Sei sulla pagina 1di 8

La brujería y las brujas del Santo

Reino de Jaén
Manuel Fernández Espinosa

Asociación Cultural Cassia

INTRODUCCIÓN: EL MÁGICO REINO DE JAÉN.

La actual provincia de Jaén fue denominada desde los an guos empos


medievales "Santo Reino", y todavía hoy resulta frecuente que al nombre de la
provincia le anteceda esta aposición. Es común pensar que este apela vo se debe
a la señera figura de su reconquistador, el rey Fernando III de Cas lla, el Santo.
Desde su liberación del poder musulmán, la provincia de Jaén tuvo el estatus de
"reino" -según la an gua organización administra va de los territorios de la
corona española, nomenclatura administra va que estuvo vigente hasta la
división provincial de España operada por Javier de Burgos en 1833. Empero los
reinos de Córdoba y de Sevilla también fueron reconquistados por Fernando III el
Santo, y a ninguno de los dos se le adicionó el tulo de "santo" nunca.

He encontrado otra explicación para el origen de este apela vo de "Santo Reino",


aplicado a la provincia de Jaén. Esta otra explicación, desconocida hasta la fecha,
es de índole ocul sta. Y la puedo fundar en la tradición que nos proporciona el
mago decimonónico Eliphas Levi (el sedicente abate Constant que nunca fue
abate). En su libro "Dogma y ritual de la alta magia" Eliphas Levi nos cuenta que
los an guos llamaban a la magia "Sanctum Regnum" o "Regnum Dei" (o sea,
Santo Reino, Reino de Dios).

En este sen do obran muchas razones históricas que nos aclararían que el Santo
Reino de Jaén es, según los ocul stas, un territorio sagrado y mágico. Jorge Luis
Borges, en "La cámara de las estatuas", relato incluido en su "Historia Universal de
la Infamia", nos evoca uno de los mil cuentos nocturnos de Serezade. Dicho cueno
nos habla del mágico lugar donde, además de encontrarse los codiciados tesoros
de Salomón, se hallaba un conjunto estatuario que revelaba simbólicamente el
catastrófico des no del úl mo rey de los Godos, Don Rodrigo. Entre las ciudades
candidatas para ser depositarias de tesoro tan preciado figuraban -según
Serezade y su exégeta Jorge Luis Borges- Leb t, Ceuta y Jaén.

Los tradicionistas ibéricos cris anos que tocan el tema (las crónicas medievales,
Pedro del Corral -siglo XV-, o mi antepasado Pedro de Escabias en su "Repertorio
de Príncipes de España", también del siglo XV) sitúan, sin género de dudas, esa
cámara de las estatuas en la toledana Cueva de Hércules, lugar iniciá co por
excelencia. ¿Pero qué hacían esos tesoros salomónicos en Toledo?

Los godos habían ocultado en la Cueva de Hércules, de Toledo, el bo n que


habían hecho en la conquista de Roma, adonde los habían llevado las legiones de
Tito, el destructor y saqueador del Templo salomónico. Después fueron los
mismos godos los que trajeron el tesoro a Toledo, ciudad en la que asentaron la
capitalidad de la Gothia hispánica.

Ni el tesoro ni la cámara de las estatuas estaban originariamente en Jaén -tal y


como el cuento de las mil y una noches apuntaba entre otras ciudades. Estaba en
la cueva (cas llo, y, en algunas otras fuentes, palacio según varios cronistas) de
Hércules. Entonces, ¿qué ene que ver Jaén con todo esto?

El inves gador y novelista contemporáneo Juan Eslava Galán nos proporciona en


su libro "El enigma de la Mesa de Salomón" una sugerente hipótesis por la que
cabe suponer que, tras la invasión de España y conquista musulmana de Toledo,
los tesoros de Salomón fueron traídos por los mahometanos a la provincia de
Jaén, en donde los ocultaron convenientemente en algún lugar ignoto del
territorio de la actual provincia de Jaén. Al ser tesoros mágicos, no ha de
extrañarnos que el lugar fuera calificado con posterioridad como Santo Reino
(Reino mágico).

Algunas sociedades secretas (tanto masónicas como eclesiás cas) buscaron


denodadamente, según Eslava Galán, el tesoro de Salomón a través de los siglos.
La novela "La lápida templaria" que se debe muy posiblemente al mismo Juan
Eslava Galán (pero que, por razones editoriales, éste firma con el pseudónimo
Nicholas Wilcox) es un resumen fabulado sobre este episodio de la historia
secreta de la provincia de Jaén.

También es digno de señalar que en la ciudad de Martos, a unos kilómetros de la


capital del Santo Reino de Jaén, se encuentra la famosa peña de Martos, donde
desde la an güedad pagana se veneraba a Hércules. Martos tenía otra "cueva de
Hércules", tal y como Toledo.

Como podemos comprobar, con solo un vistazo, la provincia de Jaén cuenta con
muchas credenciales como para ser provincia mágica de primer rango. Entre
muchas más razones podemos destacar las recurrentes visitas de D. Enrique de
Villena (1386-1434) que fue nigromante, alquimista y Maestre de la Orden de
Calatrava, y cuya asombrosa vida y obra mereceren un capítulo aparte.

Apuntadas algunas de las bases mí cas e históricas por las cuales la provincia se
hace acreedora del tulo de Santo Reino, que repe mos, según la tradición
ocul sta equivale a la Magia, quiero ahora ocuparme, siquiera escuetamente, de
ofrecer algunas no cias sobre la brujería autóctona de Jaén en el período de la
historia moderna (siglos XVI-XVII).

LAS BRUJAS DE JAÉN.


El profesor Luis Coronas Tejada ha estudiado con rigor profesional la historia de
las intervenciones del Santo Oficio de la Inquisición en la provincia, a través del
material documen s co que ha sobrevivido, documentación a la que él ha
accedido a lo largo de dilatados años de estudio. Las conclusiones de D. Luis
Coronas Tejada se encuentran en su libro "La Inquisición en Jaén". No obstante, el
propósito del erudito catedrá co no era el de ahondar en la brujería ni en la
magia, sino el de inves gar y ofrecer una relación sobre las actuaciones de la
Inquisición española en la provincia, obje vo que logra meritoriamente. De su
libro extraemos las no cias que a seguido narraremos, pero a las que añadiremos
un sucinto comentario de nuestra propia cosecha que ilumine el lado oscuro de
algunas prác cas que aparecen consignadas en la historia de la brujería.

ISABEL DE MOYA, ADEPTA PRACTICANTE DE LA FABAMANCIA.

Siglo XVII. Su nombre es Isabel de Moya y vive con su hermana Francisca de Vera.
Eran naturales del lugar de Jamilena (un pueblecito perteneciente a la
encomienda calatrava de Martos, actualmente es el municipio de menor
territorialidad de toda España). Pero ambas hermanas residieron en la capital de
Jaén, en donde hemos de suponer que Ana de Ortega, una vecina de Jaén, les
había enseñado ciertas artes mán cas y hechiceriles.

En el año 1572, viviendo todavía en Jaén, Isabel de Moya se escapa del cas go del
brazo secular, después de incoársele un proceso por hechicería. Los cargos por
hechicería los comparte con sus vecinas Benita de Vilches y Ana Gu érrez. No
obstante, aunque quedó comprobado que las tres realizaron "ciertos hechizos" no
habían invocado para ello a los demonios. Este par cular se hace anotar, siempre
según lo que nos transmite Coronas Tejada, en la visita del inquisidor Antonio
Matos de Noroña.

En 1623 Isabel de Moya es nuevamente acusada. Esta vez el delito de la


reincidente consiste, según la acusación que se vierte contra ella, en prac car
conjuros "con habas". Parece ser que se trataba de una prác ca adivinatoria en la
que se arrojaba una docena de habas, seis con coronillas y seis descortezadas. Las
habas con coronilla semejaban hombres, mientras que las descortezadas
remedaban mujeres. Dependiendo de como cayeran, se establecía el va cinio. Si
una vez echadas las habas, las unas se acercaban a las otras eso era seña de que
había correspondencia amorosa para la parte consultante.

Esto cons tuía de suyo, tal y como cons tuye hoy en día, una prác ca ilícita según
la doctrina de la Iglesia Católica. Aunque nos pueda parecer que no pasaba de ser
una superchería, una niñería propia de personas incultas, en el fondo, de lo que
se trataba era de adivinar -y, por lo tanto, se explicitaba la voluntad de poder.
(Para conocer de primera mano, sin recurrir a los tópicos más usuales, la doctrina
católica sobre la magia y la adivinación, el lector puede consultar el Catecismo de
la Iglesia Católica, en su parágrafo 2116.)

Pero el "inofensivo juego" de Isabel de Moya tenía una parte más escabrosa. Para
que el método adivinatorio de las habas fuese efec vo, parece ser que, según los
documentos del auto inquisitorial, previamente había que ir a Misa a la hora de
elevar la Hos a Consagrada, y ante la Presencia Eucarís ca renegar, y no sólo en
el fuero interno sino en un murmullo, del Cuerpo de Cristo diciendo: "No creo en
vos, creo en las habillas" (sic). Isabel de Moya aseveraba que podía conocer los
sen mientos amorosos de sus cliéntulos, así como que con sus conjuros podía
atraer hombres a su voluntad y perjudicar a otras personas con sus maleficios.
Para su mayor desgracia, a la acusación por hechicera tampoco la venía a ayudar
mucho la vida licenciosa que llevaba, pues siendo viuda era notorio entre sus
vecinos que se hallaba amancebada con un individuo. Pero otra vez, la bruja se
escapó de milagro, pues volvió a negar que ella invocara a los demonios para
prac car sus hechicerías.

El inaudito método mán co que prac caba Isabel de Moya en la Jaén de


principios del siglo XVII, merece un comentario. No ene que asombrar a nadie el
uso mán co de las habas -a primera vista, vulgar. Muchos elementos culinarios
son usados por diversas mancias. Así, la aleuromancia (que se sirve de la harina),
la alomancia (que hace lo propio con la sal), la alphitomancia (que usa pan de
cebada), la cafeomancia (a través de los posos del café), la cromnlomancia
(sirviéndose de las cebollas), la dafnomancia (que lo hace con hojas de laurel), la
oomancia (que usa la clara del huevo), la romancia (que pretende adivinar con
trozos de queso). El mundo vegetal también está presente en otras mancias,
aunque no sea en su ver ente comes ble, como podemos constatarlo en la
sycomancia (que usa las hojas de higuera).

Tal vez sea el primero en acuñar el término de "fabamancia". Creo que es el


vocablo más ajustado según la lengua castellana para la adivinación por habas
que prac caba Isabel de Moya. La fabamancia vendría a ser una suerte de mancia
vegetal que esperaba su va cinio del resultado de las habas arrojadas.

La no cia que nos transmite el proceso inquisitorial sobre el arte mán ca que
prac caba la susodicha Isabel de Moya es interesante desde el punto de vista del
antropólogo y, qué duda cabe, también cons tuye un mo vo de reflexión para el
estudioso del esoterismo y el ocul smo.

Es archisabido el tabú que pesaba en la escuela pitagórica sobre las habas.


Diógenes Laercio en su "Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más
ilustres" nos cuenta que Pitágoras prohibía la ingesta de habas a sus discípulos.
Según Aristóteles, Pitágoras dedicó todo un libro a las habas (el in tulado "De las
habas"), y pensaba que la abs nencia de habas que preconizaba Pitágoras se
podría deber a ciertas razones que el Estagirita apunta: "...o porque semejan a las
partes pudendas, o las puertas infernales (pues carece de nudos), o porque
corrompen, o porque sirven en el gobierno oligárquico eligiendo por medio de
ellas."

Como vemos, la fabamancia se puede remontar a remotos métodos de elección


polí ca (en la oligarquía, según tes monio de Aristóteles, se empleaban habas
para la elección de los cargos). Asimismo es de subrayar que los servicios
mán cos concretos que prestaba Isabel de Moya tenían claras connotaciones
eró cas y sexuales, no sólo en los obje vos que buscaba. (Recuérdese que usaba
las habas para establecer pronós cos adivinatorios sobre la suerte amatoria del
consultante, pero además las habas también se agrupaban en dos conjuntos de
seis que se diferenciaban por la coronilla y por la falta de este apéndice: la
coronilla venía a ser el signo diferenciador con resonancias fálicas.) En la
fabamancia que prac caba Isabel de Moya es rastreable el ves gio de las arcaicas
creencias pitagóricas que, según Aristóteles, habían establecido la analogía entre
las habas y las partes pudendas relacionadas con las funciones reproduc vas de la
especie.

Es interesante también el número de habas que empleaba nuestra bruja: doce. Se


trata del Dodecanario, cuya figura geométrica es el dodecágono, muy próximo al
círculo. Además, doce son los signos zodiacales, doce son las tribus de Israel, doce
son los apóstoles de Jesucristo, doce los caballeros de la Mesa Redonda del Rey
Arturo, y, en la historia, doce son los Pares de Francia. Saint-Yves apunta también
que en los grupos humanos que se hallan situados en la vía de la tradición
simbólica, "el círculo más elevado y próximo al centro misterioso se compone de
doce miembros que representan la iniciación suprema".

Isabel de Moya tal vez ignorase todas estas precisiones y predecentes esotéricos
eruditos, pero estaba prac cando un arte adivinatorio tan an guo como los
orígenes de la filoso a europea.

LAS BRUJAS Y EL AMOR.

Las an guas brujas del Santo Reino de Jaén que conocemos gracias a lo que se
nos ha conservado sobre los procesos de la Inquisición, no parecen que tributaran
una par cular adoración a Satanás, aunque lo invocaban junto a Barrabás en
impía y blasfema promiscuidad con la invocación de la Virgen María en su
advocación de Nuestra Señora de Belén, así como con la invocación de algunos
otros santos como Santa Bárbara. De todas formas, lo que destaca de las brujas
de Jaén es su dedicación hechiceril a la resolución de conflictos amatorios.

Aunque el amor tenga mucho de "magia", al menos en el sen do más vulgar de


sus acepciones, si algo en el mundo puede entrar en conflicto con la magia es el
autén co Amor. En tanto que la magia cons tuye el intento -exitoso o no- de
forzar mediante métodos ilícitos lo que sólo cabe esperar sin el auxilio de
en dades preternaturales (ocultas fuerzas de la naturaleza como pueden ser los
elementos o estas fuerzas personalizadas en los demonios). Según su hagiogra a,
San Cipriano (antes de su conversión al cris anismo) prac caba la magia negra.
Quiso atraer a una joven cris ana con sus malas artes, pero el nigromante
Cipriano pudo comprobar que la Cruz de Cristo bajo la que se había puesto la
joven cris ana no se sujetaba a sus hechizos. Reconociendo el poder de la Cruz, el
hechicero se convir ó al cris anismo.
El Amor es la sede por antonomasia del libre albedrío: la persona que ama a otra
la ama sin que ese movimiento amoroso pueda ser forzado. Pero el lector no
ignorará la confusión que se produce entre amor y sexo. En este aspecto, desde la
más remota an güedad las brujas, confundiéndose con las alcahuetas (la obra
clásica de "La Celes na" nos ofrece un ejemplo) han ejercido un papel de
intermediarias entre personas que requieren sus malos oficios para lograr el goce
sexual con la persona deseada.

Pero también se las acusaba, a las brujas, de prac car rituales eró cos
heterodoxos y, a veces, aberrantes en lo que se llamaba "aquelarre". ¿Qué
relación puede tener la magia con el sexo? Aun a riesgo de vulgarizar cues ones
que sólo pueden ser comprendidas después de mucho estudio e incluso prác ca
(que no recomendamos por su intrínseca peligrosidad), podemos aludir a las
confesiones de un ocul sta de la talla del alemán Arnold Krumm-Heller
(1876-1946) que sobre el par cular declaró en una de sus conferencias: "...que
para mí en la vocalización, en el uso de los mantras y la oración, mediante el
despertar de las secreciones sexuales, reside el único camino de llegar a la meta y
todo lo demás, que no sea por aquí, es perder las mosamente el empo". Lo que
Arnold Krumm-Heller describía eran las fases de una operación mágica prac cada
en algunos círculos ocul stas: en primer lugar, la vocalización (evocación lo más
perfecta posible de las fuerzas ocultas) que simultáneamente ha de correr pareja
a la profunda meditación (oración), y todo ello a la vez que se es mulan las
"secreciones sexuales".

Al igual que en el ocul smo, lo que se pretendía en aquellos aquelarres de brujas,


autén cas orgías sexuales, era propiciar un estado de conciencia alterado -diría la
psicología dogmá ca-, lo que en términos ocul stas es muy parecido a lo que se
logra en ciertas prác cas hindúes, como son el tantrismo de la mano izquierda
que busca la excitación de la fuerza mágica con sede en el interior de todo
hombre y mujer, llamada por los hindúes "kundalini".

A lo largo de la historia, una de las intenciones que han movido a los magos y
magas de todas las épocas ha sido, precisamente, la de forzar de manera ilícita el
amor, en cuyos feudos radican los fueros de la libertad personal. Se trata de un
delito que no podemos calificar de otro modo que satánico. Y es que, en correcta
lógica y buena moral, nadie debe violar el fuero interno de la persona. Sin
embargo, los brujos y brujas no sólo tratarán de averiguar si el amor que
demanda su eventual clientela es correspondido o no (por artes adivinatorias),
también tratarán de "forzarlo" mediante el hechizo que a veces es llamado
"ligamento". Cornelio Agrippa de Ne esheim nos ofrece algunas pistas en su
"Filoso a Oculta".

En la tradición popular existe una palabra para una modalidad específica de


"ligamento" que, por cierto, tuvo que ser muy empleada en el territorio de la
provincia de Jaén. Nos referimos a lo que en algunos pueblos se llamaban
"aliñados". Los "aliñados" solían ser hombres que habían perdido sus facultades
voli vas, su voluntad había sido anulada, según se creía por efecto de un hechizo
llamado el "aliño". "A éste lo han aliñado..." decían y todavía dicen los viejos. Este
hechizo podía ser aplicado por la mujer que pretendiera someter la voluntad de
ese hombre. Para ello se recurría usualmente, según creencia popular, a mezclar
una porción considerable de residuos menstruales de la mujer en cues ón con
alguna bebida que se preparara para el malhadado. Si el hombre bebía aquel
nefasto bebedizo, su voluntad pasaba a estar sujeta a los dictámenes de la mujer.

La hechicera más famosa de todo el reino de Jaén en el siglo XVII no fue, ni mucho
menos, la pobre echadora de habas que ha merecido nuestro interés más arriba.
La más célebre fue, según el criterio del estudioso Coronas Tejada, Ana de Jódar,
vecina de Villanueva del Arzobispo que no dudamos que fuese una experta en
"aliños".

Acusada de "hechicera, embustera e invocadora de demonios, con los cuales


tenía pacto y los consultaba", ayudó a una vecina suya a maleficiar al esposo de
ésta. Para ello aconsejó el método hechiceril que lograse dar con el pobre esposo
desamado en la fosa. Parece ser que esos nefandos métodos brujeriles
procuraron que el pobre hombre se fuera secando poco a poco. Fue Ana de Jódar
la que también hizo los oficios hechiceriles a esta mujer liviana, a través de los
cuales pudo atraer a los hombres a voluntad, llevándolos a su lecho adulterino.

Parece ser que las malas artes de encantamiento no funcionaron con uno de los
hombres que la ardorosa cliente requería de amores. La bruja alegó que el
hombre que se le escapaba al influjo de sus métodos de brujería era sacerdote.
Las artes mágicas parecían no tener potestad sobre las órdenes sagradas que
había recibido el sacerdote. La historia de San Cipriano se volvía a repe r: la Cruz
de Cristo era invulnerable a las asechanzas mágicas.

A pesar de estos delitos, la sentencia que emi ó el Santo Oficio de la Inquisición


para Ana de Jódar no pasó de la vejación pública que de la rea se hizo,
administrándole doscientos azotes en el auto de fe que se verificó en Córdoba.
Unos cuantos la gazos más se le darían en Villanueva del Arzobispo. Y como
colofón, Ana de Jódar fue desterrada de su pueblo por seis años. Aunque supuso
un cas go severo -en cuanto a los azotes, que podemos imaginar que no se
trataron de cosquillas- es de destacar que por menos de lo que se le atribuía a
Ana de Jódar, las inquisiciones contemporáneas de cuño protestante de Europa y
América la hubieran quemado viva en la hoguera (recuérdese el famoso caso de
las brujas de Salem).

UNA BRUJA DE ALCALÁ LA REAL.

Por esos empos en que ejercían el oficio brujeril en el reino de Jaén las más
arriba mencionadas, encontramos el proceso de una mujer de Alcalá la Real. Su
nombre es María Montes, que a la sazón, cuando es incoado proceso contra ella,
contaba con más de cien años de edad. Esta longeva bruja, nos resis mos a
pensar que hiciera pacto con el diablo para llegar a tan venerable edad, fue
condenada al des erro por cuatro años. La Inquisición, haciendo alarde de mucho
sen do común y humanidad, la eximió de los azotes por la sencilla razón que
podemos suponer: a esa edad no hubiera resis do un cas go tan duro.

LA LEYENDA NEGRA DE LA INQUISICIÓN ESPAÑOLA.

En efecto, aunque todos los tribunales inquisitoriales nos aterren y merezcan


nuestra reprobación desde la mirada que nos proporciona la altura de los
empos, es de jus cia que hagamos de notar que la mala fama que sobre la
Inquisición española pesa es obra inicua de la Leyenda Negra que se ver ó sobre
la católica España. Nuestra nación fue durante mucho empo objeto de todos los
ataques de las potencias protestantes y cismá cas de Europa. Las imprentas de
Amsterdam, a sueldo del oro de Inglaterra, eran las primeras interesadas en
despres giar a España, acusando a nuestros antepasados de faná cos
oscuran stas, cosa que parecen haberse creído muchos españoles
contemporáneos desinformados.

La historia (los trabajos de D. Julio Caro Baroja, por ejemplo) demuestra que los
inquisidores españoles eran hombres formados que no carecían de cierto
escep cismo e incredulidad sobre los supuestos pactos diabólicos de las brujas,
cosa que los prevenía ante muchos casos que no pasaban de ser mera histeria
colec va o patologías psiquiátricas de sus convictos. Mientras tanto, la historia
muestra que los inquisidores protestantes eran mucho más crédulos y faná cos, y
tanto más bárbaros que sus homólogos españoles.

Los actos de barbarie que se imputarían a la Inquisición española son en buena


parte fábulas interesadas y sesgadas que, en la literatura de propaganda
protestante se llevaron hasta el delirio paroxísmico. Los ilustrados y racionalistas
hombres europeos y euroamericanos, desde Kant hasta E. A. Poe, especularían
mórbidamente sobre los autos de fe de la Inquisición española, mientras pocos
son los que hacen el ejercicio de estudiar y recordar que las inquisiciones
-protestantes- no se quedaban mancas, sino que tenían el brazo mucho más largo
y contundente. Pero, eso, será cues ón de otro ar culo.

Potrebbero piacerti anche