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La teoría cognitiva de H.

Maturana

A partir de sus investigaciones biológicas acerca de los fenómenos de la


percepción, Maturana demuestra el carácter autorreferencial del conocimiento,
intrinsecamente limitado por el punto ciego de todo observador: "no puede ver
que no puede ver lo que no ve" (Arnold y Rodríguez, p.34). Su aporte a la
comprensión de los sistemas autopoiéticos (ver abajo) se juntan con los de
Gödel, Wittgenstein y Luhman acerca de la autorreferencia sistémica, para dar
a la ciencia - y especialmente a las ciencias sociales - un dinamismo y un
cuestionamiento interno muy distinto a como se iniciaron en este siglo.

Constitución biológica del ser

a. El organismo como sistema

Antiguamente se definía al ser vivo recurriendo a una larga lista de


características determinadas por las observaciones científicas más avanzadas
de la época. Pero, en la actualidad, esta modalidad se hace cada vez más
compleja, siendo eminentemente difícil señalar cuáles de estas características
serían indispensables y suficientes para reconocer a un ser vivo. La biología,
por lo tanto, se orienta en otra dirección, encontrando en los métodos de
análisis sistémico una fórmula clarificadora. En este enfoque, se define al ser
vivo como un sistema dinámico con transformaciones internas, capaz de
producir una membrana que lo separe del Entorno pero sin aislarlo totalmente
de éste. Es, así, su propio productor y su propio producto, siendo autónomo
aunque no independiente, debido a su organización interna. Esta "auto-
producción" es lo que Maturana y Varela han llamado la "auto-poiésis", forma
característica de organización de toda materia viva (Cfr."El árbol del
conocimiento" , pp.28-32). Mientras los componentes pueden variar -como
también la estructura, que no es más que el conjunto ordenado de los
componentes- la organización autopoiética ha de permanecer inalterable, su
pérdida implicando la pérdida de la vida. Es lo que quiere representar la
Figura M1. 

En un sistema autopoiético entran y salen elementos, pero el sistema sigue


subsistiendo, porque su organización básica permanece invariable. Aunque la
reproducción no es -en esta perspectiva- una característica sine qua non de la
vida, es frecuente entre los seres vivos y -lo que importa por sobre todo-
tiende a asegurar la transmisión de las mismas características de organización
del ser que la origina. Así la autopoiésis es la invariante de la herencia de los
seres vivos. 
Figura M1. Autopoiésis - Figura M2. Acoplamiento estructural

b. Acoplamiento estructural y ontogenia

El modelo básico más elemental de un ser vivo es la célula. Como hemos


dicho, la autonomía no implica independencia. De hecho, la célula está en
constante interacción con su Entorno: todo cambio en éste "gatilla" una
transformación estructural (no organizacional) en la célula y ésta, a su vez,
puede actuar sobre el Medio Ambiente. Es lo que se llama "acoplamiento
estructural" con el Medio (representado en el Figura M2). Esta interacción o
acoplamiento conlleva en sí el mecanismo de la adaptación, que no es más que
la "mantención de los organismos como sistemas dinámicos en su medio"
(Maturana y Varela, p.68), el cual es también dinámico, modificado por las
interacciones. Si, por el contrario, la interacción es tal que el organismo vivo
no puede conservar su organización, en lugar de adaptación habrá destrucción
y desaparición del mismo. La adaptación es por lo tanto una consecuencia
necesaria del acoplamiento estructural. Las variaciones adaptativas que sufra
un organismo específico constituyen su ontogenia, "historia del cambio
estructural de una unidad sin que ésta pierda su organización" (p.49). 

Pero, además, dos células pueden influenciarse mútuamente. Si ello ocurre en


forma reiterativa, se producirá un acoplamiento estructural entre ellas. Este
evento constituye muchas veces un mero caso particular del acomplamiento
ambiental. Pero existe la alternativa opuesta -aprovechada por la Evolución-
de que la relación se haga muy estrecha y estable, al punto que se generan
unidades de segundo orden o sea seres multicelulares, con unidad autopoiética
de la totalidad, sin pérdida de la unidad autopoiética de las partes y con
diferenciación interna de las funciones de las partes (organización jerárquica).
Tales unidades, a su vez, interactúan con el Ambiente y entre sí a través del
Ambiente (como graficado en el Figura M3). 

Figura M3. Acoplamiento social (Organismos de segundo orden)


c. Clausura operacional

En el acoplamiento del organismo de segundo orden con el Medio y con otros


organismos, interesa recalcar que existe mucho más que intercambios de
materia, un componente del entorno entrando en un organismo y un
componente del organismo saliendo hacia el exterior, como en el proceso de
alimentación, gracias a la porosidad de la membrana. El acoplamiento implica
tanto intercambio como interacción sin intercambio de materia. En los seres
vivos de segundo orden, la sensibilidad a esta interacción constituye un
aspecto tan fundamental de la vida que dió origen -en una gran cantidad de
especies- a un subsistema especializado de detección y reacción: el sistema
nervioso. 

Figura M4. Sistema nervioso

El sistema nervioso, como el ser vivo entero, es un sistema determinado


estructuralmente. Esto quiere decir que es "un conjunto de elementos
conectados de alguna manera tal, que lo que pasa con ese conjunto de
elementos, depende de cómo está hecho" (Maturana, 1990, p.61). Si, al apretar
con el dedo el botón de puesta en marcha de una grabadora, ésta no funciona,
no se va al médico para que examine el dedo. No es el dedo el que determina
lo que hace la grabadora, solo "gatilla" lo que hace de acuerdo a su
organización y estructura. Del mismo modo, si alguna vez dejamos de oír, no
pediremos a un físico que examine las condiciones externas sino que iremos a
ver al otólogo, que examinará nuestra subsistema auditivo. Y nadie va al
médico porque no oye los infra-sonidos o las ondas hertzianas: nuestro
sistema no está diseñado para ello. 

La constitución misma del ser vivo (su estructura y organización) determina


qué es lo que le puede afectar. Lo mismo ocurre con el sistema nervioso: solo
es afectado por cambios que su constitución le permite detectar a través de la
membrana que lo limita y conecta con el resto del organismo y con el entorno
del mismo. Y tales cambios "generan otros cambios dentro de él mismo, y su
operar consiste en mantener ciertas relaciones entre sus componentes
invariantes frente a las contínuas perturbaciones que generan en él tanto la
dinámica interna como las interacciones del organismo que integra"
(Maturana y Varela, p.111). Este fenómeno constituye la llamada "clausura
operacional". 

Esta característica explica que, en nuestra experiencia de ser vivo, no


podemos diferenciar fácilmente la ilusión de la percepción. Maturana lo
demuestra con múltiples ejemplos, pero gusta especialmente del experimento
de proyección de una sombra con un foco blanco y un foco rojo (conocido
desde Otto von Guericke, en 1672). Una de las sombras proyectadas por los
dos focos encendidos simultáneamente aparecerá de color azul-verdoso. Sin
embargo, no hay ninguna fuente de luz de este color y un espectrómetro
confirmaría su "inexistencia". Sin embargo, todos los seres humanos tienen la
experiencia de ver este color, experiencia determinada por las características
del sistema visual. (Cfr. Maturana y Varela, p.8, y Maturana, 1990, p.13). La
interpretación de la percepción como ilusión es, por lo tanto, posterior y
dependiente de una nueva experiencia en que sea posible obtener una
percepción diferente por algún otro órgano. 

Estas condiciones de la interacción son evidentemente fundamentales y


decisivas a la hora de definir qué es el conocimiento, cómo se obtiene y
eventualmente cómo se comparte.

d. Conocer

"Si pensamos por un momento qué criterio utilizamos para decir que
alguien tiene conocimiento, veremos que lo que buscamos es una
acción efectiva en el dominio en que se espera una respuesta. Esto es,
esperamos una conducta efectiva en algún contexto que señalamos al
hacer la pregunta." (Maturana y Varela, p.115).
El conocimiento se descubre y reconoce experimentalmente a partir de un
efecto, lo cual implica la presencia de un observador que evalúa dicho efecto,
evaluación que atribuye cambios observados en el entorno a los cambios
estructurales existentes en el organismo del sujeto que actúa, los cuales
explican su acción. 

En consecuencia, desde el punto de vista biológico, el conocimiento es un


determinado estado de la ontogenia de un sujeto que le permite interactuar en
forma adecuada con su entorno. O sea, es el resultado de todos los cambios
estructurales que ha ido acumulando a lo largo de la historia de sus
interacciones. Desde este punto de vista todo el vivir es conocer. Pero en este
conocer, el sistema nervioso juega un papel capital, por cuanto amplía
enormemente la capacidad del organismo en cuanto a los diferentes estados
estructurales que puede asumir e interacciones que puede sostener (Maturana
y Varela, p.116-117). 

Desde el punto de vista de un observador o del grupo social con el cual un


individuo interactúa, el conocimiento es la condición de un actuar idóneo en
un dominio de acciones determinado. Pero la idoneidad es siempre juzgada
por un observador o interlocutor, de tal modo que el conocimiento solo existe
como condición evaluada por alguién y supone necesariamente un contexto de
observación y patrón de referencia. "La evaluación de si hay conocimiento
presente o no se da siempre en un contexto relacional" (Ibidem, p.116).

e. Interacción social

Del mismo modo que dos unicelulares pueden interactuar, dos multicelulares
pueden influenciarse mútuamente (con la mediación del Ambiente). Si la
relación estrecha y estable de unidades de primer orden dió origen a unidades
de segundo orden, hemos de considerar -aunque es menos probable, debido a
la diversificación de especies y linajes- lo que ocurriría en el caso de que
unidades de segundo orden entrasen a interactuar en forma estrecha y estable.
De hecho encontramos en la naturaleza algunas especies en que se produce
dicho acoplamiento y se desarrolla al punto de generar una especialización de
las funciones de los individuos agrupados: es el caso de muchos insectos y
animales por ello llamados "sociales": hormigas, abejas, algunos monos y
-sobre todo- el hombre (Cfr. Maturana y Varela, pp.125-129). Todos ellos se
caracterizan por el hecho de tener un sistema nervioso, el que juega un papel
fundamental en la coordinación de la interacción, como lo veremos más
adelante. 

En este acoplamiento del organismo de segundo orden con el Medio y -a


través de éste- con otros organismos, operan los mismos mecanismos
biológicos y físicos antes descritos (provocación de cambios estructurales,
adaptación, provocación de cambios externos), pero es obvio que la
interacción de tipo social constituye un nuevo campo o "dominio", que ha de
ser considerado desde otro ángulo en que se hacen necesarias nuevas
categorías de análisis. Es lo que consideraremos a continuación.

f. Clausura operacional vs. representacionismo

La consideración de los fenómenos sociales en términos de conductas se ha de


distinguir claramente de la consideración de las estructuras biológicas que
determinan el operar de los seres vivos involucrados. Pasamos aquí de un
punto de vista esencialmente biológico y centrado en procesos internos a otro
de tipo fenomenológico, centrado en la apariencia externa de los procesos. La
distinción es vital para evitar las trampas epistemológicas del solipsismo y del
representacionismo. 

El representacionismo es la interpretación hoy más popular del modo de


operar del sistema nervioso: supone que es el entorno el que especifica, en el
sistema nervioso, las características que le son propias, y que ése las utiliza en
la generación de la conducta. La clausura operacional, según Maturana y
Varela, estaría en contradicción con esta hipótesis y le restaría todo valor
científico (aunque no un discutible valor metafórico). Así, la clausura
operacional llevaría a negar la posibilidad de conocimiento del "mundo-en-sí"
objetivo (opinión que no es compartida por otros investigadores, y que
rechazaremos en base a la solución propuesta por E. Morin). 

¿Lleva esto a la arbitrariedad del solipsismo que consiste en negar el medio


ambiente, suponiendo que el sistema nervioso opera en el vacío? Esto es otra
trampa que debe ser evitada, porque no permite explicar cómo -según nuestra
experiencia diaria- hay una adecuación entre el operar del organismo y el
entorno, en el cual hay otros organismos que interactúan con él.
"Esto es como caminar al filo de una navaja. Hacia un lado hay una
trampa: la imposibilidad de comprender el fenómeno cognoscitivo si
asumimos un mundo de objetos que nos informa porque hay un
mecanismo que de hecho permite la «información». Hacia el otro lado,
otra trampa: el caos y la arbitrariedad de la ausencia de lo objetivo,
donde cualquiera cosa parece posible. Tenemos que aprender a caminar
sobre la línea media, en el filo mismo de la navaja." (Maturana y
Varela, p.89).

- Biología del conocimiento (Tabla)

- Dominio social y comunicación

Biología del conocimiento


(Neurofisiología)

 Elementos básicos de neurofisiología


o La constitución del sistema nervioso central
o Cartografía del cerebro
o La integración del sistema
o El "lugar" de la memoria
o La hipótesis de los "marcadores somáticos"
 La teoría cognitiva de H. Maturana
o Constitución biológica del ser
o Dominio social y comunicación
o Objeciones
 La teoría de la selección de los grupos neuronales de G. Edelman
o Principios básicos
o Categorización y conceptualización
o Conciencia y lenguaje
o Hacia una nueva epistemología
 El cerebro cuántico (Penros

La teoría cognitiva de H.Maturana

Dominio social y comunicación

a. Acoplamiento social

De acuerdo a lo anteriormente estudiado, la interacción de los individuos


sociales con los demás y con el entorno genera en cada uno cambios de
estado, muchos de los cuales son observables. La existencia de cambios
observables, que la biología del conocimiento define como conductas, es de
especial importancia en los fenómenos sociales, ya que es la observabilidad
misma la que hace posible la interacción sin que haya intercambios físicos.
Por otra parte, algunas de estas conductas tienden a ser reiterativas y típicas de
ciertos individuos, que sólo pueden asumirlas como resultado de una
determinada historia de interacciones con sus semejantes (es decir a través del
aprendizaje guiado). En este caso aparece claramente la existencia del
acoplamiento de tercer orden o acoplamiento social, que implica la existencia
de una organización grupal de las conductas, es decir de roles diversificados
(Cfr. Maturana y Varela, pp.121-129). 

La conducta típica, común y definitoria del dominio social o acoplamiento de


tercer orden es lo que llamamos comunicación. Es la coordinación conductual
que se observa -a nivel general- como producto de los cambios de estado que
el acoplamiento de tercer orden produce en los indivíduos de segundo orden
que cuentan con un sistema nervioso (Maturana y Varela, p.129). Así como
todo ser vivo mantiene su existencia mediante el acoplamiento a su entorno,
no puede surgir -por definición- ningun fenómeno de tercer orden sin el
acoplamiento específico que llamamos comunicación. Este fenómeno, de
valor universal a nivel de tercer orden, no es en absoluto privativo de la
especie humana. Más aún, aparentemente todo ser vivo de segundo orden
reuniría las condiciones indispensables para que sea posible esbozar o
desarrollar efectivamente con él un acoplamiento de tercer orden. En otras
palabras, es -al menos teóricamente- posible que exista algún tipo de
comunicación entre seres de segundo orden de distintas especies o linajes
(Maturana y Varela,p.140-143). Es particularmente factible entre los
vertebrados, por cuanto su interacción es básicamente visual y auditiva y que
todos tienen la capacidad de aprender por imitación.

b. Comunicación

Pero lo anterior no precisa aún las características propias y exclusivas que


transforman un acoplamiento entre seres vivos complejos en un fenómeno de
comunicación. Para ello, es indispensable que la interacción tenga carácter
recurrente y semántico. Para que haya acoplamiento semántico, es necesario
que una conducta, por el hecho de ser recurrente, resulte desencadenadora de
otra conducta, también recurrente, en otro organismo, acoplado al primero. A
los ojos de un observador, la conducta inicial aparece como "orientadora" para
el segundo organismo, el cual -en función de las repeticiones- se adapta cada
vez mejor al requerimiento. Así surgen pares ordenados de "acción-reacción"
y nace el sentido como interpretación de la interacción (Maturana y Varela,
p.138). 

La comunicación puede definirse, en consecuencia, como la interacción


dotada de sentido entre seres vivos socialmente agrupados. Pero la
determinación del sentido depende de un observador en condiciones de
analizar y diferenciar las múltiples conductas de estos organismos (Ver Figura
M5). Es una expresión de la existencia, en el campo social, de un dominio
particular que es el de los significados, que hemos de llamar "dominio
semántico", en el cual surgen patrones de interacción -no determinados
genéticamente- que caracterizan grupos sociales y se reproducen en el tiempo
más allá de la vida de cada individuo en particular. Estas son las conductas
culturales (M. y V., p.133). 
Figura M5. Comunicación semántica

De acuerdo a esta definición de la comunicación y conforme al principio de


clausura operacional, es indispensable criticar la metáfora tradicional que
considera que la comunicación implica la existencia de algo que se genera en
un punto dado (emisión), se lleva por un conducto (transmisión) y se entrega
en el otro extremo (recepción). En el enfoque de Maturana, este "algo" no
existe. 

En el Figura M5, el término "canales" no ha de entenderse entonces como el


"conducto" de la metáfora criticada, sino como el conjunto de condiciones del
medio ambiente capaces de adoptar estados diferentes controlables por un
productor de cambios (emisor) y discriminables por parte de un observador,
haciendo posible que la conducta semántica de un individuo sea observada por
otros. Los "códigos", a su vez, son conjuntos de cambios usados
preferentemente para los efectos de lograr acoplamiento en un dominio
semántico más específico, el semiótico (que Maturana llama siempre
"lingüístico"), que debemos pasar a estudiar.

c. Conducta "lingüística"

Toda conducta que un observador reconoce como "dotada de sentido" es una


conducta semántica. Lo es, por lo tanto, la acción de una persona que sale de
su casa "para ir al trabajo" (expresión del sentido), como también la del
alumno que se dirige a la biblioteca para requerir una bibliografía. Sin
embargo, la multiplicidad y reiteración de las conductas semánticas en los
grupos con fuerte cohesión social tiende a establecer las bases para una mayor
especialización en este dominio de lo semántico. 
Consideremos lo que ocurre cuando un observador describe una conducta
semántica. Para ello utiliza una nueva conducta semántica que Maturana y
Varela llaman "conducta lingüística". Pero con ello ocurren dos fenómenos de
la mayor importancia. Primero, la descripción consiste habitualmente en
formular una hipótesis consistente en que el "sentido" sería el determinante de
la conducta observada, en lugar de recurrir al fenómeno del acoplamiento
estructural. Segundo, la "formulación de hipótesis" es a su vez una conducta
con valor semántico para otro observador y es especialmente escogida por ser
una conducta de comunicación con dicho valor semántico. Pero, como tal, es
entonces una conducta semántica que tiene por objeto otra conducta semántica
anterior, o sea: la conducta lingüística es una meta-conducta semántica. 

Este tipo de conducta es el fruto del carácter social de las conductas


semánticas y no puede surgir sino en el marco del desarrollo de un dominio de
acoplamiento estructural ontogénico recíproco. Las descripciones que
hacemos como observadores -o actores- en este nuevo dominio no reflejan el
modo de operar del sistema nervioso sino que son productos de éste que
resultan eficientes en el dominio de la interacción social (Maturana y Varela,
p.137-139). 

El lenguaje estructurado es, entonces, una -y la más importante- de las


conductas recurrentes pertenecientes al dominio semántico. Es también la
única capaz de establecer distinciones en este dominio, de describirse a sí
misma y de adscribir un valor semántico de modo explícito o explicitable a
cualquier cambio observable. En consecuencia, también, el lenguaje permite a
su usuario referirse a sí mismo o sea describir y analizar su propia conducta
del mismo modo que le permite describir la de otros. Hace posible la
reflexividad y es por lo tanto -también- una conducta metasemántica Dando la
capacidad de referirse a sí mismo, de dar y analizar el sentido de sus propias
acciones, da una forma específica a la conciencia. 

Figura M6. Reflexividad


Lo propio del dominio "lingüístico", en términos de Maturana, consiste en
permitir que los observadores-actores traten de sus situaciones de interacción
-incluyendo las de comunicación- como si fuesen descripciones del medio
ambiente común a los organismos que interactúan, pero 

"El lenguaje no fue nunca inventado por un sujeto solo en la


aprehensión de un mundo externo, y no puede, por lo tanto, ser usado
como herramienta para revelar un tal mundo. Por el contrario, es dentro
del lenguaje mismo que el acto de conocer, en la coordinación que el
lenguaje es, trae un mundo a la mano." (Ibidem, p.155).

Resumiendo, según la teoría de Maturana, para que haya comunicación con


sentido se requiere que exista:

 un conjunto de individuos agrupados socialmente,


 una interacción reiterada entre ellos, que genere una historia de
experiencias comunes (acoplamiento mútuo),
 conductas asociadas de dos o más individuos tales que, a los ojos de un
observador, una de ellas desencadene previsiblemente la otra (carácter
semántico),
 con estabilidad no dependiente de la especie (genética) sino de una
estabilidad transgeneracional de patrones sociales (estabilidad cultural),
 conductas semánticas cuyo objeto, a los ojos del observador, sean otras
conductas semánticas (carácter meta-semántico o semiótico).

- Constitución biológica del ser

- Objeciones

Constitución biológica del ser

a. El organismo como sistema


Antiguamente se definía al ser vivo recurriendo a una larga lista de
características determinadas por las observaciones científicas más avanzadas
de la época. Pero, en la actualidad, esta modalidad se hace cada vez más
compleja, siendo eminentemente difícil señalar cuáles de estas características
serían indispensables y suficientes para reconocer a un ser vivo. La biología,
por lo tanto, se orienta en otra dirección, encontrando en los métodos de
análisis sistémico una fórmula clarificadora. En este enfoque, se define al ser
vivo como un sistema dinámico con transformaciones internas, capaz de
producir una membrana que lo separe del Entorno pero sin aislarlo totalmente
de éste. Es, así, su propio productor y su propio producto, siendo autónomo
aunque no independiente, debido a su organización interna. Esta "auto-
producción" es lo que Maturana y Varela han llamado la "auto-poiésis", forma
característica de organización de toda materia viva (Cfr."El árbol del
conocimiento" , pp.28-32). Mientras los componentes pueden variar -como
también la estructura, que no es más que el conjunto ordenado de los
componentes- la organización autopoiética ha de permanecer inalterable, su
pérdida implicando la pérdida de la vida. Es lo que quiere representar la
Figura M1. 

En un sistema autopoiético entran y salen elementos, pero el sistema sigue


subsistiendo, porque su organización básica permanece invariable. Aunque la
reproducción no es -en esta perspectiva- una característica sine qua non de la
vida, es frecuente entre los seres vivos y -lo que importa por sobre todo-
tiende a asegurar la transmisión de las mismas características de organización
del ser que la origina. Así la autopoiésis es la invariante de la herencia de los
seres vivos. 

Figura M1. Autopoiésis - Figura M2. Acoplamiento estructural

b. Acoplamiento estructural y ontogenia

El modelo básico más elemental de un ser vivo es la célula. Como hemos


dicho, la autonomía no implica independencia. De hecho, la célula está en
constante interacción con su Entorno: todo cambio en éste "gatilla" una
transformación estructural (no organizacional) en la célula y ésta, a su vez,
puede actuar sobre el Medio Ambiente. Es lo que se llama "acoplamiento
estructural" con el Medio (representado en el Figura M2). Esta interacción o
acoplamiento conlleva en sí el mecanismo de la adaptación, que no es más que
la "mantención de los organismos como sistemas dinámicos en su medio"
(Maturana y Varela, p.68), el cual es también dinámico, modificado por las
interacciones. Si, por el contrario, la interacción es tal que el organismo vivo
no puede conservar su organización, en lugar de adaptación habrá destrucción
y desaparición del mismo. La adaptación es por lo tanto una consecuencia
necesaria del acoplamiento estructural. Las variaciones adaptativas que sufra
un organismo específico constituyen su ontogenia, "historia del cambio
estructural de una unidad sin que ésta pierda su organización" (p.49). 

Pero, además, dos células pueden influenciarse mútuamente. Si ello ocurre en


forma reiterativa, se producirá un acoplamiento estructural entre ellas. Este
evento constituye muchas veces un mero caso particular del acomplamiento
ambiental. Pero existe la alternativa opuesta -aprovechada por la Evolución-
de que la relación se haga muy estrecha y estable, al punto que se generan
unidades de segundo orden o sea seres multicelulares, con unidad autopoiética
de la totalidad, sin pérdida de la unidad autopoiética de las partes y con
diferenciación interna de las funciones de las partes (organización jerárquica).
Tales unidades, a su vez, interactúan con el Ambiente y entre sí a través del
Ambiente (como graficado en el Figura M3). 

Figura M3. Acoplamiento social (Organismos de segundo orden)

c. Clausura operacional

En el acoplamiento del organismo de segundo orden con el Medio y con otros


organismos, interesa recalcar que existe mucho más que intercambios de
materia, un componente del entorno entrando en un organismo y un
componente del organismo saliendo hacia el exterior, como en el proceso de
alimentación, gracias a la porosidad de la membrana. El acoplamiento implica
tanto intercambio como interacción sin intercambio de materia. En los seres
vivos de segundo orden, la sensibilidad a esta interacción constituye un
aspecto tan fundamental de la vida que dió origen -en una gran cantidad de
especies- a un subsistema especializado de detección y reacción: el sistema
nervioso. 
Figura M4. Sistema nervioso

El sistema nervioso, como el ser vivo entero, es un sistema determinado


estructuralmente. Esto quiere decir que es "un conjunto de elementos
conectados de alguna manera tal, que lo que pasa con ese conjunto de
elementos, depende de cómo está hecho" (Maturana, 1990, p.61). Si, al apretar
con el dedo el botón de puesta en marcha de una grabadora, ésta no funciona,
no se va al médico para que examine el dedo. No es el dedo el que determina
lo que hace la grabadora, solo "gatilla" lo que hace de acuerdo a su
organización y estructura. Del mismo modo, si alguna vez dejamos de oír, no
pediremos a un físico que examine las condiciones externas sino que iremos a
ver al otólogo, que examinará nuestra subsistema auditivo. Y nadie va al
médico porque no oye los infra-sonidos o las ondas hertzianas: nuestro
sistema no está diseñado para ello. 

La constitución misma del ser vivo (su estructura y organización) determina


qué es lo que le puede afectar. Lo mismo ocurre con el sistema nervioso: solo
es afectado por cambios que su constitución le permite detectar a través de la
membrana que lo limita y conecta con el resto del organismo y con el entorno
del mismo. Y tales cambios "generan otros cambios dentro de él mismo, y su
operar consiste en mantener ciertas relaciones entre sus componentes
invariantes frente a las contínuas perturbaciones que generan en él tanto la
dinámica interna como las interacciones del organismo que integra"
(Maturana y Varela, p.111). Este fenómeno constituye la llamada "clausura
operacional". 

Esta característica explica que, en nuestra experiencia de ser vivo, no


podemos diferenciar fácilmente la ilusión de la percepción. Maturana lo
demuestra con múltiples ejemplos, pero gusta especialmente del experimento
de proyección de una sombra con un foco blanco y un foco rojo (conocido
desde Otto von Guericke, en 1672). Una de las sombras proyectadas por los
dos focos encendidos simultáneamente aparecerá de color azul-verdoso. Sin
embargo, no hay ninguna fuente de luz de este color y un espectrómetro
confirmaría su "inexistencia". Sin embargo, todos los seres humanos tienen la
experiencia de ver este color, experiencia determinada por las características
del sistema visual. (Cfr. Maturana y Varela, p.8, y Maturana, 1990, p.13). La
interpretación de la percepción como ilusión es, por lo tanto, posterior y
dependiente de una nueva experiencia en que sea posible obtener una
percepción diferente por algún otro órgano. 

Estas condiciones de la interacción son evidentemente fundamentales y


decisivas a la hora de definir qué es el conocimiento, cómo se obtiene y
eventualmente cómo se comparte.

d. Conocer

"Si pensamos por un momento qué criterio utilizamos para decir que
alguien tiene conocimiento, veremos que lo que buscamos es una
acción efectiva en el dominio en que se espera una respuesta. Esto es,
esperamos una conducta efectiva en algún contexto que señalamos al
hacer la pregunta." (Maturana y Varela, p.115).
El conocimiento se descubre y reconoce experimentalmente a partir de un
efecto, lo cual implica la presencia de un observador que evalúa dicho efecto,
evaluación que atribuye cambios observados en el entorno a los cambios
estructurales existentes en el organismo del sujeto que actúa, los cuales
explican su acción. 

En consecuencia, desde el punto de vista biológico, el conocimiento es un


determinado estado de la ontogenia de un sujeto que le permite interactuar en
forma adecuada con su entorno. O sea, es el resultado de todos los cambios
estructurales que ha ido acumulando a lo largo de la historia de sus
interacciones. Desde este punto de vista todo el vivir es conocer. Pero en este
conocer, el sistema nervioso juega un papel capital, por cuanto amplía
enormemente la capacidad del organismo en cuanto a los diferentes estados
estructurales que puede asumir e interacciones que puede sostener (Maturana
y Varela, p.116-117). 

Desde el punto de vista de un observador o del grupo social con el cual un


individuo interactúa, el conocimiento es la condición de un actuar idóneo en
un dominio de acciones determinado. Pero la idoneidad es siempre juzgada
por un observador o interlocutor, de tal modo que el conocimiento solo existe
como condición evaluada por alguién y supone necesariamente un contexto de
observación y patrón de referencia. "La evaluación de si hay conocimiento
presente o no se da siempre en un contexto relacional" (Ibidem, p.116).

e. Interacción social
Del mismo modo que dos unicelulares pueden interactuar, dos multicelulares
pueden influenciarse mútuamente (con la mediación del Ambiente). Si la
relación estrecha y estable de unidades de primer orden dió origen a unidades
de segundo orden, hemos de considerar -aunque es menos probable, debido a
la diversificación de especies y linajes- lo que ocurriría en el caso de que
unidades de segundo orden entrasen a interactuar en forma estrecha y estable.
De hecho encontramos en la naturaleza algunas especies en que se produce
dicho acoplamiento y se desarrolla al punto de generar una especialización de
las funciones de los individuos agrupados: es el caso de muchos insectos y
animales por ello llamados "sociales": hormigas, abejas, algunos monos y
-sobre todo- el hombre (Cfr. Maturana y Varela, pp.125-129). Todos ellos se
caracterizan por el hecho de tener un sistema nervioso, el que juega un papel
fundamental en la coordinación de la interacción, como lo veremos más
adelante. 

En este acoplamiento del organismo de segundo orden con el Medio y -a


través de éste- con otros organismos, operan los mismos mecanismos
biológicos y físicos antes descritos (provocación de cambios estructurales,
adaptación, provocación de cambios externos), pero es obvio que la
interacción de tipo social constituye un nuevo campo o "dominio", que ha de
ser considerado desde otro ángulo en que se hacen necesarias nuevas
categorías de análisis. Es lo que consideraremos a continuación.

f. Clausura operacional vs. representacionismo

La consideración de los fenómenos sociales en términos de conductas se ha de


distinguir claramente de la consideración de las estructuras biológicas que
determinan el operar de los seres vivos involucrados. Pasamos aquí de un
punto de vista esencialmente biológico y centrado en procesos internos a otro
de tipo fenomenológico, centrado en la apariencia externa de los procesos. La
distinción es vital para evitar las trampas epistemológicas del solipsismo y del
representacionismo. 

El representacionismo es la interpretación hoy más popular del modo de


operar del sistema nervioso: supone que es el entorno el que especifica, en el
sistema nervioso, las características que le son propias, y que ése las utiliza en
la generación de la conducta. La clausura operacional, según Maturana y
Varela, estaría en contradicción con esta hipótesis y le restaría todo valor
científico (aunque no un discutible valor metafórico). Así, la clausura
operacional llevaría a negar la posibilidad de conocimiento del "mundo-en-sí"
objetivo (opinión que no es compartida por otros investigadores, y que
rechazaremos en base a la solución propuesta por E. Morin). 

¿Lleva esto a la arbitrariedad del solipsismo que consiste en negar el medio


ambiente, suponiendo que el sistema nervioso opera en el vacío? Esto es otra
trampa que debe ser evitada, porque no permite explicar cómo -según nuestra
experiencia diaria- hay una adecuación entre el operar del organismo y el
entorno, en el cual hay otros organismos que interactúan con él.
"Esto es como caminar al filo de una navaja. Hacia un lado hay una
trampa: la imposibilidad de comprender el fenómeno cognoscitivo si
asumimos un mundo de objetos que nos informa porque hay un
mecanismo que de hecho permite la «información». Hacia el otro lado,
otra trampa: el caos y la arbitrariedad de la ausencia de lo objetivo,
donde cualquiera cosa parece posible. Tenemos que aprender a caminar
sobre la línea media, en el filo mismo de la navaja." (Maturana y
Varela, p.89).

Objeciones

Ya hemos señalado que pueden ser exageradas las conclusiones de Maturana


y Varela en relación a las consecuencias de la clausura operacional y a la
inexistencia de representaciones mentales. Pero, al parecer, se producen
muchas veces confusiones en torno al concepto de representación y éste
parece haber sido interpretado por estos autores en un sentido muy restrictivo.
Colom muestra claramente el posible error de Maturana:
"Para Maturana y Varela, la tesis del acoplamiento estructural
organismo-realidad física negaría la pertinencia de las representaciones
mentales. Lo que los científicos afirman sobre el funcionamiento del
organismo no tiene por qué corresponder con lo que efectivamente el
organismo hace para conocer (i.e. un martín pescador no sabe
geometría aunque su cerebro calcule el ángulo de refracción de la luz
en el agua). [...] El tipo de representación a la que aluden Maturana y
Varela es la representación computacional, pero no afecta a las
representaciones que efectivamente parecen manejar las personas al
utilizar sus mecanismos cognitivos (p.e., la rotación mental de
imágenes, el relato de autoinstrucciones, la estimación de distancias,
etc.). Es precisamente el cerebro el órgano que filogenéticamente ha
sido modelado por selección natural en la medida en que se ha
mostrado adaptativo (a posteriori) el hecho de poder anticipar cómo se
comportará la realidad pertinente bajo determinadas condiciones. El
cerebro sería el órgano especializado en generar representaciones
montadas sobre los mecanismos sensomotores. El hecho de que las
zonas sensomotoras tengan una alta representación en el cerebro
constituye un indicio de que este órgano asume la función de manejar
una representación pertinente de la realidad física; para hacer esto,
necesita disponer de los elementos que participan en la interacción real
estructural entre la persona y la realidad física pertinente." (Colom,
pp.100 y 102)
Al parecer la capacidad de pensamiento y de comunicación necesitan de la
posibilidad de referirse al pasado y al futuro. Y es muy difícil que ésto sea
posible si no se dispone de un sistema de tipo representacional que permita
conservar el conocimiento - de la manera que fuere - y actualizarlo en función
de las contingencias (Colom, pp.99-100). 

Este tema es el núcleo de las ciencias cognitivas, al punto de que se considera


que no pueden existir ciencias cognitivas si no se admite la hipótesis de las
representaciones. Pero veremos a continuación que, ya en el ámbito biológico,
se puede aceptar e interpretar esta hipótesis sin desvituar las de la autopoiésis
o de la clausura operacional. 

- Dominio social y comunicación

- Otras críticas a teorías neuropsicológicas

Dominio social y comunicación Trust Rating

a. Acoplamiento social

De acuerdo a lo anteriormente estudiado, la


interacción de los individuos sociales con los demás y
con el entorno genera en cada uno cambios de
estado, muchos de los cuales son observables. La
existencia de cambios observables, que la biología del
conocimiento define como conductas, es de especial
importancia en los fenómenos sociales, ya que es la
observabilidad misma la que hace posible la
interacción sin que haya intercambios físicos. Por otra
parte, algunas de estas conductas tienden a ser
reiterativas y típicas de ciertos individuos, que sólo
pueden asumirlas como resultado de una
determinada historia de interacciones con sus
semejantes (es decir a través del aprendizaje guiado).
En este caso aparece claramente la existencia del
acoplamiento de tercer orden o acoplamiento social,
que implica la existencia de una organización grupal
de las conductas, es decir de roles diversificados (Cfr.
Maturana y Varela, pp.121-129). 

La conducta típica, común y definitoria del dominio


social o acoplamiento de tercer orden es lo que
llamamos comunicación. Es la coordinación
conductual que se observa -a nivel general- como
producto de los cambios de estado que el
acoplamiento de tercer orden produce en los
indivíduos de segundo orden que cuentan con un
sistema nervioso (Maturana y Varela, p.129). Así
como todo ser vivo mantiene su existencia mediante
el acoplamiento a su entorno, no puede surgir -por
definición- ningun fenómeno de tercer orden sin el
acoplamiento específico que llamamos comunicación.
Este fenómeno, de valor universal a nivel de tercer
orden, no es en absoluto privativo de la especie
humana. Más aún, aparentemente todo ser vivo de
segundo orden reuniría las condiciones
indispensables para que sea posible esbozar o
desarrollar efectivamente con él un acoplamiento de
tercer orden. En otras palabras, es -al menos
teóricamente- posible que exista algún tipo de
comunicación entre seres de segundo orden de
distintas especies o linajes (Maturana y Varela,p.140-
143). Es particularmente factible entre los
vertebrados, por cuanto su interacción es
básicamente visual y auditiva y que todos tienen la
capacidad de aprender por imitación.

b. Comunicación

Pero lo anterior no precisa aún las características


propias y exclusivas que transforman un
acoplamiento entre seres vivos complejos en un
fenómeno de comunicación. Para ello, es
indispensable que la interacción tenga carácter
recurrente y semántico. Para que haya acoplamiento
semántico, es necesario que una conducta, por el
hecho de ser recurrente, resulte desencadenadora de
otra conducta, también recurrente, en otro
organismo, acoplado al primero. A los ojos de un
observador, la conducta inicial aparece como
"orientadora" para el segundo organismo, el cual -en
función de las repeticiones- se adapta cada vez mejor
al requerimiento. Así surgen pares ordenados de
"acción-reacción" y nace el sentido como
interpretación de la interacción (Maturana y Varela,
p.138). 

La comunicación puede definirse, en consecuencia,


como la interacción dotada de sentido entre seres
vivos socialmente agrupados. Pero la determinación
del sentido depende de un observador en condiciones
de analizar y diferenciar las múltiples conductas de
estos organismos (Ver Figura M5). Es una expresión
de la existencia, en el campo social, de un dominio
particular que es el de los significados, que hemos de
llamar "dominio semántico", en el cual surgen
patrones de interacción -no determinados
genéticamente- que caracterizan grupos sociales y se
reproducen en el tiempo más allá de la vida de cada
individuo en particular. Estas son las conductas
culturales (M. y V., p.133). 

Figura M5. Comunicación semántica


De acuerdo a esta definición de la comunicación y
conforme al principio de clausura operacional, es
indispensable criticar la metáfora tradicional que
considera que la comunicación implica la existencia
de algo que se genera en un punto dado (emisión), se
lleva por un conducto (transmisión) y se entrega en el
otro extremo (recepción). En el enfoque de
Maturana, este "algo" no existe. 

En el Figura M5, el término "canales" no ha de


entenderse entonces como el "conducto" de la
metáfora criticada, sino como el conjunto de
condiciones del medio ambiente capaces de adoptar
estados diferentes controlables por un productor de
cambios (emisor) y discriminables por parte de un
observador, haciendo posible que la conducta
semántica de un individuo sea observada por otros.
Los "códigos", a su vez, son conjuntos de cambios
usados preferentemente para los efectos de lograr
acoplamiento en un dominio semántico más
específico, el semiótico (que Maturana llama siempre
"lingüístico"), que debemos pasar a estudiar.

c. Conducta "lingüística"

Toda conducta que un observador reconoce como


"dotada de sentido" es una conducta semántica. Lo
es, por lo tanto, la acción de una persona que sale de
su casa "para ir al trabajo" (expresión del sentido),
como también la del alumno que se dirige a la
biblioteca para requerir una bibliografía. Sin embargo,
la multiplicidad y reiteración de las conductas
semánticas en los grupos con fuerte cohesión social
tiende a establecer las bases para una mayor
especialización en este dominio de lo semántico. 

Consideremos lo que ocurre cuando un observador


describe una conducta semántica. Para ello utiliza una
nueva conducta semántica que Maturana y Varela
llaman "conducta lingüística". Pero con ello ocurren
dos fenómenos de la mayor importancia. Primero, la
descripción consiste habitualmente en formular una
hipótesis consistente en que el "sentido" sería el
determinante de la conducta observada, en lugar de
recurrir al fenómeno del acoplamiento estructural.
Segundo, la "formulación de hipótesis" es a su vez
una conducta con valor semántico para otro
observador y es especialmente escogida por ser una
conducta de comunicación con dicho valor semántico.
Pero, como tal, es entonces una conducta semántica
que tiene por objeto otra conducta semántica
anterior, o sea: la conducta lingüística es una meta-
conducta semántica. 

Este tipo de conducta es el fruto del carácter social de


las conductas semánticas y no puede surgir sino en el
marco del desarrollo de un dominio de acoplamiento
estructural ontogénico recíproco. Las descripciones
que hacemos como observadores -o actores- en este
nuevo dominio no reflejan el modo de operar del
sistema nervioso sino que son productos de éste que
resultan eficientes en el dominio de la interacción
social (Maturana y Varela, p.137-139). 

El lenguaje estructurado es, entonces, una -y la más


importante- de las conductas recurrentes
pertenecientes al dominio semántico. Es también la
única capaz de establecer distinciones en este
dominio, de describirse a sí misma y de adscribir un
valor semántico de modo explícito o explicitable a
cualquier cambio observable. En consecuencia,
también, el lenguaje permite a su usuario referirse a
sí mismo o sea describir y analizar su propia conducta
del mismo modo que le permite describir la de otros.
Hace posible la reflexividad y es por lo tanto
-también- una conducta metasemántica Dando la
capacidad de referirse a sí mismo, de dar y analizar el
sentido de sus propias acciones, da una forma
específica a la conciencia. 

Figura M6. Reflexividad


Lo propio del dominio "lingüístico", en términos de
Maturana, consiste en permitir que los observadores-
actores traten de sus situaciones de interacción
-incluyendo las de comunicación- como si fuesen
descripciones del medio ambiente común a los
organismos que interactúan, pero 

"El lenguaje no fue nunca inventado por un


sujeto solo en la aprehensión de un mundo
externo, y no puede, por lo tanto, ser usado
como herramienta para revelar un tal mundo.
Por el contrario, es dentro del lenguaje mismo
que el acto de conocer, en la coordinación que
el lenguaje es, trae un mundo a la mano."
(Ibidem, p.155).

Resumiendo, según la teoría de Maturana, para que


haya comunicación con sentido se requiere que
exista:

 un conjunto de individuos agrupados


socialmente,
 una interacción reiterada entre ellos, que
genere una historia de experiencias comunes
(acoplamiento mútuo),
 conductas asociadas de dos o más individuos
tales que, a los ojos de un observador, una de
ellas desencadene previsiblemente la otra
(carácter semántico),
 con estabilidad no dependiente de la especie
(genética) sino de una estabilidad
transgeneracional de patrones sociales
(estabilidad cultural),
 conductas semánticas cuyo objeto, a los ojos
del observador, sean otras conductas
semánticas (carácter meta-semántico o
semiótico).

- Constitución biológica del ser

- Objeciones

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- Dominio
social y
comunicación

Críticas a teorías neuropsicológicas

 Críticas al "localizacionismo"
 Críticas a la concepción asociacionista del aprendizaje
 Crítica a la TSGN (Edelman)

Las teorías que hemos expuesto sobre neurofisiología y biología del


conocimiento se inscriben en una concepción que podríamos llamar "clásica"
o, al menos, mayoritaria en el sentido de observar fenómenos biológicos e
interpretarlos utilizando conceptos psicológicos. Sin embargo, como lo ha
hecho notar recientemente el neuropsicólogo Bruno CARDU, de la
Universidad de Montreal, ésta podría ser una manera errónea de construir una
teoría acerca del cerebro.
"Hacer derivar lo psicológico de lo biológico es logicamente abusivo y
fuente de equívoco, porque se mezclan dos planos de análisis (el
biológico y el psicológico) que deberían logicamente permanecer
separados. Desde el siglo pasado, Jackson había ya advertido a los
neurólogos y los neuropsicólogos de su tiempo contra el error de
utilizar un lenguaje psicológico para describir fenómenos neurológicos
y vice-versa." (Cardu, p.67)

Críticas al "localizacionismo"

Hemos señalado los avances obtenidos en materia de localización de las


funciones cerebrales ("cartografía" del cerebro). Si bien no puede negarse que
existen relaciones entre las zonas afectadas por lesiones y los cambios
psicológicos que sufre el paciente, podría existir un serie error al pretender
que tales zonas son la "sede" de los procesos psicológicos, según señala
Cardu. 

En efecto, los estudios sobre las conexiones de las neuronas muestran que
pueden tener miles de conexiones sinápticas, tanto cercanas como muy
distantes. Así, se ha podido constatar que los efectos de una lesión localizada
pueden extenderse a zonas muy remotas, fenómeno llamado "diaschisis", ya
puesto en evidencia por von Monakow en 1928:
"Toda lesión local en el cerebro conlleva la degenerescencia de células
nerviosas y sus fibras sea en su vecindario por las fibras de asociación,
sea a distancia por las fibras comisurales. [...] La idea de que es la
región del cerebro sacada o lesionada que produce el efecto patológico
en el comportamiento debe ser substituída por la que es el conjunto del
cerebro, privado de la influencia de la zona lesionada, que es
responsable de este efecto." (Cardu, pp.25-26)
Las técnicas más modernas, como las tomografías SPECT y PET, confirman
el destructivo efecto a distancia de las lesiones, efecto que puede manifestarse
en el hemisferio opuesto al directamente afectado. Lo que puede parecer más
extraño aún es que este efecto de los cambios en un hemisferio sobre el otro
puede aparecer incluso después de una comisurotomía (corte del cuerpo
calloso que los une), como demostró Gazzaniga en 1972 (Cardu, p.27). 

También existen las situaciones inversas, en que las lesiones no parecen


afectar las funciones psicológicas o éstas se recuperan a las pocas horas. Así,
algunos pacientes que perdieron el área de Broca (que sería la "sede" del
lenguaje verbal) pudieron recuperar el habla a las 24 o 48 horas. Incluso la
pérdida total de un hemisferio cerebral (aún el "dominante") puede ser
compensada: totalmente si ocurre antes de los dos años de edad y
parcialmente si ocurre antes de los 14 años. Aunque ésto puede atribuirse a la
plasticidad del sistema nervioso antes de la adultez, también se ha podido
observar una recuperación parcial importante aunque muy lenta incluso en
pacientes de más de 40 años. Y la ablación completa del hemisferio
dominante, si bien les afectó el habla y la lecto-escritura, no causó ninguno de
los efectos patológicos que podría haber tenido una lesión más reducida, lo
cual hace surgir múltiples preguntas acerca de la significación de los
síndromes psicológicos asociados a lesiones locales. 

Sin embargo, es patente que a una función psicológica compleja ha de


corresponder una organización nerviosa compleja. Funciones simples pueden
desarrollarse y "localizarse" en ambos hemisferios a la vez; pero funciones
complejas requieren una mayor "vecindad" para facilitar la coordinación, lo
cual explicaría la necesidad de que un hemisferio domine al otro. 
El enfoque localizacionista tradicional puede ser descrito esencialmente en
base a tres características:

1. La simplificación extrema de la naturaleza de la función psicológica

Las funciones psicológicas son de tipo todo o nada; no hay lugar en


esta concepción para la noción de diferentes grados en una función.
Una actividad conceptual, por ejemplo, es o bien presente o bien
ausente; no hay lugar para una actividad conceptual a veces posible, a
veces difícil o a veces imposible como se observa en la experiencia
diaria.

2. Cada "centro" localizado parece constituir una estructura cerrada

Cada centro parece comportarse como una estructura cerrada,


autónoma, responsable de una función y transmitiendo los resultados de
su procesamiento a otros centros.

3. Un psicologismo inconsciente

El modo de funcionamiento es de tipo asociacionista. 


Conocer los efectos de ciertas lesiones cerebrales no puede llevar a
deducir que las zonas lesionadas son la "sede" de la función afectada.
Este es un error metodológico que se evita con facilidad cuando se
compara con lo que ocurre con una máquina conocida. Así, por
ejemplo, saber que un auto sirve para desplazarse y descubrir que el
auto no avanza cuando la batería ha sido sacada o se encuentra
descargada, no lleva a concluir que la batería es la "sede" o el "centro"
de la función de desplazamiento.

Críticas a la concepción asociacionista del aprendizaje

La posición teórica localizacionista implica que un sujeto que oye el sonido


"mesa" establecerá una relación con su significación independientemente de
su voluntad, como una máquina.
"En esta concepción, se supone que a cada sonido de una palabra del
léxico corresponden agrupaciones neuronales particulares y que su
excitación por un estímulo llevará a su «reconocimiento». No se
discutirá el mecanismo particular que llevará el estímulo a «encontrar»
la «huella» correcta teniendo en cuenta la organización synáptica del
cerebro. Bastará suponer que hay coincidencia entre el estímulo y la
huella porque es lo que se constata en el plano psicológico; se
atribuirán a las agrupaciones de neuronas propiedades que pertenecen a
la psicología; se descansará en el razonamiento implícito según el cual
en plano neurológico y el plano psicológico coinciden punto por punto,
y este acto de fe desembocará en un psicologismo." (Cardu, p.23)
Esto lleva a discutir también algunas concepciones acerca del aprendizaje
propias del "cognitivismo clásico" (las "asociacionistas"):
"Para este enfoque psicoanatómico, el aprendizaje se hace según el
principio de la mera contigüidad física, que parece el único posible
según las propiedades actualmente conocidas del cerebro. Lo que
parece subjetivo y psicológico es un epifenómeno en remolque de los
mecanismos cerebrales. Se puede incluso ir más lejos y suponer que
una relación que, en el plano psicológico, parece organizadora del
aprendizaje como la de semejanza podría ser sólo la consecuencia de la
asociación entre el estímulo y la huella; su correspondencia mecánica
crearía la apreciación subjetiva de semejanza y sería la relación de
semejanza." (Cardu, p.24)
Sin embargo, un poco de cálculo combinatorio relacionado con la estructura
reticular del cerebro mostraría la inadecuación de esta concepción.
"El fenómeno de«reconocimiento» implica mucho más que el
«encajar» de un estímulo en una organización cerebral. Depende de un
mecanismo intermedio de selección entre el estímulo y la huella, es
decir de operaciones categoriales cuyo papel consiste en analizar,
seleccionar los estímulos y las huellas." (Cardu, p.24)
Si cada "centro" del cerebro posee una función especializada, ¿posee su
propio sistema de análisis y síntesis? ¿Y transmite sus resultados a otro centro
que efectúa otro análisis? Pero nada se ha podido decir hasta ahora de cómo
una red nerviosa puede efectuar tales operaciones en una zona limitada y
determinada del cerebro. 

El localizacionismo no llega a explicar con claridad el modo en que se efectúa


la comparación entre los estímulos actuales (perceptos) y las huellas dejadas
en la memoria por experiencias pasadas (engramas) que podrían aparecer
como "semejantes", o sea el fenómeno del "reconocimiento".
"Las explicaciones neurológicas que se han dado a este problema se
derivan en general del puro «psicologismo»; se considera
implícitamente como evidente: basta un «matching» entre el estímulo y
una organización nerviosa que le corresponda para explicarlo. Se
supone que las organizaciones nerviosas están ahí, inmediatamente
disponibles para encajar con el estímulo correcto. Se desprecia
sistemáticamente la consideración de cómo ésto podría ocurrir."
(Cardu, pp.4-15)

Crítica a la TSGN (Edelman)

La TSGN plantea la posibilidad de un "reconocimiento" sin verdadera


cognición, mediante el mecanismo de asociación de mapas reentrantes,
inspirado en el mecanismo de los anticuerpos para "reconocer" los elementos
extraños que penetran en el organismo. Los grupos neuronales se
desarrollarían en forma adaptativa y selectiva, tal como los anticuerpos se
seleccionan y multiplican naturalmente en función de su adecuación para
combatir los elementos extraños. 

FALENCIAS:

 No explica nada en el nivel de la detección (percepción).


 Parece difícil, con esta teoría (que es demasiado general), explicar
cómo idénticos conjuntos de neuronas son movilizados ocasionalmente
por estímulos diferentes mientras también ocurre que un mismo
estímulo puede activar neuronas diferentes.
 No resuelve el problema del "scanning" (cómo un estímulo entrante
encuentra la organización cerebral que le corresponde en la memoria).
 La TSGN también postula la existencia de una relación estricta entre un
estímulo externo y la respuesta cerebral (teoría de la identidad), e.d. una
representación de tipo "espejo". De este modo, la generalización sólo
puede ser el producto de una superposición por contigüidad física
(reforzamiento de las sinápsis cuando hay semejanza, la red"reforzada"
constituyendo la categoría). Sin embargo se ha podido demostrar que el
aprendizaje del lenguaje por el mero principio de contigüidad
necesitaría varias vidas (Cardu, p.157).

- Biología del conocimiento

- Concepción alternativa: el "cerebro categorial"

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