una bala de cañón. El aliento fue
golpeado fuera de mis pulmones, y si Brant no me hubiera sostenido, hubiese
terminado de rodillas. Dejé mi cabeza colgar mientras las palabras si fallas
palpitaban contra en mi cabeza.
—Hay esperanza, hijo —dijo mi madre, su voz regresando a la
normalidad—. Ella no se ha ido. Aún está aquí, y todavía tiene tu
protección. —Levanto mi cabeza y miro fijamente a mis ojos—. Eres uno de
los hombres más fuertes que he conocido. No solo me refiero a lo físico.
Cuando tomas una decisión, no hay nada que pueda ponerse entre tú y lo
que quieres. ¿Quieres a Allete? ¿Quieres ser el que la provea, la proteja y
pelee por ella? ¿Quieres amarla?
No hubo vacilación cuando hable.
—Con todo lo que soy.
—Entonces tú tienes que ser el que lo logre. Tú. Otros te ayudarán y
necesitarás su ayuda. Finalmente, serás su comandante y serás quien los guie
a la victoria.
Sentí la voluntad de hierro de la que mi madre habló alzarse como un
fénix desde las cenizas dentro de mí. Como siempre, mi madre estaba en lo
correcto. Yo era implacable cuando colocaba mi mira en algo, y ahora lo
había hecho. No algo, sino alguien, alguien que me inspiraba a ser
implacable.
—Ve ahora —dijo mi madre, empujándonos de regreso al camino de
donde habíamos venido—. Protégela con tu vida. Ella no solo es lo que
salvará a nuestra gente. También es quien te salvará a ti.
No tenía idea que quería decir, y supe que no me lo explicaría, por lo
que no me molesté en preguntar. En lugar de eso, le di un rápido beso en la
frente y luego marchamos de regreso en dirección al castillo… en dirección a 124
Allete. Y supliqué a cada dios que conocía que ella estuviera ilesa.
Traducido por âmenoire, Mari NC y LizC

Corregido por AnnaTheBrave

“Me han dicho muchas veces que los problemas son lo que nos hace más fuertes.
Enfrentar la adversidad construye el carácter. Que ningún gran líder puede
aprender a ser grande sin atravesar grandes retos. Estoy comenzando a pensar que
ser grande está un poco sobrevalorado”.
~Diario de la princesa Allete Auvray

O
bservar a Torben y Brant alejarse fue una de las cosas más
aterradoras que haya tenido que hacer alguna vez. Pero no 125
tuve opción. Cuando Cathal me había amenazado con
latigazos si no hacía lo que él quería, vio en mis ojos que el daño físico no iba
a ser suficiente para controlarme. Pero entonces amenazó a quien más amo:
Dayna. Las cosas que había dicho que le haría causaron que la bilis se
elevara por mi garganta. No había nada que no haría para mantener a mis
hermanas, a ambas, a salvo.
Tan pronto como mis guardias estuvieron fuera de la vista, Cathal me
arrastró lejos hacia la arboleda mientras Beatrice nos seguía. Era una joven
hermosa. Probablemente no mucho mayor que yo. Cuando estuvimos lo
suficientemente ocultos de los ojos fisgones, Cathal me jaló,
innecesariamente, hasta detenerme. Miró a Beatrice y ella prácticamente se
marchitó ante su mirada.
—Vigilarás para que no haya ninguna interrupción. No dirás una
palabra de lo que escuches o veas. Si lo haces, ese bueno para nada de tu
marido descubrirá todo sobre las ocasiones en que me pediste ir a tu cama.
¿Cómo crees que se sentiría acerca de nuestro amorío? ¿Qué hay de tus hijos?
¿Cómo verían a su madre si supieran que fuiste tan fácilmente desviada de la
cama de tu propio matrimonio?
El labio de Beatrice tembló a medida que asentía su entendimiento.
Cathal miró con desdén a la aterrorizada mujer y luego escupió a sus
pies.
—Débil. Patética. No sé por qué te deseé alguna vez.
Cuando se giró para mirarme, sus ojos se encontraron con los míos.
Intenté con mucha fuerza comunicarle que no la culpaba. No utilizaría su
silencio en contra suya. Limpió sus lágrimas y luego se volteó para mirar al
exterior, obedeciendo las instrucciones de Cathal. No porque no tuviera otra
opción, sino porque las opciones ante ella eran ambas desgarradoras de
elegir. Beatrice no tomó la decisión con la que pensaba que podría vivir.
Tomó la opción que mantendría con vida a aquellos a quienes amaba.
Mi atención fue alejada de Beatrice cuando sentí el aliento de Cathal
en mi cuello. Preferiría que mil hormigas se arrastraran por todo mi cuerpo
antes de tenerlo respirando sobre mí. Me estremecí y él rio.
—No eres tan estoica como pretendes serlo, ¿cierto, amor? —susurró
contra mi oído.
—Esto es completamente inapropiado, mi señor —Sabía que no
funcionaría. Cathal se preocupaba de lo apropiado de sus acciones tanto
como se preocupaba por las mujeres en general.
126
Su mano se envolvió alrededor de mi cuello y comenzó a hacerme
retroceder hasta que estuve presionada contra un árbol. La corteza se clavaba
dolorosamente en mi espalda. Empujó con más fuerza cuando notó mi ligero
encogimiento ante el dolor. Cathal presionó su cuerpo más cerca hasta que
estuvo tocándome desde mi muslo hasta mi pecho. Mientras sostenía mi
garganta con una mano, agarró mi cintura con la otra, enterrando sus dedos.
Todavía tenía que contraatacar en este punto. Sabía que eso solo empeoraría
todo y decidí que podía vivir con cualquier cosa que hiciera, a menos que
intentara tomar mi inocencia. Pero si comenzaba a intentar remover mi ropa,
las garras saldrían.
Comenzó a besar mi cuello mientras me susurraba:
—No harás ni un sonido. No me rechazarás. Te entregarás a mí
libremente o te juro que las cosas que le haré a tu hermana te darán
pesadillas por el resto de tu patética vida. Y si eso no es suficiente para hacer
que te comportes, entonces decapitaré a tu guardia, el que no puede quitar
sus ojos de ti. Pero no lo mataré hasta que me haya visto tomar tu cuerpo
una y otra vez.
Los besos continuaron mucho tiempo después de que las amenazas se
hubieran terminado. Nunca me besó en los labios, solo mi cuello, mi
clavícula y por encima de la parte superior de mis pechos. Sus manos no me
acariciaron, pero empujaba su cuerpo contra el mío en un ritmo repulsivo,
que imaginé que lucía como una serpiente ondulando para subirse a un
árbol.
Jadeé cuando mordió mi piel una vez más, aunque ni de cerca tan
fuerte como lo hizo la primera vez. Esta vez no solo mordió, sino que
también succionó mi piel hasta que se sintió como si fuera a arrancarla. Me
estaba marcando. Se estaba asegurando de que cuando me mirara al espejo
viera la evidencia de lo que me había hecho.
No sé cuánto tiempo se quedó ahí parado, abusando de mí con su
boca y su cuerpo. Pero un tiempo después, los vi salir de entre las sombras de
los árboles. Beatrice no los vio porque se arrastraron en silencio por detrás de
su punto de observación. Intenté no tensarme, no alertar a Cathal de que
había algo mal. Pero las emociones que sentí cuando vi a Torben lo hicieron
casi imposible.
Torben estaba temblando. Era un volcán a punto de hacer erupción y
destruir todo a su paso. Sacudí mi cabeza ligeramente mientras les decía
“no”. Rogué con mis ojos que me obedecieran. Era tan obstinado que temía
que ignorara mi desesperada petición.
En lugar de irse, como esperé que lo hiciera, Torben se quedó allí 127
parado con la mano de Brant sobre su hombro para retenerlo. Sus ojos se
fijaron en los míos y no pude apartar la mirada. Quería cerrar mis ojos con
tantas ganas y fingir que nada de esto estaba sucediendo. Sabía que no era mi
culpa, pero aun así era vergonzoso tener a Torben, quien había llegado a
importarme tan profundamente, observar a este monstruo ensuciarme. Ya
era suficientemente malo que yo tuviera que resistirlo. No quería que Torben
tuviera este recuerdo de mí.
Sus ojos tomaron un brillo acuoso. Después de un momento, me di
cuenta que tenía lágrimas sin derramar en sus hermosos ojos plateados.
Lágrimas por mí. Mi pecho se tensó mientras me obligaba a no reaccionar.
Estaba a punto de llorar, pero no quería darle a Cathal la satisfacción de ver
lágrimas que no merecía. Mientras continuaba mirando a Torben, reflexioné
sobre por qué lloraría por mí. Un guardia que solo me había conocido
durante un par de semanas estaba temblando de rabia y conteniendo
lágrimas por mí. Le importaba. Torben se preocupaba por mí y no solo como
amigo. Mi ceño se frunció y mis labios temblaron a medida que absorbía este
nuevo conocimiento y él pudo ver en mis ojos que lo sabía. No sabía si el
hombre me amaba, pero ciertamente había algo ahí; algo que podía, quizás,
crecer un día hasta convertirse en amor.
Mientras le devolvía la mirada, incapaz de apartarla debido a las
lágrimas que se atrevía a derramar por mí, me di cuenta que lo que sentía por
él también podría fácilmente convertirse en amor. ¿Qué había hecho para
ganarme un destino tan cruel? Para ser entregada como un caballo de premio
y para encontrar luego a un hombre honorable de quien, dado el tiempo
suficiente, podría enamorarme. ¿Cómo iba a soportar tal agonía? ¿Cómo
podría casarme con Cathal, ir a su reino y ser tocada por él contra mi
voluntad, sabiendo que Torben estaba allí fuera en el mundo? Preferiría que
mi vida se terminara antes que ser atada a un hombre como Cathal. Era vil y
despreciable, con un alma retorcida y un corazón malvado. Pero ¿cómo
podría librarme de casarme con él, que no fuera muriendo?
Fui sacada de mi propia mente cuando Cathal finalmente retrocedió.
Su boca estaba curvada en una perversa sonrisa y sus ojos bailaban con
locura. Peleé contra el temblor que quería recorrer mi cuerpo. No quería que
tuviera la satisfacción de obtener alguna respuesta de mí. Mantuve mi rostro
en blanco y sin emociones mientras le devolvía la mirada.
Soltó mi garganta y pasó su dedo por mi cuello.
—Harás todo lo que te pida desde este punto en adelante. Si no lo
haces, aquellos a quienes ambas serán quienes enfrentarán mi ira.
Por un momento, me preocupó que se girara y viera a Torben y a
Brant. Sin embargo, para mi alivio, caminó junto a mí en dirección opuesta a 128
mis guardias.
—Te veré en la cena —gritó por encima de su hombro sin mirar atrás.
Cathal chasqueó sus dedos y Beatrice brincó antes de escabullirse detrás de
él.
Menos de un minuto después, Torben estaba parado frente a mí. Sus
ojos prácticamente brillaban con rabia y sus manos temblaban cuando las
levantó hacia mi rostro. Su toque era increíblemente gentil, a pesar del
tamaño y rugosidad de sus manos. Levantó mi barbilla y pasó un dedo por
mi cuello y a través de mi clavícula. Su boca se tensó hasta formar una línea
recta y su respiración se apresuraba mientras más me veía. Su enojo era casi
palpable.
—¿Por qué? —dijo en un gruñido bajo—. ¿Por qué no me dejaría venir
a usted?
—Sería tu palabra contra la de un rey, Torben. ¿A quién crees que le
creerían? E incluso si mi padre no le creyera a Cathal, no sería capaz de
castigarlo. Comenzaría una guerra. Cathal es más poderoso, tiene más
dinero y un ejército más grande a su disposición. Exigiría tu muerte y mi
padre no sería capaz de salvarte. Yo no sería capaz de salvarte. —Mi voz
tembló cuando me imaginé a Torben con un lazo alrededor de su fuerte
cuello. No. No dejaría que eso sucediera. Sin importar lo que tuviera que
soportar. Nunca dejaría que nadie que me importara fuera lastimado por el
malvado rey.
—Yo decido sobre mi propio destino. No usted —me dijo—. Yo
decido qué riesgos tomar. Esa responsabilidad no debería caer en sus
hombros, princesa.
Casi me derrumbo bajo la emoción detrás de sus palabras. Este no era
solo mi guardia cumpliendo con su obligación. Este era un hombre que
necesitaba proteger algo precioso para él. Mientras inclinaba su frente contra
la mía y tomaba una profunda respiración, inhalando mi aroma, cerré mis
ojos y me permití un minuto para encontrar consuelo en su toque.
Necesitaba recomponerme antes de que alguien me viera. Especialmente
Dayna. Sabría en un instante que algo estaba mal.
—Tengo que soltarla antes de que alguien me vea tocándola de esa
manera. Ojalá pudiera tomarla cautiva y dejar este lugar. Necesito
protegerla, Allete. Las cosas de las que Cathal es capaz me enferman. Pensar
que usted es el objeto de su atención me hace completamente capaz de
asesinar a sangre fría.
Jadeé al escuchar la absoluta certeza en su voz. Mataría por mí sin
reservas. Torben mataría a Cathal y probablemente no sentiría un gramo de 129
pesar. Tal vez tal cosa debería asustarme. En cambio, me hizo sentir
protegida.
Cuando se alejó, de repente me sentí muy sola y expuesta. Su
complexión robusta me había protegido de las cosas aterradoras del mundo.
Pero él no era mío. No podía esconderme de mi destino detrás de él. Tendría
que enfrentarlo de frente y lidiar con las consecuencias por mi cuenta.
Levanté mi barbilla y alisé mi vestido.
—¿Podrías por favor acompañarme a mi habitación y luego enviar por
Lidia?
Torben inclinó ligeramente la cabeza.
—Como desee, mi señora.
Mis pasos fueron rápidos, aunque intenté proyectar una apariencia
exterior de calma. No tenía idea si estaba teniendo éxito en mi esfuerzo, pero
me condenaría a mí misma si me encogía como una flor marchita en mi
propia casa. Cathal puede haberme asustado, pero no me había roto; no
todavía al menos.
Cuando llegamos a mi habitación, Torben se puso delante de mí y
abrió la puerta. Entró primero y caminó alrededor de la habitación, mirando
detrás de la pantalla y revisando debajo de la cama. Se dirigió rápidamente
hacia la cámara de baño y echó un vistazo antes de salir y revisar después el
guardarropa.
—Parece despejado —dijo cuando sus ojos se encontraron con los
míos—. Estaremos afuera. Brant buscará a su doncella.
Ambos hombres salieron por la puerta antes de que pudiera responder
a sus palabras enérgicas. La puerta se cerró suavemente detrás de ellos.
Caminé por la habitación, retorciendo mis manos delante de mí intentando
no arañar mi piel para eliminar el recuerdo del toque de Cathal. Mi estómago
se contrajo ante el recuerdo de su boca y tuve que correr para llegar al lavabo
en la cámara de baño para evitar vomitar en el suelo. Tuve arcadas, pero
nada salió. No había comido desde el desayuno, así que mi estómago estaba
vacío. Tomé un paño seco, lo sumergí en la jarra de agua y lo apreté contra
mi cara y cuello, ayudando a enfriar el calor de mi piel.
—Hermana mía, ¿dónde estás? —La voz de Dayna vino desde la sala
principal. El hecho de que no hubiera escuchado que la puerta se abriera o se
cerrara daba testimonio de que era un desastre.
Dejé la tela y salí a la habitación. El jadeo de mi hermana fue
suficiente para saber que me veía tan mal como me sentía. 130
—¿Qué demonios te pasó? —Jadeó Dayna a medida que corría a mi
lado. Levantó la mano y pasó un dedo por mi cuello. Sin duda Cathal había
dejado moretones con su boca y sus dedos. Me había marcado como si yo
fuera su propiedad.
—Cathal pasó —pude decir finalmente. Estaba decidida a no
desmoronarme frente a ella, sabiendo que solo aumentaría su preocupación.
Antes de que Dayna pudiera responder, la puerta se abrió y Lizzy entró
corriendo. Su boca se abrió mientras sus ojos se ensanchaban anormalmente.
—Tu guardia dijo que me necesitabas —dijo ella. La sorpresa inicial se
disipó cuando se apresuró hacia mí—. ¿Ese rey hizo esto? —preguntó Lizzy.
En realidad, no quería hablar de eso. Me sentía sucia. Mi piel
convulsionaba y desesperadamente quería quitármela. Quería que el
recuerdo de su boca y manos sobre mí se fuera. En ese momento, estaba
dispuesta a renunciar a todos mis recuerdos solo para sacar al hombre de mi
mente. Ni siquiera estaba casada con él y ya me estaba haciendo
completamente miserable.
—Sé que quieres que te dejemos en paz —dijo Dayna, sus ojos
perceptivos se estrecharon—. Pero déjanos ayudar a limpiarte y ponerte la
ropa de noche.
—Y te traeremos algo de comida para que no tengas que bajar a cenar
—ofreció Lizzy.
—Y algo del whisky de papá —dijo Dayna.
Casi sonreí. Dejo que mi hermana menor traiga el whisky como
salvadora.
—El whisky no arregla todo —bromeé.
Ella se encogió de hombros.
—Tal vez, pero seguro que calma los nervios. Hace que las cosas
parezcan un poco menos terribles, aunque solo sea por un rato.
Lizzy asintió, como si lo que Dayna estaba diciendo fuera la
explicación más lógica.
—Bien, terminemos con esto. Solo quiero meterme en la cama y
olvidar que hoy alguna vez pasó.
Mis hermanas pasaron la siguiente media hora bañándome con
esponja, trenzando mi cabello y frotándome con la loción que generalmente
reservaba para ocasiones especiales. Varias veces simplemente cerré los ojos
y me dejé consolar en sus servicios. No me gustaba sentirme impotente. No 131
me gustaba sentir como si estuviera completamente fuera de control de mi
propia vida. Dejar todo a un lado por el breve tiempo que les tomó a mis
hermanas cuidarme, alimentarme y luego meterme en la cama era
exactamente lo que necesitaba. En ese momento, estuve muy agradecida por
la insistencia de Dayna y la presencia tranquila de Lizzy.
Para cuando me dejaron, estaba completamente relajada. Quería que
durara. Quería poder mantener a raya los recuerdos de su toque al menos
hasta la mañana. Desafortunadamente, mi mente tenía otros planes. Poco a
poco, sus palabras llenaron mi mente, y su rostro se burló de mí otra vez
mientras me mantenía cautiva contra la áspera corteza del árbol. Debería
haber luchado. Debería haber gritado o hecho algo para llamar la atención de
cualquiera que pudiera haber estado cerca. Pero no lo había hecho. Me
quedé allí como un perro azotado y dejé que ese hombre me violara. ¿A
dónde demonios había ido mi coraje? ¿Cuándo me había convertido en un
felpudo para que él caminara sobre mí?
Mi espíritu se sintió aplastado al considerar todas las cosas que debería
haber hecho en lugar de soportar su vil comportamiento. Las lágrimas se
acumularon en mis ojos y mi estómago se apretó violentamente ante el dolor
que amenazaba con aplastarme. Había amenazado a mis hermanas, a mi
familia, a quienes amaba. No había querido arriesgarme a que él estuviera
mintiendo. No sería capaz de vivir conmigo misma si algo le sucediera a
alguno de ellos, especialmente si fue por algo que hice o que me negué a
hacer. Sacudí mi cabeza. No me dieron otra opción, me dije. Tuve que hacer lo
que él me dijo para proteger a aquellos que eran preciados para mí. No
importa cuán desagradable fue, no cambiaría lo que había hecho. No me
arriesgaría con la vida de mis amigos y mi familia.
En cualquier caso, todavía dolía, maldita sea. Me sentía
completamente sucia. Sentía que, incluso si por algún milagro pudiera
escapar de mi matrimonio pendiente con Cathal, probablemente nunca
podría dejar que otro hombre me tocara. ¿Me sentiría digna del toque de un
hombre o me sentiría siempre impura? No sabría decirlo con seguridad.
—¿Por qué? —gemí en la almohada mientras acercaba mis rodillas a
mi pecho—. ¿Por qué, por qué, por qué? —Las lágrimas cayeron
rápidamente con cada palabra y mi respiración se volvió irregular cuando
mis pulmones se apretaron, rechazando cualquier ingesta de aire.
Mi cuerpo tembló implacablemente cuando mis emociones se
desataron. No pude controlarlas. Mi mente era incapaz de formar
pensamientos racionales. Me incorporé rápidamente, forzando
conscientemente grandes tragos de aire en mis pulmones. Sentí como si
estuviera asfixiándome. Sentí nuevamente su mano alrededor de mi 132
garganta, la presión de sus dedos amenazando con aplastar mi tráquea. Su
cuerpo presionado contra el mío, impidiéndome la capacidad de moverme
incluso un centímetro. Y entonces sentí su boca. Su lengua deslizándose a lo
largo de mi garganta, sus labios atrapados en mi piel, chupando
dolorosamente. Me atraganté cuando la bilis se levantó de mi estómago,
amenazando con salir de mi boca. Incluso mientras intentaba contener el
vómito, rasgué mi camisón. La tela se sentía como si estuviera llena de
ortigas, rasguñando mi piel.
Me pregunté vagamente si el dolor y el miedo se desvanecerían, o ¿me
sentiría siempre como lo hacía en ese momento? Las lágrimas continuaron
fluyendo cuando enormes sollozos rompieron mi pecho y la tristeza que sentí
por las cosas que Cathal había tomado de mí me abrumó.

Me detuve fuera de la puerta de Allete, apreté la mandíbula a medida


que intentaba mantener el control de mi genio. No quería nada más que ir a
la habitación de Cathal y cortarle la garganta, pero solo después de haberlo
torturado lentamente. ¿Cómo podría un hombre ser tan deshonroso? ¿Qué
tan malo tenía que ser su corazón para tratar a una mujer de una manera tan
vil?
Ahora no tenía ninguna duda, a Allete no se le podía permitir casarse
con ese monstruo. Ella nunca volvería a estar sola con él. No sabía cómo
podría lograr tal hazaña sin ser arrestado, pero sabía que Allete debía estar
protegida. Si no estuviera al tanto de la profecía, si no supiera lo importante
que sería nuestra unión, con mucho gusto mataría a Cathal y aceptaría mi
destino con la cabeza bien alta. ¿Quién sabe a cuántas mujeres salvaría de su
maldad si su vida fuera eliminada de la tierra? ¿Alguien en serio lo
extrañaría? Tenía la sensación de que la gente de su país se alegraría, en lugar
de llorar. No era el tipo de líder que inspiraba ninguna forma de lealtad. Su
gente solo lo seguía por miedo. No lo respetaban ni confiaban en él.
—¿Estás intentando encontrar una manera de matarlo sin ser
atrapado? —preguntó Brant en voz baja a su lado.
—¿Cómo lo supiste?
—Porque estoy intentando averiguar lo mismo. Ese hombre no puede
vivir, Torben.
Dejo salir un suspiro resignado. Brant tenía razón. Incluso si
impedíamos que Allete se casara con él, alguien más soportaría su ira. Otra
alma inocente sufriría como prisionera de su mente enferma. ¿Podríamos
realmente dejarlo vivo para torturar a alguien más? 133
—No, no puede —concordé.
—Estamos de acuerdo en que el rey de Tara morirá.
Asentí.
—Estamos de acuerdo —respondí formalmente.
Nuestras palabras no estaban vacías. A pesar de nuestra declaración,
Brant y yo nos habíamos atado entre sí y con nuestro destino en
cumplimiento de un propósito compartido. Por nuestro acuerdo, nos
habíamos comprometido a matar a Cathal, creando un juramento obligatorio
que ninguno de los dos abandonaría hasta que nuestro propósito se
cumpliera.
Estuvimos en silencio después de nuestra declaración. Con la decisión
tomada, todo lo que podía pensar era en la mujer en la habitación detrás de
mí. Sus hermanas se habían ido hace una hora. Me preocupaba que estar
sola no fuera lo mejor para Allete, pero Dayna me había asegurado que iba a
estar bien, solo necesitaba tiempo para procesar las cosas. Conocían a su
hermana mejor que yo, aunque esperaba que algún día eso ya no sea cierto.
En cualquier caso, sentía que dejar a alguien solo después de un ataque de
este tipo podría ser peligroso.
Como si mis propios pensamientos la hubieran llamado, escuché un
grito desesperado y el sonido de algo golpeando el suelo, con fuerza. Me
volví hacia la puerta y agarré la manija.
—No permitas que nadie entre a esta habitación por ningún motivo —
le dije a Brant, sabiendo que mi compañero moriría para evitar que mis
órdenes fueran desobedecidas.
Cerré la puerta detrás de mí y me quedé inmóvil por un momento,
dejando que mis ojos se ajusten a la oscuridad. La única luz en la habitación
era una débil llama parpadeante de una pequeña lámpara descansando sobre
una mesa cerca de la cama de Allete. Mis ojos vagaron por la cama,
buscando el bulto que indicara que su cuerpo estaba a salvo en ella. La cama
estaba vacía. Sentí que mi corazón comenzaba a acelerarse cuando mis ojos
saltaron a todos los rincones de la habitación. Acababa de ir en dirección al
cuarto de baño cuando escuché sus súplicas desesperadas.
—Por favor, haz que se detenga —sollozó con una vocecita.
Su voz venía del otro lado de la cama y me apresuré a ella, solo para
congelarme cuando vi a la hermosa princesa que me había robado el
corazón. Me puse de rodillas y me acerqué un poco a ella, con las manos
extendidas en un gesto aplacador. Mi hermosa Allete estaba completamente 134
desnuda, la camisola que había usado estaba rasgada en pedazos, y se estaba
arañando el cuello, frotándolo.
—Princesa —dije suavemente, esperando no asustarla. Parecía que no
reconocía su entorno. Su mente no estaba aquí conmigo, eso estaba claro.
Estaba de vuelta contra ese árbol con la mano de Cathal alrededor de su
garganta, experimentando nuevamente la profanación de su cuerpo. Estaba
conmocionada. Sabía que algo así podría pasar, pero no pensé que sería tan
malo—. Princesa —dije de nuevo, un poco más fuerte, a medida que me
acercaba. Coloqué mi mano suavemente en su cabeza y acaricié su cabello,
intentando calmarla—. Allete, amor, por favor mírame.
Se quedó inmóvil, el único sonido la respiración entrecortada
proviniendo de su pecho. No quería moverme. Sentí que el más mínimo
movimiento podría hacer que perdiera todo el control. Pero no podía dejarla
ahí en el suelo frío. Aunque esperaría allí voluntariamente con ella por una
eternidad, sabía que necesitaba limpiarse, vestirse y ser puesta a salvo en su
cama. Dándome una patada mental, finalmente volví a hablar.
—Allete, ¿podrías por favor mirarme?
Le tomó tanto tiempo responder que no pensé que me hubiera
escuchado. Pero entonces su cabeza giró lentamente, y sus ojos se
encontraron con los míos.
Gruñí.
—Oh, preciosa. —Mi corazón se derrumbó en mi pecho cuando vi los
ojos de mi princesa rota—. Lo siento. Lamento tanto no haber estado allí
para protegerte.
Lágrimas silenciosas se deslizaron por su rostro, y el hecho de que
todavía no intentara ocultar su desnudez me indicaba que todavía no estaba
allí. Parte de ella todavía estaba perdida.
—Todavía puedo sentirlo —susurró después de varios minutos de
silencio—. No puedo arrancarme su sensación. —Se arañó el cuello. Con la
cabeza vuelta, pude ver el daño que se había hecho a sí misma.
Su suave piel estaba hecha un desastre sangriento. Se había arañado
hasta que su hermosa carne estaba cruda y enrojecida.
Sus brazos también estaban cubiertos de rasguños, al igual que la piel
justo por encima de sus senos. Parecía como si varios gatos enojados la
hubieran atacado a la vez. Su cabello trenzado colgaba suelto, y su piel tenía
moretones además de los rasguños. Esos deben haber sido los moretones
dejados por el brusco trato de Cathal a su precioso cuerpo. Mi sangre hirvió
mientras veía su piel dañada.
135
—Allete, ¿quieres que te ayude? ¿Quieres que te traiga a tus hermanas?
Sus ojos se abrieron por completo ante mi pregunta.
—No —dijo y negó con la cabeza rápidamente—. Mis hermanas no.
No. No quiero que vean esto. —Se miró y se tapó la boca para contener un
sollozo—. Mira lo que he hecho —susurró. Estaba horrorizada e incluso
disgustada consigo misma.
No estaba dispuesto a dejar que pensara eso.
—Princesa, mírame. —No lo hizo, así que usé la voz que usaba para
mandar a mis hombres—. Ahora.
Sus ojos se dispararon a los míos, llenos de miedo y angustia.
—Deja que te ayude.
—Pero… —comenzó a discutir, pero tomé una de sus pequeñas
manos en la mía y sacudí mi cabeza hacia ella.
—Dejarás que cuide de ti. Es mi honor, y debes dejarme hacer esto.
¿Entendido?
Después de varios segundos, se encogió de hombros finalmente.
—No es como si pudiera humillarme más. Estoy sentada en el suelo,
desnuda, toda arañada.
Me levanté, quité la sábana de la cama y la cubrí con ella, cubriendo
su hermoso cuerpo. Después la ayudé a pararse. Sus piernas estaban débiles y
temblorosas. No estaba dispuesta a dejarla caer, así que la levanté fácilmente
en mis brazos. Ella ni siquiera hizo un sonido. La cargué al otro lado de la
cama y la dejé suavemente.
—¿Estarás bien si te dejo?
Su cabeza se alzó y el miedo que la aferraba era evidente en su rostro.
—No te vayas. Por favor.
Con mucha suavidad pasé un dedo por su mandíbula.
—No me atrevería. Estás atrapada conmigo, princesa. Solo voy a
encender una hoguera. —Señalé la chimenea en la pared del fondo—.
Necesito calentar un poco de agua para ti. —Como si estuviera intentando
convencerse a sí misma de que estaba diciendo la verdad, simplemente me
miró a los ojos. Al final, asintió y soltó mi brazo.
Me moví rápida y eficientemente para encender una hoguera y luego
136
puse una jarra de metal llena de agua en las brasas. Eché un vistazo a mi
encargo y vi que estaba jugando con un mechón de cabello que había caído
hacia delante. Esto me dio una idea, una acción apropiada para matar el
tiempo mientras esperábamos que el agua se caliente. Me acerqué a su
neceser y abrí un cajón. Un pequeño espejo de mano y un cepillo se
encontraban cuidadosamente dentro. Tomé el cepillo y me acerqué a ella. La
empujé suavemente hacia delante y me subí a la cama detrás de ella. No
ofreció resistencia. Atraje a Allete otra vez hacia mí de modo que estuviera
sentada entre mis piernas. Saqué los lazos que mantenían su cabello en su
lugar y desaté la trenza suavemente. Los oscuros mechones de cabello
corrieron por mis dedos, sintiéndose como una cascada de seda. Por alguna
razón, permitirme tocar su cabello, cuidarla de esa manera, se sintió aún más
íntimo que un beso.
—¿Esto está bien? —le pregunté, sin querer tomarme libertades que no
estuviera dispuesta a dar.
Ella suspiró y dejó caer su cabeza hacia atrás.
—Se siente maravilloso —respondió un poco sin aliento. Al menos ya
no estaba llorando. Sus sollozos habían roto mi corazón.
—Tu cabello es tan hermoso. Así como todo en ti.
Soltó un resoplido para nada propio de una dama.
—Sí, estoy segura que en este momento soy todo un espectáculo digno
de ver.
—Siempre eres un espectáculo digno de ver, Allete. Iluminas una
habitación cuando entras en ella. El fuego en tus ojos puede arder con alegría
o cortar a una persona más rápido que una espada. Te desenvuelves con
confianza, pero no hay juicio en tus ojos cuando miras a los demás. Y a
pesar de estas cosas, eres humilde. —No quería que se sintiera incómoda,
pero después de haber sido tratada de la forma en que Cathal la había
tratado, sentí que era importante para supiera que era una mujer valiosa.
—No estoy muy segura de qué decir a eso —admitió.
—No tienes que decir nada, princesa. Solo acéptalo como cierto.

137
Traducido por Lyla y LizC

Corregido por Bella’

“Nacimos en este mundo de padres que están llenos de esperanza. Ellos quieren ver
que tengamos éxito en cualquier cosa y en todo. Quieren que estemos seguros,
saludables y felices. Pero no importa cuán fuerte pueden querer una cosa, el deseo
no es suficiente para hacerlo así. Cada uno de nosotros debe decidir por nosotros
mismos lo que queremos en esta vida. Tenemos que escoger seguir nuestra
felicidad, no solo esperamos que lo que nuestras madres y padres quieran de
nosotros suceda de repente”.
~Torben
138

T
orben, mi guardián personal, que ahora sabía que era mucho
más que eso, me estaba cepillando el cabello mientras yo no
llevaba más que una sábana puesta. Sonaba terrible cuando lo
pensaba. Y sin duda se vería terrible para un extraño. Pero el gesto era
completamente inocente para ambas partes. En cualquier caso, yo nunca
podría admitir a nadie que había sucedido. Estaba segura que mi madre se
desmayaría donde estuviera si hubiera tropezado con nosotros, y mi hermana
Dayna comenzaría a cantar un coro de aleluyas.
Yo misma estaba a punto de acurrucarme en una pelota y ronronear
como un gatito muy querido. Después de haber tenido las repugnantes
manos y boca de Cathal sobre mí, las manos de Torben eran como una lluvia
limpiadora, lavando la inmundicia de los recuerdos que intentaban
abrumarme. Me había estado hundiendo en lo más profundo de mi mente,
segura que nada volvería a ser lo mismo otra vez. Entonces él había venido.
Torben había venido y me había rescatado, sacándome del fango de mis
pensamientos.
—¿En qué estás pensando? —preguntó Torben a medida que se
levantaba y recuperaba la jarra que había dejado calentando en las brasas de
fuego. Vertió el agua humeante en un pequeño lavabo y recogió una toalla de
mano que descansaba sobre la mesa junto a mi cama.
—Estoy pensando en cómo mi madre se marchitaría como una flor
moribunda, y mi hermana menor estaría planeando la llegada de nuestro
primer hijo si cualquiera entrara a mi habitación y nos viera en tal estado —
admití.
Hizo una pausa después de exprimir el agua de la toalla.
—Sí, me imagino que esto sería bastante condenatorio, teniendo en
cuenta que, bajo esa tela endeble, estás tan desnuda como el día en que
naciste.
Las lágrimas sobrantes que habían estado en mis ojos estaban
completamente secas ahora. Todo lo que hizo falta para dejar de sollozar, al
parecer, era que un apuesto guerrero que me señalara lo desnuda que estaba
debajo de una sábana.
Torben se sentó frente a mí esta vez y extendió la mano con la tela
caliente. La presionó contra mi cara, y mis ojos se cerraron por sí mismos
mientras comenzaba a borrar la evidencia de mi ruptura con la realidad. Su
toque era sorprendentemente suave para un hombre tan grande. Sus manos
probablemente estaban más familiarizadas con manejar una espada que con
la piel de una mujer. Pero sus movimientos fueron lentos y confiados.
139
Su rostro tenía un nivel de concentración que sabía por experiencia no
era necesario para llevar a cabo una tarea tan simple como limpia una cara.
Pero Torben parecía decidido a hacer un trabajo completo y adecuado.
Mis labios se alzaron en una pequeña sonrisa ante mis pensamientos.
—¿Qué? —preguntó mientras se apartaba ligeramente para mirarme.
Sacudí mi cabeza mientras mi sonrisa se ensanchaba.
—Solo pensaba en cuán concentrado estabas en tu tarea.
Se rio entre dientes, pero no pareció avergonzado.
—Creo que, si vas a hacer algo, no importa lo que sea, entonces
siempre debes hacerlo lo mejor que puedas.
—¿Incluso lavar una cara?
Sus propios labios se inclinaron en una sonrisa pícara.
—Ciertamente cuando se lava la cara de una mujer tan hermosa.
Mis cejas se levantaron.
—Hermosa, ¿eh? ¿Y si ella no es hermosa?
Frunció el ceño.
—¿Ahora por qué estaría limpiando la cara de una mujer fea?
No pude evitarlo. Me reí de la seriedad en su voz y la absoluta
consternación en sus ojos.
Aunque podía decir que estaba bromeando, parecía tan consternado
por la idea que fue cómico.
—Perdóneme, mi señor, por asumir que se rebajaría a tal tarea —dije
en mi mejor voz horrorizada.
—Bueno, princesa, asegúrate de no volver a asumir esas ridículas
ideas. —Hizo una pausa con una mirada severa, pero luego sus ojos se
suavizaron, y su boca volvió a sonreír. Torben me tocó juguetonamente la
punta de mi nariz—. No tiene idea de cuán afortunado es —murmuró.
Me quedé sin aliento cuando vi la alegría desaparecer de sus ojos solo
para ser reemplazada por otra cosa, algo mucho más intenso. Dejó la toalla y
se acercó a mí. Mi mente me gritaba que retrocediera. Este no era mi
prometido, ni siquiera era un hombre con el que me permitirían casarme. Él
era un guardia en el ejército real de mi padre. Su posición estaba por debajo
de la mía y, sin embargo, era uno de los hombres más honorables que había
conocido.
140
Cuando su cara se acercó más a la mía, una de sus grandes manos se
acercó y ahuecó mi mejilla. Tuve que obligarme a respirar para no
desmayarme. No quería moverme. Ni siquiera quería parpadear por temor a
perder algo, o que desaparecería de repente y me daría cuenta que todo esto
había sido un sueño. Sus labios estaban a escasos centímetros de los míos
cuando volvió a hablar.
—Princesa, voy a necesitar que me digas que retroceda. —Su voz era
profunda y ronca.
Sentí como si mi sangre se estuviera calentando en mis venas y mi
corazón latió con fuerza que pensé saldría por mi garganta. Tragué saliva y
lamí mis labios secos, sin perderme la forma en que sus ojos siguieron el
movimiento.
—¿Y si no quiero pedirte que retrocedas? —pregunté, sabiendo que
estaba jugando con fuego.
Aparentemente, me gustaba la idea de quemarme, porque no estaba
dispuesta a alejarlo.
—Entonces los dos estamos en problemas.
—¿Por qué? —Mi voz sonó sin aliento, y pensé que tal vez debería
avergonzarme por el sonido, pero no podía importarme. Todo lo que podía
ver eran esos ojos intensos y labios carnosos.
Todo en lo que podía pensar era en lo mucho que quería esos labios en
los míos. Quería que reemplazaran el recuerdo de Cathal y me dieran la
oportunidad de que un hombre me besara con pasión: pasión real y cruda.
—Porque estoy planeando besarte. No tengo fuerza de voluntad para
parar, ni tengo el deseo de parar. Entonces, a menos que me digas en este
momento que no quieres esto, voy a besarte.
Simplemente lo volví a mirar fijamente, esperando, prácticamente
desafiándolo a hacer lo que estaba amenazando. Menos mal que el hombre
no se retractaba de un desafío, porque podría haberle quitado la elección si
no hubiera actuado cuando lo hizo.
—Qué así sea —susurró antes de deslizar su mano hasta mi nuca y
tirar de mí hacia él.
Mis ojos se cerraron, y el aliento se me escapó cuando sus cálidos
labios se presionaron contra los míos. No era un beso gentil. Era un beso que
hablaba de posesión y anhelo, deseo y necesidad. Era un beso que arruinaría
141
a una mujer para cualquier otro hombre después de él. Era el tipo de beso
que cada mujer debería tener como el primero.
Sentí su boca separarse y su lengua presionó contra mis labios,
exigiendo la entrada. Nunca había besado a un hombre de buena gana de
esta manera, y si hubiera sido cualquier otro, creo que podría haber dudado.
No lo dudé con Torben. Este hombre, que había aparecido en las puertas de
mi habitación hace medio mes y se había declarado mi nuevo guardia, había
captado mi atención desde el primer vistazo. Me había vuelto loca, me ponía
furiosa y necesitada en el mismo aliento, y me protegía sin preocuparse por
su propia seguridad. Abrí la boca y gemí cuando sentí el calor de su lengua
tocar la mía.
¿Por qué diablos no se besaban las personas todo el tiempo? Eso es lo
que siguió pasando por mi cabeza. Si esto era lo que se sentía el ser besado
por alguien que deseabas y que te deseaba, ¿por qué las personas hacían otra
cosa además de besarse? ¿Pensamiento tonto e infantil? Probablemente, claro
que no eres quien está sentada en mi cama con tu boca cautivada por un
guapo pícaro. Cuando eso te pase, entonces puedes juzgarme sobre mis
pensamientos acerca de simplemente besar cada minuto de cada día hasta el
fin de los tiempos.
Una de sus manos apretó en mi cuello, y la otra mano aterrizó en mi
cintura y me atrajo más cerca. Tuve que recordarme que no había nada
debajo de la sábana, porque quería desesperadamente envolver mis brazos
alrededor de él, pero eso me hubiera dejado un poco más expuesta de lo que
estaba lista para estar.
El profundo rugido de Torben solo hizo que abriera más la boca y me
acercara más, como si simplemente pudiera arrastrarme dentro de él para
estar lo más cerca posible. Anhelaba su calor. Necesitaba su toque y, en todo
momento, tenía miedo de comenzar a restregarme contra él de la misma
manera que el gato de Thomas, sir Rufus, se frotaba contra cualquier cosa
que se le acercara.
Pasé mi lengua por el paladar de su boca y fui recompensada con una
risa profunda. Lo hice de nuevo con la esperanza de que se riera una vez
más. Lo hizo. No tenía idea de cuánto tiempo había pasado cuando
finalmente retrocedió. Mis labios estaban resbaladizos e hinchados, y mi
respiración sonaba como si hubiera corrido de los establos a la cocina y de
regreso.
Torben me miró a los ojos, y tuve miedo de ponerle palabras a las
emociones que vi allí. También las sentía, pero era demasiado pronto, por no
mencionar un poco prohibido. No podía enamorarme de él. No podía… y
sin embargo estaba bastante segura que ya lo había hecho.
142
—Gracias —dijo en voz baja a medida que el dorso de su mano
acariciaba mis cálidas mejillas.
—¿Por qué?
Sus ojos se arrugaron a los lados mientras sonreía.
—Por permitirme el honor de probarte.
Sabía que mi piel enrojecida solo se oscureció más, porque sus
palabras sonaron mucho más provocativas de lo que probablemente quiso
decir.
Me dio un guiño.
Bueno, tal vez las quiso decir tan provocativamente como habían
sonado. El sinvergüenza.
—¿Sería completamente impropio de una dama si dijera que fue un
placer? —le pregunté.
Se rio entre dientes.
—Lo consideraría el mayor cumplido.
Nos miramos el uno al otro en lo que solo podía describir como un
silencio sorprendido. Nuestros ojos recorrieron el rostro del otro, y sus
manos siguieron acariciándome: mi cara, mi espalda y mis costados. Él
despertaba el deseo en mí como un hombre avivando un fuego. Debería
haberle dicho que se detuviera, por los siete infiernos, teníamos que parar, y
sin embargo no podía hacer que mis labios cooperaran con mi cerebro.
¿Cómo iba a volver a tratarlo como a un guardia del castillo al azar? ¿Cómo
podría volver a ser como habían sido las cosas?
—Allete. —Mi nombre salió de su lengua tan suavemente, y descubrí
que me encantaba su sonido—. Necesito que lo sepas, no vine aquí con la
intención de seducirte.
Torben sonaba en realidad preocupado de que pensaría algo así sobre
él.
—Lo sé —le aseguré—. Nunca lo hubiera pensado.
—Estaba preocupado por ti —confesó—. Después de lo que ese
canalla había hecho, necesitaba ver por mí mismo que estabas bien.
—Solo que yo no lo estaba —dije patéticamente. Apreté los dientes
mientras pensaba en cómo me había derrumbado bajo el peso de lo que había
sucedido y lo que estaba por venir.
—No, amor, no lo estabas. —Se inclinó hacia adelante y presionó sus 143
labios en mi frente y, por primera vez en mi vida, me sentí apreciada—. Pero
es por eso que estoy aquí. Para asegurarme de que estarás bien.
Mi frente se arrugó mientras lo miraba.
—¿Qué quieres decir? Hablas como si me conocieras antes de que nos
conociéramos.
Sacudió la cabeza.
—No te conocía, pero sabía de ti y sabía que serías importante para
mí.
No estaba segura de cómo interpretar sus palabras. Sentí como si
hubiera algún significado oculto detrás de ellas. Había algo que no me estaba
diciendo.
—No voy a estar bien si tengo que casarme con ese hombre —dije,
intentando no pensar demasiado en el significado de sus palabras—. Pensé
que podría hacerlo. Pensé que simplemente podía apretar los dientes y hacer
lo que tenía que hacer por mi reino. —Miré hacia mis manos que ahora
estaban apretando la sábana. Las lágrimas que habían huido antes
amenazaban con inundar mi cara una vez más—. Pero no puedo. Torben, no
puedo estar con Cathal. Él me matará, o yo me mataré.
Un profundo gruñido retumbó de Torben a medida que me agarraba
por los hombros.
—Nunca digas tales cosas —gruñó—. Nunca te quitarás tu propia
vida, y haré todo lo que pueda para asegurar que no te cases con él.
—¿Cómo? —La palabra escapó antes que tuviera tiempo de pensar.
Sabía que no debía atreverme a esperar algo así, pero no podía evitarlo. ¿En
serio Torben podría evitar que me case con Cathal? No era posible. Pero el
acero en sus ojos decía lo contrario. ¿Cómo podría hacer tal cosa? Era un
guardia en el castillo de mi padre. ¿Cómo demonios podría evitar mi
matrimonio con un rey extranjero?
—Todavía estoy trabajando en los detalles —dijo a medida que se
levantaba y se apartaba de la cama. Sentí frío ante su retirada repentina y
luché contra mi impulso de acercarme y atraparlo de nuevo a mi lado.
—¿Qué estás haciendo?
—Voy a buscarte unas prendas para dormir —contestó a medida que
observaba alrededor de la habitación.
Señalé hacia el guardarropa directamente detrás de él.
144
—Debería haber un camisón ahí dentro.
Me sonrió.
—Por mucho que me encanta la idea de que estés desnuda, me temo
que podría dañar tu reputación si alguien entrara.
Me reí.
—Sí, eso sería bastante condenatorio.
Torben buscó en el guardarropa hasta que encontró un camisón y
luego se acercó para dármelo. Se giró y se mantuvo de espaldas mientras
dejaba caer la sábana y me pasaba el camisón sobre mi cabeza. Lo estiré por
mi cuerpo hasta que cayó al suelo, y luego volví a sentarme en mi cama.
—Está bien, estoy decente.
Se giró y me miró, sus ojos empezaron por la parte superior de mi
cabeza y viajaron hacia abajo hasta que alcanzó mis pies descalzos.
—No, amor, me temo que eres demasiado tentadora para calificarte
como decente.
Le sonreí. Era tan atractivo. Y para nada mío. ¿Por qué la vida era tan
injusta? Renunciaría a mi derecho como princesa en un instante si eso
significara que podría estar con Torben y no tener que casarme con Cathal.
Renunciaría a todo el lujo solo por tener mi felicidad, seguridad y la
posibilidad de un verdadero amor real.
—Gracias, Torben, por cuidarme —dije después de varios segundos de
silencio.
—No es problema alguno, Allete. —Sus ojos ardían con una
intensidad que me mantuvo en mi lugar. No quería moverme por miedo a
que él apartara la vista. Por alguna razón, eso era lo último que quería que
hiciera.
—En realidad, cuidar de otra persona siempre es un gran problema.
Está en nuestra naturaleza cuidar primero de nosotros mismos —le dije.
—A veces sí. Pero bueno, a veces, nos encontramos con una persona
que significa más para nosotros que nosotros mismos. A veces hacemos
cualquier cosa por esa persona. Y entonces no hay problema alguno.

Observé mientras los ojos de Allete parpadearon con sorpresa ante mis
palabras. Sabía que no tenía la intención de ser insultante, pero me dieron
ganas de reír que supusiera que no sería capaz de ningún tipo de
pensamiento profundo. Como un guardia humilde, en comparación con su 145
posición, tendría sentido que sea una persona sin educación y simple. Pero
ella no sabía que no era solo un guardia. Tampoco era solo un guerrero de mi
clan. Era el hijo de la Oráculo, y mi madre no tenía la intención de
permitirme permanecer ignorante.
—¿Cómo sabes cuando has encontrado a una persona así? —preguntó.
Mis labios se levantaron en una pequeña sonrisa. Volví a tomar mi
asiento junto a ella en la cama y aparté un mechón de cabello errante de su
cara.
—Lo sabes porque es lo único en lo que puedes pensar. Incluso
cuando sabes que no debería estar en tu mente, todavía está allí. Lo sabes
porque todo pasa a un segundo lugar después de su bienestar, seguridad y
felicidad.
—¿Y si no puede ser tuyo? ¿Y si simplemente no es posible? —Sus ojos
se arremolinaban con preguntas a medida que me observa. Sus hombros
estaban tensos, y podía decir que quería que me alejara simplemente. Allete
quería que se lo pusiera fácil. Deseaba poder hacer eso, pero incluso si ella no
fuera la mujer en la profecía, no podría alejarme de ella. En algún punto,
entre el momento en que la vi por primera vez y el momento que
compartíamos ahora, el momento en que se sentó mirándome con tanta
necesidad, me di cuenta que mi vida jamás estaría completa sin ella.
—¿Quiénes somos nosotros para decidir qué es posible y qué no? —
respondí—. Deberíamos dejar la perspectiva de las posibilidades a los dioses,
y simplemente deberíamos ser quienes lo intentan.
Negó con la cabeza y resopló.
—Ese no es el camino, Torben. Al menos no para mí. No sé de dónde
vienes en realidad, pero aquí, no te limitas a intentar cosas nuevas. Hay
responsabilidades, deberes y expectativas. No puedo revolotear como una
niña caprichosa con nociones románticas. —Sus manos se movieron
nerviosamente en su regazo, y agachó la cabeza, sin mirarme más.
Presioné un dedo debajo de su barbilla y la levanté hasta que sus ojos
se encontraron con los míos una vez más. Mi hermosa Allete. Era
inteligente, hermosa y valiente, y ni siquiera se daba cuenta de cuánto control
tenía sobre su propio futuro. ¿Vendría sin dolor ni sacrificio? No, no lo haría.
De hecho, probablemente sería más doloroso de lo que ella en realidad
quisiera saber. Pero eso no significaba que fuera imposible. De alguna
manera tenía que hacerle ver que yo era el hombre para ella. Tenía que hacer
que se diera cuenta de esto, no solo por la esperanza de mi clan, sino también
por su propia gente. Por nuestros dos pueblos, ella tendría que abandonar su
reino y convertirse en parte del mío. 146
—Haré lo que sea necesario para demostrarte que tu destino es solo
eso: tuyo. Tú eres el amo de tu propia vida. Habrá baches y desvíos en el
camino, pero a cada paso, habrá una elección. No te dejes ser víctima de tus
circunstancias. Eres demasiado especial para ese destino.

¿Cómo se supone que debo responder a la declaración de Torben?


¿Cómo podría Torben entender que, en mi mundo, no había elección, solo
deber? Estaba segura que él no podría entender eso. Quería gritarle que
dejara de darme falsas esperanzas.
—Me gustaría poder hacer mías tus palabras, pero venimos de
situaciones muy diferentes —intenté explicar. No sabía cómo verbalizar lo
que necesitaba que él supiera. Estaba frustrada y herida.
—¿Qué quieres, princesa? —preguntó. La mirada en sus ojos decía que
me desafiaba a ser honesta con él.
—Quiero una vida que sea mía —admití finalmente.
—Entonces, tu objetivo en la vida es hacer que ese deseo sea una
realidad, no solo un sueño. —Se puso de pie y se dirigió hacia la puerta—.
Necesitas descansar, y debo pensar en cómo evitar que Cathal repita los
eventos de hoy.
Hice una mueca cuando vi que todo su cuerpo se tensaba al decir esas
palabras.
—Aprecio tu ayuda, Torben, y tu disposición para protegerme. Pero…
—Hice una pausa y respiré profundamente para calmarme por lo que sabía
que tenía que decir—. Esto no puede volver a pasar. No podemos.
Esperaba enojo o dolor, pero lo que obtuve en cambio fue una sonrisa
divertida.
—Puede que sea un guardia, pero a veces me cuesta trabajo seguir
órdenes. Princesa, esto está pasando, y seguirá pasando hasta que seas mía.
—Se volvió sin decir una palabra y salió por la puerta, cerrándola
silenciosamente detrás de él.
—¡Agh! —gruñí—. Qué hombre tan exasperante, terco y ridículo —
espeté a la habitación vacía.
La frustración y la impotencia amenazaron con abrumarme. ¿Por qué
debía enamorarme de él, el único que no podría tener? ¿Por qué tenía que
estar tan seguro que estaríamos juntos y de que tenía algún tipo de elección
en el asunto? Era como hablar con un gato. Te miraba fijamente mientras
hablabas, e incluso podrías creer por un segundo que entendía lo que estabas
147
diciendo, pero luego se levantaba y se marchaba con una confianza que
dejaba en claro que iba a hacer lo que más le placiera.
Me puse de pie, incapaz de quedarme quieta por más tiempo, y
comencé a caminar por la habitación. El calor del fuego había ahuyentado el
frío en el exterior, pero no hizo nada para calentar el frío que sentía
envolviendo mi corazón. Para sobrevivir, iba a tener que endurecerme. Si
quisiera mantener mi cordura a medida que me casaba con Cathal, tendría
que aceptar el hecho de que mi vida simplemente consistiría en sobrevivir.
No podía permitirme esperar otra cosa. No habría celebraciones, ni
alegría, ni felicidad. Solo conocería el dolor y la pena. Siempre estaría
rodeada por la ira y el mal de un hombre que no se preocupaba por nadie ni
por nada más que por sí mismo.
Tendría que aprender que las sonrisas genuinas serían cosa del pasado.
La risa sería extraña para mí, y la alegría ya no sería parte de mi vocabulario.
En lugar de luz, estaría rodeada de oscuridad y tendría que aprender a
sobrevivir. No prosperaría; ¿cómo podría en tal oscuridad?
A los veinte giros a lo largo de mi habitación, estaba lista para gritar.
Torben había podido calmarme. Él había sido capaz de arrastrarme de vuelta
de la desesperación en la que me había estado hundiendo. ¿Quién me sacaría
del dolor de saber que nunca podría estar con él? ¿Quién me ayudaría a sanar
por la pérdida de una oportunidad de ser feliz?
—¿Por qué dejaste que te besara? —me pregunté enfurecida. Habría
sido mucho más fácil si nunca hubiera sabido cómo se sentían sus labios o
cómo sabía su boca—. ¿Más fácil? —resoplé—. No lo creo, Allete. —No
podía engañarme; ya sea que lo besara o no, sería doloroso.
Después de luchar contra la frustración y el dolor durante más de
media hora, finalmente me rendí. Dejé que la tristeza me inundara. Sentí que
una sola lágrima se deslizó por mi cara y supe que sería la primera de
muchas. Mi corazón se estaba rompiendo por un amor que nunca conocería.
Antes que cayera la segunda lágrima, me encontré con mi espalda presionada
contra la puerta, deslizándome hasta quedar sentada en el frío suelo. Era la
misma posición en la que me había encontrado una vez, solo que entonces
había estado escuchando la voz firme de Torben mientras me sentaba allí,
rompiéndome en pedazos. Esta vez no habría palabras de aliento, solo yo
con mis lágrimas y tristeza. Eché mis rodillas contra mi pecho y envolví mis
brazos alrededor de mis piernas. Mi cabeza cayó hacia delante hasta que mi
frente se presionó contra ellas.
Mis hombros se sacudieron a medida que me mordía el labio para
148
evitar que los sollozos llenaran la habitación. Me sentía débil. Mi corazón
estaba roto en más de un sentido, y mi alma se sentía vacía. Tenía que ser
fuerte por mi padre, mis hermanas y mi reino, pero no sabía cómo ser esa
persona. Quería meterme en un agujero y acurrucarme mientras el mundo se
movía sin mí. Sería mucho más fácil estar estancada que avanzar con el
futuro que la vida tenía para mí.
—¿Por qué? —me susurré—. ¿Por qué tiene que ser así? —Una parte
de mí anhelaba que alguien respondiera. Quería tener algún tipo de razón
que pudiera facilitar esa aceptación, pero no hubo una voz mística ni una
revelación repentina. Solo estaba yo, un suelo frío y las lágrimas que no
podían lavar el dolor que ardería dentro de mí hasta el día en que muriera.
Cerré los ojos a medida que las lágrimas seguían cayendo. Envuelta en
mi dolor, ni siquiera me di cuenta cuando el sueño me rodeó y me derribó.
No escuché la voz al otro lado de la puerta susurrándome palabras de amor.
No escuché la promesa de protección y felicidad.
Traducido por Naomi, Masi y Smile.8

Corregido por Bella’

“Me rehúso a romper mi promesa. Pienso largo y tendido antes de hacer cualquier
voto, y en mi corta vida, solo he dado mi palabra un puñado de veces. ¿Por qué?
Porque los demás deben poder confiar en mi palabra. No puedo liderar si no soy
capaz de mantener una promesa. Soy un hombre honorable y estoy determinado a
mantener segura a Allete. Si debo sacrificarme a mí mismo para que eso suceda,
entonces libremente dispongo mi vida”.
~Torben

149
—La besaste —acusó Brant cuando me paré justo afuera de la puerta
de Allete.
—¿Por qué es eso de tu incumbencia?
Los ojos de Brant se estrecharon.
—No serás de ninguna utilidad para nosotros si te matas por ese asno
de rey.
Sus palabras resonaron verdad. Estaba jugando con el filo de la espada
y esperaba no cortarme.
Pero ¿qué otra cosa se supone que debía hacer? Allete no podía casarse
con Cathal, y en verdad, ella no debería tener que pasar más tiempo con él.
El hombre estaba enloquecido. No podía creer que el padre de Allete no se
hubiera percatado de la locura del rey. Tal vez lo había notado y estaba
optando por ignorarlo, pero esperaba que este no fuera el caso. Me gustaría
pensar que su padre no estaría dispuesto a permitir que se casara con un
hombre capaz de tal abuso.
—¿Qué quieres que haga? —gruñí.
—Puedes salvarla sin tomar su virtud —respondió bruscamente.
Apreté la mandíbula ante la insinuación de sus palabras.
—Cuidado, hermano. Puedes ser mi segundo al mando, pero eso no te
da derecho a ser irrespetuoso.
—¿Qué hay de ser tu amigo? ¿Eso me da derecho a expresarme
cuando estás tomando decisiones que dañarán a tu clan?
Tuve que reprimir mi respuesta porque sabía que habría sido injusto.
Brant se preocupaba por mí.
Puede que parezca un guerrero sin corazón, pero no era así. Era un
hombre tan honorable como todos.
—Seré honesto contigo, no sé qué hacer. Me hace sentir loco de
necesidad. La necesidad de tenerla, de protegerla, de abrazarla. Necesidades
que nunca antes había sentido. El pensar en sus manos y boca sobre ella me
hace enojar por dentro. Verdaderamente, Brant, estaba planeando su
asesinato en mi mente mientras lo veía tocarla. —Respiré hondo cuando la
rabia volvía una vez más—. ¿Cómo se supone que lo deje estar cerca de ella
otra vez?
Sacudió la cabeza.
—No me gustaría estar en tus zapatos, pero estaré a tu lado sin
importar qué. ¿Quieres convertirte en un asesino de reyes? Te entregaré la 150
espada y cuidaré de tu espalda a medida que haces lo que hay que hacer.
Mi corazón se apretó ante sus palabras. Había pocas cosas tan valiosas
como la confianza y la lealtad de los hombres que dirigía. No todos eran
leales a mí, pero los que lo eran no dudarían en ir a la batalla conmigo,
incluso si era una que no podríamos ganar. Pelearían conmigo y morirían a
mi lado.
—Va a tener que morir. Si la tomo y lo dejo vivo, la perseguirá y
probablemente matará a su familia para castigarla. Pero si lo mato ahora,
podrían colgarme por ello, y aun así no podría tomar a Allete como mía.
Nuestro clan estaría condenado.
Brant sonrió, aunque sus ojos no hablaban de humor.
—Oh, qué alegría encontramos al tener tantas opciones que llevan a la
muerte y la destrucción.
—Eres un hombre retorcido, hermano. —Me reí porque si no lo hacía,
probablemente comenzaría a balancear mi espada a ciegas, rompiendo todo
lo que estaba a la vista.
Sabía lo que quería decir. Teníamos opciones. Siempre había
opciones, pero eso no significaba que las opciones fueran necesariamente
fáciles o buenas. Estaba atrapado entre una roca y un lugar duro. El mejor
resultado posible que podría esperar sería alejar a Allete antes de que alguien
se diera cuenta que Cathal estaba muerto. Incluso después de eso, tendría
que encontrar una manera de lidiar con su padre y también sacar a Magnus.
—Entonces, ¿la besaste?
Me reí.
—¿Pensé que lo sabías?
Se encogió de hombros.
—Estuviste allí mucho tiempo. Si fuera yo, y estuviera solo con mi
mujer, bueno… no habría salido con nada menos que un beso o tres.
—Y es por eso que tienes una fila de hembras derribando la puerta de
tu cabaña.
—No seas celoso —resopló Brant—. Las hembras simplemente no
pueden resistirme. Soy bastante inolvidable.
—Cualquiera que se vea como el culo de un mono es inolvidable. No
interpretes demasiado su habilidad de recordar quién eres.
—El beso, Torben. Deja tus evasivas.
151
—Bien —resoplé—. Sí, la besé. Pero lo dejo en eso. No tengo la
costumbre de compartir lo que sucede a puerta cerrada entre mi mujer y yo.
La sonrisa estúpida de Brant todavía estaba en su cara.
—Porque has tenido tantos encuentros a puerta cerrada con el sexo
más hermoso, ¿verdad?
Me despedí de él. Solo intentaba molestarme en ese momento, y no
iba a caer en sus trampas. Ya estaba bastante molesto como estaba. Podía
decir, cuando salí de las habitaciones de la princesa, que iba a tratar de
alejarme. Pensó en terminar las cosas entre nosotros antes de que
pudiéramos empezar, y eso era bastante molesto. No necesitaba que añadiera
la mierda de Brant a la mezcla.
El resto de la noche pasó rápido, demasiado rápido. Brant y yo nos
turnamos para dormir, así al menos teníamos cuatro o cinco horas cada uno.
No fue del todo reparador, considerando que habíamos estado recostados
contra una pared mientras lo hacíamos, pero era mejor que nada.
—Señores. —Lidia vino corriendo por la esquina e inclinó su cabeza
ligeramente antes de apresurarse a la habitación de Allete, cerrando la puerta
rápidamente detrás de ella. Forcé mi audición con la esperanza de captar un
poco de conversación, pero no había nada. Quería saber si Allete estaba bien,
si había dormido y si tenía hambre. Quería revisar los moretones en su
cuerpo y asegurarme de que no hubiera ninguna lesión que no hubiera
notado. Quería volver a cepillarle el cabello y sentarme tranquilamente en su
compañía sin nadie que nos interrumpiera. Pero todo eso era tan probable
que sucediera, como que Cathal viniera por el corredor como el perro que era
y levantara su pierna para mear en la pared.
—¿Por qué estás sonriendo? —preguntó Brant.
Me reí.
—No quieres saber. Estoy cansado, y mi mente es retorcida.
—¿En qué se diferencia eso de cuando no estás cansado?
—Vete a la mierda, Brant.
Justo en ese momento, la puerta de las habitaciones de Allete se abrió
y Lidia salió. Sus ojos estaban rojos e hinchados, y sus mejillas hinchadas.
—¿Estás bien? —pregunté rápidamente y luego agregué—. ¿Está
Allete bien?
Lidia asintió.
152
—Solo un poco desconcertada, eso es todo. Mi señora me ha pedido
que vaya a buscar el desayuno. No se siente bien y desea cancelar sus
compromisos por el día. También pidió que tú y Brant permanezcan en
guardia durante todo el día. Dijo que la disculparas, porque sabe que están
cansados, pero te prefiere a ti. —Hizo una pausa y luego se corrigió—.
Preferiría que los dos se queden en lugar de salir del servicio hoy.
—¿Y si el rey Cathal viene a llamar? —Brant hizo la pregunta que
había estado quemando un agujero en mi cabeza.
—Debe ser mantenido fuera de su corredor por el día. La princesa
Allete me ha pedido que llame a la reina después de que haya interrumpido
su ayuno.
—Lidia. —Di un paso hacia la doncella—. ¿Allete te dijo lo que pasó
ayer? ¿Con Cathal?
Los ojos de Lidia se ensancharon. Era evidente que no sabía que yo
sabía.
—Sí —susurró finalmente.
—No dejaré que vuelva a suceder.
Sus ojos se suavizaron.
—Te preocupas por ella. También se preocupa por ti. Pero Cathal, es
un hombre peligroso con demasiado poder. Él podría matarte por algo tan
leve como un insulto. Allete no querría eso en su conciencia.
—Entonces es algo bueno que tome mis propias decisiones. No puede
ser considerada responsable de mis acciones.
La boca de Lidia se abrió por completo mientras me miraba y luego
lentamente sus labios se convirtieron en una sonrisa.
—Tienes razón, sir Torben. Es algo bueno.
Fruncí el ceño.
—¿Sir? Apenas soy un caballero.
—Después de lo que hiciste por mi señora anoche, eres caballero y
más. Gracias, mi señor —dijo Lidia, mientras me hacía una profunda
reverencia. Era un saludo reservado para la realeza, y me sentí honrado de
que ella pensara que yo era digno de tal cosa. ¿Qué le había dicho Allete a la
pequeña doncella?
Se puso recta y luego le dio a Brant otra ligera reverencia antes de irse
corriendo.
153
Brant miró en la dirección en que Lidia había salido corriendo y luego
me miró.
—¿Sir?
Negué con la cabeza y levanté las manos con las palmas hacia afuera
—No sé por qué me llamaría así. Todo lo que hice por Allete anoche
fue tratarla con cortesía y amabilidad. Nada más.
—Sigue diciéndote eso, general.
Veinte minutos después, Lidia corría hacia nosotros con otras dos
doncellas, cada una cargada con bandejas. Agarré la manija de la puerta y la
abrí rápidamente justo cuando las mujeres llegaban para no tener que
detenerse en su caminata. Entraron en la habitación y yo cerré rápidamente
la puerta detrás de ellas, aunque no sin antes mirar alrededor de la habitación
para ver si podía ver a Allete. Ella estaba sentada en el extremo derecho.
Tenía la cabeza apretada contra el cristal de la ventana y tenía los ojos
cerrados. Parecía cansada. Quería abrazarla y decirle que descansara, que la
mantendría a salvo, pero sabía que no le agradaría. No justo ahora. En este
momento, estaba demasiado ocupada intentando convencerse a sí misma de
que no podíamos estar juntos. Pero pronto vería que a mi lado era
exactamente a donde pertenecía.
Escuché la puerta abrirse, y varios pasos le siguieron, pero no abrí los
ojos. Mis párpados se sentían como si estuvieran siendo derribados por
pequeñas pesas que colgaban en la punta de los mismos. Me resultaba
imposible mantenerlos abiertos. Me dolía la cabeza por las horas de llanto, y
tenía la nariz en carne viva por todas las veces que me había sonado.
Simplemente quería gatear bajo las sábanas y no salir nunca.
—Mi señora. —La dulce voz de Lidia me sacó de mi pena—. Le
trajimos el desayuno y el té.
No tenía hambre, pero sabía que necesitaba comer. Necesitaba
mantener mi fuerza, y esperaba que tal vez si tuviera algo en el estómago no
me sintiera tan mal como en ese momento. Había decidido en el momento
en que me había despertado de las menos de tres horas de sueño que había
tenido, que simplemente no estaba lista para tener compañía, especialmente
la del rey Cathal. Sabía que, si pasaba algún tiempo con el vil hombre,
terminaría diciendo algo que solo me causaría más dolor. No pensaba que
pudiera soportar más dolor, al menos no todavía.
—Gracias, Lidia —le dije, a medida que dejaba la bandeja a mi lado
en la mesa, junto a la silla donde estaba sentada. 154
—¿Está segura que no desea que vaya a buscar al médico?
Negué con la cabeza.
—No, gracias. Creo que me siento mal por la falta de sueño y los
acontecimientos de ayer. Simplemente quiero estar sola hoy.
—Me atrevo a decir que sus hermanas se lo pondrán difícil, mi señora.
Especialmente después de lo que pasó ayer. No creo que Dayna, o incluso
Lizzie para el caso, quieran alejarse de usted por mucho tiempo.
Probablemente tenía razón. No había forma de que Dayna se
mantuviera alejada. Lizzie era más un comodín. No porque no le importara,
sino porque su mundo no giraba en torno al mío como lo hacía con Dayna.
Siendo la hija del medio, Lizzie solía ser más introspectiva y reservada para
sí misma. Pero incluso así, con lo que Cathal había provocado, Lizzie sería
más propensa a estar pendiente de mí que de costumbre.
Hubo un golpe en la puerta. Antes de que pudiera preguntar quién era,
la puerta se abrió y Dayna hizo una entrada triunfal. Su vestido giró
alrededor de sus piernas mientras se volvía para cerrar la puerta. Pude ver la
tensión en sus hombros. Su barbilla sobresalía desafiante, y cuando se volvió
para mirarme, sus ojos se entrecerraron. Parecían listos para dispararle
llamas a la primera persona que incitara aún más su obvia ira.
—¿Qué te molesta, querida hermana? —pregunté, mientras observaba
sus movimientos calculados. Parecía estar usando toda su energía para
mantener su compostura.
Después de varios minutos de silencio, Dayna finalmente pareció lo
suficientemente firme para hablar.
—Esta mañana me encontré con esa escoria cabezona. —No había
necesidad de preguntar a quién se refería. Solo había una persona en todo el
castillo que invitaba a tal insulto.
—¿Te hizo algo?
Dayna se rio sin sonido.
—Estoy sorprendida de que no haya pedido mi ejecución.
—¿Qué hiciste, Dayna? —Me incorporé por completo y me moví
hacia el borde de mi asiento. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho,
mientras consideraba todas las cosas de las que mi testaruda hermana
pequeña era capaz.
—Cuando me agarró del brazo, le recordé que no tenía ninguna
obligación con él y que no dudaría en contarle a mi padre sus acciones. Y
155
también le dije que sería inteligente que durmiera con un ojo abierto. —
Levantó la mano para detener mi respuesta—. No lo amenacé. Cuando
intentó señalar que lo había hecho, le dije que todo lo que había hecho era
advertirle sobre su seguridad. Después de todo, no sería grandioso para papá
si algo le sucediera a Cathal mientras está en nuestra casa.
Dejé escapar un suspiro de resignación. Lo que se hizo estaba hecho.
No podría ser retirado. Dayna siempre había sido la impulsiva, a menudo
actuando antes de considerar las consecuencias. Y no tenía dudas de que
habría consecuencias para su interacción de hoy con el rey. Muy pocos reyes
soportarían los insultos, y con este rey era aún menos probable que la
mayoría.
—Eso no es todo lo que hice esta mañana —me informó.
—Oh, cielos, Dayna. ¿Qué más podrías haber hecho? —gemí.
Antes de que pudiera responder, la puerta se abrió una vez más y, para
mi total sorpresa, mi padre entró, seguido de mi madre.
—Digamos que mi paciencia y capacidad de ser civil se acabaron ayer.
No voy a dejar que te cases con ese hombre, Allete. Él terminaría matándote,
así como lo hizo con sus otras esposas —casi gruñó a medida que se hacía a
un lado permitiendo que nuestros padres se pararan frente a mí.
Empecé a ponerme de pie, pero mi padre me indicó que permaneciera
sentada.
—Tu hermana me ha llamado la atención sobre algunas cosas —
comenzó, su voz grave era áspera con una emoción a la que no pude ponerle
nombre—. He venido a verificar sus afirmaciones. —Se acercó y puso sus
dedos debajo de mi barbilla, levantando mi cabeza para que pudiera ver
mejor mi cuello. Apretó la boca, y supe que estaba viendo las marcas que
Cathal me había dejado.
—No quería agobiarte con esto, padre —dije, mientras daba un paso
atrás—. Ya tienes mucho con lo que lidiar.
—Tú eres mi hija. ¿Qué podría ser más importante que mis propias
hijas? —preguntó—. Me doy cuenta que pedí que te cases con un hombre
que no amas, y abandones tu patria, parece cruel, pero no me di cuenta que
el hombre era un monstruo. ¿Crees que soy un personaje tan mediocre que
aprobaría tal arreglo?
—Por supuesto que no —respondí rápidamente—. ¿Pero qué otra
opción tengo? Conozco la naturaleza de las finanzas de nuestro reino. Sé que
la defensa contra los ataques vikingos ha agotado nuestros recursos.
Entiendo que no tenemos la mano de obra para repeler otro ataque de los 156
invasores externos. Necesitamos la protección de Cathal, y ciertamente no
podríamos resistir su ira. Tengo que casarme con él —declaré con una
convicción que no sentía. Tenía que hacer que mi padre viera la razón.
Sacudió su cabeza.
—No. Encontraremos otra manera. No te daré a un carnicero como
un cordero al matadero. Nunca me lo perdonaría, y estoy bastante seguro
que tu madre me mataría.
Miré a su alrededor buscándola. Estaba de pie, con un tranquilo
estoicismo, pero sus ojos estaban llenos de lágrimas.
Se mostraba muy fuerte y frágil, al mismo tiempo. Me dolía ver a mi
querida madre en tal estado, pero no podía cambiar el pasado. Mi padre
tenía razón, sin embargo. Si dejaba que me casara con Cathal, ella lo
mataría, o peor aún, le dejaría, lo cual le causaría gran vergüenza.
—No puedes —pedí—. Sus hombres ya están dentro de nuestro
castillo. Nos podrían atacar, matar a nuestros amigos y a sus familias. No
puedo dejar que eso ocurra, papá.
—Quizás esperemos para hacer un movimiento —ofreció mi madre—.
Al menos hasta la mañana de la boda. Entonces sus hombres habrán
empacado, sus armas y equipo cargados en los barcos.
—No puede pasar más tiempo con él —gruñó mi padre.
Resoplé.
—Son tan solo dos semanas. Puedo manejarlo.
—¿Y si lleva las cosas aún más lejos la próxima vez que se las arreglé
para estar a solas contigo? ¿Y si intenta violarte o tiene éxito con ello? No
puedo ponerte en ese tipo de peligro.
—Seré más vigilante para evitar estar a solas con él. Tendré a mis
propios guardias siempre conmigo, y usaré la vaina del muslo y la daga que
Thomas me dio por mi cumpleaños hace dos años. Estaré bien, papá. —
Traté de tranquilizarlo, pero me di cuenta por sus ojos entrecerrados que no
se lo creía.
—No me gusta —espetó.
Mi madre se acercó a él y le puso la mano sobre sus hombros. Pude
verle relajarse visiblemente.
—Tampoco me gusta. Aun así, confío en nuestra hija. Y tiene razón.
Necesitamos el elemento de sorpresa, hacer nuestro movimiento cuando
menos se lo espere. Su estrategia es buena, y lo sabes.
157
—Los dioses fueron crueles por no haberme concedido un hijo para no
estar siempre superado en número por mujeres —se quejó.
No pude evitar reír. Me puse de pie y envolví mis brazos alrededor de
mi padre y rey. Llevaba el peso de todo un reino sobre sus hombros, y, sin
embargo, tenía la humildad de un hombre que no ejercía ese poder. Sí, había
estado enfadada con él por concertar un matrimonio. Pero siempre supe que
pasaría algún día. Y sabía que no era porque quisiera más poder, sino porque
sabía que necesitábamos protección. Mi padre no era un hombre egoísta,
pero como rey, a menudo se enfrentaba a difíciles circunstancias, situaciones
donde ninguna de sus opciones era buena.
Ésta era una de esas situaciones. Y me rompía el corazón verle
culpándose.
—No es culpa tuya, papá. No podías haber sabido que Cathal era una
bestia. Por favor, no asumas la responsabilidad por sus acciones.
—No eres el padre, querida —dijo mientras pasaba una mano por
detrás de mi cabeza sobre mi cabello—. Un día lo serás, y entenderás que
cualquier momento en que le hacen daño a tu hijo, no puedes evitar sentir
como si pudieras haber hecho algo para prevenirlo. Nunca le desearía este
destino a ninguna de ustedes, y aun así ha pasado. Ruego que me perdones,
Allete.
Para mi sorpresa absoluta, mi padre, el rey, se arrodilló ante mí y bajó
su cabeza. Mi corazón se rompió, y por un momento me quedé sin palabras.
—No hay necesidad de pedir perdón, alteza —dije formalmente—. No
me ha hecho daño. Pero si le hará sentirse mejor, le perdonaré, aunque no
siento ninguna mala voluntad hacia usted, y nunca lo haré.
Después de varios momentos de silencio, se levantó y se inclinó hacia
adelante, presionando un beso en mi frente.
—Prométeme que no estarás a solas con él —exigió, aunque no con
crueldad.
—Prometo que haré todo lo posible para evitar que eso suceda.
Se me quedó mirando durante al menos un minuto antes de
finalmente asentir.
—Eso tendrá que ser suficiente, supongo.
Se volvió hacia Dayna e inclinó su cabeza.
—Gracias por ser valiente, Dayna. Tu valor y lealtad hacia tu familia
nunca será olvidado.
158
Ella le sonrió.
—Solo quería asegurarme que sabías de antemano que había grandes
posibilidades de que alguien pida mi cabeza. Si la toca otra vez, haré todo en
mi poder para rebanar su garganta.
Mi madre negó y se apretó el puente de la nariz.
—Querida niña —murmuró.
—Por favor, intenta abstenerte de cometer asesinato. Al menos hasta
después de haber hablado conmigo primero —dijo papá.
—No prometo nada, pero intentaré de controlar mis impulsos.
—Entonces, sin duda alguna estamos condenados —bromeé—.
Controlar tus impulsos no es precisamente tu punto fuerte.
—Todos tenemos defectos de menor importancia, hermana mía —
arrulló—. Algunos más trágicos que otros.
—Vamos a dejar que descanses —dijo nuestra madre mientras
agarraba la mano de papá—. Las amamos.
Dayna y yo hablamos al mismo tiempo repitiendo el sentimiento.
Cuando por fin se fueron, y solo quedábamos Dayna, Lidia, y yo, dejé
escapar una respiración lenta.
—No puedo creer que fuiste a ellos.
—Alguien tenía que hacerlo. No podía quedar sin castigo o ser
ignorado. Te asaltó a ti, una princesa, y su futura mujer. No iba a dejarlo
pasar, Allete.
Estaba agradecida por mi hermana, pero me preocupaba por ella.
Estaba tan en peligro por su ira como yo ahora que le había amenazado.
Dayna no se callaría si la confrontaba nuevamente. A pesar de que no
pensaba que yo fuera menos valiente que ella, sabía que ella era mucho más
impulsiva que yo, y yo era mejor en pensar dos veces las cosas. Dayna
simplemente actuaría. A pesar de lo que sus acciones provocarían, ella
simplemente lo haría y lidiaría con las consecuencias después.
—También hay que evitar que estés solas con él —dije—. Considerará
tu confrontación como un insulto directo a él. Aunque no puede matarte,
hará lo que pueda por castigarte.
—No le tengo miedo —dijo—. No es más que un cobarde.
—Incluso los cobardes pueden ser peligrosos. Por favor, sé inteligente
acerca de tus acciones, Dayna.
—Voy a intentar pensar antes de actuar. Necesito decirte una cosa más 159
—dijo.
Contuve un gemido, sabiendo por la vacilación en su voz que no me
iba a gustar lo que tenía que decir.
—Podría haberle mencionado a Thomas lo que sucedió con Cathal.
—¡Hiciste qué! —casi grité.
—Te ama. Tenía derecho a saberlo.
No tenía la energía para regañarla, así que decidí callarme y guardarlo
para cuando pudiera decirle lo que pensaba de manera correcta. No quería
que confundiera mi desagrado por sus acciones.
—¿Así que estará aquí pronto? ¿Es eso lo que estás diciendo?
Asintió.
—Es posible que desees vestirte.
Le hice un gesto de Lidia para que escogiera un vestido de mi armario
y rápidamente me comí el desayuno, ahora frío. Di mi mejor esfuerzo, pero
no podía dejar de estar ansiosa. Sabía que había muchas maneras en que mi
terrible situación podría ser mucho peor, pero no quería darle ninguna idea al
destino.
Traducido por Ximena, AnnaTheBrave y Naomi Mora

Corregido por Bella’

“A lo largo de los años me he dado cuenta que la falta de noticias son buenas
noticias. Así que cuando mis hombres vinieron a mí inesperadamente, sabía que
pronto me enfrentaría a problemas. Tenía una sensación de que sería un largo
tiempo antes de que no hubiese noticias para informar”.
~Torben

E
scuché varios pares de pies moviéndose rápidamente por el
pasillo. Giré mi cuerpo en la dirección del sonido, 160
manteniendo al mismo tiempo mi cuerpo frente a la puerta de
Allete.
—Son nuestros hombres —dijo Brant a medida que él también se
volvía hacia la dirección de los pasos que se aproximaban.
Casi le pregunté cómo podía decirlo, pero luego también escuché el
ritmo único de la marcha, algo en lo que había entrenado a mis guerreros
hace mucho tiempo, un pisotón pronunciado cada pocos pasos. Nos permitía
distinguir al amigo del enemigo incluso a distancia. Debo haberme perdido el
sonido al principio debido a mi preocupación por Allete.
Menos de medio minuto después, Amund, Rush y Delvin doblaron la
esquina y se detuvieron frente a nosotros.
—Señor —dijeron los tres al mismo tiempo e inclinaron sus cabezas
ligeramente.
—¿Qué los sacó de sus puestos? —les pregunté.
—Tenemos información —habló Amund.
—¿Qué noticias? —A veces obtener información de ellos era como
tratar de conseguir una mula para dirigir una novilla.
—Magnus —respondió Amund—. Sus planes han cambiado. Él se
obsesionó con apoderarse de este reino. No estamos seguros de cuándo
planea tomar medidas, pero será pronto.
Maldije en voz baja. Así era Magnus, hacía un plan estúpido y
empeoraban las cosas.
—¿Tienes alguna idea de lo que está planeando?
Rush dio un paso al frente.
—Implicará matar, eso quedó muy claro por los hombres que se
habían colado en el reino.
Eso no era sorprendente. Con su jarl, cualquier ataque implicaría
matar, incluso si no fuera necesario.
—¿Sabes si hay discordia entre sus filas? ¿Alguien más ve la locura de
su plan?
Los tres negaron con la cabeza. Maldije en voz baja.
—Continúa manteniendo tus oídos y ojos abiertos. Tráenos cualquier
información de inmediato.
161
—Sí, señor.
—¿Qué noticias tienes de tus puestos asignados? —pregunté.
—Hemos tenido el disgusto de estar cerca de los soldados de Cathal —
escupió prácticamente Delvin—. Son tan tontos como ladrillos y tan malos
como los jabalíes.
—Eso no es sorprendente. —Brant se rio entre dientes—. Su rey no es
mejor.
—No puedo creer que el gobernante de este reino envíe a su hija a
casarse con un hombre así —dijo Amund.
—No va a casarse con él —gruñí—. Es demasiado peligroso, y ella
debe estar conmigo. —No había planeado decir la segunda parte en voz alta,
pero era cierto. Y mis hombres probablemente deberían saber que ella nos
estaría acompañando a casa.
Antes de que pudieran responder, apareció otro cuerpo a la vuelta de
la esquina. Thomas, el primo de Allete, parecía como si alguien lo hubiera
pinchado con un atizador caliente. Podía sentir la violencia que emanaba de
él, y no me gustó la expresión de sus ojos.
—Necesito ver a mi prima —declaró y dio un paso hacia mí y la
puerta detrás de mí.
—No entrará así —le señalé la cara—. Primero tiene que estar
calmado.
—¿Has olvidado tu lugar, guardia?
Traté de no usar sus palabras contra él. Sabía que simplemente estaba
preocupado por Allete, pero no le permitiría pensar que podría intimidarme
solo por su puesto.
—De ningún modo. Soy el jefe de guardia de Allete, y es mi deber
asegurarme de que está a salvo de cualquier persona, incluidos los familiares
demasiado emocionales.
La mandíbula de Thomas se flexionó, y sus manos se apretaron en
puños. Después de varios minutos, finalmente se relajó, aunque sea un poco.
—Lo suficientemente justo. Por favor, permíteme ver a mi prima.
Me volví y llamé a la puerta detrás de mí. Cuando escuché que la voz
de Allete decía que ingresara, abrí la puerta y asomé la cabeza.
—Su primo está aquí para hablar con usted.
Sus labios se tensaron, pero ella asintió con la cabeza rígida.
162
—Hazlo pasar.
Abrí más la puerta y me hice a un lado para que pudiera pasar. Antes
de que pudiera entrar a la habitación, lo agarré del brazo y lo atraje hacia mí.
—Si hace algo para molestarla aún más, no reaccionaré amablemente.
Ella ha tenido suficiente. Recuerde eso antes de abrir la boca. —Lo solté y
esperé hasta que estuvo dentro antes de cerrar la puerta.
Brant me miró con una pequeña sonrisa y negó con la cabeza.
—Estás enamorado.
Mis hombres me lanzaron una mirada y sus ojos se agrandaron.
—Ni una palabra —les espeté—. Regresen a sus puestos.
Cada uno asintió y se giró, dirigiéndose en la dirección en que habían
venido.
Brant comenzó a hablar nuevamente, pero levanté mi mano para
detenerlo.
—No más por favor. Solo me preocupa su seguridad. —No insistió, y
montamos guardia en silencio. Mi propia mente vagó hacia la vida que
podría tener con Allete en el futuro, una vida llena de promesas. Me di
cuenta que hasta ella, no había estado esperando mi futuro. Pero ahora,
ahora quería tener la oportunidad de tener una vida con ella.

Observé mientras Thomas paseaba por la habitación. No había


hablado desde que había llegado. Simplemente me miró, sacudió la cabeza y
comenzó a pasearse. Esto continuó por varios y largos minutos antes de que
finalmente me dirigiera a él.
—¿Vas a decir algo?
Se detuvo y me miró.
—¿Qué quieres que te diga? ¿Quieres que te pregunte por qué
demonios no me has contado las cosas que te ha dicho Cathal? ¿Quieres que
te pregunte por qué no viniste a mí cuando te agredió? —Su voz se elevó con
cada pregunta, y por la última, estaba gritando—. ¿Quieres que te pregunte
por qué te callaste y continuaste poniéndote en peligro?
Mi boca quedó abierta sorprendida. Thomas rara vez gritaba. Él era el
paciente de la familia, pero hoy parecía cualquier cosa menos paciente.
—Puedo intentar explicarlo, pero no creo que lo entiendas.
163
—No soy idiota, prima. Soy capaz de pensar racionalmente, si lo que
has hecho es racional.
—Eso no es lo que quise decir, y lo sabes. Quiero decir que no sé si
puedes entender porque quizás no estaba siendo racional. Estaba intentando
proteger a mi familia. Entiendo por qué padre necesita esta alianza.
—No permitiría esto si supiera cómo era Cathal —desafió Thomas.
—Estás en lo correcto. No desea que me case con Cathal, y está
intentando de encontrar una manera de detenerlo sin provocar toda una
guerra. Una guerra que no tendríamos oportunidad de ganar —señalé.
—Entonces, ¿tus padres lo saben?
Eché un vistazo a Dayna.
—Sí, tuvieron la misma fuente que tú.
Thomas miró a mi hermana y apareció una pequeña sonrisa.
—Al menos una de ustedes estaba usando su cerebro.
—Entiendo que estés preocupado por mí, pero por favor guarda tus
insultos para ti. No necesito que otro hombre me trate como si fuera una
tonta.
Los ojos de Thomas se agrandaron.
—No creo que seas una tonta, y no quise dar a entender eso. Estás en
lo correcto. Estoy preocupado por ti. Eres mi querida prima, y no soporto la
idea de que te pase algo.
Di un paso hacia él y lo rodeé con mis brazos.
—Sé eso. Pero necesito que confíes en mí. He acordado con papá que
no estaré sola con Cathal nuevamente. Siempre tendré mis propios guardias
conmigo, no solo los suyos. Pero debemos ser cuidadosos. Cathal nunca
puede saber que mis padres son conscientes de su comportamiento. Me temo
lo que haría con los que amo. Él ya ha amenazado con lastimar a mi familia.
—¿Por qué no podemos solo matarlo y hacer que parezca un
accidente? —preguntó Thomas.
Dayna se rio.
—Sabía que te amaba por una razón.
—Soy tu primo —dijo Thomas secamente—. ¿Esa no es razón
suficiente?
Dayna negó con la cabeza. 164
—El hecho de que seamos familia no te hace digno de mi amor.
—Es bueno saberlo. —Thomas se rio.
—Ustedes no pueden ir por ahí hablando sobre matar a un rey. Eso es
traición y la pena es la muerte. Ni siquiera sé si mi padre podría evitar que
fueran ejecutados, así que cuiden lo que dicen —ladré prácticamente.
—Te has convertido en una pequeña mamá oso —se burló Thomas.
Me encogí de hombros.
—Solo te estoy diciendo lo que ya sabes. Estás cegado por tu odio y
eso puede hacerte actuar precipitadamente.
—Supongo que tienes razón, pero a veces es necesario actuar
precipitadamente.
Gemí. No tenía sentido discutir con él. Cuando se había decidido por
algo, rara vez había alguna forma de cambiarlo.
—Entonces ¿solo viniste aquí para regañarme o me has echado de
menos? Solo te he visto un par de veces en las últimas dos semanas. ¿Dónde
te has estado escondiendo?
Thomas sonrió y se encogió de hombros.
—No sé de qué hablas. He estado por ahí.
—No, no es verdad —discutí—. Has estado notablemente ausente.
¿Has encontrado una chica o algo?
Los ojos de Dayna se ensancharon.
—¿Finalmente has encontrado a alguien que te soporte?
Me reí. Eso era cierto. Se necesitaría a una mujer de mucha paciencia
para tolerar a alguien como Thomas. Aunque estaba segura que sería un
marido maravilloso. Tenía un alma amable y era naturalmente juguetón.
Seguramente también sería un padre encantador, debido a su naturaleza
infantil. A sus hijos nunca les faltarán aventuras.
—¿Por qué demonios te diría si hubiera encontrado a la mujer de mis
sueños? Solo saldrías corriendo para advertirle que se alejara de mí. No. —
Negó con la cabeza—. Creo que es mejor mantener ese secreto para mí.
—Tienes que decirnos —dijo Dayna mientras pisoteaba su pie—.
Somos tus primas favoritas.
—Son mis únicas primas —señaló Thomas.
—Eso no viene al caso. 165
—No, creo que es todo el punto. ¿Cómo puedo tener favoritos cuando
no hay nadie para competir por mi afecto?
Dayna recogió el objeto más cercano que pudo agarrar, un zapato que
había tirado al suelo y se lo arrojó.
—No juegues conmigo, Thomas Mathew. Nos dirás si has encontrado
una novia potencial. Tenemos que aprobarla. Esa es la forma de hacerlo.
Él se echó a reír, y sus ojos brillaron de esa manera alegre que yo
amaba.
—No, Dayna, esa es tu manera de hacerlo. No todo gira a tu
alrededor.
—Allete, dile que está equivocado —suplicó.
Fue mi turno de reír. Thomas tenía un punto. Dayna no era de
ninguna manera una persona egoísta, pero en ocasiones podía ser un poco
egocéntrica.
—Dayna, no puedes obligar a alguien a decirte algo que no desea
compartir.
—¿Por qué no?
—Porque está en su derecho de guardarse las cosas para sí mismo.
Se sentó en el extremo de mi cama con un ruido sordo y cruzó los
brazos delante de su pecho. Parecía una niña regañada. Solo me hizo querer
reír más, pero me mordí la lengua para evitar hacerlo.
—Pero… —Me volví hacia Thomas—. Ella no está del todo
equivocada. Una segunda y una tercera opinión podrían estar en orden.
Después de todo, no puedes esconderla de nosotros para siempre.
—Bueno, mira la hora. Debo seguir mi camino. —Thomas ignoró mi
declaración mientras caminaba hacia Dayna y le dio un rápido abrazo y beso
en la frente.
—Thomas —se quejó.
No se detuvo, regresó a mí y envolvió sus brazos a mi alrededor.
—Mantente a salvo, ¿lo prometes?
Asentí.
—Lo prometo.
Dio un paso atrás y me dio un golpecito juguetón en la nariz, luego se
166
dirigió a la puerta. La abrió y, justo antes de cerrarla detrás de él, dijo por
encima de su hombro:
—Solo para volverlas locas, sí, hay una mujer en mi vida. Pero no
revelaré nada más. —Cerró la puerta rápidamente.
Vi la mirada en la cara de Dayna y me reí entre dientes.
—En realidad odias no saberlo, ¿verdad?
—No es justo que no nos lo diga. Si hubiéramos encontrado
pretendientes, exigiría saber quiénes son y luego querría reunirse con ellos.
Tenía razón, él lo haría. Pero éramos mujeres y, nos gustara o no,
había un doble estándar cuando se trataba de hombres y mujeres y cortejo.
—Deberíamos estar felices por él y esperar hasta que esté listo para
decirnos más —le ofrecí.
—Bien —resopló Dayna—. Esperaré, pero no estaré feliz por eso.
—Dije que deberías estar feliz por él, no por esperar.
—Consideraré tu consejo.
Le sonreí.
—Espero con ansias el día que encuentres tu pareja. Tendrá que tener
una columna vertebral de acero para enfrentarte.
—Ya lo conocí. —Señaló la puerta—. Está al otro lado de esa puerta y
todo lo relacionado con él me llama.
—¿Un guardia, Dayna? —pregunté, aunque sabía la respuesta—. No
puedes casarte con un guardia. No importa lo amable que sea o qué tan buen
guerrero sea, está debajo de tu estatus.
—Eso no lo hace menos que yo. Solo porque nací una princesa no me
hace más digna ni mejor que él —argumentó.
—Estoy de acuerdo contigo, pero es así en nuestra sociedad. Debes
casarte dentro de tu propia clase. Es la forma en que siempre ha sido. —
Tampoco estaba de acuerdo con eso, pero entendía que cualquier persona de
nacimiento noble que se casara con un plebeyo sería rechazada y tratada con
desdén. No quería eso para mi hermana.
—¿Y cómo cambiará eso si no estamos dispuestas a dar el primer
paso?
Regresé a la silla en la que había estado sentada antes de que llegara
Thomas y miré a mi hermana menor. 167
—En muchos sentidos, eres sabia más allá de tu edad. Ojalá tuviera
una respuesta para ti. Tienes razón, deberíamos dar el ejemplo para el
cambio. Pero cada vez que hay cambio, hay problemas. No quiero que
tengas que ser quien carga con ese peso.
—No puedes protegerme de todo, Allete.
—Tú ciertamente tratas de protegerme de todo —señalé.
—Eso es diferente. Eres importante. Eres la primogénita. Necesitas
continuar el linaje de nuestro padre.
—Es un hombre quien porta el linaje y, por favor, nunca insinúes que
soy más importante que tú o Lizzy. Todas somos de igual importancia y
únicas a nuestra manera —dije esperando que escuchara la sinceridad en mis
palabras. Nunca pensé que valía más que mis hermanas. Sí, yo era la
primogénita, pero eso no daba un mayor valor a mi vida.
—Ninguna de las dos tiene el poder que tú tienes —señaló Dayna—.
No importa cuán únicas seamos, no podemos sanar a los demás. Eso te hace
más valiosa.
No sabía cómo discutir ese punto, aunque aún no estaba de acuerdo.
No sabía por qué se me había dado esta habilidad y mis hermanas no se les
había dado ninguna. La magia no tenía rima ni razón, por lo que podía decir.
Algunas personas la tenían y otras simplemente no.
—¿Cuáles son tus planes para el día? —preguntó.
Exhalé un suspiro de cansancio y me recosté, entrelazando mis manos
en mi regazo.
—Solo quiero disfrutar del silencio y descansar. Obviamente quiero
mantenerme lo más lejos posible de Cathal.
—Nadie te culpa de ello —dijo.
—Le pedí a Lidia que informara a Torben y a Brant de que debían
quedarse en su puesto y no dejar que nadie entrara sin hablar conmigo
primero. Sé que estará aquí pronto, considerando que no asistí al desayuno.
—¿Quieres que me vaya? —preguntó Dayna.
Pude ver que esperaba que me negara. Odiaba estar sola. Yo nunca me
había sentido incómoda con la soledad, pero para Dayna era casi una forma
de castigo. 168
—Puedes quedarte —dije finalmente, no queriendo ser la única que la
hiciera sentir como si estuviera siendo castigada.
—¿Le importaría si recojo su ropa, mi señora? —dijo Lidia. A veces
era fácil olvidar que la callada sirvienta estaba allí. De lo que había
aprendido de Lidia a lo largo de los años, cuando los sirvientes pasaban por
la capacitación antes de que se les permitiera trabajar en el palacio, se les
enseñaba dos cosas importantes. Los sirvientes no debían ser escuchados.
Los sirvientes no debían verse. Básicamente, eso significaba que debían hacer
su trabajo lo mejor que pudieran sin molestar a la gente de la casa.
No me molesté en fijarme en Lidia, y nunca quise que sintiera que no
podía hacer ruido en mi presencia, pero su entrenamiento había sido
taladrado en su mente. Hacía su trabajo muy, muy bien.
—Eso estaría bien. Gracias, Lidia —dije y capté la pequeña sonrisa
que dejó escapar.
Cuando me volví hacia Dayna, sostenía una baraja de cartas en sus
manos.
—¿Qué maldad estás tramando?
—Después de que Cathal haga su aparición y se vaya con un
resoplido, hagamos que Brant y Torben jueguen cartas con nosotros. Tal vez
tirar en unas pocas apuestas.
—¿Dónde aprendiste a apostar? —Antes de que pudiera responder,
levanté la mano—. No importa, no quiero saber.
Había una voz resonante desde afuera de la puerta. Sentí un repentino
dolor de cabeza, y si tuviera un nombre, habría sido Cathal.

—Exijo que abras esta puerta en este instante, o te colgaré yo mismo


—gruñó Cathal.
Supuse que debería haber intentado al menos parecer asustado por su
amenaza, pero estaba demasiado enojado. Era como tratar con un niño
desobediente.
—La princesa no se siente bien y ha dado órdenes estrictas de no ser
molestada por nadie. Por lo tanto, no estoy obligado a acceder a su
demanda. Eso significa que no tengo que hacer lo que me dice.
—Sé lo que significa el consentimiento, sinvergüenza.
169
Me encogí de hombros.
—Solo quería asegurarme de que no habría malentendidos. Le haré
saber a la princesa que vino a preguntar por ella. —Casi me atraganto con
mis propias palabras. No había venido a verla, eso era seguro. Había venido
para hacer demandas, acosarla y tomar lo que no le pertenecía.
—Voy a ser su marido. Sus órdenes no se aplican a mí. Puedo ver a mi
novia siempre que me dé la gana. Ahora, por última vez, ¡abre esta puerta! —
Su rostro se estaba tornando de un interesante tono púrpura, y sus dientes
estaban apretados con tanta fuerza que estaba seguro que se romperían en
cualquier momento.
Comencé a responder, pero la puerta detrás de mí se abrió y cerró
rápidamente. Lidia, la doncella de Allete, estaba a mi lado, con los hombros
hacia atrás y la barbilla levantada con orgullo.
—Mi señora dice que le dé los buenos días, pero no puede verle. Ella
ha estado enferma esta mañana.
Señaló la ropa de cama en sus brazos como para insinuar que Allete
había estado vomitando sobre ellas.
—No quiere exponer a nadie más, y sus habitaciones necesitan una
limpieza a fondo.
Cuando miré de nuevo a Cathal, casi me reí. Su rostro mostraba un
nivel de disgusto que había observado con frecuencia en los soldados nuevos
en batalla que habían visto el vientre abierto de un hombre y observaban
cómo se derramaban los intestinos. Al hombre ni siquiera le preocupaba que
su futura esposa estuviera enferma.
—Muy bien —dijo a medida que enderezaba su túnica y daba un gran
paso lejos de Lidia y las sábanas sucias—. Por favor, dile que le deseo una
pronta recuperación. —Giró sobre sus talones y se alejó rápidamente.
—¿Dijo algo que no fue un insulto? —preguntó Brant.
Lidia se rio entre dientes.
—No creo que a él le importe la recuperación por el bien de ella. Me
imagino que tiene más que ver con la boda. No quiere tener que llevar a una
novia enferma al altar.
Asentí.
—Sí, ese parece ser el motivo más probable.
Lidia dio un paso en la dirección opuesta a la que Cathal había ido y
nos miró a Brant y a mí.
170
—Mi señora también dijo que una vez que Cathal se hubiera ido,
quería que ambos entraran a su habitación.
Mis ojos se ensancharon.
—¿Por qué?
Se inclinó hacia delante y susurró:
—No está realmente enferma. Estas sábanas no están sucias. Está
cansada y no quiere lidiar con nadie hoy. Pero Dayna está pasando el día
con ella porque, bueno, es Dayna. Y la joven princesa sugirió un juego de
cartas. Ustedes dos fueron invitados a jugar.
Se dio la vuelta y se alejó por el pasillo mientras nos quedábamos
mirando. Allete quería que jugáramos… ¿cartas? Por desgracia,
probablemente debería declinar y explicar que necesitaba estar en mi puesto
para vigilar, pero no tenía el autocontrol para hacer tal cosa. Quería estar
cerca de ella. Quería evitar que intentara poner espacio entre nosotros porque
pensaba que no podíamos estar juntos.
—¿Te apetece un juego de cartas? —le pregunté a Brant.
—¿Con la encantadora Dayna? Siempre.
Llamé a la puerta y esperé hasta que ella nos invitó a entrar. Allete y
Dayna ya estaban sentadas a una mesa pequeña, Brant y yo nos unimos a
ellas. Estaba ansioso por tocarla. Pero podía parecer extraño si me acercase
sin motivo y tomara su mano, e incluso más extraño aún si intentara trenzar
su cabello como lo había hecho la noche anterior.
—¿Qué tipo de juego de cartas juegan ustedes dos? —les preguntó
Dayna.
—Solo he jugado un par de veces —dijo Brant—. Pero no recuerdo el
nombre de los juegos.
—¿Qué hay de ti? —me preguntó.
—Lo mismo.
Allete frunció el ceño.
—Pensé que todos los guardias jugaban a las cartas. ¿No son todos
jugadores notables?
Deseé poder decirle que sí, pero la verdad es que no tenía idea de lo
que hacían los guardias durante su tiempo libre.
—Brant y yo no siempre somos los más sociables de los hombres — 171
contesté.
Allete me lanzó una mirada que decía que no estaba convencida de
que mis palabras fueran totalmente ciertas. Era demasiado perceptiva para su
propio bien.
—Podemos enseñarles un juego nuevo, pero me temo que podría
haber algunas apuestas involucradas —dijo Dayna mientras barajaba las
cartas—. Odiaría que perdieran algo demasiado valioso.
—Una pequeña apuesta nunca hace daño a nadie. —Brant sonrió.
Allete rio y sacudió la cabeza.
—Si crees eso, entonces eres más ingenuo de lo que hubiera
imaginado.
Apretó una palma contra su corazón y arrugó la cara.
—Me hiere, su alteza. Tengo la más débil de las constituciones.
Las hermanas resoplaron juntas.
—Voy a creer eso cuando vea a Cook renunciar a sus cuchillos de
escultura —dijo Dayna.
—Reparte las cartas, Dayna, y explica el juego —ordenó Allete. Era
obvio que estaba intentando mantener a su hermana en la labor. Dayna
parecía estar distraída con Brant, y la joven no podía mantener sus ojos en lo
que estaba haciendo. Brant simplemente le estaba sonriendo, sabiendo muy
bien el efecto que estaba teniendo sobre ella. Sería insoportable estar cerca de
él durante al menos una semana.
Me sorprendió que el día continuara sin disturbios. Entre juegos y
charlas, Brant y yo salíamos al pasillo y caminábamos por los pasillos para
asegurarnos de que nadie se escondiera, y para hablar de las chicas, por
supuesto. Luego regresábamos a la cámara de Allete para más cartas y una
conversación agradable.
Todo se sentía natural y relajado. En un momento, me sentí menos
como un guardia y más como un compañero, un igual de las dos mujeres.
Me pregunté si Allete lo sintió. Para cuando la luna reemplazó al sol en el
cielo, y la oscuridad al fin yacía como una manta sobre el reino, supe que
teníamos que llamarlo noche.
—Aunque he tenido un rato maravilloso —comencé mientras me
levantaba de la pequeña mesa—. Creo que es hora de que volvamos a
nuestros puestos. Las dos necesitan descansar.
172
—Tú también necesitas descansar, Torben —dijo con suavidad—. Has
estado despierto toda la noche y todo el día.
—Necesito protegerle —le dije, sabiendo que sería muy difícil confiar
su seguridad a otra persona.
—Por favor, elije dos hombres en los que confíes y haz que tomen su
lugar por lo menos durante unas horas para que puedan dormir —dijo, el
tono de comando en su voz.
Asentí.
—Como desee.
Miré a Brant, que estaba ocupado susurrando a Dayna y agarré su
túnica.
—Vamos, chico amoroso. No debemos exceder nuestra bienvenida.
Antes de que pudiéramos cerrar la puerta detrás de nosotros, escuché
la voz tranquila de Allete y me giré para mirarla.
—Gracias, Torben, por estar aquí.
Incliné la cabeza y me aseguré de que mis ojos sostuvieran los de ella.
—No hay otro lugar en el que prefiera estar que a su lado.
Traducido por LizC

Corregido por Simoriah

“Sin importar el tiempo que lleves conociendo a alguien, incluso si has crecido con
ellos, los has conocido toda su vida, aun así pueden sorprenderte. En algún lugar
del camino, crecieron y cambiaron y te lo perdiste”.
~Diario de la princesa Allete Auvray

E
ra tarde cuando un golpe en la puerta de mi habitación me
despertó de un ligero sueño que no había logrado fácilmente.
Me froté los ojos y me senté, intentando domar el cabello que 173
había escapado de mi trenza.
—Adelante —llamé, sin querer salir de la cama. Sospechaba la
identidad de mi visitante, y sabía que el hombre de Torben no permitiría la
entrada a nadie que me hiciera daño.
La puerta emitió un crujido cuando Lizzy la abrió. Fue algo pequeño,
algo que pasaba desapercibido durante las horas de luz del día, pero que
ahora pareció resonar por todo el castillo, lo que me hizo preguntarme
irracionalmente si despertaría a toda la casa.
Mi hermana asomó la cabeza. Su cara estaba iluminada por el brillo de
una linterna a medida que la extendía para así poder ver dentro de la
habitación oscura.
—Lamento despertarte, pero necesito hablar contigo.
Le indiqué que entrara y agarré la bata que Lidia había puesto a los
pies de mi cama. Una vez que me la puse, señalé la silla.
—Toma asiento, Lizzy, luces agotada. ¿Qué has estado haciendo? No
te hemos visto ni un pelo en un par de días.
—Lamento haber tenido que irme después de lo que te sucedió —
dijo—. Dayna me detuvo al entrar y me dio una buena regañina por no estar
cerca.
Sonreí.
—Es excesivamente protectora.
—Y con razón. Debí haber estado aquí para ti. Simplemente no
entiendo cómo ese hombre pudo hacerle cosas tan horribles a su futura
esposa. No tiene vergüenza. Ni sentido del honor.
—No, no lo tiene. Es un hombre vil regido por sus anhelos, deseos y la
búsqueda del poder. Padre no estaba al tanto de su verdadera naturaleza
cuando me prometió a ese monstruo.
Los ojos de Lizzy se abrieron por completo.
—¿Y ahora es consciente?
Asentí y le expliqué que Dayna les había dicho a nuestros padres.
Cuando terminé, el alivio inundó la cara de mi hermana.
—¿Qué va a hacer? —preguntó.
174
—No estoy segura. Dayna y Thomas quieren asesinarlo —dije,
poniendo los ojos en blanco.
—Bien —espetó mi hermana—. Es lo que se merece.
Esto me sorprendió. Sería algo que esperaría de Dayna, pero no de
Lizzy.
—Padre no ha hablado de violencia. ¿Desde cuándo te sientes tan
cómoda con quitarle la vida a un hombre, hermana? —pregunté mientras la
observaba con atención.
Ella se encogió de hombros.
—Cualquier ataque contra un miembro de la familia real,
especialmente la princesa mayor, sería motivo de ahorcamiento. ¿Por qué
debería ser diferente con Cathal?
—Porque él es un rey. Su muerte traería consecuencias terribles. —
Sabía que no había venido para hablar de Cathal. Me podía dar cuenta que
algo más la estaba agitando, pero se estaba estancando. Por alguna razón,
estaba evitando el tema.
—¿Dónde has estado, Lizzy? —pregunté de nuevo—. ¿Has estado
atendiendo a los enfermos?
Después de varios minutos, sacudió la cabeza.
—No —dijo en voz baja.
—¿Vas a decirme voluntariamente dónde has estado y qué has estado
haciendo, o voy a tener que sacártelo?
Respiró hondo y luego levantó la vista desde donde había estado
mirando sus manos inquietas.
—Conocí a alguien.
Esta era una declaración que no esperaba. Mantuve una expresión
neutra cuando hablé.
—Y supongo que es alguien que no conocemos, de lo contrario no
tendrías que escabullirte.
Ella asintió.
—¿Dónde lo conociste?
—Mientras caminaba alrededor de los terrenos del castillo.
Bien, así que Lizzy iba a hacer que esta información fuera tan difícil de
obtener como hacer que Thomas se comportara como un hombre adulto. 175
—¿Quién es? —le pregunté.
—Es de la corte de Cathal —admitió Lizzy.
No estaba segura de qué debería decir a eso. Había imaginado a los
hombres de Cathal como monstruos sin nombre y sin rostro, siguiendo el
ejemplo de su vil líder. Pero no era justo juzgar a un reino entero por las
acciones de su rey. Aun así, la noticia era inquietante.
—¿Qué sabes de él? ¿Cuál es su nombre? ¿Cuánto tiempo hace que lo
has estado viendo? —Un aluvión de preguntas salió volando de mi boca.
Intenté evitar que hubiera un tono acusatorio en mi voz, pero temí no estar
teniendo éxito.
—Lo conocí en la taberna un día cuando fui a almorzar con la señorita
Topper. Había estado recogiendo hierbas, esperando encontrar algo que la
ayudara con su tos. Estaba sentado solo a una mesa. Lucía tan preocupado
que no pude ignorarlo. Después de que la señorita Topper se fue, admito que
me quedé en la sala común. —Hizo una pausa, y sus ojos parecieron perder
el enfoque—. Él me sorprendió mirándolo y se acercó a saludar. Nos
sentamos y hablamos durante una hora, y acepté reunirme con él
nuevamente al día siguiente.
—¿Y hace cuánto tiempo fue esto?
—Casi tres semanas —respondió.
—¿Sin acompañante? —Intenté no sonar molesta, pero claramente lo
estaba. Una doncella soltera con un hombre no era apropiado, y no quería
que nadie chismorreara sobre mi hermana. No importaría si Lizzy no había
hecho nada inapropiado con el hombre; las implicaciones de lo que podría
pasar sería suficiente para que la gente la condenara—. ¿Consideraste lo que
podría pasar? Tú, de todos nosotros, eres la única que tiene sentido común,
Lizzy. ¿Por qué te comportarías de esa manera?
—No lo sé. —Suspiró y se recostó en la silla. Su cabello estaba
ondulado por el viento y ojeras adornaban sus ojos—. Algo en él
simplemente me hace olvidar mi entorno. Quedo atrapada en nuestro tiempo
juntos. No se ha propasado conmigo, y siempre ha actuado como todo un
caballero.
—Debería haber pedido hablar con padre y tener un acompañante.
Eso es lo que hace un caballero que se preocupa por la virtud de una mujer
—señalé. Podía decir que estaba decepcionada de sí misma, y odiaba verla
lastimada.
—Tal vez, pero ahora no importa —dijo—. Hay algo más importante
que necesito decirte. Es urgente. 176
—¿Qué? —pregunté, ahora de hecho perpleja.
—Algo va a suceder, pero todavía no puedo decírtelo.
—¿De qué estás hablando? —Se estaban formando mariposas en mi
estómago.
—Si espero decírtelo hasta el último momento, entonces honestamente
puedes decir que no sabías nada al respecto. No podrán acusarte de nada.
—Está bien, ahora estás empezando a asustarme, Liz. ¿Qué está
pasando? —Sentía una sensación de hormigueo recorriendo mi espina
dorsal, y una voz en mi mente gritando: “¡Peligro!”
—En realidad, ahora no puedo decírtelo.
—¿Qué implica? ¿Es peligroso? —Ahí estaba otra vez con el
bombardeo de preguntas. Pero tenía esta necesidad desesperada de saber que
ella estaría a salvo.
—Es peligroso, sí, muy peligroso. Pero… —Levantó la mano antes de
que pudiera interrumpirla—. También va a resolver muchos de nuestros
problemas, especialmente para ti. —Se acercó y agarró mi mano, aferrándose
a ella como una cuerda de salvamento—. Todo va a estar bien, Allete. Por
favor, confía en mí, ¿de acuerdo?
Quería confiar en ella. Quería creer que lo que estaba diciendo era la
verdad absoluta, y todos nuestros problemas desaparecerían. No quería
quedar atrapada con Cathal. No quería tener que mudarme a otro lugar. No
quería estar lejos de Torben. Me burlé de mí misma. Incluso si podía estar
cerca de Torben, jamás podría casarme con él.
—No eres tú en quien no confío, Lizzy. Es este hombre que has
conocido. Él es un factor desconocido. ¿Cómo sabemos que está siendo
sincero? Cualquier cosa que te diga podría ser mentira.
—Está diciendo la verdad. Lo sé —dijo. La certeza en su voz era un
poco impactante. En realidad, creía que este hombre nos ayudaría. No tenía
idea de cómo.
—Entonces por favor dime qué está pasando.
—No puedo. —Sacudió la cabeza violentamente—. Sería demasiado
peligroso para ti. Te lo pido, de hermana a hermana, por favor, confía en mí.
No había nada que pudiera hacer en ese momento. Podía ver en sus
ojos que sentía que estaba haciendo lo correcto, no solo por mí, sino por todo
nuestro reino. Tal vez un par de días de consideración me ayudarían a
decidir cómo avanzar con la información adicional.
177
—Sé que estás cansada, y me disculpo por interrumpir tu sueño —dijo
mientras se levantaba y se dirigía hacia la puerta—. Te amo, Allete, y me
duele verte sufrir tanta agonía por un sentido del deber.
Se había ido antes de que pudiera responder a sus palabras. Sabía que
me amaba. No era algo que dijéramos todo el tiempo, pero lo sabía. Lizzy no
era emotiva, y rara vez era afectuosa, lo que hacía que sus palabras esta
noche fueran aún más conmovedoras.
Me recosté en mi cama y me tapé con las mantas. Dormir sería difícil
de lograr después de lo que mi hermana me había dicho. Pero supuse que
estaba más cansada de lo que me había dado cuenta, porque me las arreglé
para quedarme dormida después de solo unos minutos.
Mis sueños estuvieron repletos de un horrible monstruo con una
corona sangrienta. Lobos con espadas afiladas y hachas mordaces
persiguieron al monstruo. De repente, otro monstruo, más fuerte y más
terrible que el primero, apareció. Éste llevaba una piel de oveja negra sobre
su cuerpo y una cabeza de jabalí en su cráneo como casco. Era silencioso a
medida que cazaba, ignorando al otro monstruo y a los lobos que lo
perseguían. Sus ojos entrecerrados eran astutos pero también enloquecidos,
como una bestia hambrienta recibiendo un banquete de carne. Era
demasiado cauteloso para comer, aunque su hambre lo roía.
El caos se detuvo de repente cuando una luz brillante apareció en
medio del campo de batalla. Al principio, era solo una pequeña bola de luz,
pero luego comenzó a crecer, más y más, hasta que finalmente fue cegadora.
Entonces apareció una mujer, parada sola. Los lobos se inclinaron ante la
mujer. Ambos monstruos simplemente la observaron, salivando mientras la
miraban. Luego se miraron el uno al otro y cada uno tenía veneno en sus
ojos. De repente, con un poderoso rugido, se lanzaron uno contra otro, los
colmillos desnudos y babeando. No vi lo que sucedió después. El sueño se
apagó, y simplemente estaba durmiendo.
Incluso mientras dormía, el sueño habiendo desaparecido, todavía me
preguntaba por el segundo monstruo que se escabullía por el campo de
batalla. Comprendí al monstruo con la corona, por supuesto. Esa parte del
sueño era demasiado clara. Pero el segundo monstruo y el ejército de lobos
era un misterio para mí. ¿Por qué los lobos estaban persiguiendo a Cathal?
Ya sea que fuera correcto o no, me vi a mí misma como la mujer, la luz a mi
alrededor representando mi habilidad de sanación. Ambos monstruos me
aterrorizaban. Sin embargo, el segundo monstruo parecía aún más aterrador
porque no conocía su identidad. Justo antes de sentir que comenzaba a
despertar del sueño inquieto, escuché la voz de una mujer dentro de mi
cabeza. 178
—Vendré pronto. Es hora de que hablemos. Es hora de que sepas lo
que te depara el destino.
—¿Quién eres? —pregunté a la voz.
—Soy el Oráculo.

—Éste es el tercer día que no deja su habitación —dijo Brant, como si


no lo supiera.
Asentí.
—Cathal no va a aguantarlo hoy otra vez. Ayer, fue aún más agresivo.
Si el padre de Allete no hubiera intervenido y avisado a Cathal que su
consejo era necesario, ¿quién sabe qué podría haber pasado?
—Estoy de acuerdo, va a estar enojado. Sé que tendrá una rabieta aquí
en este mismo corredor. Y sé que no hay nada que pueda hacer para
detenerlo.
—Podrías sugerirle que simplemente paseen por el jardín —dijo
Brant—. Quizás así se quedaría apaciguado.
—No la quiero a su alrededor. Mejor me enfrento yo a su ira que
Allete. —La idea de que él estuviera cerca de mi princesa produjo en mí una
especie de furia que nunca había pensado que fuera posible. No estaba
dispuesto a sugerirle que pasara tiempo con él, sin importar cuán breve fuera.
Como si fuera una señal, Cathal dobló la esquina.
—Hablando del demonio, y es él que aparece —murmuró Brant en
voz baja.
No me molesté en reconocer al rey. Simplemente miré al frente como
un centinela silencioso. No tenía sentido que desperdiciara el aliento. Cathal
hablaría lo suficiente por los dos.
—La he dejado en paz durante dos días. No me iré de aquí sin ver a
mi novia. —Su voz era sorprendentemente tranquila, pero sus puños
apretados y sus hombros rígidos decían todo lo que sentía por dentro. Cathal
estaba iracundo.
—Lo consultaré con la princesa —le dije y llamé a la puerta
suavemente. Su voz me llamó para que entrara, y abrí la puerta, me deslicé y
la cerré detrás de mí en un movimiento casi ininterrumpido—. ¿Cómo está
hoy, princesa? —pregunté a medida que la observaba, intentando determinar
179
cómo se sentía simplemente al observar su lenguaje corporal. Parecía
resignada, y eso me preocupó.
—Estoy bien, Torben. Gracias por ser tan diligente en tu trabajo. Sé
que debes estar cansado.
Mis labios se levantaron solo una fracción.
—He pasado más tiempo sin descansar y en condiciones mucho
peores que un corredor de palacio.
Allete suspiró y se giró para enfrentarme por completo. Vestía un
sencillo vestido azul que era atractivo y recatado al mismo tiempo. Era
hermosa, incluso tan preocupada y cansada como lucía. Era la mujer más
hermosa que había visto en mi vida.
—¿Supongo que Cathal me está esperando? ¿Es por eso que has
entrado? —Su voz tenía un cansancio que me hizo querer arreglar cualquier
cosa en el mundo solo para verla sonreír por un momento.
—Vine a verla porque el pasillo es aburrido y frío. Usted, encantadora
Allete, es todo lo contrario. Es tan radiante y luminosa, con una calidez que
llena cualquier habitación. Es mi sol. —No sé en qué punto de mi vida de
incursiones y saqueos me convertí de repente en un maestro de las palabras,
pero ahí estaba. Si Brant me hubiese escuchado, se hubiera reído hasta que su
enorme cuerpo yaciera tendido en el suelo, boca arriba, sacudiéndose como
una araña respirando por última vez.
Sus ojos se abrieron por completo, y su boca se abrió. Su pecho subía y
bajaba un poco más rápido y se estaba secando las palmas en su vestido. La
había hecho sentir incómoda. Había sacudido el suelo bajo sus pies, y ella no
sabía muy bien cómo manejarlo.
—Pero, sí, tiene razón, la otra razón por la que vine fue porque Cathal
está exigiendo ver a su novia. —Sentí que mi propio latido aumentaba,
odiando la idea de que Cathal creyera que Allete era suya.
—Me ha permitido dos días —comenzó, eligiendo no reconocer mis
palabras poéticas—. No lograré otro más. —Respiró hondo y luego dio
varios pasos hacia la puerta. Se detuvo entonces y me miró—. ¿Estarás
conmigo?
—Sí, lo haré. Si los cielos colapsan y las montañas descienden a las
profundidades. Si los dioses maldicen a todos los humanos y nos exterminan.
Si el gran abismo y el propio Hades se apodera del mundo de los vivos. Por
el tiempo que me quiera, no la dejaré. —Ella no podía saber todas las formas
en que quise decir esas palabras. No podía saber que la había elegido como
mi compañera, la mujer con la que construiría una vida. No podía saber que 180
las palabras que había pronunciado eran las mismas que se usaban en la
ceremonia de unión entre un hombre y una mujer en mi clan.
Traducido por âmenoire, Cat J.B y Leidy

Corregido por Simoriah

“Hay momentos en nuestras vidas en los que suceden cosas dolorosas. Durante
estos momentos, nos damos cuenta que nada podría habernos preparado para tal
dolor. Nuestros corazones no están preparados para eso, nuestras mentes no
pueden hacerse a la idea y nuestras almas quedan rotas por ello. He sentido tal
dolor, pero me doy cuenta que la ruptura no es el fin. Me doy cuenta que puedo
dejar que el dolor me destruya o de que puedo levantarme de entre los escombros
en los que se ha convertido mi corazón y ser más fuerte a causa de ello”.
~Diario de Allete Auvray
181

S
olo había estado esperando un simple “sí”. Ciertamente, la
pregunta era lo suficientemente simple. Solo necesitaba saber
que no estaría enfrentándome sola a Cathal. Pero muy en el
fondo sabía que la pregunta no era así de simple. Necesitaba saber que sería
Torben quien me mantuviera a salvo. Pero él había dicho mucho más que sí.
Las palabras eran hermosas, pero algo en mis entrañas me decía que eran
más significativas de lo que me daba cuenta. Las palabras eran mucho más
que una simple declaración. Se sentían como un pacto. Lo que fuera que las
palabras habían significado para él, para mí eran un faro. Eran un rayo de
esperanza. Tal vez se daba cuenta que necesitaba algo esperanzador en lo
cual apoyarme dado que me sentía tan incierta respecto a mi futuro.
Respiré hondo y luego asentí hacia Torben para que abriera la puerta.
Mantuve los ojos hacia el suelo, incapaz de mirar al hombre que me había
despojado de mi dignidad. Pero por supuesto, él no estaba dispuesto a
dejarme protegerme a mí misma.
Sentí sus dedos bajo mi mentón y tuve que tragar la bilis que estaba
amenazando con hacer una aparición. Mientras él ponía presión en mi
mentón para levantar mi rostro, mordí el interior de mi labio para evitar
llorar. No derramaría más lágrimas debido al monstruo ante mí. No era
merecedor de mis lágrimas. Pero cuando mis ojos finalmente encontraron los
suyos, mi determinación casi se derrumbó. Como si fuera siquiera posible,
Cathal lucía más ansioso y lujurioso cuando sus ojos recorrieron mi cuerpo.
Sentí que necesitaba restregarme con jabón de lejía después de que sus
ojos me examinaron tan detenidamente. Sin duda estaba removiendo cada
pieza de ropa mientras me miraba fijamente. La ira invocada por ese
pensamiento mantuvo mis lágrimas a raya. Simplemente era una yegua de
cría para él. No me quería para ninguna otra razón más que lucir bonita y
dar a luz a sus hijos. No lloraría, sin importar lo mucho que lastimara mi
alma.
—¿Cómo te sientes, mi amor? —pregunto Cathal. Su voz era
asquerosamente sedosa. Se inclinó más cerca y respiró hondo—. Hueles
divinamente. Ya no debes estar enferma.
—Estoy mejor. Aunque todavía cansada.
—Te he extrañado. —Su mano cayó de mi rostro y tomó mi mano.
Envolvió el pliegue de su codo con ella y comenzó a alejarme de mis
aposentos—. En lugar de pasar tiempo con mi encantadora y atractiva novia,
he tenido que aguantar aburridas chalas con tu padre relacionadas con tu
dote y la protección de su reino.
182
—Me disculpo, mi señor. Estoy segura que debe haber sido bastante
desagradable. —Sin importar cuán desagradable él pensara que había sido su
tiempo con mi padre, sabía que no sería nada comparado con el tiempo que
yo estaba a punto de pasar con él. Mi piel estaba erizándose y mi estómago
amenazaba con escalar hasta mi garganta. Su solo toque era suficiente para
hacerme querer hundir en una tina con agua ardiendo.
—Me gustaría llevarte a montar hoy —dijo—. Y deseo que montes
conmigo.
Fue el comentario de “montes conmigo” lo que llamó mi atención
ante lo cerca que estaban nuestros cuerpos. Montar con él sobre el mismo
caballo significaría estar incluso más cerca. No estaba segura de poder tolerar
estar más cerca.
—Discúlpeme, su alteza —dijo Torben—. Pero la propiedad exige que
la princesa monte su propio caballo.
Comencé a dejar salir un suspiro de alivio, pero fue interrumpido
cuando Cathal respondió.
—Yo exijo que monte conmigo —dijo bruscamente—. Y vas a
contener tu lengua o la cortaré.
No pasé por alto la forma en que Brant tomó firmemente el hombro de
Torben una vez que Cathal se hubo apartado. Susurró algo a su camarada, y
pude ver la batalla librándose en los ojos de Torben. Me miró e intenté darle
una sonrisa tranquilizadora diciéndole que estaba bien. La corta sacudida de
su cabeza me dijo que no creía mi falsa valentía.
Una vez que estuvimos en los establos, no me molesté en discutir
cuando Cathal exigió a un caballo para ambos. No tenía sentido.
Simplemente me aseguraría de montar detrás de él. Si estaba detrás de él, no
podría poner sus sucias manos en mí.
Me acerqué hacia la primera caseta y encontré a una de las yeguas más
jóvenes llamada Delilah. Era una hermosa roja con una crin negra. Sacudió
su cabeza hacia mí y relinchó.
—Lo siento, chica —susurré a medida que pasaba una mano por el
frente de su cabeza—. No puedo llevarte esta vez. —Señalé sobre mi hombro
hacia donde Cathal estaba discutiendo con Geoffrey, el encargado del
establo, sobre cuál caballo sería el más adecuado para dos jinetes—.
Desafortunadamente, él está al mando.
Delilah resopló.
183
Sonreí y me reí.
—Lo sé, tampoco estoy demasiado impresionada. Pero quizás otro día
pronto saldremos a pasear. —Asintió como si entendiera mis palabras y
luego golpeó mi rostro con su suave hocico. Con una última palmada y un
beso en su nariz, me volví para mirar a Cathal y a los otros.
Sentí ojos en mí mientras observaba a Cathal quejarse por el hecho de
que su propio caballo no podría ser utilizado. Cuando giré mi cabeza
ligeramente, vi a Torben. Su intensa mirada me estaba quemando y me sentí
sonrojar. Sacudí la cabeza hacia él como para decirle que se detuviera. Sus
labios se levantaron en una sonrisa engreída y sacudió su cabeza hacia mí en
respuesta. No iba a hacer lo que le dijera. Hombre testarudo, gruñí
mentalmente.
—Allete —dijo Cathal bruscamente.
Me giré hacia él.
—¿Hmm?
—Vamos a montar a esta bestia. Ven aquí y te ayudaré a subirte.
Puedo montar detrás de ti.
—Preferiría montar en la parte de atrás, mi señor —dije en una voz
que esperaba que sonara dócil y nada retadora—. Nunca he montado con
otro jinete. Me sentiría más cómoda de esta manera.
Su mandíbula se tensó como si estuviera intentado con todas sus
fuerzas no gruñirme. Me miró fijamente por un largo rato y tuve la impresión
de que estaba librando algún tipo de batalla interna. Cathal debe haber visto
la determinación en mis ojos porque finalmente suspiró.
—Bien. Montaré primero y te ayudaré a jalarte para colocarte detrás
de mí.
Montó en el gran caballo y luego movió su pie del estribo para que
pudiera colocar mi pie en él. Contuve un jadeo cuando sentí una mano en mi
cintura y otra aferrar la parte de atrás de mi muslo.
—No es necesario que la ayudes, guardia. —Cathal se inclinó para
tomar mi brazo y lo habría jalado hasta dislocarlo si Torben no hubiera
estado ahí para ayudarme a impulsarme.
—Tengo que diferir, rey Cathal. Y dado que Allete está a mi cargo y es
mi responsabilidad, es mi deber asegurarme de que esté segura en todo
momento.
184
No podía ver el rostro de Cathal dado que estaba sentada detrás de él
en el caballo, pero podía sentir su forma temblorosa. La rabia en él iba a
hacer erupción como un volcán, y que los dioses salvaran a cualquiera que
estuviera cerca de él cuando eso sucediera. Simplemente esperaba estar muy
lejos cuando finalmente sucediera. Aunque si Torben seguía provocando a la
bestia, seríamos el efecto colateral inmediato cuando llegara la explosión.
—Estoy ansiosa por comenzar —dije, intentado romper la tensión—.
¿Vamos?
Pude ver a Torben y a Brant subiendo a sus propios caballos e intenté
no reírme cuando ambos tuvieron que apresurarse a montar para mantener el
paso con Cathal, quien repentinamente instó al caballo a avanzar en un trote
rápido.
Mientras aumentaba la velocidad, giré mi rostro hacia el sol y cerré
mis ojos. Quería olvidar con quién estaba cabalgando y simplemente
disfrutar del aire fresco. Aunque parecía como si la presencia de Cathal
empañara toda la naturaleza, aun así podía sentir al campo familiar
cantándome. Los árboles movían sus hojas y el pasto se balanceaba con la
música de las aves. El sol brillaba sobre todo como si diera la luz a un
maravilloso espectáculo. Cómo deseaba poder ser parte de ello, pero con un
jinete diferente frente a mí.
Sentí mi cabello comenzar a caer del moño en el que Lidia lo había
colocado. Amé la sensación de él cayendo por mi espalda mientras el viento
fluía a través. Era lo mejor que había sentido en varios días, pero pronto todo
llegó a un tempestuoso final cuando sentí la mano de Cathal en mi muslo.
Él apretó, y fue tan doloroso que supe que seguramente estaría
dejando un moretón. Me estaba marcando nuevamente, como si ya no
hubiera hecho suficiente daño. El bastardo, gruñí en mi mente y lo pateé
mentalmente. Oh, cómo me gustaría patearlo realmente. Imaginé que me
daría una enorme satisfacción, pero las consecuencias seguramente serían
mortales.
Inclinó su cabeza para que pudiera ser capaz de escucharlo a medida
que hablaba.
—Solo falta una semana para que nos casemos —me dijo, aunque
sonaba más como una advertencia—. Serás toda mía y entonces no habrá
guardias entre nosotros.
No dije anda. ¿Cómo se suponía que respondiera ante semejantes
palabras? No era como si fuera un hombre diciéndole a la mujer que amaba
que estaba emocionado por estar a solas con ella. Era más bien como un
carnicero diciéndole a su preciado puerco que pronto las multitudes no serían 185
capaces de seguir observando y entonces sería capaz de cortar en partes a la
pobre bestia. Piensa cosas agradables, Allete, me regañé. Sin importar lo mucho
que lo intentara, no podía encontrar la determinación para permanecer
positiva.
Montamos incluso más rápido y, después de al menos una hora, se
detuvo en un arroyo. Torben y Bran estaban a menos de un minuto detrás.
Todos desmontamos y pusimos a nuestros caballos a pastar.
—Quédense vigilando ahí —les dijo Cathal—. La princesa y yo
tenemos cosas por discutir.
Tomó mis manos y me jaló para alejarme de ellos, llevándome más
cerca del arroyo. Por un breve segundo, contemplé la idea de que pudiera
estar a punto de ahogarme. Hacía unas pocas semanas, podría no haberme
importado si eso significaba que no tenía que pasar mi vida con él, pero
ahora estaba Torben. El escape de la muerte ya no tenía el mismo atractivo
que una vez había tenido.
—Tenemos que discutir tu transición a mi reino —comenzó. Me giró
de modo que su espalda quedara hacia los guardias, y yo no pudiera ver más
allá de sus amplios hombros—. No necesitas llevar a tu dama de compañía,
ni a ninguno de tus ayudantes.
—¿Qué? —Eso captó por completo mi atención—. Pero, ¿por qué no
llevaría a mi dama de compañía?
—Porque yo tengo suficientes sirvientes para asegurar que estés bien
atendida. No hay necesidad de traer más bocas para alimentar.
Consideré hacer un comentario acerca de su incapacidad para
alimentar a un sirviente más, pero decidí que eso sería buscar pelea. No
quería provocarlo cuando estábamos tan lejos de cualquier testigo.
—Y no necesitarás traer ninguna de tus cosas.
—¿Qué? —interrumpí—. Discúlpeme, pero suena como si quisiera que
dejase atrás toda mi vida. ¿También debo acompañarle a casa sin ropa? —Y
allí se acabó lo de no provocarlo.
Sus cejas se alzaron, y sus ojos brillaron con malicia.
—Una novia desnuda en mi carruaje. Estoy seguro que podemos
arreglar eso y de que sería muy disfrutado.
Casi se me paró el corazón. Buen trabajo, Allete, me regañé. Hablar de
la ausencia de ropa frente a Cathal era igual de estúpido que mostrarle un
trozo de carne cruda a un tigre hambriento, e igual de peligroso.
186
—No entiendo por qué no querría que llevara algunas de mis cosas.
Me haría extrañar menos mi hogar —discutí. Cuando él simplemente me
miró, me di cuenta de lo imbécil que estaba siendo. De todos modos, no iba
a irme con él. Nada de lo que él quería importaba. Entonces, ¿por qué estaba
intentando discutir con él como si lo fuera?
—Creo que un nuevo comienzo te hará bien. Vas a ser mi reina.
Quiero que tengas la mentalidad de una reina, los modales y el aspecto de
una reina, una mujer regia, no una niña. —Bajó la mirada a mi cuerpo y
luego volvió a mi rostro—. Sé que hay una mujer debajo de esa tela, y quiero
que luzcas como tal.
Retorcí el rostro en una mueca de disgusto.
—¿Por qué desea que vista ropa tan reveladora? ¿No le molesta que
otros hombres puedan mirarme?
Él miró a Torben y a Brant sobre su hombro como si yo de alguna
manera me refiriese a esos dos.
—No tendré que preocuparme por eso. Los hombres de mi reino saben
que les arrancaría los ojos con una cuchara y se los daría de comer a los
cuervos si se atrevieran siquiera a mirarte.
Tragué la bilis que había subido por mi garganta. Eso era un poco
perturbador.
—Solo haz lo que te digo, Allete, y tu vida será mucho más fácil
conmigo. Ahora. —Hizo una pausa y se acercó a mí—. No te he visto ni te
he tocado en unos días, y ya no me contendré.
Antes de que pudiera detenerlo, deslizó un brazo por mi cintura y me
apretó contra su cuerpo. Su otra mano subió por mi espalda hasta llegar a mi
nuca, su pulgar y sus dedos rozando la piel debajo de mis orejas. Traté con
tantas fuerzas de imaginar que eran las manos de Torben las que me
sostenían.
Cathal inclinó mi cabeza hacia atrás y me hizo mirarlo. Después de
simplemente mirarme fijamente por un rato, se inclinó y presionó sus labios
contra los míos. Era sorprendentemente gentil. Jadeé cuando sus labios
llenos acariciaron los míos, persuadiéndome a responderle. Cuando su
lengua lamió mis labios como terciopelo, yo volví a jadear, y él aprovechó
para deslizar su lengua en mi boca abierta. Su suave gemido fue tan
sorprendente como mi propia reacción.
No quería disfrutar lo que él estaba haciendo y ciertamente no era el
caso, solo por quien estaba llevando a cabo las acciones. Pero no podía negar 187
que lo que él estaba haciendo era muy, muy diferente a la forma en que me
había besado antes. Esta vez era como si estuviera saboreándome. Me acercó
más, y mi suave cuerpo se moldeó contra el suyo, más duro.
Estaba perdida. No entendía qué estaba pasando o por qué lo permitía,
pero no podía hacer que dejara de besarme ni evitar que profundizara el
beso. Ni siquiera pude contener mi propio gemido sensual, y eso me dio
ganas de vomitar. Estaba gimiendo en la boca de Cathal mientras Torben,
sin dudas, nos observaba.
La mano de Cathal bajó por mi espalda y agarró mi cintura. Pero no
se detuvo allí. Siguió bajando hasta que estuvo agarrando la parte posterior
de mi muslo, justo donde había estado la mano de Torben cuando me había
ayudado a subir al caballo.
En ese momento se alejó, aun sosteniendo mi muslo.
—Eres mía para tocar. De nadie más. No permitas que ese guardia te
toque así de nuevo, o le cortaré las manos mientras tú miras.
Me quedé boquiabierta, y alcé la mirada hacia él, viendo llamas bailar
en sus ojos. Solo unos segundos antes, él había estado besándome como si yo
fuera una amante preciada, y ahora estaba amenazándome. Yo estaba a
punto de decir algo, pero el sonido de cascos trotando a toda velocidad me
hizo dar un paso atrás y mirar más allá de Cathal.
Torben no se había molestado en mirar detrás de él para ver quién
venía. Estaba demasiado ocupado mirando a Cathal. Su rostro estaba
desdibujado en un nivel de ira que nunca había visto antes en él. Cuando su
mirada se deslizó hacia mí, hice una mueca y di un paso atrás. Lucía listo
para matar a alguien, quien fuera, y me preguntaba si yo estaría en esa lista.
—¡Allete! —Escuché la voz de Dayna antes de verla. Thomas y ella
estaban cabalgando entre los árboles. Ambos lucían sin aliento, como si
hubieran sido los que habían corrido en vez de los caballos. Ambos tenían los
ojos llenos de miedo.
—¿Qué pasó? —pregunté, pasando a empujones entre Cathal, Torben
y Brant. Sabía que era algo malo, ya que toda la sangre había abandonado el
rostro de Dayna.
—Necesitamos que tú vuelvas al palacio —habló Thomas—. Ahora.
Cuando noté la inflexión en su voz al decir “tú”, entendí que se refería
a que me necesitaban a mí específicamente. Alguien había sido herido;
necesitaban mi habilidad. Asentí y me volví hacia Cathal.
188
—Lo siento, mi señor, pero debo acabar mi tiempo con usted por
ahora.
—Puedes montar conmigo —dijo Cathal mientras comenzaba a
avanzar hacia el caballo, el cual había vagado hasta alejarse unos pasos de
nosotros.
—De ningún modo. —Escuché gruñir a Torben a medida que tomaba
mi mano. Tiró de mí hacia su caballo y me alzó por la cintura sin esfuerzo—.
Soy su guardia, y puedo llevarla rápido. —Habló por encima del hombro, sin
siquiera mirar al rey—. ¿Dónde? —preguntó Torben a Dayna.
—Los jardines, junto al estanque —dijo rápidamente, y no se me
escaparon las lágrimas en sus ojos.
Torben se subió detrás de mí y deslizó un fuerte brazo alrededor de mí.
Tiró de mí contra él y apretó los flancos del caballo. El animal arrancó con
una enorme embestida moviéndose elegantemente hasta tomar un rápido
trote.
—Necesito advertirte ahora de que te besaré más tarde —murmuró
Torben en mi oído. Me apretó con más fuerza contra él—. Tuve que
contenerme con todas mis fuerzas para no matarlo en ese mismo momento.
Me quedé sin aliento, y el corazón se aceleró a un ritmo antinatural.
No solo estaba preocupaba por lo que iba a encontrarme en el estanque,
ahora Torben amenazaba con besarme. Una amenaza que yo estaba muy
ansiosa por padecer. Mujer estúpida, pensé.
Él no dijo nada más; simplemente llevó al caballo más rápido, casi
como si pudiera sentir mi propio apremio por llegar allí. Cuando finalmente
nos estábamos acercando, giré la cabeza para que Torben pudiera
escucharme.
—No podemos dejar que Cathal, ni nadie, me vea si lo que necesitan
es que sane a alguien.
—Yo te protegeré —dijo suavemente—. No tienes que preocuparte por
usar tu magia. Siempre te protegeré.
Y le creía sin dudas. No sabía por qué, pero no tenía dudas de que
Torben haría todo en poder para mantener su palabra.
Mientras rodeábamos el castillo y llegábamos a los jardines, señalé una
gran pared de arbustos indicando dónde debía ir para encontrar el estanque.
Cuando cruzamos la pared de arbustos, nos encontramos con un pequeño
grupo de gente. Reconocí que la mayoría eran sirvientes del castillo. Estaban 189
amontonados alrededor de una forma pequeña que yacía inmóvil en el suelo.
Me llevé una mano a la boca cuando me di cuenta que era una niña
pequeña. Había una mujer inclinada sobre la niña, llorando y besando su
frente. No esperé a que Torben se detuviera. Salté del caballo, ignorando que
podría lastimarme. Gracias a los dioses, caí de pie, con solo un pequeño tirón
a mis piernas. Me puse en movimiento sin tiempo para de hecho considerar
si me dolía algo.
Cuando llegué a la multitud, traté de pedir permiso educadamente
para pasar, pero no obtuve resultados. Eso hasta que una mano grande tomó
la mía y me empujó hacia delante. Los hombros amplios de Torben y su
altura impresionante hicieron que la gente se echara hacia atrás como si
estuvieran descalzos y parados sobre brasas ardiendo. Prácticamente saltaron
fuera de su camino. Si no hubiera estado en camino a ayudar a una niña,
podría haberme ofendido por cómo se apartaron por él y no por su propia
princesa. Sin embargo, había cosas más importantes en las que gastar mis
energías.
Torben dio un paso al costado. Una vez que su gran cuerpo estuvo
fuera del medio, me moví rápidamente, arrodillándome junto a la madre y la
niña. Antes de decir algo, alcé la mirada a Torben. Él asintió, haciéndome
saber que entendía mi mensaje. Necesitaba que alejara a la gente. No
necesitaba que nadie viera mi don en acción. Me sorprendió la gentileza de
su voz mientras le pedía a la gente que se hiciera hacia atrás y le diera
privacidad a la mujer. Un segundo más tarde, también oí las voces de Dayna
y Thomas. Con ellos atendiendo a la multitud, podía concentrarme en la
niña.
—Señora —dije suavemente—. ¿Me dejaría ayudarla?
La mujer alzó la cabeza. Sus ojos estaban gritándome, rogándome que
hiciera algo.
—Si me permite, la ayudaré. La sanaré —dije. No expliqué cómo lo
haría, ni pensé en qué podría sucederle a la niña. Estaba claro que se había
caído en el estanque, así que era probable que la niña se hubiera ahogado.
Pero podría ser más complicado que eso. Podría ser que algo la hubiera
hecho caerse al agua, como convulsiones repentinas o dolor de cabeza. No
tenía ningún conocimiento de la historia de la niña, así que no podía saberlo;
al menos no hasta que la tocara.
Finalmente, la mujer asintió. No perdí tiempo en poner mis manos
sobre la niña. Cerré los ojos, dejando afuera todo lo que me rodeaba. La
gente que me rodeaba desapareció, sus voces simplemente convirtiéndose en
un murmullo de fondo. Los aromes del aire, el pasto y el océano salado se
alejaron. El roce de la brisa contra mi piel no era más que una suave pluma 190
deslizándose suavemente. Estaba perdida en mi habilidad, en mi magia,
mientras me permitía a mí misma hundirme en la consciencia de la niña.
Sentí que su espíritu se agitaba, pero estaba muy débil. Moví mi propio
espíritu a través de su forma, encontrando la fuente del problema. Comencé a
invocar mi poder. Sus pulmones estaban llenos de agua, y sabía que
necesitaba vaciarlos para que respirara, pero ése no era el único daño. Había
algo mal en su cerebro. Algo me atraía allí, pero decidí que respirar era más
importante, así que primero me concentré en los pulmones.
“Pequeño espíritu oye mi súplica,
Acércate y no huyas.
Pulmones que de fluidos se han llenado,
Desbordamiento deja que todo se derrame.
Empuja el agua de adentro hacia afuera,
Usa mi poder como un pico.
Respira profundo preciosa niña,
Por la vida, el juego, y el ser salvaje.
Tus días no han terminado,
Acaban de empezar”.
Una vez que los pulmones estuvieron limpios, envié un pulso de magia
a su corazón y comencé a cantar.
“Bombeo de sangre, corazón que da vida,
Responde a mi magia y reinicia.
Bombeo de sangre, corazón vivificante,
Únete a este cuerpo, sé parte”.
Canté hasta que, una vez más, el corazón estuvo bombeando
rítmicamente, enviando sangre al cuerpo. Finalmente, me moví al cerebro.
No estaba segura de lo que estaba buscando. Nunca antes había tenido que
sanar una lesión cerebral. Busqué en cada parte hasta que finalmente
encontré la pequeña área que estaba cubierta de sangre. Presioné mi poder
con fuerza contra ésta y dejé que el calor fluyera a medida que comenzaba
otro canto.
“Mente del cuerpo, mente del espíritu,
Escúchame, realmente óyeme.
Lo que está roto, deja que se cure.
191
A mi voluntad, ven y arrodíllate.
Haz mi orden y restaura,
Lo que había sido justo como antes.
Conviértete en lo que necesita ser,
Atiende a esta orden, escúchame.”
Sentí la magia y el poder fluyendo fuera de mí. Era más de lo que
había dado antes, y me pregunté si sería capaz de soportar peso en mis
piernas cuando finalmente terminara. Cuando estuve segura que fuera lo que
fuera que estuviera mal con el cerebro ahora estuviera reparado, y las cosas
en el cuerpo parecían funcionar otra vez, comencé a retroceder. Mientras me
apartaba de ella, sentí que su espíritu se hacía más fuerte.
Para cuando regresé a mi cuerpo, escuché una tos y una pequeña voz.
—Mamá, ¿qué pasó?
—Shh, niña. Paz, estás bien ahora —dijo la madre con suavidad.
Abrí los ojos, insegura de qué vería cuando mirara a la mujer.
¿Tendría miedo? ¿Sentiría desagrado? Cuando finalmente me armé de valor,
levanté la mirada y me encontré con la mirada de la mujer.
Inhalé bruscamente mientras observaba cómo las lágrimas caían
silenciosamente por su rostro. Se inclinó hacia delante de modo que estaba a
solo unos centímetros de mi cara y luego inclinó la frente hacia abajo hasta
que tocó la mía.
—Bendita seas, hija de los dioses. Bendito sea su sacrificio
desinteresado. —Sus palabras corrieron sobre mí como un aceite calmante, y
una calma como no había sentido en mucho tiempo llenó mi espíritu. Era
como si las palabras fueran necesarias, como si terminaran el proceso de
curación que acababa de ocurrir.
Y luego, de repente, palabras llenaron mi mente que me sentí obligada
a decir algo a cambio.
—Es un honor para mí servir.
—No le mencionaré esto a nadie si ése es su deseo, su alteza —habló
la mujer de nuevo. Continuaba mirándome, sus ojos llenos de sinceridad.
—Estaría en deuda contigo si pudieras mantener esto en secreto. 192
Me hizo una leve reverencia con la cabeza y luego comenzó a pararse.
Torben apareció de repente y ayudó a la mujer a levantarse, mientras que al
mismo tiempo levantaba a la niña pequeña que lucía diminuta en sus grandes
brazos. Tuve un destello en mi mente de un momento diferente, un niño
diferente y un conjunto diferente de circunstancias en las que Torben sostenía
a nuestro propio hijo. Fue tan real que jadeé y tuve que sacudirme.
—Brant —llamó Torben a su camarada—. Por favor escolta a la niña y
a su madre a casa.
Brant asintió y sonrió a la mujer. Creo que quería que fuera
tranquilizador, pero parecía más dolorido que gentil. Iba a tener que
practicar eso si quería cortejar a mi hermana. Y por qué siquiera consideraba
que semejante cosa era absurda, pero que también parecía extrañamente
inevitable. Eso era algo que iba a tener que reservar para otro momento.
Torben se acercó a mí, sacándome de mis pensamientos inquietantes.
Se agachó y tomó mi mano, ayudándome a levantarme. Me puse de pie y
deseé desesperadamente que él pudiera cargarme y llevarme de vuelta a mi
habitación, pero sabía que no podía permitir que la gente me viera de esa
manera.
—Ese rey demonio está acercándose en su caballo —susurró a medida
que se inclinaba más cerca, prestándome su cuerpo para sostenerme en busca
de apoyo—. ¿Qué quieres hacer?
—Sácame de aquí —le dije rápidamente. Asintió.
—Dayna —dijo con voz afilada.
—¿Qué necesitas? —preguntó ella desde mi derecha.
—Distracción —dijo Torben e hizo un gesto en la dirección desde la
que Cathal venía.
—Vaya, Torben, nunca pensé que lo pedirías —dijo ella con una voz
dulce y almibarada.
Puse los ojos en blanco y solté un pequeño gemido. No había forma de
saber qué se le ocurriría.
—¡SERPIENTES! —La voz de Dayna quebró el aire y se sintió como
una bofetada en el rostro—. ¡SERPIENTES! ¡No solo una, hay un maldito
pueblo!
Me volví para mirar por encima del hombro y la vi saltando como un
niño, señalando salvajemente un punto en la hierba que crece cerca del 193
estanque. Algunas personas se alejaban apresuradamente mientras que
aquellos a los que les gustaba poner una cara valiente se acercaban
apresurados. Cathal fue interrumpido por la gente que huía de la llamada
infestación de serpientes.
—Ven —dijo Torben con firmeza. Puso su mano en mi espalda baja y
me condujo en dirección opuesta a Cathal—. Solo tenemos unos minutos
antes de que su estrategia caiga.
Caminamos rápido, aunque Torben prácticamente me cargaba
mientras envolvía mi cintura con un brazo y me levantaba a su lado.
Para cuando llegamos a mi puerta, estaba a punto de desmayarme.
Nunca había estado tan cansada después de una curación. Era más que estar
cansada; era como si la vida me hubiera sido arrebatada.
—Tal vez lo haya hecho —dijo Torben mientras me estabilizaba y
cerraba la puerta detrás de nosotros.
—¿Dije eso en voz alta? —pregunté. Di un paso hacia la cama y casi
caí. Si Torben no hubiera estado allí, probablemente hubiera caído de cara al
suelo y me hubiera quedado allí hasta que alguien me encontrara. Con las
cosas así, me levantó y me llevó a la cama. Retiró las sábanas, me acostó con
suavidad y luego volvió a colocar las sábanas hasta mi barbilla.
—Descansa —dijo suavemente a medida que se inclinaba y presionaba
sus labios en mi frente—. Vigilaré.
Antes de que pudiera alejarse, me estiré para tomar su mano.
—¿Torben?
Se volvió para mirarme.
—¿Sí? —Su voz era tan suave como la mía.
—Gracias. —Hice una pausa—. Por cuidarme.
Una pequeña sonrisa inclinó un lado de su boca, y sus ojos se
iluminaron, pero aun así lograron arder.
—Es lo que hago.
—¿Qué? ¿Atender a las mujeres en necesidad?
Él sacudió la cabeza.
—No. Cuidar de mi mujer en necesidad. Es mi honor y placer.
No sabía cómo responder, pero no me dio una oportunidad. Se deslizó
de la habitación mientras mis ojos ya me estaban traicionando mientras se
cerraban. No pude evitar preguntarme si devolver a la niña a la vida, porque
194
estaba bastante segura que eso era lo que había hecho, me había arrebatado
algo de mi propia vida.
A medida que me adentraba en mis sueños, me preguntaba si el poder
que poseía podría conducir de alguna manera a mi propia desaparición. ¿Mi
poder venía de la magia, o venía de mi propia fuerza vital, del poder y del
espíritu dentro de mí que me daba aliento? Y si lo hacía, ¿qué significaba eso
para mí cada vez que lo usaba para ayudar a otros?
Traducido por Myr62, Kira.godoy y Naomi

Corregido por Simoriah

“Mi cuerpo se siente desgastado. Como una prenda que ha sido lavada demasiadas
veces, el hilo de mi vida comienza a debilitarse”.
~Diario de Allete Auvray

—¿E stá bien? —pregunté, por lo que se sentía como la


centésima vez cuando Lidia salió de la habitación de
Allete cargando con una cesta llena de ropa de cama
195
y ropa sucia. La última vez que había visto a Allete, lucía agotada. No, había
estado más que agotada. La tensión de devolverle la vida a una niña ahogada
había agotado todas sus fuerzas. La había acostado después de la odisea y,
casi tres días después, aún no la había vuelto a ver.
No era el único hombre que quería ver a la princesa. Pero era el único
hombre que tenía el derecho a estar a su lado. Al menos así era como me
sentía; racional o no.
—Solo está descansando —dijo Lidia suavemente. Lo dijo tan
amablemente esta vez como lo había hecho las noventa y nueve veces que
había preguntado anteriormente.
—¿Puedo…? —comencé a decir, pero ella me interrumpió.
—Tan pronto como ella diga que quiere ver gente, serás el primero en
saberlo —me aseguró y luego, con una leve inclinación de cabeza a Brant, la
muchacha se escabulló.
Estaba a punto de hablar, pero apreté mis labios cuando la puerta de
Allete se abrió de golpe. Dayna asomó la cabeza y me miró, luego sonrió a
Brant, haciendo que la gran montaña le devolviera la sonrisa.
—Allete me pidió que preguntara por la niña —dijo, mirándome.
La miré inexpresivamente. Si creía que iba a dejar mi puesto frente a
su puerta, se había vuelto loca.
Brant dejó escapar un fuerte suspiro.
—Me encargaré de la niña. ¿Sabe dónde tendría que ir? —le preguntó
a Dayna.
—La cocina —dijo y comenzó a cerrar la puerta.
La mano grande de Brant se movió rápidamente y se encontró con la
puerta para evitar que la cerrara.
—¿Quiere decir que la madre trabaja en la cocina o que la niña está
allí?
—Ninguna de las dos —dijo Dayna como si fuera completamente
evidente—. Todo el mundo sabe que, si quieres saber algo de alguien,
entonces vas a la cocina. Solo entra y escucha por unos minutos.
Probablemente regreses con más información de la que necesitas.
—¿Quiere que me meta? —preguntó Brant, una pequeña sonrisa en
sus labios.
—¿Podrían ambos evitar entretenerse frente a mí? —resoplé. Era 196
infantil de mí parte, pero no quería que Brant llegara a ver el objeto de su
afecto, si no me dejaban ver el mío. Brant me miró por el rabillo del ojo con
una ceja levantada. Él sabía exactamente por qué estaba actuando como un
niño haciendo pucheros.
—Volveré —dijo a Dayna, y con una última mirada divertida hacia
mí, se alejó.
Me volví para decirle algo a la hermana de Allete con la esperanza de
que de alguna manera pudiera convencerla de que me dejara ver a la
princesa, pero la puerta estuvo cerrada antes de pudiera pronunciar palabra.
Apoyé mi espalda contra ella y golpeé mi cabeza contra la madera
mientras la frustración que había estado creciendo dentro de mí se elevó a un
nivel peligroso. No entendía mi seria necesidad de verla. La amaba, pero,
¿eso significaba que sería mi muerte si era incapaz de asegurarme de que ella
estuviera bien? ¿Sobreviviría si no era yo quien la cuidara, asegurándome de
que estuviera sana y salva? No quería responder esas preguntas. Ya sabía las
respuestas. Nunca había estado atado a algo tan fuerte como lo estaba a
Allete. Ella era la debilidad que nunca había tenido. Pero ella también era lo
que me fortalecía de muchas maneras. Sonreí para mis adentros a medida
que pensaba en lo desafiante que podía ser a veces y, sin embargo, cuán
compasiva era al mismo tiempo. Era obstinada y, sin embargo, era divertida.
Me hacía querer hacer cualquier cosa por ella, ser lo que ella quería que
fuera, y eso significaba que también era peligrosa. No había nadie a quien no
destruiría, ningún país que no aplastaría, ningún dios que no desafiaría, si
eso significaba mantenerla a salvo, o si ella en realidad me lo pedía.
—No puedes esconderte por mucho más tiempo, Allete —murmuré en
voz baja—. Antes de mañana, te veré otra vez.

Respiré hondo mientras me sentaba en el borde de mi cama.


—¿Cómo lucía? —le pregunté a mi hermana menor mientras cerraba
la puerta.
—Completamente apagado. —Dayna rio entre dientes.
—Disfrutas demasiado torturándolo —le dije.
—Tal vez, pero él es un guerrero fuerte y grande. Puede manejarlo. Y
si no puede manejarlo, entonces no es digno de tu afecto. —Hizo una pausa
y se sentó al lado de la cama—. Hablando de afecto, querida hermana,
¿alguna vez vas a decirme qué pasó entre ustedes dos?
Mis ojos se abrieron por completo. 197
—¿De qué estás hablando?
—No te hagas la tímida conmigo —dijo Dayna—. Está escrito en sus
caras. Algo más que palabras ha sido intercambiado entre ustedes dos. Lo
has besado.
—Ésa es toda una acusación contra una mujer comprometida —dije
mientras me quitaba pelusa invisible de mi camisón. Era el tercero que había
usado en los últimos días porque había estado demasiado cansada para
levantarme y vestirme adecuadamente. Salvar a la niña me había sacado
mucho, mucho más de lo que me había dado cuenta que haría. Por alguna
razón, no parecía poder recuperarme como solía hacerlo. Incluso después de
tres días de descanso, me sentía tan agotada como cuando Torben me había
acostado.
—No estás comprometida —espetó—. Lo que tienes es una farsa.
Cathal no es digno de ser el novio de un cerdo premiado. De hecho, no es
digno de ser el novio de un cerdo regular, mucho menos uno premiado.
Sacudí la cabeza hacia ella.
—Uno de estos días esa lengua tuya te va a meter en problemas de los
que no podrás salir.
Ella descartó mi preocupación con un gesto de la mano.
—Cuando llegue ese día, estoy segura que mereceré lo que pase.
Confío en mi inteligencia para funcionar, hermana. Si no tengo eso, entonces
no tengo nada.
Me reí, e incluso esa simple acción pareció borrar la poca fuerza que
había podido recuperar en los últimos tres días. Me acosté y ella saltó para
ayudarme.
—Eres una mujer tonta —dije a medida que me ayudaba a cubrirme
con las mantas.
—Ah —dijo mientras me tocaba suavemente la nariz—. Pero
finalmente estás admitiendo que soy una mujer y no una niña.
—Eso eres, hermana mía. Y admitiré que te estás convirtiendo en una
muy sorprendente. —Mis ojos se sentían pesados, pero incluso a través de las
pequeñas hendiduras que sostenía abiertas, podía ver la preocupación en su
rostro.
—Deberías estar mejor ahora —dijo, no por primera vez—. No
entiendo por qué no estás mejorando.
198
Me encogí de hombros.
—No creo haber devuelto la vida a nadie antes. El espíritu de la niña
casi se había ido, Day. Mucho más tiempo y no creo que hubiera podido
ayudarla. —Mis palabras se sentían pesadas en mi boca, y ya no podía
mantener los ojos abiertos.
—Solo descansa, Allete. Seguiremos vigilando. —Escuché a Dayna
susurrar y sentí sus cálidos labios contra mi sien.
—No dejes que me vea así —me las arreglé para susurrar. Ella sabía
que me refería a Torben. No lo había dejado entrar en mi habitación en tres
días porque sabía que su reacción sería grave. Si él veía lo pálida que me
había vuelto y cómo me estremecía, como si estuviera nevando en mis
habitaciones, Torben exigiría ver a un sanador. Y a una parte vana de mí no
le gustaba la idea de que él me viera en semejante estado, aunque ya me
había visto así. Si era posible, prefería mantener tales cosas al mínimo.
El sueño se apoderó de mí y no supe nada de lo que sucedió alrededor
de mí cuando la oscuridad me consumió. Mi sueño estuvo lejos de ser
agitado. Fuego, gritos y rugidos llenaron mi mente. Sentí como si hubiera
tantos heridos, tantos enfermos, y no había nada que pudiera hacer. Había
muchos más de los que era capaz de sanar. Pero tenía que intentarlo. Seguí
buscando en la oscuridad, gritándoles para que me dijeran dónde estaban
pero no hubo respuesta a mis preguntas. Solo hubo más gritos y más gritos
de ayuda. Eventualmente el sueño cambió, y ya no estaba rodeada por los
gritos. En cambio, me enfrenté a Torben, un muy enojado, muy grande
Torben.
—¿Por qué no me lo dijiste? —preguntó, su voz sonando extraña a mis
oídos.
—¿De qué estás hablando? ¿Decirte qué? —pregunté rápidamente,
confundida por su furia. No lo quería furioso conmigo.
—Podría haberte ayudado; podría haber solucionado esto.
—No entiendo —intenté decir nuevamente—. ¿Qué fue lo que no te
dije?
—No necesitas hacer esto por tu cuenta, princesa. Ésa es la razón por
la que fui creado para ti. Fui creado para ayudarte. Deberías haberme dejado
ayudarte.
¿Ayudarme con qué?, quise gritar, pero de pronto no fui capaz de hablar.
Me estiré hacia él, pero Torben comenzó a alejarse de mí, el dolor en sus ojos
convirtiéndose en un espejo de lo que sabía que él veía en los míos. Me
estaba dejando. Seguí estirándome hacia él, pero él seguía alejándose más y 199
más.
Me desperté de golpe, sentándome derecha en mi cama con mis
manos empuñando el edredón. Mi corazón estaba palpitando dolorosamente
en mi pecho, y sentí que no podía llenar mis pulmones con el aire suficiente.
Mis ojos se ajustaron gradualmente, y me di cuenta de lo oscura que se había
vuelto mi habitación mientras dormía. No estaba segura de la hora, pero a
juzgar por la falta de luz y el silencio que llenaba el castillo, imaginé que
debía ser la mitad de la noche.
Respiré hondo varias veces, intentando calmarme. Sin embargo, sin
importar cuánto tratara, no parecía ser capaz de calmarme. Sentí un
escalofrío correr por mi columna mientras comenzaba a escanear lentamente
la oscura habitación. No estaba sola. No sé cómo lo sabía, pero con una
seguridad que igualaba la inevitabilidad de la salida del sol, sabía sin ninguna
duda que había alguien más en mi habitación. Quien fuera que estuviera aquí
era alguien como yo; alguien con magia.
—Muéstrate —hablé tan firmemente como pude, intentando controlar
la inestabilidad de mi voz. No estaba segura de lo que esperaba, ¿quizás una
luz reluciente y luego algún tipo de explosión mágica? Pero lo que obtuve
simplemente fue una anciana, que pareció emerger de las sombras como si
fuese parte de ellas.
—Te has convertido en una mujer tan hermosa desde la última vez
que te vi —dijo la mujer, en una voz llena calidez y familiaridad.
Estaba confundida. No solo por el hecho de que hubiese una mujer
desconocida en mi habitación, pero también por el hecho de que parecía
conocerme, y aun así yo no tenía idea de quién era.
—¿Por qué no estoy llamando por ayuda? —le pregunté antes de que
pudiera contenerme.
—Porque sabes que no soy un peligro para ti —dijo simplemente—. Y
porque no quiero que lo hagas.
—¿Es así?
Ella asintió.
—Tu magia reconocería si yo poseyera malas intenciones.
—¿Y por qué es eso?
—Porque tengo mi propio tipo de poder. Y la magia reconoce algunas
cosas, incluso cuando nosotros no lo hacemos.
—Y nuestra magia… —Hice señas hacia ella y hacia mí—. ¿Es
200
similar?
—No exactamente.
Comencé a moverme para sentarme en el borde de la cama, pero mi
cuerpo se sentía pesado y lento. Aunque todavía podía sentir el miedo dentro
de mí, a mi cuerpo parecía habérsele acabado la lucha.
—En realidad siento que debería estar asustada en este momento —le
dije a la mujer a medida que me acomodaba en la almohada para evitar caer
como una pila de rocas—. Pero no tengo la energía para eso.
Ella caminó lentamente hacia mí, sus movimientos rígidos por la
edad. Cuando ella me alcanzo, la mujer tomó cuidadosamente el edredón
que todavía estaba sujetado por una de mis manos, y lo liberó para levantarlo
y cubrirme.
—No necesitas temerme, Allete —dijo suavemente—. Mi nombre es
Myra, y estoy aquí para ayudar.
—¿Te conozco? —le pregunté.
Myra sacudió su cabeza.
—No, pero yo te conozco, y eso es lo que importa. Regresaste un alma
del inframundo, y la acción ha dejado herido a tu espíritu. Está rompiendo tu
alma por la mitad.
—¿Cómo es que tú…? —comencé a decir, pero me detuve cuando ella
levanto su mano.
—Desearía que hubiera más tiempo, niña, pero no lo hay. No estaba
consciente de que esto iba a suceder. La magia tiene mente propia. Y las
noticias de tu enfermedad no llegaron a mí hasta hoy por la tarde. La
pequeña Amelia estaba deseosa de contarme cómo fue salvada por un ángel,
pero su madre la hizo descansar antes de que pudiera venir a decírmelo.
—¿Amelia? —Estaba intentando comprender sus palabras, pero mi
mente estaba nublada. Ella sonaba amortiguada, como si estuviese
escuchándola desde el fondo de un pozo. Traté de concentrarme, pero
parecía como que hablaba tan rápido.
—No estoy hablando rápido, Allete, estás debilitándote. Ahora cállate
y escucha. Necesitas al que llama a tu alma. Necesitas tu ancla. Cada vidente
y cada sanador debe tener un equivalente. El ancla mantiene tu alma atada a
la suya. Esto, a cambio, te mantiene atada a los vivos. Sin tu ancla, tu vida
comenzará a desvanecerse lentamente, con cada pieza de ella que le das a 201
aquellos que lo necesitan. Y con alguien como Amelia, que necesitaba tanto,
se desvanece incluso más rápido.
—¿Ancla? ¿Mi alma? No lo entiendo —intenté decir, pero no estaba
segura si mis palabras tenían sentido. ¿Me estaba muriendo? ¿Era eso lo que
Myra estaba intentando decirme?
—Morirás si no permites a Torben en tu presencia. Él es tu ancla. Él te
puede ayudar —dijo Myra, su voz haciéndose más urgente—. Tienes que
estar dispuesta a dejarlo ayudar. ¿Estás dispuesta, niña? ¿Dejarás que Torben
del clan Hakon, futuro rey de su gente y padre de tus hijos, ate su vida a la
tuya?
Miré fijamente a la anciana, preguntándome si estaba delirando.
¿Había imaginado a esta mujer? ¿Mi mente se deslizaba hacia el olvido?
¿Acaso, subconscientemente, como un acto de defensa propia psíquica,
hecho aparecer el espectro de una anciana cuyas palabras podían darme
esperanza? Ya no podía distinguir si era real o simplemente un producto de
mi imaginación. Cuando mi respiración se volvió incluso más difícil, decidí
que ya fuera real o no, me permitiría a mí misma creer que sus palabras de
esperanza eran reales.
—Sí —respondí simplemente, y a mis propios oídos, mi voz sonaba
débil y apenas se oía.
—Finalmente, gracias a los dioses. —La escuché murmurar. Luego
hubo un fuerte golpe, y entonces escuché a Myra gritar—. Entra aquí,
Torben del clan Hakon, si quieres que tu mujer sobreviva.

Pude ver el rostro agotado de ella mientras me devolvía la mirada,


rogándome que entendiera por qué estaba diciéndole tales cosas. Deseaba
saber por qué seguía diciéndole que podía ayudarla. Pero el problema era que
yo no entendía mis propias palabras. No sabía qué sucedía y no tenía idea de
cómo ayudar y era exasperante. Estaba enferma. No tenía idea de por qué ni
de cómo repararlo.
—Entra aquí, Torben del clan Hakon, si quieres que tu mujer
sobreviva.
La conocida voz me despertó del sueño que ni siquiera me había dado
cuenta que me había capturado. Brant estaba frente a mí, completamente
despierto.
—Lo necesitabas —dijo como explicación ante mi, sin duda, irritado
rostro.
Entonces registré que alguien había dicho mi nombre. Me volví y tomé 202
la manilla de la puerta y la empujé sin siquiera golpear ni anunciarme. Myra
estaba de pie junto a la cama de Allete, cerniéndose sobre la forma todavía
demasiado quieta de la princesa.
—¿Qué has hecho? —rugí. La furia en mí se elevó rápidamente
mientras me lanzaba hacia la bruja.
—Calma, guerrero —dijo Myra y levantó una mano congelándome en
el lugar—. No tengo intención de hacerle daño. Estoy aquí para ayudarla, y a
ti.
—Libérame —estallé, irritado porque me hubiese atrapado tan
fácilmente. Lo hizo inmediatamente y me puse en movimiento una vez más.
Pero en vez de dirigirme hacia Myra, me moví hacia el otro lado de la cama
y me subí a ella, caminando sobre mis rodillas hasta que estuve junto a
Allete—. Dime —exigí.
—Ella te necesita —dijo simplemente la bruja.
—¿Qué hago? —Cuando no respondió inmediatamente, levanté la
cabeza y la observé. Ella me estaba mirando con un resplandor satisfecho en
sus ojos cansados.
—Eres un buen compañero para ella.
—No seré un compañero para ella si está muerta. Dime qué hacer para
arreglar esto. —Miré otra vez a la mujer que los dioses me habían dado y
sentí que mi pecho se apretaba al ver lo pálida que estaba.
—Se debe hacer un juramento de sangre y sus almas deben ser
enlazadas.
—Hazlo —le dije sin pausa.
—¿Así como así? —preguntó—. ¿Ninguna explicación de por qué?
—¿Salvará su vida?
—Sí.
—Entonces no me importa una mierda por qué, solo hazlo.
Myra comenzó un canto lento y melódico, y mientras la habitación se
calentaba y se llenaba con el aroma a incienso y leña. Tuve que apartar la
vista de Allete para ver qué estaba pasando. La vieja bruja estaba bañada en
una luz dorada, y su cabello flotaba alrededor de ella como si estuviera
suspendida en el agua. Sus ojos estaban cerrados y sus manos extendidas, sus
palmas hacia el techo. Mientras observaba, apareció una daga con un mango
intrincadamente adornado. La vista de algo tan mortal tan cerca de Allete
203
hizo que mi necesidad de protegerla surgiera, pero la mantuve bajo control.
Myra nos había ayudado antes, y tenía que creer que nos estaba ayudando
otra vez.
Los ojos de la bruja se abrieron, y me tendió la mano.
—La sangre es poderosa. Da vida y la falta de ella quita la vida. Los
juramentos de sangre funcionan de la misma manera. Le dan vida a la pareja
unida, y pueden quitar la vida si se rompen. Debes querer esto en serio y ser
inquebrantable en tu compromiso con ella. ¿Puedes hacer eso?
—Puedo y lo haré —respondí, usando el idioma que unía
inquebrantablemente de mi propio clan.
—Expón la piel sobre tu corazón.
Mis ojos se estrecharon hacia ella.
—¿Por qué?
—Porque la sangre más cercana al corazón es la más pura y limpia. Es
esta sangre la que se unirá con la de ella —explicó.
Hice lo que me pidió. Myra pasó la daga sobre mi carne, justo sobre
mi corazón. La sangre brotó instantáneamente, el rojo brillante como un faro
contra mi piel bronceada. Cubrió ambos lados del borde de la cuchilla en mi
sangre y luego miró a Allete.
—Puedes girar tu cabeza para proteger su modestia, ya que aún no es
tu esposa, pero presenciar la unión de la sangre es poderoso. Como ella no
puede observar la ceremonia, tal vez tú deberías hacerlo.
Me incliné sobre Allete y coloqué el edredón para que mantuviera la
mayor parte posible de ella cubierta a medida que seguía exponiendo la carne
cremosa sobre su corazón. Ignoré el hecho de que su piel olía a lilas y lucía
tan suave como la seda. Y contuve un gruñido cuando Myra pasó la hoja
sobre esa hermosa piel.
Puso la hoja de costado sobre el corte, limpiando mi propia sangre en
la herida, mezclando los dos líquidos.
—¿Tú, Torben, aceptas tu lugar como el ancla del alma de Allete,
vidente y sanadora del clan Hakon, comprometiendo tu espíritu con el de ella
por toda la eternidad? ¿Aceptas cuidarla, protegerla y satisfacer sus
necesidades para que pueda realizar la tarea que los dioses le han
encomendado? ¿Juras protegerla de todas las amenazas? ¿Te atas a estos
juramentos con tu vida, sabiendo que se perderá si no logras mantener el
pacto que pronuncias aquí hoy? 204
—Lo hago y lo haré.
—Ayúdame a despertarla —ordenó.
—¿Cómo?
—Tu sangre le está dando fuerza mientras hablamos. La magia del
vínculo que estás formando entre ella ahora debería ser suficiente para
despertarla.
—Allete. Princesa —dije gentilmente mientras sacudía su hombro—.
Despierta para mí. Necesito verte.
Ella no se movió.
Me acerqué más y le di un beso en el cuello justo debajo de la oreja.
—Escúchame, Allete. Soy tuyo. Lo he prometido. Necesito saber que
eres mía. Te necesito. Escúchame —susurré empujando cada onza de esa
necesidad en mi voz.
Después de varios latidos, finalmente comenzó a moverse. Sus ojos se
movieron debajo de sus párpados y luego gradualmente comenzaron a
aletear hasta que estuvieron abiertos. Estaba mirándome directamente. Su
frente se frunció al darse cuenta que yo estaba en su habitación, en su cama
con ella, sobre ella. Luego su cara se arrugó, sus labios se apretaron
fuertemente.
—Ow —se quejó mientras se estiraba y frotaba su pecho donde se
había hecho el corte. Entonces, varias cosas notables parecieron venir a su
mente al mismo tiempo—. Tienes cabello largo y barba. Estás en mi
habitación. —Se volvió y miró a Myra—. Con una mujer que dice tener
magia. Y dejaste que me cortara. —Sus ojos comenzaron a arder con el calor
de la ira que me hizo querer presionarla más para ver hasta dónde podía
llevarla—. ¿Qué está pasando, Torben, y por qué luces así?
—¿Confías en mí? —le pregunté.
Ella asintió sin siquiera pensarlo.
—No sé si debería hacerlo más ya que permitiste que alguien me
tallara como un pájaro de fiesta.
Yo sonreí.
—Estás siendo un poco dramática, ¿no lo crees, princesa?
—Me desperté sangrando. Tengo derecho a lo dramático.
—Te dije que necesitabas tu ancla para sobrevivir —interrumpió 205
Myra—. ¿Lo recuerdas?
Ella asintió.
—Torben es tu ancla. Es tu alma gemela, y sin él, tu habilidad para
sanar y la continuación de hacerlo tomará un pedazo de tu vida con cada
intento.
—¿Qué? —gruñí—. No me dijiste nada de eso, bruja.
—¿Querías que me tomara el tiempo de explicarte a medida que ella se
deslizaba aún más en el olvido, o querías que viviera?
Fruncí los labios.
—Está bien, tienes un buen razonamiento.
Myra se volvió hacia Allete.
—Hemos comenzado el proceso de unión al unir su sangre con la
tuya. De ahí el corte. —Señaló la herida. El sangrado se había ralentizado,
pero no lo suficientemente rápido para mi gusto. Rasgué un trozo de mi
túnica y lo presioné contra la herida. Allete me dio una palmada en la mano,
lo que me hizo reír entre dientes.
—Un día, princesa, no me apartarás las manos —dije, sabiendo que
eso encendería su temperamento.
—¿Quieres negociar si puedes aguantar la respiración más tiempo del
que puedo seguir alejando tus manos?
—¿Podrían ustedes dos, por favor, dejen de actuar como niños con un
enamoramiento y completar este vínculo para que ambos puedan ser más
fuertes? —dijo Myra bruscamente.
Estaba demasiado ocupado sonriéndole a la mujer de la que me había
enamorado, amando que siempre aceptara los desafíos que le lanzaba. Era
mi igual en todos los sentidos; mi alma gemela.
Allete me fulminó una vez con la mirada antes de volverse hacia
Myra.
—¿Me estoy casando con él?
Myra sacudió la cabeza.
—Un día estoy seguro que te casarás a la manera de tu gente. Pero lo
que estamos haciendo es más permanente. Es una fusión de almas. No hay
vínculo que se le compare. Las almas gemelas son una rara ocurrencia y solo
206
ocurren con aquellos que poseen magia. Esto no debe tomarse a la ligera.
Allete se volvió y me miró.
—¿En serio quieres esto? Solo nos hemos conocido por un corto
tiempo, y todavía no tengo idea de por qué luces tan bárbaro en este
momento.
—Soy un hombre del norte, un vikingo. Myra me hechizó a mí y a mis
hombres para que nos pareciéramos a los ingleses para que pudiéramos ser
fácilmente aceptados como guardias. Lo que estás viendo ahora es como
luzco realmente.
—¿Por qué viniste aquí y fingiste ser mi guardia? —preguntó.
Me froté la nuca.
—Eso es un poco complicado.
—Estoy a punto de unir mi alma a la tuya. Simplifícamelo, y hazlo
rápido.
Traducido por Mari NC, Lyla, Masi, Smile.8 y LizC

Corregido por LizC

“El miedo al rechazo no era algo con lo cual haya contado alguna vez. Soy un
guerrero. Protejo lo que es mío, destruyo a mi enemigo y dirijo a mi gente. Eso es
lo que siempre he sido. Pero con ella, soy más. E incluso como un guerrero, con
todos los momentos que estuve de pie en un campo de batalla mirando la muerte,
nunca estuve tan asustado como lo estaba ahora. Mirando a mi amor y rogando
que ella no me destruyera rechazándome”.
~Torben

207

—M
i clan vino porque nuestro jarl quería asaltar las
naves del rey que venía a casarse contigo —dijo
Torben, luego agregó a regañadientes—: Y
también a tu padre.
—¿Y por qué viniste tú? —Podía decir por el sonido de su voz que su
respuesta no era la historia completa.
—Vine por ti —admitió finalmente.
—¿Para secuestrarme? —pregunté.
Sacudió la cabeza.
—No. Vine a cortejarte, pero la única forma en que podía hacerlo era
acercarme a ti. Nos encontramos con Myra y ella accedió a ayudarnos.
—¿Por qué querrías cortejarme? ¿Cómo me conoces?
—Fuiste parte de una profecía que mi madre recibió. Es un Oráculo.
Vio que nuestros futuros estaban entrelazados. Para salvar a nuestra gente,
debemos estar unidos.
Comencé a discutir. Ya estaba en un compromiso que se basaba en el
beneficio de dos reinos. No quería un matrimonio basado en alianzas
políticas. Antes de que pudiera decir algo, Torben levantó la mano para
detenerme.
—Sé lo que vas a decir, y lo entiendo —dijo—. No quisiera un
matrimonio que no estuviera basado en el amor. No quería ser forzado más
que tú, te lo prometo. Por eso quise cortejarte. Si estamos destinados a serlo,
¿no sería razonable que estemos enamorados? Nunca te hubiera forzado. Y
todavía no lo haré.
Le creía. Por lo que aprendí sobre él en el último mes, a pesar de no
saber su verdadera historia, sus acciones habían demostrado su carácter. Y,
bien o mal, amaba a Torben, un guerrero vikingo.
—¿Y cómo te sientes? —pregunté. Tal vez estaba presionando por algo
que ya sabía. Él había expresado sus sentimientos antes, pero si estábamos
haciendo algo tan permanente, entonces necesitaba escucharlo.
—Te amo —dijo simplemente—. Supe en el momento en que te vi que
fuiste creada solo para mí. Las últimas semanas lo acaban de confirmar.
Mientras lo miraba, a un futuro que quería agarrar con mis dos manos,
aunque parecía estar muy lejos de mi alcance, me pregunté si podríamos
hacerlo realidad. ¿Podría ser tan simple como intentarlo, como había dicho
208
hace un par de semanas? ¿En realidad teníamos el poder de elegir nuestro
propio destino?
—Tienes que elegir. —Myra rompió el silencio que había llenado la
habitación.
Mi mandíbula se apretó con fuerza cuando hice mi elección. Me senté
y alcancé la mano de Torben.
—Necesito que entiendas por qué estoy a punto de tomar esta
decisión. —Me di cuenta que pensaba que lo estaba rechazando. Era obvio
en la forma en que su cuerpo se tensó, y su boca se estiró en una línea
apretada. Sus ojos se estrecharon y parecieron brillar con una angustia casi
incontrolable—. Escucha —lo alenté y le di un apretón suave en la mano—.
No te estoy eligiendo porque no puedo sobrevivir sin ti. No estoy diciendo
que sí a nosotros por alguna profecía. No nos elijo simplemente porque los
dioses lo ordenaron. Ni siquiera te estoy eligiendo simplemente para evitar a
Cathal, a pesar de que eso sería razón suficiente. Te estoy eligiendo porque
mi corazón es tuyo. Incluso si cada ejército de cada reino se interpusiera
entre nosotros, igual te elegiría y lucharía para estar contigo.
No esperé su respuesta. Me volví hacia Myra y asentí.
—Tú, Allete, vidente y sanadora del clan Hakon y alma gemela de
Torben, ¿te comprometerás con él? ¿Estarás a su lado como su igual? ¿Lo
apoyarás como su reina? ¿Serás su compañera de ayuda y compartirás tus
puntos de vista, ánimo y consejos para asegurarte de que se mantenga en el
camino que le espera? ¿Le permitirás que te proteja, te levante cuando lo
necesites, te cargue cuando no puedas caminar, te escude cuando las
tormentas de lo que está por venir se conviertan en demasiado? ¿Atarás tu
alma a la de él y también tomarás la suya en tu cuidado?
—Lo hago y lo haré —respondí, las palabras que parecían
simplemente fluir de mi boca como los cantos que venían cuando estaba
sanando. Tan pronto como las palabras pasaron por mis labios, un suave
resplandor y una sensación de calor nos rodearon a Torben ya mí. La luz se
hizo más y más brillante, y el calor se sentía como si estuviera intentando
fundirnos en un solo ser. Sentí un tirón profundo dentro de mí, como si una
cuerda estuviera unida a mi corazón y fuera tirada suavemente, la fuerza
dirigida al pecho de Torben.
Lo miré, y mis labios se curvaron hacia arriba para igualar la sonrisa
que brillaba en su rostro. Sus ojos estaban llenos de una satisfacción que sentí
profundamente dentro de mí. A medida que la luz y el calor se desvanecían
lentamente, supe que estaba hecho. Torben, mi alma gemela y ancla, estaba
ligado a mí y yo a él.
209
—Está hecho —dijo Myra y respiró hondo—. Hay cosas por venir de
las que no puedo hablar, pero es imperativo que no dejes que nada se
interponga entre lo que se ha unido aquí hoy. Los dioses han bendecido esta
unión, y nada en el cielo, en el infierno o en la tierra, puede destruirla.
Prepárense, una pelea se acerca a ustedes.
Se fundió en las sombras de la habitación y se fue en cuestión de
segundos como si nunca hubiera estado allí.
—Eso no sonó muy alentador —dije mientras me sentaba en la cama.
Torben se sentó a mi lado, con la mano apoyada en mi muslo.
—Enfrentaremos lo que venga, juntos —dijo con la certeza de que
confiaba porque lo creía, aunque yo no sentía esa seguridad.
—¿Y ahora qué? —pregunté.
—Ahora fingimos que no ha pasado nada hasta la mañana de la boda
—dijo Torben.
En realidad, no me gustó el sonido de eso, pero entendí por qué era
necesario. Cuando se levantó de mi cama y caminó hacia el otro lado, sentí
una repentina urgencia de agarrarlo y nunca dejarlo ir.
—También lo siento —dijo mientras me miraba, su hermoso rostro
mostraba una ternura que solo veía cuando estábamos solos—. No quiero
irme, ni siquiera estar afuera. Pero tengo que mantenerte a salvo.
Asentí.
—Lo sé.
Se inclinó y me besó, un beso dulce y persistente que hizo que mis
dedos se enroscaran bajo las sábanas. Mantuve mis manos sobre mí misma,
sabiendo que, si las envolvía alrededor de su cuello, trataría de acercarlo
más.
—Un día menos —susurró contra mis labios—. El banquete es la tarde
después de mañana. Entonces haremos nuestro escape. Seré honesto, todavía
estoy intentando diseñar un plan.
Sonreí.
—Te infiltraste en el castillo de mi padre como guardia y cautivaste mi
corazón. Tengo toda la confianza en ti.
—Que duermas bien, princesa. —Con un beso final, se levantó y
caminó hacia la puerta.
210
—Torben —dije rápidamente. Se volvió y me miró—. Me alegro de
que seas tú. Me alegra que seas mi alma gemela.
—Como me alegro, Allete Auvray, de que tú eres mi todo.
La puerta se cerró silenciosamente detrás de él, y me recosté en mi
cama sin sentir que estaba en la puerta de la muerte. En cuestión de unas
pocas horas, mi vida se había desviado de un camino y se había colocado en
un rumbo completamente diferente, uno con una perspectiva
considerablemente mejor. Estaba segura que en ese momento la sonrisa en
mi cara no podía hacerse más grande sin que mi cara se partiera por la mitad,
y mi corazón no podía llenarse de más amor sin estallar.
Torben era mío, y yo era suya. Por una vez sentí que estaba
exactamente donde se suponía que debía estar y que mi vida finalmente tenía
un propósito.

Cuando la mañana llegó, todavía no podía borrar la sonrisa estúpida


de mi cara.
—¿Vas a decirme qué pasó allí? —preguntó Brant a medida que hacía
un gesto con la cabeza hacia la puerta detrás de mí.
—La hice mía —dije simplemente.
Los ojos de Brant se ensancharon.
—¿Ella permitió eso sin ningún voto?
Negué con la cabeza.
—¿Tu maldita mente siempre salta a la zanja, hombre?
—Dijiste que la hiciste tuya —argumentó—. ¿De qué otra manera
debería interpretarlo?
—Atamos nuestras almas.
—Oh, bueno —asintió—. Eso es bueno. —Se rascó la cabeza y
entrecerró los ojos sobre mí—. ¿Qué demonios significa eso exactamente?
No pude evitar reírme.
—¿Recuerdas a Myra?
Asintió.
—Por supuesto. ¿Por qué crees que me veo así? —dijo, señalando su
rostro.
211
—Estuvo aquí anoche. Explicó algunas cosas sobre lo que significa ser
una sanadora y una vidente. Aparentemente, Allete es ambas cosas, aunque
nunca ha tenido una profecía. Myra explicó que una vidente no comenzaba a
tener la visión hasta que estaba unida con su pareja del alma, su ancla. Soy el
compañero de Allete. Hicimos un juramento de sangre anoche y atamos
nuestras almas. Es mía en todos los sentidos menos uno. Y tan pronto como
estemos lejos de este maldito continente, pretendo casarme con ella y hacerla
mía también en cuerpo.
—¿Y está de acuerdo con todo esto?
Asentí y la sonrisa que había tenido hace solo unos momentos regresó.
—Me ama.
Brant negó con la cabeza.
—En realidad pensé que era más inteligente que eso.
—Cierra la boca, idiota. Estás celoso.
—¿Por qué debería estar celoso? También he echado el ojo a la futura
madre de mi descendencia. Admitirá su amor eterno pronto. Solo espera.
—No dudo que admitirá su amor eterno. Y estoy ansioso por saber
quién es el objeto de su afecto —bromeé.
Brant se burló.
—No estoy preocupado, hermano. Simplemente puedo matar a
cualquiera que piense que puede tenerla.
—Estoy seguro que el asesinato ganará su simpatía por ti.
El objeto de su afecto dobló la esquina unos segundos después de que
sus palabras salieron de su boca.
—Buenos días, bestias apuestas —dijo Dayna con una sonrisa.
—Princesa —dijo Brant inclinándose. Aparentemente, pensaba que
esta formalidad era lo que la haría suya porque él tomó su mano y la acercó
más. Se llevó la mano a la boca y le lanzó besos en los nudillos. Dayna
pareció sorprendida por un momento, pero rápidamente se recuperó.
—Estás seguro de ti mismo, Brant —dijo en un tono que
probablemente tenía la intención de sonar severa.
En cambio, salió ronca y sin aliento.
—No, belleza. Pero no soy tonto cuando el destino deja caer una gema
en mi regazo. Ningún hombre encuentra riquezas y se aleja. La agarra con
ambas manos y la sostiene cerca para protegerla de aquellos que podrían 212
robarla.
—¿Y has encontrado tales riquezas?
—He encontrado algo mucho más grande que las riquezas, hermosa
Dayna. He encontrado sin la que mi alma no puede vivir.
Mi frente se levantó mientras miraba a mi camarada de muchos años.
¿Cuándo se convirtió en tal poeta? Cuando miré la cara de Dayna y vi su piel
enrojecida, supe que sus palabras estaban teniendo un profundo efecto. Tosí
y agregué algunas palabras que esperaba que rompieran su hechizo.
—Muy joven.
Brant dejó caer su mano, pero no apartó la mirada de ella.
—No por mucho tiempo —dijo, respondiendo a mi insistencia.
Dayna se apartó de Brant y luego nos sorprendió a los dos.
—Me inclino a pensar que estás lleno de excrementos de caballo…
pero… no creo que seas tan estúpido como para tratar de seducir a una
princesa para llevarla a tu cama mientras está en su propia casa y bajo la
vigilancia de su padre. Así que supongo que tendrás que demostrarme tus
palabras. Haz eso, Brant, y soy tuya. Por supuesto, tendrás que esperar hasta
que tenga la mayoría de edad. Lo que significa no jugar con otras mujeres
hasta entonces. Sé que hay muchas que están demasiado ansiosas por
quitarse las faldas por un guerrero guapo.
Me atraganté mientras tragaba. Era joven, y sin embargo hablaba con
tanta decisión. Podía ver por qué Brant estaba enamorada de ella.
—No me atrevería —murmuró, sus ojos la miraron como si fuera la
primera porción de tierra que había visto después de estar en el océano
durante meses.
Dayna echó los hombros hacia atrás y levantó la barbilla. Sus ojos
bailaban con el mismo fuego que había visto en Allete.
—No estoy bromeando, Brant. ¿Me quieres?
—Sabes que lo hago.
Bueno, maldición, estos dos no iban a seguir coqueteando. Por otra
parte, sabía que una vez que Brant tomaba una decisión, nunca vacilaba. No
habría cambio de opinión. Si él decía que la quería, entonces lo decía en serio
con todo lo que había en él.
—Si tan siquiera escucho de ti poniendo esos ojos en otra mujer, los
cortaré y alimentaré con ellos a los peces. No permitiré que juegues con mi
213
corazón.
—¿Entonces también me quieres? —le preguntó—. ¿No crees que eres
demasiado joven para hacer esa declaración?
—Puedo ser joven, pero conozco mi propia maldita cabeza, y cuando
veo lo que quiero, no tengo miedo de tomarlo. Mi propia capacidad para
esperar por ti no necesita ser una pregunta. Soy una mujer y una de alto
rango. Incluso si no me respetara a mí misma y llevara a un hombre a mi
cama antes de tomarlo como mi esposo, sería deshonrada. Pero un
hombre… —Se rio, pero no había humor en ello—. Un hombre puede llevar
a tantas mujeres a su cama como quiera antes de tomar una novia, y todos
hacen la vista gorda. Tu pasado es tu pasado, pero si me estás diciendo que
soy lo que tu alma quiere, entonces es mejor que estés listo para mostrarme la
verdad en tus palabras.
Se giró y extendió el brazo para agarrar la manija de los aposentos de
su hermana.
—Dayna Auvray. —La voz de Brant salió en un gruñido bajo.
Ella lo miró por encima del hombro.
—No tengo ningún problema para demostrarte algo, y no soy un
animal en celo, necesitando satisfacer todos mis deseos. Pero escúchame,
mujer. Esperas mi devoción, y la tienes. Espero lo mismo.
Comenzó a hablar, pero él levantó su mano para detenerla.
—No estoy hablando de tu cuerpo. No tengo dudas de que
mantendrás tu falda y tus hermosas piernas cerradas. Estoy hablando de ti.
Quieres que sea tuyo, entonces maldita sea, será mejor que seas mía. Nada
de esa coqueta mierda que haces tan bien. Nada de toques casuales de otros
hombres, no me importa si son miembros de la corte de tu padre. ¿Nos
entendemos, princesita?
Los labios de Dayna se tensaron. Obviamente no le importaba el
término cariñoso.
—Nos entendemos. Pero, Brant, si alguna vez vuelves a llamarme
princesita, no tendré que preocuparme de que alguna vez hayas deseado a
alguna tabernera. Me aseguraré de que seas cortado para ser un eunuco, y
seré la que haga el corte. —Después de un momento de intensa mirada entre
los dos exaltados, ella sonrió y le lanzó un beso.
Cuando estuvo detrás de la puerta, Brant dejó escapar un suspiro.
214
—Maldita sea, quiero a esa. Es perfecta para mí.
Me aclaré la garganta.
—Acaba de amenazarte con cortarte las pelotas, y piensas que es
perfecta.
—Demonios, sí. —Sonrió estúpidamente—. Una mujer que puede
manejar una espada sin duda puede manejar otras cosas igual de bien.
—Maldita sea, hombre —dije sacudiendo la cabeza—. Supongo que
tienes razón. Es tan grosera como tú y no pestañea ante tus crudos
comentarios. Y es tan violenta como tú. Tengo la sensación de que se
sacarán sangre muchas veces antes de que los dos lleguen a la cama
matrimonial.
Brant asintió.
—De eso no tengo dudas. Demasiados de esos hombres mariposones
de la corte la miran como si fuera un trofeo para poner en su manto. No
tengo dudas, si nos quedamos aquí mucho más tiempo, tendré que matar a
algunos. Ella es del tipo que coqueteará con ellos solo para fastidiarme.
—Y a ti te encanta.
—Aye, me gusta. No significa que no voy a moler a golpes a los
hombres con los que coquetea.
—¿No crees que eso es un poco injusto para esos hombres?
Brant se encogió de hombros.
—Lugar equivocado, momento equivocado. No es mi problema.
Me pellizqué el puente de la nariz. Tenía la sensación de que Allete y
yo estaríamos interviniendo constantemente en lo que respectaba a esos dos.
Brant era como un trueno, y Dayna era un rayo.
Ponlos juntos, y tienes las características de una tormenta volátil.
Nos quedamos allí en silencio, los dos perdidos en nuestros propios
pensamientos. Cuanto más pasaba el tiempo sin la aparición de Allete de sus
aposentos, más luchaba contra la necesidad de irrumpir en su habitación y
verla. Necesitaba saber que nada había cambiado a la luz del día. Necesitaba
saber que no estaba en pánico por lo que había sucedido la noche anterior.
Justo cuando estaba a punto de perder la paciencia, la puerta se abrió y
Dayna salió.
—Está pidiendo verte —dijo con una sonrisa de complicidad.
215
—¿Supongo que te informó?
Asintió.
—Para que lo sepas, yo estaba totalmente a favor de que seas su novio.
Sonreí.
—Bien, gracias por tu bendición.
Se apartó del camino para que pudiera pasar junto a ella. Antes de
cerrar la puerta detrás de mí, me volví y miré a Brant.
—Compórtense. Esa es una orden directa.
Cuando la puerta se cerró detrás de mí, escuché a Dayna decir con voz
juguetona:
—Es algo bueno que no pueda darme órdenes directas de
comportarme.
Me reí entre dientes cuando la puerta se cerró detrás de mí. Mis ojos la
encontraron de inmediato. Ella estaba de pie al otro lado de la habitación,
mirando por la ventana. Me di cuenta que este era un lugar en el que parecía
estar cuando estaba pensando. Me acerqué y me puse detrás de ella. Mis
manos encontraron su pequeña cintura y se deslizaron por sus costados hasta
que descansaron sobre su estómago. Ella se recostó contra mí como si lo
hubiera hecho miles de veces antes.
—¿Descansaste? —pregunté, a medida que inclinaba mi cabeza hacia
abajo y enterraba mi cara en el lugar justo detrás de su oreja. Su cabello se
sentía suave contra mi piel, y olía como estar en casa.
—Un poco —respondió, y su voz me recorrió como una cálida lluvia
de verano—. Supongo que tú no lo hiciste.
Me reí.
—Estoy acostumbrado, princesa.
Cuando se volvió para mirarme, su ceño se frunció.
—Todavía luces como un vikingo.
—Supongo que una vez que has visto más allá de la magia, ya no
verás la ilusión. O podría ser nuestro vínculo. No lo sé.
—Pero todos los demás todavía te ven sin el cabello largo y… —Hizo
un gesto hacia mi rostro, al cual le había crecido abundante barba.
—Tu hermana no se dio cuenta, así que supongo que todavía me ven
216
con el hechizo sobre mí.
Allete me estudió durante unos minutos y luego extendió la mano y
pasó su mano por mi mejilla.
—Es más suave de lo que parece.
—¿Me preferías como antes, sin ella?
Ella se encogió de hombros.
—Aún no lo sé. Dame algo de tiempo a tu alrededor ahora, y luego
tomaré mi decisión.
Le sonreí.
—Pequeña muchacha mandona. —Cuando mis ojos sostuvieron los
de ella, finalmente cedí a lo que había querido hacer desde la noche
anterior—. No puedo esperar más. —Me incliné y presioné mis labios sobre
los de ella. Se sentía tan bien contra mí, y la calidez de su boca me instaba a
profundizar el beso. Yo quería ser egoísta con ella. Quería que fingiera estar
enferma para poder quedarse en su habitación conmigo, pero sabía que no
era una posibilidad, no con el banquete tan próximo al día siguiente. Cuando
me aparté, había una pequeña sonrisa en su rostro.
—Eso estuvo bien.
Negué con la cabeza.
—Si el único cumplido que recibo por besarte es que fue bueno,
entonces no lo estoy haciendo bien. —Me incliné y puse mis manos debajo
de sus muslos, levantándola en mis brazos. Ella jadeó y luego se rio. Caminé
hacia delante hasta que estuvo presionada contra la pared de piedra. Sus
manos ahuecaron mi cara y cuando simplemente se quedó allí sentada
mirándome, cerré el espacio entre nosotros. La gentileza desapareció.
Consumido por mi pasión y mi necesidad por ella, tomé posesión de su boca
y la devoré. Las manos de mi amor recorrieron los mechones de mi cabello,
y se sentía tan bien. Allete se sentía tan bien.
Me aparté para dejarla tomar una rápida respiración.
—Torben. —Jadeó. Pero eso fue todo lo que le permití antes de volver
a estar sobre ella. Sus pequeñas manos se movieron hacia mis hombros, y se
presionó más contra mí.
—¿Cómo se supone que debo estar cerca de ti todo el día y no tocarte?
—le pregunté, mientras los dos intentábamos frenar nuestras respiraciones
fuertes y sin aliente.
—Considéralo un juego —dijo con una sonrisa.
217
—¿Y qué obtengo si gano?
—Supongo que tendrás que esperar y ver el qué.
La sonrisa coqueta de sus deliciosos labios me hizo gemir. La mujer
iba a ser mi muerte. La dejé deslizarse fuera de mis brazos y presioné un
último beso en su frente.
—Entonces, ¿no te arrepientes? —Finalmente, hice la pregunta que
había estado quemando un agujero en mi cerebro.
Allete negó con la cabeza.
—De ningún modo.
Noté que un mechón errante se había desprendido de su trenza, y lo
coloqué suavemente detrás de su oreja.
—¿Has considerado que dejaremos a tu familia, al menos por un
tiempo?
Ella asintió.
—De todos modos iba a irme, pero al menos ahora las circunstancias
han mejorado muchísimo. Tendré que pensar en una forma de hacerle saber
a mi padre que me fui contigo por mi propia voluntad. No quiero que piense
que me has llevado en contra de mi voluntad.
Había considerado lo mismo.
—Después del banquete, hablaremos con él, juntos.
Después de varios segundos, ella asintió.
—Está bien.
—¿Estarás lista para ir a desayunar pronto?
—Sí, solo dame unos minutos más.
Le di un último beso y entonces salí de sus habitaciones. Con cada
paso, mi intestino se apretaba más fuerte. Iban a ser un par de días muy
largos.

Bajé la mirada hacia mi comida mientras escuchaba los tenedores y


platos que tintineaban a mi alrededor. Tenía miedo que, si miraba hacia
arriba, buscaría sus ojos. Los sentimientos que brotaban dentro de mi espíritu
me parecían tan extraños. Me preguntaba si era algún tipo de reacción al
218
vínculo, esta necesidad que me impulsaba a estar cerca de él, a tocarlo. Pero
sabía que debíamos tener cuidado de no exhibir ningún comportamiento
extraño. No queríamos llamar la atención sobre nosotros mismos. Yo tenía
que fingir que solo era mi guardia, nada más.
—Perdona mi tardanza. —La voz de Cathal cruzó la habitación.
Mi estómago golpeó el suelo, y tuve que tragarme la bilis que
amenazaba con hacer una aparición inoportuna. Cuando había llegado al
comedor y había visto que él no estaba presente, mi ansiedad disminuyó
momentáneamente, pero el indulto duró poco.
—Buenos días, Allete —dijo, mientras tomaba la silla vacía a mi lado.
Tomé una pequeña respiración y me armé de valor antes de levantar la
mirada hacia él. Puse una sonrisa en mi rostro y recé para que pareciera
genuina.
—Buenos días, mi señor.
—Te ves especialmente encantadora. Tu piel está sonrojada, y estás
resplandeciente. Parece que el pensamiento de nuestras próximas nupcias te
sienta bien.
—Ciertamente —estuve de acuerdo. Aunque yo sabía exactamente la
verdadera razón por la que me veía sonrojada y resplandeciente.
El recuerdo de los besos de Torben esta mañana era suficiente para
tenerme casi jadeando. Me atrevería a decir que no habría sido muy
femenino. Lo cual casi me hizo querer hacerlo, solo para ver la expresión de
Cathal y, a decir verdad, también la de Torben. Ahogué la sonrisa que quería
liberarse. Estaba actuando como una colegiala enamorada. En serio, ridícula.
El resto del desayuno pasó en un incómodo silencio. Mi padre y mi
madre ya no se desvivían para hablar con Cathal, y esperaba que él no
hubiera notado un cambio en su actitud hacia él. Seguí disparando miradas,
intentando implorarles en silencio para mantener nuestra farsa un poco más.
—Si nos disculpan a mi reina y a mí —dijo mi padre de repente a
medida que se levantaba y extendía su mano hacia mi madre—. No he
estado sintiéndome bien esta mañana. Teniendo en cuenta la importancia de
la próxima ocasión, creo que debería aprovechar todo lo que pueda para
descansar hasta entonces. Odiaría estar enfermo durante el banquete de
bodas de mi hija mayor.
Cathal los miró y una pequeña sonrisa apareció en su rostro.
—Por supuesto, Albric. Es bueno que tengas una reina que te espere.
La mandíbula de mi padre se tensó, y contuve la respiración,
219
esperando que él pudiera controlar su temperamento. Por alguna razón,
sonaba como si Cathal lo estuviera provocando.
—Es mi placer cuidar de mi esposo —dijo mi madre, con un tono
genuino, sin dejar a dudas que el amor que sentían el uno por el otro era
sincero. Ella se volvió hacia mí y sonrió—. No olvides venir a buscarme
cuando hayas terminado, Allete, querida. Lidia y tus hermanas están con los
preparativos finales para revisarlos contigo antes del banquete.
—Sí, madre —dije, y luego observé como salían de la sala.
—¿Tengo que pasar otro día apartado de ti? —preguntó Cathal, la ira
apenas contenida hirviendo bajo la superficie de su fachada cuidadosamente
controlada.
—¿Qué serán unos días cuando nos vamos a casarnos pronto, y estaré
con usted todos los días del resto de su vida? —pregunté, y le dirigí mi
sonrisa más inocente.
Él se me quedó mirando fijamente, intentando medir mi tono. Pude
verlo contemplando si estaba siendo sarcástica. Finalmente, se encogió de
hombros.
—Supongo que tienes razón.
No tenía apetito de nada, debido principalmente al hecho de que el
recuerdo intenso de la sensación de los labios de Torben sobre los míos que
se negaba a abandonar mi mente. Aun así, finalmente logré acabar mi plato.
Dejé mi tenedor y empujé mi silla hacia atrás. Cathal se puso de pie como
yo.
—Que tenga un buen día, mi señor —dije.
Antes de que pudiera darme la vuelta para irme, él envolvió mi cintura
con un brazo y me acercó a él. Era extremadamente descarado en un entorno
público, y apenas resistí el impulso de alejarlo de mí.
Su cabeza se inclinó hasta que su boca estuvo al lado de mi oreja.
—Veo cómo te mira tu guardia. Si no le dices que retroceda, le cortaré
los ojos.
Quería mirar a Torben, pero me obligué a seguir mirando a la pared
justo encima del hombro de Cathal.
—¿Me he explicado bien? —preguntó mientras su mano apretaba
dolorosamente mi lado.
Sonreí y traté de parecer como si sus avances fueran más que
220
bienvenidos. Sabía que no podía dejar que mis ojos me traicionasen en ese
momento. No solo Cathal estaba escudriñando mi rostro, podía sentir los
ojos de Torben clavados en mí. No habría manera de que pudiera mirar en su
dirección en ese momento y no traicionar algún tipo de emoción. Y no podía
hacerle saber que Cathal me estaba causando dolor. Torben mataría a Cathal
en ese mismo momento si me viera hacer una mueca de dolor. Si eso
ocurriera, le detendrían en el acto. Tenía que protegerle porque sabía que no
iba a protegerse a sí mismo. Su preocupación sería solo para mí.
—Por supuesto, mi señor —dije tan gratamente como pude.
Me soltó, después de un apretón final de advertencia y dio un paso
atrás dándome una cálida sonrisa. La mirada en sus ojos me puso la piel de
gallina.
—Tengo ganas de verte en el banquete. Por supuesto, he provisto un
vestido apropiado para ti. Tu madre lo tiene. Es un regalo. —Cathal tomó mi
mano y la levantó. Presionó un beso contra su dorso y después me liberó.
Mientras salía de la habitación, me forcé a inhalar para no desmayarme. No
me había dado cuenta que mi respiración se había quedado atrapada en mi
garganta.
Una vez que me armé de valor, miré alrededor de la mesa y le di una
sonrisa a los que se quedaron.
Lizzy y Dayna estaban allí, unos pocos miembros de la corte, y
Thomas, que estaba enviando dagas hacia la dirección en la que Cathal
acababa de irse.
—Que tengan un buen día —dije con una pequeña reverencia.
Conociendo a Brant y a Torben me seguirían, salí de la habitación sin mirar
atrás. Dayna vendría a mi encuentro muy pronto. Sobre Lizzy no estaba
segura. Había estado tan ausente últimamente que no sabía qué esperar de
ella. Y había estado tan absorta en mis propios problemas que no había sido
una hermana mayor muy atenta. Thomas tendría, sin duda, algo que
decirme en algún momento. Sí, mi día estaría lleno de familia preocupada
que quería mi bien, y sin embargo no entenderían lo que había ocurrido entre
Torben y yo.
Sinceramente, Thomas era por el que estaba más preocupada. Era tan
protector conmigo, y no estaba segura de cómo se sentiría acerca Torben
siendo un vikingo. Sin embargo, independientemente de lo que pensara,
simplemente tendría que aceptar mi nueva situación tal como era. Era mi
vida, y no iba a vivirla sin Torben.
Estábamos a mitad de camino entre las habitaciones de mi madre y mi
padre cuando sentí la mano de Torben en mi cintura guiándome a mi
221
derecha. Entramos en una pequeña sala de estar, y la puerta se cerró tras
nosotros. Cuando me volví hacia él, vi a Torben mirando al suelo. Podía
imaginar a Brant de pie haciendo de centinela en la puerta.
—Torben —dije suavemente. Me sentía como si estuviera
acercándome a una bestia salvaje lista para saltar en cualquier momento—.
¿Estás bien?
Sus hombros se levantaron y cayeron con cada respiración pesada.
Una mano estaba apretada en un puño a su lado, mientras que la otra
descansaba sobre la empuñadura de su espada.
—No me di cuenta de lo difícil que sería verle tocándote. Fue una
agonía, pero no fue lo peor. La parte peor fue saber que te estaba haciendo
daño y no ser capaz de rendirle de inmediato cuentas por ello. Esa no es la
manera de hacer las cosas en mi clan.
Me mordí el labio. Claramente, no había logrado esconder el dolor
que Cathal me había infligido.
—¿Cómo lo supiste?
Cuando por fin levantó la cabeza, la rabia en sus ojos me hizo dar un
paso atrás.
—Sentí tu dolor.
Me tapé la boca con la mano a medida que un jadeo sorprendido
escapó.
—¿Qué? ¿Cómo?
Negó.
—No lo sé. Pero tan pronto como lo sentiste, también lo sentí. La
sensación en tu lado, donde su mano estaba, lo sentí todo. Pero eso no fue
todo. También sentí que tratabas de evitar que lo supiera. Quería cortarle la
mano.
No sabía qué decir a eso. ¿Myra había sabido que el vínculo entre
nosotros podría hacer algo así? Ninguno de los dos tenía idea de qué esperar,
y me sentí como un nuevo potro aprendiendo a caminar. Estábamos
simplemente dando tumbos juntos, con la esperanza de mantenernos en pie.
—Lo sé. Pero solo dos días más, Torben. Debemos mantener nuestro
secreto. No voy a tener que estar cerca de él hasta mañana por la noche.
Puedo crear un montón de excusas. Sin duda será comprensible que estaré
terriblemente ocupada preparando el banquete. No puedes atacarle. Eso
arruinaría todo. Por favor.
Dio un paso más cerca de mí, tan cerca que pude sentir su aliento en 222
mi cara. Sabía que estábamos jugando con fuego. Incluso con Brant
vigilando la puerta, no se vería bien si alguien nos pillará solos como
estábamos.
—No le atacaré. Pero si te hace daño otra vez, no puedo garantizar
que algo malo le acontezca en medio de la noche —advirtió.
Supongo que tenía que dejarle eso. Si fuese al revés, no me gustaría ver
a Torben en tanto dolor. Entendía su frustración y su enfado. No sé lo que
haría si alguien le hiciera daño.
—Es justo.
Nos miramos durante unos segundos más antes de que él suspirase y
diera un paso atrás.
—Si te toco ahora, no podríamos salir de esta habitación durante dos
días. Tu madre y tus hermanas están sin duda esperando. —Sonrió con
picardía mientras agarraba la manija de la puerta—. Debo insistir en que nos
vayamos ahora. De otra manera, llegarás un poco despeinada. No puedo
dejar que nadie piense que has sido violada por un loco en los pasillos de tu
propio castillo. ¿Qué tipo de guardia sería?
Mi boca se abrió. Podría haber tenido una respuesta preparada de no
haber estado tan distraída por su hermoso rostro y sus labios sonriendo. En
lugar de eso, simplemente le seguí, intentando alejar el rubor que cubría mi
cara. El hombre iba a volverme loca por el resto de nuestras vidas, y sin
embargo no podía esperar por siempre para comenzar.
Tres horas más tarde, había sido pinchada y cortada hasta el punto en
que estaba lista para apuñalar a alguien con el objeto agudo cerca de mí. El
“vestido” de Cathal si es que se le podía llamar así, era tan ridículamente
revelador que mi madre no estaba dispuesta a dejarme llevarlo. Así que ella,
junto con mis hermanas y Lidia, pasó las últimas horas añadiendo material
para hacerlo apropiado.
El momento más divertido de todo el tiempo fue la primera vez
cuando llegué con mis guardias en el remolque.
Entramos en la sala común de las habitaciones de mis padres para
encontrar a Dayna pavoneándose en el vestido.
Al vernos entrar, se había detenido a medio camino ridículamente
echando su cabeza hacia atrás y agitando sus brazos y dijo en un tono
estirado aristocrático.
—Querida hermana, creo que tu futuro marido quiere que parezcas
una puta de un burdel.
223
Estaba bastante segura que mi madre iba a estrangularla hasta la
muerte. Lidia tuvo que golpearla en la parte posterior para que se
comportase. Lizzy, cuya presencia me sorprendió, se había cubierto la boca
para contener la risa. Brant había maldecido en voz baja y Torben había
murmurado tres palabras.
—Sobre mi cadáver.
No podía creer que el rey de Tara tuviera las agallas de esperar que su
novia llevase tal espectáculo. Y no era demasiado orgullosa por admitir que
no podía esperar a ver la reacción de Cathal cuando viera nuestras
alteraciones.
No sería capaz de regañarme ante esas personas. Estaría echando
humo en el interior.
Después de que el vestido estuviera terminado, tomamos nuestros
lugares en los sofás del área de estar y nos relajamos. Se sentía bien sentarse.
—Parece que ha pasado mucho tiempo desde que hemos estado todas
juntas —dijo nuestra madre, mirándonos a cada una.
—Han pasado muchas cosas —señalé.
—Sé lo que Allete ha estado haciendo —dijo Dayna—. Pero Lizzy,
has estado muy ausente últimamente. No creas que no lo he notado. ¿Dónde
has estado escabulléndote?
Lizzy se sonrojó.
—He estado con amigas.
—¿Amigas? —preguntó Dayna—. ¿Amigas o amigos?
—Dayna. —Su madre jadeó—. En serio. No seas grosera.
Lizzy echó un vistazo a nuestra hermana más joven y luego miró a
nuestra madre. Nadie dijo nada durante unos momentos. Dayna observó
Lizzy con una mirada escrutadora. Parecía estar a punto de presionar el
problema cuando Lizzy pareció tomar una decisión.
—He estado viendo a alguien, mamá —dijo y luego continuó
rápidamente—. Es un miembro de la corte de Cathal. Es un buen hombre.
Los ojos de todos en la sala se abrieron de par en par, y también un par
de bocas. Mi madre no dijo nada durante varios segundos.
—Entonces, ¿por qué no se ha dirigido a tu padre y a mí para solicitar
permiso para cortejarte? —preguntó finalmente con los labios apretados. 224
—Porque no es tan sencillo —explicó—. Cathal tendría que aprobar
también el cortejo, y eso no va a suceder nunca.
—¿Qué? —pregunté—. ¿Qué quieres decir?
—Porque la tercera reina de Cathal era la mujer que este hombre
cortejó cuando era más joven. Cathal se la llevó y luego, después de un año
de matrimonio, murió repentinamente.
—¿Cuál es el nombre de tu mozo? —preguntó madre.
Lizzy negó con la cabeza.
—Lo siento, madre, pero prometí que no lo diría. Cathal no se ha
dado cuenta que él está aquí.
—¿Por qué vino? —peguntó Dayna.
—Tampoco puedo decir eso.
Las tres la miramos fijamente, sorprendidas que estuviera dispuesta a
ocultarnos secretos, a nosotras su familia.
—¿Estás en peligro? ¿Alguien te está amenazando? ¿Él te está
amenazando? —añadió nuestra madre.
—No, no es así en absoluto. Hemos sido cuidadosos. Nadie lo conoce,
y vamos a la pequeña taberna al borde de la aldea para encontrarnos. Nunca
estoy sola con él —agregó rápidamente.
No me gustó lo que nos decía, pero Lizzy tenía dieciocho años. Estaba
en edad de casarse y tenía derecho a elegir con quién quería casarse, siempre
que su clase fuera adecuada.
—Entonces, ¿planea quedarse aquí después que Cathal se vaya? —
preguntó Dayna.
Las manos de Lizzy temblaron en su regazo, algo que nunca había
visto en nuestra tranquila hermana del medio.
—No creo que él vaya a volver —respondió.
—Si se queda, debe hablar con tu padre.
Lizzy asintió.
—Estoy segura que padre hablará pronto con él.
Incliné mi cabeza a medida que la observaba. Parecía triste. ¿Por qué
estaría triste si el hombre con el que había estado viéndose a escondidas se
iba a quedar en nuestro reino? 225
—¿Eso no te haría feliz? —pregunté—. ¿Que se quede?
Lizzy finalmente levantó la vista y se encontró con mi mirada. Había
lágrimas sin derramar en sus ojos, pero me suplicaban que no preguntara por
qué estaban allí.
—Te estoy pidiendo que confíes en mí, como tu hermana. —Se volvió
hacia Dayna—. Y tuya. —Luego se volvió hacia nuestra madre—. Y como
tu hija. Confíen en mí cuando digo que él no es un peligro para mí o para mi
padre.
El silencio aturdido en la habitación no fue una sorpresa. Lizzy no era
emotiva. Era recatada y tranquila, y sin embargo, cada vez que la había visto
desde que había empezado a ver al hombre misterioso, había estado todo
menos tranquila. ¿Cómo se suponía que debía confiar en ella cuando parecía
tan rota por un hombre que no conocíamos?
—Bien —dijo madre—. Lo dejaré pasar por ahora. Pero después de
que todo esté resuelto, entonces debe hablar con tu padre para cortejarte.
Me di cuenta que no dijo después de la boda. Mi madre estaba
dejando en claro que no tenía planes de que hubiera una boda y, por todos
los cielos, quise echarme a sus pies y agradecerle por apoyarme. No tenía
ninguna duda de que mis padres me querían, pero eran líderes de todo un
país.
La gente dependía de ellos para su protección y provisión. Al hacer
esta elección, ellos esencialmente me estaban eligiendo por encima de sus
deberes como rey y reina. Deseé poder decirles que no lo hicieran; deseé ser
tan desinteresada. Pero ahora que había conocido a Torben, todo había
cambiado. No podía ver mi vida sin él, y no podía ver mi vida con Cathal en
ella.
Pasamos el resto de la tarde simplemente hablando. Era tan extraño
vivir con personas que amabas y, sin embargo, ver tan poco de ellas.
Estábamos en este palacio todos los días y, aun así, pasaban días en los que
ni siquiera me cruzaba en el camino de Lizzy si ella no venía a desayunar.
Nos acordamos de nuestra infancia y de lo mucho que había
cambiado. Pero sobre todo, evitamos por completo el tema del matrimonio,
Cathal, y cualquier cosa que pudiera involucrarlo de forma remota. Sin
importar lo mucho que disfruté mi tiempo con mi familia, Torben siempre
estuvo presente en el fondo de mi mente. Sabía que estaba justo afuera de la
puerta, y odiaba que tuviera que actuar como mi guardia en lugar de mi
igual.
226
La puerta se abrió entonces, y entró el objeto de mis pensamientos.
Para mí, era un guerrero vikingo atractivo de cabello un poco largo y
ligeramente barbudo, pero para mi familia lo veían como un guardia inglés
de cabello corto y la cara bien afeitada. Era enorme en ambos sentidos, y
también era mío.
—Ow —gruñí mientras frotaba la espinilla que Dayna acababa de
patear.
Se inclinó más cerca entonces.
—Lo estabas mirando como si fuera el último postre en la mesa.
Recomponte, mujer.
Levanté la vista para ver a Torben observándonos con una sonrisa en
su rostro. Me pregunté si había sido capaz de sentir mi atracción por él,
como había sentido mi dolor anteriormente. Sentí que mi cara se sonrojaba
cuando me di cuenta de lo vergonzoso que sería tal cosa.
—Perdone la interrupción, su alteza —dijo Torben a medida que se
inclinaba ante mi madre—. Su sobrino está aquí y desea hablar con Allete.
—Por supuesto —dijo mi madre mientras hacía un gesto con la
mano—. Déjalo entrar.
Thomas entró y le dirigió a Torben una mirada aguda. Sin embargo,
no podía descifrar si se trataba de una mirada buena o mala. Torben se giró
para cerrar la puerta y me guiñó un ojo justo cuando la cerraba y dejaba la
habitación. Recibí otra patada de Dayna por la sonrisa que no pude reprimir.
—Dayna, deja de patear a tu hermana, y Allete, deja de hacer lo que
sea que estás haciendo para provocar esa respuesta ilícita —dijo madre, su
voz sonando muy parecida a la de cuando éramos niñas haciendo lo mismo.
Comencé a decir algo, pero Thomas me interrumpió.
—¿Qué sucedió exactamente esta mañana en el desayuno? —Su
mandíbula apretada dejaba perfectamente en claro que sabía lo que pasó,
pero quería que lo confirmara.
—Cathal simplemente estaba afirmando su dominio —respondí.
—Allete, te estaba lastimando. Pude verlo en tu cara. ¿Por qué tú…?
—¿Qué? —dije de repente a medida que me levantaba—. ¿Por qué yo
qué, Thomas? ¿Por qué dejaría que el rey de Tara, un hombre al que estoy
sujeta y comprometida, me hable de tal manera, me maneje de tal manera?
—grite prácticamente cuando la ira y la humillación hirvieron dentro de mí.
Sabía que Thomas simplemente se preocupaba por mí, y esta era su forma de 227
expresar su pena. Sabía que no quería que su pregunta fuera insultante y, sin
embargo, me insultaron—. Puede que sea una princesa. Puede que sea la
siguiente en la fila para ser reina en mi propio país, pero eso no tiene ningún
valor para Cathal. El único valor que tengo para ese hombre es lo que puedo
hacer por él. La alianza que represento a Gran Bretaña y los hijos que puedo
engendrar. Faltarle el respeto abiertamente a él frente a otros, especialmente
frente a la corte, sería como arrojar a mi padre a su merced. —Mi respiración
había aumentado, y mi corazón se aceleró feroz en mi pecho a medida que
apuntaba mi dedo a mi primo que ahora se veía indefenso—. Soy
simplemente una mujer, Thomas. De la realeza, sí. Pero sigo siendo una
mujer. He empujado los límites que frenan mi género tanto como puedo
empujarlos sin causarle una falta de respeto a padre. Continuaré haciendo lo
que pueda, pero no podía hablar en contra de Cathal esta mañana. Habría
hecho más que magullar mi costado.
Cuando sentí que el vapor se me escapaba, mis hombros se hundieron
hacia delante. Me sentía desprovista y cansada, como si hubiera estado
trabajando en el campo todo el día en lugar de sentarme en una silla
acolchada, conversando tranquilamente con mi familia.
—Perdóname, prima —dijo Thomas después de varios minutos. Se
acercó a mí y envolvió sus brazos alrededor de mí, atrayéndome con fuerza
contra él—. Simplemente no puedo soportar ver que te lastimen, físicamente
o de otra manera.
—Lo sé —dije a medida que daba unas palmaditas en su espalda—.
Yo soy la que debería disculparse. No debí haber gritado. Creo que
simplemente estoy cansada y tengo demasiado en mi mente.
Thomas me soltó y dio un paso atrás. Limpió la lágrima de mi mejilla
que no me había dado cuenta que había caído y me sonrió.
—Y para que sepas, no hay nada como “simplemente una mujer”. La
afirmación en sí es un oxímoron. No hay nada simple en ninguna mujer y
ciertamente no en ti. ¿Notable? Sí. ¿Única? Definitivamente. ¿Apasionada,
buena, honesta y más allá encantadora? Sin duda. Pero nunca simple.
Presionó un beso en mi frente y dio una reverencia hacia el resto de la
habitación.
—Me despedido, buenas damas. Y planeo verlas a todas mañana en la
noche en el baile. Estoy seguro que va a ser una velada interesante.
Solté una carcajada. Definitivamente interesante.
Para mi sorpresa, madre insistió en que cenáramos en sus aposentos en
228
lugar de cenar con la corte. Era la primera vez en mucho tiempo que
comíamos en familia. Incluso padre se unió a nosotras. Mi corazón estaba
inundado de amor cuando la noche estaba terminando. Mientras todos nos
despedíamos, mi padre se acercó a mí y me abrazó con fuerza.
—Quiero que esta noche duermas, Allete. No te preocupes por los
demás. No te preocupes por nuestro reino y no te preocupes por ti misma. —
Se echó hacia atrás para mirarme—. Mañana por la noche será la última vez
que tengas que ver o tratar con Cathal. Tienes mi palabra.
Besé su mejilla.
—Gracias, padre. Haré mi mejor esfuerzo para no preocuparme.
Él se rio.
—Mentirosa. Eres demasiado parecida a tu madre. Te preocupas
demasiado, incluso por cosas sobre las que no tienes control. —Hizo una
pausa y apartó mi cabello de mi cara—. Pero por otro lado, preferiría que te
preocupes demasiado en lugar de muy poco.
Traducido por Masi, Ximena y AnnaTheBrave

Corregido por Nanis

“Simplemente una mujer. ¿En serio podría ella creer tal sin sentido? Somos
hombres y somos mujeres y todos nosotros somos necesarios para la continuación
de la humanidad. ¿Cómo podría alguien pensar que un sexo era superior al otro?
Se necesitan hombres para crear vida, y se necesitan mujeres para llevar, criar y
traer esa vida. Uno no podría existir sin el otro. Cuando dos cosas se necesitan la
una a la otra para sobrevivir, en mi mente, no hay nada más igual. Los hombres
necesitan a las mujeres y las mujeres necesitan a los hombres. ¿Por qué es un
concepto tan difícil de entender para algunos?”
~Torben 229

A
llete estaba en silencio mientras caminábamos de regreso a sus
aposentos. Había escuchado su risa a lo largo del día mientras
hacía guardia en la puerta de las habitaciones de su padre y de
su madre.
Hubo unas cuantas veces que atrapé a los guardias del rey y la reina
intentando ocultar sus propias sonrisas cuando también escucharon su risa.
Me tomó todo el control no alzar mi espada sobre ellos y reclamarla como
un guerrero bárbaro y exigirles que cubrieran sus oídos, como si yo fuera el
único que tuviera derecho a disfrutar del sonido de su alegría. Demasiadas
veces, tuve la tentación de abrir la puerta solo para poder verla.
Quería ver la luz que brillaba en sus ojos. Podía imaginarme cómo se
intensificaba la luz cuando ella encontraba algo divertido. Quería escuchar su
voz a medida que hablaba. Quería estar a su lado, a donde yo pertenecía.
—¿Tuviste un momento agradable con tu familia? —pregunté, cuando
llegamos a su puerta. Mi voz pareció sacarla de sus pensamientos cuando
parpadeó varias veces y entonces levanto la mirada hacia mí.
—Perdóname, Torben, mi mente está hecha un pequeño lío.
Me incliné a su alrededor y agarré el pomo de la puerta. Cuando lo
abrí, ella retrocedió para evitar que me tropezara con ella. Miré por encima
del hombro a Brant.
—Dame quince minutos. Si no estoy fuera para entonces, entra y
sácame.
—¿Me veo como si quisiera morir? —Se negó—. No estoy listo para
desafiarte por la posición de señor aún.
Pensé en lo que acababa de pedirle que hiciera y luego asentí.
—Tienes razón. Te mataría. Bien, envía a Dayna si no estoy fuera.
Él sonrió.
—Eso puedo hacerlo. Cualquier excusa que pueda para hablar con
ella.
Cuando la puerta finalmente se cerró y el resto del mundo no estuvo a
la vista, me desprendí de la excusa de que ella era simplemente mi
obligación. Con esa puerta cerrada, ahora estábamos de vuelta en el mismo
terreno.
Era mi compañera, mi novia, y yo era su guerrero. La tomé en mis 230
brazos y me reí entre dientes ante el chillido sin aliento que salió disparado
de ella. No duró mucho porque mis labios cubrieron los de ella antes de que
cualquier otra cosa pudiera salir.
Necesitaba sostenerla. Necesitaba probarla. Simplemente la
necesitaba. Estar tan cerca de ella e ser incapaz de tocarla había sido una
tortura. Ver a Cathal tocarla, como si él tuviera derecho a ella, casi me había
llevado a matarlo. Y entonces, saber que la lastimaría y no había nada que
pudiera hacer al respecto, me hizo querer destruirlo, resucitarlo y destruirlo
de nuevo. No habría muerte honorable para Cathal. No tendría un paso
rápido de este mundo al siguiente. Cuando muriera —y lo haría por mi
espada—, sería lento y agonizante.
—¿Estás bien? —preguntó Allete sin aliento mientras se separaba un
poco. Tomó mi rostro con sus pequeñas manos y lo inclinó hasta que pudo
mirar directamente a mis ojos—. ¿Dónde fuiste? Estabas conmigo,
besándome y queriéndome, y entonces te habías ido.
Cerré los ojos y apoyé mi frente contra la suya. Esta nueva habilidad
entre nosotros iba a tomar algún tiempo para acostumbrarse.
—Lo siento —dije, mientras suspiraba y recorría suavemente con mi
mano su espalda—. Simplemente estaba pensando en lo que pasó en el
desayuno.
Ella presionó su dedo en mis labios para detenerme.
—No es bienvenido en este espacio —susurró Allete—. No en
pensamientos ni en palabras. Aquí, solo somos tú y yo.
Cuando se apartó de mí y sonrió, se sintió como si todo lo que estaba
mal en mi espíritu volviera a estar bien.
—Solo tú y yo —repetí.
Ella asintió.
—Y creo que solo tienes unos diez minutos antes de que Dayna venga
a explotar nuestra burbuja.
Me desabroché el cinturón que sostenía mi espada en mi costado. Sus
ojos se ampliaron, y no pude evitar reírme.
—¿Deseando que tu hermana aparezca temprano? —pregunté, mi voz
bajó una octava cuando vi que el ascenso y la caída de su pecho se
aceleraban.
—Por supuesto que no —dijo, mientras miraba hacia abajo para
enderezar su vestido ya en orden.
231
—Primera regla de la batalla, princesa, no apartes tus ojos de tu
oponente —dije, a medida que me abalanzaba sobre ella y la derribaba sobre
la cama. Su risa llenó la habitación y la razón de ella se instaló en mi alma.
Durante los próximos diez minutos, mi mundo consistiría en Allete y
nada más.
—No me di cuenta que estábamos en una batalla, vikingo —dijo, y
con poco entusiasmo intentó escapar.
—Tengo la sensación de que tú y yo vamos a tener muchas batallas,
amor. Pero estoy bien con eso.
Ella frunció el ceño.
—¿Por qué estarías bien con nosotros peleando?
Mi sonrisa se ensanchó.
—Porque cada batalla que tengamos terminará con una reconciliación
igualmente apasionada.
—¿Y si estamos en un punto muerto?
—Entonces será un punto muerto apasionado.
Ella se rio nuevamente y me dio unos golpecitos en el extremo de la
nariz.
—Usted, señor, es incorregible.
Me encogí de hombros.
—Quizás. —Besé sus mejillas, su nariz, su barbilla, y finalmente sus
labios. Su piel era suave bajo las yemas de mis dedos cuando las pasé
recorriendo su cuello y el escalofrío que recorrió su cuerpo me decía que se
sentía igualmente afectada por mí que yo por ella.
—¿Quién habría pensado que un poderoso guerrero vikingo podría ser
tan gentil? —dijo Allete suavemente mientras suspiraba y presionaba su
mejilla contra mi palma.
—Por ti, puedo ser cualquier cosa.

Para el momento en que salí al corredor del castillo y cerré la puerta de


Allete detrás de mí, habían pasado mucho más de quince minutos.
—¿Qué pasó con el envío de Dayna? —le pregunté a Brant.
232
Se encogió de hombros.
—Necesitabas tiempo con ella.
—¿Y si alguien hubiera venido y preguntado dónde yo estaba, como
por ejemplo, Cathal?
Brant se encogió de hombros otra vez.
—Tenía un plan.
Estreché mis ojos hacia él.
—¿Qué implicaba exactamente ese plan?
—Tan solo digamos que incluía un jabalí, algunas cuerdas y cortes
expertamente colocados, todo en uno.
Me froté la cara con una mano y me apoyé contra la puerta.
—Solo tú tendrías a un jabalí como tu cómplice.
—Tengo una regla. Siempre serás capaz de asesinar a tu asesino
cómplice.
—Recuérdame que nunca te ayude con el asesinato.
Él se rio.
—Ya elegí a mi compañero si el jabalí no lo logra y ella será incluso
más sabrosa.
Le fruncí el ceño.
—Eso ni siquiera es gracioso. Esa es su hermana. —Señalé detrás de
mí—. Y comiendo… y… solo…
—Oh, vamos, es un poco gracioso.
Su estúpida risa me hizo reír junto con él.
—Está bien, todo bien, si no pienso en ella como la hermana de la
mujer que amo, entonces sí, es un poco gracioso.
—Si sigues la misma política, ambos sabemos que el jabalí tampoco
sería tu primera opción.
Eso le valió un puño en la tripa, lo que se tomó con buen humor.
Brant levantó las manos en señal de derrota.
—Bien, bien. No hablaré sobre ti y los hábitos de comida de tu mujer.
—Si no fueras el mejor guerrero que conozco, le diría a Dayna que te
vi coqueteando con una criada. —Hice una pausa para darle efecto—.
233
Mientras ella estaba haciendo una cama.
Se le borro la sonrisa de la cara de Brand.
—Ni siquiera bromees con eso. Ya sabes lo que dijo que haría si
supiera que estoy coqueteando.
Asentí.
—Sí, lo hice. Ahora finalmente tengo algo de influencia para
mantenerte a raya.
Él gruñó, pero su sonrisa fue rápida en regresar.
—¿De qué te estás sonriendo? —le pregunté.
—Solo espero cuando esto termine y volvemos a casa con nuestras
mujeres.
Casa. Esa era la única palabra que siempre pone una sonrisa en el
rostro de cualquier guerrero. Pero el hogar tenía un significado
completamente diferente para mí ahora. El hogar era simplemente
dondequiera que Allete estaba.
No sabía por qué desperté. Un minuto estaba durmiendo, soñando con
una casa pequeña pero acogedora con un fuego cálido y el olor a pan fresco
flotando en el aire. Al minuto siguiente, mis ojos estaban parpadeando. Les
tomó varios segundos adaptarse a la oscuridad en la habitación. Me senté y
empujé mi trenza desordenada por mi hombro.
Del mismo modo en que cuando Myra vino de visita la otra noche,
sentí la presencia en la habitación, el poder que solo vino de alguien que
tenía magia.
—Muéstrate, Myra —dije en la oscuridad.
Una mujer pequeña salió de la oscuridad. Estaba de pie al otro lado de
la habitación al lado de mi ventana.
—¿Quién eres y cómo entraste a mi cámara? —le pregunté.
—Escalé la pared y trepé por la ventana —respondió sin dudarlo.
Estaba tan sorprendida que no hablé de inmediato y entonces mis
sentidos volvieron.
—¿En serio?
Se giró y me miró, sus ojos plateados bailando de alegría. La pequeña 234
sonrisa en sus labios la hizo parecerse a una niña que acababa de salirse con
la suya.
—No. Eso sería ridículo. Entré por la puerta como lo haría cualquier
otra anciana. ¿Podrías imaginarme, con mis frágiles huesos y articulaciones
rígidas, trepando por el costado de una pared?
—Perdóname, pero no creo que seas tan frágil como te gustaría
hacerme creer —dije mientras daba un paso hacia un lado, manteniéndome
lo suficientemente cerca como para llegar a la puerta si tenía que escapar.
—Entonces no eres tan tonta como pensé primero. —Se rio entre
dientes.
Ahora fue grosera.
—Nunca respondiste la primera pregunta; ¿quién eres tú? —pregunté
de nuevo, esta vez con un tono un poco más apaciguado.
Los ojos de la mujer se ensancharon cuando su sonrisa se hizo más
grande.
—Sí, creo que lo harás bien —murmuró—. Soy el Oráculo de mi gente
—dijo con una voz mucho más fuerte que la que había estado usando—. Yo
soy la vidente y la narradora. Soy la sanadora de los enfermos y heridos. Y
yo soy la mujer que te enseñará a usar tu magia, así como a perfeccionar
otras habilidades que ni siquiera sabes que tienes. —Hizo una pausa—. Ah, y
mi nombre es Hilda, y también seré la abuela de tu descendencia.
—No tengo descendencia. —Las palabras se desvanecieron antes de
que pudiera pensar en lo ridículo que sonaba.
—Hmm —dijo Hilda a medida que me estrechaba los ojos—. Quizás
hablé pronto.
—¿Qué? —Ahora estaba confundida.
—No eres tonta. Un poco lento podría ser una mejor descripción.
—Demonios, mujer. No soy lenta. Estoy confundida, y tal vez
conmocionada. Sí, definitivamente conmocionada. Pero no estoy tan
confundido como para saber que no tengo descendencia.
—Por supuesto, no tienes descendencia. Aún tienes tu virginidad. —
Hilda me lanzó una mirada penetrante—. La tienes, ¿verdad? Porque tengo
la sensación de que mi hijo estaría un poco irritado y probablemente mataría
a quien lo tomara si se entera de lo contrario.
Me froté la cara con las manos y solté un gemido. En ningún
235
momento durante el día pensé que estaría entreteniendo a un Oráculo y
discutiendo el tema de mi feminidad.
—Antes que nada, no aprecio que mi virtud sea cuestionada —dije
levantando un dedo. Luego, levantando un segundo, agregué—: y no tengo
idea de quién es tu hijo, ni tengo planes de compartir una cama con él y tener
hijos. Tercero… —Levanté otro dedo—. ¿Qué quieres decir con que me vas a
enseñar a usar mi magia? ¿Cómo sabes lo que puedo hacer?
Hilda caminó lentamente hacia una de las sillas junto a la mesita
donde a menudo tomaba mis comidas cuando no deseaba cenar en la corte.
Mantuvo sus ojos en mí mientras se sentaba. La mujer se inclinó hacia atrás
como para ponerse cómoda y luego me hizo señas para que me sentara frente
a ella.
Cuando lo hice, comenzó a hablar.
—Como dije, soy la Oráculo. Vengo del país de Norte, el clan de
Hakon.
Respiré profundamente.
—¿Eres una vikinga?
—Soy una mujer nórdica —corrigió—. Pero en realidad, simplemente
soy una mujer, una mujer de otra parte del mundo, niña. No soy un
extranjero de otro mundo. Como tú, una mujer de esta tierra, tengo todas las
partes necesarias que me hacen una mujer y nada más. No somos diferentes.
Cuando ella lo explicó así, tuve que admitir que hacía que las
diferencias que afirmábamos ser tan insuperables parecieran ridículas. ¿Qué
importa si somos de diferentes partes del mundo? ¿Eso de alguna manera nos
hizo a uno de nosotros mejor que el otro? ¿El hecho de que yo naciera en una
familia que era real me hizo más digna de la vida que alguien que no lo era?
En todo caso, la vida de Hilda era más valiosa debido a sus habilidades.
Pude haber podido sanar a otros, pero no podía ver el futuro.
—¿Dijiste que podrías ayudarme a entender qué puedo hacer? —le
recordé.
—Ponte cómoda, podría tomar un tiempo.
Eché un vistazo a la puerta, un movimiento que no pasó desapercibido
por sus penetrantes ojos.
—Él sabe que estoy aquí —me dijo.
—¿Te refieres a Torben?
Ella asintió.
236
—Lo está volviendo loco que no le permitiré entrar y escuchar.
—¿Puedes dejarlo afuera? —pregunté vacilante.
—Por supuesto que puedo —dijo indignada.
—¿Cómo? ¿Tienes más magia que solo la curación y la visión?
Ella se rio entre dientes.
—Se llama ser madre y enseñar respeto. Él no entrará porque le he
pedido que no lo haga, y me respeta y confía en mí.
Mis hombros cayeron.
—Oh —dije simplemente.
—Magia —comenzó Hilda—. Este es un viejo poder que pasa a través
de la sangre. Vive en las mismas células de una persona. No está del todo
claro por qué algunas personas lo heredan en una familia mientras que otras
no. Me atrevería a pensar que es como el hecho de que algunos hermanos
tienen cabello rubio mientras que otros tienen café. Ciertos rasgos han
pasado a ciertos niños. Tal vez los dioses sepan quién será más capaz de
manejar algo que pueda herir o ayudar a los que se encuentren. —Hizo una
pausa, luciendo como si estuviera anticipando preguntas.
Simplemente miré hacia atrás, esperando que ella continuara.
—Estoy segura que has aprendido ciertas cosas sobre tu magia a través
de la prueba y el error ya que no has tenido un tutor. Por ejemplo, has
aprendido a cantar para usar tu magia. Tus palabras ayudan a extraer el
poder que vive dentro de ti. Las palabras son poderosas, especialmente las
palabras que se dicen en voz alta. Nunca debes olvidar eso. Tus palabras no
solo tienen la capacidad de sanar, también tienen la capacidad de destruir.
—Espera. —Levanté una mano para detenerla—. ¿Quieres decir que
podría lastimar a alguien?
Ella asintió.
—Por supuesto. Cada acción tiene una reacción opuesta. Entonces, si
estás sanando a alguien que tiene una herida en su piel, puedes mejorarla,
cerrar la piel y reparar el tejido, o podrías aumentar la rotura y el daño al
tejido.
Mi boca se abrió. Sentí mi pecho apretarse a medida que consideraba
el horror de tal habilidad. ¿Cómo podría usar mi magia para algo tan
malvado? ¿Podría destruir a alguien si tuviera que hacerlo? ¿Usaría ese poder
contra alguien como Cathal? No lo sabía porque, por mucho que aborreciera
237
la idea, no negaría la comodidad secreta que me invadía al saber que ya no
estaba completamente indefensa, especialmente cuando se trataba del rey que
me había tratado tan cruelmente. Si tuviera que lastimarlo, podría hacerlo.
—Pero necesitas entender. —Hilda continuó. Su rostro se puso serio
mientras sus labios se apretaban y sus ojos plateados se estrechaban sobre
mí—. Todo uso de la magia tiene sus consecuencias. Cuando la usas para
sanar, agota tu fuerza por un tiempo. Esencialmente estás usando la fuerza
de tu vida para sanar a otro. Cuando usas tu magia para dañar, las
consecuencias son aún más perjudiciales. Usarla para un propósito oscuro
elimina una parte de tu alma junto con la magia. Puede atarte a esa persona
para siempre porque imprimes una parte de ti en ella. Es imposible hacer mal
a otro sin terribles repercusiones. Es imperativo que recuerdes eso antes de
actuar de esa manera.
—¿Alguna vez has usado tu magia de esa manera? —Hice la pregunta
antes de poder considerar lo personal que era.
Los ojos de Hilda se volvieron pensativos y me pregunté qué recuerdos
estaba considerando. A juzgar por la mirada que apareció en su rostro,
supuse que no eran agradables.
—Lo he hecho —admitió—. Uno espera no encontrarse nunca en una
situación que requiera que actúe de una manera que demande defenderse a
una misma o a quienes se ama. Pero a pesar de tener magia, todavía estamos
limitados en cómo podemos afectar el resultado de lo que vemos. Y hay
consecuencias si intentamos intervenir.
—¿Qué impulsaría a alguien a usar su magia para hacer daño? —
pregunté. Sabía en mi alma que la mujer que estaba delante de mí no era
malvada, así que sabía que debía haber tenido una razón justificable para sus
acciones.
En cualquier caso, me sentí obligada a preguntarle sus motivaciones.
Hilda parecía renuente a decirme exactamente lo que había hecho,
pero después de varios minutos, finalmente se rindió.
—He estado bajo el control del jarl en nuestro clan. Él es básicamente
el equivalente de tu rey. Él sabe lo que puedo hacer. Los de mi clan solo
saben que soy un Oráculo. Ellos no saben acerca de mi capacidad de
curación.
—¿No la usas para tu clan?
Sacudió su cabeza.
—El jarl no me deja usarla en nadie más además él mismo. Me
238
mantiene a su lado donde quiera que vaya. Sin embargo, no sabe de mi
habilidad para dañar con mi magia. He tenido que asegurarme de ser sutil a
lo largo de los años, para que no deduzca que he tenido algo que ver con
alguno de sus problemas de salud. Con el tiempo he estado extrayendo su
fuerza vital cada vez que se me ha requerido que lo sane. Pero a pesar de mi
edad, todavía hay mucho que no sé sobre magia. Por ejemplo —levantó un
dedo—, al extraer su fuerza vital, he causado una especie de locura en él. Se
ha vuelto más y más paranoico con los años. Tiene locas ideas y se ha
convencido de que es invencible. Mi intención era acortar su vida, pero no
sabía de qué manera sucedería eso.
—¿Quieres matarlo? —le pregunté, sin ocultar la sorpresa en mi voz.
El asesinato parecía tan extremo.
Pero, una vez más, ¿no había sido eso lo que mi familia esencialmente
había estado planeando para Cathal si llegaba a eso?
—No entiendes lo malvado que es este hombre.
Resoplé un sonido desagradable.
—Oh, apuesto a que tengo una pista.
Los ojos de Hilda se suavizaron en comprensión.
—Sí, lo siento por eso. Torben me explicó lo que ese monstruo te hizo.
¿Confía en que hayas podido evitar que vuelva a hacerlo?
—Gracias a tu hijo —le dije—. Mañana es el banquete de
compromiso. Hasta ahora, Torben ha logrado evitar que esté sola con el rey
Cathal.
—Magnus, nuestro jarl, no se preocupa por nadie más que por él
mismo. Si continúa liderando nuestro clan, nos llevará a la extinción. Hay
cierta cantidad de guerra que un país puede soportar. Con el tiempo, no
habrá más hombres para luchar. Los muchachos jóvenes no pueden
continuar asumiendo los deberes de aquellos que han perecido. Simplemente
no tienen la fuerza o la experiencia para hacer tales cosas.
—¿Y ese es el hombre que ha venido a mi casa? —le pregunté.
—Te lo dije, se está volviendo loco. Debe ser removido de su lugar de
liderazgo y está claro que los dioses están haciendo un camino para que eso
suceda. La profecía deja claro que Torben es el líder, pero solo puede hacerlo
contigo a su lado. Le traes el equilibrio y él mantiene tu poder conectado a la
tierra.
—Myra me explicó algo de lo que está sucediendo entre Torben y yo
239
—dije, de repente necesitaba obtener la mayor cantidad de información
posible sobre como mi alma estaba emparejada a la de Torben—. ¿Tú tienes
un alma gemela y un ancla? —dije mientras inclinaba mi cabeza
ligeramente—. ¿Verdad?
Ella asintió.
—El padre de Torben —Su voz estaba llena de amor—. Él fue mi
ancla y mi compañero perfecto en todos los sentidos. No soy tan vieja como
me veo. —Se rio entre dientes—. ¿Myra te explicó por qué necesitas a
Torben?
Asentí.
—Bueno. —Hilda se señaló a sí misma—. Esto es lo que sucede
cuando sigues sanando pero no tienes un ancla. Cada vez que sano a
Magnus, pierdo más de mi vida. Estoy envejeciendo mucho más rápido de lo
que debería. Parte de mí está contenta. Estoy cansada y lista para unirme a
mi esposo en el otro lado. Pero entonces, el resto de mí todavía tiene mucho
que hacer.
—¿Qué pasa con el vínculo? —Tomé una respiración profunda—.
Torben y yo nos unimos —dije como si nos hubieran sorprendido haciendo
algo que no debería haber ocurrido, lo que parecía ridículo—. Y ahora,
podemos sentirnos el uno al otro, supongo.
Hilda asintió.
—Eso no me sorprende. Cada ancla y su sanadora tienen habilidades
únicas que evolucionan después de su unión. Algunos pueden leer la mente
del otro. Algunos pueden sentir lo que el otro siente. Y algunos tienen la
capacidad de hablar con su alma.
Mi frente se frunció.
—¿Hablar con el alma?
—Es una comunión muy íntima donde las almas pueden comunicarse
entre sí sin el esfuerzo consciente de sus dueños. La mejor manera en que
puedo explicarlo es que incluso cuando no te das cuenta, tu alma puede
necesitar la comodidad de su pareja. Aquellos que pueden hablar con el
alma, bueno, sus almas se alcanzan la una a la otra cuando lo necesitan sin
que tú elijas hacerlo.
El aliento salió de mí cuando consideré sus palabras. El nivel de
intimidad que traería algo así parecía alucinante.
—¿Cómo sabremos si tenemos esa capacidad? —pregunté.
Ella se encogió de hombros.
240
—Todos somos diferentes y las habilidades aparecen por su propia
cuenta. No es una ciencia exacta.
—Gracias —le dije después de unos momentos—. Por decirme todo
esto.
Ella me sonrió.
—Me agradas, Allete, pero sabía que lo harías.
Me reí.
—Debe ser extraño saber cómo te vas a sentir antes de que lo sientas.
—Estoy acostumbrada.
—Oh —dije rápidamente cuando noté que se dirigía a la puerta—.
Una cosa más. Myra dijo que tendré la habilidad de ser un vidente. ¿Cuándo
empezará eso?
Otro encogimiento de hombros.
—Depende de muchas cosas.
Cuando no dijo nada más, incliné mi cabeza hacia ella y mi frente se
alzó.
—Te das cuenta de lo frustrantemente vago que es, ¿verdad?
Hilda se encogió de hombros.
—Soy un Oráculo. Es mi lugar ser vaga. De lo contrario, la gente no
pensaría por sí misma. No tomaré el libre albedrío de alguien para hacer que
suceda algo que se supone que suceda. O bien sucederá o no.
La Oráculo se puso de pie y me dio una cálida sonrisa.
—Eres una buena compañera para él. Los dioses sabían lo que estaban
haciendo cuando te eligieron para ti y a él para ti.
No estaba segura de cuán cierto era eso, teniendo en cuenta cuánto
discutíamos.
—Debo volver antes de que el jarl se dé cuenta que no estoy. Usé la
excusa de asuntos femeninos. Los hombres entran en pánico cuando
empiezas a hablar del flujo de una mujer. Poco sabía que soy demasiado
vieja para tener ese problema.
Ella se rio como si fuera la cosa más divertida de la historia.
Y no pude evitar sonreír.
241
Se fue rápidamente, dándome un breve abrazo, y quería
desesperadamente pedirle que se quedara. Por alguna razón, me hacía sentir
como si pudiera manejar cualquier cosa y todo lo que se dirigía hacia mí
como si fuera fácilmente capaz. La presencia de Hilda me había dado la
tranquilidad de que no estaba sola en esto; ella era como yo y entendía lo que
estaba pasando con el nuevo vínculo con Torben. Pero sabía que no podía
confiar demasiado en la comodidad y la fuerza de otro. Podría llegar un día
en el que necesitaría pararme sola, como ella había hecho durante tantos
años sin que nadie la ayudara.
Traducido por Naomi, Leidy, Myr62 y âmenoire

Corregido por Indiehope

“He luchado muchas batallas, pocas de ellas valieron el esfuerzo. Pero ahora he
encontrado una batalla que vale todo. Por Allete, destruiría a cualquier enemigo,
echaría lejos cualquier oscuridad, y de buena gana daría mi vida. Ganar su
corazón vale todo eso y más”.
~Torben

P
asé el resto de la noche caminando por mi habitación, pensando
en todas las cosas que el Oráculo me había dicho, 242
especialmente en mi habilidad de usar mi magia para dañar a
otros. La idea todavía me inquietaba, pero no podía negar la utilidad del
poder, si alguna vez lo necesitaba. Cada vez que consideraba la posibilidad
de usar mi magia para causar dolor, el rostro de Cathal parecía saltar
inconscientemente a mi mente.
Era temprano a la mañana siguiente cuando de repente sentí el tirón.
Estaba a punto de quitarme la bata cuando mi corazón se aceleró y mi alma
comenzó a alcanzar al herido que estaba fuera de las murallas del castillo. En
algún lugar, al amanecer, alguien estaba herido. Me puse un abrigo ligero y
corrí a la puerta de mi habitación. Hice una pausa, sin saber qué debía decirle
a Torben y Brant.
Pero a medida que la urgencia en mí se intensificaba, supe que ya no
podía dudar más. Abrí la puerta y me encontré con los ojos de Torben.
—Tengo que ir —dije mientras salía rápido de la habitación. Pasé
corriendo junto a él y sentí el calor de su cuerpo a medida que me seguía de
cerca.
—¿Qué quieres decir con que tienes que ir? —preguntó mientras me
seguía. Sus largas piernas no tenían problemas para seguir el ritmo de las
mías y podía escuchar a Brant a su lado, alcanzándonos.
—Algo está mal. Necesito ayudar a alguien —le expliqué.
—Espera. Esto podría ser peligroso —gruñó—. No sabes a dónde te
diriges.
Negué con la cabeza.
—No importa. No puedo ignorar a un ser herido. Tengo que ayudar;
es parte de lo que soy —expliqué.
Podía sentir que quería decirme que me detuviera. Podía sentir su
necesidad de mantenerme a salvo, pero sabía que yo era una sanadora. No
podía cambiar eso. No podía dejar de ser una sanadora más de lo que podía
dejar de ser una mujer.
—¿Sabes a dónde vas?
—No, pero mis emociones, la magia dentro de mí, se han conectado
con la persona. No siento malicia o maldad. Solo dolor, mucho dolor —
expliqué, preguntándome si lo que estaba diciendo tenía algo de sentido en
absoluto.
Corrí por los pasillos del castillo hasta que llegué a la cocina donde salí
por la puerta lateral.
243
Mi mente estaba siendo inundada por la emoción del que invocaba mi
magia, que era algo que nunca había sentido. El aire fresco de la noche
acarició mi piel y la calma, la quietud en el aire pareció contener el aliento
mientras esperaba que actuara. Me sorprendí cuando doblé en una esquina y
mis pies me llevaron directamente a la puerta de Cook.
Llamé a la puerta mientras el miedo me abrumaba. No quería que
nada estuviera mal con Cook.
No solo era una trabajadora de mi hogar, a quien había conocido toda
mi vida, sino que también era una amiga. Golpeé más fuerte y todavía no
había respuesta. Intenté empujar la puerta para abrirla pero se mantuvo
firme, cerrada por dentro.
—Da un paso atrás —dijo Torben de repente y suavemente me empujó
a un lado. Retrocedió, tirando su pierna con él, y luego golpeó su pie contra
la puerta poniendo toda su fuerza en la patada. La puerta se astilló a medida
que volaba hacia adentro y hubo un grito colectivo desde el interior.
—¡Cook! —grité cuando entré en la habitación oscura—. Solo soy yo,
Allete —le aseguré—. ¿Pasa algo malo?
—¿Allete? —Una voz temblorosa vino desde el fondo de la habitación,
más allá de la pequeña cocina—. ¿Eres tú, niña?
—Sí, señora. Sentí que algo andaba mal. ¿Quién está herido?
—Ven aquí rápidamente. Te necesitamos.
Seguí el sonido hasta que llegué a la parte trasera de las pequeñas
habitaciones de Cook. Estaba sentada junto a una cama que sostenía el
cuerpo de un niño pequeño. No podría tener más de doce veranos. Sus ojos
estaban vidriosos y su aliento era muy superficial. Tenía una sábana echada
hasta su pecho, pero podía ver una salpicadura roja manchando la ropa,
agrandándose mientras la miraba.
—¿Qué pasó? —pregunté, moviéndome hacia el otro lado de la cama.
Retiré la sábana y jadeé. Había una herida abierta en el lado derecho de su
pecho. Solo pude ver parte de ella a través de la rasgadura en su túnica. Miré
a Torben, que parecía listo para entrar en acción—. Necesito agua limpia y
paños secos. Necesitaré limpiarlo antes de sanarlo para que no haya una
infección después —le dije. Asintió y luego procedió a buscar las cosas que
necesitaba.
—Estaba haciendo un recado para mí —comenzó a explicar Cook—.
Estaba en los terrenos del castillo, no me preocupo por él cuando se queda en
los terrenos del castillo, con todos los guardias y demás caminando cerca.
244
Le hice un gesto con la cabeza para que continuara mientras movía
cautelosamente la túnica, intentando tener una mejor vista de la herida en su
pecho.
—Fue atacado. Dijo que era un salvaje. Un hombre grande vestido
con pieles de animales con una mirada enloquecida en sus ojos. Hablaba un
idioma extraño, y mi chico no podía entenderlo. Dijo que el hombre lo atacó
sin ninguna razón. Solo se escapó porque el hombre era lento, como si
estuviera borracho de hidromiel.
Cuando Torben regresó con la palangana y los trapos, me enjuagué las
manos en el agua.
—Deja esto y tráeme más agua limpia —ordené. Luego arranqué la
túnica del cuerpo del niño. Se encogió, pero no se movió ni hizo ningún
ruido. Esa no era una buena señal. Estaba entrando en shock—. Perdóname,
Cook, pero tus dos chicos se parecen. ¿Cuál es este? —le hice un gesto al
niño.
A pesar de la situación, Cook sonrió.
—Este es Evan —dijo con afecto. Su mano se extendió y recorrió su
frente, y pude ver el miedo en sus ojos a pesar de que lo mantuvo detrás de su
familiar voluntad de hierro.
Tomé las toallas que Torben me había traído y las apreté contra la
herida para intentar detener el flujo de sangre, empapé una de ellas con agua
limpia, la apreté contra la abertura y observé cómo la sangre y pequeñas
cantidades de residuos fluyeron hacia fuera. Cuando la herida finalmente
pareció limpia, puse mis manos sobre ella y cerré los ojos.
“Células dañadas y áspera piel,
Escuchen mis palabras, sanen desde adentro.
Arregla los nervios, músculos y tejidos.
Arréglalo todo para que quede como nuevo.
Reúne mi poder y usa lo que quieras,
No dejes que nada se escape y ninguna enfermedad mate.
Previene la infección, lava cualquier enfermedad,
Haz huir el mal y la maldad.
Sana a este niño, cura su carne y su mente,
Muéstrale que no todos los que son desconocidos son crueles.
Que no haya daño ni dolor.
245
Yo, Allete, de esta manera hablo y saco poder de mi nombre”.
Sentí la energía fluyendo de mi cuerpo hacia el de Evan. Sentí que la
sangre que fluía de su cuerpo disminuía, y la piel comenzaba a unirse de
nuevo, pero no era suficiente. Quería borrar el horror que el joven había
enfrentado. Qué aterrador debió haber sido pararse ante un extraño guerrero
que estaba empeñado en matarte. ¿Cómo se recuperaría un niño de eso sin
tener pesadillas? Odiaba por lo que había pasado. Solo podía imaginar cómo
se sentía Cook.
Una vez que terminé y estuve segura que la herida estaba
completamente curada, retrocedí y casi me derrumbé. Si Torben no hubiera
estado allí para atraparme, habría caído indignamente al suelo como una
toalla tirada.
Cook señaló una silla.
—Descansa, niña. Has hecho mucho, y estoy muy agradecida.
—¿No me tienes miedo? —le pregunté.
Sacudió su cabeza.
—¿Por qué debería temer a alguien con un corazón tan puro como el
tuyo que se entrega tan desinteresadamente a sí misma? No, no te tengo
miedo. Me siento honrada de que te tomaras tu tiempo para sanar a mi hijo,
y siempre estaré agradecida.
Torben me trajo un cuenco de agua y me permitió lavar la sangre de
mis manos y luego me entregó una toalla limpia. Después de media hora de
descanso y varias tazas de agua, finalmente sentí que tenía la fuerza para
volver a mi habitación.
—Si necesitas algo, por favor házmelo saber. Envía a tu otro hijo a mi
habitación y volveré en un instante —le dije. Quería quedarme, pero se negó
a permitir eso y Torben tampoco estaba muy entusiasmado con la idea.
Dejamos su pequeña casa. Una vez fuera, respiré profundamente el
aire fresco. Se sentía bien estar afuera, libre de paredes limitantes.
—¿Te importaría si caminamos por los jardines? —le pregunté.
—Como desees —dijo Torben y caminó a mi lado con Brant justo
detrás de nosotros.
—Ya no tienes que fingir que eres mi guardia —le dije, finalmente
teniendo el valor de decirle que sabía quién era él. 246
—Quizás no por tu bien, sino por el bien de todos los demás, tengo
que simular que pertenezco aquí —explicó.
Hicimos el resto del camino en silencio. En el jardín, encontré mi
lugar favorito para sentarme debajo de uno de los grandes árboles. El
amanecer estaba despuntando lentamente, y la luz del sol de la mañana
iluminaba el hermoso rostro de Torben. Parecía sumido en la contemplación,
y me pregunté por los pensamientos que giraban en su cabeza. No pude
sentir sus emociones como antes. Una repentina sensación de pérdida me
venció. En aquel momento no me había dado cuenta por completo, pero
tener el privilegio de sentir lo que él estaba sintiendo, sin necesidad de que
hubiese palabras pronunciadas entre nosotros, era una intimidad como
nunca había experimentado antes. Nos sentamos allí en silencio, y consideré
lo frustrante que era no poder tener acceso libre a sus emociones cuando
fuese conveniente para mí. Tenía curiosidad por saber si se preguntaba
acerca de lo que su madre me había dicho. ¿Le importaba si me aprobaba?
Me pregunté si me preguntaría si ella me había dicho cosas que tal vez él no
sabía.
Se rio entre dientes y se sentó frente a mí, apoyado en la base de una
estatua de piedra que representaba a un gran oso. Le hizo un gesto a Brant
para que vigilara y luego puso sus ojos en mí.
—Vamos, pregunta —dijo con una pequeña sonrisa—. Sé que te estás
muriendo por eso, así que mejor acabemos con esto.
—¿Preguntarte qué? —interrogué, haciéndome la tímida. Era ridículo
de mi parte, pero me avergonzaba que leyera mi rostro tan fácilmente.
—Mi madre vino a verte. Solo puedo imaginar todas las cosas
interesantes que compartió contigo. Sin mencionar, que tengo curiosidad por
cómo actuó ella. Mi madre puede tener una lengua afilada y perversa. —Se
rio.
No pude evitar reírme con él.
—Sí que la tiene —estuve de acuerdo. Hice una pausa para reunir mis
pensamientos—. ¿Cuándo te enteraste de la profecía?
—Hace unos meses —admitió sin dudarlo.
—¿Cómo te sentiste al respecto?
—Estaba sorprendido, naturalmente. Nunca hemos tenido una reina
extranjera —explicó—. Mi gente siempre ha creído que otras razas están por
debajo de ellos. Siempre hemos sido los mejores guerreros. Todavía no estoy
seguro de cómo te aceptarán.
247
—¿Todavía crees que los demás están por debajo de ti? —le pregunté.
Sacudió la cabeza.
—No después de conocerte. Vales tanto, si no más, que una nórdica
para ser mi reina.
Mis entrañas se estremecieron ante la mención de que yo era su reina.
Se sintió tan real cuando lo dijo, y tenía que admitir que me gustaba la forma
en que sonaba. Una parte de mí en realidad quería ser su reina, quería ser
suya, pero otra parte de mí temía la idea de dejar a mi familia. ¿Cómo podría
dejarlos? Pero esa era la forma de hacerlo, ¿no es así? Las niñas crecían, eran
cortejadas hasta que uno de sus pretendientes recibía la aprobación de su
padre, se casaban y abandonaban el hogar familiar para formar sus propias
familias. Tenía sentido, pero no lo hacía más fácil.
—No esperaba que me gustaras —dijo mientras su rostro se ponía
serio—. No tenía ni idea de que sería capaz de amarte.
Mi pulso se aceleró, a pesar de que había dicho las palabras antes, aún
era muy nuevo y en realidad me gustaba escucharlo decirlas. Pero luego
consideré exactamente cómo lo había redactado y no estaba segura si debía
ofenderme.
—Solo quiero decir que no sabía qué esperar. Había asumido que
todas las princesas eran unas mocosas mimadas, pero me sorprendiste.
Una sola ceja se levantó en mi frente.
—¿Mocosa?
Se encogió de hombros tímidamente.
—Debo admitir que he conocido a mi parte justa de princesas
mimadas. Aunque, no fui criada para dar lo que tenemos por sentado.
También sé que la riqueza no puede hacer la felicidad. La felicidad es algo
que elegimos, independientemente de las circunstancias en las que nos
encontremos. No puedo negar que me ha costado mucho encontrar la
felicidad en el último mes, ya que he tenido que tratar con Cathal. Al
principio, de hecho quería intentar encontrar felicidad en la situación, y
siento que he fallado en eso. Pero luego estabas tú y te convertiste en un
punto brillante en la oscuridad en la que se habían convertido mis días. No
puedo imaginar cuán peor hubiera sido esto si no hubieras estado aquí.
—Bueno, luchaste contra este punto brillante bastante duro —dijo. Su
voz estaba llena de frustración pero no de ira.
—¿Puedes culparme? —le pregunté—. No sabía cómo podríamos 248
tener una relación como princesa y guardia.
—¿Y ahora qué? —preguntó.
—Todavía no sé cómo funcionará, no porque no lo quiera, sino
porque ambos tenemos una voluntad muy fuerte. —Respiré profundamente.
—¿Pero me amas? —preguntó.
La franqueza de su pregunta me hizo detenerme. Ya le había dicho
que lo hacía. Pero entonces, así como necesitaba escuchar las palabras de él
otra vez, tal vez lo necesitaba tanto como yo.
—Lo hago —respondí con una pequeña sonrisa.
Se acercó más a mí hasta que pude sentir su cálido aliento en mi
rostro.
—No puedo alejarme de ti, Allete —dijo con voz profunda y segura—.
Ahora que te conozco y veo que eres una persona increíblemente hermosa,
por dentro y por fuera, sé que no quiero enfrentar la vida sin ti. Con o sin
obligación, soy tuyo. Quiero que te cases conmigo, tan pronto como
lleguemos a tu nuevo hogar. Quiero que te conviertas en mi esposa.
Pasó un dedo por mis labios y me encontré recostándome en su toque.
—Apenas nos conocemos.
Se rio.
—Estabas camino al altar con un hombre que nunca habías conocido,
princesa. No creo que sea un argumento justo.
Muy cierto, pensé.
—¿Cómo se sentirá tu clan acerca de que tomes una novia extranjera?
—Los que confían en mi madre no lo cuestionarán. Los leales al jarl
están a punto de desaparecer de esta vida; simplemente no lo saben todavía.
—¿Los vas a matar? —pregunté con los ojos muy abiertos.
Negó.
—No tendré que hacerlo. Si Magnus se mueve cuando pienso que lo
hará, tu padre y Cathal se encargarán de ese problema por mí. Hubo un
tiempo en que mi jarl era un gran estratega, pero su codicia y su locura lo
han vuelto descuidado e impulsivo. Va a conseguir que él y todos los que lo
siguen sean asesinados.
—¿Y vas a tomar su lugar?
249
Torben asintió.
—Eso es lo que los dioses han decidido para mí. No sé exactamente
cómo se verá o cómo cambiaré las cosas, pero creo que jugarás un papel muy
importante en eso.
—¿Yo? —pregunté a medida que me señalaba. No vi cómo podría
hacer una diferencia en la salud de su clan.
—Sí, tú. Eres fuerte y humilde. Eres inteligente e inocente al mismo
tiempo. Tienes una gran compasión y disciplina. Eres una guerrera poderosa,
Allete.
Sus palabras me hicieron sentir mucho más especial de lo que
realmente era. Quería que fueran verdad. Quería ser la mujer que veía, pero
solo me sentía como una adolescente en la cúspide de la edad adulta,
asustada de enfrentar el futuro y temerosa de la muerte.
El pequeño Evan me vino a la mente cuando pensé en la muerte y en
cómo todos la enfrentarán con el tiempo, algunos antes que otros, Evan era
muy joven y tenía toda su vida por delante. Me enojaba que hubiera alguien
por ahí que pensaba que tenía derecho a quitarle la vida a otro.
—¿Fue un vikingo el que atacó a Evan? —pregunté.
Torben asintió, y apretó los labios.
—Escuché la descripción que dio Cook. Sonó como si hubiese sido el
propio Magnus. Eso me sorprendería. No suele ser uno de los que se alejan
demasiado del campamento. Prefiere estar presente en el centro de sus
guerreros, enviando a otros a cumplir sus órdenes. Si se trataba de Magnus,
podría ser aún más impredecible.
—¿Por qué atacaría a un joven indefenso? ¿En serio es tan malvado?
—El poder le hará cosas a un hombre. Este lo cambiará de adentro
hacia afuera. Lo retuerce y hace que quien era alguna vez se vuelva
irreconocible para los que lo rodean.
Pensé en sus palabras y me di cuenta que se aplicaban a alguien más
que a Magnus. Cathal también había sido corrompido por el poder. No sabía
en qué momento de su vida había cambiado, o si simplemente había
comenzado a una temprana edad debido al ejemplo dado por sus padres,
pero era más que aparente que él vivía por el poder. Sentada allí con Torben,
hablando del futuro que podría tener, supe sin lugar a dudas que no podía
conformarme con Cathal. No habría manera de encontrar la felicidad en la
vida con él.
250
—¿En qué estás pensando? —preguntó Torben.
—Que necesito comenzar a prepararme para este temido baile.
Apretó su mandíbula y asintió.
—Y no te olvides de empacar. Después del baile, hablaremos con tu
padre y tu madre y luego seguiremos nuestro camino.
Hogar fue la palabra que quedó sin decir al final de esa oración.
Aunque nos dirigíamos de regreso a su hogar y por una buena razón, él era
lo suficientemente sensible como para comprender el dolor que sentiría al
dejar mi propia tierra.

—¿Cómo lo estás llevando? —preguntó Dayna mientras ayudaba a


atarme la parte de atrás de mi vestido. Era el vestido que Cathal me había
dado, con las modificaciones que mi madre, mis hermanas y yo habíamos
agregado. Estaba lista para que terminara la noche y ni siquiera había
empezado.
—Estoy lista para que esto comience así podemos terminar —admití.
—Hay algo más que te molesta —insistió.
Sí, lo había. Todavía tenía que contarle a Dayna todo lo que estaba
sucediendo entre Torben y yo. Necesitaba hacerlo, pero temía decirle que me
iba.
—Podrías decírmelo porque no te dejaré sola hasta que lo hagas.
—Tal vez quieras sentarte para esto —dije finalmente con un suspiro.
Se sentó en la cama y tomé el asiento frente a ella. Los pies de Dayna
colgaban de un lado y comenzó a patearlos suavemente, recordándome
cómo solía hacer eso cuando era mucho más joven y mucho más pequeña.
Los años habían pasado volando y ahora me iba de mi casa para siempre.
—Después del baile de esta noche, me iré con Torben —dije y sentí
como si el peso del mundo hubiera sido levantado de mis hombros. Todavía
había mucho que contar, pero era un comienzo y eso era lo que necesitaba.
A partir de ese momento, todo salió de mí. Hice una pausa unas cuantas
veces para responder a sus preguntas, pero Dayna escuchó en silencio
prestando mucha atención—. Eso es todo —terminé finalmente más de
media hora después.
—Bueno —dijo, enderezando su vestido mientras se levantaba de su
posición en la cama—. Supongo que será mejor que consiga que Lidia venga
251
para ayudarte a terminar de prepararte. Tengo que ir a empacar.
Mis ojos se ensancharon.
—¿Qué?
Me sonrió.
—En realidad no pensaste que te iba a dejar ir en esta gran aventura
sin mí, ¿verdad?
—¿Qué pasa con padre y madre? ¿Y tu hogar aquí?
—El reino no va a ir a ninguna parte, Allete. Siempre podremos volver
y visitarlo. Ya estaba decidida a acompañarte a Tara. Esto no será diferente.
Además, Lizzy todavía estará aquí. Para eso están los niños del medio. —Me
guiñó un ojo—. La mayor se va para cumplir con su deber a la familia, la
más joven se rebela y hace lo que quiere y la del medio toma el relevo.
—No puedes venir. —Intenté ser autoritaria en lugar de razonar con
ella. Razonar nunca había funcionado con Dayna.
Solo rio.
—Siempre encontré adorable, hermana, cuando intentas decirme qué
hacer y luego luces sorprendida cuando no obedezco.
Quería gruñirle.
—Le diré a nuestra madre que ponga a Clay como tu guardia esta
noche.
Agitó su mano como si fuera una amenaza sin sentido.
—Clay se niega a acercarse a mí. La última vez que se le ordenó
protegerme, le dije a Cook que no le gustaba su pastel de carne. No lo dejo
comer en su cocina durante un mes. Ha aprendido a no meterse conmigo. —
Llegó a la puerta, y me di cuenta que se me acababan el tiempo y las
amenazas—. Y no es solo a ti a quien debo vigilar. ¿No recuerdas lo que le
dije a Brant? ¿Cómo puedo cumplir mi amenaza si no estoy allí para ser
testigo de sus indiscreciones?
Agitó sus dedos hacia mí y cerró la puerta detrás de ella. No iba a
mentir, secretamente estaba extasiada ante la idea de tener a Dayna
conmigo, pero también me sentía egoísta. Ella no podía entender en realidad
cómo sería vivir tan lejos de nuestros padres, en una tierra extraña y
posiblemente hostil. Pero, por alguna razón, Dayna siempre había sentido
que era su deber protegerme, como si fuera la hermana mayor y yo la menor.
Lidia entró unos minutos más tarde y terminó lo que Dayna había 252
comenzado. Para cuando llegó el temido golpe a la puerta, estaba lista para
masticar cada uña que tenía y luego comenzar con los dedos de mis pies.
Cuando Lidia abrió la puerta, tuve que forzar a mis ojos a permanecer
en Cathal y no buscar a Torben. Podía sentirlo allí, tenso y listo para atacar a
cualquiera que percibiera como una amenaza, concretamente a Cathal.
—Buenas noches, novia mía —dijo Cathal con una voz profunda y
rica—. Luces… —Hizo una pausa y pude verlo asimilar las alteraciones que
hicimos. Su mandíbula se apretó, al igual que la mía para no sonreír—.
Luces impresionante —terminó finalmente.
—Gracias, mi señor —hice una reverencia, pero no devolví el
cumplido, sin importar que fuese verdad. Cathal era impresionante, pero él
ya lo sabía y no necesitaba que se lo recordara.
Cuando tomé su brazo y pasé junto a Torben, sentí que rozaba
discretamente su mano contra mi costado y me consolaba saber que él estaba
allí conmigo sin importar qué sucediera.

Mirar a mi amor caminar junto a una serpiente disfrazada como rey


era como apuñalarme en el corazón. Odiaba que Allete estuviera tan cerca de
él. Odiaba saber que tendría que mantener incluso una pequeña distancia
entre nosotros esta noche, especialmente después de las inquietantes noticias
que recibí ese mismo día.
Después de dejar a Allete en sus aposentos, Amund vino a
informarnos a Brant y a mí que Magnus haría una jugada importante esta
noche. Él y un gran grupo de sus hombres se infiltrarían en el banquete
disfrazados de guardias ingleses. No tenía idea de cómo Magnus lo llevaría a
cabo, pero entonces, parecía que los hombres locos a veces eran capaces de
cosas que los hombres normales no eran.
Cuando entramos al gran salón de baile, mis ojos comenzaron a
escanear mi entorno. Me mantuve cerca de Allete, tan cerca como Cathal me
lo permitiera sin causar una escena. Brant estaba tan alerta como yo, pero no
extrañé la forma en que sus ojos se desplazaban continuamente hacia Dayna.
Él se aseguraría de que ella estuviera a salvo y no lo criticaría en absoluto si
dejara caer su puesto de guardia para protegerla si hacía falta.
La sala estaba llena de conversaciones tranquilas y música mientras la
orquesta tocaba. Sabía que, en algún momento, presentarían formalmente a
Cathal y Allete, y me pregunté si ahí sería cuando Magnus hiciera… lo que
fuera que planeaba hacer.
Mi mano se movía continuamente para apoyarse contra la 253
empuñadura de mi espada, como si se asegurara de que el arma todavía
estaba al alcance. Preferiría llevar un hacha en mi espalda además de la
espada. Me gustaba tener dos armas, si no más, pero los guardias reales solo
portaban una espada. Por supuesto, tenía algunas dagas pequeñas escondidas
debajo de mi túnica y en la funda de la bota, pero no tenían el golpe que
tenía un hacha. Sin embargo, esgrimidos correctamente podían ser igual de
mortales.
—Ahí está —murmuró Brant en voz baja—. Donde el reloj marca el
mediodía. —Esta era su forma de comunicarme la dirección de Magnus sin
tener que apuntar ni mover la cabeza.
Mis ojos se posaron en nuestro jarl, y me sorprendió lo bien que había
logrado disfrazarse. Su uniforme de guardia estaba inmaculado, y su barba
había sido afeitada. No estaba seguro si su cabello, que usualmente estaba
muy por debajo de sus hombros, estaba cortado, o si había logrado
esconderlo debajo del casco.
De todos modos, la melena salvaje estaba oculta. Estaba mirando
alrededor de la habitación, como si simplemente estuviera buscando
disturbios, listo y dispuesto a intervenir si fuera necesario para garantizar la
seguridad de los asistentes a la fiesta.
Solo unos minutos más tarde, vi a otros escandinavos más. Todavía
era incapaz de deducir su plan. ¿Qué esperaban lograr aquí? Me devane los
sesos, esperando entender sus intenciones. Si no podía entender su próximo
movimiento, era posible que no pudiera sacar a Allete del peligro.
De repente, la música se detuvo y las trompetas comenzaron su
llamada real. Una vez que fueron silenciadas, el heraldo se adelantó a un
costado del escenario del lado de la orquesta.
—Señores y señoras, les presento al rey Albric y a la reina Alease.
El rey y la reina se adelantaron y saludaron a la multitud que aplaudía.
Entonces el rey Albric levantó sus manos y el aplauso ceso, a medida que
volvía su atención a Allete.
—Esta noche, celebramos el compromiso de mi hija mayor. Se ha
convertido en una hermosa jovencita y estamos orgullosos de ella. —Hizo un
gesto para que Allete y Cathal dieran un paso al frente—. Por favor, únanse a
nosotros mientras la felicitamos a ella y a su prometido, el rey Cathal.
La sala se convirtió en un alboroto de aplausos cuando los dos se
adelantaron. Los aplausos continuaron por varios minutos mientras la
aparentemente feliz pareja saludaba a la multitud. Finalmente, la habitación 254
comenzó a callarse, todos esperando ansiosamente un discurso del rey
Cathal y su próxima reina. De repente, escuché un tumulto seguido de un
particular silbido. Supe inmediatamente que una flecha había sido disparada.
Instintivamente, me lancé frente a Allete. Al hacerlo, vislumbré brevemente
la flecha en vuelo, zigzagueando por el aire como una sentencia de muerte,
dirigiéndose directamente hacia nosotros. Ella cayó hacia atrás pero no vi si
había sido herida. Estaba demasiado ocupado recibiendo una flecha en el
pecho.
El dolor fue inmediato. Golpeé el escenario con un ruido sordo y
aterricé sobre mi espalda. Hubo un grito agudo, y la habitación estalló en un
crisol de personas confundidas que se movían en diferentes direcciones.
Hombres y mujeres por igual gritaban y corrían hacia las salidas.
Guardias confundidos se gritaban el uno al otro, sacando las espadas de sus
fundas. Las mesas y las sillas se volcaron, derramando vino, comida y platos
en el piso.
Intenté sentarme, pero tan pronto como presioné mi brazo, colapsó
debajo de mí. De repente, como la imagen de una hermosa Valkiria, el rostro
de Allete se cernía sobre el mío.
—No te atrevas a morir —gruñó.
Sonreí.
—También es bueno verte, amor. Y sí, simplemente recibí una flecha
en mi pecho para demostrar mi amor por ti.
—Cállate —espetó—. Este no es momento para bromas, Torben.
Tengo que sacar esto y luego sanarte rápidamente.
—No —le dije, intentando alejas sus manos. Estaba demasiado débil
para detenerla. ¿Por qué me sentía tan débil?
—Estás perdiendo demasiada sangre. Creo que la punta de la flecha
está cerca del corazón —respondió. Supongo que debo haber hecho mi
pregunta en voz alta.
Me mordí el interior de la mejilla cuando agarró la flecha y la sacó,
con una fuerza que no habría adivinado que era capaz de tener. Podía oír a
Brant discutiendo con Cathal, reteniéndolo, intentando convencerlo de que
Allete era una sanadora entrenada, aunque no una sanadora de la variedad
mágica, cuya ayuda era de vital importancia en ese momento. Cathal lo
estaba maldiciendo, y le exigía que se moviera. Mi leal amigo no quería saber
nada de eso.
—No me sanes, Allete —gruñí entre dientes mientras el dolor se
irradiaba a través de mi cuerpo—. Hay algunos que no necesitan saber lo que 255
puedes… —Una mano me tapo la boca, callándome con eficacia.
Allete se inclinó hacia mí, su nariz casi tocando la mía. Necesitaba
enfocarme, pero en ese momento, todo lo que quería era que esos labios
perfectos se apretaran contra los míos, probarla una vez más.
—No voy a quedarme sentada y observarte morir solo para
mantenerme a salvo. Así que escucha, guerrero, no vas a morir porque voy a
sanarte, aquí y ahora. ¿Está claro?
—Bésame —dije, ignorando sus palabras. Aparentemente, esa no fue
la respuesta correcta.
—Estúpido, terco… —comenzó a mascullar, pero me perdí el resto
porque presionó firmemente su mano en la herida y el dolor fue insoportable.
La escuché comenzar a cantar, pero no pude entender lo que estaba
diciendo. Todo lo que podía escuchar era la sangre que corría por mis oídos a
medida que el dolor y la agonía amenazaban con robar mi conciencia.
No supe cuánto tiempo pasó antes de que el dolor comenzara a
aliviarse, y los sonidos a mi alrededor regresaron lentamente. Había gritos
haciéndose eco en todo el salón de baile. Pude ver piernas tambaleándose a
nuestro alrededor y escuché gritos acompañados por el sonido del acero
sobre el acero al chocar las espadas. Todavía estaba un poco confuso, pero
podía adivinar que mi gente había atacado a los invitados y que los guardias
del palacio estaban luchando. Quería moverme ahora para sacar a Allete de
la habitación, pero todavía no tenía fuerzas para levantarme.
Justo entonces vi el rostro de Magnus aparecer sobre el hombro de
Allete. Mis ojos se agrandaron cuando reconocí la mirada codiciosa en sus
ojos. Sabía lo que Allete estaba haciendo. Él había visto a mi madre hacerlo
muchas veces. Casi podía ver su ansia de poder como algo tangible. Sabía el
tipo de poder que Allete podía darle. No iba a dejarlo pasar.
—Allete —dije su nombre, pero ella estaba perdida en su estado de
trance. No tenía idea de que había un lobo detrás de ella, que la estaba
persiguiendo. Intenté llamar su atención nuevamente, moverme o mover
cualquier cosa para evitar que Magnus pudiera llevarla, pero nada funcionó.
Mientras estaba allí, cada célula de mi cuerpo enfocándose en volverse a unir
en respuesta a la curación de Allete, no tenía poder. No pude hacer nada
cuando Magnus envolvió su gran brazo alrededor de su cintura y tiró de ella
hacia atrás contra su cuerpo.
Los ojos de Allete se agrandaron y su boca se quedó abierta. La
conmoción la mantuvo paralizada mientras me miraba. Luego el instinto se
desencadenó. Gritó, pateó y peleó para liberarse, pero no era competencia
para la fuerza de Magnus. Su locura solo lo hacía mucho más fuerte. Dijo mi 256
nombre y fui incapaz de responder. Era como si esta vez la flecha hubiera
sido reinsertada y presionada directamente en mi corazón. Mi cerebro le
decía a mi cuerpo que se moviera, pero una sacudida y un débil gruñido fue
todo lo que salió como respuesta. Ninguna cantidad de gritos internos hacia
mis extremidades sirvió de algo.
—¡Brant! —dije con voz entrecortada cuando finalmente fui capaz de
hablar—. ¡Ve por ella!
—No puedo hacer eso, camarada —gritó en respuesta—. Morirás si te
dejo aquí.
—¡VE POR ELLA! —dije enfurecido, pero la montaña se negó a
moverse.
—No la matará, Torben, lo sabes. Ni siquiera la lastimara. Es
demasiado valiosa. Pero tú apenas estás aguantando, tonto. Ahora, actúa
como si estuvieras muerto hasta que las cosas se ordenen.
—Brant, juro por los dioses que si no… —Fue lo último que dije antes
de que todo se pusiera oscuro.

El brazo alrededor de mi cintura era como una banda de acero. No


podía moverme más de unos cuantos centímetros, sin importar lo mucho que
peleara. Miré hacia atrás a donde yacía Torben justo a tiempo para ver a
Brant golpearlo en la cabeza con la empuñadura de la espalda. Mi boca se
abrió aún más, si eso era posible.
¿Por qué atacaría Brant a su comandante? Torben estaba gravemente
lastimado. ¿Por qué…? Mis pensamientos se congelaron.
—No —susurré para mí—. Brant no traicionaría a Torben.
El gigante que me había tomado se giró hacia donde Brant estaba
parado y ordenó:
—Termina con él. —Brant estaba mirando hacia aquí. Dio un leve
asentimiento. ¿Estaba asintiendo hacia mí o hacia mi captor? ¿Qué demonios
estaba pasando?
—¡ALLETE! —El fuerte grito de Dayna llega a mí desde el otro lado
de la habitación y mis ojos se encontraron con los de ella. Estaba intentando
correr hacia mí, peleando contra el flujo de gente en pánico moviéndose
hacia la otra dirección.
Las espadas habían sido sacadas y grupos de hombres peleaban uno
contra el otro por toda la larga habitación.
257
—Magnus, ¿qué quieres que hagamos? —le preguntó un hombre alto,
vestido con el uniforme de un guardia inglés, al que me sostenía. Me di
cuenta que mi atacante era nada menos que el mismísimo jarl.
—Cambio de planes —gritó Magnus—. Reúne a los hombres y
encuéntrenme en los botes. Obtuve un premio que no esperaba. Podemos
regresar y reclamar el resto después que nos hayamos reagrupado.
El hombre asintió y se alejó rápidamente. Tan pronto como se hubo
alejado, proseguí mi pelea.
—¡Déjame ir!
—Lo siento, mascota, pero no puedo hacer eso —dijo Magnus
mientras se movía rápidamente, serpenteando los cuerpos que habían caído,
algunos todavía retorciéndose con dolor—. Eres exactamente lo que necesito.
No tenía idea de que estabas a mi alcance. Y pensar que Torben te había
mantenido toda para él.
—No entiendo; ¿por qué me necesitas? —El terror se elevaba por mi
pecho. Acababa de empezar a darme cuenta que me había atrapado durante
una curación. Me quería por mis habilidades.
—No te hagas la tonta, pequeña. Eres una sanadora. Debes saber cuán
valiosa eres.
—¿Por qué ayudaría a alguien que me secuestró?
—Harás más que ayudarme. Serás mi sanadora personal —dijo como
si fuera la mujer más privilegiada de toda la historia.
—Nunca te sanaré —le dije con desdeño.
—Lo harás. Todos tienen un punto débil, princesa Allete —me
advirtió—. Simplemente tendremos que encontrar el tuyo.
—¡Allete! —Sonó la voz de Dayna, detrás de nosotros.
—De hecho, creo que acabamos de encontrarlo —dijo a medida que
agarraba el hombro de uno de sus guerreros—. Toma a esa —dijo,
apuntando hacia mi hermana.
—¡NO! ¡Dayna, aléjate! ¡Corre! —grité tan alto como pude. Trepamos
para salir del palacio y atravesamos el patio bajo el cielo iluminado por la
luna, mis pies pateando durante todo el trayecto. No podía creer lo rápido
que el hombre podía moverse mientras mantenía el agarre de mi cintura con
un brazo. Nos estábamos acercando a una de las puertas laterales más
pequeñas que llevaban hacia el exterior de las paredes del castillo. No solo
era rápido, sino que sus pies eran sorprendentemente silenciosos a pesar de
su carga añadida. 258
Escuché una conmoción detrás de nosotros y levanté mi cabeza. Vi a
Dayna siendo cargada por encima del hombro de otro gran nórdico. Estaba
agitándose como un pescado moribundo y gritando cada obscenidad
conocida por el hombre. Y estaba orgullosa de ella. Provócale un infierno,
hermanita, pensé mientras me debatía si debería ahorrar la energía que me
quedaba. A pesar de la fuerza de Magnus, seguramente no podría correr para
siempre. Quizás, cuando finalmente nos detuviéramos, se presentaría una
oportunidad para que Dayna y yo escapáramos.
Magnus me sostenía fuertemente y apenas podía respirar. Mis costillas
se sentían como si fuera a romperse bajo la fuerza de su brazo. Pasamos las
paredes del castillo y nos dirigimos hacia los árboles. Magnus no alentó el
paso; simplemente siguió corriendo, nunca rompiendo la zancada. ¿El
hombre alguna vez se cansaba?
Me preguntaba si alguien estaba persiguiéndonos. Había habido tanta
confusión que ni siquiera sabía si alguien se había dado cuenta de lo que nos
había sucedido. Si no lo habían hecho, podría pasar un buen rato antes que
mi padre siquiera supiera que tenía que enviar a un grupo de búsqueda tras
nosotras.
El hombre que llevaba a Dayna nos había alcanzado. Ella todavía
estaba maldiciendo, aunque había dejado de retorcerse.
—Solo deja que mi hermana se vaya —le dije a Magnus finalmente—.
Haré lo que pidas. Simplemente deja que se vaya.
—Lo siento, pero no estoy inclinado a creerle a una mujer a quien
estoy en proceso de secuestrar. Tu hermana viene con nosotros.
—Te da cuenta que Torben va a patear tu trasero mordido por las
pulgas, ¿cierto? —gritó Dayna. Puse mis ojos en blanco. Ella deseaba morir.
—Torben está muerto o si no lo está lo estará pronto —dijo Magnus
sin una sola gota de duda.
Estaba equivocado. Sabría si Torben estuviera muerto. Lo sentiría.
¿Cierto? Nuestro vínculo era tan nuevo. No tenía idea de sus complejidades.
Oh dioses, ¿qué si estaba muerto y no tenía manera de saberlo? ¿Por qué en
la tierra debería tener esos pensamientos en este momento? Contrólate, Allete,
me dije internamente. Habría tiempo y lugar para el pánico y este no lo era.
—Torben no está muerto, idiota. —Se rio Dayna—. Hará falta un
hombre mejor que tú para matar a alguien como Torben.
—El arquero hizo su trabajo correctamente y mi hombre lo terminará.
Mi corazón llegó a los dedos de mis pies. Estaba hablando acerca de 259
Brant. Tenía que estar hablando acerca de Brant. Termina con él, había dicho
y Brant había asentido como respondiendo. Magnus le había dicho a Brant
que matara a Torben. Intenté absorber la información, pero simplemente no
se asentaba. No podía reconciliar al Brant que conocía haciendo algo para
traicionar a Torben.
Cuando escuché el profundo golpeteo de pasos, mis ojos se abrieron
rápidamente. Ni siquiera me había dado cuenta que los había cerrado. Bajé
la mirada y miré que Magnus estaba cruzando una plataforma. Cuando
levanté la mirada, mis ojos se ensancharon ante el enorme barco al que
estábamos abordando.
Magnus me movió y me lanzó sobre su hombro.
—Ufff —gruñí cuando mi estómago fue aplastado.
—Puede que quieras sostenerte —advirtió y luego comenzó a escalar.
Para el momento en que llegó a la cima de la escalera que estaba amarrada al
gran barco, finalmente sonaba agitado.
Me bajó y estaba mareada, viendo estrellas momentáneamente a
medida que la sangre se apresuraba a bajar desde mi cabeza. Mis ojos se
negaban a enfocar.
—Dayna —dije su nombre mientras gritaba en defensa propia y la
encontré parada junto a mí.
—Sí, estoy aquí. Simplemente intento no vomitar.
Me tambaleé sobre mis pies y comencé a darme cuenta de lo débil que
estaba.
—¿Por qué? —comencé, pero entonces me di cuenta que había
comenzado a sanar a Torben cuando Magnus me había raptado. Era por eso
que estaba débil, por la sanación.
Cuando mi visión finalmente se enfocó, no pude ver mucho. Solo unas
cuantas linternas tenues estaban encendidas en diferentes intervalos a lo largo
del barco. Pero no pasé de alto ni por un segundo que el barco se estaba
alejando cada vez más de la costa. Ya nos estábamos moviendo.
—¿Estás bien? —preguntó Dayna.
Asentí.
—Dense la vuelta —dijo un hombre mientras caminaba hacia nosotras
con cuerdas en sus manos.
—¿A dónde iríamos? —pregunté. 260
—No puedes saltar si no puedes nadar —dijo como si estuviera
hablando sobre el clima.
Ambas hicimos lo que nos ordenó. Una vez que nuestras manos
estuvieron atadas, nos movió hacia una banca.
—El jarl dijo que las dos se siente ahí y que no se muevan.
Dayna comenzó a decir algo, pero pisé su pie y rápidamente cerró su
boca.
—Si les damos una razón para pensar que vamos a huir, nos pondrán
en un lugar más seguro. De momento, aparenta que eres obediente —
expliqué.
—Torben y Brant vendrán por nosotras —dijo con un asentimiento.
Me encogí. No quería decirle que Brant podría ser la razón por la que
nunca vería de nuevo al hombre que amaba, mayormente porque no quería
creerlo.
Me giré ante el sonido de la voz de Magnus.
—Ven y ve lo que encontré, vieja bruja. —Estaba parado frente a
alguien que no podía ver—. Quiero que le enseñes todo lo que sabes.
Finalmente se hizo hacia un lado e Hilda me estaba mirando
fijamente.
—Oh, definitivamente le enseñaré todo —respondió—. No te
preocupes, jarl. Ella será la mejor, incluso mejor que yo.
Mantuve una mirada de sorpresa y desconocimiento en mi rostro,
como si nunca hubiera conocido a la mujer. Pero mi conversación con la
madre de Torben regresó a mí rápidamente, incluyendo todo lo que me había
dicho sobre utilizar mi magia para lastimar. Entendí inmediatamente. Me
enseñaría, muy bien. Me enseñaría cómo matar a Magnus utilizando la
magia que él pensaría que lo estaría sanando.
—¿Viste a Torben mientras estuviste en el castillo? —Se dirigió a él,
pero nunca quitó sus ojos de mí.
—Brevemente —respondió Magnus—. Estaba enfrascado en la
batalla. La guardia del castillo era mucho más fuerte de lo que habíamos
anticipado. No puedo garantizar que logrará regresar con vida.
Los labios de Hilda se fruncieron ligeramente.
—Todavía no desestimes a tu mejor guerrero, jarl. Sabes, tan bien
como cualquiera, que tiene una manera de sobrevivir a situaciones 261
imposibles.
Traducido por LizC

Corregido por Indiehope

“Algunos piensan que la muerte es el peor destino que puede existir para un
hombre. Piensan que la ausencia de la vida es la pérdida definitiva. No pueden
imaginar la posibilidad de algo peor. Cuando la persona que alberga la otra mitad
de tu alma te es arrebatada, la muerte es un juego de niños en comparación”.
~Torben

—Despierta.
262
La voz de Brant parecía venir desde una gran distancia, pero el
golpeteo de su mano en mi rostro dejaba en claro que estaba a mi lado.
—Eso es. Despierta, camarada. Despierta para que podamos ir a
cazar.
Ante eso mis ojos se abrieron de golpe.
—¿Cazar? —pregunté con voz ronca.
—Allete.
Su nombre apenas había salido de sus labios y todo regresó
rápidamente.
—Y Dayna —añadió, su voz cayendo una octava.
—¿Magnus también se la llevó?
Brant asintió.
Intenté sentarme.
—Con calma —dijo a medida que agarraba mi antebrazo y me
ayudaba a sentarme. Para mi sorpresa, todavía estaba en el piso del salón de
baile. La habitación estaba ahora casi vacía, con solo un puñado de guardias
del palacio que se quedaron para limpiar los cuerpos de la habitación.
—La encontraré —gritó Cathal desde detrás de Brant.
Le indiqué que se apartara. Cathal estaba parado frente a los padres
visiblemente molestos de Allete.
Su madre se cubría la boca con la mano, intentando contener los
sollozos que amenazaban con vencerla.
—Se la llevaron por tu culpa —rugió el rey Albric—. Fue la flecha que
se suponía que era para ti, por un asesino de tu propia corte, la que comenzó
todo este lío. Perdóname si no confío en ti para rescatar a nuestra hija.
—¿Qué son estas mentiras que arrojas? —gruñó Cathal.
—Mi hija no miente —dijo el rey Albric, tenía la mandíbula tan
apretada que me pregunté cómo no se había roto ninguno de sus dientes—.
¿Reconoces a ese hombre? —Señaló un cuerpo que no había notado al
principio. Había un charco de sangre debajo de él lo suficientemente grande
como para dejar en claro que el hombre no había sobrevivido a su intento de
asesinato. Lástima que no haya sido un mejor tirador.
—No tiene ninguna importancia —respondió Cathal.
—Estaba comprometido con la mujer que Cathal tomó como su
263
tercera reina —dijo Lizzy a medida que salía detrás de su madre—. Su
nombre es Luther. Vino con tu corte con la intención de matarte.
—¿Creerías la palabra de una niña sobre la de un rey? —preguntó
Cathal a Albric.
—Creería a mi hija sobre ti. —El rey Albric dio un paso más cerca de
Cathal y sus guardias se movieron con él—. Esto es obra tuya. ¿Qué clase de
hombre toma la prometida de otro? ¿No tienes honor?
—No soy un simple hombre —dijo el rey de Tara, hinchando su pecho
como un pavo real encabritado—. Soy un rey, y tendré lo que quiera. Tendré
a Allete. Es mi esposa.
—¡No! —dijo la reina Alease bruscamente—. No lo es. Es mi hija, y
ella y su hermana han sido secuestradas por un guerrero vikingo. Ellas son
nuestra responsabilidad, y las recuperaremos.
—Allete es mía. La tendré. Marquen mis palabras. Tomaré mi ejército
y la rastrearé. Cuando la encuentre, la llevaré a mi reino. Y si se interponen
en mi camino, los exterminaré. —Se volvió y les hizo un gesto a sus
hombres. Salieron a toda prisa de la habitación, y Albric no hizo nada para
detenerlo.
—Ayúdame —le dije a Brant, incapaz de permanecer en el suelo por
más tiempo.
Brant me ayudó a caminar hacia el pequeño grupo. Los ojos del rey
Albric y la reina Alease se abrieron de par en par.
—Eres su guardia —dijo la reina—. Pero tu cabello, tu rostro…
—Antes de que comience a gritar, por favor déjeme explicarle. —
Levanté las manos a modo de rendición—. Mi nombre es Torben. Soy
noruego, pero no vine aquí con la intención de dañar a sus hijas.
—¿Por qué viniste? —preguntó Albric bruscamente, entrecerrando los
ojos.
—Por una profecía dada a mi madre. Es un Oráculo. —Cuando
comenzaron a interrumpir, levanté mi mano—. Perdónenme, pero no hay
mucho tiempo. Ahora deben escuchar. Magnus, el líder de mi clan, es el
hombre que se llevó a sus hijas. Es un lunático que se niega a entrar en
razón. Nuestra gente está en peligro, amenazada de exterminio por la tiranía
de Magnus. La profecía dice que lo destruiré y me convertiré en rey, y que mi
novia gobernará a mi lado. La profecía continúa diciendo que la mujer
destinada a ser mi novia será de una tierra extranjera y que su pueblo
264
también está en peligro. El destino de ambos pueblos depende de nuestra
unión y nuestro sabio gobierno. Mi novia, la mujer profetizada para gobernar
a mi lado, es su hija, Allete. Vine a su encuentro, a pasar tiempo con ella, y
averiguar si la profecía era verdad. —Cuando ninguno de los dos habló,
continué—. Durante el mes pasado, me enamoré de su hija y ella se enamoró
de mí. Sus poderes son mucho más extraordinarios de lo que puedan
imaginar. Pero requieren que ella tenga un alma gemela; otra cuyo destino
está unido al suyo. Soy esa alma gemela, y hemos completado la ceremonia
de vinculación. Nos hemos visto obligados a actuar en secreto por Cathal.
Pero si alguien puede encontrarla, soy yo.
—¿Y qué pasa si la encuentras? —preguntó la reina.
—Magnus no la abandonará sin luchar, de eso estoy seguro. Mi madre
está dotada de poderes similares a los de Allete. Él la mantuvo cautiva toda
mi vida. Pero yo jamás podría lastimar deliberadamente a la mujer que amo.
La traeré de vuelta a ustedes.
Ambos me devolvieron la mirada fijamente, y supe que estaban
luchando contra la desconfianza que sentían por los de mi clase.
—Sé que no tienen motivos para confiar en mí. Pero escuchen esto:
cuando traiga a casa a Allete y Dayna, si ella refuta cualquier cosa que he
dicho, moriré por su mano voluntariamente. Lo juro por los dioses. —Saqué
una daga de debajo de mi túnica y la pasé por mi palma—. Por la sangre de
mis antepasados y la sangre de mis herederos futuros, les juro que no les haré
daño ni a ustedes ni a los suyos.
Albric abrió los ojos de par en par. Un juramento de sangre no era
tomado a la ligera por ninguna persona, independientemente de lo diferentes
que puedan ser.
—¿Estás lo suficientemente bien como para perseguir a sus captores?
—preguntó finalmente.
Encontré sus ojos y los sostuve. Necesitaba que entendiera cuán serias
eran las palabras que iba a decir.
—En las puertas de la muerte, o en el pico de la salud, soy capaz de
todo lo que se necesita para salvar a sus hijas. Haré que sus dos hijas
regresen, y destruiré a Magnus y Cathal. Tiene mi palabra.
—¿Cathal? —preguntó frunciendo el ceño.
—Sus acciones no han pasado desapercibidas. He estado junto a Allete
durante un mes. Lo he visto lastimar a mi compañera, mi alma gemela, mi
futura reina. Perdió su vida en el momento en que puso una mano sobre ella.
Y hay algunas cosas que no puedo perdonar. Cathal morirá, y yo seré el que 265
lo mate.
Después de varios minutos de silencio, la reina Alease se levantó y me
rodeó con sus brazos en un apretado abrazo. Reprimí un gemido de dolor.
Aparentemente, aún no había sanado completamente.
—Por favor, tráelas a casa. Podemos ocuparnos de cualquier otra cosa
cuando eso esté hecho.
Dio un paso atrás, y Albric asintió.
—Confiaré en ti. Pero si Allete dice siquiera una mala palabra en tu
contra cuando regreses, te colgaré. Y si no vuelves con ella, te cazaré yo
mismo.
—Es justo. —Hice una reverencia y luego me di la vuelta, caminando
tan rápido como podía con Brant a mi lado.
—¿Tienes un plan? —preguntó Brant.
—Por supuesto que sí.
—¿Te gustaría decirme cuál?
—Rescatar a las damiselas, matar a los villanos.
Brant maldijo.
—Esperaba algo un poco más elaborado.
—Eso es todo lo que tengo hasta ahora. Si piensas en algo mejor,
siéntete libre de compartirlo. —Cuando salimos del castillo y corrimos a la
playa, todo en lo que podía pensar era en ella. Nada más existía excepto ella.
Hasta que estuviera a salvo a mi lado, donde pertenecía, nada más
importaría. Ya no era una mujer sin rostro predicha por una profecía vaga.
Era la mujer con la que mi alma se había unido, la mujer que mi corazón
había elegido.
—Tienes esa mirada en tus ojos —dijo Brant a medida que llegábamos
a la línea de los árboles en una carrera.
—¿Cuál mirada?
—Aquella que me hace preguntarme si todavía tienes alma.
Mi mandíbula se apretó.
—Todavía tengo alma, pero ya no es mía. Es de Allete, y si la pierdo,
entonces ya no tendré alma. ¿Entiendes lo que eso significa?
—¿El infierno en la tierra?
Asentí. 266
—Exactamente, mi amigo. El infierno reinará en la tierra, y yo seré
quien abra las puertas.

Fin
267

Torben se enfrenta a una elección terrible: rescatar a la mujer que ama


de las garras de un lunático, o salvar a su gente del ataque de un invasor
extranjero implacable. Anhela salvar a Allete, sobre todo porque la Oráculo
del clan ha profetizado que ella se convertirá en su reina y ayudará a unir a
los clanes. Pero si salvar a la princesa significa abandonar su clan, la elección
sería inconcebible. Torben corre por tierra y mar directo a una colisión con
Magnus, el secuestrador de Allete y antiguo rey de Torben. Su reunión
cambiará el destino del clan Hakon; ya sea salvándolo de la destrucción o
dividiéndolo para siempre.
¿Podrá Torben rescatar a Allete antes de que las acciones de Magnus
los arruinen a todos? ¿O Cathal encontrará primero a las princesas,
esclavizándolas y usándolas para sus propios propósitos retorcidos? Las
espadas chocarán y las flechas volarán antes de que se decida finalmente el
destino de Allete y Torben.

Clan Hakon #2
Quinn Loftis es una autora premiada que vive en el hermoso 268
Arkansas Occidental con su marido, hijo, Nora el Doberman, y Phoebe la
gata (quien cree que es una ninja disfrazada). Es autora de ocho novelas,
incluyendo el best-seller de USA Today: Fate and Fury. Quinn está más allá
de agradecida por haber sido bendecida para ser capaz de escribir a tiempo
completo, y espera que los lectores sepan lo mucho que todo su apoyo
significa para ella. Algunas de sus aficiones son leer, hacer ejercicio, crochet,
y pasar tiempo con la familia y amigos. Le da todo el crédito de su éxito a
Dios, porque él le dio el espíritu creativo y la imaginación que se necesita
para escribir.

Clan Hakon:
1. The Viking’s Chosen
2. The Viking’s Captive
3. The Viking’s Consort
Moderación
LizC Naomi Mora

Traducción
âmenoire Kira.godoy Myr62
AnnaTheBrave Leidy Vasco Naomi Mora
Brisamar58 LizC Smile.8
Cat J. B Lyla Ximena Vergara
Clau-Clau Mari NC 269
Erianthe Masi

Corrección
~Ángel'Grey Indiehope Simoriah
AnnaTheBrave LizC Vickyra
Bella' Nanis
Disv Nix

Recopilación y revisión final


LizC y Nanis

Diseño
JanLove
270

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