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En los primeros meses de 1917, la guerra provocaba un rechazo inferior al de la

incapacidad del zar para llevarla con eficacia, unido a la crueldad y la negligencia

de los oficiales. El «derrotismo revolucionario» llegó a ser impopular en el propio

partido bolchevique. Muchos, y no solo en la élite burguesa rusa, esperaban una

explosión patriótica y jacobina contra la Alemania del Káiser, algo así como lo que

sucedió tras la caída de la monarquía francesa en 1792, que llevó a la victoria de

Valmy y la derrota del enemigo. El ministro de Guerra, Aleksandr Kérenski, un

buen orador y muy popular, fue elegido para encarnar ese arranque en los planos

nacional y revolucionario.

Por otra parte, la consignas a favor de la paz comenzaban a ser más frecuentes

en la retaguardia que en el frente, donde los soldados solían ver a los obreros

como privilegiados, y detestaban que se pusiera en tela de juicio la utilidad de los

sacrificios que llevaban soportando desde que estalló el conflicto. De hecho, una

gran mayoría de los rusos se mostraban a favor de una paz negociada, sin

anexiones ni indemnizaciones, pero muchos estaban también dispuestos a dar

una oportunidad a una última ofensiva militar.29

Sin embargo, entre febrero y julio, el cansancio y la impopularidad hacia la guerra

fueron ganando terreno, así como la propaganda pacifista. La continuación de la

guerra creaba una situación muy criticada, ya que era imposible instaurar la

jornada laboral de ocho horas sin perjudicar a la producción bélica, o tratar de


convocar elecciones para formar la Asamblea Constituyente teniendo millones de

soldados en el frente.

Dispersión de una muchedumbre reunida en la Nevsky Prospekt de Petrogrado.

Julio de 1917.

El fracaso militar de la Ofensiva Kérenski, puesta en marcha a principios de julio,

provocó una decepción general. Tras algunos éxitos iniciales debidos al general

Alekséi Brusílov, el mejor comandante en jefe ruso de la Gran Guerra, el fracaso

se hizo patente y los soldados se negaron a situarse en primera línea de combate.

El Ejército entró en descomposición, las deserciones se multiplicaron, las

protestas en la retaguardia se acrecentaron y la popularidad de Kérenski comenzó

a degradarse.30

Los días 3 y 4 de julio, se conoció el fracaso de la ofensiva, y los soldados

situados en la capital, Petrogrado, se negaron a regresar al frente. Reunidos con

los obreros, se manifestaron para exigir que los dirigentes del Sóviet de

Petrogrado tomaran el poder. Desbordados por la situación, los bolcheviques se

manifestaron en contra de un levantamiento prematuro, argumentando que era

demasiado pronto para derrocar al Gobierno provisional: los bolcheviques

solamente eran mayoritarios en Petrogrado y Moscú, mientras que los partidos

socialistas moderados mantenían una influencia importante en el resto del país.


Preferían dejar que el Gobierno prosiguiera con sus actividades para demostrar

así su incapacidad para gestionar los problemas suscitados tras la revolución: la

firma de la paz, la jornada de ocho horas y la reforma agraria.

El aumento de la reacción

La represión, sin embargo, se cernió sobre los bolcheviques: Trotski fue

encarcelado, Lenin se vio obligado a huir y a refugiarse en Finlandia y el periódico

bolchevique Rabochi i Soldat (Obrero y Soldado) fue prohibido. Los regimientos de

artilleros que habían apoyado la Revolución de Febrero se disolvieron, siendo

enviados al frente en pequeños destacamentos, al tiempo que los obreros eran

desarmados. 90 000 hombres tuvieron que abandonar Petrogrado; se encarceló a

los «agitadores» y se restauró la pena de muerte, abolida en febrero. En el frente,

la reanudación de las hostilidades se inició tras la repentina libertad otorgada por

la Orden n.º 1 en febrero. Así, el 8 de julio, el general Kornílov, que comandaba las

operaciones del frente sudoriental, dio la orden de abrir fuego de ametralladora y

artillería contra los soldados que abandonaran el frente. Desde el 18 de junio al 6

de julio, la ofensiva en este frente se saldó con 58 000 muertes, sin éxito.

La reacción aumentó, con el zarismo levantando la cabeza; produciéndose

pogromos en las zonas rurales. El socialrevolucionario (eser) Kérenski sucedió a

Gueorgui Lvov, demócrata constitucional (kadete), al frente del Gobierno

provisional tras las Jornadas de Julio, pero fue perdiendo progresivamente la


consideración de las masas populares y parecía incapaz de contener el

crecimiento de la reacción.

El levantamiento de Kornílov

Artículo principal: Golpe de Kornílov

El general Lavr Kornílov fue nombrado nuevo comandante en jefe por Kérenski.

Aunque el Ejército se descomponía, Kornílov encarnaba la vuelta a la disciplina

férrea anterior: en abril, dio órdenes de disparar a los desertores y de mostrar los

cadáveres con señales en las carreteras, amenazó con penas severas a los

agricultores que osaran tomar los dominios señoriales. Kornílov, renombrado

monárquico, era en realidad un republicano indiferente a la restauración del zar, y

un hombre del pueblo (hijo de cosacos y no aristócrata), lo que era raro en aquella

época entre la casta militar. Ante todo nacionalista, deseaba la continuación de

Rusia en la guerra mundial, ya fuera bajo la autoridad del Gobierno provisional o

sin él. Mucho más bonapartista o incluso prefascista que monárquico,31 no se

convirtió tan rápidamente en la esperanza de las antiguas clases dirigentes,

nobleza y alta burguesía, y de todos aquellos que anhelaban un retorno al orden, o

simplemente un castigo severo a los bolcheviques derrotistas.

Aleksandr Kérenski, líder del Gobierno Provisional Ruso.


En las fábricas y en el Ejército, el peligro de una contrarrevolución fue tomando

forma. Los sindicatos, donde los bolcheviques eran mayoría (pese a la represión),

organizaron una huelga que fue seguida de forma masiva. La tensión aumentaba

poco a poco, con la radicalización de los discursos de los diferentes partidos. Así,

el 20 de agosto, ante el Comité Central del Partido KD, su líder, Pável Miliukov,

dijo: «El pretexto lo proporcionarán los motines producidos por el hambre o por la

acción de los bolcheviques, en todo caso la vida empujará a la sociedad y a la

población a contemplar la inevitabilidad de una cirugía.» La Unión de oficiales del

ejército y de la marina, organización influyente en la parte superior del cuerpo del

Ejército ruso y financiada por la comunidad empresarial, pidió el establecimiento

de una dictadura militar. En el frente, el capitán Muraviov, miembro del Partido

Social-Revolucionario, formó varios batallones de la muerte y aseguró que «estos

batallones no están destinados a ir al frente, sino a Petrogrado, donde ajustarán

cuentas con los bolcheviques».32

A finales de agosto de 1917, Kornílov organizó un levantamiento armado,

enviando tres regimientos de caballería por ferrocarril a Petrogrado, con el objetivo

de aplastar los sóviets y las organizaciones obreras para devolver a Rusia al

contexto bélico. Ante la incapacidad del Gobierno Provisional para defenderse, los

bolcheviques organizaron la defensa de la capital. Los obreros cavaron trincheras

y los ferroviarios enviaron los trenes a vías muertas, provocando que el

contingente se disolviera.
Las consecuencias del intento de golpe fueron importantes: las masas se

rearmaron, los bolcheviques pudieron salir de su semiclandestinidad y en julio, los

presos políticos, incluido Trotski, fueron puestos en libertad por los marineros de

Kronstadt. Para sofocar el golpe, Kérenski solicitó la ayuda de todos los partidos

revolucionarios, aceptando la liberación y el rearme de los bolcheviques. Perdió el

apoyo de la derecha, que no le perdonaba el haber sofocado el intento de golpe,

pero sin obtener al tiempo el de la izquierda, que lo consideraba demasiado

indulgente en cuanto a las represalias hacia los cómplices de Kornílov, y mucho

menos el apoyo de la extrema izquierda bolchevique, en la que Lenin, desde su

escondite, dio la orden de no apoyar a Kérenski y de limitarse a luchar contra

Kornílov.

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