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Una charla con Delfín Prats equivale a entrever las piezas sueltas de un puzle
colosal, que en este caso denominaremos “poesía”. Nominado por segundo año
consecutivo al Premio Nacional de Literatura, el autor accede a descorrernos sus
cortinajes interiores y dialoga sobre su forma de concebir el hecho poético.
“Mi poesía no se originó de una manera ingenua, sino como resultado de una
búsqueda consciente, de acercamientos, lecturas y de la interacción en los medios
donde se socializa la obra. No considero que exista una predisposición genética
para la poesía, lo que sucede es que en el poeta persiste una especie de disposición
cerebral para procesar los discursos de modo que respondan a engranajes que
luego puedan considerarse poéticos. Uno se aproxima tímidamente a la poesía
pero solo después de la escritura se define su estancia dentro de esos límites”.
“Es muy importante que todos los que escriben poesía reflexionen sobre la
concepción misma del poema, porque para la poesía es tan importante el poema
como para la música lo es la canción. El poema como unidad de sentido, como
ámbito cerrado, como estructura lograda. La poesía es un hecho del lenguaje, no
solo cuando va hacia el barroco, sino también cuando deriva hacia su extremo
opuesto, el conversacionalismo. Porque un buen poeta sabe combinar los
elementos que definen su obra de una manera tal que el texto funcione. El
problema medular de la poesía debe ser entendido como la convivencia de
múltiples tendencias, con una pluralidad de perspectivas con respecto al hecho
prístino de la poesía, que es la escritura del poema”.
La poesía se ubica en un abanico de expresión que fluctúa entre las formas más
simples de expresión hasta el barroco más complejo. Existe una influencia
neobarroca en las letras hispanas cuyo principal exponente es José Kozer. Esta
estética trata entre otras cosas de sustraer el poema de todo sentimentalismo, y
prescindir de la metáfora, cambiándola por otros recursos. Sin embargo mi poesía
está muy imbuida de neoromanticismo, de sentimentalismo, mientras ellos
extirpan esos núcleos. El neobarroco emplea las combinaciones de palabras como
la base del poetizar y lo resuelve en los predios de la sinécdoque, la metonimia y el
anacoluto. Pero si no vamos a darle cabida a los sentimientos en la poesía, si ya el
lirismo no posee carta de ciudadanía en los dominios de la escritura, entonces ¿con
qué nos quedamos? Por otra parte yo considero legítimas las rupturas que ha
introducido en Cuba la conocida como Generación 0, esos jóvenes que comenzaron
a publicar gracias a las bondades de la máquina Risográfica.
Les recomiendo a los jóvenes que sean fieles a sus propias palabras, a sus lecturas,
que traten de hablarse a sí mismos de la manera más básica, pero que no olviden
que la poesía es un hecho que requiere el conocimiento de una o más literaturas,
partiendo siempre de los clásicos de nuestra lengua, que experimenten en los
complejos dominios del lenguaje, que se aventuren y encuentren sus caminos.