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La producción de

la voz

Oratoria

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La producción de la voz
La palabra es uno de los elementos más importantes que tiene el orador
para comunicarse; sale al exterior a través de la voz.

Para brindarle los usos y los cuidados adecuados a la voz, es preciso


conocer el funcionamiento del organismo para producirla a través de sus
cinco sistemas; además, es importante reconocer y aplicar la respiración
correcta y la articulación adecuada para que nuestros discursos posean el
volumen, la proyección y la claridad necesarios.

Asimismo, a través de la palabra, se pueden expresar necesidades y


sentimientos; pensemos en la palabra sí y en la multiplicidad de
significados que puede tener de acuerdo al tono, al volumen y a la
velocidad con la que se diga: puede significar un sí, un no o un no sé; se
puede usar para ironizar, retar, ordenar o afirmar.

Un discurso dicho exactamente con las mismas palabras puede ser muy
entretenido o muy aburrido de acuerdo con el ritmo, las pausas, los
silencios y las entonaciones que le imprima el orador. A todos esos
elementos los denominamos componentes del discurso y deben ser muy
tenidos en cuenta a la hora de realizar presentaciones en público.

A continuación, se describirán los cinco sistemas de producción de la voz,


sus elementos y características, los malos usos y cuidados de la voz.
Además, se describirá cada uno de los elementos del discurso y se
expondrá cómo su uso correcto puede ayudar a potenciar nuestros
discursos.

La voz
La voz es un sonido producido en la laringe por las cuerdas vocales durante
la espiración del aire. Posee cualidades como la intensidad, la altura y el
timbre. La intensidad varía con la presión que ejerce el aire espirado para
vencer la resistencia que ejercen las cuerdas vocales: a mayor cantidad de
aire espirado y mayor presión, el sonido va a ser más intenso. La altura
varía con la tensión del cierre de las cuerdas vocales: a mayor tensión, más
agudo es el sonido; a menor tensión, este es más grave. El timbre depende
de las cavidades de resonancia.

La voz es un sonido producido en la laringe por las cuerdas vocales durante


la espiración del aire.

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Sistemas de producción de la voz
En la producción de la voz, intervienen cinco sistemas: el sistema
respiratorio, el fonatorio, el de articulación y resonancia, el sistema
postural y el nervioso.

A continuación, se describirá cada uno y los elementos que los componen.

El sistema respiratorio

Está constituido por el sistema broncopulmonar y la caja torácica. Al


sistema broncopulmonar lo componen los pulmones, los bronquios y los
alvéolos pulmonares. La caja torácica es la unidad donde se alojan los
pulmones y está delimitada por las costillas; hacia atrás tenemos la
columna vertebral y hacia delante el esternón.

Por debajo de los pulmones y por encima de las vísceras, se encuentra


alojado el diafragma, que es el músculo respiratorio por excelencia (Figura
1).

Figura 1: Sistema respiratorio

Fuente: [Imagen sin título sobre órganos del sistema respiratorio]. (s. f.). Recuperado de
https://goo.gl/CcafXK

La respiración tiene por objeto otorgar el oxígeno indispensable para


nuestra vida. Está ligada a todas las funciones fundamentales, vitales, y
desempeña un papel tan importante que se la considera indispensable
para vivir.

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Mecanismo de la respiración

La respiración se produce en tres tiempos; a esto se le llama mecanismo de


la respiración. Dichos tiempos son:

 1.er tiempo: inspiración.


 2.do tiempo: pausa.
 3.er tiempo: espiración.

Dinámica respiratoria

En la inspiración el aire ingresa por las fosas nasales, desciende por la


nasofaringe hacia la tráquea y luego a los pulmones, que se hinchan. De
esta manera, la caja torácica donde están alojados los pulmones debe
ampliarse para dar lugar a la expansión de ellos; los músculos intercostales
actúan elevando las costillas y el diafragma desciende, en un plano
horizontal, lo cual provoca un abultamiento del abdomen por el
desplazamiento de las vísceras hacia fuera y hacia abajo.

La espiración consiste en la salida regulada del aire, por la retracción de las


paredes torácicas y los pulmones, además de la relajación lenta del
abdomen.

La respiración tiene por objeto otorgar el oxígeno indispensable para


nuestra vida. Está ligada a todas las funciones fundamentales, vitales, y
desempeña un papel tan importante que se la considera indispensable para
vivir.

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Figura 2: Diafragma

Fuente: [Imagen sin título sobre diafragma]. (s. f.). Recuperado de https://goo.gl/KYy3YN

Modos respiratorios

Son las dos formas de ingresar el aire a nuestro organismo: bucal y nasal. El
modo nasal es el adecuado y el más saludable, ya que el aire que ingresa es
filtrado por los pelitos de la nariz, calentado por los vasos sanguíneos que
irrigan las fosas nasales y humidificado por la mucosidad. De esta manera,
atraviesa en óptimas condiciones las vías respiratorias hasta llegar a los
pulmones.

En el bucal el ingreso del aire se hace a través de la boca. Este modo no es


el más óptimo o saludable para nuestro organismo, ya que el aire ingresa
sucio, frío y seco, lo cual provoca diferentes tipos de patologías.

Tipos respiratorios

Otra clasificación hace referencia a los tipos respiratorios. Existen tres: el


clavicular, el abdominal y el costo-diafragmático-abdominal. El clavicular se
manifiesta por la elevación de las clavículas y de los omoplatos, y
predomina en la mujer. El abdominal se manifiesta por el abultamiento del
estómago y predomina en el hombre. El costo-diafragmático-abdominal es
lo que nos va a dar una mejor intensidad, continuidad y duración de la voz,
y es innato en los bebés recién nacidos.

El sistema fonatorio

Está compuesto por la laringe, situada debajo de la faringe y encima de la


tráquea; en ella se encuentran las cuerdas vocales, es el órgano productor
del sonido (Figura 3). Cuando respiramos, las cuerdas vocales permanecen
separadas para que el aire pase libremente entre ellas. Al acercarse el
espacio que queda, se estrecha y produce el sonido.

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Figura 3: Cuerdas vocales

Fuente: [Imagen sin título sobre cuerdas vocales]. (s. f.). Recuperado de https://goo.gl/eIK5sj

Sistema de resonancia y articulación

El sonido que generan las cuerdas vocales sería inaudible sin las cavidades
de resonancia; los resonadores son los cuerpos vibrantes que refuerzan un
sonido. El sistema de resonancia está compuesto por dos partes: las fijas y
las móviles. Las primeras son el maxilar superior, los huesos de las fosas
nasales, los senos paranasales y el paladar (Figura 4).

Figura 4: Partes del sistema de resonancia y articulación

Fuente: [Imagen sin título sobre partes del sistema de resonancia y articulación]. (s. f.). Recuperado
de https://goo.gl/9WJtrh

Las partes móviles son la faringe, el velo del paladar, la lengua, las mejillas
y los labios. El sonido generado por las cuerdas vocales es llamado tono
fundamental, el cual sube hacia las cavidades de resonancia
enriqueciéndose de armónicos; si esto no sucediera, sería inaudible. Los
armónicos son los que dan el timbre característico de la voz a cada una de
las personas.

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La impostación vocal consiste en lograr un mayor rendimiento de la voz
con el mínimo esfuerzo de las cuerdas vocales. La articulación es una serie
de movimientos que realizan las partes móviles de las cavidades de
resonancia, a través de los cuales el sonido es transformado con sus
respectivas adecuaciones en las distintas letras. La articulación correcta es
la que da claridad y nitidez a la palabra.

Los moldes posturales consisten en la movilización de los órganos y


paredes de la caja de resonancia vocal. Su finalidad es obtener mayor
resonancia, de manera que intensifique el caudal de voz.

El sonido generado por las cuerdas vocales es llamado tono fundamental, el


cual sube hacia las cavidades de resonancia enriqueciéndose de armónicos;
si esto no sucediera, sería inaudible.

Sistema nervioso

Para poder realizar y sincronizar los múltiples movimientos musculares que


producen el sonido, su resonancia y la articulación en la palabra, es
necesaria la compleja actividad del sistema nervioso, tanto la voluntaria
como la involuntaria.

El cerebro dirige todos los movimientos voluntarios del cuerpo y, por ende,
el funcionamiento de los actos musculares necesarios para la emisión
vocal, ya que en él se generan los impulsos nerviosos para que los
músculos se contraigan y cumplan el movimiento.

Sistema postural

Es de suma importancia, para que la producción de la voz sea clara y tenga


una buena proyección, la postura que adoptamos para hablar en las
diferentes situaciones y el grado de tensión que tenga nuestro cuerpo.

Algunas de las causas que pueden provocar tensión pueden ser la falta de
sueño, el esfuerzo muscular intenso o situaciones de estrés, entre otras. La
manera orgánica de manifestar este aumento del tono muscular es a través
del dolor de cuello, de espalda o de pecho. Para aliviar este tipo de
molestias, existen diferentes tipos de relajaciones que se pueden utilizar
ante estas circunstancias.

Usos y cuidados de la voz


Uso incorrecto de la voz

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Muchas veces, en situaciones habituales, el uso incorrecto de la voz puede
ocasionarnos perjuicios a nuestra salud; algunos ejemplos son:

 Hablar cuando presentamos disfonía o hacerlo en exceso cuando existe


algún tipo de alergia respiratoria.
 Gritar produce un cierre brusco de las cuerdas vocales, lo cual ocasiona
irritación laríngea.
 Hablar excesivamente sin una adecuada técnica vocal trae como
consecuencia los síntomas vistos en la fonastenia.
 Excesivo aclaramiento de la garganta y demasiada tos.
 Cantar con una técnica vocal inapropiada o en malas condiciones
ambientales.

Cuidados de la voz

Es importante utilizar la voz adecuadamente, ya que es una de las


principales herramientas que tenemos para comunicarnos. Algunas
sugerencias para su cuidado son las siguientes:

 Utilizar un volumen moderado de la voz en todas las situaciones del día.


 No hablar en sitios excesivamente ruidosos, como en fábricas o edificios
en construcción.
 No competir con la conversación en voz alta en fiestas, reuniones o
conferencias.
 No hablar en presencia de música elevada.
 No gritar en situaciones como partidos de fútbol, en la escuela, con los
miembros de la familia o durante actividades de entrenamiento.
 Tratar de reducir al mínimo la tos y carraspera. Sustituir estos malos
hábitos por un sorbo de agua ante la molestia.
 Restringir al máximo el hábito de fumar y tomar alcohol, ya que irritan la
mucosa de la laringe.
 Usar la voz en períodos cortos durante el transcurso del día.
 No usar ropa que presione el abdomen o el cuello, ya que deberemos
forzar la respiración y fonación.
 Comer poco y lentamente para realizar una buena digestión y evitar el
endurecimiento del abdomen, que impide realizar correctamente la
respiración costo-diafragmática-abdominal.
 Dormir ocho horas por día.
 Calefaccionar con agua humeante para humedecer el ambiente.
 Evitar someterse a cambios bruscos de temperatura.
 Evitar ingerir bebidas muy frías o muy calientes para no irritar la mucosa
laríngea.

Ejercicios de respiración y relajación

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Cumplen una doble función: permiten el conocimiento del propio cuerpo y
son el comienzo de la tarea de distensión y eliminación de las contracturas.

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Referencias
Ander Egg, E. y Aguilar, M. (2006). Como aprender a hablar en público. Buenos
Aires, AR: Lumen.

Di Bartolo, I., Bustamante, A., Henry, E. L., Llabrés, C. G., Malatesta, N. O.,
Vilches, M. A.,… y Di Bartolo, I. (h). (2009). Para aprender a hablar en público.
Buenos Aires, AR: Corregidor.

[Imagen sin título sobre cuerdas vocales]. (s. f.). Recuperado de https://s-media-
cache-ak0.pinimg.com/236x/a5/9c/46/a59c46731b0a203acf37b8abf0b5a1bb.jpg

[Imagen sin título sobre diafragma]. (s. f.). Recuperado de


http://www.osteopatiamadrid.net/diafragma-diaphragma/

[Imagen sin título sobre órganos del sistema respiratorio]. (s. f.). Recuperado de
http://gallerily.com/gallery/organos+sistema+nervioso/4

[Imagen sin título sobre partes del sistema de resonancia y articulación]. (s. f.).
Recuperado de http://www.medici-online.it/foto/aparatodigestivo-
5356453550971492818(ingrid.tafur.369-5356445731294756049)

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Los componentes
del discurso oral

Oratoria

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Los componentes del discurso
oral
El discurso oral tiene una serie de componentes que lo hacen más o menos
interesante, más o menos claro. Pensemos en algún discurso que nos haya
emocionado: además del contenido, ¿qué cosas nos llegaron? Ahora
pensemos en un discurso muy aburrido, que nos haya provocado sueño y
ganas de irnos. En cada uno hay características diferentes en cuanto a
velocidad, ritmo, volumen y proyección, intención y énfasis.

A continuación, se describirán los componentes del discurso.

Velocidad y articulación
A la hora de expresarse oralmente, cada persona tiene una velocidad para
hablar, la cual depende de la personalidad, del lugar de procedencia o de la
edad, entre otros. A su vez, cada individuo tiene una determinada
articulación, correcta o incorrecta.

En el caso de los adolescentes, hay una tendencia a hablar muy rápido y


con deficiencias en la articulación; un ejemplo es que suelen unir las
sílabas, lo que provoca que entre las palabras no haya un silencio natural y
que dos parezcan una. Así, en vez de decir “¿Cómo andas?”, dicen
“¿Moanda?”. En algunos casos, también debido a la rápida velocidad y a la
mala articulación, no abren la boca lo suficiente, por lo que producen una
pérdida de claridad; un ejemplo es cuando no pronuncian la última letra de
la palabra, que puede ser una s, una r o una vocal.

A la hora de expresarse oralmente, cada persona tiene una velocidad para


hablar, la cual que depende de la personalidad, del lugar de procedencia o
de la edad, entre otros.

La velocidad con la que se enuncia el discurso también tiene que ver con
los estados de ánimo, ya que no vamos a tener la misma velocidad para
hablar cuando estamos aburridos que cuando estamos ansiosos por
contarle a alguien algo importante que nos pasó.

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Ritmos y silencios
Pensemos en el discurso como en una melodía: para que sea interesante,
debe poseer distintos acordes, silencios y velocidades; si una melodía es
monótona, aburre. Sucede lo mismo con el discurso: si el orador habla
siempre con el mismo ritmo y no deja silencios o deja muchos silencios o
no marca transiciones cuando pasa de un momento a otro, el discurso se
vuelve monótono y aburrido.

El interés que el discurso suscite tiene que ver con el contenido en sí, con la
elección del tema adecuado al público, con la velocidad, la entonación y,
sobre todo, con los ritmos y silencios que el orador utilice.

Pensemos en el discurso como en una melodía: para que sea interesante,


debe poseer distintos acordes, silencios y velocidades; si una melodía es
monótona, aburre.

Volumen
Las personas tienen un determinado volumen de acuerdo con ciertas
características físicas o con la situación, según sea intimidante o no. Por
ejemplo, algunas personas en sus casas o con sus amigos hablan mucho, de
un modo muy desinhibido y en un volumen altísimo, y ante situaciones que
son incómodas bajan notablemente el volumen de la voz, aspecto
fundamental para ser escuchadas y entendidas por el auditorio.

Muletillas
Las muletillas son los sonidos o palabras que surgen, en una presentación
oral, cuando estamos pensando; expresan duda. Entre las más frecuentes,
encontramos: eh, este, digamos, o sea, así que, y, nada, no, no sé, bueno,
entre otras. Estas palabras son muletillas cuando se utilizan de manera
reiterada y su uso no tiene que ver con el sentido de la oración; se utilizan
sin ningún significado.

Estas reiteraciones provocan en el receptor una interferencia no deseada y


su uso excesivo, un rechazo al discurso. Es por ello que deben ser
eliminadas del vocabulario del orador.

Además, existe otra forma de vocalización incorrecta, que es estirar la


última letra de una palabra, por ejemplo: “Queeeeeee”. Esto también
causa una interferencia y expresa duda.

Estas reiteraciones provocan en el receptor una interferencia no deseada y


su uso excesivo, un rechazo al discurso.

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Un ejercicio conveniente para eliminar las muletillas es grabarte de 3 a 5
minutos diciendo un discurso que no hayas practicado y que tampoco sea
leído; puede ser una historia, un cuento, una anécdota, etcétera. Luego
debes escucharlo y tratar de detectar qué muletillas tuviste. También
puedes pedirle a alguien que lo escuche y cuente las muletillas que dijiste.

El primer paso para eliminarlas es saber que las tienes. Luego, a lo largo de
la práctica, deberás tomar conciencia sobre cuándo las usas y, de esta
manera, ir evitándolas. Cabe destacar que, mientras más seguridad tengas
respecto a lo que vas a decir, menos muletillas aparecerán.

El estilo
En una comunicación entre un individuo y grandes grupos, los recursos
expresivos (no verbales o extralingüísticos) son aquellos que imprimen vida
y colorido emocional a lo que se dice.

No basta con tener buenas ideas y haber preparado bien el tema. Si el


orador no utiliza recursos expresivos, llega un momento de la conferencia
en el que el público se “desconecta” o “se descuelga”. Si esto ocurre, casi
todo lo que se dice no sirve para nada, a no ser para hacer “sufrir” a un
grupo de personas, destinadas a “aguantar” a un conferenciante.

Ander Egg (2006), en su libro Cómo aprender a hablar en público, distingue,


dentro de los recursos expresivos, al estilo. Acerca del estilo o, mejor, de
las cualidades del estilo oral, el autor dice que hay que recordar una verdad
inicial, a menudo olvidada: existe un lenguaje hablado diferente del
lenguaje escrito. No se habla como se escribe; la palabra hablada está, por
naturaleza, sujeta a condiciones distintas que aquellas a las que está sujeta
la palabra escrita. Lo que es bueno para una puede ser pésimo para la otra
(Ander Egg, 2006).

Mientras el lenguaje escrito se dirige a los ojos, el lenguaje hablado lo hace


a los oídos. Ander Egg (2006) cita a Folliet, quien nos lo advierte: “El género
literario de la elocuencia posee sus leyes propias, como la poesía lírica o el
teatro cómico. No cometamos el error de confundir los géneros”.

La lengua hablada tiene sus propias leyes, que no son las mismas que las de
la lengua escrita. El lenguaje oral permite y, más aún, necesita repeticiones,
suspensos, interrogaciones, exclamaciones y toda una serie de
procedimientos que son bastante desaconsejables en la composición

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escrita. Ander Egg (2006) afirma que, si hablamos del estilo, hemos de
recordar que este no es algo accesorio; en el fondo, es una expresión de
uno mismo. Sería enfermizo o ridículo estar totalmente pendiente de las
triquiñuelas de la oratoria para lograr un estilo. Ander Egg (2006) cita a
Georgin, que afirma: “el estilo, en definitiva, es la mejor manera personal
de expresarse”.

Esa “manera personal” para expresar lo que queremos comunicar podría


compararse con el sistema de huellas digitales: cada persona tiene las
propias. Consecuentemente, cada persona debe hablar conforme a su
estilo personal.

Lo que interesa analizar aquí no es el “estilo” en el sentido amplio del


término, sino el estilo del lenguaje hablado (o estilo oratorio, si se quiere)
que mejor sirve para comunicarse con grandes grupos.

Hemos de comenzar por una afirmación negativa de lo que no debe ser el


lenguaje oratorio. Ander Egg (2006) afirma que, para un auditorio
moderno, o sea, con la sensibilidad actual, sean treinta alumnos en un aula
o miles de obreros en un acto sindical, las formas o modos retóricos o el
floreo verbal, que antes parecía indispensable, ahora no suele ser tolerado.
La gente no quiere que el orador haga rodeos vanos, sino que prefiere un
modo de hablar en el que se alivie todo lastre inútil.

No se habla como se escribe; la palabra hablada está, por naturaleza, sujeta


a condiciones distintas de aquellas a las que está sujeta la palabra escrita.
Lo que es bueno para una puede ser pésimo para la otra.

Para ello, el lenguaje ha de ser preciso, concreto, de tono natural, con calor
y vida. Ander Egg (2006) se apoya en Folliet para hacer algunas
consideraciones acerca del estilo que más conviene a los discursos o
conferencias.

El estilo debe poseer las siguientes características:

 Claro.
 Fuerte.
 Variado.
 Ritmado.
 Adaptado.
 Directo.

A continuación, se tomará de Ander Egg (2006) la explicación de las


características del estilo.

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Un estilo claro
Un discurso claro tiene más posibilidades de comunicar un mensaje y de
enseñar, persuadir o convencer que un discurso poco comprendido a causa
de su falta de claridad. Esto es absolutamente necesario para que el
mensaje llegue al receptor y pueda ser entendido e interpretado sin gran
esfuerzo. Por ello, todo orador debe esmerarse y trabajar duro en
beneficio de la claridad.

Por otra parte, si aspiramos a establecer una buena comunicación y ser


comprendidos, no basta con utilizar una lengua conocida: es preciso usar el
lenguaje que es mejor conocido y comprendido por quienes escuchan. Este
requisito (ser claro) se apoya en el más elemental sentido común:
hablamos para comunicarnos con los otros y esta comunicación se dificulta
si no nos expresamos con claridad.

Quien no se expresa con claridad no lo hace porque sus ideas no están


claras; la claridad de expresión equivale a claridad de pensamiento, pues
no es posible expresar claramente lo que se entiende en forma confusa.
Para lograr que el estilo sea claro, es necesario cumplir ciertos requisitos:

 Ante todo, y como primera cualidad, tenemos que vocalizar para


expresarnos con nitidez.
 También es necesario hablar con simplicidad, rehuyendo de todo lo
rebuscado. Las palabras poco usuales o que conducen a una
interpretación equívoca o ambigua son un obstáculo para la
comunicación.
 Hay que hacer resaltar la articulación del pensamiento, pero sin abusar
de los “primero”, “segundo”, “tercero”, etcétera.
 Las transiciones deben ser vigorosas, de modo que el auditorio sepa
cuándo se pasa de un tema a otro. Para ello, el conferenciante hará
referencia a la parte del discurso en que se encuentra o la que va a
comenzar a considerar.
 Utilizar ejemplos y casos concretos; esto ilustra y convence. Pero, si se
hace referencia a un hecho histórico, a un personaje o país poco
conocido, conviene hacer algunas precisiones, sin perderse en detalles.
No hay que proceder como si la gente conociese al personaje o al país.
 Admitiendo que la repetición es inherente al arte oratorio, como a las
técnicas pedagógicas, no se ha de vacilar en reiterar un mismo
razonamiento, siempre que se haga bajo formas diferentes; la repetición
pura y simple puede engendrar aburrimiento y fastidiar a la gente. Se ha
dicho y con razón, que ser un buen conferenciante y un buen profesor
implica ser un buen parafraseador (explica, comenta, interpreta), que
ilumina una realidad o problema desde diversos ángulos. La repetición,

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ya sea como finalidad pedagógica o como efecto estilístico, sirve para
aclarar, resaltar o profundizar en determinadas ideas.

Para una mayor claridad en la exposición o presentación del tema, aunque


esto no hace al estilo oratorio, conviene recurrir a las ayudas visuales.

Un buen conferenciante y un buen profesor implica ser un buen


parafraseador (explica, comenta, interpreta), que ilumina una realidad o
problema desde diversos ángulos.

Por último, dos advertencias acerca de la claridad en el estilo: no hay que


confundir la claridad con el habla vulgar, insípida y elemental. Una cosa es
decir pensamientos profundos con sencillez y otra muy distinta es decir
necedades de forma también sencilla. La otra cuestión es que la claridad,
dice Coll-Vinent, es compatible, por ejemplo, con la monotonía y la aridez,
incluso con el aburrimiento. Se puede expresar con claridad una serie de
ideas y no obtener, en cambio, ni siquiera una atención mínima. Además
de la claridad, es indispensable que el estilo reúna otras cualidades.

Un estilo fuerte
Si un discurso reúne la cualidad de la claridad, pero carece de vigor, el
auditorio, casi inevitablemente, tenderá hacia la somnolencia colectiva o a
la dispersión en pequeños grupos. Cuando se habla en público, se ha de
partir del supuesto de que los oyentes, en su gran mayoría, siguen la
conferencia con cierta propensión a la distracción. El conferenciante u
orador ha de tener en cuenta todo esto, procurando captar con fuerza y
energía la atención de los oyentes.

No hay que confundir hablar con fuerza con hablar alto. La energía y la
vivacidad se imponen no tanto por el volumen de la voz, sino por el estilo y
el dinamismo, expresados por la totalidad de la persona que habla. Y esto
va desde la inflexión de la voz hasta los gestos que utiliza.

¿En qué consisten la fuerza y la vitalidad del estilo? Simplemente, en


transmitir vida. La vitalidad, la vivacidad, el calor, la energía y el entusiasmo
son virtudes fundamentales de la oratoria.

No hay que confundir hablar con fuerza con hablar alto. La energía y la
vivacidad se imponen no tanto por el volumen de la voz, sino por el estilo y
el dinamismo, expresados por la totalidad de la persona que habla.

Hay que hablar con vida y con bríos, irradiar vitalidad y animación. Si en
este punto hubiera que dar un consejo, podría resumirse en lo siguiente:

Sé entusiasta y muéstralo.

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Cuando no se pone entusiasmo, el discurso se hace pálido, mortecino, sin
dinamismo, frío, sin pasión ni sentimiento; es más difícil llegar al público.
Por el contrario, animación y buen humor siempre logran resultados más
positivos que presentarse con cara austera, fría, desagradable y hastiada.

El “tono existencial” de un discurso transmite una energía que se hace


tangible; por eso, el buen orador no se limita a exhibir un pensamiento, sino
su existencia.

Lo sustancial de la fuerza y vitalidad del estilo está en lo que acabamos de


señalar, en el tono existencial; pero, además, para que el estilo sea fuerte y
vigoroso, pueden ser útiles las siguientes recomendaciones:

 Ante todo, evitar el lenguaje aséptico, incoloro, lánguido, neutro y


mojigato; hablar de esa manera, “despegado” de lo que se está
diciendo, oculta y apaga la potencia energética del ser humano en su
expresión oral.
 Escoger palabras dotadas de fuerza, que despierten interés o que
muevan a la acción; evitar, por el contrario, el uso y, sobre todo, el
abuso de términos demasiado intelectuales o abstractos.
 Rechazar el uso de frases hechas o grandilocuentes y las metáforas
triviales, como aquella que se usa con tanta frecuencia: “a lo largo y a lo
ancho del país”.
 No usar frases largas; se pierde fuerza. Solo como excepción usar frases
de más de 25 palabras.
 La estructura sintáctica debe ser sencilla.
 En algunas ocasiones, conviene empezar una serie de frases con la
misma palabra o expresión o bien repetir un sustantivo cada vez con un
adjetivo diferente.
 Expresarse en términos pictóricos, porque a la impresión auditiva se
añade una impresión visual. Retratar y visualizar ideas es útil, pero no
hay que abusar de las comparaciones y las imágenes, puesto que se
malogran unas a otras por su proximidad.

Todo lo anterior abarca aspectos del estilo que ayudan a dar fuerza, pero lo
esencial de un discurso se centra en el modo de decir quizás más que en el
contenido.

Hemos de tener en cuenta, también, que los discursos especulativos y las


divagaciones sutiles no sirven para dar fuerza a un discurso; todo lo
contrario. Lo que de verdad da fuerza al estilo son los oradores
existenciales, que contienen vida, que transmiten vida, que infunden vida.

Un estilo variado

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A la claridad y vigor del estilo tenemos que unir la vivacidad. Esto se logra
por la variación. Hacerse entender y llamar la atención del auditorio no
basta. A la atención hay que retenerla, cuidarla y recrearla. Para ello, lo que
hay que evitar a toda costa es la monotonía, y esto se logra alternando el
ritmo, cambiando el registro de la voz y, sobre todo, usando un tono que
dé colorido al discurso.

He aquí algunas sugerencias que pueden ayudar a la variación del estilo


oratorio:

 Variar la intensidad y entonación de la voz, haciendo inflexiones de


acuerdo con lo que estamos diciendo: hablar pausado cuando hacemos
una reflexión; fuerte, cuando se dice algo con vehemencia; bajar el tono
de voz cuando queremos expresar sentimientos tranquilos o decir algo
confidencial; imprimir velocidad cuando queremos impulsar, animar y
exhortar.
 Liberarse de las manías, de los vicios de dicción, intercalando con
demasiada frecuencia expresiones que son coletillas, como “este”, “se
entiende”, “entonces”, “me explico”, “yo diría”, “en suma”, “bueno”,
“¿verdad?”, “¿no?”, “pues”, y otras de parecida índole.

Lo que hay que evitar a toda costa es la monotonía, y esto se logra


alternando el ritmo, cambiando el registro de la voz y, sobre todo, usando
un tono que dé colorido al discurso.

Las muletillas, que nada significan, atentan contra la armonía del lenguaje y
el oído del auditorio, además de evidenciar nuestra falta de fluidez en el
manejo de la lengua.

Al respecto, se sugiere:

 No utilizar palabras “suplentes” o “tapagujeros”. Hay que designar con


precisión aquello a lo que nos referimos. Existe una tendencia
generalizada a utilizar palabras “suplentes”; una de las más empleadas
es cosa. Tenemos que esforzarnos para encontrar las palabras precisas;
de lo contrario, ponemos de manifiesto nuestra pobreza de expresión.
 Es útil relatar algunas anécdotas o historias (esto ameniza la
comunicación) y ayuda más todavía evocar hechos conocidos por el
auditorio. Las anécdotas y las historias que se cuentan para ilustrar la
conferencia deben ser apropiadas a ella y servir para ilustrar algún
punto.
 Hay que saber bromear con la mayor naturalidad posible, pero sin ser
groseros y vulgares. Como dice Coll-Vinent, los chistes son una variedad
más jocosa y más ligera que la anécdota, ayudan más que ella a

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distender psicológicamente al que escucha y, contados con
oportunidad, amenizan en gran manera cualquier tipo de comunicación
sin afectar su seriedad.

Un estilo ritmado
Variación y ritmo del estilo son dos recursos expresivos estrechamente
ligados entre sí. Ambos son medios eficaces para evitar la monotonía, que
es el peor enemigo de la oratoria.

¿Cómo dar ritmo o cadencia a un discurso?

Toda palabra toma su ritmo o cadencia tanto de la inflexión o modulación


de la voz como del acento y la velocidad. Esto es lo que da movimiento a la
frase, lo que a su vez el cambio de tono y ritmo.

Ahora bien, para dar un ritmo al contenido del discurso o conferencia, es


necesario lo siguiente:

 Debemos saber respirar para no cortar el ritmo de las palabras y de las


ideas. Para ello, debe procurarse la concordancia entre la respiración y
la palabra.
 No debemos hablar con frases demasiado breves o con ritmo
entrecortado: produciría un efecto cómico o ridículo.
 Tampoco debemos hablar con frases demasiado largas: las parrafadas
muy extensas hacen difícil captar el meollo de la cuestión y vuelven
pesado el discurso.
 Debemos cuidar la puntuación mediante pausas adecuadas, pero sin
producir un ritmo que se vuelva estereotipado por ser esclavo de la
frase o el texto. Si es posible, debemos respetar los matices de las
comas y de los dos puntos.
 Debemos evitar las pausas vocalizadas, que son muletillas que se
expresan en una letra: “Eeee”, “Mmmmmm”, y que suelen utilizarse
como transiciones entre frases.
 Hay que desechar las frases en las que los incisos y proposiciones
subordinadas se encadenan unas con otras; ello produce dificultades de
comprensión y monotonía.

Un estilo adaptado
Cuando hablamos de adaptación del estilo, hacemos referencia a dos
cuestiones: la adaptación al tema y la adaptación al auditorio.

Adaptación al tema

10
Como recuerda Folliet, “cada género tiene su ley”, y el orador la debe
respetar bajo pena de incurrir en uno de los peores castigos que pueden
afligirlo: el ridículo. Es obvio que el estilo será diferente si se trata de una
oración fúnebre o de un brindis; si se habla de un héroe muerto o de un
vencedor deportivo. Y, dentro del desarrollo del tema, hay que ir
adaptándose a lo que se va diciendo.

Adaptación al auditorio

No se le habla a un conjunto impersonal, anónimo, sino a un conjunto


concreto de personas. No hay que perder el tiempo deplorando la falta de
formación e información de un auditorio. Hay que tomarlo como es, saber
hacerse comprender y llevarlo más adelante. De ahí la necesidad de
preparar cada charla o discurso en función del público concreto al que
habrá de dirigirse y las situaciones concretas que habrá que confrontar.

El discurso o conferencia también se adaptará al número de personas que


lo van a escuchar:

 En una charla íntima, el estilo debe ser simple, familiar, sin afección y sin
adornos. Se acerca a lo que es el lenguaje coloquial, tiene una cierta
semejanza a una charla amena, solo que no hay respuesta (como en una
conversación), aunque en algunos casos la misma índole de la
exposición y su modalidad permitan la participación del auditorio.
 En una conferencia, ante un público de entre 50 y 200 personas, el estilo
permanecerá simple, pero se hará más sostenido, más preciso y más
riguroso.
 En un discurso, el estilo es más solemne, pero sin llegar a ser ampuloso;
ya lo dijimos: “lo barroco” es todo lo contrario del estilo moderno.

Cuando se habla ante un auditorio de campesinos, por ejemplo, se ha de


tener en cuenta que la gente del campo es la que más se resiste a los
razonamientos abstractos; tienen un gran sentido de lo concreto. Hay que
plantear las cosas desde lo que ellos conocen: sus campos, sus viñedos, sus
animales; si se hacen comparaciones, habrá que extraerlas de la vida rural.

Un estilo directo
En determinados momentos del discurso, el estilo debe hacerse directo,
como si se hablase de persona a persona, aun cuando se trate de un
público amplio.

11
Para lograr un estilo con estas características, mencionamos algunas
sugerencias que pueden ser útiles:

 Hacer un llamamiento personal acerca de una experiencia común (que


se ha vivido, se está viviendo o se piensa vivir).
 En determinados momentos, dirigirse al público interrogándolo,
haciendo alguna pregunta y contestando como se presume o supone
que la gente respondería.
 Prever objeciones, exponerlas y refutarlas por adelantado. La forma
clásica de hacerlo es decir: “Ustedes pensarán que” o “Ustedes me dirán
que...”; se dice la presunta objeción y se responde a ella.
 Interpelar a algunas personas del público: “Aquellos de entre ustedes
que han sufrido la persecución política” o “Aquellos de entre ustedes
que han conocido la miseria o el desempleo”; estas interpelaciones
aluden a las personas que escuchan y ayudan a que estas se sientan
involucradas con lo que se está tratando.
 Apelar a los buenos sentimientos de la gente, a su generosidad, a su
solidaridad, pero evitando con sumo cuidado valerse de ellos para
intereses personales.
 Insistir en la responsabilidad del público, hacer con el análisis de
situaciones, autocrítica, reflexionar juntos sobre determinados
problemas, buscar soluciones conjuntamente. En este caso, nunca
hablar de ustedes sino de nosotros.

Cuando más directo sea el estilo, más dará la impresión de ser una persona
que le habla humana y fraternalmente a otras y mejor ocasión tendrá que
las palabras sean eficaces.

Características de la oratoria moderna; el lenguaje dinámico:

 Frases cortas.
 Vocabulario sencillo.
 Sentido de lo práctico.
 Reflexión personal.

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Referencias
Ander Egg, E. y Aguilar, M. (2006). Como aprender a hablar en público. Buenos
Aires, AR: Lumen.

Di Bartolo, I., Bustamante, A., Henry, E. L., Llabrés, C. G., Malatesta, N. O.,
Vilches, M. A.,… y Di Bartolo, I. (h). (2009). Para aprender a hablar en público.
Buenos Aires, AR: Corregidor.

13
La
pronunciación

Oratoria

1
La pronunciación
El aparato de fonación es el conjunto de órganos del cuerpo humano que
funcionan para producir la voz. Los órganos que intervienen en esa función
son los pulmones, el diafragma, los bronquios, la tráquea, la laringe, la
boca, el paladar, la lengua, los dientes y los labios, entre otros.

El aire contenido en los pulmones sale de estos estimulado por el


diafragma, músculo transversal que regula la respiración. El aire pulmonar
se conduce por los bronquios hacia la tráquea, en cuyo extremo superior
está la laringe.

La laringe presenta un estrechamiento por cuatro pliegues, dos a cada


lado: son las cuerdas vocales. Entre las cuerdas derechas e izquierdas, hay
una abertura que se cierra o se abre para dejar pasar el aire pulmonar, es
la glotis; las vibraciones de las cuerdas vocales, al hacer abrir y cerrar la
glotis, producen un sonido neutro que es la voz, un sonido muy
aproximado al de la vocal a. Estas distintas posiciones de la lengua, la boca,
los labios, etcétera, constituyen las articulaciones de la voz.

Las articulaciones son los movimientos de la boca que modifican la voz. Las
articulaciones producen las letras, las sílabas y las palabras. Ya veremos, en
párrafos posteriores, cómo se producen las vocales y las consonantes por
medio de las articulaciones de los distintos elementos de la boca, la
garganta, la lengua, los dientes, los labios, el paladar, etcétera.

Las principales cualidades de la voz


Las principales cualidades de la voz son las articulaciones, la intensidad, la
duración y la extensión. Las desarrollaremos a continuación.

La intensidad

Es el mayor o menor grado de fuerza al emitir los sonidos. El mayor grado


de intensidad lo constituye el acento, y por eso decimos que la sílaba
tónica o acentuada es la que se pronuncia con mayor intensidad.

La duración

Es el tiempo que se emplea en emitir los sonidos. Las sílabas serán largas o
breves según la cantidad de tiempo de duración de la voz. En la palabra

2
translúcido, tenemos una sílaba de larga duración: trans- y las otras breves.
Tienen sílaba de larga duración: substracción, transportar o infracción.

La extensión

Es la inflexión aguda o grave que se produce según se dilata más o menos


la laringe. La extensión de la voz constituye el tono, que puede ser grave o
agudo. Uno de los aspectos más interesantes de la expresión es la
entonación; buena prueba de ello la tenemos en las oraciones
interrogativas, admirativas o exhortativas. Énfasis es sinónimo de
entonación.

Gran parte del secreto de poseer una voz persistente, agradable y clara,
cuyo empleo no se vea interrumpido por la fatiga, consiste en mantener
bajo su tono.

La voz chillona destroza el oído y estropea el órgano que la produce. Las


personas que hacen un gran uso de su voz, como los cantantes, los
oradores, los maestros o los locutores, se ven expuestos a perderla si no la
cuidan como a un instrumento precioso. No hay que forzar la voz ni
saliéndose del registro ni emitiendo notas de exagerada intensidad.
Cuando se descuidan estas reglas de higiene, pueden aparecer en las
cuerdas vocales los llamados nódulos de los cantantes, signos de
inflamación aguda crónica.

Defectos de la voz
Los más comunes son los casos de voces guturales, nasales, roncas y voces
temblorosas. Tales defectos pueden corregirse mediante ejercicios
apropiados.

Voces guturales

Son causadas por la contracción de los músculos de la garganta, lo que


impide que la voz se produzca con toda su amplitud, riqueza y diafanidad
de timbre. Este defecto se ataca con ejercicios de distensión. Uno muy
recomendable es el siguiente, pronunciar la letra a abierta en un solo
sonido, aumentando la intensidad de nuestra voz y luego disminuyéndola
gradualmente, con los brazos extendidos hacia abajo.

3
Voz nasal

Es cuando se contrae involuntariamente el velo del paladar, que obtura el


paso de la columna de aire vibratorio y evita que resuenen las fosas
nasales; contrariamente a la creencia común, que dice que “se habla por la
nariz”, la voz nasal es precisamente la que no resuena en la nariz.

Como correctivo a este defecto, se sugiere la práctica del siguiente


ejercicio: siguiendo el proceso de la respiración, pronuncia las letras
combinadas: “gagaga”, “jajaja”, “gragragra” y “jajaja”. Para saber si hemos
avanzado, recomendamos ponernos una mano en el pecho, para sentir que
nuestro pecho vibra. Por eso decimos que la voz nasal se corrige
obligándola a bajar a nuestro pecho.

Voz infantil

Es la voz demasiado atipada. Se la puede corregir presionando ligeramente


la nariz, con la cabeza inclinada hacia abajo. En esta posición debemos
repetir una frase y hacer presiones ligeras hasta ir hallando que la voz se
produzca correctamente en la laringe. Valen también los ejercicios que
apuntamos para las voces nasales.

Voz ronca

Si la ronquera es debido a un defecto de emisión, recomendamos los


ejercicios para la voz gutural, pero, si la ronquera se debe a un catarro o a
otra causa accidental, lo recomendable es visitar a un especialista.

Voz temblorosa o trémula

Es aquella cuya vibración carece de la rigidez, del vigor y, sobre todo, de la


regularidad necesaria para hacerla más agradable al oído. Es la típica voz
senil. Cuando el defecto no se debe a una edad avanzada, se recomienda el
siguiente ejercicio: pronunciar las vocales, especialmente la e,
manteniendo un mismo tono e intensidad de emisión durante un largo
tiempo. También deben hacerse muchos ejercicios de respiración porque el
defecto puede encontrarse en una respiración mal controlada.

Defectos de pronunciación
Pueden ser defectos grandes o menores: en algunos casos, por la extrema
deficiencia en la lectura o en la improvisación, los defectos menores
pueden existir involuntariamente, aún en los profesionales más trajinados.
Es segura la elocución cuando la pronunciación es clara, diáfana, completa;

4
cuando no se suprime, sustituye, quiebra o atropellamos letras, sílabas o
palabras.

Principales defectos de pronunciación

Asimilación

Supresión de letras, sílabas o palabras y tendencia a dar mucho


acercamiento a las palabras. Revisa en la Tabla 1 los ejemplos.

Tabla 1: Ejemplos
Incorrectas Correctas
Vamosalmorzar Vamos a almorzar
Este libro es del Este libro es de él
Val cerro Va al cerro
Yo nunquintento eso Yo nunca intento eso
Fui alaHabanauna vez Fui a La Habana una vez
Cantantinternacional Cantante internacional
Dentrun rato Dentro de un rato
Cuandundolor Cuando un dolor
Fuente: tabla recuperada de búsqueda en Google.

Recomendación para corregir el defecto: evita omitir las s finales de cada


palabra. En caso de vocales semejantes, estas se pronuncian completas,
pero sin pausa. Ejemplo: Puerto Ordaz, no Puerto-Ordaz.

Metátesis y disimulación

Consiste en la transposición de letras, sílabas, palabras o actos fallidos. Es


el más tonto, pero el más común, y obedece a trastornos psicoverbales y a
fallas de la mecánica articulada. Suele suceder por la falta de atención en lo
que estamos diciendo y exige gran serenidad por parte de quien lo comete;
de lo contrario, se desataría una racha de mentiras y engaños. Revisa en la
Tabla 2 los ejemplos.

5
Tabla 2: Ejemplos
Expresión dicha Expresión que se quería decir
La banda manca de leche. La banda blanda de leche.
Rinde como uno y cuesta como dos. Rinde como dos y cuesta como uno.
El presidente se reunió con los El presidente se reunió con los
usureros. usuarios.
Fuente: tabla recuperada de búsqueda en Google.

La recomendación para corregir el defecto es establecer enlaces y tener la


seguridad necesaria y la suficiente agilidad mental para no titubear y poder
hallar la fórmula adecuada en caso de olvidarnos de una palabra.

Sustitución de letras

Es común sustituir las consonantes d, p, c y s al final o a la mitad de la


palabra. Revisa la Tabla 3 para ver ejemplos.

Tabla 3: Ejemplos
Incorrecto Correcto
Calidac Calidad
Octurador Obturador
Señorajiseñores Señoras y señores
Sepcional Seccional
Ocjeto Objeto
Correpto Correcto
Fuente: tabla recuperada de búsqueda en Google.

Recomendación para corregir el defecto: practicar los ejercicios generales


de articulación.

Lambacismo

Cambio de la letra r por la l. Revisa la Tabla 4 para ver más ejemplos.

6
Tabla 4: Ejemplos
Incorrecto Correcto
Amol Amor
Muelto Muerto
Hacel Hacer
Miral Mirar
Fuente: tabla recuperada de búsqueda en Google.

Rotacismo

Conversión de la letra l en r. Revisa la Tabla 5 para ver ejemplos.

Tabla 5: Ejemplos
Incorrecto Correcto
Argunos Algunos
Er barco El barco
Mir Mil
Fuente: tabla recuperada de búsqueda en Google.

Laísmos

Uso exagerado de la y las en el dativo como en el acusativo del pronombre.

Ultracorrección

Hay que evitar el refinamiento exagerado del lenguaje y evitar formas


falsamente correctas, que pueden ocurrir inconscientemente cuando se
quiere ser muy fino. Revisa la Tabla 6 para ver ejemplos.

Tabla 6: Ejemplos
Incorrecto Correcto
Chacado Achacado
Vacido Vacío
Fuente: tabla recuperada de búsqueda en Google.

7
Palabras extranjeras o préstamos lingüísticos

Lo más recomendable es tacharlas y escribir su traducción fonética, debajo


o encima del texto: full (lleno), ok (Está bien), watchman o guachimán
(vigilante), software (programa).

Atropello articulativo de las letras

Debemos tener cuidado con las frases donde se presenten los siguientes
casos:

 Cacofonía: secuencia de sonidos desagradables o de articulación difícil.


Los trabalenguas se basan en la cacofonía. Por ejemplo: “Lala les da las
lilas a la niña”.
 Aliteración: figura que consiste en la repetición notoria del mismo o de
los mismos sonidos, sobre todo consonánticos, en una palabra o frase.
Por ejemplo: “El ruido con rueda la ronca tempestad”.
 Paranomasia: semejanza entre dos o más vocablos que no se
diferencian sino por la vocal tónica en cada uno de ellos. Por ejemplo:
“En el lago estuvo el lego lugo”.

Recomendación para corregir el defecto: prestar atención en lo que se lee


o se dice.

Norma general: pronuncia todas las letras de cada sílaba y todas las sílabas
de cada palabra correctamente. Es peligroso omitir letras: destruye todo,
hasta los esfuerzos que se hicieron para perfeccionar la elocución.

Vicios comunes

La voz es el sonido producido en la laringe, base del habla y el canto. Se


considera que hay una buena voz cuando el tono, el timbre o la intensidad
son adecuados para permitir la comunicación y son apropiados para la
edad y el sexo del individuo.

Muchas son las causas que puedan producir un problema de voz: una
persona puede ponerse ronca temporalmente si tiene un proceso gripal
fuerte o sufre laringitis; también un grito fuerte y sostenido puede producir
la pérdida temporal de la voz.

¿Qué es la fonética? ¿Qué es la fonología?


La fonología intenta dar sentido a los datos fonéticos, tratando de
descubrir lo que el hablante de la lengua sabe acerca de ellos

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(probablemente, solo en forma subconsciente). La fonología, en
consecuencia, considera el inventario de sonidos que la lengua tiene. Por
ejemplo, el castellano tiene sonidos que no se presentan en francés, y
viceversa. Determinar la función de los sonidos en una lengua es una de las
tareas del fonólogo, que tiene importancia especial para los que ayudan en
el desarrollo de sistemas de escritura para lenguas que todavía no lo
tienen. “La fonética es el estudio de todos los posibles sonidos que el habla
tiene; la fonología estudia la manera en que los hablantes de una lengua
sistemáticamente utilizan una selección de estos sonidos del habla para
expresar significado” (Crystal, 1992, p. 160).

El inventario limitado de sonidos que una lengua utiliza para formar


palabras se llama comúnmente fonema. Los fonemas, a su vez, se clasifican
en consonantes y vocales. Algunas lenguas, además, tienen tonos como
fonemas. Los fonemas de una lengua se ilustran comúnmente con pares
mínimos, esto es, pares de palabras que se distinguen por un cambio
mínimo. Por ejemplo, las palabras supe y sube son un par mínimo, tal como
lo son las palabras peso y beso para los mismos sonidos. Las palabras cana
y caña son un par mínimo que ilustra otro par de sonidos contrastivos del
castellano.

El análisis fonológico se basa en el principio de que ciertos sonidos causan


cambios en el significado de una palabra o una frase, mientras otros
sonidos no lo hacen.

Esta evidencia es importante para la fonología porque los sonidos de una


lengua pueden variar cuando se encuentran en ciertas posiciones. Por
ejemplo, la letra n de una palabra como un se pronuncia diferente cuando
se presenta antes de una vocal (como, en “un oso”) o antes de una
consonante (como en “un dedo”, “un caso”, etc.).

Para qué nos sirve conocerla

El conocimiento de la fonética y, especialmente, de la fonología, nos


proporciona una visión de la importancia que revisten las normas de
pronunciación, en concordancia con las reglas establecidas, como
herramienta para el logro de una comunicación efectiva. Saber cuáles son
los defectos que se producen en la pronunciación y las formas de
corregirlos nos permite ejecutar una mejor utilización del lenguaje y facilita
la preservación de este, aunque dicho lenguaje sea un proceso y, como tal,
esté en cambio continuo, pero dentro de las normas establecidas.

Sonidos vocálicos y sonidos consonánticos

9
La distinción entre vocales y consonantes se basa en criterios fonéticos
(articulatorios y acústicos) y en criterios funcionales.

Criterios fonéticos

 Al emitir los sonidos vocálicos, el aire no encuentra obstáculos en su


salida. En los sonidos consonánticos, existe cierre o estrechamiento de
los órganos articulatorios.
 En los sonidos vocálicos, la lengua no llega a tocar ningún punto de la
boca, la mandíbula inferior desciende y la cavidad bucal presenta una
mayor abertura. Los sonidos consonánticos son más cerrados que los
vocálicos.
 Mientras todas las vocales son sonoras, existen consonantes sonoras y
consonantes sordas. Comparando las consonantes sonoras y las vocales,
se ha observado que en las vocales hay una mayor tensión y mayor
frecuencia vibratoria de las cuerdas vocales que en las consonantes.
Esto provoca que las vocales sean más perceptibles.

El aire de la fonación sale por la cavidad bucal (sonidos orales) o por la


cavidad nasal (sonidos nasales). En las vocales nasalizadas, el aire sale por
la cavidad nasal y la bucal (sonidos oronasales).

Criterios funcionales

 Las vocales pueden formar sílabas; las consonantes, no. Puede haber
sílabas con solo vocales, pero no existen sílabas solo con consonantes:
“ai-re”, “o-jo”, “buey”.
 Las vocales pueden formar palabras; las consonantes, no: e, o, u, y, ¡ay!,
ha, he, ¡eh!, ¡oh!, hoy... (tengamos presente que la grafía h no
representa ningún sonido).
 El núcleo silábico es siempre una vocal.
 El acento, tanto el prosódico como el ortográfico, recae siempre sobre
vocales, nunca sobre consonantes.

Criterios para clasificar los sonidos

Aunque existen diversos factores que podrían incluirse en la clasificación


de los sonidos, tendremos en cuenta, ante todo, los siguientes criterios:

 Modo de articulación. Es la posición que adoptan los órganos


articulatorios, es decir, si existe una mayor o menor abertura de estos a
la salida del aire.
 Lugar o punto de articulación. Es el lugar de la cavidad bucal en el que
actúan los órganos articulatorios para producir el sonido.

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 Acción de las cuerdas vocales. Si las cuerdas vocales oscilan, vibran, se
producen sonidos sonoros; si no vibran, se desarrollan los sonidos
sordos.
 Intervención de la cavidad nasal. Si el conducto nasal está cerrado,
porque el velo del paladar se ha retraído, el aire sale por la cavidad
bucal y se producen los sonidos orales; si, por el contrario, el conducto
nasal está abierto, se producen los sonidos nasales.

Los fonemas vocálicos

En castellano existen cinco fonemas vocálicos: /a/, /e/, /i/, /o/ y /u/.

Figura 1: Fonemas vocálicos

Fuente: [Imagen sin título sobre fonemas vocálicos]. (s. f.). Recuperado de https://goo.gl/pz0nxY

¿Qué es el hiato?

Hiato es el encuentro de dos vocales que no forman diptongo. Cada una de


estas vocales pertenece a una sílaba diferente. Para indicar que no existe el
diptongo, se acentúa la vocal cerrada, prosódica y ortográficamente. En
estos casos la vocal cerrada lleva siempre tilde, sea cual sea su posición.

En las palabras hacia y hacía, podemos comprobar las diferentes


pronunciaciones del fonema /i/. En el primer caso, es una semiconsonante,
lo pronunciamos más rápidamente y tiene menor perceptibilidad. En la
palabra hacia, solo hay dos sílabas: ha-cia. En la palabra hacía, hay tres
sílabas: ha-cí-a. La i ahora es más perceptible y abierta que en el caso
anterior.

Otros ejemplos de hiato son: púa, grúa, rúa, acentúa, cacatúa, cacería,
manía o día. También se puede considerar hiato al encuentro de dos
vocales pertenecientes a sílabas distintas, de las cuales ninguna es cerrada:
co-artar, pe-ón, pa-ella, so-ez, bacala-o, etcétera.

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La sinalefa

Se llama sinalefa a la unión que se produce entre la vocal final de una


palabra y la vocal inicial de la siguiente: “Lo vi_en la frontera”.

¿Cuándo se forma la sinalefa?

Como norma general hay sinalefa siempre que se unan vocales no


acentuadas (átonas).

¿Qué sucede en el caso de que se unan tres vocales? “Asia a un lado, al


otro Europa”.

Se producirán sinalefas cuando las vocales que queden en medio de la


unión no sean vocales cerradas (i, u): “A-sia_a_un- la-do_al-o-tro Eu-ro-
pa”.

¿Qué ocurre cuando, entre las dos palabras, existe una conjunción y u o?
En esta circunstancia la sinalefa se formará siempre entre la conjunción y la
palabra siguiente: “Es-cu-cha_el-dul-ce-y_ar-mo-nio-so-can-to”.

Por último, señalemos que los signos de puntuación (coma, punto y coma,
punto, etc.) no suponen ningún obstáculo para que se produzca sinalefa.

Se conoce como hiato, desde el punto de vista métrico, al fenómeno


contrario a la sinalefa, y se produce cuando una de las vocales que se
deben unir es tónica: “Vir-gen-Ma-ría/al-ba-de-paz”.

Licencias poéticas

Diéresis es la separación métrica de dos vocales que forman diptongo: “el-


rü-i-do”. Por el contrario, se produce una sinéresis cuando dos vocales
abiertas, que nunca forman diptongo, se pronuncian como una sola sílaba:
“a-mi-go-leal”.

Menos frecuentes que las licencias anteriores son dos variantes que
influyen en el número de sílabas: la supresión o la adición de una sílaba.
Algunos ejemplos serían los siguientes: aqueste (prótesis), felice (paragoge)
o siquier (apócope).

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Referencias
Ander Egg, E. y Aguilar, M. (2006). Como aprender a hablar en público. Buenos
Aires, AR: Lumen.

Di Bartolo, I., Bustamante, A., Henry, E. L., Llabrés, C. G., Malatesta, N. O.,
Vilches, M. A.,… y Di Bartolo, I. (h). (2009). Para aprender a hablar en público.
Buenos Aires, AR: Corregidor.

Crystal, D. (1992). The Cambridge Encyclopedia of Language. Cambridge, GB:


Cambridge University Press.

[Imagen sin título sobre fonemas vocálicos]. (s. f.). Recuperado de


http://www.monografias.com/trabajos5/fonora/fonora2.shtml

13
Gimnasia
respiratoria

Oratoria

1
Gimnasia respiratoria
En el texto La producción de la voz y los elementos del discurso oral,
observamos dos modos respiratorios, que son las formas de ingresar el
aire a nuestro organismo: el bucal y el nasal. El modo nasal es el adecuado
y el más saludable, ya que el aire que ingresa es filtrado por los pelitos de
la nariz, calentado por los vasos sanguíneos que irrigan las fosas nasales y
humidificado por la mucosidad. De esta manera, atraviesa en óptimas
condiciones las vías respiratorias hasta llegar a los pulmones.

Además, se hizo referencia a los tres tipos respiratorios: el clavicular, el


abdominal y el costo-diafragmático-abdominal. El clavicular se manifiesta
por la elevación de las clavículas y de los omóplatos, predomina en la
mujer. El abdominal se manifiesta por el abultamiento del estómago y
predomina en el hombre. El costo-diafragmático- abdominal es lo que nos
va a dar una mejor intensidad, continuidad y duración de la voz, es innato
en los bebés recién nacidos.

La mayoría de las personas no respira de manera correcta tanto en su


modo como en su tipo; por lo tanto, no aprovechan los beneficios que les
trae para hablar y para su salud en general respirar correctamente. Es por
ello que proponemos ejercicios de gimnasia respiratoria que, realizados de
manera habitual, te ayudarán a incorporar el hábito de la correcta
respiración.

A continuación, se detallan los movimientos y respiración que deben


efectuarse en cada ejercicio acompañado del gráfico correspondiente para
su mayor comprensión.

Ejercicios de gimnasia respiratoria

En posición decúbito dorsal

 Inspiración nasal llevando un brazo hacia atrás. Pausa de cuatro tiempos


(las pausas de todos les ejercicios que indicaremos a continuación son
de cuatro tiempos, de modo que, en adelante, solo diremos pausa).
Espiración bucal, llevando el brazo al costado del cuerpo y lo mismo con
el otro brazo (Figura 1).
 Inspiración nasal llevando los dos brazos hacia atrás. Pausa. Espiración
bucal incorporando el tronco y comprimiendo las costillas interiores con
las manos (Figura 1).

2
Figura 1: Gimnasia respiratoria en posición decúbito dorsal

Fuente: imagen recuperada de búsqueda en Google.

 Inspiración nasal elevando una pierna a 45°. Pausa. Espiración bucal


mientras desciende la pierna, y lo mismo con la otra pierna (Figura 2).

Figura 2: Inspiración nasal elevando una pierna a 45°

Fuente: imagen recuperada de búsqueda en Google.

 Inspiración nasal elevando una pierna a 45°. Pausa, flexionando y


estirando la pierna. Espiración bucal haciendo descender la pierna. Se
debe realizar lo mismo con la otra pierna (Figura 3).

3
Figura 3: Inspiración nasal elevando una pierna a 45°

Fuente: imagen recuperada de búsqueda en Google.

 Inspiración nasal llevando los dos brazos hacia atrás. Pausa. Espiración
bucal incorporando el tronco y tratando de tocar la punta de los pies
con las manos (Figura 4).

Figura 4: Inspiración nasal llevando los dos brazos hacia atrás

Fuente: imagen recuperada de búsqueda en Google.

 Inspiración nasal llevando los brazos hacia atrás para luego abrirlos y
extenderlos a la altura de los hombros, a ambos lados del cuerpo. Pausa.
Espiración bucal incorporando el tronco y comprimiendo las costillas
inferiores con las manos (Figura 5).

4
Figura 5: Inspiración nasal llevando los brazos hacia atrás para luego
abrirlos y extenderlos

Fuente: imagen recuperada de búsqueda en Google.

Con las piernas separadas

 Inspiración nasal llevando los brazos hacia atrás para luego abrirlos y
extenderlos a los lados del cuerpo, a la altura de los hombros. Pausa.
Espiración bucal incorporando el tronco y tratando de tocar con ambas
manos el pie derecho. Luego realizar lo mismo, pero tocando el pie
izquierdo (Figura 6).

Figura 6: Inspiración nasal llevando los brazos hacia atrás para luego
abrirlos y extenderlos a los lados del cuerpo

Fuente: imagen recuperada de búsqueda en Google.

En posición de sentados

 Inspiración nasal elevando una pierna a 45°. Pausa. Espiración bucal


mientras desciende la pierna; realizar lo mismo con la otra pierna
(Figura 7).

5
Figura 7: Inspiración nasal elevando una pierna a 45° sentados

Fuente: imagen recuperada de búsqueda en Google.

 Inspiración nasal elevando ambas piernas a 45°. Pausa. Espiración bucal


haciendo descender ambas piernas (Figura 8).

Figura 8: Inspiración nasal elevando ambas piernas a 45°

Fuente: imagen recuperada de búsqueda en Google.

 Inspiración nasal flexionando ambas piernas con fuerza, pasando las


plantas de los pies por el piso. Pausa. Espiración bucal estirando las
piernas (Figura 9).

Figura 9: Inspiración nasal flexionando ambas piernas

Fuente: imagen recuperada de búsqueda en Google.

6
Con las piernas flexionadas

 Inspiración nasal elevando el tronco con la cabeza bien relajada y con


apoyo en las manos y pies en el piso, de modo de lograr una posición de
banco. Pausa. Espiración bucal volviendo a posición de sentados con las
piernas flexionadas (Figura 10).

Figura 10: Inspiración nasal elevando el tronco

Fuente: imagen recuperada de búsqueda en Google.

En posición de “gato” (en cuatro patas)

 Inspiración nasal elevando el tronco y dejando la cabeza completamente


relajada, como cuando los gatos se enojan. Pausa. Espiración bucal
estirando el tronco lo más posible y elevando la cabeza, como cuando
los gatos se desperezan (Figura 11).

Figura 11: En posición de “gato”

Fuente: imagen recuperada de búsqueda en Google.

En posición de parados

Todos los ejercicios de gimnasia respiratoria en posición decúbito dorsal se


pueden realizar también de pie.

7
 Con las manos en la cintura, inspiración nasal flexionando las piernas.
Espiración bucal extendiendo las piernas. Se puede hacer con piernas
juntas o separadas (Figura 12).

Figura 12: Con las manos en la cintura

Fuente: imagen recuperada de búsqueda en Google.

 Con las manos a los costados, en la cintura o extendidas a la altura de


los hombros. Inspiración nasal flexionando una pierna. Pausa. Espiración
bucal estirando la pierna. Se debe realizar lo mismo con la otra pierna
(Figura 13).

Figura 13: Con las manos a los costados

Fuente: imagen recuperada de búsqueda en Google.

 Con las manos a los costados, en la cintura o extendidas a la altura de


los hombros. Inspiración nasal flexionando una pierna, elevando una
pierna al costado o atrás (Figura 14).

8
Figura 14: Con las manos a los costados, en la cintura o extendidas

Fuente: imagen recuperada de búsqueda en Google.

 Inspiración nasal elevando los talones y quedando en puntas de pie.


Pausa. Espiración bucal haciendo descender los talones (Figura 15).

Figura 15: Inspiración nasal elevando los talones y quedando en puntas


de pie

Fuente: imagen recuperada de búsqueda en Google.

 Con piernas separadas, realizar una inspiración nasal. Pausa. Espiración


bucal flexionando el tronco a la derecha, al centro (eje del cuerpo), a la
izquierda y arriba (Figura 16).

Figura 16: Con piernas separadas

9
Fuente: imagen recuperada de búsqueda en Google.

 Con las piernas separadas, realizar una inspiración nasal. Pausa.


Espiración bucal flexionando el tronco adelante, al centro, atrás y arriba
(Figura 17).

Figura 17: Con piernas separadas

Fuente: imagen recuperada de búsqueda en Google.

 Con piernas separadas y tronco relajado, debemos realizar una


inspiración nasal subiendo el tronco. Pausa. Luego ralizaremos una
espiración bucal relajando el tronco (Figura 18).

10
Figura 18: Con piernas separadas y tronco relajado

Fuente: imagen recuperada de búsqueda en Google.

Luego hacemos la correcta respiración costo-diafragmática caminando,


corriendo, saltando con diversos ritmos o bailando, es decir, tratando de
que se pueda incorporar esta nueva manera de respirar en todo momento,
automatizándola para poder ser dueños absolutos de ella.

11
Referencias
Ander Egg, E. y Aguilar, M. (2006). Como aprender a hablar en público. Buenos
Aires, AR: Lumen.

Di Bartolo, I., Bustamante, A., Henry, E. L., Llabrés, C. G., Malatesta, N. O.,
Vilches, M. A.,… y Di Bartolo, I. (h). (2009). Para aprender a hablar en público.
Buenos Aires, AR: Corregidor.

12
El orador:
lenguaje corporal

Oratoria

1
El orador: lenguaje corporal
“La comunicación no sólo se establece con palabras. En realidad, la palabra
representa apenas un 7% por ciento de la capacidad de influir en los
demás” (Ribeiro, 1999). Este postulado nace de investigaciones
neurolingüísticas que también afirman que el tono de voz y el lenguaje
corporal representan un 38 % y un 55 % de este poder (Figura 1).

Figura 1: Los tres componentes en la capacidad de influir en los demás

Fuente: Imagen recuperada de búsqueda en Google.

El lenguaje corporal es un componente innato del ser humano en su


capacidad de comunicación, que se percibe a nivel inconsciente. Cuando
observamos a un orador, nos atrapa o nos aburre, nos gusta o nos cae
antipático, pero no nos detenemos a observar hacia dónde dirigió la
mirada, cómo movió las manos o de qué manera se desplazó, a menos que
estemos cursando oratoria.

2
A veces lo que se dice con las palabras es lo contrario de lo que se
comunica con el lenguaje corporal. Pensemos en un orador que está
diciendo su discurso y observamos que se para, se sienta, que mueve
mucho un pie y hace ruido con los zapatos, que tiene cara de terror, que
mira todo el tiempo al piso y al final del discurso dice: “Me sentí muy
cómodo en esta charla”; es probable que la mayoría de las personas del
auditorio no le crea.

Los componentes del lenguaje corporal son los movimientos de manos y


brazos, la postura corporal, el desplazamiento, la mirada y las expresiones
del rostro.

Muchas veces, el orador es consciente de todos los elementos que influyen


en la capacidad de comunicación y, por lo tanto, prepara y practica el
discurso. Después de varias repeticiones, sale fabuloso, pero a la hora de
decirlo en público los nervios o el estrés lo invaden y todo lo que preparó
se desmorona. En una encuesta realizada en varios países acerca de las
situaciones que más temor le producen a la gente, la primera de la lista fue
“hablar en público”, situación altamente estresante.

Las reacciones físicas y psicológicas ante la circunstancia de hablar frente a


un auditorio se denomina miedo oratorio, una emoción totalmente normal
que funciona sin que podamos dominarla, salvo cuando estamos
entrenados. Es un llamado de atención o síntoma y está provocado por una
relación de fuerzas entre la percepción de amenazas y los recursos que uno
tiene para superarlas.

En este texto se verá la importancia del lenguaje corporal y cada uno de sus
elementos en la oratoria. Además, se definirá el miedo oratorio, se
describirán soluciones fallidas y se propondrán algunas sugerencias para
dominarlo.

Lenguaje corporal

Ademanes

Muchas personas que empiezan a explorar su lenguaje corporal se


encuentran ante esta pregunta: ¿qué hacer con las manos? El movimiento
de las manos debe servir para apoyar la idea que se está diciendo con las
palabras. “Las palabras deben ser acompañadas con el gesto que mejor
expresa los sentimientos y emociones. Los ademanes no deben ser
artificiales ni mecánicos” (Ander Egg y Aguilar, 2006).

3
Lo principal es no realizar movimientos que distraigan la atención del
auditorio y que no tengan relación con lo que se está diciendo con las
palabras. “Ante todo hay que evitar los gestos y actividades sin sentido u
objetivo, como movimiento de brazos o cabeza que no se corresponden
con lo que se está diciendo” (Ander Egg y Aguilar, 2006).

Hay movimientos de las manos que tienen determinados significados


(Figura 2), pero no hay que ser taxativos, ya que la significación tiene
mucho que ver con el contexto de la situación comunicativa. Además, cada
persona posee ademanes de acuerdo con su edad, formación y
personalidad; al respeto, Ander Egg y Aguilar dicen que los ademanes “son
individuales y expresan la propia personalidad. Su uso correcto depende en
gran medida de las costumbres” (2006).

Figura 2: Resumir (1), precisar (2), insistir (3), rechazar (4), generalizar (5),
recalcar (6) y llamar la atención sobre algo particular (7)

Fuente: Imagen recuperada de búsqueda en Google.

4
Expresiones del rostro

El orador, a través de sus expresiones faciales, refleja su personalidad y sus


estados de ánimo. Cuando estamos frente a un orador que a través de su
cara nos refleja disposición, buen humor o alegría, seguramente lo
escucharemos con más atención que a uno que proyecte mal humor,
cansancio o tedio.

Cuando se trata de una conferencia o discurso donde el


auditorio puede ver el rostro del conferenciante, puede
decirse que la gente está oyendo el rostro y la palabra. El
movimiento de los músculos faciales, expresando alegría u
otras emociones, tiene un efecto comunicativo y contagioso.
(Ander Egg y Aguilar, 2006).

5
Figura 3: Expresiones faciales típicas

Fuente: Imagen recuperada de búsqueda en Google.

También la sonrisa es un elemento muy importante para demostrar buena


predisposición y emanar buena energía hacia el público. “La sonrisa en
oratoria significa amabilidad, agradecimiento al público por su presencia,
aceptación y respeto” (Di Bartolo et al., 2009).

Cabe destacar que la sonrisa nunca debe ser forzada, sino que debe reflejar
un sentimiento genuino de querer empatizar con el público y darle algo a
través del discurso. “Con la sonrisa, como acto innato, trasmitimos nuestra
realidad interior, por eso no debemos forzarla. Usarla al comienzo de la
conferencia y también al cerrarla, pero no indiscriminadamente o fuera de
contexto. Natural y espontánea” (Di Bartolo et al., 2009).

6
Mirada

Cuando se habla en público, la mirada juega un papel fundamental para la


conexión entre el orador y la audiencia. El público necesita que lo miren
para saber que el discurso es para él y sentirse partícipe de la situación de
comunicación. “Una mirada franca y directa es la señal más clara para
expresar que se ha entablado un contacto con el interlocutor y que
complace el encuentro” (Di Bartolo et al., 2009).

Es importante que la mirada vaya hacia toda la audiencia, mirando de a


ratos a uno y otro sector, según la disposición del lugar. “Hemos
aconsejado una mirada abarcadora, panorámica al comenzar la
conferencia, luego, con el correr del tiempo, puede mirar a uno del público
para conseguir su aprobación gestual y reafirmar su seguridad y
tranquilidad” (Di Bartolo et al., 2009).

La sonrisa es un elemento muy importante para demostrar buena


predisposición y emanar buena energía hacia el público; en oratoria
significa amabilidad, agradecimiento al público por su presencia, aceptación
y respeto.

Eje o postura

¿Qué significa estar en el eje?

Significa que el cuerpo está centrado, derecho; que el peso del cuerpo no
se fue hacia un costado u otro y que no está apoyado en una pierna (Figura
4). El cuerpo en el eje da una sensación de seguridad, manejo del cuerpo y
autoridad. “Los oradores inexpertos se balancean, apoyándose
alternativamente en un pie y luego en el otro, en forma interminable y
constante. También suelen oscilar de atrás hacia delante, poniéndose en
puntas de pie” (Ander Egg y Aguilar, 2006). La postura que debe tener el
orador es derecha, con la cabeza mirando hacia delante y con el pecho
orientado al público.

7
Figura 4: Eje del cuerpo

Fuente: Imagen recuperada de búsqueda en Google.

Posición en el escenario y desplazamiento

Es preferible estar inmóvil que empezar a desplazarse sin sentido por todo
el escenario. “Hay que desplazarse en el estrado, pero no hacerlo
continuamente como un oso enjaulado de un extremo a otro, esto distrae
al público y hasta puede llegar a exasperarlo” (Ander Egg Y Aguilar, 2006).

Una regla básica es la que indica que el orador nunca debe dar la espalda
cuando habla: si necesita desplazarse o tiene alguna ayuda visual como
presentación en PowerPoint o video, debe ponerse de costado o, en el
caso de utilizar un pizarrón al momento de escribir, no debe hablar, ya que
su voz se irá hacia la pared. “Que todo el auditorio lo observe y usted
pueda observar a todos, no les dé la espalda” (Di Bartolo et al., 2009).

Muletillas corporales

Son movimientos de manos, de zapatos, de ojos, el tocarse la cara, el pelo


o el anillo, que no aportan nada al discurso; son de repetición y distraen la
atención del público.

“Cuidarse de los tics nerviosos musculares, que nos hacen prisioneros de


hábitos no siempre muy presentables. Dentro de estos tics están el
comerse las uñas, rascarse la cabeza, tocarse la cara, la oreja, la nariz,
acomodarse la corbata” (Ander Egg y Aguilar, 2006).

8
Ensayo

En toda actuación frente a un público, es necesaria una preparación


adecuada, ya que no se puede dejar nada librado al azar. La regla
fundamental es ensayar, ensayar y ensayar. Ensayar a conciencia permite
llegar a dominar la actuación que se va a realizar, lo que contribuye a
aumentar la autoconfianza y a reducir la tensión típica de los días previos a
la presentación. Para ensayar es necesario disponer del tiempo necesario e
implica una preparación previa del discurso y exponerlo varias veces,
preferiblemente frente a un espejo del tamaño del cuerpo (Figura 5), hasta
familiarizarse con él sin aprenderlo de memoria. Se debe pautar el uso la
voz, los silencios, las miradas, los movimientos, las manos o los gestos de la
cara, entre otros.

Figura 5: Dimensiones adecuadas de un espejo para prácticas

Fuente: Imagen recuperada de búsqueda en Google.

Filmarse es muy útil para poder autoevaluar las fortalezas y debilidades e ir


corrigiéndolas. También es muy útil ensayar con público, frente a familiares
o amigos que puedan analizar críticamente la presentación. Es necesario

9
ensayar incluso si se pretende improvisar el discurso, ya que solo con su
dominio se podrá realizar una buena improvisación.

En toda actuación frente a un público, es necesaria una preparación


adecuada, ya que no se puede dejar nada librado al azar. La regla
fundamental es ensayar, ensayar y ensayar.

10
Referencias
Ander Egg, E. y Aguilar, M. (2006). Cómo aprender a hablar en público. Buenos
Aires, AR: Lumen.

Di Bartolo, I., Bustamante, A., Henry, E. L., Llabrés, C. G., Malatesta, N. O.,
Vilches, M. A.,… y Di Bartolo, I. (h). (2009). Para aprender a hablar en público.
Buenos Aires, AR: Corregidor.

Ribeiro, L. (1999). La comunicación eficaz. Barcelona, ES: Urano.

11
Lenguaje
corporal

Oratoria

1
Lenguaje corporal
Carlos G. Llabrés, en el texto de Di Bartolo et al. (2009), Para aprender a
hablar en público, afirma que nuestra imagen impacta a nivel no
consciente, de modo que genera en pocos segundos: aceptación o rechazo,
credibilidad o desconfianza, buena o mala predisposición, aun antes de una
valorización de lo expresado oralmente.

La apariencia de seguridad y profesionalismo, por lo tanto, es anterior a la


exposición. La calificación de lo expresado oralmente confirma, refuerza (o
descalifica también) esa impresión inconsciente, primaria, del primer
impacto corporal. La información llega instantáneamente a lo más
profundo y antiguo del cerebro, al palioencéfalo: acumulación de
experiencias de la especie humana desde su inicio como tal. Ahí se
contacta con lo primitivo del hombre, anterior a la palabra, lo gestual, lo
corporal.

Birdwhistie midió este tiempo del primer impacto: es de 15 a 45 segundos.


¡Ahí se juega gran parte del acto oratorio! Y justo en esos primeros
segundos el orador padece del tan temido miedo oratorio.

La imagen personal, corporal y todo nuestro cuerpo transmiten


rápidamente potentes mensajes al auditorio.

Los inexpertos no entrenados desearían escapar de esa situación. Se


ocultan tras un pupitre, floreros, jarras de agua, micrófonos, arreglan
apuntes o la ropa, la corbata, el pelo; recurren a todo lo que les alargue el
tiempo de presentarse a esos cientos de ojos que desde el auditorio lo
miran despiadadamente y para mejorar la tensión que padecen no
encuentran otra palabra para comenzar que... bueno... este...

Al respecto Llabrés (como se cita en Di Bartolo et al., 2009) indica qué


tenemos que hacer, qué vestimenta utilizar y cómo leer el auditorio. A
continuación, se presenta cada uno de estos aspectos.

Qué tenemos que hacer


Primero, debemos pararnos frente al público; siempre que puedas
comienza tu presentación de pie, que vean toda tu figura. No te ocultes.
Tus hombros deben estar alineados con sus pies, no rotados o torcidos.

Los pies deben estar separados al ancho de los hombros. Debes mostrarte
con seguridad, sin balanceos adelante y atrás, sin oscilar apoyándote

2
primero en un pie y luego en otro, sino relajado, tranquilo. Quédate quieto
para que te vean.

Es importante estar bien alineado. El torso, el cuello y la cabeza deben


estar con igual orientación que la pelvis, las piernas y los pies en la
presentación. Es muy común descuidar este detalle y comenzar a hablar
torcido, con ambos sectores dirigidos en posiciones opuestas. Durante la
disertación, si lo necesitas, gira cabeza y hombros juntos (no la cabeza y
cuello solos).

A donde mira el orador y a donde lleva su torso se enfoca la atención el


auditorio. La palabra en esos primeros 10 segundos no tiene ninguna
importancia, de modo que tómate ese tiempo para hacer lo que se
denomina silencio inicial, que caracteriza a todo buen orador. Lograrás la
atención del público y el silencio preparatorio para que te escuchen con
atención.

En esos primeros instantes, una expresión relajada y una mirada


panorámica a toda la audiencia junto con una leve sonrisa conquistarán a
gran parte de ella y, si sabes “leer” al auditorio, podrás tener la tan ansiada
tranquilidad de saber que estás bien encaminado.

La palabra en esos primeros 10 segundos no tiene ninguna importancia.


Tómate ese tiempo para hacer lo que se denomina silencio inicial, que
caracteriza a todo buen orador.

Cuando te decidas a hablar, hazlo con decisión en tu exposición, con gestos


animados y vigorosos, todo lo contrario de “bueno...” o “esteee...”. La
introducción es, según Aristóteles, “más de la mitad del todo”; la debes
tener muy estudiada, es una de las pocas cosas que no conviene
improvisar.

Vestimenta

Es de gran importancia tu adecuación a la personalidad y características


individuales del orador, pero también a la del auditorio donde te
presentarás. Estúdialo con anterioridad.

Usa ropa en perfectas condiciones, sin manchas, botones faltantes o a


punto de caerse, con planchado adecuado, sin bolsillos abultados con
papeles.

Armoniza tonos y colores, que sean poco llamativos, especialmente las


mujeres (máxime, si son muy atractivas). El auditorio fija rápidamente su
atención en la minifalda, escote amplio o saco rojo más que en el

3
contenido del discurso. Los hombres recuerden no usar bufandas o
pulóveres en una entrevista programada bajo techo, tampoco son
aconsejables musculosas o remeras con logos, salvo que sean deportistas y
tengan un contrato de uso.

Es de gran importancia la adecuación a la personalidad y características


individuales del orador, pero también a la del auditorio donde se
presentará.

Presta atención al calzado, que debe estar en buen estado de uso, lustrado
y con los cordones bien atados. Trata de no usar alhajas brillantes, muchos
anillos, broches, prendedores, pulseras, aros o relojes rutilantes y
llamativos: pueden desviar la atención del auditorio, las miradas que deben
ser dirigidas al orador en su totalidad o a los apoyos visuales (diapositivas,
láminas, transparencias).

Leer al auditorio

Es obligación del orador mantener una fluida comunicación con su


auditorio durante toda la disertación. El diálogo se establece de entrada a
través de las miradas y gestos, cuyo “tráfico” maneja el disertante, leyendo
a su público.

Si eres recibido con agrado e interés, notarás que todas las miradas se
dirigen a ti, en lugar de hacerlo hacia el salón o hacia el programa. Si
observas en tu público movimientos sincrónicos con los suyos, de
acompañamiento, inclinación de cabezas a un lado o asentimiento,
posturas iguales de todo el auditorio que está sentado levemente hacia
adelante, para recibirlo mejor y no perder nada de lo que tienes para
comunicar, siéntete satisfecho: tu disertación se encuentra bien orientada,
circula por los carriles que propusiste al prepararla, eres globalmente
aceptado.

Aprende a “leer” a tu auditorio, la retroalimentación ayuda a una más


adecuada transmisión de conocimientos.

El rostro

Llabrés (como se cita en Di Bartolo et al., 2009) también habla de la


importancia del rostro en el orador: hace referencia a los ojos, a la sonrisa
y a la risa. A continuación, se presentan las conclusiones del autor sobre la
importancia del rostro para un orador. El público ya vio toda su imagen, y
ahora le presta especial atención al rostro del orador.

4
Por su estructura anatómica, diríamos “arquitectónica”, hay rostros
abiertos, francos, que dejan ver sus emociones, manifestando su alegría o
su placer por estar hablando de ese tema tan particular frente a su público.
Las mejillas se hinchan, las arrugas parecen desaparecer, las comisuras de
los labios se elevan, igual que las de los párpados y las cejas; la sangre fluye
y provoca un color rosado en su piel. Intenta que tu cara tenga estas
características, en lugar de esos rostros cerrados, impenetrables,
impasibles con signos de seriedad o gravedad extrema durante el discurso
que aburre y cansa, aunque el contenido verbal pueda tener algo
interesante.

Hay caras de por sí plácidas, con líneas clásicas griegas, como la de Juan
Pablo II, que transmiten paz y serenidad; otras, como “techo a dos aguas”,
que transmiten tristeza y melancolía, las cuales contrastan con las de tipo
“pagoda”, con comisuras labiales y cejas hacia arriba, sonrientes y alegres.

Paúl Elkman describió más de 1000 expresiones faciales diferentes; le


llevaría más de dos horas a un buen actor mostrarlas todas. No es para
menos, el rostro humano tiene el conjunto de músculos más complejo y
desarrollado no solo del reino animal, sino del cuerpo humano. Sus
estudios se orientaban a determinar a través del rostro cuándo se miente.

Los ojos

Dentro de la cara, ¿qué mira primero el público? Los ojos. Estos hablan
tanto como su lengua, con la ventaja de que el lenguaje ocular no necesita
diccionario, es comprendido en todo el mundo, según Ralph Waldo
Emerson.

¡Cuántas leyendas, en toda cultura, o supersticiones como el mal de ojo


vinculadas con la mirada!

Nadie duda de la importancia de la mirada en la comunicación.

Una mirada fija, ojo a ojo y sostenida es vivida por quien la recibe como
una amenaza o desafío. Trae como respuesta una sensación de
incomodidad, con reacción de alarma o de ira. Se puede medir por el
aumento de la frecuencia cardíaca, aun en animales. Estos tienen muy
claro en su código que el que baja la mirada es el perdedor de la contienda
o zona en disputa. También en la especie humana, Argyie observó que las
personas habitualmente se miran entre sí durante un 30 % y un 60 % del
tiempo de todo el discurso; si lo hacen durante más tiempo, es que están
más interesados en la persona que en lo que ella dice.

5
Hay dos extremos: los enamorados, por un lado, y dos personas muy
agresivas, hostiles y desafiantes, al borde de la pelea, por el otro. El
primero que baja la mirada denota miedo o se resigna a perder.

Las personas muy tímidas evitan mirar a los ojos o lo hacen en forma
mínima, aunque sean sinceros y deseen comunicarse. No prejuzgar otra
actitud. Solo timidez.

Hemos aconsejado una mirada abarcadora y panorámica al comenzar la


conferencia. Luego, con el correr del tiempo, puedes mirar a uno del
público para conseguir su aprobación gestual y reafirmar tu seguridad y
tranquilidad.

Si hay alguien del auditorio particularmente molesto, puedes mirarlo


directamente y hacer un silencio significativo. Junto con la mirada, va
también la orientación de tus hombros y torso, no girando la cabeza. Los
ojos de los humanos tienen características especiales propias, como un
mayor blanco de ojo que cualquier otro animal, lo que lo hace más
expresivo.

Una mirada abarcadora y panorámica al comenzar la conferencia. Luego,


con el correr del tiempo, puedes mirar a uno del público para conseguir su
aprobación gestual y reafirmar tu seguridad y tranquilidad.

Las pupilas, sin variación de luz, nos indican excitación y agrado cuando se
dilatan y rechazo y desagrado cuando se contraen. Ya en la corte de los
Borgia, la dilatación de la pupila se asociaba con la belleza; para lograrla,
utilizaban derivados de la atropina, la belladona. Sin ingerir ningún
fármaco, los bebés tienen naturalmente esa dilatación pupilar para agradar
a sus padres (y evitar el maltrato y el abandono).

Las miradas y los movimientos oculares transmiten rápidamente necesidad


de afecto, comprensión, dominio, superioridad y las más variadas actitudes
y sentimientos de los humanos.

Grandes negociadores, como Onassis, ocultaban su mirada bajo lentes


oscuros no solo por su miastenia, sino para no dar ningún indicio de sus
sentimientos durante sus tratativas. Si un orador debe usar lentes, trata
que no sean oscuros; si son claros, trata que no reflejen la luz para no
obstaculizar el normal “tráfico” de las miradas con tu público.

Clásicamente, se ha descripto:

 una mirada de negocios, que abarca la frente, las cejas, los ojos y la
nariz del interlocutor;

6
 una mirada social, en una especie de triángulo que toma las cejas, los
ojos y llega hasta la boca y el mentón (estas primeras dos son las
recomendadas en la oratoria);
 la mirada íntima, que, desde la frente y los ojos, desciende hasta el
pubis, y la reservamos solamente para algunas personas y en
determinadas circunstancias.

Jean Paúl Sartre expresa: “El contacto visual es lo que nos hace real y
directamente consciente de la presencia del otro como ser humano con
conciencia e intenciones propias”.

La sonrisa

La sonrisa es un excelente aliado de todo orador novel o con experiencia;


inapreciable arma que debe ser utilizada con tino y habilidad. Es el
equivalente al alfil en el ajedrez.

Spitz, un estudioso de cómo se estructura la mente en la especie humana


desde la vida fetal hasta la madurez, considera a la sonrisa como el “primer
organizador”. Es el primer gesto, innato, no imitativo de la comunicación
entre el bebé y su madre; simboliza la alegría y la satisfacción. Se observa
al cumplir el primer mes de vida y nos acompaña hasta la senectud.

Hay 9 formas distintas de sonrisa. Las tres más comunes son:

 Simple: sin exposición de dientes (como la Mona Lisa). Se sonríe a sí


misma. No participa de ninguna actividad.
 Labio superior: se exponen los incisivos superiores solamente, sin
mostrar las encías. Coincide con una mirada a ojo, como encontrándose
con un viejo amigo.
 Amplia: se exponen ambos incisivos superiores e inferiores. Es casi una
risa, como si se estuviera jugando con placer.

La sonrisa en oratoria significa amabilidad, agradecimiento al público por su


presencia, aceptación y respeto.

Sugerimos que acompañes la mirada abarcadora y panorámica con la


sonrisa al comenzar todo acto oratorio. Pero cuidado, debe ser natural,
aparecer lentamente y desaparecer también lentamente, como para recibir
o despedir a un amigo muy querido. Es imposible engañar al auditorio con
una sonrisa permanente, como si nos colocáramos una máscara. Tampoco
vale una sonrisa “de foto”, que denota falsedad, o la sonrisa “Mona Lisa”,
interior, para ella sola, a partir de la cual podemos preguntarnos: ¿qué
estará pensando?, ¿qué nos quiere decir? Tampoco debemos utilizar la

7
sonrisa espartana de labios rígidos: que indica que “nos bancamos todo” y
denota tensión, o la sonrisa torcida, donde baja una sola comisura labial.

Hay que evitar la sonrisa irónica, despectiva y fría que demuestra nuestra
superioridad como disertantes debido al cúmulo de conocimientos que
poseemos, ¡frente a un auditorio que carece de ellos! Estos tipos de sonrisa
bloquean la esencia de la oratoria contemporánea: la buena y fluida
comunicación, por el rechazo inconsciente que nos crea un orador con esas
características. Con la sonrisa, como acto innato, transmitimos nuestra
realidad interior, y por eso no la debemos forzar. Debemos usarla al
comienzo de la conferencia y también al cerrarla, pero no
indiscriminadamente o fuera de contexto: debe ser natural y espontánea.

¿Tenemos que hacer reír al auditorio? ¿Cuál es su utilidad en oratoria?

La risa es un gesto compuesto, según Desmond Morris, que tiene


intensidades y variedades notorias en cada individuo, raza y costumbres.

Los autores norteamericanos la proponen al comienzo de todo discurso.


Opinan que con un chiste que haga reír se conquista inmediatamente al
auditorio y se “rompe el hielo”, lo cual predispone al público en favor del
orador.

Según nuestra experiencia y estilo, no es necesario emplear la risa al


comienzo. Si el orador no es realmente gracioso, es muy probable que su
chiste no cause gracia y solamente él quede riéndose solo en el estrado.
Este comienzo implicaría mucho riesgo. Mejor es hacer hincapié en los
otros elementos gestuales ya explicados: la postura, la mirada y la sonrisa
que todos poseemos y solamente tenemos que poner en práctica.
Reservemos el “arma” de la risa para ayudamos en otras situaciones de la
conferencia, no al principio.

La risa sirve para renovar la capacidad de atención, el público se distiende.


Se crea un nuevo vínculo entre los que ríen juntos. Por eso, utiliza la risa
cuando “leas” por los gestos y actitudes del auditorio que este se
encuentra cansado o a punto de aburrirse con nuestra disertación. Es como
un pequeño recreo: mantiene el interés en la audiencia. Resérvela también
para calmar cualquier situación conflictiva o tirante entre el orador y
alguien del auditorio o extraño a él, interrupciones o imprevistos de
cualquier naturaleza (fallas del audio, de apoyos visuales, de iluminación,
alguien que se retira o ruidos extraños); elimina resistencias.

Reservar la risa para calmar la tensión o el cansancio es un recurso apto


para todo orador, es la torre del ajedrez. El humor debe ser original,

8
exclusivo, apropiado al público, pertinente, inofensivo, oportuno e
inocente. Es bueno reírse de sí mismo en algunas ocasiones.

Gestos

Carlos Llabrés (como se cita en Di Bartolo et al., 2009) también hace


referencia a la importancia de los gestos. A continuación, detallamos los
dichos del autor con respecto a las manos y a las señales de batuta.

Desde su origen ancestral, los gestos se encuentran directamente


vinculados con la comunicación. Su objeto es enviar un mensaje con un
contenido claro para que sea captado y comprendido por el receptor. Son
secuencias de posturas y movimientos que se han realizado con el
transcurso del tiempo, automáticas. No tenemos clara noción de cuándo ni
cómo los hacemos.

Los gestos que acompañan a un orador son siempre muy personales,


propios de él. Tienen su sello y estilo.

Al evolucionar la especie humana a la bipedestación, los miembros


superiores tuvieron una actividad compleja y variada que nos diferencia de
las otras especies.

Es llamativo el número de combinaciones que se pueden realizar con


dedos, manos, muñecas, antebrazo, codo, brazo y hombro. La variación
con ambos da una cifra, según los investigadores, de 700 000. Por suerte,
no los realizamos todos, pero hay varios que son característicos de
distintas situaciones internas y, aunque son personales y casi
inconscientes, sirven para analizar su intención y significado.

La clave inicial para interpretar los gestos es observar las manos.

Un gesto con los dedos separados y la mano abierta es un intento de ser


abarcador, se busca un acercamiento de todo el auditorio.

 Las palmas de ambas manos hacia arriba denotan un gesto implorante:


por favor.
 Las palmas enfrentadas pretenden limitar el problema.
 Las palmas hacia abajo, con suaves movimientos de subibaja, tratan de
calmar los ánimos y la tensión reinante.
 Las palmas sobre el pecho intentan persuadir al auditorio de la
sinceridad del orador. Si son ambas con dedos separados, con mayor
intensidad, desconfía de la autenticidad del mensaje.

9
 Frotarse ambas manos entre sí significa estar en intensa expectativa,
esperando algo agradable, mientras que secarse las palmas de las
manos en la ropa o con un pañuelo denota intensa ansiedad y estrés.
 Una mano extendida con la palma hacia el frente trata de proteger al
orador de una situación conflictiva, detiene una supuesta agresión.
 Brazos cruzados son indicadores de una actitud defensiva, y más aún si
las piernas también lo están. Para ejemplificar partes de nuestro
discurso y enumerarlas, se utiliza un dedo indicador que toca
separadamente, uno por uno, los dedos de la otra mano.

Señales batutas

Son llamadas así porque marcan el compás del discurso. La mano que se
extiende junto con el brazo hacia el frente con la palma hacia atrás y los
dedos flexionados con movimientos hacia el cuerpo del orador es
característica de los que intentan “agarrar”, atrapar o atraer al auditorio. Es
un clásico, llamado agarrón de aire, y es usado por muchos políticos.

Cuando se busca precisión, los dedos índice y pulgar se tocan por las
puntas, mientras los otros tres dedos se elevan graciosamente. Las manos
con dedos entrelazados pretenden indicar preocupación por los demás, por
la humanidad, y es común en sacerdotes.

El puño cerrado, impulsado violentamente al frente, intenta demostrar que


el orador posee fuerza, energía para atacar. Con su puñetazo, cualquier
oposición no es real.

Utilizar el dedo índice como puntero amenazante y tener los otros dedos
replegados, dirigidos a un opositor no visible, con movimientos de
subibaja, resulta intimidatorio para todo espectador. No debe ser usado en
oratoria. El público siente que es atacado físicamente, no en sus ideas.

Si la tensión del orador aumenta, también sus gestos amenazantes se


intensifican, de modo que se puede llegar a la llamada mano de karateca.
Con el canto hacia el frente, dedos juntos, extendidos y con movimientos
como de hacha dirigidos al público... que huye despavorido.

Cuando la tensión incontenida crece aún más, se pueden llegar a tener


movimientos oscilatorios de atrás hacia adelante con los brazos, la cabeza y
todo el cuerpo; incluso, a algunos políticos se los ha visto golpear el piso
con el pie. Descontrol total: no hay público que acepte o tolere a este
orador.

10
El puño cerrado, impulsado violentamente al frente, intenta demostrar que
el orador posee fuerza, energía para atacar. Con su puñetazo, cualquier
oposición... no es real.

Cuanto más eufórico y triunfante se encuentre un político o dirigente, más


eleva sus brazos. Puede ser uno o ambos y hasta con las manos asidas.
Entre nuestros políticos, hemos tenido dos muy característicos: Perón, con
ambos brazos en alto, y Alfonsín, con las manos entrelazadas y elevadas a
un lado de su cabeza.

Piernas y pies

A continuación, detallamos los dichos del autor con respecto a las piernas y
pies y a la importancia de que el orador observe al auditorio y que este
pueda observarlo a él; además de lo significativo de no dar la espalda y de
no balancearse.

Llegamos a una zona de nuestra corporalidad a la que le prestamos poca


atención. Todos tenemos una forma particular y propia de caminar que nos
hace fácilmente reconocibles por nuestros amigos. Depende, en parte, de
nuestra estructura corporal, pero el ritmo, la longitud del paso y las
posturas cambian con las emociones. La fatiga y la edad también inciden en
nuestra marcha. La posición de los brazos, las manos, los hombros y la
cabeza, que acompañan nuestra marcha, debe ser tenida en cuenta. Una
cabeza gacha, hombros caídos, manos en los bolsillos o cruzadas en la
espalda asidas una con otra, pasos cortos y lentos, son claros indicadores
de aislamiento y preocupación.

Si hablar en público nos cohíbe, caminar en público y ser atentamente


observados nos cohibiría igual. Hay gente que se entrena para esa tarea:
los modelos. Si bien es muy probable que no vayas a pasear por una
pasarela, es conveniente que sepas algunos detalles para beneficiarte en
una negociación, discusión, conferencia o presentación en público.

En muchas ocasiones, al tomar examen, negociar o discutir, una mesa con


mantel o una tarima oculta la parte inferior del cuerpo para impedir que se
“lean” las posturas y movimientos del otro, los cuales nos informan de sus
verdaderos sentimientos (ansiedad o disconformidad, por ejemplo).

Recordemos la postura inicial para encarar al auditorio: de frente al


público, alineados y pies separados al ancho de los hombros. Pero a
medida que avanza el discurso te mueves, no estás “congelado”, tienes
algunos movimientos previstos: ir al pizarrón o rotafolio, mostrar
diapositivas, transparencias, o simplemente cambiar el sitio donde

11
comenzó la charla. Hazlo de forma armoniosa, suelta, distendida, sin
apuro.

Que todo el auditorio te observe y puedas observar a


todos

No les des la espalda

Si pasas diapositivas con la luz prendida (para que no tengan la


oportunidad de dormirse), gira tu cuerpo un corto momento y sigue
mirando y hablándole al auditorio y no a tus diapositivas: las debes conocer
de memoria, saber de antemano cuál sigue y qué dice, no son un
“machete” iluminado. Si estás suficientemente entrenado, ni deberías girar
tu cuerpo más de un instante para cerciorarte de cuál es.

Los oradores inexpertos se balancean: apoyan su cuerpo alternativamente


en un pie y luego en el otro, en forma constante e interminable. También
suelen oscilar de atrás hacia delante, poniéndose en puntas de pie. Estos
tan comunes defectos distraen la atención del auditorio, lo aburren y
cansan. Evítalos.

Otra característica desagradable para el público es cuando el orador se


mueve constantemente de un lado para el otro. “Caminante sin sentido,
¿hacia dónde va?”. Muchas veces en sus paseos suelen hasta perder el hilo
de su relato. Se paran y preguntan al público: “¿Por dónde iba?”.

Si tienes que estar sentado, también deja los pies uno al lado del otro. No
los “enrosques” a las patas de la silla, sino simplemente déjalos que formen
un ángulo recto con respecto al suelo. Las piernas cruzadas son aceptadas
(mientras no se les vean los muslos a las mujeres), pero no inicies una
carrera de cruce y descruce repetido ni hagas que el pie que queda suelto
suba y baje continuamente: son signos de ansiedad, disconformidad e
incomodidad que se transfieren al auditorio. No gires en tu silla.

Otra característica desagradable para el público es cuando el orador se


mueve constantemente, de un lado para el otro. “Caminante sin sentido,
¿hacia dónde va?”.

Los pies entrecruzados (locked) y las manos apretadas son indicadores de


tensión, de estar bajo presión o de ansiedad marcada. Si en una
negociación o dando un examen te encuentras en esa posición, ten
cuidado: es delatadora.

Debes estar sentado con la espalda bien apoyada en el respaldo, con las
piernas separadas y los pies totalmente sobre el suelo, los brazos y las

12
manos abiertas, sobre el apoyabrazos, en la posición denominada Lincoln,
firme como una roca, físicamente y en sus convicciones. Repetimos: frente
al público, al comienzo, quédate quieto, bien plantado, seguro, relajado. A
medida que avances en tu disertación, suéltate armoniosamente, con
naturalidad, siguiendo la evolución de tu charla y tus gestos. Seguro
tendrás un éxito en tu presentación.

Cuidados especiales
Es necesario respetar dos grandes territorios del público: su tiempo y
espacio.

Carlos Llabrés (como se cita en Di Bartolo et al., 2009) habla también de los
cuidados especiales que debe tener el orador con el tiempo y el espacio
físico. A continuación, se detalla lo que nos dice el autor al respecto. Son
dos aspectos que están íntima y profundamente defendidos, aunque no
siempre les damos la jerarquía que tienen. No los conocemos. Para
predisponer favorablemente al auditorio y conservar esta buena actitud,
recuérdalos, no los vulneres.

Territorio tiempo

La hora de iniciación y la de cierre de una conferencia, presentación o


curso deben ser respetadas estrictamente. Se puede tener una tolerancia
“académica” de unos 10 o 15 minutos en la primera reunión de un curso.
En las siguientes, la puntualidad debe ser la norma: te lo agradecerán.

Los empresarios, dirigentes y políticos saben que la larga espera o


“amansadora”, habitual en las citas programadas por las autoridades, son
una demostración de su poder. Siempre predispone mal al que espera ser
recibido, aunque no lo exprese verbalmente.

Espacio físico

El espacio físico fue estudiado por Edward Hall, profesor de Antropología


de la North Western University, como proxemia. Presenta tres grandes
áreas:

o Tribal: incluye desde 100 personas hasta una nación. Se forma y


reúne por conocimiento mutuo, raza y costumbres. Los intereses
comunes se encuentran hermanados y unidos por una especie de
fidelidad. Está representado por partidos políticos, sindicatos,
asociaciones y clubes. Por ser un área defendida, aconsejamos no
hacer chistes religiosos, raciales, políticos o sobre distintos clubes,
ya que se puede molestar seriamente a los integrantes de alguna de

13
estas agrupaciones que se encuentren en el auditorio sin que
podamos identificarlos, además de constituir una falta de respeto
en sí misma.
o Familiar: representa el lugar de crianza. Se representa como el
equivalente del nido, en el dormitorio o en el automóvil. Se sugiere
no referirse en forma jocosa o despreciativa a barrios, pueblos
pequeños o marcas de artículos de consumo.
Personal: fue magistralmente descripta por Hall, quien la llamó
burbuja. Es equivalente a nuestra segunda piel, el espacio portable
que nos rodea a no más de 35 cm. Es inviolable, solamente nuestro,
no compartido por nadie sin nuestra expresa autorización. Dejamos
entrar a determinadas personas exclusivamente. Para tener
relaciones sexuales, reñir o en discusiones o conversaciones de muy
intensa carga afectiva. Dentro de ella nos sentimos invulnerables.
Dentro de la burbuja, se percibe al otro con gran aporte de datos:
color de la piel, olor, temperatura. Percibimos su ritmo respiratorio.
Es nuestro espacio sagrado, nos da seguridad y estatus. No es una
buena técnica que el orador toque o abrace a alguien del público,
penetrando en otra burbuja, sin su expresa autorización. Esto
explica por qué en algunos momentos nos sentimos mal cuando
invaden nuestra área personal: al leernos el periódico o el celular
por encima del hombro o, en un medio de transporte, al compartir
la burbuja con otras personas. En un ascensor también nos
sentimos invadidos, sin forma de escape, y entonces empleamos
técnicas defensivas: ignoramos a quienes nos rodean, no miramos
sus caras, son inexistentes, ponemos aire de ausentes mirando al
techo o al indicador del ascensor; en fin, nos despersonalizamos.
Las medidas de las distancias son de ajuste variable y se modifican
según nuestra cultura, hábitos y estados de ánimo, siempre a nivel
no consciente.

Los animales tienen muy claro el uso de las distancias para emprender la
fuga o para atacar. Las regulan adecuadamente. Estar muy cerca es vivido
como una amenaza y muy lejos como un rechazo. Los niños también
manejan a nivel no consciente estos parámetros de las distancias con su
madre y con extraños.

Las distintas culturas tienen distintas distancias para relacionarse con el


otro. Los norteamericanos y europeos occidentales, en general, dialogan a
una distancia aproximada de 70 cm, hasta donde llega la punta de los
dedos con el brazo extendido.

Los sudamericanos, caribeños y los de la zona mediterránea europea o el


cercano oriente, en general, dialogan a una distancia aproximada de 45 cm,
hasta donde llegan las puntas de los dedos con el brazo flexionado en el
codo.

14
Por eso se da el fenómeno en reuniones sociales de que algunas
conversaciones comienzan en determinado lugar de la sala, pero, por
ajustes variables de esas distancias defendidas como territorio por ambos
interlocutores de distintas culturas, y terminan en cualquier otro sitio que
el que comenzaron, luego de que ambos interlocutores hayan recorrido
casi todo el salón.

Para las distintas actividades, se reconocen las distancias que se observan


en el cuadro a continuación.

Tabla 1: Distancias para distintas actividades


Distancia Tipo de distancia
Hasta 45 cm Distancia íntima: la burbuja.
De 45 cm a 75 cm Distancia personal: para discutir
asuntos personales o intercambiar
ideas.
De 1,20 a 2 metros Distancia social próxima: distribución
de escritorios en oficina, disertaciones
científicas o presentaciones.
De 3 a 4 metros Distancia social lejana: conferencias,
simposios.
Más de 4 metros Distancia pública: discursos menos
comprometidos con el público. Grandes
grupos.
Fuente: Tabla recuperada de búsqueda en Google.

Un buen comunicador acomoda el salón o local previamente a su discurso,


del modo que más convenga según el auditorio y el tipo de disertación,
respetando las distancias. Lleva poco tiempo, pero reditúa bastante a favor
de una mejor comunicación. En esta visita previa, también dispone del
mobiliario, apoyos visuales y audio que se va a utilizar. Chequea todo,
hasta la iluminación.

Conoce el lugar elegido para tu disertación con bastante anterioridad

Evalúa todo el escenario: la disposición de las sillas y las mesas, el lugar de


proyección de los apoyos visuales, los enchufes y los interruptores.
Comprueba la acústica, los micrófonos, la calefacción, el aire
acondicionado y la incidencia que pueden tener en el desarrollo de tu
presentación; todos los detalles. Esto te dará una sensación especial de
seguridad, que nada quede liberado al azar. Ahora puedes ir a descansar.

15
Cierre de una conferencia

Carlos Llabrés (como se cita en Di Bartolo et al., 2009) nos habla de la


importancia del cierre de una conferencia. Al respecto, dice que el público
se retira con esas imágenes, se las lleva si han sido de su agrado. Un buen
cierre es una buena conferencia. A continuación, se expone lo mencionado
por Llabrés (como se cita en Di Bartolo et al., 2009) al respecto.

Se hace hincapié en la necesidad de tener preparado el “broche de oro”,


tanto en lo verbal como en lo corporal. No hay que caer distraídamente en
los eternos “Bueno... me parece que no tengo nada más para decirles...” o
“¿Quieren que les explique algo más?”.

Para tener clara conciencia de cuándo tienes que terminar tu disertación,


lee al auditorio y a ti mismo. Hay varios movimientos clave que anticipan tu
intención: son preparatorios de la acción y debes conocerlos.

Cuando observes que en el público ya no hay movimientos de asentimiento


con la cabeza, que no te siguen atentamente o que charlan entre ellos;
cuando percibas un tamborileo de dedos sobre algún papel, apunte,
respaldo o brazo de silla, acompañado por los pies sobre el piso, no lo
dudes: están muy aburridos. Si observas a alguien de tu auditorio
sosteniendo su cabeza con la palma de una mano y tiene sus párpados
caídos, no dudes: es otro aburrido; si observas a otro con una mirada al
vacío, sin parpadeo, casi en trance, como un zombi, con los ojos abiertos,
pero sin ver, es señal de hartazgo de escucharlo. Cuando se mueven en sus
asientos sin encontrar una posición cómoda; cuando se toman de los
laterales del asiento, deslizando su cuerpo hacia adelante, en posición de
“largada”, como atletas listos para una carrera de 100 metros llanos, se
torna imperioso que pienses en el cierre urgente de tu conferencia. En este
sentido, también debes observar si te has puesto a oscilar sobre las puntas
de tus pies, a balancearte con tus piernas, si se te ocurrió darte vuelta
como si olvidaras algo, o si te encuentras “paseando” por el salón sin
encontrar lugar, como dudando entre seguir la charla o escapar del público
por un lateral.

Cuando percibas un tamborileo de dedos sobre algún papel, apunte,


respaldo o brazo de silla, acompañado por los pies sobre el piso, no lo
dudes: están muy aburridos.

No importa el horario de cierre, trata de que este no se eternice y haz un


breve resumen verbal con entusiasmo. Vuelve a ocupar el centro del
estrado, recupera tu mirada abarcadora: cabeza erguida, posición
simétrica, relajado, sonrisa natural y lenta, como para despedir a un amigo.
Con interés y agrado, haz el silencio final como hiciste el inicial y deja junto

16
con tu imagen esa corta frase que tan bien preparaste, tan tuya, tan
personal; dila con naturalidad o, simplemente, di “muchas gracias por
haberme escuchado”.

Credibilidad. Mentir

Todo empresario, político o dirigente que cumpla una


función de liderazgo debe cuidar su credibilidad. Es parte de
su capital. Si el público descubre que miente, la pierde y
esto le hace perder también el pleno ejercicio de su
autoridad. Fatal para un líder. Y no hacemos mención de
“decencia”, “honestidad”. Sólo poco creíble. (Castro).

En este apartado tomamos las palabras de Carlos Llabrés (como se cita en


Di Bartolo et al., 2009), que nos habla de la credibilidad y la mentira. A
continuación, se exponen lo mencionado por este autor al respecto.

Se ha mentido en toda época y en todo lugar, pero ¿qué magnitud tiene


actualmente el mentir en nuestra sociedad occidental? Ocasional o
repetidamente, ha mentido el 90 % de los encuestados por el autor del
libro El día que América dijo la verdad sobre temas tan variados como:
ingresos económicos, edad, vida sexual, sentimientos y logros de su vida.
La cifra resulta apabullante. Recordemos que no decir toda la verdad u
ocultar alguna parte también es mentir.

La investigación llevada a cabo en la Tulane University confirma una cifra


similar: el 87 % de los ejecutivos de primera línea que participaron en
dramatizaciones organizadas por la encuesta estaba dispuesto a realizar
acciones fraudulentas para mantener su puesto o lograr un ascenso.

Samuel Greengar, en su artículo de Workforce, asegura que el 50 % de los


empleados miente, engaña o roba, mientras que en otro grupo un 93 % de
los 40 000 norteamericanos encuestados admite mentir regularmente y en
forma habitual en su lugar de trabajo.

Últimamente, en nuestro ámbito nacional lo han hecho innumerables


testigos, estadísticamente no tabulados. En juicios tan largos y resonantes
como el caso María Soledad, el soldado Carrasco, el fotógrafo Cabezas, el
caso Cóppola, donde se ha mentido mucho tiempo, repetidamente y sin
ninguna retractación.

Umberto Ecco acota:

17
Aunque vivimos en un mundo donde se dicen muchas
mentiras, logramos sobrevivir porque observamos algunas
convenciones, una de éstas es que cuando alguien afirma
algo, todos partimos del principio de que su propósito es
decir la verdad. Si descubrimos la mentira lo acusamos de
incorrección. Sólo a un actor o a un novelista nadie piensa
acusar.

Resumiendo, así es el sentir general.

Recordemos brevemente la “historia natural de la mentira”: los niños,


hasta los 10 años aproximadamente, mienten fácilmente sin ningún pudor,
expresando de este modo las fantasías y tabulaciones de su rico mundo
imaginario, de su mundo interior. Este interactúa paulatina y
progresivamente con la realidad del mundo exterior que lo rodea. De ahí
toma modelos, medidas y límites que forman su personalidad. Pió
Collivadino lo destacó en su clásico Pinnochio.

Según el Dr. Guillermo Tortora, cuando mentir persiste en el adulto en


forma totalmente consciente, deliberada, voluntaria, repetida o episódica,
es por otras causas. En general, se observa en personalidades inmaduras,
por necesidad de estima, para destacarse de cualquier forma, como ser
importante. Ahí aparecen los que mienten en resonados casos judiciales
que tanto apoyo y difusión periodística tienen. Les gusta salir en reportajes
y entrevistas ante cámaras de televisión.

En algunos mentirosos se reconoce otro mecanismo: el odio, el


resentimiento o la venganza, y hasta la idea de divertirse perjudicando a
otro o simplemente ocultar la verdad detrás de supuestas lealtades a
grupos de dinero y poder, como los barrabravas, mafias o sociedades
secretas.

La repetición de las mentiras en todos los actos de su vida los lleva a un


encasillamiento pasible de diagnóstico psiquiátrico: mitómano, fabulador o
sicótico con ideas delirantes, persecutorias. Muchos son “pacientes
ambulatorios” que producen verdaderos trastornos en los tribunales por el
alto grado de verosimilitud entre lo denunciado y los datos que han
tomado de la realidad.

Hay sistemas de vida donde mentir o no decir toda la verdad forma parte
de lo cotidiano, sin castigo ni pena: promotores, diplomáticos, políticos,
abogados, magos, adivinos, tiradores de cartas, vendedores de autos
usados; lo hacen habitualmente, algunos con gran arte, pero solo en la
actividad profesional.

18
Recordemos que se les puede mentir a muchos por algún tiempo o a
algunos por mucho tiempo, pero no se puede mentir a todos todo el tiempo.

¿Cómo participa la corporalidad en todos sus aspectos cuando se miente?


¿Podemos aprender a “leer” los gestos y posturas de los que nos mienten
para preservamos de sus efectos y complicaciones?

Hay sistemas de vida donde mentir o no decir toda la verdad forma parte de
lo cotidiano, sin castigo ni pena: promotores, diplomáticos, políticos,
abogados, magos, adivinos, tiradores de cartas, vendedores de autos
usados; lo hacen habitualmente, algunos con gran arte.

Los primeros trabajos científicos, según relata Flora Davis, son los de Paúl
Elkman en el Instituto Langeley Porter, de San Francisco, California, desde
el año 1953. Aprovechando que el rostro de la especie humana tiene el
más completo y desarrollado conjunto de músculos del reino animal, con
posibilidades de tener más de 1000 expresiones faciales diferentes,
confeccionó un atlas del rostro y una clasificación. Dividió el rostro en tres
zonas: frente y cejas-ojos-nariz, mejillas, boca y mentón. Esta última parte
proporciona más datos en el acto de mentir. En aquella época filmó caras
de personas no entrenadas en mentir mientras tenían que hacerlo a pedido
y sobre un tema específico. Al analizar una por una las distintas imágenes
en forma muy lenta, descubrió expresiones faciales de fracción de
segundos de duración que no coincidían con las palabras expresadas. Las
denominó micros: filtraciones de sentimientos verdaderos que se hallaban
como embutidas en el discurso mentiroso.

No se miente solamente con palabras y el rostro: todo el cuerpo participa.

Aunque no tengamos clara conciencia de ello, las claves son fugaces y


detectarlas demanda práctica y habilidad. Aprender a “leer” la totalidad de
lo corporal es lo interesante. La observación repetida y la evaluación
estadística respaldan estos conocimientos.

Repasemos algunos puntos:

o La mirada. Ha sido, desde tiempos ancestrales, un indicador muy


comentado. Al mentir se evita mirar a los ojos del interlocutor.
“Miradas huidizas”. Se pestañea con mayor frecuencia. Si
observamos las pupilas, independientemente de la cantidad de luz,
las veremos dilatadas. Cuando las personas mienten, miran a la
distancia, a un punto fijo o a un objeto con preponderancia.
o La sonrisa, como expresión natural de satisfacción y alegría, es más
difícil de alterar. La sonrisa asimétrica, donde se eleva más una
comisura labial que la otra, es la que se puede observar cuando

19
mienten. El tiempo que dura una sonrisa, más prolongado que lo
habitual, y el momento en que se emplea, que no coincide con lo
expresado en palabras, son importantes indicadores para tener en
cuenta cuando se investiga la mentira. Una sonrisa leve, nerviosa y
de brusca interrupción es falaz.
o Debemos prestar atención al ritmo del discurso, no solo al
contenido. Cuando se intenta mentir, se tarda más en responder
una pregunta y las respuestas son más largas, intrincadas y llenas de
palabras superfinas.
o Manos y brazos. Siempre están presentes para ayudamos a
detectar la falsedad de lo expresado verbalmente. Se producen
cambios.
o Aumentan o disminuyen notoriamente los gestos que son típicos en
cada individuo: se rascan o tocan la nariz o las orejas mientras
hablan; se cubren temporariamente la boca y el mentón con la
mano.

Si emplean las llamadas “señales batutas”, usan las del puño cerrado
golpeando al frente para pretender engañar, expresando fuerza interior y
decisión, que no son reales. Las manos con las palmas sobre el pecho
pretenden convencer sobre sentimientos internos de autenticidad “del
corazón”, que no son tales.

Si nos internamos en la burbuja personal del que miente, podemos percibir


sus cambios de color de la piel: palidez o rubor por vasodilatación o
contracción a través de su sistema neurovegetativo, autónomo,
independiente de la voluntad. Su respiración también se modifica, hay
cambios de ritmo: retención prolongada de aire o momentánea falta de
este para adaptarlo a alguna frase mentirosa.

Sabemos que los movimientos y posturas de nuestras piernas y pies son


escasamente registrados en nuestra conciencia. No tenemos el hábito de
hacerlo. Por eso, con todo el cuerpo a la vista, como se propone en los
juicios orales tribunalicios, sin una mesa o tarima para ocultar las piernas y
los pies, es más fácil detectar a los que mienten.

Fácilmente, observamos movimientos rítmicos de pies en subibaja o cruce


y descruce de piernas repetidos incansablemente. En algunos casos,
pequeños pero insistentes golpes del taco sobre el piso, que claramente
nos indican la ansiedad que suscita un determinado tramo del discurso que
están desarrollando o respondiendo.

En negociaciones o transacciones en que se puede caminar, se observa el


deambular de un lado hacia el otro como “caminante sin sentido”. Son
intentos coartados de escapar de una situación que produce una ansiedad

20
incontrolable, aunque con los labios expresen un discurso totalmente
tranquilo, apacible y aparentemente creíble.

Decir algo con la boca y hacer con el cuerpo algo contradictorio es difícil de
registrar, pero, si prestamos mucha atención, lo constataremos en algunos
casos en que se afirma verbalmente un concepto y con movimientos de
cabeza se está negando.

Por todo lo expresado, si tienes que mentir ante un experto en lenguaje


corporal, hazlo por teléfono, mientras estaciona un auto o maneja su
computadora, pero, mucho mejor: no tengas ocasión de mentir. No te
tientes, recuerda que no es fácil ni beneficioso.

21
Referencias
Ander Egg, E. y Aguilar, M. (2006). Cómo aprender a hablar en público. Buenos
Aires, AR: Lumen.

Di Bartolo, I., Bustamante, A., Henry, E. L., Llabrés, C. G., Malatesta, N. O.,
Vilches, M. A.,… y Di Bartolo, I. (h). (2009). Para aprender a hablar en público.
Buenos Aires, AR: Corregidor.

22
El orador:
improvisación

Oratoria

1
El orador
El factor más importante de una conferencia
Antes de hablar debe hacerse una cuidadosa inspección y resolver cuál es
el mejor lugar desde el cual hacerlo. La luz debe darnos sobre la cara. El
público quiere ver bien al orador y, si es posible, de cuerpo entero. Las
minúsculas alteraciones de nuestro rostro son una parte muy importante
del proceso de la expresión. Sin lugar a dudas, la parte visible de un
mensaje es, por lo menos, tan importante como la audible. La
comunicación no verbal es más que un simple sistema de señales
emocionales y no puede separarse de la comunicación verbal. Ambas están
estrechamente vinculadas entre sí. La vista y el oído están integrados en el
mensaje que quiere transmitirse, y quien lo recibe, consciente o
inconscientemente, integra las sensaciones y las interpreta mediante lo
que se ha dado en llamar un sexto sentido.

El orador tiene que ser el centro de atención. Es muy frecuente ver que el
temor al auditorio nos lleve, en principio, a pretender escondemos detrás
de una mesa, un atril, una lámpara. ¿Te das cuenta ahora de todo lo que
estás perdiéndote? No menos que la mitad de una posibilidad de trasmitir
nuestro mensaje. Albert Mehrabian, un estudioso de la comunicación no
verbal, llega a la siguiente conclusión: “El impacto total de un mensaje es
verbal en un 7%, 38% vocal (tono, matices, y otros sonidos) y 55% es no
verbal”. No solo debemos estar a la luz, de pie y sin nada que nos oculte,
sino que, en lo posible, la atención del público no debe compartirla nada ni
nadie. Tratemos de estar solos frente al auditorio. La suerte ya está
echada: porque quisimos, porque nos lo propusimos, porque aceptamos el
desafío; ahora no nos ocultamos, francamente “nos jugamos”. El público
así lo entiende, y comienza por algo que es un punto a favor muy
importante: nos respeta.

Nunca te excuses

Ese respeto que comenzamos ganando se pierde ante la primera palabra


de excusa por parte del orador. Prohibido excusarse o, mejor: prohibido
tener motivos para excusarse. Nosotros, que estamos tan ocupados,
hemos arreglado nuestros compromisos y quizá hemos pospuesto
interesantes programas para venir a escuchar esta conferencia, no estamos
dispuestos a disculpar a un orador que presenta sus excusas por lo que
fuere. Si aceptó su compromiso, no tiene perdón que no haya sabido
asumirlo.

2
Uno de los médicos de nuestro servicio se excusó una vez frente al
calificado público de un curso de posgrado diciendo: “lo siento mucho, el
libro más importante sobre este tema me llegó tarde. No tuve tiempo de
preparar diapositivas ni de armar una conferencia más prolija”. Esto es lisa
y llanamente una falta de respeto por el público y su tiempo. El orador ya
perdió: nos vamos a querer ir y no nos va a interesar lo que nos diga.

Muy distinto es si algo te pasa en el curso de una conferencia bien


planeada, conscientemente preparada. Si te equivocas o te olvidas, no
intentes disimularlo u ocultarlo. Allí sí puedes excusarte sin temor. Puedes
consultar tus notas sin pudor. El público es humano e inteligente y
seguramente te comprenda, se identifique contigo y te apoye con cariño.

Cuidado con la gracia

Aquí no vamos a decir nada que no sepas. Es más, como de ese tema nadie
sabe nada de lo que sabes, si eres capaz de hacer reír, si tus anécdotas
resultan divertidas y si tus chistes son graciosos, puedes relajarse.
Pregúntatelo ahora y contesta con honestidad. Si la respuesta es
afirmativa, tienes ya una gran ventaja en el tema que nos ocupa. Tu gracia
natural puede ayudarte mucho en tu tarea de convertirte en orador.

Algunos de los textos de oratoria consultados, especialmente los de origen


norteamericano, admiten como dogma que hay que iniciar una conferencia
de cualquier tipo con algo de humor que alivie la tensión inicial del orador
y del auditorio. Es cierto, puede ser valioso resultar simpático, ¡pero
cuidado! Toma conciencia de tus limitaciones. Pronunciar una frase
cómica, contar una anécdota o introducir un comentario ingenuo en un
tema serio son situaciones muy arriesgadas para un orador que no sea
gracioso por naturaleza. Y ser gracioso es un don: se tiene o no se tiene. Y,
en consecuencia, se usa o no se usa. No es un ingrediente tan necesario en
una conferencia o un discurso. Es solo un instrumento para aquellos que
saben emplearlo. Quizá el ejemplo más claro de elocuencia didáctica, con
la aplicación de su excelente humor y con el resultado más eficaz, lo
hayamos encontrado en la práctica en las conferencias del Dr. CarIos
Bruguera. Sus clases de diagnóstico por imágenes difícilmente puedan
olvidarse. Su mejor auxiliar es su gracia natural. Tanto mal haría Bruguera si
no la usara como aquel que pretendiera usarla cuando nunca la tuvo.

Y un último consejo: es quizá al frente de una tribuna donde más importa


mantener el buen gusto y evitar alusiones políticas o religiosas. Si una
historia está en el límite, debe rechazarse.

3
Técnica de improvisación
La improvisación en sí tiene características que le son propias y su estilo
reconoce prolongados esfuerzos de formación, práctica y tenacidad. A la
palabra espontánea, deshilvanada, sin una idea central, la llaman
improvisación solo quienes no saben nada de oratoria. No basta ponerse
de pie y llenar los minutos con frases sin sentido o con deshilvanados
lugares comunes: “Aunque esto me toma por sorpresa”; “No estoy
preparado”; “No pensé que sería yo el encargado de hablar”. Esto último
tampoco es demasiado cierto. En la mayoría de los casos, la persona
señalada tiene sobrados motivos pare sospechar que va a ser la indicada
para hablar y, en este caso, debió haber pensado lo que va a decir. Pero
puede ocurrir, y ocurre a veces, que el orador es tomado desprevenido. Y
en este caso, ¿qué hacer?, ¿cómo nos organizamos?, ¿de qué manera
afrontamos el compromiso?

Siéntete señalado. Alguien con la mejor intención de distinguirte te llama


por tu nombre y te pide que hables en la ocasión. Una rápida descarga de
adrenalina te pone alerta: debes afrontar la emergencia. Trata de
mantenerte sereno. No te apures, nunca te excuses. Usa el silencio inicial
buscando la idea madre sobre la que quieres fundamentar tus palabras. La
idea puede ser amistad, amor, felicidad, evocación, libertad o cualquier
otra en general abstracta y significativa para la ocasión. Ya está, esa es la
idea central. A tu alrededor tres o más ideas distribuidas en la introducción
o en la conclusión harán del discurso improvisado una estructura
coherente, en la cual se dijo algo que se siente. Y, ya lo hemos dicho, si
sientes que tienes algo que decir, seguro serás elocuente.

Elige como idea central eso que sientes

Ahora es fácil. Faltan los ingredientes que le darán forma a tu idea. Esos
largos minutos nos serán pocos si procedemos con calma.

Comenzaremos nuestra improvisación de modo humilde, recordando todas


nuestras premisas estudiadas; de pie, bien a la vista del público, usando el
silencio inicial para serenarnos y organizarnos. Con la idea central en
nuestra mente, sigamos un consejo de Dale Carnegie:

Habla de una experiencia de tu vida

De ese modo, te verás libre de pensar tu próxima frase, ya que las


experiencias se relatan con facilidad. Superarás de este modo también el
natural nerviosismo inicial y atraerás la atención del auditorio, siempre
receptivo frente a un relato vívido y real. La comunicación, de esta forma,

4
estará establecida. Tu público lo escuchará con atención, y ese será tu
mejor estímulo pare darles a tus palabras ánimo y vigor.

Después del relato vivido o, en vez de él, si no viene al caso o no


encuentras en tu repaso algo que pueda vincularse con la idea central, lo
mejor que puedes hacer es tratar de relacionar tus palabras lo más
estrechamente posible con la gente que asiste a la reunión.

Es natural que el auditorio se interese por sí mismo y por el motivo que los
reúne. Sobre esta base proponemos tres fuentes de inspiración, tres ideas
accesorias que acompañarán a nuestra idea central, dándole sentido y
unidad a nuestras palabras. Habla de tu auditorio, sobre lo que son, sobre
lo que hacen. Si cabe, personaliza y señala algunos de los que lo
componen, ejemplificando tus palabras. También puedes referirte a la
ocasión por la que están reunidos. Si es una despedida, un aniversario o un
homenaje, jerarquiza el acontecimiento. Suma tu emoción al motivo que
los une, haciéndolo importante y común con tu auditorio. Si hubo un
orador anterior, refiérete a sus palabras. Demuestra el agrado de haberlo
escuchado con atención, recalcando los conceptos principales de tu idea
central.

Busca las ideas accesorias en el auditorio mismo, la ocasión y el


orador anterior

Cumpliendo estos tres postulados, adaptarás tus palabras a la ocasión,


como un guante a la mano. Tus palabras son para este auditorio, para él, su
respeto y preocupación. Por él tu emoción, que no debe pretender
ocultarse, no puede fracasar. La que habla es una persona honesta,
emotiva, sincera.

En el año 1986, dictamos un curso de oratoria en el Colegio de Abogados


del Departamento Judicial de San Isidro. Cuando llegamos al tema
improvisación, describimos la técnica como acabamos de hacerlo y
solicitamos un voluntario para ponerlo en práctica. Los abogados presentes
con rapidez invirtieron los términos y nos pidieron que nosotros mismos la
pusiéramos en práctica. Les dijimos: “Elijan el tema y dennos quince
segundos para organizarnos”. “Hablen del divorcio”, dijo uno de los
presentes. La mente se puso rápidamente en funcionamiento. El estrés
favorecía la alerta de las neuronas. Teníamos que buscar la idea central con
la cual relacionar el divorcio. Allí está: amor. El divorcio no es más que el
capítulo final de algo que alguna vez fue amor.

En la descripción de la técnica, dijimos que, una vez que tenemos la idea


central, conviene comenzar nuestra improvisación, hablando de una
experiencia en nuestra vida. “Mi experiencia en el tema es mucha y

5
penosa. Mi juicio de divorcio duró cinco años. Cinco terribles años en los
que se pusieron en juego valores mucho más importantes que los
patrimoniales: la familia, los amigos, los recuerdos. Uno a uno fueron
desfilando por esos pasillos inhóspitos, por esos despachos fríos; uno a uno
fueron escuchados por esos empleados y dactilógrafas distantes e
insensibles a todo lo que, con tanto pudor, con tanta pena, con tanto
esfuerzo relataban los testigos. La rutina, mil veces repetida, había
transformado en fríos autómatas eficientes a los que tomaban nuestras
declaraciones. Cuando llegó el momento del alegato final, y contra la
opinión de mi abogado y muy querido amigo, yo mismo quise escribirlo.
Me pareció que nadie podía describir mi frustración, el desengaño, la
desesperación. ¿Quién sino yo podía decirle al juez cuántas ilusiones había
sepultado, cuántas esperanzas habían sido defraudadas, de qué modo
nuestra vida carecía de sentido de continuar juntos? En el alegato hablé
con todo respeto del amor: del amor al margen de los papeles y las
obligaciones; del amor que no hay quien lo encierre, lo limite o lo imponga
por decreto; del amor a los hijos, que no solo pertenecen a su madre”. Es
imposible cuántas cosas más aparecieron en la improvisación esa noche en
el Colegio de Abogados. Solo podemos decir que se revivió la experiencia;
que cada una de las ideas expresadas se sintió con profundidad; que el
tono de voz denotaba una auténtica e íntima emoción.

Terminamos exhortando a los abogados allí presentes a olvidarse de los


casos, a no pensar en los expedientes, sino a descubrir en esos fríos
papeles al individuo que palpita en su interior, que necesita que lo
escuchen, que merece todo el respeto de un ser humano en crisis que está
implorando comprensión y justicia.

Los minutos fueron cortos. Casi sin darnos cuenta, habíamos cumplido con
todos los postulados de una correcta improvisación. Fue comprensible, al
finalizar, en el silencio de la sala, que los presentes compartían la emoción.

Movimiento
No dejaremos de repetirlo en nuestros cursos y seguramente volveremos
sobre el tema: piensa antes de actuar. Lo primero que debe hacer el orador
al llegar al salón donde le toca intervenir debe ser planear su movimiento.
Aún en la participación aparentemente más simple de una mesa redonda,
quien expone debe haber previsto cada detalle. Observa dónde está el
pizarrón, si dispones de todos los elementos para su uso, fíjate a dónde se
proyectarán tus diapositivas y si hay puntero para respaldar lo que dices de
manera escrita, ubica el micrófono móvil para hablar sentado y el rígido
por si es necesario pararse durante tu disertación. Verifica dónde se
encuentra la llave de luz, por si debes apagarla para iluminar una

6
diapositiva. Ten una idea muy clara de cuál será el mejor lugar del estrado
para dirigirte al público y recorre con la vista tus posibilidades de
desplazamiento. Pide con anticipación lo que pudiera ser necesario
durante el curso de tu exposición. No improvises situaciones que puedan
resultar incómodas para el organizador: en unos instantes no se consigue
un proyector, un pliego de papel blanco o un marcador de color; ni siquiera
es fácil conseguir un pizarrón si no ha sido previsto.

Para el orador con experiencia, bastan unos pocos minutos para organizar
su movimiento en el estrado. Pero esos minutos no pueden faltarte. Solo, a
un costado del lugar que se ha asignado para hablar, debes pensar que te
pararás ahí donde la luz le da a tu cuerpo y desde donde todos puedan
verte. Podrás desplazarte hacia aquí y hacia allá. Para escribir en el
pizarrón, te bastará un simple movimiento; para mostrar tus diapositivas,
solo deberás girar de tal forma. Hay tiza, borrador y puntero. Quizá
corriendo la mesa y retirando la silla dispones de mayor comodidad de
desplazamiento. Ya está. Unas pocas indicaciones al organizador y no
necesitas más nada. Todo está bajo control. Espera confiado que te llamen
al estrado.

Planea con antelación cuál va a ser tu movimiento

El cuerpo, con sus movimientos, interviene de una manera decisiva en la


comunicación oral, de tal manera que no es fácil concebir una conferencia
en la que no pueda verse al orador y debamos limitarnos solo a escuchar su
palabra. Con rapidez decae nuestro interés en el tema y con segundad
buscaremos el momento oportuno pare huir del lugar adonde no podemos
ver ni puedan vernos.

Pero normalmente los oyentes ven al orador a la vez que lo están


escuchando y el movimiento de este en el estrado es de suma importancia
en el mensaje. El auditorio aprecia el significado de la expresión facial del
orador, del modo que se sitúa y se desplaza, del gesto de la cabeza, los
brazos y las manos.

Desde el natural y frecuente gesto de ajustarse la corbata y abrocharse el


saco al acercarse al estrado, hay toda una gama de vicios, muy estudiados
por los expertos en psicología oratoria, que no son más que gestos
parásitos estereotipados que vuelven a repetirse a lo largo de una
conferencia: mesarse la barba o el bigote, rascarse la cabeza, abrocharse y
desabrocharse el saco, estirar el pulóver (sobre todo en las mujeres),
etcétera. Todo ello desluce y empobrece la conferencia mejor planeada.

7
No te refugies en tu ropa o en tu cuerpo

No hay regla universal que nos diga cómo se debe permanecer mientras se
pronuncia un discurso, pero sí pueden señalarse algunas prácticas viciosas
que deben desterrarse.

Conviene estar de pie, a la vista del público, de cuerpo entero. Ocúpate de


que en tus conferencias no exista nada en la tribuna que pueda ocultarte:
mesa, atril o sillas. Si la mesa no puede ser retirada, es conveniente
desplazarla hacia el costado del estrado, para no tentarse de utilizarla
como apoyo, y mucho menos como escondite frente al público. Cuando
hables, apóyate simultáneamente en ambos pies, sin balancearte de
derecha a izquierda y sin subir y bajar la estatura poniéndote rítmicamente
en puntas de pie. Permanece quieto en la tribuna, lo que no quiere decir
estático o inmóvil; solo puedes desplazarte cuando tu exposición así lo
requiera: para llegar al pizarrón, para tomar el puntero o simplemente para
cambiar el momento por el que atraviesa tu charla, como la introducción,
el cuerpo o las conclusiones.

Los psicólogos especialistas en el tema aseveran que pasear frente al


auditorio continuamente mostrando el perfil y no el frente de nuestro
rostro no es más que una forma de evasión abortada. Más fácil aún de
comprender es el afán de evadirse de quien habla a espaldas del auditorio,
ya sea con el pretexto de escribir en el pizarrón o de mirar sus propias
diapositivas, que debería ya conocer de memoria.

No te escapes del auditorio

El acto oratorio ideal se realiza de pie y sin guías escritas. Siempre que
puedas, hazlo así. Solo si el protocolo lo exige, se usará un texto escrito y, si
la circunstancia lo impone (por ejemplo, en una mesa redonda), dirígete al
público sentado. En este último caso, es necesario hacerlo con naturalidad,
pero con cuidado. No te derrumbes escondiéndote tras la mesa y el
micrófono ni permanezcas rígido en posición forzada. Cuando te toque
hablar, deja un espacio de unos veinte centímetros entre el abdomen y la
mesa e igual espacio entre la espalda y el respaldo de su asiento. Podrás,
de este modo, avanzar y retroceder, dándole relativa movilidad a tu
cuerpo. Recuerda, por último, que tus pies están en exposición, de modo
que evita el cruce y descruce continuado de las piernas y cuantos tics
puedan provocar la distracción del público.

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Si te sientas, no te derrumbes

Nosotros hemos reunido una nutrida biblioteca con libros de oratoria de


todas las épocas. De todos ellos hemos consignado premisas de valor que,
de un modo u otro, filtramos con la experiencia y volcamos en nuestros
cursos y escritos. Pero invariablemente desechamos de los textos, sobre
todo de los más antiguos, el capítulo correspondiente a los gestos y los
ademanes del orador.

Consideramos que, si nuestra palabra debe brotar con naturalidad con


nuestro estilo personal, mal haríamos en someter a nuestros gestos a
normas aprendidas en manuales al efecto. Esto quizá pueda ser útil en una
escuela de actores, pero nunca en un curso de elocuencia, cualquiera sea la
especialización buscada.

El gesto está animado por el mundo afectivo de quien habla. El ademán


debe nacer de un impulso interior no aprendido, sino espontáneo y natural
de un estado de ánimo. Por otra parte, los gestos, además de su utilidad
para reforzar y clarificar ideas, son muy valiosos también en cuanto ayudan
a mantener el diálogo con los oyentes. Más que a ejecutar un movimiento
con nuestro cuerpo, con nuestros miembros, con nuestras cejas, lo que hay
que aprender es a descifrar lo que quieren decirnos, tanto desde la tribuna
al público como desde el salón al orador.

En una próxima lectura, nos introduciremos en el estudio de la cinesis. Esta


nueva ciencia se ocupa de descifrar el lenguaje del cuerpo, haciéndonos
más conscientes de nuestras propias señales no verbales.

A veces inconscientemente pretendemos esconder nuestras emociones,


tan expuestas a la observación no verbal, ocupando nuestras manos en
actos que nada tienen que ver con lo que estamos diciendo. Algunos
oradores se frotan continuamente las manos como si se lavaran, otros se
entregan a una actividad automática: jugar con la tiza, destornillar la
lapicera, hacer girar el cenicero. No podemos dejar de recordar que una
vez invitamos a dos psiquiatras a hablarnos de un tema realmente
emotivo: el niño gravemente enfermo. Quizá fuera este el motivo por el
que el primer orador, con el afán de ocultar sus sentimientos, disertó con
los ojos clavados en un clip que enderezó y curvó repetidas veces a lo largo
de su charla. Pero lo más curioso fue que, al cederle la palabra a un
compañero en la tribuna, le pasó también el ganchito. El segundo orador
jugueteó con el clip sin levantar la vista durante toda la hora de su
conferencia.

9
No juegues con tus manos

¿Qué hacer con nuestras manos?

La respuesta es simple: olvidarnos de ellas. Déjalas que cuelguen con


naturalidad al costado de tu cuerpo, crúzalas por detrás y, en algunos
casos, no estaría mal ponerlas en los bolsillos. A medida que avanzamos en
el tema, si sentimos en realidad lo que decimos, ya necesitaremos nuestras
manos y nuestros brazos para apoyar y acompañar a la palabra.

El mejor maestro es el corazón, la mente, el interés que pongamos en el


tema, el deseo de hacer comprender lo que nosotros ya comprendimos.
Los ademanes son algo tan personal como la risa. Sé tú mismo y usarás los
gestos correctos, sin temor a equivocarte. Solo debes recordar que no hay
movimientos neutrales y que todo ademán que no enriquezca tu
presentación la empobrece.

Manejo de situaciones

Todo orador ha tenido que enfrentarse con situaciones inesperadas y


anormales en algunas oportunidades. Es necesario saber afrontarlas con
altura y estar preparado para que, cuando ocurran, no desluzcan o
destruyan el esfuerzo que representó la preparación de una conferencia.

Sobre este tema, podríamos mencionar muchas de esas ingratas


circunstancias, pero especialmente podemos recordar las reacciones que
un inesperado inconveniente provocó en el invitado de la ocasión.
Quisiéramos rescatar la actitud del Dr. Eduardo de la Riega, invitado a
hablarnos de cardiopatías congénitas: en un momento de su disertación, se
cayó el pizarrón sobre su pie mientras escribía. La charla continuó sin que
el orador manifestara el malestar que sin duda lo acompañó durante su
transcurso, hasta que más tarde pudimos aliviarlo al inmovilizar el pie por
una fractura de un hueso del metatarso.

En otra oportunidad, invitamos al Dr. Marcelo Arias, de Córdoba, a


participar en nuestros cursos con un tema en el que se le reconocía la
máxima experiencia. El orador llegó a las 10:30 h en avión para hablarnos a
las 11 h y regresar a las 13 h. Su clase estaba perfectamente armada sobre
la base de diapositivas aclaratorias. Falló mi proyector. Serenamente, el Dr.
Arias comprendió la situación inesperada y replanteó su clase, que fue de
todos modos brillante. Pero más brillante aún fue su actitud frente al
imprevisto.

10
Por supuesto, también recordamos todo lo malo que a veces hemos visto
en las airadas reacciones del orador de turno, frente a circunstancias
imprevisibles. Pero ¿para qué traerlas si es mejor olvidarlas?

El consejo que vale y debe quedar impreso en nuestro espíritu es, frente al
imprevisto: serenidad, comprensión y replanteo. Seguramente, así nadie
va a desesperar y todos agradecerán tu paciencia; sobre todo, cuando,
como en estos casos, nadie tiene la culpa. Reorganicemos la charla y puede
llegar a sorprendemos la aprobación con que el público agradece nuestro
esfuerzo.

Otras veces es alguien del público, inocente responsable de una inoportuna


interrupción: un radiomensaje que suena con fuerza, una persona que
busca a alguno de los presentes en el auditorio, una crisis de estornudos o
de tos, un niño que llora o corre por el pasillo, un fotógrafo imprudente,
etcétera.

En estos casos la premisa es la siguiente:

Nunca compitas con ruidos ni interrupciones.

Es natural que, si tus nervios te traicionan y muestras tu impaciencia, el


público vuelque su simpatía hacia aquel que involuntariamente te
interrumpió. No haber sabido manejar la situación puede llevar al fracaso
tu conferencia. En la mayoría de los casos, un orador experimentado
simplemente hará una pausa hasta que termine la interrupción. Nunca
continuará su charla cuando haya perdido la atención del público.

En otras circunstancias, muy frecuentes en la actividad pública y aún en la


docente, debes encontrarte con individuos que piensan distinto o enfocan
de otra manera el problema que planteas. Hemos vivido o presenciado
muchas veces esta situación, y hemos visto también distintas formas de
reaccionar. Todos sabemos que la discusión violenta no conduce a nada y
solo crea resentimientos; también genera violencia la aplastante
superioridad de uno de los que se enfrenta en sus opiniones sobre el otro.

En general, por un fenómeno típico de la conducta humana, el auditorio se


sitúa de parte del que pertenece a su grupo. Este último se transforma en
una suerte de “delegado” que, por tal carácter, debe ser atendido. Según
sea el comportamiento del orador, así será la reacción del público. Se
pondrá de su parte o quedará predispuesto para la controversia. En este
caso, cada nueva interrupción resultará más agresiva y hará más difícil al
desarrollo de la reunión.

11
Cuando la interrupción se produce, debe ser atendida con aplomo, con
expresión atenta. La respuesta debe ser franca, pero considerada con el
interlocutor. Cabe analizar con cuidado la postura de quien disiente,
buscando algo positivo en su aporte o comentario, y después expresarse
con sinceridad, manifestando los puntos de acuerdo y desacuerdo, pero
siempre con respeto y consideración por el pensamiento ajeno.

Quizá ayude a manejar la situación una frase tan simple como “Sí, pero...”
o “Estoy de acuerdo parcialmente”. Invariablemente, el público sabe leer
esta actitud y responde sin preconceptos apoyando a uno o a otro de
acuerdo con sus conocimientos o sentimientos.

Y todos: tú, tu interlocutor ocasional y el público podrán capitalizar una


situación potencialmente comprometida.

12
Referencias
Ander Egg, E. y Aguilar, M. (2006). Como aprender a hablar en público. Buenos
Aires, AR: Lumen.

Di Bartolo, I., Bustamante, A., Henry, E. L., Llabrés, C. G., Malatesta, N. O.,
Vilches, M. A.,… y Di Bartolo, I. (h). (2009). Para aprender a hablar en público.
Buenos Aires, AR: Corregidor.

13
Miedo a la
oratoria

Oratoria

1
Miedo a la oratoria
¿Qué es el miedo?
Comenzaremos a definir qué es el miedo. El psicólogo Giorgio Nardone
afirma en su libro Más allá del miedo que son construcciones mentales
creadas por el propio sujeto que llegan a tal punto que nos asustan, es
decir, como podemos fantasear, de la misma manera podemos temer. Sin
embargo, precisamente porque es una construcción nuestra podemos
también deconstruir ese miedo.

Nardone prosigue con que el miedo es una percepción que desencadena


una emoción, la cual, a su vez, genera una reacción psicofisiológica,
mientras que la ansiedad es ese efecto psicofisiológico de esta percepción.

El miedo, si lo tomamos como una emoción psicobiológica, es normal y


fundamental para la adaptación de los animales y de los seres humanos en
su ambiente. Sin una dosis de miedo, no se sobrevive, puesto que es una
reacción que nos alerta frente a los peligros reales y nos permite afrontar
tales situaciones después de haberlas reconocido como peligrosas.
Podemos considerar el siguiente ejemplo: si ciertos animales herbívoros no
huyeran apenas reconocen el peligro de ser atacados por depredadores,
estos se los devorarían, de modo tal que se extinguiría la especie. De esta
forma, los animales herbívoros logran sobrevivir.

Pero cuando el miedo supera cierto umbral, cuando nos bloquea y nos
volvemos incapaces de reaccionar de manera idónea de acuerdo con los
acontecimientos, estaríamos hablando de miedo patológico. El miedo
normal incrementa nuestras capacidades para manejar la realidad; el
miedo patológico limita e incluso anula la capacidad, nos impide desarrollar
nuestros deseos.

Sin una dosis de miedo no se sobrevive, puesto que es una reacción que nos
alerta frente a los peligros reales y nos permite afrontar tales situaciones
después de haberlas reconocido como peligrosas.

Miedo a hablar en público


El público no es nuestro enemigo, sino que, al contrario, está conformado
por personas que consideran que el orador puede aportarles algo, que no
van a perder el tiempo escuchándolo.

El miedo a hablar en público aparece ante situaciones diversas tales como


dar una charla, hacer preguntas en una conferencia, expresar una opinión

2
en una discusión de grupo o rendir un examen, entre otros. Tener miedo
ante una intervención pública es normal y no por ello se considerará a la
persona como débil e insegura.

Ahora bien, es importante analizar el miedo personalmente nos amenaza y


tratar de descubrir las causas que lo originan. Después de detenernos a
pensar sobre esto, podremos observar que gran parte de ese miedo es
irracional, es decir, que no obedece a motivos lógicos.

En nosotros se ponen en juego procesos cognitivos ante situaciones como


las anteriormente mencionadas; en otras palabras, se generan
pensamientos o imágenes con las siguientes características:

 Anticipación de conductas desfavorables (pensarán que decimos


tonterías).
 Evaluación negativa de la situación (hablar en público es realmente
horrible).
 Evaluación negativa de sí mismo (nunca seremos capaces de
conseguirlo).
 Evaluación negativa de la propia actuación (lo estamos haciendo mal).

Puede resultar importante preguntarse previamente ante los


pensamientos negativos o desadaptativos lo siguiente:

o ¿Qué evidencia hay a favor y cuál en contra de que eso sea así?
o Pensar así, ¿ayuda a nuestro objetivo?
o Y si fuera cierto, ¿qué es lo peor que nos podría pasar?

Hay otro tipo de miedo que es racional y se puede presentar ante ciertas
situaciones, como quedarse en blanco, no saber contestar una pregunta o
que no funcione el proyector.

El público no es nuestro enemigo, sino que, al contrario, está compuesto por


personas a las que el orador puede aportarles algo, que no van a perder el
tiempo escuchándolo.

Soluciones fallidas
Al tener que enfrentarnos a hablar en público, nos proponemos distintas
soluciones. A veces estas no funcionan o bien funcionan al principio, pero
se convierten gradualmente en intentos fallidos y reiterados de manejar la
realidad. En vez de aportarnos soluciones, nos agravan el problema, son
llevadas a cabo y reiteradas porque en el momento crítico funcionaban
como reductores del miedo, pero posteriormente solo consiguen
incrementarlo.

3
Miedo evitado, miedo incrementado
Varias investigaciones empíricas han demostrado que la mayoría de las
personas que intentan controlar las reacciones de miedo consigue
aumentarlo. Cada vez que evitamos una situación peligrosa, se confirma la
peligrosidad de la situación evitada y nos preparamos para la siguiente.
Esto sucede a menudo cuando nos repetimos interiormente: “No tengo
que ponerme nervioso” o “Tengo que evitar hacerlo”; en esos casos, es
cuando más nerviosos nos ponemos. Esta espiral de progresivas
evitaciones produce el incremento del miedo, lo cual aumenta la
desconfianza en el propio sujeto.

La mayoría de las personas que intentan controlar las reacciones de miedo


consigue aumentarlo. Cada vez que evitamos una situación peligrosa, se
confirma la peligrosidad de la situación evitada y nos preparamos para la
siguiente.

Control que hace perder el control


Cualquiera que se concentre en controlar sus funciones fisiológicas acaba
por alterarlas precisamente al intentar controlarlas, es decir, el excesivo
intento de controlar es el que hace perder el control.

Sugerencias de posibles soluciones


Si te lo concedes, puedes renunciar a él; si no te lo concedes, será
irrenunciable. Es importante poder modificar nuestra percepción de la
realidad amenazante y, en consecuencia, cambiar también nuestras
reacciones y nuestros conocimientos. Al respecto, parece iluminador el
siguiente ejemplo propuesto por Igor Sikorsky: “Según respetados textos
de aeronáutica, el abejorro no puede volar a causa de la forma y el tamaño
de su cuerpo en relación a la superficie alar. Pero el abejorro no lo sabe por
eso sigue volando”.

Para tener en cuenta (luego de una relajación y una profunda respiración):

1) Se debe desplazar la atención del sujeto, del control de sí mismo a


cualquier otra cosa. Por ejemplo, se puede comenzar el discurso
diciendo: “Como todos ya saben, estas situaciones nos hacen poner un
poco nerviosos, pero de más está decir que nuestra intención es
compartir con ustedes este lindo momento”. Al colocar en palabras lo
que está pasando, se le posibilita al público empatizar con el orador.
Como se mencionó anteriormente, el miedo es una emoción normal y,

4
por lo tanto, común a todos; el miedo ha sido exteriorizado, está fuera
de nosotros, lo hemos debilitado al enfrentarlo y reconocerlo como tal.
2) Buena preparación del tema, de manera comprensiva, investigación
minuciosa. Realizar un esbozo.
3) Se debe mirar al público antes de hablar.
4) Conservar la naturalidad.
5) Planificar las primeras frases de la presentación para que esto genere
confianza y seguridad.
6) Acción. La única forma de vencer el miedo de hacer algo es haciéndolo:
el miedo de decir “Te amo” o “Ya no te amo” se va después de decirlo;
el miedo de hablar en público se va después de hablar; el miedo a estar
solo se va después de estar solo; el miedo a una persona se vence
después de enfrentarla.
7) El miedo, entonces, es tu aliado, tu gran amigo, es el indicador del
camino al crecimiento. Cuando sientas miedo por algo, ataca el miedo
con la acción y así te convertirás en una persona de poder (nos
referimos a la connotación positiva, que es poder sobre uno mismo). Lo
contrario a esto es el estancamiento. Recuerda que las cosas que se
estancan se pudren. No sentir miedo es señal de que no estamos
creciendo. La fórmula es la siguiente:

Figura 1: Del miedo al poder

Fuente: Imagen recuperada de búsqueda en Google.

5
Referencias
Ander Egg, E. y Aguilar, M. (2006). Cómo aprender a hablar en público. Buenos
Aires, AR: Lumen.

Di Bartolo, I., Bustamante, A., Henry, E. L., Llabrés, C. G., Malatesta, N. O.,
Vilches, M. A.,… y Di Bartolo, I. (h). (2009). Para aprender a hablar en público.
Buenos Aires, AR: Corregidor.

6
Miedo
oratorio

Oratoria

1
Miedo oratorio
Nuestro sistema nervioso está preparado para enfrentar situaciones
difíciles de una manera siempre igual, estereotipada y comparable, ya sea
en una circunstancia de peligro físico o en una de estrés emocional
importante.

El factor de mayor valor, responsable de todas las reacciones, es una rápida


descarga de adrenalina que liberan las glándulas suprarrenales y que, como
primera manifestación física, acelera el pulso, eleva la presión arterial y
libera glucosa, lo que proporciona una fuente de energía adicional de la
que en el acto pueda disponerse. Esta reacción es normal y necesaria. Si no
la tuviéramos frente a una emergencia, tendríamos una marcada
inferioridad de condiciones físicas.

El cuerpo no entiende la diferencia entre exigencias intelectuales,


emocionales y físicas. Cada vez que el cerebro transmite una exigencia, se
produce una descarga de adrenalina que prepara a todo el organismo para
la emergencia. Alerta es la palabra. Cada sistema, cada órgano y cada
célula está dispuesta a rendir el máximo de su potencial.

Los psicoanalistas distinguen claramente el miedo de la angustia. El


primero consiste en una reacción normal frente a un peligro que realmente
existe, mientras que la angustia se refiere al miedo sin objeto real. Es
absolutamente necesario conocer nuestras sensaciones para poder
comprenderlas y dominarlas. No nos equivoquemos, eso que sentimos al
enfrentar un auditorio es miedo, no es angustia; es solo el miedo natural
normal que debemos sentir frente a una situación de estrés emocional; es
el miedo saludable de asumir un compromiso en el que se juegan muchas
cosas: nuestro prestigio y la responsabilidad de quien nos ha invitado; es
miedo respetuoso del auditorio que nos escucha; es miedo digno de una
empresa que se nos ha confiado y que merece esta alerta que nos impone
nuestro cuerpo.

“No se preocupe; tenga miedo”

Este título de un artículo de Gabriel García Márquez nos viene justo para el
concepto que queremos afirmar en estas páginas. El miedo profesional es
el que padece toda persona en el momento en que afronta la realidad de
su profesión: es normal que le tiemble la mano al cirujano cuando
comienza una operación difícil; es normal que se crispen los puños de un
piloto apretando el volante a la hora de la largada; es normal que le
flaqueen las piernas al boxeador cuando suena la campana; es normal y
saludable que nuestro pulso se acelere y nuestra boca se seque cuando

2
afrontamos el compromiso de hablar en público responsablemente. Seguro
que, a medida que se concentren en lo suyo, se afirman las manos del
cirujano y del piloto y las piernas del boxeador, y se serene el pulso del
orador no bien note que lo escuchan con atención, que lo que dice tiene
sentido, que está volcando sin contratiempos lo que preparó con esmero y
dedicación para ese día.

Lo que ocurrió no fue otra cosa que la vibración natural del arco cuando se
tensa con fuerza antes de partir la flecha. Después se ablanda,
serenamente se cumple su destino.

Benditos sean mis nervios (no luches contra lo


inevitable)
Es inevitable que nos sintamos nerviosos ante situaciones poco comunes
que exigen un excelente desempeño, porque la inexperiencia es sinónimo
de no saber qué hacer, qué decir ni qué pensar. Sin embargo, tiene una
gran ventaja: saca lo mejor de nuestro interior; nos pone en ese estrés que
permite sentirnos tensos como la cuerda del violín, afinada, a punto.

Aunque es cierto que los ejercicios de relajación pueden ayudar, sobre


todo si los hemos practicado durante mucho tiempo y dominamos la
técnica, es inevitable que una persona se sienta nerviosa ante las
exigencias de una figura de autoridad (un jefe, un maestro, un progenitor,
un pariente político) que espera nada menos que lo mejor. ¡Cuánto más si
de ello depende su futuro! De modo que, si no puedes dejar de sentir que
tus nervios te tensan ante la urgencia de las circunstancias, ¿por qué luchar
contra lo inevitable?

Pensemos en positivo: “Benditos sean mis nervios, que me ayudaron a


triunfar. Cuando un ladrón me acosó, me hicieron pegarle un grito
impresionante y salí corriendo como el viento, tanto que lo desconcerté y
no pudo alcanzarme”.

“Benditos sean mis nervios, que me ayudaron a triunfar. Cuando necesité


asirme de una rama, porque casi había caído a un abismo del bosque, fue
tan fuerte la presión de mis manos que logré soportar hasta que vinieron al
rescate mis amigos”.

“Benditos sean mis nervios, que me ayudaron a triunfar. Cuando fui objeto
de una grave injusticia, defendí mis derechos con tanto valor que nada ni
nadie se atrevió a responder ante mi indignación. ¡Hasta me confundieron
con un abogado!”.

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“Benditos sean mis nervios, que me ayudaron a triunfar. Hoy tengo que
exponer en público y he comenzado a temblar”.

Sugerencias que brotan de la experiencia

Alimentos

Toma la última comida dejando un gran espacio de tiempo entre su


ingestión y el momento de la exposición. Por ejemplo, si la exposición se
llevará a cabo por la mañana, come algo muy ligero por lo menos tres
horas antes y solo si tienes mucha hambre. Si será al mediodía, toma un
alimento ligero temprano por la mañana y deja los alimentos del mediodía
para después de la exposición. Si será al caer la tarde o en la noche, sigue el
mismo principio: deja los alimentos para después, como los artistas.

Cuerpo

Aunque suene escatológico, te podemos asegurar que es un buen consejo:


vacía lo más posible los intestinos y la vejiga, para que no distraigan la
atención de la mente y las emociones y, si en algún momento antes de la
exposición sientes que te piden ir a atenderlos, es mejor obedecer a tu
organismo que al deseo de quedar bien con los demás. Si no obedeces a tu
organismo, te podría jugar una mala pasada.

Descanso

Es mejor un poco de sueño que seguir ensayando hasta morir. La mente


profunda, que se encarga de los sistemas automáticos y condicionados del
organismo, se “desfragmenta” durante el sueño y después trabaja mejor. Si
les das tiempo para reorganizarse, será una buena inversión.

Puntualidad

Llega muy temprano al lugar de la exposición y familiarízate con los


detalles del local. Saluda a la mayor cantidad de personas y, si te sientes
muy nervioso, confiésales que te sientes nervioso, para provocar que digan
cosas positivas como: “No te preocupes, todo va a salir bien”. Eso ayuda.

4
Concentración

En vez de conversar previamente con los asistentes acerca de cosas ajenas


a la ocasión o usar el canal de tu mente para pensar “estoy nervioso”, usa
el tiempo y la conversación para hablar del contenido del discurso y nada
más que del contenido del discurso. No hables de otra cosa. Cuéntales
cómo vas a empezar, cómo vas a terminar, qué láminas vas a usar y en qué
orden. ¡No hables de otra cosa! Aprovecha la conversación para ensayar y
“medir” al auditorio.

¿Será mejor que otro lo haga por mí?


Miguel Ángel Ruiz Orbegoso

Sentirte incapaz de hacer algo que otro puede hacer (porque eres de
condición social o económica, o porque te avergüenzas de tu manera de
hablar) podría demostrar que tienes una debilidad. ¿Qué debilidad? Tal vez
digas: “Tú tienes mejores condiciones que yo para llevar a cabo esa misión
(tarea, asignación, meta, comisión o idea)”, sin darte cuenta de que, en tu
imaginación, la otra persona ha pisado con fuerza el plato de la balanza y te
ha elevado a la altura de una simple capa de polvo. Entonces te engañas
creyendo que tiene más imagen, más personalidad, mejor familia, mejores
ingresos, mejores referencias, mejores relaciones, más edad, más
capacitación, más currículum, más experiencia, mejor carácter, más
habilidad o más claridad de pensamiento que tú. ¡Te desprecias!

Como sugiere Kerry L. Johnson, reputado instructor de vendedores, a veces


puede deberse a uno o más de los cuatro temores autosaboteadores:
temor al rechazo, al fracaso, al ridículo o al éxito. En nuestra opinión, estos
cuatro pueden resumirse en una sola palabra: timidez, porque son
manifestaciones que se dan en las personas tímidas.

A veces el temor al rechazo está escondido. Por ejemplo, temes abordar a


alguien porque temes que te rechace diciéndote que está muy ocupado o
apurado o que tal vez ni siquiera se digne a darte una respuesta. Sientes
ansiedad de solo pensar que te dirá que no. Todo está en tu imaginación y
lo das por sentado.

A veces el temor al fracaso está escondido. Por ejemplo, has intentado diez
mil veces alcanzar cierta meta y ha sido como subir un cerro de arena.
Comenzaste de cero tantas veces que dejaste de ver la cima. Literalmente,
te rendiste antes de tiempo y te “convenciste” de que el éxito era para
otras personas, de que carecías de las cualidades esenciales para triunfar.
Te acostumbraste a proyectar una imagen de conformista.

5
A veces el temor al ridículo está escondido. Por ejemplo, cada vez que la
curiosidad o la inexperiencia te metieron en problemas, tus amigos,
parientes, maestros, proveedores o clientes se rieron y te sentiste mal. Te
diste cuenta de que lo mejor era convertirte en una persona perfeccionista
que sería incapaz de presentar un trabajo bien hecho, es decir, continuar
haciéndole correcciones indefinidamente y usarlo como pretexto de que
aún falta terminarlo. En realidad, se trata del temor de que se rían de ti.

Y a veces el temor al éxito está escondido. Por ejemplo, sabes que, si


aceptas el reto de mejorar ciertos rasgos de tu personalidad, mejorar tu
imagen, tarde o temprano tendrás que hablar en público y dar alguna
explicación o conceder una entrevista y responder preguntas. Por eso
prefieres refugiarte en una falsa modestia, alabando a otra persona y
animándola a recoger el trofeo que, en realidad, deberías recoger tú. Evitas
desarrollar tu personalidad porque intuyes que implicará enfrentarte a la
vida y a la responsabilidad de tomar grandes decisiones, lo cual significaría
exponerte al progreso y a lo que tanto te asusta: ser mejor.

Usualmente, las personas disimulan muy bien su temor al qué dirán,


¡porque rehúsan reconocer que sufren de timidez! Prefieren evitar o
posponer la toma de decisiones para huir de los comentarios pesimistas de
uno de sus padres, uno de sus hermanos, uno de sus amigos, uno de sus
compañeros de estudio o trabajo o de cualquiera que parezca haber
convertido la crítica punzante en su única ocupación conocida. Prefieren
que otros decidan por ellos en cuanto a si tomarán una Pepsi o una Coca;
aceptan las decisiones de los demás con tal de evitar que alguien se ría de
lo que decidan por ellas mismas. En el fondo les disgusta comportarse así,
aunque lo prefieren antes que hacer algunos ajustes.

¡Sí! Otro podría hacerlo por ti y ¿qué demostrarías? ¿Es realmente un


incentivo para ti meterte debajo de una piedra y observar cómo otros se
comen tus éxitos recogiendo el trofeo que te corresponde? ¿Te parece
edificante rebajarte a tus propios ojos hasta el punto de evadir la
responsabilidad de ir y hacer lo que debes hacer? ¿Hasta cuándo
pospondrás tu decisión de salir al frente de tus proyectos y reconocer que
tú eres el artista que está detrás de la pintura? La humildad es excelente; la
falsa modestia es orgullo disimulado. ¿Te gusta viajar con el equipaje?

Esto nada tiene que ver con presumir o volverte una persona famosa. Lo
que queremos decir es que ciertamente otro lo puede hacer en tu lugar,
solo que te costará el desarrollo de tu personalidad. ¿Verdaderamente
quieres eso?

6
La voz no tan humana
Pensemos en la siguiente situación: cuando el miércoles pasado una voz
nos anunció que al día siguiente nos harían una entrevista radial por
teléfono, consideramos: “Tómalo con calma”. Estaríamos de local,
llamarían a casa; como dicen los norteamericanos: take it easy. “Una
entrevista por radio. No es la tele ni el cine, solo la radio. Ja, ja, será como
hablar con alguien por teléfono”, y nos sentamos en el sillón cómodo. La
entrevista sería recién el jueves a las doce y cuarenta, y todavía era
miércoles a las diez de la mañana. Llegó mi mujer.

—Hola —me saludó y, viéndome particularmente inactivo, preguntó—:


¿Qué estás haciendo?

—Esperando que me llamen de la radio.

—¿Te van a llamar ahora? —me preguntó como si fuera lo más normal del
mundo que a uno lo llamen de una radio.

—No exactamente ahora —dije—. Mañana a las doce y cuarenta...

—¡Pero son las once de la mañana de hoy!

—Bueno, vos sabes cómo son los periodistas —expliqué.

Mi mujer se dio rápidamente por vencida. Retomó la batalla cuando a la


una de la mañana de ese miércoles yo aún no me había acostado.

—¿No vas a dormir? —me preguntó.

—Sí —dije—. Ya voy, ya voy...

Pero permanecía mirando por la ventana, con la esperanza de que mi


mujer se durmiera. Miraba por la ventana para averiguar si ya comenzaba a
ocurrir algo con respecto a mi reportaje, pues me han dicho que las ondas
radiales llegan por aire, y quizás ya hubiesen comenzado a enviarlas,
lentamente. A las cuatro me fijé si el teléfono tenía tono y creo que me
dormí. Me despertó su campanilla a las nueve de la mañana. Levanté el
tubo y dije:

—Bueno, mi opinión al respecto es que...

—Hola —dijo mi mujer del otro lado de la línea—. Salí temprano y quería
desearte suerte.

7
—¿Suerte? —pregunté con indiferencia—. ¿Suerte para qué?

—Para el programa de radio —me recordó ella.

—Ah, eso. Sí, no te preocupes. Casi me había olvidado.

Con una risa que me resultó algo irónica, cortó. Me senté nuevamente en
mi sillón negro…

—Alguna vez le hiciste preguntas a Alfonsín —me dije—. No podés ponerte


nervioso por un par de preguntas. Tenés que relajarte.

Me levanté del sillón y me fui a la pieza. Al rato, llamé por teléfono a mi


mujer a su trabajo: un hospital. Me preguntaron si era urgente. Dije que
muy urgente. Cuando me atendió, algo alarmada, le pregunté:

—¿Te parece que con la camisa blanca y la corbata azul voy a estar bien?

—¿Bien? —preguntó algo confundida—. Me dijeron que eras un paciente.


Camisa, corbata..., pero ¿no es una entrevista radial?

Ah... —recapacité—. Sí, sí, es radial. Discúlpame, nos vemos después.

Corté, fui hasta el espejo, me miré. Me cambié la corbata por un moño, era
más elegante. Y de pronto recordé un detalle en verdad importante: mi
voz. Tengo una voz aguardentosa, de dirigente de barrabrava de fútbol,
disfónica y escasamente entendible. Era posible que pronunciara el mejor
discurso del mundo y, por culpa de mi voz, que nadie entendiera un
comino.

Qué hacer. Me vino a la memoria que cuando hice mi barmitzvá me habían


recomendado tragarme dos huevos crudos para suavizar la garganta. No
recuerdo que me haya mejorado la voz, pero sí que estuve vomitando un
buen rato. Volví a intentarlo. Después de todo, la comunicación es
fundamental y merecía el sacrificio.

Tragué dos huevos crudos, creo que incluso uno de ellos estaba podrido.
Cosas que pasan. Estuve vomitando prácticamente quince minutos
ininterrumpidos; cuando finalmente no quedó nada dentro de mí, tampoco
tenía voz; apenas una carraspera ininteligible.

Sonó el teléfono.

—Bueno —dije—. En mi opinión...

8
—¡No! —grité luego de escuchar la voz del otro lado—. ¡No soy la señora
Mendelson! ¡La señora Mendelson murió! ¡Se agarró los dedos con la
persiana y murió, la velan mañana en el jardín botánico! —Y corté.

A las doce y treinta y nueve, el teléfono estaba mudo.

—Se rompió —me dije—. Estos tarados de Entel te rompen el teléfono


cuando más lo necesitas.

Y no me importó que Entel ya no existiera, habían regresado del pasado


para romperme el teléfono. Levanté el tubo: tenía tono. Lo corté como si
quemara. Si bien era cierto que esta gente de la radio estaba resultando
desconsideradamente impuntual (habían dicho doce y cuarenta, y ya eran
las doce y treintainueve con cuarenta segundos), quizás me estuvieran
llamando en ese mismo minuto y debía darles una oportunidad.

A las doce y cuarentaicinco, el teléfono continuaba mudo y decidí irme a


Europa. Estaba haciendo mis valijas cuando sonó el teléfono.

—Buenos días —me dijo una muy agradable voz—. Saúl Hochberger, de
radio Jai le habla...

—Hola, buenos días... —dije tranquilamente.

Y aunque la punta de la camisa se me había trabado en el cierre de la valija


y tuve que responder a las preguntas semiagachado, la conversación fue
estupenda.

Marcelo Birmajer
Ser humano y otras desgracias
® 1997 by Ediciones de la Flor (fragmento).

El autor nació en la ciudad de Buenos Aires, en 1966. Además de los


cuentos de Ser humano y otras desgracias, incursionó en este género en el
suplemento de humor del diario Página 12, bajo el seudónimo de Berni
Danguto.

Sin embargo, la mayor parte de su producción literaria se inscribe dentro


del género policial y está orientada a los lectores adolescentes. Dentro de
sus obras, se destacan: Un crimen secundario, Derrotado por un muerto y El
alma al diablo.

9
Referencias
Ander Egg, E. y Aguilar, M. (2006). Como aprender a hablar en público. Buenos
Aires, AR: Lumen.

Birmajer, M. (1997). Ser humano y otras desgracias. Buenos Aires, AR: Ediciones
De La Flor.

Di Bartolo, I., Bustamante, A., Henry, E. L., Llabrés, C. G., Malatesta, N. O.,
Vilches, M. A.,… y Di Bartolo, I. (h). (2009). Para aprender a hablar en público.
Buenos Aires, AR: Corregidor.

Ruiz Orbegoso, M. A. (s. f.). ¿Será mejor que otro lo haga por mí? Recuperado de
http://www.oratorianet.com/rsp/Index/Index_OTRO.html

10
Estructura
del discurso

Oratoria

1
Estructura del discurso
Cuando preparamos o decimos un discurso, hay tres momentos
que no deben ser dejados de lado, ya que darán un orden a la
presentación tanto para nosotros, oradores, como para el
público que nos escucha; estos son: la introducción, el cuerpo y
el final.

Por otro lado, no es lo mismo contar una historia que proponer


un punto de vista o idea. Por ello, además de estos tres
segmentos, el discurso debe organizarse en secuencias,
tomando como base diferentes estructuras discursivas, las
cuales son extraídas de los textos escritos y deben ser adaptadas
a los discursos a través del uso de los componentes del discurso
y el lenguaje corporal.

Cabe destacar que una persona, cuando tiene un esquema


preparado, se enfrenta con mucha más seguridad al público, de
modo que puede evitar nervios o ansiedad.

En algunas intervenciones, como en los debates, es


imprescindible el manejo de estas estructuras, ya que, además
de su utilización, se ponen en juego artificios estilísticos, rapidez
mental, preparación, capacidad de argumentar y
contrargumentar, manejo de la situación y del contrincante.

En este texto vamos a estudiar los tres momentos por los que
debe transitar el discurso y la importancia de las estructuras
narrativas y argumentativas para organizarlo.

Capacidad de asimilación del oyente


La capacidad que tiene el oyente para asimilar un discurso sigue
siendo desde hace dos mil años la misma y su esquema puede
encontrarse en cualquier texto escolar: introducción, núcleo y
final. Además, existe una distribución temporal en relación con
la importancia de cada una de las partes del discurso.

Tabla 1: Partes del discurso y su importancia


Partes del discurso Importancia Asignación de tiempo
Introducción 1/3 1/10
Núcleo 1/3 8/10

2
Final 1/3 1/10
Fuente: Tabla recuperada de búsqueda en Google.

Las tres partes tienen la misma importancia, pero a la parte


central se le ha asignado mucho mayor tiempo, ya que en ella se
desarrolla el contenido específico del discurso. Por otro lado, al
tener menor extensión y mayor impacto, la parte introductoria
y la final deben estar especialmente preparadas. “Los oradores
profesionales, políticos por ejemplo, cuidan sus frases
introductorias y finales hasta en el más mínimo detalle,
aprendiéndoselas, conscientes de la importancia psicológica que
poseen” (Brehler, 2000).

La introducción sirve para captar la atención de los oyentes, para


atraerlos al tema que el orador plantea. Esto puede lograrse
tanto a través de una broma como por medio de una referencia
a un asunto de actualidad conocido por todos. El final tiene
especial importancia: puede consistir en un resumen de los
datos principales que permitan sacar conclusiones o llamar a
cambiar el estado de las cosas.

Di Bartolo et al. (2009) recuerdan una regla infalible que tiene


igualmente dos mil años de antigüedad:

 Discurso mediocre + buen final = buen discurso.

 Buen discurso + mal final = mal discurso.

Estructuras discursivas

Tener una secuencia establecida nos sirve para organizar el


discurso y lograr que sea comprensible y dinámico, además para
transmitir correctamente nuestro objetivo.

Todas las estructuras que presentaremos tienen un


ordenamiento interno que respeta la introducción, el desarrollo
y el final. A continuación, analizaremos la estructura
argumentativa y la narrativa, con sus ejemplos de aplicación. Es
importante saber que en la realidad estas estructuras no se
encuentran en estado puro, sino que están fusionadas en los
discursos.

3
Estructura argumentativa

Es utilizada cuando una persona quiere establecer su punto de


vista sobre algún tema y tratar de convencer a su público. Para
ello esboza un tema, su punto de vista respecto a la cuestión,
plantea argumentos y utiliza material de refuerzo para sustentar
su análisis.

Figura 1: Estructura argumentativa

Fuente: Imagen recuperada de búsqueda en Google.

La orientación del discurso argumentativo es


constitutiva del discurso, en la medida que todo
enunciado comporta una orientación interna
hacia un tipo de conclusiones, y comporta una
orientación externa hacia cierto tipo de
intervención en un destinatario (hacer-saber,
hacer- creer, hacer- hacer, convencer,
manipular). (Barei y Rinaldi, 1996).

El primer momento de un discurso argumentativo es la


presentación de un tema y la toma de posición respecto de ese
tema. Existe siempre una premisa que supone lo que debería ser
y puede estar explícita o no. En el ejemplo dado más adelante,
cuya temática es la televisión, se aprecia que la premisa es que
esta tendría que servir para causas nobles y la tesis es que la
televisión de hoy es de muy bajo nivel.

4
Una vez explicitado nuestro punto de vista, debemos producir
argumentos que lo sustenten; tenemos que fundamentar por
qué las personas que nos están oyendo tendrían que creer en lo
que decimos. A los argumentos los tenemos que reforzar a
través de fuentes de la realidad, datos, reservas o preguntas
retóricas.

Las fuentes de la realidad son los ejemplos de la realidad: citas


textuales de personas reconocidas o estadísticas, entre otros
que utilizamos para apoyar nuestros argumentos. El refuerzo
sigue la línea argumentativa, hace generalizaciones de
determinados hechos o situaciones y también pueden ser
preguntas retóricas; su objetivo no es ser respondidas, su
respuesta es obvia y sirve para reforzar la argumentación. La
reserva la utilizamos para resguardarnos de los posibles ataques
y hacemos concesiones, pero luego reforzamos nuestro
argumento.

Finalmente, llegamos a una conclusión en la que volvemos sobre


nuestra postura inicial, avalados por la argumentación; también
podemos llamar a la acción o reacción por parte del público.

A continuación, se presenta un ejemplo de una carta de lector


que tiene una estructura argumentativa y cada elemento
descripto con anterioridad.

Carta del lector

Sr. Director:

(Tesis) Expreso aquí mi inquietud por la basura que se nos


presenta día a día en la televisión de nuestro país. (Reserva) Ya
sé, el lector dirá: “Si no le gusta, que apague el televisor, nadie
la obliga a mirar”.
(Premisa) Este no es el caso, puesto que un medio de
comunicación tan poderoso debería emplearse de una manera
mejor, con programas educativos: entretenidos y divertidos, sí,
pero sin llegar a la grosería.
(Argumento; fuentes de la realidad: ejemplos) En estos
momentos no encuentro ningún programa que me permita
sentarme tranquila a disfrutar con mis nietos. Amigovios,
Chiquititas o Verano del 98 no son ningún ejemplo que seguir:
adolescentes conflictivos, relaciones sexuales con el primero que
se te cruza, padres separados, apariciones fantasmales, práctica

5
de magia negra, malas contestaciones de los niños a sus padres,
falta de autoridad de estos en los problemas familiares, entre
otros. (Argumento; fuentes de la realidad: cita textual) Un
escritor muy conocido, Premio Nobel de Literatura, dijo: “esta
sociedad terminará perdiendo sus valores atrás de la fachada de
los medios televisivos, que solo se preocupan por sus intereses
comerciales y no en educar a sus ciudadanos”. (Argumento;
refuerzo: generalizaciones) Soy consciente de que los
programas no hacen más que reflejar la realidad, pues así vive la
mayoría de las familias en esta sociedad tan falta de valores; sin
embargo, se olvidan de quienes queremos mejorar.
(Conclusión; refuerzo: pregunta retórica) ¿Por qué no empezar
por mejorar la TV?

Dora Lidia Veloná de Chirico


Capitán Bermúdez, Santa Fe

Estructura narrativa

Su objetivo es narrar algo, contar un hecho o historia. En la vida


cotidiana, la encontramos en cuentos, novelas y hasta en
películas o series. En las dos últimas, las historias están
compuestas por miles de subconflictos de los diferentes
personajes y hechos que les ocurren; sin embargo, si pensamos
en la totalidad de la película o serie, encontraremos un conflicto
central.

La estructura narrativa consta de ciertas partes o secuencias: la


situación inicial, el conflicto, la acción, el desenlace y la situación
final.

6
Figura 2: Estructura narrativa

Fuente: Imagen recuperada de búsqueda en Google.

En la situación inicial, se presentan los personajes principales y


el contexto en donde transcurre la acción. El conflicto es lo que
modifica la situación habitual, rompe la normalidad, y puede ser
un suceso positivo o negativo, como un hecho de la naturaleza,
la llegada de una persona inesperada o el encuentro con alguien.
La acción es el comportamiento de los personajes con respecto
a ese conflicto; por ejemplo, si la situación conflictiva es que hay
un terremoto, la acción es qué hacen los personajes ante él:
salen de sus casas corriendo, se quedan inmóviles por el miedo
o hacen de cuenta que no pasa nada. El desenlace es el resultado
de la acción de los personajes; por ejemplo, si la acción fue salir
del edificio, el desenlace puede ser que quedaron atrapados en
el ascensor o que salieron la calle y esperaron que pase. Por
último, la situación final está estrechamente vinculada con la
situación inicial y con la cotidianeidad de los personajes: ¿qué
pasó luego de ese suceso?, ¿siguieron con sus vidas normales o
algo cambió?

A continuación, se presenta un ejemplo de un cuento infantil que


posee cada uno de los elementos antes mencionados.

7
Figura 3: Estructura narrativa en un cuento

BHUHB Y EL CABALLO LOCO

Situación Inicial
Un día, el gnomo Bhuhb fue a la granja. A Bhuhb
le encantan los animales. En la granja había
patos, chanchos, vacas, gallinas y caballos. Bhuhb
le pidió permiso a la vaca Aurora para poder
entrar.

Conflicto
– Entrá, pero tené cuidado con el caballo loco -le
contestó la vaca Aurora-.
_ ¿Dónde está el caballo loco? -preguntó Bhuhb,
que era un gnomo experto en
Psicología-.
– Está en aquel establo –le contestó la vaca
mientras se iba a jugar a las cartas con el chancho
Juancho.
Bhuhb entró en el establo.
Se acercó al caballo y le dijo:
– ¿Qué haces caballito?
- Yo no soy un caballo -le contestó el caballo-.
- Yo soy un gallo.

Acción
– Vamos a hacer una cosa. Yo te voy a llevar al
gallinero y vos me vas a decir si sos un gallo.
Bhuhb lo llevó al gallinero.
– ¿Quién es ese gallo tan apuesto? -gritó de
pronto una gallina-.
– No le hagas caso -dijo un pollito a Bhuhb-.
Esta gallina se cree caballo.

Desenlace
– Si el caballo se cree gallo y la gallina caballo,
pongámoslos juntos en un corral
-dijo Bhuhb-.

Situación Final
Así fue que el Caballo-Gallo y la Gallina-Caballo
vivieron felices y adoptaron un Pato Sapo.

Fuente: Imagen recuperada de búsqueda en Google.

8
Referencias
Ander Egg, E. y Aguilar, M. (2006). Cómo aprender a hablar en público.
Buenos Aires, AR: Lumen.

Barei, S. y Rinaldi, N. (1996). Las cuestiones retóricas, estética y


argumentación. Córdoba, AR: Red Editorial de Universidades
Nacionales.

Brehler, R. (2000). Prácticas de oratoria moderna. Madrid, ES: El


Drac.

Di Bartolo, I., Bustamante, A., Henry, E. L., Llabrés, C. G., Malatesta,


N. O., Vilches, M. A.,… y Di Bartolo, I. (h). (2009). Para aprender a
hablar en público. Buenos Aires, AR: Corregidor.

9
Tipos de
discursos

Oratoria

1
Tipos de discursos
Ander Egg y Aguilar (2006) nos hablan de los tipos de discurso según los
procedimientos o formas de presentar el tema. Estos son discurso leído,
discurso de memoria, discurso con ayuda-memoria (teniendo el texto
completo, un esquema o utilizando notas) o nada escrito a la vista. El uso de
uno u otro procedimiento incide fuertemente en las posibilidades de la
comunicación.

Discurso leído
Todos los oradores reconocen que, en principio, no hay que leer nunca un
discurso si se quiere lograr una buena comunicación, ya sea que se hable a
unas pocas personas o una multitud. La lectura hace que el discurso sea soso
y aburrido.

Cuando se lee un texto, se interpone una especie de “muralla invisible” entre


el orador y el auditorio, se impide la comunicación directa y ese encuentro
vital que constituye la sustancia de la elocuencia; máxime si el
conferenciante lee como si no entendiese o, lo que es más frecuente, sin
relacionarse con lo que lee. Además, al usar este procedimiento, difícilmente
el texto puede adecuarse a las circunstancias concretas.

Sin embargo, en algunos casos la lectura del discurso puede ser necesaria.
Tratándose de personas que tienen responsabilidades públicas (jefe de
gobierno, ministros, dirigentes políticos y sindicales, etc.), en determinadas
circunstancias, deben sopesar las ideas y las palabras, decirlas con precisión
y justeza, aun en sus matices. En estas circunstancias, cuando no queda otra
alternativa que leer, para lograr una mejor comunicación conviene tener en
cuenta las siguientes sugerencias:

 Mirar lo más posible al público, de modo que se establezca una


comunicación a través de la mirada o, al menos, que la gente no se
desconecte por falta de contacto visual. Si los ojos se mantienen clavados
en el papel, sin levantarlos un solo momento, falta la conexión de la
mirada, la comunicación resulta muy insuficiente y el discurso leído, que
en sí es muy pesado, se hace todavía más difícil de seguir. Un buen
procedimiento para poder mirar al público cuando se lee un discurso es
aprender los finales de párrafo, de modo que se pueda mirar al auditorio
sin “desconectarse del texto”.

2
Cuando se lee un texto, se interpone una especie de “muralla invisible” entre
el orador y el auditorio, se impide la comunicación directa y ese encuentro
vital que constituye la sustancia de la elocuencia.

 Hay que leer bien. Esto significa leer fragmentando el texto en conjuntos
flexibles, modulados, con diferentes ritmos según lo que se dice, con
carga afectiva y cuidando la velocidad de la lectura, de modo que la gente
pueda seguir tanto el contenido como los sentimientos que expresa.
 En lo posible, que no se vean las notas o los folios que contienen el texto
de la conferencia (el uso del atril es óptimo para estos propósitos). Un
montón de hojas que han de ser leídas a la vista del público predispone
negativamente desde el primer momento.
 Lo más importante es aprender a leer como si no se leyese; para ello, hay
que leer una frase y, apoyado en la memoria inmediata, repetirla en voz
alta. Con este procedimiento, quedamos más libres respecto del papel y
se facilita la comunicación. En algunos casos, en vez de repetir la frase,
una vez captada la idea, se procede a parafrasear o glosar lo que se ha
leído.

En suma, cuando se lee un discurso, es recomendable recordar que la gente


está oyendo, no leyendo, y que oír una lectura monótona es una invitación
al sueño o, al menos, a la somnolencia; o, lo que es lo mismo: a no enterarse
de lo que se está escuchando.

Discurso de memoria
Tampoco conviene pronunciar discursos aprendidos íntegramente de
memoria por varias razones. En primer lugar, porque el discurso da la
impresión de artificialidad. Por otra parte, subsiste “algo” entre el orador y
el público más sutil que en el texto leído, pero no menos real. No será una
“muralla invisible”, sino una “cortina de humo” que dificulta el encuentro
vivo entre el conferenciante y el público.

Una conferencia aprendida de memoria adquiere un estilo “cantado” o


“recitado” que la vuelve insípida, falta de naturalidad y carente de calor
humano. Además, por la tensión que se tiene frente al público, se corre el
riesgo de olvidarse de algún pasaje del texto aprendido y, como
consecuencia de ello, quedarse mudo en medio de la disertación y esto...
sería desastroso.

Una conferencia aprendida de memoria adquiere un estilo “cantado” o


“recitado” que la vuelve insípida, falta de naturalidad y carente de calor
humano.

3
Discursos con ayuda-memoria
Las ayuda-memoria pueden ser de tres formas principales: disponer de todo
el texto escrito, de un esquema o boceto o bien de solo algunas notas.

Ayuda-memoria que dispone de todo el texto escrito. Consiste en escribir


enteramente el discurso y luego tenerlo a la vista como ayuda-memoria,
pero sin atenerse rigurosamente al texto. Un cierto número de
conferenciantes y oradores prefiere este procedimiento,
fundamentalmente porque el texto escrito otorga seguridad intelectual y
psicológica al que tiene que hablar en público. Al mismo tiempo, este puede
mantener un aceptable contacto visual con el auditorio.

También en este procedimiento podemos aplicar lo que decíamos antes:


leer como si no se leyese, pero en este caso no se trata de repetir la frase
que se ha leído, lo que hay que hacer es captar la idea y expresarla luego con
las propias palabras.

Discurso con esquema o boceto


Cuando ya se tiene experiencia, aun cuando se haya escrito todo o en parte
el discurso, el orador o conferenciante se puede limitar a preparar
cuidadosamente un esquema, boceto o guion que utilizará para la
presentación. En otros casos, solo elaborará el guion, lo meditará y
madurará largamente, buscando las fórmulas más interesantes y originales,
improvisando luego sobre los temas así creados y enlazados.

Lo sustancial es elaborar un esquema que contenga los puntos esenciales


del discurso, de modo que cada palabra o frase del guion sugiera una serie
de ideas y cuestiones que el orador ya conoce. Estas se irán revistiendo de
palabras a medida que se desarrolla el discurso. Lo fundamental de este
proceso consiste en utilizar palabras que susciten ideas y luego expresar las
ideas con las propias palabras..., todo ello sin pasar por el texto escrito. Aquí
vale aquello que decía el poeta Horacio: “No busques palabras, busca hechos
y pensamientos y atropellándose vendrán palabras sin ser buscadas”.

Este método da libertad y seguridad; al mismo tiempo, facilita todos los


arranques que lleva consigo el calor del discurso y asegura que el
pensamiento y la expresión no floten al azar. Sin duda, es el método más
recomendable, pues une al máximo de rigor al máximo de elasticidad. El
itinerario del pensamiento está jalonado hasta el punto de que el orador no
puede perderse, pero al mismo tiempo hay un gran margen de
espontaneidad y plasticidad, que es lo que da vida al discurso.

4
Lo sustancial es elaborar un esquema que contenga los puntos esenciales
del discurso, de modo que cada palabra o frase del guion sugiera una serie
de ideas y cuestiones que el orador ya conoce.

Otra ventaja de este método es que se presta a los requerimientos de las


circunstancias y permite la adaptación a diferentes auditorios. Mientras el
esquema o guion es invariable, el contenido se puede ampliar o reducir de
acuerdo con las circunstancias. El método goza al mismo tiempo de la gran
ventaja de que una misma conferencia pronunciada varias veces nunca sea
idéntica y mantenga una cierta frescura, sin perder el rigor de un discurso
bien organizado. Por otra parte, le ahorra al orador el sentimiento de ser un
papagayo que repite unas frases o ideas de manera más o menos
automática.

Discurso utilizando notas


No hay que confundir esta forma de presentación con la preparación de un
esquema o boceto; aquí de lo que se trata es de preparar notas,
preferentemente en tarjetas, que sirven de ayuda-memoria. A veces, en las
notas se incluyen citas, datos o información que es necesario citar con toda
exactitud.

Discurso sin nada escrito a la vista


Esta forma de presentación (ningún texto visible) es la más adecuada para
una mayor y más profunda comunicación con el público. Es casi la única
forma eficaz para hablar a grandes masas (mítines, concentraciones, etc.).
Para utilizar este método, es necesario retener perfectamente en la
memoria el esquema del discurso y las ideas centrales que se quieren
expresar.

La presentación sin ningún texto visible es la más adecuada para una mayor
y más profunda comunicación con el público.

Como bien se ha dicho, este procedimiento consiste en decir, con palabras


no previstas, ideas ya previstas, siguiendo la secuencia que se establece en
el esquema. Si no hay una secuencia en la exposición de las ideas, se corre
el riesgo de divagar.

5
Referencias
Ander Egg, E. y Aguilar, M. (2006). Cómo aprender a hablar en público. Buenos
Aires, AR: Lumen.

Di Bartolo, I., Bustamante, A., Henry, E. L., Llabrés, C. G., Malatesta, N. O., Vilches,
M. A.,… y Di Bartolo, I. (h). (2009). Para aprender a hablar en público. Buenos Aires,
AR: Corregidor.

6
Ayudas
visuales

Oratoria

1
Ayudas visuales
Las ayudas visuales son medios que se emplean en la oratoria para
expresar visualmente un concepto o una idea y sirven para estimular la
imaginación de los oyentes o para poner de relieve una idea básica en
nuestro discurso. Científicamente, está comprobado que las
comunicaciones visuales son mensajes sintéticos que hablan a los ojos y
son más eficaces que las palabras.

Estas ayudas visuales pueden ser: el pizarrón, los rotafolios, el


retroproyector, las diapositivas, las películas, los mapas, los diagramas, los
planos, los dibujos y hasta las maquetas reducidas a escala. Sirven de
complemento a las formas verbales y contribuyen a presentar el tema en
forma más clara y más convincente.

¿Por qué usar ayudas visuales?

Para incrementar las persuasiones

Los presentadores que usan ayudas visuales en las reuniones incrementan


la retención de la audiencia en cinco veces y aumentan sus propósitos dos
veces más de lo común (Warthon School; University of Pensilvania).

Para aumentar la retención

Cuando la visual es agregada con una presentación oral, las retenciones


incrementan en un 10 % (University of Minnesota).

Los estudiantes aprenden el doble cuando el instructor usa agregados


visuales (University of Wisconsin).

La gente comprende acerca de un 7 % de la entrega verbal. Comprende un


87 % cuando la información es entregada verbal y visualmente (Harvard
University).

¿Cuándo usar agregados visuales?


 Para abrir la presentación.
 Para encauzar el pensamiento.
 Para enfatizar los puntos clave.
 Para presentar estadísticas.
 Para hacer comparaciones.
 Para explicar nuevos conceptos.

2
Cinco mandamientos para crear una ayuda visual
o Unidad: usa únicamente una idea para cada ayuda visual,
incluyendo el encabezado.
o Simplicidad: haz letras grandes y leíbles.
o Coherencia: usa el mismo estilo. No mezcles varios estilos.
o Claridad: evita tipos de letras muy pequeñas para leer. La audiencia
debe poder comprender la idea principal en 10 o 15 segundos.
o Calidad: sé ordenado y profesional. Dale un toque de color.
Recuerda corregir pruebas de copia, chequea la escritura y los
números.

Medios auxiliares
Es conveniente conocer las ventajas y desventajas de cada medio, teniendo
en cuenta fundamentalmente los siguientes factores:
 Su relación con el objetivo que se persigue y la característica del
contenido que se quiera transmitir.
 Su practicidad.
 Su adecuación al grupo destinatario (tamaño, experiencia previa con el
medio, capacidad de atención y concentración).
 Su capacidad de impacto visual, auditivo o ambos a la vez.

Procesamiento de la información que transmitir


Al planificar una presentación, destinamos gran parte del tiempo a
preparar el mensaje que vamos a dar a nuestra audiencia, es decir, a
procesar la información.

¿Por qué debemos procesar la información?

Porque la información es la materia prima, es decir, el dato que nos


muestra la realidad. Al procesar la información, el presentador agrega valor
a ese dato, interpretándolo y extrayendo mensajes de él.

Si nuestra presentación se basa en datos en bruto, cada participante de la


audiencia extraerá sus propios mensajes de lo visto y escuchado durante la
presentación. Si lo que presentamos son mensajes, estaremos orientando
la percepción e interpretación de nuestra audiencia hacia aquello que
nosotros queremos decir. Obviamente, el primer paso será tener bien en
claro qué queremos decir.

3
Cada mensaje que transmitimos está sustentado por información verídica,
pero elaborar mensajes exige tomar una posición:
 Una afirmación expresa hechos. Aun siendo neutra, el presentador toma
una posición al resaltar lo que es importante.
 Una opinión refleja un punto de vista.
 Una recomendación propone acciones que tomar.

“Los mensajes expresan lo esencial. El proceso de extraer mensajes obliga al


presentador a agregar valor a la información y a ser riguroso en su forma de
pensar al forzarlo a considerar qué es lo que quiere decir” (Dumand y
Choun).

Organización de los mensajes en una estructura lógica

Luego de elaborar los mensajes que queremos transmitir, debemos


organizarlos dentro de una estructura que resulte lógica. Esto implica dos
procesos básicos:

Agrupar los mensajes

Al presentar la información agrupada, esta se vuelve más significativa y


resulta más fácil de recordar. Al agrupar estamos definiendo un factor
común entre los mensajes, estamos agregando más valor a la presentación.

Jerarquizar los mensajes

Jerarquizando nuestras ideas podemos determinar qué es lo principal y qué


es lo secundario. Damos también un orden a nuestra presentación: por
dónde empezamos y cómo seguirá nuestro discurso.

Establecer una estructura para nuestra presentación exige esclarecer los


nexos que “enganchan” las ideas que presentamos, de tal manera que, al
pasar de un punto a otro, el discurso no pierda coherencia ni presente
baches lógicos que debiliten el mensaje ni distorsionen la intención del
presentador.

Teniendo en claro qué vamos a decir y para qué (mensajes),


habiendo organizado / agrupado coherentemente las ideas,
estableciendo una jerarquía (mensajes clave, mensajes de
apoyo), tendremos mayores garantías de establecer una
comunicación más eficaz, que no presente “fracturas
lógicas” y que facilite a la audiencia su comprensión.
(Dumand y Choun).

4
Clasificación de las ayudas visuales

Medios para escribir

La tradicional pizarra de madera con la tiza de yeso aún se utiliza en


muchas escuelas de todos los niveles. Un avance en este sistema es la
pizarra blanca, que requiere un lápiz de fibra especial que se borra con
facilidad. El rotafolio es un instrumento que permite escribir en hojas de
papel de gran tamaño, muy utilizado en capacitación empresarial para
grupos pequeños.

Medios de mostración

Son láminas de todo tipo que se consiguen en librerías especializadas,


mapas de variadas especialidades, fotografías en gran escala y elementos
tridimensionales como esculturas, esqueletos, maquetas, etcétera.

Medios de proyección

Un aparato muy utilizado en recursos humanos y en las escuelas es el


proyector de vídeos, ya sea en el televisor o en imágenes proyectadas a
mayor escala sobre una pantalla. El retroproyector es un aparato muy útil
para mostrar imágenes detenidas. Se trata de un instrumento eléctrico que
combina lentes y espejos que produce imágenes aumentadas con gran
fidelidad. El proyector de diapositivas también es utilizado como medio
visual en capacitaciones.

En los últimos años, se ha desarrollado una tecnología informática que


permite utilizar la computadora para pasar imágenes generadas en
programas como PowerPoint, Word, Publisher, CorelDraw, etcétera. Se
trata de un ingenioso aparato comúnmente denominado cañón, que es
conectado a una computadora personal y amplía en gran escala las
imágenes que se ven en el monitor. Este soporte técnico es muy versátil en
la utilización de proyecciones comerciales y empresariales.

5
Referencias
Ander Egg, E. y Aguilar, M. (2006). Cómo aprender a hablar en público. Buenos
Aires, AR: Lumen.

Di Bartolo, I., Bustamante, A., Henry, E. L., Llabrés, C. G., Malatesta, N. O.,
Vilches, M. A.,… y Di Bartolo, I. (h). (2009). Para aprender a hablar en público.
Buenos Aires, AR: Corregidor.

6
Formas
deliberativas

Oratoria

1
Formas deliberativas
Tal como lo afirma María Angélica Vilches en el libro “Para aprender a hablar
en público” de Ignacio Di Bartolo citando al prestigioso educador y ensayista
Dr. Guillermo Jaim Etcheverry:

"Vivimos en una época en la que la información instantánea goza de un


prestigio inusitado, lo que ha traído como resultado el ocaso del
conocimiento reflexivo, es decir, el ocaso del debate (…) Esta tendencia es
sumamente peligrosa para el desarrollo intelectual de los jóvenes porque
produce una evidente decadencia del lenguaje. Además, se nos trata de
convencer de que la información hace innecesario el debate público, de que
discutimos cuando carecemos de datos. Cuando éstos aparecen, se nos dice,
muere todo debate (…) En realidad la situación es la opuesta: sólo cuando
nuestras preferencias y proyectos atraviesan la prueba de la Discusión,
llegamos a entender lo que sabemos y lo que todavía nos falta saber. Hasta
que no formulamos las preguntas correctas, no advertimos, en realidad, qué
necesitamos saber. Y no podemos llegar a identificar las preguntas correctas
si no confrontamos con los demás nuestras ideas sobre el mundo. Hasta que
no defendemos nuestras opiniones, éstas son impresiones a medio formar,
presunciones sin examinar. Sólo llegamos a conocer nuestra propia mente
cuando intentamos explicamos a los demás." (Educador y ensayista
argentino, siglo XX).

De estos conceptos se deduce que para debatir, hay que recurrir a una
herramienta fundamental: el lenguaje, que es una expresión cultural, un
reflejo del espíritu.

“Uno no habita un país, uno vive en una lengua” (Émile dorara)

Las formas de la oratoria participativa se apoyan en el intercambio de ideas


y opiniones entre los miembros participantes. El valor de la discusión bien
organizada es muy apreciado por la sociedad en su conjunto; el debate
convincente logra atraer el interés del público porque su dinámica estimula
el pensamiento reflexivo.

La función protagónica del orador hace que el lenguaje sea el instrumento


vivificador, cuya calidad condiciona la calidad de la comunicación
interpersonal en la oratoria deliberativa.

“La Discusión es el arte del pensamiento reflexivo y la comunicación oral


entre miembros de un grupo, cuyo objetivo es la solución cooperativa de un
problema.” (Atice Craig Baird, lingüista estadounidense, siglo XX).

2
María Angélica Vilches hace referencias a algunas consideraciones
generales:

La oratoria participativa, llamada también oratoria grupal, incluye formas


elocutivas en las cuales dos o más personas discuten, alternadamente, un
tema determinado.

La discusión puede tener diferentes propósitos:

 Incrementar el conocimiento de un tema.


 Analizar los distintos aspectos de un proyecto.
 Resolver un problema común.
 Tomar decisiones acerca de un asunto.

La discusión debe mantenerse siempre dentro de un espíritu dialógico, se


trata de realizar en grupo una operación mental cooperativa. Cada forma
deliberativa recibe un nombre propio de acuerdo con el objetivo fijado; su
organización y coordinación es tarea de un moderador, cuya denominación
varía según la motivación del encuentro.

Cada reunión participativa requiere una preparación muy cuidadosa. Es


necesario diseñar e instrumentar una estructura que permita desarrollar con
eficacia la sinergia del grupo. El éxito grupal se logra cuando los individuos
integrantes cumplen con las pautas fijadas.

La interacción "cara a cara" mantenida durante la discusión, ajusta el ritmo


ágil, necesario para que la reunión logre un buen resultado. La reunión es
eficaz, si los intereses personales de sus miembros se integran a los del
grupo.

Los tratadistas en dinámica de grupos han ordenado a aquellas reuniones


más difundidas, en dos tipos diferentes:

 Privadas (sin público).


 Públicas (ante público de auditorio, televisivo, radial).

Las del primer grupo se desarrollan en recintos cerrados, no muy amplios,


bien ambientados: oficinas, despachos, estudios, salas de reuniones, aulas,
bufetes, decanatos, etc. Participan en ellas grupos pequeños de personas
(no más de doce), que representan a comisiones, delegaciones, juntas,

3
comités, cámaras, etc. El objetivo fundamental de estos encuentros es
definir líneas de acción conjunta, mediante el intercambio de ideas y
opiniones acerca del tema determinado.

En general, no son reuniones improvisadas; la convocatoria se realiza con


adecuada antelación, informando con precisión lugar, fecha, hora y motivo
de la misma. De esta manera, los participantes convocados dispondrán de
tiempo suficiente para preparar y ordenar sus ideas y el material auxiliar
necesario para argumentarlas.

Entre las formas de oratoria privada más importantes se mencionan las


siguientes:

 Diálogo
 Entrevista
 Coloquio (conversación en grupo)
 Negociación
 Grupo de discusión
 Interpelación
 Tormenta de cerebros (brainstorming)

Al segundo grupo pertenecen las reuniones públicas:

El número de participantes que integran estos equipos, varía de acuerdo con


el tipo de reunión. Se realizan en recintos cerrados amplios y confortables:
auditorios, salas magnas universitarias, sociedades, consejos, etc. Con
frecuencia los auditorios están equipados de los medios electrónicos
modernos y demás elementos necesarios para el uso del material auxiliar.
Ej.: rotafolios, pizarrones, diapositivas, videos, filminas, pantallas, cañón de
proyección, retroproyector, Power Point, etc.

La convocatoria a una reunión pública tiene como finalidad informar a la


concurrencia y actualizarla sobre los temas educativos, culturales,
científicos, artísticos o políticos, etc., que, en general, interesan a la
sociedad.

Las reuniones públicas son difundidas cada vez más dentro de los diferentes
sectores sociales y su metodología es muy estimada por el público.

La información es transmitida ordenadamente, con criterio docente,


dominio académico y con el deseo de compartir con los oyentes los temas
que se discuten. Por otra parte, la brevedad de tiempo que ocupa una
reunión pública (1 hora y media aproximadamente), predispone a la gente a
concurrir a la convocatoria.

4
Más adelante analizaremos algunas de las formas más conocidas.

 Mesa redonda
 Simposio
 Foro
 Debate

A continuación se presentan las conclusiones de María Angélica Vilches con


respecto a las formas deliberativas privadas.

Formas deliberativas privadas


El diálogo

Es el caso más sencillo de la comunicación oral. Se trata de un tipo de


conversación poco vigorosa. Puede ser formal o informal según sea
convenido o casual.

Se caracteriza por emplear un estilo llano de expresión oral, transmitido con


espontaneidad. El tono es amable, intimista: no requiere megafonía. Sin
embargo, a pesar de su sencillez, exige cierta excelencia por parte del
orador, que debe demostrar tanto su capacidad para transmitir ideas y
sentimientos, como para recibir las del otro (u otros); se puede dialogar de
pie o sentado. Es una comunicación directa y fácil, por eso su práctica ayuda
a los oradores poco entrenados a exponer opiniones ante otros
interlocutores.

El diálogo es una conversación entre dos o más personas que,


alternativamente, manifiestan sus ideas y opiniones sobre un tema. Puede
ser formal o informal.

La entrevista privada

Es una conversación entre dos o más personas: un entrevistador y uno o


varios entrevistados. Este encuentro consiste en un juego de preguntas y
respuestas que conduce a un fin específico.

La reunión puede ser convenida previamente o casual, pero en cualquiera


de los casos se aplica la misma técnica. El tiempo de duración depende de
muchas circunstancias, pero nunca pasa de los 60 minutos.

La entrevista es un encuentro entre dos o más personas, sostenido en un


juego de preguntas y respuestas que conduce a un fin determinado. Puede
ser convenida o casual.

5
El entrevistador maneja un único elemento para realizar su tarea: la
pregunta, que debe ser elaborada, respetuosa e imaginativa, para
demostrar idoneidad. El entrevistado, a su vez, actúa por medio de
respuesta que demuestran su habilidad dialéctica y su autoridad sobre el
tema abordado. En general, conviene definir de antemano el tema de la
entrevista para adecuar los contenidos de las preguntas y de las respuestas,
de esta manera, la conversación podrá tener una línea de pensamientos
coherentes, logrando ser interesante y dinámica.

Por otra parte, el encuentro puede resultar también atractivo, si ambos el


entrevistador y el entrevistado, usan su poder de seducción, con el fin de
captar la atención del otro.

El entrevistador, cuya tarea es mantener el hilo de la conversación debe


proporcionar a su entrevistado un clima agradable y psicológicamente
apropiado; en todo momento evitará expresiones que originen malestar o
respuestas cerradas, en las que se emitan solo un sí o un no. En cambio, se
esforzará por estimular respuestas abiertas que amplíen los conceptos
enriqueciendo el tema que se trata.

El final es el gran momento del entrevistador, quien hará una síntesis de lo


expuesto para reafirmar los puntos más importantes y agradecer la
presencia del o de los entrevistados.

El coloquio (conversación en grupo)

Esta técnica de la oratoria deliberativa es definida como un intercambio de


ideas y opiniones que se manifiestan "cara a cara", entre los miembros de
grupos no muy extensos, normalmente entre cinco y diez personas.

En el coloquio la conversación debe seguir un desarrollo coherente,


razonado, sin derivar en apreciaciones personales.

Su estructura permite debatir un tema prefijado para analizarlo, estudiarlo


o tomar una decisión, fijando una línea de acción que responda al criterio de
la mayoría. La ubicación semicircular suele ser la más conveniente, ya sea
detrás de una mesa o sin ella, pero con asientos cómodos.

El coloquio es el diálogo de un grupo humano con similares inquietudes, con


el fin de acordar una decisión sobre un tema de interés común. Lo modera
un conductor.

Un conductor abre la reunión, presenta el asunto y registra las distintas ideas


y tendencias, pero su función no es dirigir, sino sintetizar las opiniones

6
vertidas por los presentes, manteniendo en todo momento un clima
ordenado y disciplinado.

En la organización de un coloquio puede designarse a un miembro como


colaborador o secretario, quien levantará el acta de la reunión, si así lo
decide la mayoría.

Esta forma de oratoria privada sucede en las reuniones de comisiones,


juntas, reuniones de profesores, clubes, etc. y se caracteriza por el tono
amistoso, cordial y amable que revelan los participantes. Cada exposición
debe ajustarse a un tiempo determinado para guardar equidad y respeto por
los demás. El conductor velará por sostener la armonía y ecuanimidad del
grupo procurando que las expresiones no sean fatigosas y que nadie intente
monopolizar la palabra hablada.

Sin duda, el conductor del coloquio constituye una figura clave en el éxito de
la reunión, porque aunque no domine el tema, sí debe sintetizar con
precisión los puntos de la discusión y ofrecer la información registrada con
coherencia y claridad.

El momento más importante del coloquio se produce cuando el conductor


hace el resumen final. En él estarán incluidas las distintas opiniones de todos
los participantes, destacando los puntos en que se ha llegado a un acuerdo,
pero sin dejar de mencionar las discrepancias de las minorías. La
espontaneidad y el dinamismo de los participantes son características del
coloquio.

El conductor del coloquio constituye una figura clave en el éxito de la


reunión, porque aunque no domine el tema, sí debe sintetizar con precisión
los puntos de la discusión y ofrecer la información registrada con coherencia
y claridad.

La negociación

La metodología que se aplica en una negociación se caracteriza por ser una


difícil y ardua tarea entre dos o más delegaciones. Su objetivo es armonizar
intereses entre las partes. Es un encuentro entre comisiones de expertos
que pretenden acuerdos convenientes para sus respectivas propuestas.

Cada equipo designa previamente la voz que lo representará; del


intercambio de argumentos, entre el representante de cada delegación con
los expertos que lo acompañan, resultará la propuesta final que podrá ser
aceptada, rechazada o negociada por la parte contraria.

7
Estas reuniones se desarrollan en un clima cordial pero serio, ya que se
juegan grandes intereses; los códigos empleados deben ser elaborados y
precisos. Cada equipo pretende que su propuesta sea aceptada.

La negociación es un intercambio de propuestas entre dos o más


delegaciones. Su objetivo es armonizar intereses entre las distintas partes.
El temario a tratar es preparado con anterioridad por cada equipo que
interviene.

El acuerdo final redunda en los mutuos compromisos que las partes deberán
cumplir; de ahí que el éxito de una negociación consiste en preservar la
razón del argumento inicial de la delegación que propuso el encuentro.

La oratoria de los expositores debe distinguirse por lo convincente y


cautivante, para persuadir y obtener las mejores condiciones en la gestión.

El jefe de la delegación, al transmitir con firmeza los argumentos válidos,


será respetado y escuchado si es creíble. En algunas ocasiones el jefe del
equipo debe hacer gala de su flexibilidad para concretar la negociación, sin
dejar de sopesar la importancia de sus argumentos.

Muchas veces una negociación no se cierra en un sólo día de reunión, sino


que necesita de otras reuniones para seguir deliberando. En cada una de
ellas un secretario designado ex-profeso, hará firmar a los miembros de las
delegaciones participantes el acta del día, la cual formará parte del acuerdo
final.

Pasos de una negociación

o Presentación de las propuestas.


o Discusión de las mismas.
o Temas de compromiso a asumir.
o Primer intervalo de la reunión.
o Intervención de los respectivos expertos.
o Evaluación de las opiniones recibidas.
o Segundo intervalo de la reunión.
o Toma de decisiones. Conclusiones.
o Negociación acordada/limitada/rechazada.
o Lectura y firma del acta.

Grupo de discusión

Es un proceso dinámico, en el que un grupo juvenil, en general estudiantes,


discuten un tema previsto que interesa a todos.

8
Los participantes son inexpertos en trabajo grupal, necesitan practicar, lo
que significa que el grupo hay que "hacerlo".

Se designa un instructor con función rotativa. Los miembros del grupo, en


general, son educandos, por eso es frecuente que soliciten a un coordinador
que ejerza la conducción hasta tanto los alumnos estén prácticos.

La función del instructor es escuchar desde un lugar de autoridad y


promover una discusión dinámica.

El grupo de discusión es aquél en el que un número reducido de educandos


intercambian información para acrecentar conocimientos, tomar decisiones
o discutir un tema de interés común. Lo supervisa un instructor.

El instructor presenta el tema, motiva el interés de los participantes y


estimula la intervención de todos. Para facilitar la comunicación todos deben
verse cara a cara y ubicarse en un ambiente cómodo y agradable.

La finalidad de un grupo de discusión es adquirir más información sobre un


tema prefijado o tomar una decisión con el aporte de todos.

El grupo establece las normas a seguir, el tiempo asignado a cada


participante y a la discusión en su totalidad. Nadie debe silenciar su opinión.
La discusión es un intercambio de ideas "cara a cara", que se desarrolla en
un clima democrático sin hegemonía de ninguno de los miembros.

Dado el clima de libertad en que actúan los participantes, el instructor debe


trabajar para ser reemplazado alternativamente por los jóvenes del grupo.
La consigna de un grupo de discusión es aprender-haciendo.
Todos los participantes han de ser solidarios con las conclusiones a las que
se arribe puesto que éstas han sido tomadas después de una elaboración
participativa y democrática a la vez. Un secretario elegido por el grupo
registrará la información vertida.

La interpelación

La interpelación es una cita entre el interpolador que pregunta y el


interpelado que responde y expone los descargos de un tema en particular.

En la vida cotidiana la interpelación es una confrontación entre dos partes


que actúan desde distintas posiciones. Su técnica requiere la participación
de un interpolador que, basado en una información precisa, aborda un tema
determinado.

9
En general, esta tarea se apoya en un interrogatorio preparado ex-profeso
dirigido al interpelado. Este último debe exponer los descargos pertinentes
a los requerimientos sin titubeos, con claridad y precisión en las palabras.

Muchas veces, el interpolador, haciendo gala de su información sobre el


caso, se adelanta con preguntas que el interpelado todavía no explicó; de
este modo se deduce que el buen interpolador es aquel que se distingue más
por su talento que por su idoneidad.

Su función consiste en registrar las explicaciones y los descargos planteados


por el interpelado, para llegar a conclusiones válidas cumpliendo de esta
manera con su cometido.

El interpelado, desde su posición enfrentada, tiene que responder al


interrogatorio de su contrincante con argumentos creíbles. Su tarea no es
sencilla, requiere preparación previa o experiencia para saber exponer
pruebas convincentes. De lo contrario, si no tiene firmeza y seguridad para
discernir, no logrará su propósito.

La interpelación es un acto breve que se realiza ante una situación compleja.


Es una práctica difícil de ejercer por lo fatigosa y por el esfuerzo intelectual
que exige la discusión. El arte de la elocuencia juega un papel relevante; cada
una de las partes debe lograr expresar su verdad y justificar sus argumentos
con palabras válidas y firmes.

Tormenta de cerebros (brainstorming)

Consiste en la aplicación de una técnica de grupo que difiere en gran parte


de las formas más conocidas. Los miembros del grupo (a lo sumo doce),
actúan con gran libertad en un clima muy informal, en busca de ideas
originales, desde razonables hasta extravagantes. Su objetivo es desarrollar
y ejercitar la imaginación creadora para encontrar propuestas útiles, pero no
urgentes, que sirvan para solucionar situaciones que requieren cambios.

Los participantes son informados con antelación sobre el tema a tratar, con
el fin que aporten ideas creativas y nuevas.

Se organiza la reunión conducida por un director que transmite las normas


a desarrollar, designa a un secretario (exterior al grupo) encargado de
registrar las ideas que se expongan, además de ofrecer utilizar el grabador,
un pizarrón o un rotafolio, para que las propuestas se retengan en la
memoria y que además se pueda volver a ellas en caso necesario.

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La tormenta de cerebros o brainstorming es un tipo de discusión cuya
finalidad es generar ideas originales o soluciones nuevas, ante un problema
específico que requiere cambios. Conduce un director.

En un ambiente muy permisivo, despreocupado, sin críticas, el director


estimula al grupo e invita a sus miembros a que en un breve lapso (10
minutos aproximadamente) den vuelo a la imaginación (que puede llegar
hasta lo irracional) y a exponer ideas creativas.

Es muy importante la preparación de todos los miembros para que la lista


de ideas nuevas sea lo más larga posible; de esta manera se facilitará la
selección final. Terminado el plazo fijado para la presentación de mociones,
se analizan las ideas más prácticas y factibles para el caso tratado. Muchas
veces las soluciones expuestas pueden ser mejoradas combinando dos o
más ideas en una.

Al final el director resume las ideas expuestas por los participantes. Es una
técnica muy utilizada en publicidad y en centros de capacitación en los que
la fantasía y la creatividad ocupan un campo importante.

Pasos de un brainstorming:

1. Convocatoria a la reunión.
2. El director explica las pautas que se deben cumplir.
3. El grupo presenta las nuevas ideas. Todas son válidas, aun las más
extravagantes.
4. Se analizan las propuestas en un plano de acción concreta.
5. El director hace un resumen de las ponencias y lee las conclusiones.
6. Cierra la reunión agradeciendo los aportes recibidos.

Formas deliberativas públicas


A continuación se presentan las definiciones de María Angélica Vilches con
respecto a las formas deliberativas públicas.

Mesa redonda

Es una discusión ante el público, en la que participa un grupo selecto de


personas (no mayor de seis u ocho) para exponer sus puntos de vista acerca
de un tema determinado.

Cada invitado conocerá de antemano el asunto a discutir, y sus opiniones


podrán o no coincidir con las ideas de los otros participantes. Por ese motivo,
a esta forma deliberativa se la llama también "Discusión ante el público". La

11
conducción de una mesa redonda está a cargo de un coordinador. Es una
forma ampliamente difundida sobre todo por la televisión; su práctica
incluye tanto a grupos de científicos, empresarios, políticos, como a gente
común conocedora del tema.

El resultado de una mesa redonda depende de su preparación, de la tarea


del coordinador y de los integrantes de la mesa. El coordinador debe
organizar un encuentro previo a la reunión con los invitados, dándoles a
conocer el criterio adoptado para el desarrollo de la misma. Tendrá en
cuenta a la vez los antecedentes y trayectoria de cada uno de los
participantes.

La mesa redonda consiste en la discusión de un tema ante el público, en la


que interviene un grupo selecto de personas, bajo la conducción de un
coordinador.

La mesa redonda, por ser una reunión pública, se desarrolla en un escenario


o estrado, donde sus integrantes se ubican alrededor de una mesa, a
derecha e izquierda del coordinador, de frente al público. Si la forma de la
mesa lo permite, los invitados se sientan formando un semicírculo, con el
coordinador en el centro, cuidando siempre de no dar la espalda al público.

El coordinador abre la reunión y presenta el tema. Seguidamente hace la


presentación de los integrantes de la mesa, mencionando los antecedentes
y las actuaciones de cada uno de ellos.

Como no existen reglas fijas para el desarrollo de una mesa redonda, la


discusión puede iniciarse después del primer planteo o pregunta que hace
el coordinador o bien siguiendo las expresiones ordenadas de los
expositores. Lo importante es la participación activa de todos los miembros
del grupo, en procura de agilizar el proceso de toma de conclusiones.

La preparación de cada orador establece el nivel de los argumentos

No es prudente la improvisación de los mensajes, porque la reunión pierde


mucha de su potencia. El resultado de una mesa redonda se define también
por la seriedad de los aportes que se presentan y por el buen resumen de
las opiniones expuestas por el coordinador. La reunión será productiva si las
ideas conducen a concretar el objetivo de la convocatoria. Las discrepancias
deben ser sostenidas con argumentos sólidos, para que tengan validez en la
decisión final. Dicho en otros términos, los distintos conceptos emitidos
sirven para concretar los puntos de acuerdos o las áreas de desacuerdos y
también para facilitar el consenso sobre la tesis sustentada.

12
Figura 1: Mesa redonda

Tanto en una mesa redonda como en el simposio o en el debate puede


hacerse un breve uso de material auxiliar que, bien elegido, da más precisión
a la ponencia.

Existe una amplia variedad de instrumentos y de materiales que ayudan a


dar mayor relieve a la discusión. Cabe tener en cuenta que los materiales
auxiliares son sólo un medio de apoyo a la ponencia; nunca reemplazan al
orador porque su aplicación sólo pretende facilitar al público la compresión
del concepto emitido.

Finalizadas las intervenciones, el coordinador expondrá las ideas principales


registradas, haciendo una síntesis de lo debatido y de las conclusiones
obtenidas, dando así por terminada la reunión.

La habilidad oratoria de los invitados, la capacidad de síntesis, la cortesía en


la discusión, el respeto de las diferencias de opiniones, el cumplimiento del
tiempo asignado, son factores que colaboran para lograr el éxito de una
mesa redonda.

El simposio

Su objetivo bien definido es informar, explicar o instruir en forma ordenada


sobre diversos aspectos de un mismo asunto, es decir, que cuando se desea

13
obtener o impartir información certera y variada sobre un tema
determinado, se recurre a la técnica del simposio, ya que con la participación
de expertos, permite la comunicación rápida y organizada de un asunto.
Cada experto (pueden ser 3 ó 6), habla sobre un aspecto particular que
responda a su especialización. Los integrantes de la reunión exponen
individualmente sin discutir en forma sucesiva (como si fuera una
conferencia) y a igualdad de tiempo (30 minutos aproximadamente). No
interesa si sus ideas coinciden o no con las de otros expertos, sino que lo
importante es que cada uno transmita información actualizada que, sumada
al aporte de los demás, constituye un análisis total o casi total del tema.

El simposio es una serie de breves conferencias que tienen un orden


preestablecido y que sumadas constituyen la actualización total o parcial de
un tema. Al director del simposio se lo llama presidente.

Como toda reunión deliberativa pública, el simposio requiere un conductor


que en este caso se llama Presidente. Aunque su función no implica discutir,
ni opinar, es preferible que sea un gran conocedor de aquello que se va a
tratar, es decir, que tenga autoridad. De esta manera podrá seleccionar a los
participantes con conocimiento de causa, reuniéndolos previamente y
organizando un temario coherente. Muchas veces se pide a los expositores
una copia escrita de sus relatos para mejor planeamiento de la reunión.

Los conocimientos del Presidente sobre el tema en cuestión le permitirán


resolver cualquier imponderable que pudiera presentarse durante el
simposio (preguntas a destiempo, material de apoyo no conveniente o
cualquier aclaración que favorezca el mejor desarrollo del encuentro).

Por otra parte, el organizador debe preparar el ambiente físico donde se


desarrollará el Simposio y prever las necesidades del caso para que la
reunión resulte eficaz.

Los participantes y el Presidente del simposio estarán sentados sobre un


estrado o escenario alrededor de una mesa, frente al público. Algunas veces
el Presidente ocupa un lugar separado, también frente al público.

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Figura 2: Simposio

Cada experto habla desde su asiento o bien se adelanta hacia una pequeña
mesa ubicada frente al estrado. En su conferencia no defiende posiciones
personales, sino que aporta conocimientos propios de su especialización. El
simposio no admite discusión.

El Presidente abre la reunión, explica los objetivos y presenta, por turno, a


cada uno de los oradores. Al final cierra el acto, resumiendo brevemente los
conceptos expuestos.

En síntesis, la característica de un simposio es ofrecer en un tiempo


relativamente corto, la actualización de un tema a cargo de un grupo de
expertos.

El foro

Se llama foro a cualquier forma de oratoria en la que participa el auditorio.


Algunos especialistas en dinámica de grupos lo denominan también
"discusión abierta al público". La palabra "foro" recuerda las grandes
asambleas romanas, en las que el público tenía oportunidad de participar
para debatir un asunto.

Actualmente, las formas deliberativas antes analizadas: mesa redonda,


simposio y debate, pueden constituirse en foro; basta con que el
coordinador explique que después de terminada la reunión, el público podrá
participar formulando preguntas.

15
Es frecuente también abrir foro a continuación de un hecho concreto como,
por ejemplo, la proyección de una película, un suceso deportivo, un
acontecimiento comunitario, artístico o escolar. El auditorio motivado por el
conductor, podrá formular preguntas o hacer objeciones acerca del tema
tratado.

En cualquiera de las situaciones se informa de antemano al público, que


podrá participar después de la presentación del tema.

El objetivo de un foro es permitir a los asistentes a una reunión deliberativa


pública, la libre expresión de ideas y de reflexiones, dentro de un clima
informal, siempre conducido por un moderador.

El foro es una forma de la oratoria deliberativa en la cual participa y opina


el público al término de la reunión. Lo conduce un coordinador.

Conducir un foro no es tarea sencilla; se requiere experiencia y habilidad


para hacer cumplir las normas exigidas por este tipo de deliberación.

La función del moderador es motivar al auditorio para que participe en el


foro, ayudar a superar la timidez del público y crear un ámbito propicio para
las preguntas. A veces, un ayudante colabora con el moderador
distribuyendo hojas en blanco para que las preguntas sean escritas; luego
las respuestas serán dadas por los oradores de la reunión.

El éxito de un foro depende en gran parte de la capacidad y talento del


coordinador. Su función es hacer cumplir el tiempo asignado a cada
expositor, solicitar que el interrogante sea preciso y conciso, impedir (con
cortesía) exhibicionismo retórico o divagaciones de los participantes.

Agotado el tema o cumplido el tiempo previsto, el moderador hará un


resumen de las opiniones, coincidentes o no, sin omitir las ideas
fundamentales vertidas por los participantes; agradecerá, además, la
presencia del auditorio.

En general, finalizado el foro, el público ha logrado desarrollar su espíritu


participativo y ha enriquecido su información acerca del tema analizado.

16
Figura 3: Foro

El debate

Es una forma de oratoria deliberativa muy practicada actualmente, aunque


se difunde desde hace tiempo. Siendo su modalidad un proceso rápido y
contundente sirve para comunicar públicamente opiniones divergentes,
acerca de un tema de interés notorio.

El debate tiene leyes propias que lo diferencian de los otros grupos de


discusión. Es una polémica verbal que involucra el compromiso de dos
sectores que elaboran posiciones antagónicas en torno de un tema
predeterminado.

Son dos voces que se enfrentan en el enunciado del asunto: una sostiene
argumentos que conducen a una posición afirmativa de la proposición,
mientras la otra argumenta negativamente con un contradiscurso polémico.

La finalidad de cada equipo es refutar la tesis del adversario por medio de


razonamientos que prueben que la posición sostenida por el otro grupo es
falsa e inconsistente.

Cada grupo está formado por dos o tres expertos que analizan un tema
debatible, es decir que admite tesis distintas.

El moderador en una reunión previa al debate fija las pautas que requiere su
desarrollo, como así también el comportamiento ético de los participantes.
La no agresión es parte del acuerdo. El éxito de un debate depende, en gran
parte, de la imagen transmitida más que de las palabras que se expresen.

17
El debate consiste en una discusión ante el público, de dos expertos o grupos
de expertos que sostienen tesis adversas sobre un tema particular. Lo
conduce un moderador.

El moderador diestro presenta a los expertos y explica al público el


procedimiento que ha de seguir la reunión. Este acto polémico se desarrolla
en una sala con estrado y platea; los oradores se ubican sobre la tarima en
mesas separadas a derecha e izquierda del moderador o bien en un
semicírculo, pero siempre de frente al público con el coordinador en el
centro.

El equipo de la afirmativa tiene la responsabilidad de aportar la prueba inicial


de su posición; luego, el primer orador de la negativa presenta su discurso;
le sigue el segundo expositor afirmativo ampliando las razones y de la misma
manera procede el segundo de la negativa. Terminadas las pruebas de apoyo
de cada tesis, el grupo de la negativa comienza la refutación.

En los discursos refutatorios, cada equipo puntualiza los errores y las faltas
de argumentación del otro, reforzando de esta manera la propia tesis.

Cumplido el tiempo estipulado el moderador da por finalizado el debate.


Seguidamente hace un breve resumen del mismo; al terminar la reunión
agradece la participación de los expertos y la atención del público.

Cabe destacar que, en algunos debates, es invitado un jurado cuya única


actuación es dictaminar el resultado del encuentro, teniendo en
consideración la calidad de los discursos, la habilidad expresiva de los
oradores y también el material presentado.

18
Figura 4: Debate

Reiner Brehler, en “Prácticas de Oratoria Moderna” explica los tipos de


debates que existen y los clasifica en debate abierto, debate americano,
debate inglés y disputa entre expertos. A continuación se presentan las
explicaciones del autor sobre esta clasificación.

Tipos de debate

No hay debate que pueda prescindir de alguien que dirija o modere el


enfrentamiento dialéctico. Esta persona tiene que tener el derecho de
llamar al orden. En ocasiones se le concede también el papel de arbitro
encargándose, concluido el debate, de valorar los argumentos que las partes
hayan lanzado a la lid. Es costumbre útil levantar acta de los debates, puesto
que uno suele ser consecuencia del otro. Siguiendo a Brehler podemos
mencionar cuatro tipos de debates: el debate abierto, el americano, el
debate inglés y la disputa entre expertos.

En el debate abierto, los participantes toman la palabra según un orden de


intervención. Las excepciones las señala el moderador, que en un momento
dado puede creer conveniente que intervenga alguien para cerrar un punto
y pasar al siguiente. El orden de intervenciones sigue el orden en que se haya
pedido la palabra.

Si son muchas las peticiones, se puede llegar a un consenso respecto a


limitar el tiempo de intervención.

19
En el debate americano las dos partes en litigio, formada cada una por un
mismo número de contrincantes, se encuentran sentadas cara a cara a
ambos lados de una mesa. En un extremo está sentado el moderador, en el
otro, el encargado de levantar acta. Los dos bandos se alternan en el uso de
la palabra. Cada participante puede hacer una sola vez uso de ésta. Queda a
discreción táctica de las fracciones el decidir cuándo uno de sus miembros
toma la palabra. La suerte decide cuál de las dos partes inicia el debate.
Automáticamente, a la parte contraria le corresponde cerrar el debate.

El debate inglés muestra la misma distribución espacial que el debate


americano. Sin embargo, el turno de intervenciones es consecutivo según el
orden de los asientos.

En el debate abierto, los oradores pueden intervenir varias veces y replicar


a ataques de contrincantes. En las otras dos modalidades son los que hablan
en último lugar los oradores encargados de sintetizar y ofrecer réplica a
intervenciones anteriores.

La disputa entre expertos es una forma especial de debate. En este caso un


grupo que pregunta frente a otro que contesta. No resulta infrecuente que
las sesiones tengan lugar sin moderador. A una de las partes le está
permitido únicamente preguntar, a la otra, contestar. Las preguntas se
dirigen a una persona concreta del grupo. El orden de las preguntas y
respuestas es aleatorio.

20
Referencias
Ander Egg, E., Aguilar, M. (2006). Como aprender a hablar en público. Buenos
Aires: Lumen.

Di Bartolo, I., Bustamante, A.; Henry, E., Llabres, C., Malatesta, N., Vilches, M.,
Ceriani, R. y Di Bartolo, I. (h) (2009). Para aprender a hablar en público. Buenos
Aires: El Corregidor.

21
El auditorio

Oratoria

1
El auditorio
Las presentaciones en público son situaciones de comunicación donde
intervienen diferentes participantes, como el emisor y el receptor, que se
comunican a través de un código establecido: el lingüístico, el gestual y el
social, y a través de un canal por medio del cual se transmite la
información; el objetivo es transmitir un mensaje. Tal comunicación
transcurre en un contexto, que es un tiempo y lugar determinados.

Figura 1: Proceso de comunicación

Fuente: Imagen recuperada de búsqueda en Google.

El orador utiliza como canal de comunicación sus palabras, su tono de voz y


su lenguaje corporal, el receptor le va a responder (feedback) con sus
palabras, silencios y actitudes. Es necesario el conocimiento del público
para orientar el discurso y lograr las respuestas deseadas, ya que a ningún
orador le gusta recibir como contestación bostezos, falta de interés o
palabras descorteses. Tal como dicen Ander Egg y Aguilar:

No basta conocer el tema y saber presentarlo, hay que


conocer también a los oyentes; esto es, al público o
auditorio al que uno va dirigir la palabra. Se trata del
receptor en el lenguaje de la comunicación o sea aquellos

2
que reciben o perciben el mensaje y que integran o
completan el proceso comunicativo. (2006).

En todas las situaciones de comunicación, debemos tener en cuenta al


público que nos escucha para transmitirle y hacerle llegar el mensaje.
“Sintonizar con el público, vibrar en la misma longitud de onda, es un
objetivo obligado y a veces difícil, que debe imponerse a sí mismo quien
aspire a comunicar eficazmente sus ideas, sus planes o sentimientos” (Di
Bartolo et al., 2009).

No basta conocer el tema y saber presentarlo, hay que conocer también a


los oyentes.

Hay muchos aspectos que tener en cuenta sobre nuestro público al


componer nuestro mensaje. Pensemos que, si le hablamos a niños de un
jardín de infantes, lo haremos con un ritmo determinado, una tonalidad en
la voz, usaremos determinadas palabras y los movimientos corporales
serán lentos y amplios. Distinto sería si le hablamos a estudiantes
universitarios; tampoco es lo mismo dirigirnos a estudiantes de primer año
que de quinto o si le hablamos a alumnos de química o de abogacía.

El orador debe tener en cuenta, de manera muy especial, al


público al que debe dirigirse. Un mismo discurso, sobre un
mismo tema, con un mismo conferenciante, puede o, mejor
dicho, debe ser pronunciado de maneras diferentes según
sea el público al que va destinado. (Di Bartolo et al., 2009).

Quién y por qué escucha nuestro mensaje


En una presentación oral, en primer lugar, debemos captar el interés y la
atención del auditorio para involucrarlo en el tema, ya que hablar a un
público que no muestra interés es perder el tiempo. Si las personas asisten
a la presentación, es porque esperan obtener algo del orador: aprender,
conocer otros puntos de vista o pasar un rato agradable.

Es necesario preparar el discurso de acuerdo con el público que se espera


que asista, ya que un mismo tema puede ser tratado de manera diferente
de acuerdo con el auditorio que tengamos. Por otro lado, hasta el
momento de la presentación no se tendrá una idea exacta del público
asistente; sin embargo, tendremos algunas nociones de acuerdo con la
situación que se trate: no es lo mismo hablar en un congreso de recursos
humanos que en una reunión con amigos.

3
Un aspecto que se debe tener en cuenta es si el auditorio será homogéneo,
como los empleados de una fábrica, o heterogéneo, como el público que
mira Showmatch, ya que el discurso deberá ir dirigido a todos ellos. Es
preciso no utilizar términos o expresiones que parte del público no conozca
o que no pueda entender.

Otro aspecto para tener en cuenta es el número previsto de asistentes, ya


que no es lo mismo dirigirse a diez que a trescientas personas. La cantidad
de personas influirá en la capacidad de interactuar, de preguntar o debatir,
en la necesidad o no de utilizar micrófono o en los posibles medios de
apoyo, como pizarra o proyectores. También influirá en el discurso, si el
orador conoce al público, ya que, si es así, esto podrá permitirle darle a su
discurso un toque de mayor cercanía, más informal.

Por otra parte, es necesario lograr identificación con el auditorio y, para


saber su desempeño como orador, debe mirarlo, tal como dicen Di Bartolo
et al.: “el auditorio es un espejo del orador y eso se manifiesta en los
sucesivos estados de ánimo, minuto tras minuto. Si usted quiere saber
cómo se está desempeñando, simplemente observe a su auditorio” (2009).

Los siguientes elementos pueden servir de ayuda cuando se trate de


considerar la posible composición del público:

 Convencimientos religiosos.
 Convencimientos políticos.
 Nivel cultural general.
 Dominio lingüístico.
 Constitución física.
 Constitución psíquica.
 Carácter general.
 Capacidad de memorización.

Además, hay que tener en cuenta lo siguiente:

 ¿Cuánta gente esperas que asista?


 ¿Cuáles son sus circunstancias?
 ¿Quiénes son los socios?
 ¿Quiénes son los competidores?
 ¿Cuál es la edad aproximada de tu grupo?
 ¿Cuál es el nivel de educación?
 ¿Cuál es su ocupación o estatus profesional?, ¿qué nivel?
 ¿Cuál es el conocimiento sobre la audiencia?, ¿antecedentes?
 ¿Cuáles son sus prejuicios y su predisposición acerca de nuestra
persona?

4
 ¿Aprecian el humor?
 ¿Cuál es su actitud al escucharnos?
 ¿Qué tipo de información y técnicas son probables para ganar su
atención?
 ¿Qué información o técnicas son probables para obtener reacciones
negativas?

El auditorio es un espejo del orador y eso se manifiesta en los sucesivos


estados de ánimo, minuto tras minuto.

Propósitos del orador


Un discurso siempre tiene un objetivo, aunque a veces sea inconsciente
para quien lo está emitiendo. Por ejemplo: cuando se junta un grupo de
chicas o de chicos a hablar de lo que hizo el día anterior, cuando salieron,
el objetivo es contar hazañas y divertirse; cuando una persona va a una
entrevista de trabajo, su objetivo es convencer de que su capacidad es la
mejor para el puesto que se postula; cuando un progenitor reprende a su
hijo por alguna inconducta, tiene por objetivo hacer saber al menor que
eso no se hace y que está enojado. Cada discurso tiene un objetivo, aunque
muchas veces seamos inconscientes de ello.

Sin embargo, cuando una persona habla profesionalmente, tiene que tener
en claro cuál es su objetivo al hablar y poner todos sus recursos para que
se logre. Antes de enfrentarse al público, se debe tener en claro cuál es la
intención; existe una serie de propósitos, aunque estos no siempre se
encuentran en estado puro. Siguiendo la descripción de Eugenio Luis Henry
(como se cita en Di Bartolo et al., 2009), se mencionarán los más
aceptados:

Convencer

No significa despojar a la gente de sus ideas o conocimientos, sino


complementarlos, reforzarlos o consolidarlos. El desafío es persuadir al
auditorio de que tome la decisión o emprenda la acción.

Informar

Presentar información para el esclarecimiento o instrucción del auditorio, a


fin de que haga algo. Implica dar a conocer hechos o datos sin que estos
sean alterados por prejuicios o sentimientos personales que le ayuden a
incrementar su acervo cultural y su calidad de vida.

Cuando una persona habla profesionalmente, tiene que tener en claro cuál
es su objetivo al hablar y poner todos sus recursos para que se logre.

5
Motivar

Cuando un auditorio necesita cambiar su opinión o realizar alguna acción a


la que no está predispuesto, el propósito de la presentación es motivarlo;
va de la mano con el de convencer. Es el más difícil de conseguir, ya que
implica no solo un cambio de actitud ante una idea o concepto, sino,
además, su correspondiente ejecución.

Entretener

Ya es absolutamente caduco el sistema de enseñanza basado


exclusivamente en el dictado de información sin estar acompañado de
recursos para que el auditorio la pase bien. Es cierto que no todos los
oradores tienen carisma de showman, pero también es cierto que, si no se
apela a algún efectismo (juegos, anécdotas, adivinanzas, etc.), es muy
probable que la atención y comprensión disminuyan. Toda presentación
debería ser entretenida. Para que el auditorio esté en un marco favorable,
de mente abierta para ser convencido, ilustrado o motivado, necesita estar
entretenido. En el sentido más amplio, entretener a un auditorio es hacerlo
feliz de haber asistido y contento de que tú hayas sido el presentador.

Estilo de la intervención

El estilo adoptado en una presentación va a depender de diversos factores,


como el motivo de la intervención, el objetivo que se pretende conseguir o
el público asistente al evento, entre otros. Un mismo tema se puede
presentar de maneras muy diferente según el público y la situación. Es un
hecho indiscutible que no se puede hablar en público siempre de la misma
manera: hay que ajustar el estilo de la intervención a las características de
cada ocasión; de lo contrario, la presentación podría ser un fracaso. Las
características que definen el estilo de una intervención son numerosas.
Estas son:

 Formal o informal.
 Seria o desenfadada.
 Sobria o entusiasta.
 Cercana o distante.
 Rigurosa o generalista.
 Monologada o participativa.
 Con apoyo visual o sin apoyo visual.

El orador debe buscar darle a su intervención aquella orientación adecuada


y con la que pueda lograr el mayor impacto en el público. En caso de duda,
es preferible elegir la iniciativa más moderada, ya que resulta menos

6
llamativo hablar de manera formal en un acto informal que hablar de
manera informal en un acto formal. La forma de vestir también debe
adecuarse al tipo de acto.

Como última observación, se puede decir que un toque de humor,


sabiamente administrado, no se contrapone con la seriedad ni con el rigor
y ayuda a romper el hielo y empalizar con la audiencia.

El orador debe buscar darle a su intervención aquella orientación adecuada


y con la que pueda lograr el mayor impacto en el público.

Lenguaje

Lo primero que se debe procurar cuando se habla en público es ser


entendido: es necesario emplear un lenguaje apropiado, según el público al
que nos dirigimos. Por ello, es importante saber con anticipación el tipo de
público que se espera que asista al acto.

Deben utilizarse términos y expresiones que todo el público pueda


entender, los términos técnicos se usarán solo si la audiencia conoce su
significado. Si se manejan abreviaturas o acrónimos, hay que asegurarse de
que el público sepa lo que significan; sino, habrá que explicarlos.

Se debería utilizar un lenguaje simple y concreto, huyendo de lo rebuscado


o frases complicadas. No hay que tratar de asombrar al público con un
vasto dominio del idioma: el objetivo del discurso es ganarse al público con
las ideas.

Deben utilizarse términos y expresiones que todo el público pueda entender,


los términos técnicos se usarán solo si la audiencia conoce su significado.

La regla que debe presidir todo discurso es la de la sencillez; mientras que


en un texto escrito el lector puede volver sobre un párrafo que no haya
entendido, en un discurso no existe tal posibilidad, por lo que hay que
facilitarle a la audiencia su comprensión. El lenguaje debe ser preciso y
directo, con frases sencillas y cortas, utilizando tiempos verbales simples.

El público o auditorio
Ander Egg y Aguilar (2006) afirman que, para saber lo que vamos a decir y
cómo hemos de decirlo, debemos saber a quién se lo vamos a decir.

7
A continuación, se expresan las ideas de los autores acerca del público o
auditorio.

Todo conferenciante tiene una responsabilidad frente a su auditorio. Y,


visto desde su propio interés en cuanto al propósito que busca con la
conferencia, tiene que preocuparse por saber llegar a su público. Ahora
bien, si actúa con responsabilidad y quiere comunicarse bien con el
auditorio, tiene que saber a quiénes habla. El orador no es un disco o un
casete que dice siempre las mismas cosas, cualesquiera sean las personas y
las circunstancias.

Si bien este texto tiene como propósito central mostrar la necesidad de


conocer al público al que se le va a hablar y sintonizar con él, queremos
advertir que, aun cuando se tomen todos estos recaudos, nunca se sabe
cómo va a reaccionar un auditorio. Y eso pone una incógnita en el ánimo
de quien tiene que hablar.

Importancia del público o auditorio en el proceso


comunicativo
Como lo advierte Coll-Vinent, en el proceso de comunicación, el receptor o
receptores de un mensaje (el público, en el caso de la oratoria) son tan
protagonistas como el conferenciante. Es necesario tenerlo en cuenta para
que la comunicación se produzca realmente, es decir, para que el mensaje
sea recibido.

Esta realidad (importancia del público o auditorio) es un aspecto sustancial


que hasta hace poco no había sido considerado como algo relevante. El
conferenciante u orador era tenido como el eje y figura central,
prácticamente única, como una especie de vedette, mientras que el
auditorio ocupaba un segundo lugar. Ahora existe un enfoque nuevo y
diferente del problema: se considera que el conferenciante inicia el
proceso, pero no lo domina por entero ni puede reservarse la última
palabra en él. Cada día se le concede más importancia al papel que juega el
público, el auditorio, en el acto de comunicación de un individuo con los
grandes grupos.

De todo esto se deduce una cuestión de gran importancia práctica: no


basta conocer el tema y saber presentarlo adecuadamente, sino que hay
que conocer también a los oyentes, esto es, al público o auditorio al que se
le va a dirigir la palabra. Se trata del receptor en el lenguaje de la
comunicación, es decir, de aquellos que reciben o perciben el mensaje y
que integran y completan el proceso comunicativo.

8
Un discurso o una conferencia muy bien preparados y concebidos pueden
ser un fracaso si no se ha tenido en cuenta al auditorio o simplemente
porque el auditorio (o parte de él) ha estado bloqueado frente al
conferenciante o ha reaccionado de una manera que este no esperaba.

No basta con que los que forman parte del auditorio oigan (acto pasivo,
más o menos automático): es preciso que escuchen (esto es, que presten
atención, que quieran comprender). Para ello, el emisor debe enviar un
mensaje teniendo en cuenta al receptor o receptores; en otras palabras, el
orador o el conferenciante se han de adaptar al auditorio. ¿Qué significa
este adaptarse al auditorio? Simplemente, que hay que transmitir en la
longitud de onda de los interlocutores.

Ander Egg y Aguilar (2006) también hablan de la necesidad de informarse


acerca del público que ha de escuchar el discurso o conferencia; al
respecto, dicen lo siguiente:

Necesidad de informarse acerca del público

Antes de preparar una conferencia (o de adaptar un tema que ya tenemos


preparado), es necesario preguntarse: “¿A qué público voy a dirigirme?”.
Esto significa que hay que informarse acerca del auditorio ante el cual
habrá que pronunciar la conferencia. Se trata de saber a quién se dice lo
que se dice, para saber cómo se dice.

Esta información previa que debe tenerse sobre los destinatarios o


receptores del mensaje es indispensable para organizar el discurso en lo
que hace al nivel de contenido (la mayor o menor profundidad en el
tratamiento de los temas y el modo de abordarlos) y la forma de
presentación.

Cuando somos invitados a hablar ante un grupo y, más aún, cuando se


trata de un público que puede ser más o menos numeroso, debemos
obtener esa información (acerca del posible auditorio) recabándola de
aquellos que organizan la conferencia.

Aun a riesgo de ser reiterativos, insistimos en este punto: el orador debe


tener en cuenta, de manera muy especial, al público al que debe dirigirse.
Un mismo discurso sobre un mismo tema con un mismo conferenciante
puede o, mejor dicho, debe ser pronunciado de manera diferente según el
público al que vaya destinado.

En cada intervención pública que se hace, siempre nos dirigimos a un


público determinado, real y concreto, no a un público abstracto. Por ello,

9
hay que conocer algo de la vida, de las reacciones y de las aspiraciones de
la gente a la que nos dirigiremos; y esto no se averigua en los libros.

Es necesario tomarse el tiempo suficiente para informarse y, mejor


todavía, conocer acerca del auditorio que se tendrá en frente. Sobre este
punto Ander Egg y Aguilar (2006) dicen que hay que tener en cuenta una
doble consideración:

 qué tiene que conocerse acerca del auditorio;


 qué tipo de análisis tenemos que hacer de nuestro público o auditorio
potencial.

Un mismo discurso sobre un mismo tema con un mismo conferenciante


puede o, mejor dicho, debe ser pronunciado de manera diferente según el
público al que vaya destinado.

A continuación, se presenta la opinión de los autores acerca de las


consideraciones sobre el público.

¿Qué se tiene que conocer acerca del auditorio?

Como ya lo indicamos, no existe un auditorio abstracto; existe para cada


caso un auditorio concreto: tenemos que saber algo de las personas que
nos van a escuchar. En líneas generales, podemos y debemos informarnos
acerca de las siguientes cuestiones, en relación con el colectivo a quien se
dirige el mensaje (o que será nuestro auditorio):

 Número de personas: tamaño de la audiencia.


 Edad: casi siempre se presenta una amplia gama de edades, aunque
suele predominar gente de una edad relativamente determinada.
 Sexo: en los públicos suele haber gente de uno y otro sexo, pero, si
predomina uno más netamente, este será un factor para considerar.
 Procedencia y origen.
 Condición social.
 Situación económica media.
 Estudios.
 Profesión y ocupación de la mayoría o la que es más representativa.
 Nivel cultural medio.
 Mentalidad, inclinaciones.
 Religión, creencias, valores.
 Pertenencia o no a asociaciones.
 Costumbres y modos de vida.
 Centros de interés: problemas o preocupaciones que predominan entre
quienes forman parte del auditorio.
 Aficiones.

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¿Qué tipo de análisis tenemos que hacer de nuestro público o auditorio
potencial?

En general, hay que hacerse algunas preguntas sobre el auditorio que


tendremos, pero, si se trata de un discurso con un propósito de persuasión
o convencimiento, se necesita saber mucho más del público que cuando se
trata de un discurso puramente informativo. Las preguntas más
pertinentes, en cuanto guía para obtener información útil, pueden ser las
siguientes:

 ¿Qué interés razonable esperamos del auditorio ante el tema? O, para


decirlo con otras palabras, ¿por qué este público está aquí o estará
dispuesto a escucharnos sobre este tema concreto?
 ¿Qué conocimientos posee el auditorio acerca del tema de la
conferencia?
 ¿Qué actitudes podemos esperar de los oyentes ante el tema del
discurso y la forma de enfocarlo? Por ejemplo, favorable, neutra, hostil.
 ¿Qué concepto o expectativas tiene el posible auditorio acerca del
conferenciante?

La reputación del orador es un arma de doble filo: atrae positivamente a un


público, pero, al mismo tiempo, crea grandes expectativas que a lo mejor
no pueden satisfacerse.

 ¿Qué sentimientos experimentan entre sí las personas que estarán en la


conferencia?
 ¿Cómo es el local en que se pronunciará la conferencia? Por ejemplo, si
favorable o poco favorable para la comunicación, etcétera.
 ¿Qué distancia física habrá entre el orador y el auditorio?

Toda esta información tiene que servir para establecer una estrategia en el
modo de presentar el discurso, tanto en lo que hace al contenido como a la
forma.

A pesar de toda la información que se pueda recoger, siempre quedan


algunas incógnitas acerca del modo en que reaccionará el público, pues
nunca se puede saber exactamente cuáles son sus demandas y
expectativas. Debemos informarnos tanto cuanto sea posible y saber que
nos movemos con una cierta incertidumbre en cada conferencia en
concreto.

En algunas ocasiones, cuando se invita al público en general, no sabremos


quiénes constituirán el auditorio hasta momentos antes de iniciarse la
conferencia. En ese caso, según el conocimiento que tengan los

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organizadores, el conferenciante obtendrá mayor o menor información
sobre el auditorio. También con conversaciones previas (momentos antes
de la conferencia) podrá obtener de manera directa alguna información
interesante acerca de quiénes constituyen su público. En un caso extremo,
se puede ir descubriendo quiénes constituyen el auditorio (en cuanto a
manera de pensar) por las reacciones que se perciben después de ciertas
afirmaciones. En algunos casos, se puede “probar” con una afirmación o
expresión poco corriente o una declaración sorpresiva, frente a la cual las
reacciones pueden revelar actitudes, valores o modos de ser y de pensar
de los que escuchan.

Debemos informarnos tanto cuanto sea posible y saber que nos movemos
con una cierta incertidumbre en cada conferencia en concreto.

Ander Egg y Aguilar (2006) mencionan que existen características comunes


en casi todos los públicos que asisten a una conferencia. A continuación, se
desarrollan sus reflexiones al respecto.

Características comunes de casi todos los públicos


Si bien hay una serie de aspectos o caracteres específicos de cada público
en concreto, otras características son comunes a todo auditorio. Pueden
resumirse en las siguientes:

o Normalmente, la actitud inicial de un público es amigable,


respetuosa y expectante. Esta expectativa puede ser en relación con
el tema de la conferencia o con la personalidad del orador. Si la
gente va a una conferencia, es porque espera aprender algo de
quien va a hablar o del tema que se va a desarrollar. Excluimos aquí
las circunstancias en las que “hay que asistir” a una conferencia por
compromiso (a veces, a regañadientes).
o El público, en general, se interesa por aquellos asuntos que
conciernen o se relacionan con su vida; si el conferenciante trata
cuestiones ajenas a los intereses de su público, este se comienza a
“desconectar” y puede terminar en el aburrimiento general.
o Todo público reacciona como una entidad psicosocial con
modalidades propias y diferentes de los individuos que forman
parte de ese auditorio, considerados aisladamente. Cuando la gente
se congrega en grupos o asambleas, es susceptible, en gran medida,
de excitaciones emocionales y de contagio emotivo.
o La gente que asiste a una conferencia tiene un sentimiento
inconsciente a reclamar por qué y con qué derecho alguien le dirige
la palabra: de algún modo, el conferenciante tiene que justificarlo.
o Normalmente, la gente se resiste, consciente o inconscientemente,
a salir de su modo de pensar, sentir y querer; por eso, el

12
conferenciante ha de tener en cuenta el nivel de conciencia y de
conocimientos en que se encuentra la gente.

Por último, todo orador ha de tener en cuenta que entre su público habrá
gente indiferente, remisos, retrógrados y, a veces, una cierta cantidad de
personas en actitud antagónica al orador. En el desarrollo de una
conferencia, es muy probable que nos encontremos con tres categorías de
oyentes:

 los que estarán de acuerdo con lo expuesto en la conferencia;


 los que asumirán una actitud más o menos neutra o de indiferencia;
 los que no aceptarán las ideas, sugerencias o análisis presentados, en
cuyo caso conviene que el rechazo total o parcial del contenido no sea
rechazo del orador.

Difícilmente se puede contentar plenamente a todos, en especial si se trata


de un público muy numeroso y heterogéneo.

El orador puede influir sobre el público por persuasión, por autoridad o


bien por una mezcla de ambas, aunque, cuanto más adulto y maduro sea el
auditorio, menor será la influencia de autoridad.

Todo público merece el respeto del orador, quien de algún modo tiene
ante él una tarea pedagógica. Y esta tarea pedagógica implica una
responsabilidad, expresada fundamentalmente en preparar bien el tema y
en desarrollarlo de la mejor manera posible.

El orador puede influir sobre el público por persuasión, por autoridad o bien
por una mezcla de ambas.

Sin embargo, a pesar de informarse sobre el público y de la existencia de


características comunes de todo auditorio, siempre nos quedan, como ya
se dijo, algunas incógnitas acerca de cómo reaccionará el público. Este, en
algún aspecto, se parece al mar: nunca sabemos de antemano su
comportamiento. Pero de manera especial esta incógnita viene dada por
ciertos fenómenos de psicología de masas que pueden darse en el
comportamiento de un auditorio. Con respecto a ese tema, Ander Egg y
Aguilar (2006) exponen las siguientes premisas.

El auditorio y los fenómenos de psicología de masas


Además de todo lo que hemos indicado, el orador ha de tener presente
que las personas actúan en privado de acuerdo con sus propios motivos,
pero que, en grupo, como es un auditorio, adoptan (o pueden adoptar)

13
formas de comportamiento influidas por el conjunto, a veces al margen de
sus intenciones y convicciones. La psicología de multitudes enseña que el
público posee características nuevas y distintas de cada individuo
considerado en particular y distintas de la suma de los caracteres
individuales que lo componen. Gustave Le Bon, precursor de los estudios
sobre psicología de masas, ya lo decía en el siglo XIX: en determinadas
circunstancias, cuando se forma parte de una multitud, la personalidad
consciente se esfuma y los sentimientos y las ideas de los individuos se
orientan en la misma dirección, como consecuencia de un fenómeno de
contagio colectivo.

La oratoria es un fenómeno psicosocial que debe comprenderse como tal.


Cualquiera que sea la finalidad del discurso o conferencia (informar,
distraer, persuadir o convencer), la tarea del orador consiste en crear
estímulos en los oyentes a través de las palabras, la voz, la acción y otros
recursos específicos (ilustraciones, proyecciones de diapositivas, etc.);
estas ayudas visuales se han de utilizar cuando la índole de la conferencia
lo permita. Pero, en lo que aquí nos interesa destacar, juega un papel
decisivo el auditorio mismo: en él y por él se pueden crear el clima y el
ambiente para vivir determinados sentimientos. Por lo tanto, el orador
debe saber que en un auditorio el sentimiento y la emoción priman sobre
la razón, ya sea que considere al público en general o a cada oyente como
individuo en particular. Como consecuencia de ello, las reacciones del
público no se explican solo por las palabras pronunciadas por el orador o
conferenciante: en un auditorio puede producirse un contagio afectivo, lo
cual provoca emociones que se propagan (como por contagio)
rápidamente entre el público. Y conviene tener presente que estas
emociones (que pueden llegar a tener una elevada cuota de sugestión)
pueden ser favorables o desfavorables al orador y al tema que está
tratando.

Ander Egg y Aguilar (2006) también hacen referencia al diálogo posterior a


la intervención. Al respecto, realizan las siguientes consideraciones.

El diálogo o coloquio posterior a la conferencia

Cada vez es más frecuente abrir un coloquio o diálogo con posterioridad a


la conferencia, a fin de que el público (asumiendo también un cierto
protagonismo) tenga oportunidad de expresar sus puntos de vista, de
preguntar y también de dar respuestas.

Esto es muy conveniente: da oportunidad para que todos se enriquezcan


con el intercambio, se aclaren dudas, se maticen expresiones o
afirmaciones o se corrijan malas interpretaciones. Un diálogo o coloquio
posterior a la conferencia permite detectar los resultados de la

14
descodificación hecha por los receptores, con lo cual el conferenciante
puede corregir las distorsiones que se han producido, ya sea por malas
interpretaciones o por una explicación insuficiente o inadecuada.

Para el conferenciante, el coloquio posterior a la conferencia es útil, ya que


le ayuda a saber en qué medida ha abordado el tema adaptándose al
auditorio o bien si ha estado tratando cuestiones que para nada se
relacionaban con los problemas e inquietudes de quienes escuchaban.

Junto con las indudables ventajas y la conveniencia de abrir el diálogo, hay


que saber que pueden presentarse algunos problemas: la reacción de
aquellos que siempre están en contra; la actitud de los “sabihondos” o
“listillos” que señalan todo lo que faltaba por decir y los análisis que no se
han hecho. Aun cuando se sabe que en una conferencia es más lo que no
se dice que lo que se dice sobre un tema, no falta aquel a quien le gusta
destacarse; para ello, nada mejor que señalar lo que no se ha dicho. A
veces, con estas observaciones se tiene la intención de mostrar una cierta
superioridad sobre el orador.

Un diálogo o coloquio posterior a la conferencia permite detectar los


resultados de la descodificación hecha por los receptores, con lo cual el
conferenciante puede corregir las distorsiones que se han producido.

Habrá, también, en determinadas ocasiones, aquellos que le tienen


animosidad u ojeriza al conferenciante y procurarán que el acto termine de
manera enojosa o con mal sabor. A veces, el conferenciante se encuentra
con una expresa voluntad de boicoteo. En otras circunstancias, los que no
simpatizan con el conferenciante se limitarán a desplegar una “pantalla
emocional” que tenderá a deformar lo que se dice o a rechazarlo sin
considerarlo.

Si la atmósfera es de confianza y comprensión, si hay actitudes de apertura


y diálogo, el coloquio posterior a la conferencia siempre resulta
enriquecedor.

Es muy oportuno que quien preside el acto o conferencia, el coordinador


de la reunión o el conferenciante mismo, explique brevemente en qué
consiste el coloquio o diálogo. Con frecuencia, se tiende a confundirlo con
un debate; no es lo mismo ni los frutos que se pueden obtener tampoco
son de la misma índole y significación. En un debate se defienden tesis o
posturas contrapuestas que sirven para el juego dialéctico, frecuentemente
con más preocupación por vencer sobre el otro que por aclarar o
profundizar en una cuestión. El diálogo o coloquio es una forma diferente,
nueva y más profunda de acceder a la verdad y de relacionarnos.

15
A nuestro entender, es absolutamente necesario ir reemplazando los
debates por los diálogos y coloquios. No se trata de una simple cuestión
semántica; se trata de formas diferentes de abrirse a la búsqueda de la
verdad, teniendo como punto de partida que nadie posee, ni podrá poseer,
una verdad de manera plena.

Insistimos en este punto, que tiene una doble dimensión y cuya práctica
tiene una doble consecuencia:

 Por una parte, es el diálogo y no el debate (en el sentido de discusión


que enfrenta a personas) lo que desarrolla una actitud científica para el
abordaje de los problemas.
 Por otra, el diálogo infunde en nosotros una actitud existencial,
expresada en conductas y modos de relacionarnos más humanos,
porque son más amistosos y fraternales.

En lo que concierne a la forma de actuar durante el diálogo o coloquio,


conviene que el conferenciante tenga en cuenta algunas cuestiones:

o La primera y fundamental es que esté verdaderamente abierto al


diálogo, sintiéndose con el público, de acuerdo con aquello que
decía Paulo Freire, “compañeros en la pronunciación del mundo",
como personas inconclusas en "la búsqueda permanente del más
ser”.
o Esta capacidad de diálogo no se tiene por el simple hecho de ser un
buen conferenciante, sino porque se es una persona que cree con
sinceridad que puede aprender de la gente que ha tenido
circunstancialmente como público.
o Cuando se dialoga, no se busca “derrotar al otro” en una discusión,
sino encontrar juntos un trocito de verdad. No habrá dificultad,
entonces, en reconocer que nos hemos equivocado o en admitir un
matiz o reajuste del pensamiento gracias a lo que ha permitido ver
el otro.
o Para el diálogo debe existir una escucha activa por parte de todos:
cada uno debe hacer “tangible” la recepción que ha hecho del
mensaje del otro, probando que ha entendido realmente y que ha
entendido bien.
o Precisamente, esta escucha activa es la que evita el “diálogo de
sordos”, en el que cada uno habla sin abrirse a la realidad de los
otros; cada cual sigue con su tema sin que la intervención de los
otros modifique en nada lo que tenía propuesto expresar.
o El conferenciante debe ser el primero en esta apertura, siendo un
oyente atento, considerado y respetuoso ante las diferentes
intervenciones. Ha de tener la capacidad de ponerse en el puesto

16
del otro y de ver las cosas desde la perspectiva del que está
haciendo la pregunta, el comentario o la crítica.

La escucha activa es la que evita el “diálogo de sordos”, en el que cada cual


habla sin abrirse a la realidad de los otros.

Ander Egg y Aguilar (2006) también nos hablan de la importancia de


sintonizar con el auditorio. Al respecto, emiten las siguientes conclusiones.

La retroalimentación: orador, público y orador


Después de todo lo dicho, queda claro que para un conferenciante u
orador no basta dominar el tema de la conferencia: tiene que lograr
sintonizar con el auditorio. Se ha dicho que esta sintonía es saber
transmitir en la longitud de onda del o de los interlocutores. Si esto no se
logra, es imposible comunicarse realmente con el público.

Todo el esfuerzo del conferenciante debe orientarse a hacerse entender y


comprender, adaptándose a las peculiaridades y circunstancias concretas
de su auditorio. Un grupo que comparece ante un conferenciante no
espera solo palabras: espera una actitud empática, esto es, ponerse en
lugar del otro, saber captar las aspiraciones y necesidades, tratar
cuestiones que son de interés para la gente.

“Para que la comunicación se realice, la persona debe salir de si, hacerse


disponible al otro, situarse en su punto de vista, comprenderle”
(Mounier).

Para lograr esta sintonía, el nivel en que transmite el emisor debe coincidir
con el de los receptores. Esto es válido tanto para las relaciones persona a
persona como para las relaciones conferenciante-auditorio. Por eso se ha
dicho (y con razón) que es mejor bajar el nivel y ser entendido que elevarlo
y ser admirado. Si el conferenciante “sintoniza” con el auditorio, tiene al
público “en el bolsillo”; en caso contrario, se frustran las expectativas del
público y los resultados de la conferencia serán más bien pobres o
deficitarios, aun cuando haya estado muy bien preparada.

El conferenciante habla y, mientras está hablando, el público reacciona de


una determinada manera, por lo que el que habla debe estar atento a
recibir las reacciones del público y ajustar inmediatamente su intervención
(en la medida en que pueda hacerlo) conforme a ellas (o parte de ellas).
Tiene que darse, pues, una rápida retroalimentación entre el orador, el
público y nuevamente el orador. Esta es una cualidad de todos los buenos
conferenciantes, oradores y profesores: la flexibilidad, ductilidad y rapidez
para adaptar su mensaje a las reacciones del público.

17
En suma: si se ha logrado sintonizar con el auditorio, la comunicación ha
sido conseguida. Habla. Y ahora: a practicar en público.

Todo cuanto se ha dicho es apenas una guía. No sirve de mucho si no se


practica, si no se aprende por la acción. En el arte de aprender a hablar en
público, no existe ningún sustituto de la práctica. Aquí hay una verdad de
Perogrullo: para aprender a hablar en público, hay que hablar en público.

Cierto día le preguntaron a George Bernard Shaw cómo había aprendido a


hablar tan bien en público. Él respondió: “De la misma manera en que
aprendí a patinar: no me importó nada hacer el ridículo hasta que
aprendí”.

El herrero se hace en la forja y el orador hablando.

Una cualidad de todos los buenos conferenciantes, oradores y profesores es


la flexibilidad, ductilidad y rapidez para adaptar su mensaje a las reacciones
del público.

Aunque olvidemos todo cuanto hemos leído hasta aquí, recordemos esto:
el primer método, el único método, el método que nunca falla para
desarrollar la confianza en nosotros mismos cuando hablamos en público
consiste en… hablar. Todo el problema se reduce a un solo punto esencial:
practicar, practicar y practicar.

18
Referencias
Ander Egg, E. y Aguilar, M. (2006). Cómo aprender a hablar en público. Buenos
Aires, AR: Lumen.

Di Bartolo, I., Bustamante, A., Henry, E. L., Llabrés, C. G., Malatesta, N. O.,
Vilches, M. A.,… y Di Bartolo, I. (h). (2009). Para aprender a hablar en público.
Buenos Aires, AR: Corregidor.

19
Las herramientas
para la
comunicación oral

Oratoria

1
Las herramientas para la
comunicación oral
Adecuación
Di Bartolo et al. (2009) afirman que muchos oradores, absortos en sus
particulares intereses y sometidos por la presión de sus propias ideas –que
consideran muy importantes–, olvidan que se están comunicando con
personas cuyas inquietudes pueden resultar completamente distintas de
las suyas.

Una estupenda conferencia, un discurso bien concebido o una reunión


elaborada con la mayor dedicación pueden fracasar solo porque al
prepararse no se haya pensado suficientemente en el destinatario del
mensaje que se pretende comunicar, en su capacidad intelectual y cultural,
en su edad, aficiones y receptividad; por no haber evaluado
cuidadosamente al auditorio y a su circunstancia.

Cuanto más sepas de tu público, mejor podrás adaptar el discurso a tus


necesidades. Tu primera fuente de información es la persona que te pide
que hables.

Necesitas conocer los intereses de tu auditorio y saber qué formación tiene


acerca del tema. Esto es muy importante cuando se trate de estudios
técnicos en los cuales puedan utilizarse palabras que son comprensibles
para todos.

También importa la circunstancia en que vas a hablar: un discurso en un


almuerzo debe ser más informal que uno en un seminario técnico. Puede
haber más anécdotas o historias humorísticas. Si en el primero lo más
importante es ser entretenido, en el segundo lo que más vale es la
información especializada.

Una estupenda conferencia, un discurso bien concebido o una reunión elaborada


con la mayor dedicación pueden fracasar solo porque al prepararse no se haya
pensado suficientemente en el destinatario del mensaje que se pretende
comunicar.

Ten presente la secuencia de los oradores y escúchalos con atención. Evita


innecesarias repeticiones. Si es un programa largo, sé breve y concreto. A
veces, si el acto se prolongó más de lo soportable, tu discurso será
inolvidable si lo reduces de veinte minutos a solo uno.

2
También deberás adecuar tu disertación al tamaño de la sala. Cuanto más
cerca tengas a tu público, más informal podrá ser tu lenguaje y mayor
atención se les prestará a tus ideas. Si el público está lejos y disperso,
deberás hablar en un tono más alto, gesticular más y usar tus ojos para
“acercar” a los oyentes.

Di Bartolo et al. (2009) también nos dicen que, en la práctica, cuando el


orador es invitado a hablar, debe tener muy en claro cuáles son las
preguntas que debe hacer antes de aceptar el compromiso:

 ¿Cuándo?
 ¿Dónde?
 ¿Cuánto tiempo?
 ¿Cuál es el objetivo?
 ¿Quiénes forman el auditorio?
 ¿Cuántos son?

Al respecto, Di Bartolo et al. (2009) presentan las siguientes conclusiones:


con saber cuándo, veremos si llegamos; al preguntar dónde, veremos si
debemos; si sabemos cuánto tiempo, veremos si alcanza; evaluando el
propósito, podremos enfatizar lo que corresponde.

Conociendo las características del auditorio, adecuaremos nuestra


conferencia a esa circunstancia. Aun cuando se haya tenido éxito en una
conferencia, porque el mensaje ha sido eficaz para un auditorio
determinado, nunca debe generalizarse y pensar que este método es el
adecuado para toda circunstancia. El orador debe ajustar su mensaje
adaptándolo a las particularidades del auditorio y al ambiente u ocasión en
que va a pronunciar la conferencia.

Sintonizar con el público, vibrar en la misma longitud de onda, es un


objetivo obligado y a veces difícil, que debe imponerse a sí mismo quien
aspire a comunicar eficazmente sus ideas, sus planes o sentimientos. Es
mucho más fácil y da mucho menos trabajo decir las cosas tal como las
hemos elaborado y repetirlas en cuantas ocasiones sea necesario, pero
este es un error cuyo precio desvirtúa el objetivo final de la elocuencia: el
orador no es escuchado y, por ende, no es entendido. El esfuerzo del
emisor ha de orientarse a hacerse entender y no a caer en la tentación de
buscar el lucimiento personal, imposible por otra parte si el auditorio se
niega a escuchar. Todo esto, sin duda, es cierto y tiene valor; es de sentido
común.

Sintonizar con el público, vibrar en la misma longitud de onda, es un objetivo


obligado y a veces difícil, que debe imponerse a sí mismo quien aspire a comunicar
eficazmente sus ideas, sus planes o sentimientos.

3
Di Bartolo et al. (2009) comentan que, a través de los estudios de
psicosociología, se estima que existe una diferencia fundamental en el
receptor, según cuál sea el número de miembros que lo componen. Hay
números críticos más allá y más acá de los cuales las reacciones y
expectativas del público son variables, independientemente de las
características sociales, profesionales y culturales que hemos considerado.

Sobre esta base puede decirse que hay tres tipos de público: el grupo de
diez a veinte participantes, el auditorio de más de treinta individuos y la
multitud a partir de quinientas personas. Aunque los límites no son
precisos, esta puede ser la base de una diferenciación que es, de todos
modos, fundamental.

El estudio de la psicología de las multitudes tuvo un pionero en el francés


Gustavo Le Bon, quien a fines de siglo pasado escribía en su libro
Psychologie des Foules:

“En determinadas circunstancias, la aglomeración de hombres posee


características nuevas, muy distintas de las de cada individuo. La personalidad
consciente se esfuma, los sentimientos y las ideas de los individuos se orientan en
una misma dirección”.

A la luz del freudismo y de investigaciones posteriores actuales, se ha visto


que en el seno de la multitud cada individuo vive afectivamente a nivel
únicamente del sentimiento colectivo, de la relación afectiva secreta que lo
une a las personas que están cerca y no se manifiesta en cuanto individuo.
Las diferencias individuales quedan diluidas ante los parecidos y
coincidencias: los compartimientos individuales se reducen a un
denominador común.

Todos los individuos se sienten dominados por un mismo sentimiento,


tienden a arrastrarse hacia un mismo lugar, a proferir los mismos gritos y,
lo que es más curioso, a manifestarse con gestos parecidos. La emoción
provoca el automatismo. Los músculos del rostro son la expresión más viva
del automatismo emotivo.

Edouard Cuyer (en Expressions de la physionomie), analizando las


fisonomías de las personas que constituyen la muchedumbre, comprobó
que los músculos de la cara funcionan en ellas al mismo tiempo,
provocando igual expresión en todos los individuos sometidos a análogas
emociones, a pesar de su visible heterogeneidad. Autómatas con la misma
cara impulsados por la misma emoción.

Esta comunión por sí misma puede conducir a un comportamiento activo


absolutamente inesperado e incongruente muchas veces con el proceder

4
normal de un individuo, a veces desencadenado por un agitador o un líder.
A veces en pequeños grupos pueden darse fenómenos multitudinarios,
pero es excepcional.

Por suerte o por desgracia, afirman Di Bartolo et al. (2009), según sea para
mal o para bien, existen pocas personas que sepan arrastrar multitudes. Su
falta se hace especialmente sensible en el mundo religioso, político o
sindical. Si miramos hacia atrás, volviendo las páginas de la historia,
notaremos que esas personas suelen tener características comunes. En
particular, es evidente en la mayoría una tendencia más o menos marcada
a la paranoia y una prodigiosa intuición de la expresión oportuna y
acertada en el momento en que hay que decirla, porque se encuentran en
contacto real con el inconsciente colectivo.

Todos los individuos se sienten dominados por un mismo sentimiento, tienden a


arrastrarse hacia un mismo lugar, a proferir los mismos gritos y, lo que es más
curioso, a manifestarse con gestos parecidos. La emoción provoca el automatismo.
Los músculos del rostro son la expresión más viva del automatismo emotivo.

A través de una imagen gráfica, Gustavo Le Bon manifestó que la multitud


no tiene cerebro y que lo que hay que estimular es la médula espinal. Por
eso, cada vez que un orador tiene que expresarse ante un público
numeroso, de un millar o más de personas, debe tomar conciencia de esa
comunicación subyacente no verbal que existe entre él y el auditorio: este
no reacciona solo a lo que dice clara y expresamente, sino a todo lo que se
sobreentiende.

A continuación, tomamos a Di Bartolo et al. (2009), quienes citan a Juan


Carlos Igareta respecto del descubrimiento de algunas leyes:

 Ley de la unidad psicológica: los miembros del grupo tienden a unificar


sus ideas y sentimientos.
 Ley de la disminución intelectual: el gran público es poco propenso a
razonar sutilezas o comprender argumentos muy intelectuales.
 Ley del predominio emocional: los integrantes de un público grande
reaccionan más con la emoción que con el sentimiento.

Si la multitud ve frustradas sus expectativas, lo manifiesta sin pudor y con


violencia. Así también, si ve satisfechas sus expectativas, el líder tendrá al
público “en el bolsillo”.

Para limitamos a consideraciones más cercanas, más próximas a nuestras


inquietudes, hay que recalcar, sin embargo, que el orador puede
encontrarse impensadamente enfrentando a fenómenos multitudinarios, a
veces, incluso, aunque sea poco frecuente, cuando el público se compone
de pocas decenas de personas. Pero habitualmente no es así. El público, en

5
general, es una reunión de personas que conservan su propia personalidad
y espíritu crítico. La diferencia fundamental con la multitud está dada por
la actitud psicológica con que los oyentes participan del acto.

Si la multitud ve frustradas sus expectativas, lo manifiesta sin pudor y con


violencia. Así también, si ve satisfechas sus expectativas, el líder tendrá al público
“en el bolsillo”.

Por esto, bien distintos deben ser también la forma y el fondo de lo que se
les diga. La palabra del orador ante un público pensante debe ser
equilibrada, meditada e inteligente, respetuosa del individuo que ocupa
cada uno de los asientos y consciente de que tiene ante sí una mente
razonante y crítica, con toda la autonomía suficiente para refutar, discrepar
e incluso despreciar a quien pretenda ignorarlo como persona.

En realidad, en la época actual hay muy pocas posibilidades de tener que


hablarle a una multitud. Para bien o para mal, la televisión ha cambiado las
costumbres seculares. Nunca en la historia pudo hablársele a tanta gente
de la forma aparentemente tan sencilla como se hace ahora desde un
estudio de televisión.

A continuación, presentamos las consideraciones de Di Bartolo et al. (2009)


para ser creíble en televisión.

Toda expresión corporal habla: las manos, los pies, la postura y los ojos.
Hasta el diámetro de las pupilas puede verse. Todo lo que se dice debe ser
cierto. Aprende también a decir “no sé”.

Comparte la calidez y la alegría que habitualmente se disfruta en el estudio


televisivo. El compromiso es grande, la tensión es mucha y la “buena onda”
es muy importante para conservar el equilibrio.

Es probable que, para nosotros, como oradores, nunca nuestra audiencia


haya sido tan numerosa como cuando hablamos por televisión; sin
embargo, el tono de nuestra palabra debe ser cuidadosamente coloquial y
contar con la naturalidad de estar conversando en una reducida reunión
social. Y eso es ni más ni menos lo que ocurre. Quien detiene el control de
su televisor en el canal donde te encuentras te está invitando a sentarte en
su casa, junto a su familia o sus amigos.

Si tuvieras ahora que elegir tres cualidades esenciales para triunfar frente a
una cámara de televisión, dirías, sin lugar a dudas: brevedad, cordialidad y
credibilidad.

6
La televisión favorece al orador que sabe adecuarse a sus características y
apreciar la abismal diferencia que hay entre una sala de conferencias y la
intimidad de una pantalla en un hogar como el suyo.

Capacidad para entretener


A continuación, presentamos las consideraciones de Di Bartolo et al. (2009)
acerca de la importancia de tratar de no deslumbrar al auditorio, de
manifestar sin temor tus sentimientos y de comunicarte con tu auditorio.

No trates de deslumbrar

Esto es de enorme valor para ciertos oradores. El auditorio advierte


inmediatamente cualquier velada intención de deslumbrar. Los devaneos
de superioridad e importancia generan en el público un rechazo tal por la
personalidad del orador que hacen insalvable la conferencia más valiosa.

La modestia inspira confianza; el exhibicionismo, irritación. Únicamente, es


lícito hablar de sí mismo si no hubo una adecuada presentación. En ese
caso es necesario hacerle saber a quienes escuchan las credenciales de la
persona que habla. Sin exageración alguna y enunciando la estricta verdad,
corresponde que el orador haga un breve currículo que justifique su
presencia en la tribuna y solo refiriéndose a su preparación en el tema que
corresponde exponer.

El auditorio advierte inmediatamente cualquier velada intención de deslumbrar.


Los devaneos de superioridad e importancia generan en el público un rechazo tal
por la personalidad del orador que hacen insalvable la conferencia más valiosa.

Manifiesta sin temor tus sentimientos

Una poderosa razón por la que un actor puede entretener está en la


manera en que es capaz de interpretar los sentimientos de su personaje. El
verdadero orador nunca actúa, transmite lo que siente y, de esa forma,
llega al corazón de quien lo escucha. Si tiene entusiasmo, transmite interés.
Y, si una emoción lo embarga, el auditorio la comparte y lo acompaña. El
escollo principal para esa comunión espiritual es el natural pudor de
manifestar nuestros sentimientos.

Es necesario que sepas que, cuando hables en público, transmitirás interés


en proporción al grado de tu entusiasmo. No reprimas tus verdaderos
sentimientos. Si dominas el tema, si te entusiasma una idea, muéstrala sin
temor. Dale vida a tus palabras, transmite con ese fuego sagrado que las
hace valiosas, importantes e interesantes. El tiempo vuela para quien
escucha a un orador entusiasta.

7
No reprimas tus verdaderos sentimientos. Si dominas el tema, si te entusiasma
una idea, muéstrala sin temor.

Si el auditorio se duerme, es al orador a quien deberíamos despertar. Un


orador insensible genera públicos aburridos. Cuando hables, no te alarmes
si tu voz tiembla o se entrecorta por la emoción. Nunca bajes la vista para
expresar ira o amor.

Comunícate con tu auditorio

No habrá fórmula más sencilla para quien escucha aburrido que cortar
subrepticiamente la comunicación y dejar al orador hablando solo,
mientras se libera el pensamiento para que vuele por horizontes más
divertidos o, por lo menos, más importantes (zapping mental).

Es evidente que la comunicación entre los humanos se establece en dos


niveles: uno visible, el de las palabras pronunciadas, y otro secreto, el de
las intenciones profundas, es decir, lo intelectual y lo afectivo.

Afectividad es la palabra que emplean los especialistas para designar todos


los fenómenos no verbales de la comunicación, a esos extraños y
complicados procesos que acercan o rechazan a la dupla auditorio-orador,
por lo que resulta importante enfatizar en esta circunstancia.

Hay una experiencia clásica en psicología que demuestra que lo esencial de


la comunicación no está en las palabras que se dicen. Se registra un mismo
texto de saludo y bienvenida pronunciado por tres distintos oradores. El
primero lo pronuncia con entusiasmo y una amplia sonrisa; el segundo, de
la manera más neutra posible; el tercero, en tono seco y monótono.

Es evidente que la comunicación entre los humanos se establece en dos niveles:


uno visible, el de las palabras pronunciadas; otro secreto, el de las intenciones
profundas. Lo intelectual y lo afectivo.

La experiencia demuestra que este último, aunque dice las mismas


palabras amables y corteses que los otros, suscita la antipatía del público
encuestado. Y no pocas veces su irritación.

¿Qué queremos decir con simpático? Pocas palabras hay de uso tan
general cuyo significado sea tan impreciso. Sobre esta palabra el
diccionario de la Real Academia Española dice: “Conformidad, inclinación o
analogía de una persona, respecto de los afectos o sentimientos de otra”;
“Modo de ser y carácter de una persona, que la hacen atractiva o
agradable a los demás”. Lograda definición. Interpretamos que para que el

8
orador sea simpático para su público debería buscar que este sienta
inclinación o analogía por sus afectos y sus sentimientos.

La Real Academia Española define también el vocablo simpático así: “Que


inspira ‘empatía’. Dícese de la cuerda que vibra por sí sola cuando se hace
sonar a otra”.

Hemos analizado todas las condiciones que debe reunir un orador y su


conferencia para perfeccionar su elocuencia. En el lugar del público, le
pedimos también a ese orador que nos entretenga, que nos haga llevadera
y agradable nuestra a veces pesada responsabilidad de escuchar, entender
y aprender.

Del otro lado de la tribuna, formando parte del a veces sacrificado y


anónimo conglomerado de individuos que forman el auditorio, le
aconsejaríamos al orador: trata de captar la expectativa del público.

Trata de ser simpático y de hacernos vibrar con tu propia vibración. Piensa


en quien te está escuchando, en sus afectos, en sus sentimientos, en sus
necesidades. Muéstrale honesta y sincera apreciación.

Cuando quieras acordar en un ambiente así, nadie se aburrirá. El orador y


el auditorio se sorprenderán de cómo volaron los minutos y llegó con pena
la hora de terminar.

Ron Hoff es uno de los formadores de conferencistas más importantes de


Estados Unidos. Él llama a este sentimiento de aproximación entre el
presentador y el público un momento perfecto, que se da en algunas
circunstancias, como si ambos hubieran compartido una experiencia
trascendente en sus vidas que ocupará un lugar permanente en sus
memorias.

9
Referencias
Ander Egg, E. y Aguilar, M. (2006). Cómo aprender a hablar en público. Buenos
Aires, AR: Lumen.

Di Bartolo, I., Bustamante, A., Henry, E. L., Llabrés, C. G., Malatesta, N. O.,
Vilches, M. A.,… y Di Bartolo, I. (h). (2009). Para aprender a hablar en público.
Buenos Aires, AR: Corregidor.

10
El lenguaje

Oratoria

1
El lenguaje
Alberto Bustamante (como se cita en Di Bartolo et al., 2009) reflexiona
sobre el lenguaje. Sostiene que ya en el siglo I a. C. Cicerón dijo: “El
lenguaje nos diferencia de las bestias salvajes”. El lenguaje es un rasgo
esencialmente humano, es el producto más complejo del pensamiento
humano, la máxima expresión de su capacidad creadora.

Además, Alberto Bustamante (como se cita en Di Bartolo et al., 2009) hace


referencia al origen del lenguaje y afirma que es un misterio, es incierto,
una maravilla impensable.

 ¿Cómo nace el lenguaje?


 ¿Cómo nace la palabra?
 ¿Cómo podemos hablar como hablamos?

Acerca del nacimiento del lenguaje mucho se ha dicho y escrito, pero nadie
lo sabe a ciencia cierta. ¿Está inscripto en nuestra biología? No. El niño lobo
tenía todos los atributos biológicos como para hablar, pero no hablaba,
porque el lenguaje no es un atributo determinado por la posesión de
ciertas características anatómicas.

Alberto Bustamante (como se cita en Di Bartolo et al., 2009) propone tres


grandes líneas que tratan de explicar el origen del lenguaje humano: la
religiosa, la evolutiva y la social. A continuación, se despliegan las
proposiciones de Bustamante (como se cita en Di Bartolo et al., 2009).

1.o: origen religioso del lenguaje


Todas las religiones explican el lenguaje humano como un atributo de los
dioses al hombre. Así, los griegos creían que era un regalo de Júpiter, dios
de dioses, a los hombres, para que se comunicaran, para que vivieran en
sociedad y se comprendieran. En el antiguo Egipto, se creía que el lenguaje
había sido creado por el dios Thoth; según el hinduismo el lenguaje es obra
de Sarasyati.

En la tradición judeocristiana, Jehová creo la luz mediante la palabra, Dios


dijo: “Que exista la luz y hubo luz” (Génesis, 1:3). San Juan Evangelista es
más directo: “En el comienzo fue el verbo y el verbo estuvo en Dios y el
Verbo era Dios” (San Juan 1:1) También en estos relatos se acepta que
Adán fue quien le dio el nombre a las cosas.

2.o: hipótesis evolutiva

2
A comienzos del siglo XIX, Charles Darwin postuló la teoría de la evolución,
según la cual el ser humano proviene por evolución selectiva de un animal,
posiblemente de algún tipo de simio.

Uno de los procesos en la evolución humana sería la posición erecta y


bipedalismo (caminar en dos pies). Esta marcha erguida habría producido
cambios físicos estructurales que permitieron el nacimiento del lenguaje
articulado. Según David McNeil el bipedalismo estrechó el canal del parto,
lo que, a su vez, es causa de que el período de gestación de los humanos
sea relativamente corto. Como resultado de esto, los bebés humanos son
más discapacitados que los recién nacidos de todas las otras especies y
para sobrevivir se ven obligados a llorar y gritar. El llanto y los gritos
constituyen el primer medio de comunicación oral.

Phillip Liebermann llega, a su vez, a la conclusión –luego de comparar la


estructura craneal del hombre y la de los chimpancés– de que los primeros
presentan un tipo de estructura craneal que permite producir los sonidos
del lenguaje articulado. Esto se complementaría con la observación de que
las partes blandas del cuello y la cabeza, como la lengua y la laringe, son
muy diferentes (más desarrolladas) entre el ser humano y los simios.

Estas teorías tratan de explicar exclusivamente el lenguaje articulado (la


palabra); sin embargo, como veremos más adelante, el lenguaje humano se
define por su naturaleza simbólica y no por su naturaleza oral (fónica).

En este camino hay autores como Eric Lenneberg, quien cree que fue
necesaria una evolución neurológica para la aparición del lenguaje. Así,
unos de los cambios principales sería la lateralización cerebral, es decir,
asignar tareas específicas a cada hemisferio cerebral. En todos los
animales, ambos hemisferios cumplen funciones idénticas. El lenguaje es
función del hemisferio izquierdo.

3.o: hipótesis social


El ser humano es y ha sido un ser gregario, vive en comunidad y lo hizo
fundamentalmente para sobrevivir. Pensemos en el ser humano primitivo:
vive en un mundo hostil, peligroso, es un animal esencialmente débil.
¿Cómo hizo para transformarse en el rey de la creación? Muchos
mamíferos son animales gregarios, algunos se comunican y usan
herramientas rudimentarias, pero el único que tiene un lenguaje es el
hombre. Posiblemente, nació de su necesidad de comunicarse durante la
cacería o la recolección de granos o frutos para advertir un peligro. Pero
¿cómo una mente sin lenguaje ni pensamiento pudo crear el lenguaje?,

3
¿cómo pudo llegar a escribir El Quijote o La Divina Comedia? Es algo
incomprensible, maravilloso.

Tratando de explicar lo inexplicable, nos quedamos con la historia


pergeñada por José Antonio Marina, descripta en su libro La selva del
lenguaje:

Marina dice que debemos considerarlo como un ejercicio


literario más que una hipótesis científica. Y dice: “El hombre
primitivo, el de la horda primordial, se movía guiado,
dirigido por estímulos. Nuestro antepasado de frente
huidiza y de largos brazos caza el bisonte en el páramo. El
bisonte no existe porque no piensa ni habla. Lo sigue a
través de una comente de olores y pistas.
Lo arrastra el rastro, salta, corre, gira la cabeza, husmea,
oye sonidos. La bestia tiene la fuerza irresistible de la luz en
el fondo de un largo y oscuro túnel.
Siente una atracción feroz, compulsiva y una sumisión a
todo ello casi sonambulesca.
No persigue “el bisonte”, persigue olores, busca con la
mirada, oye sonidos que lo excitan y lo empujan sin saber
por qué. Las señales que le llegan por sus sentidos
altamente desarrollados disparan el movimiento de sus
piernas, activan su respiración y su corazón.
No hay nada que pensar. Porque no piensa.
Cuando ve la oscura figura del animal en la penumbra de
la selva, corre sesgado para cortarle el paso, aúlla para
atraer a sus compañeros de la horda. En su carrera como
sonámbulo elude obstáculos sin tener conciencia que lo
hace, mata al animal y lo devora.
El cambio ocurrió un misterioso, mágico día. Cuando al
ver la huella del bisonte en la tierra húmeda, detuvo su
carrera en lugar de acelerarla y miró la huella, resistió,
aguantó el empuje feroz, atávico que le mandaba correr,
perseguir y matar... en ese momento mágico se liberó para
siempre de su tiránico pasado. De ser intuitivo pasó a ser
consciente.
Aquellos dibujos en la tierra eran y no eran el bisonte.
Había nacido en su cerebro un signo, pudo representar el
bisonte. Nació el signo, la representación, el gran
intermediario de la palabra.
De pronto fue capaz de pensar el bisonte, aunque ni en
sus ojos, ni en su olfato, ni en su oído, ni en su deseo
estuviera presente el bisonte.

4
Podía pensar el bisonte sin haberlo cazado.
Debió ser fascinante el descubrimiento de la
representación, poder dibujar el bisonte en la pared de una
caverna, dibujar su mano. Ver su mano en la pared.
¿Cómo pudo una inteligencia muda inventar el lenguaje?
¿Cómo se perfecciona y amplía?

Nuestra inteligencia es hoy lingüística: pensamos, proyectamos y nos


comunicamos fundamentalmente con la palabra. Para hablar como lo
hacemos, necesitamos una coordinación neuromuscular con un grado de
afinación de una tolerancia de 20 milésimas de segundo. Además, mientras
conversamos, atendemos a lo que oímos y pensamos nuestra respuesta.

Bustamante (como se cita en Di Bartolo et al., 2009) hace una distinción


entre lenguaje y palabra. Afirma que el lenguaje es un producto de nuestro
cerebro, de su actividad neuronal. En él se forman nuestras ideas y
pensamientos, en forma de lenguaje. Sin lenguaje no hay ideas ni
pensamientos. La palabra es la enunciación oral (fónica) del pensamiento a
través de nuestros órganos de la voz.

La comunicación humana oral no es más que la transmisión de un


pensamiento, un sentimiento entre dos o más cerebros. Pensamos “Juan
es bueno” y lo decimos a través de la palabra. Juan lo escucha a través de
su sentido de la audición (oído, nervio auditivo) y llega al cerebro de Juan y
allí “lo escucha”.

Bustamante (como se cita en Di Bartolo et al., 2009) afirma que la


comunicación no es exclusiva de la palabra, sino que puede producirse de
forma gestual (la mirada, la postura), mediante señas (como el lenguaje de
los sordomudos) o con banderas o luces (como se hace en el mar).

Como vemos, el lenguaje es un fenómeno único.

Según Heidegger, “la palabra es la morada del ser” y, según Nietzsche, “el
hombre vive en el lenguaje”.

Bustamante (como se cita en Di Bartolo et al., 2009) se pregunta el porqué


de la necesidad del lenguaje, y sus postulados son los siguientes:

Posiblemente, el lenguaje nació para que los seres humanos puedan


coordinar acciones (cazar, recolectar, defenderse). Por ello, decimos que su
origen es social y no solo biológico. Obviamente, necesitamos, además, las
estructuras anatómicas para hablar.

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El lenguaje fue primero externo, para lo social, para el trabajo compartido
o para las relaciones interpersonales, y luego, como un verdadero
búmeran, se volvió al mismo ser humano: se internalizó, se hizo subjetivo.
Primero hablamos con los demás y luego con nosotros mismos, y esto
cambió al ser humano. Por ello, decimos que el ser humano creó el
lenguaje y que el lenguaje creó al ser humano.

Sin lenguaje no hay ser humano ni sociedad.

Se habla en compañía y en soledad. El lenguaje es un componente esencial


de la comunicación humana. En nuestra sociedad mucho se ha escrito
sobre ella. El modelo clásico que se usa para ejemplificarla nos muestra un
emisor (orador), que tiene algo que transmitir; un mensaje, lo que se
quiere transmitir; y un receptor (oyente), que recibe o debe captar el
mensaje. Pero este modelo tiene un error conceptual muy importante: está
tomado de la comunicación electrónica. En este tipo de comunicación, el
sentido del mensaje no es significativo para el receptor, sino que todo lo
que se pide de él es fidelidad en la reproducción del mensaje, tanto oral
como visual. Así, puede reproducir con la misma fidelidad una imagen del
papa hablando en Roma que la de un partido de fútbol. En cambio, en la
comunicación humana el sentido del mensaje es esencial y está ligado a un
tema muy significativo: la escucha humana.

El lenguaje fue primero externo, para lo social, para el trabajo compartido o


para las relaciones interpersonales, y luego, como un verdadero búmeran, se
volvió al mismo ser humano: se internalizó, se hizo subjetivo.

S. Freud dijo que el lenguaje es, ante todo, un lenguaje escuchado,


privilegiando de este modo la escucha en la comunicación humana.
Hablamos para ser escuchados aún por nosotros mismos.

En general, en la cultura occidental se ha jerarquizado el hablar, dándosele


al escuchar un papel pasivo y secundario. Pero siendo oradores debemos
tener presente que nuestra presentación siempre será oída por alguien.
Ese oyente es un receptor activo que capta las inquietudes y deseos más
profundos de quien les habla. Para comprender la escucha humana,
debemos comenzar por diferenciar entre oír y escuchar.

Oír es un fenómeno biológico relacionado con la estructura de nuestro


órgano auditivo. Por lo tanto, oímos lo que nuestra estructura biológica nos
permite oír. Escuchar tiene otro espacio: es oír e interpretar.

Bustamante (como se cita en Di Bartolo et al., 2009) además reflexiona


sobre el escuchar y dice que es un aprendizaje que pertenece al dominio
del pensar y que configura la suma de dos factores: comprensión de lo que
se ha dicho y oído y, además, interpretación de ese mensaje. Bustamante

6
(como se cita en Di Bartolo et al., 2009) afirma al respecto que el escuchar
se enriquece más cuando logramos interpretar y dar significado a los
silencios, a los gestos, a los movimientos posturales de quien habla.
Cuántas veces hemos oído o dicho: “Juan no me escucha”, “Mi hijo no me
escucha” o “Mi jefe no me escucha”.

¿Qué ocurre? ¿Hay una epidemia de sordera?

El gran misterio de la escucha humana es que no interpretamos


exactamente lo que nos dicen. Se dice lo que se dice y se escucha lo que se
escucha.

Estar abiertos y atentos a este fenómeno puede cambiar nuestra vida y


nuestra relación con nuestros familiares, amigos y compañeros de trabajo.

¿Por qué ocurre esto si oímos bien?

Esto ocurre porque en la comunicación humana no existe una estructura


biológica que capte fielmente el mensaje emitido; por el contrario, existen
estructuras mentales y psíquicas que actúan como verdaderos filtros, como
pantallas deformadoras entre lo que dice el emisor y lo que escucha el
oyente. Esas pantallas o filtros están formados por nuestras historias
personales, nuestros paradigmas, nuestros miedos. Esos filtros vienen
desde el pasado, por lo cual, o no dejan pasar cierta información o la dejan
pasar, pero deformada.

Cada cual escucha lo que escucha o quiere escuchar. La mayor parte de la


gente no escucha para comprender, sino para contestar. Se filtra todo a
través de sus paradigmas, leen su autobiografía en las vidas de las otras
personas y dicen: “Sé cómo se siente”; “He pasado por lo mismo” o
“Permíteme que te cuente mi experiencia”. Estamos llenos de nuestras
propias razones, de nuestras autobiografías. Queremos que nos
comprendan y nunca comprendemos realmente lo que está sucediendo
dentro del otro ser humano.

Dado que no es el hablar sino el escuchar lo que confiere sentido a lo que


decimos, la escucha es la que dirige todo el proceso de la comunicación.

Decir y escuchar son dos fenómenos diferentes

Además, dice Bustamante (como se cita en Di Bartolo et al., 2009) que se


puede escuchar, aunque no haya sonido o palabras, por ejemplo:

Él dice: “Me quieres”. Ella: hace silencio. Él puede “escuchar” el silencio


como una negación.

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Recordemos que en la escucha interviene, además, el cuerpo, lo gestual,
las miradas. Recordemos el cine mudo o películas como El baile o Fuego.

Otro elemento perturbador de la escucha es la emocionalidad. Debemos


observar el estado emocional de la persona que nos escucha y también
nuestro estado emocional al hablar. No seremos escuchados si el estado
emocional no es el adecuado.

Se puede escuchar de varias formas, con distinto compromiso ante el habla


del otro. Bustamante (como se cita en Di Bartolo et al., 2009) propone
varias formas de considerar la escucha. Estas son:

 Ignorando.
 Fingiendo escuchar: “Sí”, “Ya”, “Correcto”.
 Escucha selectiva; es una especie de zapping mental.
 En forma inclusiva (aceptando escuchar, sin prejuicios ni preconceptos).
 Escucha exclusiva (cerrándose a todo lo que se dice).
 Escucha dialógica.

Creemos importante establecer la diferencia entre discusión y diálogo. El


significado etimológico de la palabra discusión es disgregar y se refiere a la
comunicación entre personas que sostienen puntos de vista diferentes y,
en consecuencia, conciben las cosas de modo diferente. Es un juego en el
cual el objetivo es ganar, vencer. El diálogo, en cambio, es diferente: en él
nadie trata de ganar y, si alguno gana, todos salen ganando. En el diálogo
no estamos jugando contra ellos, sino con ellos.

Bustamante (como se cita en Di Bartolo et al., 2009) también aborda la


escucha empática. Al respecto, expone los siguientes postulados.

Esta es la forma ideal de escuchar, es ponerse en lugar del otro, es


“ponerse en sus zapatos”. La base para la escucha empática es el respeto
mutuo. Si no aceptamos al otro como un legítimo otro, si no aceptamos la
alteridad, si no se respetan las diferencias individuales, la escucha estará
siempre limitada y se obstruirá la comunicación entre los seres humanos.

Cada vez que ponemos en duda la legitimidad del otro, cada vez que nos
plantamos como superiores al otro, sobre bases de color de piel, religión,
sexo, estado social o cualquier otro factor que podamos utilizar para
justificar posiciones de egocentrismo, etnocentrismo o chauvinismo, cada
vez que presumamos que nuestra particular forma de ser es la mejor
manera de ser, nuestra escucha se resentirá y daremos paso al
dogmatismo, al extremismo y al fundamentalismo.

8
Esta es la forma ideal de escuchar, es ponerse en el lugar del otro, es “ponerse
en sus zapatos”. La base para la escucha empática es el respeto mutuo.

En la escucha empática, escuchamos con los oídos, pero también con el


corazón. Las personas que saben escuchar son personas que se permiten
interpretar constantemente lo que la gente a su alrededor está diciendo y
haciendo.

Para escuchar debemos permitir que los otros hablen, pero también se
debe preguntar. Estas preguntas nos permitirán comprender los hechos y
emitir juicios bien fundamentados.

Muchas veces, cuando no sabemos escuchar, “escuchamos” cosas que no


se dijeron. “Muchas personas creen que son maravillosas con las personas
porque hablan bien. No se dan cuenta que ser maravilloso con las personas
es escucharlas bien” (Camegie).

Para escuchar, una persona debe “abrirse”; sin esta clase de apertura, no
pueden existir relaciones humanas efectivas o genuinas. En este último
caso, creemos que estamos escuchando al otro (es una fantasía), pero en
realidad nos estamos escuchando a nosotros mismos.

Estamos acostumbrados a hablar del arte de la oratoria y olvidamos que


hay un arte de escuchar que es tan o más difícil que hablar, pues requiere
concentración y esfuerzo físico y mental.

Si queremos comunicamos en forma efectiva, es importante que nos


preguntemos cómo nuestras historias personales pueden estar afectando
la forma en que escuchamos y, a la inversa, cómo la historia personal de la
persona con quien estamos hablando puede afectar su capacidad de
escucha.

Para escuchar debemos permitir que los otros hablen, pero también se debe
preguntar. Esas preguntas nos permitirán comprender los hechos y emitir
juicios bien fundamentados.

Creo que, con estos conocimientos sobre la escucha, todos compartiremos


la noción de que no saber escuchar es la mayor fuente de malentendidos
entre los seres humanos y, por lo tanto, posiblemente el origen de las
desavenencias e incomprensión entre las personas.

M. Gandhi dijo: “Como vamos a entendemos sino nos escuchamos”.

La escucha es la base del aprendizaje, de la comunicación y del entendimiento.

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Hemos realizado un rápido viaje a esa historia del origen del lenguaje, una
que se desarrolló a lo largo de miles de años y por la cual el ser humano se
hizo humano; un largo camino, maravilloso e incomprensible, que le
permitió a ese ser casi humano, desde la visión de la “huella del bisonte”,
llegar al pensamiento abstracto de un Einstein o un Borges.

Bustamante (como se cita en Di Bartolo et al., 2009) también se explaya


sobre el mundo de la filosofía. Al respecto, dice que la filosofía no es una
ciencia, ni siquiera un conocimiento, no es un saber entre otros: es una
reflexión sobre los saberes disponibles. Decía Kant que la filosofía no se
aprende, sino que solo se puede aprender a filosofar filosofando nosotros
mismos. A continuación, Bustamante (como se cita en Di Bartolo et al.,
2009) expone otras conclusiones al respecto.

Filosofar es una dimensión constitutiva de la existencia humana, es vivir


con la razón. Toda filosofía es una lucha.

o Sus armas: la razón.


o Sus enemigos: la ignorancia, el fanatismo y el oscurantismo.
o Sus aliados: las ciencias.
o Sus objetivos: el ser humano y la verdad.
o Su meta final: la sabiduría y la felicidad.

En el mundo occidental, su origen se remonta a la antigua Grecia, con


Sócrates, Platón y Aristóteles, entre otros. Estos filósofos privilegiaban el
pensamiento y el razonamiento y lo llevaron a su máxima expresión en la
metafísica. Esta forma de pensar el mundo se extendió durante siglos. Así,
en el 1700 su máximo exponente fue René Descartes, cuyo pensamiento
respecto al tema quedó claramente expresado en su frase cogito ergo sum
(pienso, luego existo).

Pero este pensamiento hegemónico de más de 2000 años se comenzó a


cuestionar entre fines del 1800 y nuestros días. Filósofos como Heidegger o
Nietzsche, un lingüista, Wittgenstein, y un biólogo, Maturano, han
cuestionado este pensamiento helénico y han desplazado el reinado de la
mente, del razonamiento, al del lenguaje humano.

Clásicamente, al lenguaje se le atribuyó un papel secundario, pasivo. Servía


para describir la realidad del medio externo, físico, y la realidad interna, la
de los sentimientos. Primero estaba la realidad y luego la palabra. Esta
nueva forma de ver al mundo la conocemos como ontología de lenguaje.
Una de sus premisas fundamentales es: “los seres humanos son seres
lingüísticos”, y otra, igualmente básica, dice: “El lenguaje crea realidad”.

10
Clásicamente, al lenguaje se le atribuyó un papel secundario, pasivo. Servía
para describir la realidad del medio externo, físico, y la realidad interna, la de
los sentimientos.

Si te dicen “Tráeme el bisturí de Orban que está sobre el escritorio”, a


menos que seas odontólogo, no podrás hacerlo, aunque el instrumento
esté a la vista. Pero si te lo muestran y te dicen “Esto es un bisturí de
Orban”, este comienza a existir para ti. El lenguaje es, por lo tanto,
generativo.

Un ejemplo más del poder generativo del lenguaje se observa cuando un


juez, a través de su sentencia, dice “culpable” o “inocente”. Sus palabras
cambian drásticamente la vida de la persona juzgada. La culpabilidad o la
inocencia no existen en el mundo real, sino solo en el de la palabra.

Bustamante (como se cita en Di Bartolo et al., 2009) afirma que, a través de


ese poder generativo la palabra, el lenguaje adquiere un papel
fundamental en nuestras vidas, ya que por medio del lenguaje podremos
diseñar el tipo de ser que queramos ser o el tipo de ser en el que queramos
convertirnos. Este poder del lenguaje se desarrolla principalmente por
medio de lo que se denomina actos lingüísticos básicos.

Los actos lingüísticos se realizan en todos los idiomas y, por lo tanto, son
inherentes al lenguaje humano. Estos actos son:

o Las afirmaciones.
o Las declaraciones.
o Los juicios.
o Las promesas.

Bustamante (como se cita en Di Bartolo et al., 2009) afirma que se dedicará


a dos de ellos: las afirmaciones y los juicios, a los que considera más
significativos para nuestras vidas, sin dejar de reconocer el valor de todos
ellos. Al respecto, expone lo siguiente: es muy importante diferenciar entre
ambos actos lingüísticos, ya que su cabal comprensión e introducción de
ellos en la escucha permitirá reducir la fuente de malentendidos. Podemos
decir: “Juan es alto o “Juan es buen orador”. Las dos oraciones se refieren a
Juan y parecen ser cualidades de él; sin embargo, la primera es una
afirmación y la segunda un juicio.

En la afirmación describimos lo que vemos y está sustentada en el


consenso social de lo que consideramos alto (por ejemplo, entre los zulúes
no sería alto). Según se esté de acuerdo o no con este consenso, las
afirmaciones pueden ser verdaderas o falsas. Para ser considerada
verdadera, debemos poder proporcionar evidencias de su veracidad; por
ejemplo, una tabla de las medidas promedio de las personas de nuestra

11
sociedad y de la medida de la altura de Juan. Así, diremos que esa
afirmación es verdadera. Si dijéramos una nuestra afirmación falsa,
cualquiera podría dar pruebas de nuestro error. Con las afirmaciones no
hay posibilidad de malentendidos.

Pero observemos ahora la otra frase: “Juan es un buen orador”. Alguien


podría no estar de acuerdo con lo que hemos dicho y decir: “A mí no me
gusta” o “No es un buen orador”. Todas ellas son opiniones, no son ni
verdad ni mentira; a lo sumo, podrán ser fundamentadas o no
fundamentadas.

Si nos preguntan por qué creemos que Juan es buen orador, podríamos
decir “Porque lo escuché varias veces y además siempre los comentarios
fueron positivos”. Hemos fundamentado nuestro juicio. En cambio, si
contestáramos: “Lo escuche una vez y me gustó”, el juicio no estaría
fundamentado.

El gran problema con los juicios estriba en el hecho de que muchas veces
estos son considerados afirmaciones (verdaderos o falsos). Esta visión
equivocada de los juicios es fuente de innumerables malentendidos y
enojos, peleas y discusiones entre los hombres.

Debemos acostumbrarnos, a partir de reconocer estas distinciones en el


lenguaje, cuando alguien nos dice algo de alguien, a preguntar: “Por favor,
dime cuáles son las razones o argumentos para lo que estás diciendo”. De
esta forma evitamos aceptar el juicio de esa persona como una afirmación
(incurrir en errores de apreciación de esa otra persona).

Heidegger dice: “Los seres humanos viven enjuiciando”. Los juicios se afirman
en el pasado y se extienden hasta el futuro. Por ello, se debe ser muy cauto al
emitirlos. Los juicios hablan de quien los emite.

Por ejemplo, alguien dice: “Juan es un impuntual”. Si lo aceptamos como


una afirmación, podríamos no nombrar a Juan para un puesto en la
empresa donde la puntualidad y el cumplimiento son esenciales (hicimos
extensivo el juicio también al cumplimiento y le cerramos a Juan la
oportunidad de progresar). Pero, si hubiese pedido que ese juicio se
fundamentara, la respuesta podría haber sido: “Ayer teníamos que ir al
cine y llegó tarde”. Entonces, podría volver a preguntar “¿Siempre llega
tarde a las citas contigo?” y la repuesta podría ser “No”. En este caso, todo
sería distinto para Juan.

Heidegger dice: “Los seres humanos viven enjuiciando”. Los juicios se


afirman en el pasado y se extienden hasta el futuro. Por ello, se debe ser
muy cauto al emitirlos. Los juicios hablan de quien los emite.

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Los seres humanos viven enjuiciando. A nuestro juicio y es solo eso, nuestro
juicio, el reconocimiento de las diferencias entre una afirmación y un juicio
podría ser el punto de partida para un mejor entendimiento con nuestra
pareja, con nuestros hijos, con nuestros compañeros y con todos aquellos
que comparten nuestra vida.

Hemos realizado un rápido recorrido en torno al mundo del lenguaje, ese


mundo maravilloso y mágico que recorremos sin enterarnos ni darnos
cuenta.

13
Referencias
Ander Egg, E. y Aguilar, M. (2006). Cómo aprender a hablar en público. Buenos
Aires, AR: Lumen.

Di Bartolo, I., Bustamante, A., Henry, E. L., Llabrés, C. G., Malatesta, N. O.,
Vilches, M. A.,… y Di Bartolo, I. (h). (2009). Para aprender a hablar en público.
Buenos Aires, AR: Corregidor.

14
Reuniones de
alta
productividad

Oratoria

1
Reuniones de alta
productividad
La reunión como herramienta de comunicación y
productividad
Román Ceriani (como se cita en Di Bartolo et al., 2009) nos propone
repasar el concepto de reunión:

Una reunión puede definirse como el proceso en el cual varias personas se


encuentran con un propósito común. Permite el conocimiento mutuo de
los participantes, la toma de conciencia de un objetivo compartido, la
adopción de un método de trabajo y el desarrollo de un lenguaje común.

Ceriani (como se cita en Di Bartolo et al., 2009) afirma que no cambiaría


nada en esta definición, que contempla todos los aspectos que permiten
reunir las características de una reunión ideal. Sin embargo, la realidad nos
dice que es preciso hacer algunos agregados y modificaciones para adaptar
esta definición al contexto y a la dinámica actual de trabajo.

Ceriani (como se cita en Di Bartolo et al., 2009), como se expone a


continuación, analiza brevemente la definición pensando en situaciones de
la actividad diaria.

 El propósito no siempre es común o entendido por los participantes


como tal. Somos parte de una gran cantidad de encuentros que son
solicitados por un funcionario que busca un objetivo propio o cuya
justificación solo él conoce. No proponemos cuestionar esta situación,
dado que es muchas veces necesaria, pero pone a prueba la
predisposición para la participación de las personas y debemos tenerla
en cuenta para nuestro análisis.
 Si bien los participantes se conocen previamente o durante la reunión,
muchas veces el proceso de conocimiento del otro es crítico. Algunas
veces surgen diferencias y roces basados en una falta de balance entre
aspectos emocionales y racionales.
 Adoptar un método de trabajo suele ser tema de discusión y una de las
causas más comunes por las que el objetivo principal se pierde de vista.
Muchas veces la demora es generada intencionalmente para dejar sin
efecto el encuentro.
 Los gerentes no siempre transmiten a los participantes la motivación
necesaria para que estos logren la satisfacción de haber participado.

2
Nuestro trabajo busca desarrollar un nuevo enfoque en el cual el
conductor y los participantes son partes interesadas de este proceso y en el
que todos los integrantes de la organización hacen uso de esta herramienta
de comunicación conociendo las técnicas que optimizan la utilización del
recurso.

Ceriani (como se cita en Di Bartolo et al., 2009) propone definir reunión


incorporando conceptos básicos de trabajo en equipo y reconociendo
factores de la coyuntura a los cuales deberemos adaptamos.

Nuestra definición sería, entonces, la siguiente:

Reunión: herramienta o espacio de comunicación, intercambio e interacción


en el que varias personas se encuentran con un propósito propio o que
adoptan como tal.

Destacar el objeto principal de la compañía y el papel que cada


participante juega en la persecución de ese objetivo constituye un
excelente ámbito para profundizar el conocimiento mutuo de los
participantes. Es, además, una poderosa herramienta para motivar a los
participantes al trabajo en equipo bajo una estructura de red e
intercambio, generar la adopción de un método de trabajo y el desarrollo
de un lenguaje común.

Si la reunión es eficaz, los beneficios son inmediatos e importantes y


brindan una oportunidad para generar soluciones creativas, fomentar el
compromiso con las decisiones tomadas en común y alentar el espíritu de
colaboración, fijando un rumbo y proporcionándoles a los participantes la
sensación de que están cumpliendo una función decisiva en un proyecto
grupal.

Habiendo considerado las variables que afectan a las reuniones y


habiéndolas redefinido, buscaremos facilitarle al participante y al
conductor su intervención.

A continuación, tomando a Román Ceriani (como se cita en Di Bartolo et


al., 2009), se desarrollará una serie de pautas llamadas principios de una
participación productiva, con el objeto de que cada participante los utilice
a modo de manual y los cite cada vez que sea necesario con el fin de
orientar al grupo y a sí mismo en la búsqueda del desarrollo exitoso del
encuentro.

3
Participantes: los principios de una participación
productiva
Estos son:

 Sé duro con el problema y blando con las personas.


 Haz foco en el objetivo principal de la reunión por sobre su posición.
 Busca el consenso, aun desde el disenso.
 Adopta una cultura de trabajo en red, no fragmentado.
 Comprométete a dar el mejor aporte ¡siempre!
 El cariño y el respeto profesional nunca están en duda.

Analicémoslos uno a uno.

1. Duro con el problema, blando con las personas

La sala de reuniones no tiene cuerdas ni piso blando; tampoco referí o


tribunas con hinchas que te aplaudan ante un buen golpe o te abucheen si
caes sobre la arena. Aunque así lo pienses, te aseguramos que tus aportes
y el resultado de ellos serán mucho más beneficiosos si te despojas de
semejante carga emocional.

Las salas de reuniones están hechas para trabajar. Las personas se reúnen
para resolver problemas, informar o hasta para persuadir, pero de ninguna
manera para entablar una lucha de poderes, aunque implícitamente esto
exista.

El trabajo es más productivo si:

 los participantes pueden aportar y discutir relajados, es decir, con la


guardia baja;
 los participantes pueden intervenir tomando un riesgo, es decir, sin
miedo a ser golpeados por eso;
 todos los participantes y conductores están convencidos del beneficio
exponencial que genera en términos de grados de libertad al interactuar
el hecho de que no exista violencia entre las personas en la sala.

Como integrantes de reuniones y parte interesada, debemos desarrollar


grupos de trabajo en donde se pueda dar rienda suelta al entusiasmo y a la
personalidad de las personas en cada intervención que estas realicen.
Debemos crear un ámbito en el que cada integrante realice su aporte sin
condicionantes que nos quiten el privilegio y la oportunidad de escuchar
completamente su visión. Debemos permitir a los participantes alzar la voz
si es que lo realizan con entusiasmo y fervor por compartir y alcanzar el

4
objetivo. Debemos formar personas que tengan la capacidad de renacer
luego de una ardua discusión y que se despojen de efectos de arrastre que
no les permitan abordar otro tema o acompañar una decisión por
encontrarse anclados a un hecho anterior.

Andrew Groove, CEO (en inglés, director ejecutivo) de Intel, durante su


histórica migración desde el negocio de las memorias a los procesadores,
escribió en su libro Solo los paranoides sobreviven, al hacer referencia a la
productividad de las reuniones que él y su equipo debieron llevar a cabo en
el punto más trascendental de la historia de la compañía:

“Y a partir de nuestra temprana belicosidad desarrollamos un estilo


consistente en discutir ferozmente sin dejar de ser amigos. Llamamos a esto
Confrontación Productiva”

El foco debe estar sobre el tema a tratar y nuestra vehemencia y


entusiasmo para intervenir debe ser transmitida, interpretada y adoptada
como un aditamento propio del intercambio y nunca enfocada sobre las
personas.

2. Haz foco en el objetivo principal de la reunión

Es muy común perder el rumbo durante el desarrollo de una reunión. En la


medida en que los temas son tratados y se hace mención de diferentes
aspectos que relacionan áreas y responsabilidades, los participantes
transitan por un camino en el que es muy fácil verse afectado o alterado
por comentarios de algún participante. Podemos estar concentrados en el
objetivo principal, pero nuestro orgullo y amor propio seguramente
enviarán señales de alerta a nuestro cerebro cuando durante el desarrollo
se objete, aunque en una mínima parte, nuestra labor.

Todas las personas que participamos en reuniones tenemos nuestros


intereses y podemos ser objetados durante ellas. Estos intereses están
asociados con los objetivos específicos de las áreas a las que
pertenecemos, responsabilidades y objetivos. Pero en muchos casos
existen intereses personales de los participantes que están relacionados
con poderes políticos, económicos, de carrera y hasta afinidades
personales. Es decir, la objetividad de los participantes en una reunión no
está garantizada, y la subjetividad se ve alimentada por factores
emocionales que alejan del camino al participante y lo llevan a
intervenciones poco felices cargadas de un sentido puramente individual.

Nuestra responsabilidad es advertirle esta situación y sugerirle un principio


que tenga en cuenta para que pueda evitar verse arrollado por su propia
trampa. William Uri, afamado consultor especialista en negociación, dijo,

5
en alguna de sus exposiciones, en referencia a diferentes técnicas de la
materia:

“Cuando se encuentre en una negociación, concéntrese en su objetivo y no


en su posición”.

Este es el mensaje final que deberíamos transmitir y adoptar como


participantes. Debemos mantener el foco en el objetivo de la reunión sin
hacer caso a respuestas emocionales, invitando siempre a volver al camino
si otro participante lo hace o se detiene a justificar una objeción.

Por último, es primordial identificar un objetivo que se encuentra implícito


en todo encuentro: el de la evolución. Evolucionar requiere, en muchos
casos, cambiar de opinión. Es habitual incurrir en el error de considerar que
debemos sostener nuestra posición hasta las últimas consecuencias para
transmitir seriedad en nuestros conceptos o, por otro lado, catalogar como
“sin sustento” la posición de un participante que cambia rápidamente de
opinión. Nuevamente, ni lo uno ni lo otro está bien.

Un participante que busca evolucionar junto al grupo debe estar preparado


para cambiar de parecer si descubre que una nueva idea es la correcta, sin
que esto implique ser tildado de inconsistente. Esto proveerá al encuentro
de mayor productividad y evitará los vicios que le impiden al participante
abandonar una idea por otra.

Un participante que busca evolucionar junto al grupo debe estar preparado


para cambiar de parecer si descubre que una nueva idea es la correcta, sin
que esto implique ser tildado de inconsistente.

3. La búsqueda del consenso, aun desde el disenso

Es común a todos nosotros pensar en el consenso como el mejor resultado


en un proceso de toma de decisiones, resultado por el cual, luego de un
proceso de intercambio de ideas entre los participantes, se llega a la
decisión buscada en forma natural obteniendo el respaldo y el apoyo de
todos los presentes en la sala. Sin embargo, solemos incurrir a menudo en
el error de pensar al consenso como una situación en la que todos los
participantes arriban a una misma conclusión y comparten posiciones. Y es
entonces que te preguntamos: ¿cuántas de las reuniones para la toma de
decisiones a la que has asistido finalizan de esta manera? Y, por otro lado:
¿es justo tener esta expectativa en términos de resultados?

Si nos remitimos a la definición de la palabra consenso, esta nos habla de


consentimiento unánime, y por consentimiento expresa el hecho de
autorizar, permitir y tolerar. Es decir, consenso no es pensar lo mismo que

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el resto, sino acompañar la decisión, aunque esta implique un voto sobre
un punto que no cuenta con nuestro convencimiento absoluto.

¡Eso es! Así es como debería ser en todos los casos, pero, sin ser
terminantes y muy a pesar nuestro, nos animamos a decir que la gran
mayoría de las veces las decisiones se ven trabadas por la falta de
consenso, es decir, falta de tolerancia, apoyo o acompañamiento y
obligadas a ser liberadas por un proceso de votación. Es decir, se fija una
expectativa de acuerdo total y, ante el disenso, se vira el timón
bruscamente hacia un método de desempate. Lógicamente, de esta forma
será muy difícil lograr consenso en la sala de reuniones si concebimos a
este como el hecho de compartir posiciones, más aún considerando que la
toma de decisiones es algo común y constituye el objeto de reunión que
más interacción requiere y en el que mayor número de componentes
emocionales y personales entra en juego.

Un participante con una actitud positiva hacia el trabajo de equipo y con la


conciencia y la responsabilidad que implica encarar un objetivo común
debe poder lidiar con una situación de diversidad de opiniones y
acompañar incluso desde el disenso la decisión del grupo. Es decir,
debemos entender y comunicar el verdadero significado de la palabra
consenso para formar participantes que ingresen a la sala de reuniones
aceptando previamente que no siempre es posible obtener acuerdo total
sobre un mismo tema y que, sin tener que arribar a un escenario de
votación, se deben valorar los aportes realizados y acompañar
positivamente la decisión del grupo, es decir, un participante debe
sostener su visión, pero también aceptar el hecho de que no logre el
acuerdo del grupo y adoptar una nueva decisión con el mismo nivel de
compromiso que hubiese tomado si la respuesta hubiera sido acorde con la
planteada por este.

Un participante con una actitud positiva hacia el trabajo de equipo y con la


conciencia y la responsabilidad que implica encarar un objetivo común debe
poder lidiar con una situación de diversidad de opiniones y acompañar,
incluso desde el disenso, la decisión del grupo.

Vamos acercándonos al final.

Definamos consenso como la acción de aprobar y acompañar la decisión


del grupo, aun desde el disenso, como un aporte solidario y colectivo.

 Lo más sano que le puede suceder a una organización es contar con


profesionales calificados cuyas opiniones sean diversas y cuenten con
una capacidad de análisis creativa y versátil.
 Del disenso surge la mejor solución. Debemos convivir con él con
naturalidad.

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 Los participantes deben facilitarle al conductor el manejo de la
interacción, aportando con mesura y dedicando tiempo a escuchar otras
intervenciones.
 Desterremos el acto reflejo de votar para decidir.

Si la decisión tomada cuenta con el apoyo de participantes comprometidos


con el objetivo principal de la reunión por sobre la posición de cada cual,
no existen perdedores, sino un grupo de trabajo exitoso y empresario.

4. Cultura de trabajo en red, no fragmentado

La reunión como ámbito de trabajo congrega en muchas oportunidades a


integrantes de diferentes áreas. La conjunción de integrantes de diferentes
departamentos debería generar un efecto sinérgico en la búsqueda del
objetivo principal. Sin embargo, muchas organizaciones de la actualidad
sufren el mal de la fragmentación y este efecto se nota en la sala.

Si consultamos las últimas publicaciones sobre dinámica de sistemas en su


enfoque sobre organizaciones, identificaremos a la ley de fragmentación
como a “la división de un sistema en sus partes componentes generando
así la pérdida de dinámica y del efecto sinérgico”.

Como dice Roberto Serra, una orquesta en la que cada uno de sus músicos
ensayara por separado, aun bajo el mando del mejor director, nunca
sonará tan bien al reunirse como una que lleve mucho tiempo tocando
junta, en la que los músicos llegan a conocerse y a entenderse sin hablar
siquiera.

Una de las mayores dificultades en las selecciones nacionales de fútbol es


llegar a entenderse cuando solo tienen uno o dos días para entrenarse
antes de los partidos clasificatorios para el mundial. Cada jugador, por
bueno que sea en su puesto, trae un estilo de juego particular y ha sido
entrenado en un perfil determinado por su director técnico. Adaptarse a
jugadores que vienen de diferentes equipos, bajo las órdenes de otros
directores técnicos, es casi imposible en los tiempos de los que dispone.

La departamentalización de una empresa u organización en forma


funcional reduce la dinámica de esta por la pérdida de interconectividad y
complementariedad. Las empresas tienden cada vez más a dividir los
procesos por departamentos, cada uno de los cuales es un sistema
completo, sin fragmentación, y de esta forma aumenta la dinámica de la
organización.

Sin perjuicio de esto, cuando integrantes de diferentes áreas ingresan a la


sala de reuniones, es inevitable despojarlos del sentimiento de pertenencia

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que opera en ellos en relación con su grupo. Existe una connotación
positiva y una negativa en esta situación. Siempre apreciaremos las buenas
relaciones dentro de un grupo, pero participar de una reunión en la que
cada participante se incorpora como el representante de o el gerente de
tiene resultados negativos o de rendimiento menores a los esperados. Hay
que evitar bajo todo aspecto la lucha o el enfrentamiento entre áreas, cual
lucha entre clases o barrios.

Para evitar este efecto, debemos trabajar intensamente en la


institucionalización del concepto de trabajo en red. En palabras de Roberto
Serra, una red no tiene centro, sino que todos los nodos son importantes y
se potencian con la fuerza de sus miembros.

La red resulta el nuevo ícono de la interdependencia y es el arquetipo que


mejor describe nuestra economía, nuestra comunicación y nuestra
sociedad. Es así como comprendemos que el poder de una red es mayor
que el de los componentes.

El reconocimiento de las redes implica darle prioridad a las relaciones que


surgen de la interacción entre los nodos, más allá de los nodos en sí
mismos. En una red cada miembro agrega valor a toda la red.

Dicho esto, el modelo al que todos debemos sujetarnos como participantes


de reuniones implica un cambio en nuestra forma de encarar la interacción
con las áreas. Debemos migrar desde un pensamiento tradicionalmente
orientado al individualismo o a la defensa del grupo al que representamos
hacia la colaboración entre representantes de áreas integrantes de una
única red en la búsqueda del bien común. Estamos allí para trabajar y no
para competir. Nuestra satisfacción se basa en la mejora de la red de
trabajo y no en formar parte del área que menos problemas genera. Somos
parte de la red, parte del equipo y venimos a aportar para lograr el
objetivo.

Trabajar en red implica reconocer que el valor se genera en el intercambio y


en las relaciones entre participantes.

La combinación del valor aportado a la red desde el lugar funcional que


cada participante ocupa genera el efecto sinérgico que toda organización
busca. Esto debe darse también en la sala de reuniones.

5. Comprométete a dar tu mejor aporte ¡siempre!

El aporte de cada participante es el mejor input que puede tener una


reunión. Para que esto se vea materializado, debemos encarar el
encuentro con seriedad y responsabilidad.

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Prepararse previamente sobre el tema que se va a tratar debería ser un
acto reflejo en cada uno de nosotros como integrantes de reuniones
productivas. Si la reunión es convocada correctamente, debes conocer con
mucha anticipación el propósito de la convocatoria, los temas que se van a
tratar durante ella y los resultados esperados.

Conociendo estos detalles, debemos nutrimos de la información al


respecto, reflexionar sobre el tema que vamos a tratar y elaborar nuestros
pensamientos con el fin de compartirlos con propiedad durante el
intercambio.

Nuestro aporte no solo está limitado a nuestro conocimiento, sino que


también es importante cuidar de la reunión al igual que si fuéramos los
conductores. Debemos ser puntuales, colaborar evitando conflictos,
neutralizar al participante dispersante, estar abiertos a escuchar las
opiniones ajenas, aunque no sean coincidentes con las propias, intervenir
constructivamente y recordarle al resto los principios básicos para un
correcto desarrollo cada vez que sea necesario.

La unión de las voluntades de los presentes en este sentido eliminará los


vicios normales de la interacción y generará un efecto de beneficio mutuo.

6. El cariño y el respeto profesional nunca están en duda

En una organización es inevitable que exista afinidad entre las personas, es


decir, las relaciones no son estrictamente formales y se desarrollan
distintas variantes que van desde la relación más básica hasta grandes
amistades. Lógicamente, tener buenas relaciones interpersonales es un
requisito básico para cualquier trabajador hoy en día, considerando que
debe relacionarse constantemente con el resto de la organización para
obtener recursos y desarrollar de la mejor forma la tarea que se le ha
encomendado.

Ahora bien, si aceptamos que este es un factor positivo en el trabajo diario,


debemos reconocer que puede ser muy improductivo cuando condiciona el
accionar de las personas. Durante el desarrollo de una reunión, es
absolutamente probable que nuestro aporte cuestione o ponga en riesgo o
evidencia la labor de otro participante por quien tenemos un respeto y
aprecio especiales, y es tan probable como lo anterior que evitemos
intervenir cuando es esta persona la que puede verse afectada. Por otro
lado, es común escuchar a personas que reclaman a sus pares cuando se
ven expuestos por sus intervenciones. Esto atenta contra el proceso de
mejora continua que se quiere lograr y nos enfrenta nuevamente a la
limitación del desarrollo productivo por un factor emocional que no es más

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ni menos que evitar poner en riesgo la relación que nos une a esa persona,
omitiendo presentar nuestra opinión, por más valiosa que esta fuera.

Definitivamente, debemos hacer algo con esto. El costo de no hacerlo


puede ser muy alto o hasta exponencial, considerando que los
participantes rara vez serán completos extraños, por no decir nunca.

“Nada que ver con el amor”, solía decir Marcelo Aguirre, colega y amigo,
quien jugó un papel preponderante en mi formación profesional. Cada vez
que detectaba un error en mi trabajo, hacía la observación pertinente
señalando a modo de elemento neutralizador: “Quédate tranquilo, ¡nada
que ver con el amor!”.

El mensaje es muy claro, más allá del elemento humorístico; sostenía:


“Estamos trabajando y disentir es un componente natural que nada tiene
que ver con el respeto por el otro y que no pone en tela de juicio el
prestigio profesional”.

Debemos instruir a cada participante con esta noción. Disentir, observar,


objetar o discutir no deben confundirse con pelea, agresión o
cuestionamiento. Un buen participante debe interactuar libremente con el
objeto principal de la reunión como único propósito; debe aportar sin
restricciones y aceptar cualquier tipo de aporte, sin tomar nunca como
personal cualquier observación que se le realice y que cuestione su
función, entendiendo que quien la realiza solo lo hace en búsqueda del
objetivo principal. Por favor, no pienses que estamos obviando el hecho de
que en varias oportunidades las personas intervienen solo con el objeto de
desprestigiar a otros. Esto sucede a diario, pero creemos también que este
es el mejor camino para neutralizar a ese tipo de participantes.

Si el cambio de paradigma está hecho, el modelo mental de los


participantes es nuevo y todos tienen claro cuál es el objeto principal,
obtendremos dos resultados claramente positivos: el participante agresivo
se verá obligado a volver sobre el rumbo del grupo y los participantes
sentirán la libertad de aportar y ser cuestionados sin vicios emocionales.

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Referencias
Ander Egg, E. y Aguilar, M. (2006). Cómo aprender a hablar en público. Buenos
Aires, AR: Lumen.

Di Bartolo, I., Bustamante, A., Henry, E. L., Llabrés, C. G., Malatesta, N. O.,
Vilches, M. A.,… y Di Bartolo, I. (h). (2009). Para aprender a hablar en público.
Buenos Aires, AR: Corregidor.

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