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E N L A F R O N T E R A D E L A V I D A : L O S

V I R U S

Autor: ARMANDO ARANDA ANZALDO

COMITÉ DE SELECCIÓN:
EDICIONES
PRÓLOGO
I. INTRODUCCIÓN HISTÓRICA AL
ESTUDIO
...DE LOS VIRUS
II. LA ESTRUCTURA DE LOS VIRUS
III. EL PROCESO DE INFECCIÓN
VIRAL
IV. LISOGENIA
V. INTERACCIONES ENTRE VIRUS Y
...CÉLULAS EUCARIÓTICAS
VI. INTERFERÓN E INMUNIDAD A
LAS
...INFECCIONES VIRALES
VII. INTERACCIONES ENTRE EL
VIRUS Y EL
...ORGANISMO HOSPEDERO
VIII. VIRUS Y TUMORES
IX. LOS RETROVIRUS: LA CLAVE
DE LA
...ONCOGÉNESIS VIRAL
X. PREVENCIÓN Y TRATAMIENTO DE LAS INFECCIONES
VIRALES
XI. VIRUS DE LA INMUNODEFICIENCIA HUMANA
XII. LA EVOLUCIÓN DE LOS VIRUS
XIII. LOS VIRUS Y LA INGENIERÍA GENÉTICA
XIV. EL ORIGEN DE LOS VIRUS
XV. LOS VIRUS: PROBLEMAS DE UN CONCEPTO EN EVOLUCIÓN
BIBLIOGRAFÍA
CONTRAPORTADA

C O M I T É D E S E L E C C I Ó N :

Dr. Antonio Alonso


Dr. Juan Ramón de la Fuente

Dr. Jorge Flores

Dr. Leopoldo García-Colín

Dr. Tomás Garza

Dr. Gonzalo Halffter

Dr. Guillermo Haro (f)

Dr. Jaime Martuscelli

Dr. Héctor Nava Jaimes

Dr. Manuel Peimbert

Dr.Juan José Rivaud

Dr. Emilio Rosenblueth (f)

Dr. José Sarukhán

Dr. Guillermo Soberón

Coordinadora Fundadora:

Física Alejandra Jaidar (f)

Coordinadora:

María del Carmen Farías

E D I C I O N E S

Primera edición, 1988

Segunda edición, 1995

La Ciencia para Todos es proyecto y propiedad del Fondo de Cultura


Económica, al que pertenecen también sus derechos. Se publica con los
auspicios de la Subsecretaría de Educación Superior e Investigación
Científica de la SEP y del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.

D. R. © 1988, FONDO DE CULTURA ECONÓMICA, S. A. DE CV.

Carretera Picacho-Ajusco 227; 14200 México, D.F.


ISBN 968-16-48ll-0 (2a. edición)

ISBN 968-16-2923-X (la. edición)

Impreso en México

P R Ó L O G O

A LA SEGUNDA EDICIÓN

El manuscrito de la primera edición de este libro fue terminado en la


primavera de 1987; ocho años han transcurrido desde entonces, lapso
en el cual nuevos descubrimientos, en el ámbito de la biología y las
ciencias biomédicas, han permitido resolver viejas cuestiones, plantear
nuevas incógnitas y también reconsiderar antiguas respuestas que
resultaron equivocadas a la luz de los nuevos conocimientos. En el
campo de la virología se han producido importantes avances y han sido
descritos nuevos agentes virales tanto en bacterias, como en plantas y
animales; baste mencionar tres nuevos tipos de virus de Herpes
humanos (HHV-6, HHV-7 y HHV-8). Los avances de la biología molecular
han permitido desarrollar nuevas técnicas para el rastreo e identificación
de nuevas moléculas, nuevos microorganismos y nuevos virus. Por
supuesto que el calificativo de nuevo debe ser tomado con reserva;
recordemos que Colón descubrió América para los europeos, sin
embargo, los indígenas tenían siglos de habitarla. De la misma manera,
muchos de los "nuevos" virus pueden haber estado todo el tiempo con
nosotros y lo único que ha cambiado es la precisión de los métodos que
ahora nos permiten conocer su existencia.

La virología es una disciplina en pleno desarrollo y, por lo tanto, resulta


arriesgado, por no decir insensato, pretender fijarla y agotarla en el
magro espacio del presente libro. En la primera edición, el Virus de la
Inmunodeficiencia Humana (VIH) o Human Inmunodeficiency Virus
(HIV) fue mencionado en forma por demás somera y sin discutir su
relación con el síndrome de inmunodeficiencia adquirida ( SIDA). La
presente edición pretende subsanar, en la medida de lo posible, las
deficiencias de la primera en cuanto al HIV y otros virus de interés
médico y general. Sin embargo, algunos lectores notarán también que
en el presente texto se han suprimido conceptos que hace unos cuantos
años parecían ciertos.

Es indudable que el aislamiento y caracterización del llamado virus de la


inmunodeficiencia humana ha causado un aumento del interés de la
comunidad científica por los virus en general; pero, sobre todo, ha
provocado que el término virus ya forme parte del vocabulario cotidiano
y que ciertos aspectos de la virología sean de interés para el público en
general.
Desde 1987 hasta 1993 trabajé en la Universidad de París en proyectos
de investigación directamente relacionados con el HIV. Esta experiencia
me permitió conocer de primera mano muchos de los factores y actores
que han tomado parte en la historia científica del SIDA; historia que con
mucha frecuencia se ha visto desviada por intereses personales,
competencia desleal y afirmaciones apresuradas que presentan a ciertos
fenómenos de laboratorio —artificiales y pasajeros—, como si fueran
hechos plenamente demostrados. Pienso que en el caso de un tema que
produce reacciones tan diversas e intensas, como el del SIDA, puede ser
contraproducente la proliferación de obras de divulgación basadas en
información científica de carácter preliminar, por no decir transitorio. Sin
embargo, prefiero correr el riesgo de equivocarme en mi presentación
del estado actual del conocimiento sobre el HIV y el SIDA, que optar por
reproducir cierta información "clásica", misma que continúa siendo
divulgada a pesar de ser incorrecta, como lo ha demostrado el propio
curso de la investigación sobre este tema.

Es común decir que la naturaleza es sabia; sin embargo, la labor del


científico consiste en desentrañar dicha sabiduría, lo cual toma su
tiempo y dista de ser sencillo. Es indudable que la ciencia y en particular
las ciencias biomédicas pueden contribuir en forma muy importante al
bienestar del género humano; pero muchas veces nuestras necesidades
y urgencias humanas interfieren en el proceso del conocimiento, al
constituir presiones para encontrar, a toda costa, respuestas
inmediatas. Un claro ejemplo de lo anterior es la compleja interacción
que se da en torno al problema del SIDA, entre la ciencia, la opinión
pública y los intereses comerciales. Por lo tanto, vale la pena tener
presente que en la ciencia, como en cualquier otra actividad humana,
más vale tarde que nunca.

Toluca, marzo de 1995.

I . I N T R O D U C C I Ó N H I S T Ó R I C A A L
E S T U D I O D E L O S V I R U S

a) UN ANTIGUO PROBLEMA EN LA PATOLOGÍA DE LOS SERES


VIVOS

El términó virología ha sido incorporado al vocabulario durante las


últimas décadas. La primera revista científica dedicada exclusivamente
al campo de la virología: Archiv für die Gesamte Virusforschung, hoy
conocida como Archives of Virology, empezó su publicación en 1939. El
primer texto dedicado sólo a la virología: General Virology, de Salvatore
Luria, fue publicado en 1953. Sin embargo, los virus han estado
acompañando al hombre durante toda su historia y el término virus tiene
muchos siglos de existencia, aunque su uso y connotaciones han variado
notablemente a lo largo del tiempo. Se puede decir, en forma un tanto
arbitraria, que los orígenes de la disciplina científica hoy día conocida
como virología apenas se remontan a las décadas finales del siglo XIX.
Pero considerando aspectos epidemiológicos* y semiológicos**
dentro del registro histórico, encontramos que enfermedades como la
rabia han sido descritas y registradas meticulosamente por más de dos
mil años. En el caso particular de la rabia, su misterioso origen, su
capacidad para transformar a un perro domesticado en bestia feroz, su
largo e impreciso periodo de incubación y los dramáticos síntomas que
preceden al final fatal de esta enfermedad en los humanos, constituyen
un cuadro pavoroso y a la vez irresistible, que ha merecido la atención
de los escritores y pensadores de la Antigüedad.

Si se comparan las antiguas descripciones hechas por cronistas griegos


y romanos con los casos más recientes de rabia tanto en animales como
en humanos, encontramos que desde el punto de vista clínico el virus
de la rabia no ha cambiado a lo largo de los siglos. Esta característica lo
distingue de otros virus patógenos (capaces de producir enfermedad),
confiriéndole una posición única en la historia de la medicina. Diferentes
ideas acerca de la causa y el origen de la rabia han sido concebidas en
diferentes épocas. Una de las primeras descripciones de la rabia que han
sobrevivido hasta nuestros días es la de Aristóteles. "la rabia vuelve loco
al animal, y cualquier especie de animal, con excepción del hombre, será
contaminado con esta enfermedad si es mordido por un perro rabioso.
La enfermedad es fatal para el propio perro y cualquier otro animal
mordido por éste, con excepción del hombre". Autores posteriores
muchos de los cuales dudaron en cuestionar la credibilidad del gran
filósofo griego, se mostraron sorprendidos por la referencia de
Aristóteles a la supuesta insusceptibilidad del ser humano para ser
contaminado por la rabia. Así, algunos autores propusieron que
originalmente el agente causal de la rabia no podía contagiar al hombre
y solamente al cabo de los siglos el misterioso agente causal de esta
enfermedad había adquirido la capacidad de afectar al ser humano. Sin
embargo, el médico renacentista Girolamo Fracastoro hizo notar que
Aristóteles solamente quería recalcar el hecho de que no todos aquellos
humanos mordidos por un perro rabioso desarrollarían la enfermedad
en forma obligatoria.

Una descripción de la rabia más precisa y detallada fue proporcionada


en el libro De medicina, escrito por Celso, un médico que vivió en el
siglo I, en el apogeo del Imperio romano. En particular, hay una frase
en el texto de Celso que ha llamado poderosamente la atención de los
historiadores de la medicina: "...especialmente en los casos en que el
perro es rabioso, el virus debe ser drenado con una ventosa de vidrio..."
Por supuesto nadie se atrevería a pensar que Celso identificó al agente
de la rabia como un virus en el sentido moderno del término. Sin
embargo, es importante hacer notar que Celso utilizó el término virus
para denotar al agente causal de la rabia, mientras que en el mismo
texto utilizó la palabra venenum para describir la ponzoña de las
serpientes. Es probable que tal distinción no haya sido accidental, sobre
todo si consideramos que el término latino virus puede significar veneno
o también líquido viscoso. Por lo tanto, quizá Celso estaba advertido de
que el agente de la rabia era transmitido por medio de la saliva viscosa
del perro rabioso.

[Nota ]

*Epidemiología: disciplina científica que estudia la frecuencia y


distribución de las enfermedades.

[Nota ]

**Semiología: rama de la medicina que se encarga del estudio y


clasificación de los signos y síntomas característicos de las
enfermedades.

Después de Celso, el término virus se utilizó durante siglos en forma


casual como sinónimo de ponzoña o veneno, hasta que a finales del
siglo XVIII adquirió claramente el significado de un agente infeccioso,
debido a la creciente advertencia general de que existen muchas
enfermedades contagiosas y transmisibles. La gradual aceptación del
término virus en la literatura médica corrió paralela con el desarrollo de
los conceptos de infección y contagio, los cuales deben su origen al
estudio de una enfermedad también de naturaleza viral, pero que, a
diferencia de la rabia, ha tenido enorme influencia sobre el curso de la
historia social y política de la humanidad: la viruela.

En términos de la devastación causada en las sociedades medievales, la


viruela es solamente comparable con la peste bubónica. Sin embargo,
la historia temprana de la viruela presenta grandes dificultades para el
historiador de la medicina, ya que, a diferencia de la rabia, es muy difícil
establecer un diagnóstico diferencial entre la viruela y otras
enfermedades eruptivas de tipo febril, como el sarampión, la varicela o
la escarlatina, a partir de las descripciones proporcionadas por los
cronistas de la Antigüedad. Pero no cabe duda de que los conquistadore s
españoles contaron con un inesperado, silencioso y mortal aliado que
contribuyó notablemente al éxito de Cortés y a la pronta caída de
Tenochtitlán. Un soldado de la expedición de Pánfilo de Narváez arribó
a México enfermo de viruela, enfermedad hasta entonces desconocida
en Mesoamérica. La falta de inmunidad natural a la viruela permitió que
ésta se extendiera rápidamente entre la población indígena con
desastrosas consecuencias para la misma. En pocas semanas miles de
indígenas sucumbieron a la viruela; recordemos que el propio
Cuitláhuac, penúltimo emperador azteca, falleció por causa de esta
enfermedad. Recientes estimaciones epidemiológicas han llevado a
postular que durante los primeros veinticinco años posteriores a la
Conquista más de un tercio de la población indígena sucumbió a la
viruela. Es probable que tal devastación natural haya contribuido en
forma radical al establecimiento del régimen colonial, explicando
también en parte por qué imperios tan poderosos y organizados como
el azteca y el inca fueron borrados del mapa, sin mayor oposición, en
unos cuantos años.

Durante los siglos XVII y XVIII ocurrieron en Europa severas epidemias


de viruela, posiblemente debidas a la aparición de nuevas cepas del
virus. Médicos y sabios que testimoniaron estas epidemias pudieron
darse cuenta de que algún factor esencial era transmitido de persona a
persona y de casa en casa. En la antigua China, mucho antes de nuestra
era, ocurrieron los primeros intentos para proteger a los individuos
contra la viruela. Así, los chinos desarrollaron la práctica conocida
como variolación, la cual consiste en la inoculación de individuos sanos
con fluidos obtenidos de las vesículas eruptivas de las personas
afectadas por casos leves de viruela. En 1721, Mary Worfley Montagu,
esposa del embajador británico en Turquía, introdujo la variolación en
Gran Bretaña. Dicho procedimiento resultaba muy peligroso, ya que con
frecuencia los individuos inoculados desarrollaban la enfermedad y
morían a consecuencia de ella, en lugar de ser protegidos contra la
viruela. Los problemas causados por las severas epidemias de viruela y
la controversia en relación con la variolación fueron la base de mucha
bibliografía médica producida en el siglo XVIII. Algunos autores se
permitieron especular sobre la naturaleza del agente transmisible causa
del contagio, al cual se denominó virus cada vez con mayor frecuencia.

En 1730, Thomas Fuller publicó un pequeño libro sobre las fiebres


eruptivas (que incluyen la viruela). Ahí escribió: "La forma principal y
más común de contraer las fiebres contagiosas, como la viruela y el
sarampión, es por medio de infección, o sea, recibiendo a través del
aliento o de los poros de la piel los corpúsculos virosos peculiares a la
crianza de dichas enfermedades."

Por su parte, Angelo Gatti, el gran precursor de Jenner, publicó sus


reflexiones sobre la variolación en 1764. Sus observaciones en relación
con la naturaleza de la infección y con la necesidad de encontrar un
método para atenuar "el virus varioloso", fueron de carácter profético.
Sin embargo, Gatti murió en enero de 1798, antes de haber podido
conocer el modesto panfleto publicado en el mismo año por el médico
británico Edward Jenner, en el cual comunicaba su descubrimiento de
que la inoculación con el virus de la vacuna (o sea, con los fluidos
obtenidos de las lesiones de la viruela bovina), era capaz de prevenir la
infección de la viruela en seres humanos. El descubrimiento de la vacuna
es uno de los sucesos más importantes no sólo en la historia de la
medicina, sino también en la historia de las sociedades humanas. A
pesar de este descubrimiento, se requirieron casi doscientos años para
lograr la erradicación de la viruela.
A principios del siglo XIX, el término virus se encontraba bien
establecido en la bibliografía médica, aunque era utilizado para describir
una gran variedad de agentes infecciosos. Este uso persistió durante
toda la época del surgimiento de la bacteriología médica, o sea, los
primeros dos tercios del siglo XIX. Claude Bernard erigió una
infraestructura para la medicina experimental, apoyada en la tradición
filosófica de Descartes y Pascal. Por ejemplo, Bernard citó los resultados
obtenidos a través de la simple observación en el caso de la garrapata
y su relación con enfermedades de la piel. Según Bernard, la misma
metodología aplicada en la observación directa de las garrapatas podía
ser aplicada para explorar la validez de las teorías que presumían la
existencia de ...el virus, una criatura de la razón. Así, Claude Davaine
empezó en 1860 a utilizar una combinación de experimentación y
observación para rastrear aquello a lo cual se refirió sucesivamente
como el virus, el agente tóxico y finalmente, el bacteridium del ántrax.
A falta de filtros artificiales adecuados, Davaine demostró la diferencia
entre sangre infectada y no infectada por el ántrax, utilizando como filtro
la placenta del cerdo. Sin embargo, en algunos experimentos de Davaine
el agente del ántrax era capaz de atravesar el filtro placentario. Robert
Koch descubrió en 1876 que el bacilo del ántrax a veces forma pequeñas
esporas capaces de atravesar la membrana placentaria.

Mientras tanto, Chauveau empezó a trabajar en la identificación del


agente de la viruela, utilizando métodos de filtración. Pero no pudo
obtener resultados definitivos, por lo cual fue el primero en hacer una
distinción entre enfermedades virulentas, causadas por virus, y
enfermedades contagiosas, en las cuales era transmitido un microbio o
parásito bien conocido. Por lo tanto, el término virus fue restringido a
denotar una misteriosa entidad infecciosa capaz de ejercer su efecto
patogénico solamente por medio de la asociación en solución de ciertos
elementos o partículas de naturaleza desconocida. Chauveau identificó
estos cuerpos elementales (granulations élémentaires) como el origen
de la actividad patogénica, introduciendo así un término que sobreviviría
durante décadas.

En los años 1865-1866, ocurrió en la Gran Bretaña un desastroso brote


de una enfermedad llamada ictericia hemática bovina o peste del
ganado, la cual exterminó una gran cantidad de animales. El médico
John Gamgee había urgido, sin éxito, a las autoridades para que
impusieran una cuarentena y programas de matanza controlada para
evitar la diseminación de la enfermedad. A raíz de su fracaso, Gamgee
abandonó el país no sin antes publicar un libro con sus observaciones
sobre esta enfermedad; ahí escríbió:

Al igual que la mayoría de las ponzoñas animales, el virus de la peste


del ganado se reproduce con maravillosa rapidez en los cuerpos de los
animales enfermos, de los cuales es también liberado. Tanto el aliento
de la res enferma aspirado por un animal sano, como lo productos
sólidos de la enfermedad, parecen tener la capacidad de inducir el
padecimiento y los antídotos son aplicados demasiado tarde cuando se
intenta alcanzar la ponzoña presente en el sistema animal. No conozco
ningún antídoto capaz de ser usado internamente en los animales
enfermos... Me temo que nunca lograremos alcanzar el virus una vez
que éste se encuentra en el animal vivo.

Tales palabras desalentadas merecen ser recordadas considerando los


escasos avances logrados hasta la fecha en el tratamiento de las
enfermedades virales.

La etiología u origen del ántrax fue cabalmente entendida gracias al


advenimiento de una herramienta que se volvió invaluable en los
estudios bacteriológicos, misma que dio lugar al surgimiento a fines del
siglo XIX del concepto de virus como entidad filtrable. Al parecer, placas
de cerámica blanca no esmaltada y conectadas a una bomba de vacío
capaz de ejercer succión fueron utilizadas en trabajos bacteriológicos
por primera vez en 1870, por Edwin Klebs. Seis años después, Louis
Pasteur utilizó para el mismo propósito filtros hechos con la llamada
goma de París. Así, Pasteur, en colaboración con Joubet, aisló el bacilo
del ántrax y adoptó la palabra microbio inventada por Séedillot en 1878,
de manera que Pasteur declaró: todo virus es un microbio, haciendo
caso omiso de la distinción hecha por Chauveau entre enfermedades
virulentas y enfermedades contagiosas. A partir de entonces y a través
del trabajo pionero sobre las vacunas contra el ántrax, el cólera aviario
y la rabia, Pasteur y todos aquellos involucrados en estudios patológicos
utilizaron el termino virus para denotar cualquier agente infeccioso (ya
fuera o no fuera éste de naturaleza bacteriana) capaz de producir
inmunidad después de la convalecencia del organismo afectado por el
propio agente infeccioso.

Pasteur buscó afanosamente y en vano el agente causal de la rabia. Sin


embargo, no existe evidencia de que haya sospechado que dicho agente
era esencialmente diferente de los otros microbios patógenos que había
logrado caracterizar a lo largo de su vida. En 1897, dos discípulos de
Robert Koch encabezaron un estudio sobre el origen de la fiebre aftosa
del ganado vacuno. Dichos investigadores demostraron que el agente
causal de esta enfermedad era de naturaleza filtrable, o sea, capaz de
atravesar los filtros bacteriológicos más finos disponibles en aquel
entonces. Loeffler y Frosch observaron que este agente filtrable podía
ser pasado de un animal a otro a pesar de que cada pasaje implicaba
una gran dilución en la concentración del propio agente filtrable. Por lo
tanto, Loeffler y Frosch llegaron a la conclusión de que el agente
infeccioso podía reproducirse en los animales infectados, descartándose
de esta manera la posibilidad de que se tratara de una toxina, y
concluyeron que se trataba de un microbio muy pequeño. No es de
sorprender que los bacteriólogos médicos se negaran a buscar una
explicación que estaba por fuera del concepto de microbio patógeno. Por
otra parte, es notable que un microbiólogo botánico fuera capaz de
sugerir, unos cuantos meses después de haberse publicado los
resultados de Loeffler y Frosch, una explicación que finalmente resultó
correcta en relación con estudios y observaciones similares realizados
respecto al agente causal de una enfermedad vegetal conocida como
mosaico del tabaco.

b) EL VIRUS DEL MOSAICO DEL TABACO

A finales del siglo XIX, los éxitos de la microbiología médica habían


establecido sólidamente la teoría de que las enfermedades infecciosas
son causadas por gérmenes microscópicos que podían ser cultivados en
medios nutritivos especiales y aislados por medio de filtros muy finos
capaces de retener dichos microorganismos. Sin embargo, en 1892 el
ruso Dimitri Ivanovski demostró que el agente causal de la enfermedad
vegetal conocida como mosaico del tabaco era capaz de pasar a través
de los filtros a prueba de bacterias y no podía ser observado bajo el
microscopio ni cultivado en medios artificiales. Estos resultados hicieron
a Ivanovsky especular que el mosaico del tabaco era causado por un
germen productor de toxinas las cuales podían atravesar el filtro
bacteriológico. En 1898, el holandés Martinus Beijerinck realizó
experimentos más rigurosos, los cuales demostraron que el agente del
mosaico del tabaco pasaba a través de filtros de porcelana y era capaz
de multiplicarse en los tejidos de las plantas infectadas, hecho que
descartaba la posibilidad de que se tratara de una toxina. Beijerinck
denominó Contagium vivum fluidum al agente del mosaico del tabaco.
En aquel entonces, el concepto de macromolécula no existía todavía, y
las substancias eran divididas básicamente en dos grupos; las
substancias corpusculares o particuladas, suspendidas en los fluidos
circundantes, como las bacterias y los glóbulos rojos, y las substancias
disueltas o solubles, moléculas de bajo peso molecular.

Para Beijerinck era de la mayor importancia establecer si el virus era


disuelto o corpuscular. Apoyándose en la observación de que el virus era
capaz de atravesar filtros a prueba de bacterias, Beijerinck concluyó que
debía tratarse de una substancia disuelta o soluble y, por lo tanto, de
naturaleza molecular, quizá soluble en agua y capaz de replicarse, pero
solamente cuando se encontraba incorporada al protoplasma de la célula
viva infectada. Las conclusiones de Beijerinck resultaron
sorprendentemente cercanas al moderno concepto de virus; sin
embargo, también resultaron ser demasiado avanzadas para su tiempo
y encontraron poca aceptación entre los patólogos de principios del
siglo. A pesar de esto, en los primeros años del siglo XX diversos
investigadores descubrieron otros agentes infecciosos filtrables, capaces
de producir enfermedades en animales, y gradualmente el
término virus, en principio usado por los médicos de la antigua Roma
para designar cualquier veneno de origen animal, pasó a denominar
estos recién descubiertos agentes infecciosos filtrables. En 1908, dos
patólogos daneses informaron haber transmitido la leucemia (un tumor
caracterizado por una desmedida proliferación de los glóbulos blancos
de la sangre) a pollos, por medio de un filtrado libre de células. Peyton
Rous descubrió en 1911 que algunos tumores sólidos, conocidos como
sarcomas de los pollos, podían ser transmitidos a pollos sanos por medio
de un filtrado obtenido a partir de células tumorales. Sin embargo, estos
primeros indicios de la asociación entre los virus y el cáncer
permanecieron ignorados por muchos años.

c) EL BACTERIÓFAGO

En 1915, el inglés F. Twort publicó un artículo en la revista médica The


Lancet, en el cual describió un curioso fenómeno observado en ciertos
cultivos de micrococos bacterianos que después de incubaciones
prolongadas desarrollaban regiones transparentes, las cuales
examinadas al microscopio mostraban la ausencia de células bacterianas
y la presencia de minúsculos gránulos cristalinos. El material cristalino
podía ser pasado por filtros de porcelana y una gota de ese filtrado era
suficiente para destruir (lisar) un nuevo cultivo de micrococos. Twort
sugirió que el fenómeno podía ser explicado por la existencia de un virus
bacteriano o por la producción de una enzima bacteriana capaz de
degradar a las propias bacterias.

En 1917, Félix d'Herelle observó un fenómeno similar en cultivos del


bacilo de la disentería y demostró que era posible usar cultivos de este
bacilo utilizando filtrados obtenidos a partir de heces fecales. Félix
d'Herelle optó inmediatamente por la explicación de que era un virus la
causa de este fenómeno y, debido a que el supuesto virus era incapaz
de multiplicarse, excepto a expensas de bacterias vivas, D'Herelle
decidió llamarlo bacteriófago (devorador de bacterias).

Durante los años veinte la definición del virus se basaba en conceptos


puramente negativos: no podían ser vistos al microscopio, no podían ser
cultivados en medios artificiales, y además no eran retenidos por los
filtros a prueba de bacterias. Sin embargo, las observaciones de
D'Herelle permitieron la preparación de grandes cantidades de
bacteriófagos (fagos será el término utilizado en adelante), a partir de
la lisis de bacterias cultivadas en medios líquidos. Estos lisados podían
ser utilizados para infectar otros cultivos. El propio D'Herelle observó
que cultivos de bacterias en medio sólido infectados con lisados que
contenían fagos, mostraban "claros" o placas en la, por otra parte,
uniforme capa de bacterias; el número de estas placas era inversamente
proporcional a la dilución del lisado con fagos añadido a dicho cultivo.
Por lo tanto, el título de una suspensión de fagos podía ser estimado en
términos de unidades formadoras de placas (u.f.p.). De acuerdo con
esto, si cada partícula viral presente en la preparación infectante da
origen a una placa, entonces la eficiencia de plaqueo (e.p) es igual a la
unidad. Muchos años después, este método sería modificado y aplicado
al ensayo de los virus de plantas y animales. De hecho, uno de los
avances más importantes en el estudio de los virus animales consistió
en el ensayo en placa diseñado por Renato Dulbecco en 1952. En este
caso, una suspensión de células animales es colocada en una caja de
Petri; las células se adhieren y crecen a lo largo y ancho de la superficie
de vidrio u otro material sólido, hasta que forman una monocapa de
células Entonces se elimina el medio de cultivo y se añade una
suspensión viral diluida. Después de una breve incubación que permite
que las partículas virales se adhieran (adsorban) a las células, se elimina
el exceso de inóculo viral y se añade una capa de agar nutritivo que
cubre las células. Después de una incubación que puede durar varios
días, las células son teñidas por medio de un colorante vital que
solamente penetra en las células vivas, de manera que las muertas por
causa de la infección viral permanecen incoloras y se manifiestan como
placas desteñidas en la monocapa de células teñidas.

Retomando a D'Herelle y los fagos, este investigador creía que la


partícula infectante (fago) se multiplicaba dentro de la bacteria y que su
progenie era liberada después de la lisis de la bacteria hospedera. En
1939, Ellis y Delbrück realizaron experimento conocido como "curva de
crecimiento en un solo paso", el cual constituyó una sólida prueba en
apoyo de la hipótesis de D'Herelle (figura I.1.). Sin embargo, persistía
una controversia en cuanto a si el crecimiento intracelular del fago
introducía la lisis de la bacteria o en realidad dicha lisis bacteriana era
un fenómeno secundario sin relación directa con el crecimiento del fago.
Experimentos realizados por Delbrück resolvieron esta controversia y
demostraron que en la lisis de las bacterias infectadas participan
factores tanto dependientes como independientes de la infección viral.
Cuando la infección ocurre a baja multiplicidad, o sea, cuando la relación
fago/bacteria no es mayor de 2, el fago penetra la bacteria, se multiplica
e induce la lisis de la célula bacteriana. Sin embargo, cuando la infección
ocurre en altas multiplicidades, o sea, cuando hay un exceso de
partículas infectantes, la lisis bacteriana se debe principalmente a un
debilitamiento de la pared celular causado por el exceso de fagos
adsorbidos a dicha pared.
FIGURA I.1. Diagrama de la curva de multiplicación en un solo paso (o escalón)
del bacteriófago T2.

La primera purificación de un virus fue lograda por Max Schlesinger en


1933 utilizando una técnica conocida como centrifugación diferencial, la
cual se basa en el hecho de que en un tubo de ensayo sometido a la
acción de una fuerza centrífuga las partículas más pesadas sedimentan
a menor velocidad que las partículas ligeras. De esta manera es posible
separar los fagos de los restos de las células bacterianas. El análisis
químico de los fagos purificados demostró que están compuestos por
proteínas y ácidos nucleicos en proporciones casi iguales.

d) LA NATURALEZA QUÍMICA Y MOLECULAR DE LOS VIRUS

En 1935 el químico Wendell Stanley pudo aislar el virus causante del


mosaico del tabaco y purificarlo en forma cristalina. Este hecho
representó la cristalización de un material biológico supuestamente vivo
y, por lo tanto, tuvo un enorme impacto desde el punto de vista
filosófico, pues llevó al cuestionamiento de los conceptos establecidos
respecto a la naturaleza y propiedades de los seres vivos. En 1937
Bawden y Pirie lograron la total purificación del virus del mosaico del
tabaco y demostraron que estaba compuesto por proteína y ácido
ribonucleico (ARN). Esto ocurrió en una época en que todavía no se
conocía la naturaleza del material genético. Ya en 1928 Fred Griffith
había descubierto que cepas no patogénicas de neumococos
bacterianos, conocidas como cepas R, podían ser transformadas a la
variedad patogénica S cuando eran incubadas en presencia de un
extracto libre de células obtenido a partir de neumococos S que habían
sido "muertos" (o sea, inactivados) por tratamiento térmico. En 1944,
Avery, Mac Leod y Mc Carty informaron que el ácido desoxirribonucleico
(ADN) obtenido a partir de neumococos S, era el único factor capaz de
transformar a los neumococos R y volverlos patogénicos.

Sin embargo, la ortodoxia científica señalaba a las proteínas como


posibles constituyentes del material genético. En aquel entonces era una
opinión generalizada que los ácidos nucleicos carecían de la versatilidad
estructural necesaria para satisfacer el complicado papel atribuido a los
hipotéticos genes. Fue en 1952 cuando Hershey y Chase demostraron
sin lugar a dudas que la información genética reside en los ácidos
nucleicos. Para esto utilizaron al bacteriófago T2, que usualmente
infecta a la bacteria Escherichia coli. En primer lugar, Hershey y Chase
crecieron el fago en cultivos de E. coli, en los cuales el medio de cultivo
había sido suplementado con azufre o fósforo radiactivos ( 35S y 32P). El
fósforo radiactivo sirvió para marcar exclusivamente el ADN presente en
los fagos recién sintetizados por las bacterias infectadas, mientras que
el azufre permitió marcar la proteína asociada con las nuevas partículas
virales. Posteriormente, estos fagos radiactivos fueron utilizados para
infectar otros cultivos de E. coli, permitiendo que los fagos se
adsorbieran a las bacterias. Después de una corta incubación, estas
suspensiones de fagos y bacterias fueron sometidas a intensa agitación
para interrumpir la asociación entre fagos y bacterias. La suspensión
resultante fue centrifugada de manera que las bacterias sedimentaron
en el fondo de los tubos de ensayo y las partículas virales permanecieron
en el líquido sobrenadante. Ambas fracciones (sedimento y
sobrenadante) fueron analizadas en su contenido de radiactividad. El
resultado indicó que la mayor parte del 32P había penetrado en las
bacterias, mientras que casi todo el 35S había permanecido en el
sobrenadante. Por otra parte, a pesar de este tratamiento, las bacterias
fueron capaces de producir nuevas partículas virales, las cuales
contenían un alto porcentaje de 32P y casi nada de 35S. Estos resultados
indicaron que solamente el ADN viral penetra en las bacterias y que este
ácido nucleico es suficiente para causar una infección productiva en
dichas bacterias.

La proteína de la cubierta viral no es necesaria para producir la infección


debido a que no contiene la información genética. Sin embargo, esta
proteína es necesaria para proteger el ácido nucleico y para permitir la
adsorción del virus a las células. El experimento mencionado sirvió para
demostrar que el ácido nucleido constituye el material genético. (figura
I.2.)
Figura I.2. El experimento de Hershey y Chase.

En 1956, Gierer y Schramm purificaron el ácido nucleico del virus del


mosaico del tabaco (VMT), y demostraron que ARN viral purificado podía
ser infeccioso si se tomaban las precauciones necesarias para protegerlo
de ser inactivado por la acción de enzimas capaces de degradar ácido
ribonucleico. Experimentos previos habían demostrado que las
partículas de VMT podían ser disociadas en proteína y ARN, ambos
componentes podían ser reasociados en el tubo de ensayo para formar
partículas virales infectivas por completo y morfológícamente maduras.
Basándose en esta observación, Frankel Conrat y Singer procedieron a
disociar dos cepas diferentes de VMT. El ARN obtenido de una cepa fue
reasociado con la proteína obtenida de la otra cepa y viceversa,
originando partículas híbridas, las cuales fueron usadas para infectar
plantas de tabaco. En todos los casos, las plantas infectadas dieron
origen a progenies virales que correspondían al tipo del ARN presente en
el híbrido infectante (figura 1.3).

Al igual que todos los organismos, los virus pueden generar mutantes
en el transcurso de su ciclo de crecimiento; estas mutaciones pueden
afectar el tipo de placa formada por la infección viral en los cultivos
infectados, el rango de hospederos susceptibles de ser infectados por el
virus e incluso las propiedades fisicoquímicas del virus. Un problema
asociado con las mutaciones consiste en que varias de éstas pueden ser
de tipo letal, o sea, bloquean totalmente la capacidad de replicación del
virus y por lo tanto no pueden ser detectadas. Sin embargo, en 1963
Epstein y Edgar descubrieron un tipo muy particular de mutantes virales
que ahora son conocidos como "mutantes letales condicionales". Una
clase de estos mutantes está constituida por los mutantes sensibles a la
temperatura. Estos virus mutantes son capaces de crecer a una cierta
temperatura, la temperatura permisiva, pero no pueden hacerlo a una
más alta, la temperatura restrictiva misma temperatura que no afecta
el crecimiento de virus normales. Otra clase de mutantes condicionales
está constituida por los mutantes ámbar, los cuales no pueden crecer en
ciertas cepas celulares llamadas no permisivas, mientras que sí pueden
hacerlo en cepas celulares permisivas. También se han descrito otros
tipos de mutantes condicionales sensibles al frío, los cuales se
comportan a la inversa de los mutantes termosensibles anteriormente
descritos.
Figura I.3. El experimento de Frankel-Conrat y Singer que demostró que
el ARN es el material genético del virus del mosaico del tabaco (VMT).

Los virus constituyen partículas extremadamente pequeñas cuyo


tamaño varía más o menos entre 20 y 300 nanómetros (nm).* Por lo
tanto, los virus sólo pueden ser observados bajo el microscopio
electrónico. En muchos casos los virus infectan a la célula hospedera por
medio de interacción directa entre la célula y la partícula viral, pero en
otros casos los virus son transmitidos por medio de un agente animal o
vegetal que actúa como vector intermediario entre el virus y su
hospedero final. Las células que hospedan al virus contienen ambos
tipos de ácido nucleico (ADN y ARN), mientras que los virus contienen
solamente un tipo de ácido nucleico, el cual será ADN o ARN según el tipo
de virus en particular. El virus se reproduce totalmente a partir de su
material genético constituido por el ácido nucleico, mientras que la
célula hospedera se reproduce a partir de la suma integral de sus
componentes. El virus nunca se origina directamente a partir de un virus
preexistente, mientras que toda nueva célula se origina de manera
directa de una célula madre. Los componentes de un virus son
sintetizados en forma independiente y son ensamblados posteriormente
para formar una partícula viral madura. En cambio, el crecimiento de las
células consiste en un aumento de todos sus componentes sin que la
célula pierda en ningún momento su integridad. Los virus dependen de
la maquinaria metabólica y sintética presente en la célula hospedera
para poder sintetizar el ácido nucleico y las proteínas virales.

Figura I.4. Diagrama que muestra el tamaño relativo y las formas de diferentes
tipos de virus. (a) Poxvirus (vacuna). (b) Poxvirus (dermatitis pustular). (c)
Rabdovirus. (d) Virus de la parainfluenza (parotiditis). (e) Bacteriófago. (g)
Herpesvirus. (h) Adenovirus. (i) Virus de la influenza. (j) Virus de la papa. (k)
Virus del mosaico del tabaco. (l) Polioma/papiloma virus. (m) Virus del
mosaico de la alfalfa. (n) Virus de la polio. (o) Fago ØX174.

Figura I.5. Diagrama que ilustra la terminología utilizada para describir los
virus con simetría helicoidal (izquierda) y con simetría icosaédrica (derecha).

Existe una terminología bien establecida para describir los diferentes


componentes y estructuras de los virus. Una partícula viral completa e
infectiva es denominada virión. En el caso de los virus con morfología
icosaédrica, la cubierta de proteína es conocida como la cápside que a
su vez está compuesta de unidades morfológicas o capsómeras. La
cápside rodea un centro compuesto de ácido nucleico y proteínas. La
cápside y el centro forman en conjunto la nucleocápside. Ejemplos de
virus icosaédricos son el virus de la poliomielitis y el
bacteriófago ØXI74. Otros virus tienen aspecto de bastones o cilindros.
En tales viriones el ácido nucleico está rodeado por una cápside cilíndrica
cuya estructura helicoidal puede ser resuelta bajo el microscopio
electrónico. Ejemplos de viriones helicoidales son el virus del mosaico
del tabaco y el bacteriófago M13. En viriones de morfología más
compleja, la nucleocápside está rodeada por una
laxa envoltura membranosa. Dichos viriones tienen forma relativamente
esférica, pero son muy pleomórficos (multiformes) debido a que la
envoltura no es rígida. Ejemplo de virus icosaédricos con envoltura son
los herpesvirus. En el caso de los virus helicoidales con envoltura como
el virus de la influenza, la nucleocápside está enrollada dentro de la
envoltura. En viriones cuya estructura es todavía mas compleja, como
en el caso del virus de la viruela, no es posible identificar una sola
cápside, ya que este tipo de virus tiene varias cubiertas alrededor del
ácido nucleico. Las envolturas virales tienen características similares a
las de las membranas celulares debido a que tales envolturas se derivan
de la membrana de la célula hospedera durante los estadios finales de
la infección viral. Por lo tanto, las envolturas virales son ricas en lípidos
(grasas) y proteínas, algunas de las cuales forman complejos con
diferentes tipos de carbohidratos (azúcares), constituyendo las llamadas
glicoproteínas. Los carbohidratos asociados a las proteínas tienden a
protuir de la envoltura viral y a veces es posible reconocerlos bajo el
microscopio electrónico en forma de espigas presentes en la superficie
externa del virión. Las figuras 1.4 y 1.5 dan una idea general de las
diversas morfologías y componentes estructurales de los virus.

FIGURA I.6. Estructura de las bases púricas y pirimídicas.


Figura I.7. Estructura de algunos ribonucleótidos.

I I . L A E S T R U C T U R A D E L O S V I R U S

a) ÁCIDOS NUCLEICOS

EL ÁCIDO nucleico de un virus contiene la información específica y el


potencial operacional para modificar la maquinaria de la célula infectada
y para dirigirla hacia la producción específica de los componentes de las
nuevas partículas virales.

Los ácidos nucleicos son macromoléculas constituidas por cadenas de


nucleótidos, los cuales a su vez están constituidos por una base
nitrogenada asociada a un azúcar del grupo de las pentosas y a uno o
más grupos de fosfatos. La base nitrogenada puede derivarse de
la purina o de la pirimidina. Las dos bases púricas más importantes son
la adenina y la guanina. Las tres bases pirimídicas más importantes son
la citosina, el uracilo y la timina (figura 1.6). En un ribonucleótido el
azúcar presente es la ribosa, mientras que en un desoxirribonucleótido
el azúcar presente es la desoxirribosa. Los nucleósidos son análogos a
los nucleótidos, pero carecen de grupos fosfato (figura I.7)
Figura II.1a. Segmentos de una cadena de desoxirribonucleótidos o ADN (a la
izquierda) y de una cadena de ribonucleótidos o ARN (a la derecha). Las
notaciones condensadas son ilustradas junto a cada polinucleótido.

Figura II.1b. Formas de representación esquemática del ADN. (a) Esquema que
muestra la polaridad de las cadenas de desoxirribonucleótidos y el
apareamiento de bases. (b) Esquema que muestra la estructura en doble hélice
y los parámetros helicoidales de la molécula.

Los ácidos nucleicos pueden existir en forma de cadena sencilla o de


cadena doble. Las bases nitrogenadas presentes en una cadena pueden
aparearse con las bases de la cadena opuesta por medio de un tipo de
enlace químico conocido como puente de hidrógeno. Las características
químicas y estructurales de las bases nitrogenadas hacen que el
apareamiento ocurra entre la guanina y la citosina, y entre la adenina y
la timina o el uracilo. Generalmente, el ácido ribonucleico ( ARN) es de
cadena sencilla, aunque también puede existir en forma de cadena
doble. Las bases normalmente presentes en el ARN son la adenina, la
citosina, la guanina y el uracilo. El ácido desoxirribonucleico por lo
general existe en forma de cadena doble formando la famosa estructura
en doble hélice. Normalmente el ADN contiene las bases adenina,
guanina, citosina y timina (figuras II. (a) y (b)).

Los ácidos nucleicos de cadena doble, como el ADN, pueden ser


desnaturalizados, o sea, sus cadenas pueden ser separadas por medio
de un tratamiento con álcali o por medio de elevar la temperatura, pues
los puentes de hidrógeno son rotos por calor y el pH elevado (alcalino).
Si una molécula de ADN es sometida a desnaturalización térmica, las
cadenas complementarias tienden a separarse conforme se eleva la
temperatura. Sin embargo, estas cadenas tenderán a aparearse de
nuevo tan pronto la temperatura desciende a 25°C o menos. Cuando se
añade a esta mezcla de reacción una molécula de ARN, cuya secuencia
es complementaria a cualquiera de las cadenas del ADN desnaturalizado,
es posible obtener híbridos ADN-ARN.

Cuando las macromoléculas del tipo del ARN y el ADN son sometidas a
centrifugación en presencia de una solución concentrada de sales
pesadas como el cloruro de cesio (CsCl), las fuerzas opuestas de
sedimentación y difusión producen un gradiente de concentración de la
sal, generando un aumento continuo de la densidad en dirección de la
fuerza centrífuga. Las macromoléculas presentes en semejante
gradiente son impulsadas por la fuerza centrífuga hasta la región donde
la densidad de la solución salina es igual a la densidad de flotación
característica de cada tipo de macromolécula.Cuando existen varias
especies de macromoléculas dentro del gradiente, cada especie formará
una estrecha banda en la posición donde la densidad del CsCl es igual a
la densidad de flotación de la especie molecular en cuestión. Las cinco
posibles clases de ácido nucleico: ADN de cadena doble, ADN de cadena
sencilla, ARN de cadena sencilla, ARN de cadena doble, híbridos ADN-ARN,
pueden ser separadas por medio de centrifugación en gradientes de
CsCI. Por otra parte, es posible introducir marcadores de densidad en
los ácidos nucleicos, haciendo crecer la fuente del ácido nucleico (virus,
bacteria, célula, etc.) en un medio que contenga isótopos pesados de
algún elemento que puede ser incorporado en la estructura de los ácidos
nucleicos (15N, 18O, 2H), o análogos de las bases nitrogenadas como el
5.bromouracilo, cuyo peso molecular es mayor que el de la timina
normalmente presente en el ADN. De esta manera, el nuevo ácido
nucleico tiene una densidad de flotación mayor que la del ácido nucleico
normal equivalente, y esta característica puede ser de gran utilidad
cuando se desea establecer el destino final de una macromécula en
particular.

Existen cuatro posibles tipos de ácido nucleico viral: ADN de cadena


sencilla, ADN de cadena doble, ARN de cadena sencilla y ARN de cadena
doble. Virus que contienen cualquiera de estos tipos de ácido nucleico
pueden ser encontrados tanto entre los fagos como entre los virus que
infectan a plantas o animales. El ADN de algunos bacteriófagos se
caracteriza por contener bases raras que substituyen alguna o algunas
de las bases normalmente presentes en el ADN. Por ejemplo, el fago PBSl
tiene uracilo (normalmente presente en el ARN) en lugar de timina
mientras que los fagos T2, T4 y T6 tienen en su ADN hidroximetilcitosina
en lugar de citosina. La presencia de estas bases raras permite distinguir
con relativa facilidad entre el ácido nucleico viral y aquel correspondiente
a la célula hospedera.

Figura II.2. Formación de dímeros y círculos de ADN del fago después de una
incubación bajo condiciones que favorecen la circulación del ADN. En la figura
se muestran las secuencias de bases que constituyen los extremos o términos
pegajosos.

El ADN de cadena doble presente en algunos virus (como el fago), se


caractenza por tener segmentos de cadena sencilla en ambos extremos
de la molécula. Debido a que son complementarias las secuencias de
nucleótidos presentes en ambos extremos, resulta posible que entren
en contacto para formar puentes de hidrógeno dando origen a moléculas
circulares de ADN o a dímeros formados por dos moléculas longitudinales
de ADN unidas por sus extremos (figura II.2.). Estos extremos de cadena
sencilla presentes en una molécula de ácido nucleico que por lo demás
es de cadena doble, son denominados como extremos pegajosos o
cohesivos.
Cuando es desnaturalizado el ADN de algunos virus, como los adenovirus,
se observa que cada una de las cadenas de ADN es capaz de formar un
círculo por separado. Esto implica que son complementarias las
secuencias de nucleótidos presentes en ambos extremos de cada cadena
y por lo tanto deben tener la misma secuencia, pero repetida en sentido
inverso (figura 11.3.). A este tipo de secuencias se les conoce
como repeticiones invertidas. Algunos virus contienen ácido nucleico
que está circularizado en forma natural. Este tipo de ácido nucleico es
insensible a la acción degradante de enzimas como la exonucleasa
III, que tienen la capacidad de digerir moléculas de ácido nucleico que
poseen un extremo libre, lo cual no ocurre en las moléculas circulares.

El ADN naturalmente circular puede ser de cadena sencilla como en el


fago ØXI74, o de cadena doble, como en el virus SV4O. Existe evidencia
de que algunos virus ARN que producen infecciones en vegetales como
el limonero y la papa contienen moléculas circulares de ARN.

La secuencia de los nucleótidos presentes en las cadenas o bandas de


los ácidos nucleicos constituye la base del código genético.
Cada codón (o letra del código) es definido por una tripleta de
nucleótidos que, a través del proceso conocido como traducción es
interpretada como una letra que corresponde a uno de los veinte
aminoácidos diferentes que constituyen las proteínas. En términos
generales, la secuencia de codones que constituyen un gene codifican la
secuencia de aminoácidos que constituyen una proteína en particular.

FIGURA II.3. Las secuencias de nucleótidos que corresponden a repeticiones


invertidas permiten que se formen regiones de cadena doble debidas a
reasociación intramolecular. Cuando las repeticiones se encuentran muy
próximas entre sí, se forma una horquilla doble con extremo de cadena sencilla.
La última columna en el diagrama muestra la apariencia de estas estructuras
producidas por la reasocación de las repeticiones invertidas, cuando son
observadas al microscopio electrónico: las regiones de cadena doble se
distinguen por su mayor grosor

En los últimos diez años se han desarrollado una variedad de técnicas y


métodos que permiten determinar la secuencia de nucleótidos en
cualquier tipo de ácido nucleico. La primera secuencia completa de
un ARN viral fue determinada en el fago MS2 por el grupo de Walter Fiers
en 1976. En 1977, Fred Sanger y colaboradores publicaron la secuencia
completa del genoma del fagoØXl74, constituido por ADN de cadena
sencilla. Posteriormente, muchos otros genomas virales de mayor
tamaño y complejidad han sido secuenciados en parte o en su totalidad.
Una vez que se conoce la secuencia del genoma viral es posible
establecer la forma como están organizados los genes presentes en el
ácido nucleico. Los avances de la biología molecular han permitido
determinar la naturaleza de las secuencias de nucleótidos que actúan
como signos de puntuación en la lectura de la información genética.
Normalmente en los genomas de bacterias, plantas y animales cada
gene abarca uno o varios segmentos del ácido nucleico, estos segmentos
están separados de los segmentos correspondientes a los genes
adyacentes. En el caso de los virus, los genomas virales resultan ser
muy pequeños cuando se les compara con los genomas de las bacterias
más simples; esto implica que los virus tienen una capacidad muy
limitada para contener información genética. Sin embargo, algunos virus
han desarrollado estrategias para obtener una máxima capacidad de
almacenamiento de la información genética. Una de estas estrategias
consiste en la traslapación de genes, de manera que un segmento del
ácido nucleico puede contener la secuencia de nucleótidos
correspondiente a la totalidad del gene A y a la vez contener la secuencia
inicial correspondiente al gene B, mismo que se continúa en otra región
del ácido nucleico posterior al término del gene A. La otra estrategia
consiste en la superposición de genes, de manera que el segmento del
ácido nucleico que corresponde al gene C incluye también al gene D que
codifica una proteína más pequeña que la codificada por el gene C. Esta
multiplicidad de marcos de lectura característica de algunos genomas
virales implica la necesidad de una compleja regulación y coordinación
de la expresión genética en esos virus (figura II.4.).
Figura II.4. Mapa genético del ADN del virus SV40 que contiene 5 243 pares de
bases. La región temprana (transcrita en el sentido opuesto de las manecillas
del reloj) es ilustrada en gris, y la región tardía (transcrita en el sentido de las
manecillas del reloj) es ilustrada en negro. El origen de replicación es
marcado Ori.

b) LA FUNCIÓN PROTECTORA Y MORFOLÓGICA DE LAS PROTEÍNAS


VIRALES

El análisis de partículas virales purificadas muestra que con tienen entre


50 y 90% de proteína. Si consideramos que los ácidos nucleicos en
solución son susceptibles de ser fácilmente fragmentados o degradados,
podemos asumir que el componente proteico de los virus tiene
fundamentalmente un papel protector.

Una tripleta de nucleótidos (codón) tiene un peso molecular promedio


de alrededor de 1000 daltones y sólo codifica un aminoácido cuyo peso
molecular promedio es de aproximadamente 100 daltones. Por lo tanto,
un ácido nucleico puede especificar cuando mucho una décima parte de
su peso molecular en proteína. Con mucha frecuencia los virus contienen
más de un 50% de su peso en forma de proteína; esto sugiere que
deben estar presentes varias copias de una misma proteína de bajo peso
molecular, ya que se requiere de menos material genético para
especificar un solo tipo de molécula de proteína la cual puede ser usada
como subunidad para construir la cubierta del virus. Sin embargo, no es
esencial que la cubierta del virus esté formada por subunidades
idénticas, siempre y cuando los pesos moleculares combinados de los
diferentes tipos de subunidades sean suficientemente pequeños en
relación con el peso molecular de la molécula del ácido nucleico viral. La
construcción de las partículas virales a partir de subunidades
estructurales incrementa la estabilidad genética del propio virus, ya que
al reducirse el tamaño de las subunidades estructurales se reduce la
posibilidad de que ocurran mutaciones nocivas en el gene que codifica
dicha subunidad.
El fenómeno de autoensamble es particularmente relevante para los
virus y otros sistemas biológicos debido a sus atributos de economía y
eficiencia. Por ejemplo, en la industria de la construcción ha sido posible
abatir los costos e incrementar la eficiencia utilizando unidades
prefabricadas que a su vez son ensambladas en forma rápida y barata
en el sitio de construcción. Esto involucra dos procesos: la fabricación
de unidades básicas y el ensamble de las mismas para formar
edificaciones complejas. En el caso de los sistemas biológicos, la
fabricación de unidades es análoga a la síntesis de moléculas de proteína
a partir de aminoácidos. Esta síntesis depende de las instrucciones
contenidas en la secuencia de nucleótidos presentes en los ácidos
nucleicos. El proceso de ensamble es independiente de instrucciones
externas ya que la información necesaria para construir los complejos
moleculares está incluida dentro de los propios componentes
individuales. El mecanismo de autoensamble tiene la ventaja de que
puede ser controlado en cada nivel de organización. Por ejemplo, las
subunidades defectuosas son eliminadas automáticamente durante el
proceso de ensamble, de manera que estructuras complejas son
construidas con exactitud y eficiencia. En el caso particular de los virus,
las moléculas de proteína que constituyen las subunidades de la cápside
interaccionan con la cadena o cadenas del ácido nucleico viral para
formar una partícula viral. El proceso depende de la formación de
enlaces entre las subunidades y al igual que en el proceso de
cristalización, la regularidad de la estructura final es consecuencia de
factores termodinámicos que obligan a formar un máximo número de
uniones no covalentes entre las subunidades. Sin embargo, en un cristal
todas las moléculas se encuentran en ambientes similares, mientras que
tal situación rara vez ocurre en el caso de estructuras hechas a partir de
subunidades de proteína. Una proteína es una macromolécula
compuesta por una variedad de moléculas individuales denominadas
aminoácidos. Los aminoácidos se encuentran unidos por enlaces
químicos conocidos como uniones o enlaces peptídicos; por lo tanto,
toda proteína puede ser considerada como una cadena polipeptídica, la
cual tendrá una conformación espacial o estructura terciaria que
depende directamente de la composición de los aminoácidos presentes
en dicha proteína. Debido a su composición química; los aminoácidos se
dividen en neutros, hidrofóbicos e hidrofílicos. Así, cuando una proteína
se encuentra rodeada completamente por un medio acuoso, los grupos
hidrofóbicos tienden a juntarse en el interior de la molécula de proteína,
mientras que los grupos hidrofílicos tienden a permanecer en la
superficie de la molécula, haciendo contacto con el medio. Estas
interacciones determinan la conformación espacial de la proteína.

En el caso del virus del mosaico del tabaco (VMT), una proteína
compuesta por 158 aminoácidos constituye la subunidad básica a partir
de la cual se construye la cápside del virus. En dicha proteína cuando
menos la mitad de los aminoácidos presentes en el interior de la
macromolécula son de tipo hidrofóbico, mientras que en la superficie de
la misma hay tan sólo cuatro grupos hidrofóbicos en un segmento
constituido por 24 residuos de aminoácidos. Por lo tanto, se puede decir
que los mismos principios fisicoquímicos que rigen el desarrollo de la
estructura terciaria y cuaternaria de las proteínas son causa de la
organización de las cápsides virales. Las múltiples uniones formadas
durante la agregación de las subunidades de proteína contribuyen al
enmascaramiento de sitios potencialmente susceptibles a la acción de
enzimas capaces de degradar proteínas; de esta manera las proteínas
de la cápside viral adquieren también mayor resistencia al calor y otros
agentes físicos.

Es bien sabido que las suspensiones de partículas virales pueden ser


mantenidas por largos periodos en el laboratorio esto implica que dichas
partículas constituyen estructuras estables. Una condición necesaria
para lograr la estabilidad de cualquier estructura consiste en que la
estructura se encuentre en su estado de mínima energía libre; esto se
logra estableciendo un máximo número de uniones entre las
subunidades que constituyen dicha estructura. Debido a que las
subunidades de la cubierta viral son relativamente asimétricas, se
requiere que estén dispuestas o ensambladas en forma simétrica para
que pueda formarse el mayor número de uniones entre dichas
subunidades. Existe un número limitado de formas que permiten el
ensamble simétrico de subunidades asimétricas.

c) VIRUS FILAMENTOSOS

Una posible forma de generar una estructura simétrica tridimensional a


partir de componentes asimétricos como las proteínas consiste en
distribuir las proteínas alrededor de una circunferencia de manera que
formen un disco. Apilando un gran número de discos se obtiene una
estructura tridimensional con una cavidad interna apropiada para
albergar la molécula del ácido nucleico (figura II.5.). Un ejemplo de virus
filamentosos está dado por el virus del mosaico del tabaco. El examen
detallado del VMT muestra que las subunidades de proteína no están
dispuestas en forma de anillos sino en forma helicoidal. Esto resulta
lógico considerando que el ARN del VMT tiene una forma helicoidal y, por
lo tanto, al disponer las subunidades de proteína en forma helicoidal es
posible formar el mayor número de uniones entre las subunidades de
proteína y el ácido nucleico. Todos los virus filamentosos estudiados
hasta la fecha muestran una estructura helicoidal indicando que el ácido
nucleico es el factor esencial que rige este tipo de arreglo estructural.
Figura II.5.(a) Disposición de componentes asimétricos idénticos alrededor de
una circunferencia para lograr una estructura simétrica. (b) Segmentos de una
partícula de virus de mosaico del tabaco que muestra las subunidades de
proteína formando una estructura helicoidal. El ARN se localiza en un surco
helicoidal formado por las subunidades de proteína.

d) VIRUS ESFÉRICOS

También se puede obtener una partícula simétrica disponiendo las


subunidades de proteína alrededor de los vértices o caras de un cuerpo
con simetría cúbica como el icosaedro, constituido a partir de 20
triángulos equiláteros. Multiplicando el número de subunidades
presentes en cada cara por el número de caras, obtenemos el número
mínimo de subunidades que pueden ser acomodadas alrededor de tal
cuerpo geométrico. En el caso del icosaedro, el número es de 60
subunidades. Este tipo de arreglo representa una de las pocas formas
en que objetos asimétricos pueden ser acomodados en forma simétrica
sobre la superficie de una esfera. Las micrografías electrónicas de un
gran número de virus diferentes muestran que éstos tienen una silueta
esférica que al ser examinada más detalladamente corresponde a una
estructura con simetría icosaédrica. Varios de los virus esféricos con
simetría icosaédrica contienen más de 60 subunidades de proteína. Por
ejemplo los adenovirus contienen aproximadamente 1 500 subunidades
en su cubierta (figura II.6.). Sin embargo, Donald Caspar y Aaron Klug
han descrito las reglas que gobiernan la estructura de los virus esféricos.
Tales reglas fueron inspiradas por el estudio de las estructuras
geodésicas diseñadas por el arquitecto norteamericano Buckminster
Fuller. En dichas estructuras la superficie de una esfera es subdividida
en facetas triangulares, las cuales son arregladas con una simetría
icosaédrica. Este método de triangulación de la esfera representa el
diseño óptimo para una cubierta cerrada construida a partir de
subunidades idénticas unidas en forma regular. Ninguna otra forma de
subdividir una superficie cerrada puede proporcionar un grado similar
de equivalencia. Este tipo de estructuras tienen un mínimo de energía
libre, lo cual explica en parte la abundancia de los virus con simetría
icosaédrica.
Figura II.6. Organización de las subunidades de proteína en la cápside del
adenovirus.

e) VIRUS CON MÁS DE UN TIPO DE SUBUNIDAD

Las micrografías electrónicas de los adenovirus muestran que las 1 500


subunidades de proteína están arregladas en 240 hexámeros y 12
pentámeros, y en cada vértice del virus se proyecta una fibra de
proteína. Está bien establecido que las fibras, los pentámeros y
hexámeros están constituidos por diferentes tipos de proteínas. Los
adenovirus representan el ensamble regular de tres diferentes tipos de
proteína. Esto puede lograrse arreglando los pentámeros y las fibras en
los vértices del icosaedro, y los hexámeros en las caras del icosaedro.
Una forma diferente de arreglo estructural ocurre en los reovirus en los
cuales la cápside está constituida a partir de 8 diferentes proteínas
dispuestas en dos capas o cubiertas que poseen simetría icosaédrica.
Tres de las proteínas están dispuestas en la cubierta externa, y las cinco
proteínas restantes en la cubierta interna.

f) VIRUS CON ENVOLTURA

Muchos de los virus animales más grandes y unos cuantos virus de


plantas y bacterias están envueltos por una cubierta membranosa de
proximadamente 75Å de grosor. Esta envoltura se deriva en gran parte
de las membranas de la célula hospedera y puede ser degradada por
medio del tratamiento con detergentes o solventes orgánicos como el
éter, ocasionando así la pérdida de la inefectividad del virus. A este tipo
de virus también se les conoce como virus sensibles al éter. Los virus
de la influenza son representativos de los virus animales con envoltura.
Estos virus han sido descritos como pleomórficos (multiformes), aunque
las partículas virales en células de animales vivos tienen una forma
filamentosa. La apariencia pleomórfica se hace evidente cuando estos
virus son cultivados en embriones de pollo. Estos virus poseen debajo
de la envoltura una capa o cubierta de proteína llamada proteína M
(proteína de la membrana o proteína de la matriz). Dentro de la cubierta
formada por la proteína M, pero separado de la misma, se encuentra el
componente nucleoproteico constituido por un cilindro flexible de ARN y
proteína dispuesta en forma similar a un pasador para el pelo que ha
sido doblado. La estructura de la nucleocápside del virus de la influenza
es de tipo helicoidal. Cada uno de los diferentes virus de la influenza
codifica cuando menos 4 diferentes proteínas que son ensambladas en
el virión, dando origen a diferentes estructuras virales.

Algunos virus con envoltura tienen nucleocápsides icosaédricas.


Particularmente los virus ARN productores de tumores también
conocidos como retrovirus, tienen una nucleoproteína que está
superenrollada en forma de una esfera hueca rodeada por la envoltura,
la cual se deriva de la membrana celular y es modificada por la inserción
de glicoproteínas específicas del virus.

g) VIRUS CON MORFOLOGÍA DE CABEZA Y COLA

Este tipo de morfología sólo ha sido encontrada en cierto tipo de


bacteriófagos y está directamente relacionada con la forma en que tales
virus infectan a sus bacterias hospederas. El número de fagos con
arquitectura de tipo cabeza-cola es considerable; estos fagos pueden
ser subdivididos en fagos de cola corta, fagos de cola larga no contráctil,
y fagos con colas contráctiles y complejas que también pueden poseer
otro tipo de estructuras como collares, placas basales y fibras (figura
II.7.). A pesar de su complejidad estructural, los principios que
gobiernan el ensamble de estos fagos son similares a los descritos en
relación con otros virus cuya arquitectura es más sencilla. Las cabezas
de los fagos tienen usualmente una simetría osaédrica mientras que las
colas tienen una simetría helicoidal.

Figura II.7. Representación esquemática de las estructuras de algunos


bacteriófagos con cola.
Todas las estructuras presentes, como las placas basales poseen alguna
forma de simetría.

h) EL PRINCIPIO DE AUTOENSAMBLE

Los virus son construidos de acuerdo con principios de diseño eficientes


y, por lo tanto, son capaces de autoensamblarse sin la participación de
ningún factor organizador externo. Esto es posible debido a la formación
de un gran número de uniones débiles cuando los componentes del virus
son colocados en la configuración adecuada por medio de movimientos
al azar propiciados por factores termodinámicos. Por ejemplo, si se trata
al VMT con una solución concentrada de urea, ocurre una
descomposición del virus en subunidades de proteína y ARN. Si se elimina
la urea y son incubadas de nuevo las subunidades de proteína en
presencia del ARN viral, las macromoléculas se agregan en forma
espontánea dando origen a partículas virales infecciosas. Sin embargo,
cuando se omite el ARN viral durante el proceso de repolimerización, se
obtienen cilindros de proteína, pero en este caso las subunidades están
apiladas en forma de discos en lugar de tener una disposición helicoidal.
Además, estos cilindros son menos estables que la particula viral
completa, lo que señala la importancia del ácido nucleico en la
estabilización de la estructura viral.

En el caso de algunos virus icosaédricos, ha sido posible realizar también


experimentos de reconstrucción o reconstitución in vitro (o sea, en el
tubo de ensayo). Sin embargo, modificando las condiciones de estos
experimentos, ha sido posible obtener estructuras tubulares y otras
variables morfológicas. Esto indica que las propiedades de
empacamiento de las proteínas son las que en última instancia
determinan la estructura de la partícula viral.

El autoensamble resulta económico para los virus, pues no requieren de


información genética específica para lograrlo, y además proporciona un
método sencillo y eficiente para eliminar subunidades defectuosas
producidas durante la replicación de los componentes virales. Sin
embargo, algunos bacteriófagos complejos del tipo cabeza-cola, como
el fago T4, muestran cierto grado de control genético en el proceso de
ensamblaje; este fenómeno será discutido más adelante.

I I I . E L P R O C E S O D E I N F E C C I Ó N
V I R A L

LA INFECCIÓN se inicia cuando entran en contacto una partícula viral y


una célula susceptible. En el caso de fagos y bacterias en un cultivo en
suspensión, la interacción entre ambos ocurre por simple difusión, ya
que partículas con el tamaño de bacterias y virus se encuentran en
permanente movimiento browniano cuando están en suspensión. En el
caso de los virus animales, la difusión es también el factor más
importante que afecta la unión con células animales en cultivo, ya que
esta asociación es independiente de la temperatura mientras ésta no
afecte el movimiento browniano. Probablemente en el caso de la
infección en el animal entero existen otros factores que afectan la
asociación entre el virus y las células; sin embargo, es muy difícil diseñar
experimentos para estudiar la interacción entre virus y células
animales in vivo. En el caso de las plantas, la infección viral
generalmente es consecuencia de daño mecánico previo, hecho a la
planta por factores externos. En otras ocasiones, la infección viral en
plantas es el resultado de la acción de insectos portadores del virus que
actúan como vectores del mismo, introduciéndolos en plantas
susceptibles.

a) ADSORCIÓN

La mayoría de los fagos se adsorben (pegan) a la pared celular de las


bacterias susceptibles, pero algunos fagos también son capaces de
adsorberse a los flagelos, vellosidades (pili) o cápsulas presentes en la
superficie de la bacteria hospedera. El caso mejor documentado de
adsorción viral está representado por los fagos T2 y T4, los cuales son
virus con morfología compleja que incluye una cabeza, cola, placa basal,
clavijas y fibras de la cola. La pegada inicial de estos fagos a los
receptores presentes en la superficie de la bacteria ocurre por medio de
los extremos distales de las fibras de la cola. Estas fibras largas que
hacen la primera unión se doblan por en medio, de manera que sus
extremos distales hacen contacto con la pared celular a muy corta
distancia del punto medio de la partícula viral. Después de ocurrida la
adhesión, la partícula viral se aproxima a la superficie de la célula.
Cuando la placa basal del fago se encuentra a unos 100Å
(angstrom= 10-10m) de la pared celular, se establece contacto entre las
pequeñas clavijas de la placa basal y la pared celular, pero no existe
evidencia de que la propia placa basal se adhiera a la pared celular
(figura III.1.).
Figura III.1. Esquema de los principales eventos en la adsorción del
bacteriófago T4 a la pared celular de la bacteria E. coli.(a) el fago libre muestra
las fibras y clavijas de la cola. (b)Adhesión de las fibras de la cola. (c) El fago
se acerca a la pared celular y las clavijas entran en contacto con la pared
celular.

Algunos fagos con cola, como el fago PBSl, se adsorben a los flagelos
bacterianos en lugar de a la pared celular. La punta de la cola de este
fago tiene una fibra flexible que se adhiere alrededor del filamento del
flagelo y entonces el fago se desliza por el filamento hasta alcanzar la
base del flagelo. Otros fagos con cola se adsorben a la cápsula de la
bacteria. Finalmente, algunos fagos se adhieren a los llamados pili o
vellosidades sexuales de las bacterias que contienen el factor sexual "F"
o ciertas colicinas (factores de resistencia contra agentes
antimicrobianos). Los fagos filamentosos que contienen ADN de cadena
sencilla se adsorben a las puntas de estos pili mientras que los fagos
esféricos de ARN se adsorben a los costados de estos pili.

En el caso de los virus animales, ha sido posible estudiar cómo se


adhieren a las células en cultivo y de esta manera determinar el efecto
que tienen la temperatura y la concentración de iones en el medio sobre
la adsorción viral. Al igual que en el caso de los fagos, la adhesión parece
ser de tipo electrostático y es afectada en forma importante por la
presencia de iones en medio de cultivo. Sin embargo, todavía se sabe
poco en relación con la naturaleza de los receptores celulares para los
virus animales, con excepción de aquellos receptores involucrados en la
adsorción de los virus de la poliomielitis, la influenza y el SIDA (síndrome
de inmunodeficiencia adquirida). Cuando las células susceptibles al virus
de la polio son disociadas al someterlas a congelamiento y subsecuente
descongelamiento, liberan una substancia que constituye el receptor
celular para el virus. Aparentemente, este receptor es de naturaleza
proteica y sus moléculas pueden ser saturadas en presencia de un
exceso de partículas virales. Se ha estimado que existen
aproximadamente 3 x 10 3 receptores para el poliovirus en la superficie
de cada célula susceptible; esto representa un área equivalente al 0.3%
de la superficie total de la célula. Las células que carecen de tal receptor
específico son inmunes a la infección por poliovirus. Sin embargo, tales
células no susceptibles pueden permitir la replicación normal del virus
cuando éste es introducido en ellas por métodos artificiales.

Cuando se incuban virus de la influenza en presencia de eritrocitos


(glóbulos rojos), las células se aglutinan (hemaglutinación) y este
fenómeno puede ser utilizado para titular la concentración del virus,
simplemente determinando a qué dilución el virus se vuelve incapaz de
producir hemaglutinación. Células aglutinadas a 4°C pueden ser
calentadas a 37°C, lo cual produce separación de las células y el virus
eluido de estas células puede ser utilizado para aglutinar un nuevo lote
de células. Sin embargo, las células que previamente estuvieron en
contacto con el virus son incapaces de ser reaglutinadas cuando entran
en contacto con virus frescos. Esto se debe a la producción y activación
de una enzima conocida como enzima destructora del receptor (EDR).
Si se aplica una solución de esta enzima al tracto respiratorio de
animales experimentales, es posible evitar la infección por el virus de la
influenza, ya que el virus no puede adsorberse a las células cuyo
receptor específico para el virus ha sido degradado por la acción de la
enzima. El receptor para el virus de la influenza se caracteriza por tener
una molécula de ácido neuramínico en su extremo distal, el cual forma
parte de un pequeño polímero de moléculas de carbohidrato
(oligosacárido); este polímero está unido en forma covalente a una
proteína insertada en la membrana celular.

b) PENETRACIÓN DEL VIRUS

El caso mejor estudiado de la penetración de un virus en la célula


hospedera está representado por el caso del fago T2. La cola de este
fago es contráctil y en su forma extendida consiste de 24 anillos de
subunidades que forman una funda que rodea a un elemento central.
Cada anillo consta de 6 subunidades pequeñas y 6 subunidades
mayores. Después de la adsorción del fago a la pared celular, ocurre una
contracción de la cola que resulta en una fusión de las subunidades
pequeñas y grandes para dar 12 anillos de 12 subunidades. El núcleo de
la cola no es contráctil y por lo tanto es expulsado e impulsado a través
de las capas externas de la bacteria; a continuación, la cabeza del fago
se contrae y esto resulta en la inyección del ADN viral en la célula
bacteriana. Este proceso posiblemente es facilitado por la presencia de
la enzima lisozima en la cola del fago; esta enzima es capaz de digerir
las proteínas de las cubiertas bacterianas; además, hay 144 moléculas
de adenosina trifosfato (ATP) en la funda de la cola del fago; la energía
para la contracción de esta funda proviene de la conversión de la ATP en
adenosina difosfato (ADP) por medio de una reacción hidrolítica que
libera un grupo fosfato de la ATP (figura 111.2.).

FIGURA III.2. Esquema del mecanismo de penetración del material genético


del fago T4 o T2 a través de la pared celular de la bacteria. (a) Las clavijas del
fago entran en contacto con la pared celular y la funda se encuentra extendida.
(b) La funda de la cola se contrae y el material genético del fago penetra la
pared celular; la lisozima presente en el fago digiere la porción de pared celular
localizada directamente bajo la partícula viral.

Muchos bacteriófagos carecen de fundas contráctiles y todavía se


desconoce el mecanismo detallado por medio del cual penetran en las
bacterias. Sin embargo, existe evidencia de que algunos de estos fagos
introducen en la célula material proteico además del ácido nucleico.

Las células animales carecen de pared celular y sólo están rodeadas por
la membrana plasmática que es muy flexible y cambiante en sus
componentes estructurales. Las células animales continuamente
introducen elementos del medio externo por medio del proceso
de pinocitosis y a través de un procedimiento similar, pero inverso,
exportan al medio diversas substancias como enzimas, hormonas y
neurotransmisores. Los virus animales solamente pueden infectar
células que poseen receptores específicos para el virus en particular. Por
lo tanto, se requieren diferentes receptores para diferentes tipos de
virus. Se conoce con poco detalle el mecanismo preciso por medio del
cual los virus penetran en las células animales. Buena parte del
problema radica en que la mayoría de las partículas virales que infectan
a una célula son incapaces de iniciar con éxito la multiplicación del virus.
Usualmente, estas partículas no infecciosas superan a las partículas
infecciosas en proporción de 1000:1, y no existen métodos bioquímicos
o microscópicos que puedan distinguir entre ambos tipos de partículas
virales antes de que haya ocurrido la infección propiamente dicha. Todos
los virus ARN y ADN producen estas partículas defectuosas conocidas
como interferentes-defectuosas (ID), las cuales son el resultado de
errores en la síntesis de ácido nucleico viral. Estas partículas ID son
mutantes que carecen de segmentos de ácido nucleico y por lo tanto son
incapaces de reproducirse sin la ayuda de partículas virales normales
capaces de suplir la información genética ausente en el genoma de las
partículas ID. Por esta razón, la propagación de las partículas ID es
óptima cuando las células son infectadas en altas multiplicidades de
infección. Las partículas ID deprimen el rendimiento de la progenie viral
infecciosa debido a que compiten por ciertos productos sintetizados en
cantidades limitadas por las partículas virales infecciosas.

Los virus con envoltura pueden penetrar a la célula hospedera por medio
de la fusión entre las envolturas virales y la membrana de la célula.
Tanto los virus con envoltura como los virus que carecen de ésta pueden
ser introducidos a la célula por medio del proceso de pinocitosis (figura
III.3.). La fusión de membranas ocasiona la liberación del genoma viral
en el citoplasma de la célula, pero en el caso de la pinocitosis el virus
entero es contenido en una vesícula formada a partir de la membrana
plasmática. Es probable que esta vesícula se fusione a su vez con alguna
de las membranas internas de la célula y la cubierta viral es modificada
a consecuencia de esta fusión, lo que da lugar a la liberación del ácido
nucleico viral. Es importante hacer notar que la penetración del virus y
la subsecuente eliminación de las envolturas virales no implican
forzosamente la presencia intracelular de ácido nucleico viral desnudo.
El ácido nucleico viral puede permanecer unido a las proteínas internas
del virus, las cuales pueden incluir enzimas necesarias para la
replicación del virus. En el caso de cierto tipo de virus ARN en los cuales
el genoma viral sirve directamente como ARN mensajero (el ácido
nucleico a partir del cual se sintetizan las proteínas), el ARN viral se
asocia con los ribosomas de la célula. Esto ejemplifica el hecho de que
el ácido nucleico viral nunca permanece extendido como un verdadero
filamento dentro de la célúla, sino que se enrolla y asocia con proteínas
de manera que alcanza un estado favorable de mínima energía libre.
FIGURA III.3. Esquema de la penetración y desnudamiento de los virus en
células animales. (a) Penetración y desnudamiento por medio de la fusión de
las membranas viral y plasmática. (b) Penetración y desnudamiento por
pinocitosis seguida por fusión con la membrana citoplasmática interna.

La gran mayoría de los virus animales son muy ineficientes en lograr la


penetración de las células susceptibles. Por ejemplo, en infecciones por
poliovirus, la mayor parte del ARN viral es degradado como resultado de
la interacción entre virus y las células. Esto sugiere que solamente unos
cuantos receptores celulares para el virus tienen la capacidad de
favorecer la total penetración del genoma viral al interior de las células.

En teoría, resulta posible evitar las infecciones virales interfiriendo con


los mecanismos de adsorción y penetración del virus. Sin embargo, la
mayoría de los receptores están constituidos por proteínas y
glicoproteínas que tienen funciones importantes en el funcionamiento
normal de la membrana celular y sólo en forma incidental resultan ser
de importancia tal para las necesidades del virus. Por lo tanto, estas
proteínas no pueden ser eliminadas o modificadas sin afectar a la célula
misma. Todavía se sabe muy poco en relación con la química de las
proteínas que forman parte de las cubiertas virales y hasta la fecha
solamente se conoce una sustancia bien caracterizada capaz de inhibir
la adsorción y penetración de un virus sin que, por otra parte, induzca
efectos secundarios indeseables. Esta sustancia es la amantadina, que
puede evitar ciertos eventos en la penetración del virus de la influenza,
pero todavía no se conoce con exactitud su mecanismo de acción.

c) CLASIFICACIÓN FUNCIONAL DE LOS VIRUS

Los virus muestran una gran diversidad en su morfología: la estructura


de sus ácidos nucleicos, el modo de infección, regulación y desarrollo.
Por lo tanto, resulta difícil establecer un concepto clasificador que
simplifique el análisis del proceso de replicación (reproducción) viral. Sin
embargo, David Baltimore ha propuesto un sistema de clasificación de
los virus basado en el modo como éstos expresan sus genes y llevan a
cabo la replicación de su material genético. En esta clasificación los virus
están divididos en grupos de acuerdo con el modo como llevan a cabo
la síntesis del ARN mensajero (ARNm) que dará origen a las proteínas
virales. De acuerdo con esta clasificación, todo ARNm es designado como
positivo (+) ARN y las cadenas de ADN o de ARN o de ambos que son
complementarias en secuencia de nucleótidos a la del ARNm, son
denominadas como negativas (-). Aquellas cadenas de nucleótidos cuya
secuencia no es complementaria a la del ARNm son denominadas
también como positivas (+). Con base en esta terminología, es posible
distinguir seis clases de virus:

Clase 1: está constituida por todos los virus que tienen un genoma
formado por ADN de cadena doble. En esta clase no se aplica la
designación +/-, pues diferentes especies de ARN>m se originan a partir
de diferentes segmentos de ambas cadenas del ADN viral.

Clase II: consta de virus cuyo genoma está constituido por ADN de
cadena sencilla, cuya secuencia es exactamente la misma presente en
el ARNm. En esta clase de virus, el ADN del genoma debe ser
temporalmente convertido a la forma de cadena doble antes de que
ocurra la transcripción del ADN en ARNm.

Clase III: está compuesta por virus cuyo genoma es ARN de cadena
doble. Todos los virus conocidos que forman parte de este grupo tienen
genomas segmentados, pero el ARNm es sintetizado solamente a partir
de una de las cadenas de ARN presentes en cada fragmento.

Clase IV: está representada por los virus con ARN de cadena sencilla
cuya secuencia es la misma del ARNm. En estos virus la síntesis de una
cadena complementaria al ARN original precede la síntesis del ARN viral.

Clase V: está formada por los virus que poseen un genoma de ARN de
cadena sencilla, el cual es complementario en su secuencia de bases
al ARNm.
Clase VI: consta de virus que poseen un genoma de ARN de cadena
sencilla y que producen un ADN intermediario durante el proceso de
replicación. En algunos miembros de esta clase el ARN del genoma y
el ARNm tienen la misma secuencia.

d) LA REPLICACIÓN DEL ADN VIRIL

El mecanismo por medio del cual una molécula de ADN es duplicada


(replicada) in vivo es el mismo, independientemente del origen viral o
celular del ADN. A primera vista, la replicación del ADN parece un proceso
sencillo: una enzima polimerasa se mueve a lo largo de la molécula
de ADN produce dos cadenas hijas a partir del templado constituido por
las cadenas de la molécula madre. Este modelo de replicación implica
que en cada una de las moléculas hijas existe una cadena derivada de
la molécula original y otra cadena formada por ADN recién sintetizado, o
sea, la replicación del ADN es de tipo semiconservativo. Este hecho fue
demostrado por Meselson y Stahl a través de un famoso y ahora ya
clásico experimento.

Debido a su tamaño relativamente pequeño y a la facilidad con que


pueden ser manipuladas in vitro, las moléculas del ADN viral han sido
frecuentemente utilizadas para estudiar el mecanismo de la síntesis
de ADN en general. Toda cadena, lineal de ADN tiene un grupo hidroxilo
(OH-) libre en el extremo denominado 3', y un grupo fosfato (PO3=) en
el extremo opuesto, denominado 5'. Las dos cadenas de una doble hélice
de ADN son antiparalelas, o sea, tienen secuencias complementarias pero
que corren e direcciones opuestas. Por lo tanto, una consecuencia del
modelo semiconservativo para la replicación del ADN consiste en que una
de las cadenas hijas es sintetizada en dirección 3'  5', mientras que la
otra cadenas, hija es sintetizada en dirección 5' 3'. Sin embargo,
todas las ADN polimerasas, tanto virales como celulares, purificadas
hasta la fecha, sintetizan ADN solamente en la dirección 5' 3'. Una
solución a este problema consiste en que la síntesis de una de las
cadenas hijas se realiza en forma continua en dirección 5' 3' a lo largo
de la cadena madre que sirve como templado, la llamada cadena líder.

Mientras que la síntesis de la otra cadena hija ocurre en forma


discontinua pero también en dirección 5' 3' a lo largo de la otra
cadena madre denominada la cadena rezagada. Los fragmentos
de ADN producidos por la síntesis discontinua (fragmentos de Okazaki)
pueden ser unidos por la acción de una enzima conocida
como ADN ligasa. Sin embargo, otro problema en la replicación
del ADN consiste en que las ADN polimerasas necesitan la presencia de un
fragmento de ácido nucleico que sirva como punto de iniciación para la
síntesis de ADN, o sea, no pueden iniciar la síntesis de novo. Por su parte,
la ARN polimerasa que sintetiza el ARN no requiere de la presencia de un
fragmento iniciador para llevar a cabo la síntesis del polinucleótido. Por
lo tanto, la ARN polimerasa puede sintetizar pequeños fragmentos
de ARN complementarios a la cadena madre de ADN; dichos fragmentos
servirán como puntos de iniciación para la síntesis del ADN que formará
parte de la nueva cadena hija. Posteriormente, son degradados los
fragmentos de ARN que actuaron como iniciadores, y los fragmentos
de ADN resultantes son unidos por acción de la enzima ADN ligasa.

Figura III.4. Esquema de la síntesis discontinua del ADN ambas cadenas son
sintetizadas en la dirección 5---3, pero solamente una de las cadenas es
sintetizada en forma continua.
Figura III.5 Participación de un primer de ARN o fragmento iniciador en la
síntesis de los fragmentos de Okazaki.

El proceso de replicación del ADN tiene un alto grado de fidelidad; esto


es esencial para mantener la estabilidad de la información genética
contenida en el ADN. Se ha calculado que el índice de error en la fidelidad
de copiado equivale a la introducción de un nucleótido erróneo por
cada 109 -10 10 nucleótidos copiados en forma complementaria. Esta
alta fidelidad de copiado se debe a que las ADN polimerasas (cuando
menos en bacterias) tienen la capacidad de "editar" el ADN recién
sintetizado y corregir los errores en la copia de la secuencia de
nucleótidos por medio de una actividad enzimática asociada con la
polimerasa; esta actividad conocida como exonucleasa 3' 5' permite
romper la unión establecida entre el OH- presente en el extremo 3' de
la cadena de ADN y el grupo fosfato presente en la posición 5' del último
nucleótido polimerizado (añadido) a la cadena que está siendo
sintetizada este último nucleótido es rápidamente eliminado en caso de
haber sido introducido por error en la nueva cadena de ADN (figuras III.4
y III.S.).

Los bacteriófagos T contienen moléculas lineales de ADN de cadena


doble, las cuales son replicadas ya sea por la acción de polimerasas
específicas a estos fagos o por las polimerasas de la célula hospedera
que han sido modificadas en su especificidad a consecuencia de la
infección viral. Los productos inmediatos de la replicación del ADN de los
fagos T están representados por moléculas concatenadas, las cuales
tienen una longitud equivalente hasta cuatro veces el tamaño
del ADN original. Estas grandes moléculas pueden ser formadas por la
unión de los extremos de moléculas lineales de ADN o por medio de un
proceso cíclico llamado círculo rodante que permite la replicación
continua de un templado circular para producir estructuras compuestas
de múltiples unidades moleculares (figuras III.6 y III.7.). La formación
de grandes moléculas concatenadas explica por qué las propiedades
estructurales y genéticas de los fagos T sugieren que su mapa genético
es circular. En estos fagos el precursor inmediato del ADN viral es una
gran molécula; esta molécula es fragmentada por la acción de enzimas
nucleasas que dividen la macromolécula en subunidades cuya longitud
corresponde a la del ADN original. Esta fragmentación ocurre antes o
durante el proceso de encapsidación. Durante la replicación del fago T4
se generan moléculas que poseen secuencias redundantes en sus
extremos terminales (ej.: ABC... YZABC). De hecho, en una población
de fagos T4 no todas las moléculas de ADN viral empiezan con la misma
secuencia, y a pesar de que estas moléculas son lineales, el análisis
genético muestra que su mapa genético es circular. Esto es
consecuencia de la fragmentación de múltiples cadenas concatenadas,
las cuales son reducidas al tamaño correcto para poder ser empacadas
en las cabezas de los fagos. El mecanismo de círculo rodante ha sido
particularmente estudiado en el caso de algunos fagos, como el
fago el fago ØXI74.

Figura III.6. Posible mecanismo para la producción de cadenas


de ADN compuestas por múltiples unidades
Figura III.7. El mecanismo del círculo rodante.(a) ADN circular. (b) Una
endonucleasa hace un corte en la cadena positiva (+). (c) La ADN polimerasa
añade nucleótidos en el extremo 3 de la cadena abierta, de manera que
produce desplazamiento del extremo 5 . (d) El desplazamiento del extremo 5
se hace más extenso en la medida que la enzima polimerasa recorre el
templado de ADN circular (cadena negativa). El resultado es la formación de
un ADN con longitud mayor a la normal.

En general, la replicación de los virus ADN utiliza enzimas similares a las


involucradas en la replicación del ADN celular y una característica común
es la presencia de estructuras circulares temporales cuando menos en
algunas de las etapas del proceso de replicación. La abundancia
del ADN circular en diferentes tipos de virus sugiere que el círculo
representa el formato más importante en la replicación del ADN viral, y
la forma lineal de la molécula es una adaptación (particularmente en el
caso de los fagos T) que permite efectuar la inyección del ácido nucleico
viral a través de la cola del virus. Solamente los fagos con cola tienen
genomas lineales, los otros tipos de fago poseen genomas circulares.

En los últimos quince años se han logrado importantes avances en el


conocimiento de los mecanismos de replicación del ADN en varios tipos
de virus animales. La gran variedad en el tamaño y organización de los
genomas virales implica una gran diversidad en los detalles asociados
con la replicación del ADN en cada tipo de virus en particular. La
descripción de tales mecanismos está fuera del enfoque del presente
libro y el lector interesado hará bien en consultar la bibliografía
proporcionada al final de este libro.

Sin embargo, es importante hacer notar que todavía existen múltiples


incógnitas respecto a la replicación del ADN tanto en los virus como en
las células en general. La autonomía de los virus en cuanto a su
capacidad para replicar el ADN viral está en función del tamaño del
genoma viral. Algunos virus, como los fagos T los poxvirus (que incluyen
al virus de la viruela), Cuentan con genomas suficientemente grandes
para codificar entre 100 y 200 genes diferentes. Por lo tanto, estos virus
requieren poca participación de la célula hospedera, con excepción de la
facilitación de un espacio cerrado, la disponibilidad de la maquinaria
celular para la síntesis de proteínas y el abastecimiento de aminoácidos
y nucleótidos que sirven como precursores para la síntesis de proteínas
y ácidos nucleicos tanto celulares como virales. Algunos virus, como el
Herpes simplex y el virus de la vacuna, son capaces de especificar
enzimas como la timidina cinasa que participa en la síntesis de
precursores de los ácidos nucleicos y quizá estos virus son capaces
también de codificar nuevos tipos de ARN de transferencia que aparecen
en las células infectadas. Sin embargo, otros virus, como el fago ØXI74,
poseen genomas muy pequeños que no pueden codificar más de diez
genes diferentes. Para poder replicar su ADN, estos virus dependen de
las moléculas precursoras y la batería de enzimas polimerasas, ligasas,
nucleasas, etc., presentes en la célula hospedera.

Se conocen varios casos en los cuales un tipo de virus animal no puede


replicarse en el interior de algún tipo de células en particular a pesar de
haber sido capaz de iniciar la infección en las mismas. Por ejemplo, los
adenovirus humanos pueden infectar cultivos de células renales de
mono, pero no pueden crecer en estas células. Sin embargo, la
coinfección de dichas células con virus SV40 permite la replicación del
adenovirus por medio de la formación de una progenie de híbridos
SV4Oadenovirus, los cuales contienen diferentes cantidades de sus
respectivos genomas unidos en forma covalente. Esto implica que el
virus SV4O actúa como auxiliar para la replicación del adenovirus,
proporcionando factores que están ausentes en ese tipo de célula
hospedera en particular, factores que son necesarios para la replicación
del adenovirus.

Frecuentemente se observa que la coinfección de una misma célula con


dos diferentes mutantes o variedades de un mismo tipo de virus, cada
uno de los cuales es defectuoso en alguna función esencial para la
replicación del genoma viral, resulta en la producción de progenie viral
con capacidad infectiva normal debida a la formación de híbridos entre
los dos tipos de mutante, los cuales se complementan cancelando así
sus respectivas deficiencias genéticas y funcionales, de manera que
estos híbridos pueden desencadenar una infección productiva. Este
fenómeno de complementación ha sido usado ampliamente para
mapear y caracterizar los genes que codifican proteínas virales ya sean
éstas de tipo funcional o estructural.

e) SíNTESIS DEL ARN GENÓMICO VIRAL EN LOS VIRUS ARN

La síntesis del ARN por parte de los virus ARN involucra la replicación, que
puede ser definida como la producción de una progenie de genomas
virales (ARN en este caso), y la transcripción que consiste en la
producción de ARN cuya secuencia de nucleótidos es complementaria a
la del genoma. Debido a que los genomas de los virus ARN pueden ser
de sentido positivo (+) o sentido negativo (-) [véase la clasificación de
Baltimore], la transcripción en estos virus, a diferencia de lo que ocurre
en el caso de los virus ADN, no es siempre sinónimo de la síntesis
de ARN mensajero.

La mayoría de los virus ARN poseen moléculas de cadena sencilla y por


lo tanto la replicación consiste en que una secuencia de ribonucleótidos
deerminada debe ser copiada para producir exactamente la misma
secuencia, por ejemplo: ACGU ACGU. La información actualmente
disponible indica que el apareamiento entre las bases A-U y C-G es la
clave para la replicación del ARN viral; por lo tanto, en estos virus se
aplican también los principios fundamentales relacionados con la
replicación del ADN, molécula en la cual normalmente existen los
apareamientos A-T y C-G.

A principios de los años sesenta fueron descubiertos los primeros


fagos ARN y casi al mismo tiempo se demostró que los picornavirus, que
se caracterizan por tener ARN de cadena sencilla, son capaces de
replicarse en células animales en las cuales la síntesis del ADN y su
subsecuente transcripción en moléculas de ARN mensajero celular había
sido inhibida por la droga actinomicina D, la cual se intercala en la
molécula de ADN y de esta manera impide que se separen ambas
cadenas de ADN, de manera que las enzimas como la ADN polimerasa y
la ARN polimerasa no pueden cumplir con la función de llevar a cabo la
replicación o la transcripción de este ADN. En presencia de actinomicina
D se detiene la síntesis de ARN celular; por lo tanto, se pueden infectar
las células con virus ARN en presencia de precursores radiactivos
del ARN (como 3H-uridina) y colectar muestras de estas células a
intervalos apropiados después de la infección; estas muestras pueden
ser fraccionadas por medio de detergentes y solventes orgánicos de
manera que se pueden aislar y analizar las nuevas moléculas de ARN,
cuya síntesis ha sido inducida por la infección viral.

La mayoría de los virus ARN (con excepción de los retrovirus) se pueden


replicar en presencia de inhibidores de la síntesis de ADN; este hecho
descarta la participación de ADN intermediario en la replicación de estos
virus. En 1963, Montagnier y Sanders demostraron la presencia
de ARN de cadena doble en células infectadas por el virus de la
encefalomiocarditis (EMCV), el cual posee solamente ARN de cadena
sencilla. Así, pronto fue establecido que el ARN de cadena doble es una
forma intermediaria en la replicación de los virus ARN (con excepción de
los retrovirus). Este ARN de cadena doble se denomina forma replicativa
(FR) y se caracteriza por ser insensible a la acción de la enzima
ribonucleasa (ARNasa), la cual sólo digiere el ARN de cadena sencilla.
Posteriormente, ha sido posible aislar otro tipo de ARN intermediario
constituido por moléculas de cadena doble cuyos extremos están
desapareados originando "colas" de ARN de cadena sencilla.
Este ARN constituye el intermediario de replicación (IR). Sin embargo, el
FR y el IR parecen tener papeles diferentes en la replicación de
diferentes tipos de virus ARN.

El fago Q representa el modelo mejor estudiado de la síntesis


del ARN viral. En este sistema ha sido posible purificar la
enzima ARN polimerasa dependiente de ARN, también conocida como la
replicasa. Esta enzima tiene gran especificidad por el templado
representado por el ARN del fago Q/. La síntesis de la cadena (-)
de ARN complementaria al genoma viral es detectada por la aparición de
un nuevo ARN no infeccioso que es resistente a ser digerido por la
enzima ARNasa. La aparición de este ARN, que representa a la forma
replicativa (FR), coincide con la pérdida de infectividad de las moléculas
de ARN viral que sirvieron como templado. La síntesis de esta cadena (-
) de ARN es llevada a cabo por la replicasa del fago, la cual está
constituida por varias subunidades de proteína, algunas de las cuales
son proteínas codificadas por la célula hospedera (como los factores de
elongación EF; Tu y Ts, normalmente involucrados en el proceso de
síntesis de proteínas) las cuales son incorporadas para formar la llamada
holoenzima de la Q replicasa. Posteriormente, la síntesis de la nueva
cadena (+) de ARN que constituye el nuevo genoma viral es realizada
por un complejo formado por 4 moléculas (tetrámero) de la
propia Q replicasa. Es importante mencionar que ha sido posible
sintetizar in vitro el ARN del fago Q a partir del propio ARN viral y
trifosfatos de ribonudeótidos incubados en presencia de Q la replicasa.
El nuevo ARN viral sintetizado in vitro resulta ser tan infectivo y
biológicamente competente como el ARN viral sintetizado in vivo dentro
de las bacterias infectadas por el fago Q.

El ARN del fago Q es capaz y suficiente para dirigir su propia


replicación in vitro; esta propiedad ha sido utilizada para estudiar la
evolución de moléculas con capacidad para autorreplicarse. En el tubo
de ensayo las moléculas de ARN se encuentran libres de muchas
restricciones asociadas con el ciclo de vida del virus. Esta situación es
similar a un estado de evolución precelular, cuando los factores
ambientales de la selección natural actuaban directamente sobre el
material genético en lugar de hacerlo sobre el producto (proteína)
codificado por el gene. Sol Spiegelman y colaboradores diseñaron un
experimento para determinar qué es lo que ocurre con las moléculas
de ARN cuando la única necesidad consiste en que estas moléculas se
repliquen tan rápidamente como les sea posible. El producto de la
reacción entre la Q replicasa y el ARN viral purificado puede actuar
como templado para la síntesis de más ARN. Por otra parte, cuanto más
larga es una molécula de ARN más tiempo tardará en replicarse.
Considerando estos factores, resulta lógico pensar que las nuevas
moléculas de ARN podrán replicarse más rápidamente si eliminan
información genética que no tiene una importancia esencial para el
proceso de replicación, de esta manera las moléculas de ARN pueden
disminuir su tamaño y el tiempo necesario para la replicación de las
propias moléculas. Por ejemplo, si se añade la enzima Q replicasa a
una mezcla de reacción constituida por moléculas enteras y medias
moléculas de ARN Q purificado, la replicación de las medias moléculas
se realizará en la mitad del tiempo necesario para replicar las moléculas
enteras. Esto resulta en un exceso de medias moléculas que continúan
sirviendo como templado para la síntesis de nuevas medias moléculas,
generando así un exceso absoluto de moléculas más pequeñas.
Spiegelman preparó una mezcla de reacción consistente
en ARN Q purificado, trifosfatos de los ribonucleótidos apropiados y la
enzima Q replicasa. Después de una corta incubación, la mezcla de
reacción fue diluida 121/2 veces en otro tubo de ensayo que contenía la
misma concentración de la enzima replicasa y los ribonucleótidos
precursores, pero en ausencia de ARNQ . Esta secuencia de
incubaciones y diluciones fue repetida 75 veces y la duración de las
incubaciones fue siendo reducida paulatinamente aunque el factor de
dilución fue mantenido constante. Después de la transferencia número
75 fue posible aislar una población de moléculas derivadas
del ARN Q original, las cuales solamente contenían 17% de la secuencia
de nucleótidos presente en el ARN original. Por lo tanto, así se demostró
que el tamaño de la molécula de ARN disminuye progresivamente cuando
es sometida a este proceso de selección en función de la velocidad de
replicación. El único factor que tiene un efecto limitante en el
acortamiento de las moléculas de ARN consiste en que las nuevas
moléculas deben conservar cuando menos la secuencia de nucleótidos
necesaria para que la Q replicasa los reconozca como correspondientes
a una molécula de ARNQ .

La replicación del fago Q es sólo un ejemplo de las múltiples estrategias


de replicación exhibidas por los virus ARN. Una vez más, el lector
interesado deberá consultar la bibliografía para conocer detalles sobre
la replicación de otros virus ARN.

Una pregunta importante es por qué el ácido nucleico purificado a partir


de ciertos tipos de virus tiene capacidad infectiva, mientras que el ácido
nucleico purificado a partir de otros virus carece de esta capacidad. La
respuesta consiste en que los virus pertenecientes a las clases II, V y VI
(de acuerdo con la clasificación de Baltimore), requieren que su
información genética sea transcrita en otro tipo de ácido nucleico
diferente al presente en el virus original. En la mayoría de los casos,
esta transcripción es mediada por enzimas específicas del virus, las
cuales están almacenadas en la partícula viral. Ejemplo de estas enzimas
son la ARN polimerasa dependiente de ADN, característica del virus de la
vacuna; la ARN polimerasa dependiente de ARN, producida por el virus de
la estomatitis vesicular y los reovirus; la ADN polimerasa dependiente
de ARN característica de los retrovirus. El ácido nucleico purificado a
partir de estos virus carecerá de estas enzimas necesarias para la
transcripción y subsecuente replicación de dicho ácido nucleico, y las
células infectadas no cuentan con enzimas capaces de utilizar estos tipos
de ácido nucleico viral como templado.

f) LA REGULACIÓN DE LA EXPRESIÓN DE LOS GENES VIRALES

Cuando una célula es infectada por un virus, no todos los genes virales
son expresados a un mismo tiempo y, por lo tanto, no todas las
proteínas virales son sintetizadas al mismo tiempo. La mayoría de estas
proteínas virales no son sintetizadas en forma continua. Algunas
proteínas virales son sintetizadas durante unos cuantos minutos al
principio de la infección, otras son sintetizadas en las etapas tardías de
la infección y otras más son sintetizadas durante periodos que equivalen
a la mitad del ciclo infeccioso.

Cuando se expresa un gene, la información genética presente en la


secuencia de nucleótidos del ácido nucleico original es transcrita en una
secuencia complementaria constituida por ARN mensajero, la
información contenida en este ARN mensajero es traducida en el interior
de las estructuras conocidas como ribosomas; en esta traducción
interviene otro tipo de ARN conocido como ARN de transferencia (ARNt),
del cual existen cuando menos veinte tipos diferentes, cada tipo de ARNt
sirve para transportar específicamente uno de los veinte tipos diferentes
de aminoácidos que forman parte de las proteínas. La traducción
consiste en interpretar los codones constituidos por tripletas de
nucleótidos presentes en la secuencia del ARN mensajero (ARNm).
Existen 61 codones diferentes que codifican a los 20 aminoácidos
diferentes, o sea, que un mismo tipo de aminoácido puede ser designado
por más de un codón. Además, existen otros tres codones cuya función
es actuar como signos determinación en la síntesis de proteínas. Cada
codón (con excepción de aquellos que actúan como signos de
terminación) es reconocido por su respectivo anticodón, constituido por
una tripleta de nucleótidos con secuencia complementaria a la del
codón; este anticodón se encuentra en un extremo de la molécula
del ARNt correspondiente. Así, el producto de la traducción está
constituido por una cadena de aminoácidos, o sea, una proteína cuya
secuencia de aminoácidos es correspondiente a la secuencia de codones
presente en el ARNm, secuencia interpretada por los anticodones
presentes en los ARNt que actúan como transportadores de los
aminoácidos.

i) Regulación en los bacteriófagos ADN

El control de la expresión genética puede ocurrir en el nivel de la


transcripción, en el nivel de la traduccion o en ambos niveles. En el caso
de las bacterias infectadas por fagos ADN, el control de la expresión de
los genes virales ocurre fundamentalmente en el nivel de la
transcripción. La transcripción del ADN en ARNm es realizada por la
enzima ARN polimerasa, la cual en bacterias como la E. coli está formada
por cien diferentes cadenas polipeptídicas (proteínas): ; estas
proteínas están unidas entre sí por puentes de hidrógeno en la siguiente
proporción:  La proteína o factor  puede ser fácilmente
separada del resto de la ARN polimerasa que retiene la actividad
catalítica encargada de la síntesis del ARNm. El factor s tiene como
función el reconocimiento de las señales para la iniciación de la
transcripción; estas señales están presentes en las llamadas secuencias
promotoras incluidas en el ADN.

Durante la infección de una bacteria por fago T7 se forma una serie de


moléculas discretas de ARNm, las cuales pueden ser aisladas y
caracterizadas. Estas moléculas de ARNm han sido divididas en dos
clases: ARNm temprano, el cual consta de 4 especies; y ARNm tardío, que
consta de 8 o 9 especies diferentes. En el fago T7 solamente una de las
cadenas del ADN viral sirve como templado para la síntesis de ARNm esto
indica que los genes de este fago están codificados en la misma cadena
de ADN. El gene 1 codifica una ARN polimerasa que es específica para el
fago T7; esta polimerasa solamente, consta de una cadena polipeptídica,
siendo mucho más sencilla que la ARN polimerasa de la bacteria
hospedera. La ARN polimerasa específica del fago T7 es resistente al
antibiótico rifampicina, el cual inhibe la actividad de la ARN polimerasa
bacteriana. Al iniciarse la infección por el fago T7, la ARN polimerasa
bacteriana se encarga de transcribir los llamados genes tempranos del
genoma viral. Este primer tipo de ARNm producido es de tipo
policistrónico, o sea, incluye en una sola molécula de ARNm el mensaje
contenido en varios genes. Sin embargo, una enzima ribonucleasa
propia de la célula bacteriana ( ARNasa III) corta e saje correspondiente
a un solo gene en particular. Como ya fue mencionado, la transcripción
del gene 1, y su posterior traducción, resulta en la síntesis de
una ARN polimerasa viral que se encarga de transcribir los llamados
genes virales tardíos. La transcripción de cada clase o tipo de ARNm viral
tardío se inicia en secuencias promotoras localizadas en diferentes
puntos del genoma viral. Sin embargo, todas estas clases de mensajes
virales terminan en la misma región cercana al extremo 3' del genoma
del fago T7.

El fago T7 inhibe las funciones sintéticas propias de la célula bacteriana.


Una proteína codificada por uno de los genes tardíos del fago T7 es capaz
de pegarse a la ARN polimerasa bacteriana y de esta manera inhibe la
actividad de esta enzima impidiendo así la síntesis de ARNm bacteriano
y eliminando de paso la síntesis de nuevas moléculas de ARNm viral de
tipo temprano. El genoma del fago T7 tiene un peso molecular de 25 x
106 daltones y una capacidad de codificación equivalente a 30 genes de
tamaño promedio. Hasta la fecha han sido identificados 25 genes de
este tipo de virus; estos genes han sido ordenados en un mapa genético
lineal en el cual los genes que se expresan en forma temprana están
concentrados en el extremo del genoma ( ADN) viral. Por lo tanto,
considerando que la síntesis de ARNm ocurre en la dirección 5' ® 3',
resulta que los transcritos correspondientes a los genes tempranos están
concentrados en el extremo 3' del ARNm viral.

En el caso de la infección por fago T4, es posible identificar tres clases


de ARNm virales en el interior de la bacteria hospedera: ARNm tempranos
inmediatos, ARNm tempranos tardíos y ARNm tardíos. Los ARNm
tempranos inmediatos son sintetizados durante el primer minuto de
infección. Los ARNm tempranos tardíos son sintetizados a partir de 2 o 3
minutos después de iniciada la infección. Los ARNm tardíos son
sintetizados a partir de los 10 minutos de infección. A diferencia de lo
que ocurre en el caso del fago T7, la síntesis del ARNm dd fago T4 es
sensible al antibiótico rifampicina. Es sabido que este antibiótico afecta
a la subunidad , de la ARN polimerasa, bacteriana; por lo tanto, esta
subunidad debe participar en la síntesis del ARNm del fago T4.
Experimentos en los cuales la ARN polimerasa bacteriana ha sido
marcada radiactivamente antes de la infección por fago T4, indican que
las subunidades  y, de la ARN polimerasa son conservadas durante el
ciclo de infección; sin embargo estas subunidades son modificadas. Dos
minutos después de iniciada la infección ocurre una modificación de las
subunidades de la ARN polimerasa bacteriana por medio de un proceso
conocido como adenilación; esto modifica la especificidad de la enzima
que suspende la síntesis de ARNm viral de tipo temprano inmediato y
empieza a sintetizar ARNm viral de tipo temprano tardío. Existe evidencia
de que a los 10 minutos de infección la estructura de la subunidad,'
es modificada; esto resulta en un nuevo cambio en la especificidad de
la ARN polimerasa, la cual empieza a sintetizar ARNm virales tardíos.
Existen otros factores que también participan en la regulación de la
transcripción del fago T4; entre éstos podemos mencionar: la síntesis
de un factor de naturaleza proteica capaz de hacer antagónica la normal
terminación de las cadenas de ARNm (factor de antiterminación), este
factor permite que la ARN polimerasa bacteriana continúe transcribiendo
el ADN viral hasta llegar a los genes distales. También ocurre la síntesis
de factores similares al factor s, capaces de reconocer señales de
iniciación de la transcripción que no son reconocidas normalmente por
el factor o propio de la bacteria hospedera.
Figura III.8. Esquema de una célula bacteriana (procariote).

ii) Regulación en los virus animales

La regulación de la expresión genética de los virus animales puede


ocurrir en el nivel de la transcripción, traducción o de ambos procesos,
y en un grado que varía entre los diferentes tipos de virus y también
durante el ciclo de multiplicación de cada virus en particular. La
investigación de los virus animales ha permitido elucidar mecanismos
de regulación genética, totalmente diferentes a los presentes en los
sistemas bacterianos. En muchos casos todavía se ignora la mayoría de
los eventos involucrados en la regulación de los genes virales. Sin
embargo, el estudio de los virus animales ha servido como poderosa
herramienta para conocer detalles de la biología molecular de las células
eucarióticas, o sea, células que se caracterizan por tener núcleo y otros
organelos intracelulares a diferencia de las células procarióticas (como
las bacterias) que carecen de organelos intracelulares (figuras III.8 y
III.9).
Figura III.9. Esquema de una célula animal (eucariote).

iii) Virus ARN

El genoma completo del virus de la polio, un tipo de virus ARN, es


traducido en una enorme poliproteína con peso molecular de 250 000
daltones. Esta poliproteína es fragmentada por medio de una serie de
pasos enzimáticos para dar origen a proteínas funcionales más
pequeñas. Este fenómeno de fragmentación postraducción parece ser
común en el caso de las células eucarióticas. La fragmentación se inicia
cuando la poliproteína todavía está siendo sintetizada y solamente
mediante la adición de inhibidores de las proteasas (enzimas que
degradan a las proteínas) es posible aislar a la poliproteína íntegra. En
teoría, todas las proteínas del poliovirus deberían estar presentes en
cantidades equimolares, pero esto no ocurre en la realidad porque al
parecer algunas proteínas virales son degradadas en forma selectiva
(figura III.10). El virus de la polio es un virus ARN perteneciente a la
clase IV de la clasificación de Baltimore; estos virus se caracterizan por
producir un ARNm cuya secuencia es idéntica a la del ARN que constituye
el genoma viral; para esto se requiere la síntesis previa de una cadena
de ARN con secuencia complementaria a la del ARN del genoma viral. Esta
cadena complementaria sirve como templado para la síntesis del ARNm
viral. El virus de la polio es capaz de inhibir la síntesis de
macromoléculas propias de la célula hospedera, de esta manera todos
los recursos y precursores moleculares presentes en la célula son
dedicados a la producción de componentes virales y, por lo tanto, no
resulta sorprendente que la célula muera a consecuencia de la infección
viral. En las células infectadas por el poliovirus una de las proteínas
virales introducida a la célula junto con el virión es la causa de que se
inicie la inhibición de las funciones celulares. Particularmente es
afectada la síntesis del ARN celular que forma parte de los ribosomas,
que son las estructuras en las cuales se realiza la síntesis de proteínas.
Pero todavía se conocen muy pocos detalles en cuanto a la forma como
el poliovirus inhibe la síntesis de proteínas celulares.

Figura III.10. Esquema de la síntesis de las proteínas del virus de la


poliomielitis. Los picornavirus hacen sus proteínas funcionales por medio de
la traducción del ARN mensajero viral en una cadena continua de aminoácidos
(la poliproteína NOO=. durante la síntesis de esta poliproteína se producen
cortes primarios que dan origen a las proteínas precursoras N1, NX y N1.5. Ni
es fragmentada para formar las proteínas estructurales del virión, mientras
que NX y los productos del N1.5 probablemente están involucrados en
funciones intracelulares como l a síntesis de ARN viral.

En el caso de los virus ARN pertenecientes a la clase V de Baltimore,


los ARNm virales tienen una secuencia complementaria al genoma viral.
Los ortomixovirus, que incluyen al virus de la influenza tipo A, se
caracterizan por tener genomas segmentados. A partir de cada uno de
los ocho segmentos del genoma viral se sintetiza un ARNm que es
monocistrónico. Las ocho diferentes proteínas resultantes no están
presentes en cantidades equimolares y la proporción relativa de cada
proteína cambia durante la infección. El control de la síntesis de estas
proteínas virales es realizado en el nivel de la transcripción. En este tipo
de virus es vital que exista una manera de distinguir entre el ARNm(+),
que es traducido en proteínas, y el ARN(+), que sirve como templado
para la síntesis de nuevos genomas virales constituidos por ARN(-).
Recordemos que por convención el ARNm es (+) y todo ácido nucleico de
secuencia complementaria a la de dicho ARNm es considerado de
polaridad (-). Existe amplia evidencia de que el virus de la influenza
sintetiza dos tipos de ARN(+): el ARN(+) que servirá como templado para
la síntesis del ARN(-) viral es un fiel complemento de la secuencia de
nucleótidos presente en el genoma ARN(-) viral, mientras que el ARNm(+)
viral carece de una porción de la secuencia de nucleótidos
complementaria al extremo 5´ del ARN(-) correspondiente al genoma
viral. Así, el ARNm no puede servir como templado para la síntesis de
segmentos completos del genoma viral.

Los ortomixovirus son únicos entre los virus ARN debido a que parte de
su ciclo de multiplicación se lleva a cabo dentro del núcleo celular.
Inmediatamente después de la infección, la partícula viral desnuda es
transportada al interior del núcleo celular y en etapas más avanzadas
de la infección, algunas proteínas virales recién sintetizadas migran del
citoplasma (su lugar de síntesis) hacia el núcleo. El paso de moléculas a
través de la membrana nuclear es un proceso altamente selectivo y
constituye un nivel de control presente únicamente en las células
eucarióticas.

iv) Virus ADN

Todos los virus ADN, con excepción de los poxvirus, sintetizan su ARNm a
partir de una molécula de ADN de cadena doble, la cual se ubica en el
núcleo de la célula infectada y, por lo tanto, representa el modelo más
cercano para el estudio de la síntesis de ARNm en las células eucarióticas.
Las histonas constituyen el principal tipo de proteínas que normalmente
se encuentran asociadas con el ADN celular; estas histonas se
encuentran también asociadas con el genoma de algunos virus ADN como
los papovavirus, lo que subraya la similitud estructural entre la
cromatina celular y la cromatina viral. El tamaño de los genomas de los
virus ADN animales varía dos órdenes de magnitud, desde los parvovirus,
cuyo ADN tiene un peso molecular promedio de 1.5 x 106 daltones,
hasta el virus de la vacuna cuyo ADN tiene un peso molecular de 160 x
l06daltones. Los virus más grandes son menos dependientes de las
funciones de la célula hospedera para multiplicarse y por lo tanto pueden
hacerlo aun cuando las células hospederas se encuentran fuera de la
fase S del ciclo celular, misma que constituye el periodo normal de
duplicación del ADN celular. Los virus pequeños solamente pueden
replicarse durante la fase S del ciclo celular; y los virus de tamaño
intermedio tienen la capacidad de inducir a la célula para que entre en
la fase S. Casi todos los virus ADN tienen la capacidad de transformar
células en cultivo, volviéndolas de tipo tumoral (canceroso). Este
fenómeno será discutido con detalle más adelante. Sin embargo, es
posible especular que la transformación celular puede resultar a
consecuencia de una aberración en el mecanismo normal por medio del
cual el virus interacciona con los factores celulares que regulan la
división celular. También es importante mencionar que gran parte de la
información genética contenida en el genoma de los virus ADN más
grandes parece duplicar información ya presente y expresada en las
células que se encuentran en la fase S del ciclo celular.

v) Regulación en los papovavirus

Los papovavirus constituyen un grupo de virus ADN animales. El virus del


polioma y el virus de simios SV40 son los papovavirus más estudiados.
Estos virus tienen un genoma circular constituido por ADN de cadena
doble que codifica proteínas virales tempranas y tardías, las cuales son
sintetizadas a partir de la traducción de ARNm virales tempranos y
tardíos. El ADN de los papovavirus es transcrito por la ARN polimerasa
celular tipo II, la cual normalmente es la encargada de sintetizar el ARNm
celular. El ARNm viral de tipo temprano es sintetizado a partir de una
cadena de ADN diferente a la que da origen al ARNm tardío. En el virus
SV40, la proteína temprana más importante es el antígeno tumoral
mayor o T-antígeno; esta proteína viral migra hacia el núcleo celular y
supuestamente modifica el ADN celular, de manera que se vuelve
susceptible a ser replicado. El virus SV40 también sintetiza otro antígeno
tumoral menor o t-antigeno. Por su parte, el virus del polioma sintetiza
tres diferentes antígenos tumorales. El papel de estos antígenos en la
transformación celular será discutido más adelante.

Otras proteínas tempranas codificadas por el virus SV40, pero cuya


función se desconoce, son el U-antígeno, que también se ubica en el
núcleo celular, y el antígeno de transplante-tumor específico (TSTA),
que se ubica en la membrana celular. La fase inicial de la infección viral
es seguida por la inducción de la síntesis de enzimas celulares
y ADN celular, en forma independiente de las necesidades celulares. A
continuación se inicia la síntesis de ADN viral seguida por la síntesis
de ARNm viral tardío. Las proteínas tardías son ensambladas con
el ADN viral para formar los nuevos viriones. A pesar de que los ARNm
tempranos y tardíos son sintetizados a partir de diferentes cadenas
del ADN viral, ambos tipos de ARNm están presentes en el núcleo de la
célula infectada, incluso en las etapas avanzadas de la infección. Por lo
tanto, la síntesis predominante de proteínas virales tardías se logra por
medio del transporte selectivo hacia el citoplasma de aquellos
transcritos de ARNm viral que corresponden a las proteínas de tipo tardío.

vi) Regulación en los adenovirus


Figura III. 11. (a) Producción del ARN mensajero de un adenovirus. (b) El asa
de ADN formada por el apareamiento con el ADN genómico puede ser
observada mediante el microscopio electrónico y proporciona evidencia de
que el ARNm es formado a partir de regiones no contiguas del ADN genómico.
En la ilustración solamente está representada una cadena del ADN.

Los adenovirus poseen una cantidad de ADN seis veces mayor que la de
los papovavirus. Sin embargo, son muy similares sus estrategias de
control genético: síntesis temprana de proteínas virales, replicación
del ADN viral, síntesis de proteínas virales tardías. En el caso de los
adenovirus, tanto la ARN polimerasa celular tipo II como la tipo III
participan en la transcripción de ARNm viral temprano y tardío. El estudio
de la replicación de los adenovirus ha contribuido a establecer que
el ARNm de ciertos virus es codificado, al igual que el ARNm de las células
eucarióticas, por regiones no contiguas del ADN. Esto implica que el
transcrito inicial del ARN viral es fragmentado en forma específica y los
fragmentos adecuados son unidos por una enzima ARN ligasa (figura
III.11). En el núcleo de la célula infectada por el adenovirus ocurren
mecanismos de control genético altamente complejos. Además de la
fragmentación y ligado del ARNm, existen otros procesos como la
poliadenilación, que consiste en la adición de un polímero constituido
por 150 a 200 nucleótidos de adenina, al extremo 3' del ARNm. Este
fenómeno incrementa la estabilidad del ARNm. Otro proceso es
el capping del ARNm viral, el cual consiste en la adición de un nucleótido
especial: 7-metil guanosina, al extremo 5' del ARNm. Este nucleótido
puede ser hipermetilado posteriormente. El cap protege el extremo 5'
del ARNm evitando que sea degradado por enzimas nucleasas o
fosfatasas o por ambas, lo cual incrementa la estabilidad del mensaje.
También se observa un transporte diferencial del ARNm viral en el nivel
de la membrana nuclear; la permeabilidad de esta membrana al ARNm
recién sintetizado cambia continuamente durante el proceso de
infección, de manera que el espectro de proteínas virales al ser
sintetizadas también cambia en forma continua.

vii) Regulación en los herpesvirus

Los herpesvirus contienen aproximadamente cuatro veces más ADN que


los adenovirus. En los herpesvirus la síntesis de ARNm tardíos es
independiente de la síntesis de ADN viral y celular. Así, cuando se inhibe
la síntesis de ADN, todavía es posible observar la acumulación de ARNm
temprano y tardío en el núcleo celular. Sin embargo, la síntesis de las
proteínas virales sigue un riguroso sistema de inducción y represión que
ocurre en tres fases. Las proteínas de tipo  son las primeras en ser
sintetizadas después del inicio de la infección; estas proteínas  inducen
a su vez la síntesis de las proteínas virales las cuales reprimen la
síntesis de las proteínas  e inducen la síntesis de las proteínas virales ,
las cuales a su vez reprimen la síntesis de las proteínas. La evidencia
disponible indica que los mecanismos de control en la síntesis de estas
proteínas virales ocurre en el nivel de la traducción y el procesamiento
de los ARNm virales dentro del núcleo de la célula infectada.

En el caso del virus Herpes simplex tipo 1, existe evidencia reciente de


que la infección viral produce un número limitado de rupturas en las
cadenas del ADN celular; estas rupturas inducen un cambio en la
estructura tridimensional de este ADN celular y en las relaciones o
asociaciones que mantiene este ADN celular con el núcleo-esqueleto o
estructura subnuclear. El desprendimiento del ADN celular de los sitios
de anclaje a la subestructura nuclear se manifiesta entre otras cosas por
la inhibición de la síntesis del ARN y ADN celulares. Al parecer, la posición
que guardan las asas de ADN celular en relación con la subestructura
nuclear tiene un papel muy importante en la potencialidad de
este ADN para ser replicado y transcrito. La alteración en la posición
del ADN celular inducida por la infección viral puede ser un mecanismo
económico y eficiente para lograr la inhibición de la síntesis de
macromoléculas celulares.

viii) Regulación en los poxvirus

Los poxvirus que incluyen al virus de la viruela y de la vacuna son los


únicos virus ADN animales que se multiplican en el citoplasma de la célula
infectada. También son los virus más grandes y tienen capacidad para
codificar 50 veces más genes que los papovavirus. El sitio de la
multiplicación viral en el citoplasma se manifiesta por la virtual
formación de un "se gundo núcleo". Los viriones de los poxvirus
contienen una multitud de enzimas cuyas actividades son un duplicado
de aquellas normalmente presentes en el núcleo celular. Estos viriones
poseen su propia ARN polimerasa dependiente de ADN al igual que
enzimas capaces de adenilar, metilar y añadir cap a los ARNm virales. La
presencia de control en el nivel de la traducción es evidente en la síntesis
de la enzima viral timidina cinasa, la cual es una proteína temprana cuya
síntesis se detiene una vez que aumenta la síntesis de proteínas virales
tardías, algunas de las cuales parecen ser la causa de la inhibición de la
síntesis de proteínas tempranas como la timidina cinasa.

g) EL ENSAMBLAJE DE LOS VIRUS

En las células infectadas por virus tanto las proteínas como los ácidos
nucleicos virales son sintetizados por separado y posteriormente
ensamblados para formar nuevas partículas virales. Los virus pueden
autoensamblarse en un proceso similar a la cristalización, ya que las
partículas virales, al igual que los cristales, constituyen estructuras que
se encuentran en un estado mínimo de energía libre. Sin embargo, el
genoma viral también puede especificar ciertos factores
"morfogenéticos" que no contribuyen directamente a formar la
estructura del virión, pero son necesarios para el proceso de
ensamblaje.

El fenómeno de autoensamblaje ocurre en la formación de diversas


estructuras biológicas como los flagelos celulares. Sin embargo, el
ejemplo mejor estudiado es la reconstitución in vitro del virus del
mosaico del tabaco. Este virus consta de un largo filamento helicoidal
de ARN que está incluido en una estructura constituida por pequeñas
subunidades idénticas de proteína "A"; estas subunidades están
dispuestas en forma helicoidal. Las proteínas del VMT forman diferentes
tipos de agregados moleculares cuando se encuentran en solución,
dependiendo de las condiciones ambientales, particularmente la fuerza
iónica y el pH. Las estructuras discoidales son el tipo más común de
agregado proteico que ocurre bajo condiciones fisiológicas. Sin
embargo, la interacción de los discos de proteína con el ARN viral resulta
en la estabilización de la forma helicoidal. Cuando se mezclan
subunidades de proteína "A" y ARN viral, la polimerización es lenta y la
formación de viriones maduros requiere de casi seis horas. Cuando se
mezclan los discos de proteína "A" con ARN viral bajo las mismas
condiciones del experimento anterior, la polimerización es rápida y en
cinco minutos se ensamblan viriones maduros.

El modelo más aceptado para explicar el ensamble del VMT es el asa en


movimiento. Este modelo propone que una molécula de ARN en forma de
horquilla se inserta, a través del orificio central de un disco formado por
subunidades de proteína "A", en el espacio o mandíbula presente entre
los dos discos de proteína "A". A consecuencia de esta interacción, los
discos son desfasados dando origen a una estructura helicoidal, la cual
se perpetúa por medio de la adición de nuevos discos de proteína en la
parte superior de la hélice en crecimiento. El asa producida por la
tracción del ARN hacia arriba del orificio central de la partícula en
crecimiento constituirá el asa en movimiento que se inserta en el orificio
del siguiente disco adicional, desfasándolo a su vez y convirtiéndolo en
una estructura helicoidal (figura III.12). Este modelo predice que en
partículas de VMT ensambladas parcialmente las puntas 5' y 3'
del ARN viral deben protuir a través de alguno de los extremos de la
partícula viral en formación. Este hecho ha sido confirmado por
microscopia electrónica.

El ensamble dirigido de los nuevos viriones es característico de virus


complejos como los fagos del grupo T. El caso más estudiado es el del
fago T4. El primer avance en la elucidación del ensamblaje del fago T4
se obtuvo a partir del estudio de mutantes letales condicionales. Cuando
se infecta una cepa no permisiva de E. coli con fagos que tienen
mutaciones en cualquiera de sus genes estructurales, no se producen
nuevas partículas virales. Sin embargo, cuando se examinan bajo el
microscopio electrónico los lisados obtenidos a partir de estas bacterias
infectadas con fagos mutantes, se encuentra la presencia de estructuras
correspondientes a los componentes del fago. Así, bacterias infectadas
con fagos mutantes en el nivel de los genes 34, 35, 36, 37 y 38,
acumulan partículas virales que parecen normales, salvo porque carecen
de las fibras de la cola. Por lo tanto, se concluye que estos genes
codifican proteas involucradas en el ensamble de las fibras de la cola; la
adición de estas fibras es un evento tardío en el ensamble de las nuevas
partículas virales. Las fibras se acuman en bacterias infectadas con fagos
mutantes en los genes 34, 35, 36 y 38, pero no en los mutantes en el
gene 37, por lo que se deduce que este gene 37 codifica la principal
proteína estructural de las fibras de la cola del fago. La aplicación de
esta metodología a bacterias infectadas con otras cepas diferentes de
fagos mutantes permitió identificar la función de muchos otros genes
del fago T4y establecer que la cabeza, la cola y las fibras del fago son
sintetizadas en forma independiente.
Figura III. 12. Modelo de asa en movimiento para el ensamble del virus del
mosaico del tabaco (VMT). La nucleación se inicia con la inserción de una
horquilla de ARN viral en el orificio central del primer disco de proteínas tipo
"A". El asa se intercala entre dos capas de subunidades y se pega alrededor
de la primera vuelta del disco. Como resultado del modo de iniciación, el
extremo más largo del ARN viral forma un asa en movimiento a la cual se le
añaden rápidamente discos adicionales formados por subunidades de
proteína "A".
Figura III.13. Ensamble del bacteriófago T.4

Estudios complementarios realizados in vitro han permitido conocer más


detalles del proceso de ensamblaje del fago T4. Por ejemplo, fagos
carentes de fibras aislados a partir de bacterias infectadas con mutantes
en los genes 34-38 fueron mezclados con un extracto obtenido de
bacterias infectadas con una cepa de fagos mutantes en el gene 23, la
cual no puede sintetizar cabezas virales. El resultado de este
experimento fue la formación in vitro de viriones completos e infectivos,
ya que el extracto del mutante en el gene 23 actuó como donador de
fibras de la cola, mientras que el otro extracto proporcionó las cabezas
del fago. Este tipo de experimento es análogo a los estudios de
complementación genética, pero con la diferencia de que estos últimos
se realizan in vivo, o sea, dentro de las células infectadas.

La figura III.13 muestra la secuencia de ensamble del fago T4. Los


productos de los genes 13 y 14 no están involucrados directamente en
el proceso de unión; sin embargo, deben ser funcionales para que pueda
ocurrir la unión entre cabezas y colas. Las cabezas se unen a las colas
en forma espontánea; por lo tanto, los genes 13 y 14 deben estar
involucrados en alguna modificación de las cabezas maduras, la cual es
un prerrequisito para la adición de la cola. En contraste, las fibras de la
cola no se unen espontáneamente a la placa basal, sino que requieren
la participación activa del producto del gene 63 para poder llevar a cabo
esta unión.

El correcto ensamblaje de muchos virus esféricos y también de alguno s


fagos con cabeza y cola requiere la participación de proteínas que no
están presentes en el virus maduro. A estas proteínas se les conoce
como proteínas formadoras del andamio. Por ejemplo, durante el
ensamble del fago P22 aproximadamente 250 moléculas de las proteínas
del andamio catalizan el ensamble de 420 moléculas de la proteína de
la cubierta viral, de manera que estas proteínas forman una procabeza
de cubierta doble, la cual contiene ambos tipos de proteína. Cuando
ocurre la encapsidación del ADN viral, todas las proteínas formadoras del
andamio son expulsadas de la procabeza, de manera que estas proteínas
quedan libres para participar en ciclos subsecuentes de ensamble de las
procabezas. En el caso del fago T4, la proteína formadora del andamio
es el producto del gene 22; esta proteína es removida de la procabeza
por medio de una enzima proteolítica (capaz de degradar proteínas) en
el momento que ocurre la encapsidación del ADN viral.

Durante el ensamblaje de los adenovirus las proteínas formadoras del


andamio son eliminadas en el momento que ocurre la encapsidación
del ADN viral, pero no se sabe si estas proteínas son destruidas o
reutilizadas en el ensamble de otras partículas virales. Existe evidencia
de que en el proceso de ensamble de los herpesvirus y los poxvirus se
reciclan las proteínas formadoras del andamio.

La proteína codificada por el gene B del fago ØXI74 no está presente


en el virión maduro, pero participa en forma catalítica en el ensamble
del fago. En células infectadas por ØXI74, la proteína del gene F se
agrega para formar pentámeros al igual que la proteína del gene G;
estos pentámeros reaccionan en presencia del producto del gene B para
formar un agregado proteico más complejo, el cual probablemente
constituye los vértices de la cápside viral icosaédrica.

h) FRAGMENTACIÓN DE PROTEÍNAS VIRALES


En la mayoría de los casos estudiados, la formación de viriones maduros
requiere la fragmentación de grandes proteínas precursoras una vez que
éstas se han ensamblado para formar procabezas o proviriones. Por
ejemplo, en la maduración de la cabeza del fago T4, la proteína producto
del gene 23 (p23) es fragmentada para generar la proteína p23*, que
es 17% más corta que p23. En ausencia del ácido nucleico, las proteínas
íntegras forman agregados más estables que las proteínas
fragmentadas. Esto es consistente con la observación de que la
fragmentación de las proteínas estructurales ocurre justamente antes
de la encapsidación del ácido nucleico viral.

En las células infectadas por picornavirus y togavirus ocurren dos tipos


de fragmentación postraducción de las proteínas virales. Por ejemplo, el
genoma completo del poliovirus es traducido en un solo polipéptido
gigante, el cual es fragmentado en tres polipéptidos más pequeños. Uno
de estos polipéptidos es la proteína NCVPl o proteína que pertenece a la
cápside viral. Esta proteína es precursora de las cuatro proteínas
presentes en el virión maduro. NCVPl se deriva de la región 5' del
genoma viral y es sintetizada en forma completa antes de ser
fragmentada; esto sugiere que es necesario que la proteína NCVPl se
pliegue en el espacio para adquirir una conformación tridimensional
antes de que ocurra la fragmentación de dicha proteína. La
fragmentación de NCVPl da origen a las proteínas VPO, VPl y VP3, las
cuales se encuentran asociadas entre sí en el interior de las células
infectadas al igual que en las cápsides virales. Después de que
el ARN viral es encapsulado, VPO es fragmentada para producir las
proteínas del virión denominadas VP2 y VP4. La fragmentación inicial del
producto primario de la traducción del genoma viral representa un caso
de fragmentación formativa. Este proceso probablemente constituye un
mecanismo utilizado por las células animales como substituto para la
iniciación interna de la síntesis de proteínas en mensajes policistrónicos
(mensajes que contienen la información correspondiente a varios
genes). La fragmentación del NCVPl en VPO, VP1 y VP3, y la subsecuente
fragmentación de VPO en VP2 y VP4, representan ejemplos de
fragmentación morfogenética (figura III.10).

i) ENSAMBLE DE LOS VIRUS CON ENVOLTURA

Un gran número de virus, particularmente de virus animales, poseen


una envoltura lipídica como parte de su estructura. Por ejemplo, los
herpesvirus se replican en el núcleo celular y aunque las proteínas
virales son sintetizadas en el citoplasma celular, estas proteínas son
reintroducidas al núcleo celular. Después del ensamble de la
nucleocápside, el virus brota a través de la membrana nuclear y de esta
manera adquiere la envoltura. Antes de que ocurra este proceso, la
membrana nuclear es modificada por medio de la incorporación de
proteínas virales específicas, las cuales son glicosiladas, o sea, se les
añaden moléculas de carbohidratos. Sin embargo, la gran mayoría de
los virus con envoltura la adquieren a partir de la membrana celular. Se
han identificado cuatro eventos principales en la maduración de estos
virus. Primero, se forma la nucleocápside en el citoplasma celular.
Segundo, ciertas áreas de la membrana celular incorporan
glicoproteínas virales. Tercero, la nucleocápside se alinea a lo largo de
la superficie interna de la membrana modificada y finalmente brota de
la célula. Durante este proceso, ninguna proteína de la membrana
celular es incorporada en las partículas virales, aunque la mayor parte
de los lípidos presentes en la envoltura viral son derivados de los lípidos
normalmente presentes en la membrana de la célula hospedera.

I V . L I S O G E N I A

POCO tiempo después de que fueron descubiertos los fagos, se aislaron


cepas bacterianas que parecían ser portadoras silenciosas de ciertos
tipos de fagos. Los líquidos obtenidos a partir de cultivos de estas cepas
portadoras mostraban la presencia de fagos; sin embargo, las cepas
portadoras no eran sensibles a ser destruidas por el fago que portaban.
Por otra parte, cepas de bacterias emparentadas con la cepa portadora
resultaban ser sensibles al fago presente en las cepas portadoras. Las
cepas de bacterias portadoras de fagos silenciosos o latentes fueron
denominadas cepas lisogénicas. A principios de los años cincuenta se
descubrió que los fagos son capaces de adsorberse a las bacterias
lisogénicas, pero no se produce la subsecuente lisis de estas bacterias.
Por otra parte, cuando el fago procedente de una cepa lisogénica es
sembrado en una cepa de bacterias sensibles, se pueden aislar en estos
cultivos colonias de bacterias que se comportan igual que las cepas
lisogénicas. En 1950, André Lwoff cultivó una sola célula procedente de
una cepa lisogénica de Bacillus megaterium y observó bajo el
microscopio la división de esta bacteria. Posteriormente, Lwoff removió
una de las células hijas junto con un poco del medio de cultivo. Este
proceso fue repetido varias veces: cada vez que se dividía la célula
remanente, era removida una de las células hijas y algo del medio de
cultivo; las células hijas y el viejo medio de cultivo fueron sembrados en
agar para determinar si daban origen a una población de bacterias
lisogénicas y a la presencia de fago en el medio de cultivo. Estos
experimentos mostraron que las bacterias lisogénicas pueden crecer y
dividirse sin liberar fagos al medio de cultivo. Sin embargo, por alguna
razón desconocida, algunos filtrados obtenidos a partir de extractos de
bacterias lisogénicas mostraban la presencia de partículas virales, o sea,
fagos. Lwoff razonó que en las cepas lisogénicas el fago se encuentra en
forma de un precursor no infeccioso al que denominó profago. La lisis
de algunas de estas bacterias lisogénicas ocurre solamente cuando estas
células han sido estimuladas para producir fagos. Lwoff y colaboradores
observaron que la irradiación con luz ultravioleta (U.V.) era capaz de
inducir la producción de fagos en una población de bacterias lisogénicas,
mismas que eran lisadas en la medida que se incrementaba la
concentración de fagos liberados al medio de cultivo. Por lo tanto, una
bacteria lisogénica posee la capacidad de heredar el fago a sus
descendientes, muy pocos de los cuales se lisarán en forma espontánea.
Sin embargo, la mayor parte de la progenie de una bacteria lisogénica
puede ser inducida a producir el fago por medio de la irradiación con
U.V. o tratamiento con otros factores inductores. Se
denomina temperados a los bacteriófagos capaces de existir en forma
de profago en el interior de una bacteria hospedera. Después de que el
profago ha sido inducido por irradiación, ocurre un breve periodo de
eclipse en el cual no se puede detectar la presencia del fago dentro de
la bacteria. Sin embargo, es posible detectar la aparición de proteínas y
ácido nucleico específicos del fago; estos elementos serán ensamblados
para formar los nuevos fagos maduros poco antes de que ocurra la lisis
de la bacteria hospedera.

En 1951, Esther Lederberg descubrió en forma accidental que la cepa


de E. coli K12 era de tipo lisogénico. El fago latente en dicha cepa fue
aislado al mezclar E. coli Kl2 con derivados no lisogénicos de esta cepa
bacteriana. El fago resultante es ahora conocido como fago y representa
el caso más estudiado del fenómeno de lisogenia.

Las bacterias infectadas por fagos temperados continúan dividiéndose


por varias generaciones y son inmunes o resistentes a ser
superinfectadas por el mismo tipo de fago que albergan o por otros fagos
pertenecientes a clases emparentadas con el fago temperado original.
Estas bacterias contienen cuando menos una copia íntegra del genoma
del fago. Las bacterias infectadas por fagos temperados portan la
información genética correspondiente al fago, a través de múltiples
divisiones bacterianas, o sea, el genoma del fago es replicado al mismo
tiempo que ocurre la replicación del genoma bacteriano; este hecho
hace posible que la bacteria original pueda heredar el fago temperado a
la subsecuente progenie bacteriana.

El genoma del fago  está constituido por una molécula lineal de ADN de
cadena doble; esta molécula posee extremos cohesivos o "pegajosos"
debidos a la secuencia de nucleótidos presentes en esa región del
genoma viral. Al penetrar en la bacteria, el ADN del fago l se circulariza
por la interacción entre los extremos cohesivos de la molécula.
Ocasionalmente, este anillo de ADN puede ser integrado en el
cromosoma de la bacteria. La integración ocurre en un sitio específico
del genoma bacteriano; en ese sitio existe una secuencia de nucleótidos
que resulta homóloga a la de una región del genoma del fago
denominada att  . Cuando en forma espontánea se alinean
paralelamente estas secuencias homólogas, el círculo del genoma del
fago se rompe y la integración se lleva a cabo por medio del
entrecruzamiento entre el ADN del fago y el ADN de la bacteria; este
entrecruzamiento es mediado por un factor proteico codificado por un
gene del fago (int). El fago, una vez integrado, se encuentra como
profago y solamente unos cuantos de sus genes son expresados (figura
IV.1). Un gene en particular produce una proteína que se comporta
como un represor que inactiva la expresión de los otros genes virales.
Este represor también actúa como un factor de inmunidad que im pide
la superinfección de la misma bacteria por otro fago  .

Un factor crítico para el mantenimiento del estado de profago está


representado por la concentración de la proteína represora en el
citoplasma bacteriano. Eventos que disminuyen la concentración del
represor inducen la expresión del genoma viral completo. Un ejemplo de
lo anterior ocurre cuando una bacteria lisogénica masculina, o sea,
poseedora del factor de conjugación F (bacteria F+), se conjuga con una
bacteria no lisogénica femenina (F-) introduciendo en el citoplasma de
la bacteria femenina un fragmento de ADN que incluye al profago. Debido
a que en el citoplasma de la célula receptora no existen moléculas del
represor para el fago , se produce una rápida inducción de la expresión
del genoma viral y la subsecuente lisis de la bacteria receptora.
Figura IV. 1.(a) Modelo de Campbell para la inserción del ADN del fago en el
cromosoma bacteriano. (b) Mapa genético del fago. (c) Reordenamiento de los
genes del fago después de inserción del ADN del fago en el cromosoma
bacteriano. Los símbolos gal y trp representan los operones de la galactosa y
del triptófano, respectivamente.

La transición entre el estado de profago y la infección productiva de tipo


lítico inducen que el ADN viral se separe del cromosoma bacteriano por
medio de la formación de una asa de ADN viral, la cual es cortada y
liberada del cromosoma por mediación de proteínas codificadas por los
genes xis e int del fago. Una vez liberado el genoma viral, los extremos
cohesivos se reúnen formando una molécula circular de ADN viral.

Algunas veces ocurren errores en el proceso de corte o escisión, de


manera que el ADN liberado del cromosoma incluye pequeños segmentos
correspondientes al ADN bacteriano adyacente al profago. Por ejemplo,
el ADN bacteriano presente a la izquierda del profago se incluye
secuencias correspondientes de los genes del operón de la galactosa, los
cuales codifican enzimas involucradas en el metabolismo y
procesamiento del carbohidrato galactosa. Generalmente, el error en la
escisión, mismo que resulta en la inclusión de una porción del genoma
bacteriano, también ocasiona una pérdida recíprocamente proporcional
del genoma viral. Por ejemplo, cuando por error se incluyen los genes
del operón de la galactosa en el ADN liberado, se pierden genes
normalmente presentes en el extremo derecho del genoma del fago. El
genoma viral defectuoso sirve tomo templado para la replicación del ADN,
de manera que los nuevos fagos tendrán genes para la utilización de la
galactosa y a la vez carecerán de algunos genes virales que salieron
perdidos durante el proceso de escisión. Cuando se infectan con este
fago defectuoso bacterias mutantes que tienen un defecto en el operón
de la galactosa (bacterias Gal-), en condiciones favorables al proceso de
lisogenización, es posible que la inserción del genoma viral en el
cromosoma de la bacteria mutante resulte en la adquisición de las
funciones para la utilización de la galactosa, previamente ausentes en
la bacteria mutante. A este fenómeno se le conoce como transducción y
los fagos capaces de inducirlo son denominados fagos transductantes,
los cuales tienen la capacidad de introducir en las bacterias infectadas
fragmentos de ADN que codifican funciones previamente ausentes en
esas bacterias. En general, los fagos transductantes son defectuosos en
su propia replicación debido a que carecen de ciertos genes virales
necesarios para este proceso. Por lo tanto, estos fagos defectuosos sólo
pueden propagarse en presencia de fagos normales (auxiliares) capaces
de proporcionar los factores codificados por la región del ADN ausente en
los fagos defectuosos.

V . I N T E R A C C I O N E S E N T R E V I R U S Y
C É L U L A S E U C A R I Ó T I C A S

EXISTEN varios tipos de interacciones entre los virus y las células


eucarióticas mantenidas en cultivo. El estudio de estas interacciones ha
permitido comprender ciertos eventos relacionados con el proceso de
infección en organismos íntegros. Las infecciones virales en células
eucarióticas pueden ser clasificadas en: líticas, persistentes, latentes,
transformantes y abortivas. En todos estos tipos de infección, el evento
inicial consiste en la interacción entre el virus y el receptor
correspondiente presente en la superficie de la célula. Si una célula
carece del receptor apropiado para un virus en particular; entonces es
automáticamente resistente a la infección por ese tipo de virus.

i) Infecciones líticas: son muy fáciles de estudiar en el laboratorio, ya


que la muerte celular y la producción de progenie viral infecciosa pueden
ser observadas sin mayor dificultad. Los virus pueden matar a la célula
hospedera al inhibir la síntesis de los ácidos nucleicos y proteínas
celulares. Sin embargo, con frecuencia la muerte celular ocurre debido
a una liberación de enzimas lisosomales que digieren las estructura
propias de la célula. La alteración en la regulación del transporte y
concentraciones de iones en la célula infectada también puede conducir
a la rápida muerte celular.

ii) Infecciones persistentes: se caracterizan por la producción continua


de virus infecciosos sin que las células hospederas mueran o sean
destruidas. Las infecciones persistentes son consecuencia de un delicado
equilibrio que a veces se establece entre el virus y su célula hospedera.
Por ejemplo, la infección de células de riñón de mono con virus SV5
resulta en la continua producción de partículas virales por más de 30
días. A pesar de que este virus se multiplica siguiendo la cinética de
crecimiento en un paso, la cual es característica de las infecciones líticas,
el virus no produce daño a las células hospederas debido a que no
perturba ni interfiere con la síntesis de ácidos nucleicos y proteínas
celulares. Por otra parte, el virus SV5 consume muy pocos de los
recursos de la célula hospedera, por ejemplo, la cantidad de ARN viral
sintetizado es equivalente a menos del 1% de la síntesis de ARN celular.
Sin embargo, el mismo virus SV5 produce infecciones líticas en cultivos
de células obtenidas del riñón de hámsteres recién nacidos. Por lo tanto,
el curso de la infección depende de las propiedades tanto del virus como
de la célula hospedera.

En el laboratorio es posible manipular las condiciones en que se


desarrolla una infección viral, de manera que la adición de pequeñas
cantidades de anticuerpos neutralizantes específicos contra el virus
infectante, o la adición de interferón (véase, infra), disminuye la
producción de progenie viral o el índice de multiplicación del virus; de
esta manera es posible que sobreviva la mayor parte de la población
celular a pesar de que unas cuantas células mueran.

Las llamadas partículas defectuosas causantes de interferencia (ID) son


producidas durante las infecciones virales a consecuencia de errores en
la replicación del ácido nucleico viral. Estos errores se manifiestan como
supresión de una porción del genoma viral. La propagación de estas
partículas virales defectuosas es favorecida cuando se utiliza como
inóculo infectante una suspensión con alta multiplicidad de infección, o
sea, un inóculo que contiene un exceso absoluto de partículas virales en
relación con el número de células a ser infectadas. Las partículas ID
dependen para su multiplicación de factores y componentes producidos
por virus normales e infecciosos. Por lo tanto, se pueden establecer
condiciones artificiales en que las interacciones entre virus infeccioso,
partículas ID y células conducen al establecimiento de una infección
persistente.

iii) Infecciones latentes: en estas infecciones el genoma viral y


posiblemente varios productos codificados por este genoma se
encuentran presentes en la célula hospedera, pero no producen nuevas
partículas virales infectantes. El fenómeno de lisogenia es un ejemplo
de infección viral latente en bacterias. En el caso de los virus animales,
algunos virus causantes de tumores son capaces de permanecer
latentes. Se puede decir que es la infección en sí la que permanece
latente, ya que las propiedades de la célula y el virus son importantes
para establecer el estado de latencia. Un virus capaz de producir
infecciones latentes en un tipo de células puede producir infecciones
líticas en otro tipo de células. En todos los casos de latencia viral bien
estudiados hasta la fecha, el virus logra el estado de latencia integrando
una copia de su genoma en el genoma de la célula hospedera. Esto
asegura que el genoma viral será replicado junto con el ADN cromosomal
y, por lo tanto, será transmitido a la progenie celular además de
permanecer protegido de la acción degradante de las enzimas
nucleasas. Existe una serie de factores externos que pueden reactivar a
un virus latente para que éste inicie una infección lítica productiva. Sin
embargo, el caso más conocido y de gran importancia en humanos de
infección viral latente, está representado por las infecciones por
herpesvirus, pero hasta la fecha se conocen muy pocos detalles en
relación con las causas y el mecanismo por el cual estos virus son
capaces de entrar en el estado latente.

iv) Infecciones abortivas: se caracterizan por una reducción en el


rendimiento total de partículas virales o en el índice partícula
viral/infectividad. Ambas situaciones reflejan una incompatibilidad entre
el virus y la célula hospedera. Un defecto en la producción o
procesamiento de cualquiera de los componentes necesarios para la
multiplicación viral: ARN, ADN o proteína, puede ocasionar una infección
abortiva. Por ejemplo, el virus de la influenza aviaria produce infecciones
abortivas en las células L de ratón debido a la insuficiente síntesis
de ADN viral.

Las infecciones de tipo transformante serán discutidas en la sección


dedicada a los virus tumorales.

Un fenómeno importante asociado con las infecciones virales de células


en cultivo es la capacidad de producir fusión celular, dando origen a la
formación de células multinucleadas denominadas sincitios. Varios tipos
de virus manifiestan esta propiedad y algunos, como el virus de Sendai,
son utilizados rutinariamente en el laboratorio para inducir la fusión
experimental entre diversos tipos de células.

V I . I N T E R F E R Ó N E I N M U N I D A D A
L A S I N F E C C I O N E S V I R A L E S

EL SISTEMA inmune constituye la principal barrera que poseen los


animales superiores para protegerse de las infecciones en general. La
inmunidad inespecífica es aquélla que actúa contra cualquier material
extraño que invade al organismo; este tipo de inmunidad es innata y en
ella participan barreras físicas como la piel y las mebranas mucosas;
barreras químicas como el ácido clorhídrico del jugo gástrico o el ácido
láctico presente en el sudor; proteínas que inactivan a los agentes
infecciosos o destruyen a las células infectadas, como la lisozima
presente en las lágrimas y secreciones mucosas, las enzimas del sistema
de complemento y los interferones. Existe también una importante
variedad de células que participan en los mecanismos de inmunidad
inespecífica: los macrófagos o fagocitos que ingieren y destruyen células
y partículas extrañas, al igual que los leucocitos neutrofilos que además
son importantes mediadores del proceso de inflamación. Los macrófagos
también actúan como células presentadoras de antígenos que estimulan
la respuesta inmune específica; los leucocitos basófilos que secretan
mediadores químicos que promueven la inflamación con el fin de facilitar
el flujo sanguíneo y la accesibilidad de las células inmunitarias en las
regiones donde se localiza una infección; los leucocitos eosinófilos que
participan en la destrucción de parásitos y de células infectadas por
parásitos intracelulares; las células asesinas naturales (NK por "natural
killers") que son estudiadas más adelante.

Existen dos tipos de inmunidad específica: humoral y celular. La


inmunidad humoral es mediada por los anticuerpos o inmunoglobulinas,
que son proteínas específicas sintetizadas por las células plasmáticas.
Los progenitores inmediatos de estas células son los linfocitos B que son
capaces de reaccionar con moléculas extrañas al organismo, llamadas
antígenos. Los linfocitos B se originan en la médula ósea a partir de
células precursoras. La unión del antígeno con el linfocito B estimula a
este último para que se divida y se diferencie dando origen a una gran
cantidad de células plasmáticas y células poseedoras de la llamada
memoria antigénica. Las células plasmáticas sintetizan y secretan
moléculas de anticuerpos, las cuales reacionan en forma específica con
el antígeno que originalmente estimuló la producción de dichos
anticuerpos. Las células con memoria antigénica no sintetizan
anticuerpos pero conservan la capacidad potencial de sintetizar dichos
anticuerpos contra un antígeno específico, pues las células con memoria
antigénica pueden transformarse, en condiciones adecuadas, en células
plasmáticas productoras de anticuerpos específicos. Por esta razón, el
sistema inmune de un organismo responde en forma más potente y
rápida cuando se encuentra por segunda vez ante la presencia del
mismo antígeno.

Las inmunoglobulinas se dividen en cinco grupos: IgA, IgG, IgD, IgE e


IgM. Estas proteínas actúan directamente uniéndose a componentes del
virión y produciendo la neutralización del virus. Sin embargo, las IgG
pueden unirse por medio de sus fragmentos Fc a la superficie de otras
células del sistema inmune conocidas como macrófagos, los cuales
adquieren la capacidad para reconocer los antígenos virales presentes
en la superficie de las células infectadas.

Las IgM e IgG pueden activar el sistema del complemento que consiste
en una cascada de enzimas que liberan componentes capaces de atraer
diversos tipos de células del sistema inmune al sitio donde se localiza el
anúgeno; estas enzimas también expresan una actividad de fosfolipasa
capaz de lisar las células infectadas por el virus.
Esta representación esquemática de una molécula de IgG muestra las cadenas
pesadas (H) y las cadenas ligeras(L). Los extremos N de los fragmentos Fab
corresponden a las regiones de unión del anticuerpo con su antígeno específico.
El fragmento Fc es común a todas las moléculas de IgG independientemente de
su especificidad antigénica. Se indican las regiones con secuencias variables
(V) y con secuencias constantes de aminoácidos (C). La sigla CHO indica la
posición de moléculas de carbohidratos asociados con la proteína IgG; estos
puentes disulfuro estabilizan la estructura de la IgG.

La inmunidad celular es mediada en primer lugar por los linfocitos T, los


cuales se originan en el timo. La especificidad de los linfocitos B yT está
determinada por receptores específicos que están presentes en las
membranas de estas células. Estos receptores reconocen motivos
estructurales específicos que están presentes en los antígenos; dichos
motivos estructurales son conocidos como epitopes y son muy diferentes
entre sí. El reconocimiento y ligado de un epitope por parte del receptor
celular específico es el evento que determina que sean activados sólo
los linfocitos que poseen dichos receptores. Los recepctores específicos
presentes en un linfocito B son en realidad inmunoglobulinas que están
fijas a la membrana celular y que tienen la misma especificidad que las
inmunoglobulinas secretadas por dicho linfocito.

En el caso de los linfocitos T, el receptor para epitopes antigénos


específicos se denomina receptor de célula T o receptor T y consiste en
una proteína que a su vez resulta de la conjunción de dos proteínas
diferentes denominadas alfa y beta, respectivamente. Dicho receptor T
presenta un extremo variable que determina la especificidad del
receptor por un epitope en particular. Cuando el epitope es ligado por el
receptor T se produce una señal que estimula al linfocito T para que
prolifere y produzca una "clona" o familia de células idénticas que
manifiestan la misma especificidad por el mismo epitope antigénico.
Algunas de las células T resultantes serán responsables de contribuir a
mantener la memoria inmunológica que permite una respuesta más
eficaz y rápida cuando el organismo encuentra al mismo antígeno por
segunda vez.

Los principales tipos de linfocitos T son:

1) linfocito T auxiliar: este tipo de linfocito prolifera después de haber


reconocido y ligado un epitope específico, dando origen a clona de
linfocitos auxiliares que producen una variedad de moléculas solubles
conocidas como linfocinas cuyo papel consiste en estimular a otras
células inmunocompetentes (linfocitos B y T) para que se activen y
proliferen. Los linfocitos T axuliares son orquestadores de la respuesta
inmune específica; sin la participación de estos linfocitos no es posible
la producción de otras células inmunocompetentes que participan en la
respuesta inmune específica.

2) linfocito T citotóxico: este tipo de linfocito responde a la activación


mediada por el reconocimiento de un epitope específico y la presencia
de linfocinas en el medio, dando origen a una clona de células T
citotóxicas con capacidad para destruir células que portan antígenos
foráneos específicos como son las células infectadas por virus. Los
linfocitos T citotóxicos producen también ciertas linfocinas como el
interferón gamma, el cual estimula la actividad de los macrófagos.

3) linfocito T supresor: este tipo de linfocito se encarga de disminuir o


amortiguar la maginitud de la respuesta inmune y de esta manera
controla la respuesta de otras células inmunocompetentes para evitar
que sea exagerada.

Los linfocitos denominados células asesinas naturales (células NK) son


linfocitos grandes con citoplasma granular y son diferentes de los
linfocitos T y B. Los linfocitos NK destruyen a células infectadas por
cualquier tipo de virus, por lo cual su actividad es inespecífica. Las
células NK se adhieren a las células infectadas y liberan gránulos tóxicos
que lisan (destruyen) a las células blanco.

INTERFERÓN

En 1957, Isaacs incubó la membrana corioalantoica de un embrión de


pollo en presencia de una suspensión de virus de la influenza que había
sido inactivado por medio de tratamiento térmico. Esta membrana fue
transferida a una solución amortiguadora y se almacenó por 24 horas.
Posteriormente, la membrana fue descartada y la misma solución
amortiguadora fue utilizada para incubar una nueva membrana de pollo
en presencia de virus infeccioso de la influenza. Isaacs observó que la
nueva membrana no permitía el crecimiento del virus y por lo tanto
concluyó que algún producto soluble con actividad antiviral había sido
liberado en la solución amortiguadora como respuesta a la infección viral
de la membrana original. Esta sustancia antiviral fue denominada
interferón.

Los interferones son proteínas que tienen asociados carbohidratos


senciales para su actividad. Por convención, la actividad antiviral del
interferón es estimada midiendo la inhibición que éste produce en la
incorporación de uridina radiactiva en el ARN viral en células infectadas
por un togavirus. La actividad es expresada como la cantidad de
interferón necesaria para reducir en 50% el nivel normal de síntesis
de ARN viral; esta cantidad es arbitrariamente definida como una unidad
de interferón. Por ejemplo, 1 mg de proteína de interferón purificado
tiene actividad antiviral en el orden de 109 unidades.

Los interferones fueron identificados como proteínas secretadas por


células infectadas por virus que son capaces de proteger de la infección
viral a otras células, debido a que los interferones estimulan en las
células no infectadas la producción de proteínas que inhiben la
replicación de diferentes tipos de virus. Sin embargo, hoy en día el
término interferón se refiere a varias proteínas que manifiestan esta
actividad antiviral aunque no todas estas proteínas son producidas por
células infectas por virus. Existen dos tipos principales de interferón. los
tipo 1 están representados por el interferón alfa (IFN alfa) y el interferón
beta (IFN beta); ambos tienen una actividad biológica muy similar
siendo ejemplos de la llamada respuesta inmune inespecífica y sus
estructuras moleculares son muy parecidas. El IFN alfa es producido
principalmente por los leucocitos infectados por virus, mientras que el
IFN beta es producido por fibroblastos infectados por virus. El IFN alfa
también estimula la sintésis de proteínas clase 1 del complejo mayor de
histocompatibilidad (MHC- clase 1), estas moléculas están presentes en
las membranas de todas las células con núcleo y participan en la
presentación de antígenos (en particular de antígenos virales) para que
sean reconocidos por el sistema inmune.

La figura VI.1 describe el mecanismo de acción antiviral del interferón.


Una gran variedad de virus es capaz de inducir la producción de
interferón tipo 1; el cual es activo contra un amplio espectro de virus
diferentes y no sólo contra el virus inductor. Sin embargo, el interferón
parece ser más específico en relación con la especie a partir de la cual
se obtienen las células productoras del mismo. Por ejemplo, interferón
obtenido a partir de células de ratón es poco eficiente para proteger
células de rata, pollo o simio contra la infección viral.

La inducción del interferón provoca la liberación de esta molécula y la


producción de un estado antiviral en las células que entran en contacto
con el interferón. Los genes que codifican a los interferones humanos
tipo 1 están ubicados en el cromosoma 9, mientras que el gene del
interferón tipo 2 está en el cromosoma 12. Todos los virus que se
multiplican activamente son capaces de inducir la producción de
interferón y se cree que moléculas de ARN de cadena doble actúan como
inductores específicos. El interferón liberado produce.el estado antiviral
en otras células por medio de la unión con un receptor presente en la
superficie celular. El gene que codifica al receptor para IFN alfa y beta
está en el cromosoma 21, mientras que el gene que codifica el receptor
para IFN tipo 2 o gamma, está en el cromosoma 6. Se sabe que la
presencia de ARN de cadena doble estimula la fosforilación (adición de
grupos fosfato) de ciertas proteínas reguladoras; esto impide que estas
proteínas participen en el proceso de iniciación de la síntesis de
proteínas. Este ARN de cadena doble también activa una ribonucleasa
que degrada al ARN mensajero y, por lo tanto, detiene la síntesis de
proteínas. Sin embargo, todavía no se conoce con claridad el mecanismo
por el cual las actividades inducidas por el interferón son capaces de
distinguir ente la síntesis de proteínas celulares y la síntesis de proteínas
virales De hecho, la actividad inhibitoria de la síntesis de proteínas
parece ser la responsable del efecto antitumoral del interferón, efecto
que ha sido claramente demostrado in vitro y en animales
experimentales. Sin embargo, el uso de los diferentes interferones en el
tratamiento del cáncer no ha dado los resultados esperados, ya que por
lo general los interferones producen efectos secundarios negativos en
los pacientes tratados con dosis altas de estos agentes. Hasta la fecha,
sólo algunos tipos de cáncer muy raros, como por ejemplo, la leucemia
de células pilosas, han sido tratados con éxito mediante el uso de
interferón alfa.
Figura VI.1. Mecanismo de acción del interferón: el virus infecta a la célula 1
después de unirse con el receptor (a). La infección viral enciende la maquinaria
celular para permitir la replicación del genoma viral (b). La presencia de ácido
nucleico viral induce la expresión de genes de interferón (c). El interferón es
secretado por la célula infectada y se pega a su receptor específico presente en
la membrana de una célula no infectada (d). La unión del interferón con su
receptor induce la producción de enzimas que interfieren con la síntesis de
proteínas. Una de estas enzimas inhibe la traducción de ARN mensajero viral,
mientras que otra enzima estimula la acción de enzimas endonucleasas que
degradan el ARN mensajero viral. De esta manera, la célula receptora del
interferón queda protegida de la infección viral. Al inducir estas dos acciones
enzimáticas que interfieren con la síntesis de proteínas, el interferón inhibe
también el crecimiento de las propias células, por ello ha sido utilizado
experimentalmente como inhibidor de la proliferación de células cancerosas.

El interferón tipo 2 está representado por el IFN gamma, también


denominado inmunointerferón, debido a que es producido por linfocitos
activados al entrar en contacto con antígenos durante una respuesta
inmune. La principal acción de este tipo de interferón consiste en actuar
como una linfocina, es decir, como una molécula capaz de activar otras
células del sistema inmune, como son las células asesinas naturales
(NK) los macrófagos, y los linfocitos B. De hecho, el IFN gamma puede
influir sobre la clase de anticuerpo que es producido por los linfocitos B
en el marco de una respuesta inmune. La inducción de este tipo de
interferón no depende de la presencia de ARN de cadena doble y al
parecer tiene un papel suplementario en la respuesta inducida por el
interferón tipo 1. El interferón tipo 2 es particularmente eficaz en el
control de infecciones producidas por virus capaces de inhibir la síntesis
de ARN y proteínas celulares antes de que haya sido posible la síntesis
de interferón tipo 1.

V I I . I N T E R A C C I O N E S E N T R E E L
V I R U S Y E L O R G A N I S M O H O S P E D E R O

DESDE el punto de vista biológico, los virus pueden ser considerados


como parásitos cuya supervivencia depende a su vez de la supervivencia
de la especie hospedera. Por lo tanto, es desventajoso para un tipo de
virus exterminar o afectar seriamente la capacidad reproductiva del
hospedero.

Las infecciones virales agudas en animales superiores son por analogía


equivalentes a las curvas de crecimiento características de los fagos
bacterianos en un solo paso. Sin embargo, las infecciones virales agudas
son cuestión de días en lugar de minutos. En las infecciones agudas se
produce progenie viral y las células infectadas mueren. Conforme
progresa la infección aparecen los signos y síntomas asociados, mismos
que hacen evidente la infección viral que previamente se ha estado
desarrollando en forma silenciosa durante varios días. El cuadro clínico
compuesto por los signos y síntomas propios de la enfermedad, asociado
a las pruebas de laboratorio que incluyen procedimientos para aislar y
titular el virus involucrado, así como la detección de antígenos v irales
específicos, permiten establecer el diagnóstico de la infección viral.
Probablemente en estas infecciones el interferón tiene un papel
importante en la limitación de la diseminación de la infección. La
recuperación del organismo afectado es auxiliada por la destrucción de
las células infectadas, misma que es llevada a cabo por las células T
citotóxicas. Poco después de que se ha establecido la infección viral
aparecen células asesinas no específicas, las cuales participan también
en la destrucción de las células infectadas. Al final del proceso infeccioso,
las partículas virales libres son eliminadas por la acción de los
anticuerpos específicos y los macrófagos. En todas las infecciones virales
ocurren ciclos de multiplicación viral durante el llamado periodo de
incubación, que se caracteriza por ser asintomático.

Todo organismo multicelular consiste de varios tipos de células


diferenciadas organizadas en tejidos que a su vez forman órganos y
sistemas. Los virus infectan y se multiplican en órganos y tejidos
específicos. Las manifestaciones de la enfermedad viral son resultado de
las propiedades combinadas del virus y el hospedero.

Las infecciones virales más frecuentes son aquellas que se desarrollan


en forma asintomática. Estas infecciones solamente pueden ser
detectadas por medio de exámenes de laboratorio. Algunos virus causan
infecciones silenciosas en el hospedero debido a que logran establecer
un equilibrio favorable con dicho hospedero. El ejemplo clásico de
infección viral silenciosa está dado por el virus de la poliomielitis, que
en más de 90% de los casos produce infecciones asintomáticas.

Las infecciones virales crónicas se caracterizan por una continua


producción de partículas virales y por la fluctuación en la magnitud y
gravedad de los signos y síntomas asociados con la infección. Al parecer,
estas infecciones pueden alterar el sistema inmune de manera que éste
se vuelve incapaz de impedir la continua multiplicación del virus. El
interferón debe ser producido en el sitio, momento y concentración
adecuados para que pueda inhibir la infección viral; tal vez algunos virus
son capaces de alterar estas condiciones y así obstaculizan la capacidad
antiviral del interferón.

Por ejemplo, el virus de la hepatitis B, que produce la llamada hepatitis


del suero, induce con frecuencia un periodo de infección aguda seguido
por una infección crónica que puede durar —con fluctuaciones— por el
resto de la vida del individuo afectado. En este padecimiento existen
fuertes cantidades de anticuerpos circulantes específicos contra el virus,
la precipitación de los complejos antígeno-anticuerpo resultantes puede
causar la llamada enfermedad por complejos inmunes. Por lo tanto, los
síntomas en este padecimiento crónico derivan también de las
proporciones relativas de antígeno viral y anticuerpos contra el mismo.

El caso más estudiado de infecciones virales persistentes o latentes en


humanos está dado por los herpesvirus. La persistencia de la infección
es consecuencia de un equilibrio entre las propiedades del virus y los
mecanismos de defensa del hospedero. La ruptura de este equilibrio
ocasiona la reactivación del virus y la reaparición del estado agudo de la
enfermedad; esta situación ocurre con frecuencia en el caso de
pacientes que padecen enfermedades no virales de tipo crónico, mismas
que ocasionan una depresión del sistema inmune.

La reactivación natural de una infección latente ha sido bien


documentada en el caso del Herpes simplex tipo 1 (HSV-1) y del virus
de la varicela. Por ejemplo, el HSV-1 produce infecciones agudas que se
caracterizan por la aparición de ampllas labiales en las comisuras de la
boca (los llamados "fuegos") y fiebre de baja intensidad. Sin embargo,
el virus puede emigrar hacia los ganglios localizados en las raíces
dorsales de los nervios espinales o craneales que inervan la región donde
se inició la infección. El virus puede permanecer latente en estos
ganglios nerviosos hasta que factores tan diversos como insolación,
tensión emocional o la menstruación lo reactivan por medio de
mecanismos desconocidos, de manera que el virus desciende por los
nervios sensoriales y hace erupción en forma de una infección aguda
que se manifiesta en la piel localizada en el extremo terminal del nervio
afectado. Se sabe que la infección prsistente por HSV-1 es mantenida
en presencia de grandes cantidades de anticuerpos específicos contra el
virus y una respuesta T celular, posiblemente el equilibrio de estos
factores contribuye a mantener el estado de latencia.

Existe un grupo especial de virus denominados virus lentos


o lentivirus, los cuales están asociados con diferentes padecimientos
crónicos que afectan el aparato respiratorio, las articulaciones y los
sistemas nervioso, inmune y hematopoyético (productor de células
sanguíneas) de humanos y animales. La evolución de estas
enfermedades es insidiosa, o sea, progresan en forma irregular a lo largo
de un gran periodo de tiempo. Enfermedades como la de Alzheimer (un
tipo de demencia senil) y la esclerosis múltiple (una enfermedad
desmielinizante del sistema nervioso) han sido asociadas con la
presencia de lentivirus, pero todavía está por demostrarse la relación
causal directa entre los lentivirus y estas enfermedades. Sin embargo,
se ha demostrado que un tipo especial de neumonía y
meningoencefalitis que afecta a cabras y borregos es causado por un
lentivirus denominado visna-maedi virus, el cual pertenece a una
subfamilia de los retrovirus. Por otra parte, el virus de la
inmunodeficiencia humana (HIV o VIH), que está implicado en el
desarrollo del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA), es un
retrovirus emparentado con el visna-maedi virus y, por lo tanto,
pertence al grupo de los lentivirus.

En los años sesenta, Carlton Gajdusek inició el estudio de una rara


enfermedad llamada kuru, la cual es común en la tribu foré que habita
en las montañas de Nueva Guinea. El kuru es una enfermedad
degenerativa del cerebro y es particularmente común entre los niños y
las mujeres de la tribu. Debido a su distribución familiar, por algún
tiempo se pensó que el kuru era de origen congénito. Sin embargo,
Gajdusek demostró que el kuru podía ser transmitido a otros primates,
particularmente a los chimpancés, y por lo tanto se trata de una
enfermedad infecciosa. El kuru es transmitido entre los miembros de la
tribu foré por medio de un canibalismo ritual que consiste en comer el
cerebro de los parientes recién fallecidos, generalmente las mujeres y
niños de la tribu son los practicantes de este canibalismo ritual. El
descubrimiento del origen del kuru constituye un interesante ejemplo de
una contribución de la antropología al campo de la epidemiología.

La Enfermedad de Creutzfeld-Jakob (ECJ) es una encefalopatía muy


similar al kuru, pero tiene una distribución mundial aunque su ocurrencia
es muy rara. Tanto el kuru como la ECJ son muy similares a una
enfermedad del ganado lanar conocida como scrapie y que se
caracteriza por el hecho de que los animales afectados tienden a tallarse
o rascarse contra cualquier objeto. Inicialmente, estas enfermedades
fueron atribuidas a un agente infeccioso con las características de un
virus lento, pero hace poco se demostró que el agente causal
del scrapie no puede ser inactivado por medio del tratamiento con
agentes que normalmente inactivan a los virus. Tampoco se ha podido
detectar la presencia de ácido nucleico en el agente causal
del scrapie que parece ser de naturaleza exclusivamente proteica. Por
estas razones, Stanley Pruisner, descubridor del agente causal
del scrapie, ha propuesto el término prión para denominar
provisionalmente al agente causal del scrapie, cuyas características
fisicoquímicas son muy similares a las de los agentes causales del kuru
y de la ECJ. Este hallazgo es potenciaImente de enorme importancia, ya
que sería el primer caso conocido en que la información genética
necesaria para la replicación de un agente infeccioso no está contenida
directamente en un ácido nucleico sino en una proteina.

Originalmente fueron propuestas dos hipótesis para explicar la


replicación de los priones. La primera consiste en la activación de la
transcripción de un supuesto gene celular que codifica la proteína del
prión. La segunda consistiría en la supuesta traducción inversa", en la
cual una proteína (en este caso la del prión) es capaz de dirigir su propia
síntesis. Sin embargo, hasta el momento no existe evidencia directa en
apoyo de estos mecanismos.

Posteriormente, Brunori y Talbot propusieron un tercer mecanismo para


explicar la replicación de los priones sin contradecir los postulados
fundamentales de la biología molecular. La evidencia disponible indica
que los priones están constituidos por una proteína denominada PrP,
cuyo peso molecular varía de 27 000 a 30 000 daltones. Brunori y Talbot
propusieron que la PrP podría comportarse como una enzima proteolítica
(capaz de digerir proteínas), de manera que la replicación de la PrP es
consecuencia del ataque proteolítico de la propia PrP sobre una
hipotética proteína precursora denominada pre-PrP, la cual debería estar
presente en diferentes tejidos, incluyendo el cerebro, donde desempeña
una función normal. Esta replicación proteolítica sería similar a otros
casos bien conocidos en los cuales una enzima proteolítica (como la
enzima digestiva pepsina) actúa sobre un precursor (como el
pepsinógeno) digiriendo una porción del precursor y produciendo así una
nueva molécula con actividad proteolítica.

La hipótesis de Brunori y Talbot, señala que en las células normales debe


detectarse la presencia de un gene (y su respectivo ARN mensajero) que
codifica una proteína muy similar a la PrP. A finales de la década de los
ochenta, investigadores norteamericanos confirmaron la existencia en
las células normales de un gene (denominado Prn-p) que codifica a la
proteína del prión (PrP). También se pudo establecer que la PrP normal
es una proteína que se ubica en la membrana de las células nerviosas y
participa en el transporte de iones a través de dicha membrana. Por otra
parte, estudios bioquímicos permitieron establecer que la PrP anormal
presente en los cerebros de animales infectados con scrapie (Prpsc),
difiere de la PrP normal (PrPc) en que es menos soluble y muy resistente
a la acción de enzimas proteolíticas. No existe evidencia alguna de que
la diferencia entre PrPc y PrPsc se deba a una modificación en la
composición química de esta última, por esta razón, varios
investigadores han sugerido que la diferencia entre PrPc y PrPSC es
consecuencia de un sutil cambio en la conformación espacial de PrPsc.

Con base en las observaciones arriba mencionadas y en otros datos


bioquímicos que demostraron que la proteína PrPc consta de una sola
cadena polipeptídica y, por lo tanto, que su estructura espacial no está
sujeta a finos cambios regulatorios como es el caso de las proteínas
oligoméricas (proteínas que con tan de más de una cadena
polipeptídica), propuse en 1992 que la replicación de PrPsc es un
proceso similar a la cristalización. En este proceso la Prpsc infecciosa
actúa como una "semilla" o "núcleo" de cristalización que facilita la
tansformación de la proteína normal PrPc en la forma patogénica y
anormal PrPsc. Hasta la fecha, no se conocen los mecanismos que
regulan los procesos de cristalización en general. Sin embargo, es un
hecho bien establecido que los químicos cristalógrafos utilizan pequeños
cristales como "semillas" o "núcleos" que permiten y aceleran la
formación de cristales a partir de soluciones supersaturadas de diversas
moléculas.

La hipótesis de Aranda Anzaldo predijo que sería posible replicar


la PrPsc infecciosa en condiciones in vitro y en ausencia de células, por
medio de la incubación de la PrPc normal en presencia de una cierta
cantidad de PrPsc. Dicha incubación daría como resultado la conversión
de PrPc normal a la forma PrPsc que es menos soluble y muy resistente
a las enzimas proteolíticas. A finales de 1994, investigadores
norteamericanos reportaron la formación de PrPsc a partir
de PrP incubado in vitro (en ausencia de células) en presencia de Prpsc
c

que actuó como "semilla o núcleo" para facilitar dicha transformación,


confirmando así la hipótesis arriba mencionada.

Sin embargo, todavía permanecen muchas incógnitas en relación con


los priones y lo mejor es permanecer abiertos a futuras sorpresas;
recordemos que los dogmas, incluso los de tipo científico como el
llamado "dogma central de la biología molecular" representan
declaraciones de tipo universal generalmente basadas en una lógica
simplista y una limitada experiencia, por lo cual tarde o temprano dichos
dogmas deben sucumbir ante el avance de las ideas y el conocimiento.

Una de las rutas más comunes de transmisión viral es la vía respiratoria,


que es utilizada no sólo por los virus que producen padecimientos
respiratorios sino también por virus que causan infecciones
generalizadas como el sarampión y la viruela. El virus, una vez
multiplicado, puede infectar otras células o escapar del tracto
respiratorio en el aerosol expulsado por medio de la tos, el estornudo o
el acto de hablar. Estos aerosoles son inhalados por otros individuos en
forma de gotitas infecciosas. Las gotas muy grandes (>10 m) tienden
a caer al suelo; las muy pequeñas (<0.3 m) se secan con gran
facilidad, lo que resulta en una rápida inactivación de las partículas
virales. Por lo tanto, son las gotas de tamaño intermedio las
responsables de transmitir la infección viral. Por ejemplo, las
vellosidades nasales se encargan de remover las partículas aéreas más
grandes y solamente las gotas de un tamaño muy particular tienen la
capacidad de penetrar esta barrera. En principio, el aumento de las
secreciones pulmonares, nasales y bucales asociado con ciertas
infecciones respiratorias, favorece la diseminación de los virus a otros
sujetos susceptibles. Sin embargo, existen otros factores de tipo
ambiental y climatológico que intervienen en la diseminación de la
infección viral. En el caso de la influenza, que es una infección viral
particularmente común en los meses de invierno, es posible invocar
factores ambientales como la temperatura y la humedad, al igual que
factores sociales como el hacinamiento en condiciones de ventilación
limitada, que favorecen la diseminación de esta infección.

La transmisión del virus por la vía oral-fecal es característica de los


enterovirus y ciertos picornavirus, como el virus de la hepatitis A. Todos
estos virus infectan al hospedero después de que han sido ingeridos. La
diseminación de estos virus es favorecida en condiciones deficientes de
sanidad pública e higiene personal. Al mejorar la sanidad pública y
ambiental se reduce la incidencia y diseminación de las infecciones por
enterovirus. Sin embargo, el exceso en sanidad pública e higiene
personal genera situaciones paradójicas. Por ejemplo, el virus de la
poliomielitis produce generalmente infecciones digestivas asintomáticas
en los niños, pero al incrementarse las condiciones sanitarias ocurre un
desplazamiento en la distribución por edades de esta infección viral, la
cual, cuando es contraída en la adolescencia, tiene un curso más grave
y severo que se manifiesta como poliomielitis paralítica, misma que
ocurre muy rara vez entre los individuos infectados a una edad
temprana.

Algunos virus son transmitidos por la vía urinaria o genital.


Particularmente son de gran importancia médica aquellos virus que
pueden ser transmitidos por contacto sexual. El Herpes simplex tipo 2
se transmite casi siempre por contacto sexual y ha sido asociado
circunstancialmente con el desarrollo de cáncer del cérvix uterino. En la
actualidad, la infección por Herpes simplex tipo 2 constituye la
enfermedad venérea más común en los países desarrollados. Por otra
parte, el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) es transmitido
principalmente por medio del contacto sexual, quizá a través de
abrasiones en la piel y en membranas mucosas.

Cuando un virus es transmitido de la madre a la progenie a través de la


placenta, se dice que la transmisión ocurre en forma vertical, en
contraste con la transmisión horizontal, que ocurre entre individuos.
Algunos virus que generalmente causan infecciones leves, como el virus
de la rubeola, pueden causar deformaciones congénitas en el feto si éste
es infectado durante los primeros tres meses de desarrollo embrionario.

Algunos virus son transmitidos por medio de un


organismo vector; generalmente artrópodos como los mosquitos, los
cuales inoculan el virus en individuos susceptibles. El virus puede
multiplicarse en el propio vector o ser transmitido en forma pasiva, o
sea, el virus no se multiica mientras es acarreado por el organismo
vector.

V I I I . V I R U S Y T U M O R E S

LAS ENFERMEDADES tumorales o proliferativas, ya sean de tipo benigno o


maligno (canceroso), han sido objeto de atención durante muchos
siglos. En 1739, Lorenz Heister publicó un tratado de cirugía en el cual,
refiriéndose al tratamiento quirúrgico de los tumores de la glándula
mamaria, hacía hincapié en las precauciones necesarias para evitar la
contaminación de los tejidos sanos con la ... sangre infectada por el virus
del cáncer. Es claro que Heister utilizó el término virus en el mismo
sentido que le daban los médicos de la antigua Roma, o sea, como
sinónimo de veneno particularmente de origen animal. Sin embargo, las
precauciones recomendadas en el tratado de Heister implicaban que
cuando menos algunos tumores son de naturaleza transmisible y, por lo
tanto, capaces de ser adquiridos por contagio. Más de un siglo después,
en 1854, el médico francés Velpau dedicó un capítulo completo de su
tratado sobre el cáncer mamario a la discusión de los posibles orígenes
de tal enfermedad, poniendo particular atención en los informes que
apoyaban la naturaleza contagiosa del cáncer. Alrededor de 1866,
Goujon realizó una serie de experimentos en los cuales implantó
secciones de tejido tumoral bajo el epitelio de ratas, cobayos y otros
animales, y en algunos casos observó la aparición de pequeños tumores
tanto en las zonas adyacentes al implante como en las vísceras del
animal experimental. Sin embargo, por aquel entonces no existía
ninguna teoría bien estructurada concerniente al posible modo como se
efectuaba la transmisión del cáncer.

A finales del siglo XIX, experimentos realizados con filtrados libres de


células demostraron la posibilidad de transmitir enfermedades como el
mosaico del tabaco. Tales experimentos llamaron la atención de varios
investigadores médicos que a su vez intentaron transmitir el cáncer en
animales experimentales utilizando filtrados obtenidos a partir de tejidos
tumorales. Estos tempranos intentos fracasaron, pero a pesar de esto
empezó a extenderse lentamente la idea de que algunos virus filtrables
podrían estar involucrados en la etiología (causa u origen de una
enfermedad) de algunos tipos de cáncer. En 1908, los patólogos daneses
Ellerman y Bang publicaron sus experimentos que demostraban la
inducción de leucemias en pollos por medio de un filtrado libre de
células. Por otra parte, en los Estados Unidos, Peyton Rous había logrado
inducir sarcomas en pollos, utilizando filtrados obtenidos a partir de
extractos tumorales pasados a través de filtros impermeables a células
y bacterias. El trabajo de Rous, publicado en 1911, fue recibido con
escepticismo o absoluto rechazo por la mayoría de sus contemporáneos.
Sin embargo, Rous nunca perdió la convicción en la importancia de sus
resultados, los cuales eran apoyados indirectamente por el trabajo de
Ellerman y Bang, pero a principios de este siglo predominaba una actitud
negativa respecto del posible origen infeccioso de ciertos tipos de cáncer
y, por otra parte, las leucemias no eran consideradas como una forma
de cáncer, por lo cual no existían razones aparentes para establecer
conexiones entre el trabajo de Rous y las observaciones de los patólogos
daneses.

A pesar de esto, Rous continuó sus estudios y posteriormente describió


otros tipos de tumores filtrables característicos de gallinas y otras aves
de corral. Por fortuna, Rous tuvo una larga vida que le permitió
testimoniar el reconocimiento final a su trabajo, simbolizado por el
premio Nobel de medicina que le fue otorgado en 1966, o sea, cincuenta
y cinco años después de haber publicado aquel informe que estableció
por primera vez una sólida asociación entre el virus y la produccion de
cáncer en animales.

En Londres, durante los años veinte, W. E. Gye realizó un estudio sobre


la sarcoma de los pollos; los resultados de este trabajo lo convencieron
de que el problema central del cáncer se reduciría finalmente al de una
enfermedad transmitida por virus. Esta teoría continuo siendo motivo de
anatema para la mayoría de los que se dedicaban al estudio del cáncer,
pero algunos colegas de Rous, que también trabajaban en el Instituto
Rockefeller; decidieron adoptar una actitud más positiva al respecto. Así,
T. M. Rivers se dedicó a estudiar los cambios patológicos observados en
una infección común a los conejos, conocida como mixomatosis. Rivers
llegó a la conclusión de que esta enfermedad mostraba interesantes
paralelismos con el sarcoma de Rous, desde el punto de vista del modo
de transmisión. En 1931, R. E. Shope examinó unos pequeños tumores
presentes en un conejo recién fallecido. Shope demostró que tales
tumores podían ser transmitidos a otros conejos a partir de un filtrado
obtenido del tejido tumoral. Para entonces, ya se encontraba bien
establecida la existencia de los virus como entidades bien caracterizadas
en el nivel fisicoquímico, y estudios inmunológicos permitieron
establecer que el virus presente en los filtrados obtenidos por Shope
estaba emparentado con el agente causal de la mixomatosis, a pesar de
que ambas enfermedades eran diferentes desde el punto de vista clínico
y patológico. En 1932, Shope se dedicó a estudiar unos pequeños
tumores conocidos como papilomas, que eran observados con frecuencia
en conejos silvestres. Dichos papilomas constituyen un tipo de tumor
benigno y Shope pudo demostrar que eran causados por un virus
filtrable. El nuevo virus podía ser transmitido en serie a través de
conejos silvestres y también podía ser transmitido a los conejos
domésticos. Sin embargo, no era posible propagar el virus a partir de
conejos domésticos; este fenómeno sugirió a Shope que el virus se
encontraba en un estado enmascarado u oculto dentro de la especie
doméstica.

Rous y Beard continuaron estudiando los papilomas inducidos en los


conejos domésticos a partir del virus presente en conejos silvestres, y
descubrieron que estos tumores originalmente benignos se convertían
en carcinomas malignos en la especie doméstica.

En l91l, J. A. Murray había sido el primero en sugerir que factores


hereditarios podían influir el desarrollo del cáncer mamario en ratones.
Sin embargo, fue en 1936 cuando J. Bittner tuvo la idea de permitir que
ratones recién nacidos descendientes de una cepa caracterizada por una
baja incidencia de tumores mamarios fueran amamantados por ratonas
adultas pertenecientes a una cepa con alta incidencia de carcinomas
mamarios. Las observaciones de Bittner lo llevaron a proponer la
existencia de un factor presente en la leche materna capaz de influir la
inducción del cáncer mamario.

El agente transmitido en la leche de las ratonas adultas no era expresado


inmediatamente y los ratones afectados permanecían libres de
enfermedad hasta que llegaban a una edad media, a partir de la cual
empezaban a desarrollar tumores mamarios. Los resultados de Bittner
obligaron a replantear ciertas suposiciones iniciales referentes al origen
del cáncer. En primer lugar; tumores que parecen tener un origen
espontáneo, en realidad son inducidos por un virus. En segundo lugar;
es evidente que otros factores, tal vez de naturaleza hormonal,
participan en la aparición de dichos tumores.

A principios de los años cincuenta, varios investigadores iniciaron


estudios sobre las leucemias murinas. Estos estudios permitieron
identificar y caracterizar diferentes virus causantes de estas
enfermedades. El primer virus causante de una leucemia murina fue
descrito por Gross en 1951. Este virus se transmite en forma vertical, o
sea, de los progenitores a los hijos en ciertas cepas de ratones conocidas
como endogámicas porque el apareamiento ocurre entre ratones
descendientes de los mismos progenitores. El virus de Gross resultó ser
de manifestación clínica tardía, siendo necesario que los ratones
infectados alcanzaran cierta edad y una particular constitución hormonal
antes de manifestar cualquier signo de leucemia. Dos años después,
Gross descubrió que en realidad estaba estudiando dos virus diferentes
y que además de leucemia algunos ratones infectados desarrollaban
tumores de las glándulas parótidas. El virus que causa el tumor de las
parótidas fue estudiado por Eddy y Stewart, quienes en 1957
descubrieron que este virus incrementaba su virulencia después de
haber sido propagado en tejido embrionario de ratones o de simios,
adquiriendo de esta manera la capacidad de producir tumores diversos
en una variedad de hospederos como ratas, hámsteres y conejos. Este
virus fue rebautizado como virus del polioma. Posteriormente, Eddy y
colaboradores iniciaron el estudio de un virus de los simios conocido
como virus SV40, mismo que causa infecciones latentes y al parecer
innocuas en las células renales de ciertas especies de monos. Sin
embargo, se encontró que este virus es capaz de producir tumores en
hámsteres recién nacidos. Así, el estudio de los virus causantes de la
leucemia murina y del virus SV40 indicó que algunos virus pueden
encontrarse en estado silencioso o latente dentro de sus hospederos
naturales y sólo manifiestan una capacidad para producir tumores
(oncogénesis) cuando son introducidos en otras especies animales. Por
ejemplo, varios tipos de adenovirus que usualmente causan infecciones
respiratorias en humanos y en apariencia no tienen capacidad
oncogénica en el hombre (su hospedero natural), son capaces de inducir
tumores en hámsteres y ratas.

En 1956, Gierer y Schramm desarrollaron métodos que les permitieron


demostrar que la infectividad del virus del mosaico del tabaco residía en
el ácido nucleico de este virus, esta metodología fue posteriormente
aplicada al estudio de los virus oncogénicos, lo que permitió a Ito
demostrar en 1960 que el factor productor de tumores presente en el
virus del papiloma residía en el ácido nucleico ( ADN) del virus.

Virus como los descritos en los párrafos anteriores son conocidos como
virus oncogénicos, pero se utiliza una terminología más cautelosa para
describir otro grupo de virus que también han sido asociados con la
producción de cáncer. Estos virus están representados principalm ente
por los herpesvirus asociados a tumores que, como el nombre sugiere,
han sido encontrados en asociación con varios tipos de tumores tanto
en humanos como en una gran variedad de animales. En 1907, Marek
describió una enfermedad de pollos y gallinas que afectaba el sistema
nervioso de estos animales. En 1929, Pappenheimer y colaboradores
encontraron una alta incidencia de tumores linfoides en los ovarios de
aves afectadas por la enfermedad de Marek. Después de la segunda
Guerra Mundial, la cría de aves de corral alcanzó proporciones masivas
y a consecuencia de esto la enfermedad de Marek pareció ganar en
virulencia y modificar su curso natural de manera que la aparición rápida
de tumores de tipo linfoide en las vísceras de las aves afectadas pasó a
ser el principal signo de esta enfermedad. En 1967, Biggs y Churchill
fueron capaces de propagar el agente causal de la enfermedad de Marek
en cultivos de células y posteriormente lograron aislar el virus que
resultó pertenecer al grupo de los herpesvirus. Los efectos citopáticos
del virus de Marek son parecidos a los producidos por otros herpesvirus,
como el varicela-zoster. En 1969, Churchill y colaboradores produjeron
una vacuna a partir de virus de Marek atenuados por medio de la
repetida propagación de los mismos en cultivos celulares; esta vacuna
fue capaz de proteger a los pollosinoculados, evitando la aparición de
los tumores linfoides asociados con la enfermedad de Marek.

En 1934, Lucké observó que ciertos carcinomas renales muy comunes


en ranas silvestres de los lagos de Nueva Inglaterra podían ser
transmitidos por medio de extractos obtenidos a partir de las células
tumorales. Estudios posteriores demostraron la persistente asociación
de un herpesvirus con las células de los tumores renales. Ciertos
experimentos sugieren que este herpesvirus es el agente causal de los
tumores, pero no ha podido ser descartada por completo la posibilidad
de que algún otro virus o agente sea el verdadero causante de la
enfermedad y el herpesvirus asociado con la misma sea un simple
pasajero intracelular.

En 1968, Meléndez y colaboradores aislaron un herpesvirus a partir de


monos ardilla y posteriormente pudieron propagar el virus en cultivos
de células procedentes de estos monos que son infectados con
frecuencia por el virus en cuestión. Este virus ahora es conocido
como Herpesvirus saimiri y es capaz de producir leucemias y linfomas
cuando es inoculado en otras especies diferentes al hospedero natural,
como lémures y monos araña e incluso en conejos de Nueva Zelanda.

En 1972, el mismo grupo de investigadores logró aislar otro virus,


el Herpesvirus ateles, a partir del mono araña, este virus también
produce linfomas y leucemias cuando es inoculado en otras especies de
monos diferentes al hospedero natural.

Denis Burkitt describió en 1962 un tumor caracterizado por un


crecimiento del tejido linfoide presente en el maxilar inferior. Este
tumor; ahora conocido como linfoma de Burkitt es relativamente
frecuente en ciertas regiones ecuatoriales del este de África y también
en Nueva Guinea. El tumor ocurre sobre todo en niños de 5 a 12 años y
es excepcionalmente raro en otras regiones del mundo. En África y
Nueva Guinea el tumor es frecuente en particular entre la población de
escasos recursos que habita en áreas donde la malaria causada por el
parásito Plasmodium falciparum es endémica. Esta observación hizo
pensar que el tumor podría ser causado por un agente infeccioso
transmitido por mosquitos al igual que el agente de la malaria, y que la
propia malaria podría ser un factor asociado en la inducción del tumor.
En 1964, Epstein y colaboradores detectaron un herpesvirus, ahora
conocido como virus de Epstein-Barr (EBV), en cultivos de células
linfoblásticas obtenidas a partir de un linfoma de Burkitt. Poco tiempo
después, en 1966, Henle y Henle demostraron que anticuerpos contra
los antígenos característicos del EBV se encuentran presentes cuando
menos en 80% de los adultos normales en cualquier parte del mundo.
Sin embargo, la presencia de un título elevado de anticuerpos contra
EBV en pacientes con linfoma de Burkitt sugiere que este virus es el
principal factor causal del tumor. Trabajos posteriores han demostrado
que el EBV es el agente causal de una muy común y poco peligrosa
enfermedad infecciosa conocida como mononucleosis infecciosa. Los
estudios epidemiológicos subsecuentes han reforzado la asociación
entre el EBV, el linfoma de Burkitt y otro tipo de cáncer humano: el
carcinoma nasofaríngeo, que es prevalente en el sureste de Asia,
particularmente entre la población de chinos cantoneses. La restringida
distribución geográfica característica de ambos tumores asociados con
el EBV sugiere que el virus puede ser el factor causal en ambos tumores,
pero que también existen factores de tipo ambiental y étnico
involucrados en la aparición de dichos tumores.

A principios de los años sesenta, Renato Dulbecco y colaboradores


iniciaron el estudio de las interacciones entre los virus oncogénicos y las
células hospederas; esto condujo a la caracterización del fenómeno
conocido como transformación celular. Las células normales, cuando
son cultivadas en el laboratorio, solamente pueden crecer si están
adheridas a una superficie sólida; estas células dan origen a monocapas
de células cuyo grosor es equivalente al de una sola célula. Las células
normales manifiestan la llamada inhibición por contacto, que se
caracteriza por una suspensión del crecimiento celular una vez que la
célula entra en contacto directo con las otras células que la rodean. Por
otra parte, las células normales mueren inevitablemente después de
haber sido mantenidas en cultivo por un tiempo determinado. Por el
contrario, las células transformadas al estado tumoral muestran una
pérdida de la inhibición por contacto y son capaces de crecer en forma
apilada, originando focos de diferente grosor en un cultivo de células en
monocapa. Estas células transformadas se vuelven capaces de crecer en
suspensión prescindiendo de la necesidad de contar con un soporte
sólido como condición necesaria para iniciar el crecimiento. Las células
transformadas se vuelven "inmortales" y es posible mantenerlas en
cultivo por tiempo indefinido. Las células normales requieren de la
presencia de suero y otros factores de crecimiento en el medio de
cultivo, mientras que las células tumorales o transformadas manifiestan
un menor requerimiento de estos factores. Estas claras diferencias entre
las células normales y las células transformadas han servido de base
para desarrollar ensayos y métodos experimentales que permiten
explorar el proceso o procesos por medio de los cuales ciertos tipos de
virus son capaces de producir tumores.

I X . L O S R E T R O V I R U S : L A C L A V E D E
L A O N C O G É N E S I S V I R A L

A PRINCIPIOS de los años sesenta, Howard Temin demostró que era


posible inducir con una alta frecuencia mutaciones en el genoma del
virus del sarcoma de Rous (RSV) presente en el interior de células
infectadas por dicho tipo de virus. Las mutaciones producidas en el
genoma viral se manifestaban como cambios en la morfología de las
células infectadas y el genoma viral mutante podía ser heredado en
forma estable por la subsecuente progenie celular. Esta observación
condujo a pensar que la información genética del virus se encontraba
presente en una estructura de la célula hospedera capaz de ser heredada
en forma regular. Así nació la idea del "provirus" y la especulación de
que este hipotético provirus se encontraba integrado en el genoma de
la célula hospedera. El principal problema de esta hipótesis consistía en
que hasta entonces no se conocía ningún camino por el cual el ARN que
constituye el material genético del RSV pudiera ser convertido en ADN y
de esta manera ser integrado en el genoma de la célula hospedera. El
llamado dogma central de la biología molecular sostenía que la
información genética solamente fluye en forma unidireccional: ADN
ARN Proteína. Sin embargo, Temin observó que ciertas substancias
capaces de intercalarse en la molécula de ADN y bloquear la síntesis
de ARN dirigida normalmente por el ADN, eran también capaces de
bloquear la síntesis de ARN viral en células infectadas por RSV. Esta
observación sugería en forma indirecta la posibilidad de que en este caso
la información genética fluía de ARN hacia ADN y de nuevo hacia ARN
Proteína. Experimentos posteriores demostraron que era necesaria la
síntesis previa de un nuevo tipo de ADN en las células infectadas
por RSV para que se produjeran las nuevas partículas virales; por lo
tanto, este nuevo tipo de ADN era producido en las células como
consecuencia de la infección por RSV. Esta paradójica observación
implicaba que de alguna manera desconocida el ARN viral inducía la
síntesis de un cierto tipo de ADN, el cual a su vez era necesario para la
futura producción de nuevo ARN viral. Con base en estos resultados,
Temin póstuló en 1964 la hipótesis del provirus. Esta hipótesis propone
que el ARN que constituye el genoma del RSV infectante actúa como
templado para dirigir la síntesis de una molécula de ADN que es
equivalente al ARN viral original. Este nuevo ADN viral puede integrarse
en forma de provirus en el genoma (ADN) de la célula hospedera donde
subsecuentemente actuará como templado para la síntesis de
nuevo ARN viral que constituirá la progenie del virus infectante (figura
IX.I).

Durante casi 6 años la hipótesis del provirus permaneció prácticamente


ignorada hasta que en 1970 Temin y Baltimore, trabajando por separado
y en forma independiente, demostraron la existencia de una actividad
enzimática codificada por el genoma del RSV; esta actividad es capaz de
dirigir la síntesis de ADN a partir de ARN viral. Esta nueva enzima fue
bautizada como transcriptasa inversa y constituyó el eslabón necesario
para explicar el mecanismo de transmisión de la información genética
propuesto en la hipótesis del provirus. La prueba formal de esta
hipótesis fue obtenida por medio de experimentos de hibridación de
ácidos nucleicos en los cuales el ARN viral marcado radiactivamente
mostró un mayor índice de hibridación con el ADN de células infectadas
que con el ADN de células no infectadas por RSV. Este resultado se debe
a que el ADN de las células infectadas contiene secuencias
complementarias al ARN viral. Posteriormente, experimentos realizados
con ADN obtenido a partir de células infectadas de antemano con RSV,
mostraron que es posible transfectar; o sea, introducir el ADN purificado
en células no infectadas, mismas que posteriormente darán origen a
viriones completos de RSV a partir de la información contenida en
el ADN introducido a la célula.

Figura IX.1. Hipótesis del protovirus para el origen de los genes cancerosos y
la generación de virus ARN oncogénicos. En el ejemplo ilustrado, el virus del
sarcoma de Rous (RSV) es visualizado como si se originara a partir de un virus
con bajo potencial oncogénico como el virus de la leucosis aviaria ( AVL). Las
líneas zigzagueantes anchas indican ADN involucrado en la transferencia de
información desde el ADN y de nuevo hacia ADN por medio de la enzima
transcriptasa inversa. El ARN del ALV incorpora el ARN transcrito a partir
del ADN anormal propio de una célula cancerosa y de esta manera se convierte
en el virus oncogénico RSV.

Temin propuso una extensión de la hipótesis del ADN proviral. Esta nueva
idea, conocida como la teoría del "protovirus", postula que cuando
menos una parte del genoma de los virus oncogénicos ha surgido como
consecuencia del proceso evolutivo a partir del ADN de células normales
que han sido alteradas por algún agente carcinogénico. La
recombinación genética entre el ADN viral y el ADN celular puede resultar
en carcinogénesis debido a la inserción del híbrido de ADN viral y celular
en un sitio inadecuado dentro del genoma de una céla hasta entonces
normal; esto puede propiciar la activación de genes normalmente
inactivos en las células adultas. Por su parte, Huebner y Todaro
propusieron en 1969 la hipótesis del oncogene. Según esta hipótesis,
las células de la mayoría de los vertebrados contienen genomas
correspondientes a virus ARN oncogénicos, incluyendo las secuencias
que codifican las actividades que pueden transformar a una célula
normal en célula tumoral (oncogenes). De acuerdo con esta hipótesis,
las secuencias correspondientes a los oncogenes son transmitidas en
forma vertical de los progenitores a la progenie y, por lo tanto, la
aparición del cáncer será determinada por la reactivación de esos
oncogenes endógenos cuya expresión está normalmente reprimida.
Dicha reactivación puede ser inducida por carcinógenos químicos,
irradiación, envejecimiento celular o una combinación de todos estos
factores. Esta teoría ofrece una explicación para la frecuentemente
observada transmisión vertical de ciertos virus animales y la interacción
cooperativa entre irradiación, carcinógenos químicos, infecciones
crónicas y los virus oncogénicos en la producción de transformación
celular.

Las dos teorías o hipótesis mencionadas proponen en común que el


cáncer es consecuencia de la expresión de ciertos genes presentes en
las células, mismos que normalmente no son expresados o lo hacen con
muy baja intensidad; por lo tanto, el cáncer es consecuencia de una
pérdida en la regulación de la expresión genética (figura IX.2.).

Los retrovirus han sido definidos como virus ARN que en forma
obligatoria se propagan a través de un intermediario intracelular
constituido por una molécula de ADN de cadena doble sintetizada por la
enzima transcriptasa inversa característica de estos virus, a partir
del ARN que constituye el genoma viral.

Si se supone que las secuencias correspondientes a los genes


oncogénicos presentes en los retrovirus tumorales no son necesarias
para la replicación de estos virus, como ocurre en el caso del RSV, sino
que, por el contrario, constituyen genes extras que proporcionan una
cierta ventaja selectiva para la proliferación celular, entonces se deduce
que las células transformadas por retrovirus oncogénicos deben
contener secuencias de ácido nucleico que no están presentes en los
retrovirus no oncogénicos pertenecientes al mismo tipo o clase viral que
los retrovirus oncogénicos en cuestión. Esta idea predice que el genoma
del virus transformante (oncogénico) debe codificar cuando menos una
proteína que está específicamente asociada con el proceso de
transformación y que esta proteína no es necesaria para la replicación
del virus a pesar de cumplir una función en las células hospederas
transformadas por el virus.

A principios de los años setenta diferentes grupos de investigadores


encontraron evidencia de que los virus del sarcoma aviario (de los cuales
el RSV es un ejemplo) contienen más información genética que la
presente en cepas de virus similares, pero que han perdido su capacidad
para transformar células. Las cepas de virus del sarcoma aviario ( ASV)
conocidas como "defectuosas en transformación", no pueden inducir
sarcomas en animales experimentales, tampoco transforman células en
cultivo y carecen de 10 a 20% de la información genética ( ARN) presente
en virus similares, pero que cuentan con capacidad transformante. Sin
embargo, estos virus defectuosos en transformación son capaces de
infectar células y replicarse en forma normal dando origen a nueva
progenie viral. Esto indica que la eliminación de la porción del genoma
que codifica la actividad o actividades transformantes no tiene efecto
alguno sobre la capacidad del virus para replicarse. De hecho, la gran
mayoría de los retrovirus directamente oncogénicos, es decir, capaces
de transformar directamente a la célula infectada mediante la expresión
de un oncogene viral, son virus "defectuosos en replicación". O sea que
estos virus oncogénicos no pueden replicarse porque han perdido
funciones virales esenciales para su replicación, ya que las secuencias
génicas que codifican dichas funciones han sido sustituidas por la
secuencia correspondiente al oncogene celular, mismo que fue adquirido
por el genoma viral mediante un proceso mal comprendido y que se
conoce como "transducción". Por esta razón, la mayoría de los retrovirus
directamente oncogénicos sólo pueden ser propagados en presencia de
un virus auxiliar, el cual debe ser un retrovirus capaz de replicarse y,
por lo tanto, no es oncogénico. El retrovirus auxiliar aporta las funciones
virales que están ausentes en el retrovirus oncogénico, y así permite la
replicación y propagación de este último. Por lo tanto, la propagación de
retrovirus directamente oncogénicos es un fenómeno de laboratorio, ya
que en condiciones naturales es muy improbable que una misma célula
sea coinfectada por el retrovirus oncogénico y el retrovirus auxiliar. De
hecho, no existen reportes de epidemias de cáncer en animales
silvestres.
Figura IX. 2. Esquema que ilustra una posible manera de cómo el protovirus
puede causar una reorganización de los cromosomas de una célula para
producir información oncogénica. El protovirus transcribe un segmento del
gene en ARN (minúsculas), el cual es copiado en ADN e insertado en una nueva
posición dentro del cromosoma. La repetición de este proceso puede en
algunos casos producir un alineamiento paralelo de los genes (encasillados)
que son necesarios para producir carcinogénesis.

En 1976, Bishop, Varmus y colaboradores lograron aislar el fragmento


del genoma del virus del sarcoma de Rous ( RSV) que codifica la actividad
encargada de inducir la transformación celular. Este gene fue bautizado
como v-src. El mismo grupo de investigadores demostró que en el
genoma de células transformadas por RSV y también en el genoma de
células normales no infectadas por éste virus, existen secuencias
homólogas aunque no completamente idénticas al v-src; estas
secuencias homólogas fueron observadas en el genoma de células de
aves, ratones, peces, bovinos y humanos, pero no en células de erizo
de mar, mosca de la fruta ni en bacterias. Este resultado sugiere que
una porción del gene src ha sido conservada en el genoma de las células
de organismos superiores a lo largo de varias etapas de la evolución.
Estudios posteriores demostraron que ARN mensajero complementario a
la secuencia presente en el ADN correspondiente al gene v-src se
encuentra presente en el interior de células aviarias tumorales y
normales. Esto indica la presencia del gene src y la transcripción de este
gene en ambos tipos de células. Con el fin de evitar confusiones, el gene
viral que codifica la función transformante ha sido designado v-
src, mientras que la secuencia de ADN correspondiente a src y que está
presente en el genoma de las células normales ha sido designada
como c-src. Otros experimentos demostraron que la localización y
concentración intracelular del ARNm correspondiente al gene
transformante v-src es de hecho la misma tanto en células
transformadas por RSV como en células que originalmente fueron
transformadas por RSV pero que han revertido en forma espontánea al
estado normal. Esto sugiere que la presencia del gene src y la
transcripción del mismo no son específicas de las células transformadas.
Por lo tanto, si el gene src está verdaderamente involucrado en el
proceso de transformación, el factor esencial debe estar localizado en el
nivel de la traducción a proteína del ARNm correspondiente al gene v-
src o en el nivel del electo que tiene la proteína codificada por v-
src sobre ciertos componentes celulares.

La proteína codificada por el gene v-src ha sido identificada y se ha


encontrado que dicha proteína está presente tanto en células normales
como en células transformadas. Esta proteína fue aislada por métodos
inmunológicos utilizando el suero inmune obtenido de conejos que
recibieron transplantes de tumores inducidos por el virus del sarcoma
aviario (ASV). Con este suero fue posible precipitar una proteína con peso
molecular de 60 000 daltones (p 60v-src), a partir de extractos de células
de pollo y de hámster que habían sido transformadas por el ASV.
Posteriormente, ha sido posible sintetizar la proteína p 6-src in vitro a
partir de la región del ARN viral que contiene al gene v-src. La proteína
p 60v-src es una fosfoproteína, o sea, tiene adosado un átomo de fósforo,
el cual puede ser despegado en forma reversible. Se dice que la proteína
está fosforilada cuando tiene el fósforo adherido a ella y esta forma de
la proteína se denomina pp 60v-src. Curiosamente, la proteína p 60v-
src
tiene actividad de proteína cinasa, o sea, es capaz de fosforilar a otras
proteínas. La fosforilación ocurre en los residuos del aminoácido tirosina
presentes en la proteína a ser fosforilada. Ésta es una característica muy
peculiar, ya que otras proteína-cinasas conocidas tienen los aminoácidos
serina y treonina como blanco de la actividad fosforilante. En células de
pollo infectadas con el virus del sarcoma de Rous (RSV) ha sido
identificada una proteína con peso molecular de 36 000 daltones, la cual
en apariencia constituye el blanco (sustrato) de la actividad fosforilante
asociada con p 60v-src. Paradójicamente, existe evidencia de que p 60v-
src
es capaz de autofosforilarse. Por otra parte, se ha identificado en
células normales la presencia de una proteína fosforilada muy similar
pero no idéntica a pp 60c-src. Dicha proteína es denominada pp 60c-src, la
concentración de esta proteína en células normales se mantiene
constante y no varía con el estado de crecimiento celular; a diferencia
de la proteína homóloga pp 60v-src, la cual está presente en grandes
cantidades en las células infectadas por el ASV. Existe sólida evidencia
de que la secuencia básica de aminoácidos que constituyen la
proteína pp 60c-src ha sido conservada con mínimos cambios por
diferentes especies a lo largo de la evolución. El hecho de que en el
gene c-src está presente la secuencia de nucleótidos que codifica a la
proteína p 60v-src sugiere que el gene normal c-src presente en las
células de varias especies es el progenitor del gene v-src característico
de los virus del sarcoma aviario. Esta observación es consistente con la
hipótesis del protovirus propuesta por Temin. Hasta la fecha, no ha sido
posible establecer con claridad la función de p 6Oc-src en las células
normales, tampoco ha sido posible definir con claridad el papel que
tiene p 60v-src en la transformación celular. Es probable que esta proteína
codificada por el gene transformante presente en los virus del sarcoma
aviario tenga otras funciones aparte de su capacidad fosforilante, las
cuales podrían estar más directamente involucradas en el proceso de
transformación celular.
En los últimos diez años diferentes grupos de investigadores han podido
aislar otros genes virales con capacidad transformante a partir de
diferentes tipos de retrovirus que afectan a diversas especies animales
y producen diferentes tipos de tumores. En todos los casos estudiados
hasta la fecha, ha sido posible encontrar en las células normales cuando
menos un gene cuya secuencia de nucleótidos es muy similar a la del
gene transformante presente en el genoma de cada tipo de retrovirus
oncogénico estudiado. Estas observaciones apoyan en forma muy
importante los postulados básicos de la hipótesis del oncogene celular
propuesta por Huebner y Todaro.

Se deonomina proto-oncogenes a ciertos genes celulares que codifican


diversas funciones celulares muy importantes para el control de los
procesos de diferenciación, división y proliferación celular. Las diversas
proteínas que son productos de estos genes cumplen diversas funciones
en las células: algunas actúan como factores de crecimiento celular que
son secretados al medio externo para que puedan estimular a otras
células; otras son receptores membranales capaces de ligar moléculas
que actúan como factores de crecimiento celular; otras proteínas
transmembranales que actúan como transmisores (transductores) de
las señales generadas por la interacción entre los factores membranales
o citoplásmicas que pueden regular la actividad de otras proteínas al
fosforilarlas (cinasas de proteínas). Por último, los productos de varios
proto-oncogenes actúan directamente como reguladores de la expresión
de diversos genes, ya que son proteínas con capacidad para pegarse a
secuencias específicas del ADN celular, mismas que constituyen las
regiones promotoras o activadores de la expresión de ciertos genes.

Todos estos proto-oncogenes pueden convertirse en oncogenes cuando


sufren mutaciones que alteran su secuencia de nucleótidos. Las
mutaciones pueden consistir en la sustitución o eliminación de uno o
varios nucleótidos, situación que modifica la información codificada por
el proto-oncogene y que resulta en la producción de una proteína
modificada y con función alterada. Sin embargo, también existen las
mutaciones causadas por inserciones génicas. Por ejemplo, el ciclo
replicativo de los retrovirus implica que el genoma viral, en forma de
provirus de ADN, debe integrarse en el genoma celular; dicha integración
ocurre en sitios al azar. Algunos retrovirus son indirectamente
oncogénicos porque se integran cerca de un proto-oncogene. Como
consecuencia de esta integración puede ocurrir que las secuencias
promotoras de la expresión de los genes retrovirales, conocidas como
secuencias LTR, queden contiguas a la secuencia del proto-oncogene, de
manera que la interacción de estas secuencias promotoras con factores
de transcripción virales o celulares puede resultar en la hiperactivación
del proto-oncogene, el cual ahora se comporta como un oncogene que
produce en forma anárquica el ARN mensajero que codifica a una
proteína normal, misma que al encontrarse en exceso, induce la
transformación celular. También puede ocurrir que como consecuencia
de un evento defectuoso de integración retroviral, un segmento de un
gene viral quede contiguo a un segmento de un proto-oncogene celular,
el resultado de este fenómeno es la creación de un gene quimérico,
mismo que codifica a una proteína quimérica la cual funciona en forma
alterada y puede desencadenar el proceso de transformación celular.

Fenómenos fisocoquímicos y ambientales como las radiaciones, pueden


inducir rupturas y rearreglos en los cromosomas. Como resultado de
estos rearreglos puede ocurrir que la secuencia de un proto-oncogene
queda contigua a la secuencia promotora de la expresión de otro gene
de mayor actividad. Esto resulta en la hiperactivación del proto-
oncogene que se comporta como oncogene al ocasionar la
sobreproducción de su proteína codificada, situación que provoca la
pérdida de la regulación de la división y proliferación celular.

En 1978 se aisló por primera vez un retrovirus humano a partir de un


cultivo de células conocidas como linfocitos T, procedentes de un
paciente con un raro tipo de leucemia. Este retrovirus es ahora conocido
como virus linfotrópico humano tipo 1 o HTLV-l, y es el prototipo de más
de 100 diferentes muestras del mismo virus obtenidas alrededor del
mundo. Antes, en 1977, Takatsuki y colaboradores habían descrito un
raro tipo de cáncer conocido como leucemia de células T del adulto
(ATL), el cual es relativamente frecuente en ciertas partes del sudoeste
de Japón. El tipo y las características morfológicas de las células de este
tumor son muy similares a las de las células a partir de las cuales se
aisló el HTLV-1. Esta observación hizo sospechar que este virus podría
ser el agente causal de la leucemia tipo ATL. En 1981, Gallo y
colaboradores analizaron el suero de pacientes japoneses afectados por
esta rara forma de leucemia y en el 100% de los casos encontraron la
presencia de anticuerpos contra el HTLV-1. El siguiente paso consistió
en el aislamiento del virus a partir de células obtenidas de pacientes con
ATL. Esto fue logrado por Yoshida y colaboradores en 1982 y pronto fue
demostrado que el virus de la leucemia ATL es idéntico al HTLV-1.
Posteriormente fue posible identificar otras zonas y poblaciones del
mundo en las cuales la presencia de este virus es endémica. En 1982 se
descubrió un virus en particular prevalente en los monos verdes
africanos; este virus, denominado virus linfotrópico de simios tipo 1
(STLV4), es homólogo en más de 95% al HTLV-l. Esta observación,
asociada con datos referentes a la distribución geográfica del HTLV, ha
hecho especular que el retrovirus humano es descendiente del retrovirus
presente en los monos, el cual está asociado con la producción de
linfomas malignos en los monos infectados. Estudios epidemiológicos,
experimentos de transformación celular con linfocitos T normales y la
caracterización de las propiedades moleculares del HTLV-1, sugieren
que este virus puede estar involucrado en los mecanismos que causan
la leucemia tipo ATL. Todas las células tumorales ATL contienen un
genoma de HTLV-1 en forma de provirus, mismo que no está presente
en las células normales. El provirus es clonal, o sea, es exactamente
igual en todas las células tumorales; esto indica que cada provirus es
descendiente directo del provirus progenitor presente en la célula que
dio origen al tumor. Este hecho implica que la infección por HTLV-1
ocurre antes del primer evento de transformación celular, mismo que
dará origen a la primera célula tumoral. El sitio de integración del
provirus dentro del genoma celular es el mismo en todas las células,
pero varía de un paciente a otro ya que en diferentes enfermos el tumor
se origina a partir de un linfocito T diferente. La figura IX.3 ilustra tres
diferentes modelos propuestos para explicar la producción de leucemia
por tres diferentes tipos de retrovirus.

Figura IX.3. Mecanismos de leukemogénesis viral. (a) Los virus productores de


leucemias agudas capturan genes derivados de las células (oncogenes) que
codifican proteínas específicas involucradas en la transformación celular.
Algunas de estas proteínas son promotoras del crecimiento celular y pueden
estar localizadas en la membrana, el citoplasma o el núcleo celular. Estos
posibles sitios de acción son indicados por las flechas. Estas proteínas actúan
en trans,o sea, sobre una región del ADN diferente a la que contiene el
oncogene y el provirus integrado; por lo tanto, no se requiere de un sitio
constante y específico para la integración del provirus. (b) Los virus
productores de leucemias crónicas activan genes celulares a causa de que se
integran en forma de provirus en una posición próxima a los genes afectados.
Los genes celulares activados pueden ser proto-oncogenes. El mecanismo de
activación en cisrequiere de la conservación de sitios de integración proviral
específicos. (c) El virus HTLV-1, asociado con la leucemia tipo T del adulto
(ATL), produce una proteína nuclear (TAT) que activa la transcripción de genes
localizados en segmentos del genoma diferentes a los que contiene el provirus
integrado (activación en trans);por lo tanto, no es necesario que exista un sitio
específico para la integración del provirus. Se ha especulado que el producto
del gene ta tes capaz de activar la expresión de genes promotores del
crecimiento celular (GPG) específicos para células linfoides. Las letras LTR
indican las secuencias repetidas invertidas que están presentes en ambos
extremos del genoma correspondiente al provirus integrado o al virus HTLV-1
no integrado.

VIRUS DEL PAPILOMA HUMANO


Desde la época grecoromana se sospechaba que las verrugas en la
región anogenital del humano podían ser de origen venéreo. El origen
infeccioso de estas verrugas fue establecido a fines del siglo XIX, y en
1907 Ciuffo demostró la transmisión de los papilomas epidérmicos, por
medio de la inoculación de voluntarios con filtrados libres de células
obtenidas a partir de estos papilomas (las verrugas o tumores benignos
conocidos como "mezquinos"). Esto demostró la etiología viral de los
papilomas (mezquinos). En 1932, Shope aisló el virus del papiloma de
conejo, mismo que produce papilomas y tumores en la piel del conejo.
Este virus fue el primer modelo para estudiar el posible papel oncogénico
de los virus en los mamíferos. Desde entonces empezó a sospecharse
que puede existir una cooperación entre ciertos virus y carcinógenos
químicos durante el desarrollo de ciertos tipos de tumores.

El estudio de los virus del papiloma humano (VPH) o Human Papilloma


Virus (HPV) ha estado limitado por la falta de sistemas para cultivarlo in
vitro, ya que este tipo de virus solamente infecta células epiteliales y
sólo se replica activamente en células epidérmicas (queratinocitos)
totalmente diferenciadas, mismas que no pueden ser mantenidas en
cultivo por largo tiempo. Sin embargo, el advenimiento de las técnicas
de ingeniería genética ha permitido "donar" los genomas de varios tipos
de virus del papiloma humano HPV, obtenidos a partir de biopsias de
tejidos infectados. Hasta la fecha han sido identificados 68 genotipos
diferentes de HPV. Por convención, se considera que dos cepas de HPV
constituyen tipos diferentes si la secuencia de nucleótidos de sus
genomas manifiestan una homología menor a 50%.

Existen virus del papiloma en diferentes especies animales y cada uno


de estos virus es específico para la especie a partir de la cual fue aislado,
o sea que el HPV no infecta especies animales y los virus de animales
no pueden infectar al humano. Todos los virus del papiloma
(papilomavirus) pertenecen al grupo de los papovavirus y se
caracterizan por ser virus sin envoltura con cápside icosaédrica y con un
genoma circular de ADN de doble cadena que consta de
aproximadamente 8 000 pares de bases. Las infecciones por HPV tienen
una dis tribución mundial.

Se ha podido establecer que la infección por HPV tipo 5 está muy


asociada con el desarrollo de cáncer de piel en pacientes que padecen
una rara enfermedad congénita llamada epidermodisplasia verruciforme
(EV). Por otra parte, desde mediados del siglo XIX se ha sospechado que
el cáncer del cérvix (cuello) uterino puede ser de origen infeccioso.
Estudios epidemiológicos realizados entre 1960 y 1970 parecían implicar
al virus Herpes simplex tipo 2 en la etiología de este tipo de cáncer; sin
embargo, en 1974 surgió la primera evidencia de una asociación entre
la infección por HPV y el subsecuente desarrollo de cáncer cérvico
uterino (CaCu). En 1984 el grupo dirigido por Harald zur Hausen reportó
el aislamiento frecuente de los HPV 16 y 18 a partir de tumores
cervicouterinos. En la actualidad se sabe que el HPV 16 está presente
aproximadamente en de 50% de los CaCus, mientras que el HPV 18 se
encuentra cerca del 20% de estos tumores. Otros tipos de HPV han sido
encontrados en muestras de CaCu, por lo cual casi el 90% de los
tumores cervicouterinos son positivos a HPV. El periodo de latencia entre
la infección primaria y la aparición del cáncer es del orden de 20 a 40
años. Esta situación es similar a la observada en otros tumores humanos
asociados con infecciones virales como son el cáncer de hígado con el
HBV y la leucemia de células T del adulto con el HTLV-1.

En la mayoría de las lesiones pretumorales asociadas con infección por


HPV, se observa que el ADN viral persiste en forma de episoma o sea,
como un minicromosoma independiente del resto del genoma de la
célula hospedera. Sin embargo, en la mayoría de los tumores
cervicouterinos se observa la integración del genoma viral, este evento
de integración parece ser uno de los eventos tempranos en el proceso
de carcinogénesis. El patrón de integración con frecuencia resulta en la
interrupción de la secuencia correspondiente al gene E2 del HPV. La
proteína codificada por este gene está involucrada en la regulación de la
expresión de otros genes del HPV. La ausencia de la proteína E2 facilita
la sobreexpresión de los genes virales E6 y E7. Se sabe que las proteínas
codificadas por E6 y E7 son capaces de interactuar con las proteínas
celulares p53 y RB respectivamente, dichas proteínas celulares
participan en los mecanismos que controlan la división y proliferación
celular, la inactivación de estas proteínas celulares está asociada con el
desarrollo de varios tipos de tumores; Por lo anterior; se piensa que el
mecanismo oncogénico del HPV puede estar relacionado con la
inactivación de p53 y RB por medio de ciertas proteínas virales.

En los últimos años se han incrementado los reportes que asocian la


infección por HPV en epitelios extragenitales con el subsecuente
desarrollo de tumores de la laringe, amígdalas, lengua y cavidad oral.
Lo anterior sugiere que el potencial oncogénico de estos virus puede
afectar diversos órganos humanos. La frecuente regresión espontánea
de papilomas y verrugas benignas, sugiere que el sistema inmune puede
controlar en la mayoría de los casos la infección por HPV. Sin embargo,
se sabe muy poco respecto a la respuesta inmune específica contra el
HPV, ya que esta respuesta inmune no parece ser intensa debido a que
los HPV provocan infecciones crónicas y latentes, y en el caso de las
infecciones productivas éstas no se asocian con la destrucción de la
célula infectada, ya que los HPV no son citopáticos. Es probable que la
inmunidad mediada por células (inmunidad celular) sea la que tenga un
papel más importante en el control de las infecciones por HPV. Lo
anterior se deduce de la alta incidencia de papilomas, verrugas y
tumores epiteliales observada en pacientes que sufren de
inmunodeficiencias congénitas o adquiridas. Así, una prioridad de la
investigación sobre los HPV consiste en lograr un método para estimular
la inmunidad celular específica contra los HPV.
LOS VIRUS DE LA HEPATITIS

La hepatitis es un padecimiento relativamente frecuente que se


manifiesta como una inflamación generalizada del hígado con la
consecuente alteración de importantes funciones metabólicas que tienen
lugar en las células hepáticas (hepatocitos). La hepatitis humana de
origen viral puede ser causada por una importante variedad de virus;
sin embargo, existe un grupo de virus que manifiesta una gran
predilección por infectar el tejido hepático (tropismo hepático). Hasta
hace poco tiempo, las hepatitis humanas causadas por virus con
tropismo hepático se clasificaban en tres tipos: A, B y no A-no B. Esto
se debía a que solamente habían sido identificados los virus de la
hepatitis tipo A (HAV) y de la hepatitis B (HBV). Hoy sabemos que las
hepatitis virales no A-no B pueden ser causadas por, cuando menos,
tres virus diferentes: HCV, HDV y HEV.

Podemos dividir a las hepatitis virales específicas en dos grupos


principales: 1) hepatitis virales de incubación corta, las cuales se
adquieren por lo general a través del contagio oral-fecal (principalmente
por ingestión de agua contaminada por heces o de alimentos
contaminados por dichas aguas residuales) y que se comportan como
hepatitis agudas de resolución rápida. Los virus HAV y HEV son los
principales causantes de estas hepatitis. 2) hepatitis virales de
incubación larga, las cuales se adquieren por lo general a través de
contagio por vía parenteral: por transfusiones con sangre contaminada,
por contagio sexual, por heridas causadas por instrumentos quirúrgicos
contaminados y en el caso de los toxicomanos, por compartir jeringas y
agujas contaminadas. También se ha reportado la transmisión de la
madre al hijo durante el periodo perinatal. Estas hepatitis evolucionan
con frecuencia hacia formas de infección crónica y persistente, y los
pacientes afectados pueden sufrir recaídas repetidas, además de
continuar siendo contagiosos durante muchos años. Las hepatitis virales
de origen parenteral e incubación larga son causadas por los virus HBV,
HCV y HDV.

Es interesante notar que los cinco virus de la hepatitis pertenencen a


cinco grupos taxonómicos diferentes, o sea que desde el punto de vista
de su organización estructural, de la organización de sus genomas y de
sus respectivas estrategias de replicación, estos cinco virus son muy
diferentes entre sí y solamente comparten la predilección por infectar el
hígado. El virus HAV pertenece al grupo de los picornavirus cuyo
miembro más conocido es el virus de la poliomelitis. El virus HCV
pertenece al grupo de los flavivirus cuyos miembros más conocidos son
causantes de la fiebre hemorrágica conocida como "dengue". Se sabe
que varios tipos de flavivirus pueden ser transmitidos por insectos
(artrópodos), sin embargo, no existe ninguna evidencia de que el HCV
pueda ser transmitido por insectos. El HEV pertenece al grupo de los
calcivirus, entre los cuales se encuentran virus que afectan a los felinos
y otros virus com el Norwalk que causa enfermedades diarréicas en los
humanos.

El espacio de la presente obra no permite una discusión detallada de los


cinco virus de la hepatitis; sin embargo, debido a su importancia médica
y a las interesantes peculiaridades de sus modos de organización y
replicación, vale la pena dedicar algunos párrafos a los virus HBV y HDV.

El virus de la hepatitis B

En 1963, el investigador Baruj Blumberg descubrió en el suero


sanguíneo de un paciente con hemofilia (padecimiento cuyo tratamiento
requiere de repetidas transfusiones de sangre o plasma sanguíneo), la
presencia de un anticuerpo que era capaz de reaccionar con un antígeno
presente en la sangre de un aborigen australiano. Blumberg denominó
antígeno Australia a esta molécula que resultó ser el antígeno principal
de superficie del virus de la hepatitis B (HBsAg). La ausencia de cultivos
celulares específicos capaces de replicar al HBV in vitro, impidió la
pronta caracterización de este virus. Sin embargo, con el advenimiento
de las técnicas modernas de ingeniería genética, fue posible aislar y
"domar" el genoma de HBV con el fin de estudiar la biología molecular
de este virus. A finales de la década de los setenta, investigadores
franceses pudieron establecer que el genoma del HBV consta de
un ADN circular de doble cadena (aunque es desigual la longitud de
ambas cadenas), correspondiente a 3 200 pares de bases, siendo hasta
la fecha el genoma más pequeño de todos los descritos en virus
animales.

El HBV resultó ser el primer tipo descrito de un nuevo grupo de virus


denominado hepadnavirus, debido a que todos los virus que son
miembros de este grupo manifiestan un marcado tropismo hepático y
comparten un método de replicación muy particular, mismo que es
descrito en la figura IX. 4. Entre los virus que pertenecen a este grupo
se encuentran virus que causan hepatitis en marmotas, ardillas y patos.
Cabe mencionar que los hepadnavirus son los únicos virus, aparte de los
retrovirus, que incluyen en su ciclo de replicación la actividad de una
enzima transcriptasa inversa, capaz de sintetizar una molécula de ADN a
partir de un templado de ARN. De hecho, la polimerasa codificada por el
gene P de los hepadnavirus, es una enzima que manifiesta cuatro
actividades diferentes: ADN polimerasa dependiente
de ADN; ADN polimerasa dependiente de ARN (transcriptasa inversa);
Ribonucleasa H, capaz de degradar el ARN presente en moléculas
híbridas ADN-ARN; actividad como molécula anda para la iniciación de la
síntesis de ADN.

Otra característica importante de los hepadnavirus consiste en que no


son virus directamente citopáticos, o sea que no destruyen a su célula
hospedera. El conocimiento actual sobre la hepatitis tipo B indica que el
daño hepático, que se manifiesta como inflamación hepática y
destrucción de los hepatocitos, es causado por la propia respuesta
inmune dirigida contra las células infectadas por el HBV; en particular,
los linfocitos T citotóxicos anti-HBV parecen ser los principales
responsables de la destrucción de los hepatocitos que expresan
antígenos (proteínas) de HBV en sus membranas. Se piensa que los
casos de hepatitis B fulminante y fatal, son consecuencia de una
excesiva respuesta inmune contra el HBV, aunque en ratones
transgénicos, en cuyas células se les ha insertado en forma experimental
el gene que codifica el HBsAg, se observa que la sobreproducción del
HBsAg puede causar destrucción de los hepatocitos.

Sin embargo, la mayoría de las personas infectadas por HBV desarrollan


un cuadro de hepatitis aguda, después de un periodo de incubación de
ocho a 24 semanas. Dicha hepatitis aguda se manifiesta con dolor
abdominal, ictericia (coloración amarillenta de la piel), fatiga y otros
síntomas asociados. En otros casos, también numerosos, la infección
permanece asintomática; pero en todos los pacientes en fase aguda de
la infección (sintomática o asintomática) es posible detectar la presencia
de altas concentraciones del HBsAg en el suero sanguíneo. Con el paso
del tiempo y en la medida en que disminuye la hepatitis, aparecen
anticuerpos específicos contra HBsAg (anti-HBs) en el suero de los
pacientes infectados.
Figura IX. 4. Replicación del virus de la hepatitis B (HBV)1) El HBV infecta a
una célula hepática. 2) Enzimas extienden la cadena corta del ADN viral. 3)
El ADN viral migra hacia el núcleo celular, donde es copiado (transcrito) en
una molécula complementaria de ARN. La hebra de ARN tiene 3.5 kilobases (3
500 nucleótidos) y constituye el pregenoma que es intermediario necesario
para la replicación del genoma viral. 4) El pregenoma es empacado dentro de
una cápside recién sintetizada. La polimerasa viral empieza a sintetizar una
copia de ADN complementario al pregenoma viral. 5) La nueva cadena
de ADN es un duplicado de la cadena larga de ADN presente en el genoma viral
original. El pregenoma de ARN se desintegra tan pronto es completada la
síntesis del nuevo ADN viral. 6) La polimerasa viral empieza a sintetizar una
cadena de ADN complementario a la secuencia de nucleótidos de la cadena
larga del ADN viral. 7) El ADN viral puede permanecer en la célula por un
tiempo suficiente para convertirse en ADN de cadena doble; en cuyo caso,
regresa al núcleo celular para iniciar un nuevo ciclo de replicación. 8) En caso
de salida prematura de la nueva partícula viral, la cápside es dotada de una
nueva envoltura y la extensión de la cadena corta del ADN viral cesa tan
pronto la nueva partícula sale de la célula infectada. El resultado es una
partícula viral infectante que contiene una ADN viral que es parcialmente de
cadena sencilla.

Por lo general, estos anticuerpos alcanzan la concentración suficiente


para neutralizar las partículas infecciosas de HBV y se sostienen a
buenos niveles circulantes, de manera que protejen de por vida contra
una nueva infección por HBV. Sin embargo, en algunos pacientes la
respuesta inmune es deficiente y esto permite que persistan altas
concentraciones de HBsAg circulante en el suero de estos pacientes. El
propio HBV persiste en el hígado de tales pacientes, mismos que se
convierten en portadores crónicos de este virus y tienden a presentar
cuadros recurrentes de hepatitis (recidivas) tanto sintomática como
asintomática. La sangre de estos portadores crónicos es una fuente
potencial de contagio para los individuos que no están infectados por
HBV.

Cabe subrayar que los hepatocitos infectados por HBV producen viriones
infectantes completos (partículas de Dane), pero también producen
partículas virales defectuosas, tanto esféricas como cilíndricas, que
carecen del genoma viral pero que presentan en su superficie el antígeno
principal del HBV (HBsAg), en sus tres versiones: grande, mediana y
corta o principal. De hecho, en toda infección por HBV la producción de
partículas defectuosas supera a la de viriones completos por varios
órdenes de magnitud. Lo anterior indica en forma indirecta que los
viriones completos tienen una gran capacidad infectiva y son suficientes
para propagar la infección.

Un aspecto muy importante, desde el punto de vista médico, es que


alrededor del 30% de los portadores crónicos de HBsAg desarrolla
cirrosis hepática, la cual es una degeneración del tejido hepático que es
sustituido por tejido cicatrizal que no es funcional. De estos pacientes
con cirrosis, alrededor del 30% desarrolla un cáncer primario de hígado,
evento que puede ocurrir entre 30 y 50 años después de la infección
original por HBV. Estudios epidemiológicos demuestran que las
posibilidades de convertirse en portador crónico se incrementan entre
más temprana es la edad en que se contrae la infección por HBV. Se
considera que la probabilidad de que un portador crónico de HBsAg
desarrolle un cáncer de hígado es 200 a 300 veces mayor que en el resto
de la población. Por esta razón, la infección temprana por HBV
constituye uno de los problemas mas importantes de salud pública
mundial, ya que en los países del Centro y sur de África y en los países
del Lejano Oriente, la infección por HBV ocurre con una gran frecuencia
en niños recién nacidos (que son infectados por sus madres durante el
embarazo o durante el periodo perinatal) y en menores de cinco años.
Se estima que en el mundo viven actualmente 300 millones de
portadores crónicos del HBsAg, los cuales son también portadores
crónicos del HBV, esto significa que a partir de esta población infectada
se van a desarrollar cerca de 30 millones de casos de cáncer hepático.
De modo que el HBV es en términos estadísticos el agente biológico con
mayor potencial oncogénico (productor de cáncer) para los seres
humanos.

El largo periodo de latencia entre la infección original por HBV y la


aparición del cáncer hepático, no es compatible con la hipótesis de que
este cáncer es causado por la activación de un oncogene presente en el
genoma de HBV. De hecho, los estudios de biología molecular
demuestran que el virus de la hepatitis B no posee ningún oncogene;
además, está bien establecido que el HBV no necesita integrar su ADN en
el genoma de la célula hospedera para llevar a cabo su ciclo de
replicación. Por otra parte, diversos estudios han reportado la presencia
de fragmentos de genoma del HBV integrados en el ADN de células
procedentes de tumores hepáticos. El análisis de estas células sugiere
que los fragmentos del genoma viral pueden integrarse en sitios
diversos del genoma celular y de esta manera pueden provocar
rearreglos de secuencias de nucleótidos o modificar el patrón de
expresión de ciertos genes celulares. También se ha reportado que la
sobreproducción de la proteína HBx codificada por el gene X del HBV
puede inducir tumores de hígado en ratones que han sido genéticamente
modificados para albergar y expresar el gene X dentro de sus células
(ratones transgénicos). Se sabe que la proteína HBx puede actuar como
activadora de la expresión de genes virales y celulares.

Sin embargo, la mayoría de los estudios epidemiológicos sugiere que el


desarrollo del cáncer hepático requiere de un evento genético
secundario que es consecuencia de los ciclos de destrucción y
regeneración hepática característicos de la hepatitis crónica y la cirrosis.
Esto pone en duda que el cáncer hepático sea consecuencia directa de
la acción de un gene viral. En realidad todo parece indicar que los
tumores hepáticos asociados con la infección crónica por HBV son
causados por una combinación de factores: daño hepático, regeneración
celular y actividades virales que actúan en forma sinergista para
producir inestabilidad cromosómica con el paso del tiempo, inestabilidad
que se manifiesta como una modificación gradual de las funciones y el
estado de diferenciación de los hepatocitos. El hecho bien demostrado
de que agentes hepatotóxicos como el alcohol y las aflatoxinas,
producidas por ciertos hongos que contaminan a cereales y semillas,
aceleran el desarrollo de la cirrosis hepática y la progresión hacia el
cáncer hepático en individuos crónicamente infectados por HBV, apoya
la idea de que el virus necesita de cofactores que actúan por periodos
prolongados para producir el cáncer hepático.

Se han utilizado algunos agentes antivirales como tratamiento para los


cuadros de hepatitis crónica recurrente asociada con la infección por
HBV. Sin embargo, solamente el interferón alfa, producido por técnicas
de ingeniería genética, ha demostrado tener un efecto positivo, aunque
no es curativo. Afortunadamente, desde hace algunos años existen
vacunas eficaces contra el HBV. La primera de ellas, desarrollada en
Francia a finales de los años setenta, se basa en la purificación de
envolturas y partículas virales defectuosas a partir del suero sanguíneo
de portadores crónicos del antígeno HBsAg. Dichas partículas no son
infectantes; sin embargo, poseen el antígeno mayor de superficie del
virus (el HBsAg), por lo cual la inyección de estas partículas purificadas
provoca la producción de anticuerpos neutralizantes específicos contra
HBsAg en los individuos vacunados. En la actualidad, también están
disponibles vacunas recombinantes o sea, vacunas producidas por
métodos de ingeniería genética. Para desarrollar estas vacunas se
procedió a donar el gene del HBsAg en diferentes tipos de vectores de
expresión, mismos que permiten introducir dicho gene a células de
mamífero o levaduras que son utilizadas como "fábricas" para la
producción de dicho antígeno, el cual es purificado en forma
subsecuente y utilizado para preparar vacunas que inducen anticuerpos
específicos contra HBsAg.

Desafortunadamente, el alto costo de estas vacunas hace que su


disponibilidad sea muy limitada, ya que se utilizan principalmente en los
países desarrollados y en programas de vacunación destinados a
proteger personal de alto riesgo como son los soldados, los médicos y
paramédicos. Por otra parte, los niños africanos y asiáticos que corren
gran riesgo de ser infectados por HBV durante los primeros años de vida
constituyen, por lo tanto, el principal reservorio de este virus y el
principal grupo que será afectado por la cirrosis y el cáncer de hígado ;
permanecen, hasta el momento, fuera de cualquier programa mundial
de vacunación dirigido a controlar la infección por RBV.

Agente delta o virus de la hepatitis delta

El agente etiológico de la hepatitis delta, mal llamado virus de la


hepatitis delta o HDV, fue descubierto por Rizzeto en 1977, pero su
caracterización fue posible hasta 1986 gracias a la biología molecular.
Este agente es capaz de infectar los hepatocitos exclusivamente en
presencia y con la ayuda del virus de la hepatitis B; de tal manera que
los individuos inmunizados contra el virus B, ya sea por vacunación o
por inmunidad adquirida después de una infección por HBV, quedan
protegidos también contra el HDV.

El genoma del agente delta consta de 1678 nucleótidos que forman una
cadena de ARN circular. Las características moleculares del HDV se
parecen mucho a las de los viroides que son moléculas
de ARN desprovistas de cápside y que, sin embargo, son capaces de
producir diversas enfermedades en las plantas. Hasta el momento, todo
parece indicar que el genoma del agente delta sólo codifica una proteína
conocida como antígeno delta (HDAg), la cual tiene una gran afinidad
por el propio ARN de este viroide y también por el antígeno principal del
HBV (HBsAg). Estas propiedades del HDAg permiten que el genoma del
viroide sea empacado dentro de envolturas compuestas por lípidos de la
célula infectada y múltiples copias del HBsAg; es decir, este viroide
utiliza al antígeno principal del HBV para conformar su propia envoltura
y así poder propagarse como un agente infeccioso. Por lo anterior, la
infección por el agente delta sólo puede prosperar en individuos que han
sido coinfectados con HBV y HDV al mismo tiempo, o que padecen de
hepatitis B crónica o son portadores crónicos del HBsAg. En todos estos
casos, el HBV puede actuar como virus auxiliar al proporcionar el
material necesario (HBsAg) para el empacamiento de nuevas partículas
infecciosas del agente delta.

La infección por HDV agrava los cuadros de hepatitis crónica en


pacientes portadores de HBV y se han reportado casos de hepatitis
fulminante en portadores crónicos del HBV que han sido superinfectados
por el HDV. Por lo general, los individuos infectados con HDV presentan
anticuerpos contra el antígeno delta (HDAg) durante un periodo muy
corto después de la infección. Sin embargo, los portadores crónicos del
HBV que son superinfectados por el HDV evolucionan con frecuencia
hacia una hepatitis crónica que se acompaña de la continua presencia
del HDAg en el hígado y de anticuerpos anti-HDV en la sangre. La mayor
parte de estas hepatitis crónicas degenera en cirrosis hepática. Las
partículas de HDV presentan en su superficie al antígeno HBsAg; por
esta razón, los pacientes infectados por HDV desarrollan anticuerpos
contra HBsAg, mismos que son indistinguibles de aquellos desarrollados
por pacientes infectados únicamente por HBV. Estudios realizados en
chimpancés (que son los únicos animales aparte del hombre
susceptibles a la coinfección por HBV y HDV), sugieren que la vacunación
con preparaciones a base de HDAg no protege de la infección por el
agente delta y por el contrario, parece agravar el curso de esta infección.

X . P R E V E N C I Ó N Y T R A T A M I E N T O D E
L A S I N F E C C I O N E S V I R A L E S

LAS INFECCIONES virales en humanos, animales y plantas son causa de


muerte, daño y pérdidas económicas. Las mejoras en el nivel de salud
pública e higiene personal contribuyen en forma muy importante y
efectiva a controlar la diseminación de las enfermedades infecciosas,
incluyendo las causadas por virus. Sin embargo, las vacunas tienen un
papel primordial en la prevención activa de las enfermedades virales en
el hombre y en los animales. Las vacunas pueden ser infecciosas
(hechas con virus activos) o no infecciosas (hechas con virus
inactivados). El proceso de vacunación se basa en la idea de que se
puede lograr inmunidad específica contra una enfermedad, en particular
si se provoca ésta en condiciones controladas de manera que el individuo
no padece los síntomas asociados con la enfermedad y el sistema
inmune reacciona produciendo un arsenal de anticuerpos y células
inmunes con capacidad para destruir o neutralizar cualquiera otra
invasión por parte del mismo agente infeccioso.

El procedimiento de atenuación permite obtener cepas de virus que


tienen una reducida capacidad para producir enfermedad; estas cepas
se denominan avirulentas, en contraste con las
cepas virulentas capaces de producir enfermedad. Las cepas avirulentas
son obtenidas por métodos empíricos como el pasar (propagar) un virus
determinado en cultivos de células que provienen de una especie animal
diferente a la del hospedero natural de ese virus en particular. También
la multiplicación de un virus a temperaturas subfisiológicas o la
coinfección de un mismo cultivo con cepas virulentas y avirulentas de
un virus en particular contribuyen a la atenuación del virus. El uso de
cepas emparentadas antigénicamente con una cepa virulenta, pero que
provocan una enfermedad más leve en el hospedero, es una técnica
conocida desde el tiempo de Edward Jenner, quien en 1798 utilizó
preparaciones de virus de la viruela vacuna para inmunizar humanos
contra la viruela. Actualmente, se utiliza un virus de
la vacuna, descendiente del virus de la viruela vacuna, para "vacunar"
contra la viruela. De hecho, vacuna se ha convertido en sinónimo de
cualquier substancia inmunogénica utilizada en la prevención de
enfermedades infecciosas.

Las vacunas preparadas a partir de virus muertos o inactivos deben


carecer de infectividad y, sin embargo, ser suficientemente
inmunogénicas para provocar inmunidad protectora. Los agentes
inactivantes utilizados para matar al virus deben ser capaces de actuar
sobre el ácido nucleico viral. El formaldehído y la -propiolactona son
dos de los agentes más usados para inactivar preparaciones virales. El
formaldehído produce entrecruzamientos entre las proteínas virales y
también afecta a los grupos amino presentes en los nucleótidos. La -
propiolactona inactiva a los virus por medio de la alkilación de las
proteínas y ácidos nucleicos virales. Un problema fundamental asociado
con la preparación de una vacuna muerta consiste en que se debe
garantizar la completa inactivación de todas las partículas virales
presentes en una dosis de la vacuna. Cuando se preparan grandes lotes
de vacuna se observa que una pequeña fracción de la población viral es
inactivada con mayor lentitud debido a que algunas partículas virales
forman agregados y cúmulos en los cuales se dificulta el acceso al
agente inactivante. Esto implica que debe incrementarse el tiempo de
incubación en presencia del agente inactivante; esta situación tiene el
inconveniente de que puede propiciar la pérdida de la capacidad
inmunogénica de las partículas virales inactivadas.

El principal problema de las vacunas preparadas con virus atenuados


consiste en garantizar la estabilidad genética de la cepa avirulenta, de
manera que no revierta en forma espontánea o accidental al estado
virulento. Esta reversión al estado virulento puede ocurrir por causa de
eventos de recombinacion genética espontánea entre el virus presente
en la vacuna y algún otro tipo de virus que pueda estar presente en
forma natural en el individuo vacunado.

Las vacunas deben producir imnunidad suficiente y permanente, pues


de lo contrario el virus invasor puede ser capaz de multiplicarse. Esto
último ocurre en el caso de vacunas, como la vacuna contra la fiebre
aftosa del ganado, la cual sólo confiere inminidad parcial y por lo tanto
actúa como una presión selectiva que favorece la propagación de virus
mutantes poseedores de nuevos variantes antigénicos no reconocidos
por los anticuerpos inducidos por la vacuna. Con el paso del tiempo, la
cepa de virus resistentes substituye a los otras cepas del virus y
entonces se hace necesario desarrollar una nueva vacuna específica
contra esta nueva cepa resistente a la vacuna anterior.

Las vacunas pueden ser administradas por vía oral, vía parenteral
(inyectadas) o por simple escarificación de la piel con una aguja. La vía
de administración depende del tipo de preparación y de la estabilidad
física de la misma. Cuando se prepara una nueva vacuna, además de
los factores biológicos que determinan la elección entre una preparación
muerta o una preparación atenuada, deben considerarse factores
socioeconómicos relacionados con el costo, estabilidad a largo plazo de
los lotes de vacuna, facilidad en el modo de administrarse de la vacuna
y el número de dosis a ser administradas. También debe considerarse el
efecto psicológico asociado con las incomodidades y reacciones
secundarias (como fiebre, erupciones en la piel, etc.) derivadas de la
administración de la vacuna.

El surgimiento de la teconología del ADN recombinante o ingeniería


genética abre las puertas a la posibilidad de desarrollar vacunas
efectivas preparadas a partir de los componentes virales causantes de
inducir la respuesta inmune, pero sin los inconvenientes asociados con
la presencia de virus íntegros, ya sea que estén inactivados o atenuados.

A diferencia de lo que sucede con las infecciones bacterianas, la


quimioterapia de las infecciones virales.todavía se encuentra en etapas
primitivas. La multiplicación de los virus está estrechamente ligada al
metabolismo de la célula hospedera debido a que el virus por lo general
utiliza la propia maquinaria celular para su replicación. Por lo tanto,
resulta difícil encontrar fármacos y compuestos químicos capaces de
afectar las funciones virales sin afectar a la célula hospedera. Sustancias
químicas con actividad antiviral han sido utilizadas con éxito en el
tratamiento de infecciones causadas por virus ADN que afectan la
conjuntiva y la córnea del ojo. Estos agentes son pirimidinas
halogenadas que son incorporadas en el ADN viral e impiden la
transcripción y replicación del mismo. Debido a que estos compuestos
pueden ser incorporados también en el ADN celular, su uso está limitado
a las infecciones que afectan regiones pobremente vascularizadas y con
baja actividad metabólica como la superficie del ojo. Por ejemplo,
soluciones a 0.1% de 5'iodo-2'-desoxiuridina, un análogo de la timidina,
producen mejoría en un 72% de los casos de infecciones oculares
causadas por Herpes simplex tipo 1 y adenovirus. En casos extremos
como la rara encefalitis viral causada por HSV-1 o por el virus de la
vacuna, se pueden utilizar análogos de la citidina (citosina arabinosido)
o de la adenosina (adenina arabinosido) con probabilidades de éxito
terapéutico. Estas sustancias son extremadamente tóxicas y sólo deben
usarse en circunstancias cuando la otra alternativa es la rápida muerte
del paciente.

La amantadina es un compuesto que se ha utilizado con éxito en la


profilaxis y tratamiento de la influenza viral. Durante una epidemia de
influenza el número de casos en la población sujeta al tratamiento
profiláctico fue equivalente a 21% de los casos presentes en la población
no tratada con amantadina.

El ribavirin es un compuesto capaz de inhibir la enzima ARN polimerasa


del virus de la influenza y también interfiere con el mecanismo de
iniciación de la transcripción del ARN viral. De hecho, el ribavirin
manifiesta acción antiviral contra un amplio espectro de virus tanto
de ADN como de ARN, pero esta acción sólo es efectiva en condiciones de
laboratorio, por lo cual el ribavirin en aerosol ha sido aprobado
solamente para el tratamiento de infecciones por virus sincitial
respiratorio (RSV) en niños.

El aciclovir es un compuesto que fue desarrollado en años recientes y


que manifiesta una potente acción antiviral contra los virus Herpes
simplex tipo 1 y 2. Esta acción selectiva se debe a que el aciclovir es un
excelente sustrato para ser fosforilado por la enzima timidina cinasa de
estos virus. El resultado de esta reacción de fosforilación es el
monofosfato de aciclovir, el cual es a su vez fosforilado por las enzimas
cinasas celulares para formar trifosfato de aciclovir; este compuesto
tienen gran afinidad por la enzima ADN polimerasa de los virus Herpes
simplex y, por lo tanto, actúa como inhibidor de esta enzima dando
como resultado la inhibición de la síntesis de ADN viral.

El aciclovir se utiliza en el tratamiento profiláctico del herpes genital y


cutáneo, y también en el tratamiento de las lesiones causadas por
el Herpes zoster. En pacientes que sufren de infecciones recurrentes por
estos virus, el aciclovir disminuye la duración y magnitud de las
recurrencias. Sin embargo, es relativamente frecuente el aislamiento de
cepas de estos virus que son resistentes al aciclovir, hecho que limita la
utilización masiva de este compuesto. El ganciclovir es un compuesto
muy similar al aciclovir y tiene importante acción antiviral contra el
citomegalovirus que también forma parte del grupo de los herpesvirus.
El foscarnet es un potente inhibidor de las ADN polimerasas de los
herpesvirus y se utiliza al igual que el ganciclovir, para el tratamiento
de la retinitis ocular causada por citomegalovirus.

En años recientes se han caracterizado o sintetizado diversos


compuestos que manifiestan una acción antiviral contra el virus de la
inmunodeficiencia humana (HIV oVIH) en condiciones de laboratorio (in
vitro). De estos compuestos solamente la azidotimidina (zidovudina o
AZT) ha sido ampliamente utilizada en el tratamiento del SIDA. La
azidotimidina es un potente inhibidor de la transcriptasa inversa (RT),
enzima esencial para la replicación del HIV. Sin embargo, como se verá
más adelante, el HIV es un retrovirus y, como tal, su genoma
de ARN debe ser transcrito por la RT para convertirlo en una molécula
de ADN que constituye el provirus, mismo que se integra en el genoma
de la célula hospedera en forma permanente. La expresión de la
información contenida en el provirus permite la síntesis de
nuevo ARN viral y de las proteínas virales codificadas por este. La
azidotimidina no tiene ningún efecto sobre el provirus de HIV ya que
sólo es capaz de inhibir la formación del provirus, pero no es capaz de
inhibir la expresión del provirus en células que ya están infectadas en
forma persistente. Por otra parte, el tratamiento prolongado con
azidotimidina favorece la aparición de cepas mutantes de HIV que son
resistentes a este compuesto. Desafortunadamente, la experiencia
acumulada en los últimos años demuestra que la azidotimidina dista de
ser un tratamiento efectivo contra el SIDA.

El interferón tiene actividad antiviral universal y alta actividad


específica; por lo tanto, constituye potencialmente el agente ideal para
el tratamiento de las infecciones virales Sin embargo, la vida media del
interferón administrado por vía parenteral es muy corta (alrededor de 3
horas) debido a que es una molécula inestable que es rápidamente
degradada cuando esta fuera de las células. Esto impone la necesidad
de utilizar dosis elevadas de interferón para obtener un efecto
terapéutico. Quizá en un futuro cercano la metodología
del ADN recombinante permitirá obtener cantidades industriales de
interferón, además de modificar las características moleculares del
mismo, de manera que se pueda utilizar el interferón para el tratamiento
de las enfermedades virales.

X I . V I R U S D E L A
I N M U N O D E F I C I E N C I A H U M A N A

POSIBLEMENTE ningún otro virus ha recibido tanta atención por parte de


los medios de comunicación y la opinión pública en general como el
llamado virus de la inmunodeficiencia humana ( VIH o HIV). La
descripción, a principios de la década de los ochenta, de los primeros
casos del llamado síndrome de inmunodeficiencia adquirida ( SIDA),
padecimiento que se caracteriza por una depresión progresiva de la
inmunidad celular y que con frecuencia tiene un desenlace fatal, provocó
un gran interés por establecer la causa o causas de esta enfermedad. El
hecho de que los primeros casos de SIDA se presentaron en jóvenes
homosexuales con un alto índice de promiscuidad sexual hizo sospechar
que la enfermedad podía ser de carácter infeccioso y transmisible a
través del contacto sexual. Poco tiempo después se estableció la
presencia del SIDA en grupos de pacientes adictos a las drogas por vía
intravenosa (como la heroína), y también en algunos pacientes que por
diversas razones habían recibido transfusiones sanguíneas. Estos datos
reforzaron la idea de que el SIDA era infeccioso y algunos autores
sugirieron que podría ser causado por un virus desconocido.

A principios de 1983, investigadores del Instituto Pasteur de París,


encabezados por el doctor Luc Montagnier, reportaron el aislamiento de
un nuevo tipo de retrovirus a partir de un ganglio linfático extirpado a
un paciente con SIDA. Los investigadores franceses bautizaron como LAV
(virus asociado a linfadenopatía) a este nuevo retrovirus. Los mismos
investigadores proporcionaron una muestra de este retrovirus al grupo
del doctor Robert Gallo en los Estados Unidos. El grupo estadounidense
contaba con reactivos y tecnología para mantener células linfoides
(linfocitos) en cultivo. Estas técnicas permitieron propagar al nuevo
retrovirus en cultivos de laboratorio. Sin embargo, los investigadores
estadounidenses identificaron al LAV como perteneciente al mismo
grupo que el HTLV-I, previamente descrito por el grupo de Gallo, y así,
decidieron rebautizarlo como HTLV-III (virus linfotrópico humano tipo
III). Esta situación fue el origen de muchas confusiones y de una
prolongada disputa entre científicos y autoridades tanto francesas como
estadounidenses para adjudicarse el descubrimiento de este retrovirus,
al cual se le atribuyó la causalidad del SIDA con base en los resultados
de estudios epidemiológicos realizados en diversas partes del mundo, y
fue finalmente rebautizado como virus de la inmunodeficiencia humana
(VIH) o Human Immunodeficiency Virus (HIV).

Dichos estudios epidemiológicos demuestran una correlación entre la


infección por HIV y el subsecuente desarrollo del SIDA. Sin embargo, la
epidemiología del SIDA también demuestra que existe un largo periodo
de latencia que ha sido estimado entre 8 y 15 años, entre la infección
primaria por HIV y el desarrollo del SIDA.

Desde el punto de vista de su morfología y estructura genética básica,


el HIV pertenece al grupo de los retrovirus que se caracterizan por tener
un genoma constituido por ARN de cadena sencilla y se propagan por
medio de un intermediario intracelular (el provirus) formado por una
molécula de ADN de cadena doble que es sintetizada, por una enzima
viral conocida como transcriptasa inversa, a partir de la molécula
de ARN genómico viral.

La organización de su genoma y su secuencia de nucleótidos indican que


el HIV pertenece a la subfamilia de los lentivirus, que esta constituida
por retrovirus que producen infecciones crónicas de evolución lenta en
diversos animales, como son el virus de la anemia equina infecciosa, el
virus de la artritis-endefalitis caprina, el virus visna-maedi que causa
una enfermedad neurodegenerativa en los borregos y el virus de la
inmunodeficiencia del simio (SIV), que puede causar en los macacos
afectados un síndrome de inmunodeficiencia remotamente parecido
al SIDA.

La organización genómica de los lentivirus es mucho más compleja que


la de los retrovirus clásicos, como lo muestra la figura XI.1. Además de
los tres genes presentes en los retrovirus clásicos (genes
denominados gag, pol y env, mismos que codifican a las proteínas de la
cápside, a la transcriptasa inversa y funciones asociadas, y a las
proteínas de la envoltura viral respectivamente), el genoma del HIV
contiene varios genes pequeños que codifican proteínas que participan
en forma importante en la regulación de la transcripción del genoma
viral. En particular, los productos de los genes tat y rev tienen un papel
muy importante como reguladores de la transcripción y el subsecuente
procesamiento y transporte de las diferentes especies de ARN mensajero
viral.
La figura XI.2 muestra el ciclo replicativo del HIV. Es importante
mencionar que la integración del provirus dentro del genoma de la célula
hospedera es un paso indispensable para la replicación de la mayoría de
los retrovirus. Este proceso de integración sólo es posible en células
activas que pasan cuando menos un ciclo completo de división celular.
Sin embargo, existe evidencia de que el HIV es capaz de replicarse y
permanecer estable incluso en células inactivas que no han pasado por
una división celular.

La figura XI.3 muestra la estructura del virión de HIV. Estos viriones


tienen un diámetro de 100 a 120 nanómetros, son esféricos y poseen
una envoltura constituida por restos de la membrana de la célula
hospedera que han sido modificados por la inserción de dos tipos de
proteínas virales: la gp120 que forma las púas del virión y la gp4l que
queda incluida en la envoltura viral. En en el interior de la cápside viral
se ubican dos copias del genoma viral, situación que es común en todos
los retrovirus. Este genoma está formado por una molécula de ARN lineal
de cadena sencilla que consta de 9400 nucleótidos. El genoma viral se
asocia con varias copias de dos proteínas virales: p7 y p9, y la
nucleocápside resultante es recubierta por varias copias de la proteína
viral p24 para formar la verdadera cápside o centro viral.

FIGURA XI.1. Organización del genoma proviral en retrovirus simples y


retrovirus complejos. El esquema muestra la organización del genoma proviral
de un común retrovirus simple: el virus de la leucemia murina (MLV), que
muestra los genes gag, pol y env, flanqueados por las terminaciones largas
repetidas (LTR) que constituyen las secuencias promotoras de la expresión de
los genes virales y a su vez permiten la integración del genoma proviral
(provirus) en el genoma de la célula hospedera. Los genomas de dos lentivirus:
el virus Visna-Maedi y el HIV-1 muestran la presencia de nuevos genes que
codifican proteínas regulatorias que controlan el proceso de transcripción y
replicación de estos retrovirus complejos. Las siglas PRO denotan la posición
de la secuencia que codifica a la proteasa viral cuya función consiste en el
procesamiento de las proteínas virales estructurales, mismo que es necesario
para permitir el ensamble de nuevas partículas virales.
Figura XI.2. Replicación del HIV. a) la partícula viral se pega al receptor CD4
presente en la membrana de ciertos tipos de linfocitos y células inmunes. b)
el virus penetra al interior de la célula y la envoltura viral, constituida por
lípidos, es removida para permitir la fusión del virión con vacuolas
citoplásmicas. c) en el corazón de la partícula viral ocurre el proceso de
transcripción en reversa mediado por la enzima transcriptasa inversa (RT)
viral. Este evento convierte al ARN viral original en una molécula de ADN viral
que constituye el provirus. d) el provirus es introducido al núcleo celular y a
continuación ocurre la integración del provirus al genoma celular. e) el
provirus integrado es transcrito por la enzima celular ARN polimerasa II, los
transcritos virales (ARN mensajeros) son exportados al citoplasma. f) la
traducción de algunos ARN mensajeros virales conduce a la producción de
proteínas virales regulatorias, mismas que estimulan la síntesis de las
llamadas proteínas de maduración viral y de las proteínas estructurales del
virión. g) la acumulación de proteínas estructurales en la membrana celular
permite el ensamble de nuevas partículas virales. h) la maduración y brote de
nuevas partículas virales ocurre entre 36 y 48 horas después del inicio de la
infección.

Figura XI.3. Estructura del virión de HIV.(E) envoltura formada por una
bicapa de lípidos derivada de la membrana de la célula hospedera. (gp120)
glicoproteína mayor de superficie con peso molecular de 120 000 daltones.
(gp120s) forma soluble de la gp120. (gp41) glicoproteína transmembranal
con peso molecular de 41 000 daltones. (HLA) antígeno de
histocompatibilidad derivado de la membrana de la célula hospedera. (NC)
subunidades de la nucleocápside viral formada por la proteína viral con peso
de 17 000 daltones. (RT) moléculas de la enzima transcriptasa inversa viral.
(ARN + p24) ARN genómico viral rodeado de múltiples copias de la proteína
mayor del centro viral que pesa 24 000 daltones. ( ARN + p 7) ARN genómico
viral cubierto por moléculas de la proteína menor del centro viral con peso de
7 000 daltones.

A pesar de ser un virus con envoltura, el HIV es bastante resistente a la


acción de solventes orgánicos como el alcohol, éter y cloroformo.
También es muy resistente a la inactivación por agentes antisépticos y
desinfectantes como el benzal.

Solamente algunos detergentes no iónicos como el TritonXl 00, el cloro


activado y las temperaturas mayores a 60°C por varios minutos, son
eficaces para inactivar al HIV La inusual resistencia del HIV a la
inactivación por agentes fisicoquímicos es compensada por su baja
infectividad, ya que el HIV infecta a sus células blanco con dificultad.

Con base en diferencias en la secuencia de nucleótidos se ha establecido


que existen dos tipos fundamentales de HIV: el HIV-1 que corresponde
al tipo más común y que se encuentra distribuido en todo el mundo, y
el HIV-2 que fue aislado de pacientes que habitan en países
centroafricanos. Hasta la fecha, la infección por HIV-2 sigue limitada a
los países del África Central y es muy raro encontrarlo en otras partes
del mundo. Sin embargo, la enzima transcriptasa inversa encargada de
copiar el genoma viral, es una enzima que comete muchos errores de
modo que introduce nucleótidos equivocados durante el proceso de
copiado del genoma viral. La gran frecuencia con la que ocurren estas
mutaciones (alrededor de 1 error por cada 1000 nucleótidos copiados),
implica que existe una gran inestabilidad en la secuencia del genoma
viral, de manera que a partir de un mismo paciente infectado con HIV
se pueden aislar, en diferentes periodos de tiempo, cepas virales que
han diferido entre sí debido a los cambios en la secuencia de nucleótidos
del genoma viral. Esta gran viariabilidad del genoma del RIV se
interpreta como una evidencia de que este virus está en proceso de
lograr una adaptación evolutiva para establecer un equilibrio con su
hospedero natural que en este caso, parece ser el hombre. Ha sido
posible identificar la presencia del HIV en muestras congeladas de
sangre o suero sanguíneo, procedentes de pacientes que fallecieron
durante los años cincuenta. Pero todo parece indicar que el HIV
constituye una especie viral muy reciente.

La evidencia disponible indica que el HIV sólo puede infectar en forma


productiva y persistente al hombre y al chimpancé, y solamente se
replica en cultivos de células humanas o de chimpancé, en particular de
linfocitos. Sin embargo, chimpancés que han sido infectados con
grandes dosis de HIV desde 1983, no han desarrollado ninguna
enfermedad que sugiera inmunodeficiencia adquirida. Es un hecho que
el HIV tiene predilección por infectar células que poseen el receptor CD4
en sus membranas, como son los linfocitos T auxiliares, los monocitos y
los macrófagos. Sin embargo, se sabe que otros tipos de células que no
son CD4+ también son infectables por HIV, pero todo indica que estas
células no sufren efectos adversos como consecuencia de dicha
infección.

Las principales vías de contagio por este virus son la sangre (y productos
derivados de la sangre) y el contacto sexual. La eficacia del contagio por
vía sanguínea depende de varios factores como son el número de
partículas virales presentes en la sangre contaminada, el volumen de
sangre aplicado y el estado inmunológico del individuo receptor. Hoy en
día, la transmisión por vía sexual es la principal forma de contagio por
HIV. Desafortunadamente, es frecuente la transmisión del HIV de la
madre al producto, durante el embarazo o durante el periodo inmediato
al nacimiento.

La evidencia de contagio por HIV se establece por medio de una prueba


de ELISA específica (ELISA significa en inglés: enzyme linked inmuno
sorbent assay), esta prueba permite detectar en el suero sanguíneo la
presencia de anticuerpos específicos contra la proteína gp l2O del HIV.
Un resultado positivo (seropositivo) se interpreta como evidencia de que
la persona ha estado en contacto con el HIV.

Es una gran paradoja que la seropositividad anti-HIV sea interpretada


como factor de riesgo para la transmisión del propio HIV, ya que la
presencia de anticuerpos anti-HIV en el suero de los pacientes
seropositivos no parece protegerlos de desarrollar, tarde o temprano,
el SIDA. Esto contrasta con lo que ocurre en el caso de otros virus, ya
que la seropositividad antipolio, anti-viruela o anti-HBV es interpretada
como evidencia de vacunación o inmunidad específica contra estos virus.
De hecho, las personas seropositivas a la polio, viruela o HBV están
protegidas contra la infección o reinfección por estos virus y, a su vez,
son incapaces de transmitirlos a otras personas. Sin embargo, en el caso
de las personas anti-HIV seropositivas se infiere que el virus está
presente y potencialmente activo, cuando menos como provirus, en el
interior de las células linfoides infectadas. Por esta razón, la opinión
médica dominante considera a las personas anti-HIV seropositivas como
transmisores potenciales de la infección por HIV, y esto a pesar de que
en muchas personas anti-HIV seropositivas se puede demostrar la
presencia de anticuerpos capaces de neutralizar al HIV en pruebas de
laboratorio. Así, tomando en cuenta las graves repercusiones que puede
tener el diagnóstico de seropositividad anti-HIV, toda prueba
de ELISA positiva para HIV, debe ser confirmada por medio de una
prueba mucho más sensible y exacta que se conoce como Western Blot,
ya que el ELISA puede dar falsas reacciones positivas. La prueba
del Western Blot permite demostrar la existencia de anticuerpos
específicos contra todas y cada una de las proteínas estructurales del
HIV. El Western Blot positivo confirma la infección por HIV.

EL HIV Y EL SIDA

Las características clínicas del SIDA indican una profunda alteración de


los mecanismos de la inmunidad celular, por lo cual desde un principio
se llegó a sospechar que el HIV tenía como blanco a un órgano o tipo de
célula fundamental para la respuesta inmune celular. A fines de 1983,
investigadores de Francia e Inglaterra demostraron que el HIV tiene una
gran predilección por infectar linfocitos T auxiliares (o linfocitos CD4+),
los cuales se caracterizan por tener un receptor membranal denominado
molécula CD4. Este receptor reconoce una clase de proteínas conocidas
como moléculas clase II del complejo mayor de histocompatibilidad
(MHC-clase II), las cuales están presentes en las membranas de los
linfocitos B, los macrófagos y de los linfocitos T activados. La interacció n
entre el receptor CD4 y la molécula MHC-clase II es un cofactor en el
proceso de reconocimiento de antígenos específicos por parte de los
linfocitos T auxiliares. Dichos linfocitos CD4+ juegan un papel central
como coordinadores y estimuladores de otras células y actividades que
participan en la respuesta inmune de tipo específico.
Los mismos grupos de investigadores europeos demostraron que la
molécula CD4 es el receptor de alta afinidad para el HIV, mismo que se
fija a los linfocitos T auxiliares por medio de la interacción entre la
glicoproteína viral 120 (gp 120), presente en la superficie de la envoltura
del virus, y el receptor CD4. Por otra parte, estudios inmunológicos
establecieron que en pacientes con SIDA avanzado existe una
importante disminución en el número de linfocitos CD4+. Las primeras
observaciones sobre la replicación y el comportamiento del HIV en
cultivos celulares enriquecidos en linfocitos CD4+, sugirieron que el
virus es citopático para este tipo de células.

Las observaciones anteriores fueron conjuntadas para establecer un


modelo explicativo de la patogénesis del SIDA. Dicho modelo propone
que el SIDA es consecuencia de la destrucción progresiva de linfocitos
auxiliares CD4+ debida a la acción citopática del HIV y por esta razón,
los pacientes con SIDA terminan sucumbiendo a infecciones oportunistas
o a cierto tipo de tumores malignos que son consecuencia o
manifestación de la disminución de la inmunidad celular, provocada por
la pérdida de células CD4+. Un corolario que deriva de este modelo es
que el SIDA es potencialmente curable mediante la acción de antivirales
capaces de inhibir la replicación del HIV.

Sin embargo, múltiples observaciones acumuladas durante la última


década sugieren que el modelo arriba mencionado dista de ser correcto,
como lo demuestran las siguientes observaciones: 1) el número de
linfocitos CD4+ que manifiestan infección productiva por HIV es muy
reducido, siendo alrededor de 1/10 000 en la sangre periférica y 1/1000
en los ganglios linfáticos, este nivel de infección activa es mucho menor
que la capacidad del sistema inmune pra reponer a las células perdidas
como consecuencia de la infección. 2) en pacientes infectados por HIV
que se encuentran en la llamada fase asintomática, la cual puede durar
varios años, es posible detectar importantes alteraciones en los
mecanismos de inmunidad celular aun cuando sus valores de linfocitos
CD4+ circulantes se encuentran dentro de lo normal. 3) varias
parasitosis profundas y otras infecciones virales provocan una
importante disminución en la población de linfocitos CD4+, sin embargo,
no producen una sintomatología similar al SIDA. 4) Nadie ha podido
demostrar el efecto citopático del HIV in vivo. Por otra parte, diversas
cepas de HIV aisladas a partir de pacientes con SIDA terminal no son
citopáticas in vitro. 5) Es relativamente fácil aislar el HIV a partir de los
linfocitos periféricos de pacientes recién infectados con HIV, los cuales
sufren una enfermedad benigna parecida a la gripe o a la mononucleosis
infecciosa, misma que desaparece en pocas semanas. Sin embargo, es
muy difícil aislar el virus a partir de linfocitos periféricos de pacientes en
fase asintomática y sólo en algunos pacientes con SIDA terminal se
puede volver a aislar el virus con facilidad. Estas observaciones sugieren
que la replicación del HIV en los linfocitos periféricos está muy reducida
durante la larga fase asintomática. 6) agentes antivirales como la
azidotimidina también conocida como zidovudina o AZT, inhiben en
forma importante la replicación del HIV; sin embargo, no han servido
para detener la caída de los linfocitos CD4+ ni el desarrollo del SIDA en
pacientes asintomáticos tratados con estos compuestos por largo
tiempo. 7) Son cada vez más frecuentes los reportes de personas que
han estado infectadas con HIV por más de diez años y que sin embargo,
se encuentran en buena salud a pesar de no haber seguido ningún tipo
de tratamiento específico.

La falta de correlación entre los marcadores clásicos de actividad viral


(como son la concentración de partículas virales infecciosas y los niveles
de antígenos [proteínas] virales en el suero sanguíneo) y las
manifestaciones clínicas del SIDA, ha motivado a los investigadores a
establecer otros parámetros que les permitan evaluar la actividad de la
infección por HIV durante el desarrollo del SIDA.

El HIV es un retrovirus y como tal, en forma de provirus debe integrarse


al genoma de la célula hospedera para poder replicarse y,
eventualmente, producir nuevas moléculas de ARN y proteínas virales
que sirvan para ensamblar nuevos vinones infectantes. Sin embargo, la
mayor parte de los retrovirus clásicos tienden a permanecer como
provirus silenciosos dentro del genoma de sus células hospederas y sólo
muy de vez en cuando expresan su información genética con el fin de
producir nuevos componentes virales. De hecho, los retrovirus prefieren
propagarse en forma vertical o sea, cada vez que se replica el genoma
de la célula hospedera también es replicado el provirus integrado a dicho
genoma, de manera que las dos células hijas que resultan del proceso
de división celular contienen una copia del provirus retroviral integrado
en sus respectivos genomas. Esta estrategia equivale a una propagación
pasiva del genoma viral. Por lo tanto, una importan te cuestión consiste
en establecer si el HIV se propaga principalmente como un retrovirus
clásico o si por el contrario, se propaga en forma horizontal y activa: por
medio de la producción de viriones infectantes capaces de salir al medio
externo para infectar nuevas células blanco.

Así, técnicas moleculares como la llamada hibridación de ácidos


nucléicos in situ y la amplificación de secuencias genómicas específicas
por medio de la reacción de polimerasa en cadena (PCR), permiten
detectar la presencia de ARN viral y del provirus integrado en el genoma
de la célula hospedera. Estas técnicas son muy sensibles y han permitido
crear un nuevo parámetro virológico que se conoce como "carga viral",
que corresponde al porcentaje de células blanco (células hospederas)
que contienen información viral (como provirus o como ARN viral), pero
sin importar si dicha información viral está siendo utilizada para producir
nuevas partículas virales infectantes o solamente corresponde a una
infección latente en la cual no se expresa la información viral presente
en la célula hospedera.
Al parecer, en el caso de la infección por HIV, la carga viral se va
incrementando gradualmente durante el curso de los años desde la
infección inicial hasta la aparición del SIDA. Por otra parte, se ha podido
establecer que dicha carga viral aumenta preferentemente en las células
T auxiliares (CD4+) ubicadas en los tejidos linfoides como son: los
ganglios linfáticos, el bazo y el tejido linfoide presente en la pared
intestinal. También los macrófagos ubicados en estos tejidos muestran
un aumento en la carga viral por HIV. Sin embargo, en los linfocitos
CD4+ de la sangre periférica la carga viral por HIV es muy reducida ya
que sólo en 1 de cada 10 000 linfocitos CD4+ es demostrable la
presencia del provirus y de esta pequeña fracción de células infectadas
sólo el 1% manifiesta una infección activa y la consecuente producción
de nuevas partículas virales. Estos datos constituyen una gran paradoja,
ya que resulta difícil explicar la gradual disminución de la población de
linfocitos CD4+ como consecuencia de la infección activa por RW, puesto
que el número de células que muestran infección activa es muy reducido
y sobre todo, mucho menor que la capacidad del sistema inmune para
reponer las células que pudieran haber sido destruidas como
consecuencia de la infección por HIV.

Al momento de escribir estas notas (febrero de 1995), acaban de ser


publicados los resultados de dos estudios que pretenden haber resuelto
la paradoja arriba mencionada. Según estos estudios, consignados en la
bibliografía al final de este libro, el número de linfocitos CD4+ que son
destruidos y repuestos diariamente como consecuencia de la infección
por HIV, es de alrededor de 10 9 (mil millones de células), este número
es muy similiar a la carga viral promedio (número total de linfocitos y
otras células linfoides en los cuales se puede detectar provirus
o ARN viral, independientemente de que el provirus este activo o no). Los
resultados de estos estudios sugieren que durante el largo curso de la
infección por HIV que finalmente desemboca en el SIDA, se encuentra
sobreestimulada la capacidad del sistema inmune para reponer a sus
células perdidas o dañadas y que esta sobreestimulación, equivalente a
50 veces el promedio de recambio de células inmunes observado en
individuos normales, es consecuencia de una continua destrucción de
linfocitos CD4+ que tiene lugar, posiblemente, en los tejidos linfoides.
Estas investigaciones sugieren que el SIDA es consecuencia del eventual
agotamiento del sistema inmune que en un momento determinado ya
no puede reponer el número de células que son diariamente destruidas
por la infección viral. Para llegar a estas conclusiones fue necesario
correlacionar datos de laboratorio y resultados de varios protocolos de
tratamiento con antivirales experimentales en grupos de pacientes
con SIDA; dichas correlaciones se establecieron por medio de métodos
matemáticos que para ser utilizados requieren de una serie de
suposiciones y simplificaciones respecto al comportamiento dinámico de
las poblaciones virales y celulares que interactúan.
Puede ser que los resultados arriba mencionados sean una importante
contribución para comprender la dinámica de la infección por HIV. Sin
embargo, existen numerosas observaciones que hacen dudar que el HIV
sea un virus citopático in vivo. Además, persiste la cuestión de por qué
los chimpancés, que son la especie más cercana al hombre, pueden ser
infectados en forma crónica y productiva por el HIV y, sin embargo, no
desarrollan el SIDA. Si el HIV es verdaderamente citopático, resulta
difícil explicar la resistencia de los chimpancés a la enfermedad, a menos
que el sistema inmune del chimpancé tenga una capacidad de
regeneración muy superior a la del hombre, lo cual es poco probable.

La evidencia disponible sugiere que el HIV dista de ser un virus que


causa enfermedad por un mecanismo directamente citopático, como es
el caso de los virus de la influenza o del Herpes simplex. Por lo tanto,
las alteraciones en las funciones de los linfocitos CD4+, y la subsecuente
disminución de los mismos deben ser provocadas por mecanismos que
involucran al HIV de manera indirecta.

INMUNOPATOLOGÍA DEL SIDA

La inmunopatología es una disciplina que estudia la participación del


sistema inmune en el desarrollo de diversas enfermedades; en algunos
casos el sistema inmune pueder ser una de las causas de la enfermedad,
en otros casos el sistema inmune pueder ser una víctima de la
enfermedad y en otros más, el sistema inmune puede ser tanto causante
como víctima de la enfermedad. Avances recientes en el conocimiento
de la inmunopatología del SIDA, sugieren que el HIV puede ser una
causa necesaria pero tal vez no suficiente para provocar el SIDA y, por
lo tanto, se necesita de la acción de cofactores que también participan
en el mecanismo o mecanismos que conducen a desarrollar el SIDA.

Como ya fue mencionado, la infección primaria por HIV puede ser


asintomática o manifestarse como un síndrome gripal de resolución
rápida. Posteriormente hay un largo periodo de latencia que dura varios
años y que es asintomático, hasta que aparecen las primeras
manifestaciones clínicas del SIDA que se presenta como una inflamación
de varios grupos de ganglios linfáticos (linfadenopatía), acompañada de
la pérdida de peso, diarrea persistente y posteriormente, se presentan
una o varias infecciones oportunistas (causadas por microorganismos
que tienen un bajo potencial patogénico) o la reactivación de antiguas
infecciones latentes como la tuberculosis o el herpes. En algunos casos
se desarrollan tumores malignos como el sarcoma de Kaposi o ciertos
linfomas, y manifestaciones neurodegenerativas que terminan en la
demencia.

Cualquiera de los procesos anteriores puede ser la causa del


fallecimiento.
Sin embargo, desde que se describieron los primeros casos
de SIDA, varios autores notaron una importante similitud entre las
manifestaciones clínicas del SIDA y aquellas propias de ciertas
enfermedades conocidas como enfermedades autoinmunes, las cuales
se caracterizan porque el sistema inmune reconoce como extrañas a
células y moléculas del propio organismo, por lo cual las ataca y produce
enfermedad. En particular, existe un padecimiento de tipo autoinmune
conocido como enfermedad del injerto contra el hospedero, cuyas
manifestaciones clínicas son muy similares al SIDA; esta enfermedad es
producida por células inmunocompetentes (linfocitos, macrófagos, etc.)
que normalmente están presentes en el material o tejido transplantado.
La enfermedad del injerto contra el hospedero puede ocurrir como
consecuencia de la infusión de cualquier derivado de la sangre que
pueda contener linfocitos viables, como es el caso en las transfusiones
de sangre entre la madre y el feto, las transfusiones de sangre total con
fines terapéuticos, las transfusiones de plasma sanguíneo o de paquetes
de células sanguíneas. También se puede presentar esta enfermedad
como consecuencia del transplante de timo o de hígado fetal y en los
transplantes de médula ósea.

Cierto tipo de enfermedades como la anemia aplástica, las leucemias


agudas, la inmunodeficiencia combinada congénita y las anemias
resultantes de la exposición a radiaciones ionizantes o debidas al uso de
agentes quimioterápicos en el tratamiento del cáncer; pueden ser
tratadas por medio de transplantes de médula ósea, que es el tejido a
partir del cual se originan las células sanguíneas que incluyen a los
glóbulos rojos y los glóbulos blancos, entre los cuales se encuentran los
linfocitos B. Para hacer un transplante de médula ósea primero se
establece que el donador y el receptor del transplante son compatibles
a nivel de sus antígenos de histocompatibilidad, esto evita que el tejido
transplantado sea eventualmente reconocido como extraño y por lo
tanto, rechazado por el sistema inmune del receptor. Sin embargo, en
la médula ósea del donador existen células inmunocompetentes capaces
de reconocer como extraños a los tejidos del receptor. A veces no es
posible eliminar las células inmunocompetentes presentes en el tejido a
ser transplantado y esto da como resultado que las células inmunes del
tejido transplantado empiezan a reconocer como extrañas a las células
y moléculas del organismo receptor del transplante. Dichas células
inmunocompetentes se activan y atacan a los tejidos del receptor,
provocando la enfermedad del injerto contra el hospedero, misma que
puede ir desde una simple urticaria hasta una severa inmunodeficiencia,
debida al ataque de las células inmunocompetentes del injerto sobre los
tejidos linfoides del individuo receptor del transplante, y que se asocia
con el desarrollo de infecciones oportunistas y lesiones en la piel, el
hígado y el aparato digestivo.

En la actualidad se sabe que la proteína gpl20 del HIV tiene similitudes


estructurales con un tipo de proteínas humanas conocidas como
moléculas del complejo mayor de histocompatibilidad clase II (MHC-
clase II). Dichas moléculas están presentes en la superficie de los
linfocitos B, de los macrófagos y de los linfocitos T activados, y participan
en la presentación de antígenos foráneos para que estos puedan ser
reconocidos por el sistema inmune como extraños. La similitud entre gp
120 y MHC-clase II puede ser el origen de una grave confusión en la
respuesta inmune, ya que anticuerpos y células T citotóxicas capaces de
reconocer la presencia de gp l20 en la superficie de células infectadas
por HIV, son también capaces de reconocer a las MHC-clase II presentes
en la superficie de células inmunocompetentes normales, esto puede
provocar que los componentes de la respuesta inmune dirigida contra
HIV se comporten también como atacantes de las células normales que
presentan MHC-clase II. Esto puede resultar en la destrucción de varios
tipos de células inmunocompetentes entre las cuales se encuentran los
linfocitos CD4+ activados que expresan la MHC-clase II en sus
membranas.

La activación de los linfocitos T es condición necesaria para que expresen


la molécula MHC-clase II en sus membranas. Por lo tanto, existe la
posibilidad de que dicha activación dé como resultado que algunas
poblaciones de linfocitos T activados se vuelvan blanco potencial de la
respuesta inmune dirigida contra el HIV. Si tal es el caso, entonces
deben existir mecanismos dirigidos a evitar la activación de estas células
de manera que no puedan expresar la molécula MHC-clase II en sus
membranas. Durante los últimos años se han acumulado observaciones
que demuestran la presencia de abundantes linfocitos T supresores en
pacientes infectados por HIV. Se ha sugerido que la función de estos
linfocitos supresores consiste en evitar la activación de los linfocitos
CD4+ para evitar que puedan ser blanco de un ataque por parte de la
respuesta inmune contra HIV. Sin embargo, la supresión de la activación
vuelve anérgicos a los linfocitos T auxiliares (CD4+), o sea, que no
reaccionan ante agentes activadores como son los antígenos derivados
de otros microorganismos patógenos. El resutado del estado anérgico
es que los linfocitos auxiliares no pueden actuar como coordinadores y
estimuladores de la respuesta inmune celular y por lo tanto, la persona
afectada manifiesta importantes alteraciones en sus funciones
inmunitarias a pesar de que todavía no se presenta una franca
disminución en la población de linfocitos CD4+ auxiliares.

Los linfocitos T citotóxicos y los linfocitos T supresores se caracterizan


por presentar en sus membranas un receptor conocido como CD8. Por
otra parte, en personas normales la concentración de linfocitos CD4+ es
de alrededor de 1 000 por milímetro cúbico de sangre. En la sangre de
individuos normales la relación entre células CD4+ y CD8+ es de 2:1.
Sin embargo, en los pacientes infectados por HIV esta relación está
invertida con mucha frecuencia (CD4+/CD8+ 1:2) y este fenómeno
ocurre mucho antes de la disminución de la población de linfocitos
CD4+, misma que se observa en las etapas terminales del SIDA (en las
cuales la población de linfocitos CD4+ es menor a 200 por milímetro
cúbico). De hecho, la inversión del índice CD4+/CD8+ parece deberse a
una proliferación excesiva de los linfocitos CD8+. En las etapas
terminales del SIDA todas las poblaciones linfocitarias disminuyen en
número; sin embargo, la proporción relativa CD4+/CD8+ permanece
alterada, siendo estas últimas células las más numerosas en términos
relativos. Como ya fue mencionado, pacientes infectados con HIV que
están en fase asintomática muestran ya importantes alteraciones en las
funciones de los linfocitos CD4+, y se sabe que grupos de estos linfocitos
se encuentran en estado anérgico o sea, no reaccionan ante estímulos
que normalmente activan a estos linfocitos. Dicho estado de anergía
puede ser cancelado o reducido si se procede a separar a los linfocitos
CD4+ de los linfocitos CD8+. Los linfocitos CD4+ purificados muestran
una mejoría en sus reacciones cuando son ensayados in vitro, en
ausencia de linfocitos CD8+. Esto sugiere que en pacientes infectados
por HIV existe un estado inmunosupresor que bloquea la activación de
los linfocitos CD4+. Diversas observaciones sugieren que los pacientes
infectados por HIV que presentan un aumento temprano y excesivo en
sus poblaciones de linfocitos CD8+, son candidatos a desarrollar
el SIDA con mayor rapidez.

Los límites del presente libro no permiten continuar detallando otras


importantes observaciones e hipótesis referentes a la inmunopatología
del SIDA, tópico que está recibiendo cada vez mayor atención por parte
de los investigadores. Todavía no se pueden hacer conclusiones
definitivas acerca de los mecanismos causales del SIDA, y debemos
estar preparados para futuras sorpresas al respecto. Existe una gran
urgencia por conocer dichos mecanismos con el fin de lograr
tratamientos eficaces para este padecimiento. Sin embargo, a pesar de
la intensa investigación sobre este tema, todavía carecemos de
respuestas verdaderas; pero un sano principio de la ciencia consiste en
reconocer nuestras dudas, pues a partir de estas se puede llegar a
comprender y aprender; mientras que la falsa sabiduría y las respuestas
mal fundamentadas conducen a la confusión y al retraso del
conocimiento.

PREVENCIÓN Y TRATAMIENTO DEL SIDA

Hasta el momento, los tratamientos con antivirales específicos como la


azidotimidina (zidovudina) han dado pobres resultados en el tratamiento
del SIDA y sólo se han logrado progresos en el manejo de las
complicaciones clínicas del SIDA, utilizando medicamentos que
disminuyen los síntomas y molestias asociadas con esas complicaciones.
Existe una amplia variedad de agentes antivirales que están siendo
evaluados respecto a su acción contra el HIV. Desafortunadamente, la
mayoría de los antivirales probados hasta la fecha, inducen con rapidez
la aparición de mutantes de HIV resistentes a dichos antivirales.
En cuanto al desarrollo de posibles vacunas específicas contra el HIV,
cabe mencionar que la mayoría de los proyectos para el desarrollo de
estas vacunas fueron iniciados con base en una apreciación incorrecta y
apresurada de los mecanismos causales del SIDA. Hasta la fecha, la
mayoría de dichas vacunas experimentales se dirige a estimular la
producción de anticuerpos específicos contra componentes del HIV, por
medio de la inoculación en animales (o de personas voluntarias) de
proteínas o fragmentos de proteínas virales que actúen como antígenos
que estimulen al sistema inmune para producir anticuerpos específicos
contra estos componentes virales. Dichos anticuerpos podrían actuar
neutralizando al virus, evitando así que este pueda infectar a las células
del organismo vacunado.

Un importante obstáculo para el desarrollo de vacunas contra el HIV es


que no se conoce ninguna especie animal que desarrolle SIDA como
consecuencia de la infección por HIV; por lo tanto, no existe ningún
modelo animal para probar directamente la capacidad protectora de
dichas vacunas. Por esta razón se ha recurrido a métodos indirectos que
permiten establecer la presencia de una respuesta inmune contra el HIV
en chimpancés vacunados y también se ha recurrido a un sistema
paralelo que consiste en desarrollar vacunas experimentales contra el
llamado síndrome de inmunodeficiencia adquirida del simio,
supuestamente causado por un virus parecido al HIV (SIV), con la
esperanza de que los datos obtenidos en el modelo animal puedan
orientar hacia el desarrollo de una vacuna efectiva en el humano.

Desafortunadamente, estos modelos de vacunación parecen no tomar


en cuenta dos hechos fundamentales: la mayoría de los pacientes que
desarrollan el SIDA tienen anticuerpos neutralizantes específicos contra
el HIV y sin embargo no son protegidos contra la enfermedad. Por otra
parte, existen importantes evidencias de que el principal modo de
transmisión del HIV de un individuo infectado a un individuo receptor no
es por medio de los viriones libres en el suero sanguíneo del transmisor,
sino por la introducción de células infectadas en el interior del organismo
receptor y el subsecuente contacto directo entre células infectadas y
células no infectadas. En estas circunstancias, los anticuerpos
neutralizantes no pueden actuar; ya que las partículas virales
potencialmente infectantes no están libres sino protegidas en el interior
de la célula infectada.

El posible desarrollo de una vacuna efectiva contra el HIV depende de


un cambio radical en la manera como se entiende el concepto de vacuna,
ya que las vacunas antivirales clásicas (como la de la viruela o la de la
poliomielitis) están dirigidas a estimular la inmuniad humoral específica
(inmunidad por anticuerpos) y hasta la fecha no ha sido desarrollada
una vacuna efectiva contra ninguno de los virus cuyo control depende
directamente de la inmunidad celular específica (aquélla mediada
primordialmente por linfocitos T citotóxicos que atacan a las células
infectadas por estos agentes).

En vista de lo anterior, las mejores medidas para reducir el riesgo de


infección por HIV son: verificar que la sangre y derivados de sangre
utilizados con fines médicos (para transfusiones, etc.) se encuentren
libres de contaminación por HIV; evitar el uso de drogas intravenosas y
otros procedimientos que impliquen el intercambio de materiales e
instrumentos potencialmente contaminados con sangre o células
infectadas; evitar la promiscuidad sexual y utilizar condones durante el
acto sexual.

X I I . L A E V O L U C I Ó N D E L O S V I R U S

LOS VIRUS sufren cambios evolutivos al igual que los seres vivos. Los
genomas virales están sujetos a la mutación con la misma frecuencia
común a todos los ácidos nucleicos, y cuando las condiciones favorecen
a un mutante en particular, éste es seleccionado, dando origen a una
nueva cepa que paulatinamente substituye a la anterior. Hoy día existen
dos opiniones predominantes en relación con el origen de los virus. La
primera opinión considera que los virus se originaron a partir de células
degeneradas que perdieron la capacidad para hacer vida libre. De
acuerdo con la segunda opinión, los virus se originaron a partir de
fragmentos de ácido nucleico celular que escaparon de la célula original.
La biología molecular de los fagos y bacterias difiere en forma
considerable de la de los virus de eucariotes y sus respectivas células
hospederas, al grado de que no es posible propagar bacteriófagos en
células eucarióticas o virus animales en bacterias. Esto sugiere que los
fagos y los virus de eucariotes se originaron en forma independiente.

Los virus están exitosamente diseminados en los reinos animal y


vegetal, al grado de que ningún grupo de organismos conocidos hasta
la fecha se encuentra libre de ser infectado por virus. La evolución
exitosa de cualquier parásito requiere de la supervivencia de la especie
hospedera. Un ejemplo interesante de esto lo constituye la evolución del
virus del sarampión, el cual sólo infecta al ser humano y la infección
generalmente resulta en la adquisición de inmunidad permanente por
parte del individuo infectado.

Se ha estudiado la frecuencia de la incidencia de sarampión entre los


habitantes de diversas islas y se ha encontrado una buena correlación
entre el tamaño de la población y el número de casos de sarampión
registrados en cada isla a lo largo del año. Se requiere una población de
cuando menos 500 000 individuos para proporcionar suficientes
individuos susceptibles (recién nacidos) capaces de mantener la
prevalencia del virus en la población. En poblaciones menos numerosas
el virus tiende a desaparecer, a menos de que sea reintroducido desde
el exterior.

Desde el punto de vista geológico, el hombre es una especie muy


reciente y solamente ha existido en poblaciones numerosas durante los
últimos 8 000 o 10 000 años. Por lo tanto, se sospecha que el virus del
sarampión no existía en su forma actual en épocas cuando los núcleos
de población humana eran todavía muy pequeños. Basándose en la
similitud antigénica entre el virus del sarampión y aquellos del moquillo
canino y la ictericia febril del ganado, F. L. Black ha postulado que estos
tres virus provienen de un antepasado común, el cual infectaba por igual
a humanos, perros y ganado en épocas prehistóricas. El virus ancestral
evolucionó hacia el actual virus del sarampión cuando los cambios en el
comportamiento social del hombre dieron origen a poblaciones lo
suficientemente grandes para mantener la prevalencia de la infección.
Este evento evolutivo debió de haber ocurrido en los últimos 6 000 años,
a partir del establecimiento de las primeras civilizaciones en
Mesopotamia.

En el caso del virus de la influenza es posible distinguir tres diferentes


tipos de acuerdo con la antigenicidad de sus nucleoproteínas; estos tipos
son: A, B y C. El virus tipo A es causante de epidemias mundiales
(pandemias) de influenza.

Los virus de la influenza tipos A y B causan epidemias durante el


invierno. El virus tipo C sólo causa padecimientos respiratorios menores.
La resistencia a la infección depende de que el organismo susceptible
haya sido expuesto previamente al virus infectante. Los antígenos
virales más importantes en relación con la producción de inmunidad
protectora son la hemaglutinina externa (HA) y la glicoproteína
neuraminidasa (NA). Los virus A y B de la influenza se encuentran en
evolución continua produciendo nuevos tipos de los antígenos HA y NA;
por lo tanto, resulta inefectiva la inmunidad previamente adquirida por
el organismo.

A partir de 1932 se empezaron a aislar cepas del virus de la influenza


tipo A. Cada nuevo aislado del virus ha sido probado serológicamente
con antisueros capaces de neutralizar las otras cepas conocidas del virus
A. Con el paso del tiempo se ha hecho evidente que las nuevas cepas
aisladas difieren cada vez más en el nivel antigénico de las primeras
cepas aisladas. Actualmente ya no es posible aislar en la población
humana virus tipo A correspondientes a las cepas originales aisladas en
1932. Este fenómeno se conoce como deriva antigénica y presupone
que en forma natural se producen cepas de virus que presentan nuevos
antígenos; estos mutantes son seleccionados en forma natural de entre
la población de virus de la influenza. Experimentos in vitro, en los cuales
el virus es propagado en cultivos de células en presencia de
concentraciones de anticuerpos insuficientes para neutralizar la
totalidad del virus inoculado, permiten obtener progenie viral que al ser
transferida a otro cultivo celular en presencia de anticuerpos contra el
virus de la cepa original demuestran que después de siete transferencias
en serie la progenie viral resultante difiere radicalmente en sus
determinantes antigénicos cuando se le compara con el virus del inóculo
original. Se supone que esta evolución in vitro es equivalente al proceso
de selección natural que ocurre por el repetido pasaje del virus de la
influenza por el tracto respiratorio de diferentes individuos.

El análisis de cepas aisladas a lo largo de 40 años demuestra que la


evolución del virus de la influenza tipo A no depende exclusivamente de
la deriva antigénica sino también ocurre en saltos evolutivos que
representan la casi misteriosa aparición de nuevas cepas denominadas
subtipos, diferentes por completo en sus antígenos HA y NA a las cepas
prevalentes en los años previos inmediatos. Este fenómeno se conoce
como cambio antigénico y es característico del virus tipo A, mientras que
el virus tipo B, como se ha visto, solamente evoluciona por deriva
antigénica.

Existe evidencia serológica de que en el pasado reciente el hombre ha


sido infectado por subtipos del virus de la influenza que están
emparentados con las cepas contemporáneas H2N2 y HbN2 que infectan
al humano, y la cepa HswlNl que infecta al cerdo. La importancia de los
subtipos virales es evidente cuando se considera la correlación entre su
aparición y la ocurrencia de pandemias de influenza. Algunas hipótesis
para explicar el origen del cambio antigénico se basan en el hecho de
que cepas del virus de la influenza de humanos pueden infectar a los
animales, y diferentes subtipos del virus A tienen al cerdo, al caballo y
a algunos tipos de pájaros como hospederos naturales. El virus tipo B
solamente infecta al ser humano; por lo tanto, existe una correlación
entre la ausencia de cepas de virus tipo B capaces de infectar especies
animales y la falta de cambio antigénico, lo que contribuye a explicar la
ausencia de pandemias de influenza debidas al virus tipo B. La
explicación más sencilla para el fenómeno de cambio antigénico consiste
en que una cepa del virus capaz de infectar animales adquiere la
capacidad para infectar al hombre. Esto explicaría el hecho de que en la
pandemia de influenza de 1957 se aisló una cepa del virus que tiene
antígenos HA y NA totalmente diferentes a los de la cepa del virus más
común en el año 1956. A mediados de los años setenta se aisló en varias
regiones de Estados Unidos el mismo subtipo de virus de la influenza a
partir de cerdos y granjeros dedicados a la cría de cerdos; este hecho
demostró que realmente ocurre el intercambio de cepas de virus de la
influenza entre diferentes especies animales. Sin embargo, no se
produjo ninguna pandemia a pesar de que la población humana carecía
de inmunidad contra el subtipo viral HswlNl característico del cerdo. Por
lo tanto, se ha especulado que este subtipo del virus carece de la
capacidad para ser transmitido directamente entre seres humanos.

Los indios americanos sufrieron un gran desastre demográfico en los


años inmediatos posteriores al descubrimiento de América; este
desastre ha sido generalmente atribuido a la introducción de la viruela
en el Nuevo Mundo. Sin embargo, la viruela no fue introducida en Santo
Domingo sino hasta 1518, o sea, veintiséis años después del
descubrimiento; ya para entonces la población de la isla había
disminuido de más de un millón (en 1492) a poco más de diez mil
habitantes, por lo tanto, la viruela no es la causa de esta mortandad. El
historiador Francisco Guerra ha sugerido, basándose en los relatos de
diversos cronistas de Indias, como Bartolomé de las Casas, Fernández
de Oviedo, Hernando Colón y Herrera y Tordesillas, que la mayor parte
de la mortandad entre los indios de Santo Domingo fue causada por una
epidemia de influenza porcina. De acuerdo con las crónicas, la epidemia
se inició en La Isabela, la primera ciudad del Nuevo Mundo, el 9 de
diciembre de 1493, un día después de la llegada de 1 500 hombres y
animales domésticos transportados en los diecisiete barcos que
constituían la segunda expedición de Colón. Los animales domésticos,
que incluían ocho cerdas, habían sido embarcados en el la nave insignia
en La Gomera, Islas Canarias, entre el 5 y el 7 de octubre de 1493, pero
el contacto entre los animales y los miembros de la expedición ocurrió
solamente después del desembarco en Santo Domingo cuando, de
acuerdo con las crónicas, los caballos fueron considerados perdidos a
causa de una enfermedad. Todas las fuentes históricas están de acuerdo
en la fecha, lugar y descripción de las manifestaciones clínicas y
mortandad de la epidemia. El cuadro clínico corresponde a una infección
aguda extremadamente contagiosa capaz de afectar en forma inmediata
a todos los miembros de la expedición incluyendo al propio Colón. Los
sintomas consistían en fiebre elevada, escalofrío, postración y elevada
mortalidad, aunque aquellos que sobrevivieron manifestaron resistencia
a las recaídas.

Crónicas que hablan de otros brotes de la enfermedad posteriores a la


invasión de tierra firme, entre 1514 y 1519, mencionan problemas
respiratorios y epistaxis (hemorragias nasales) como síntomas
asociados. Los cronistas indican que después de haber afectado a los
españoles, la enfermedad empezó a provocar la muerte de
"innumerables indios".

El corto periodo de incubación observado en la epidemia de 1493 y la


evolución del padecimiento descartan al paludismo como causante de la
epidemia y, por el contrario, apoyan clínica y epidemiológicamente que
la enfermedad causante fue la influenza. Guerra ha estudiado el papel
de los virus de la influenza porcina en la producción de pandemias de
influenza en humanos, y ha comparado la evolución demográfica de las
Antillas desde la llegada de Colón en 1492, con la evolución demográfica
de las Filipinas desde la llegada de Magallanes en 1521. Ambos
archipiélagos tienen una extensión y clima similares. Sin embargo, los
indígenas precolombinos prácticamente carecían de animales
domésticos y por lo tanto fueron por primera vez expuestos a los virus
de estos animales después de la llegada de Colón. Los filipinos poseían
animales domésticos incluyendo tres especies de cerdos, antes de la
llegada de Magallanes. Por lo tanto, los filipinos habían adquirido
inmunidad que les permitió tolerar la colisión inmunológica con los
exploradores españoles, mientras que los antillanos perecieron en
grandes cantidades debido a la carencia de inmunidad previa. Los
cronistas han dejado constancia de la inmunidad selectiva mostrada por
los indígenas. Fernández de Oviedo comentó la resistencia de los indios
a las enfermedades venéreas y la frambesia, mientras que el obispo Las
Casas hizo notar lo susceptibles que eran a los padecimientos
respiratorios. El cronista Solórzano Pereira escribió que "el aliento ajeno
mata al indio"

Existe una teoría cíclica para explicar el cambio antigénico; esta teoría
se basa en la observación de anticuerpos contra la influenza en el suero
de personas que estaban vivas antes de 1932, año en que fueron
aisladas las primeras cepas del virus. Suero humano obtenido en 1957,
el año en que apareció el virus subtipo H2N2, fue mantenido en
congelación y posteriormente probado para establecer si contenía
anticuerpos contra las cepas contemporáneas H2N2 y H3N2. El suero de
individuos que ya estaban vivos en 1889, pero no, en 1888, mostró la
presencia de anticuerpos contra el subtipo H2N2; esto sugiere que estos
individuos habían sido infectados por una cepa H2N2 en 1889.
Experimentos similares demostraron que la cepa H3N2 ya estaba
presente alrededor de 1900. Por lo tanto, la teoría cíclica supone que las
cepas virales se "ocultan" con cierta periodicidad, permaneciendo quizá
en otra especie que actúa como hospedera hasta que la población de la
especie hospedera natural, que manifiesta inmunidad contra el virus, es
substituida paulatinamente por un número suficiente de nuevos
individuos susceptibles que no han estado expuestos al contagio por el
virus. Bajo estas condiciones, el virus puede resurgir e infectar una vez
más una proporción considerable de la especie hospedera natural.

El ciclo observado en el caso de los subtipos H2N2 y H3N2 es de


alrededor de 60-70 años, o sea, equivalente a la expectativa de vida
promedio. Sin embargo, la aparición en 1977 de una cepa HINI idéntica
desde el punto de vista serológico y de hibridación de ácidos nucleicos
a la cepa presente en 1950 sugiere que una nueva población de
individuos susceptibles puede acumularse en sólo 25 años.

El genoma del virus de la influenza (tipos A y B) consta de ocho


segmentos de ARN de cadena sencilla, cada uno de los cuales da origen
a un ARN mensajero monocistrónico. Cuando una célula es infectada en
forma simultánea por más de una cepa del virus de la influenza los
nuevos fragmentos de ARN viral sintetizados pueden mezclarse al azar,
dando origen a viriones híbridos que son genéticamente estables. Se ha
demostrado que estas cepas híbridas pueden diseminarse en forma
natural e infectar animales susceptibles. Cepas que pueden haberse
originado por la combinación genética espontánea entre cepas de virus
humano y de virus de animal han sido aisladas en forma natural. Algunos
autores sugieren que la recombinación genética espontánea constituye
el principal mecanismo por el cual surgen las nuevas cepas o subtipos
del virus de la influenza tipo A.

X I I I . L O S V I R U S Y L A I N G E N I E R Í A
G E N É T I C A

UN FENÓMENO comúnmente observado en el laboratorio consiste en que


un fago capaz de propagarse en una cepa bacteriana determinada se
replica en forma ineficiente cuando es crecido en otra cepa diferente. Se
dice que estos fagos están restringidos cuando se encuentran en una
cepa bacteriana diferente de aquella en la cual han sido propagados
originalmente. Sin embargo, casi siempre una pequeña proporción del
fago es capaz de evadir el estado de restricción y crecer de manera
adecuada en la nueva cepa bacteriana, pero la progenie de este fago
será incapaz de crecer en la cepa bacteriana que originalmente perm itió
la propagación del fago precursor. Estas observaciones sugieren que una
modificación específica inducida por la nueva bacteria hospedera
protege al fago de manera que no puede ser restringido dentro de la
nueva cepa bacteriana, pero a la vez pierde la capacidad para crecer en
la antigua cepa hospedera.

A principios de los años sesenta, Bertani, Weigle y Arber demostraron


en forma independiente que la modificación inducida por el hospedero
ocurre en el nivel del ADN del fago, y el fenómeno de restricción es
consecuencia de la degradación por hidrólisis enzimática del ADN viral
que no ha sido modificado. El ADN de la bacteria hospedera y otros ADNs
presentes en dicha céla son modificados por la adición de grupos metilo
(CH3) en sitios específicos los cuales son normalmente reconocidos por
un tipo de enzimas conocidas como enzimas de restricción, las cuales
solamente pueden degradar ADN no metilado. Así, la metilación de una
base en particular presente en la secuencia de nucleótidos reconocida
por la enzima, impide la hidrólisis y ruptura del ADN en la región de esta
secuencia. Las enzimas de restricción son endonucleasas capaces de
reconocer secuencias específicas de nucleótidos en el ADN de cadena
doble y cortar ambas cadenas a la altura de dichas secuencias. Cada
tipo de enzima de restricción reconoce una secuencia de nucleótidos en
particular, la cual generalmente consta de cuatro a seis pares de bases.
Una caracterísuca notable de los sitios donde actúan las enzimas de
restricción consiste en que la secuencia de bases es palindrómica y el
sitio de corte está localizado en forma simétrica con respecto al doble
eje de simetría, por ejemplo: la secuencia reconocida por la enzima de
restricción Eco Rl, obtenida de la bacteria E. coli, es:
FIGURA XIII.1. Recombinación in vitro de dos fragmentos de ADN.

En este caso, la unión AG presente en cada cadena de nucleótidos es


hidrolizada por la endonucleasa.

Hasta la fecha han sido purificadas y caracterizadas más de cien


diferentes enzimas de restricción. Su nomenclatura consiste en una
abreviatura de tres letras correspondientes a la bacteria productora de
la enzima (por ej.: Hae = Haemophilus aegyptum) más una letra en
ciertos casos, que designa a la cepa bacteriana, y un número romano,
por ej.: Hae III.

La caracterización de las enzimas de restricción ha permitido desarrollar


técnicas refinadas para manipular los genes. El factor principal en estas
técnicas está dado por la capacidad de ciertas enzimas de restricción
para producir cortes escalonados (indentados) en sitios bien definidos
presentes en las moléculas de ADN. La figura XIII.1 ilustra la manera en
que estas enzimas pueden ser utilizadas: ADN procedente de dos fuentes
diferentes es cortado con la misma endonucleasa (por ej.: Eco Rl) para
producir fragmentos que poseen colas o términos de cadena sencilla
cuyas secuencias de nucleótidos son complementarias. Incubando
mezclas de ambos fragmentos en condiciones que favorecen la reunión
de los mismos en presencia de la enzima ADN ligasa, es posible producir
fragmentos de ADN híbrido también conocido como ADN recombinante.
Es relativamente sencillo introducir en una bacteria fragmentos
de ADN por medio del proceso conocido como transformación. Sin
embargo, dichos fragmentos de ADN no pueden replicarse y acaban
siendo eliminados. Para evitar este problema, el fragmento de ADN es
insertado en un vector o vehículo de clonación, el cual consiste en una
molécula de ADN capaz de replicarse en forma autónoma. Entre los
vectores más a menudo utilizados se encuentran los plásmidos
bacterianos, que son pequeñas moléculas de ADN circular de cadena
doble, los cuales generalmente contienen genes que codifican toxinas o
enzimas capaces de inactivar ciertos antibióticos. Los plásmidos son
cromosomas bacterianos accesorios y se diferencian del cromosoma
principal en que los plásmidos no son estrictamente necesarios para la
subsistencia y reproducción de la bacteria en cuestión. Los plásmidos
pueden replicarse independientemente del cromosoma principal. Las
bacterias pueden contener plásmidos tipo unicopia o multicopia (más de
20). En general, los plásmidos multicopia son pequeños y a menudo se
utilizan como vehículos moleculares de donación. Por ejemplo, una
célula de E. coli generalmente contiene 20 moléculas (copias) de
plásmidos y sólo una molécula del cromosoma principal.

Otros vectores de donación están representados por ciertos


bacteriófagos, particularmente el fago ha sido utilizado con éxito en
diversos protocolos de manipulación genética. El fago  tiene dos
grandes ventajas como vector de clonación. En primer lugar,
el ADN recombinante puede ser preparado en grandes cantidades, ya que
cada bacteria produce cientos de copias del ADN viral recombinante.
Dicho ADN recombinante puede ser purificado fácilmente, ya que aparece
como componente de las nuevas partículas del fago  . Utilizando cepas
mutantes del fago defectuosas en su capacidad para lisar la célula
hospedera, es posible incrementar el rendimiento de nuevas partículas
virales, las cuales pueden ser recuperadas induciendo artificialmente la
lisis de la bacteria hospedera. El actual conocimiento detallado de la
estructura del genoma del fago permite construir mutaciones que
incrementan la transcripción del ADN recombinante insertado en el
genoma del fago. Es posible eliminar grandes regiones del genoma
del fago que no son esenciales para la replicación del ADN viral y la lisis
de la bacteria hospedera; las regiones eliminadas pueden ser
substituidas por fragmentos de ADN recombinante procedente de las
más variadas fuentes. Solamente se requiere un 25% del genoma del
fago para permitir el crecimiento lítico de este fago en la bacteria
hospedera. Sin embargo, la eliminación del exceso de ADN viral, incluso
de ADN que no contiene secuencias esenciales para la replicación del fago
provoca que las nuevas copias de ADN no pueden ser empacadas en
partículas virales. Esta última propiedad es muy útil en ingeniería
genética, pues el ADN del fago  puede ser reducido en tamaño
cortándolo con una enzima de restricción posteriormente,
este ADN puede ser mezclado con un ADN foráneo que ha sido cortado
con la misma enzima de restricción, de manera que ambos tipos
de ADN pueden recombinarse formando un ADN híbrido de suficiente
tamaño como para ser introducido por transfección en bacterias
susceptibles. El ADN recombinante puede replicarse en la bacteria, dando
origen a nuevas moléculas de ADN recombinante con un tamaño
suficiente para ser empacadas en partículas virales. Sólo las partículas
que contienen ADN recombinante en cantidad equivalente a 7S-105%
del ADN originalmente presente en el genoma del fago  pueden ser
empacadas en nuevas partículas virales que producirán la formación de
placas en un cultivo infectado; de esta manera, pueden ser distinguidas
y separadas de aquellas partículas que contienen un ADN de tamaño
insuficiente debido a la ausencia de recombinación con el ADN foráneo
(figura XIII.2).

FIGURA XIII.2. Esquema que muestra cómo puede ser utilizado un mutante del
fago 1 como vector de clonación. La reacción de empacamiento selecciona las
moléculas de ADN recombinante.

Actualmente existen métodos análogos a los empleados para


donar ADN recombinante en bacterias, para propagar fragmentos
de ADN recombinante en células eucarióticas. En este caso, los vectores
de donación están representados por virus de animales como el SV4O,
los adenovirus y algunos rotavirus, además de algunos virus de plantas
útiles para clonar genes en células vegetales.

X I V . E L O R I G E N D E L O S V I R U S

EXISTEN dos principales teorías con respecto al origen de los virus. Una
teoría propone que los virus son consecuencia de la degeneración de
microorganismos (bacterias, protozoarios y hongos) que alguna vez
fueron parásitos obligatorios de otras células, a tal grado que se
convirtieron en parásitos intracelulares y perdieron paulatinamente
todos los componentes necesarios para desarrollar un ciclo de vida libre
independiente de la célula hospedera. Sin embargo, el hecho de que la
organización de los virus es de tipo no celular, es un importante
argumento en contra de esta teoría, ya que las cápsides virales son
análogas, desde el punto de vista morfogenético, a los organelos
celulares constituidos por subunidades de proteína, tales como flagelos
y filamentos que forman el citoesqueleto, y no son parecidas a las
membranas celulares. Por otra parte, las envolturas de los virus no
muestran similitudes arquitectónicas con las membranas celulares o en
caso de poseer dicha arquitectura es debido a que la envoltura viral fue
adquirida como consecuencia de la protrusión o brote de la partícula
viral a través de la membrana celular.

La otra teoría propone que los virus son el equivalente a genes


vagabundos. Por ejemplo, es probable que algunos fragmentos de ácido
nucleico hayan sido transferidos en forma fortuita a una célula
perteneciente a una especie diferente a la que pertenecen dichos
fragmentos, los cuales en lugar de haber sido degradados (como ocurre
generalmente), por causas desconocidas podrían sobrevivir y
multiplicarse en la nueva célula hospedera.

En 1967, Diener y Rayner descubrieron que el agente causal de cierta


enfermedad de la papa simplemente consiste en una pequeña molécula
de ARN circular de cadena sencilla, carente de cápside proteica.
Este ARN desnudo presenta ciertas regiones en las cuales ocurre
apareamiento entre nucleótidos con bases complementarias por medio
de puentes de hidrógeno. Estas moléculas,
denominadas viroides, constituyen el tipo más pequeño de agente
infeccioso capaz de replicarse.

Los viroides se caracterizan por producir diversas enfermedades en


plantas. Ha sido posible determinar la secuencia de nudeótidos en
el ARN de ciertos viroides como el PSTV. Estudios de hibridación de
ácidos nucleicos han demostrado que cuando menos 60% de la
secuencia de nucleótidos del PSTV está presente también en el genoma
de las plantas que son usualmente infectadas por este viroide. Lo
anterior sugiere que los viroides representan ejemplos de genes
vagabundos que se originaron a partir del genoma de ciertas plantas.

El reciente descubrimiento de que los oncogenes retrovirales son casi


idénticos a ciertos genes normalmente presentes en las células
eucarióticas (protooncogenes) ha permitido establecer que los virus son
capaces de incorporar en sus genomas secuencias de nucleótidos
presentes en la célula hospedera. Estas secuencias adquiridas por el
retrovirus pueden ser introducidas por el propio virus en otra célula
perteneciente a una estirpe diferente. De esta manera, los retrovirus, y
quizá también otros tipos de virus, pueden actuar como vectores de la
evolución, transfiriendo fragmentos de información genética entre
diferentes especies. Por lo tanto, no es improbable que los retrovirus
sean el resultado de la eliminación de ciertos fragmentos de ácido
nucleico originalmente presentes en el genoma de células eucarióticas.

Es poco probable que todos los virus conocidos hayan derivado del
mismo progenitor ancestral. Es más probable que diferentes tipos de
virus hayan surgido en diferentes ocasiones por medio de cualquiera de
los mecanismos invocados por las teorías mencionadas. Sin embargo,
una vez que se ha formado un virus en particular, éste estará sujeto a
presiones evolutivas al igual que los organismos procarióticos y
encarióticos. Un proceso que contribuye a la evolución viral es la
recombinación entre dos diferentes tipos de virus. Por ejemplo, el fago
P22, que afecta la Salmonella, puede recombinarse con otros fagos cuya
morfología es diferente (por ej.: fagos Fels1 y Fels-2) e incluso con el
fago que infecta la E. coli, pero no a la Salmonella. Casos similares de
recombinación "ilegítima", la cual ocurre entre moléculas de ADN que
muestran poca homología entre sus respectivas secuencias de bases,
han sido observados en diferentes tipos de virus animales.

Los avances en la caracterización de los virus a nivel molecular, sugieren


que los virus coevolucionan con sus organismos hospederos,
posiblemente esto se debe a que los virus son parásitos intracelulares
extremos y, por lo tanto, requieren de la supervivencia del hospedero
para poder asegurar su propia supervivencia. Es interesante notar que
cuando un virus se replica en su hospedero natural, tiende a no causar
enfermedad en el mismo o causa una enfermedad leve y autolimitada
en la mayoría de los casos. Varios de los virus conocidos producen
enfermedades severas sólo cuando infectan organismos diferentes a sus
hospederos naturales. Lo anterior sugiere que buena parte de los virus
asociados con la producción de enfermedades, son virus que están en
proceso de adaptarse a un nuevo tipo de hospedero y que una vez
lograda dicha adaptación, la estrategia del virus consiste en perpetuarse
y propagarse sin afectar al organismo hospedero.

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