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Bulletin Hispanique

Tradición carnavalesca y creación literaria del personaje de Sancho


Panza al episodio de la ínsula Barataria en el « Quijote »
Augustin Redondo

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Redondo Augustin. Tradición carnavalesca y creación literaria del personaje de Sancho Panza al episodio de la ínsula
Barataria en el « Quijote ». In: Bulletin Hispanique, tome 80, n°1-2, 1978. pp. 39-70;

doi : https://doi.org/10.3406/hispa.1978.4243

https://www.persee.fr/doc/hispa_0007-4640_1978_num_80_1_4243

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TRADICIÓN CARNAVALESCAY CREACIÓN LITERARIA

DEL PERSONAJE DE SANCHO PANZA


AL EPISODIO DE LA ÍNSULA BARATARÍA
EN EL « QUIJOTE »*

Desde hace tiempo, los críticos se han interesado por el


personaje de Sancho Panza y han buscado su origen en la
tradición, culta o popular. Unos, pues, lo han relacionado
con el rústico de la tradición literaria del teatro prelopista1
o de una tradición dramática mas amplia2, otros con el
campesino de la tradición oral del Siglo de Oro3, otros, por fin,
con un modelo folklórico arquetípico, el del « tonto-listo »4.
Estas valiosas interpretaciones han permitido clarificar el
problema genético planteado. Nosotros también quisiéramos
contribuir a una mejor comprensión de la elaboración de
Sancho Panza, llamando la atención sobre la raíz carnavalesca
de tal personaje, quien forma parte de una obra penetrada,
a su vez, de atmósfera carnavalesca. De tal modo será posible
explicar la estructura y el significado de un episodio que posee
una unidad profunda y es, tal vez, el más importante de la
segunda parte del Quijote : el de la ínsula Barataría5.

* Dimos a conocer la parte esencial de este trabajo en el VIo Congreso


Internacional de Hispanistas, celebrado en Toronto del 22 al 26 de agosto de 1977, ya
que leímos un largo extracto del texto bajo forma de comunicación.
1. W. S. Hendrix, Sancho Panza and the Comic Types of the Sixteenth Century
(in « Homenaje ofrecido a Menéndez Pidal », II, Madrid, Librería y Casa Editorial
Hernando, 1925, p. 485-494).
2. Francisco Márquez Villanueva, Fuentes literarias cervantinas (Madrid, Gredos,
1973). Véase la primera parte : La génesis literaria de Sancho Panza (p. 20-94).
3. Maxime Chevalier, Literatura oral y ficción cervantina (in « Prohemio », V,
2-3, sepbre.-dicbre. 1974, p. 193-195).
4. Mauricio Molho, Cervantes : raices folklóricas (Madrid, Gredos, 1976). Véase
la tercera parte del libro : Raíz folklórica de Sancho Panza, y más particularmente,
p. 248 y ss.
5. Citaremos por la edición de Francisco Rodríguez Marín conocida como «
edición del Centenario » (10 t., Madrid, Atlas, 1948). El episodio de la ínsula
Barataría está en el tomo VIL Para facilitar la localización de los trozos a los cuales
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Sabido es que el Carnaval (o dicho con voces más antiguas


« Carnal », « Antruejo » o « Carnestolendas ») representó en la
Edad Media y el Renacimiento la forma más auténtica y
duradera de los festejos populares, durante los cuales el pueblo,
gracias a máscaras y disfraces, podía explayarse, desahogarse
sin trabas6. El Carnaval, fiesta pagana y « primaveral » de
renovación del hombre y de la Naturaleza, significaba alegría
y jolgorio, comidas y bebidas abundantes, recrudecimiento de
la actividad sexual, participación colectiva en las festividades
que suprimían las constricciones impuestas por las normas
y la jerarquía. Por sus características, la fiesta carnavalesca
se oponía a las manifestaciones festivas oficiales, de rígida
y pesada organización, expresión de la cultura de los grupos
dominantes. Al lado del mundo oficial, inmutable y serio,
había un segundo mundo, una segunda vida del pueblo, basada
en el principio de la risa liberadora, que hacía desaparecer
transitoriamente la alienación del individuo7. Frente a la
cultura oficial y culta había una cultura cómica cuyo núcleo era
el Carnaval o mejor dicho las fiestas carnavalescas (además
del Carnaval propiamente dicho, las diversas fiestas de los
« locos », la « fiesta del asno », etc.).
El tiempo carnavalesco es pues un tiempo cualitativamente
diferente del tiempo ordinario, vivido de otra manera porque
en él pueden producirse hechos sociales inconcebibles fuera
de sus límites (inversiones de reglas, cargos y funciones,
negación de ciertos valores y exaltación de los valores antitéti-

nos referiremos, indicaremos entre paréntesis los caps, y pags. correspondientes,


bajo la forma : (LI, 163).
6. Acerca del Carnaval, véanse más particularmente los estudios siguientes :
Julio Caro Baroja, El Carnaval (análisis histór ico-cultural), Madrid, Taurus, 1965 ;
Arnold Van Gennep, Manuel de folklore français, tome premier ; III : Cérémonies
périodiques cycliques. 1 : Carnaval-Carême-Pâques (Paris, Éd. A. et J. Picard et
Cle , 1947) ; Claude Gaignebet, Le Carnaval (Paris, Payot, 1974).
7. Véase el penetrante estudio de Mijail Bajtín, publicado en ruso en 1965 y
traducido al castellano con el título : La cultura popular en la Edad Media y en
el Renacimiento. El contexto de François Rabelais (Barcelona, Barrai Editores, 1974),
en el cual el autor estudia la cultura popular carnavalesca con relación a la obra
de Rabelais (existe una traducción francesa anterior : Mikkail Bakhtine, Vœuvre
de François Rabelais et la culture populaire au Moyen Age et sous la Renaissance,
Paris, Gallimard, 1970 ; « Bibliothèque des Idées »).
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eos, etc...)8. Tiene además un carácter universal y cósmico


ya que permite una renovación que se expresa a través del
tema « nacimiento-muerte-resurrección », tema céntrico del
simbolismo carnavalesco, que aparece tanto en los análisis
de Bajtín como en los de Mircea Eliade9.
De tal modo, la visión carnavalesca del mundo se opone
a todo lo previsto, lo perfecto, lo duradero ; implica, al
contrario, lo dinámico, lo cambiante, lo ambivalente. De ahí que la
lengua carnavalesca se caracterice por la lógica interna de
las cosas « al revés » y « contradictorias », por las
permutaciones entre lo alto y lo bajo, lo noble y lo grotesco, así como
por las diversas formas de parodias, inversiones y
degradaciones, por los encumbramientos y derrocamientos
burlescos... De ahí también la ambivalencia de la risa carnavalesca :
es a un tiempo alborozadora y sarcástica, destructora y
renovadora ; escarnece a todos, aun a los mismos burladores 10.
Dentro del marco calendario impuesto por la Iglesia, el
contraste se establece más particularmente entre el tiempo
de Carnaval y el de Cuaresma, que le sigue inmediatamente.
El Carnaval es sinónimo de alegría, holganza, abundancia y
libertad ; la Cuaresma de tristeza, abstinencia y sumisión al
espíritu ascético dictado por las reglas católicas oficiales. La
época de las fiestas carnavalescas aparece pues, con relación
a la de Cuaresma, como la de un mundo al revés, que
restituye provisionalmente el tiempo de Saturno, la añorada Edad
de Oro.
La oposición entre el Carnaval y la Cuaresma corresponde
al contraste entre gordos y flacos, personificado bajo la forma
del combate simbólico entre don Carnal y doña Cuaresma,
en que el primero, medroso y cobarde, harto de comida y vino,
forzosamente había de resultar vencido. Este combate, lo
describieron el Arcipreste de Hita en el siglo xiv11 y Juan del

8. Marianne Mesnil, Trois essais sur la Fête. Du folklore à Vethno-sêmiotique


(Bruxelles, Éditions de l'Université, 1974), p. 14-15.
9. M. Bajtín, La cultura popular... ; Mircea Eliade, Aspects du mythe (Paris,
Gallimard, 1965, col. ♦ Idées ») y Le sacré et le profane (Paris, Gallimard, 1965, col.
« Idées »).
10. M. Bajtín, La cultura popular..., p. 16-17.
11. Libro de Buen Amor, estr. 1068-1076. El Arcipreste debió de inspirarse en
el viejo falliau francés del siglo xm : Bataille de Karesme et de Charnage.
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Encina a finales del siglo xv12; lo evocaron diversos autores


en los siglos xvi y xvn13 y todavía un romance en 1655 14.
Y Pedro Brueghel había de darle toda su fuerza plástica hacia
1560 15.
No es pues de extrañar que el Carnaval aparezca bajo la
forma de un personaje rechoncho, de abultada barriga, rodeado
de manjares carnosos, sustanciosos, a horcajadas a veces sobre
una cuba de vino, mientras que la Cuaresma tiene el aspecto
de una vieja larga y demacrada que enristra un largo remo
en lugar de lanza y va acompañada de pescados y alimentos
poco nutritivos16, a no ser que tome la apariencia de un rocín
esquelético17 o de la larga vieja hética cabalgando el
macilento rocín18. En algún caso, la « vieja de Cuaresma » podía
tener un equivalente masculino, con características semejantes,

12. Segunda égloga de Antruejo, Carnal o Carnestolendas [Obras dramáticas, I,


Madrid, Ed. Istmo, 1975, p. 169-171).
13. Véase J. Caro Baroja, El Carnaval, p. 32 y ss.
14. Se trata del romance compuesto por Miguel López de Honrubia, cuyo
título es el siguiente : Romance en competencia entre el Carnal y la Cuaresma (véase
Antonio Rodríquez-Moñino, Archivo de un jacarista (1654-1659), in « La
transmisión de la poesía española en los siglos de Oro », Barcelona, Ariel, 1976, p. 290).
15. Su Estudio para una batalla entre los gordos y los flacos debe de ser de 1559
y su Comida de flacos y comida de gordos puede fecharse de 1563. Su célebre cuadro
Combate del Carnaval y de la Cuaresma (que se conserva en el « Kunsthistorisch.es
Muséum » de Viena) lo pintó en 1559. Véase el interesante análisis de este cuadro,
hecho desde un punto de vista folklórico y semántico, por Claude Gaignebet : Le
combat de Carnaval et de Carême de P. Bruegel (1559), in « Annales. Économies.
Sociétés. Civilisations », t. 27, 1972, p. 313-345. — Hay que señalar que se conocen
algunas personificaciones de dicho combate : Van Gennep (Manuel..., p. 394 y
970) indica que a finales del siglo xv se representaba la contienda en el Lauragais
y en Metz. Lo mismo ocurría en esta ciudad en 1522 (Yves-Marie Bercé, Fête et
révolte. Des mentalités populaires du XVe au XVIIIe siècle, Paris, Hachette, 1976,
p. 63). En el siglo xvi, un juego de Carnaval, compuesto por François Habert,
se titulaba : S'ensuit la dure et cruelle bataille et paix du glorieux Saint Pansart à
Vencontre de Carême (Van Gennep, Manuel..., p. 970). En Italia, en el siglo xvi,
para acabar las fiestas de un Carnaval florentino, se dio una Rappresentazione e
festa di Carnasciale e délia Quaresima, en que peleaban los dos contrincantes. Lo
mismo pasó en otra ocasión con : II gran contrasto e la sanguinosa battaglia di Car-
nevale e di Madonna Quaresima (G. Hérelle, Études sur le théâtre basque. Les tragi-
comédies de Carnaval, in « Revue internationale des Études basques », XIV, 1923,
p. 541-557 y más particularmente p. 547). Es preciso añadir que desde finales del
siglo xviii hasta mediados del siglo xix tuvieron lugar en el País Vasco francés
varias representaciones, en época de Carnestolendas, en las cuales aparecía el
combate del Carnaval y de la Cuaresma (ibid., p. 541 y ss.).
16. Así los representó Brueghel. Véase también, sobre el particular, lo que
escribe J. Caro Baroja (El Carnaval, p. 124 y ss.).
17. Claude Gaignebet, Le combat de Carnaval et de Carême, p. 340.
18. Así la representa un grabado del siglo xvii, obra de François Langlois,
conservado en el Museo Carnavalet de París (Le masque dans la tradition européenne,
« catalogue de l'exposition organisée à Binche du 13 juin au 6 octobre 1975, rédigé
sous la direction de Samuel Glotz », p. 361).
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como lo demuestra la evocación hecha por Rabelais con


relación a « Quaresmeprenant »19.
Estas imágenes, surgidas de la cultura popular carnavalesca,
fueron difundidas por toda Europa, de manera que en el
siglo xvii se pueden rastrear, por ejemplo, entre los dichos de
don Luis de Góngora :

Fueron a darle el bienvenido a don Luis por su Iglesia el


canónigo Amaya, hombre muy enjuto de carnes, y el arcediano Gamelas,
por extremo gordo, y díjoles don Luis, notándoles sus partes : « Por
entrar yo en Córdoba, señores míos, no ha entrado la Cuaresma,
aunque me den la bienvenida el Martes de Carnestolendas y el Miér~
coles Corvillo »20.

Esa tradición popular la tiene presente Cervantes — «


ingenio lego », según le llamó Tamayo de Vargas — cuando idea
a Sancho Panza y a don Quijote, el a caballero de la Triste
Figura »21, montado en Rocinante, lo que explica las
peculiaridades de ambos personajes, representaciones opuestas y
complementarias (cara y envés) de una misma realidad vital,
enfocada sea bajo la óptica de la cultura popular
(carnavalesca), sea bajo la óptica de la cultura oficial y culta (cuaresmal).
De ahí el juego de reversibilidad de los dos personajes, según

19. Citamos el trozo porque tendremos ocasión de referirnos a él posteriormente :


« Vous y voirez, disoit-il, pour tout potaige un grand avalleur de poys gris, un grand
cacquerotier, un grand preneur de taulpes, un grand boteleur de foin, un demy-
geant à poil follet et double tonsure, extraict de Lanternoys, bien grand lanter-
nier, confalonnier des Ichthyophages, dictateur de Moustardois, fouetteur de petits
enfans, calcineur de cendres, père et nourrisson de médecins, foisonnant en
pardons, indulgences et stations, homme de bien, bon catholic et de grande dévotion.
Il pleure les troys pars du jour. Jamais ne se trouve aux nopces » (Le Quart Livre
de Pantagruel, cap. 29, in « Œuvres complètes », Paris, éd. du Seuil, 1973 ; col. «
L'intégrale », p. 661).
20. Luis de Góngora y Argote, Obras completas (recopilación, prólogo y notas
de Juan Mille Giménez e Isabel Millé Giménez, Madrid, Aguilar, 1956), p. 1223
— el subrayado es nuestro — . Compárese con lo que escribe Francisco de Quevedo
acerca de unas mujeres en el romance en que Describe el Río Manzanares, cuando
concurren en el verano a bañarse en él : « Aun en carnes una flaca / es el Miércoles
Corvillo ; / una gorda el Carnaval... » (Poesías completas, I, ed. de José Manuel
Blecua, Barcelona, Planeta, 1963, n° 785, p. 1073).
21. Véase la evocación que Sancho hace de don Quijote cuando le califica de
t caballero de la Triste Figura » : « No hay para qué gastar tiempo y dineros en
hacer esa figura, dijo Sancho, sino lo que se ha de hacer es que vuestra merced
descubra la suya y dé rostro a los que le miraren que sin más ni más, y sin otra
imagen ni escudo, le llamarán « el de la Triste Figura » y créame que le digo verdad,
porque le prometo a vuestra merced, señor (y esto sea dicho de burlas), que le hace
tan mala cara la hambre y la falta de las muelas, que como ya tengo dicho, se podrá
muy bien excusar la triste pintura » (Ia parte, cap. xix ; el subrayado es nuestro).
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el enfoque adoptado, y los cruces que existen entre ellos cada


vez que hay inserción de los rasgos de un tipo de cultura en
el otro.
Pero las sugerencias de la tradición carnavalesca debieron
de imponérsele a Cervantes aún con mayor precisión.
En su Tragicomedia de Lisandro y Roselia de 1542, Sancho
de Muñón se refiere a costumbres estudiantiles, como la Fiesta
de Panza, celebrada en Salamanca. Sobre ella platican dos
mozos de espuelas, Siró y Geta, de la manera siguiente :

Geta : Panza es un sancto que celebran los estudiantes en la fiesta


de Santantruejo, que le llaman sancto de hartura.
Siró : ¿Dónde aprendiste tanto?
Geta : En el general de Phísica, cuando llevaba el libro a un po-
pilo, oí el bedel de las escuelas echar la fiesta de Panza22.

Ese santo burlesco de las fiestas de Antruejo, exaltado y


rebajado según las normas carnavalescas, equivale al San
Gorgomellaz (la garganta) al que alude Juan del Encina23
y al San Tragantón que aparece en un romance anónimo del
siglo xvii24. No es más que San(to) Panza, o dicho de manera
más popular Sancho Panza, « santo de hartura »,
personificación festiva del Carnaval que glorifica el rito alimenticio,
la necesidad biológica de tragar y tragar para manifestar el
triunfo de la vida sobre la muerte y permitir la renovación
fundamental del cuerpo y del mundo25. *No es sino el Zam-
panzar carnavalesco, monigote panzudo que aparece en
varias partes del País Vasco26. Es el Saint Pansart al cual se
refieren en el siglo xvi Rabelais, Henri Estienne, François
Habert y la reina doña Juana de Albret, imagen burlesca del

22. Citamos por la ed. de la « Colección de libros españoles raros o curiosos »,


Madrid, 1872, p. 24. — El primero en llamar la atención sobre este texto fue
Marcelino Menéndez y Pelayo en Orígenes de la novela (Madrid, C. S. I. C, 1961, t. IV,
p. 98-99).
23. Véase Obras dramáticas, I, p. 167-168 (segunda égloga).
24. El romance se titula : Descripción de los usos y costumbres en unas fiestas de
Carnestolendas en Madrid. He aquí lo que el autor dice : ♦ Martes de
carnestolendas / que le llaman los vulgares / por otro moderno nombre / San Tragantón de
gaznates » (citado por J. Caro Baroja, El Carnaval, p. 106).
25. Véase M. Bajtín, La cultura popular..., p. 250 y ss.
26. Véanse J. Caro Baroja, El Carnaval, p. 106, y G. Hérelle, Études sur le théâtre
basque, p. 541.
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Martes de Carnestolendas27. Es el mismo barrigudo Saint


Pansart, Panchart o Pancha al que se celebraba durante el
tiempo de Carnaval en varias regiones de Francia y
particularmente en el Norte, en una zona incluida en los antiguos
Países Bajos españoles28. Es el mismo Saint Pansart al que
se manteaba en esta zona el Domingo o el Martes de
Carnaval29, así como se manteaban peleles en España en época de
Carnestolendas30 y se sigue haciendo el Martes de Carnaval
en Villanueva de la Vera (Cáceres) con el muñeco llamado
Pero-Palo31, así como se manteaba a Sancho Panza en la
primera parte del Quijote52. Es también el mismo repolludo
monigote el que en Galicia — la tierra donde, según Caro Baroja,
se habían conservado mejor, hasta una fecha reciente, las
costumbres del Carnaval primitivo — y con el nombre de
« O'Entroido » (o sea el Antruejo) salía el Martes de
Carnestolendas, montado en un burro33, acaso, y en un principio,
símbolo el asno del « priapismo » carnavalesco más que de la

27. François Rabelais, Pantagruel (Deuxième livre, cap. i ; « Œuvres complètes »,


p. 218) : « Car aucuns enflaient par le ventre et le ventre leur devenait bossu comme
une grosse tonne, desquels est écrit : « Ventrem omnipotentem », lesquels furent
tous gens de bien et bons raillars et de cette race naquit saint Pansart et Mardis
Gras. » Al evocar los sermones burlescos de Carnaval, Henri Estienne escribe en
su Apologie pour Hérodote (éd. de P. Ristelhuber, 2 t., Paris, Isidore Liseux, 1879,
t. II, p. 263) : « Et un autre curé au Bourg en Querci, parmi son prosne parlant
du Mardi Gras, auctrement dit Quaresme-prenant, ou Quaresm' entrant,
recommanda à ses paroiciens ces trois bons saincts, S. Panssard, S. Mangeard, S. Crevard. »
Por lo que hace a François Habert, ver la nota 15. En una pragmática de 1571,
la reina doña Juana de Albret prohibía a los habitantes del Bearn que se
entregaran a los licenciosos regocijos de Carnaval « porque son supersticiones e
idolatrías romanas [sic] instituidas para celebrar un santo llamado Pansart » (citado
por G. Hérelle, Études sur le théâtre basque, p. 541, n. 1).
28. Véase A. Van Gennep, Manuel..., p. 876 y 970. Aparece Saint Pansard en
Normandía, en Champaña, en el Bearn, en el País Vasco, etc.. Por lo que hace al
Norte de Francia, se trata de la región de Valenciennes. Sobre este último punto,
véase también Claude Malbranke, Guide de Flandre et Artois mystérieux (Paris,
Tchou, 1966), p. 235.
29. Parece ser que aún hoy en día se le celebra y se le mantea en Trélon (Norte),
antes de quemarlo. Expresamos aquí nuestro agradecimiento al señor alcalde de
dicha población y a los eruditos locales que nos han proporcionado varios datos
sobre el particular.
30. Recuérdese el cartón de tapicería pintado por Goya (« El pelele »). Sobre
el manteamiento de los peleles, véase J. Caro Baroja, El Carnaval, p. 55-57.
31. Ibid., p. 119 y Le masque dans la tradition européenne, p. 144.
32. Cap. xvii. Caro Baroja (El Carnaval, p. 57) indica que en cierta aleluya sobre
la vida de don Quijote, popular en el siglo xix, se aludía al manteamiento de
Sancho, de la forma siguiente : « Como un pelele tomado / es el buen Sancho
manteado. » Y Caro Baroja añade : « El « pelele » y el « Carnaval » mismo son personajes
estrechamente emparentados... »
33. Ibid., p. 112-115.
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stultitia exaltada en esta época festiva34. El monigote iba


acompañado a Veces de su pareja femenina (« A Entroida ») 35.
Bien se había dado cuenta Avellaneda del entronque
carnavalesco de Sancho Panza ya que éste, al evocar el fracaso
de sus pretensiones, exclamaba en el Quijote apócrifo :

... y yo me quedo tras esso sin rey ni roque, si ya estas


Carnestolendas no me hazen los muchachos rey de los gallos...36.

¿Y quién sabe si la evocación de esa realeza efímera y


burlesca no ha contribuido a hacer plasmar el episodio de la
ínsula Barataría en la segunda parte del Quijote cervantino?
Pero de todas formas, la mención del « rey de gallos » nos
adentra, una vez más, en el dilatado ciclo de las fiestas
carnavalescas. Se extiende éste por los meses de invierno, desde
la época de las llamadas a fiestas de los locos », prefiguración
del Carnaval propiamente dicho, allá por los meses de
diciembre y enero — fiesta del obispillo de San Nicolás, del
obispillo de Inocentes, rey de la Faba, rey de los cochinos,
etc...37 — hasta los días de intensa actividad festiva de las
Carnestolendas, con su paroxismo el Martes de Carnaval,
antes de que el Miércoles de Ceniza cierre el ciclo. Todas estas
fiestas tienen características comunes : una inversión de la
jerarquía y de las reglas impuestas por los grupos dominantes,
un retorno a la inocencia, una explayación que supone la sus-

34. No hay que olvidar el papel desempeñado por el burro (animal de Prfapo)
como símbolo de la « carnalidad ». En un grabado del siglo xvn, reproducido por
J. Caro Baroja entre las p. 48 y 49 de su libro sobre El Carnaval, el asno es el
compañero del « Homo carnalis ». Por otra parte, el mismo Caro Baroja indica : « Poner
rabos, figuras de asno (...) eran también bromas estereotipadas del Carnaval gallego »
(ibid., p. 89). Hay que advertir que al i entroido » también se le llamaba « Meco »
en Galicia y « de un « Meco » legendario se cuenta que fue hombre de lujuria tal,
que no respetaba ni solteras ni casadas » (ibid., p. 113). En Cataluña, salía asimismo el
monigote del Carnaval montado en un borrico (ibid., p. 108). De todas formas,
no hay que olvidar que el asno era una de las figuras del sistema de la fiesta
carnavalesca (« fiesta del asno », por ejemplo).
35. « A Entroida » debía de poseer las mismas características que « O Entroido »,
así como Teresa Panza es simétrica de Sancho. En una obra teatral titulada Pan-
san, que se representaba en el País Vasco, durante la época de las Carnestolendas,
el personaje principal, Pansart, « príncipe del Carnaval », caracterizado por su
voracidad, tenía una mujer, Pansartina, no menos voraz que él (véase G. Hérelle,
Études sur le théâtre basque..., p. 542).
36. Libro V, cap. i (citamos por la ed. de « clásicos castellanos », t. I, p. 23-24).
37. Sobre la descripción de estas fiestas y las fechas en que se verifican, véase
J. Caro Baroja, El Carnaval, p. 297-300, 301-302, 307-310, 331-333.
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pensión transitoria de las normas de la vida cotidiana. El


tiempo carnavalesco — ya lo hemos dicho — es diferente del
tiempo ordinario ; puede definirse como un tiempo fuera del
tiempo, un tiempo de « locura », al cual ni siquiera falta la
consagración institucional : ese tiempo es el de un reinado,
la comunidad regocijada y alborozadora constituye un reino
a cuya cabeza hay un rey (rey de la Faba, rey de los
cochinos, rey de los gallos, rey del Carnaval, etc.). No obstante,
reinado, reino y rey no son sino burlescos ; no se han
instituido sino para provocar la risa del pueblo38; son
manifestaciones de esa cultura cómica popular a la cual nos hemos
referido ya.
La <t locura » rige pues el tiempo carnavalesco. El « loco »
es actor y dueño del Carnaval. Pero ¿de qué loco se trata?
El « loco » carnavalesco no es el que padece una enfermedad
mental. Una diferencia fundamental le distingue de éste, aun
cuando la indumentaria es la misma39. El calificativo de « loco »
o « tonto » — así se le llama también en España, en
contextos folklóricos40 — se lo da a sí mismo, sabe en qué consiste
su a locura », su « tontería », no necesita que los demás le llamen
de tal modo, a la diferencia del demente, al que la sociedad
recluye. El « loco » carnavalesco goza de un suplemento de
poder : no es un idiota, no está enfermo J es un hombre de
la Naturaleza, de mente sana, que es ingenuo, inocente o se
hace el « tonto », el a bobo »tt.
Esa « locura », esa « tontería » ha de comprenderse en el
sentido cristiano de la palabra. Ser « loco » o « tonto » es tener
la cabeza lo bastante vacía, la mente lo bastante apartada
de las preocupaciones ordinarias, de las solicitaciones del mundo
para poder recibir el soplo del Espíritu Santo, para que el

38. Véase Y.-M. Bercé, Fête et révolte, p. 24-25.


39. Martine Grinberg, en su tesis de « troisième cycle », inédita, Le Carnaval
à la fin du Moyen Age et au début de la Renaissance, XIVe-XVIe siècles, dans la
France du Nord et de VEst (Université de Paris I, 1974, 282 p.) hace un análisis
interesante del « loco » de Carnaval (p. 204 y ss.).
40. España conoce no sólo fiestas de « locos », sino también de « tontos » (véase
J. Caro Baroja, El Carnaval, p. 329 ; el autor habla de la « parranda de los
tontos » de la región de Málaga).
41. Este término de « bobo » también pertenece a la tradición carnavalesca,
como lo indica el refrán utilizado en Monzón (Aragón) : « Por San Antón, / se puede
hazer el bobón » [ibid., p. 41).
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pneuma pueda llenar la cabeza y salir por el canal del habla.


De ahí la importancia de los ritos carnavalescos destinados a
permitir la liberación de la cabeza y la circulación del Soplo
espiritual. En el primer caso, se trata del uso de la vejiga
(símbolo de esa vacuidad) esgrimida por el « loco » a la extremidad
de un palo42 — y en el siglo xvn todavía se daban vejigazos
en España, cuando las Carnestolendas43 — ; en el segundo, del
empleo de la jeringa, cuya utilización se desvirtuó, ya que
durante el Carnaval, en época de Cervantes, se despedía agua
con ella y no aire44.
Esa correspondencia entre « locura » e inspiración, la pone
de relieve San Pablo varias veces. ¿No habla el santo de la
« locura de la Cruz » para subrayar que Jesús, el primero, hizo
prueba de « locura » con arreglo a la opinión del mundo y de
la autoridad establecida? Por eso las fiestas de los « locos »
ven la exaltación de un niño. Tal inversión sobre la edad
permite comprender el significado de ese mundo de los « locos »,

42. Véase la evocación hecha por el mismo Cervantes del actor disfrazado de
« loco », que venía en el carro de Las cortes de la muerte « vestido de bojiganga con
muchos cascabeles y en la punta de un palo traía tres vejigas de vaca,
hinchadas... » (2a parte, cap. xi).
43. Numerosas fueron las prohibiciones de la celebración de los ritos
carnavalescos (a instancias de la autoridad eclesiástica) en la época que nos interesa : 1586,
1599, 1606, 1607, 1608, 1612, 1613, 1624, 1625, 1626, etc.. (Véase Archivo
Histórico Nacional. Consejo de Castilla. Sala de Alcaldes de Casa y Corte- Catálogo por
materias, Madrid, 1925, artículo « Carnaval », p. 109 a-b y 110 a). La frecuencia de
estas prohibiciones indica que no surtieron ningún efecto. En un « auto ordinario
[de 1644] prohibiendo las burlas carnavalescas » encontramos las indicaciones
siguientes : « En la villa de Madrid, a tres días del mes de febrero de mili e
seiscientos y quarenta y quatro años, los señores alcaldes de la casa y corte de Su Magestad
mandaron se pregone en esta corte que ninguna persona sea osada de hazer ni
bender güebos que llaman de azar [azahar] para tirar, ni los tres días de las carnes
tolendas tirarlos ni tirar salvados ni arina ni geringazos de agua ni naranjas ni dar
begigaços ni tirar otras cosas de ningún género... » (A. H. N., Consejo de Castilla.
Sala de Alcaldes de Casa y Corte, año 1644, fol. 84 ; el subrayado es nuestro). En
su Guzmán de Alfarache escribe Mateo Alemán, evocando esta costumbre : « Yo
escapé de la de Roncesvalles, como perro con vejiga... » (Ia parte, lib. II, cap. 7 ;
ed. « clásicos castellanos », t. IV, p. 100). Asimismo, señala Calderón de la Barca
en su entremés Las Carnestolendas : « No hay quien no tema en las
Carnestolendas (...) / las vejigas, de estar aporreadas; / el agua, que la sorba la jeringa... »
(ed. B. A. E., t. XIV, p. 632). Hay que añadir que en Villanueva de la Vera (Cá-
ceres), cuando se ha sentenciado a Pero-Palo, personificación del Carnaval, se finge
a veces que el monigote se resiste y se le golpea con vejigas colgadas de palos ( J. Caro
Baroja, El Carnaval, p. 119). También se utilizan vejigas de puerco hinchadas
en Verín (Orense), en época de Carnestolendas (ibid., p. 361).
44. Véase la nota anterior. En su Marcos de Obregón, y con referencia al Martes
de Carnestolendas, indica Vicente Espinel : «... y en acabándose la grita de
jeringas y naranjazos... » (Ia parte, discurso V; ed. «Clásicos Castalia », t. I, p. 136).
Véase también lo que escribe J. Caro Baroja (El Carnaval, p. 58-59).
TRADICIÓN CARNAVALESCA Y CREACIÓN LITERARIA 49

muy cercano al mundo de Jesús, y las palabras de Cristo


relacionadas con los niños, que entienden mejor que los adultos
las cosas del Espíritu45. Es pues un aspecto positivo de la
« locura » o « tontería ». Por la boca inocente del « loco » o del
niño pueden expresarse las verdades divinas46. De ahí la
importancia que cobra el discurso del « loco » y la alabanza de
la « docta ignorancia » — tan utilizada por la literatura
paradójica —. Las palabras del « loco » tienen otro sentido que las
de la cultura oficial y culta. Su discurso nace en otro centro,
en la tradición popular. Sus rupturas lingüísticas, sus creaciones
Verbales, sus juegos de palabras, su glosolalia no son sino
expresión de otra verdad, de otro universo. La apología
carnavalesca de la « tontería » corresponde, de tal modo, a una
renunciación al mundo oficial, a sus concepciones, a su sistema
de valores, a su seriedad, para exaltar la verdad no oficial,
la verdad festiva e inspirada del pueblo que permite aniquilar
el orden de los grupos dominantes para reemplazarlo
transitoriamente por un orden diferente47. Esa tradición la recoge
Erasmo cuando escribe su Elogio de la Locura, así como
Cervantes cuando idea a sus inmortales personajes.
Sancho Panza es, por varias de sus características, un « loco »
carnavalesco48. Esa manera de llamarse « porro » con
frecuencia, esa ingenuidad que se ha comparado con la de un niño49,
ese modo de hacerse el « tonto r50, esas « prevaricaciones idio-
máticas »51 que, unidas a la utilización constante de refranes,

45. Véase C. Gaignebet, Le Carnaval, p. 51-52. — El tema de la « locura de la


Cruz » aparece en muchas obras festivas del Renacimiento : véase el libro de Joël
Lefebvre, Les fols et la Folie. Étude sur les genres du comique et la création littéraire
en Allemagne pendant la Renaissance (Paris, Klincksieck, 1968).
46. Y.-M. Bercé, Fête et révolte, p. 36.
47. M. Bajtín, La cultura popular..., p. 234-235.
48. En una representación del Carnaval, obra del Bosco (composición perdida,
pero de la que hay un fragmento en colección particular), la repolluda
personificación de las Carnestolendas llevaba en la cabeza un embudo boca abajo, símbolo
del « mundo al revés » que es el de la locura carnavalesca (ese embudo es uno de
los atributos tradicionales del loco).
49. M. Molho, Cervantes : raices folklóricas, p. 242.
50. Véanse, por ejemplo, las reacciones de Sancho cuando le pregunta la duquesa,
después del episodio de Clavileño, lo que ha visto durante su viaje por los aires
(2a parte, cap. xu).
51. Véase Amado Alonso, Las prevaricaciones idiomáticas de Sancho (in « Nueva
Revista de Filología Hispánica », II, 1948, p. 1-20). Sobre la caracterización
lingüística de Sancho, véase también Monique Joly, Ainsi parlait Sancho Panza (in
« Les langues néo-latines », 1975, n° 215, p. 3-37).
Bulletin hispanique. 4
50 BULLETIN HISPANIQUE

corresponden a la creación de un lenguaje específico y popular


capaz de revelar otra verdad del mundo52, esos atisbos de
divina sabiduría relacionados con su ignorancia y «
tontería »53 son manifestaciones de la « locura » carnavalesca54.
De ahí la ambivalencia o reversibilidad del personaje, que la
paremiología también pone de relieve, con respecto al nombre
de Sancho55. La locura verdadera (enfermedad mental) es la
que empuja a don Quijote y es fruto de una cultura, culta
— la que corresponde a la representación del héroe —
transmitida por los libros de caballerías. Sancho no está loco
(insano) sino cuando se deja llevar por esa « manía » de ser
gobernador de una ínsula, idea y palabra surgidas de la esfera de
la cultura erudita, ajenas de la esencia popular del
protagonista y por ello mismo alienantes.

*
* *
Tiempo es ya de hablar del episodio de la ínsula Barataría.
Ocupa varios capítulos (xlv, xlvii, xlix, li y lui) y
corresponde al gobierno efímero de Sancho, el cual está separado
de su amo y por ello el autor hace alternar la evocación de
la actuación de don Quijote y de su escudero.

Ia 52. parte El ejemplo


del Quijote
tal en
vez que,
más parodiando
significativolaesreferencia
el que encierra
a las autoridades
el capitulo xx
clásicas,
de la
característica de la cultura oficial y culta, Sancho dice : « fue una sentencia de
Catón Zonzorino, romano, que dice : « y el mal para quien le fuere a buscar ».
Catón el Censor, el sabio, se halla pues calificado de zonzo o sea de tonto. No se pueden
poner en tela de juicio, de manera más desvergonzada y regocijada, los cánones
de la cultura erudita. Véase también el análisis, algo diferente del nuestro, de M. Molho
Cervantes : raíces folklóricas, p. 241.
53. Véase cómo don Quijote habla de Sancho ante los duques : « ... el pensar
si es simple o agudo causa no pequeño contento : tiene malicias que le condenan
por bellaco, y descuidos que le confirman por bobo ; duda de todo, y créelo todo ;
cuando pienso que se va a despeñar de tonto, sale con unas discreciones que le
levantan al cielo » (2a parte, cap. xxxn).
54. El bufón no es más que el « loco » carnavalesco fuera del contexto
carnavalesco. Acerca del bufón y de la literatura a que ha dado lugar, véase (con relación
al caballero del verde gabán del Quijote) lo que escribe Francisco Márquez Villa-
nueva, Personajes y temas del « Quijote » (Madrid, Taurus, 1975), p. 221-227. Sobre
Sancho Panza visto como un « morio », en la línea del Elogio de la Locura de Erasmo,
consúltese Marcel Bataillon, Un problème d'influence d'Érasme en Espagne. V « Éloge
de la Folie » (in « Actes du Congrès Érasme » de Rotterdam, Amsterdam-Londres,
North-Holland Publishing Company, 1971, p. 136-147), p. 141 y ss.
55. Los datos suministrados por la paremiología se han utilizado muchas veces.
Véase por ejemplo una de las últimas síntesis sobre el particular en M. Molho,
Cervantes : raíces folklóricas, p. 249-251.
TRADICIÓN CARNAVALESCA Y CREACIÓN LITERARIA 51

El gobierno, lo han concebido los duques, representantes


de los grupos dominantes, para burlarse del campesino,
utilizando para ese fin las peculiaridades sobresalientes del
personaje tal como ellos lo ven : tontería, glotonería y cobardía.
Sin embargo, estas peculiaridades ponen de relieve — ya lo
hemos visto — la raíz carnavalesca de Sancho Panza. De tal
modo, no es de extrañar que el episodio, de ambiente jocoso,
tenga a su vez una estructura carnavalesca y aparezca pues
con las características del mundo al revés. Es lo que indica
a las claras el nombre dado por el autor a la ínsula, aunque
Cervantes escribe chistosamente, como si quisiera despistar
al lector :
Diéronle a entender que se llamaba la ínsula Barataría, o ya
porque el lugar se llamaba Baratarlo, o ya por el barato con que se
le había dado el gobierno (XLV, 8-9).

No obstante, no puede ser más explícito Covarrubias, ya


que baratar, según apunta, es « trocar unas cosas por otras »56
y trocar, dice, « es lo mesmo que bolver, y el que trueca buelve
y rebuelve las cosas como en rueda... » (imagen ésta asociada
tradicionalmente al « mundo al revés »). El lexicólogo añade :
« Quando se buelve la comida, que por vocablo antiguo se
dezía recesar, aora dezimos trocar ». Lo mismo significa en
italiano — lengua conocida por Cervantes — el sustantivo
il baratío : « scambio, permuta di una cosa con un altra »57.
El protagonista, pobre hombre, pero personificación de las
Carnestolendas, se halla exaltado burlescamente — « con
algunas ridiculas ceremonias, le entregaron las llaves del pueblo
y le admitieron por perpetuo gobernador » (XLV, 9) — , como
uno de esos reyes de las fiestas de « locos », como el rey del
Carnaval- y como Falstaff en Shakespeare58. Verdad es que
Cervantes, al utilizar las diversas posibilidades ofrecidas por
la tradición festiva popular, no podía menos de pensar en la

56. Citamos por la ed. de Martín de Riquer, Barcelona, Horta, 1943.


57. Citamos por el Dizionario Enciclopédico italiano (Roma, 1955), el cual aduce
un ejemplo sacado del Ariosto.
58. Véase Enrique IV, acto II, escena IV. — Falstaff, personaje barrigudo,
desempeña más o menos el papel de bufón. Su intronización es burlesca, pero el
reinado es muy breve y no va acompañado de actos de gobierno.
52 BULLETIN HISPANIQUE

asociación existente entre Sancho, cerdo y rey, como lo


subraya Agustín de Rojas en su loa, de jocoso espíritu
carnavalesco, En alabanza del puerco :

Pues Sancho, puerco o cochino,


todo es uno, aquesto es cierto,
y deste nombre de Sancho
| cuántos reyes conocemos ! 69.

No hay que olvidar que el nuevo gobernador fue porquero


en otros tiempos, lo que no deja de mencionar don Quijote60.
Tampoco hay que olvidar el papel importante desempeñado
por el cerdo durante las fiestas de Carnestolendas, pues es la
base de la alimentación de esa época de comidas
sustanciosas61. No sin razón es ganadero de puercos uno de los
pleiteantes que se presentan ante Sancho (XLV, 21) y le aplica
el autor a este último comparaciones que le equiparan con un
cochino 62.
Tras un breve gobierno, Sancho Panza se halla derrocado
y escarnecido burlescamente, según los ritos carnavalescos,
igual que el muñeco del Carnaval, personificación del rey de
la fiesta63, ya que, encerrado entre dos paveses y tirado al
suelo, es pisoteado y golpeado (Lili, 191-192). Y después de
despojarse de su antiguo ser de gobernador al salir de sus
conchas, tal una crisálida que se transforma en insecto, Sancho,
hombre nuevo que ha abandonado su manía y sus ínfulas de

59. Véase Colección de entremeses, loas, bailes, jácaras y mojigangas desde fines
del siglo XVI a mediados del XVIII (ed. de Emilio Cotarelo, 2 t., Madrid, Bailly-
Baillière, 1911 ; N. BAE), I, p. 392 b. Rojas utiliza el conocido refrán : « Sancho,
puerco o cochino todo es uno. » También dice algo parecido John Minsheu en uno
de sus diálogos de 1599 : « Tan buena metáfora fue essa, como [la que hizo] aquel
que llamó Rey al que guarda los puercos » (Revue Hispanique, XLV, 1919, p. 102).
60. En el capítulo xlii de la segunda parte, al darle sus consejos de gobierno,
le dice don Quijote a Sancho : « Del conocerte saldrá el no hincharte, como la rana
que quiso igualarse con el buey ; que si esto haces, vendrá a ser feos pies de la rueda
de tu locura la consideración de haber guardado puercos en tu tierra. »
61. Sobre dicha importancia, véase Claude Gaignebet, Le Carnaval, cap. m :
« La mort du cochon », p. 57-64.
62. Véase, por ejemplo, cómo Cervantes describe a Sancho cuando, al final del
episodio, el gobernador está metido entre dos paveses : « Quedó como galápago
encerrado y cubierto con sus conchas, o como medio tocino metido entre dos arte-
eos... » (Lili, p. 191).
63. Sobre esta tradición carnavalesca, que cuaja también en textos literarios
como los de Rabelais, véase M. Bajtín, El Carnaval, p. 178-180. — Sobre el
derrocamiento y la muerte del Carnaval, véase J. Caro Baroja, op. cit., p. 108 y ss.
TRADICIÓN CARNAVALESCA Y CREACIÓN LITERARIA 53

grandeza, se pone en pie64, se encuentra renovado y recobra


su asno (Lili, 193-196), símbolo bíblico éste de humillación
y de resurrección. El episodio ilustra pues perfectamente el
tema céntrico del simbolismo carnavalesco (nacimiento-muerte-
resurrección).
Además, como uno de esos reyes de « locos », Sancho — a
quien se le aplica el « don » en son de burla (XLV, 11) — está
rodeado, en la ínsula Barataría, de varios dignatarios :
mayordomo, secretario, maestresala, cronista, médico, etc.. dado
que el reino de a locura » es una réplica cómica y deformada
del de la realidad, con una inversión acerca de los que ocupan
los cargos63. De la misma manera, en un ambiente jocoso,
se sienta en la silla del gobernador, dicta ordenanzas, empuña
la vara, etc.. tal uno de esos reyes irrisorios de las fiestas
carnavalescas 66.
Por ello, el papel de « loco » carnavalesco de Sancho Panza
se halla reforzado por Cervantes. Superando el retórico debate
sobre la supremacía de las Armas o de las Letras67, el autor

64. En Durro (Cataluña) se sentenciaba a muerte al Carnaval y se le « fusilaba ».


Caía entonces al suelo, así como el mozo que le animaba ; luego recogían al mozo
y al monigote y los llevaban en unas angarillas hasta la plaza. Se les cubría de paja
y se encendía el fuego. Hasta que las llamas no habían prendido en toda la paja,
no se ponía en pie el mozo que representaba al Carnaval. Cuando se levantaba,
se sacudía del cuerpo las pajas ardiendo y los espectadores celebraban la
resurrección del rey de la fiesta, porque de tal modo, al año venidero, reinaría otra vez
(véase J. Caro Baroja, ibid., p. 108-109).
65. Véase Y.-M. Bercé, Fête et Révolte, p. 27-28. — Acerca de estos reinados
carnavalescos, Caro Baroja (El Carnaval, p. 339) cita el texto del edicto dado en
Teruel en septiembre de 1745 por el obispo Francisco Pérez de Prado. Por ilustrar
perfectamente lo que escribimos, reproducimos la parte del mandamiento que hace
al caso : i ... mandamos que ninguna cofradía pueda nombrar ni permitir a sus
Cofrades y Cofradesas que acepten el nombramiento de Rey, Reyna, Duque o
Conde, Duquesa o Condesa, Mayordomo o Mayordoma del Reynado (...). Y assi-
mismo no puedan los dichos Reyes o Emperadores del Juego del Reynado entrar
en la iglesia con la mojiganga de corona de papel o de otro material en el sombrero,
o en la cabeza, ni el Duque o Conde con las del plumaje, ni el Mayordomo con
disfraz, ni con alguna insignia de tales oficios, ni estos oficiales puedan sentarse
juntos en la Iglesia en figura de Comunidad o cuerpo separado, ni en banco preferente
o igual a las Justicias que tienen la vara del Rey nuestro Señor. Ni las Emperatrices
o Reynas de Carnestolendas puedan tener en la iglesia trono... »
66. Sobre la actuación de autoridades burlescas en varios lugares de España
(particularmente alcaldes, con sus ministros y secretarios), véase J. Caro Baroja,
ibid., p. 318 y ss. Acerca de la inversión de papeles : alcalde ficticio que ocupa el
sitio habitual del alcalde real, bastón de mando que se quita al uno y se da al otro
durante la fiesta, pregones que ordena el alcalde de burla, etc., ibid., p. 318 y
320. — Sobre la tradición de ordenanzas burlescas, véase Y.-M. Bercé, Fête et
révolte, p. 77.
67. Sobre el episodio de la ínsula Barataría visto como la expresión de dicho
54 BULLETIN HISPANIQUE

va a igualar de manera burlesca las dos actividades al


transformarlas emblemáticamente en componentes del vestido del
futuro gobernador. El duque indica en efecto :

Vos, Sancho, iréis vestido parte de letrado y parte de capitán,


porque en la ínsula que os doy tanto son menester las armas como
las letras y las letras como las armas (cap. xlii).

De ahí ese abigarramiento — señal de « locura »68 — del


traje de Sancho descrito de la manera siguiente, al pintar su
salida para la ínsula :

Salió, en fin, Sancho, acompañado de mucha gente, vestido a


lo letrado, y encima un gabán muy ancho de chamelote de aguas
leonado, con una montera de lo mismo, sobre un macho a la jineta,
y detrás del, por orden del duque, iba el rucio con Jaeces y
ornamentos jumentiles de seda y flamantes... (cap. xliv).

Es decir que encima de la larga loba negra (o balandrán)


de los letrados69, el gobernador viste un ancho gabán, prenda
campesina pero también parte fundamental de la vestimenta
del « loco »70, así como la montera les servía a éste y al
rústico para cubrirse, aunque con menos frecuencia que el gorro
de cascabeles71. Habrá que agregar a este atuendo alguna

debate, véase Jean-Marc Pelorson, Le discours des « Armes » et des « Lettres » et Vépi-
sode de Barataría (in « Les langues néo-latines », 1975, n° 212, p. 40-58).
68. Véase por ejemplo lo que se indica en El baile de los locos de Toledo,
publicado en 1616 en la quinta parte de las « Comedias de diferentes autores » : i Los
locos, con cascabeles / y con varios instrumentos , / vestidos de mil colores ¡ y jirones
muy diversos... » (Colección de entremeses, loas, bailes, jácaras..., II, p. 485 b). Véase
también lo que escribe Francisco Márquez Villanueva (Personajes y temas del « Qui~
jote », p. 222).
69. El traje de los letrados era un traje negro y talar, que se llamaba loba en
los siglos xv y xvi y que en el libro de sastrería de Francisco de la Rocha Burguén,
Geometría y traza perteneciente al oficio de sastre, publicado en Valencia en 1618
(B. N. M. : R. 2502), lleva el nombre de balandrán. Para tener una idea del traje
de los letrados, véase el retrato de un doctor en Derecho por la Universidad de
Salamanca, pintado por Zurbarán en 1625 (conservado en Boston, en « Isabella
Stewart Gardner Muséum »). — Varios detalles relacionados con la vestimenta los
debemos a doña Carmen Bernis, a quien expresamos aquí nuestro más sincero
agradecimiento.
70. Sobre el gabán como prenda campesina, véase Noël Salomón, Recherches
sur le thème paysan dans la « Comedia » au temps de Lope de Vega (Bordeaux,
Institut d'Études ibériques et ibéro-américaines, 1967), p. 478, 500, 502, etc.. y lo
que dice Covarrubias en el artículo gaván. Acerca del gabán como prenda
fundamental de la indumentaria del loco, véase F. Márquez Villanueva, Personajes y
temas del « Quijote », p. 221-222.
71. La montera, a principios del siglo xvn, era la « cobertura de cabeza » de la
gente del campo (véanse los textos citados por N. Salomón, Recherches sur le thème
TRADICIÓN CARNAVALESCA Y CREACIÓN LITERARIA 55

vistosa prenda (roja o verde) — Cervantes no la menciona —


que evoque al soldado72. Por otra parte, el gabán no es de
burda tela parda sino de chamelote, de rico tejido de seda73.
Y el matiz « leonado » que se le ha dado trae a la memoria el
color amarillo (a veces naranja) que, con el verde, constituían
las tonalidades distintivas de la locura74, lo mismo que trae
a la memoria los apliques de pieles de animales que aparecían
en los vestidos de los locos75. Es preciso añadir que Sancho
monta a la jineta, o sea de manera guerrera76, no un caballo,

paysan..., p. 501). Por otra parte, en algunos documentos, aparece como un


tocado de « locos » : por ejemplo, el loco Martín de Aguas pintado por Sánchez Coello
en 1595 aparece con gabán y montera. Lo mismo ocurre con El enano aragonés,
retratado por Vicente López en 1825, quien lleva todavía una enorme montera de
piel (F. Márquez Villanueva, Personajes y temas del * Quijote », p. 223).
72. Conocido es el gusto de los soldados por los colores chillones (en que
dominaban el rojo y el verde, colores de locura), lo que explica el nombre de ♦
papagayos » que se les daba. Véase por ejemplo la evocación hecha por el propio
Cervantes en el Licenciado Vidriera (ed. « Clásicos castellanos », p. 19) y la nota
correspondiente.
73. En un principio, el chamelote fue un tejido de pelo de camello.
Posteriormente se hizo con seda, a veces mezclada con lana o con pelo de cabra, de manera
a imitar el verdadero chamelote. Por lo que hace al leonado, era un tinte que sólo
se empleaba en las sedas y no era fácil de conseguir. Entre las Ordenanzas
antiguas de Toledo (Toledo, Imprenta de José de Cea, 1858), figura una, relacionada
con una Real Pragmática de 19 de septiembre de 1590. Se refiere a varias clases
de tejidos de seda, como « gorgoranes, chamelotes, ormesíes lisos, labrados y de aguas »
e indica : « se previene que no se puedan dar aguas [o sea visos que imitan las
ondulaciones del agua] a ninguno de los tejidos de seda referidos que estuvieren en
menos quenta de la que queda expressada » (p. 219). En uno de sus Diálogos de
1591, William Stepney nota : « ... amigo, ¿qué queréys comprar? Venid acá : ¿os
plaze comprar alguna cosa? Mirad si tengo algo que os agrade ; entrad, yo tengo
aquí buen paño, buen lienço de todas suertes, buen paño de seda, chamelote,
damasco, terciopelo, brocado, fustán... » {Revue Hispanique, XLV, 1919, p. 40). Es
incuestionable que en época de Cervantes el chamelote era un tejido de precio en
que entraba una fuerte proporción de seda. No es pues la tela con que se hacían
los gabanes, ya que éstos, por ser prenda campesina, se confeccionaban con paño
tosco y pardo. El abigarramiento también existe pues entre tejido y vestido.
74. Los testimonios sobre los colores de la locura son numerosos (al amarillo
y al verde, hay que añadir a veces el rojo). Por ejemplo, en Oyón (Álava), el día
de la fiesta de San Vicente y San Atanasio sale un loco (el cachi) por el pueblo y
va vestido con la mitad del traje, de arriba abajo, amarilla y la otra mitad verde
(J. Caro Baroja, El Carnaval, p. 200). Véase también lo que escriben Roger Vaul-
tier (Le folklore pendant la guerre de Cent Ans d'après les Lettres de Rémission du
i Trésor des Chartes », Paris, Librairie Guénégaud, 1965, p. 91), André Varagnac
(Civilisation traditionnelle et genres de vie, Paris, Albin Michel, 1948, p. 140-150),
Francisco Márquez Villanueva (Personajes y temas del t Quijote », p. 223), etc..
75. F. Márquez Villanueva, ibid., p. 223.
76. Es lo que indican el capitán Pedro de Aguilar en su Tractado de la cavalle-
ría de la gineta (Sevilla, Hernando Díaz, 1572) y Pedro Fernández de Andrada en
su obra De la gineta de España (Sevilla, Alonso de la Barrera, 1599). El primero
subraya que hay que fomentar el arte de montar a la jineta « siendo tan
importante para el uso y exercicio militar » (citado por F. Rodríguez Marín en la ed.
del Quijote que utilizamos, III, p. 118, n. 3). Lo mismo dice Juan Arias Puerto-
56 BULLETIN HISPANIQUE

sino un macho — la muía era cabalgadura de letrados, médicos


y prelados y salía además en época de Carnestolendas, en
ciertos lugares77 — y que el gobernador ha de empuñar, a modo
de cetro burlesco, de marotte, la vara de mando. Las barbas
sanchescas (XLV, 9) tienen el mismo significado pues se
utilizaban máscaras barbudas cuando las fiestas de « locos »,
como símbolo de ese retorno a la Naturaleza, a la simplicidad
primitiva personificada por el velloso hombre salvaje, que
aparecía en Carnaval78 — por ello también Arlequín, el eterno
a loco » de la Commedia dell' arte, llevaba una careta hirsuta
en tiempos antiguos79 —.
La visión del rechoncho personaje, ataviado de tal manera
— antítesis de un aristocrático, digno y grave gobernador —
no podía sino provocar la risa y hacer pensar en un « loco »
carnavalesco.
Fácil es comprender ahora por qué puede ser un nuevo
Salomón Sancho Panza y por qué antes de comer, como a un
niño, se le pone un babador (XLVII, 41), símbolo de inocen-

carrero en su Discurso para entrar a la jineta con gracia y hermosura, compuesto


en 1590 (in « Tres libros de jineta de los siglos xvi y xvii », Madrid, Sociedad de
Bibliófilos Españoles, 1951). Y en efecto es esa visión guerrera la que nos da
Cervantes en el cap. xxxvi de la Ia parte del Quijote, ya que exclama el ventero : «
Cuatro hombres (...) vienen a caballo, a la jineta, con lanzas y adargas. »
77. La muía aparece, por ejemplo, en Viana del Bollo, en la provincia de Orense
(J. Caro Baroja, El Carnaval, p. 214). Adviértase que Cervantes no dice « muía »,
sino « macho » y el macho puede ser el mulo o el cabrón. ¿Habrá querido Cervantes
introducir un rasgo de humor suplementario al provocar una fugaz vacilación en
la mente del lector? Además, en tiempos antiguos, hubo disfraces de macho
cabrío en época de Carnestolendas, recuerdo tal vez de las Lupercales (Véase C. Gai-
gnebet, Le Carnaval, p. 25). En el País vasco, durante el tiempo carnavalesco,
se utilizaban pieles de cabra (J. Caro Baroja, El Carnaval, p. 171).
78. Sobre las máscaras barbudas, véanse Adolphe-Louis Fabre, Les clercs du
Palais. Recherches historiques sur les Bazoches des Parlements et les sociétés
dramatiques des Bazochiens et des Enfants-Sans-Souci (Lyon, N. Scheering, 1875), p. 220
y Le théâtre populaire européen (edición de Léopold Schmidt, Paris, Maisonneuve
et Larose, 1965), p. 138. — Todavía hoy en día, en Alemania, se utiliza la barba
con cierta frecuencia para disfrazarse, durante la época carnavalesca (ibid., p. 50).
— El hombre salvaje que aparecía por ejemplo en el Carnaval de Nuremberg (pero
también en otras partes) era barbudo, velloso y llevaba apliques de hojas de árbol
(por eso en ciertas partes de Francia se le llamaba Vhomme vert o le feuillu). El hombre
salvaje que corresponde al oso de Carnaval, ha dado lugar a la leyenda de <
Valentín y el osito », de la cual se encuentran rastros en Cataluña (véase C. Gaignebet,
Le combat de Carnaval et de Carême, p. 329-331). Sobre el hombre salvaje,
consúltese Richard Bernheimer, Wild men in the Middle Ages (Cambridge, Harvard Uni-
versity Press, 1952) y Franck Tinland, L'homme sauvage (Paris, Payot, 1968).
79. Arlequín desciende del hombre salvaje. Los apliques de su traje, que llegan
a formar un ajedrezado, no son más que hojas de árbol estilizadas. Por eso llevaba
una máscara hirsuta en un principio.
TRADICIÓN CARNAVALESCA Y CREACIÓN LITERARIA 57

cia 80. Su mundo se halla muy cercano al de Jesús. De ahí que


para gobernar le baste tener a Cristo en la mente, como se
lo dice al duque81. Por su boca inocente, se expresa la divina
sabiduría. Y Cervantes, que equipara al rey y al « loco »,
siguiendo de tal modo tanto la tradición popular carnavalesca
como la tradición libresca de las Saturnales — lo mismo hizo
Rabelais 82 — puede afirmar con su protagonista :

... los que gobiernan, aunque sean unos tontos, tal vez los
encamina Dios en sus juicios (XLV, 19).

Es lo que dice don Quijote cuando le escribe al nuevo


gobernador que el cielo : « de los tontos [sabe] hacer discretos » (LI,
149).
También se entenderá por qué « las burlas se Vuelven en
veras y los burladores se hallan burlados » (XLIX, 99).
Verdad es que todo, en el episodio, pone de relieve la
estructura carnavalesca que venimos analizando.
El disfraz es inseparable de las fiestas de los « locos » y de
las Carnestolendas propiamente dichas. No sólo lo ilustra
Sancho, sino cuantos participan activamente en la burla, pues
desempeñan papeles que no son los suyos en la vida ordinaria.
Lo mismo pasa con las espías, « cuatro personas disfrazadas »,
a las cuales alude el duque en su carta al gobernador (XLVII,
55). Además, uno de los disfraces que más ponía de relieve
la inversión del orden normal de las cosas durante ese tiempo
festivo era el que correspondía al cambio de sexo, como lo
indican Gaspar Lucas Hidalgo, Calderón y los folkloristas83.

80. En el Baile de los Gallos de Luis de Benavente, publicado por primera vez
en 1668, se evocan las Carnestolendas y el autor pone la acotación siguiente : « Salen
al son de atabalillos todos los que hubiere, en caballitos de caña, vestidos de papel,
con cañas y rehileros en las manos, y uno vestido de niño con mantilla y babador... »
(Colección de entremeses..., p. 830 b). También en Madrid, hasta 1936, salía el « niño
llorón » en las mascaradas de Carnaval. De la misma manera, en otras partes, uno
de los disfraces cómicos de la época de Carnestolendas era el de un adulto vestido
de niño con un babador y a veces un chupete en la boca (véanse C. Gaignebet,
Le Carnaval, p. 48 e Y.-M. Bercé, Fête et révolte, p. 31).
81. Sancho le dice exactamente al duque : « Letras (...) pocas tengo, porque
aun no sé la A. B. C. ; pero bástame tener el Christus en la memoria para ser buen
gobernador » (cap. xlii de la 2a parte). Claro está que Sancho utiliza Christus en
el doble sentido de la palabra : el de la cruz que precede al abecedario en la cartilla
de los niños y el de Jesús, refiriéndose de tal modo a la doctrina evangélica.
82. Véase M. Bajtín, La cultura popular, p. 178-179.
83. En sus Diálogos de apacible entretenimiento, publicados en 1605, Gaspar
58 BULLETIN HISPANIQUE

Es lo que ocurre en Ja ínsula Barataría con la doncella


vestida de hombre y con su hermano, quien lleva un traje de
mujer (XLIX, 113 y LI, 157).
De la misma manera, la comitiva que escolta burlescamente
al nuevo gobernador y los regidores que van a acogerle y le
conducen con su séquito a la iglesia evocan a esos
acompañamientos de enmascarados que iban a buscar al rey del
Carnaval (o a otro rey de farsa) a la puerta de la ciudad y lo
llevaban al templo84. Hasta la inclusión en la comitiva del rucio
engalanado y rodeado de gente hace pensar en una de esas
« fiestas del asno » — que también debieron de existir en
España, según testimonio de un escritor toledano del siglo xvi 85 —
en que el borrico, ataviado ricamente y venerado, penetraba
con mucha pompa en la iglesia86.
El Carnaval es la época de las comidas abundantes y
sustanciosas. Y a Sancho Panza, que personifica esa fiesta, se
le presenta por segunda vez (la primera fue cuando las bodas

Lucas Hidalgo evoca el martes de Carnestolendas y escribe : « La mujer se viste


de hombre / y el hombre se viste de hembra » (ed. B. A. E., t. XXXVI, p. 316).
Del mismo modo, en su entremés Las Carnestolendas, después de evocar el « loco
tiempo de Carnestolendas », Calderón pone en boca de un vejete : « Al revés anda
ya el mundo / Por San Dimas, que no falta / sino andar de hombres las hembras /
y los hombres en enaguas » (ed. B. A. E., t. XIV, p. 634 b). Véase también lo que
indica el folklorista Van Gennep (Manuel..., p. 884). — No hablaremos aquí del
sub-episodio iniciático de la doncella vestida de hombre, del cual trataremos en
otro trabajo.
84. Van Gennep, Manuel..., p. 922. — Véase también lo que en 1745 prohibía
el obispo de Teruel, Francisco Pérez de Prado : « ... mandamos que (...) no puedan
los dichos Reyes o Emperadores del Juego de Reynado entrar en la iglesia con la
mojiganga de corona de papel (...). Ni las Emperatrices o Reynas de
Carnestolendas puedan tener en la Iglesia trono (como dizen) de assiento prehemínente,
separado y alfombrado, ni llevar divisa alguna de tal burla, ni estar en comunidad
o cuerpo distinto con la Duquesa o Condesa y la Mayordomesa o Sácalostodos.
Ni Nuestros curas, ni otros sacerdotes ni clérigos de cualquiera orden y grado
puedan acompañar esta tramoya burlesca del Reynado para ir a la iglesia en mujeres
ni hombres, ni salir a recibirlos a la puerta de ella, ni ministrarles el agua bendita
con el hissopo o sin él, acompañarlos al assiento, ni despedirlos a la salida, o
conducirlos a sus casas » (citado por J. Caro Baroja, El Carnaval, p. 339). Sobre
comitivas burlescas y asistencia a misa de las autoridades ficticias, consúltese la obra,
del mismo Caro Baroja, p. 318.
85. Este, Román de la Higuera, se refiere a las cabalgaduras que profanaban
los templos (según Jerónimo López de Ayala — conde de Cedilla — Toledo en el
siglo XVI, Madrid, Imprenta de los hijos de M. G. Hernández, 1901, p. 162).
86. Sobre la « fiesta del asno », véanse Du Tilliot, Mémoires pour servir à
l'histoire de la fête des fous, qui se faisait autrefois dans plusieurs églises (Lausanne-
Genève, Marc-Michel Bousquet et CIe, 1741, p. 14 y ss.) y Jean Delumeau, La mort
des pays de cocagne. Comportements collectifs de la Renaissance à l'âge classique
(Paris, Publications de la Sorbonne, 1976, p. 17-18).
TRADICIÓN CARNAVALESCA Y CREACIÓN LITERARIA 59

de Camacho) la posibilidad de satisfacer su voracidad, aunque


se halle frustrada (XLVII, 41 y ss.). La mesa está cubierta
de manjares diversos, entre los cuales destacan las carnes,
como era de suponer : perdices, conejos, ternera87. Pero lo
que más le apetece al gobernador es una olla podrida, plato
de sustancia, típico de las Carnestolendas88.
La única referencia precisa en el texto a. la época del año
en que se verifica el episodio de la ínsula, la encierra la carta
que el duque le manda a Sancho : lleva la fecha del 16 de agosto
(XLVII, 56). No podemos pues hablar de un tiempo
carnavalesco en el sentido estricto de la expresión. Sin embargo,
la vacilante duración que se le atribuye al gobierno sanchesco
— ni siquiera cuatro días, siete, ocho o diez89 — corresponde
a la que a menudo se observa con relación a las festividades
de Carnestolendas : tres días o una semana90. Y ese « asalto
furioso » al cual alude el duque y se ha de dar cierta noche a
la ínsula y a su gobernador (XLVII, 55) hace pensar en el
combate del Carnaval y de la Cuaresma, que acaba con la
muerte del primero. Tiene lugar, en efecto, en la noche del
séptimo día del gobierno de Sancho y le coge a éste « en su cama,
no harto de pan ni de vino » (Lili, 189). El Arcipreste de Hita
indica que en las cartas de desafío enviadas a don Carnal por
doña Cuaresma, ésta dice que la inexorable batalla será dada
de Jueves Gordo a siete días91. Y las huestes cuaresmales, que

87. Evocando lo que el escudero Marcos de Obregón compra para su señora


el Martes de Carnestolendas, Vicente Espinel apunta : « ... di conmigo en un
tabernáculo de la gula, donde henchí un paño de manos de una empanada y par de
perdices, un conejo y frutillas de sartén » (Ia parte, descanso V ; ed. « Clásicos
Castalia », I, p. 135-136).
88. En el artículo Antruejo, explicando el origen de tal palabra, escribe Covarru-
bias : «... y assí antruejo valdrá tanto como fiesta de las ollas grandes y ollas
podridas... ». También indica Agustín Moreto en su comedia Industrias contra
finezas : « Llégate a mis brazos, Celia / para que hagas, con Testuz / ollas de
Carnestolendas » (jornada 3a, escena XXI ; ed. B. A. E., XXXIX, p. 288 c). En Galicia,
tierra donde se habían conservado mejor las costumbres de Carnaval, la olla
podrida era plato frecuentísimo en esa época festiva (J. Caro Baroja, El Carnaval,
p. 114).
89. Véase XLV, 12 ; Lili, 189 ; Lili, 198 ; LV, 235 ; LV, 238 ; etc..
90. El tiempo de las Carnestolendas es muy variable (véase J. Caro Baroja,
El Carnaval, p. 39 y ss.). Sin embargo, en bastantes sitios empezaba la fiesta el
Jueves Gordo (o Jueves Lardero) y duraba hasta el Miércoles de Ceniza, siendo el
día principal el Martes de Carnaval. En muchas partes tan sólo correspondía a
los tres días antes de la Cuaresma : Domingo, Lunes y Martes de Carnaval.
91. Véase Libro de Buen Amor, estrofa 1076.
60 BULLETIN HISPANIQUE

se presentan por la noche del Martes de Carnaval al Miércoles


de Ceniza, le sorprenden a don Carnal adormilado, después

.
de mucho comer y beber vino92. Además, la invasión de la
ínsula por enemigos ficticios evoca una costumbre que
existía hasta hace poco en Galicia, en la comarca de Becerrea
(Lugo) : los hombres de una parroquia, vestidos a modo de
soldados, formaban una mascarada y uno de los días de
Carnaval invadían los campos de la parroquia vecina ; pero la
contienda, a pesar del orden de ataque dado por el invasor,
venía a ser únicamente verbal y graciosa93.
Por otra parte, en época de Carnestolendas, existía el llamado
« juego del tribunal », descrito por Francisco Santos, en el
siglo xvii, en que aparecían un presidente, un relator, varios
abogados, etc. y cuya finalidad era reírse de los
desaprensivos inocentes 94. Pero, sobre todo, en dicha época del ' año
(y en otras) se constituían tribunales populares paródicos que,
remedando la pompa de la Justicia ordinaria, censuraban
burlescamente los hechos atentatorios contra las costumbres
normales y particularmente las que estaban relacionadas con
la moral sexual (infidelidad conyugal, liviandad de las mozas
o atropello de una de ellas, etc...)95. Es lo que pasaba, por
ejemplo, en Valcarlos (Navarra) y en otros lugares96. Y hay
que recordar que uno de los pleitos jocosos que le presentan
a Sancho es el de la mujer forzada (XLV, 20-26). Es menester

92. Ibid., estrofa 1100.


93. J. Caro Baroja, El Carnaval, p. 117.
94. Evocando varios juegos divertidos de la noche de Carnestolendas, o sea
del Martes de Carnaval, escribe Francisco Santos en La tarasca de parto en el mesón
del infierno : « Júntanse en otra parte diversas personas y ordenan el juego del
Tribunal, nombran Ministros altos y baxos, siéntanse a un lado los abogados, el
relator en su puesto, y van viniendo los nombrados por presos delante de la silla del
Presidente, puesto un pedazo de manta o estera, al que quieren burlar (que siempre
escogen al más inocente), estando haciendo relación de su causa, tiran de la
alfombra y dan con él de costillas... » [Obras en prosa y verso, 4 t., Madrid, Francisco
Martínez, 1723 ; III, p. 252 b-253 a).
95. Acerca de estos tribunales se ha escrito mucho, sobre todo en Francia. Véanse,
por ejemplo, R. Vaultier, Le folklore pendant la guerre de Cent Ans, p. 98 ; Y.-M. Bercé,
Fête et révolte, p. 37-38 y Van Gennep, Manuel..., p. 919.
96. En Valcarlos se constituía un tribunal paródico con papeles de juez,
acusador, secretario, letrado defensor, etc.. ; la sentencia daba lugar a un «
charivari » (J. Caro Baroja, El Carnaval, p. 192-193). — Las censuras carnavalescas
toman a veces la forma de testamentos o de sermones burlescos (véanse Pilar
García de Diego, Censura popular, in « Revista de dialectología y tradiciones
populares », XVI, 1960, p. 295-333 y J. Caro Baroja, El Carnaval, p. 115, 213, etc.).
TRADICIÓN CARNAVALESCA Y CREACIÓN LITERARIA 61

añadir que había en Francia una tradición de causas


burlescas que, al principio, juzgaban paródicamente los jueces y
letrados del Palacio de Justicia de París (la Basoche) y de otras
ciudades, principalmente en Carnaval97. Estos juicios daban
lugar a debates festivos que cuajaron en farsas y
representaron entonces verdaderos cómicos. El argumento de estas
farsas era liviano — una madre se queja, falsamente, de que
su hija ha sido violada y viene a pedir justicia88 — o
grotesco o ingenioso — el burlador burlado" — y este último
tema trae a la memoria el caso del viejo de la cañaheja que
sentencia Sancho (XLV, 15-19). ¿Quién sabe si en Salamanca,
donde se formaban los mejores juristas del reino, donde se
celebraba la fiesta de Panza y donde, durante las
Carnestolendas, los estudiantes exhibían espectáculos por las calles,
según lo señala Enrique Cock a finales del siglo xvi100, no
existieron costumbres parecidas que inspiran a Cervantes?
También son típicamente carnavalescas las bodas jocosas
en que se enumeran en son de burla los defectos físicos y morales
de los ficticios desposados, como si fueran cualidades101. Esa
tradición penetró en la Corte ya que el Martes de Carnaval
del año 1638 se verificó uno de esos ridículos casamientos102.

97. Sobre el particular, véanse Adolphe-Louis Fabre, Les clercs du Palais.


Recherches historiques sur les Bazoches des Parlements..., y Howard Graham Harvey,
The Théâtre of The Basoche (Cambridge, Harvard University Press, 1941). Nótese
que la Basoche también constituía un « reino » que tenía su « rey ».
98. Es el tema, por ejemplo, de la farsa La Mère, la Fille, le Tesmoin, V
Amoureux et VOfiîcial (puede leerse en Recueil de farces, moralités et sermons joyeux, éd.
Le Roux et Lincy et Francisque Michel, 4 t., Paris, Techener, 1837 ; I, n° 22).
99. Es el argumento de la Farse des deux savetiers y de la conocidísima Farse
de Maistre Pierre Pathelin.
100. Enrique Cock, evocando las Carnestolendas del año 1585, escribe : « En
algunas tierras exhiben espectáculos por las calles, como he visto hacer a los
estudiantes de Salamanca » [Anales del año ochenta y cinco, in « Viajes de
Extranjeros por España y Portugal », ed. de J. García Mercada!, 3 t., Madrid, Aguilar,
1952-1962, I, p. 1311 b).
101. Véanse Van Gennep, Manuel..., p. 1065 y 1079, y C. Gaignebet, Le
combat de Carnaval et de Carême, p. 334. Se trata, como lo subraya M. Bajtín, de una
manifestación de la degradación carnavalesca, rasgo sobresaliente del « realismo
grotesco » (La cultura popular, p. 24-25, etc.).
102. Véase lo que escribe un jesuíta desde Madrid, el 23 de febrero de 1638 :
« El martes [de Carnestolendas] se hizo una boda de una dama, por vía de entremés ;
concurrieron a la representación casi los más de los caballeros. Fue portero aquel
día el señor Conde-Duque ; salieron vestidos de alabarderos a lo tudesco el conde
de Oropesa, el conde de Aguilar, el marqués de la Guardia (...), de dueñas D. Jaime
de Cárdenas, D. Francisco de Cisneros, etc., de damas el Almirante, el conde
de Grajal, el conde de Villalba, el marqués de Aytona, etc. La Reyna hizo el obrero
62 BULLETIN HISPANIQUE

Esa misma tradición enardece el genio del Labrador que se


presenta ante Sancho y hace tan burlesca descripción de las
prendas de Clara Perlerina y de su novio, el bachiller (XLVII,
60-62).
De la misma manera, el género de las profecías paródicas
y del desciframiento de enigmas — herencia de las
Saturnales103 — es puramente carnavalesco y lo ilustran tanto
Rabelais104 como Cervantes en el episodio de la ínsula (XLIX,
106 y LI, 144-147).
Incluso algunos detalles tan sólo se entienden con relación
al ambiente carnavalesco que venimos estudiando. Ya hemos
puesto de realce la importancia del Soplo en Carnaval. Pues
el chusco que le afirma al gobernador que no ha de dormir
en la cárcel (posee varias características del « loco »
carnavalesco) indica que ha salido a tomar el aire, lo que ocasiona un
gracioso diálogo con su interlocutor, gracias al cual nos
enteramos de que en la ínsula se toma el aire donde sopla (XLIX,
106). Tampoco es de extrañar que Sancho Panza,
personificación del Carnaval, le mande jocosamente al cuaresmal don
Quijote :
algunos cañutos de jeringas que para con vejigas los hacen en esta
ínsula muy curiosos (LI, 159-160).
Por otra parte, a los tejedores e hilanderas se les atribuía un
saber y un poder mágicos105, dado que los hilos de la vida

mayor, que se llama Carbonel ; al Rey, un ayuda de cámara viejo ; al príncipe, el


duque de Pastrana; la novia fue otro ayuda de cámara viejo, de muy mala cara, y
el novio Zapatilla. Llevaban doce pajes, hijos de señores. Los gentileshombres
entraron en caballos de caña. Hizo oficio de patriarca el conde de la Monclova, que
era el que había de casar los novios. Hubo su modo de saraos y dichos, que cada
uno llevaba estudiados (...). Los trajes fueron ridículos y de grande
entretenimiento... » (Cartas de algunos padres de la Compañía de Jesús, II, Madrid, Imprenta
Nacional, 1862 ; « Memorial Histórico Español », XIV, p. 336-337). Se puede notar
en este texto la inversión general que caracteriza al Carnaval. Por lo que hace a
los novios, las particularidades burlescas que hemos indicado saltan a la vista
(Zapatilla era un bufón, bajo y contrahecho). Es preciso añadir que en el Carnaval
romano salían a menudo jorobados y lisiados, como ocurrió por ejemplo en el de
1632 (véase Martine Boiteux, Carnaval annexé. Essai de lecture d'une fête romaine,
in « Annales. Économies. Sociétés. Civilisations », t. 32, 1977, p. 356-380 ; p. 363).
103. Sabido es que el Carnaval prolonga varios aspectos de las Saturnales. En
sus Noches Áticas, Aulo Gelio evoca diversos enigmas y sofismos festivos que se
decían durante esa fiestas (XVIII, 2).
104. Véase M. Bajtín (La cultura popular, p. 210 y ss.) acerca del « Enigma de
la profecía » de Gargantua.
105. Véase, por ejemplo, lo que escribe Claude Gaignebet (Le Carnaval, p. 65
y ss.), aunque con una perspectiva algo diferente de la nuestra.
TRADICIÓN CARNAVALESCA Y CREACIÓN LITERARIA 63

humana se hallan presos en una trama de relaciones e


influencias que semeja la urdimbre de un tejido. Por ello, se
prohibía hilar durante las Carnestolendas, época de « locura », para
no correr el riesgo de atar los vientos e imposibilitar la
circulación del Soplo, así como para no provocar otras
perturbaciones con relación al destino de los hombres. Semejantes
prohibiciones existieron en Cataluña, Asturias y Castilla106.
Se comprenderán mejor, de tal modo, las alusiones que
encierra el episodio cervantino, ya que el chusco al cual hemos
aludido es tejedor, pero de hierros de lanzas (XLIX, 106), y
la doncella que va vestida de hombre se presenta como hija
de Pedro Pérez Mazorca — una mazorca es una husada —
arrendador de las lanas del lugar (XLIX, 109).
Hasta el famoso combate simbólico entre el Carnaval y la
Cuaresma aparece muy a las claras desde el momento en que
el gobernador se prepara a comer, lo que no puede hacer por
impedírselo el doctor Pedro Recio de Agüero, natural de Tir-
teafuera. Una vez más, aprovecha Cervantes el carnavalesco
contraste entre gordos y flacos, reconstruyendo bajo otra
forma la pareja Sancho-don Quijote.
Ya sabemos que Sancho Panza es bajo y barrigudo. Pues
según las características antroponomicas populares registradas
por Correas107, el doctor no puede ser sino largo y flaco, como
lo indica el refrán : « Pedro, por ser grande zankipatas, anda
a gatas »108. Además, con arreglo a lo apuntado por el mismo
Correas, si Sancho es « santo, sano i bueno », Pedro no puede

106. J. Caro Baroja, El Carnaval, p. 45. — Este autor recoge varios refranes
que corrían por Castilla en época de Correas : « El buen hilar, de San Miguel a
Navidad : de marzo ayuso, no rabea bien el huso » y « Día de Santa Inés, muje'res,
no hiles ».
107. Gonzalo Correas, en su Vocabulario de refranes (éd. Louis Combet,
Bordeaux, Institut d'Études ibériques et ibéro-américaines, 1967), escribe : « Es de
advertir que algunos nombres los tiene rrezíbidos i kalifikados el vulgo en buena
o mala parte i sinifikazión por alguna semexanza que tienen kon otros, por los
kuales se toman » (p. 41 a-b) y en otro lugar (p. 90 b) recoge el refrán siguiente :
« El nonbre sigue al onbre. » Como lo subrayan J. B. Avalle Arce y E. C. Riley,
« ... el nombre personal ha tenido siempre, en la tradición judeo-cristiana, una
cierta cualidad mística y definitoria de la esencia de esa persona » {Don Quijote
in « Suma cervantina », London, Tamesis Books Limited, 1973, p. 49). Véanse
también, sobre el particular, las acertadas observaciones de Claude Gaignebet (Le
Carnaval, p. 163-164).
108. Vocabulario de refranes, p. 467 b.
64 BULLETIN HISPANIQUE

ser sino <c taimado, vellaco i matrero » : así lo demuestra el


calificativo « de Urdemalas » que ha cobrado109. Se establece,
de tal modo, una oposición físico-moral entre los dos
personajes, que se halla reforzada por lo que sugiere otro proverbio :
« Kon lo que Pedro sana, Sancho adoleze »110. El verbo «
sanar » puede tomar un significado activo (aunque éste no es
el verdadero sentido que tiene en el refrán) y entonces Pedro
se transforma en médico. De tal manera debió de nacer, en
la mente cervantina111, el doctor Pedro Recio. Y si Sancho
es personificación del Carnaval, la figura antitética, Pedro
Recio, tiene que ser la de la Cuaresma. ¿No dice Rabelais que
ésta engendra y cría a los médicos112? Después de las
sustanciosas comidas de Carnestolendas, ¿no vienen los doctores a
sanar a los numerosos enfermos de indigestión, aplicándoles
una recia dieta? ¿No es además la época de Cuaresma la de
los recios ayunos, la de las recias mortificaciones? Y ¿no es
cuaresmal la larga loba negra de los médicos? Así que para
Sancho, que ademas debe de conocer el proverbio : « Pedro,
kontigo poko medro »113, el doctor no puede ser más que señal
de « mal agüero », como se lo dice (XLVII, 51), y no puede
desear el gobernador sino que Pedro Recio se « tire afuera »
(XLVII, 51).
Los dos personajes, representaciones de dos principios opues-

109. Ibíd., p. 41 b y p. 467 a-b. — Pedro tiene siempre mala fama ; es lo que
aparece también en los Diálogos de John Minsheu de 1599 : « Porque ni muía mohína,
ni moca Marina, ni moco Pedro en casa, ni Abad por vezino, ni poyo a la puerta,
no es bueno » (p. 106) y « todo eso es como Pedro por demás » (p. 104).
110. En su Vocabulario de refranes (p. 425 a), Correas apunta : « Kon lo que
Pedro adoleze, Sancho — o Domingo — konvaleze ; [o] Kon lo que Pedro sana i
konvaleze, Domingo adoleze. » En el Refranero de Francisco de Espinosa, de hacia
1540 (ed. de Eleanor S. O'Kane, Madrid, Real Academia Española, 1968), el
proverbio aparece (p. 215) bajo la forma : « Con lo que Pedro sana, Domingo adolece ».
En el Refranero del marqués de Santillana publicado en 1541 con una glosa nueva,
el refrán es el siguiente : « Con lo que Sancho sana, Domingo adolece » (Dos
refraneros del año 1541, Madrid, Imprenta de J. Cosano, 1944 ; col. « Libros humildes »,
p. 83).
111. Adviértase que, en el Viaje de Turquía, Pedro de Urdemalas se hace
médico.
112. Véase supra, nota 19. — Hay que indicar que el médico es un
personaje que sale con frecuencia en las mascaradas de Carnaval : véanse Van Gennep
[Manuel..., p. 916 y 920) y A. Varagnac (Civilisation traditionnelle et genres de vie,
p. 87-88). También es preciso añadir que el doctor es objeto de censuras populares
cuando las Carnestolendas : consúltese Pilar García de Diego (Censura popular,
p. 320).
113. G. Correas, Vocabulario de refranes, p. 467 b. También aparece el refrán
bajo la forma : « Pedro, por tí, poko medro. »
TRADICIÓN CARNAVALESCA Y CREACIÓN LITERARIA 65

tos, de dos formas de cultura están pues frente a frente :


Sancho Panza tiene que intentar saciar su voracidad esencial y
al doctor le corresponde prohibirle tal satisfacción. El
combate simbólico, que no para en lucha abierta — aunque al
gobernador no le faltan ganas de estrellarle al médico en la
cabeza la silla en que está sentado y de echarle de la ínsula
a garrotazos (XLVEE, 51-52) — termina, como era de
suponer, por la derrota de Sancho. Este, en efecto, al no poder
probar ningún plato, acaba por pedir cómicamente que se
le deje comer :

alguna cosa de peso y sustancia, aunque fuese un pedazo de pan


y una cebolla (XL VU, 59).

Pan y cebolla : antítesis de los manjares sustanciosos de la


época de Carnestolendas, como lo traduce el refrán : « Pan y
cebolla, mal suplen por la olla ». Las cebollas son alimento
esencial del tiempo cuaresmal, forman parte de las huestes
de doña Cuaresma114 y en Cataluña constituyen el collar del
muñeco que la personifica115.
Es señal que un cambio se está produciendo en el
protagonista. Dentro de ese mundo al revés específico de la
estructura carnavalesca del episodio, otra inversión tiene lugar : el
gobernador se está transformando física y moralmente.

La falta de comida es para Sancho un tormento iniciático116


que le va acendrando, que le va haciendo digno del cargo que
ocupa. No reacciona, en efecto, el gobernador como un rey
de burla, sino que toma a pecho sus responsabilidades, vive
intensamente lo que no es más que juego, transitoria y jocosa
inversión de la vida ordinaria, pero para él auténtica realidad.
Por ello es tan importante la carta que le dirige a don
Quijote (LI, 155-161), pues entre destellos de comicidad carna-

114. Véase la segunda égloga (de Antruejo) de Juan del Encina.


115. Véase Claude Gaignebet, Le combat de Carnaval et de Carême, p. 341.
116. Véase Mircea Eliade, Initiations, rites, sociétés secrètes (Paris, Gallimard,
1976 ; col. « Idées »). P- 29, 48, etc..
Bulletin hispanique. 5
66 BULLETIN HISPANIQUE

valesca expresa la conciencia que tiene de la transformación


que está sufriendo, aun sin quererlo.
Creía satisfacer, en la ínsula, las exigencias corporales de
su ser :

pensé venir a este gobierno a comer caliente y a beber frío y a


recrearme el cuerpo entre sábanas de holanda, sobre colchones de
pluma (LI, 156),

y resulta que le pasa todo lo contrario. En vez de holgar, se


entrega a una incesante actividad de juez probo y de buen
gobernador; en vez de enriquecerse, no toca derecho ni lleva
cohecho (LI, 156) ; en vez de comer alimentos sustanciosos,
se queda casi en ayunas ; en vez de dormir, se pasa una buena
parte de la noche rondando la ciudad (XLIX, 98).
Esta inversión no puede sino tener consecuencias físicas
a la par que morales. De tanto sufrir dieta, de tanto pasar
hambre' (LI, 155-156), va a quedarse Sancho « en los huesos
mondos » (LI, 156), como se lo dice a don Quijote. El
carnavalesco Sancho Panza va a convertirse en el cuaresmal
Sancho Panza. Es lo que le escribe a su amo : parece que « he venido
a hacer penitencia, como si fuera ermitaño » (LI, 156).
Indicios de esa evolución son, en el episodio de la ínsula, la
desaparición completa de las prevaricaciones idiomáticas y de las
sartas de refranes, así como el menor empleo de éstos y la
ausencia del burro117.
Esto nos lleva a evocar lo que Cervantes indicaba en el
capítulo ix de la primera parte de la obra. Apuntaba el autor
que en los cartapacios de la historia de don Quijote que dejó
Cide Hamete Benengelí había una pintura de los
protagonistas :
Junto a él [don Quijote] estaba Sancho Panza, que tenía del
cabestro a su asno, a los pies del cual estaba otro rótulo que decía :
« Sancho Zancas » y debía de ser que tenía, a lo que mostraba la
pintura, la barriga grande, el talle corto y las zancas largas, y por
esto se le debió de poner el nombre de Panza y de Zancas que con
estos dos sobrenombres le llama algunas veces la historia.
117. Recuérdese lo que escribe Cervantes : « dice Cide Hamete que pocas veces
vio a Sancho Panza sin ver el rucio, ni al rucio sin ver a Sancho... » (2a parte,
cap. xxxiv). Separarle a Sancho de su asno, es pues despojarle de parte de su ser.
TRADICIÓN CARNAVALESCA Y CREACIÓN LITERARIA 67

De tal modo, Sancho sería tanto el zancudo como el


panzudo. Pero tal geminación no podía sino fallar, pues las dos
características vienen a excluirse. Zancudo, no puede serlo
más que el alto, flaco y cuaresmal don Quijote. El
carnavalesco Sancho Panza no puede ser sino panzudo y paticorto.
Y en efecto, en todo el libro no vuelve Cervantes a aludir a
la otra imagen del campesino.
Sin embargo, en el episodio de la ínsula Barataría, la
evolución física, esbozada ya, ha de conducir a una profunda
modificación de Sancho : llegará éste a perder su barriga y,
de tal modo, a alargarse. Ya apunta la otra posibilidad, la que
corresponde a una cuaresmal figura y evocó Cervantes en el
capítulo ix de la primera parte de la historia. Pero tal radical
transformación supondría un abandono de la esencia del
personaje y tendría por consecuencia un desdoblamiento
simétrico de la figura de don Quijote. Desaparecería pues la
inmortal pareja y con ella las dos visiones (culta y popular)
de la realidad para tan sólo dejar subsistir el enfoque erudito,
lo que es inconcebible. De manera que antes que termine esta
evolución, tiene que acabar el episodio de la ínsula. Sancho,
consciente de la progresiva y fundamental enajenación de su
ser, no puede sino aspirar a recobrar su naturaleza profunda,
su verdadera identidad. Es imposible que Sancho Panza se
transforme esencialmente en un ente cuaresmal. Debe pues
abandonar el gobierno ; va a hacerlo de su propia voluntad.

El que sale frustrado de la « insular » aventura no es


Sancho, ejemplar gobernador que ha adquirido una auténtica
dignidad, sino el aristocrático promotor de la burla. Esta
inversión subraya que la comparación entre los dos personajes
es desfavorable para el representante de los grupos dominantes.
El duque, gran señor con carga de vasallos y derecho de
jurisdicción, lleva sin embargo una vida ociosa que le cansa
a don Quijote118. Parece ocupado únicamente en divertirse

118. Véase 2a parte, cap. lvii : « Ya le pareció a don Quijote que era bien salir
de tanta ociosidad como la que en aquel castillo tenía... >
68 BULLETIN HISPANIQUE

y gastar dinero119. Y cuando se le presenta la ocasión de ser


un justo juez, se muestra desalmado e inicuo, ya que prefiere
proteger sus intereses, como lo ilustra el caso de la dueña
dolorida, doña Rodríguez120. Las burlas que na preparado con
su esposa, burlas insípidas, humillantes y hasta crueles que
han de sufrir don Quijote y Sancho121, no permiten formarse
mejor concepto de esos vastagos de la alta nobleza española.
Sancho Panza, al contrarío, al ejercer su gobierno, ha sido
un modelo de diligencia, conciencia y rectitud122. Su
actividad gubernamental es una lección de moral política. Se ha
lucido particularmente como juez : sus sentencias han sido
rápidas e intachables mientras que la justicia oficial es larga,
venial y viciosa. Recuérdese, por ejemplo, lo que decía Mateo
Alemán en su Guzmán de Alfarache125 o lo que apuntaba Luque
Fajardo en 1603 :

Todos tratan cómo se vende la justicia; no hay ley que valga (...)
ni hay favor como un real de a ocho, doblón o escudo...124.

Piénsese también en lo que en 1601 escribía el licenciado Porras


de la Cámara en una carta dirigida al cardenal Fernando Niño
de Guevara :

Ninguna administración de justicia, rara verdad ; poca vergüenza


y temor de Dios ; menos confianza ; ninguno alcanza su derecho,
sino comprándolo125.

119. Por doña Rodríguez, nos enteramos de que un rico labrador « le presta
dineros [al duque] y le sale por fiador de sus trampas por momentos... » (2a parte,
cap. xlviii).
120. El hijo del labrador rico que le presta dineros al duque ha burlado a la hija
de doña Rodríguez, prometiéndole casarse con ella. Como el aristócrata no quiere
descontentar al padre del joven, no le hace justicia a la dueña (véanse cap. xlviii
y mi de la 2a parte). Los duques afrentarán públicamente a madre e hija (cap. lii)
y se burlarán de ellas (cap. lvi). Tan sólo gracias a don Quijote acabará felizmente
la historia.
121. Piénsese en el lavado de las barbas de don Quijote (2a parte, cap. xxxn),
en el castigo de los 3300 azotes que ha de sufrir Sancho para desencantar a
Dulcinea (cap. xxxv), en la explosión de Clavileño, que hubiera podido acabar de
manera sangrienta (cap. xli).
122. Aunque varias afirmaciones suyas se puedan poner en tela de juicio,
consúltese : Ludovik Osterc, El pensamiento social y político del « Quijote » (México,
Ed. De Andrea, 1963), y más particularmente p. 261 y ss. : « El gobierno de
Sancho. »
123. Véase Parte I, lib. I, cap. i; parte II, lib. II, cap. ni ; etc..
124. Fiel desengaño contra la ociosidad y los juegos (Madrid, Miguel Serrano de
Vargas, 1603), fol. 291 r».
125. Citado por L. Ostero, El pensamiento social y político del « Quijote », p. 224.
TRADICIÓN CARNAVALESCA Y CREACIÓN LITERARIA 69

I Y cuántos testimonios más se podrían citar !


Frente a tan lamentable situación, resplandece el íntegro
gobierno y la deslumbrante justicia de Sancho, quien no hace
más que aplicar la doctrina evangélica (« con Cristo en la
memoria »). ¿No querrá decir Cervantes — que tanto tuvo que
quejarse del gobierno y de la justicia de su España — que
para ser buen gobernador y buen juez (primera obligación
del que gobierna) mas importa ser verdadero cristiano que no
gran letrado o capitán? El perfecto gobernante, ¿no será el
que tiene la ley de Jesús impresa en el corazón, un gobernante
tal como lo pinta Erasmo en su Institutio principis chrisdani?
Por ello puede ilustrar mejor estos preceptos el « tonto »
Sancho Panza, el cristiano sincero y sin letras, el pacífico
representante de la verdad popular, de la auténtica verdad.
En la católica España de principios del siglo xvn, en que
triunfa el aristocratismo, donde reina la hipocresía, se exalta
la doctrina de Jesús, pero no se aplica, ya que se obra de
manera opuesta a lo que indica el Evangelio. Cervantes, sin
embargo, no puede acometer contra la falsedad de la verdad
oficial y poner en tela de juicio el sistema gubernativo de los
grupos dominantes que tantos males engendra sino en son de
burla, valiéndose de una estructura carnavalesca, dentro del
marco de un transitorio mundo al revés. De tal modo, el
lenguaje carnavalesco cobra nueva importancia, se transforma
en lenguaje político, como ocurrió con la mascarada que salió
en Madrid el Martes de Carnestolendas de 1637 126. No obstante,

126. He aquí lo que escribe el autor de unas Noticias de la primera mitad del
siglo xvii con relación a esas Carnestolendas : t Martes de Carnestolendas [Io de
marzo] salió la mojiganga de la villa, que en diversidad de trajes y personas,
emblemas y hieroglíficos, sobrepujó a la otra aunque no quizá en el gasto. Estaba
dividida en diferentes cuadrillas (...). Traían todos sus máscaras, encubriendo
con ellas su borrachera ; sus motes y divisas fueron agudas y algunas con gran
aire satírico, como la de la cuadrilla de los escribanos, cuyo letrero decía : « Todos
los de esta cuadrilla / son los gatos de la villa » (...). Entre las demás figuras, había
uno vestido de pieles de carnero, el pelo adentro, y decía su letrero : « Sisas, al-
cavalas y papel sellado / me tienen desollado. » Otro traía muchos hábitos y cruces
de las órdenes y decía el letrero : « Estas se venden » y no causó poca risa ver a uno
con su bonete en traje de teatino que iba huyendo y tras él corriendo el Demonio,
a modo de los que pintan del infierno, con el letrero : « Voy corriendo por la posta /
tras el padre Salazar / y juro a Dios y esta cruz / que no le puedo alcanzar » (...).
No cuento nada de los demás que salieron a esta fiesta vestidos de cardenales,
echando absoluciones y otras cosas, porque dicen que la Inquisición ha reparado
70 BULLETIN HISPANIQUE

cuando desaparece la inversión, se vuelve a la triste realidad.


¿Pensará Cervantes que ese afán de rectitud y de justicia
no es más que un sueño, que tan sólo puede hacerse efectivo
en otro mundo, en una añorada Edad de Oro?

* * *

Dos veces evoca el autor del Quijote el problema de la


Justicia en la segunda parte de la obra : la primera, en el
episodio de la ínsula Barataría y la otra en el de Roque Guinart,
quien, a pesar de ser bandolero, hace reinar la equidad entre
sus compañeros, lo que le opone a los inicuos jueces reales127.
Las dos veces pues, para ilustrar lo que es la verdadera
justicia, tiene que utilizar Cervantes el artificio del « mundo al
revés ». j Amarga ironía I
Julio de 1977.
Augustin REDONDO.
(Universidad de Tours)

en ello, y no se atrevió a salir el que había hecho un vestido de papel sellado, por
parecer demasía » (Cartas de algunos padres de la Compañía de Jesús, II, p. 67-68).
127. Véase cap. lx.

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