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Sin duda, si hiciéramos una encuesta a un joven normal, a un chico(a) que estudiase,
que fuera a fiestas, al cine y le gustara el futbol y se embarcara en múltiples actividades sanas
y propia de su edad; y le preguntásemos sobre lo que considera de los dioses griegos con
respecto a su vida; primeramente abriría los ojos de forma sorprendida y me diría que estoy
loco, secundariamente comentaría que no le importa los dioses griegos, el arte clásico,
Homero, la Ilíada, la Odisea y todos sus derivados con tal que él sea feliz y que le dejen ir a las
fiestas.
No se daría cuenta que los dioses griegos son los mismos dioses que él tiene (en
sentido metafórico y coloquial) pues las aficiones son el Zeus y el Hades de su vida.
Actualmente hay muchos dioses que ocupan el pensamiento de los jóvenes y de los
adultos, dioses que son chocolate de verano, se desparraman con el tiempo y ensucian con
sus consecuencias. La televisión, el cine, las fiestas son dioses y somos fieles seguidores sin
darnos cuenta que una vez caducos sólo dejan la mancha de la insatisfacción.
Los dioses griegos después de más de dos mil años los hacemos nuestros. Y decimos
que no existen.
Para avanzar sólo hace falta seguir los ideales nobles, levantar los ojos y ver la
grandeza del Autor de la vida, de la creación; y salir en busca de Aquél que ha muerto en una
cruz por la salvación del mundo.