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¿Por qué ser maestro?

La clase de filosofía había terminado y tomando mis cosas del escritorio me dispuse a
salir a mi descanso habitual en la sala de profesores. Quizás el día hubiese
transcurrido con normalidad de no ser por uno de mis estudiantes quien de forma
afable me abordó para conversar sobre algunos temas triviales de la vida. El diálogo
no duró más de 10 minutos, pero bastará decir que al terminar el descanso, dicha
pregunta sería el motivo principal para escribir estas líneas.
Licenciado ¿vale la pena ser profesor? A simple vista parece una de las tantas
preguntas a las que nos vemos sometidos los docentes, pero esta vez era diferente, el
muchacho era de último grado y estaba decidiendo su futuro profesional, su duda se
centraba entre estudiar derecho o inclinarse por una licenciatura en ciencias sociales;
lo cual implicaba que mi respuesta tendría influencia en su decisión final. Por tanto, en
esta reflexión buscaré dar respuesta a aquellos muchachos que se encuentran en la
disyuntiva de elegir la mejor carrera profesional para su futuro. Pero esta tarea se
hace un poco difícil si primero no intento aclarar ciertos términos relacionados con la
pregunta del estudiante y para ello seguiré ciertas pautas.
En un primer momento analizaré las definiciones referentes a “maestro, docente,
profesor y licenciado” para tener una idea más clara de lo que implica ser educador,
esto me permitirá llegar a un segundo punto donde señalaré las ventajas y obstáculos
del modelo educativo en Colombia y en un tercer y último momento podré dejar mi
conclusión respecto a la pregunta formulada por el alumno planteada al comienzo.
Debo acentuar que sólo busco orientar a aquellos estudiantes que pretenden
comenzar una carrera universitaria inclinándose por la educación y que mis
comentarios están basados en la experiencia que tengo en más de 17 años de
desempeño laboral como docente de secundaria en instituciones privadas, tal vez no
caiga bien a algunos, a otros quizás sí, pero de lo que pueden estar seguros es que
seré lo más lacónico posible y que mi testimonio sólo es el reflejo de la vida cotidiana
de un docente, no hay ningún tipo de exageraciones en lo que describiré y mis
aseveraciones están enmarcadas simplemente en el contexto de la vivencia escolar.
Al final el lector puede formar su propia opinión y tomar la decisión que más le
convenga a nivel laboral.
Comenzaré entonces con la tarea que me he propuesto y que me conduce
rápidamente por las palabras más usadas en los planteles educativos “profesor,
maestro, docente y licenciado” esta última no muy frecuentada pero de gran
importancia a nivel profesional como ya podrán observar más adelante.
Cuando comencé mi práctica docente la primera palabra que les escuché a los
alumnos para dirigirse a mí fue la de “profe” que generalmente denota confianza para
referirse al “profesor”, cuyo origen lo encontramos en el latín y que significa declarar
en público y que es aquello que se realiza comúnmente en una clase. Nuestros
siguientes términos, también proceden del latín como es el caso de docente que
proviene del verbo “docere” cuyo significado no es otro que el de enseñar y que
también lo vemos en un salón de clase al abordar un tema de una área específica del
conocimiento. Nuestra tercer palabra Maestro la encontramos relacionada con
“magíster” cuya traducción sería como el “más experimentado, el más importante”
que si se tomase literalmente nos haría ruborizar a todos aquellos que nos
dedicamos a la labor de enseñar, una ironía de la vida como podrán constatar ustedes
al final con dicha afirmación.
Nuestra última palabra no podía ser ajena al latín “licenciado” del verbo “licentiare” que
traduce como dar libertad, dar permiso, otorgar una facultad que en la actualidad cobra
vigencia pues sin una licenciatura o sin un título universitario no se puede tener el
derecho de enseñar porque así está estipulado en el marco legal de la educación
colombiana. Ahora bien, nos encontramos entonces con otro interrogante ¿Qué es la
educación? Si observamos esta palabra que como las anteriores tiene su origen en el
latín “educere” y que se puede traducir como guiar, conducir, sacar; se puede concluir
que educador será aquel que guie, acompañe, enseñe por medio del diálogo, de
departir y declarar en público aquello que se sabe, todo el conocimiento que se posee,
para que cada quien saque lo mejor de sí mismo en lo cognitivo y emocional y que
deje como resultado un ser humano intelectualmente bien preparado pero además
con principios y valores, es decir un ser humano integral.
A simple vista se podría decir que la profesión de educador es la labor más bonita y
loable, ya que al trabajar con seres humanos nos ocupamos directamente de la
semilla que hará germinar una nueva sociedad. ¿Acaso se podría decir que hay otra
profesión que se ufane de formar al directo responsable de la evolución del mundo,
de su supuesto desarrollo y progreso?
En nuestras manos están los futuros médicos, ingenieros, físicos, astrónomos,
poetas, músicos, somos los artesanos del hombre y somos nosotros los educadores
aquellos que los sumergimos en el camino de la ciencia, del arte, de la ética. Tenemos
ante nosotros una responsabilidad que no es poca cosa, pues de nuestras manos así
como puede surgir un gran genio de la ciencia o del arte también se corre el riesgo de
ver aparecer grandes monstruos como lo ha corroborado la historia universal, porque
también ellos fueron guiados por otros hombres que los potenciaron en un
determinado saber.
En este panorama no todo es color rosa, ya que lo que debía ser una ocupación de
orgullo se ha ido transformando en una labor incierta en cuanto a las oportunidades de
empleo y por ende a contar con una estabilidad económica para todos aquellos que
como yo cursaron y aprobaron una licenciatura en educación, bien sea de una
universidad pública o privada, veamos la razón.
El 19 de junio de 2002 con el decreto 1278 se expide el estatuto de
profesionalización docente que retomando las palabras de nuestro nobel Gabriel
García Márquez en una de sus más famosas novelas, estamos asistiendo a la
“crónica de una muerte anunciada” ¿pero a la muerte de quién? Por supuesto a la
muerte de las licenciaturas en Colombia. ¿Por qué? Veamos el artículo 3 de dicho
decreto: “Profesionales de la Educación. Son profesionales de la educación las
personas que poseen título profesional de licenciado en educación expedido por una
institución de educación superior; los profesionales con título diferente, legalmente
habilitados para ejercer la función docente de acuerdo con lo dispuesto en este
decreto; y los normalistas superiores”. En otras palabras el licenciado en educación
tendrá que competir por un puesto oficial o privado con cualquier profesional que haya
obtenido su tarjeta profesional, obviamente después de haber acreditado un curso en
pedagogía como señala el decreto en el capítulo 2, articulo 12 parágrafo 1 "Los
profesionales con título diferente al de licenciado en educación, deben acreditar, al
término del período de prueba, que cursan o han terminado un postgrado en
educación, o que han realizado un programa de pedagogía bajo la responsabilidad de
una institución de educación superior, de acuerdo con la reglamentación que al
respecto expida el Gobierno Nacional”.
Es contradictorio que una tarjeta profesional sea de mayor valía que una licenciatura,
si el periodo de estudio es por lo general el mismo, pero el problema parece empeorar
pues a lo largo de mi experiencia aprendí que al obtener el título de licenciado
pasamos a engrosar la lista de trabajadores de instituciones educativas privadas y es
allí donde se pone a prueba nuestra verdadera “vocación” como educadores.
Menciono esto pues al terminar mis estudios superiores me encontré con ofertas
laborales que en algunos casos no cumplían con el salario mínimo de la época y en
otros casos había que sacar del propio bolsillo para cubrir el servicio de pensión y
salud, sin mencionar la competencia con los nuevos profesionales de la educación
(abogados, médicos, ingenieros, comunicadores, periodistas etc...)
Esta es la triste realidad de los “educadores” y de una actividad que en Colombia
agoniza lentamente ante las críticas de unos y de otros, ante el desinterés del pueblo y
de muchos padres de los estudiantes que ajenos a la problemática social de un país
sumergido entre la corrupción, la violencia, la ignorancia y el sesgo mediático lo que
menos les ha de preocupar serán los libros y la formación del niño con valores y
principios, que lo lleven a ser un hombre íntegro.
A esta situación se debe agregar las constantes falacias que el Estado predica en
cuanto al principio de oportunidades y desempeño laboral con la profesionalización
docente, pues lo único que logra es la mediocridad de las diferentes carreras. Es
ilógico pensar que un ingeniero, un químico o un abogado entre muchos otros
pretendan quedarse en la educación con esos salarios irrisorios y peor aun cuando
tienen la posibilidad de presentarse a diversas convocatorias estatales donde pueden
aspirar a cargos para los cuales se prepararon verdaderamente y que superan por
mucho la estabilidad económica y laboral de un educador.
No puede escapar tampoco a estas desventajas las mentiras que todavía mantienen
las universidades públicas y privadas que aun cuentas con programas para la
formación de docentes y cuyo título que se otorga al egresado es el de “Licenciado” y
que curiosamente en el perfil profesional que promueven en sus anuncios, versan
casi en todas las instituciones sobre lo mismo, por no decir que son iguales y que se
puede resumir en las siguientes frases “los egresados podrán desempeñarse como
docentes con capacidad de participar, planear, diseñar, impulsar y desempeñarse en
muchas cosas” lo que si callan y omiten es que esas mismas cosas también las
pueden hacer los demás egresados de cualquier otra facultad.
Estos establecimientos de educación superior deberían ser más honestos con sus
aspirantes y mostrarles la realidad como futuros docentes y quizás dentro de sus
programas el estudiante encaminado por el sendero de la educación, cuando lea el
anuncio se encontraría aparte de la misión y la visión muy utópicas por demás, con un
perfil del egresado que lo invitaría a reflexionar sobre su vocación, dicho perfil tal vez
pudiese quedar así: “los egresados con licenciatura en cualquier área de educación
estarán en capacidad de participar en cualquier convocatoria del Estado con todos los
demás profesionales de otras carreras que no son licenciados, ni normalitas en
educación, planear como obtener una especialización o maestría pagándola con
dinero de su propio bolsillo y con salarios bajos ya que el subsidio para los profesores
que no trabajan con el sector oficial son muy escasos por no decir que nulos, diseñar
estrategias para sobrevivir sus primeros años o el tiempo que este demande en
colegios privados donde el contrato por lo general es de 10 meses y dependiendo del
colegio, sin llegar al salario mínimo mensual vigente. Además si no le renuevan el
contrato estará en capacidad de investigar como sobrevivir durante el tiempo que
esté desempleado y peor aún si se tiene más de 35 años, impulsar a los docentes del
sector privado a luchar por las mismas causas y mostrar que no es con marchas ni
paros como se cambia la situación del país como es la creencia popular entre
docentes y estudiantes, sino desde el campo político desde donde se debe luchar por
rescatar la dignidad de la profesión y adherir en un solo conjunto a toda la
comunidad educativa para que busquen los mismos objetivos respecto a la calidad y
se lleven a cabo las metas propuestas y finalmente el egresado con título de
“Licenciado” podrá desempeñarse en muchas cosas y oficios diferentes pues si lo
hace sólo como maestro tendrá que contar con tanta suerte como para ganarse la
lotería, porque en verdad se necesita fortuna para que usted futuro egresado de la
educación se vincule con el estado, o en un buen colegio particular y con un salario
decente iniciando la carrera porque allí es donde comenzará su verdadera formación y
quedará demostrada su verdadera vocación”
Por supuesto, si un aspirante a “licenciado” recibiera estas noticias en el programa de
licenciatura, de cualquier universidad se enfrentaría a la pregunta de si vale la pena
ser docente y la universidad a la inquietud de cuantos aspirantes seguirían la carrera
educativa o quien sabe pues en un país tan discordante, con ese panorama tan
agreste pudiese suceder que el número de matriculados aumentara. Lo único que
se puede advertir es que ante tantas vicisitudes los establecimientos de educación
superior deben replantear sus programas, pues de lo contrario quedaría en evidencia
su afán clientelista ofreciendo carreras con títulos sin ningún tipo de futuro ante tanta
desventaja que se ve notoriamente con los profesionales de otras áreas del
conocimiento.
Los debates en torno al decreto 1278 pululan por todos lados, casi siempre
enmarcados en polémicas legalistas que cuestionan el factor económico, e intelectual
de los docentes, la evaluación, la privatización de la educación, el estatuto y el
escalafón docente, por todas las cosas habidas y por haber y en las que no hay
ningún tipo de acuerdo. Y está bien que se presenten estas disyuntivas pero también
nos deberíamos preguntar dónde queda nuestra preparación como “pedagogos” y
como se relaciona con nuestra “vocación” de ser docentes. Es obvio que algo anda
mal en nuestro sistema educativo, la situación del país es el reflejo de décadas de
ignorancia pero también es evidente que se han superado muchos problemas de
conocimiento, ahora muchos de nuestros dirigentes poseen títulos universitarios,
maestrías, doctorados de universidades muy acreditadas y sin embargo los grandes
escándalos de corrupción, delincuencia e impunidad dejan entrever que el problema
no es de formación académica, el conflicto más grave al que se enfrenta el pueblo
colombiano recae en principios éticos y morales. Como creer en un cambio en la
educación si a diario nuestros representantes envían un mensaje devastador a la
juventud “ser malo vale la pena” para que estudiar, para que la disciplina si con una
acción que vaya en detrimento de los ciudadanos puedes asegurar tu bienestar
económico de por vida y lo que es peor aún, muchos de estos personajes son los que
buscan cambiar el modelo educativo. ¿Qué paradoja, verdad?
En medio de esta batalla ideológica lo más importante ha quedado escondido debajo
de las ruinas de esta guerra de intereses “los niños” y como la mayoría ya sabemos de
ahí deriva la palabra pedagogía “paidos” cuyo significado etimológico hace referencia
a los niños que eran conducidos a la escuela. Es decir, que antes de cualquier
premisa lo primero que debería responder el Estado es: ¿Qué clase de niños y
docentes quiere formar? Cuando pueda resolver estos interrogantes tal vez tenga la
habilidad para cambiar el modelo educativo que hoy es confuso desalentador para
toda la comunidad educativa.
Quizás me equivoque pero no creo que un profesional diferente a un licenciado o un
normalista se haya preparado para formar niños, hago esta afirmación pues en mi
trayectoria como docente he conocido compañeros que teniendo su tarjeta profesional
como ingenieros, abogados, comunicadores entre otros, simplemente encontraron en
la educación un oficio donde escampar mientras conseguían algo mucho mejor en su
propio campo sin importarles que en cada estudiante dejaban una huella para bien o
para mal.
Pero entonces ¿ser maestro no vale la pena? Cualquier persona ante este paisaje
aciago diría a mi alumno un rotundo “No vale la pena”. Desde luego que vale la pena y
no importa si eres licenciado o profesional de otra área, lo que importa es que ames
relacionarte con ese joven que estas moldeando, los maestros hemos aprendido a vivir
con lo necesario, no necesitamos el salario de un congresista de 35´000.000 de pesos
al mes para vivir bien y mejor que no ganemos esa cantidad porque tal vez tendríamos
el corazón dañado como muchos de nuestro políticos.
La gran mayoría de docentes somos de origen humilde y nos sentimos orgullosos de
serlo, tenemos la valentía de vivir a diario con la desintegración del núcleo familiar y
luchar contra ese flagelo, tenemos la fortaleza para mantenernos en pie a pesar de las
críticas y burlas a las que estamos sometidos y sin embargo al pasar el tiempo,
cuando se te acerca alguien que fue tu estudiante y te reconoce después de algunos
años y te dice ¡GRACIAS PROFESOR! te das cuenta que todo tu esfuerzo tiene
sentido, que quizás no obtengas riquezas y que por el contrario lo más valioso que
poseías, lo que era tu tesoro más preciado lo fuiste entregando a cada alumno que
compartió contigo y que por medio de una clase, un saludo, un consejo, una pequeña
charla fueron arrancando un pedacito de tu ser y ellos también dejaron una marca en
ti. Al final comprendes que el ser “maestro, docente, profesor o licenciado” no te lo
ganas con un título universitario, ni por el dinero que te paguen sino por el respeto y
cariño que te muestran tus exalumnos al sacar lo mejor de ellos y verlos realizados
como buenos profesionales, buenos padres y por encima de cualquier cosa como
buenos seres humanos, de pronto no todos sigan los buenos principios éticos y
morales ligados a la formación académica pero con uno solo que salga adelante, es
cuando dices ¡VALE LA PENA SER MAESTRO!
Carlos J Venegas

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