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En el presente texto daré cuenta de la clase dictada por Michel Foucault el 1° de febrero
de 1978 en el Collège de France, esta clase, junto a otras, ha sido taquigrafiada y
compendiada en el libro Seguridad, territorio, población. Para abordar el texto nos
centraremos en la idea de gobierno, la analizaremos desde lo que en el texto se llama
arte de gobernar, población y gubernamentalidad, además nos guiaremos por la
pregunta ¿qué es el arte de gobernar?
M. Foucault nació en Poitiers -Francia- el 15 de octubre de 1926, murió en París en 25
de junio de 1984. Fue influenciado por los filósofos M. Heidegger, S. Freud y F.
Nietzsche; en algunos ámbitos no se le considera estrictamente como filósofo; en otros
es considerado como posestructuralista, aunque él se identificó más como un crítico
histórico.
Después de trabajar en varias universidades, llegó al Collège de France entre 1970
(dirigió su primera Lectio inaugural) y 1984. Un año antes cambian la orientación y
nombre de la cátedra: Historia del pensamiento filosófico a Historia de los sistemas de
pensamiento, este curso tuvo la orientación de develar el cambio de sistema de
gobierno, mostrando que el objetivo ya no es el dominio y control sobre la tierra sino
sobre los sujetos. Se destacaba por ser una persona abierta a sus estudiantes, promotor
de ideas de izquierda, con auditorios colmados de estudiantes (se dice que llegaron a ser
unos 500), abierto a responder las preguntas de sus alumnos, pero sin generar debates.
Las notas con las que contamos actualmente son gracias a que sus estudiantes gustaban
de grabar sus clases. Finalmente murió enfermo de sida en 1984 en París.
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Para abordar el tema de lo que se entiende por gobierno del Estado, toma El Príncipe1
(1532) de Nicolás Maquiavelo (1469-1527), este texto sirve de referencia ya que se
escribió una vasta literatura tanto a favor como en contra entre los siglos XVI y XIX, y
se orienta bajo la pregunta “¿cómo y en qué condiciones se puede mantener la soberanía
de un soberano sobre un Estado?” (Foucault, 2006, pág. 116). Tomando como un
género positivo el antimaquiavelismo, una lucha contra las ideas de Maquiavelo,
Foucault se sitúa para exponer sus ideas sobre el gobierno del Estado.
Los que hacen oposición a Maquiavelo, reconstruyen el príncipe mostrándolo como
alguien dotado de singularidad y exterioridad, es singular porque es el único gobierna,
diferente a la idea de que gobernar es un oficio de cualquier hombre (tema que
trataremos más adelante); es exterioridad porque el poder que ejerce es sobre otros, no
sobre sí mismo, ese poder le viene dado ya por herencia familiar, ya por adquisición o
conquista, mediados por la violencia y la tradición. El príncipe es visto como otro
exterior, personalmente podría decir como un no-pueblo con el cual los gobernados no
se identifican; los lazos que los unen son frágiles, ya que son dos los grupos que quieren
tomar acciones en contra de él, sus gobernados o súbditos, y sus enemigos, el
principado como territorio se ve amenazado y el príncipe ha de usar su poder para
mantener, fortalecer y proteger el principado. Aquí Foucault nos muestra una idea sobre
el arte de gobernar: “El arte de gobernar, el arte de ser príncipe presentado por
Maquiavelo, debe tener como objetivo ese lazo frágil del príncipe con su principado”
(Foucault, 2006, pág. 116).
Tenemos una primera posible respuesta a la pregunta que nos planteábamos ¿qué es el
arte de gobernar? La respuesta la encontramos en torno al príncipe que se asegura la
propiedad de un principado, no como compartido con otros sujetos sino como propiedad
de uno solo.
Basándose en una obra antimaquiaveliana, La Miroir Politique (1567, post mortem) de
Guillaume de La Perrière (1499-1565), Foucault quiere hacer dos diferencias, primero
entre gobernar, es ejercer dicha acción sobre otros en cualquier ámbito de la vida como
en una casa, en un convento, una familia, etc., y gobernante, es el que ejerce dicha
acción de manera instituida como el rey, el príncipe, juez, etc.; nos dice nuestro filósofo:
“El príncipe, tal como aparece en Maquiavelo o en las representaciones que
se hacen de él, es por definición […] único en su principado y está en una
posición de exterioridad y trascendencia con respecto a él. Mientras que, en lo
referido al gobernador, la gente que gobierna, la práctica del gobierno, se ve
por una parte que son prácticas múltiples, pues muchas personas gobiernan: el
padre de familia, el superior de un convento […] hay en consecuencia
muchos gobiernos, entre los cuales el del príncipe que gobierna se Estado
solo es una modalidad entre otras” (Foucault, 2006, pág. 117).
La gran diferencia entre el príncipe y cualquier otro gobernador radica en la
singularidad y trascendencia del príncipe de Maquiavelo, pues es único y exterior a los
súbditos; y en la multiplicidad (el gobierno se da en varios ámbitos y con distintos
gobernadores, no solo uno como en el principado) e inmanencia (el gobierno se da al
interior de la institución, los conventos por ejemplo, y el gobernador hace parte de la
institución, el gobernador del convento es un religioso que ha vivido allí).
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Para referirme al texto de Maquiavelo usaré Príncipe, P mayúscula, y usaré príncipe para referirme al
término en general.
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La pregunta sobre el arte de gobernar tiene su respuesta en que el gobernar no es
exclusivo del príncipe, sino que esta es una acción ejercida por muchos sujetos, pero
dicha acción es focalizada, ¿qué pasa con el conjunto del Estado? Veámoslo.
Una de las formas de gobierno que más interesa por su abarcamiento es la de totalidad
del Estado, la mirada central se posa sobre la economía. Ella emerge al hacer el análisis
de las formas de gobierno de la mano de François La Mothe Le Vayer dirigidos al
delfín, futuro heredero del trono. En sus textos presenta tres tipos de gobierno: de sí
mismo, que depende la moral; de la familia, que depende de la economía; del Estado,
que depende de la política. Entre estos tres artes de gobernar hay una continuidad
expresada en dos formas: ascendente y descendente. Continuidad ascendente:
“Continuidad ascendente en el sentido de que quien pretende ser capaz de
gobernar el Estado debe saber ante todo gobernarse a sí mismo; luego, en otro
nivel, gobernar a su familia, sus bienes, su propiedad y, por último, llegará a
gobernar el Estado” (Foucault, 2006, pág. 119).
El príncipe es aquel que modela esta continuidad ascendente, y desde la que se sitúa La
Mothe Le Vayer.
Por otro lado la continuidad descendente: “[...] tenemos una continuidad descendente en
el sentido de que, cuando un Estado está bien gobernado, los padres de familia saben
gobernar bien a su familia, sus riquezas, sus bienes, su propiedad, y los individuos
también se dirigen como corresponde” (Foucault, 2006, pág. 119). En esta caso no hay
un modelador sino un garante de que se cumpla tal continuidad, estos son los policías,
los cuales comienzan a hacer su entrada en la historia como los conocemos hoy.
El arte de gobernar es, desde este punto, el ser modelo para los súbditos y ejercer
control sobre ellos para que sigan dicho modelo.
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de La Perrière: “Gobierno es la recta disposición de las cosas, de las cuales es menester
hacerse cargo para conducirlas hasta el fin oportuno” ( como se cita en Foucault, 2006,
pág. 121). Foucault toma la palabra las cosas para introducirnos en lo que Maquiavelo
piensa es el objeto del poder del Príncipe, esto es el territorio y la gente que lo habita.
Para Maquiavelo el territorio es fundamental ya que sobre eso se ejerce poder, la gente
que lo habita está incluida en el mismo. Pero no es esta idea de la que se quiere seguir
Foucault en cuanto toma a de La Perrière, sino centrarse sobre las cosas, puesto que
ellas significan un cumulo de relaciones de los hombres con los objetos, sus prácticas y
su entorno. Para explicarnos esto nos muestra la metáfora de la nave:
“¿Qué es gobernar un navío? Es hacerse cargo, desde luego, de los marineros,
pero al mismo tiempo de la nave y su cargamento; gobernar un navío es
también tener en cuenta los vientos, los escollos, las tempestades, las
inclemencias del tiempo. Y esta puesta en relación de los marineros con el
barco que preciso salvar, con el cargamento que hay que llevar al puerto, y
sus vínculos con todos esos sucesos que son los vientos, los escollos, las
tempestades, es lo que caracteriza el gobierno de una nave” (Foucault, 2006,
pág. 122-123).
Encontramos una visión integradora del gobierno sobre las cosas, ellas no son solo el
objeto sino todo aquello que entra en relación con él. El territorio queda rezagado en
segundo plano, pues en primer lugar se sitúan los hombres y las cosas relacionados
entre sí, pero no por el hombre sino por las cosas, lo que entra en relación con ella,
adquiere nuevo sentido. Desde nuestra posición actual podemos ver cómo en muchas
empresas se trata de hacer programas sociales pero no por una preocupación por los
empleados sino porque ellos entran en relación con las cosas, hacen parte del sistema
de producción. Muchos de los resultados de dichos programas no son una mejor
calidad de vida para los empleados sino una mejor producción para le empresa
independientemente de la calidad de vida de aquellos.
Podríamos decir que la totalidad del Estado no es la economía como algo general
sino como las cosas y sus relaciones, como dice Foucault: “Gobernar, entonces, es
gobernar las cosas” (2006, pág. 123); y en esto también consistiría el arte de
gobernar, en administrar las cosas en sus relaciones complejas.
Fin y Ley
Descubrir el fin en el pensamiento de La Perrière es fundamental para dirigir la mirada
al soberano. El gobierno se opone a la soberanía en que el gobierno dispone las cosas
para un fin, (Foucault no explica en que consiste dicho fin, pero pienso que puede ser lo
externo, lo que se ha encargado de dirigir, una casa, una familia), pero en el caso del
soberano ese fin es el bien común, pero ¿cómo se logra tal? Se logra por medio de los
súbditos: “Que hay bien común cuando los súbditos obedecen en su totalidad y sin falla
las leyes, ejercen bien los cargos que se les han confiado […] y respetan el orden
establecido” (Foucault, 2006, pág. 124). Es la obediencia de los súbditos la que obra el
bien común en cuanto ellos son los propiciadores de dicho bien, en este sentido, el
soberano no dispone el bien, es una lucha de los súbditos pero una victoria para el
soberano, pues el bien es la obediencia de aquellos; se mantiene una circularidad
esencial: el Príncipe mantiene su soberanía sobre el principado y sobre los que están
allí.
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Foucault no se queda con este fin, sino que nos lleva al fin oportuno, en el que aparecen
diversos fines específicos a los que debe responder el gobierno y que deben ser
gobernados, lo son la generación de riquezas, asegurar la subsistencia, el crecimiento de
la población, etc., estos tópicos no eran claros antes pero ellos precisan de atención, y
dicha atención se realiza disponiendo de las cosas, esto es, lograr que todos los hombres
que hacen parte del dominio del soberano tiendan a alcanzar el fin de la soberanía que
es la obediencia a la ley, es la ley misma porque ella es la que permite que todos los
súbditos estén sujetos al soberano y trabajen en torno al bien, más que disponer las
cosas es disponer a los súbditos. Pero el punto principal es la ley como táctica, puesto
que lo que se quiere es alcanzar determinados fines. La soberanía tiene su fin en ella
misma, en la ley, mientras el gobierno tiene su fin, en las cosas que dirige, y para tener
un mejor manejo, utilizar tácticas. Finalizamos esta idea diciendo que gobernar bien
además significa tener paciencia, sabiduría e inteligencia; paciencia para gobernar sin
imponer violencia usando un aguijón como hace un abejorro sino tener el aguijón, los
instrumentos para ejercer su gobierno; la paciencia ayuda a la sabiduría y a la
inteligencia, en cuanto la sabiduría se relaciona con el conocimiento de las cosas, el
alcanzar los objetivos con el trabajo de todos; y la inteligencia en cuanto se sepa actor
del servicio para los gobernados.
Estas tres ideas de de La Perrière distan de las ideas de Maquiavelo, ha sido un buen
esfuerzo para tratar el tema del arte de gobernar. Dicho tema estuvo históricamente
relacionándose con los cambios en las monarquías desde su dimensión administrativa,
con la estadística como estudio de los datos fruto del conocimiento de un Estado, y el
mercantilismo (sistema económico naciente en la compra y venta por particulares y no
por la monarquía) y el cameralismo (organización para legislar, a través de cámaras,
grupos), esfuerzos por racionalizar el poder.
Detengamos un momento para decir que el arte de gobernar, como pregunta, aquí es
utilizar tácticas adecuadas para que los súbditos construyan el bien común, es usar la ley
y la obediencia como principios de trabajo.
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generales sobre el arte de gobernar, pero dichos principios nunca se concretizaron, pues
el marco de la soberanía era muy amplio y el modelo vigente seguía siendo la familia;
ella seguía constituida como modelo de aplicación de la economía y de la forma de
gobierno. Sin embargo se logra salir de la traba por medio de la población, puesto que al
haber un crecimiento demográfico las nuevas necesidades se superpusieron a la familia:
“[…] la expansión demográfica del siglo XVIII, ligada a la abundancia
monetaria, vinculada a su vez al aumento de la producción agrícola en virtud
de los procesos circulares que los historiadores conocen bien y que por
consiguiente yo ignoro. Al ser todo eso el marco general, se puede decir de
una manera más precisa que el desbloqueo del arte de gobernar estuvo ligado,
en mi opinión, al surgimiento del problema de la población” (Foucault, 2006,
pág. 130).
El arte de gobernar se reencontró con su espacio gracias al problema de la población
puesto que desde la estadística se mostró que habían problemas mayores a la familia,
uno de ellos las epidemias, ya no se trataba de responder a un segmento sino a un gran
conjunto de personas, pero ella seguirá siendo instrumento de control y vigilancia:
campañas sobre matrimonio, mortalidad, vacunaciones, etc., ella es espacio privilegiado
para que el soberanos dicte su voz.
Por otro lado la población se presentó, siglo XVIII, como un sujeto de necesidades y un
lugar de dominio del gobierno ya que desde ella se harán todos los movimientos para
asegurar que el gobierno controle y dirija a los sujetos como mejor le parezca:
“Y el instrumento que el gobierno va a darse para obtener esos fines que son,
de algún modo, inmanentes al campo de la población, será la población
misma, sobre la que actuará de manera directa a través de campañas o de
manera indirecta mediante técnicas que van a permitir, por ejemplo,
estimular, sin que la gente lo advierta demasiado, el índice de natalidad, o
dirigir hacia tal o cual región o tal o cual actividad los flujos poblacionales”
(Foucault, 2009, pág. 132).
Sin duda alguna este nuevo orden implicó la creación y uso de nuevas tácticas. Una
última idea sobre la relación en torno a población, territorio y riqueza, es lo que en el
siglo XVI se llamó paciencia del gobierno, que es el nacimiento de la economía política
como ciencia de estudio y dirección de los Estados, se pasó del arte de gobernar a una
ciencia política en la que aplicar nuevas y mejores tácticas es el hilo conductor de todo
gobierno.
Foucault toma a Rousseau para mostrar que la soberanía seguía siendo un problema,
Rousseau se percató de este cambió en la política y en la economía en la que la familia
fue descentrada, la economía política es diferente a la economía familiar, y es a partir de
esta nueva economía que se debe pensar un nuevo arte de gobernar, uno que está
mediado por el contrato entre los hombres, es posible pensar en que estas relaciones
entre los hombres enmarcadas en la naturaleza, la voluntad general, la soberanía no se
pierde antes se muestra como un punto oscuro a ser dilucidado para establecer un arte
de gobierno.
Si pensamos en la soberanía en cuanto a la disciplina, es notorio que cada vez más se
quiere tener un control sobre la población: “[…] estamos ante un triángulo: soberanía,
disciplina y gestión gubernamental, una gestión cuyo blanco principal es la población y
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cuyos mecanismos esenciales son los dispositivos de seguridad” (Foucault, 2006, pág.
135).
El fin principal de la soberanía en relación con el arte de gobernar es poner de
manifiesto las dinámicas que han emergido: población, estadísticas, tácticas, economía.
Gobierno, población y economía política son el resultado de la historia de ese arte de
gobernar hasta el día de hoy.
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A medida que los problemas del Estado crecen no se dan cambios en los gobernantes
que beneficien a los gobernados, como se esperaría, solo se dan cambios para mantener
el poder como se ha venido ejerciendo, con la finalidad de buscar mantener un orden,
más aún someter, ya no desde la perspectiva del sujeto o de la familia sino de la
población a ese orden por medio de la obediencia, el sujeto queda desprotegido, ya no
tiene a la familia como marco de referencia, se pierde entre la población.
El rey de Francia Luis XIV dijo: Je suis L´Etat, yo soy el Estado, y en este arte de
gobierno Foucault nos ha dejado ver que siempre quien es el Estado ha sido el
gobernador, pero de maneras distintas, puesto que siendo singular maneja todo desde la
perspectiva de ejercer poder sobre los otros, ser el Estado es ser el centro del poder. Es
posible que no se esté lejos de Maquiavelo: le fin justifie les moyens, el fin justifica los
medios. Si el fin es el soberano, entonces el arte de gobernar es utilizar los medios para
mantener ese orden, para controlar las mentes y los sistemas, y para establecer un estado
de seguridad de modo que se mantengan las condiciones de poder de aquel que gobierna
y de aquellos que son gobernados
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Bibliografía:
- Biografíasyvidas.com (s.f.) Michael Foucault. Recuperado de:
http://www.biografiasyvidas.com/biografia/f/foucault_michel.htm