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Universidad Autónoma de Colombia

Filosofía medieval

Profesor: Diego Paredes

Jerónimo Arango Gómez

Algunas propiedades de la Palabra en Agustín

Una interpretación
O de cómo responder la pregunta ¿Cómo concilia Agustín su teoría del lenguaje con la
doctrina cristiana?

Se habla para enseñar y recordar: hay cierta forma de enseñar y de aprender al recordar “el
habla interior recuerda, la exterior expresa la interior” (El Maestro o sobre el Lenguaje,
Agustín de Hipona, p62) es decir al hablar siempre recordamos. ¿Por qué? Las palabras no
sirven para aprender el mundo, pues solo conociendo las cosas mismas a las que nos
remiten podemos saberlas. De esta forma, cuando me dicen <piedra> solo me dan un
sonido. Es en la piedra misma donde la comprendo. Luego cuando hablo de la cosa (que en
este momento es piedra) al decirla lo que hago es recordarla. Así mismo pasa cuando me
muestran una cosa con un signo, por ejemplo una señal de la mano, el signo en si no explica
la cosa. ¿Y que pasa con el acto, como el caminar por ejemplo? Podría alguien mostrarme
con el acto la cosa misma. El problema con esto es que se presta a muchas confusiones,
podría uno molestarse con la persona pues cree que, en vez de responderle a uno la
pregunta sobre ¿Qué es caminar?, en vez de eso, se va. O creer uno que caminar es un
movimiento específico, con brazos que oscilan, que es rápido y torpe, todo según el sujeto
que camine. Con el acto de caminar u otros me estarían mostrando la cosa misma, y no
sería signo puesto que el signo solo es cuando es significado de otra cosa. Más aun no todo
puede ser hecho mediante un acto.

Y qué pasa con las palabras ¿cómo se pueden mostrar? Agustín nos dice que las palabras se
explican con palabras. Y solo pueden explicar palabras. Así, río solo explica río, no la cosa
misma. Y si queremos una explicación de éste, tenemos que definirla con palabras, como
por ejemplo de esta forma: es una aglomeración de agua, usualmente encausada, que fluye
y tiende a ser su tamaño más largo que ancho, es un río. Pero para entender, aprender el
significado tenemos que conocer las cosas mismas, se podría afirmar que el lenguaje es una
referencia del mundo en la memoria. De esta manera solo podemos de una forma completa
explicar el significado de una palabra por medio de otra palabra. A demás podemos

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recordar las cosas que ya conocemos. Vemos aquí dos propiedad de la palabra en Agustín:
Explica la palabra misma, mas no el mundo; y refiere las cosas ya conocidas que descansan
en la memoria.

¿Qué pasa con el habla interior? Adeodato hijo de Agustín, lo cuestiona diciéndole “cuando
oramos, sin duda hablamos, pero no nos está permitido pensar que Dios reciba de nosotros
enseñanza o recuerdo alguno” (p62). Cuando oramos (según Agustín) lo hacemos “en
alcobas cerradas, con cuya expresión se indica la intimidad del alma” p 62. Lo que se
quiere enseñar a dios no es algo que nosotros sepamos y a Él le hace falta. Se le enseña lo
que queremos, lo que nos hace falta, la enseñanza en este momento tiene algo de petición,
de ruego que pide. Vemos aquí, claramente, como el lenguaje pasa de ser una referencia del
mundo y de la propia palabra, y se convierte en una afirmación de nuestra conexión con
Dios. Aunque cuando oramos no articulamos las palabras, no con sonidos, no obstante si
hablamos en silencio, trayendo las cosas mismas a nosotros, por las palabras,
recordándolas. Cuando pensamos, hablando en nuestro interior, también hacemos lo
mismo. Esto es, consultar al hombre interior, a nuestra alma racional. Vemos aquí otra
propiedad de la palabra, en este caso de la palabra interior: Remitirnos a nosotros mismos, a
lo que hay de Dios en nosotros.

Al afirmar Agustín que se habla para recordar, afirma que la palabra nos remite a una
temporalidad, si se quiere a cierta afirmación del tiempo. Recordemos, entonces, que en
Agustín el tiempo tiene tres momentos: pasados, presente y futuro. Ni el pasado, ni el
futuro se manifiestan con claridad, pues el uno ya se fue, y el otro no ha sido. Solo
podemos conocer el presente, y de éste solo el instante que vivimos. Solo en el presente
podemos vivir el tiempo. ¿Pero dónde están el pasado y el futuro? Pues en el presente. El
futuro como señales en el momento actual de lo que va a ocurrir, como el color rosáceo del
que se tiñe el cielo cuando se acerca el amanecer. Y el pasado está en nuestra memoria.
¿Pero como sabemos que el tiempo transcurre si solo vivimos en un eterno presente?
Agustín responde con sutileza diciendo que el transcurso del tiempo deja una afección en el
alma, afecta el alma mientras pasa. El observador cuidadoso se dará cuenta que tanto la
teoría del tiempo, como la del lenguaje remiten al alma como principio de certeza. Así pues
al recordar con palabras estamos afirmando la existencia de un pasado, pues confirmamos
su réplica o su imagen en la memoria. Vemos otra propiedad de la palabra, nos remite a una
temporalidad, afirmando la existencia del pasado.

Cuando uno es niño y se le enseña el habla y el mundo, lo que se hace es que se le invita a
conocer. Si me hablan de la piedra tienen que mostrármela, o yo tengo que buscarla para
saber lo que es. Si me cuentan una historia, algo del pasado remoto que no puede ser
experimentado por ningún sentido o conocido pues ya sucedió, entonces me invitan a creer.
Y si me hablan de verdades que no pueden ser vistas o tocadas, o simplemente percibidas
por algún sentido, verdades intelectuales, como el bien, el pensamiento, etc.; entonces me

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invitan a entender a través del alma racional. Vemos aquí otra propiedad de las palabras
“invitan a buscar” (p122)

El incitar o guiar hace parte de la enseñanza, son una parte de ella mas no son el enseñar
mismo, puesto que él que guía solo muestra, el que aprende es el mismo que se enseña
viendo las cosas o verdades que el otro le indica. Supongamos que deseamos ir a un
poblado lejano, para poder viajar allí consultamos a una persona que conozca el camino, él
nos indica por donde es, pero somos nosotros los que tenemos que buscar el sendero y
caminarlo, si queremos llegar al poblado, otro no puede ir por nosotros.

La verdad intelectual depende de la razón y de la buena voluntad. Aprender es igual a


enseñar puesto que las palabras invitan no enseñan, solo uno mismo a través del hombre
interior se enseña, también solo se aprende a través de él, claro que lo que enseña es el alma
racional que participa de las verdades divinas y también es la que me permite aprender. ¿Si
soy yo el que tengo que enseñarme, soy yo el que aprendo? Sí. Por eso el habla también es
aprendizaje, por eso enseñanza y aprendizaje son lo mismo. Si se enseña, algo tiene que
aprenderse y alguien tiene que aprender, sino, no habría enseñanza. En ese hombre interior,
que es el alma, nos dice Agustín que: “Cristo habita…, es la inmutable virtud de Dios su
eterna sabiduría”1 (p123)

Nosotros hacemos parte de Dios, Agustín cita la biblia diciendo “….el espíritu de Dios
habita en nosotros”2 (p63). Pero no es a través de la creencia, de la fe, que Agustín intenta
explicar que Dios es el maestro. Es a través de la razón. Para aprender, algo o alguien tiene
que enseñarnos, en Agustín, nosotros mismos ¿cómo lo hacemos? Desde nuestra alma
racional, consultándola nos da las respuestas, la verdad. El alma se acerca a Dios, como una
forma de comunicarse con Él, aunque también porque es inmaterial, así, se aleja de lo
carnal, así se acerca a Dios y participa de él de la misma forma en que las manos participan
del cuerpo sin serlo. La verdad inmutable está en Dios, así que también la puedo encontrar
en el alma racional, ¿acoso el hombre es otra cosa que su alma? aunque el hombre participa
del cuerpo su esencia está en el alma. Por eso nosotros nos enseñamos y nosotros
aprendemos aunque la verdad esté en Dios. Aunque Él sea el maestro. Nos enseñamos
mediante el alma racional, es decir, por la razón. Claro que ésta solo nos va a entregar las
verdades Divinas, las pocas que seamos capaces de entender en nuestra ínfima semejanza
con el Señor.

Dios, como supremo creador de todo, participa del todo, así, incluso cuando enseñamos
estamos haciendo una reminiscencia de cosas que ya sabemos, puesto que somos parte de
Dios.

Solo una Objeción:

1
Cita Agustín: Cf. Corintios 1, 24. “cristum, Dei virtutem et sapientiam”
2
Cita Agustín: Efesios 3, 16-17.

3
La palabra en sí, también es una cosa, una que no tiene pleno valor en sí misma. No
obstante cuando digo río le estoy agregando algo a la cosa, una palabra. Cuando conozco
un niño no lo podría conocer del todo si no sé su nombre. La palabra complementa y añade
algo a la realidad, a la cosa: una especificidad propia solo del lenguaje.

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