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Introducción
I. Glosario técnico
II. Distintos tipos de editoriales. Distintos públicos lectores
III. La cadena del libro
1.- Búsqueda / presentación del manuscrito
2.- Lectura del manuscrito (informe)
3.- Edición del manuscrito
4.- Editing del manuscrito
5.- Diagramación del texto
6.- Corrección de pruebas
7.- Cotejo de la incorporación de las correcciones
8.- Confección de las tapas
9.- Supervisión de las pruebas de imprenta
10.- Difusión del libro
IV. El e-book: nuevas tareas para el antiguo o�icio de editor
V. Conclusiones
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III. L� ������ ���������
La primera etapa del proceso editorial tiene que ver con la entrega,
por parte del autor, de su manuscrito (u original) a la editorial. Son
dos las posibles maneras o formas en que su obra llega a manos del
editor. La primera (y más común) sucede cuando el autor entrega su
obra a la editorial para ser evaluada con miras a su publicación. La
otra opción es la del manuscrito solicitado por el editor, ya sea por
haber encargado determinado texto al autor o por conocimiento -vía
agente o contactos comunes- de que alguien escribió un texto que
puede interesarle al sello.
Cuando un autor entrega un manuscrito por primera vez a una
editorial, por lo general desconoce el funcionamiento de esta y su
manera de seleccionar títulos. Así es como se enfrenta a un sinnúmero
de categorías que el editor a cargo debe analizar para determinar si
el texto en cuestión formará parte o no de su catálogo. Sin duda que
la más importante de ellas tiene que ver con la calidad del texto; sin
embargo, puede tratarse de una gran obra y aun así no formar parte de
la línea editorial del sello donde se ha presentado. Muchos rechazos
tras los informes de lectura suelen llevar la frase “lo lamentamos, pero
sin desmerecer el valor de su obra, esta no forma parte de nuestra
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línea editorial”. Esta respuesta, retórica en muchos casos, obedece a
una verdad incuestionable: toda editorial con cierta trayectoria ya ha
determinado a qué público desea llegar y cautivar, por lo tanto sus
elecciones irán en función de ello.
En lo que respecta al autor (sobre todo el nuevo), es recomendable
estudiar el catálogo de las editoriales a las cuales presentará su original.
Esto, por cuanto resulta más conveniente no desgastarse y evitar así
recibir respuestas como la citada anteriormente, que no harán más
que decepcionarlo y desestimularlo. De manera que el autor también
debe seleccionar la editorial analizando qué otros libros forman parte
de su colección, además de estudiar las distintas acciones que la
editorial desarrolla en cuanto a prensa, marketing y comercialización,
es decir, de qué manera la editorial comunica al exterior la existencia
de una nueva publicación.
El editor, por su parte, debe analizar, como ya dijimos, la calidad
de la obra, su contenido, estructura y estilo; pero también debe mirar
hacia fuera: estudiar las singularidades o características que puedan
diferenciar o “hermanar” la obra con otras obras ya existentes (por
ejemplo, analizar si el autor cuenta con una trayectoria académica o
editorial que lo avale frente a los demás libros de la competencia, y
de no ser así, determinar si es posible desarrollar una estrategia de
posicionamiento del nuevo escritor).
Si bien no existe una fórmula exacta para determinar qué editorial
es la que corresponde a cada libro, sí hay algunos criterios establecidos
que pueden funcionar llegado el momento de que el autor escoja dónde
presentar su texto. El primero es bastante claro y conlleva la siguiente
pregunta: ¿mi texto pertenece a la categoría “�icción” o “no �icción”?
Estas dos variantes -repudiadas por muchos-, al menos en este caso
resultan convenientes, pues en el esquema comercial actual estos
géneros hay muchas editoriales que han optado por especializarse en
distintas áreas. Algunas sólo publican novelas y otras, solo ensayos
o investigaciones académicas. Ese es un primer cedazo a utilizar,
pero hay más preguntas que plantearse, por ejemplo, ¿a qué género
pertenece el texto?, ¿novela, poesía, ensayo o teatro? Retomando
lo antedicho, hay editoriales -en especial las multinacionales- que
optan por no publicar lírica ni dramaturgia debido a las ventas
acotadas que traen consigo, más aun si los autores no son conocidos.
Otra consideración a tener en cuenta puede formularse bajo la
pregunta: “¿qué clase de novela o ensayo escribí?” Este interrogante
apunta netamente a la temática o subgénero: ¿el texto es una novela
policial?, ¿un ensayo político?, ¿un texto académico especí�ico?, ¿o
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una crónica literaria-periodística? Si el autor es capaz de determinar
con claridad cuál es su temática, entonces le resultará mucho más
fácil decidir a qué editorial presentar el manuscrito. Es decir,
recabando información en librerías -virtuales o no- el autor puede
ser capaz de determinar qué editoriales optan por libros similares
al suyo. Una editorial que solo publica novelas contemporáneas,
di�ícilmente tomará un texto romántico. De manera que es de suma
importancia considerar esta recomendación, pues un rechazo
puede minar las expectativas del autor debilitando sus deseos de
publicar, rechazo que muchas veces acontece por la simple razón
de que el texto presentado no corresponde a la línea editorial del
sello escogido (incluso es posible que los editores o informantes ni
siquiera lean los manuscritos presentados, descartando textos tan
solo por el título que llevan).
Teniendo claro el tipo de editorial que puede evaluar
responsablemente su manuscrito, el autor debe intentar responder
otra pregunta clave: de todas las editoriales a mi alcance, ¿cuál es la
que comunica de mejor manera la existencia de sus libros? No es una
condición imperativa, es verdad, pero interiorizarse sobre el grado
de difusión que la editorial destina a su catálogo ayuda bastante
a la hora de plantearse posibles resultados a futuro. Respondidas
esas preguntas, y siempre con la convicción de que su libro será
seleccionado, el autor podrá presentar con menor riesgo su obra
y asumir con mayor fortaleza las respuestas que las editoriales le
brinden en cada presentación. En caso de sufrir solo rechazos y
obtener respuestas retóricas del tipo “ya tenemos cubierto el plan
editorial de este año”, el autor puede exigir una explicación más
allá de la carta recibida, aunque, por lo general, los editores suelen
reservarse el derecho de no ampliar las respuestas. Frente a esta
situación es recomendable que el autor entregue su original a
algún especialista que sea capaz de evaluarlo objetivamente y así
aconsejarlo una vez llegada la instancia de presentar el texto en
otras editoriales.
Por otra parte, si el texto llega a manos del editor por solicitud de
este, pues entonces el camino es más sencillo para el autor. Él ha sido
buscado (o bien, su texto ha sido buscado) de manera que el tiempo
de espera para la respuesta relativa a su publicación será menor. Si
el original ya estaba escrito cuando recibió la solicitud, el autor solo
deberá esperar la aprobación, los comentarios o el rechazo del editor
una vez examinado por él. Si por su parte el texto fue encargado en su
totalidad, existen dos opciones: que el editor espere la escritura total
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(luego de acordar un tiempo determinado con el autor) o que ambos
se reúnan a medida que vaya avanzando la escritura, consiguiendo
así un texto que en de�initiva deje satisfechos a ambos.
3.- Lírica -Teatro: Tal como sucede con la novela de tipo literario,
en estos géneros el editor debe mirar con atención la lógica de la
obra, es decir, si la forma escogida (la versi�icación, por ejemplo; los
diálogos, en el teatro) se condice o se relaciona con el contenido. En
esta etapa -y a diferencia de los géneros expuestos anteriormente- el
editor debe introducirse más allá de la estructura y de los contenidos;
el estilo y las palabras deben ser examinados desde la primera etapa
pues la voz lírica y los parlamentos de los personajes tienen especial
relevancia en la forma.
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El corrector debe hacer su trabajo sobre papel, nunca en pantalla.
La lectura en pantalla no es �iable, las erratas parecen desaparecer,
se vuelven invisibles, aun a los ojos del mejor corrector del mundo.
(Muchnik, 46)
El corrector de pruebas se enfrenta a la página impresa, con el texto
diagramado contenido en la caja, por lo tanto cuenta con los márgenes
superior, inferior y laterales ya dispuestos. Esos espacios en blanco
serán los lugares donde dispondrá los símbolos de corrección. Su
visión divide imaginariamente la caja en dos bloques verticales. Sobre
el margen izquierdo marcará aquellos errores que se encuentran en
las letras y palabras ubicadas en el bloque izquierdo; con el sector
derecho hará lo mismo. La mecánica consiste en tachar el error y
luego, en el costado izquierdo o derecho, escribir el símbolo que
explica lo que el diagramador deberá corregir: falta una tilde, pasar
a mayúscula, eliminar una letra, poner en cursivas, reemplazar un
punto por una coma, etc. También a él le corresponde ver si hay fallas
de diagramación como por ejemplo si la página termina en un línea
huérfana o si se inicia con una viuda, entendiendo por huérfana la
línea �inal de una página que da inicio a un párrafo con sangría; a su
vez, viuda es la línea que inicia una página y que termina en un punto
aparte. Ambas líneas son imperdonables para un editor, por lo que
el corrector debe estar atento a ellas. Además de ellas, otras fallas de
diagramación son las relativas al uso de cursivas, negritas, disposición
de los títulos, versalitas, ubicación de las láminas o ilustraciones. Por
esta razón es que el corrector de pruebas debe estar enterado del
manual de estilo empleado por la editorial, cuidando que todos los
elementos formales sean re�lejados de manera adecuada en el libro.
Si se está frente a una autoedición, el corrector y el autor deberán
acordar el diseño de la página a tiempo y así evitar posibles retrasos
en la tarea del diagramador.
Las señales consignadas por el corrector deben ser claras,
precisas, con una buena caligra�ía que impida generar dudas en el
diagramador, ya que no siempre estos dos elementos claves en la
cadena de preproducción tienen contacto personal. Las editoriales
suelen externalizar estos dos procesos, tanto la diagramación como la
corrección de pruebas. En el caso de una autoedición, este fenómeno
suele darse con mayor razón.
No obstante, a pesar de haber tomado todas las precauciones
debidas para que el corrector de pruebas desarrolle una labor
perfecta -un plazo prudente de lectura, buenas condiciones espaciales
de trabajo, etc.- hay que tener en cuenta la advertencia del gran editor
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Mario Muchnik, quien ha dejado la siguiente frase impresa como “nota
bene” en su libro Léxico editorial: “En realidad nunca las correcciones
son su�icientes: no hay libros sin erratas” (46).
Valga una recomendación: jamás el corrector de pruebas debe
enfrentarse al texto como un lector. Si lo hace, corre el riesgo de
fascinarse o indignarse con lo que allí está redactado y perder la
objetividad necesaria, es decir, esa mirada por sobre el contenido que
es la que se le exige a la hora de subsanar cualquier error visible… lo
digo de acuerdo a mi vergonzosa experiencia, ya que, en más de una
ocasión, ante un libro entretenido o bien escrito, he pasado por alto el
sabio consejo debiendo corregir el texto más de una vez…
Finalizada la corrección del texto completo, el diagramador recibe
el manojo de hojas y se dispone a incorporar las correcciones sobre el
archivo de InDesign asignado a ese libro. Su trabajo debe ser acucioso,
reparar en cada marca hecha en las páginas. Es útil que tache cada
corrección una vez incorporada, pues así se hacen patentes a la vista
aquellas correcciones que aún quedan por realizar.
Toda persona que publica un libro espera que este pueda llegar a su
público ideal. Para conseguir ampliar el círculo de lectores –más allá de
amigos y conocidos-, el autor debe acudir a métodos que comuniquen la
aparición de la obra. Hoy en día existen varias herramientas al alcance
de la mano, sencillas de manejar y que pueden ser orientadas a un
público especí�ico, interesado en la temática o el estilo del texto. Las
redes sociales permiten difundir de perfecta manera tanto la aparición
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como el contenido del libro y sus elementos distintivos. Youtube,
Facebook, Twitter, por nombrar las más populares, se han convertido
en un elemento indispensable a la hora de promocionar cualquier
producto, incluidos los libros. Pueden prepararse videos (entrevistas,
teasers, trailers incluso), banners o simplemente comunicados que
anuncien la aparición del nuevo libro. Quienes formen parte de la red
de “amigos” o “seguidores” del autor se enterarán y podrán, a su vez,
compartir la información y así expandir la red social en torno al libro
de próxima o reciente aparición. Esta nueva mecánica de promoción
resulta muy práctica para un autor autoeditado, pues es de bajo costo
y no requiere de grandes conocimientos de publicidad. También las
editoriales (grandes, medianas o pequeñas) acuden a este formato
promocional, pues es una herramienta imprescindible e insoslayable
de nuestro tiempo, y a veces incluso optan por sortear ejemplares entre
sus fans. Entonces, se corre la voz de que determinada editorial regala
libros en su página y, obvio, se incrementa la cantidad de “amigos”
de su Facebook. Es bene�icioso para ambas partes, y también para el
autor, quien reconoce en esta forma de promoción un valor adicional.
Además de esta “nueva forma de difusión”, se mantienen inalterables
los métodos clásicos o convencionales. Es importante distinguir dos
vías capitales a la hora de presentar un libro a la comunidad lectora:
prensa y marketing. Si bien ambas herramientas contribuyen a difundir
la novedad editorial, es importante aclarar sus diferencias, pues en el
ámbito literario (o cultural) actúan de una manera particular, muy
distinta a la promoción de cualquier otro producto en Chile.
Prensa: Es la encargada de comunicar, a través de los medios
periodísticos, la existencia de un nuevo libro. A través de ella, el lector
interesado en alguna temática especí�ica, o simplemente en los libros,
tomará conocimiento de que se ha publicado determinado título de
determinado autor. La labor de prensa, en una editorial, la desarrolla
el encargado de comunicaciones y relaciones públicas. Por lo general,
está a cargo de un periodista que tiene las habilidades necesarias para
empatizar con los autores, los editores de los medios y los de la editorial.
Debe contar con información detallada relativa al libro desde el primer
momento en que inicia su labor, información brindada por el editor
encargado del libro, quien se reúne con él para comentar el contenido
y las expectativas que la editorial tiene depositadas en el lanzamiento
del nuevo libro. Es recomendable, también, que el encargado de prensa
lea el texto y se entreviste con el autor, intercambiando experiencias e
ideas promocionales, pues resulta fundamental, ya lo hemos dicho, que
la información publicitada sea clara y apunte a un público especí�ico.
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Aquí se conjugan varios elementos a tener en cuenta: qué espera el
autor, qué espera la editorial y qué medios considera el especialista
a la hora de pensar la difusión del libro. No es lo mismo difundir una
obra literaria que un texto académico; no es lo mismo promocionar
un libro de autoayuda que uno de poesía; un ensayo que un texto
dramático; una novela policial que una novela romántica; incluso una
novela juvenil exige métodos de difusión diferentes al de un texto
infantil. Por eso es de suma relevancia organizar concienzudamente el
plan de prensa para que todas las partes involucradas estén enteradas
de qué es lo que se busca con el libro, pues también puede surgir otro
matiz a destacar… tal vez la editorial quiere potenciar al autor (y con
menor énfasis al libro); o bien, promocionar la temática que aborda
el libro o la colección de la que forma parte. El encargado de prensa,
entonces, deberá buscar, teniendo claros los objetivos de la editorial,
qué medios son los más propicios para ese libro, entendiendo que
no todos apuntan al mismo público. De todas maneras, siempre está
la aspiración de conseguir un espacio en la TV. Hay experiencias
notables de incremento en las ventas de un libro si es que aparece en
un programa de televisión abierta, más aun si ha sido recomendado
por un personaje público o creíble en su materia. Sin embargo, no nos
engañemos, a la TV poco le interesa otorgar minutos a la difusión de
libros (a excepción de valiosos programas del cable, especializados
en cultura y libros), por lo que, cada vez que se hace mención a ellos
en matinales o estelares es solo por mera contingencia (quizás el
autor o la temática tratada en el libro están en la palestra política o
farandulera del momento), de manera que la exhibición del libro en
televisión abierta casi siempre queda supeditada a modas pasajeras o
de escasa profundización intelectual. Por lo tanto, para casi todas las
editoriales, sean grandes o pequeñas, resulta casi imposible pensar
en este espacio de difusión, aunque a veces, en contadas ocasiones,
surgen editores de noticiarios que se las arreglan como sea para
dar un espacio a las novedades editoriales, aunque se trate de un
espacio mínimo y en contra del tiempo televisivo. Ante esta situación,
los principales y �ieles medios de difusión de novedades editoriales
son la radio y la prensa escrita. La primera tiene la ventaja de tener
una oferta amplia y diversa que apunta a públicos variados, por lo
que siempre habrá un espacio para los libros, ya sea en programas
literarios o programas especí�icos relacionados con el tema que aborda
determinado libro. La prensa escrita chilena, en cambio, no tiene
esa variedad. Hay pocos medios, pero aun así es posible encontrar
algunos espacios. Ahora bien, toda difusión conseguida en los medios
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dependerá de la habilidad del encargado de la editorial. Y esta es
una de las ventajas o bene�icios más notorios a la hora de conseguir
que una editorial respalde nuestro libro por sobre una autoedición.
A menos que el autor sea alguien que ocupe un lugar social dentro
del espacio en que se desempeña, será muy di�ícil que los medios se
interesen en dar a conocer su obra. No estamos hablando de mala
voluntad; sí de escasez de espacio frente a la amplia oferta editorial.
Es decir, los sellos que importan o editan libros ofrecen a los medios
una amplia gama de novedades cada semana, cada mes, cada año… y
las revistas, periódicos o diarios tienen tan solo un par de páginas a la
semana para detenerse en comunicar la aparición de un nuevo libro…
De manera que la capacidad de convencimiento y la credibilidad del
encargado de prensa son vitales cada vez que se habla de conseguir
un lugar dentro del escueto universo periodístico disponible. Es por
ello que las principales formas de promoción empleadas por los
encargados de prensa suelen ser las siguientes:
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IV. E� �-����: ������ ������ ���� �� ������� ������ ��
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Bibliogra�ía consultada
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