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El texto comienza con unas preguntas que orientan nuestra discusión: ¿por qué ética?, ¿qué es la
ética?, y agregaría: ¿para qué la ética? Nuestro autor expone que tanto en el ámbito intersubjetivo
como en el político estamos continuamente haciendo juicios morales, así, términos como
democracia y derechos humanos adquieren caracteres éticos, lo que lleva a la siguiente pregunta:
¿es realmente lo ético lo decisivo en la vida social o lo son más bien las relaciones de poder?, a la
que se le anticipa su respuesta y es que, si bien las relaciones de poder son decisivas, llama la
atención que éstas necesiten una “envoltura moral” para su legitimación. ¿Cuáles serán entonces
esas maneras de legitimar lo que consideramos ético? Debemos remontarnos casi históricamente
a las formas en las que se legitimaron la mayoría de las éticas anteriores, donde pareciera que sólo
se tuviera en cuenta normas que juegan un papel en la vida intersubjetiva de adultos que se
encuentran espacial y temporalmente próximos, veamos:
En el texto guía se expone que la primera forma de legitimar una postura ética fue con el empleo
de la religión, de tal manera, las cuestiones morales se aferraban a respuestas religiosas.
Claramente, hoy en día no podemos hablar de esa manera, pues aferrarse a respuestas de este
tipo sólo porque permiten soluciones fáciles sería intelectualmente deshonesto. Se señala
entonces la imposibilidad de fundamentar normas morales en la fe porque el cumplimiento de
estas es algo que le exigimos a todos, y para poder hacerlo también debemos esperar que sean
aceptadas por todos.
Existe entonces una cuestión: evaluemos ahora los juicios que normalmente realizamos; el valor
de verdad de estos puede corroborarse mediante la experiencia, sin embargo, un juicio sobre si
determinado modo de actuar es bueno o malo, y en ese sentido, permitido o prohibido, no es algo
que podamos justificar empíricamente. Sí que podemos justificar de manera empírica la
consideración (opinión) cultural o de determinada clase social sobre si una acción es mala o
repudiable, pero de ello no se sigue que la acción en sí sea mala o repudiable. En consecuencia con
lo anterior, Kant generó una respuesta a aquella cuestión alegando que los juicios que no tenían
justificación empírica serían los denominados juicios aprioris. Kant, al igual que Platón, realizan
fundamentaciones apriorísticas, donde tomaban como recurso la metafísica, lo que la convertía en
una legitimación pseudoreligiosa y que hacía que sin ella nuestros juicios morales perdieran su
sentido.
Intentando formular una alternativa a la dada por Kant, Horkheimer y Adorno formulan lo que se
denomina como “teoría crítica de la sociedad”, que se diferencia de la empírica porque pone en
cuestión la sociedad en sus aspectos normativos e interroga el trasfondo ideológico, es decir, las
condiciones socioeconómicas de los juicios morales en los miembros de la sociedad, no obstante,
ello genera una confusión conceptual en torno a dos puntos:
De tal manera, Tugendhat plantea que el punto de partida para su trabajo será la consideración
ahistórica refiriéndose a que: o bien quedamos atrapados en el relativismo de las convicciones
morales, o bien debemos buscar una comprensión no trascendente de la justificación de los juicios
morales. En lo que sigue del trabajo, Tugendhat intentará justificar los juicios morales de otra
manera a la justificación tradicionalista, esto es, a la manera en que se justificó en la ilustración
griega del siglo IV a.C. y a la de la ilustración moderna que abarca los siglos XVII y XVIII d.C. No
obstante, la consideración ahistórica contiene un dilema que surge de no justificar los juicios
morales a través del empirismo y de la alusión a la autoridad: si no se justifica desde arriba
(autoridad) o desde abajo (empirismo y teorías críticas de la sociedad), igual se debe tener una
premisa presupuesta en la que hay que creer y que señalará que el sentido de justificación, como
quiera que se emplee, no ofrece lo que se necesita; pero la idea de una justificación ya no
condicionada desde arriba, así como la idea de un deber moral con un sentido incondicionado, es
un contrasentido.
Para nuestro autor, la ética actual se encuentra en un estado peculiar que se recoge en dos
posturas:
Lo anterior lleva a dos errores en el estudio actual de la ética: el primero es suponer que existe
una justificación simple (absoluta), o bien ninguna (justificación hipotética), pues la justificación de
la moral podría ser más complicada. El segundo es que se aborda el problema moral de manera
directa, como si existiera un código moral ya asegurado, excluyendo el hecho de que hay una
variedad de principios que se solapan parcialmente, pero que, en cuanto tales, compiten entre sí.
Siendo de esta manera, ¿qué debe entenderse como moral? Justificar una concepción moral
quiere decir justificarla frente a las demás concepciones morales, así, existen dos niveles de moral
justificada
1. Nivel inferior. Se refiere al contractualismo moral y estudia no los juicios sino los motivos.
2. Nivel superior. Sigue estrechamente el concepto contractualista en cuanto al contenido,
diferenciándose de él solo en las reglas. Se obtiene un concepto moral que coincide con el
kantiano (debes respetar a todos igualmente y no instrumentalizar a nadie) que se
diferenciará en que ya no se pretende una justificación absoluta. Hay una conciencia moral
existente y lo que hace la filosofía no es más que hacer comprensible esta conciencia
moral habitual y sus presupuestos.
Las diversas concepciones morales se caracterizan por diversas concepciones del bien, lo que
permite a su vez concebir algo como bueno o malo. La pregunta por lo motivos para que algo
pertenezca (o no) a una comunidad moral se realiza antes y después, así, debemos preguntarnos
inicialmente ¿tenemos buenos motivos para pertenecer a la comunidad moral determinada
precisamente por esa concepción y su contenido? Y después, ¿tenemos buenos motivos para
obrar moralmente conforme a esta concepción? La pregunta por los motivos exige una inclusión
de la moral en la pregunta por el bienestar o “la buena vida”.