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Doctrina Homeopática de Masi


Elizalde y sus aportaciones:
Estudio redactado por: Homeópata Guido Gerardo Aguilar Barquero
«La comprensión de la propia vida es un saber inacabado como
inacabada es la vida propia: Ahora bien, si hay un yo que es el sujeto
de la vida, el conocimiento de sí viene dado, no sólo por la
experiencia de la vida, sino también por la metafísica del yo (…) La
última palabra, no la primera, de la antropología filosófica, vendrá
dada por tal metafísica.» Jacinto Choza. Manual de antropología
filosófica.

Las aportaciones de Masi Elizalde a la Homeopatía pueden resumirse


esquemáticamente así:

1- Adopción del esquema antropológico tomista como marco de


referencia para la mejor comprensión del hombre hahnemanniano
sano y enfermo. Básicamente la adopción del concepto de
«compuesto sustancial» y todo lo que ello implica.
2- Dinámica miasmática
3- Metodología para el estudio de la materia médica.
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1. EL ESQUEMA ANTROPOLÓGICO TOMISTA

A lo largo de su artículo Concepto de enfermedad y curación

[1] Masi explica y argumenta su convicción de que el esquema


antropológico que Hahnemann sustentaba era el mismo que sustenta
la filosofía escolástica, en particular Santo Tomás de Aquino.
En primer lugar, la idea de que el hombre es un compuesto
sustancial, es decir que sus principios constituyentes (alma racional
y cuerpo físico) conforman una nueva realidad (hombre) que no es el
resultado de la mera aposición, mezcla o amalgama de los anteriores.
Esta noción de compuesto sustancial es la base y fundamento
antropológico del concepto psicosomático de enfermedad y curación,
propio de la homeopatía. También que el hombre, degradado por el
Pecado Original, ha perdido su privilegiada posición edénica,
sufriendo una merma en su naturaleza. En la actual situación el
hombre sufre en la profundidad de su inconsciente el dolor de lo
perdido. (A esta profunda sensación la llama psora primaria.)
Ese dolor, dice Masi, se argumenta de manera general, como se
aprecia en las patogenesias tomadas en su conjunto o en los
síntomas de consulta tomados en su conjunto, en unos temas
fundamentales, los núcleos, que recuerdan intensamente el drama de
la Caída tal y como se relata en el Génesis:

Núcleo de la transgresión, la falta o la culpa.


Núcleo de la pérdida y el sufrimiento.
Núcleo del recuerdo y la nostalgia.
Núcleo del temor al castigo
Núcleo de la disculpa y la justificación.

Pero cuál sea la naturaleza de esa falta en un caso particular está por
determinar para cada medicamento y para cada paciente. De manera
que en cada medicamento y en cada enfermo encontraremos de
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manera más o menos evidente los citados núcleos, argumentados de


diversas maneras de acuerdo a la temática particular.

2. DINÁMICA MIASMÁTICA

El concepto de dinámica miasmática es muy sencillo: para Masi los


miasmas no son entidades independientes, sino sólo aspectos
distintos del sufrimiento, tendencias morbosas, actitudes reactivas.

La psora es la única enfermedad

Siendo sicosis y syphilis únicamente modos equivocados de defensa


ante el sufrimiento pórtico. Estas defensas que se producen en clave
de hipertrofia o de destrucción lo mismo en el plano físico que en el
psíquico. Componen, con el sufrimiento original (psora) un triángulo
dinámico cuya comprensión permite, no sólo explicar la
sintomatología conocida, sino también «predecir» actitudes que, no
apareciendo en la patogenesia (porque las patogenesias son
necesariamente limitadas), deben corresponder dinámicamente a lo
que sí aparece. Así, si en una patogenesia encontramos síntomas que
muestran un gran apego a la riqueza, al dinero, que calificamos de
“sicósica”, habremos de admitir que la psora correspondiente a esa
sicosis, será la del temor de la pobreza, y en syphilis debemos
adelantar el hallazgo de una liberalidad desordenada; todo lo cual,
naturalmente debe ser confirmado por la clínica. En los
medicamentos bien experimentados siempre se encuentran, más o
menos desarrolladas, las tres tendencias morbosas (miasmáticas), y
sin excepción se corresponden matemáticamente en sus argumentos.

3. METODOLOGÍA PARA EL ESTUDIO DE


LA MATERIA MÉDICA
a) La organización de material patogenético
El material patogenético (igual que el clínico) puede organizarse, con
vistas a su mejor comprensión, de muy diversas maneras. En primer
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lugar, tenemos el protocolo patogenético, en el que los síntomas


aparecen agrupados por experimentadores y ordenados según el
momento de su aparición. Hahnemann y sus seguidores no
conservaron las patogenesias según los protocolos originales, es
decir, los síntomas en su orden de aparición, sino que los
redistribuyeron por órganos y sistemas. Esta es ya una primera
manipulación que algunos autores han considerado como muy grave,
aunque a nosotros no nos lo parece porque creemos que tal
distribución ayuda al estudio de la materia médica, y facilita su
comparación con los síntomas de la clínica que también solemos
recoger por órganos y sistemas. También podemos reagrupar los
síntomas, dentro de cada órgano o sistema, por orden alfabético. De
ahí los repertorios. Otros autores seleccionan, entre los síntomas
patogenéticos, aquellos grupos de síntomas que recuerdan los
síndromes de la patología y tratan de establecer la semejanza entre
dichos grupos de síntomas y los mencionados síndromes.
Finalmente, algunos seleccionan, tanto en el paciente como en las
enfermedades, grupos de síntomas de acuerdo a su matiz miasmático
y establecen la semejanza entre ambos según determinadas series
numéricas. Ninguno de estos hace especulaciones metafísicas a
propósito de la esencia íntima de las enfermedades. Ninguno inventa
los síntomas de las patogenesias o del paciente. Todos dicen, y es un
hecho cierto, estar aplicando el principio de semejanza. Cada uno de
ellos ha utilizado un método para organizar los síntomas de las
patogenesias y los síntomas de la clínica de manera que puedan ser
comparados entre sí. Todos tratan de cumplir la ley.

En el método de Masi los síntomas se toman de las patogenesias, y


se comparan con los de la enfermedad, pero cuando estos síntomas
se organizan para su mejor comprensión, no se hace por orden
cronológico, ni alfabético, ni sistémico, ni sindrómico, ni por series
miasmáticas, ya que los miasmas[3] no son algo estático, sino que se
agrupan por temas.

No obstante, Masi y su metodología han sufrido permanentes ataques


que, como suele ocurrir, no se centran en los verdaderos errores que
pueda haber en sus planteamientos sino precisamente en lo
contrario, en lo que es incuestionable: se le acusa de especular en el
vacío, de ignorar los hechos, los síntomas. Pero lo cierto es que los
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síntomas, tanto patogenéticos como clínicos, están en el centro de


toda la reflexión, no hay forma de escapar de ellos (ni siquiera hacia
la clínica convencional). Constituyen el núcleo de cada fase
metodológica, se los estudia desde diferentes puntos de vista:
antropológico, simbólico, lingüístico, y es preciso volver a ellos una y
otra vez. Si miráis con detenimiento las materias médicas puras
veréis, ¡ay!, con dolor que son un verdadero galimatías, un inventario
interminable de síntomas que, salvo unos pocos, se parecen
terriblemente entre sí, de tal manera que tras varias páginas de
lectura es prácticamente imposible para una mente normal recordar
lo que ha leído. No digamos nada si nos adentramos sucesivamente
en las páginas de varios remedios distintos. Esta circunstancia
vuelve muy difícil la práctica de la homeopatía, y es lo que ha
inducido a los distintos autores a intentar reagrupar el material de las
distintas maneras que hemos visto anteriormente. Pues bien, si
seguimos mirando con atención esos listados de síntomas
patogenéticos, observaremos la recurrencia de ciertos temas, de
ciertos argumentos. No me extenderé en este punto que sólo la
experiencia mostrará al lector con toda claridad. Así pues, sabemos
que los síntomas de una patogenesia suelen mostrar una inusitada
tolerancia a ser agrupados en temas, y también sabemos que estos
temas suelen ser coherentes, guardar cierta relación entre ellos. Por
consiguiente, aquí existe ya un principio de orden que como digo no
es cronológico ni alfabético ni anatómico, sino que es temático. Así,
el primer paso en la metodología de Masi para el estudio de las
patogenesias es establecer en lo posible un orden temático. Este
orden temático no invalida los anteriores. Sólo es un nuevo modo, un
modo más de organizar los síntomas. Esto permite, como digo, un
principio de comprensión que es coherente con la condición racional
del médico y del paciente.

Vemos así que el sufrimiento humano se estructura alrededor de


determinados argumentos, que se configura argumentada mente.
Cada persona (y cada medicamento) muestra un determinado número
de temas, siempre los mismos. Esto se refleja en el refranero popular
con la frase «cada loco con su tema». Somos así y es perfectamente
razonable que esa condición de recurrencia en ciertos temas, a la que
estamos naturalmente inclinados, se refleje en la manifestación de
nuestra enfermedad.
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Este hallazgo nos permite un nuevo modo de establecer la relación de


semejanza, abriendo la posibilidad de valorar ciertas
argumentaciones existenciales características del paciente que, no
correspondiendo a un síntoma concreto de la materia médica o del
Repertorio, no nos era dado utilizar anteriormente para la
prescripción. Así, un paciente nos habla de su necesidad de bastarse
a sí mismo, de lo horrible que sería estar imposibilitado y depender
de los demás, y esto lo relaciona con cada uno de sus síntomas, con
sus deseos, con sus proyectos, y sentimos que eso es más
importante que un mero síntoma porque impregna toda la vida del
paciente. Otros insisten en temas tales como el amor, la muerte, el
dinero, el servicio a los demás, la enfermedad, la seguridad, y estos
temas cobran una importancia tal que de ninguna manera podrían ser
considerados como meros síntomas. Por lo demás, en muchas
ocasiones no hay modo de incluirlos en una repertorización al uso.
En los medicamentos encontramos los mismos temas, y en
ocasiones con la misma importancia. Esto requiere establecer, como
se ha dicho, un nuevo tipo de similitud.

b) La relación entre los temas


Los temas que hallamos en un medicamento pueden ser
aparentemente inconexos, pero un estudio más detallado suele
mostrar que están relacionados entre sí, resumiendo a menudo uno
de ellos, por así decir, la esencia del remedio.

En algún momento de todo este estudio vislumbramos un


sufrimiento nuclear que podría explicar toda la patogenesia, y que en
sí mismo es inexplicable. A este sufrimiento básico, del que toda la
enfermedad va a depender se le llama, en la metodología de Masi,
“psora primaria”.

También me excusaré de abundar en este tema dado que por otro


lado será inexcusable su demostración práctica. Y es aquí donde
empezamos a tomar contacto con la antropología tradicional, la
antropología escolástica.
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Para Santo Tomás, la naturaleza humana está mermada, caída. Esta


merma, este déficit proviene del Pecado Original, un acto en el que el
hombre, envidiando la naturaleza divina, quiso compararse a Dios,
ser como Dios. A partir de ese momento toda la estructura psíquica y
orgánica del hombre se vio comprometida, sobrevino el imperativo de
la muerte y por lo tanto el de la enfermedad.

Y ese acontecimiento radical (por más que simbólico), origen de lo


que Masi llama psora primaria se manifiesta, como corresponde a la
ortodoxia hahnemanniano, en una sensación que por lo que sabemos
se refiere básicamente a una pérdida, a una minusvalía
La sensación de no ser feliz, la sensación de no ser querido,
la sensación de no ser comprendido, la sensación de la proximidad
de la muerte, la sensación de ser injustamente tratado, etc.

Masi propone comparar la psora primaria con alguno de los aspectos


del relato del Génesis y establecer (simbólicamente) con qué aspecto
de la Divinidad se ha querido comparar ese individuo representado en
la patogenesia, o en su caso el paciente. A esto es a lo que llama
el drama metafísico. Adán quiso compararse con la totalidad de la
naturaleza divina, pero cada hombre en particular (o cada
medicamento) no tiene tanta capacidad, y se compara únicamente
con un aspecto de ésta. La confrontación entre la naturaleza divina y
la humana puede parecer un poco fantástica, pero verdaderamente
constituye, desde una perspectiva simbólica, el meollo del drama
humano. Hay que pensar en ello sin prejuicios. Más allá de esto, en
un terreno meramente práctico, la necesidad de dicha comparación
para descifrar el daño, el sufrimiento que supone el drama metafísico,
nos obliga al estudio de la teología y de la antropología. De Dios nada
sabemos, salvo que es. Lo que de Él predicamos se lo atribuimos, por
eso decimos que son atributos: atributos divinos. Del hombre
conocemos sus capacidades. Estas capacidades no siempre se
realizan, no siempre están en acto. Por eso las llamamos potencias.
Entre las potencias del hombre y los atributos de Dios no existe sólo
una diferencia de grado, sino por encima de todo una diferencia
cualitativa: en el hombre se da el movimiento, los mejores logros del
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hombre requieren una actualización de sus potencias, un cambio, un


gasto, un devenir. En Dios todo es acto, sea cual sea el atributo al
que nos refiramos está presente en grado sumo sin un antes ni un
después, no hay nada que deba ser desarrollado, perfeccionado, o
meramente realizado, en Dios no hay devenir, es acto puro. Por eso,
el intento del hombre de alcanzar por sus medios la naturaleza divina
puede considerarse una locura, una falta de previsión[4]. Y sin
embargo es eso precisamente lo que ocurre en cada momento de
nuestras vidas. Adquirir un mínimo de nociones escolásticas sobre
los atributos divinos y las potencias humanas requiere un esfuerzo.
Es esto lo que ha desanimado a muchos de los que se han interesado
por las ideas de Masi. Algunos de éstos proponen un método
abreviado, a saber, tomar los temas de la patogenesia y los temas del
paciente, y simplemente establecer la posible semejanza entre unos y
otros, con lo que obtendríamos todas las ventajas del método sin
tanto trabajo. Sin embargo, los temas tal y como los obtenemos de
las patogenesias no siempre son útiles, pueden ser equivocados, una
simple fantasía del que investiga, una mera coincidencia de algunas
palabras. Para que estos temas puedan ser utilizados como
elementos de comparación en una homeopatía tan profunda, deben
adquirir significado antropológico, deben poder integrarse dentro de
una visión del hombre en su drama. No pocas veces he visto a
principiantes (y no tan principiantes) enumerar en el estudio de una
patogenesia temas sin la menor utilidad y sin el menor sentido. Tal
vez una persona que haya profundizado algo más en la naturaleza
humana pueda, de entrada, elegir los temas adecuadamente, pero
siempre necesitará situarlos en el terreno en el cual el sufrimiento se
genera, el hombre en el mundo, para adquirir su últimos significados;
quedarse en la superficialidad del enunciado de los temas, por muy
bien elegidos que éstos resulten, comporta el mismo peligro que
quedarse en el enunciado de los síntomas, a saber que, llegado el
decisivo momento de la consulta, el paciente no nos los diga con las
palabras con que nosotros los hemos formulado, y no podamos
entenderlo.
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Una vez establecida la hipótesis de cuál puede ser el drama


metafísico que resume el sufrimiento de tal determinado remedio, nos
aguarda el trabajo de explicar, con base en esa hipótesis, todos y
cada uno de los temas y todos y cada uno de los síntomas
significativos del remedio

Para esta tarea nos ayudamos de los conocimientos a los que


podamos recurrir, especialmente la simbología, la lingüística y la
sabiduría popular, todo ello en el marco de la antropología
escolástica, naturalmente. Si la hipótesis es acertada, debe poder
explicar a plena satisfacción de cualquiera la totalidad de la
patogenesia. La experiencia demuestra que estas explicaciones
adquieren tal grado de evidencia que suele arrancar exclamaciones
de asombro y alguna que otra risa nerviosa.

Ahora tenemos unos temas, que generalmente son muy pocos, en


ocasiones sólo uno, tenemos un hipótesis sobre cuál ha podido ser el
sufrimiento básico manifestado en la patogenesia, y que es de índole
metafísica[5], y hemos podido explicar con dicha hipótesis la
totalidad de la patogenesia, dinámica miasmática incluida.

Debemos pues comprobar su utilidad clínica. Para ello será


necesario que con los síntomas del paciente realicemos un trabajo
análogo hasta que podamos descubrir en su sufrimiento un
significado central que explique todo lo demás y que sea semejante al
significado que exhibe un determinado medicamento. Generalmente
si ello es posible, también lo será establecer la semejanza de los
síntomas, y podremos hacer la prescripción con todas las garantías:
semejanza de los síntomas repertorizables, semejanza de los temas y
semejanza del drama metafísico, del núcleo de sufrimiento, de
la psora primaria. Siguiendo un caso así podremos verificar que la
curación comporta, además de la desaparición del cuadro clínico que
trajo al paciente a la consulta, la desaparición también de ese
sufrimiento radical que (como hipótesis) habíamos establecido en la
base de todo el edificio morboso
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[1] Alfonso Masi Elizalde. Concepto de enfermedad y curación. Actas


del Instituto Internacional de Altos Estudios Homeopáticos «James
Tyler Kent». Nº 1 al 7.[2] Huelga decir que, en esta imputación de la
enfermedad al Pecado Original, Masi no hace (como él mismo lo
señala) sino ponerse a la cola de una larguísima tradición religiosa,
filosófica y médica, que también han compartido explícitamente,
como no podía ser de otro modo, muchos de los grandes clásicos de
la homeopatía.

Por otra parte, desde un punto de vista puramente clínico, el


concepto de psora primaria constituye el núcleo de la comprensión
de la enfermedad psicosomática. La expresión “psora primaria” es
original de Masi y, al contrario de lo que algunos piensan, jamás fue
utilizada por Hahnemann. Denomina una profunda sensación de
sufrimiento, una angustia sin referencias, un desasosiego casi
inconsciente, que el método puede, hasta cierto punto, objetivar y
relacionarlo con el conjunto de la enfermedad, reconociéndolo como
su causa

.[3] Las relaciones del autor con el concepto hahnemanniano de


“miasma crónico” se ha deteriorado mucho en los últimos años. A
este respecto, cfr. Fundamentos de nosología homeopática. Dilema,
2004. “Los errores de Hahnemann en la teoría de los miasmas
crónicos”, pp. 237-245.[4] Al hilo del concepto de “imprevisión”
“imprudencia”, es dado recordar que un drama análogo queda
recogido en el mito de Prometeo y Epimeteo.[5] El drama metafísico
representa, en última instancia, una equivocada relación del hombre
con Dios. Hablando con propiedad, desde el punto de vista de Masi
(que es un punto de vista religioso) debería llamarse “drama
espiritual”.

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