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Mentir.
Las mentiras, por inocentes que parezcan, perjudican las buenas relaciones humanas. La credibilidad
del mentiroso se derrumba, y bien pudiera ser que la pérdida de la confianza fuera permanente. El
famoso ensayista Ralph Waldo Emerson escribió: “Toda violación de la verdad no es solo una especie
de suicidio del mentiroso, sino un atentado contra la salud de la sociedad humana”.
El mentiroso puede caer fácilmente en el hábito de mentir. Por lo general una mentira lleva a otra. Thomas Jefferson,
uno de los primeros estadistas estadounidenses, dijo: “No existe vicio que sea tan bajo, tan ruin y tan despreciable; y a
aquel que se permite mentir una vez se le hace mucho más fácil mentir dos y tres veces, hasta que con el tiempo se
convierte en un mentiroso empedernido”. Es el camino que lleva al derrumbe moral.
Este Dios veraz exige que vivamos en conformidad con sus normas para obtener su aprobación. Su Palabra inspirada
nos manda: “No estén mintiéndose unos a otros. Desnúdense de la vieja personalidad con sus prácticas”.
(Colosenses 3:9.) Las personas que rehúsan abandonar la práctica de la mentira no gozan de su aceptación; no
recibirán el don de la vida que él concede. De hecho, Salmo 5:6 dice francamente que Dios ‘destruirá a los que
hablan una mentira’. Además, Revelación 21:8 dice que la porción de “todos los mentirosos” es “la muerte
segunda”, que significa destrucción eterna. Así que el que aceptemos el parecer de Dios sobre la mentira nos da una
fuerte razón para hablar la verdad. una lengua falsa” era, y es, una de las cosas que “Jehová de veras odia Jehová
sencillamente no tendrá intimidad con personas que no sean honradas.
cualquier supuesta ventaja que se pudiese conseguir con una mentira sería de corta duración, como el vapor.
Cuando nos formulan una pregunta, lo primero que hace el cerebro es procesarla. A continuación, “casi por instinto, el
mentiroso piensa en la respuesta verdadera antes de inventarse [una] falsa”, informa el periódico The News, de la
ciudad de México. “El cerebro no da nada gratis —dice Langleben—. El proceso mental de mentir es mucho más
complicado que el de decir la verdad y, por consiguiente, requiere mayor actividad neuronal.