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enero 21, 2019
La Commission Nationale de l’Informatique et des Libertés, CNIL, dijo que Google, con
sede en EE. UU., dificulta a los usuarios de Internet entender y administrar sus preferencias
personales en línea.
Google dijo que está estudiando el fallo para determinar sus próximos pasos.
"El público espera de nosotros altos estándares de transparencia y control", indicó Google.
"Estamos profundamente comprometidos a cumplir con esas expectativas y los requisitos de
consentimiento" de las nuevas regulaciones.
Esa multa se distribuyó porque la CNIL, como se llama al regulador francés, cree que Google
no es transparente en cuanto a la forma en que recopila datos sobre los usuarios y su
explicación es demasiado vaga. Google apela contra la decisión, porque no puede estar de
acuerdo con esto y cree que hace lo suficiente para ser transparente para sus clientes.
Más multas e investigaciones podrían seguir al mismo tiempo que más europeos tomen
conciencia de sus derechos digitales. Esto es lo que dijeron en una declaración conjunta el
comisario de la UE para el mundo digital, Andrus Ansip, el vicepresidente Frans
Timmermans de la Comisión Europea, la Comisionada de Justicia de la UE Vera Jourova y
la comisionada para la economía digital de la UE, Mariya Gabriel. "Lo que está en juego no
solo es proteger nuestra privacidad, sino también nuestras democracias y garantizar la
estabilidad de nuestras economías basadas en datos".
El año negro de Facebook
Las filtraciones de datos a Cambridge Analytica y las manipulaciones
informativas rusas marcan unos meses desastrosos para la red social
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Mark Zuckerberg, el pasado abril, cuando testificó en el Congreso de EE UU por el
caso de Cambridge Analytica. ANDREW HARNIK AP
JORDI PÉREZ COLOMÉ
Facebook tiene más de 2.000 millones de cuentas y es una herramienta central para la
información y las relaciones sociales. Las decisiones de sus directivos ya no son las bromas
de la residencia de estudiantes donde se creó en 2004. A finales de este año han cristalizado
dos sensaciones: no están claras las consecuencias sociales de la expansión brutal de
Facebook y la compañía parece más interesada en relativizar su impacto que en ayudar a
entenderlo. Mark Zuckerberg admitió en una reunión interna que estaban “en guerra” tras un
año negro en el que los casos de Cambridge Analytica y las interferencias rusas han sido solo
la cara más conocida de la crisis de la red social.
La percepción de Facebook ha cambiado. Desde 2017 la red se ha enfrentado al caso de
filtración de datos y ha ido admitiendo en comunicados dubitativos la actividad rusa en su
red. En marzo de 2018 la empresa fue acusada de servir de plataforma generadora de odio en
Myanmar, además de casos similares en Sri Lanka o Nigeria. Durante este año también, una
docena de ejecutivos y cargos importantes han abandonado la compañía. Su valor en Bolsa
cae desde julio, no por los escándalos, sino por no cumplir expectativas de crecimiento.
“La elección de Trump lo cambió todo”, dice el experiodista de The GuardianHarry Davies.
Lo sabe por experiencia. En diciembre de 2015, cuando nadie había oído hablar aún de algo
llamado Cambridge Analytica, Davies reveló sus trucos. Fuera del entorno más preocupado
por la privacidad, nadie le prestó atención. Facebook seguía, en la percepción colectiva,
"uniendo al mundo", como dice su misión.
Durante 2016 y 2017 más de una docena de informaciones, entre ellas alguna de The New
York Times, citaban a Cambridge Analytica como “ingrediente secreto” de la victoria de
Trump. Nunca pasó de un detalle más de la campaña. Pero el 17 de marzo de 2018 estalló
todo: la periodista Carole Cadwalladr firmó en el mismo The Guardian una pieza en la que
informaba sobre los 50 millones de perfiles de Facebook recopilados para Cambridge
Analytica. El revuelo fue mundial.
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Analytica
¿Qué había cambiado en dos años para que algo sabido desde hacía tiempo provocara tal
escándalo? “Es complejo y tiene mucho que ver con la dinámica de los medios”, dice Paul-
Olivier Dehaye, uno de los activistas que sigue la pista de Cambridge Analytica desde 2015 y
que ha declarado dos veces en el Parlamento británico, la segunda el martes pasado. “En
marzo pasaron tres cosas: una, un vídeo grabado con cámara oculta [por Channel 4] que
mostraba que Cambridge Analytica no era solo una agencia digital; dos, apareció la denuncia
de Chris Wylie, y tres, Facebook amenazó a periodistas" para evitar la publicación del
artículo.
El documental de Channel 4 revelaba que SCL, la empresa madre de Cambridge Analytica,
había trabajado en países en desarrollo con trampas como provocar a los adversariospara que
cayeran en fotos comprometidas. Wylie, un canadiense con el pelo teñido de rosa que había
dejado Cambridge Analytica en 2014, sitió "remordimientos" por la victoria de Trump y se
consideró obligado a dar la cara "por responsabilidad". El caso tenía ahora un villano,
Cambridge Analytica, y un héroe, el joven canadiense.
No fue la única mala decisión de Facebook. En esos meses contrató a una empresa de
relaciones públicas, Definers, para criticar con mensajes dudosos a competidores y activistas.
Dos nombres han destacado: Apple y George Soros, presidente de Open Society. La campaña
contra Soros es especialmente sensible porque es un objetivo habitual de antisemitas.
"Cuando a Facebook le empiezan a caer reproches, es obvio que los grupos que le critican
estarán activos", dice Jordi Vaquer, director europeo de Open Society. "Algunos de ellos han
tenido financiación de la Open Society y otros no. Pero lo que es nuevo es que Facebook
recurra a la herramienta de los autócratas: usar el argumento de que les paga un
multimillonario para hacer daño en lugar de afrontar el problema".
El algoritmo incomprensible
Facebook dice que es solo una plataforma donde los usuarios crean los contenidos. Es una de
sus grandes mentiras. Zuckerberg no es asimilable a un director de periódico, que encarga,
edita y ordena las informaciones. Pero tampoco es una ventana transparente. Facebook decide
qué vemos y en qué orden. Son dos decisiones de gran trascendencia que suele tomar un
algoritmo.
Esta red es una agencia de noticias personalizadas sin transparencia. La eficacia de sus
anuncios, la polarización de las noticias falsas o su uso para radicalizar son factores que no se
comprenden bien desde fuera. "Solo empezamos a entender la influencia de los algoritmos en
la formación de opiniones, pero aún no tenemos estudios que comparen personas que han
estado expuestas a algoritmos con otras que no", dice Chris Bail, profesor de la Universidad
de Duke.
"Las redes permiten transmitir información más radical más rápido. En el pasado, la gente
[radicalizada] tenía que suscribirse a un periódico radical o reunirse en un sótano", dice
Thomas Zeitzoff, profesor de la Universidad Americana de Washington. "Pero ahora puede
leer contenido radical en redes dirigido a quien es como ella", añade.
Según Zuckerberg, Facebook dejará de promover contenido sensacionalista: dará, siempre
presuntamente, menos carnaza. Este cambio supone un riesgo: "Si la nueva versión de los
algoritmos selecciona contenido de menor interés para los usuarios, paulatinamente irán
reduciendo su tiempo en Facebook", dice Cuevas. Quizá desde dentro han visto que es su
mejor salida.
En realidad no hay una alternativa idéntica a Facebook, pero Zuckerberg tiene razón al decir
que compite con aplicaciones que se solapan: todas quieren el tiempo y la atención del
usuario.
Facebook no quiere una regulación que limite su expansión, que le obligue a vender sus
propiedades ni que le lleve ser transparente. Pero empieza a situarse en un punto en lo que
esto no va a depender de la compañía. La peor consecuencia de esta larga crisis es la
sensación de que no son una empresa a la que se puedan confiar los datos personales de una
enorme cantidad de gente. En 2017 se contemplaban los nombres de Zuckerberg y Sandberg
como futuros miembros del Gobierno. Después de un año negro, su gestión les ha cerrado esa
opción. Facebook, de momento, resiste.