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LA EDUCACIÓN RELIGIOSA ESCOLAR COMO PEDAGOGÍA DEL

ENCUENTRO DESDE LA ESPIRITUALIDAD

El contenido del discurso pedagógico en las instituciones educativas conserva diversas


formas de comunicación. Y en la particularidad de la práctica es expresado en la actitud
reflexiva del docente, pues en torno a los acontecimientos escolares integra su experiencia
que a la vez es sobrepasada por la experiencia misma, en la medida en que se deja afectar.
Se entiende entonces que la experiencia pedagógica en el orden del hacer docente debe
comunicar un lenguaje renovado.

Cabe recordar que en el hoy de las instituciones educativas se percibe un nuevo horizonte
de comprensión en el que la comunicación se halla afectada. Las diversas gramáticas con
las que se refiere a menudo la práctica pedagógica queda en manos de la subjetividad y no
de la intersubjetividad como fundamento clave para la afección de un mejor aprendizaje.
Por eso, la escuela enfrenta un nuevo itinerario hacia su posible desconfiguración si no
toma en cuenta el acontecimiento escolar como una posibilidad que detalla otras maneras
de ser y que, por tanto, demanda una metanoia edificada desde otra sensibilidad
pedagógica.

Efectivamente, el referente pedagógico de la educación religiosa escolar (ERE) en las


instituciones educativas comprende diversos discursos que devienen de la experiencia de su
enseñabilidad. Algunas veces rezagada al ordenamiento que demanda la estructura
académica y otras veces sacrificada e incorpórea. En otras palabras, aunque “tener en
cuenta a la persona, hombre o mujer, y su proceso de realización o de plenitud, sea uno de
los primeros nodos de anclaje para considerar seriamente la presencia de la ER en la
escuela”1, es claro que este fundamento suele ser marginado, tematizado y simplificado.

Por esta razón, la siguiente reflexión quiere reforzar la identidad de ese lenguaje renovado
que un docente en el área de educación religiosa debe comunicar. Ante ello, porque es
importante tener presente que en la apertura de lo humano que se legitima en la dimensión
antropológica de la ERE se dialoga directamente con personas reales, que tienen historias,
culturas, estilos de vida diferentes. Y esto hace inevitable no propiciar espacios de
encuentro en donde el ser espiritual de la persona se deje interpelar, y por tanto, auto-des-
cubrirse.

Por eso, en la base de estas manifestaciones se propone la pedagogía del encuentro desde la
apertura espiritual de la persona. Una generosa y urgente motivación para hacer de la clase
1
Meza, Educación Religiosa Escolar, 15.

1
de ERE una oportunidad en donde tanto docentes como estudiantes funden la actitud de
escucha de la vida en la experiencia de todos los días. Es así como en la ERE se plantea una
salida hacia fuera, esa “salida fuera de sí” que definiría esta pedagogía y que supondría el
encuentro con la realidad del otro.

Así las cosas, el encuentro exige una responsabilidad, por tanto, ese encuentro no se vive si
antes no ha pasado por el reconocimiento. Este reconocimiento vincula a la persona con la
vulnerabilidad del otro, con su realidad entera, por eso, en esa unidad se puede sostener que
la proximidad con el otro nace desde el reconocimiento y, en vista de ello, la escuela como
lugar en donde se da el encuentro entre el profesor y el estudiante y la ERE evidencian esa
responsabilidad absoluta que visibiliza y reconoce la realidad de cada individuo.

Hay una reciprocidad en el sentido de saber que hay otro con rostro, con particularidad que
es distinto, diferente, único, que no se puede invisibilizar. Por tanto, aparece a la vista de la
proximidad con su propio rostro; ese otro también ve a un sujeto frente a él y se interroga
por él ¿quién es ese a quien puedo ver y que me mira? Sólo extrañeza, extranjería, temor,
otredad. Aparece, deviene una mirada, un reconocimiento, el deseo de la proximidad; se da
el paso, un lanzar-se al vacío, la salida de sí, el contrario a la egología; es decir, una
elección por el encuentro, la alteridad2.

LA ESCUELA: “PUERTA” DE LA PEDAGOGÍA DEL ENCUENTRO

La sociedad está siendo interpelada por los grandes cambios que el mundo manifiesta.
Cambios que cada vez más atesoran nuevas adquisiciones de poder y de consumo y nuevos
esfuerzos por abandonarse en la inmediatez del tener y retener. Estos rumbos visibles
enmarcados en la lógica del descarte son aquellos que debe impulsar la convicción de una
sociedad que escudriña su anatomía y fisionomía para permitirse entrar en su verdadero
sentido del estar siendo.

Indudablemente, la escuela como comunidad educativa también se encuentra afectada. Los


contextos hoy vislumbran características revolucionarias y atrevidas debido a la
intervención del cambio sociocultural. Por eso, ante estas operaciones que han creado
espacios sobrevalorados que inciden en la realidad educativa reclama hallarse descubierta
en el horizonte de la apertura de lo humano, pues así comprende que la radicalidad de vivir

2
Viveros Chavarría, E. F. (2014). Aproximación a la noción de encuentro en Emmanuel Lévinas. Revista
Virtual Universidad Católica del Norte, 41, 61-69. Recuperado de
http://revistavirtual.ucn.edu.co/index.php/RevistaUCN/article/view/465/987. Consultado el 13 de mayo de
2018.

2
lo humano corrompe de manera insospechada la raíz de la complejidad y heterogeneidad de
la existencia.

¿Qué tipo de “escuelas” desean las futuras generaciones?

A apropósito, el escenario social que se agita en las instituciones educativas se describe


desafiante en ésta y para futuras generaciones debido a las dinámicas que la sociedad
barrunta. La aceptación y valoración de la ERE acuclillada a las incomprensiones de la
“religiosidad” resulta indiferente ante el mensaje de las situaciones cotidianas, pues las
comunidades educativas cada vez más traducen la “experiencia religiosa” en postizas
muestras de sentido.

Estas dinámicas sitúan a la escuela en la búsqueda de otras formas de pensar, de sentir, de


hacer, de hablar, de evaluar. Es por ello que ante estos hechos sociales que a diario
fomentan otras maneras de ser, la escuela debe discernir que hace falta darle nombre a
aquello que está aconteciendo en su interior. Pues es claro que los nuevos lenguajes y
símbolos que se tejen en la sociedad de hoy no sólo interpelan las motivaciones de los
educadores y educandos, sino también conducen al cambio educativo.
Bajo este contexto, corresponde aquí hablar de las diversas expectativas que suelen sostener
los estudiantes en estos tiempos respecto a la escuela. Posibilidades que suscriben un
cambio urgente en la enseñanza. Por eso, a manera de diálogo y por escrito se realizó una
encuesta que extrajo algunas de esas expectativas correspondientes a estudiantes de grado
séptimo y octavo de un colegio de la capital del país.

Como resultado, algunos concuerdan en que la enseñanza no debería ser momentánea, es


decir, aprender para el momento, por ejemplo del examen, pues consideran que el
estudiante debe aprender para la vida, para su futuro profesional. Otros, motivan la idea de
que los modelos educativos deben servir para lograr integrar la vida cotidiana: familiar,
educativa, social y desde ello, pueda propiciar otros espacios de comprensión de la
sociedad. Es interesante extraer de sus expresiones que la escuela debe ser un lugar donde
se eduque para ser persona, que sus métodos protejan su integridad, y que valoren sus
esfuerzos.

Indudablemente, estas posibilidades insisten en recrear que el mundo ha cambiado. Que


estos tiempos necesitan ser transformados, pues la constante agitación del mundo que
acelera el paso del sin sentido por la existencia está fusionando nuevas caras del placer. Un
placer superfluo, enmascarado, comercial y con fecha de vencimiento. En el fondo, poco se
piensa si las escuelas algún día lleguen a desaparecer. Existen o están siendo creadas otras
formas de educarse. ¿Escuelas en crisis? Que aún requieren plantearse la pregunta.

3
Quizá las escuelas deban pensarse con otra sensibilidad que dialogue con la realidad
educativa, porque puede que para algunos la cuestión vaya más allá de la reflexión
pedagógica o didáctica.

Por ello, es claro que los estudiantes de hoy necesitan aún más atención, las escuelas deben
abrir los oídos y escuchar sus necesidades. Descubrirse sincera con la esencia estudiantil,
pues sólo así puede consistir su propia naturaleza. Como se contempla, lo importante es
comprender que existe ese “vacío” y que se amplía con el tiempo, pero que es remediable si
la escuela tiene en cuenta las voces de sus huéspedes.

La Escuela y la Educación Religiosa Escolar

La presencia de la ERE en la escuela tiene importantes implicaciones a la hora de entrar en


diálogo con estas posibilidades. La ERE no exige una determinada confesionalidad. La
ERE orientada hacia el cultivo de la espiritualidad de la persona vislumbra otros horizontes.
Se encamina por las sendas más profundas de lo humano, se inmiscuye en la cotidianidad
de la comunidad educativa, es decir, sale hacia fuera, y no necesariamente del salón de
clase.

Así pues, como en líneas precedentes, la pedagogía del encuentro que desde el cultivo de la
dimensión espiritual permite salir fuera de sí para encontrarse con los otros convierte a la
escuela en la “puerta” para llevar a cabo esta salida. La ERE en la escuela tiene sentido
cuando invierte su naturaleza en la pedagogía del encuentro. De esta manera, la escuela
como institución en donde se entretejen diversas estructuras antropológicas, sociológicas,
psicológicas y biológicas, se dispone como lugar propicio en donde se hospeda la
transformación del mundo.

LA ESPIRITUALIDAD: “LLAVE” DE LA PEDAGOGÍA DEL ENCUENTRO

El núcleo de la espiritualidad se asume en este punto desde la experiencia afectiva de la


persona. Sin duda alguna, “la confrontación de la racionalidad con la afectividad ha sido en
muchos ambientes de espiritualidad un tema de debate y conflicto”3. No sólo por aquello
que implica dialécticamente, sino también porque se las tiende a escindir en la realidad
humana. Pese a ello, es desde la experiencia afectiva que no excluye lo cognitivo, como en
este caso la pedagogía del encuentro puede percibir con mayor consistencia las
consecuencias: pensar, sentir y hacer humano.
3
Montero, la afectividad en la espiritualidad y en la pedagogía ignaciana, 3

4
Comprender al ser humano como ser espiritual es afirmar que todo ser humano posee una
dimensión espiritual. Y en esa apertura humana, la ERE posibilita la experiencia de la
afectividad, en la que el ser humano se deja afectar por el reconocimiento del otro. Es por
ello que se propone la espiritualidad como “llave” de la pedagogía del encuentro”.

Perspectivas de la espiritualidad en la óptica de la enseñanza

El reconocimiento de la dimensión espiritual del ser humano por parte de los científicos
avala lo que la experiencia, la historia y los expertos en espiritualidad de oriente y occidente
han venido afirmando. Mientras las ciencias vinculadas al mecanicismo newtoniano
excluían al espíritu del campo de investigación, los físicos y científicos modernos de las
nuevas ciencias lo incluyen en su estudio, investigación y visión del ser humano y del
universo4.

A primera vista se podría decir que la dimensión espiritual de la persona acarrea también,
como en otros campos disciplinarios, un entramado de significados que suelen tergiversar
aquello que se entiende por espiritualidad. Ante ello, se sugiere comprender que:

Todo ser humano, independientemente de su cultura, confesión religiosa y condición social,


por el solo hecho de su humanidad, posee la sensibilidad para identificar y seguir aquello
que esté en su esencia como ánimo, vigor, brío, espíritu, y que le invita y le llama a vivir.
En otras palabras, todo ser humano posee una vida espiritual, una espiritualidad que -dada
su condición de totalidad- no se puede separar de su corporalidad5.

Por ello, en la experiencia de la afectividad se manifiesta la necesaria responsabilidad que


tiene el ser humano de cultivar su espiritualidad. La afectividad aproxima al docente y al
estudiante, los acerca, los sorprende, los coloca en diálogo, los compromete. Por eso, es tan
importante que la ERE propicie la pedagogía del encuentro desde la espiritualidad, pues
desde ella, el ser del profesor como del estudiante no sólo revela un auténtico
reconocimiento del otro, sino también recrea relaciones fecundas y horizontales.

Por otro lado, “ejercer la docencia implica un gran respeto por la libertad del otro, no niega
en ningún momento la propia identidad y se fundamenta en la capacidad de diálogo para
alcanzar consensos y construir sentidos comunes”6. Por eso es importante que en esa

4
Montero, Relaciones entre pedagogía y espiritualidad, 6.
5
Navarro, el lugar de la espiritualidad en la acción docente del teólogo, 61.
6
Ibíd., 88.

5
apertura de lo humano que fundamenta la ERE sea radical la convicción de que en ese
reconocimiento que se tiene del otro hay conflicto.

Quien supone que el arte de educar es pacífico y bucólico se equivoca, no sabe de lo que
está hablando. Es, desde siempre, un juego conflictivo, belicoso, una lucha por el
reconocimiento, un cruce de espadas entre el maestro y los discípulos, entre el profesor y
sus alumnos, entre el viejo y el muchacho7.

La espiritualidad no huye del conflicto. La dimensión espiritual convive con la


conflictividad, pues sin ella no hay alteridad. Sin ella, el ser humano no permite el
conocimiento de sí mismo; pues “la espiritualidad se refiere a alguien que la lleva, la posee,
o la cultiva, como una forma de ser, de pensar, de mirar, de hacer, de saber, de elegir, de
amar. Es rasgo y potencial de la persona, a la vez que dinamismo y acción de vida”8. Por
tanto, es inescindible de la coexistencia.

UNA PROPUESTA DESDE LA ESPIRITUALIDAD A LA EDUCACIÓN


RELIGIOSA ESCOLAR

Ante una sociedad en constante proceso de cambio, la esperanza que guarda la ERE se halla
en una situación de encuentro. La ERE debe comunicarse desde el lenguaje de la realidad
espiritual humana, pues sólo así toma en serio el hecho de que el ser humano es un ser
histórico, impensable fuera del aquí y del ahora.

La ERE no sólo está llamada a propiciar espacios de conocimientos teóricos en torno de los
valores humanos, sino también de propiciar el desarrollo integral del ser humano, en el que
la espiritualidad sea la base para las expresiones diversas de la religiosidad. Sin duda
alguna, lo espiritual está relacionado directamente con la vida9.

Por ello, la espiritualidad es todo aquello que potencia las relaciones con los otros, el
encuentro con los otros, la salida hacia fuera. Es aproximarse, acercarse en una búsqueda
constante a la realidad incompleta del otro. Es aunar esfuerzos para pensarse desde la
experiencia de la afectividad, por tanto, desacomoda. Es una incesante deconstrucción.

Así, a partir del panorama que revela la espiritualidad como dinamizadora de la pedagogía
del encuentro en la ERE se insinúan los siguientes indicativos:

7
Skliar, El cuidado del otro, 42.
8
Navarro, El lugar de la espiritualidad en la acción docente del teólogo, 62.
9
Meza, Educación religiosa escolar, 203.

6
La espiritualidad en el reconocimiento: Tocar la realidad

Hacerse la pregunta sobre la espiritualidad va más allá de querer asumir una temática en la
ERE. Ciertamente, la pregunta por la espiritualidad abre al ser humano a una toma de
conciencia de su ser y su deseo de dar cuenta de su relacionalidad con todo lo creado. Por
eso, se ha propuesto la espiritualidad como una apertura en la que se pueda responder a la
formación integral del ser humano, capacitando la pedagogía del encuentro.

De ahí que se insinúe una espiritualidad radicalmente humana. Que sostenida en la


experiencia de la afectividad inspira una experiencia fundante en el reconocimiento del
otro. La espiritualidad exige en el reconocimiento tocar la realidad del otro, pues esta
pedagogía es siempre palpable, real, dinámica, conflictiva, trascendental y necesaria.

Es por ello que la escuela es “puerta” y la espiritualidad “llave” de la pedagogía del


encuentro. La ERE sólo es un medio para abrir esa puerta hacia otra dimensión: La
humana. Para descubrir que no es una asignatura que motiva lo humano sino que ella se
“saborea” como humana. Tiene olor y sabor a humano. Esa es la radicalidad de la ERE.

Bajo este contexto, el docente de la ERE también “toca” esa realidad compleja. “los
educadores tienen más trabajo que nunca y entre las tareas urgentes tienen la de rescatar el
poder, la belleza y la fecundidad de la dimensión espiritual de todo ser humano”10. En el
contexto educativo, la apertura del docente será eficaz en la medida en que se deja
interpelar por el acontecimiento escolar. Su diálogo constante con la realidad del otro
sucumbe en un trabajo arduo con realidades a veces inimaginables pero que entrañan
decisiones y acciones capaces de ser transformadas.

“Vivir una espiritualidad supone concebir la vida como ser integral, que es profundamente
corporal, encarnado, como hombre o como mujer”11. Es recuperar la apertura del encuentro
en el tocar la realidad del otro que interpela la identidad propia.

La espiritualidad en el diálogo: Escuchar la realidad

10
Montero, Relaciones entre pedagogía y espiritualidad, 8.
11
Navarro, El lugar de la espiritualidad en la acción docente del teólogo, 62.

7
En efecto, la espiritualidad es partidaria de la unidad en la diversidad cultural. La
espiritualidad sabe de cultura, se deja afectar por la cultura. Desde esta realidad y en esa
realidad la espiritualidad permite el diálogo con el otro desde el discernimiento de la propia
realidad. Es decir, que la dimensión espiritual abre el corazón y la mente para escuchar la
realidad. Dispone al ser humano a la escucha atenta de sus semejantes.

Así pues, si la ERE integra la especificidad humana, entonces, radicaliza su estatuto


pedagógico en la escucha del otro con la cual puede garantizar la opción fundamental por el
ser humano. Y éste, con sus modos de comprender el mundo. Por una parte, propone el
diálogo con sus consecuencias radicales, por otra parte, propicia la escucha. No asume una
única perspectiva de ser, se capacita para escuchar otros estilos de vida, aquellos que
actualmente emergen con sus propios lenguajes y símbolos.

En efecto, las posibilidades de “ser” que las relaciones con los otros seres vivos dan al ser
humano revelan la paradoja de que cada individuo es en relación con los demás. Relaciones
que constituyen consecuencias radicales del modo de comprender y estar en el mundo. Ante
todo, porque es importante recalcar que la espiritualidad como dimensión humana, como
aquello que hace humano a lo humano, tiene su radicalidad en el estar en diálogo con
aquello que quiere acontecer y mover las fisuras humanas.

Por tanto, el aporte de la espiritualidad convoca a la ERE a navegar por el océano de la


diversidad, en el que se encuentran los diversos discursos que disponen la escucha atenta de
los huéspedes de la escuela.

La espiritualidad en el compromiso: Contemplar la realidad

La ERE entra en el acontecer histórico de la realidad humana. En otras palabras, entra en el


misterio de la humanidad: reconociendo rostros y relatos. Por eso, en esta responsabilidad
histórica que nace de la sensibilidad pasa por la vulnerabilidad del otro. Esto sucede,
porque el ser humano es también el otro de los demás. Y en esa reciprocidad de
reconocimiento se siente llamado a contemplar la realidad del otro.

Desde esta perspectiva, en la escuela se puede comprender que la reciprocidad que hay
entre el profesor y el estudiante se construye en el ejercicio de una mutua contemplación.
Esta apertura los conduce a buscar alternativas de transformación que empieza con el
reconocimiento. Por eso, es importante recalcar que el compromiso con la realización y
humanización de la humanidad es una exigencia que trae consigo estar siempre atento a los
acontecimientos. Son estos acontecimientos con los cuales la ERE se comprende
interlocutora.

8
Como nadie ignora, una problemática que mayormente tienen las escuelas son los sistemas
escolares violentos que encierra el conocimiento y aleja al estudiante de sus entornos
vitales. Es decir, le fragmenta la oportunidad de vincular su conocimiento con las
experiencias que le propicia la realidad que le circunda. Indudablemente, el niño y el
adolescente siempre están tejiendo su propia realidad mediado por el aprendizaje. De ahí
que se proponga una pedagogía que legitime la salida hacia fuera, en donde la escuela
permita agenciar las capacidades del individuo, y en esa emancipación de las prácticas de
sí, el niño y el adolescente puedan desde su historia ser conscientes de la transformación de
la realidad. Esto representa un desafío para los modelos de escuela. Pero no por ello,
insoslayable e irreparable.

La espiritualidad en el camino: Reconstruir la realidad

Las narrativas que se revelan en el salón de clase y fuera de él son las que constantemente
están interpelando la orientación de la Educación Religiosa. Y frente a estas narrativas la
dimensión espiritual tiene mucho que aportar. En estos contextos en el que se integran
realidades humanas e inhumanas la espiritualidad utiliza su “llave” para abrir la “puerta” de
la reconstrucción. Compréndase esta reconstrucción como la reconstrucción de la
responsabilidad histórica.

En esta apertura, las relaciones de alteridad que propicia la pedagogía del encuentro no
buscan “normalizar” o simplemente “erradicar” estas narraciones. Todo lo contrario, dan la
posibilidad de comprender que erradicar por completo una situación en la vida es
inimaginable. Y que por tanto, se debe rehacer desde aquello que queda. Por eso, desde la
espiritualidad la ERE posibilita entrar en la óptica de la reconstrucción.

Si la ERE se convierte en ese espacio en donde se cultiva la espiritualidad para reconstruir


la historia mientras va de camino, entonces “sale fuera de sí” para encontrarse con los
acontecimientos reales. Así, se puede concluir que aunque “en el mundo del “aquí y ahora”
el mañana haya quedado borrado, se haya vuelto algo difuso, inenarrable; y al suceder eso
tampoco cobre importancia el otro, ni sus necesidades, su fragilidad, su demanda, para
convertirse, apenas, en un objeto usable y descartable”12, la espiritualidad siempre tendrá en
la afección de los hechos sociales una “salida” esperanzadora.

12
Skliar, El cuidado del otro, 76.

9
En realidad, el arte de la ERE cada vez más se despliega en el deseo de una pedagogía del
encuentro. Y en esta insinuación de posibilidades la espiritualidad representa para la
experiencia educativa un nuevo cantar, un nuevo comienzo, una nueva salida hacia fuera.

Bibliografía consultada

-Carlos Skliar. Equipo multimedia de apoyo a la formación inicial y continua de docentes.


El cuidado del otro.

-Montero Tirado, Jesús, Relaciones entre pedagogía y espiritualidad,

-Montero Tirado, Jesús, la afectividad en la espiritualidad y en la pedagogía ignaciana, julio


de 2002.

-Navarro, Rosana, el lugar de la espiritualidad en la acción docente del teólogo, Pontificia


universidad javeriana, Bogotá, 2008.

-Rueda Meza, José Luis, Educación religiosa escolar: naturaleza, fundamentos y


perspectivas, San Pablo, Bogotá, 2011.

- Viveros Chavarría, E. F. (2014). Aproximación a la noción de encuentro en Emmanuel


Lévinas. Revista Virtual Universidad Católica del Norte, 41, 61-69. Recuperado de
http://revistavirtual.ucn.edu.co/index.php/RevistaUCN/article/view/465/987. Consultado el
13 de mayo de 2018.

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