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38 EL FINAL DEL SILENCJO

saldadas por completo. La reconstrucc·ó d


, I n e ese 1
tener mue_has tormas, pero sus vías posibles azo Puede
sean, requieren cuidado y trabajo perma ' cualesqu¡e
., b'' • nentes E ra
trucc1on tam 1en exige que los muerto d • sa rec0
s e1pasadO ns.
den a veIar contra las violencias estatal d nos ªYll
es el present
e.
. I. LA LEGITIMIDAD DE LA REPRESIÓN
Y LA DESLEGITIMACIÓN DEL RÉGIMEN
Buenos Aires, novie b
rn re de 2016
INTRODUCCIÓN

Las denuncias por la represión desatada por las Fuerzas Ar-


madas comenzaron de manera muy temprana, tanto por los
reclamos internacionales como por las acciones iniciales de
los grupos de derechos humanos dentro del país. Basta re-
cordar que la primera misión de Amnesty International,
con resultados altamente críticos para el régimen militar,
vino a Argentina en noviembre de 1976. Algunas organiza-
ciones de derechos humanos ya funcionaban desde antes
del golpe y otras se fueron creando con rapidez, al compás
de los estragos producidos por la violencia estatal. También
algunos partidos políticos y algunos medios, que habían
concedido un apoyo enfático al régimen y a su misión pa-
triótica de "combatir la subversión", comenzaron a hacer
tibios "llamados de atención" sobre el tema. 1 No obstante,
la cuestión humanitaria no emergería como asunto político
y como factor de oposición significativo hasta 1981.
Sin embargo, el proceso de pérdida de apoyos sociales y
de deslegitimación del régimen se inició bastante antes, en-

1
Véase Maria de los Ángeles Yannuzzi, Polftica y dictadura, Rosario, Fun-
dación Ross, 1996, p. 147, para la Unión Cívica Radical (UCR); Micaela Itu-
rralde, "El terrorismo de Estado en noticias. Clarín ante la cuestión de los
derechos humanos ( 1975-1985)", tesis de doctorado, Buenos Aires y Los Pol-
vorines, Instituto de Desarrollo Económico y Social y Universidad Nacional
de General Sarmiento, 2016, para Clarín; Estela Schindel, La desaparición a
diario, Villa María, Eduvim, 2012, para La Nación . Desde luego, este comen-
tario no incluye sectores o medios claramente críticos de la represión, como
el Buenos Aires Hera/d o La Opinión, a los que me referiré más adelante.

39
40 EL FINAL DEL SILENCIO

tre mediados de 1978 y 1979, y no estuvo vinculad


presión, sino a otras cuestiones políticas y econó ~ esa re.
O LA LEGITIMIDAD DE LA REPRESIÓN ... 41

mayoría de los autores coincide en que en ese micas. la del régimen y empezaban a confluir en la demanda por la
aparecieron los primeros indicios de debilitamien~ºmento apertura política.4 En la medida en que desde fines de 1977
O
saje a posiciones más defensivas de parte de las F Y el Pa- el gobierno comenzó a insistir en que la guerra contra la
madas en el ejercicio del poder. 2 En relación con terzas Ar. subversión estaba ganada, mayor fue el peso que recayó so-
· . 1es, e llo habría sido sob bre el plan económico y las alternativas de "refundación" po-
zac1ones partí·danas
· y sm · d 1ca as organ1··
lítica como sostenes de la continuidad dictatorial, y mayores
resultado de una oposición clara a la política de Mart:e todo
Inezd eran las expectativas de apertura política para las fuerzas
Hoz desde 1978, cuyos daños sobre el sistema prod . e partidarias. Aunque con escasa presencia, había también al-
'bl . l 1
eran tang1 es, especia mente uego de los cambios d . uctivo Ya
. b re de ese ano - que imp . 1·1caron una mayor e d1.
gunas criticas a la continuidad de la represión. Algunos po-
ciem sicionamientos partidarios a lo largo de 1978 manifestaron
· 1 . . apertura
arancelana y a puesta en vigencia de la recordada "t bI· su comprensión de la situación de excepcionalidad vivida en
. . ,, 1 a Ita
cambiana con a consecuente revalorización de la relación con la subversión, pero también la necesidad de
· l . moneda
nac1ona , la contracción de las exportaciones y el . que, superada la situación, la represión se encauzara legal y
· d l d d .
miento e en eu amiento externo por la apertura fi crec1. constitucionalmente y se volviera al Estado de derecho. 5
· E e l nan. Formó además parte de ese clima la recordada intexvención
ciera. n e1ecto, a política económica ocupó el lugar centra)
en esas críticas y sus efectos habían comenzado a 1·nflmry · de Maria Elena Walsh, con su texto "Desventuras en el país
marcar con fuerza las percepciones sociales sobre la s·t Jardín-de-Infantes", publicado en Clarfn en agosto de 1979.
·6 · al 1 ua- En él, se reconocían los logros del poder militar pero se de-
c1 n nac1on .3 Esto coincide además con el hecho de q ¡
l 6 . fu ue e nunciaba de un modo brutal la censura y el cierre cultural.
P an .econ. mico e desde su origen el punto de dise nso y En efecto, como señala Hugo Quiroga, el reconoci-
oposic16 n que e1régimen había admitido de parte de los a.
miento de la lucha antisubversiva y de la intervención mili-
tores políticos civiles. Junto con ello, los partidos tambié~
tar como instrumentos que habrian salvado al país de "la
empezaban a cuestionar la evidente prolongación sin plazos
destrucción" y "el caos" se mantuvieron inalterables en esos
2 años.6 El Mundial de Fútbol de 1978 fue la reconfirmación
Yannuzzi identifica un prim d . b
ción del espacio , bl. er punto e qme re y una primera amplia-
otros, como Mar:u ~co en torno a 1978 (Política y dictadura, op. cit.);
proceso de aislami~~to~:r:~i Vicente Palermo'. insisten más bie~ en un 4 Sobre este último aspecto, véase Adrián Velázquez Ramírez, "Identida-

militar 1976-1983 D g erno para esas mismas fechas (IA dictadura des en transición. Cambio conceptual y lenguaje político en el radicalismo
1 01
ª
nos Aires, Paidós,"20~/ P;/e. EStad0 la restauración democrática, Bue- y el peronismo en el retorno a la democracia (1980-1987)", tesis de docto-
nes defensivas('_ ; ~- l), Paula Canelo habla de un pasaje a posicio- rado, Buenos Aires, Universidad Nacional de San Martín, 2016.
LU po1,tica secreta de l
1983), Buenos Aires Edh ª 'l · d• d
u lima icta ura argentina (1976- 5 Entre ellos, uno del justicialismo y del desarrollismo señalaba: "La paz

a fines de 1978 se ini~ió asa,


I

2 16, p. 199), Y Hugo Quiroga considera que supone el respeto de los derechos humanos y convierte en crimen lo que en
otras circunstancias pudo ser imperativo de la acción de factores que el es-
del proceso. Conflictos ;:r~ida ~e legitimidad de la dictadura (El tiempo
[1994). Rosario, Hom:S r~cidencias entre políticos y militares, 1976-/983 tado de necesidad hacía de control difícil" ("Al gobierno de las Fuerzas Arma-
J Mana de los Án I ap1ens, 2004, p. 164). das y al pueblo argentino", 28 de agosto de 1978, documento del Movimiento
autores citados
· más ge esbYannuzzi• P,0 llllca
a ..... · ·
Y dictadura, op. cit. Todos los
de Integración y Desarrollo [MID]. el justicialismo y otros partidos menores,
como factor de oposición. ª
·" convergen en 1a importancia
· de la economía
cit. en María de los Ángeles Yannuzzi, Política y dictadura. op. cit., p. 184).
6 Hugo Quiroga, El tiempo del proceso, op. cit., p. 165.
42
EL FINAL DEL SILENCIO

del apoyo entusiasta que el régimen concitaba en ese LA LEGITIMIDAD DE LA REPRESIÓN ... 43
El evento generó una oleada de campañas y denun . P~nto.
nacionales sobre la situación de los desaparecidos cias 1nter. tomo de supuestos subversivos al país. El spot publicitario
tina que no horadó de manera visible las convicci·oen Argen. concluía con una placa que ocupaba todo el cuadro visual:
' . nesd "Los aparecidos para robar y matar [son los] 'desaparecidos
ciudadanos en tomo a la idea de que detrás de esa d e 1Os
reclamados"'. Sabemos, además, que la publicidad debía
cías de torturas y desapariciones había una verdade:a : 0un.
transmitirse tres veces por día, durante varios días, desde el
paña antiargentina" contra el país. 7 carn.
canal oficial hacia el resto de las emisoras del país.8 El eje
En ese clima se produjo, en septiembre de 1979 . del spot era poner en evidencia aquello que durante los años
1
sita de la Comisión Interamericana de Derechos 1-Iu' ª vi. siguientes fue omitido por el resto de los actores públicos:
(CIDH), cuyo objetivo era examinar in situ las denun ':11ª00s la relación entre desaparecidos y subversivos, entre desapa-
. . c1as s
bre violaciones a los derechos humanos. La reacción fr 0• recidos y militantes políticos.
a la inspección permite confirmar ese clima público ente Pero la campaña indicaba a la vez otra cosa. En mo-
. genera¡
en favor de las Fuerzas Armadas. Sm embargo tamb·é mentos en que todavía gozaban de amplio respaldo social
' I O SU
puso novedades que maduraron al calor de los años si . · por haber restituido "el orden", "la paz" y haber ganado la
tes y del proceso lento pero sostenido de debilitami· guien. supuesta "guerra a la subversión", la maquinaria publicita-
. ento del ria también dejaba ver que algo estaba generando fisuras y
régimen. A su vez, en el seno de la institución castre
. . . . º6 1 . . nse esa alterando el corazón del régimen: ahí estaban, justamente,
VIS1ta m1c1 una arga e mmterrumpida búsqueda
por esca dando existencia masiva a algo ("los desaparecidos recla-
par a las consecuencias de sus actos. ·
mados") cuyo objetivo era paradójicamente negar. Así, el
régimen acusaba el impacto de las denuncias y hacía visible
EL MOMENTO DE "LOS DATOS POSITIVOS"
un término -desaparecidos- que las organizaciones de
derechos humanos llevaban años gritando pero que aún era
En septiembre de 1979, en plena visita de la CIDH I é . poco audible socialmente.
men dictatorial lanzó una campaña teleVI· . b, e r g1- En efecto, por detrás de la construcción publicitaria
s1va so re el re- que es probable que en 1979 todavía resultara efectiva, una
parte de la institución militar comenzaba a sentirse in-
7 Sobre la continuidad de la re resió .
ras declaraciones de crítica d p . n, Yannuzz1 rastrea algunas prime.
quieta por asegurarse que los crímenes sobre los que des-
también muestra su escaso 1º enu(n.,c1/a ~n el seno de los partidos pero cansaba aquel nuevo orden no fueran revisados en un fu-
• a canee ro ftrca dº d •
campaña antiargentina" y el Mu dº 1 y reta ura, op. cit.). Sobre la turo. Aunque el consenso intramilitar sobre la legitimidad y
paña antiargentina': la prensa el d: ia ' véa~~e Marina Franco, "La 'cam- la necesidad de lo hecho era inamovible, algunos sectores,
sens_o#, en Judith Casali de B~bot c~rso m1l_1tar ~ la construcción de con-
f~c1smo y antifascismo en Euro a y arfa _victona Grillo (eds.), Derecha, como los generales Videla y Viola, consideraban necesario
c1onal de Tucumán 2002 1p y Argentma, Tucumán Univers1ºdad N "cerrar" esa etapa y evaluar estrategias que resguardaran a
dº d ' · pp. 95-225 "S I" . • a-
Ie~cta ura en tomo al Mundial de l 9Í8" o idandad internacional, exilio
B en (~mps.), Exilios. Destinos '. en .Pablo Yankelevich y Silvina
ce~~:~a~res, Libros del Zorzal, 2~0~/Jenenc1as bajo la dictadura militar. 8 Campaña oficial de propaganda, ATC, 28 de septiembre de 1979, consul-

rmo, La dictadura militar l97:.r98147-l 86'. Marcos Novaro y Vi- tado en el ex-Archivo Prisma, actual Archivo Histórico de Radio y Televi-
3, Op. Cit. sión Argentina (RTA).
44 EL FINAL DEL SILENCIO

la institución y a sus hombres de eventual


es reac . LA LEGITIMIDAD DE LA REPRESIÓN . ..
demandas políticas o sociales. Como señala PauI ciones y 45

tan tempranamente como en 1977, los sectores de~ Canelo, res para protegerse institucionalmente a futur0 .11 De hecho,
zas Armadas más proclives a gestar proyectos , _as Fuer. de man_era muy te_mprana el régimen se había apropiado
1
legitimaran el régimen más allá de la lucha a ~-º
Ihcos que con actitud defensiva de la noción de derechos humanos, y
los 11ama dos "po1·1t1c1stas
. . ,,, h a b ían empezadon isubvers1·va, ello no encontraba objeciones en el espacio público: medios
medidas de acercamiento con los sectores civ·I ª Proponer como Clarín o La Nación, por ejemplo, mostraban en esos
1
vana es e ese acercamiento, era fundamental 1 Entre
· bl d · es. " 1as primeros años que el régimen exhibía respeto y preocupa-
dación de la lucha antisubversiva" y de lo act da convaJ¡. ción por los derechos humanos, que sus verdaderos viola-
ua o en ell 9 dores eran los subversivos y que por detrás de las denuncias
De hecho, hasta los propios pilares civiles d ¡ é . ª·
· • e r gime solo había una campaña contra el país.12 En paralelo, las
como Ja1me Pemaux y los sectores intelectuale n, primeras denuncias, como las producidas por la misión de
. l d s Y empres
nos nuc ea os en torno a él, señalaban las altísimas . ~-
lidades de que los "métodos" utilizados en la lu h posibi.
. c a contra J
sub versión fueran cuestionados. Sin embargo t
. 'd I " , o ro sector
ª 11 Los organismos de derechos humanos han sido distinguidos entre

"afectados" y "no afectados" directos (Raúl Veiga, lAs organizaciones de


const1tm o por os duros" --en particular 1 '
. . , os comandan- derechos humanos, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1985),
tes de los d1stmtos cuerpos de Ejército- optab pero esta diferencia no se fundó tanto en la composición de los grupos
. . ' a por soste-
ner que )a m1s1ón trascedente realizada en pos de I . (pues también había familiares de desaparecidos en la Asamblea Perma-
rí . a nación nente por los Derechos Humanos [APDH] o el Centro de Estudios Legales y
b
no reque a co ertura ru protección alguna 10 Co Sociales [CELS]}, sino en el criterio que fundaba las instituciones. Las de
á d 1 · mo se verá
m s a e ante, esta tensión presente ya en 1977 "afectados", surgidas en este período, basaron su definición en el vínculo
dáh se manten- sanguíneo (Madres, Abuelas, Familiares}, y las segundas, en la mayotia de
·r astad ¡el final. cuando, a comienzos de 1983 , 1as cond'1. los casos preexistentes a la dictadura, apelaron a valores universales y/o
~1~nes. ~ a po.lfüca nacional y los avances ambivalentes de tenían carácter confesional o de asistencia a las víctimas (APDH, CELS, Movi-
; Justicia pusieron en evidencia el riesgo que corrían las miento Ecuménico por los Derechos Humanos [MEDH], SeIVicio Paz y Jus-
ticia [SERPAJ], Liga Argentina por los Derechos Humanos [LWH]) (véanse
ue~ Armadas frente a la revisión judicial de sus actos Elizabeth Jelin, "La política de la memoria: el movimiento de derechos hu-
conta~atoioé c~so, en 1977, el amplio consenso con el q~e manos y la construcción democrática en la Argentina", en AAW.luicio, cas•
tigo y memoria. Derechos humanos y justicia en la poUtica argentina, Buenos
los orga:isrmgim;n ;n el poder y la muy incipiente acción de Aires, Nueva Visión, 1995, y Ludmila Da Silva Catela, No habrá flores en la
cional no pe~\-e erechos humanos y la presión interna- tumba del pasado. La experiencia de reconstrucción del mundo de los familia-
1 ian entrever la justeza de los temores milita- res de desaparecidos, La Plata, Al Margen, 2001 ).
12 Véase César Díaz, "La Nación y Clarín frente a la violencia política

1976-1980. Dos casos de periodismo hermesiano". en Mercedes Saborido y

la~=~:~~~ico
9
. Esta Preocupación apareció ~ Javier Borrelli (eds.), Voces y silencios. La prensa argentina y la dictadura
acción política de la p o~ulada por primera vez en el "Plan de militar (/976-1983), Buenos Aires, Eudeba, 2011 , para La Nación, Y Mi-
los miembros de de Unión Nacional", presentado en 1977 por caela Iturralde, "El terrorismo de Estado en noticias...". op. cit., para Clarín.
;ne de cuestiones de orden ª ene~ de la Presidencia y que planteaba una Micaela Iturralde ha analizado finamente el tratamiento de Clarín sobre el
~o~etivos políticos antes vinculadas a avanzar en la concreción tema humanitario entre 1975 y 1985. Este libro y la tesis de Iturralde se
escribieron en fonna paralela a lo largo de 2016 y hemos llegado a con~lu-
10 /~~el régimen se agotaran (P~~mpos Ylas oportu~dades de los prime-
Videla a ·¡j'. y Paula Canelo, El proces a Canelo, La_polfttca secreta... , op. cit.). siones similares para algunas cuestiones que iré indicando en su debtdo
O momento. Por otro lado, existe un caudal muy amplio de trabajos sobre los
rgnone, Buenos Aires p en su labennto. La interna militar de
• rometeo, 2008. medios durante la dictadura, que citaré de manera específica.

)44767
EL FINAL DEL SILENCIO
46
Amnesty Intemational en 1976, habían p asad o casi in d
e • d .á . 1 a Ver LA LEGITIMIDAD DE LA REPRESIÓN ... 47
.d y con escasas re1erenc1as me 1 t1cas a conteni'd ·
tI as o mu
crítico de su informe.
13
Y comportaba una denuncia o un reclamo hac·1a el pod er, ex-
Sin embargo, como ha mostrado Estela Schindel cepto, tal vez, el pedido de una represión legalizada que
uede decirse que las violencias del régimen no fueran ' .º.º solo formularon tempranamente algunos diarios como La
P 'bl es en 1a prensa. La menci·o· VIsi. Opinión y el Buenos Aires Herald.16
b , decibles o percept1
les
. . n de En relación con esta disponibilidad de información
desaparecidos -pnmero en smgular, luego en plura l-
· · d e cuerpos fl otand o en las co' t1os
hábeas corpus, Ias noticias
a lgo similar podría observarse a partir del discurso triun~
s as fante de las Fuerzas Armadas. Cuando un jefe militar O el
n·oplatenses estuvieron presentes desde temprano · Clarzn , mismo Videla anunciaba en conferencia de prensa la "eli-
por ejem~lo, sin v?luntad de den,~ncia o crítica, se convirtió: minación de la casi totalidad de los principales cabezas del
en especial a partir de 1978, en un canal de comunicación PRT-ERP", con nombres y apellidos precisos, "el aniquila-
de la dimensión clandestina e ilegal del s istema" a través de miento del secretariado político a nivel nacional de la banda
la publicación de las listas de detenidos a disposición del Montoneros" y "la eliminación de las conducciones regio-
Poder Ejecutivo Nacional y los pedidos de hábeas corpus nales", no había eufemismos que opacaran el significado de
realizados por familiares. 14 Hasta La Nación, aun tomando esas acciones militares. 17 Tal vez el problema era sencilla-
distancia de las denuncias, daba cuenta de los hábeas cor- mente que no había s entidos que objetar. "Aniquilación" y
pus demandados y negados y de las listas de d etenidos que "ejecución" eran leídas dentro de un régimen de verdad
serían liberados. 15 Pero el punto importante es que ello no bien asentado según el cual Argentina estaba en medio de
una guerra que había desatado la subversión y su combate
era una necesidad imperiosa.
13
El informe de Amnesty se conoció en abril de 1977. Sobre la mínim Pero fue por esa misma época que el entonces presi-
difusión de sus resultados, véanse Daniel Gutma n, Noviembre de /976. un: dente Videla, en pos de alguna forma de cierre de la "etapa
misión en busca de la verdad, Buenos Aires, Capital Intelectual, 2015; Estela
~hindel, úi desaparición a diario, op. cit., y Micaela Iturralde, "El terro-
bélica", comenzó a señalar que la guerra antisubversiva ha-
nsmo de Estado en noticias...", op. cit., para Clarin. bía concluido, al menos en su fase militar. Ligado a ello, el
14
~icaela Iturralde, "~I terrorismo de Estado en noticias ... ", op. cit., p. dictador postuló en mayo de 1977 otra noción de larga vida:
l?J. Sm embargo, es cunoso que, en sus páginas, el humor gráfico, tan la idea de que la represión brutal había sido resultado de los
d1sp~esto en los añ_os previos a banalizar y normalizar la violencia y la re-
pres~ón, había realizado un proceso inverso de invisibilización del tema a
partir de 1976 (Florencia Levín, Humor polftico en tiempos de represión. 16 Véase Estela Schindel, la desaparición a diario, op. cit. Aun habiendo

Cla~n, 1973-1983,_ Buenos Aires, Siglo XXI, 2013). apoyado el golpe de Estado y globalmente al régimen militar, úi ~inión
p~ Úl Nación YÚl Opinión en el periodo, véase Estela Schindel, lA comenzó muy pronto a denunciar la represión; exigió que se mantuviera en
desapanc,ón a diario op e ·r E • d. . . . los cauces de la legalidad y reprodujo noticias del Herald. En abril de 1977,
' nf) . , • 1 • sta autora m 1ca para m1c1os de 1977 una
1 eXJón entre nombrar a J d 'd
¡d h os esaparec1 os como figuras individuales y ais• fue secuestrado su director Jacobo limennan y el diario quedó bajo la in-
a as•y acerlo como fenómeno plural , cuya menc1"ón "desenmascara y de- tervención militar desde mayo. (Véase también Femando Ruiz, ÚlS pala-
nuncia .
1a represión ile I" ( 2 bras son acciones. Historia política y profesional de La Opinión de Jacobo
César Díaz N ., ga p. l B). Para la Prensa e n este período, véase
, o;)fotros y la viole · .- . . Ttmerman, Buenos Aires, Perfil, 2001.) .
Prensa-1974-¡982 La PI neta po1,tlca. Buenos Aires Herald/El Dfa/lA 17 Conferencia de prensa de Videla y Carlos Alberto Martínez, Jefe de
Prensa mencionó~ los de:• Al ~argen, 20?9: en s us notas editoriales, lA Inteligencia del Ejército sobre la subversión, abril de 1977 (consultado en
en las notas de opinió t ªhrecidos por pnmera vez e n 1981, mientras que el ex-Archivo Prisma, actual Archivo Histórico RTA).
n ya O abía hecho a fines de 1978.
48 EL FINAL DEL SILENCIO

"excesos" de "grupos fuera de control". En una ,,


cia" como 1a librada contra la subversión, aducf gue1:°ª su. LA LEGITIMIDAD DE LA REPRESIÓN ... 49
sible evitar esos "desbordes". 18 a, era irnp0 _ mos de derechos humanos, en especial la APDH y algunas fi-
En 1978, la presión internacional por las v· . guras clave como Emilio Mignone y Augusto Conte -que
io1ac10
los derechos humanos en el país se acrecentó p nes a por aquel entonces empezaban a conformar un grupo dife-
. or un 1 d0
por la acción de los grupos de exiliados en conexión fl ª. , rente: el CELs--. 20 Todos ellos recopilaron información deta-
con las organizaciones de derechos humanos dent d Uida llada sobre los casos de desaparición de personas y los pre-
ro el , sentaron ante la Organización de Estados Americanos (OEA)
y la acción conjunta de todos ellos ante diversos foro Pais
ganizaciones internacionales humanitarias. Por otr s y or. para justificar la necesidad de una inspección de ese orga-
que la política internacional se endureció en relación o, Por. nismo, seleccionaron los casos con los que la CIDH preparó
la visita y luego orientaron, documentaron e informaron a
cuest1º6n h umamtana;
. . en particu . l ar e1 gobierno estadcon la.
sus miembros durante los días en Argentina.21
dense de James Carter comenzó a aplicar restriccio oun,. Días antes de la visita de la CIDH, la Junta Militar pre-
. . nes eco.
nórrucas y financieras a los países observados por ese t paró dos leyes con intenciones de resolver, a su juicio de
En ese contexto, la Junta Militar decidió aceptar una ~~ª· manera definitiva, la situación de los desaparecidos. La pri-
de la CIDH para evaluar la situación humanitaria dent VIsdHa mera de ellas, la ley 22062, regulaba los beneficios jubila to-
, d , . ro el
pa1s, pensan o que así podna distender el escenar·10 d rios una vez que hubiera transcunido un año de la ausencia
verso, facilitar la llegada de créditos y la venta de
armas
ª· de una persona y que sus familiares hubieran declarado su
que Estados Unidos amenazaba con bloquear y
· d d , , , supo-
men o, a emas, que coma pocos riesgos y que pod , 20 La APDH fue creada en diciembre de 1975 en reacción a la violencia

gociar · l os a l canees de la inspección Aunque hub na ne- • estatal y paraestata1 creciente y también en rechazo a la violencia de las or-
. · o vanas ganizaciones armadas de izquierda. Caracterizada por una gran diversidad
postergaciones producto de la falta de acuerdo sob l política, ideológica y religiosa, durante la dictadura desarrolló una intensa
. . d re as
cond1c1ones e 1a misión, esta quedó finalmente fi ·ada tarea de recolección de información y pruebas, denuncias internacionales y
septiembre de 1979.'9 1 para judiciales, aunque su posición fue siempre más cauta que la de otros orga-
nismos (Nadia Tahir, Argentine. Mémoires de la dictature, Rennes, Presses
~~s allá de. la invitación del gobierno, la inspección Universitaires de Rennes, 2015; Raúl Veiga, las organizaciones de derechos
tamb1en fue posible gracias a la intensa tarea de los organis- humanos, op. cit.). Por su parte, el CELS terminó de conformarse formal-
mente en 1980, como una separación de la APDH. Estaba integrado por afec-
tados que eran, también, activistas políticos y especialistas en derecho. La
et
1ªlA Nació 13 d
a diario, op. p. 27~~:b~e 1977, cit. en Estela Schindel, la desaparición
Canelo, El proceso en su' l b i~n lA Prensa, 15 de septiembre de 1983; Paula
división se produjo por diferencias internas en tomo a las estrategias de
denuncia, más confrontativas en el caso de quienes luego conformaron el
19 . a ennto oip cit la ¡✓ • CELS. Desde la vis ita de la CIDH, defendieron el uso de la categoría de dete-
V1dela pensaba que 1a CIOH J' · d ·• Y •po ,tzca secreta···, o,p· c,·1· nido-desaparecido, la denuncia de la represión como responsabilidad global
los métodos empleados en la Ju~ uego. e una i?spección limitada, avalarla del Estado y el uso de hábeas COfl)US colectivos y no solo individuales (Eli-
encauzamiento de la ha ant1subvers1va y que ello le facilitaría el zabeth Jelin, "Los derechos humanos entre el Estado y la sociedad", en Juan
.
1ítlcos. apenura polít ·
Sobre las razones po I ica Y e1acercamiento a los partidos po- Suriano [dir.], Nueva historia argentina, t. x: Dictadura y democracia ( 1976-
dense como la argentina co:V as ~uales tanto la política exterior estadouni- 2001 ), Buenos Aires, Sudamericana, 2005; Santiago O'Donnell y Mariano
nes en ~omo a ella, véase Marcerg1Neron en plantear la visita y las negociacio- Melamed, Derechos humanos. La historia del CELS, Buenos Aires, Sudameri-
Argen11na· os ovaro y AJ · d
llo Ec . ~ntre 1a democralizació eJan ro Avenburg, "La CIDH en cana, 2015; Raúl Veiga, las organizaciones de derechos humanos, op. cit.).
onón11co, núm. 193, 2009. n Ylos derechos humanos", en Desarro- 21 Santiago O'Donnell y Mariano Melamed, Derechos humanos, op. cit.;
Nadia Tahir, Argentine, op. cit.
EL FINAL DEL SILENCIO
so
. La segunda, la ley 22068, aprobada en plen . LA LEGITIMIDAD DE LA REPRESIÓN ... 51
mue1te. d , d a v1s-
establecía que po na ecIararse el falle . . Ita
de la CIDH, . c1rn1e inmediato: funcionó como un momento de reconfirmación
de una persona denunciada como desapar . nto de la legitimidad de las Fuerzas Armadas en relación con la
presun to . . . ec1da ,1
e e sta manera, mientras"1a s1tuac16n . . dornésrIca a,· lucha antisubversiva y, de manera más amplia, con la tarea
D
baJ·os los efectos de la pac1 6cac1ón social" un política de ordenamiento social. Para cualquier lector que
esta ba . ., . . . -euf
. mo para refenrse a la repres10n, el d1sc1phnarnient e. revise diarios de esos días, resulta interminable la eclosión
mis
. do como instrumentos
de gob'1erno- y del entu . o Yel
m1e . . . s1asm0 de pronunciamientos y manifestaciones públicas de parti-
nacionalista de los tnunfos deportivos, la situación ext dos políticos, cámaras empresariales, organizaciones profe-
•i· erna
comenzaba a resu1tar amenazan te y 1os m1 Itares no d sionales, sindicatos y particulares autoconvocados en favor
ban en insistir · en que e11o era part e d e la "campaña a Uda. . del nuevo "orden" existente y contra la injerencia de gobier-
· 23 ntiar. nos y funcionarios que no entendían la situación previa de
d l
entina" orquestada des e e extenor. A modo de eie
g J rnplo
sobre cómo actuaban por ese entonces las percepc·iones un país arrasado por "el caos" y "la violencia" .25 Sin duda,
castrenses, una serie de pautas de 1978 para el funci treinta y cinco años después, la impresión de que existía un
miento del gobierno durante el trienio siguiente fijaba ona. consenso muy fuerte de parte de amplios sectores sociales
. . 1 1 b' . d " Para es abrumadora.
los asuntos mternac10na es e o ~et1vo e neutralizar tod
injerencia extranjera que Las innumerables intervenciones y declaraciones con-
. . so pretexto de defender los dere.a trarias a la visita de la CIDH y de apoyo al gobierno estaban,
chos humanos mcurs10ne en nuestros asuntos intern
, ,, E os y en su inmensa mayoría, construidas desde dos tópicos clave:
afecte nuestra soberama . n contraste, en el ámbito de¡
por un lado, la necesidad de explicar cuál era la situación
política interna y la seguridad nacional, la Junta Militar na
previa de "caos" y "guerra" generados por la guerrilla antes
percibía problemas ni se planteaba objetivos derivados do
del golpe militar (y, en muchos casos, adjudicada al pero-
las denuncias o los reclamos humanitarios. 24 e
nismo en el poder) y, por el otro, mostrar cómo el gobierno
La visita de la CIDH se produjo, finalmente, en septiem.
militar había restituido el orden y la paz perdidos.26 Resulta
bre de 1979 y dio como resultado un informe muy adve
sobre la situación humanitaria en los centros de detenc~º
25 Entre muchos, manifestaron su apoyo a las Fuerzas Armadas y a la
y cárceles en el país. Sin embargo, también tuvo otro efect:
lucha antisubversiva la Sociedad Rural Argentina, la Confederación de Aso-
ciaciones Rurales Argentinas, la Asociación de Bancos Argentinos, el Con-
sejo Publicitario Argentino, la Cámara Argentina de Comercio, el Consejo
2'. La ley 22062, del 5 de septiembre de 1979, y la ley 22068 del 12 d
Empresario Argentino, la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, la Cámara de
septiembre de 1979, ambas en el Boletín Oficial de la Rep 'bl' A' . e
nE fb d u tea rgentma Exportadores, etc. (todos los diarios durante el mes de septiembre de 1979;
n e rero e 1978, aparece como tema en las Actas de la Junta M·t· .
1a preocupación 1· d . 1 llar Marcos Novaro y Vicente Palermo, La dictadura militar 1976-1983, op. cit.;
por ª imagen e1régimen y la presentación de "hechos d
f d ..
e~"::ia~slr: :i:7~ 1
de ~¡rensa extranjera (acta 46, 1o de febrero de 197::
edificio Cóndor, Di;e~~~~ ;c~men;s de la Junta Militar encontrados e11 el
Hugo Quiroga, El tiempo del proceso, op. cit.). Véase, por ejemplo, la solici-
tada de un grupo de particulares que pide adhesiones a la "verdad" y "soli-
daridad" contra "la campaña del terrorismo internacional" (La Prensa, 7 de
2014, t. 2 P 123 d1'spo 'ble elrec os Humanos del Ministerio de Defensa septiembre de 1979).
. ' · ·
b1ertos/index.php>). m e en fnea·· <hit p.•//www.mm
• d ef.gov.ar/archivosA-' 26 Estos argumentos -injerencia extranjera, gravedad de la agresión te-

24 "P rrorista previa, parcialidad- son los mismos que Micaela Iturralde rastrea
autas de la Junta Militar I p d .
septiembre de 1978, en Act a ? er Ejecutivo Nacional", acta 75, 7 de en Clarín en octubre de 1976 en relación con un primer informe adverso del
as de la dictadura, op. cit., t. 3, p. 91. Congreso de Estados Unidos ("El terrorismo de Estado en noticias...", op.
52 EL FINAL DEL SILENCIO

evidente, además, que la prensa masiva destinó lll


LA LEGITIMIDAD DE LA REPRESIÓN ... 53
Pacio a dar cuenta de esa. eclosión promilitar,como Ucho es.
hizo con otras voces opositoras que solo apare . no ¡0 claridad en el contexto de la visita de la CIDH: las representa-
. d . . c1er00
rádicamente en espac10s e publicidad pagos. esPo. ciones de los sectores dominantes y, de manera más amplia,
Una anécdota de investigación puede ilustr de sectores profesionales y de clase media urbana. Por tanto.
ar 1as t
nes entre pasado y presente que atraviesa toda ensio. la emergencia posterior del problema de los derechos huma-
comprensión. so bre e1 tema. "Evocan mgeniero
. ernpresade nos como asunto público y la construcción de una crítica a
I la represión estatal estuvieron supeditadas y enmarcadas en la
riendas del terror" fue el título que usó La Prens: as elCpe.
poner la posición del Círculo de Ingenieros ante 1 ~a~a e-'· fuerza de este relato social previo. Por otro lado, sería una
. 1 .d , , a Visita de interpretación verticalista y simplificadora de las representa-
la cmH. BaJo e sentI o umvoco que tema para mí 1
ciones sociales considerar que estas eran meramente una
"horror", me zambullí en la nota con apuro espe a Palabra
, rando apropiación del discurso militar o una simple manifestación
contrarme, por fin, algún relato sobre la represión la ~n- de apoyo al régimen. Por ello, sin una cabal impresión de la
O
lencia estatal. No obstante, reconfirmando el táci·t Vio. fuerza y el arraigo social de esas representaciones y su circu-
o senrd 10
de época, para La. Prensa (que, por otra parte ya lación dominante desde mediados de los años setenta (es de-
, cozn
zaba lentamente a reclamar un marco jurídico par en. cir, antes del golpe de Estado) es difícil comprender el pro-
p_resión) y ~ara los ingenieros, ~se "terror" evocab: re.
nodo prev10 a 1976 y, en particular, las acciones d pe.
I
e: ceso posterior con respecto a los crimenes de la dictadura.
El segundo objetivo tiene que ver con señalar los sobre-
organizaciones armadas desde r970. El ténnino no e las entendidos de uno y otro momento histórico: los de la dé-
significar ninguna otra cosa. POdfa cada de 1970 y los actuales -que son los míos y los de la
memoria construida en torno al "terrorismo de Estado"
Este es nuestro único afán. Que conozcan el sent' · . como tal-. ¿Qué es el "terror" para unos y otros? Evidente-
. 1m1ento sm.
cero de gente que piensa y que trabaja con honestidad mente, cuando La. Prensa y los ingenieros dicen "terror" no
fu erzo y ha VIVJ
· ºdo vanos
· años bajo el temor de no sabe . Yes- están entendiendo lo mismo que yo (nosotros) hoy ... Enton-
rstexis-
tfa un mañana, de si al volver del trabaio a su casa encontrana ces, ¿hablar de "desaparecidos" también suponía, para mu-
~
a su familia reunida o despedaza por un explosivo terrorista.27 chas voces de aquella época, otros sentidos que los actuales
(o que los míos, al menos)? Que los desaparecidos estuvieran
Evocar_aquí esta nota y mi situación de investigadora fre presentes o que la prensa brindara información no debe
a ella tiene dos objetivos. El primero es insistir en nte leerse en un sentido lato como si los términos fueran unívo-
eran lo d que esos cos y transparentes. Al fin y al cabo, la imaginación epocal
. s marcos e construcción hegemónica de la e .
c1a social de I é xpenen- sobre la violencia estatal no alcanzaba a concebir la desapa-
a poca Y que estos relatos se repetían agotado-
rición forzada en los términos que adquirió y que conocemos
ramente en aquello que la prensa permite recortar con más
hoy. Desandar estos sobreentendidos deja a la vista el cambio
de paradigma y los sentidos de época y, al mismo tiempo, mi
ci1.). Ello da cuenta de la continuid d .. propio lugar de enunciación temporalmente situado. Por eso
subversiva en los cuatro . a y estabilidad de la legitimidad anti•
27 cr I d . pnmeros años de gobierno mismo, el gran esfuerzo de comprensión es dejar en eviden-
rcu o e Ingemcros la p .
' rensa, 17 de septiembre de 1979. cia el riesgo de las posibles sobrecargas de sentido cuando
54 EL FINAL DEL SILENCIO

adjudicamos valores actuales a los mismos tér . LA LEGITIMIDAD DE LA REPRESIÓN ... 55


. . 1
pasado. La tarea es o bv1a, y eVJtar e anacronisrn
minos e
n el
ºd 1 . . .
nimo requen o a cua quier mvest1ga or que pret d o es lo rn,.. de la croH facilitó que los organismos se encontraran y fue-
·1
prender el pasado, pero Ios d1 emas éticos que est enda e
.0m. ran registrados por distintos actores y sectores civiles,
nos plantean complejizan la tarea. No se trata de u~srobJet0s como fue el caso de una solicitada de diversas personalida-
des individuales vinculadas a organismos de derechos hu-
· ·
de re1at1V1smo a bsoIu to m· de nmguna
· ·
Justificació declarn0
n e lo · manos, que publicó el diario La Prensa durante la visita de
justificable, pero sí de llamar la atención sobre la in.
. . . necesidad la CIDH. Allí reclamaban por el Estado de derecho, los desa-
de obJetlvar nuestros marcos de mterpretación éti·
CO-poJ·111. parecidos, los detenidos sin proceso y la falta de justicia. 30
cos para construir un mejor extrañamiento con las •
Las fotos con las largas colas de familiares para denunciar
rias del pasado y no utilizarlas con linealidad históri catego. desapariciones que publicó la prensa por esos días también
Volvamos ahora a la visita de la CIDH. Una excep~ó- eran un dato elocuente sobre esos reclamos, aunque las
c1 n no.
table al panorama retratado fue el diario en inglés B crónicas escritas dijeran otra cosa sobre esa mis ma visita.
Aires Herald, que se posicionó en la defensa pública de
· · ºón, se neg6 a cons1ºderar la visita como ª OF.,\
tnos Sin embargo, en relación con los grupos de derechos hu-
como mst1tuc1 . manos, y a falta de otras evidencias, no habria que confun-
trom1s1ºónen asuntos mternos
· · d e1pa1s, , planteó su confiuna in- dir históricamente mayor visibilidad con mayor legitimi-
en la imparcialidad de la comisión y discutió las ini·c· a_nz.a dad. Lo cierto es que si los organismos y los familiares de
. . IatJvas
oficiales respecto de la cuestión de los desaparecidos.is desaparecidos fueron más visibles y sus pedidos aparecie-
A pesar del fervoroso entusiasmo proclive a rec ron en la prensa, las reacciones políticas generalizadas cir-
. onocer
las Virtudes castrenses, la presencia de la CIDH tuvo cularon a favor del régimen y sin ninguna empatía con los
un se-
gundo efecto: fue también la ocasión de una cierta vi· ºb•i· familiares y sus reclamos.
· d SI J l·
Pero algunos datos escaparon al clima general celebra-
zac1ón e grupos, denuncias y voces de los organismos de
derechos humanos hasta entonces silenciadas 29 La · - torio de las Fuerzas Armadas. Mientras la CIDH trabajaba
. • m1s16n
en Argentina, un sector del peronismo presentó un duro
pronunciamiento contra la represión señalando que "la lu-
2s Maria Sol Porta, "Un periódico liberal en el país del horror los dil
;~ del Buenos Aires Herald durante la última dictadura ( 1976-1983)" t ~-
30 la Prensa, 2 de septiembre de 1979. la Prensa fue el primer diario que
e ocd_tor:ido, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires 2015 p 164' esEnis
un e llonal de feb d 1980 . • , · · publicó solicitadas sobre desaparecidos el 3 de septiembre de 1977 con fir-
CIDH señalaba· "La rer~ de • mientras se esperaba el informe finaJ de la
desesperadam.e t s0~1e ad que pinta el informe [preliminar] está enferma mas individuales (Micaela Iturralde, "El terrorismo de Estado en noti-
n e enierma [ JE •d d • cias...", op. cit.) y el 5 de octubre de 1977 de "madres y esposas de desapa-
personas han 'd . ··· s una soc,e a en la que muchos miles de
esaparec1do' eut · recidos" (Eduardo Blaustein y Martín Zubieta, Declamos ayer. La prensa
fuer¿as de seguridad f; • em,smo por arresto no declarado por las argentina bajo el Proceso, Buenos Aires, Colihue, 1998). El 10 de diciembre
riameme. Es una s ._yduderon probablemente ejecutados secreta y suma- de 1977, madres y familiares lograron publicar otra en la Nación, particu-
ocre a en Ja q ¡
que se ha convertid0 ue ª tortura se ha vuelto tan corriente larmente recordada porque detrás de ella estuvo el episodio del secuestro Y
f • en pura cuestión d t · " ("
enna , en Buenos Aires H, Id e ru ina . Desesperadamente en• la desaparición de varias madres y familiares en la iglesia de la Santa Cruz
Porta, "Un periódico liberarª . 6 de febrero de 1980, cit. en Maria Sol y la tarea de infiltració n de Alfredo Astiz, que a s u vez figuró en la solicitada
29 Silvina Jensen Los ,,~·¡e_ndel país del horror... ", op. cit., p . 170). como Gustavo Niño. En 1978, la Prensa y La Opinión publicaron nueva-
ra111e l dº ' ..,., 1a os La l h ,
ª ictadura Buen A. · uc a por ws derechos humanos d11- mente una solicitada con una lista de dos mil desaparecidos y otra firmada
Vicent p 1 ' os 1res Sud •
e ª ermo, La dictad : . amencana, 201 O; Marcos Novaro y por abuelas de niños desaparecidos (Nadia Tahir, Argentine, op. cit.; Raúl
ura m1lttar 1976-1983, op.ctt. . Veiga, las organizaciones de derechos humanos, op. cit.)
56 EL FINAL DEL SILENCIO

cha contra una minoría terrorista, de la cual t .


LA LEGITIMIDAD DE LA REPRESIÓN ...
. 1 .
mos sido víctimas, se a qmere transformar en anib1én he. 57
de las estrategias por ser incluido en las negociaciones con
Para implantar el terrorismo de Estado".J1 Aunque una¡ excusa
ad
ración se presentaba como la voz oficial partida . ecla. el gobierno. 33
bada por el Consejo Nacional Justicialista su P na, ªPro. Al retirarse, a fines de septiembre, la CIDH entregó un
. . d. . ' reparació primer documento al gobierno militar. Su contenido no se
fue objeto d e oposic10nes y iscus10nes entre s n
ectores. hizo público salvo por la referencia a que las denuncias so-
ternos del partido, ya que algunos de ellos vincuJ in.
bre las desapariciones eran muchas y que, por lo tanto, no
sindicalismo y/o cercanos al poder militar entendíanados al
podían ser cuantificadas rápidamente.34 La confección del
cIDH no podía entrometerse en asuntos nacionale Lque la
informe final de la comisión tenía varias etapas; una de ellas
yoría de los dirigentes finalmente no se presentós. ª rna. era la entrega de un documento de carácter preliminar que,
cerla pública y solo lo hizo Deolindo Bittel acomp:arda ha. en efecto, fue presentado al gobierno argentino en diciem-
Herm1mo · · IgIesias.
· A su vez, esa mtervención
· pro na de
O
bre. Tampoco de su contenido se tuvo noticias públicas.
vocóu
ofuscada respuesta de la Junta Militar y reacciones na Sin embargo, semanas después, según los titulares de
. d I . . f
nas e a gunas orgamzac1ones pro esionales 1·n ¡ contra. Clarín, "los desaparecidos" estaban en boca de las figuras
. . ' e uso de
sectores del propio peromsmo, que emitieron otras d políticas centrales: el papa Juan Pablo 11, el Episcopado y
.
raciones vaIonzan
. d o el ord en y Ia libertad poste · ecla. Videla. Esta afirmación suponía toda una operación perio-
. . nores al
terrorismo y tomando distancia de "figuras subv . dística: las intervenciones de Videla y del Episcopado que el
ers1vas" matutino relevaba no habían estado centradas en ese tema,
como Cámpora.32 Era la primera vez que un PartidO
. . toma ba la paIa bra públicamente para cond mayo.
ntano sino en una amplia serie de cuestiones de interés nacional.
. . enar la No obstante, Clarín las transformó en manifestaciones pú-
represión, pero este impulso no duraría. En los - .
· l anos s1- blicas referidas a los desaparecidos: "Opinaron los obispos
gmentes, e peronismo tendería a enmarcarse en la pOSICJ · -n
6 sobre la situación económica y pidieron por los desapareci-
general del resto de los partidos en cuanto a su prud •
enc1a dos"; "Los desaparecidos son un hecho real y no lo nega-
extrema sobre el tema político-humanitario y co
mo parte mos, afirmó Videla" -titulaba el diario-.35 Así, en peque-
11 la Prensa, 12 de septiembre de 1979
Dl.,a . JJ Inés González Bombal, "El diálogo político que no fue", documento
Prensa, 13, J4 Y J 7 de septiembre de J 979· Marcos N
Plalermo, la dictadura militar 1976-1983 op cit ,PP 297 3loOvayro3lylViSocebnte CEDES, núm. 61 , Buenos Aires, CEDES, 1991. pp. 60 y ss. Como ha señalado
e armado de esa d ¡ • ' · ·• · • . re Velázquez Ramírez ("Identidades en transición .. .", op. cit., p. 67), es nota-
julio de 2005 (Arch~c aradció~, véase la entrevista a Adolfo lribame 22 de ble la inversión de posiciones: aunque haya sido de manera fragmentaria,
1vo e Historia O J d J Ar . '
Instituto de Investigaciones Gino ra ~ a . ge~tma Contemporánea, el peronismo fue mucho más confrontativo sobre este tema de lo que re-
[en adelante AHO IIGG)) El . Germam, Universidad de Buenos Aires cuerdan las memorias posdictatoriales, mientras que el radicalismo solo
posturas tas' te d . . peromsmo estaba dividido en varias comentes v comenzó a confrontar cuando ganó terreno la corriente alfonsinista, a par-
· n enc1as predo · .
nio Cafiero, alineados co Lo mma~tes eran la de Deolindo Bittel y Anto- tir de 1982.
34 LA Prensa, 21 de septiembre de 1979.
sindical más duro (Conf~de re~zo Miguel, las 62 Organizaciones y el sector
35 El papa pidió a la Iglesia argentina que "se hiciera eco del angustioso
segunda más moderad rabec1ón General del Trabajo [CGT) Brasil) y una
d' . a enea zad
ingente sindical Jorge 11 . ( ª por Ángel Robledo, y más cercana
'
al problema de los desaparecidos" (Clarín, 23 de octubre de 1979). Videla:
de ambas líneas El naca CGT Azopardo). ltalo Luder estaba al margen Clarín, 19 de diciembre de 1979; Episcopado: Clarín, 15 de diciembre de
d · sector más ri • 1979. Más allá de estas invocaciones, el papa Juan Pablo 11 fue ambiguo en
nea o tras Vicente Saad· c l1co, Intransigencia y Movilización ali-
1 Ycercano M ' su tratamiento del tema y en su viaje a Buenos Aires en 1982 se negó a re-
ª ontoneros, se conformó más tarde.
58
EL FINAL DEL SILENCIO

ños atisbos Ja prensa comenzaba a marcar su agend LA LEGITIMIDAD DE LA REPRESIÓN .. . 59


régimen, trans f orman d o aun, muy t1m1 , 'd amente en a al
blema público aquello que apenas si emergía en el acoPro. facilitado a un conglomerado de diarios. Pero Clarín era
.. bl nte. también uno de los principales opositores a la política eco-
cer cotidiano not1c1a e.
nómica y, no sin contradicciones, además dejaba resbalar
Como ha analizado Micaela Iturralde para este m algunas críticas políticas. Para 1980, según Marcelo Borre-
. h b' atu.
tino, los desaparecidos ya a 1an comenzado a ser visib! lli, el diario empezaba a indicar al régimen que su condi-
-como presencia, · no como d.1scurso d e denuncia- en laes
ción de "fuerza victoriosa" en la lucha antisubversiva ya no
páginas del diario en torno a 1978. El primer reclamo crí~ era suficiente como "patente de idoneidad ilimitada" para
tico de Clarín sobre el tema se dio en relación directa con la sus políticas cotidianas, en particular las económicas.37
desaparición de Enrique Esteban, corresponsal del diario en Mientras tanto, volvamos al verano de 1980. Tal como
Neuquén, a mediados de ese año. Antes de ello, Clarín venía preveía el mecanismo institucional, la Junta Militar tenía
incluso sosteniendo la necesidad de que el Estado mantu- un plazo de sesenta días para responder al documento pre-
viera el monopolio de la fuerza y recurriera a métodos re- liminar de la CIDH, y luego esta debía publicar su informe
presivos legítimos, mientras mantenía su alineamiento incó-
lume en la defensa de la lucha antisubversiva y de la noción 37 Clarín, 19 de agosto de 1980. Marcelo Borrelli, "El diario Clarín frente

de los "excesos". 36 a la política económica de Martínez de Hoz (1976-1981 )", tesis de docto-
rado, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, 2010, p. 285 (publicada
No obstante, lejos estoy de sugerir que Clarín o que la como Por una dictadura desarrollista. Clarín frente a los años de Videla y
prensa en general eran actores de la denuncia política; sin Martínez de Hoz, 1976-/98/, Buenos Aires, Prometeo, 2016). Clarín estuvo
profundamente ligado al desarrollismo, encamado en las figuras de Fron-
duda, la lectura de estas evidencias debiera ser más com- dizi y Frigerio, hasta febrero de 1982. Según ha demostrado Borrelli, pau-
pleja. En el caso particular de este diario, el posiciona- latinamente, ya desde fines de 1976, Clarín fue convirtiéndose en un duro
miento frente al régimen empezaba a complejizarse: en su crítico de las políticas económicas neoliberales del régimen, no solo en
nombre de los sectores perjudicados, sino además mostrando la contradic-
origen, la alianza de intereses había sido vasta e implicaba ción entre las políticas proclamadas y un intervencionismo estatal a favor
el apoyo a los objetivos de reordenamiento del Proceso de de los sectores financieros y concentrados. Hacia 1979 fue pasando de
Reorganización Nacional (PRN), el apoyo en la lucha anti- cierta expectativa a una abierta posición crítica en términos económicos y
también en términos de crítica moderada a algunos aspectos de la violencia
subversiva e incluso la participación en acuerdos económi- represiva (véase Micaela lturralde, "El terrorismo de Estado en noticias ... ",
cos como el negocio de Papel Prensa que el Estado había op. cit.). Sobre este último tema nos detendremos más adelante en el cuell)O
del texto. Para 1 980 el proceso estaba consumado y Clarín empezó a mar-
car los límites de legitimidad del régimen. Desde luego, junto con Úl Na-
ción y La Razón, Clarín conformó el grupo de medios privilegiado por el
cibir a las o · · negocio de Papel Prensa que les concedió el gobierno al permitirles com-
'b• rganizaciones de derechos humanos. En julio de 1980 había
rec1 ido a un gru d M d ' . prar el paquete accionario que pertenecía al grupo Graiver a fines de 1976.
. . po e a res de Plaza de Mayo en Brasil (Emilio M1g-
none, Igles,a y drctadu El Id De esta manera, los tres periódicos pasaron a manejar el abastecimiento
el - • ra. pape e la Iglesia a la luz de sus relaciones con
r;f,11Enen mi1itar [ 1986], Buenos Aires, Colihue 2006) del papel de prensa, en detrimento del resto de los medios que debían ad-
sta autora sitúa 1977 1 . ' . quirirlo importado y con altísimos aranceles (Marcelo Borrelli, "El diario
oficial castre . en e primer quiebre de Clarfn con el relato
tada sobre dnse, a raíz. de la desapanc1 . '6n d e periodistas. La primera so11c1•
·. Clarín frente a la política económica ... ", op. cit.). Como señala Iturralde, a
esaparec1dos fue bl' d la luz de lo dicho es necesario revisar las interpretaciones que adjudican un
seguimiento fino d . pu •ca a en septiembre de 1979. Para un
peso definitorio al tema de Papel Prensa y por consiguiente consideran a
rralde, "El terroris~i~e tema Y sus matices en Clarfn, véase Micaela Itu·
e Estado en noticias ... ., , op. cit.
.. Clarín un medio "cómplice" de la dictadura sin matices.
EL FINAL DEL SILENCIO
60
final en abril de 1980. Una vez más, tampoco el LA LEGITIMIDAD DE LA REPRESIÓN ... 61
. conten·d I
de )a respuesta argentina, entregada en febrero d o Las fuerzas de seguridad se la nzaron a una contracampaña
l , bl. . J e ese a -
se dio a conocer a pu ico naciona . No obstante 1 no, general de violencia dirigida a los terroristas as í como tam-
vos militares hallados en los últimos años permi¡e os a_rch¡. bién a elementos de la sociedad que ellas consideraron sub-
, . ºbl n atisba
sus términos, por d emas previsi es. La Junta M'J• 1 Jtar afi t versivos; muchos terroris tas conocidos o so spechoso s de
.
maba que el mforme de la CIDH era tendencioso, su b·~etiv . t- serlo, as í como muchas personas sin antecedentes subversivos
agraviante, con preconceptos que Ja comisión habi'a venido, desaparecieron. Muchos otros fueron detenidos por el Poder
0 Ejecutivo sin acusación específica bajo los poderes del estado
a confirmar basándose
. en pruebas no , fiables , que no se
ajustaba a la realidad y que no entendia la situación . de sitio previsto por la Constitución. La lista más cuidadosa-
· · ºd b l ·
de Argentma m consi era a a meJora e a situación d 1 preVJa mente preparada y documentada de desapariciones inexplica-

1979.38 La ausencia . de valoracion ., de estos dos últimos Para das, compilada por la Asamblea Permanente por los derechos
• • Pun. humanos[ ... ] contiene alrededor de 6.500 casos en el período
tos era, para eJ régimen argentmo, 1a prueba de Ja faltad 1976-1979. Algunas estimaciones, sin embargo, son conside-
ecuanimidad del informe. La insistencia, reiterada hasta e~ rablemente más altas.[ ... ]
cansancio, de que los observadores externos debían com. Hay pruebas sustanciales de que la mayoría de estas perso-
prender la situación previa de "agresión terrorista" vivida nas fueron secuestradas por las fuerzas de seguridad e inte-
por el país era el mismo argumento que había hegemoni- rrogadas bajo tortura, como la mayoría no ha reaparecido,
zado la avalancha de las intervenciones públicas contrarias muchos observadores creen que fueron ejecutados sumaria-
durante la visita de la CIDH. Interesa resaltar esto no solo mente. Ha habido informes, difíciles de verificar, de que algu-
para mostrar la apropiación social del discurso militar, sino nas personas de las desaparecidas fueron vistas con vida en
también para insistir sobre un fenómeno más vasto: el re- centros de detención. 39
lato socialmente compartido y cristalizado sobre la expe-
riencia vivida en los años previos a 1976. El informe agregaba, además, detalles sobre la tortura y eje-
Pero otros acontecimientos irrumpieron en aquellos cuciones sumarias como prácticas habituales y un largo lis-
meses. Mientras el reporte de la CIDH había sido mantenido tado de las arbitrariedades y los abusos cometidos por el
en silencio, no sucedió Jo mismo con un informe del Depar- régimen. Todo ello fue publicado por la prensa argentina.
tamento de Estado estadounidense, que revisaba la situa- Era la primera vez que se daba a difusión pública un docu-
ción de derechos humanos de cada país miembro de la OEA mento internacional de este tipo, y lo hizo el propio go-
Y_que_ fue ampliamente difundido por los medios de comu-
bierno sin que el tema suscitara grandes comentarios. Como
mcación locales. El informe era durísimo sobre la situación señala con perspicacia un cronista de Clarín, lo curioso es
que fuera la propia Secretaría de Información Pública de la
argentina, a la cual le dedicaba unas nueve páginas. Los ex-
Presidencia de la Nación quien diera a conocer un informe
tractos publicados en la prensa porteña no tenían matices:
tan altamente negativo para el régimen, mientras otros ha-

38 A 129, 19 de febrer0 d
eta
cit., t. 4, pp. 58.66_ e 1980, anexo 2, en Actas de la dictadura, op. 39 Informe del Departamento de Estado, Clarín, 6 de febrero de 1980.
62 EL FINAL DEL SILENCIO

bían sido ocultados con mucho cuidado.40 Según . LA LEGITIMIDAD DE LA REPRESIÓN ... 63
. 1 b. d . , d e1 rn1srn 0
matutino, e go 1erno proce 10 e esa manera
Podría aducirse, como argumenté antes, que los desa-
cons1ºderó "pos1t1vo . . " d a d o que e l d ocumento relatab Porque. 10 parecidos como figuras estuvieron presentes en las páginas
tenso la situación critica de los años 1975 y 1976 pro: In ex. de la prensa desde muy temprano, que las huellas de la ac-
por la vio . lenc1a . y e 1 t erronsmo,
. - l a b a que desde ocada
sena
197 ción clandestina del Estado también lo estaban, pero que
·
s1tuac1 º6 n h a b1a . d o cons1ºderablemente y concluí 9 la
' meJora aún no existían los parámetros para decodificar esa infor-
una apreciación positiva del último periodo. En efect: con mación. Sin embargo, a diferencia de la prensa local, el in-
" 1· . , ,, 1
proceso de norma 1zac1on era o que a gobierno le int
1 , ese forme del Departamento de Estado era muy explícito y no
, . fu ere. ofrecía ninguna ambigüedad sobre la naturaleza y la grave-
saba hacer publico y e parte de las condiciones por 1
cuales Videla había aceptado la visita de la CIDH. as dad de lo denunciado. No obstante, no fue objeto de discu-
sión política, pública y mediática, ni siquiera de parte de los
Pero, entonces, ¿cuáles eran los límites de la percepción
medios que en los años siguientes serían amplios tematiza-
social para que el gobierno considerara que ese informe era
dores de las "secuelas de la represión" como asunto urgente.
presentable como "positivo" y su contenido no produjera re- Por otro lado, ¿hasta qué punto el problema eran los mar-
acciones? Sin duda, los datos ponían en evidencia -para cos de comprensión y la disponibilidad de información si el
quien quisiera leerlos- los terribles abusos represivos. y no columnista político de Clarín podía permitirse utilizar la vi-
era el único caso de información aberrante que se hacía pú- sita de la CIDH para afirmar que había que distinguir entre la
blica en la gran prensa porteña de alcance nacional. De he- etapa más dura de la guerra antiterrorista y los tiempos por
cho, los múltiples frentes de tensión internacional por las venir y que "hay cosas que no se pueden repetir, que hay
denuncias humanitarias eran profusamente difundidos. Ese procedimientos que deben ser desterrados de la práctica
mismo mes de febrero, por ejemplo, se informó que se había cotidiana"?42 Que la figura del desaparecido tuviera cierta
reunido en la Organización de las Naciones Unidos (ONU) la opacidad y careciera de referencias previas no alcanza para
comisión que debía decidir la investigación de la desapari- explicar los silencios, ni tampoco las omisiones sobre el
ción forzada de personas como delito gravísimo, y que entre resto de las formas represivas.
los muchos casos estaba Argentina. En esa instancia, cuando La pregunta es, entonces, cuándo y por qué las denun-
Amnesty International presentó un informe detallado con cias por violaciones a los derechos humanos comenzaron a
los testimonios y las denuncias de sobrevivientes de centros formar parte de una agenda pública para los actores políti-
clandestinos, el canciller argentino Enrique Ros produjo un
irrcidente al reaccionar con violencia. Todos estos detalles
nota paga el detallado informe del Departamento de Estado sobre la repre-
también fueron informados por la prensa porteña. 41 sión en ese país, así como la respuesta oficial. Una de las razones por las
cuales el propio gobierno uruguayo habria publicado el informe setia la
40 confianza en que la desmentida tendría efectos favorables para el régimen
6 7
Clarín, Y de febrero de 1980. De hecho no era el primer infonne del
eongreso como propaganda (Aldo Marchesi, "La discusión pública en tomo a la vio-
de Estad U 'd ' d n
ciab d . . os ni os; el de 1976 ya era muy duro y el de 1978 enu · lación de los derechos humanos durante la dictadura", ponencia presen-
ª esapanc1ones
41 C/ f .
t rt
' 0 uras Ydetenciones (Clarfn, 6 de febrero e
d 1980)
· tada en el coloquio Memoria social: comunidades y fragmentaciones, Mon-
ar n, 5 de febrero d 1980 é . Da· tevideo, 12-14 de noviembre de 1998).
niel Gutman N . b e Y ss. Sobre Amnesty en la ONU, v ase eó
' ov,em re de /976
en Umguay dond. f ·
, op. ca. . .
Una s1tuac1ón • ·1
s1m1 ar se Plant 42
Clarín, 23 de septiembre de 1979, sin firma.
' e en ebrero de 1980 el régimen dictatorial publicó en una
64 EL FINAL DEL SILE NCIO

cos dominantes. Sin duda, el problema no era la . LA LEGITIMIDAD DE LA REPRESIÓN . .. 65


0 no de m. formac1ºón o d e un conocimiento
. . arnpliexistenc1a.
. , smo
ciclo sobre la cuest10n, . la dºisposición polít"o o redu. todo el año 1979, crecieron las críticas en tomo a la inflación
(160% anual), la caída del salario real, la caída de la de-
construir un problema público en torno al tema Eica Para
· manda y el aumento de la especulación financiera. La nove-
térmmos, en 1980 no h a b1a
' una ampha · tendencia· PúbJ·
notros
dad era que también los empresarios industriales vinculados
. 1 , .
cuestionar esas a b erraciones que e reg1men intentab ica a al mercado interno pasaron a formar parte de ese frente ad-
trar como datos "positivos
. . ,,. a lllos.
verso que cuestionaba la quiebra de fábricas y la recesión
Pero la visita de la CIDH tuvo consecuencias de ¡ como resultado de las políticas de paridad cambiaria y aper-
.
plazo. Puertas adentro, para los mtegrantes de las Fueargo tura financiera y comercial, iniciadas en 1977 y profundiza-
Armadas, hizo visible que el problema de las "secuelas~ das en 1978. Se unían a ese conjunto los sectores rurales
la represión, aun si todavía no perforaba los amplios apo~ afectados por la sobrevaluación de la moneda, que dismi-
yos sociales, debía ser atendido; y que en el plano interna- nuía sus ingresos por las exportaciones.43 En paralelo, las
cional la situación se tornaba impredecible. Hacia afuera, organizaciones sindicales habían pasado a una relativa ofen-
para amplios sectores que apoyaban el régimen en diversos siva que se concretó en un primer paro general el 27 de abril
grados, mostró que, en efecto, el tema de los derechos hu- de 1979, que fue duramente reprimido. Aunque sus alcances
resultaron limitados, significó una renovación de las ener-
manos requeriría, en el futuro, alguna "salida". En con-
gías sindicales y una novedosa convergencia en la crítica a la
traste, para quienes se oponían abiertamente al PRN, pero
política económica y la defensa de los intereses sectoriales.44
aún no encontraban canales públicos, la CIDH abrió una pe-
queña brecha de visibilidad alrededor de los denunciantesy
los desaparecidos, pero esa brecha todavía tardaría tiempo 43 So bre el ciclo económico y diversos pronunciamientos empresarios.

en adquirir un sentido social empático con su causa, y no véanse Marcos Novaro y Vicente Palermo, La dictadura militar 1976-1 983,
op. cit., y Hugo Quiroga , El tiem po del proceso, op. cit. . ..
meramente reactivo o indiferente. En todo caso, las largas 44 Por esto se co nsidera que este primer paro marca el m1c10 de una

colas para declarar frente a las oficinas que la CIDH había nueva etapa de la movilización o brera y sindical en relación con el período
anterior ( 1976-1979), que estuvo marcado por la represión dictatorial sobre
~ontado en Buenos Aires, Tucumán, Córdoba y Rosario in-
ese sector y su fragmentación y enfrentamiento interno (Victoria ~ asualdo,
dicaban que "algo estaba pasando". "La clase trabajadora durante la última dictadura militar argentma (197~-
1983): apuntes para una discusión sobre la resistencia obrera", e~ Memona
en las aulas , dossier núm. 13, Comisión Provincial por la Memona , s. f.). El
mismo día del golpe de Estado la Confederación General del Trabajo (CGT)
EL PROYECTO POLfTJCO DE LA JUNTA y LAS CLÁUSULAS había sido intervenida y aunque los primeros conflictos laborale~ datan_de
" No NEGOCIABLES" 1976 y fueron duramente criminalizados y reprimidos, se ma_ntuv1er~n c_1er-
tas formas de resistencia subterráneas. De manera progresiva, el smd1ca-
A pesar del compl . ·1· lismo se fue escindiendo en dos corrientes: por un lado, la "Comisión de los
res y l . eJo escenario de las tensiones intram1 ita- 25", que estaba integrada en su m ayoría por el peronismo ort~oxo, man-
a agudización d l . . . I 1 .
tuvo una a ctitud . con e l régimen
confronta hva • Yco nvocó al pmner paro . en
económico . e as presiones mternac1onales, e Pan
1979; por el otro, la Comisió n Naciona l del Trabajo (cNT), más proclive a 1ª
más visibl y sus consecuencias sociales eran los factores . . y el diálogo
negociación . con e l p oder. E n 1979 confluyeron brevemente en
es que cond· . .
narlo todavfa d icionaban el cuadro político, sm tor- la Conducció n Única de los TrabaJa . d ores Argentmos
• (CUTA) • que se enfrentó
ramátic0 t a la ley de Asoc .iaciones
. .
Profes1ona 1es, pero tuvo corta existencia. En 1980 ,
Para las Fuerzas Armadas. Duran e
EL FINAL DEL SILENCIO
66
A fines de 1979, dos acontecimientos -según¡ LA LEGITIMIDAD DE LA REPRESIÓN ... 67
. . 1 d .. ó
Paula Canelo- prec1p1taron a ec1s1 n militar de
os na~
. :•<1
" bél. " d I U prop1c1ar A pesar de estas diversas señales, el controlaba aún
PRN
un cierre a la etapa 1ca e PRN. no de ellos fue 1 los hilos del juego y buscaba encauzar el proceso político
. . . 1 b l •
ciente presión mtemac1ona .so re e tema humanitario
a ere.
para cerrar la etapa previa y buscar una "convergencia cívico-
había confluido en la aceptación de la visita de la CID ' que militar" que asegurara la continuidad del proyecto autorita-
. . d 1 fl. H. El
otro fue el endurec1m1ento e os con 1ctos intram¡J·t rio y de las propias Fuerzas Armadas en el poder.46 Así, tras
1 ares
que tomó forma muy concreta con una sublevación desec10- una larga etapa de dificultosas compatibilizaciones, acuerdos
res "duros", comandados por el general Luciano BenJ·a , y negociaciones internas, dieron a conocer las "Bases políti-
. min
Menéndez en septiembre de 1979. Estos consideraban que el cas de las Fuerzas Armadas para el Proceso de Reorganiza-
rumbo político que estaba imprimiendo Viola -por aquel ción Nacional" en diciembre de 1979. El documento postu-
entonces comandante en jefe del Ejército, integrante de la laba la intención de impulsar un funcionamiento político
Junta y futuro presidente- era una "desvirtuación" de los basado en un régimen republicano, bajo la tutela de las Fuer-
objetivos del régimen. Si bien no era la única causa del levan- zas Armadas, con participación de "corrientes de opinión"
tamiento, entendían que la marca oprobiosa de esa pérdida canalizadas en los partidos, y la conformación de una nueva
fuerza política, el Movimiento de Opinión Nacional, que pu-
de rumbo era la liberación y expulsión del empresario perio-
diera proseguir con la herencia del PRN . Todo ello suponía la
dístico Jacobo Timerman, que había sido secuestrado en
decisión final de no promulgar una nueva Constitución y el
1977, luego detenido a disposición del Poder Ejecutivo y acu-
establecimiento de estrictos "límites del disenso" admitibles
sado de complicidad con la subversión. Su liberación en sep- por las Fuerzas Armadas. Como única medida concreta, las
tiembre de 1979 se daba, además, por decisión de la Corte bases generales convocaban a abrir un "diálogo" entre el go-
Suprema de Justicia de la Nación, lo cual suponía un se- bierno y diversos sectores políticos, empresariales, sindicales
gundo oprobio porque la justicia imponía así su voluntad so- e intelectuales. En relación con las fuerzas partidarias, el ob-
bre la Junta Militar y en plena visita de la CIDH.45 jetivo era llegar a las coincidencias básicas necesarias para
hacer un nuevo estatuto -marco legal que los partidos de-
la primera comente
· recompuso la CGT y la CNT formó su propia CGT. (Héctor mandaban para normalizar alguna forma de funcionamiento,
. cam bº10s en e 1 mundo del trabajo y los dilemas sm
Palomino• "Los · dºcal
I es•, ya que se encontraban suspendidos desde 1976-. En defini-
en Juan
"La el Sunano
. [dir.] N h · · • · y· · B
· , ueva 1stona argentina, op. cit.; 1ctona asua , Ido
tiva, el objetivo de las bases era institucionalizar un funciona-
45 ; ; ~rabaiadora durante la última dictadura ... ", op. cit.)
21 de septiembre de 1979; Clarín, 23 de septiembre de miento político bajo efectivo control militar y asegurar la
1979. p ¡'ensa,
cues¡radau ª Cabnelo, lo. poUtica secreta ... , op. cit. TImerman había sido se· concreción de los objetivos del PRN.47
0 · ¡·1gad0
a Monto en a ril de 1977 por sus conexiones • con el grupo Gra1ver,
neros. Estuvo d t ºd · 'ó del
Poder Ei·ec t· . e eni o en centros clandestinos y a dispos1c1 n
u ivo Nac1on 1 ¡
de su patn·mo . ª Y uego baJo arresto domiciliario. Fue despoJa· do
• de arduas negociaciones en abierta independencia del Poder Ejecu tivo y
n10 en Lo. o · • rd'd
de la ciudadanf . Pmión Y su expulsión del país le supuso la pé 1 ª estuvo ligada a la presión y el contexto internacional (véase el acta 111 , 21
tes campañas i:targen~ma. Su secuestro y detención produjeron importan· de septiembre de 1979, anexo 1, en Actas de la dictadura , op. cit., t. 3).
d · df ernac1onal • dºt ry 46
Hugo Quiroga, El tiempo del proceso, op. cit., p. 178.
e Ju o (Emman 1N' es por su liberación en su condición de e 1 0
Y memona · de la ex~ . ~h~h . . an, Recuerdos que mienten un poco. ~
47
!bid.; Paula Canelo, El proceso en su laberinto, op. cit., y la política
nos A.
ires, Prometeo 201 )
4
ª urante la tí/tima dictadura m1•¡·llar. Bue·
Pene11c1a ¡udí. d secreta ... , op. cit.; acta 124, 19 de diciembre de 1979, en Actas de la dicta-
' · La decisión de la Corte Suprema fue re5u1tado dura , op. cit., t. 4, p. 36.
EL FINAL DEL SILENCIO
68
Las condiciones del diálogo que debía desarrolla LA LEGITIMIDAD DE LA REPRESIÓN ... 69
.. rse du
rante 1980 fijadas por la Junta M11Itar suponían la Parr _- los meses previos y posteriores a la visita de la CIDH. s t Si
pación ampl1a . d e tod os los sec tores excepto "los subv ICJ..
. ers1• bien no cuento con datos u otras fuentes más claras que
vos , Jos corruptos, los que se automargmen y los aJ·enos~ permitan fechar este proceso interno, seria pensable la hi-
sentir nacional".48 Un nuevo documento secreto de la Ju pótesis de que la presión internacional producida por la vi-
, . d " nta,
de febrero de 198O, d e fi ma una sene e Premisas ba's• sita condicionó fuertemente las preocupaciones militares
1cas
no negociables" para llevar adelante el proceso de institu. sobre este tema hacia el futuro.
cionalización. 49 Sus objetivos eran una transferencia gra. En cualquier caso, es evidente que la búsqueda de estra-
dual del poder a las nuevas autoridades electas y concluir la tegias institucionalizadas que garantizaran la "no revisión
intervención de las Fuerzas Armadas asegurando la con¡¡. de lo actuado" -en otros términos, que la impunidad fuera
nuidad del régimen por la vía democrática bajo las siguien. parte de un pacto político y del diseño de una futura nor-
tes condiciones: malización institucional- estaba en el centro del armado
político de la Junta Militar. Como señala Paula Canelo, es-
tas "premisas no negociables" dejaban a la vista a qué que-
Premisas Básicas no Negociables:[ ... ]
daba reducida la ambición política refundadora de la Junta
4.1. La convalidación de todo lo actuado en la lucha contra la
Militar: por un lado, al "inmovilismo político" de querer
subversión, impidiendo todo revisionismo.
institucionalizar el poder militar en el futuro sistema polí-
4.2. El resguardo debido de la estabilidad política futura de la tico y, por el otro, al afianzamiento del "consenso antisub-
nación, asegurando la efectiva intervención institucionalizada de versivo", que ahora adquiria absoluta centralidad.52
las Fuerzas Annadas en el gobierno y su competencia en la toma De todas formas, para evitar lecturas demasiado cerra-
de decisiones para la conducción estratégica nacional, la seguri- das sobre sí mismas es necesario mencionar que los dos
dad nacional y la defensa de la Constitución Nacional. puntos clave de las premisas no negociables -la no revisión
4.3. La competencia de la JM para djsponer inhabilitaciones po- de la lucha antisubversiva y la construcción de un sistema
líticas de personas u organizaciones, hasta el término del PRN. político bajo tutela militar- no eran una exclusividad del
4.4. La vigencia de los documentos básicos del PRN, hasta su régimen argentino surgido al calor de la coyuntura de 1979.
finalización.so Por el contrario, alineaban a las fuerzas castrenses argenti-
nas con sus colegas de la región y con los objetivos de fondo
Vale la pena aclarar que los primeros rastros de estos acuer• de todas las dictaduras militares del Cono Sur: "limpiar" Y
dos intrajunta en relación con la "no revisión de lo actuado" establecer nuevas bases políticas para sus sociedades. Así,
Yla exi stencia de "premisas no negociables" se remontan ª para la misma época, las nuevas constituciones autoritarias
de Chile, Brasil y Uruguay habían establecido diversos me-
canismos de tutela militar para los regímenes constitucio-
48 Cl rl
49• ª . n, 13demarLOde 1980.
Onentación com 1 . d1
acción polític " P ementana Nº 1" de las "Bases instrumentales e ª
op. cit., t. 4, p\tta
128• 19 de febrero de 1980, en Actas de la dictadura, 51 Véanse el acta 108, 29 de agosto de 1979, y el acta 117, 13 de noviem-

bre de 1979, respectivamente, en Actas de la dictadura, op. cit., t. 3.


/bid., pp. 50 51 .
5-0 •
y 52 Paula Canelo, LA política secreta... , op. cit., pp. 168 Y 169.
EL FINAL DEL SILENCIO
70
LA LEGITIMIDAD DE LA REPRESIÓN ... 71
les posteriores y las Fuerzas Armadas brasileñas h'
nª d y e ile
nas acababan de otor~arse sen as leyes de autoamnistía.sJ · aseveraciones de miembros del gobierno de que las conver-
En el caso argentmo, como veremos, en la medid saciones no significaban un proceso de apertura y que el
que el derrumbe d~! régi~en fue ahog~ndo ~~s posibil:d:~ PRN y los militares continuarían en el poder. Todo ello fue

des de disputar las premisas no negociables y la rna , respaldado por la célebre frase del general Galtieri de que
. . . Yona las urnas estaban "bien guardadas" y así continuarían.s4
de ellas se volvieron mv1ab1es a 1º. 1~rgo de 1982 y 1983 , la
Mientras la Junta Militar planteaba este marco de diá-
institución castrense y la Junta M1htar se mantuvieron.In-
logo, la sitúación económica se deterioraba notablemente y
cólumes con respecto a una sola: la no revisión de lo ac- se transformaba en una abierta crisis detonada por la quie-
tuado. Más aún, el derrumbe la hizo crecer en importancia bra del Banco de Intercambio Regional, uno de los más im-
y las posiciones militares se endurecieron y enfrentaron en portantes del país, en marzo de 1980. La crisis financiera y
torno a ella. Es decir, cuanto más en riesgo empezó a estar las quiebras de otros bancos privados se sucedieron en los
el balance social y político sobre el régimen, más impor- meses siguientes produciendo pánico entre los inversores y
tante fue asegurarse de que la lucha antisubversiva no fuera haciendo crecer la especulación cambiarla. Para mediados
decodificada como crímenes revisables. Pero para llegar a de año, la crítica y la oposición de los más diversos sectores
ese punto hacía falta un clima político que permitiera que económicos -incluidos los más fervientes aliados en el
amplios sectores sociales vieran con otros ojos las "verda- plano político- eran generalizadas. Fuga de capitales, co-
des" que hasta entonces habían construido la gran bóveda rridas cambiarias, caída de reservas, suba del dólar y de las
del consenso dictatorial alrededor de la "pacificación" y el tasas de interés, caída de todos los indicadores productivos,
"orden". Y lo cierto es que cerca del cambio de década eso incluida la "desindustrialización" -nuevo término de épo-
no era aún un problema. ca-, junto con el creciente endeudamiento y déficit de la
Así las cosas, en 1980 se inició la primera ronda del diá- balanza comercial, eran señales claras de un sistema que-
brado y en recesión según los observadores de aquel mo-
logo, durante la presidencia de Videla, y bajo las reiteradas
mento. 55 Para entonces, numerosas entidades empresaria-
les pequeñas y medianas, de distintos sectores en diversas
53
La Constitución brasileña de 1967 y su enmienda de 1969 concentraron provincias del país, se habían organizado en tomo a la Con-
el poder en el Ejecutivo, aumentaron la injerencia militar y endurecieron las
leyes represivas (Maria Helena Moreira Alves, Estado e oposi~iio no Brasil.
vocatoria Nacional de Empresas (CONAE) para rechazar acti-
/964-1985, Petrópolis, Vozes, 2005). En el caso chileno, la Constitución de vamente la política económica y liderar diversas formas de
1980, sancionada por Pinochet, establecía una amplia tutela militar bajo la protesta sectorial. 56 Pero la conducción económica optó por
figura de una "democracia proteg¡'da" v a su vez fiJ'aba mecanismos de "ce-
rro· " ·· J, '
. ~o que casi impedían toda reforma (J. Samuel Valenzuela, "La Constitu•
c1ón b. de 1980 Y e inicio de la redemocratización en Chile" documento de
[ · · · 54 Clann, 28 de marzo de 1980.
tFra ª 10 242 • Notre Dame, Kellogg Institute, 1997). En el ca;o uruguayo, las ss Clarín, 4 de febrero de 1980; Hugo Quiroga, El tiempo del proceso, op.
d
ue17.as Annadas
. propus·ieron en 1980 una nueva Constitución que estable- cit.; Mario Damill, "La economía y la política económica, del viejo al nuevo
a 1a creación de div . . endeudamiento", en Juan Suriano (dir.). Nueva historia argentina, op. cit.
la legalizac·ó d ersos mecanismos de tutela militar del orden polfuco Y
eseañoyl n e
I
° I
aconsu1tapo 1
rd en represivo. El nuevo texto fue sometido a plebiscito
d . e
56 Gabriela Águila, Dictadura, represión y sociedad en Rosario, l 97611983.
Un estudio sobre la represión y los comportamientos y actitudes sociales en
tano y José Rilla "La e!u ~r.10 .esest1m6 por amplia mayorla (Gerardo ae·
Montevideo, F..~, ) ~~itar' • en AAW, El Uruguay de la dictadura [1998),
Dictadura, Buenos Aires, Prometeo, 2008.
2004
· re las leyes de amnistía, véase más adelante.
72 EL FINAL DEL SILENCIO

ratificar el rumbo, que solo era respaldado ya por la As . LA L E GITIMIDAD DE LA REPRESIÓN ... 73
ción de Bancos Argentmos. . ocia·
A lo largo de ese año, continuó la reactivación si d· que en u n futuro la cues tión podía tornarse inquietante
. . ¡- ·
. . .ón a l p 1an economico.
, tam b I.é n en el plano doméstico. De hecho, el anáhs1s po 1t1co. .
que entró en a b1erta opos1c1 Dun leal de Clarín ya observaba en septiembre _de 1_9 ?9 tr~s posicio-
. d t1·
1980 se registraron cientos e con 1ctos gremiales, en rante
. sobre la cuestión en el ámbito c1V1I: quienes abo-
. . p e • esJ)e. nes e1a ras · l
cial contra la ley d e Asoc1ac1ones ro1es1onales que se había gaban por la continuidad de la situación de ~xcepc1ón (a gu-
aprobado a fines de 1979 y que buscaba controlar estruct . nos políticos , empresarios, financistas), quien~s buscaban
ralmente el sindicalismo, prohibiendo las organizacion:s una investigación y revisión a fondo (los organismos.de de-
confederales o de tercer grado (como la CGT), Jimitandol humanos, el Partido Comunista [Pe] y el Partido In-
rec h os . . · l -
actividad política en su seno, quitando a las asociacione: transigente (PI]), y un gran bloque mayontano -que me ~1a
gremiales recursos financieros Y la administración de las a las p n·ncipales fuerzas partidarias, gremiales,
. . empresana-
.
obras sociales y facilitando la intervención estatal. Ello dio ·ncluso
Ies e i a la Corte Suprema de Just1c1a de la Nación-
,, l
al sindicalismo un objetivo común de oposición antidictato- ue quería dar por terminado el "tiempo de la guerra y vo -
q al Estado de derecho, que entendía que la disyuntiva
rial, que llevó al proceso de reconstitución progresiva de la ver . . . ,, h b'
CGT a partir de 1980.57
había sido "represión o disolución nacional y que eso a 1a
·mplicado "víctimas de uno y otro lado", pero que "discutir
Si desde 1979 los reclamos y las objeciones a la política
;os detalles del pasado" impediría "cerrar las heridas".59 Lo
económica venían reuniendo voces diversas, a partir de la
interesante de esta temprana clasificación es que, como ve-
crisis de marzo de 1980 la cuestión adquirió proporciones
remos, podría decirse que grosso modo se mantuvo válida,
importantes y se transformó en el eje de la tensión política.
con matices y desplazamientos (por el surgimiento de co-
Sin duda, eJlo debía dificultar las posibilidades de un diálogo
rrientes intrapartidarias), hasta inicios de 1983.
donde las Fuerzas Azmadas se presentaban dispuestas a la
En abril de 1980, la Junta Militar impidió la circulación
imposición a pesar de su pérdida de legitimidad58 y las fuer- del informe final de la CIDH y solo dio luz pública a las con-
zas partidarias querían disputar condiciones para la aper- clusiones y recomendaciones que fueron ampliamente di-
tura política y correcciones para la política económica. fundidas por la prensa. El contenido de esas pequeñas sec-
En ese contexto, un dato resultaba aún tranquilizador ciones hubiera sido más que elocuente y suficiente para un
para las inquietudes militares: resguardarse de las conse- público con disposición a la escucha y a quebrar sus mar-
cuencias de l • .
. a represión seguía sm ser un problema acu- cos interpretativos: allí se señalaba que el problema de los
ciante, aunque t e_ 1 •
ampoco té:Utaban elementos para considerar "detenidos-desaparecidos" era el más grave en materia de
57 Le derechos humanos y que entre los muchos derechos vulne-
y 22 l05' BoleUt1 Ofi . 1 rados por el régimen militar argentino había miles de desa-
de 1979; Héctor p 1 . ..cia de la República Argentina, 15 de noviembre
sa Las a onuno Los ca b·1 1 " . parecidos, presuntamente muertos y miles de detenidos sin
palabras del ' . m 0s en e mundo del trabajo... , op. cit.
de diálogo lo confinn ~ropio almirante Lambruschini sobre la propuesta procedimientos legales ni juicio; además se denunciaba el
1curnplir"
976-1983
(cit. en Ma~n. seNtrataba de una "ley" no "para discutir sino para
os ovaro y v· .,.
Ir . • op. cit., p. 331 . . icente Palenno, LA dictadura 1111 rtar
po hco que no fue" op : también en Inés González Bomba! "El diálogo 59
' . cu., p. 25). ' Clarín, 23 de s eptiembre de 1979, sin firma. Sobre la "situación de
excepción", véase en el capítulo u la discusión juridica.
EL FINAL DEL SILENCIO
74
LA LEGITIMIDAD DE LA REPRESIÓN ... 75
leo sistemático de torturas y otros tratos inhu
emp
te 60 La gravedad y prec1s1 . '6n d e 1a d enuncia no drnanos
.b• servaciones y comentarios críticos del gobierno argentino
e . eJa an al informe de la CIDH sobre la situación de los derechos hu-
muchas dudas.
Los integrantes del CELS Emilio Mignone y Augusto C manos en Argentina". Siguiendo posiciones previas, plan-
. . d 1 1· 1
-que junto con e1Jurista e a 1ga por os Derechos d
onte teaba enfrentar la "campaña antiargentina" de los organis-
mos internacionales sosteniendo que estos no entendían la
Hombre, Eduardo Barcesat, habían participado en Washi. el
situación del país y el "estado de necesidad" generado por la
ton de la revisión final del informe- lograron hacer ingre! "agresión terrorista" y rechazando la intromisión externa
al país numerosas copias ocultas como material educativo sobre problemas nacionales.63
de la oEA. Esas copias fueron reproducidas clandestin . Por lo tanto, con perspectiva histórica es evidente que
mente, de a fragmentos, en distintas fotocopiadoras de Bu:. la gestación y el avance del diálogo político estuvieron uni-
nos Aires y se distribuyeron unos quinientos ejemplares del dos de manera inextricable al crecimiento de las dificulta-
texto completo. 61 Para los grupos de derechos humanos, el des internacionales de la dictadura en cuanto a derechos
informe fue la primera información sistematizada y con- humanos. Lo que tal vez no significa, necesariamente, que
creta que proporcionaba una idea de la magnitud de la re- la Junta Militar percibiera esto como un problema de im-
presión.62 Sin embargo, esa información -cuyos fragmen- pacto local y con peso en la dinámica política doméstica.
tos ya estaban disponibles y eran elocuentes en la prensa Al menos aún no parecía serlo. El exdictador Bignone re-
masiva en abril de 1980- tardaría al menos dos años en cuerda a la distancia que en el diálogo de 1980 no tenían
transformarse en un elemento con potencial efectivo para temor de que se revisara la lucha antisubversiva, pues toda
tener incidencia pública y social en la lucha que esos grupos la dirigencia política consideraba que el tema no era revi-
llevaban adelante. sable y así se mantuvo la situación hasta "último momen-
En reacción a ese informe final de la CIDH, y en medio to".64 Sin embargo, el tema comenzaba a tener efectos en
del diálogo político, en mayo de 1980 la Junta dio a conocer las decisiones militares; por ejemplo, en esos mismos me-
una nueva respuesta o "contrainforme", denominado "Ob- ses, la Junta Militar decidía que no se usara más pública-

60 63 Clarín, 7 y 9 de febrero de 1980 y ss.; La Nación, 8 de mayo de 1980;


La Prensa Y LA Nación, 19 de abril de 1980. En su parte no publi•
Silvina Jensen, Los exiliados, op. cit. La respuesta oficial fue publicada com-
cada en 1980 el informe también consignaba la existencia de "centros
clandestinos de detenc1'6n", t érmmo · que, segun , Em1ho· · Crenze1, comenz6 pleta por lA Nación, quien agregó su marca editorial enfatizando la "vio•
aMdhacerse dominanl e desde ese momento (lA historia poUtica del Nunca lencia terrorista" de la que daba cuenta el informe argentino y detallando
1.025 casos de atentados de este tipo entre 1969 y 1975 (La Nación, 8 de
s. La memoria de las desapariciones en la Aroentina Buenos Aires, Si· mayo de 1980). Los pasos internacionales preveían que el infonne recién se
glO XXI, 2008). o '
61
Testimonio d Cl • discutiera en la Asamblea de la OEA en noviembre de 1980; la dictadura lo-
2011 El º f e aud,a Lapacó, en Página/12, 29 de noviembre de gró impedir el análisis en particular del caso argentino, en favor de un tra-
bido·· el · m, orme fue publº•cado recién en 1984 como "El infonne prohi• tamiento general en el marco de los otros casos (La Prensa, 28 de noviem-
· m,orme sobre I · •
tina" por el CELS ª ~•tuación de los derechos humanos en la Argen·
°1
(OSEA). Para má dy ª ficma de Solidaridad con los Exiliados Argentinos
1a participaciónseneta11es'. véas s·1 · · b
bre de 1980).
64 Entrevista a Benito Bignone, 2 de enero de 2002 (AHO UGG). No es mi

1 . e I vma Jensen, Los exiliados, op. cit. So re intención tomar de manera acrítica este testimonio, pero lo indicado por el
cesat, 3 de septiemb:/~v,sión final del informe, entrevista a Eduardo Bar· dictador coincide exactamente con los resultados de la investigación ex-
62 Entrevista a Ed ed2009 (AHO IIGG). puestos en este libro y construidos a partir de otras muchas fuentes.
uar o Rabo •
ss1, 6 de agosto de 2004 (AHO IIGG).
EL FINAL DEL SILENCIO
76

mente la expresión "personas desaparecidas", sinO ., . LA LEGITIMIDAD DE LA REPRESIÓN... 77


de paraderos de personas"6s . Pedidos
comenzó a dar lugar a una "poli fonía de voces" en torno a
En síntesis, la situación parecía ser la de una
. . ªParent la desaparición de personas, que ya no era la mera repro-
disociación entre 1os acontec1m1entos externos Y1 . e ducción del discurso oficial pero tampoco un cuestiona-
., 1 ., a d1ná
mica interna en re1ac10n con a repres1on. A juzgar · miento al régimen.68
. . 1 d, 1
cobertura not1c10sa, o que suce 1a en e ente exterfr Por la
. . , no so. Por su parte, La Prensa, aunque no daba mayor espacio a
bre el tema h umamtano aparec1a como noticias e in 6 noticias de esa índole, desde 1979 insistía en la necesidad de
. d onna.
ción de prensa, pero no era o b Jeto e opinión, tensió . dar un marco de legalidad a la represión y a la situación de
·
cuestionam1ento sis · o fi cial co n ni
· t emát'1co d e l a poI'1t1ca los presos y desaparecidos. Durante la visita de la CIDH, había
, mosí
lo era, muy abiertamente, el rumbo de la economía. De ma- reclamado el cese de las desapariciones y la investigación de
nera más amplia, a lo largo de 1980, ni los desaparecidos . los casos y desde 1980 no tuvo intervenciones editoriales en
la situación de los detenidos, ni ~l estado de sitio, ni los or~:~ favor de la acción represiva -aunque no dejara de remarcar
nismos de derechos humanos, rulas denuncias vinculadas al la importancia de la tarea antiterrorista realizada y la necesi-
tema -cualquiera fuera su origen- ocupaban lugar perio- dad de cerrar el tema-. De hecho, en febrero de 1980, se
ocupó de repudiar el informe del Departamento de Estado
dístico relevante -considerando diarios como Clarín O La
en un duro editorial que utilizó, en realidad, para dejar asen-
Prensa, que fueron los más proclives a darle espacio al tema
tada su futura línea de intervención política: la necesidad de
en los años siguientes-. 66 Sin embargo, algunos indicios ya "un examen de conciencia" sobre lo sucedido y la insistencia
eran visibles, pues las informaciones sobre denuncias huma- en que la represión fuera de la ley era intolerable y que la
nitarias y los protagonistas de esas denuncias comenzaban a existencia de la subversión -a la que condenaba sin conce-
ser transformados en pequeños eventos noticiables, aún de siones- no justificaba la represión sin leyes ni ética. 69 Sin
manera muy esporádica: por ejemplo, la presentación de un dudas, la brecha se ensanchaba.
hábeas corpus colectivo por parte del fuero de abogados de Mientras tanto, el diálogo político se desarrollaba bajo
Buenos Aires, un pedido de investigación de la Corte Su- el formato de reuniones semanales con distintos referentes
prema sobre desaparecidos, el acercamiento de la Iglesia políticos, intelectuales y empresarios. Recordemos que su
evangélica a los organismos de derechos humanos, una principal objetivo era garantizar la continuidad del PRN e
breve noticia con una foto de la ronda alrededor de la Pirá- imponer sus "premisas no negociables". A los pocos días de
mide de Mayo un jueves.67 De hecho, a partir de la visita de iniciadas las conversaciones, y en el mismo momento en
la CIDH en 1979 -y a pesar de que la directora del matutino
se negó a entrevistarse con los visitantes- el diario Clarín 68 Micaela Iturralde, "El terrol"ismo de Estado en noticias...", op. cit.
69 La Prensa, 8 de febrero de 1980. Sobre La Prensa en todo el período,
65 Acta 130 11 d . véase César Díaz, Nos/otros y la violencia poUtica, op. cit., Y "La Nación Y
p. 67. ' e marzo de 1980, en Actas de la dictadura, op. cit.. t. 4,
Clarín frente a la violencia política .. .", op. cit. Díaz también identifica en La
66
Este comentario I d Prensa y en otros medios, como el Buenos Aires Herald y El día de La Pla_t~•
nuncia de las . • exc uye el Buenos Aires Herald, cuya temprana e- un cambio de posición que coincide con el proceso más vasto de d~slegit_i-
vio
67 Clarin 5 d
1ac1ones a J d
os erechos humanos mencionaremos luego. mación del régimen desde mediados de 1978 (en Nos/otros Y la violencia
1980, etcét;ra. e agoSlo de 1980: 15 de agosto de 1980; 24 de septiembre de
política, op. cit.).
78 EL FINAL DEL SILENCIO

que se daba a conocer el informe de la CIDH


1
-que encarnaba el sector más abierto y ne' e ~eneraJ V¡01_ LA LEGITIMIDAD DE LA REPRESIÓN ... 79
.. - b goc1ado d l<l
der militar- senala a: r el Po- para el diálogo con los civiles. No obstante, como señala
Inés González Bo mba) , el tema no parece ha ber sido ex-
Las Fuerzas Armadas no admitirán la revisió d puesto durante las reuniones como una "premisa no nego-
n e lo
contra el terrorismo. Para nuestro concepto étic actuado ciable". Es decir, los participantes fueron consultados sobre
que se enjuicie a quienes con honor y sacrifi . ho, Permitir su posició n frente a la "lucha antisubversiva" de manera ge-
c10 an e nérica y abierta y no manifestaron desavenencias al res-
tido para devolver la paz a los argentinos constituir( 0 rnba.
. , y un agraVJo
. a 1a memona . d e cuantos han 'd a una tra·1• pecto. Los empresarios invitados al diálogo, por ejemplo, no
c1on
cai, o vfcr1 solo manffestaron su adhesión, sino que, además, pidieron
de la acción terrorista. 70 rna.s
medidas que garantizaran que a futuro no resurgiera la sub-
versión. Como excepción, algunos hicieron comentarios ais-
Estas aseveraciones de Viola son llamativas po~qu lados sobre los "excesos no deseados" y plantearon la nece-
, e aparen.
temente no ha bia rec1amos en ese sentido. Pero h sidad de ofrecer "respuestas" a los afectados. Algunos
cons1·d erar que el d 1scurso
· fu e pronunciado en el ay que
dirigentes sindicales, como Rubén Ghioldi y Juan Carlos
.d d l ·1 ·
desped1 a e os mi 1tares que pasaban a retiro acto de
. , por lo Brunetti, y el Colegio de Abogados de la Capital Federal so-
ta~t?, tal vez estaba destmado al frente intramilitar, a tran. licitaron que se regularizara la situación de los detenidos a
qmbzar a los propios hombres sobre su futuro institucional disposición del Poder Ejecutivo y que fueranjuzgados. 73
y personal. Sin embargo, no t~nemos pruebas de que para El peronismo, que en principio estuvo excluido del diá-
ese momento hubiera tensiones o malestar intemo al res- logo, tampoco puso alguna condición clara sobre la repre-
pecto, como ~í _sucedió luego. En cualquier caso, no pasa-
ron desapercibidas para la prensa, quien consideró que el 73 Véanse Daniel Lvovich, "Actitudes sociales durante la dictadura militar

tema de la revisión de la lucha contra la subversión era uno argentina. Las organizaciones sociales y el diálogo político de 1980", en Juan
Pablo Bohoslavsky et al. (comps.), Problemas de historia reciente del Cono
~e los elem~ntos fundamentales de la ecuación militar, que Su,; vol. n, Buenos Aires, Prometeo, 2010, para sectores sociales diversos y
abro~uel~ a la institución en un "bloque compacto".71 empresarios, y Adrián Velázquez Ramírez, "Identidades en transición ... ". op.
También V1dela h. d 1 · . . cit., para los partidos políticos. Sobre el diálogo con los intelectuales cerca-
d izo ec arac10nes similares en el sentido nos al régimen, véase Sergio Morresi, "Los compañeros de ruta del Proceso.
e que el diálogo político era una "legitimación formal" de El diálogo político entre las Fuerzas Aimadas y los intelectuales liberal-con-
1o act~ado por las Fuerzas Armadas. 72
servadores", en XII Jornadas Interescuelas de Departamentos de Historia,
As1, es evident 1 l Universidad Nacional del Comahue, San Carlos de Bariloche, 28-31 de octu-
no re . . e que a ucha contra la subversión y su bre de 2009. Según este autor, algunos intelectuales de cuño "liberal-conser-
v1s16n estaba 1
nen e centro de los objetivos militares vador" recomendaron tempranamente "dar una respuesta" frente al "sufri-
miento de las familias" e imputar responsabilidades a quienes se hubieran
"excedido" en la represión (Alberto Padilla, jurista, cit. en Sergio Morresi,
10 G
r en~ral E. Viola, en La . . "Los compañeros de ruta del Proceso ...", op. cit., p. 11). Véase, en general,
oga, El tiempo del Nación, 12 de abril de 1980 cit. en Hugo QUI· Hugo Quiroga, El tiempo del proceso, op. cit., y Paula Canelo, LA polftica se-
cent p ¡ proceso op · • creta... , op. cit. González Bomba! sostiene que las cláusulas no negociables
/ ª ermo, La dictad ' : ~tt., PP- 183 y 184, y Marcos Novaro y Vi·
i C/arfn 13 d ura milttar 1976 1983 . fueron conversadas de manera laxa, no como condiciones de la negociación,
12c"- ' e abril de 1980 • , op. cit., p. 317.
iurin, 17 d . y que los militares dedujeron de ello una aceptación efectiva de la no revisión
e marzo de 1980. de la lucha antisubversiva ("El diálogo político que no fue", op. cit.).
80 EL FINAL DEL SILENCIO

sión durante 1a lucha antisubversiva. En cambi . LA LEGITIMlDAD DE LA REPRESIÓN ...


. d J o, ern,t¡O, 81
documento establec1en o a gunos requerimientos un
ese diálogo fuera posible. Entre el1os, pidió la lib Pa~a que bre la lucha antisubversiva a los participantes en el diálogo,
, . eracró los abogados afirmaban: "Ningún dirigente político, social o
los detenidos poht1cos, eJ fin de los procesos abiert nde
. l l
dirigentes políticos y gremra es, a derogación de os cont ra religioso podría acept~r un~ exigencia de esa. natur~Ie_z~,
• . Ias act ues ello supondria la v10lac1ón de preceptos éticos y Jund1-
institucionales que cond enab an sm acto Jurídico y . . as
. lac1'ón restrictiva Parasin Jue• ~os de valor universal y de vigencia más que centenaria en el
ces, eJ levantamiento de 1a leg1s
1 par's". 76 No obstante, ningún dirigente .político
, ni partici-
.
vimiento obrero, la normalización del funcionamient: l'llo. ante en el diálogo consideró la aceptac1on de la lucha antr-
tidario y la lI.berac1on
. , de Mana, Es te1a Martmez , de Peró Par.
~ubversiva como una exigencia o una violación de principio
74
En aras de una lectura relacional, habría que señ:j alguno. La claridad y dureza del planteo de los ab~g_ados
que la condición de posibilidad para que las Fuerzas Arrn ª~ muestra que tampoco había tantas vaguedades u om1S1ones
das eludieran plantear la no revisión de la lucha antisu:. en el discurso oficial sobre el diálogo y sus condiciones para
versiva como una cláusula no negociable, y solo presentaran uienes estuvieran dispuestos a prestar atención a ello.
q Sin embargo, bajo la breeh a a b'1erta por 1as "Bases ... ,,,
el tema como un enunciado de ratificación general, dependía
de sus interlocutores. En efecto, fue posible porque hasta ese algunos sectores comenzaron a plantear otra mane~ de ver
momento las propias fuerzas políticas invitadas al diálogo el tema: era necesario cerrar el ciclo de la lucha ant1subver-
no habían mostrado objeciones a lo actuado y sí un amplio siva, y ello suponía gestos concretos. Así, representant~s de
la derecha y aliados del gobierno, al menos en su pnmer
respaldo. Como señala Daniel Lvovich, e] dato más significa.
tramo, como Francisco Manrique (del Partido Federal), lla-
tivo es que e] margen para formular críticas o algunas for-
maban a reconocer "errores" y a que Videla cerrara el ciclo
mas de disidencia existía y algunos interlocutores lo usaron
dando "listas de muertos y desaparecidos y tomando res-
durante las conversaciones, por lo tanto, quienes no lo hicie-
ponsabilidad por lo ocurrido, porque a ellos [al gobierno]
ron fue por una opción voluntaria. 75 En ese contexto, es en• no los va a condenar nadie". 77
tendible que las Fuerzas Armadas no se sintieran obligadas a
buscar compromisos más formales sobre algo que no les era
76 Carta de Emilio Mignone y Augusto Conte, 25 de marzo de 1980 (Ar-
objetado y, en contraste, les era amp1iamente reconocido. chivo CELS).
Una breve carta de Emilio Mignone y Augusto Conte di- 77 Francisco Manrique, diciembre de 1980, cit. en Inés González Bo_m-

rigida al por ese entonces ministro del Interior, AJbano Har- bal, "El diálogo político que no fue", op. cit., p. 77. Manrique fu~ un po!íllco
sinuoso en cuanto a sus posiciones y es posible encontrar manifestaciones
gui~deguy, muestra con suma claridad todo Jo que allí estaba diversas e incluso contradictorias sobre diversos temas, tal como se verá a
en Juego a ambos lados de la negociación. En relación con lo largo de este trabajo. Agradezco a Florencia Osuna su ayuda generosa
para entender la trayectoria de este dirigente.
las afirmaciones oficiales de que se pedirían definiciones so-
Según Novaro y Palermo, una consecuencia de la visita de la C~DH Y.de
su informe fue que muchos sectores políticos se vieron ante la situación
paradójica de que era imposible seguir negando lo sucedid~ Y que, por
74 Clarin, 1º de marzo d 1980 . . al tanto la salida no era la negación sino "el olvido", o cualquier forma de
nas figuras del ., _e · Finalmente, concunieron al diálogo gu· ' . en el pasado Io suced 1'd. 0 (Marcos Novaro
75 sector
Dan1·e1 Lvov1c . h an11ven · 1· "d ' I M 11 ra justificación que tendiera a deJar
"A · ica ista el peronismo' como Rau a e · y Vicente Palermo, LA dictadura militar 1976-1983, op. cu., p. 308). No obs-
&entina ... ", op. cit. ' clltudes sociales durante la dictadura militar ar•
tante, no hemos encontrado evidencias tan claras al respecto Yel proceso
EL FINAL DEL SILENCIO
LA LEGITIMIDAD DE LA REPRESIÓN ... 83
82
nda de información de voces que ab·
Esta d ema ierta El documento obtuvo amplia repercusi~n a raíz de una soli-
n respaldado la lucha contra la subvers·ó 1 ·
mente h a bíª n es citada posterior de apoyo a su contemdo que fue firmada
'fi t'va porque muestra que unos y otros, militar por miles de particulares de todo el paí~. Después de todo,
signi_ ca I fi es avanzaban, al filo de 1981, hacia una es ~
olíticos a n , . . Pos,. tal vez la Junta Militar no estaba tan equivocada en el efecto
P apertura con la clara conc1enc1a de que
ble y grad ua1 d d . cua1. social de los datos "positivos", pero aún no tomaba nota de
. al respecto estaba ata o a eJar resuelto el su pérdida de legitimidad en otros aspectos.
quier paso h Pro.
las "secuelas" de 1a 1uc a contra la subversi·, El año 1980 concluyó con otra noticia inesperada. En di-
blema d e ,. on.
. tanto otras muchas voces po11ttcas, que pod' ciembre, el Premio Nobel de la Paz le fue otorgado a un casi
Mientras , . 1an
ras en ciertos aspectos, no obJetaban aún 1 desconocido dirigente de un organismo de derechos huma-
ser muy du . a
cuestión represiva. El desarrolhsmo, en boca del expresi- nos argentino: Adolfo Pérez Esquivel. Según relata su hijo:
dente Arturo Frondizi, dio a conocer un documento -califi.
cado como durísimo por la prensa- en el cual se cuestio. Ya lo habían nominado tres veces y creíamos que no se lo iban
naba cierta falta de libertades, la_ censura y, por sobre todo, a dar, pero desde su detención por la dictadura, veíamos el
el rumbo económico. En el comienzo, como para despejar tema de su nominación como una forma de protegerlo de
dudas, el texto fijaba su posición: nuevas agresiones. [ ... ]A partir de allí, lo que habíamos plani-
ficado en el trabajo no sirvió más, la responsabilidad se hizo
Dejamos de lado la valoración de la victoria sobre la subver- mucho más grande porque la gente visualizó a Adolfo y al
sión, porque la compartimos plenamente. Vamos a lo que no SERPAJ como referentes importantes en la lucha contra la dic-
se hace y debería hacerse para consolidarla, comenzando por tadura y al mismo tiempo se empezó a acercar a nosotros.79
la política económica.
(... ] Sería ridículo engañarse por algunas visitas y algunas Días después de la entrega del premio, el diario La Nación
actitudes, sería no ver las tendencias de fondo que subyacen criticaba la ausencia de un representante oficial argentino
esa apariencia. Sabíamos que para muchos los derechos hu- durante la ceremonia como un "error político y diplomá-
manos no eran una cuestión de principios, sino un instru- tico", que contribuía a que los "principales responsables de
mento político. Ahora asistimos a una nueva fase en la que se los males aquí sobrellevados se erijan en los abanderados
busca que el país se ajuste al modelo de las exigencias de una de los derechos humanos". 80 Sin duda, el propio bloque dic-
sincronía de su funcionamiento con determinados mecanis- tatorial acusaba el impacto y, como sugiere el relato del hijo
mos regionales y mundiales. A intereses distintos de los sagra-
dos intereses de la Nación que todos los argentinos y particu- 79
Leonardo Pérez Esquive!, cit. en María Soledad Catoggio, "Activis-
larmente las Fuerlas Armadas queremos defender. 78 mos no violentos bajo dictaduras militares en Argentina y Chile: el Servicio
de Paz y Justicia, 1974-1983", en Anuario de Historia de Am¿rica Latina,
núm. 52, 2015, pp. 303 y 304. Bajo inspiración cristiana y ecuménica, el
parece posterior má SERPAJ fue creado en 1974 como un movimiento latinoamericano vinculado
las demandas in~e s acotado Y también un resultado del crecimiento de a la no violencia, el compromiso con los pobres y la defensa de los derechos
78
rnas.
Arturo Frondizi Cl humanos.
apoyo, véase La Na .6' arfn, l 3 de abril de 1980; para la solicitada de 80
La Nación, 21 de diciembre de 1980.
c1 n, 4 de junio de 1980.
EL FINAL DEL SILENCIO
84 85
LA LEGITIMIDAD DE LA REPRESIÓN...
de Esquive), en los años siguientes el tema dejaría d
• . e ser l'h . . soc1·edad: la disponibilidad o no de infor-
ramente un asunto d e po]ítica extenor. ,,,e.
rnen au ton tano Y 'ón y sus características y las pos1'b'l'
I I-
.6 obre la repres1 d l
rnacr ns . . nto recepción e interpretación e os
d de conoc1m1e , l . d' .
da es ' bl Aun si exceptuáramos todos os m 1c1os
CONCLUSIONES
datos disponi es. · · d
1 ropio régimen fueron sugmen o y mos-
que la prensa y le p - os previos a 1980 (la existencia de de-
Hugo Quiroga ha señalado que gobierno y partidos b do durante osan . " .
. , . esta an tran . d 1· tas de presos sin proceso, de suJetos am-
unidos por una base de acuerdo 1mphc1ta sobre la inc sap
arec1dos,
"
e) is n si supusiéramos que su v1s1 · 'b'l'd d l
t t a y a
tionable legitimidad del régimen militar y sobre la re· _ueds. 'lados etc. , au . ,
• • IVJn j. qUI '. de esos datos estuvo mediada por un smnu-
cación de la acción contra la subversión. Por lo tanto comprens16 n tos que impedían su d ecod'f' ., (
1 1cac10n por
. h b'
ese contexto -observa Qmroga- u iera sido imposibl
, en mero de e1emen " . ·1 d ,, b
·cci'ón de que los amqm a os eran su ver-
. mplo 1a convi l
que emergiera una real denuncia de las violaciones a los d ~ e~e ' lo tanto eliminables), aun así, los informes de a
rechos humanos.81 En efecto, la historia que se reconstru: s1vos Y, por ' d d ·d d be
del Departamento de Esta o esta ouru ense e -
en este libro indica que solo cuando se fue quebrando t c~oH hy b si·gnificado hechos noticiosos diferentes, aconte-
nan a er . .
primera condición -la legitimidad del régimen- pudo cimientos públicos de otro orden, por el tipo de mformac1ón
emerger una crítica a la situación represiva. Pero antes de relativamente sistematizada que ofrecía~, por_sus au~ores Y
ello, lo analizado en este capítulo muestra que el proceso de manera central en que fueron d1fund1dos. Sm em-
deslegitimación del régimen estaba daramente en marcha por la . . 'd d' .
bargo, no hay ninguna evidencia de que hayan s1 o 1s~ptI-
para 1979 y 1980 y que la crítica a la represión, o lo que vos al menos en su contexto inmediato. Por eso mismo,
luego serían "las violaciones a los derechos humanos", to- como se ha señalado ya muchas veces, tal vez la pregunta en
davía no ocupaba un lugar significativo evidente en ese pro- términos de conocimiento/desconocimiento social no sea la
ceso. Por el contrario, esa dimensión represiva parecía se- más adecuada. León Ferrari lo dejó en evidencia con su in-
guir funcionando como baluarte último de la legitimidad tervención Nosotros No Sabíamos, en la que recopila dece-
restante. En contraste, como veremos más adelante, hacia nas de recortes periodísticos sobre hechos represivos de
el final de la dictadura la represión terminaría por transfor- 1976. Pilar Calveiro ha insistido en la idea de "una sociedad
marse en parte clave de esa deslegitimación. Pero incluso que elige no ver"; otros, desde el psicoanálisis, han hablado
así, esa crítica se concentraría en la objeción de las "secue- de una "muerte de la percepción", como si los desaparecidos
las", los "métodos" y los "excesos". En todo caso, cuando el no hubieran existido; también se ha hablado de "anestesia-
cuestionamiento a la represión emergió con toda su fuerza, miento moral". 82 Ello, a su vez, es inseparable de la especifi-
concreto
. . y. tardío, ya qued a ba poco del PRN y casi. nada de
su leg1t1m1dad inicial. 82
Véanse León Ferrari, Nosotros no sablamos, 1992 [1984), disponible en
Otro element
°
Parte de 1os grandesqued1·1
surge de lo analizado aquí forma

línea: <http://wordpress.leonferrari.corn.ar/nosotros-no-sabiamosl>; Pilar Cal-
veiro, Poder y desaparición. Ú>s campos de concentración en Argentina, Bue-
emas sobre las relaciones entre reg1• nos Aires, Colihue, 1998, p. 147; Juan Carlos Kusnetzoff, cit. en Estela Schin-
s1 H . del, 1A desaparición a diario, op. cit., p. 71, para la muerte de la percepción;
ugo Ou1roga El ( Novaroy Palermo (La dictadura militar 1976-/983, op. cit., pp. 134 y ss.) para
, iernpo del proceso, op. cit., p. 184.
EL FINAL DEL SILENCIO
87
86 LA LEGITIMIDAD DE LA REPRESIÓN ...
'd d del crimen de la desaparición, cuyas huellas tan .
s11enc1 85 entonces las denuncias de
c1 a
exhibidas contn'buyeron a abonar la incert·d 1
.a. da momento • h
das como . urnbr corno falsos en ca brutales que fueran, no lograron . ora-
·buJ·amiento entre lo real y lo irreaJ.83 Si es irn ey - por muy . 11 narraciones
el desd1 recepción soc1'al d e1d'1scurso de los rned·PosibJe
estos anos, . .ón de la represión m a que as
establecer la ios h dar la naturahzac1 . ntadas como verdaderas por
ue sí es evidente y es que la presencia de la inf ' ay npcr~=~ores desde 1975. Por ende,
q
al.go bre los desaparec1'dos y 1as marcas de la repres· ºrnia de la lucha antisubvders1va
ado e enu . .
, · un conglomer . esas denuncias no consiguieron
anw6 ~I
. nes explícitas de torturas y centros clandest· ' as hasta el final del :ég1me~atuto que no fuera el de la sospe-
menc10 . inos no
entendidas a partir de nuestro régimen de
pueden Ser . verdad ser percibidas baJ~a~:e;:d-o, peor aún, la lisa y ll~na con-
al sobre lo que fue el terronsmo de Estado. La dispo 'b• cha, cuando no la . rtas pero la vida de esos suJetos no
actu e . d . e n1 1• . d ue eran c1e ., 86
lidad limitada pero e1ect1va e esa m1ormación no logró Per- vicción e q i'eron subversivos, no personas -.
"Desaparee •,
forar la construcción de un efecto de verdad discursivo b
l ., b a. tenía valor: ta de la pregnancia de aquella narrac1~~•
sado en años de acumu ac1_on so re 1a peligrosidad del Todo ello da cuen d' , n t1·empo y actores al régimen m1h-
.ó y prece 10 e •
enemigo subversivo y la realidad de la guerra por él <leda. que exced 1 . do entre indiferencia y convic-
del compleJO entrama
rada; no alteró la convicción en _favor d~ la necesidad de esa ta~Y
c16n que 1ogró teier
. ~
soc1·a1mente .
guerra y esa represión a cualquier pr~c10: o, en el mejor de
los casos, tampoco logró horadar la md1ferencia que esas
construcciones previas habían terminado por sedimentar.
o, tal vez, tampoco logró perforar la naturalización previa
de la violencia estatal que llevaba, con altibajos, muchas dé.
cadas de experiencia social concreta.84 Si la verdad es una
construcción del poder y resultado del discurso que la cons-
tituye como tal, si hay sistemas narrativos puestos en circu.
!ación y fijados para ser reconocidos como verdaderos o

anestesiamiento moral, y Claudio Martyniuk ( ESMA. Fenomenología de lacft. 8s Véanse Michel Foucault, "Verdad y poder", en Micro{ísica del _Pº-
saparición, Buenos Aires, Prometeo, 2004, p. 95) sobre la falta de significado der. Madrid, La Piqueta, 1992; La arqueología del saber [ 1969], México,
moral del desconocimiento. Crenzel abona una hipótesis compleja en Si~lo XXI, 1996, y Lucrecia Escudero Chauvel, Malvinas, el gr~n relato.
cuanto a la heterogeneidad y características fragmentarias de ese conocí• Fuentes y rumores en la información de guerra, Barcelon~, Ged1sa, 19~6.
miento y la necesidad de considerar mecanismos de evasión, negación e in• sobre los sistemas narrativos. Escudero plantea esta cuesl!ón para los dis-
credulidad (La historia polftica del Nunca Más, op. cit., pp. 38 y 39). cursos sobre la guerra de Malvinas, pero sus conclusiones y esquemas bien
83
Florencia Levfn, Humor político en tiempos de represión, op. cit., p. podtian pensarse para la otra guerra en la que todos creyeron estar meti-
167, siguiendo a Pilar Calveiro y Juan Corradi. dos, la antisubversiva.
84
Desde distintas perspectivas, véanse Florencia Levfn, Humor políticoe11 86 General Ramón Camps, 27 de enero de 1983, cit. en Lucrecia Escudero
ti~mpos de represión, op. cit., sobre el proceso de normalización de la violen• Chauvel, "Desaparecidos, pasiones e identidades discursivas en la prensa ar-
ci~ que se plasmó en el humor gráfico hasta 1976, y Sebastián Carassai, Lo_s gentina (1976-1983)", en Cuadernos de la Facultad de Humanidades Y Cien-
anos ~etenta de la gente común. La naturaliuición de la violencia, Buenos Ai· cias Sociales, núm. 17, Universidad Nacional de Jujuy, 2001, p. 545, disponi-
res, Siglo XXI, 2013, generalizando en relación con la clase media. ble en línea: <http://www.redalyc.org,'articulo.oa?id= 18501733>.

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