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En respuesta al problema jurídico planteado y relativo a las inhabilidades generales en las que

pueden incurrir un servidor público, es pertinente aclarar en primera instancia que, cuando la
Constitución y la Ley, hace alusión a este tipo de restricciones o requisitos negativos, en el que
puede incurrir un funcionario al desarrollar actividades propias del Estado u obtención de un cargo
público o selección en un proceso de contratación estatal, en beneficio de un tercero o a título de
interés personal, tiene como sustento jurídicos los principios de la Administración Pública, como
quiera no se está salvaguardando la transparencia, imparcialidad, igualdad, moralidad y la
permanencia del servicio, como un deber supremo y normativo de la función pública.

En este orden de ideas, las inhabilidades en los servidores públicos, es la potestad sancionatoria
que tiene Estado, para limitar las libertades públicas y derechos, a los que en podrían creerse que
tienen los funcionarios. Sin embargo, al despojarlos estas influencias familiares y presiones
políticas o financieras, se le permite que pueda ejecutar sus funciones que dignifiquen en el poder
que se les ha otorgado, toda vez que, no lesiona los intereses y valores consagradas en la Carta
Magna.

En este sentido, en el régimen de las inhabilidades de servidores públicos asociados con la


contratación estatal, es excluyente en razón que, no todas las personas tendrán la capacidad o
aptitud para contratar con la administración o estarán automáticamente por razones de sus
circunstancias, impedidas para vincularse al servicio del Estado o celebrar contratos éste.

En segunda instancia, cabe decir que las finalidades de estas “faltas”, para los servidores investidos
del poder nominativo, son restrictivas y taxativas, en la medida que las primeras, limitan la
capacidad negocial, es decir, no tiene un carácter amplio; y las segundas, están estrechamente
ligadas a la literalidad, como quiera que no da la posibilidad de interpretar de forma extensiva o
analógica, puesto que debe ceñirse a la textualidad de la Constitución o la Ley. Significando
entonces, que el operador jurídico sólo podrá aplicarlas y darle una interpretación restringida en la
medida que estará limitado por lo que indique la norma superior (sistemática – gramatical).

En orden de atender el asunto que nos ocupa y una vez contextualizado los elementos básicos de
las inhabilidades, hemos de entrar a estudiar la Sentencia C-630 de 2012, pues como bien se
explica, uno de los problemas jurídicos yace es que para el accionante, el artículo 1 de Ley 1474 de
2011, viola el numeral 5 del artículo 122 superior, pues trasgrede la posibilidad de ser parte del
esquema estatal, en la media que se materializa la limitante de no permitir, que quienes hayan
sido condenados por delitos contra la administración pública, accedan a contratar o licitar con la
Administración. Así mismo, el tutelante, explica que el artículo 7 ibídem, desconoce groseramente
el ordenamiento constitucional, relativo al secreto profesional.

El actor demanda que sea declarada la inconstitucional del artículo 1 de la Ley 1474 de 2011, pues
a percepción del suscrito, dicha norma vulnera el precepto del numeral 5 del artículo 122 de la
Constitución Política, en razón que la disposición acusada establece la temporalidad de la
inhabilidad, al indicar que el término de la sanción para poder participar en licitaciones y/o
celebrar contratos con Entidades Estatales, será de veinte (20) años, contraría el ordenamiento
superior, por cuanto la Constitución no determino una limitación temporal, sin que signifique que
dicha restricción sea permanente, puesto que al decir que en cualquier tiempo, se traduce en una
inhabilidad intemporal.

Como segunda instancia, el accionante considera que el artículo 7 de la Ley 1474 de 2011,
vulnera la Constitución Política, toda vez que el artículo 74 superior, es inequívoco al establecer la
inviolabilidad del secreto profesional, es decir, que fundamento legal contraviene tal
interpretación, en la medida que exige a quien actúa como revisor fiscal, la obligación de
denunciar o poner en conocimiento los actos de corrupción. Pero adicionalmente, expresa el
peticionario que debe de ser imprecisa la disposición, puesto que la misma no especifica qué o
cuáles son los actos de corrupción, en la que estaría obligado a informar el profesional.

En orden de lo expuesto, la Corporación fundamenta su análisis desde una interpretación


sistemática y gramatical, como quiera que los altos operadores de justicia, efectúan una
integración normativa, para resolver el caso o problema jurídico planteado por el tutelante, en la
medida que, esgrime que la inhabilidad en la que incurren las personas que han sido condenadas
por la comisión de delitos que afectan el patrimonio público, no desconoce la intensión del
constituyente, al contrario, la Ley 1474 de 2011, que surge como una consecuencia a la necesidad
actual de introducir mecanismos y alternativas para luchar con la corrupción y subsanar aquellos
aspectos que denotan una acción contundente.

En consecuencia, el Alto Tribunal realiza una interpretación armónica e interrelacionada entre la


intensión del constituyente y el fin buscado por el legislador, pues define que las sanciones
impuestas por la administración nacional para los delitos contra el patrimonio público, tienen una
naturaleza especial, puesto que los actos u omisiones que desarrollan los servidores públicos o
particular con relación contractual conllevan al deterioro de los bienes y servicios públicos, que
están destinados para el funcionamiento del Estado, y, en consecuencia, que el incumplimiento de
deberes, extralimitación del ejercicio de sus derechos y funciones, violación del régimen de
inhabilidades, ocasionan que la Administración, no pueda llevar a cabo la función pública.

En ese sentido, si observamos el numeral quinto del artículo 122 de Constitución, encontramos
que gramaticalmente, hay tres supuestos facticos jurídicos relevantes, materia hoy de estudio. La
primera, es haber sido condenado cualquier persona natural por delito que afecte el patrimonio
del Estado. La otra, el haber dado lugar el servidor público, por conducta dolosa o gravemente
culposa, a condena judicial de reparación patrimonial contra el Estado - salvo asunción patrimonial
del valor del daño. Y, por último haber sido condenado cualquier persona natural por delitos de
pertenencia, promoción o financiación de grupos armados ilegales, delitos de lesa humanidad o
narcotráfico.

Es decir que, conforme a la inquietud jurídica planteada, sobre la constitucionalidad o no de la


intemporalidad de la sanción contra los delitos que afectan la administración pública, tenemos
que precisar que cuando la expresión “en cualquier tiempo”, en el sentido estricto y como ya lo ha
reiterado la Corte, el yerro normativo nace de la interpretación errónea que efectúa el accionante,
al limitar que la intensión del constituyente y desligar la armonía normativa, en razón que la
unificación, blindaje y protección a la moralidad pública se hace de diferentes ángulos jurídicos,
puesto que la corrupción, al ser parte dinámica estatal de acuerdo al contexto histórico
colombiano, requiere un trato especial, sin que ello signifique que la norma permita una
interpretación amplia a las inhabilidades sólo que el legislador no establece límites temporales,
por tal razón.
Adicionalmente, hay una armonía sistemática en la medida que el artículo 28 de la Carga Política,
en la medida que indica que en ningún caso podrá haber detención, prisión ni arresto por deudas,
penas y medidas de seguridad imprescriptibles, está siendo la última la más relevante toda vez
que significa que la prohibición de la imprescriptibilidad, está enfocada no sólo desde el sistema
penal, sino dinamiza la sanción, en otras ámbitos normativos, verbigracia disciplinarios, políticos y
patrimoniales.

Cuando el legislador y la Corporación hacen la interpretación sistemático y gramatical, armonizan


la literalidad con la funcionalidad constitucional, al connota que la palabra sanción, no sólo como
un tipo o clase “amonestación”, sino que tiene u significado un carácter político, disciplinario y
penal, empero es ahí lo que el accionan causa su confusión, en la medida que, las inhabilidades,
aunque tienen un carácter punible, también es la intensión del constituyente, es de no sólo darles
un trato igual al de las penas sino que sus las acciones u omisiones desplegadas afectaron al erario
público causando eventualmente la repetición de la conducta activa u omisiva de nuevo, en la
medida que quien cometió el hecho (y fuere ya sentenciado) sea designado o elegido
nuevamente, para ejercer a un cargo público de administración de bienes y servicios del Estado o
de elección popular, respectivamente.

En un sentido sistemático, podemos decir que, no es inconstitucional, toda vez que, al tener un
carácter de intemporal, las sanciones (inhabilidades), impuestas al servidor público o particular
con relación contractual con el Estado, por la comisión activa o pasiva de la conducta, tienen como
única finalidad garantizar la realización de los fines estatales y dar cumplimiento a los principios de
la administración y el aseguramiento del interés general, impidiendo que estos sujetos procesales
condenados, ejecuten conductas reiterativas y/o que ejecuten actos corrupción mediante
terceros.

Ahora bien, con respecto a la segunda norma demandada, el Alto Tribunal, hace una exégesis al
artículo, como quiera que nos indica cuales son las causales para cancelación de la tarjeta para un
profesional en contaduría, toda vez que si bien es cierto la norma constitucional reconoce el
secreto profesional también hace una salvedad y es en lo que la Corporación hace un paragón
explicando que la naturaleza o las cualidades que tiene un revisor fiscal son distintas, en la medida
que este último tiene la singularidad, que desarrollo funciones de inspección y vigilancia, por
tanto, el revisor fiscal tiene el deber jurídico de soportar dicha carga normativa, puesto que la
misma norma superior excepciona.

En un sentido armónico, la Constitución Política, puesto que sustento constitucional, establece


que la cancelación deriva por la acción u omisión de varios tipos de conductas reprochables: unas
relativas a la obtención de la inscripción, al ejercicio profesional estando suspendido y a la
reincidencia en suspensión; otras (que es el caso que nos atañe) consistentes en la comisión de
delitos contra la fe pública, la propiedad, la economía nacional o la administración de justicia, en el
ejercicio de la profesión, específicamente en el artículo 26 superior.

Igualmente, la línea jurisprudencial tomada por la Corporación, es la Sentencia C 200 de 2012, que
equilibra y responde al problema jurídico propuesto por el accionante, puesto que analiza desde la
literalidad de la norma, toda vez que al refiere al secreto profesional, debe entenderse
automáticamente, como el derecho que tienen todas las personas a no verse expuesto a la esfera
pública y reservarse para su intimidad, pero también reconoce que no es un derecho absoluto, ya
que la disposición es clara porque excepciona, es decir que hay eventos en los cuales dicha
confidencialidad podrá ser levantada.

Por último, en una forma sistemática, la norma ya ha resuelto sobre ese supuesto de hecho, en
razón que nos remite al artículo 207 del Código de Comercio, pues este establece que al ser
revisor fiscal, el garante de la legalidad, es él quien tiene la obligación legal de comprobar que
sociedades cumplan con la Constitución, la ley y sus estatutos, en pro de proteger los interés de
los socios, terceros y del Estado. En otras palabras, el problema jurídico desarrollado por el
accionante está revestido por una excepción no sólo legal sino también tiene un marco
constitucional que le permite no encontrar discrepancia con la norma superior y por lo tanto no
hay lugar a endilgar alguna trasgresión entre la Constitución y la Ley.

Concluyendo que según lo expuso por la Corporación, no hay lugar a interpretación del tutelante
toda vez que sí se mira la norma superior y la disposición legal, hay un equilibrio gramatical y
armónico legislativo, como quiera que norma nacional no menoscaba el ordenamiento
constitucional, en ningún sentido. Más aún, el legislador complementa la intensión del
constituyente.

Integrantes:
Diego Calderón
Diana Serna
Pedro David Díaz
Natalia Angulo Morales.

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