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filosofía
Christiáh D e l a c a m p a g n é ü r i á Hisió.n v
de la filosofía del s i 0 o ; ^ qüe^hd^'e^^
de grandes nóttibrés y frases fátffQsas, sin
y sagaz féfiexión sobre loí^ prdblém as fuhdánáénlaí^
en to rn o a los qué Se ha:desarróíládo el pensártiientó
co n tem p o rán eo y sUs inibricacidñés con íps. ;
acgntecim iéntos más trágicos; d é d q i üjtimó^^
'■;.-^:.í'
A pesar de las difiGüItadéá que éntrána ju zg ar um
(Í;V-V
tan reciente, esté báíánce.pos nrtuist
dé la ap aren te cónfusióh qüe Ctéan lás áb ü n d á n tés
escüelas, bay un aire d e fam ilia énítté éliá$: que'fqrrríiari
un organism o y rio úna áéurnulaciqñ; ud árGhipiélágp
y no una serie de islas independiéntes. Y el fundárhénto,
de está unidad es üria rriismá pregunta: la tarea
de la filosofía ¿es constituir un saber de regías rigurosas
cuya única obligación es proporcionar un utillaje para
la ciencia o bien, co m o querían Sócrates y Platón,
proporcionar al hom bre una guía teórica para la acción?
W ittg en s téin , Heidegger, Sartre y Popper y otros
pensadores decisivos, han dado réspuestas diversas
a esta pregunta, que sigue sin resolverse. Delacam pagne
recoge sus enseñanzas e identific# sus inconsistencias,
y, gracias al vigor con que los estudia, m uestra
que la anunciada m u erte de la filosofía
está aún léjana.
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Christian Delacampagne;
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J I^ S
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U L A
CHRISTIAN DELACAMPAGNE
HISTORIA DE LA FILOSOFIA
E N EL SIGLO X X
Ediciones Península
Barcelona
L a edición original de esta obra fue publicada en 19 9 5
por Editions du Seuil (París), con el título
Histoire de la philosophie au XX^ siécle.
© Editions du Seuil, 19 9 5.
C O N T E N ID O ©
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# C O N T E N ID O
L A R A Z Ó N E N T E L A D E JU IC IO i U L ?§,7
: @ 1. «Estructura» frente a «sujeto>5f^^*^’^ ^ ^ * * ^ ^ ESlffiCrAí^^,^^
2. Una historia de la verdad 305
3. De la desconstrucción al n eopragm atism o^rQ ^j 322
4. ¿Comunicación o investigación? 338
^uiníi»n
Epílogo. La catedral inacabada 351
Glosario 357
Indice de nombres 363
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PREFACIO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA
10
P R EFA C IO A LA E D IC IÓ N E S P A Ñ O L A
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PREFACIO
13
H I S T O R I A D E LA F IL O S O F ÍA E N E L SIG L O X X
14
PR EFAC IO
esas nociones que utilizo aquí sin tematizarlas no dejan de ser pro
blemáticas. Y sin duda deberían ser objeto, a su vez, de una refle
xión crítica— reflexión que, por sí sola, exigiría un libro nuevo.
ló
IN TR O D U C C IO N
N A C IM IE N T O D E L A M O D E R N ID A D
17
H IS T O R IA D E LA FILO S O F ÍA E N E L SIG LO XX
18
N A C I M I E N T O D E LA M O D E R N I D A D ■©
©
En el universo de los sonidos, sometidos a códigos menos rígi
dos que los dé las palabras, las experimentaciones abundan desde el ©
fin del siglo xix. Wagner, Moussorgski, Mahler y Debussy consi
guen sacudir el yugo de la armonía que, desde Bach, gobierna la O
música occidental. Arnold Schonberg termina por hacerla explo ©
tar. Su Pierrot lunaire (1912), primera obra rigurosamente atonal, „©
conistituye el punto de partida de toda la música llamada serial o
dodecafónica.
Pero es sobre todo el lenguaje pictórico el que se ve subvenido
por los cambios más espectaculares. Estos tienen como causa in
mediata la expansión de la fotografía. ¿Para qué, en efecto, limitar ©
se a la reproducción de las apariencias, ahora que esta tarea puede
ser llevada a cabo por medios puramente mecánicos? Conscientes ©
del hecho de que un tal «progreso» les plantea el desafío de forjar
se una nueva legitimidad, los pintores deciden entonces buscar en O
ellos mismos las leyes que en adelante regirán su trabajo, eñ lugar
• de dejárselas dictar al ojo. f)
Verdadera aventura filosófica, la historia de la pintura moderna
comienza, por una parte, con la triple reacción de Cézanne, Van
Gogh y Gauguín contra el realismo óptico predicado por los im
presionistas y, de otra parte, con el movimiento simbolista. Los O
primeros abren la vía a una reconstrucción mental de lo real que ()
sistematizarán fauvistas (1905) y cubistas (1908). En cuanto a los ©
adeptos del simbolismo, apelando a Moreau, a Redon o a Klimt, i
deciden dar la espalda al mmido sensible para fijarse como objeti D
vo la representación de su propio universo mental, atravesado por -©
inquietudes religiosas. De esta ruptura espiritualista surge, bajo la
O
influencia de Kandinsky y de Kupka, muy pronto seguidos por
Malevitch y Mondrian, la pintura llamada abstracta o no figurativa
'(■-'■i
(1910).
Pero todavía queda por dar un paso más. Si el Cuadrado negro
sobre fondo blanco (19 15 ) de Malevitch es, en sus propios términos,
una pintura «no objetiva», no por ello deja de poseer valor repre
sentativo. Simplemente, en lugar de remitirse a un objeto visible, 'o
se refiere a un absoluto espiritual. Tres años más tarde, el Cuadra ,/ 0
do blanco sobre fondo blanco (1918) marca el resultado de esta travesía ■t)
iniciática. Atendiendo a su fin supremo, la pintura cree encontrar
su fin. Malevitch deja sus pinceles.
1,-3
El hecho de que los vuelva a tomar, algunos años más tarde.
19
H IST O R IA D E LA FILO SO FÍA E N EL SIGLO XX
I V'í-
J
sino >
[Dns|á®qÍon^:d!^Í5)dpÍ%ias'3c:&^ ^
análisis^d e ^ -S
Las matemáticas son las primeras en ser alcanzadas por ese pro
i ©- ceso de-refímdi^ión. Este se inició en los años 1870, cuando Dede-
kind yxCantoTf entie otros, constatando que carecen de rigor sus
conceptos de base— los de la aritmética, en particular— , empren
dieron una audaz reflexión sobre su propio lenguaje— reflexión vin-
^ i ^ d a a un desarroilo-^in precedentes de la lógica, que p o r^ntonr,
ces tiende a convertirse en la ciencia más «fimdamental» de todas.
el concepto de
«quantum» de acción. La antigua hipótesis de la esí ;a atómi-
ca de la materia se ve definitivamente confirmada.(Emstei formu-
la la teoría de la relatividad (1905). Puesto que rompe en pedazos
la idea— heredada de Newton— de un espacio y de un tiempo ab
solutos, esta teoría se muestra revolucionaria también para la re
presentación científica del mundo, como puede serlo la invención
concomitante de la abstracción para la representación pictórica de
éste. '
Resultado de las investigaciones sobre la estructura del átomo,
la mecánica «cuántica» conoció, en los años siguientes, un rápido
desarrollo- En su interpretación dominante, defendida por Bohr
y fortalecida por las relaciones de incertidumbre de Heisenberg
(1927), conducirá al_cucstianamiento del detcrminismo clásico—
cuesrionamiento a su vez contestado por Einstein, Schrodinger y
de Broglie, cuyas objeciones permanecen todavía hoy en el cora
zón de un debate crucial para el fuUiro de la física.
zo
N A C IM IEN T O D E LA M O D ERN ID A D
. Poríjo^giai^p^^iitet lí^^a^^isputa g
rf.fiiJli^®!#s0»^a?¿apTO3M Fisiología y
neurología hacen importantes progresos, en favor dcLqmibio de
perspectiva, en la medida en que l^s-^rabajos de E^steur:^bren la
vía a la medicina moderna y los d^M enti^ a la genética o teoría de
la herencia.
Mq^staSi cplpmalgsjíe^inDri
En tanto que descubre las riquezas
de las costumbres y de las representaciones «prelógicas» (Lévy-
Bruhl), la etnología no puede más que criticar la pretendida «su
perioridad» de la civilización europea y reconocer, detrás de la
«diversidad» de las sociedades sin escritura, la unidad profunda del
hecho simbólico. Dicho de otro modo, del género humano.
Por lo que respecta al psicoanáh^i^T^término acuñado en 1 896
por el médico vienés Sigm u n í F re u ^ (i8 5 6 -I9 3 9 )— , si bien no
constituye una ciencia en el senodolisual del término, como subra
yará muy pronto Karl Popper, tampoco se reduce a una nueva me
tafísica ni a una rama de la psicología o de la psiquiatría. Lejos de
ser ima noción romántica o una categoría nosográfica, el incons
ciente freudiano es el nombre de una «instancia» universal cuya
aparición parece concomitante a la del lenguaje, de lo simbólico en
general. Su exploración revela una práctica de desciframiento, ya
sea a través del síntoma neurótico cola
boración conjosef Breuer, 1895), ^ s u j e t o «normal»— a tra
vés del triple canal del sueño, del acto falhdo y del chiste {}Vitz). En
todo caso es lo que Freud— quien no parece haber tenido conoci
miento de las investigaciones de su casi contemporáneo Saussure—
21
H IS T O R IA D E LA F IL O S O F ÍA E N E L SIG L O X X
ilMiiiffiMEaaflaiMia ^Sinigroba^aQiéskéstasis<¡m.menoSi;esBeetacuT
S
? ^ i l Í ^ * f f l ® á ® l á § i i § B a ^ 5á Í ® ^ ......
1^ Defendida, entre
otros, por la escueia de Marburgo, cuyo cabeza de fila es el filóso
fo neokanriano Hermann Cohén (18 4 2 -19 18 ),
Vr:cntí:CiGniQ‘‘:»^^MSMÉÉjSi^
—discutibles—-ded^^"¿¿fe
. Ejem
plo: «Todos ios cuerpos son extensos». Constituyendo la extensión
la esencia del cuerpo, un juicio semejante permite dilucidar el co
nocimiento, pero no acrecentarlo.
22
N A C IM IEN T O D E LA M O D ERN ID A D
©
o bien: «La lí O
nea recta es el camino más corto de un ptmto a otro». o
'©
geometría, la intuición pura es de orden espacial:
ini mente aprehende la existencia de correspondencias entre pun
.©
tos, líneas y superficies situados en ün espacio mental. En aritmé
tica, es de orden temporal: mi mente asimila una adición cualquiera
a tma sucesión de números que se desarrolla, como el pensamien
to, en el tiempo. ©
Todas las proposiciones de la física, en cambio, así como las de ©
las ciencias de la naturaleza en general, constituyen juicios sintéti
cos a po^e7'iori. Rn calidad de tales, resultan indefinidamente re\d-
sables.
Sin © !
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(tOT^doií—precisa Kant— isWrí^i\^:cÍGs;SlásTn^^
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d e ik ^ ^ & nám áuDS^ ■:©
=q ue^eii @
M ^ paiiiSiSpn ^iejfó^pu ^dM^bér^táfasd^^ri tesis dc: Kant.
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I. K a n t, Crítica de la razón piira^ trad. fr., P arís, P U F , 19 6 8 , « In tro d u c c ió n a ia O
ló gica trascen d en tal», p. 7 7 . [T ra d . cast. de P e d ro R ib as; Crítica de la razón pura,
M a d rid , A lfa g u a ra , 19 7 8 .] ;■©
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23
H IS T O R IA D E LA FILO SO FÍA EN EL SIG LO X X
& que5sM&sqndi.GtoM4ÍespO:stb:ffidádífí©s?óftíi^^^^^
esp,ítte^tiiMpO-^;gae^SBíeHg!EGi^
ccaSifnsiíjjM^^ todos nuestros conceptos derivan de
(?)
una docena de c<categQrías:’5-generales, que pertenecen a la de
nuestro entendimientc^^n suin^^¡^¡|liilÉ!^$agailW ÍgM fflaa^^
suteaastTasfgruiigatgjí^anieffg g ^
te a u iíl» 0 ;biBHmdadi:t e b % íé a p Plg§tflta-nadei3^aiiiéntedi^
Hi-) djeiOHgSj^gndaSjaiag:^ tateggslMSpmd»esissdekiKant
Eíítt§j,^q§'^§|;^^j¿a^,gpmpJBn3;ea6arias-?ls*f?iÍBaf^^^^
dogm¡atismOijen:á|^;gU;aj[j®©.;ppdtáTO
MÍStnaít(Leibniz). fe^segunda^ deteessep»éis«o^e»®l;p:e^^^
pi^Gipi:!a^amaijeM 3ÍjMsimfe i^iilairti^adffl,>fe
impfplatz) sdftaajiÉedat
flda ^ ñfiilíilj^lSgiaigiiMBffiiigíríasBeápgeaMraStt^á^
.está~(licigidof;nienc.yct¿biíttá'és=tásV¿ta^^
M
N A C IM IEN T O D E LA M O D ERN ID A D
llama Bern-
h a rd ^ ^ z ^ & iy S i-iS Nacido en Praga, Bolzano es im sacer
dote c^míéo que enseña la «ciencia de la religión» en la univer
sidad Carlos.
leibniziañ^i^En primer lugar porque, excelente matemático, es au
tor de teoremas fundamentales para el análisis, esa rama de las ma
temáticas que se desarrolló a partir de la invención del cálculo
infinitesimal por parte de Leibniz. En segundo lugar, porque
se interesa por la lógica, disciplina que emerge en la Antigüedad
gracias a Aristóteles y la escuela estoica, pero a la cual Ramón Llull
y después Leibniz han abierto nuevas perspectivas, poco compren
didas en su época.
Deseoso de convertir a los judíos y musulmanes a la «verdade-
ts
H I S T O R I A r>E L A F I L O S O F Í A E N E L S I G L O X X
TaiexdusiivámenteJágm ^ ^
Es, en suma, en el deseo de triunfar donde Kant— según él—
había fracasado, por lo que Bolzano rechaza la doctrina de la « E s
tética trascendental». A pesar de la situación marginal a la que le
condena esta decisión, prosigue no obstante sus trabajos y publi
ca bajQ una relativa indiferencia— una monumental Teoría de la
ciencia (1837), seguida de una obra póstuma, Paradlas sobre el infi
nito (18 5 1).
Esta última prefigura las investigaciones ukeriore^s del matemá
tico Richard Dedekind ( 1 8 3 1 - 1 9 1 6 ) sobre la naturaleza de los nú-
3. Ib id ., P r e fa c io de la se g u n d a ed ició n , p . 1 5 .
26
■fc)
ÍD
©
N A C IM IEN T O DE LA M O D ERN ID A D
®
meros irraeionales, así como la invención de la teoría de conjuntos a
(1872) por otro científico alemán— que se declarará, también, vi a
gorosamente flntikanüano— , Georg Cantor (18 4 5 -19 16 ).
a
Por lo que respecta a la Teorta de la ríencia, enlaza con la ambi-
©
.ción leibniziana de una mathesis universalis, dicKfTTTrDtiTiJiiQ^
con el proyecto de una unificación dy| saber.-pQr.-mediajde-re»Ias o
puramente lógicas. Introduce además una noción inédita, la de o
«representación erTsí», a fin de subrayar la necesidad de una dis ©
tinción entre, por una parte, el contenido conceptual de una re ©
presentación y, por otra parte, las imágenes mentales capaces de
expresarlo. Más en general, desarrolla la tesis— de inspiración pla
tónica— según la cual las leyes lógicas, dotadas de una «verdad en
©
sí» independiente de nuestra subjetividad, no podrían reducirse a
©
los procesos que acompañan su formulación en nuestra mente.
G
(?)
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..-~ ___________ _______ :----------------------- ©
Ila K » iH a e m te £ K tíía § ta ifn iu d b j& ^ i^é ^j^rü O ñ c e s m
tfíliíéáS íálK ant,^
ñ iiM ii¿ íE ® 6S W jásásd§£n.9iÉ M áE"<^^ ^ m a n e ra —^Uiás: G
©
S ^ r e t ^ f r perceptible enTVustría y en Polonia, su influencia G
se manifiesta por ejemplo en el dominico Franz Bren taño (18 38 -
19 17), nacido en Alemania pero docente en Viena, o en Alexius O
von Meinong (1853-1920 ), quien, después de haber sido almufí^ O
a cabo lo esencial de su carrera en Graz.íj^^gm (;)
ta u m ^ M e in o n ^ ^ í,j
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U3K®feppj.Sj^@ ^il(íi.
M ienhas tanto, Jl^é^^ip^iigiamgptsijdisfaa^igi^iim^
^|jfe|dgmasi^g^¡dg§^ g g ^ fe^:eiibíáti£jjteicft^ftilnfe^asMOBiE
28
L A V IA S E G U R A D E L A C I E N C I A
I. PROGRESO D E L A LÓ GICA
sibibdaé^ei^pliGardpsiím
d^fflffiSÍ®jdiJ^;Uniyersp^^ por utilizar los términos
de su compatriota Augustus De Morgan (180 6 -18 71). Y para poner
esta hipótesis a prueba intenta revitalizar la teoría aristotélica del si
logismo traduciéndola al lenguaje del álgebra.
Supongamos que las variables x e y representan clases de obje
tos cualesquiera. La aportación específica de Boole consiste en no
tar mediante i la clase entera (el universo del discurso), por o la
clase vacía y por el símbolo z;— que no es todavía un cuantificador
en el sentido preciso del término—-la palabra «algunos». Gracias a
esta notación un juicio de la forma «Todos los hombres son mor
tales», se convierte en «Todos los^^ son algunos x», dicho de otro
modo:;y = vx. De la ecuación correspondiente,^'-!;^’ = o, es fácil ob
tener, por una serie de operaciones algebraicas elementales, otras
fórmulas, como por ejemplo:3^ ( i- x ) = o («los hombres no morta
les no existen»).
El uso sistemático de tal simbolismo permite eliminar las ambi-
29
H IS T O R IA D E LA F ILO SO F ÍA E N EL SIGLO X X
s!^^„^s.fe0rzaVén fo r ^ geriera-
Jesíádelpensam;iento;:dichó de ota^Q modo, env<e^^
gteba1 %éf#á^Ónáiníae^^^ Puesta en marcha en la primea
ra parte de su trabajo de 18 54 , tal perspectiva tropieza con dificul
tades explicables, en buena medida, por las imperfecciones de la
notación utilizada. Por otro lado, la segunda parte de la obra, que
proceso las reglas de la indu^ión
d ^ calculo d^ prqS^ilidades^:—,
._§.^,.9tascaL-eUvfoirnidabl eS43ro hIiemas_ij;ÍE¿fi^^p]uí^tG^^^
í^ ¿ á M í!E g lg § ^ ®£ 9M§’í®:¿QPSéfer;$us^^
de la- introspección psicológica-.
.^ ® § ^ É E ^ S ? Í i S s S Í S S Í S Í § S ^ U Í 2 B S E l Í g y •su"^
vás^®>^ro^^O^,^l; .^geb]^^d^ B
dp-
K^bÉéliá^í
®^®ÍEsdfín:sdg¡¿já^^o^ 4eníev;d^.;;pepjs^inienío
_S3®^ltí®^y?^í^p?í^gm^íDsnió?áí^ céP-ferbfa^pféféííd
iipda^ÓGtóma para des
vincularse del sentido dado a este término por su discípulo William
James (18 4 2 -19 10 ).
30
L A V ÍA SEG U R A D E LA C IE N C IA •©
G)
De hecho, más que im sistema filosófico en sentido clásico,
o
o
o
V j
■ xma
n ^ a^!pi#aíña$iidóssaleia:da:g;(jeh^
®StaÍKf?ftRÍfíÍgí;ÍS^?P:roigjt||||M r)
to n i^ hacerlo suyo, el ad i' y\
jetivo «pragmático»— ,^peEQji:e^Mgdeiiéamri§m0--^a]!gqugi;^epro^
cha‘>ce»»gsi#ijM'PteM 3tgtaptóBggfeTOgaítghdffr^^ D
tfeada;.inWÍ.ciQBg-^. í^i^ingifeitespsj,iiwestig;agffines;té^ó^ ©
~tohasRidehálgebra?.bQoleanaSe esfuerza en perfeccionar la nota ■©
ción simplificándola, por una parte, y, por otra, introduciéndole— Ó
a partir de una sugerencia de uno de sus aliunnos (1883)— los cuan- (■■ )
tificadores: cuantificador universal («todos los...») y existencial "o
(«algunos...»). # g i ^ 0á sSq \i^ ;p Ó lteiW i^ tó ijte É 6Mte';ÉÍ4í S § ^ ()
;inteFesa.poiy.a;fílesofía^de>laJógáGai^gPttiaRlá^a#plitdag{^gWÍgc i j ^
dg^ilw<;?;pFm(3Í;palgg;€ipófPdév^gh:ós^at^^
©
síjfntelbs {tokens). hldiées <ffl(/irer) «eáeaffiBS </rowr). Sussabundantes^
t t iÍ^ S Í ÍÍE S S te .'dQmmóíShácéFídS'télSér^^ ©
Hftmpo .no^reeonoGido. de una^idiseiplina'müeva, ládpgTO (\)
ci'encia;idedóS?.si^ós^^FCQn^-Eérdin'awd‘dé^5 álFs^i33»év'*uhbi,déd0'feráh- C;)
tecéSbré^dlSlWmg^^
Ü
(i89o)=íise_:
\:.,y
rfefíeEe^sencíaltiisntéi-‘ádáRan^st3|iaCíóñes^de-j;Bóole-y-de^-EGirce,
©
en cuya dependencia se inscribieron también lós trabajos de l ^ l ó -
©
gicoS Giuseppe Peano (18 5 8 -19 32) y Ernst Zermelo (18 7 1-19 5 3 ).
8in-?emhár^óv’'esimá"Qbrá"dednspiraeiértiiwmy^difeEente, dájideiiú^ ■©
rn^emát^oaisladQ;^^egejia quevya;aiPEevocar ehgramcamhi
:-;0
dl'Me!iMBi^|fis|óíieam parte dG la filosofía del siglo:~
) XX.
'-O
y
4. « C ó m o h acer claras nuestras id e as», texto re co g id o en C h a rle s S. P eírce, A ■©
la recberche d'ime méthode, P e rp iñ á n , P re sse s U n iv e r sita ir e s de P e r p ig n a n , i 9 9 3 »
pp. 1 5 5 - 1 7 5 -
31
H IST O R IA D E LA F IL O S O F ÍA EN E L SIGLO XX
quej — i
I.q;^r^]^ráBgglg|arijffieti^
m rglgs]jre{g]^^i^^¿j^^^
tema cj^r^i^o^
Un primer esbozo de semejánte sEtema le es ofrecido por Boole.
Sin embargo, si bien este último ha construido un calculus ratioci-
32
LA V ÍA SEG URA D E LA C IEN C IA
33
H IST O R IA D E LA FILO SO FÍA E N EL SIG LO XX
Y5 £dad:»^eg;yaJ£í:egei
Ja
34
LA VÍA SEGURA D E LA C IE N C IA
o
la $ a ^ e d 3 ¡É d e ;^ a ja ^ ^
*&pp^!?fiSjunftJGlase:^.jjs&ráYQmQKésiacmkmbíEO^ Si así es,
deberá poseer la propiedad determinante de esta clase, que es no ser
miembro de ella misma. Si no es así, no deberá poseer la propiedad
en cuestión: entonces deberá ser miembro de sí misma. Cadásama í
dejajakpiJJarip ipiplicaj^pues,^ contraria.
EÍ i6 de junio de 1902, Russelí escribe a Frege para comunicar
le este descubrimiento que pone en tela de juicio toda la construc
ción elaborada por este último. En su respuesta, datada el 22 de ju
nio, Frege confiesa que la carta «me ha sorprendido más allá de lo
que pueden expresar las palabras y, me siento tentado de decir, me
ha dejado consternado». Con tal cuéstionanuento, añade, «no sola-
niente=e.s;G l fu n d a ir ie n t o d e n i t a r itin é tÍc .á ,;s in o :(fir é c r :!in e n le el ú iii Q
co ■ fundaiñentó; posible,de la aritmética, lo que jiarece disiparse».'
0
5. G o lt lo b F r e g e , carta a B ertran d R ussell del 22 de ju n io de erad. ir. en
Lo^íjiíc etfondemeiitsdesTjiíJthéTfUiüques (18^0-1^1^), antología preparada p o rb ra n ^ o ís
R iv e n c y P h ilip p e de R ouilh an, París, P ayo t, 1 9 9 2 , p. 2 4 2 .
35
I /■■"'V
iI
If ¿No.
^ Josgi^e5gS:;i^a,tóQnal.é^^^^^^ de la
i Í'i-- posihilj^ad;!^^^
b
Algunas semanas más tarde, en im apéndice añadido in extremis
a las pruebas de imprenta del segundo tomo de Las leyesfundamenta
les (1903), :®fflgg|pjt-0pone;rpara^^upérar^^ téc-
rútaiñeñté poáíÉ^vsádsfáétCítiáv qué se^e^^ mejorar
cndos años^^s^^ Morirá sin haber podido consolidar la obra
de su vida.
io^,:|u^^ las-
i ^ .¿^Jg,^niári^S:í^;l^a^cTÍsis, de Ja que
^|b|jos;^:de^^rejg%tengan
lYlíLgS}£í®Íilj¿ÉEíl^£tc@SB?i 5
roñ¿M g,conversign|en^
Y, aÍgjmQg^^jñ9§:;mJ§¿|g|;d^(x,9^^
invigsjñgáí^^
Hasta el punto de que los numerosos herederos de esos dos fi
lósofos, partidarios de la fenomenología y adeptos al empirismo ló
gico, podrían con pleno derecho reivindicar, en la persona de Fre-
ge, un ancestro común. Un ancestro por cuya mediación unos y
otros se enlazan-—a la vez que algunas veces se contraponen— con
una misma línea: la de los kantianos críticos de Kant.
2. D E L A LÓ G IC A A L A FEN O M EN O L O G ÍA
36
LA V ÍA SEGURA D E L A C IEN C IA
37
H IS T O R IA D E LA F IL O S O F ÍA E N E L SIGLO X X
38
I
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LA V ÍA SEGURA D E LA C IE N C IA
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1
(cogitatio7ies)\ d i¿ ¿ d é >
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lM\ 1 SSM B Q ^ P - ^!®á^feséSB®M 5^ 4ilHii¿SEM§£?ifc¿SS
^ fítí
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(■y
0,¡jsaiTgJ:la|4as|^^^ en lo
sucesivo, éiÍÍ^ÍiaiSi®¿a^^^
z^feésíSílcial^^ un principio, es
evidente que ésta no tiene demasiado que ver con la empresa inicia
da por Hegel en su Fenomenología del espíritu (1807). Por contra, se
acerca más a la «faneroscopia»— o «descripción de la estructura de
las apariencias»— imaginada por Peirce, que por entonces Husserl
no conocía, como no conocía a Bergson. Pero no resultará menos
difícil reducüla al estado de esquema general, en la medida en que
PAtecjsxd^pendiéntesde4 ojquei.íáfíisserpMama;.Ja5.^
dutabilidad^^^^d Digamos, para simplificar, que e§>^o-.,
siblg:;4 ig jÍn ^ j^ j^ jg fía^p^5y^Epgme^
©, g;l:)LgpEW;SÍ<?^
®.-
& I I . « M o n ch e m in de p en sée e t la p h é n o m é n o lo g ie » , texto re c o g id o en M a r d n
H e id e g g e r , Questions III et IV, trad. fr., París, G ^ ÍJim ard , co l. T e l , 19 9 0 , p. 3 2 9 .
40
LA VÍA SEG U RA DE LA G IE N C IA
]áMe^|gÍlMi^ttfeiagPá^gfeE^Etsiflna*áaáMa^
.iBs.e.>.el;eQ]aQcimie
Í ^ ^ ^ Í ^ ^ Í @ S l i S ^ S S ® l E i £ . 4 S ii!s¿j^ S É ÍS á ía $B £ 35a S £ E Í^ '
' ' ^ M i ^ ^ ^ ^ ' 3S S 5J0 É & W - m a r ¿ i a W B s 6 B 5 $í$gÍS&te.^fí?.
C..fnQQÍnaJD5;^fenQTTieTTns>>.cy>nstitaiti^v^aa.TñnGÍen
rojo») y a 4 p..,i?Jln«^ (<<ei rojo») íg u © ^
c^ SM jía k sd ÍB á B m ss.jiia ^ sg g j^ ^
t^ g á sa »
fíf^ncréta descripeiQn.de las,estructur^^
cripcioh que se considera mas Fundamental que la ofrecida por las
ciencias de la naturaleza), ^¡^áswallpfeaauOjgba^^
j e n ra W . jufi.:nQs. e r ^ e g a la s ^ O ^ U á # d g S^i!Íjg|<^Bíli^S!li^S$a^'
q;üSv:í2d:;Por%áeíiniás,,^^¿gt{^|g)¿®^^
$aSjmism.%s>i (zM Sachen sclbst)—-dicho de otrQjrngdoy^ijo!§^ n á g i ^
nos— que en .vm ,p.ri|ngr^mgm^t^r;gr;qspjg:^^^<iÉátaddsliaaétÉ^
lenomenólogico, entre .filósofos (Heidegger. Sartre) fatigados de
las abstracciones vehiculadas por los neglantísmQj^le^
fraticás. (Lion .BninsGbjdcg) -
^ '* ^Seg^tb^g H T o n í e n t o f l l ^ ^ ^ —es decár.-ie)iiBBift^fflefóielrfluc •
efectQves.cQpsden(^ía^^^^
j ^ ^ ^ ^ ^ p Í 5^ 5 ^ g ^ p ^ i Í 9 )EyiE|paidiAtoWt®i>RQin6$íp3$ar¡iK31ilt,
Ggy[^QÚa:.§is.ndq.,jjina;.cie.n.d5L4ianMalrJ$úen43:aSvq)^^
. p a rte ,„d t^ Ja .m ^ ^
dependiente de,, y anterior a ,jo d % Jjs iu ,...^
la explican pórnienorizadamente las Ideas directrices..., d0ffldfi.seán=‘
trnrliirp el concento de «noema». mediador indisnensabie.^enttc, ej.
i ;
¿G ontiere^íy^w detó
42
LA V ÍA SEG U RA DE LA C IE N C IA :«> I
:^tini6ta pay¡^!d,§¿siurqanifie^osgstá~desjdnadatairéfutai¿ebriat^^
jn o ¿ ^ ja jg g ffl4a . ySi^ StOid^ r engamhasiSg¿j&Jgiaa^^
'rTar;jqpe^^ksjposkiPneS;def;adyersario.íues^
g9^ t s 5sa©áógiTO,asssB>¿!sarim .m ;ÍP^ • '■ (J
Q
1 2 . E d m u n d H u sse rl, La Philosophie comme Science rigoureuse, trad. fir., P arís,
La filosofía como ciencia estric
P U F , 1 9 8 9 , p. I I . [T ra d . cast. de J , R ovira A rm e n g o J:
ta^ B u en o s A ires, In sd tu to de F ilo so E a , 1 9 5 1-]
43
IS !
yI ]!'
;M
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA EN EL-^SlG L ^ vX
Simbolizado por el biólogo, alemán
defensor de xm materialismo radical, la príhiera^efctrina intenta
i I! «naturalizar» ideas y hechos de conciencia, dicho de otro modo, tra
i i|
I i;l
tarlos como cosas— lo cual es contrario a lo que Husserl considera
í? íil ba su esencia. Reduciendo las leyes lógicas a simples regularidades
psicológicas, y éstas a su vez a procesos físico-químicos, destruye sin
darse cuenta la base misma del saber científico, del cual pretende ha
cer su valor supremo. llÍÍIM¡tóistóOm©i:esápiis.&efc4i§G^^^
qteaS®!&,ssfiíi'E8j§Ól®íiM.a<3fil0.s.Q£ía. Tí%.es.j!.p0jCii^a,^djj^ filosofía
incojpsistiente.
Por lo que reépe£t^^lMSEQr.Í6^^^^ representado aquí por la
obra de WilhehTrS^ ^ e v iÍL ^ X T i(^ .i 4 .mo!fetawd& tas:^>^^^ <
^^M^^^ÁGeisteswnicnsihaften) 0>4giií^i^s.GÍeneias«,so,cw^^^^
la diin,elisión Itistóricacs Gentral,.reposa tanibién soloreun postula-
í|Pí®RÍÍ9Ítpí?íaíafirniaeión según la Guai ño h a b r í a : e n . s í , iii-
dependiente xlei Ja íevolución,, sino tan sólo jdeas spciahnente reco-
h09Ídas:iGomo¿y^idas, en La-
conu adicci ónies; fíagranCe; si no, hay verdad,ensí,,m^^^ dcr
9ypJudónjJa,.d.e:hhistorÍGÍsmo:noies;en!absolut©imás^,,.G^^ que la
deflai-doctrina^^p^^^ Más.!en,general,,sLtQí^^^^^^
9099 Ja ;P.Qsibili4 ad.rmsma^ d Motemos al respec«-
tQ: fiue;.9 S.t^;mismOf,argumento ser.4 ,frecuentementeiUtilizado, des
pués, . d e , , J H n s s e r . l , , p q t l o s ^ — como, por
e p m p 't S i l K b lj e r m a s y .P u t n a m e n s u ,p o lé n Ú G a ,;C o n
( f e s m ^ i § ( h a i 0 :9 a d a ^ u n a :d e .s u s jd o s fo ^ m a s ..e l,« p o s iti^ es
que, así
mismo, hará fortuna, pero esta vez del lado heideggeriano— ,
lJusserlirü.9Í4 4 aJaataUa,rea^firmandoj 3Íen altn.la_.snh&^ de...|a fllo--
y lúre. Patajalyar.el_saber,,p.ara permi,tir.a.laAraz.ón
^^SS^P'i^hi,afi,tQj4 Í.99Cptl0 í^ni49ilh?j,.hay;.q
5Set.fcrmto,ri^^ ptiede spr
o & á d 9 iBa 5 Ía^i,j^sgfíat£eJQ.0 Bae.n9 lógicaxn;t.en(h4 a,^qm^^
4 fe.,Í3S^í^enGÍas,»»,,ellajpisrnarancla4 aírexiyUiL,^yjg|g,s^.a^^
Cuand^,49auo9jiya,inipoteneia.,jde,susant!^^ in
cluido—p3ra.jen.Gartjlarjg.dplQs.QXía-,j|pTtií:j^^^^
.MljggMl^gaigíaM:aBlaáSM¿DiTiKeatQv considerándose e l
1 3 . Ib id ., p. 80.
44
LA VÍA SEGURA D E LA C IE N C IA
c o n d u c ir lo a SU té r m iu Q . C o n é l. v s o la m e n t e .c Q n é L l a f i lo s o fía se >
G o n y é r r ii^ ^ x r ^ ^ ^ N o im a x c n ^ ptra^^ l^..:Bj3~
^^a^ujjr^^igurosa^d e^^
~^i;^ÍIH Taz 5 í i 3 ^ ^ El texto de 1 9 1 1 , en svima, anuncia un
nuevo inicio. Para la filosofía, evidentemente, pero también para la
cultura entera, de la cual la filosofía no es más que la expresión es
piritual más elevada.
Sin duda H cuando así profetiza el (re)nacimiento de la
filosofía desde.sus escombros, no hace más que imitar el gesto retó
rico de Descartes y de Kant, por el cual se instaura todo pensá-
miento fundador. Sin duda.esta iiiutación, perrnitiendo a la fenó-
menplogía, mscribirse a, su vez en la gran tradición de la metafísica
clásica, contribuye a encerrarla en el modelo que querría superar.
Pero el arcaísmo al cual, de golpe, éste se condena no se les mues
tra inmediatamente ni a Husserl ni a sus primeros discípulos. Tam
bién muchos de los que, a partir de la primera década, ridiculizan la
fenomenología lo harán— con la notable excepción de Heidegger—
con la convicción de obrar en beneficio del progreso de la razón,
por tanto del progreso sin más. Desde entonces, confortado por su
apoyo, Husserl no cesará de avanzar en la vía que se había trazado
para sí mismo, persuadido de que el futuro, si no presente, tennina-
rá por darle la razón.
De esa perseverancia es testimonio, como un eco del texto de
1 9 1 1 , la conferencia que dio venticuatro años más tarde, el 7 de
mayo de 19 35, en el Kulturbund de Viena. T\x^^\2iá^La^iC^hk de ja
conferencia partede la ideTae
queT^ímmSínd^ád europealb una «familia>> de naciones uni
das erttre sí por un lazo «fraterno»,*^ en pocas palabrias, una espe
cie de «patria» espiritual que poseería, según Husserl, una eviden
te superioridad sobre todas las otras culturas^ ya se trate de la India,
de China o, para reconsiderar su ejemplo, de los «papúes»— a los
que poca cosa, cree, les separa de la animalidad.
^^obre quíé de J&irppa? Sofírg la, tti^
pie inyenciQrtde d ^ jljyp so fí
esta fprmid^^^^^^^ está en la actuaUda.d en..peligrpi, .^ o r
1 4 . Ibid ., p. 5 9 .
1 5 . E d m u n d H u sse rl, Ln crise de Vhumanité européenne et la philosophie, trad. fr.,
P a rís, H a d e r , 1 9 9 2 , p- 5 5 .
45
H IST O R IA D E LA F ILO SO FÍA EN EL SIGLO XX
.SͧAtt£.i^^^^.cgj^jmda,poEíeL£ánc^^positj^sta>>-^ÉsterdesiaTT--
jüASl 9.£6 cÍ9Jlism.Q.inteLeetyaLy‘
JSfii»!- € g |]^ S lg g 4 o^a ! l . '^ g a c ió n ,¿ ^ a ¿¡Q S Q Ía ^ b m Ia-Dueita-a.
todos loS'gxcesos denrraQQnaUsm^^
déla épQca/ ^ ^ lo que
no ha variado después de 1 9 1 1 .
Permitir al filósofo
convertirse en el «arconte»^^ de la humanidad. l^^nHuitániea
^ ^ ^ l l ^ M i ^ ^ f í ^ M ^ n M i a ^ r t e d e d a í G Í e n c á a ^ m i r D 5;^.^.vd
# l^ A ^ # ^ c :t^ a á te la 5d ^^Íaíe r ^ ^
Puede parecer sorprend en teque^^
después de la llegada de Hitler al poder— en que fue pronunciada
dicha conferencia, Husserl no se haya mostrado más crítico con
su propio etnocentrismo, ni con respecto al término «arconte»— a
menos que haya buscado deliberadamente oponer un buen «ar-
conte» a un mal Fiihrer (son dos palabras prácticamente sinóni
mas). ^^dgtdaJrnjsnMéjisó^pr^^ g ^pésafeídeSlasg^aMedac^^
ldiM^ÉSyft^c^agigjj4dj^;dar]ig;^a
eansánjcente^.
> ^ Í® m ^ n o c ió n como mínimo
^lM €S¿!Eesta^ilé^^.gngus 4 e:^chQya:-^^^ Un
intelectualismo semejante tiene algo de desconcertante.
^patpral^a^idjeLpeligrq que^
lo contrario. En él, el dis
curso sobre la crisis de los valores europeos— ilustrado, desde 19 18 ,
por Valéry, Rosenzweig, Heidegger y tantos otros— no es un ejer
cicio de estilo. Para asegurarse de ello, es suficiente recordar que
perdió un hijo en los combates de la Primera Guerra mundial. Y
que los nazis le apartaron en 19 33 de toda actividad pública en A le
mania por causa de sus orígenes judíos, a pesar de que se había con
vertido libremente al protestantismo en i88ó. Aunque sólo sea por
estas dos razones, Husserl es un hombre profundamente infeliz.
3terOi^iggl:¿^Í5dd3^vescá^JieridQ¿ef^ 9 ^
de íghumamd^ elevarse par
. de SH ^ y de las contingencias de la historia.
16. Ib id ., p. 7 2 . 1 7 . Ibid-, p . 6 5 .
46
■ ;© !
LA VÍA SEGURA D E LA C IE N C IA ■© I
47
H IST O R IA D E LA FILO SO F ÍA E N EL SIGLO XX
48
LA V ÍA SEG U R A D E LA CIEN C IA
D E LA LÓ GICA A LA P O L ÍT IC A
3-
1 9 , B ertran d R u ssell, HiUoire de vt^s idees philosophiques, trad. fr., P a rís, G a lli-
m ard, col. T e l , 19 8 8 , p. 4 6 . [H a y trad. cast. de lasObras completas de B . R ussell en
M a d rid , A g u ila r, 19 7 3 O
49
H IS T O R IA D E LA F IL O S O F ÍA E N EL SIG LO X X
dizar en sus conocimientos sobre ese dominio, lleva a cabo una es
tancia en Berlín.
Esta le permite familiarizarse con la doctrina de los socialdemó-
cratas alemanes (Wilhelm Liebknecht, August Bebel). Derivada de
Marx, pero de un Marx liberado de todo dogmatismo y frecuente
mente releído a la luz de Kant, esta doctrina, que preconiza la jus
ticia social y la emancipación de la mujer, le impresiona favorable
mente. Además, los principales representantes del movimiento
neokantiano, cuya sede se sitúa en Marburgo, los filósofos Hermann
Cohén y Paul Natorp, no esconden su simpatía por los ideales so
cialistas. Debido a tales convergencias políticas, Russell recupera el
estudio de Kant, que, a su vez, le remite a las matemáticas.
feM3^g^®ritneiyí^;4ibFos,publicado5^Ti^velan, fiem anerasigni fi-
centros de interés; El primero, ha social-
democracia alemana (1896), surge de su experiencia berlinesa. El se
gundo, M^S^yo^^obre losfundamentós de la geometría {iSg']), desarrolla
los temas de su tesis de fin de carrera. El tercero. Una exposición crU
tica de la filosofía de Leibniz {igoo)— del cual se harán eco muy pron
to los trabajos de otro leibniziano, el lógico francés Louis Coutu-
rat (18 6 8 -19 14 )— , muestra el papel creciente que tiene en su
pensamiento Ja reflexión sobre la lógica. Esta capacidad para pasar
con soltura de un tema a otro permanecerá hasta el final como una
de las características más destacables de la actividad russelliana. Se
explica, no obstante, por la constancia de^^n-PMuefín nnmer(i de
$ lí' ,pí!gQg^gacio^es fundamentales, en primeraT^^a_delas^uaÍ^es figü^
ir ra n j £ v ^ ^ a d ^ J a l u ^ ^
I r Cuando vuelve de Berlín a Cambridge, Russell es eXt^áofellow
Trinity College. Es allí donde, en los años siguientes, se pro^
dueirá contra el idealismo.
camatadas^ el filósofo George Edward
50
i
I) ^
LA V ÍA SEGURA D E LA C IEN C IA
■ fe
■fe ,
Este Último, que se forma una concepción rigurosamente tinitaria
fe
del absoluto, afirma no creer en la existencia de las relaciones. En
fe
consecuencia, aimque se dice opuesto al empirismo, cae en el psico-
fe
logismo rechazando admitir que la significación de una idea pueda
poseer una realidad en sí independiente del sujeto que la piensa. fe
Contra tal doctrina, que desemboca en una concepción fusional y fe
mística del conocimiento, a,-imíf de ‘fe
ilóSjegnegptps.y de las TelaGi^ Considera los primeros como do ©
tados de una existencia propia, independiente de nuestra mente, y fe
las segundas como claramente distintas de los términos que relacio fe
nan. Aunque ingenuo en ciertos aspectos, EeSjÉ6%;realismo tiene dos
fe
y.irtifdes. Por una parte, contribuye a su manerí} a la liquidación del
■fe
ipsifioleigismo. Por la otra, permite óOn§)®mr/Una te^^ del
cpnMÍnWfintQ,íanalítica, pluralista y abierta a la idea de verificación. fe
Cuatro años más tarde (1903), Moore publica otro articulo, fe
«Una refutación del idealismo»— que trata severamente el solipsis- Q)
mo de B e r k é le y — , así como su primer gran libro, ethka. O
Ésteiilustra la*posibifidad de extender el realismo a,^ de los ■fe
covtceptos morales. En la base de este trabajo, que ejercerá una in fe
fluencia considerable en la filosofía angloameric3ní¡!,;Se encueno a
fe
la tesis según lá cual «Bien» (Good) no es un sustantivo, es decir el
()
nombre de una «cosa» particular, sino un predicado utilizado en
ciertos tipos decjuieios, ios juicios éticos. Por otra parte; tal predica-^ ■ fe
...-.'
un método—ría;atención a.las estructuras de la lengua— m mn una
filosefia— pluralisrno y realismo de los conceptos. jQ.enunciapdo a.
I Su,yeztelTísicologismQ> tanto el deBradleycom o el deM ill, Russelír
s.eparaj.a.p^mente la p Jógica autónoma, de la
la expresa mediante palabras.-Afirma por otra parte que,
i.
■'í lí siempre y cuando se evite mezclar estos dos niveles, el análisis lin-
lif gülstíS9.de una frase puede servir de hilo conductor al análisis
1 iií lógicOide la,,prQposÍGÍón CQrrespondiente. Sin ser un «maestro», la
1 r; gramática puede ser un «guía».
^ 1.
■ ?■ lingüísfico» («a linguistic turn», la firase
■ es de Richard Rorty) en e l pensamienm moderno, e.se mérprlr. se
convertirá, a lo largovde.los decenlos sijgViientes'y bnjtvflistintas. for-
uiaSj en referencia común para todos.los partidarios de la filosofía
pensamiento, que domina todavía hgy^l^
d°*^?'^ld7 !?J-a.ÍPúPXaciP-P.,princi^
i: ,tí::QíÍSÍElo;dp.sdeiieJ punto de vista de la técnica filosófica.
Su primera ,a.p_hcadón c:nlMMmc4m>Srd4Ja-fmtentdtiea^caiíáuc.e! a
i; . Russell a. g pejFar una (fis.dndón fundamental entre «significación»,y.
,.j 1. -ueja-egeSaSa^mEcodu^
5^
LA V ÍA SEG URA D E LA C IE N C IA
remite.
Por otra parte es Peano quien, en el momento de su encuentro
con Russell de julio de 1900, le habla por primera vez de los traba
jos de Frege. Russell los lee progresivamente durante los dos años
siguientes y descubre entonces, no sin sorpresa, la existencia de
múltiples puntos de convergencia entre Frege y él. Lfí§..dos„h,am-
bres^mj^rigiL,.e;aas„Qms.£Ssas,^mia,im
zauf,9.,4eljgi^ por su parte, xesums. en una .fórrpula
«jorpreprlentR: «Todo el naundo Salvo un f i l ó s ^
rencia e.ntce urLpflsteYjngi idea¿eÍPQS.tej.,l3ej~i;;.j9£Q^xenJa^feFen=
cia_entre el número 2 y núj^a^del númeiq^z.^itiTfijriÜjargOjJa^djs-
giLción.es. tan necesaria en im caso como en el otro En.ppcas
palabras, todo conocimiento debe ser recoaocim i^ to [...]. La,ant-
mética^debe ser descubierta de la núsma forma que Colón descu-
53
H IST O R IA D E LA FILO SO F ÍA E N EL SIGLO X X
54
■ ©
LA V ÍA SEGURA D E LA C IE N C IA
<<tíoo>> ló g ic o i n f e r i o r . E f e c m a m e n ^ ■©
■ la rnntradicciQflgg resid ,g..giya^p .aa£ÍÓ a^^g^t^^^^^ •a
bía, por ejemplo, de una clase que sena «miembro de si misma>>. ■a
M aue'la formación de tales exRresion £ § j^ .£ § P £ Q a a ta S J^ ^
o
L r la s reglas sintásBSas, desde el inicio mismo. Dicho de oua
:©
'0
cisterna de ■ '©
:. s f :^ ..a J E m g f i - k J S p i i 0 i 2 Ü j a £ a ^
■ a
^ ^ ^ ^ ^ T ^ ^ g 4 f c i l M m a jp £ 6 f lG u p A d jó iM if io M iñ a $ « k s - ^ ' .o
t r S Í S i a s empArgjm 4 ^SQíUg^dgJ^Q.t 6 W o
I en J ^ d o c g k a § J á . g á S 8 M ^ ^ 'o
■ F)
I ; S Í ^ l S ^ r E i r í r m m a ^ t o d a v í a algunos anos a Russell.
i ^ f S i g a r á , entretanto, a redimensionar la ontologia demasiado
o
I «permisiva» sobre la que reposaban los Principios.
17)
R En looí. ese iedim_ens¡Qnmiiem^
I d>f. h a
i noso problema de
id s ll» 3 de JVayeém '^— > R\??sdí.;íPH^-®.^. :a
I Í ^ Í ¿ f l £ S f f l d l S ¿ & . a 4m a . f e B i k Í á ^ a
la prom edad,,^tjdjdíSA^Q S9,)B2á9kaaffiLgíSlti.^$^^o^^^‘^"9
''o
i ¿ ie s ig n ¡.D a d a ío t^ .m i& m a .M a s u Q ^ á d 2 Js S R ^ (■ )
I ton¿svesolxeiS£*BSLla.m ngm iGC^^
" 'o
I " ^ in á ia e a d flL ^ is te n d a ^
± pn.de> ser verificada (o no)j ^ S ' ^ r o c e t o e n t ^ ^
& ^ ^ l^ R ^ .e n te m a n e ja ¿a .^ ^ e ^ ^ ^ "‘ o
^ OT3 I^es'e?onom íás^niolog}^s;JlO-OtpíMi^^---C^^^ 'í*
'- ’^ósmo defendido por Meinong, por F r e g ^ p ^ é D m ^ t e a p Q ^ '''a
ím ir w T f* S e n ;m :^ s lK r & ^ ^
n ^ o _^ S]SS'm n g ú a.Q b je£o ,^ a iu i^ -esta xu lo _ta d ^ ^ ^ ^ ^ ^
“(y
rente sentido— «el actu^lrex d e f e «la montana de o‘ ° •
'■ ';o
m E ^ ^ tíV n p o , s"e orienta hacia un constructivismo prudente.
'i.)
: de evitar la aparición de entidades problemaucas, toda rioc
compleja deberá ser re d e sc rita -^ re c o n st^ id a -a partir de no
ciones más simples, ellas mismas consideradas aceptab es. .. a
mente como los conceptos aritméticos lo son en xma presenta i
axiomática correcta. ■03
‘^ a
55
^ tí:'.
fX
H IST O R IA D E LA F ILO SO FÍA EN EL SIG LO X X
©-
Ginco años más tarde (1910 ), y , foito. de esa nueva fíloso% .
© L a o b r í j^ue^eb e
tanto^á^V^iteliead Gomo a Russell, no constituye solamente sü ma
yor contribuoónTlá'cuesuoñ^ fimdamento de las matemáticas.
Ei£B£g.^il,B¿.?Ah£gJ^-g¿aJa.Te:aj^ más completa del p rograma
Q - .
Isgifiisíai gSJÜ£astQ-.BfliLBotzaaQ.xer.ca de tln siglo antes, p f rn
Fr-gg§JíO:-B.udQ.;reaÜzar p-or sí mismo.
■ ¿
^^i§H-R§í;¿^0.dad.Tesid.eí.antg,to.d9j,j!ejjj^l.^eglj9.^
£Áie¿gX-64 iiAi..g.U£.¿e .liimta & traducir las fórmulas de la aritmética
i. y .i g f lg a i.m á e J a J á g is a J R u s s e n ^ J ^ t ^ _ ^ ^
jm ^ m e d io s q u e é s ta le s , OJfcece. ¥ « o s o l ^
.m SaE^:Jj¿ffi!K étí3,¥veljnáI^
ÍSt^ Ígd iyiL íí|X S.tled gino que estas ultimas son eUas mis-
lugs.regpnstpTudas.a vui pequeño.numero de nocione»; pri-
iB .Í t íX iji£ 8 n ^ ^ g o jy m Como se haTecaícado hlbTtual-
mente, ¡hay que esperar al segundo teorema del capítulo ciento
diez del segundo tomo de los Principia para que sea demostrada la
fórmula; « i + i = 2»!
1? solidez del edificio resulta garantizada ahora por la
exposición definitiva— ^bajo una forma~mucho más detallada que en
1903 de la, teoría de jipbs; En adelante, las contradicciones que
empañaban los trabajos de Cantor y Frege desaparecen realmente.
ít.'
(?::;}'■ ela horada ~
^en 1905 permite J'^cm^aMr la ontoíogía anár^ los Principios
(.';)
por unrHóminairsmQ^meto.d,Qfó
~d'é^Occam,. y a.gp.mp unxonstructivi.smn vigilante Dicho
brevemente, el formidable éxito de los P7'incipia— apoyado sobre ima
filosofía satisfactoria para el «sentido com ún»^se presenta a prime
ra vista como una fortaleza inexpugnable.
Ese monumento del pensamiento puro no carece sin embargo
'^udisuias. Comencemos por las dificultades técnicas, ligadas al ca-
t rácter por definición interminable de toda búsqueda del fundamen-
tt ?íinÍÍ'f>i3 So- Para asentar los de la aritmética, Russell y Whitehead tuvieron
€ it que recurrir a algunos postulados discutibles, entre los cuales al me-
(,. ! / nos uno— el de la existencia de un conjunto infinito-—parece impo
sible de justificar desde im estricto punto de vista lógico.
En segundo lugar, la obra permanece incompleta puesto que
ti'.. deja la geometría aparte. Existe en efecto ima incompatibilidad de
principio entre la naturaleza categórica de las leyes lógicas y el ca-
56
la v ía seg u r a d e la c ie n c ia
21. Bertrand R ussell, « R e c e n t w o rk on the p rin cip ies o f m a th e m a tic s», The In
ternational Monthly, L o n d re s, v o L I V , pp. 8 3 - 1 0 7 . T e x t o reim p reso c o n el título
«M ath e m a tics and m e tap h ysician s» en Mysticism and logic^ and other essays, L o n d r e s ,
L o n g m an sG re e n , 19 18 .
57
If¡
II h ist o r ia D E LA filo so fía EN EL SIG LO XX
c á lc ^ o l^ iW P « ^ a c c < ^ ¿ s Í e ^ ^ l a b o r a u ii:
calculo «tnvalente» donde, entre lo v e rd a d e r?flo “S ^ se intxo
verdadero, ni falso.; “
herente como la lógica bivalente, el cálculo así construido prueba
matemáticas
e fe c u ;¡;;r ¡n
S U a a íS fíJ^ U ^ ^ ^ desarrolla en los año¡ v d ¡ [ S : : 5 S a
" « íío « in tu ic io n is t^ ;:: d í d p ^ ^ n
fife o / o
^ p ^ ^ a a k w e s ^ 9 .d 9 . ? s m ^ o iu d
b k r t o su s ' d ^ S d í^ e s c u -
^^CialiagiktSi.sus ©.bjeciones llevan a ’^ s
g B g !L ¿ a ^ < M á g ^ « . p « . e h
' teoría de ínc ri-
£-^§iMQ„SS$ contrariamente a lo que se nretendí TmT p.’
iasnte^intáctíc^ En_definitiva. si se d L L
LA VIA SEG U R A D E LA C I E N C IA
plátonica, j £s ngcesyig
■Q í
:o
22. V é a se la carta, del 1 8 de enero de 1 9 1 4 , de Russell a L a d y O tto líu e M o r re ll,
citada en R a y M onlc, Berti'and Russell: The spirit of solitiide, 18^2-1^21 ^H u e v a Y o rk , "©
F r e e P re ss, 1 9 9 6 , p. 3 3 9 .
59 -
H I S T O R I A D E L A F I L O S O F Í A E N E L S I G L O XX L A V ÍA S E G U R A D E LA C I E N C I A
60 61
H I S T O R I A D E L A F I L O S O F Í A E N E L S I G L O XX L A V ÍA S E G U R A D E LA C I E N C I A
60 61
H ISTO R IA D E LA FILO SO FÍA EN EL SIG LO XX
62
(
’*;-5
■iS)
LA VÍA SEGURA D E LA C IE N C IA
de su tiempo.
En consecuencia, la radicalidad inicial de sus respectdvais trayecto
rias-llevadas por el viento de la historia después de la Primera Gue
rra mundial— se vio rápidamente cuestionada por sus propios disd-
pulos. Si a pesar de todo ciertos temas fenomenológicos han cruzado
ñ todo el siglo, se debe a que han sido «recuperados» y transformados
iyX por el pensamiento existenciaUsta (Heidegger, Sartre) y la filosofía
religiosa (Levinas). Por lo que respecta a la obra de Russell, si perma
nece como una referencia mayor para la filosofía angloamericana
contemporánea, gran número de sus facetas ha sido, incluso en vida
tó'..
de su autor, seriamente discutido—*y ante todo por quien debía ser su
primer depositario, Ludwig Wittgenstein. Gritíca que ha dejado tra-
zos sensibles en todos aquellos que, todavía hoy, se reivindican de tra
@. dición «anahdca», lógica y lingüística, aiyo ancestro fiie Frege.
©:■
4. LA DISIDENCIA
ií 64
LA V ÍA SEG URA D E LA CIEN C IA
Ú5
Ii
I!fií
i' H IST O R IA D E LA F ILO SO FÍA E N EL SIGLO XX
dfe-Is.-fílosofía...casselliaaa-d.&-Jas-mftj:emáx:ira^ en partígilgt,
1^, Y^.U dgSide. W m tn d c-^u s-p arte8-eseasialesfr4fl»^eacía d f. j i p r^
Tiene sobre este tema, con Russell, discusiones tempestuosas que
provocan en éste una fase de desaliento. Desde 19 1 3 , las relaciones
entre los dos hombres comienzan a degradarse. Nunca más fueron
V:- V- cordiales.
H ay que dedr que Wittgenstein añade, a un temperamento na
turalmente atormentado, im comportamiento a menudo imprevi
sible, y que su mal carácter será muy pronto tan célebre como sus
depresiones. Además, el período 1 0 1 1 - 10 14 coincide para él con
y una,fase de crisis particularmente aguda! Centra su atención en la
.ÍM em Ó JUlel^iadaoifinte^U U as^^ la cual vuelve a ha
blar con Frege, en Jena, en diciembre de 19 1 3 . E l deseo de escribir
un libro ■ c<definitivo» y la angustia de ser incapaz de ello pugnan .en
p: su pensamiento. Finalmente, sus tendencias homosexuale'S le pre
ri'íí cipitan en im ataque de desesperación que tan sólo puede expÜcar-
se por la rigidez de su «superyo» moral. En 1 9 1 4 está literalmente
obsesionado co ala idea del suicidio.
I
Quizás habría pasado a la acción si la guerra no hubiera estalla
do en ese momento preciso. L e sorprende en Austria, donde acaba
de volver para las vacaciones de verano. Se alista inmediatamente,
19 el 8 de agosto, a pesar de haber sido dispensado de sus obligaciones
i |>;':-i
militares por razones médicas. N o es sólo el patriotismo lo que le
guía, sino también la necesidad— como dice él mismo— de «redi
i). f
mir sus pecados», dicho de otro modo, de revalorizarse a sus pro
pios ojos dando a su existencia un sentido simple. La guerra le
aporta— en suma— una especie de redención moral, permitiéndole
Pí sublimar sus pulsiones suicidas.
Enviado primero al frente ruso y luego al frente italiano, bus
ca deliberadamente el peligro, dando muestras en muchas cir
cunstancias de im valor ejemplar. Y, a pesar de las dificultades de
su vida cotidiana, continúa trabajando. Lee a Nietzsche, Em er
son, Dostoievski. A.pesar de continuar centradas en la lógica, sus
preocupaciones se extienden a la filosofía entera, en particular a
66
LA VÍA SEG URA D E LA C IE N C IA 99
y ló gica le^nareeenr--af eQnt]EarÍQ que a Russell— ji)
viuculaciones.tnisteripsas. Una jy^tra, anota en su dia-
i t ^ e l 24 de julio de 1916, deken se^ <<eó p JÍS.Íaam.dg^ •’ ©
Earalelamente, consigue terminar (agosto de 19 18 ) el manuscrito
dgl libro en el que ha estado soñando los últimos años y que titu
la Abhandlung (Tratado lógico-filosófico). Difí
cilmente otra obra habrá sido concebida en circunstancias tan dra- '"o
máticas. . . . . , , • . ©
H e c h o p r i s io n e r o p o r e l e jé r c it o i t a l i a n o e l 3 d e n o v ie m b r e
.©
d e 19 18 , a lg u n o s d ía s a n te s d e l a r m is t ic io , es c o n d u c id o a M o n t e
C a s s in o . R e c h a z a n d o to d a s las in te r v e n c io n e s a su fa v o r , in c lu y e n d o
las d e sus a m ig o s in g le s e s q u e se p r e o c u p a n p o r su s u e r te , n o es l i
b e r a d o h a s ta a g o s to d e 19 19 . D u r a n te -:s u c a n t iv e r io , to m a u n a d e -
Gisión:; i e n u n c i a r ¡a* to d a t r a y e c to r ia u n i v e r s i t a r i a .
Otra vez en Viena, dona a sus parientes (septiembre de 19 19 ) la ■ ©
fortuna que la muerte de su padre le había permitido heredar seis ■ ©
años antes. Resuelto-a-ser-útil .a la sociedad- llevando ima vida más
acorde con sus aspiraciones, elige convertirse en maestro en un
^'©
pueblo de Austria, En el otoño de 1920 comienza esta experiencia
que continuará hasta 1926.
Ad&mismo-tiempo que se compromete-á esa vida ascética, se es
fuerza-—no sin dificultades— por publicar el manuscrito del Trata^ ■©
do. En laprímavera de ipip, lo ha remitido; solicitando consejo, a
Frege y Rússelli Las respuestas n© son demasiado alentadoras. Fre-
ge; el primero, le hace saber por una carta del 28 de junio de 19 19 ©
que.no comprende lo que el libro qiúere decir. Dado que todas sus
preguntas aptmtan a la primera página, cabe preguntarse si liizo el
■ ^(2)
esfuerzo de ir más lejos. Algunas semanas más tarde, el 13 de agos
■ "©
to, una carta de RusseU-muestra que éste, si se ha leído todo el tex
to, no, está interesado más que en las consideraciones sobre la lógi
■
ca, que está lejos de aprobar sin reserva.
Desengañado, Wittgenstein se dirige entonces a los editores "q
vieneses, de los que obtiene— a pesar del apoyo de Rilke— rechazo ■p
tras rechazo. Finalmente, en diciembre, se dirige a La Haya para
encontrarse con Russell, a quien no ha visto desde 19 14 . Este se
67 •
fil H IST O R IA D E LA FILO SO FIA EN EL SIGLO XX
~/Á Este libro es excepcional por todos los conceptos. Escrito por un
II joven que, siendo un buen lógico y s i n e n demasía por
¡I v-i. la historia .d^^ parece que no ha leído más que algunos
textos de san Agustín, Schopenhauer, Kierkegaard y Nietzsche, no
por ello testimonia menos una ambición intelectual inmensa— que
l l l comunica claramente el breve prefacio redactado por Wittgens
tein para justificar el sentido de su empresa.
^ Esta, afirma, tiene: por obj.eto inQSjt;Ear,J3^|^q^
■II
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68
■ m:--
la v ía se g u r a de ea c ie n c ia
30 . Ib id ., p. 3 2 .
69
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i»:!
H IST O R IA D E LA F IL O S O F ÍA E N E L SIG LO X X
70
o I
L A V Í A S E G U R A D E LA C I E N C I A
©
'Ifgí W ittgenstein..roás que ^tautolj^^^
No, diccii iiada sn-
ei riempo que hace ©
^ h d o sé'que llueve o no llueve» (4.461). Lóg^eay inatem^ ©
e¿^£Cas..pal»i“ ^ ‘^s> no describen rúngufla¿j:63lida!fctfieástem e,J
jpf-pligible. S e sigue de ello que no tienen en absoluto ne-
- 4^1dad de fundarse en ninguna filosofía. Por tanto la lógica es t!)
¡Mvítada a «cuidarse de sí misma» (5.473). Advertencia que vale
taínbién para las matemáticas, puesto que la proposición matemá-
tí|aí^á su vez, «no expresa pensamiento alguno» (6.21). Así son ba-j ^
últimas trazasJÍel-PlatQnismo^sobre:ePqa£_reposabaJa’
é)
^ ^ ^ a d p g ifiis ía i'
, ’ ,sPgro, si lógica y filosofía deben estar netamente separadas en 'O
tre sí, la primera puede clarificar la segunda. Puede ayudar a la fi-
losófía a comprender hasta qué punto es absurdo querer transgredir
las reglas de lenguaje usual, puesto que «el lenguaje mismo impide
todo error lógico» (5.4731), y «todas las proposiciones de nuestro
lenguaje ordinario están de hecho, tal como están, perfectamente
ordenadas desde un punto de vista lógico» (5.5563).
^Cahe interpretar que esta-dedaradáix— a primera vista sor
prendente— significa que, fuera de la descripción ;«científica» de los
estados de cosas, no es posible mngún discurso?~^jSó_iiue(^^
nada que esté más allá;—ponejemplo, sobre el «sentido» del mun ■ ;©
do en general?
Gategóricamente, la respuesta del Xractatus se basa en dqs_pu^n-
tos. S it^eLm undajiene un jeptidQ,,.ese;sqqtidft;:debs.cnCóntrar^
no.enil~pino fuera.de.ét. E n co m ^en eiay s t ese sentid
piieHf; sgr.díc/)fl (descrito, representado) sino snlamente monrudo—
©
■©
"©
71 - '
H IST O R IA D E LA FILO SO F ÍA EN EL SIGLO XX
mundo del hombre feliz es otro que el del hombre infeliz» (6.43).
Aún menos se puede hablar de la muerte. « L a muerte no es un
¡RV acontecimiento de la vida. N o se vive la muerte» (6 .4311). ¿Esvinr
Í:^i N o es necesario señalar que tampo
co, tales cuestiones tienen ningún sentido «expresable».
Eu-nocas palabras; no.solo que añadir
Sí sino.que es itaLidmenteam-
mt,m¿qiarA^aaQflJt3 rJos^royQ m as-^^
tesis 6.53 terrhmá Üe ajusticiaría— si se puede cleclr asi— medíante
algunas frases definitivas. .Miliniee^método, correcto en filosofía
«sería,ptopiamente éste: no deciJtLBada.másaj.iie- lo gne sp pu ftd £^-
dc.v,Q.sea,,pmpQaiddíns§.dej5L íá ^ — q^ea,„algDgue^úada
tiene que ver con la fílasnfía— . y entonces, cuantas veces aígniien
quisi<y:a,-d^ir-alg€)-inetaSsieo,._piaEa£ler.qu6^n-sus,priQ!p^£Íones'
noJiabía..d-ado->signifi6ado’#*€Íertoysignos».
7^
LA V ÍA SEGURA DE LA C IE N C IA
73
H IST O R IA H E LA F ILO SO FÍA E N E L SIG LO XX L A V ÍA SEG U R A D E LA C I E N C I A
E l Trinity College lo acoge con los brazos abiertos. En el trans i . . mientras el Tractatus parecía condenar la ética al jilenj:i^o
curso de una ceremonia un poco artificiosa y frente a un jurado ! U t- .^r> n v e rt!a r i n n e s - i n a n t e a i x l a s n c h Q-.añx 3 s -m a s . t a r d e . a t £ S t i -
, 74 75
H IST O R IA H E LA F ILO SO FÍA E N E L SIG LO XX L A V ÍA SEG U R A D E LA C I E N C I A
E l Trinity College lo acoge con los brazos abiertos. En el trans i . . mientras el Tractatus parecía condenar la ética al jilenj:i^o
curso de una ceremonia un poco artificiosa y frente a un jurado ! U t- .^r> n v e rt!a r i n n e s - i n a n t e a i x l a s n c h Q-.añx 3 s -m a s . t a r d e . a t £ S t i -
, 74 75
¡i i
f
i H IST O R IA H E LA F IL O S O F ÍA E N E L SIG LO XX
II
•rii-
ill
D e esta for
ma se comprende mejor la oposición dF^Wiltgenstein al ateísmo
militante de Russell— otro punto de fricción entre ambos.
Quizás ese interés creciente por el «punto de vista de la prác
tica» está igualmente ligado al hecho de que, llegado zfellow del
Trim ty College (1930), Wittgenstein trabó relaciones con un eco
nomista italiano, Fiero SraíTa, marxistá y amigo de Gramsci. Es sa
f';)- ilS: bido que el clima intelectual, en las universidades de Cambridge a
:'i; inicios de los años treinta, era favorable al socialismo. Precisamen
!.ÍVí:
te hasta el punto de que Wittgenstein— siempre insatisfecho de su
situación— en 19 35 decide viajar a la U R S S con la esperanza de en
iiS contrar un empleo de trabajador manual.
Su estancia en Leningrado y después en iVIoscu es de corta du
ración. Las condiciones de vida en estas ciudades son tan duras que
no tarda demasiado en renunciar a su proyecto— tanto más cuanto
que la administración soviética, si bien está predispuesta a ofrecerle
un puesto de profesor de filosofía, no quiere nada dé él como mano
¡tó;
de obra cualificada. De vuelta a Inglaterra persiste, no obstante,
II
It
hasta 19 3 7 en soñar con la experiencia comunista, así como con la
posibilidad de retomar a la U R SS para instalarse como médico. In
i&:l
m cluso si tales aspiraciones no se transparen tan demasiado en sus es
l'f: critos, confirman su anclaje dentro del movimiento socialmente
m progresista. De igual modo sus gustos notorios por el cine y la no
II
;■ -L vela policíaca atestiguan, a su manera, su rechazo de los valores del
establishment.
^■'¡
:í La historia, mientras tanto, obligará a Wittgenstein a perma
') necer en Cambridge. Después del Atischluss (1938), no tiene ya
ningún motivo para retomar a Austria, ni para verse imponer la
nacionalidad alemana. N o hay otra solución que convertirse en ciu
dadano británico y aceptar, en 1939, la cátedra de Moore, que se ju
bila ese mismo año.
Este período^^stáúgualmente marcado por un desarrollo febril de
7Ó
LA V ÍA SEG U R A D E LA C IE N C IA
77
h ist o r ia de la f il o so fía en el sig lo XX
■ Í--
íIH-
*Ü P "
78
LA VÍA SEGU RA D E LA C IE N C IA
rr)
la sociología de la
por tanto, reemplazar a fa epistemología. El mismo C!)
i^jttgenstein no llega a formular de manera tan explícita esta con- r')
(gjusión «ultrapragmatista»— pero otros, más tarde, lo harán en su © i
i)
Pero— lo que dice mucho sobre su evolución—-
estos resultados no parecen emocionar demasiado a \Afittgenstein. '-■3
(■ )
79
im-: H IST O R IA D E LA F ILO SO FÍA E N EL SIGLO XX
U;-.i
f:;?)
80
L A V Í A S E G IT R A D E L A C I E N C I A
, , . ■ j j ,1^
Esta última formula es sin duda excesiva, pero es verdad que ly
raijEiaaEiSM
^ (§ 7). Sin embar-
g S ^ p M ^ ^ ^ i e m ^ s ^ ^ ^ m ^ s t á tfiam^ rioción— de la que W itt
genstein ha comenzado a hacer uso a partir del curso académico
1933-1934, en el Cuaderno azul— perm ite una aplicación mas
vasta. ■ j •
quiere decir: «entender algo que ya está patente ante nuestros ojos>:
(§ 89)» puesto que se tr^ simple modelo que hay que seguir.
puramente técni-
•©
LA V ÍA SEGURA DE LA C IE N CIA
©
©
i.aLJii.1 __^ u j I ii„_.ü I Tractatus— que nos ordena
las Investigaciones— que asimilan ©
Iflda actividad simbólica, incluyendo la de la ciencia, a un juego re ©
glado__, el recorrido de Wittgenstein podría ser descrito como la © I
persecución de un mismo esfuerzo para imponer al fdósofo el res p !
peto riguroso de los gramáticos— o de los códigos— definiendo los © 1
lisos legítimos de los signos en general. o I
p a ¿ ^ ^ M B r iÍ® ^ ® íííb ih iÍ D d a l® $ i^ ó m w r ó n a ® im m .r .G 5
©
fl^^^^Algunos pasajes de las Investigaciones pueden sugerirlo, como
©
por ejemplo esta famosa declaración: «La filosofía no puede en modo
alguno interferir con el uso efectivo del lenguaje; puede a la postre 0
solamente describirlo. Pues no puede tampoco fundamentarlo. Deja
todoícomo está. Deja también la matemática como está y ningiín des ©
cubrimiento matemático puede hacerla avanzar» (§ 124). o
Sin embargo, jb :e o ia s » e É (É Íirtia ^ ^ M M larga¿a!^^ i/i'
©
■©
C:)
O
e'A
„ _ „ _ ___ la cual
uno de los mejores inté de Wittgenstein, el filósofo y lógi-
co norteamericano Saúl' l^libserva atinadamente que está en O
el centro mismo del libro 0
©
©
individüo ítislado para su único uso personal: pues, de lo contrario, '0
«creer seguir la regla sería lo mismo que seguirla» (§ 202). Síxi,^ '■ Q
0
(§ i 9) J
83
fe¡i
f .i,-:
jlí MI _
O-
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85
l'i i. ilí-
■O
L A S F IL O SO F IA S D E L F IN A L
^ -.7*
r f ÉL FINAL DE EUKOPA
o
.0
D ^88oa comD
Durante esos treinta años,
unos científicos rediseñan la visión que el hombre se hace del mun
do. Artistas y escritores inventan nuevos lenguajes. Los filósofos, .0
convencidos de haber alcanzado verdades inquebrantables, creen
. j
yei^ajizarse el sueño kantiano gracias a ellos.
É ^ ^ ^ ^Sdñr3[4 J^es^tant(¿iTOásjI^ que larilusimi ha .
(3
íd^ie^:aíh:d^¿£^ . 3)
El horror que se vincula— todavía hoy— al recuerdo de 1^ Fife @
89
H I S T O R I A DE LA F I L O S O F Í A EN EL S IG L O XX
tragado por el fango del Chemin des Dames? Algunos asi lo temen.
Se ve a Russell, a partir de 19 1 5 , renunciar a toda actividad mate
mática para consagrar lo esencial de sus fuerzas a tareas políticas.
Incluso Wittgenstein— quien no obstante no es pacifista— se
muestra estremecido por la guerra. El tono helado del Traaatus, el
desapego que se expresa en él en relación con la vida, el sentimien
to del mundo como «totalidad limitada» que constituye su tras-
fondo todo esto ¿no es, en parte, el efecto de una singular expe
riencia de la muerte?
D e todas formas es en la filosofía alemana donde— por razones
comprensibles— ^la enfermedad es más profunda. En efecto, de
entre los principales pueblos europeos, los alemanes constituyen
en esta época aquel cuya identidad colectiva es todavía más ines
table. N o sólo su unidad nacional es reciente (18 7 1) , sino que per
manece inacabada en la medida que el Estado que encama la R e
pública de W eim ar está lejos de reunir todas las comunidades
germanófonas de Europa. Vencido, arruinado, humillado por la
pérdida de sus posesiones coloniales, este Estado es por otra par
te contestado en el interior por toda clase de movimientos extre
mistas a los que la crisis económica aportará apoyo popular. La
n:' impotencia de los políticos para salvaguardar la democracia hará
el resto._MQ^^^^é3^ a ii^ p)tóMárú?o^ue.^laFjSlQSofía..alema^ ^
90
'■ r.j
■©
Y LAS FILO SO FÍAS D E L FIN A L
91
H I S T O R I A DE LA F I L O S O F Í A EN EL S IG L O XX
ii.
I ■'
Frap&oseii^vgm ^ nace en Cassel, en una familia de la
burguSí^ípÉfe^inilada, que le impulsa a abrazar la carrera médi
ca. Después de haberla abandonado en favor de estudios de historia,
se sumerge en 19 10 en mi trabajo sobre el pensamiento político de
Hegel. Casi enteramente acabada en 19 14 , la obra no aparecerá dé
todas maneras— con el título de Hegely el Estado— hasta 1920, en un
momento en que Rosenzweig está tan alejado de Hegel que verá en
'i éste el mismo símbolo de todo.lo que, en lo sucesivo, execra.
H ay que decir que mientras tanto ha tenido lugar la guerra.
Durante dos años, de 19 16 a 19 18 , Rosenzweig roza la muerte en
las trincheras de los Balcanes. Es allí donde, en julio de 19 18 , bajo
el choque de una grave crisis moral, comienza a escribir La estrella
de la redención. Como no dispone de papel, redacta el comienzo en
tarjetas postales que dirige a su madre. Acabado en febrero de
19 19 , después del aimisticio, el libro ve finalmente la luz en 19 2 1.
El mismo año, exactamente, que la primera edición del Tractatus
logico-phUoFophicus^ naci3 o~el también V la lu z dé las granadas.
Su impacto inmediato, fuera de los medios judíos, resulta hmi-
tado. Por lo demás, Rosenzweig no tendrá demasiado tiempo de
reiterarse. A partir de 1920, se ocupa en crear un centro judío
de enseñanza hbre en Frankfurt, el Freies Jüdisches Lehrhaus, desti
nado a reaccionar contra los excesos de la asimilación, y otras acti
!'
;,l ¡1'
vidades en las que participan Martin Buber, Gershom Scholem y
Erich Fromm. Más tarde, en 1922, se descubre atacado por una en
fermedad incurable que le priva a la vez del uso de la palabra y de
toda motricidad. De 192 3 a su muerte vive prácticamente parali
zado, consagrando sus últimas fuerzas a traducir, con la ayuda de
Buber, los grandes textos bíblicos del hebreo al alemán. El adveni
miento del nazismo acaba por arrojar su obra al olvido. Un olvido
del cual, habida cuenta de que ésta ataca muy fuertemente los pre
juicios positivistas, no ha podido jamás salir verdaderamente.
La e^^ella de la redención es no obstante un gran hbro, cuyos a r ^ -
^s,.^«e^stencialistas» remiten a la vez a Nietzsche y Kierkcg^ard.
92
LAS FILO SO FÍAS D EL F IN A L
93
H IS T O R I A DE LA F I L O S O F Í A EN EL S IG L O XX
tes; ^ |
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LAS FILO SO FÍAS D E L F IN A L
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e^ella de la redención no tendrá, ni aun después de la Segunda Guerra
f'% I
iñiindial, demasiado eco filosófico.
El segundo punto por el que Rosenzweig se aparta de las co '©
rrientes más militantes del judaismo de su tiempo es su actitud en
relación al sionismo— movimiento surgido con la publicación de p
E l Estado judío de Theodor Herzl (1896). A diferencia de Cohén,
Rosenzweig no es partidario de la asimilación «al cien por cien»,
pero tampoco está convencido de la idea de un retorno a Palesti
na— idea que Scholem y Buber, por su parte, pondrán muy pronto
en práctica. Tem e que, reconstruyendo un Estado sobre la Tierra
Prometida, el pueblo judío se convierta a su vez en un pueblo como ,0
los otros, que se deje devorar por la historia, por la lucha por la
vida, por la ambición nacionalista. Su.sionismo resulta pues— si se
puede decir así— un sionismo «espiritual», que no implica la nece .©
sidad del retorno a Jerusalén. Rosenzweig prefiere seguir siendo -
alemán. A lo más, reprocha a sus correligionarios alemanes haber C-'O
perdido de vista los grandes principios de la moral bíblica.
Se puede no compartir tal filosofía rehgiosa. N o obstante, hay
©
que reconocerle el mérito de descansar sobre una toma de concien
cia— sincera e intensa— del sufrimiento humano frente a la absurdi ©
dad de la muerte, el horror de la guerra, la injusticia de la opresión ©
ejercida por el Estado. Resueltamente individualista, este pensa (3
miento no tiene— como el de Wittgenstein-r-demasiadas referen '3
cias académicas. Sin duda procede, por una parte, de la última filo ,i )
sofía de Schelling— ancestro lejano de todos los existencialistas— y, O '
por otra parte, del último libro de Hermami Cohén, Religión de la ,f j
razón según lasfuentes deljudaismo (1919), donde el filósofo neokan-
- ©
tiano mostraba que la grandeza de la religión judía partía esencial
mente de la riqueza y de la universalidad de su contenido ético.
Pero la obra de Rosenzweig supera— integrándolas— estas distintas ©
influencias pues, más allá de sus conclusiones estrictamente religio ,p
sas, se proyecta fundamentalmente hacia el futuro, hacía la prome ©
sa de un «nuevo mundo» interior, de un «renacimiento» espiritual.
'( J
_C.)
clt^ minca a Rosen zw eig ^ .^ fe^ ^ !ifi(^ 8 iM ffiilÍiíÍIH t e d i f ^
,_'ü
95
H IST O R IA D E LA FILO SO FÍA EN EL SIGLO XX
OH^gGiiíi^d N o se puede
negar: en ¿sta visión
4^gfMKIÍ©’i;S^- -
©. Oaoi;fíro|^fo^:uffiÓ^^KarliL^ durante su exilio
americano (1942), publicará uri Sñsáyo donde precisará esta com
paración entre ambos pensadores."^^ Ahora bien, tal comparación
tomará entonces una nueva dimensión, en virtud del compromiso
personal de Heidegger— a partir de 19 3 3 — con los dignatarios del
Partido Nacionalsocialista. Y la conclusión de Lówith será que, si
bien la tesis del primado de la existencia confrontada con la muer
te es ciertamente el punto de partida común de ambos filósofos, és
tos divergen completamente por el espíritu con que— a partir de
i esa base— se han desarrollado. En la actualidad, sin embargo, exis
ten filósofos que— como Emmanuel Levinas— consideran posible
apelar a ambos a la vez.
ÍU#
que constatar de paso la fecundidad del pensa
miento brentaniano, que inspira sucesivamente la filosofía lógica
(Meinong, Twaidowsld), la fenomenología (Husserl) y el existen-
cialismo.
96
w p
97
H IST O R IA D E LA FILO SO FÍA EN EL SIG LO XX
98
LA S F IL O SO F ÍA S DEL FINAL ©
©
tiHftiTotasgltfde!TODpQn^TOentQjde:losivalmésMüí^apéi^¿j-lia:iiiá^
Xy¡
jíedgtécinfeiaS^r^^ ‘
Pero el libro tan sólo raramente evoca esos O
problemas, al menos de una manera directa. En efecto, Ser y tiempo ®
«i^ifaesentaiaante^tódóSóQm^ ifadinn¿c^deiafiln.sáfíca<i^ e
o
dice la primera frase del texto—í ¿ sI3lv' o
Q
vilo a la reflexión de Platón y Aris- r>
'tot^esTí?..] También es cierto que para enmudecer desde entonces
en tanto que tema de investigación verdadera»^^ 1a^nfecésidhd ^
m
-dft^^cedígi;^^i^ria^éáérivác citar a Heidegger—
©
©
^¿^f^(gggMfípristéi;efij|o]^ar;:una:«an^í^ —
■)
^ ;^ g u la r id a d ^ dividuá^ jS SE ií^ ^ d i.S StiW *
< < d |§ l^ ^ @ g ÍÍé lS (co n m jlk e ^ la jra ^ ^ o
¿L:yigoii.deLneol ogisnioTeid éggigria no¿ D£rí^¿ri£77)€led^ o
¿ÉÍ^^Í3^Í^~dicho de otro modo, uWpC^ítigavgadj^^
tela^mgtaj^ísica§gculj;>able>rfe 5habeifpeFdidq
■ íéjisdaKeiitóP
(:■ )
Nos podemos preguntar por qué la vía de una interrogación so
bre el Ser debería pasar, ante todo, por un análisis del Dasein. La O i
respuesta heideggeriana consiste en recordar que,:^éndÓléf lióffi# ©
brS|#Lu|dló>á G
S^alj:|gv§ú^sdi^ty¿d§i^¡;sTg^:pffipMESjb® ■■ C;.)
(©I
V©
(:;■)
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B^e§:p;ébséñrida::ídél¿spt;
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99
H IST O R IA D E LA F IL O S O F ÍA E N EL SIG LO X X
U n proyecto seme
jante implica, a su vez, la necesidad de una confrontación con la fi
losofía clásica que ha ido más lejos en la exploración de lo que sig
nifica, para el hombre, la dimensión temporal— dicho de otro
modo, con Kant.
eso por lo que Heidegger llama a las modalidades del pasado, d^l
presejite }^deLfeturo ^¿¿;;¿^jueí-JteniporalGs. Pero esos tres «ek-sta-
ses» no están, existencialmente, en el mismo plano. El más impor-
degger—
100
LAS FILO SO FÍAS D E L F IN A L
^ ^ s e j ú j a Heideggcrziz;^^^
Parece difícil no escuchar, en los términos «caída» y «derehc-
ción», un eco del tema spengleriano de la «decadencia». El para
lelo, incluso si tiene límites, puede llevarse más lejos. Así como
Spengler invita a las jóvenes generaciones a levantar acta del final
de toda «gran cultura» para mejor comprometerse, militar y técni
camente, en esa «conquista del mundo» que queda— según él—
como la última posibilidad de Occidente, del mismo modo
UeciSÍQn.xaib!ca,Ly, en cierta
forma, revolucionaria. Pne^^esja^m4.e§íigá^e,«r
qye^cojxyoc^el final^ — incluso si, a todas luces, esa
palabra no sugiere aquí sino un retorno a los valores «eternos» de
la «gran cultura» griega y germánica.
iijtefept^lidad^gxjrám ^
i^ g g tí^ g ÍiS 7 ¿3 e ^ s ia d o francesa?)
:<i;révQl\fóióhVs fespiri^
la vez «nacional» y «conservadora».
A partir de finales de 1928, g ljn g n s^ ^ se jia ce ^ ^ ^ ^ En
su lección inaugural en la Universidad de Fribiu-go,
—retornando al tema de la angusda-rrexpUcá^ué^
lMMW%gstámri¡^áli^ente^ju:i^éhffe]ffhMÉih^ El des
cubrimiento de esta «contradicción»dg^gyi^|^d6clajai?:que^:^<^^g^
Q
Sa^ E ^ líetiiatíías^ 0
^s^jgi^l me nt e fíií
| B ] ^ g i^ ,9 ^ e n la época—u(UUO:3?u&^muiversitari^ H ei t-
0 i
déR6^^r.,aR^reGe;éntonces?Éomói:^elüéraMóSd®iSátñüéVáü^^^^^^ i
,¿pjg n |g ^ jjQ;tq> Aunque la ilusión no tardara en disqDarse, los^ete ■? i
'< 0
jpjirtá^^^ñ^la^sttiáa;^dg^dg^QSiafí &
lugar, ©
’©
:©
:@ I
5 5. E m s t C assirer, M a rtin H e id e g g e r, Debut sur le kantisme et ¡a philosophie (Da ...@
vos, mars ipzp) y otros textos presentados por F ie r re A u b e n q n e, París, B eauschesn e, ;ÍÍ:
1 9 7 2 , p. 24.
103
i!
H IST O R IA D E LA FILO SO FÍA E N E L SIG LO X X
4oáugar
2. EL FINAL DE LA OPRESIÓN
104
LA S F IL O SO F ÍA S DEL FIN A L
' 6-j
"Q
I; H I S T O R I A DE L A F I L O S O F Í A EN EL S IG L O X X LAS F I L O S O F Í A S DEL FIN A L y-S
más que ser sensible a la justicia de su revuelta. Deseoso de ayudarles, S guién le debe corresponder tal misión. De esa disimetría— «inter- m
va a intentar identificarse con ese movimiento, conducirlo im poco prétar» tiene un sujeto (los filósofos), «transformar» no lo tiene—
I- más lejos, acercarlo a su última fase: aquella donde los proletarios, li amenazan con nacer dos contrasentidos. .©
'Wí
berándose de sus cadenas, conseguirán liberar a la humanidad en su De ahora en adelante, en efecto, numerosos marxistas hacen ■©
conjunto. como si Marx hubiera encargado a los filósofos transformar el
i
D e partida, pues, el primer impulso de M arx es de orden ético. mundo. Platónicos sin saberlo, algunos pretenden incluso que ha .0
i;i|í
E l socialista en que se convierte a inicios de los años 1840 no deja, bría inventado la filosofía que— por su sola existencia— sería capaz
Q
sin embargo, de pertenecer a la familia de los moralistas idealistas. de engendrar tal transformación. Doble error— si, al menos, se
6')
<iií'' I' atiende a la letra de los textos. Pues, en 18 45, M arx ha dejado de
dar crédito a la filosofía, como lo revelan sus ataques, en La ideolor
m ©
gía alemana^ contra los hegelianos «de izquierda», hasta poco antes
i jit^ce^pidisíi o ^ d e"da >k<es ai : e e l muy próximos a él. Ahora, únicamente los proletarios le son gra ■©
m .} íSÍ»
■ híglÚtif tra él^usó^í^^^ tos, puesto que son los únicos capaces de.transformai- el mundo.
•if'i¡?rí
-f''
en sus Manuscritos econóinico^filosóficos (1844). En consecuencia, su senda está ya trazada por entero, m
^ 111 N o obstante, muy pronto, a partir de 18 4 5, dos textos, las Te ^^q|)|g|@P4?|pgigy§4g^¿.qué:íranté ®)
sis sobre Feuerbach y La ideología alemana^ testimonian un brusco vi dó ;^En^ o
líM
raje en su pensamiento. Se trata de un momento crucial: el mo
mento en que M arx deviene Marx. Desgraciadamente para ella, esperará largo tiempo; algunos di
o
i i ■Q
Ese giro se traducé ante todo en una ruptura— no sólo con el cen incluso que todavía espera. E l propio Marx, en todo caso, no
il
Ift idealismo, sino también con la filosofía especulativa bajo todas sus volverá a ocuparse de ella en demasía, y ello por dos razones. Ante
formas.¿^pgs^||d^5^é<3feáráéia¿adicálm¿ti]tie¿áñáfe^^ todo, puesto que/Gpj^idgr3^^j.í0j!qbJgipR^^^ €1
i te i; —:^ómjQi:^iaji-fal- ©
iÉ ^ Í fflÍ E l^ h.^ggi^j^aÍ^^^gtaKipara>?éhrsignjficRaeuJQ^siice g g ^ | l | ^ i ; é ^ ^ 5igú.:lá:práetíúá£m ©
(!)
iII En r e s u m e n ^ ^ S d i f n - J^cíéñíQi^^fflS^guiÚáóUíígá por- (x)
III ©
Sí: ppútptí ¡tó^sMym^teoa evúri'^á m ^ ■©
N ada resume mejor este nuevo programa que la XI^ Tesis sobre
í# f .©
Feuerbach. <lKfflSfi®SQ&s — enuncia-^mOL^hanílíe:cfio:fmás?qüe^?2^ manera exclusiva—iatsüqja^gráñíáydeMe^úliÓ
Sil i ]^ g ;g ||g l? g p í® 0 SpárféS’;rGÍéñtíficá;^3pó^
©
ló^úiffitinpórÉáaiésy^^
;¿g^g|g^-^^5^cÍeamos con atención esta frase terriblemente elíptica. ■©
En pocas palabras, ®^'S^5fcñiM'éiáídá:íinéfi<3gm^^
né.gf^filÓSÓfi^á¿^^súr>imp©fén^fe-^ feás.%^ ^ugya¿i(^pn:(3jepigióu|disd^tetorií^ ■©
t í Í Í S i® I Í Í Í Í I Í H Í Í íl|^ ||í|S ^ g jft g ^ dggpcígM ?íA^i^diÚáW ® 3KéSÓSSím® Simple
Pero omite precisar a mente esbozadas en el manuscrito inacabado de La ideología alema í)
na (que no será publicado hasta 1932), las grandes líneas de ese O
programa científico son desarrolladas en E l capital, cuyo libro pri 63
5 6 . K a r i M a r x , F r ie d r ic h E n g e ls , h'idéologie allemnnde^ p re c e d id a d e Theses sur
Feuerbach, trad . fr., P a rís, É d . S o c ia le s, 1 9 6 8 , p. 3 4 . [ T r a d , cast. d e W e n c e s la o R o mero aparece en 1867.
ces: La ideología alemana, B a rc e lo n a , G r ija lb o , 1 9 7 2 .]
' 6-j
H IST O R IA D E LA FILO SO FÍA E N EL SIG LO X X
JnsjrQria>^q;uj^Engefejd^
:inqvln;stórigg
Stotóiudaí^ercii^;
iiQ ;;h a h e í'a q u É ite q ü é jÁ ^ ^ ^
p^ips ed^^^
Para clarificar el problema, distingamos los conceptos de la
ciencia— que tienen una referencia objetiva— de las categorías de la
filosofía— que son instrumentos de análisis racional. Categorías de
este género (causalidad, totalidad, contradicción) se encuentran in
terviniendo necesariamente en el trabajo llevado a cabo por M arx
tendente a sentar los fundamentos de la ciencia histórica— ^notable
mente para criticar las nociones de la economía «burguesa» (valor,
riqueza) o para sustituirlas por los conceptos cuya paternidad le co
rresponde (formación social, modo de producción, plusvalía, lucha
de clases). Pero tales categorías normalmente permanecen implíci
tas, formando una especie de filosófica «espontánea» que habría que
recuperar, elaborar, profundizar. Tarea que no podrá ser cumplida,
con todo rigor, hasta el triunfo de la revolución.
Sin duda hay momentos en que esta regla parece ser transgre
dida. Releyendo todo lo que M arx pudo escribir en el curso de
su larga existencia, se encuentran, en efecto, bastantes fragmentos
donde esboza un inicio de reflexión sobre las categorías que, en el
tiempo restante, utiliza de manera acrítica. Entre esos esbozos,
poco nmnerosos, figuran algunas páginas de los Grundrisse ( 1 8 5 7 -
18 58 ) o incluso el prefacio a la Contribución d la naitica de la economía
política
Excepcionales en su obra, esas páginas han hecho correr mucha
tinta. N o obstante, con el paso del tiempo se tiene que reconocer
una cierta decepción. En el mejor de los casos, cuando recuerda la
necesidad de «invertir» la dialéctica hegeliana para «ponerla otra vez
[08
LAS FILO SO FÍAS D E L F IN A L
m a r a s m o , S u r g i d a de
algunas sugerencias de Marx reconsideradas por Engels y elabora
das por sus sucesores, esta filosófica dará fe hasta 1 9 1 7 de una gran
vitalidad. Sin embargo,
más-fiespnésjded^jmuet^t^^^^
dggmátícamer^^^tí Decepcionante
historia cuyos meandros son, a pesar de todo, muy instructivos.
109
H IST O R IA D E LA FILO SO FÍA E N EL SIGLO XX
de la naturaleza (1 8 7 5 -1 8 7 6 ), A n ti-
Uiíhring (18 7 7 -18 7 8 ), Socialismo utópico y socialismo científico (1880),
Ludwig Feuerbach y el final de la filosofía clásica alemana (1888): son
libros que en la actualidad han de ser leídos con indulgencia. Poco
satisfactorio, el esbozo que proponen del marxismo tiene como
función sobre todo colmar un déficit, disimular la incompleción de
im pensamiento: el del hombre que, mientras la revolución no hu
biera comenzado, no podía redactar la serie filosófica a que se re
ferían las Tesis sobre Feuerbach.
E l propio Engels, además, muere sin haberse decidido a su vez
a publicar el manuscrito inacabado de la Dialéctica de la naturaleza
(que no verá la luz hasta 19 25). Ciertamente, ha contribuido a cla
rificar la parte política del programa mandsta, ratificada en el con
greso de Erfurt (18 9 1), cuyas principales reivindicaciones— sufra
gio imiversal directo y secreto, libertad de expresión y de reunión,
1 10
LA S F I L O S O F I A S DEL FINAL f'i)
■ (’)
d^;ygío8^iíñ®ñtéhtáfTéQl^árió
Con toda independencia de espíritu, hay que decirlo. Y sin dejarse .O
seducir por ningún dogma.
]©
.©
■n
Por tanto, de la crea
ción de la Segunda Internacional—ryí^:j;9ir4;2^fe(f;h
.b|^joí0lS;ch©jqüWd0dáiígúérra:^G.on
que
o
estimula, por su parte, la vivacidad del debate político enue las di
©
ferentes tendencias del movimiento obrero. ©
Sin duda este movimiento permanece dominado, particular- ©
Alemania, por la que encarna ICarl ’ C)
€ | |^ u t § ® 18 5 4 -19 3 8 ). 3n!^tj^^tfeé^j^nJa^priiiu3raYsíi^ íT)
^u^^^r^Engels¿^vbusca4aYCÓñ^tiHi¿!CÍÓtf^d#uñ^^jsQÓialÍSin(^ O
UQ>jj^s:^tamenteYd^termiñis^fem . Simultá
neamente, aparecen otras concepciones que se alejan más o menos Á:)
de esta visión esjceofe^^ent^-a^i^itivista».
E n ^ a lia ^ ^ ;^ |Q i^ jU^b]^ - 1904)^evatetaY eteíQtvc
"ü
"Y:;)
Mndií^án^aY$üMézíAñtSmü>Mramse^^
^^M M ^r^nijaAlGmarúav^jRduardl^rm 850-í932),después ■©
de haber sido el ejecutor testamentafioÍ3®E n g e ls , publica un li '* o
bro— Los presupuestos del socialismo (1899)— ^que se^ciotñdísrWrá^ ■ '©
4ment0i';etgfáSbijfeÜaS^da®é^^^^^ Atacando a la vez,
en nombre de Kant, el materialismo «dogrnárico» de Marx y la :©
creencia de este último segiin la cual la historia está regida por le
yes necesarias, rechaza el carácter ineluctable de la revolución. Con- '■ f )
III "'Cí
í...tv;''"
H I S T O R I A DE LA F I L O S O F Í A EN EL S I G L O X X
/■; _
11 2
LAS FILO SO FÍA S D E L F IN A L
te-
romháfirá Para
comprender su significación, es necesario en primer lugar volver
sobre élt«^ffipjKó®íiiiMSffiÓ& :q defen
dida algunos años antes por
(18 4 3-18 9 6 ) íp s G ^ g ||^ 5 j^ ^ ^ ^ i Mach';
(18¿§^Lg7 6)—
II3
H IS T O R IA D E LA F IL O S O F ÍA E N EL SIG LO XX
114
:p
LAS F I L O S O F Í A S DEL F IN A L
Esta!i^puedé^suirúi^éMñ^úñaAase:^tj^oM^o]f^ ^
:conja:a^eb>zarismo^así^CQ¡moKen la^Tiyalidades que,QQQn^nvéñtré^t e í©
lr^'gji^ntfflgnaQ\dmiéntQs^gOGÍaUstas.velv-valQri:deflas.ideas se^m i?a
aifad^eiTOntribui^^tecxlto^ í ®
rri
‘Sriin^enml^ndmy^s;^U¡TpragmátÍGQ::r^
Marx— dé'^úMláíLTéligiom^ .)
0
©
mente política— por la que se adhiere sin reservas a la tradición
^C)
materialista. Adhesión que explica a su vez
eoinl^:aiEÍj¡gq43 í?:4 ?rfi^W^^^dG;::aaro
iir
Es en 1906 cuando descubre el «peligroso» contenido de los
escritos de Bogdanov. Decide inmediatamente emprender su refu b)
tación. La tarea le parece lo bastanté seria para consagrarle un año ^'0
entero de trabajo— con muchos meses pasados, en Londres, en la
biblioteca del British Museum. El resultado de esas investigacio '■ a
nes, Materialismo y empiriocriticismo^ aparece en Moscú en 1909.
Este será el único hbro de filosofía publicado, en vida, por Lenin.
T a l como podía esperarse, el contenido propiamente filosófico
de la obra, directamente derivado de Engels— el propio M arx no
es citado más que dos veces— , es más bien pobre. Se reduce a una
tesis esencial: así como no hay en la lucha de clases más que dos po ■'■■■o
siciones posibles y én política sólo partidarios y adversarios de la Q
revolución, de igual modo la historia de la filosofía no es más que "0
i '©
59. L e n in , Omvres, erad, fr., É d . S o c ia le s, 1 . 1 , 1 9 5 8 , Ce que sont les «Amis du pen- "'■ 'G
ple», p. I 7 9 S S . [T ra d . cast.; Obras cotnpletas, Madrid, Aka]-Ayuso, 1 9 7 2 . ]
■ íbb,
bJ
e :v .
H I S T O R I A DE LA F I L O S O F I A EN EL S IG L O X X
1 16
LAS FILO SO FIAS D EL F IN A L
Saly^íde.manejta&gmim^
.d é ijf# 9 por ejemplo, la teoría de la
cultura «proletaria», a la que considerará siempre con desconfian
za en razón de sus orígenes empiriomonistas.
Sin embargo, en septiembre de 19 14 , cuando la guerra acaba de
estallar, se sumerge en la lectura de la Lógica de Hegel, sin duda
para comprender mejor lo que quiere decir «dialéctica». Tom a en
tonces decenas de páginas de notas, que serán publicadas en 1933
bajo el título de Cuadernos filosóficos. N o se encuentra en ellas nin
guna verdadera novedad-—a excepción de la tesis célebre (y legíti
ma) según la cual no se puede comprender nada en E l Capital si no
se ha leído, precisamente, la Lógica de Hegel.^^
Por lo demás, las tareas propiamente políticas no tardan en ga
nar terreno. A partir de 19 17 , en efecto, Lenin no es ya ün revolu
cionario acorralado por la policía zarista. Se convierte en un esta
dista. Uno de los que, seguramente, habrá marcado más su siglo.
apo0ad0/;inadarf^i:eS(^ —MñlñyértdMteiste-
inav^pohcíacovde^^ — ^sé^^eñcüentí^-á^^Pfflsérite'^ém^
á|pgÍjSpd;é/lát(^dé^ií|sis|^
hipótésíséé^^á^
ra^^ferente ded^W^ el estado actual de nuestros
conocimientos, no obstante, la tercera interpretación parece la mejor.
gOria/En él;
;Lgrij:]^H0.í:^g7^U]a^filÓ§ofo^ÍnO^vU^
118
LAS F IL O S O F Í A S D E L FIN A L
I19
H I S T O R I A DE LA F I L O S O F Í A EN EL S IG L O XX
Volvamos a
o r-r-baj o :;la^a.qf|iori|g;0ilj)^^
^^es:íije.^taífí^gaLart^
í^árxí^dg^lmáíTC —lo^
q u ^ ;T ^ |^ 611t^lfa:tes®jBáMélím^^MefíÉPSb^eFi0
!■'V lá^í^onjtáv^ consiguiente, la mejor filosofía posible, la
'.<A. que permitirá a la humanidad escapar definitivamente de la prehis
toria.
V€tee:^año§lffiSsScá*def^fí^i^38f‘5^^
smo-iíde^ Diferencia esencial:
lenkúsmo|7aünt}ue2prd:tendaíap:orta^ única verda
©•
dera, por supuesto), fí®éi^ráiaM®ado^poiK^mngihi:;s Mo>^
es:5má§;:qi^;una|c^^^Í(Ú0
una:^ónsjtna:osida;i^ádíí^^
r-^ o menos, 19 29 -19 8 9 )
mo.,^¿Qué le ha pasado?
Í 4enin>
si: h iéTi^ieíi§ á^ha be0 teadoiií el^mam^
ípráctícos (la teoría del «imperialismo», la de la función del partido
y del Estado en la revolución),
120
LAS FILO SO FÍAS D E L FIN A L
^(fflágp©fíárp:dí^Í^á^sirátégiMínive^sáíli|^dasKd
ú i n f d ekpropio^Mait.
Sin embargo,
^ ^ |^g n Í0 ^E n enero de 19 29 , s,u;-riyalj^^ expulsado defi
nitivamente de la U R S S — donde conserva numerosos partida
rios. El mismo año, uno de éstos (un antiguo menchevique lla
mado Deborin), olvidando que fue poco antes el adversario de
Lenin, logra imponer la denominación «m arxismo-leninismo»
en el transcurso de la segunda conferencia nacional de institu
ciones de investigación cienti^fica. Esta engloba, ciertamente, el
121
H IST O R IA D E LA FILO SO FÍA EN EL SIGLO XX
En 19 3 1 está claro que ese heredero será Stalin. Algunos años más
tarde, en 1938, Stalin se hará entronizar oficialmente como «filóso
fo» con la publicación de \m texto— Materialismo dialéctico y materia
lismo histórico— que presenta por primera vez coirio un texto pura
mente «filosófico», no político. Reina en lo sucesivo sobre el campo
estrechamente vigilado de los debates teóricos y — en toda circuns
tancia— dirime en nombre del materialismo dialéctico. O en nombre
del «diamat>5— como dicen abreviadamente los Rusos— , pues es
— ^por definición— el único que puede enunciar la versión ortodoxa.
N o úmcamente, pues el «diamat» ha devenido la filosofía ofi
cial del Estado soviético, sino que la consustancialidad entre Esta
do y filosofía fue entonces tan vivamente invocada que el primero
puede aparecer— si se toman sus declaraciones al pie de la letra—
como la realización de la segunda, por tanto como la encamación
de la verdad absoluta. Se puede comprender así, retrospectivamen
te, la paradójica admiración que el filósofo Alexandre Kojéve— ru
so emigrado a Francia, que no era comunista sino hegeliano— de
dicaba a Stalin, cuya muerte le emocionó— ^segun sus propias
palabras— «tanto como la de su padre».^"^ En un cierto sentido, el
stalinismo no es nada más que el último avatar de la filosofía hege-
liana. Testimonia la realización de toda filosofía, es decir de toda
racionalidad, en y para el Estado moderno. Es la filosofía hecha Es
tado— y definitivamente acabada por su propio triunfo.
122
LA S F I L O S O F Í A S D E L FIN A L ■ C')
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váMWdfiStSíálménté^dé^sú:Ú^ r)
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qñe^^és^aho^ádáí^éñílátiDRS S ;ínO:ÉeHquéd^jsiñ^^^ o
difícilmente— en^^h&spá^ió^dé®léi^iíÓiá-que=:le:^;.c^^ o
BüSdfe#Wsmnirséf%ñtfSá:l'dó^^
los !déb^alémánwErnst;^::BlQ délí htingaro e.)
de^MíálíáÉM^AStmnÓ^© íde^íídosj^&anceses;:
#ftüJ¿^tóM^)§í 3 ^orgésT_óUtzéryVfílósófós?:qnéT secátó^^
niRñ^Éá^ülió faseism'o lOidéte
durante su juventud, Gyorgy (también Georg)
|i 8 8 5-19 71), después de haber vivido algunos anos en Berlín
í•>
"^’y T í a lo largo de los que se consagra a investigaciones es
téticas iE l alma y las formas, 1910; Teoría de la novela, 1916), seycpn-
\^gjgj^|r^ru;a^g||^]bfináfcdédia3®D^í^^ diciem ©
bre del año 19 18 , entra en el Partido Comunista y participa, como
comisario de cultura, en el efi'mero gobierno de Bela Kun en Buda (.)
/'íts
pest. Cuando la revolución húngara es aplastada (agosto de 1919),
busca refugio en Viena, en Berlín y, más tarde, a partir de 19 33, en
Moscú. Es en Viena donde pubUca uno de los libros más importan m
tes para el marxismo del siglo xx, ^ (^9^ 3)-
@
C^^gp^ádáÍáM3ÍiMúcidáMámdíilñ®M<^píÉ0^é&métÓdoT?díaléctÍGo
©
fqpe^asj^la^ljgPÚffií^VdeíMStaMellá^^^
|gmp|jgi^QudÉSdSéñi!lfeiS^a:{::misnio^
(entre otros por Deborin): se le reprocha rebatir el materiabsmo de
Marx a partir del idealismo de Hegel, de recusar la noción engelsia- ,©
na de «dialéctica de la naturaleza» y de pensar en términos demasia
do «humanistas» el papel del proletariado entendido como «suje 'O
to» de la historia. Lukács acepta hacer su autocntica. Su estancia en
Moscú, si bien no le impide elaborar su concepción personal del -©
realismo en arte (muy alejada del «realismo socialista»), le obliga a in ■p
tegrarse en una vía más conforme con.la ortodoxia— de la que se es
fuerza por escapar de nuevo a partir de su retorno a Budapest (1945). ■ 'y)
123
H IST O R IA D E LA FILO SO FÍA EN EL SIGLO X X
gV- Una gran ofensiva stalinista (1949), dirigida contra sus tenden-
cias «burguesas» y «cosmopolitas», le obliga no obstante a una
ífe-.
segunda autocrítica. En 19 54 , publica E l asalto a la razón, cuyas
dos partes («I. D e Schelling a Nietzsche»; «II. De Dilthey a Toyn~
®v... bee») constituyen una profunda pesquisa sobre los antecedentes
C-.O.• ideológicos del nacionalsocialismo, entre los que son denunciados
el sistema de Spengler, el existencialismo heideggeriano y todas las
formas de «vitalismo» o irracionalismo filosófico. En 19 56 , estalla
©- en Budapest mía insurrección antisoviética. Lukács se vincula acti
vamente recuperando, en el primer gobierno de Imre N agy, las fun
ciones de ministro de cultura que ya había ejercido en tiempos de
# -'
Bela Kun. Cuando la revuelta es reprimida por el ejército soviéti
é-
co, debe refugiarse en la embajada yugoslava y, después, exiliarse
i, durante algunos meses. Autorizado a volver a Budapest en la pri
mavera de 19 5 7 , se niega, esta vez, a toda autocrítica. Y, aunque
Imre N agy es ejecutado (1958), se decide a permanecer en H un
gría el resto de su vida, a pesar de la atenta vigilancia de que se le
hace objeto.
í: .-;* , También escritor precoz, E rn stf^ lo cI|^ i8 8 5-i9 77) redacta su
■
primer ensayo filosófico a la edad de tffece^ños. De 1908 a 1 9 1 1 , re
side en Berlín— donde traba una duradera amistad con Lukács— y
en los años siguientes en Heidelberg y Barmisch. Pacifista, horro
f;%..
rizado por la guerra y el militarismo prusiano, se exilia en Suiza
(:■■■■ -.
(19 17 ), de donde sólo volverá a Berlín para unirse al movimiento
spaitakista. s§gs¿jdjgggr:^deg;í;lihro^^^
fresiv^..^ El más novedoso de ellos. E l espt-
ritu de la utopía (1918), resulta de una sorprendente ahanza entre el
mesianismo judío y una visión espiritual del marxismo, donde los as
pectos económicos han sido prácticamente soslayados. Thomas M ün-
zer, téologo de la- revolución (19 2 1) constituye mi homenaje a este refor
mador del siglo X V I, que predicaba la revuelta a los aldeanos alemanes
en nombre de una interpretación democrática del Evangelio.
Bloch tiene cerca de cincuenta años cuando los acontecimien
tos de 19 3 3 le obligan a exiliarse sucesivamente en Suiza, Austria,
Francia, Checoslovaquia y los Estados Unidos. A pesar de sus tri
© bulaciones, consigue proseguir una obra considerable e inclasifica
ble, irreductible tanto al marxismo ortodoxo como al de la escuela
de Fraiilcfiirt y marcado por una constante preocupación ética. De
sus trabajos sobre el poder subversivo de las místicas religiosas y de
124
v:
LAS FILO SO FÍA S D E L F IN A L
1^5
H I S T O R I A D E L A FTLOSC SIG LO XX
g|Qg|giy^||rn|ses^egrigjrygi^m ^ de
noviembre de i989)^g^^fíagá5p®t^«ídaWá?la;fite
gglpÉ'. MH^sg'ól|í®:d;etouateia)rdárá; sin duda,
ragsg?—^ijrglq:§o:¡§i-|a^ig^ggQGÍ^:d^;-U^:;^^
126
LAS FILOSOFIAS DEL FINAL '■ ©
3. EL FINAL DE LA METAFÍSICA ;0
-©
©
o
4Íiqfig^qp^g|GÍfe — O, por lo menos,íSii%figifrá^ cláf r>
^ s lé ®te x iiía ? fís H S ^ é s ^ ^
•0
¿Es necesario reemplazarla por algo diferente? ¿Por qué? ¿Por
-■ ©
una forma de pensamiento más «fundamental», el «pensamiento
del Ser» (Heidegger)? ¿O bien por un proyecto revolucionario, ■&
Sr—Jñatgtmatic^^
#^pgrimLgnt^l¿Si=M£Ípíe>¿ia^^
^
Bautizada comds¿^ i^ p y ria ^ jg ^ t^ ^ ^ no tuviese apenas
relaciones directas coji el pensamiento de Auguste C o m te ^ , pero
también tarde) ^<gmpiris
ese^^^yirnigpjtg^^^^^^^ están,^qculadqs,J^ de Moritz
127
H IS T O R IA D E LA F IL O S O F ÍA E N EL SIGLO XX
Piprsu'^npmsmoi,;^^^^^^
se ; \a p ^ t tó ^ d s : ® á r ife M ^ p g g ^ d ^ ^
bs TOcciongS;MOfíSfflá:ífi.á;S^^
.d s ensigcion It®iíilGÍi®iSí|)ellgitóS;ás^ád^ásp;pñ
real^deldiiygs^ — según M ach—
do ^ n o ;;en^pretgnder^xg^hGarloíí^Paí ^
.:que:^una í,«fjen^^
Fiel a esta lógica, M ach recusa la noción de causafidad— que su
giere reemplazar por la de la relación funcional éntre variables— ,
igual que las ideas, newtonianas o kantianas, de espacio y de tiem
po absolutos— prefigurando así su próxima destrucción por Eins-
tein. Rechazando de ima manera general todo enunciado dotado
de un sentido aparente pero que comprendiese términos a los que
no podría vincularse ninguna significación empírica, rechaza de
jarse encerrar en la oposición tradicional entre idealismo y mate
rialismo. Su «sensacionalismo» se emparenta, por contra, con las
tesis defendidas por Wilham James— que viaja a Praga (188 2) para
encontrarse con M ach— e inspirará la doctrina sostenida en 1 9 1 4
128
LAS FILO SO FÍAS D E L F IN A L
lá^cí^GÍa^atíte^é?SMiné5;i^^ los •
^i|gp|f&ifip§íSs|/v|i#ideilpád0s^pblíSÍ^árid^
f6M ®p ¡?M b ñ gáci8W iféc^ La deuda de és
tos con respecto de Mach es, pues, considerable— incluso si no se
encuentra en ellos su creencia inquebrantable en el origen fisioló
gico de las leyes lógicas, ya criticada por Husserl.
Guando M ach se jubila, su cátedra es ocupada por otro físi
co austríaco, Ludwig Boltzmann y, después del suicidio de éste
(1906), por el filósofo Adolf Stóhr. Durante estos años decisivos
que preceden a la Primera Guerra mundial, entre 1907 y 1 9 1 2 , se
constituye lo que se llama en ocasiones el «primer» Círculo de
Viena. Se trata aún de reuniones episódicas entre tres jóvenes fas
cinados por el empiriocriticismo y deseosos de intercambiar ideas
sobre ese tema de moda. Uno de ellos, Hans Hahn, es matemático.
E l segundo, Philipp Frank, físico. El tercero, Otto Neurath, eco
nomista y sociólogo.
La filosofía de las ciencias está en el corazón de sus discusiones.
Discípulos de Mach, esos tres jóvenes lo son también de los físicos
franceses Pierre Duhem (1 8 6 1 -1 9 1 6 )— cuya obra maestra, La teo
I i
ría física, su objeto, su estructura (1906), fue traducida al alemán en
.1 I
1908— y Abel Rey— cuya Teoría de. la física también aparece en ale
mán en 1908. Los futuros neopositivistas resultan así ijmpregDja.dQS
deI<<conv^B£Íon3 lim Q^jAds.adidam rj£sm §^-BlP^
la tesis según la cual las p r Q p Q g ic iQ n e s de base de..las..teorias.jcientf-
ficas, siempre escogidas porjjfta^decásióii»deLinv«stlgador, pueden
ser revisad^ en caso de necesidad. Pero sus debates sobrepasan
— si llega el caso— el marco epistemológico para abordar los pro
blemas políticos, sociales y religiosos, a los que están muy lejos de
ser insensibles.
La experiencia de la guerra refuerza por otra parte en ellos el
peso de esta^úít|t^^preocupaciones. Conquistado poí* las ideas de
M arx, OttB^,Í^euram entra en 1 9 1 8 en el Partido So-
cialdem ócrátClÉl^ño siguiente interrumpe sus actividades acadé
micas para ocuparse de la planificación al servicio del gobierno so-
129
H IS T O R IA D E LA F ILO SO F ÍA E N E L SIG L O XX
130
LAS FILO SO FIAS D E L F IN A L
X::j
u ^ te ii^ ilg g l^ el otoño de 19 10 va a Jena ©
para seguir los cursos de Frege. La explosión de la Primera Guerra ©
mundial le parece desde el primer momento una «incomprensible ©
catástrofe».^^ Movilizado, combate en el frente hasta 19 17 . Saluda ©
con alegría la Revolución Rusa y, en 1 9 1 8 - 1 9 1 9 , la efímera victoria
de la izquierda en Alemania. p
En 19 2 1 obtiene el doctorado en Jena con una tesis sobre el í3
concepto de espacio, marcada por la influencia de la teoría de la
o
relatividad. El mismo año, se zambulle— siguiendo un consejo de
Frege— en la obra de Russell. La lectura de Nue^^o conociviiento del
mundo exterior \e causa una profunda impresión. Simultáneamente, ©
ge trae (1Q24) a partir de los Principia mathematica un Esbozo de /q^7- ©
r/Z-2a:/ztg»^Í£^^-qu€-será--pubh€ado-€n--L92rQ— y^que resulta, con el ©
TraetM s, áTOMde^ks^pFÍmeras¿^okcasiqiie)T0ma^fílosófícamentc en ^
ij
En otras palabras,^l^pypsniladffirfilosáfícuidé-^taí^ídfeMvaMñifc^
^31
H I S T O R I A DE LA F I L O S O F I A EN EL S IG L O X X
ssell iano)
ripjriM;CÍa^
13^
LAS FILO SO FIAS D E L FIN A L
133
H IST O R IA D E LA FILO SO F IA E N EL SIG LO XX
134
LAS FILOSOFIAS DEL FINAL €)
:0
La segunda sección se abre a la reivindicación de un estilo teó
rico cercano a la estética que elaboran, por la misma época, los ■í;:)
adeptos de la Bauhaus^ del constructivismo (Tatlin) o del neoplas- o
ticismo (Mondrian): «La nitidez y la claridad son buscadas, las leja ■0
nas sombras y las profundidades insondables rechazadas; en ciencia, ©
nada de “ prohindidades”, todo es tan sólo superficie».^^ Rfediaz^ _o
rA
hóiígitgfjj^inpjtpdag^rpuclesyd^ éf áml
.Q
Ante aquel que afírme, por ejemplo, que «Dios existe», el posi ■p
tivismo lógico no respondería: «Lo que tú dices es falso», sino «¿ Qué íií)
quieres decir con semejante enunciado?». ;;5iñ|gdgíTO^ íi
P
=qúe5:^^Brelíanálisi§ppüédeníME®düG ÍO
;’P
7 0 . Ib id ., p. 1 1 5 . 7 1 . Ib id ., p. 1 1 6 .
135
H I S T O R I A DE LA F I L O S O F Í A EN EL S I G L O X X
Iqs:
Titulado <<M^^^^^^tméW[Üherwindun^
^Íka^j?risriégit^o^:deM
reíunaíaeGJ
Í 37 i
H I S T O R I A DE LA F I L O S O F Í A EN EL S IG L O X X
Sus entrevistas
con Schlick v W aismajm, entre diciembre de 19 29 y julio de 19 3 2 ,
muestran que M a l 81figÉ(l;^dhemdó¿sinAt:Ésé^^
Éstos, por otra parte, distan de estar todos de acuerdo con Gar-
nap, como lo va a mostrar el desarrollo de nuevos debates internos
en el Círculo, en la primera mitad de los años treinta.
142
L A S F I L O S O F Í A S D E L F IN A L
vn
M 3
1 'iiy
H IS T O R IA D E LA F IL O S O F ÍA E N EL SIG LO XX
0:^'eemplazarla.il5 s.arl(|gi<s^:np.í,^Svp.ad^m;ás5iq^^
je,GÍMítífiGorse'iÉfaWp0tijQitánt0pde>>eIab
.nBGÍGndqsett^;l¡itít!éMi§MdéT:iéfi © ^ s i se quiere—
d e pM-Ged:eri€&StíirMajnféfáE"q.tóÍ?iá5;P;r0 pp,rí^^
ítlMyesiv^al «s
íni^iíHspafaMbíiM^pílgWnSMaí^lícPfiíieDzO'ídefclte
Se descubre, a lo largo del recorrido, que sffi3¡fécí‘MSQitóÉ®S®3idll2*
vaa^GileSíprafelemasv i P a ®
a la vez en la <<mc.tamateinática>> construida ppri;|^ilbert;!para de
mostrar ía naturaleza no contradictoria de las maílniáticas, sa sl»
I-') <<meüaló,gipg>>'vielabpr-ada;.con el mismo objetivo ipáSSáala, lógica por
AJfred:W rsH s^i902-i983), y en los trabajos de (Sg^ilssóbre la arit-
metizlcióñ ele la sintaxis aritmética. Estrategia que, desde el prin
cipio, le lleva a alejarse— implícitamente— del logicismo defendido
por su maestro Frege.
,Sf£^
déÍaTsMffiasiaébe;lttáaa»®ieirta§fUm^
dGdiechp34a:iSÍntaxis;id%;Ss0®spüBdé!seD>fo
biliario .de vS,:.es/;inSiifieienternente rico: ;para permitirlo.' E n TCSu»
meitj la fbt^áiizáéión.^'rBqiiiere tma.serie.infmila dc lengiiaj.es sieiní-
pre iiiá.s lieo.si»;'!'’
§in;;s,er|G,atas^Óífic%§aí%i%EÍ^^^
GOUlTÍ.buye— como, tres años antes, los teoremas de Godel—
144
«SE-
<«,®.9PgreacÍDnahspio>»,,dev..N£UEatt^
...ife^giidagijqhiKh^ é is iig p^gs^rtnas»dif®Mnrg^^ o^
sjlipsismijKii^Hdi í ^ l ^ "
Sii^Bjfciajme^físiG^^— para él—ni0íesferidgsiÉ®meñte;4ma?ri©nriar
Mst^?P®B®dé-p©B:!!gspijdespr03ás¡^^.e¡ysignifi^^ Antes que recu
sarla globalmente, piensa que es mejor intentar desmontarla «pieza
a pieza». Además, rtO CbÍiééde'iürtgilM.,erédit9 al -ííprihfcipio dé veri^
# Í ® l | ú m n l á ^ g 5W ® j p a | i ^ ^ ^ i ^ ( i ¿ j ^ ^ — dicho de
otro modo, sobre una concepción «inductívista» del descubrimien
to, concepción ya largamente criticada por Hume.
C p p ir a F Ía in c n te v a :d ó s > h é o p 6 s ilM s ta s 7 § R ó p p e f n p : c r e e ,; q iie l i n ar-
JÍ^®2®^^í'.sáI^al menos la que supone que el mundo es infinito tan
to en el espacio como en el tiempo^— pM dtl§éM hiM iÉÍpada..jaCT>ás_
P®faPP|; suma de;ph,seryacÍDnesí por glraadev.qiie. sea; sicinpre pcr-
fiñit^. ^exque
145
H IS T O R IA D E LA FIL O SO F ÍA EN E L SIG LO XX
^tJga^osv^)p^termre!ÍÍQbr^
Por otra parte, Popper condena por utópicas tanto la ambición
de La sintaxis lógica del lenguaje (inchiiv en la ciencia la sintaxis de
esta última) y, de ima manera general, toda tentativa tendente a
reconstruir en un lenguaje artificial el conjunto de la ciencia uni
ficada. E n primer lugar, porque los teoremas de Gódel le parecen
establecer que ese lenguaje— si existiera— no estaría en condicio
nes de responder a las necesidades de la aritmética elemental.
E n segundo lugar, porque, a partir del momento (19 36 ) en que
descubre la traducción alemana de4osMáb:ájMsMe2®^^^ la
semántica,lBi0pp^^\^^Jétt^lteá^^deiñóstramóñ defimtró
146
■?S) !
LAS FILO SO FÍAS D E L FIN A L ;© I
E n un texto de 19 5 5 (pero no publicado hasta 1964), «L a de- .# I
i]aargaQÍoivent^^ metafísica»,®^ ^P fp li^ in téíi^ •,©
v€^í^ncia$úrrédúéfíMe^Scon^ . Veinte años más tarde, en su :©
autobiografía búsqueda sin t é r m i n o finalizará por presentar
se cp|n^gla^iídád^r(^^^asiesíU0i^ítíél4>Osi^^ cuyas prin .©
cipales debilidades ya revelaba de manera rigurosa, si se le cree, su
libro de 1934. ■:0
Sin duda hay una parte de exageración en esa visión retrospec
,'D
tiva. Pero, ñPsílfetMjté;^hay
Incluso si
jO
las dificultades en cuestión u9r^e§.táni'Solam'aute^digádas á
' ^Mgcdó^iíéñ^'^’UÜémbrÓs d '.■.O
-O
CD
En una Austria donde— desde finales de los años veinte— las fuerzas -ií'j
de extrema derecha no hacen sino progresar, los miembros del .©
Círculo— ateos, de izquierda y a veces judíos— constituyen en efec ■ #
to el blanco de ataques cada vez más violentos.
A partir de 193^» tmo de ellos— Herbert'Feigl— decide insta- :©
larsfe en los Estados Unidos. El mismo año, Carnap y Frank, sin
■€5
romper con sus amigos, se trasladan a Praga. En 19 32, las eleccio t?)
nes austríacas revelan una subida de los nazis. En 19 3 3 , Hitler
toma el poder en Alemania. Algunas semanas más tarde, el canci O
ller austríaco— Dollfuss— suspende el Parlamento e instaura vín :©
régimen de tipo fascista. El Partido Comunista es prohibido. En
iP 3 4 > ^ho de la muerte de Hahn, se tramita una orden de arresto ©
contra Neurath. Por suerte, éste se encuentra por entonces en im
viaje a Moscú. En lugar de volver a Austria, se dirige a los Países
Bajos, de donde pasará seguidamente a Inglaterra. ©
Después, en 193*^» se produce el drama. El 22 de junio de ese año, ;©
Moritz Schlick es asesinado de un tiro de fusil camino de la Univer (í.a)
sidad de Viena por uno de sus estudiantes que sé ha vuelto loco. La
.O
" 'ü
S 5 . T r a d . fr. en De J^tenne a Ca-?nbridge: Phéntage dupositivÍTfne logiqne^ de ipyo
a nosJo?irs, textos reu n id o s p o r P i e r r e ja c o b , París, G a llim a rd , 19 8 0 , pp. 1 2 1 - 1 7 0 .
86. K a rl P o p p e r, La Quete ináchevée^ op. cit.^ cap. 1 7 , « Q u i a tué le po sitívisn ie
lo g iq u e ? » , p. n p .
•O
"1
147
r“V:r
prensa reaccionaria aprovecha para subrayar que las ideas del filóso
fo no podían sino acarrearle una suerte parecida. E l ambiente en
Austria se ha convertido por entonces en irrespirable para quien se
esfuerza en pensar libremente. Y son numerosos los que— en toda
Europa— presienten el peligro de una próxima guerra.
Ese mismo año de 19 36 es el de la gran desbandada*, Cam ap deja
Praga para establecerse, como Feigl, en los Estados Unidos, don
de terminará su carrera. M uy pronto se reunirán con él Reichen-
bach, Hempel, Gódel, Tarski, Bergm aim y Fran L Ainicios de 19 3 7 ,
Popper— cuyos padres son judíos convertidos al protestantismo—
toma también la ruta del exilio. Pasará todo el lapso de la guerra en
Nueva Zelanda antes de establecerse, como Feigl, definitivamente
en Inglaterra— donde, gracias a su amigo el economista Friedrich
^© von Hayek, obtendrá una plaza en la London.School of Economics.
Algunos meses después de la partida de Popper, finalmente, Frie
drich \Vaismann se instala en Oxford. Cuando Hitler invade Aus
tria, en marzo de 1938, no queda alU ni un solo miembro del Círcu
lo de Viena.
GQntradicqipn^jntp®^^^^^^ — , ekespíri^ .
e S n I¿u e n ^ ^ ^
qÍerier>di:a®a:^
iy m g n ñ a ^ id & e lla s ^ h ^ ^ l^ ^ ^
m e m e :^ si la filosofía de Rosenzweig se remite a la
fe rehgiosa, si la de Heidegger se hunde en arenas movedizas (a par-
tir de 193 3) con un gesto de adhesión a la ideología nacionalsociabs-
I ; ta y si la de Lenin se inmovüiza (por cincuenta años) en el dogma
/ stalinista, éhdestü»íñás'ísc)rpréñdem — sin duda— elsÉ^kp®'^
^ sitiyis^
Contrariamente a sus ambiciones, en efecto,
148
-w .
.ex-i
P M d É í h - ^ q p .p ;l ^ s - t T a d Í G i á a g s ¿ lj o g a le s ¿ s o l ^ ^ ^ ^ í
150
é
LA S FILOSOFTAS DEL F I N A L
©■
— cercano al historicismo :■ ©
de Croce—r§QnsajJps qHe consagrado es.e5i!;:Í3l — rnienüas«
qiie sc;deshace deMéklegger, SartreyM érléaii-Ponry como repre- -©
seritruites.de uiia'Gbrrientc no cienu'ficaOa.fcnonienología); el mar- ‘íi3
^STOpjdáidí'eMiétíé^^^lí'eljestsTiGfeiiráiis^ ,
Por su p a r te ,^ ^ ^ ^ q u ie n , en 1947, reemplaza a M oore al
-©
frente de la revisca M wí/— no permanece inactivo. >g.i::fechaza el
positiyisntjQ, no se prohíbe en cambio someter el discurso nictafí- :©
sici^áidffiÉilií^EÍͧ^5 fíá^lisis^^cdDrbdo átesiaguah^lUrt^iuóhio^ ■O
sobre ias «categorías» lógicas y su libro inás importante. E l :©
^P1 9) Este se ocupa en reíntárTa^^Trinción
cartesiana de cuerpo y mente, presentada como un «mito» en
gendrado por el error consistente en atribuir a los fenómenos ©
mentales una «categoría» conceptual autónoma. Según Ryle, en
efecto, la mente no está «en» el cuerpo como lo estaría «un fan
tasma en una máquina». Está, en relación al cuerpo, en la misma
situación que la «Universidad de Oxford» en relación al conjunto
de edificios que la componen; nada las distingue, de hecho, si no 3 i
es por una cuestión de «punto de vista»— dicho de otro modo, de
lenguaje.
í'.')
'9ú#W M ^ff^^gdi^ ti^ ;^ O 0 rite a ^ e s a s tc ^ ;e e p c ic m *e s jiid e fíe n d fó rm a -v is ió n jk .3 )
■p
©
-4 Qj^xEU£ijíS::^te;áór 4 Jjeda«aflegaaBjá^iihjf,avy^ p
posible. Láiíapiieadán deicste:4)rm'cip^^^^^
nO' podría'Jsecíseparadaide.Ias aGeiones endas qúesernaa^^^
'■ ©
’^%i^^i|í;ftl3ídfe^9RQMe"SvvídistiHta‘.<dé>vláSii<<ivórÍGÍOiiesixffiyí?que^^^^
^i®ñ?f®i!^fínabjíbMtBjfepi3@din®siÉíiWe^Mi^^
tos-^igÍ9 ;batesidedáípersónábd
L a obra— que suscitará ima viva oposición en el campo de la
fenomenología francesa, vinculada a la herencia cartesiana— no ©
deja de tener afinidades con las investigaciones del «segundo» "O
Wittgenstein, en particular con aquellos de sus textos que circula ;©
ban bajo la forma de manuscrito a partir de finales de los años " 't i
treinta. Este hecho suscita indirectamente un problema, al que los
trabajos posteriores de Ryle— que rechaza además considerarse a sí
mismo como un discípulo del maestro de Cambridge— no aportan
en verdad respuesta. ¿Cómo conciliar, en efecto, la prescripción '■ 't)
JS i
%
íjy.,
í I H IS T O R IA D E LA F IL O S O F ÍA EN E L SIG LO X X
0- no participa—t:Sev^da?aMQnQ!E^ísr-de vmM
dedósi^^^^gi^ii^tebajoy-elm ^^
niieinbroS :ihiás;4emm,entesf-^
^:^ordltiáj3 ^ p Í i ^ ^ L a n g sh á k ^ st^ 1-19 6 0 ) y Peter Fre-
^ so q ^ n ácid o en 1919)-
_andador del grupo— se ha formado por sus estudios
© en la precisión lingüística. Desde vísperas de la Segun
Cj:)' da Guerra mundial, se pone como ideal la claridad y el rigor en el
íí':3■ uso de los términos. Distanciándose tanto en relación con Ryle
como en relación ai «segundo» Wittgenstein ,en quien hace pen
sar, pero a quien no cita demasiado y nunca sin un punto de iro
nía— desconfía tanto de la «jerga» dentista de los neopositivistas
w
como de las «oscuridades» de la metafísica clásica. Finalmente, a
pesar de ser el primer traductor inglés de los Pundavzeiitos de la arit
mética de Frege, rechaza por encima de todo el sueño de un len
(?:) ’ guaje ideal, artificialmente reconstruido. T o d os los vínculos con-
cebibles del pensamiento humano se encuentran inscritos, desde
TáceTiglüS7~en'ÍRdmguaTírdmaTtárT^ómo podfm crear una mejor
uFH Ü ío^isIáH ó^TfTalg® trabajo?
E l filósofo debe pues, se^g^ Austin, b u s ^ r la s o l ^ i ó ^
preguntas^ue_sejt^qi^la^^ que no son todas ilegítimas ;a través
del análisis min lo que nuestras «frases» qui
iiay necesidad por tanto de empacharse de erudicÍQB.Íusieíica,
'•-■■■O
ni tampoco de recurrir a lasjn ú ^ es «sutilezas» d
malémaEcorLe^basta
€>'■ ^ pósito» de todos los conqcinfrentQS p o s ib ^ xo-
'íSií3 , 1 recto de ía jenguá- Y con veEGcar,.niediante el contraste,
® -. habiantes, que. ese uso se corresponde de hecho con la práctica _ac-
mal de su cornunida^^^
® : Escéptico con respecto a todas las teorías constituidas, Aus-
© ; tin— cuya enseñanza es esencialmente oral— no pubhca en vida
más que escasos artículos. Éstos serán reagrupados, después de su
152
LAS FILO SO FÍAS D E L F IN A L
153
H IS T O R IA D E LA F IL O S O F ÍA E N EL SIG LO XX
154
LA S F I L O S O F I A S D E L F IN A L ©
©
pltísó fía ^igj^). Por su parte, otro filósofo oxoniense— A^chael
(Dmnm5t$>(nacido en 19 25)— , convencido^^^quj^ljilépQdA^ana^
■ '©
SlslS&.á 3->d?niPlSjéLffiÍ®i?..£Qd9 P^ (al margen de sus
trabajos sobre la filosofía del lenguaje de Frege)jgajeLcimihate.<^
racismo bajo todas sus formas, al participar en la fundación del :- .( D
^55
H I S T O R I A D E L A E I L O S O E Í A EN EL S IG L O X X
156
LAS FILO SO FÍAS D EL F IN A L
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H IS T O R IA O E LA F IL O S O F ÍA E N E L SIG LO XX
9 2 . H o o k se d io a c o n o c e r en un m o m e n to te m p ra n o de su a ctiv id a d p o r sus
o p in io n e s m arxista s, p e ro p o s te rio rm e n te se d esp la zó h acia una p o s ic ió n so c ia ld e -
m ó cra ta , al p u n to d e c o n v e rtirse en un d estacad o c rític o del c o m u n is m o so v ié tic o .
S u in flu e n c ia en tan to q u e te ó ric o , si b ie n g o z ó de u n a c o n sid e ra b le re p u ta c ió n
c o m o in te le c tu a l p ú b lic o y e sc rib ió n u m e ro so s aro 'cu los so b re asu n to s c a n d e n te s de
su tie m p o en re v istas y d iario s, ha sid o sin e m b a rg o tal v e z m a y o r en los filó so fo s
c e n tra d o s en p ro b le m a s p o lític o s q u e en los p o lític o s in te re sa d o s en p ro b le m a s fi
lo só fic o s.
9 3 . L a re c e p c ió n fa v o ra b le q u e ha re cib id o la re c ie n te b io g ra fía in te lec tu a l d e
b id a a A la n R y a n , John Dewcy and tbe high tide of American liberalismo N u e v a Y o r k ,
W . W . N o r t o n , 1 9 9 5 , tal v e z sea u n h ala g ü eñ o in d icio de q ue las c o sa s están c a m
b ia n d o .
158
LAS FILO SO FÍAS D E L F IN A L ■■ ©
y Whitehead, sus estudios superiores— antes de convertirse a su
vez en profesor de la misma universidad. Precozmente atraído por
una visión precisa y rigurosa del mundo, Quine lee los Principia
mathematica a la edad de veinte años y consagra su primer artículo í')
(1930) a los trabajos del matemático francés Jean Nicod. Más tarde,
por consejo de Herbert Feigl, aprovecha una beca de viaje que le es
concedida el otoño de 1932 para desplazarse— como Ayer y en el
mismo momento— a Europa central. En Vieha, sigue los cursos de
Schlick y lee (enero de 1933) ponencia ante los miembros del
Círculo. En el siguiente mes de marzo, viaja a Praga para encontrar
:0
se con Carnap—-del que acabará siendo amigo y discípulo— y des
pués a Varsovia para conocer a Lukasiewicz, Lesniewski y Tarsid.
Cuando al final de ese periplo vuelve a los Estados Unidos, se
con^dera .a^.í mismo como un adepto del positivismo lógico. En ■©
cierto sentido, continuará siéndolo toda su vida, incluso cuando— a
de i939~^ 3^ se siente totalmente de acuerdo con la evolu- Q)
de Carnaprquien se aleja poco a ñoco de sTTpro-: ’■■■■)
^j[^£j?j_jfdcial por su interés creciente por la semántica y la lógica
Q
-de_prohabilidades- Quine admite por otra parte que ese programa
m
d^^^ suavizado" pero es únicamente en un artículo de 19 5 1
*^^DQS_dogmas del erñpirismo»^'^—donde propondrá una nueva ®
formulación. _
L a filosofía de Camap, sostiene Quine, se funda en dos «d og ©
mas» que hay que abandonar si se quiere salvar el empirismo, es ©
decir, ponerlo a resguardo de cualquier crítica. E | primero^con- O
siste en creer en la existencia de un hiato entre lenguaíéTTecíros. ■@
verdades analíticas y verdades sintéticas. Para~QÜiñe, las verd,ad£a {^3
<^uram ente» analíticas no existen: toda verdad depende
d^Lj£P¿H ^?-X 3 ¥-jQ^._hgt:fioÍ^Tncluso la lógica y las matemáticas
instancia y a través de todo tipo de meditaciones,
©
L m p fr ^ Por otra parte, ciertos desnibrími c ^
pueden obligarnos a revisar las leyes lógicas
^^J^^das por «evidentes»: así la mecánica cuántica,
por ejernplo, demuestra la fragilidad de la lejTtíeTTercio excluso, ‘O
ya recusado-por-^rouwer-: De forma general, el conocimiento no (0
0
9 4 ^' fr. en De Vienne á Cajnby'idge: Vhériuige du poúúvisTne logjqtieo de / 9 5 o
‘Q
d nosjoíirso op. cit.^ pp . 8 7 - 1 1 3 . [T r a d . cast. de M a n u e l S a c r istá n en « D o s d o g m a s dei O
e m p in s m o » en W . O . Q u in e , Desde un punto de vista ló^co, B a rc e lo n a , A r ie l, 1 9 6 2 .]
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H I S T O R I A DE L A E l L O S O E l A EH EL S I G L O X X
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LAS filo so fía s D EL FIN A L
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162
O
■©
LAS FILO SO FÍAS D E L FIN A L ■/■■■■A
1968, y posteriormente ItcfoTmiLluciones en filosojía y otras artes y ©
ciencias, 1988). T a l orientación vincula singnlarmente la estédca de ©
Goodman con la desarrollada, independientemente y en la misma
■ V:©
época, por los adeptos euroneos-det^^n-ucturalismo.’ ^
Finalmente, con Donald(Davidson)(nacido en 19 17 ), que con- r©
tinúa siendo uno de los prin^aíes-discípulos de Quine, se ve r e r©
aparecer ja tesis sepúnJa c u a l una verdadera frontera— aunque en
movimiento— separa claramente la filosofía del resto de las cien .O
cias: la primera debe tomar a su cargo los problemas a los que las .0
^gundas no ofrecen respuesta. Puntuadas por una serie de aíTícu- ;:C3
losTlos principales de entre ellos reagrupados en dos libros {Accio
nes y acontecimientos, 1980; De la verdad y de la interpretación, 1984),
las investigaciones de Davidson conciernen a la vez a la filosofía de
ersuadido=-=cnmn Cam ap_y_coino^ylfc::^de í:)
que el materialismo es tan erróneo como el idealismo y que una es-
pecic de monismo «neutro» continúa siendo la única manera posi-
ble de c ^ c g b ir . las reladanes dé mente y cuerpordesapñiebn
pretensión «mentalista» (o antibehaviorista)^e las «ciencias cogni- o
tiyas» de^ehmidar el mecanismo de nuestros actos «mentales» como
si éstos estuviesen dotados de una realidad autónoma.
ps cierto que esas ciencias son todavía jóvenes. Salida»; de in-
y f i 5 g|?LPGes_£mpt^eiididas^_pajlÍLiÍ£.los_añQS_,tj:em (Alan Ííji- :.(■ )
sobre la automatización de los procedimientos de cálculo
(iSívestigaciones de donde surgieron los primeros ordenadores),.^
■O
así como ^e la «cibernética» popularizada por Norbert 1(V ie n e ^
(18 9 4 -19 6 4 ) en un libro con ese título (1948) donde a n a liza V rio ^
ría deí «control y comunicación en el animal y la máquina», y de la (5
teoría de la información (Claüde Shannon [191Ó)), las ciencias
cognitívas se han desarrollado en los años cincuenta y no han dado
síntesis sino con los trabajos recientes de Terry
:i^ F tK l^ £ ^ ^ d d o -^ n 19 35; E l lenguaje del pensamiento, 19 75) y de
C^D ennet^nacido en 1942; La conciencia explicada, 1991).
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h ist o r ia d e la filo so fía en el sig lo XX
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H IS T O R IA D E LA F IL O S O F IA E N EL SIG LO XX
l o i . V é a s e Paul M . C h u rch la n d , The Engine of reasm. The seat of the soul: A philo-
sophicaljoujyiey into the h'ain^ C a m b rid g e , M a s s ., MYV Press, 1 9 9 5 .
1 66
Oí)
las FILOSOFÍAS D EL FINA L
-© !
c o ^ ^ a s » y las invesrigaciones en «inteligencia arrífínal» No ©D
deja de ser menos cierto que, todavía hoy, ni el
^ncialismo son verdaderamente consíd^ados, en losEstodos I Jni-
^^55 ’ como doctrinas filosóficas en sentido pleno, cuyas tesis sería
HTiportante examinar— ajunque fuera para criticarlas. En cuanto a
o la escuela de Franldurt, son habitualmente
^ ^ ifíca d as bajo la rubrica «sociología».-AquLtambién queda, pue<>,
un fo so q u e luperar.
'©
l o ^ E l nacim ien to de ese interés se rem onta a la p u blicació n p o r un an tígu o alu m
no de Q u m e , el filósofo D a g lin Follesdal, de un artículo ( 1 9 6 9 ) que com p ara el c o n
O
cepto husserliano de « n o e m a » y el concepto fregeano de Si?2?i. P e r o no h ay que olvidar
que el « s e g u n d o » W ittg e n ste in , a través de su exp loració n de los fim dam ento s de la -e
p sic o io ^ 'a , reco n o cía ya la existencia de «p ro blem as fe n o m en o ló g ico s», aunque rech a- :(Í
zaba la fen o m en olo gía co m o teoría y c o m o m étodo (Observaciones solrre hs colores, 19 5 0 ).
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167
P EN SA R A U S C H W IT Z
r;-:)
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PENSAR AU SCH W ITZ
IÓ9
H I S T O R I A D E LA F ILO SO F ÍA E N EL SIG LO XX
L a h o r a d e la m a r c h a fo r z o s a lle g ó m á s c im e lm e n t e e n 1 9 3 3 , a c a
r r e a n d o t o d a s u e r t e d e d if ic u lt a d e s m a t e r ia le s y d e s g a r r o s p s ic o ló
g ic o s . ____
Par&jCassi^]^y por ejemplo, la caída es brutal. Reputado cate
drático y rector de la Universidad de Hamburgo, y uno de los in-
telecmales liberales más respetados de la República de Weimar,
debe dimitir inmediatamente de todas sus funciones. Parte para
Oxford, desde donde, en 1 9 3 5 , viajará a Suecia. En 1 9 4 1 se instala
en N ueva York, donde muere ( 1 9 4 5 ) ^Igtmos días antes del final de
la guerra. Ensombrecidos por informaciones que llegan a los Esta
dos Unidos sobre el genocidio— en el que desaparece una parte de
su familia— , sus últimos años están mareados por una reflexión so
bre el trágico fin del idealismo alemán, así como sobre el incierto
porvenir de la humanidad {Ensayo sobre el hombre^ ^944)*
Discípulo y colega de Cassirer en la Universidad de Plamburgo,
el historiador del arte Erwin Panofsky (18 9 2-19 6 8 ) emigra a su vez
a América en 1 9 3 4 , poco tiempo después de haber publicado un
170
(D
PENSAR AUSCHW ITZ ©
©
Otro grupo duramente.-MSfíe^p^&..^exilio es el que remiió. en ©
Franldurt, el filósofó.M akÍ^kheim @ )(l8Q c-io72Í. ■■■■#
Nacido en Sturtg^rj eri^uhá -fariiilia de industriales más bien
171
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m
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pen sar a u sc h w it z
U7
HISTO R IA DE LA FILOSOFÍA E N EL SIGLO XX
2. LA DECISIÓN DE HEIDEGGBR
178
PENSAR AUSCHW ITZ
■©
dencia a los profesores considerados «no arios». La ley es además ©
aplicada a pesar de Von MolIendorf, puesto que, de los noventa y
tres electores que han de elegir a su sucesor, trece tienen prohibido
el voto por razones «raciales». Xodo ello, aparentemente, no plan
.©
tea a Heidegger el menor cargo de conciencia. N o más que el que
le plantea la quema de libros «judíos y marxistas» que tiene lugar
en algunas ciudades el lo de mayo de 19 3 3 , tan sólo algunos días ■ •O
después de su elección. ^i©
E l nuevo rector aborda su tarea con un entusiasmo incontes •■O
table. E l 20 de mayo de i933> dirige un telegrama a Hitler para ■‘O
desaconsejarle la recepción del comité de la Asociación de Profeso ■■0
res Universitarios Alemanes mientras que éste no se muestre más "0
cooperador con el régimen— es decir, en tanto que la Asociación
■ '©
no haya sido «encauzada». Una semana más tarde, el 27 de mayo,
Q)
tiene lugar la ceremonia de investidura en Friburgo. Entre dos
himnos militares, Heidegger pronuncia un discurso exponiendo, ,v">
en la jerga del partido, su programa para «nazificar» la Universi
dad de Friburgo. N o hay mucho que decir de la sustancia teórica,
más bien pobre, de ese texto agresivo, pomposamente titulado I.a ,0
autoafirmación de la universidad alemana y en el que se buscará eji ■©
vano la menor traza de independencia intelectual. Por lo demás,
desde 19 4 5 hasta su muerte, su autor impedirá prudentemente la
reimpresión de éste, tan exitosamente que de hecho el discurso
tan sólo reaparecerá en 1982, primero en Francia y luego en Ale
mania.
E n la práctica, la principal actividad a la que se consagra el fi
lósofo, desde el momento de entrada en funciones, es la reforma
de los estatutos de su universidad bajo el rnodelo del sistema del CD
Führerprinzip, Al final de esta reforma, que inicia y que será inme ■0
diatamente aplicada en otras instituciones, él mismo es nombrado
Führer de la Universidad de Friburgo el i de octubre de 19 33. Por
este nuevo título, sus poderes se ven reforzados. El rector se con '©
vierte en una verdadera correa de transmisión entre el Estado ©
nacionalsocialista y la juventud estudiantil. E l efecto de esa reforma
será catastrófico tanto para los jóvenes, en adelante privados de
toda libertad intelectual, como para las propias universidades, cuyo
nivel científico no tardará en declinar.
Simultáneamente, Heidegger asume con una perfecta disponi ©
bilidad su papel de filósofo-propagandista. Multiplica las confe- '©
179
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1 80
PEN SAR A U S C H W I T Z
1 0 8 . I b id ., p p . 2 7 6 - 2 8 0 .
10 9 . M a r tín H e id e g g e r, Introduaim a la métaphysique, trad. fr., P a rís, G a l li -
Introducáón a la metafísica,
m a rd , 1 9 6 7 , p. 2 0 2 . [ T r a d . cast. de Á n g e la .A c k e rm a n n ;
B a r c e lo n a , G e d is a , 1 9 9 5 . ]
n o . K a r l L o w it h , Ma vie en Allemagne avant et aprh ii’-i P ^ rís, H a -
c h e tte , 1 9 8 8 , p p . 7 7 - 7 8 . [T r a d . cast.: M i vida en Alemania antes y después de i 933 >
M a d r id , V i s o r , 1 9 9 2 .]
182
(/)
PENSAR AUSCH W ITZ
■o
A partir del segundo semestre de 19 45, Heidegger comienza a ela
borar por escrito*** las grandes líneas del sistema de defensa que v)
mantendrá hasta el final, como lo atestigua la entrevista concedida í )
en 196Ó a Der Spiegel y que no será publicada^— conforme al deseo
O
del filósofo, siempre prudente— hasta después de su muerte.**"
Q
Heidegger tiene todavía, a finales de 19 4 5, la elección entre
dos estrategias opuestas, ambas coherentes. O bien asumir la tota o
lidad de su pasado nazi a riesgo de condenarse a sí mismo al ais ()
lamiento y al silencio; o bien admitir que se ha engañado torpe ©
mente, no solo en 19 3 3 sino durante los doce años siguientes, ' ©
aunque ello implique ejecutar un gesto público de autocrítica. Las
dos actitudes, en verdad, requieren coraje. Sin duda ésta es la ra
zón por la que Heidegger escoge una tercera.
■
Lenificante y deliberadamente tramposa, consiste en minimi-
183
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!
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I9I
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1 2 5 . « C o n t r ib u t ío n á la q u e stio n d e T É t r e » , texto r e c o g id o en M . H e id e g g e r ,
Qiiestiom /, op. ciL^ p, 23Ó .
194
PENSAR A U SC H W IT Z Q
mente, por su «desconstrucción» {Abhau) mediante el «abando
no»*"^ de sus representaciones constitutivas.
Nacidas de las exigencias de la polémica, tales declaraciones pue ©
:0 ^
den parecer en la actualidad muy oscuras. A fin de entender mejor
lo que está en juego, detengámonos un instante en su aspecto más ■
dolo, en sus cursos de 1936 a 1940,*"^ como la forma suprema del nihi ■ (■ )
lismo occidental.
■©
Recordemos en primer lugar que, dirigida en contra del plato . . -^
nismo, del cristianismo y del socialismo, pero también en contra de
la estupidez burguesa y del antisemitismo— cosas todas ellas que
resumían a sus ojos el «espíritu alemán» encarnado en Wagner— ,
la crítica nietzscheana de los «valores» se apoyaba también en una
demmcia global de la filosofía europea. Por una parte, Nietzsche n
calificaba ya a ésta de «metafísica» en un sentido peyorativo. Por
otra parte, le reprochaba haber desembocado en el «nihilismo»,
término que Nietzsche tomaba de los Ensayos de psicología contempo ■C
ránea (188 3) del escritor francés Paul Bourget.
©
Para Bourget, el nihilismo— enfermedad de la Europa moder
na— se explica por el «cansancio» en el que una «humanidad de
o
masiado reflexiva» ha caído a causa de su propio pensamiento, me
diante ima voluntad de autoaniquilación. Nietzsche no podía sino •©
aborrecer ese nihilismo puesto que, para él, la «vida» era el único
«valor» verdadero. Por el contrario, veía en su propio nihilismo ; {¡\¡]
«activo», es decir, en su propio proyecto de destrucción de los va
lores opuestos a la vida, lo previo e indispensable para la gloriosa ■
^95
■
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por Otra parte, renueva el interés por el lenguaje y por los signos
en general; se puede comprender que Blanchot, Foucault o Derri-
da atentos como están a los problemas de la escritura— puedan
sentirse atraídos por el audaz verbo del maestro de Friburgo, por
su manera de transgredir deliberadamente los Límites instituidos
de la expresión filosófica. A riesgo de olvidar, en su lectura «este-
ticista», las implicaciones políticas del proyecto heideggeriano.
Solo, a partir de 19 61, la voz discordante de Jean-Pierre Faye se
hace escuchar en distintos artículos, pero sin conseguir invertir la
corriente de la moda— ^no más que lo que consigue, en 1988, el ex
celente análisis del sociólogo Pierre Bourdieu, La ontologíapolítica de
Martin Heidegger. En cuanto a las biografías de Heidegger por V ic-
tor Farias (la de éste perjudicada por un buen número de errores) y
Hugo Ott (ésta, por el contrario, un sólido trabajo académico), apa
recidas en 1987 y 1988 respectivamente, quizás porque confirman
de manera convincente lo que ya sabían todos los que querían sa-
ber lo esencial del informe ya era por entonces conocido— , susci
taron tales reacciones de hostilidad en Francia que la historia de este
episodio requeriría, por sí sola, un estudio separado.'^^"
Sin duda el trabajo de Ott aparece demasiado tarde puesto
que, mientras tanto, Heidegger ha entrado en la lista oficial de los
autores que el ministerio francés de educación nacional recomien
da estudiar con vistas al baccalauréat— lista en la que no figuran, por
el contrario, ni Russell, ni Wittgenstein, ni Cam ap, ni Marcuse.
201
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3. primeras INVESTIGACIONES
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(.;■)
¿Auschwitz, tema tabú? Filosóficas, literarias, artísticas, las gran Q}
des obras de la posguerra hablan poco de él, en todo caso. Y, cuan
Q
do lo hacen, evocan ese «innombrable»— ^por utilizar el término de
:©
Beckett— bajo el modo metafórico, como si ningún discurso direc
©
to fuera posible sobre esa «cosa» repulsiva hasta el límite de lo re
presentable.
Los logros insatisfactorios de los cineastas mejor intencionados ©
son, desde este punto de vista, instructivos. Noche y bi'umci de AJain .©
Resnais (1955) constituye la primera tentativa de abordar el tema,
pero no se subraya demasiado la especificidad judía de las víctimas
del genocidio. Holocausto (1978) es un serial de aciago título, don
de la realidad trágica de la muerte está totalmente soslayada. En
cuanto a La lista de Schindler (1993), el ingenuo optimismo que
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21 4
PENSAR A U SC H W IT Z ■íA')
©
interior del Estado-nación europeo, y precipitarlo a su destrucción
al lanzarlo a guerras expansionistas condenadas al fracaso. Parece, c:)
por otra parte, que Hannah Arendt subestima el impacto del pen o
samiento de Marx— y de todas las doctrinas del progreso social— o
cuando afirma, en una fórmula un poco precipitada, que el bolche
vismo debe más al paneslavismo que a cualquier otro movimiento ■o
político o ideológico.""^ I'"')
En cuanto a la estructura propia de los modernos Estados «to
talitarios»— término que se pone de moda a la conclusión de la
©
Segunda Guerra mundial, pero que deriva de la idea de Jünger y
Schrmtt del «Estado total»— , es la primera en describir con preci
o
sión sus principales características: preponderancia del partido so
bre el Estado y de la fuerza sobre el derecho, complementariedad de C:;)
los papeles llevados a cabo por el terror policial (en el interior) y la
propaganda ideológica (en el exterior), pretensión ilusoria de bo
rrar de un golpe toda diferencia entre las clases sociales. Tiene, por
otra parte, el mérito de situar a las primeras de cambio y en el co
razón del debate un dato fundamental que los politólogos hberales
tienen muchas veces dificultades en aceptar: el hecho de que los
regímenes totalitarios se benefician habitualmente— al menos du
rante un cierto tiempo— del apoyo espontáneo de la mayor parte
í\-)
de la población que oprimen, sin que se pueda decir que ese apoyo
sea el efecto de una ignorancia absoluta de la realidad o de un «la ■© I
vado de cerebro» colectivo.""^*
Su análisis, no obstante, adolece de ciertas debilidades. Preocu
pada ante todo por la elaboración de un modelo teórico, Hannah
Aréndt considera que éste no se ha reahzado verdaderamente—
«en estado puro»— sino en el caso del nazismo y del stalinismo.
Esta visión un poco formalista le impide otorgar el interés que me
recía al fascismo propiamente dicho— tal como se encarna en E u
ropa en los regímenes de Mussolini, Salazar y Franco— así como a
las tendencias totalitarias capaces de afectar, en tiempo de crisis, el
funcionamiento de los propios Estados democráticos. ©
Adimrada, por otra parte, por las semejanzas estructurales en ©
tre el Estado stalinista y el Estado hitleriano, tiende a hacer creer a 'O
■©
■©
The Origins of Totalitarianism^ N u e v a Y o r k , H a r c o u r t,
1 4 0 . H a n n a h A re n d t,
B ra c e and C o ., n u eva e d ició n ( 1 9 7 3 ) , p. 2 2 2 . [T r a d . cast. de G u ille r m o S o la n a : Los ©
orígenes del totalitarismo, M a d rid , A lia n za, 1 9 9 8 .] 1 4 1 . Ib id ., p. x x iii.
21 5
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218
0
PENSAR A U SC H W ITZ .
cantes años sin verdadera respuesta por lo que respecta al triimfo ,©
del nacionalsocialismo en Alemania. N o subestiman ciertamente la ©
gravedad del fenómeno, puesto que emigran. Pero experimentan
la impotencia de sus habituales instnunentos de análisis para ■©
afrontar esos inauditos acontecimientos.
Estas dificultades de fondo, agravadas por disensiones entre los ..C-■)
exiliados— desde su llegada a los Estados Unidos, Fromm se aleja
;©
del grupo, con el que terminará por romper en 19 39 , mientras que
©
Marcuse, por su parte, toma distancias progresivamente— , bastan
para explicar que los miembros de la escuela de Frankfurt no pu .0
bliquen demasiados textos importantes durante los años treinta y el o
comienzo de los cuarenta. Marcuse redacta (19 37) su primer ensa ;a
yo sobre la teoría de la cultura. Adorno continúa reflexionando so
bre el jazz en un artículo de 1936 que ya se ha mencionado y la mú
sica de W agner (1939). En cuanto a Horkheimer, a pesar de soñar T-O
con una gran obra sobre la lógica dialéctica— que duda en empren
der solo, por el temor de no poseer la culmra filosófica suficien
te— , se limita a escribir algunos artículos.
Dos de ellos, «La disputa sobre el racionalismo en la filosofía
contemporánea» (1934) y «Teoría crítica y teoría tradicional»
(19 37), le ofrecen la oportunidad de marcar su oposición no sola
mente con el Círculo de Viena, sino con el «positivismo» en ge
neral, cuyos partidarios defienden— según él— ^una concepción es
trictamente científica de la radonalidad; miennras que Horldieimer ©
ante todo ve en la razón el instrumento de una crítica al «desorden .©
establecido». «Teoría crítica» se convierte además, a partir de 19 37,
en el nombre bajo el que los miembros de la escuela de Frankfijrt
presentarán en adelante su programa filosófico.
©
Sin duda la filosofía de la historia de W alter Benjamín— cuya
colaboración busca el Instituto desde 19 3 6 — habría podido apor
tarle un nuevo aliento: pero Benjaniin no llegará jamás a Nueva
York. Al contrario, sus escritos— cuyas tendencias románticas ha 'v)
bían disgustado en un primer momento a Horklaeimer— terminan o
por provocar—^gracias a la mediación de Adorno— una lenta evo i
lución en el pensamiento del director del Instituto. Contribuyen a Q
apartarle a la vez del marxismo «riguroso» de su juventud y de la •©
idea de que las ciencias sociales podrían tomar el relevo de la filo ■©
sofía. Consecuencia de esta evolución: Horkheimer se aproxima a
O
Adorno y le hace saber, en diciembre de 1936, que aprecia particu-
■O
219
H IST O R IA D E LA FILO SO FÍA E N E L SIG LO XX
14 3. C a r t a d e H o r k h e im e r a A d o r n o , citad a p o r R o l f W ig g e r s h a u s , L École
Francfort^ trad . fr., P a rís, P U F , 1 9 9 3 , p. 1 5 5 .
PENSAR AU SCH W ITZ
lí i
H IST O R IA D E LA FILO SO FÍA E N E L SIG LO XX
14 4 . E s t a fó rm u la fig u ra e n el p re fa c io re d a c ta d o en 1 9 ^ 9 H o r k h e im e r y
A d o r n o para una n u e v a e d ic ió n de Dialektik der Aufklanmg\ trad. fr. c o n el títu lo La
dialéctique de la raison^ P a rís, G a llim a r d , co l. T e l , P- H ^rad. cast. de J u a n
Jo sé S á n c h e z : Dialéctica de la Ilustración: Fragmentos filosóficos^ M a d r id , T r o t t a ,
1994*1
PENSAR A U SC H W ITZ
'C-f
dinario de todo odio a los judíos. Pensar el antisemitismo conlleva,
para la razón, tratar de pensar sus propios límites. Los autores, sin ©
embargo, no se hacen demasiadas ilusiones sobre el éxito de sus es
fuerzos. Saben que el antisemitismo no puede explicarse ni por ■©
argumentos biológicos, ni por razones económicas, ni siquiera^— a
pesar del secular resentimiento cristiano— por motivos puramente
teológicos. 'o
Para ellos, tan sólo una investigación que se apoyara en el psi- ú)
coanáhsis— por ima parte— y en la historia de las mutaciones
O
sociales y culturales atravesadas por Occidente desde el final del
mundo antiguo— por otra— permitiría comprender que lo que fo íi
caliza el odio contra los judíos ha de buscarse en la concepción ju '©
día de la felicidad, en el valor absoluto que el judaismo concede al
respeto de la L ey entendido como fin en sí mismo, así como en el ■©
retiro, el desapego mesiánico en relación al curso de la historia ^■ O
mimdial, que resultan de ello. ¿Sería el judaismo el último fer :í
mento de resistencia espiritual a la onmipotente dominación del
«positivismo» sobre la existencia social de los hombres «civiliza
dos»? Se podría, en todo caso, entresacar de esta hipótesis una ex
plicación de la constancia con que ciertos «civilizados», aplasta
dos por el progreso de esa civilización que ha perdido todo
sentido de los valores, experimentan la necesidad— para soportar
sus propios sufrimientos— de perseguir con su odio la última «mi
noría» capaz de dar fe, solamente con su mera existencia, de su
fracaso metafísico.
A modo de conclusión, Horkheimer y Adorno observan que el
nazismo, haciendo del antisemitismo la clave de su programa, ha
hecho realidad uno de los más antiguos fantasmas antisemitas:
puesto que constituye el escándalo por excelencia de la razón mo
derna, el genocidio nos obliga a considerar en la actualidad el pro
blema judío como el «punto de inflexión de la historia».
Gracias a la ayuda económica del American Jewish Committee,
el esbozo de ima teoría del antisemitismo contenido en Dialéctica de
la Ilustración suscitará, a partir de 1945, nuevas investigaciones, apo
yadas por pesquisas empíricas más precisas, en las que participaron
sociólogos y psicólogos como Bruno Bertelheim (1903-1990). Esas
investigaciones desembocan a su vez en la publicación de una obra
Q
14 5. La Dialectique de la raison^ op. cit., p. 2 0 7 .
223
H IST O R IA D E LA F ILO SO FÍA E N EL SIG LO X X
224
PENSAR A U SC H W IT Z
14 7. Ib id ., p. lo o .
225
H IS T O R IA D E LA F IL O S O F ÍA E N EL SIGLO X X
226
PENSAR A U SC H W ITZ 0
©
contra como Ser y tiempo «ontoJogiza» la historia;*'^® dicho de oü*o
©
modo, considera la situación existente— sea cual sea— como diri
gida por el Ser mismo. Tal actitud explica, según Adorno, el ulte
rior desliz del maestro de Friburgo hacia la apología del orden O
establecido, por consiguiente, del nazismo. En contraste con ese ©
«positivismo» político y, más en general, por oposición a toda la :©
tradición del idealismo alemán de donde procede, en lo sucesivo
Adorno se remite menos a Marx que a una «lógica de la disloca ''O
ción»'"^^ o de la pura negarividad. Es decir, de un pensamiento que, ;-0
renunciando a las facilidades de la «síntesis» hegeliana, rehusaría
O
conciliar ilusoriamente los contrarios proclamando su identidad
final.
:O
Ninguna síntesis, en efecto, es posible mientras un solo hombre
sufra a causa de otros hombres. «El más pequeño signo de sufrimien ■©
to absurdo en el mundo empírico desmiente toda la filosoñ'a de la :
identidad que quiera hacernos olvidar este suffimiento»,^^^ escribe C) \
Adorno, haciéndose eco de una reflexión de G eorg Simmel, quien o i
«se sorprendía de que la historia de la filosofía deje aparecer tan
poco los sufrimientos de la humanidad».*^' Identificado con la
negarividad, el dolor constituye, pues, el motor de la dialéctica ■
adorniana. Los tres últimos capítulos del libro ofrecen un resumen
0
concreto del funcionamiento de ésta. El primero va destinado a re
es
definir la libertad a partir de una critica de la formulación que daba
Kant. El segundo ataca la filosófica hegehana de la historia y parti
cularmente la noción de «espíritu del pueblo» {Volksgein), funda
mento de todas las místicas nacionalistas y reaccionarias. E l terce y®
.■
ro, finalmente, nos remite a la interrogación sobre la posibilidad de
una metafísica en la actualidad— dicho de otro modo, «después de
Auschwitz».
Después de Auschwitz, dice Adorno, «toda afirmación de la
positividad de la existencia» no puede ser sino «palabrería».
W
«Auschwitz ha probado de manera irrefutable el fracaso de la cul
©
tura [...]. Toda cultura posterior a Auschwitz, incluyendo su ur
©
gente critica, no es más que un cúmulo de inmundicias».'^^ Ausch
witz destruye, en suma, toda esperanza de reconciliación de la filosofía O
e
.©
1 4 8 . T h e o d o r W . A d o rn o , Dialectiqn£ négative^ p. 6 8 .
1 4 9 . Ib id ., p. 1 1 8 . 1 5 0 . Ib id ., p. 1 6 1 , 1 5 1 . I b id .,p . 1 2 4 . G)
1 5 2 . Ib id ., p. 2 8 3 . 1 5 3 * Ib id ., p. 2 8 7 .
227
H IST O R IA D E LA FILO SO F ÍA E N EL SIG LO X X
1 5 4 . Ib id ., p. 2 8 6 . 1 5 5 . Ib id . 1 5 6 . Ib id ., p. 3 1 5 .
228
PENSAR A U SC H W IT Z
1 5 7 . Ib id .
1 5 ^ ’ "T h e o d o r V\^. A d o r n o , Théorie esthétique^ n u e va trad. £r., P a rís, K J in c k -
Teoría estética^ M a d r id , T e c n o s ,
sie c k , 1 9 8 9 , p. 1 5 - [T r a d . cast. de F e m a n d o R ia z a :
19 7 1-]
229
f
H I ST O R IA DE LA FILOSOFIA EN EL SIGLO XX
1 5 9 . Ib íd ., p. 3 3 0 .
230
■i I
■i
O
E N L A G U E R R A F R IA ■©
■7;)
^31
H IST O R IA D E LA F ILO SO FÍA E N EL SIG LO XX
232
E N LA G UERRA F R IA
233
H IST O R IA D E LA F ILO SO FÍA E N EL SIG LO XX
234
E N LA G U E R R A F R ÍA ©
igual íacilidad de la lucha política a la investigación epistemológi 0
ca y viceversa.
En el camino de esta cruzada antimarxista dos libros hacen a i
época. E l título del primero— Miseria del historicismo (19 3 5 , rees ■© !
crito en 1944 y publicado por primera vez en forma de dos artícu j
los en la revista Económica en 19 4 4 -19 4 5)— señala la doctrina que
i
va a convertirse en la bestia negra de Popper. «Historicismo», para oI
Popper, no designa solamente— como en Plusserl— la tendencia a
reducir el contenido de un concepto a lo que revela el estudio de su
■©
0
génesis histórica, sino— de manera más fundamental— la teoría se
gún la cual la lústoria obedece a leyes que, correctamente com
prendidas, permitirían en parte anticipar el futuro. ■0
Curiosamente, Popper ve en esa creencia— compartida no sólo
por Plegel y por Marx, sino también por numerosos historiadores
profesionales, incluyendo a historiadores resueltamente liberales— O
la expresión de una fe irracional, incompatible con una actitud au • í)
ténticamente científica. La historia, para él, no podría obedecer a
leyes, la idea misma de «ley histórica» le parece una contradicción
en los términos. Desgraciadamente, los argumentos avanzados
©
para justificar esta última tesis no son demasiado convincentes y la
©
tentativa que llevará a cabo Popper— en un artículo de 19 50 («In-
determinism in quantum physics and in classical physics»)— para
«deducirlos» del indeterminismo de la física cuántica lo será toda
vía menos (como el propio Popper admite en el prólogo a la edi ©
ción de Miseria del histoiicismo de 1957). ¿Es legítimo por otra par 0
te, sean cuales sean las dificultades que provoque la aplicación de la ■©
noción de ley en las ciencias sociales, declarar esta aplicación im ©
posible a priori y privar así a la historia de toda posibilidad de con ©
vertirse en una disciplina científica?
©
La sociedad abierta y sus enemigos (1945), publicado en dos volú
©
menes, es una empresa de mayor envergadura, aunque ese libro,
que ha conocido un éxito considerable, haya también envejecido.
Recuperando, para aplicarla a las sociedades, la distinción introdu^ o
cida por Bergson'^^ entre moral «cerrada» (fimdada en la obligación)
y moral «abierta» (ligada a las aspiraciones ideales del individuo), ©
O
fia
1 60 . H e n r i B e rg s o n , Les deux sources de la morale et de la religión, P arís, F . .Alean,
1 9 3 2 . [T r a d . cast. de Ja im e de Salas y Jo s é A te n cia: Las dos panes de la inoraly de la ■©
religión, M a d r id , T e c n o s , 19 9 6 .] ■
^35 ’■CJ)
H ISTO R IA DE LA FILOSOFÍA EN EL SIGLO XX
236
EN LA GUERRA FRIA
237
h ist o r ia de la FILOSOFIA EN EL SIGLO XX
238
EN LA GUERRA FRIA
U9
HISTO RIA DE LA FILOSOFÍA EN EL SIGLO XX
240
É N LA gu erra fría
241
H ISTO R IA DE LA FILOSOFÍA EN EL SIGLO XX
2. EL DEFENSOR DE LA LIBERTAD
242
I
EN LA GUERRA FRIA O ^
a::)
/:áfi^"^3pcuenta— como un partidario del campo soviético, Jean-Paul
©
/|SartTe ¿1905-1980) no podría ser reducido a esta imagen simplista.
©
\^am ^m o es el opuesto exacto de Popper, aun cuando algunas veces
parece serlo de Aron. N i marxista ni antimarxista «en estado puro»,
es en primer lugar un filósofo de la libertad, para quien la libertad es ■©
mucho más importante que todas las ideologías que pretenden de
fenderla. Por ello mismo, es políticamente inclasificable. o
Ello no quiere decir que haya estado constantemente aislado. ■o
En su entorno, en su generación, se hacen escuchar voces amigas, ■ r>
aunque no le dieran siempre la razón: las de Paul Nizan, Maurice
Q
M erleau-Ponty (1908-19Ó 1), Albert Camus (19 13 -19 6 0 ) y Simone
de Beauvoir (1908-1986).
■ 0
Pero la voz de Sartre las domina todas. A la vez filósofo y nove
lista, polemista y dramaturgo, cabeza de fila del morimiento exis- ©
tencialista. Sartre es el intelectual total— figura nutica de las letras O
francesas que tan sólo, antes de él, Voltaire, Hugo y Zola han en O
carnado con parecido ímpetu. Esa es la razón por la que permane ' o
ce, digan lo que digan sus detractores, como el filósofo francés más ■o
importante de este siglo.
Sin embargo, sus detractores son legión. La palabra de Sartre
incomoda a todo el mundo, tanto a la izquierda como a la derecha.
Perturba el confort intelectual de los unos, ridiculiza la jerga de los
otros. En Francia, a pesar de su inmensa notoriedad, Sartre nunca
ha sido verdaderamente reconocido. Los estudiantes no leen de él
sino Las palabras^ breve relato de una fastidiosa infancia. La opi O
nión dominante le reprocha haber sido un mal escritor, un filóso ®
fo mezquino, un agitador irresponsable. Incluso los menos agresi V- -)
244
EN LA GUERRA FRÍA
245
H ISTO R IA DE LA FILOSOFÍA EN EL SIGLO XX
246
EN LA GUERRA FRIA ©
neral y la literatura en particular. La imaginación (1936), el Esbozo ©
de ima teoría de las emociones (1939) y E l imaginario (1940) son fruto
de ese trabajo, paralelamente al cual compone sus primeras obras
de ficción: una novela {La náusea^ ^93 8) y narraciones (£/ mnro^ Í5 I
1939). Con La náusea se pone en marcha un pensamiento de la I
«contingencia» y de la «facdcidad» de la existencia, qued e s e m ^ - .0 '
cará después de la guerra en una «filosófica del absurdo». Con «La © ■
infancia de un líder», última de las narraciones recogidas en E l
■©
murOy examina Sartre los móviles psicológicos de una adhesión al
fascismo. La historia real, una vez más, se perfila en el horizonte.
c:)
Con todo, Sartre se limita todavía a observarla de lejos, sin inten
tar reducir la distancia que le otorga la escritura. o
En 19 3 6 se abstiene de participar en las elecciones que consa :o
gran la victoria del Frente Popular. Aunque se alegra de ésta y se
angustia por el golpe militar en España, persiste en mantenerse al
margen de los acontecimientos. Por contra lee mucho, en particu •í)
lar trabajos franceses que le ayudan a mejorar su conocimiento de
la filosofía alemana. Un libro de Jean W ahl (18 8 8 -19 7 4 )— La des
O
gracia de la conciencia en la filosofía de Hegel (1929)-—le permite acce
©
der a las tesis de Xo Fenomenología del esphitUy obra todavía ignorada
©
por la mayor parte de los universitarios franceses de la época. Y es,
igualmente, a través de dos publicaciones ya citadas, Tendencias ©
0
anuales en la filosofía alemana de Gurvitch (1930) y «Martin Hei-
y I2L antología» de Levinas (1932), como descubre, durante el ©
invierno de 19 3 8 -19 3 9 , el pensamiento de Martin Heidegger en su ■©
traducción francesa.
El apasionamiento de Sartre es inmediato. Heidegger habla del '©
hoinbre, de la historia, de la angustia de la muerte, del sentido de
la existencia. Esos temas son tanto más fascinantes cuanto, como se
o
ha visto, las ideas políticas del ex rector de Friburgo no parecen to
■■©
'ü
davía, en Francia, tan condenables como lo serán después de la
guerra. Como máximo se puede ver, detrás del súbito entusiasmo ’#
con que se abalanza sobre Heidegger, el despertar en Sartre de un ■©
nuevo interés n ar^Lnroblema de la historicidacL ^y. máTáíláTp^ ‘®
la^historia concreta. Pero ese interés no se habría desvelado, nunca ■©
se habría hecho consciente de sí mismo, si no se hubiera produci ©
do, en su vida personal, el choque de la guerra. ■ ©
N o obstante, ese choque no cambia de un solo golpe la relación ■- O
del pensamiento sartreano con lo social y lo polídco. El proceso se
H 7
H ISTO R IA DE LA FILOSOFÍA EN EL SIGLO XX
248
EN LA GUERRA FRÍA
249
H ISTO RIA DE LA FILO SOFÍA EN EL SIG LO XX
1 8 0 . Ib id ., p. 6 9 2 . i 8 i . Ib id ., p. 4 8 5 . 1 8 2 . Ib id ., p. 4 7 3 .
1 8 3 . Ib id ., p. 5 8 2 . 1 8 4 . Ib id ., p. 2 9 4 . 1 8 5 . Ib id ., p , 4 3 3 .
1 8 6 . Ib id ., p. 4 8 2
250
■O
EN LA GUERRA FRÍA ©I
por esencia un «ser-para-la-muerte», mientras que, para el francés, i
la muerte, hecho contingente como el nacimiento, llega al hombre ■©
desde el exterior, incluso sin que éste pueda tomar conciencia de ©
ella/'' ©
■ ¿Por qué, entonces, se ha repetido tanto que el existencialismo ©
francés derivaba de Heidegger? Porque, una vez más, Sartre no ha -O
sido leído— además a él le traía sin cuidado.
Los dos hombres, como se ha visto, tan sólo se encontrarán en
O
una breve ocasión (1952). Heidegger mismo rehúsa, no sin razo
Q
nes, considerar a Sartre como un discípulo. Después que este últi
mo ha pronunciado (1945) su famosa conferencia «E l existencialis- |/
mo es un humanismo», Heidegger replica con su Carta sobre el ,a
humanismo (1946). Esta proclama que, concediendo la prioridad de ■a
la existencia sobre la esencia, Sartre no hace sino invertir una pro
posición metafísica para reemplazarla por otra, y que no escapa porj o
tanto al marco tradicional de la filosofía de los «valo res»/" I o
En cuanto a Sartre, a partir de 1945 ya no es el debate con Hei C)
degger lo que le preocupa, sino más bien la política. Ese año funda ' C)
una nueva revista, hes Temps ModerneSy cuya orientación es clara: se
(i
sitúa resueltamente a la izquierda— por mucho que, quince años más
tarde, Sartre resuma retrospectivamente su proyecto de manera me
© .
nos vinculada, diciendo que sus amigos y él se proponían ser «antro ■© 1
pólogos» y «descubrir la etnografía de la sociedad ffancesa> 189 o i
Entre esos «antropólogos» se encuentra Merleau-Ponty. Anti .© i
guo alumno de la Escuela Normal Superior (donde se gradúa en 1
1 8 7 . Ibid ., p. 6 0 4 . O
1 8 8 . « L e t t r e su r l'h u rn a aism e» , texto re c o g id o en M a r tin H e id e g g e r , Questions o
III et IV,, op, cit., p. 8 5 . [T r a d . ca sL de R afael G u tié r r e z G ir a d o t: Cai-ta sobre el hu
manismo, M a d rid , T a u r u s , 1 9 7 0 .]
1 8 9 . « M e r le a u -P o n t y » ( 1 9 6 1 ) , texto re c o g id o en Je a n -P a u J S a rtre , Siiuatioiis
philosophiqti.es, P arís, G a llim a rd , col. T e l , 1 9 9 0 , p. 1 5 5 .
251
(í)
‘ 53
H IST O R IA DE LA FILOSOFÍA EN EL SIGLO XX
'54
EN LA GUERRA FRIA
K]:-)
tivamente con el comunismo y se aleja al mismo tiempo de Sartre.
m
Este reacciona de manera opuesta. Convencido de que, frente a la
amenaza de una tercera guerra mundial, el poder soviético conti ©
núa siendo partidario de la paz, y disgustado por el despliegue de •0
odio anticomunista que, en la época, sacude Occidente, decide to
mar partido más claramente de lo que lo ha hecho hasta ahora. « A ■© '
partir de ese momento— escribirá más tarde— dedicaba a la bur -■ 0
guesía un odio que no morirá sino conmigo».*^* En resimien, Sar ’ r')
tre se convierte en un «compañero de viaje» del Partido Com u .O
nista Francés. Y lo explica en las dos partes del artículo, «Los
O
comunistas y la paz», que aparecen en julio y en octubre-noviem
bre de 19 52 en Les Temps Modemes .0
Suscitan una réplica— «El marxismo y Sartre»— de un joven fi
lósofo cercano a Merleau-Ponty, Claude Lefort (nacido en 1924), r©
fundador con Comelius Castoriadis (19 2 2 -19 9 7 ) de tma revista
teórica de inspiración revolucionaria pero antistalinista— Socialis •0
mo o barbarie (1949 -196 6). Habiendo respondido Sartre con viru ■0
lencia a esa intervención, Lefort vuelve a tomar la palabra en «D e
la respuesta a la pregunta»— texto al que Sartre contesta de nuevo
©
publicando (abril de 1954) la tercera parte de «Los comunistas y la
©
paz». En este acalorado intercambio de argumentos entre dos
(■■)
hombres que, cada uno a su manera, invocan de un modo poco or
todoxo el marxismo, Sartre aparece írente a Lefort como menos O
sensible a la pregunta de la «objetiva» lucha de clases que a la tesis O
voluntarista de que le corresponde al Partido encarnar, a desjiecho •o
de todos, la legítima revuelta de los proletarios. Lefort acusa a Sar "@
tre de ser culpable de «subjetivismo». L a crítica es fundada, pero la ’ ©
actitud en cuestión— lejos de ser el ñuto de un malentendidb— co
rresponde en Sartre a una elección política. Una elección que le ©
viene dictada a la vez por sus convicciones y su temperamento.
■ ©
En 19 52, Sartre se enemista de nuevo— sin remisión, esta vez—
■©
con Camus. Después, en 19 55, aparecen dos libros que, desde án
gulos diferentes, ponen en tela de juicio el proyecto político sar-
treanó. En aventuras de la dialéaica, Merleau-Ponty consagra
un capítulo entero— «Sartre y el ultrabolchevismo»— a criticar las ■0
o
1 9 2 . « M e r le a u -P o n ty » , texto reco gid o en Situntiomphilosophiques, op. cit.^ p. 1 8 7 .
■©
1 9 3 . T e x t o s re c o g id o s en Je a n -P a id Sartre , Situations P7 , P a rís, G a llim a rd ,
19 Ó 4. [T r a d . cast.: Obras c o m p l e t a s A g u ila r, 1 9 7 0 .] 0
255 ;xD
HISTO R IA DE LA FILOSOFÍA EN EL SIGLO XX
supuestas simpatías del filósofo por el leninismo. Saca así las con
secuencias de su propia decisión de dejar de colaborar con Les
Tejpips Modeiyzes. Con E l opio de los intelectuales^ Aron facilita a la de
recha su manifiesto del momento, esforzándose por probar— sobre
la base de Popper, pero también de Amold Toynbee, vulgarizador
de Spengler— que la lucha de clases es un «mito» y que está cerca
no el «fin de la edad de la ideología».
L a renovación reciente del nacionalismo racista y del fundamen-
talismo religioso muestra, aposteriori, hasta qué punto la profecía era
prematura. Pero en aquel momento el éxito mediático de E l opio de
los intelectuales es enorme. Quedará como el origen de una moda— tí
picamente parisina— consistente en declarar que, en el debate que les
opone hasta su muerte, Sartre se había equivocado y Aron tenía
razón. Fórmula fácil, pero mal fundada. Pues,-bien mirado, se tiene
que admitir que Sartre no se ha equivocado tanto como se dice.
Incluso en el corazón de los años cincuenta, no hay demasiado
que censurar respecto a su posición básica: defender a los oprimi
dos— los del Oeste, del Este o del Tercer M undo— sin caer en
complacencias para con los opresores, sean los que sean. Esta posi
ción se parece además a la de la escuela de Franlcfurt. Sólo difiere
en un punto importante: la crítica satreana a las dictaduras del Este
es una crítica desde la izquierda. Denuncia la ausencia de demo
cracia detrás del telón de acero en nombre de una concepción más
auténtica del comunismo. Se aproxima por ello a una crítica trots-
idsta o, más en general, libertaria.
En 195Ó Sartre condena firmemente la invasión soviética de
Hmigría. En enero de 19 5 7 ataca directamente al Partido Com u
nista Francés en un texto— « E l fantasma de Stalin»*^"^— que marca
el momento exacto en que deja de ser un «compañero de via
je». Se esboza entonces un acercamiento entre Sartre y Merleau-
Ponty, favorecido por su común oposición a la guerra de Argelia y
al gaullismo. Tardíamente reemprendido, el diálogo entre los dos
hombres será sin embargo interrumpido, en 19 6 1, por la muerte
prematura de M erleau-Ponty— al día siguiente Sartre, trastorna
do, escribirá un texto muy bello en memoria de su amigo.
Paralelamente y durante todos estos años, Sartre toma el impul
so necesario para redactar el libro que, más allá de las peripecias de
256
EN LA GUERRA FRÍA
257
H IST O R IA HE LA FILOSOFÍA EN EL SIGLO XX
1 9 6 . Ib id ., p. 9. 1 9 7 . Ib id ., p. 10 . 1 9 8 . Ib íd ., p. 9.
^58
'O
EN LA GUERRA FRÍA ©
S5
teoría marxista, su propia concepción de la realidad social. O más
exactamente, ima especie de sociología «hiper-empirista» que ©
toma como objetos privilegiados los fenómenos «seriales». Ya la O
primera frase de E l ser y la nada felicitaba a la fenomenología .O
husserliana por haber mostrado que lo existente se reducía «a la se ©
rie de las apariciones que lo manifiestan». Veinte años más tarde,
la Crítica no hace sino transferir esa noción de «serie» del sujeto : íD
individual a los modos de ser colectivos. Sartre, habiendo esta (■")
do siempre más cómodo en los análisis concretos que en la teoría f
pura, logra lo mejor del libro en las descripciones que propone de
esos fenómenos «seriales» de la vida cotidiana que son el hacer
cola, la cadena de producción o la institución burocrática— hasta el
momento, al menos, en que un «grupo en fusión» viene a deshacer
la estructura fijada.
Publicados en un país que el gaiillismo y el crecimiento econó
mico han conseguido despolitizar, esos análisis— cuyo grado de
atención a lo real no tenía equivalente por entonces, salvo en los
teóricos de la escuela de Frankfurt, ignorados por Sartre— no son C i)
demasiado comprendidos en aquel momento. Rechazados por los
©
marxistas ortodoxos que, desde 1956, unánimemente abominan de
©
Sartre, serán destacados por contra en los años siguientes por dos
intelectuales ingleses— ^Ronald Laing y David Cooper— que toma ©
rán prestado a la Crítica su vocabulario filosófico para formular su .0
propio programa: una crítica radical de la institución psiquiátrica
y, en particular, del reductor concepto de enfermedad «mental».
Finalmente, se revelaron de lo más clarificadores para la compren
sión del movimiento de revuelta—^a la vez popular y estudiantil— &
que, en Francia y en otros países occidentales, pondrá al descu
bierto en 1968 el modelo existente de relación social.
.©
Con los acontecimientos de 1968— ^vasto proceso de «destota
o
lización» conducido por un «grupo en fusión» parecido a los que
Q
describe la C?‘ítica— comienza la última fase deí recorrido sartrea-
no. Desafiado por los estudiantes— que prefieren a los ideólogos '©
«contraculturales» venidos de América y que resume el nombre de
Marcuse— , acusado por los obreros de ser un intelectual aislado de 9
las masas, Sartre, empero, interviene a favor de los «izquierdistas»,
víctimas a la vez de la represión estatal y del inmovilismo del Par ©
tido Comunista Francés. Condena la intervención soviética en O
Checoslovaquia— que aplasta en agosto la efímera «primavera de
259
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EN LA GUERRA FRÍA
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H IST O R IA DE LA FILOSOFIA EN EL SIGLO XX
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■Q
EN LA GUERRA FRÍA
'©
lución alemana de n o v i e m b r e E r a c a s o a su vez consecun-
vo a la liauidairión del movimiento spartakista que, en ej interior de
esa r e v o lu ^ n , intentabajhacer prevalecex una orientación pro bol- '©
chevique._ .O
Guiados por /Rosa, Luxemburg ^ íiSyo-iQioh autora— enae
otros— de un trabája-doq^otía-eConómica sobre Ea acumulación del
capital (19 13 ), y por el hijo de Wilhelm Liebknecht— Karl Liebk-
necht ( 1 8 7 1 - 1 9 1 9 ) — , los spartakistas, que hacen suyo el programa
de la Revolución de Octubre, fundan en diciembre de 19 18 el Par
©
tido Comunista Alemán, hostil al gobierno presidido por el social-
demócrata Friedrich Ebert. Sintiéndose incapaz de conservar el
■©
poder sin el apoyo del ejército y de las fuerzas conservadoras,
Ebert decide aplastar toda veleidad de subversión: es la «semana
sangrienta» de enero de 19 19 , a cuyo término, el 15 de enero, Karl
Liebknecht y Rosa Luxemburg son asesinados en Berhn.
Escandalizado por el oportunismo de Ebert, Marcuse decide
entonces dejar el Partido Socialdemócrata, del que es miembro ;(5
desde 19 17 . Si bien en ningún caso abandona el marxismo en tan ■ 0)
to que tal, sin embargo toma bruscamente conciencia de la necesi
dad de apartar la energía revolucionaria del juego de los aparatos y O
de las tácticas de los políticos. En lo inmediato, se aleja de la es
C.')
cena de la historia para consagrarse a su tesis de doctorado— E/
■Q
«KunstleiToman» germánico (1922)— y vive del comercio de libros
antiguos al tiempo que frecuenta a Benjamin, Lukács y artistas de I
izquierda. o!
En 19 27, la lectura de Ser y tiempo provoca en él un choque que . i
le conduce de la estética hacia la ontología. El contenido «concre
to» del existencialismo EeTdeggerianQ— los problemas del Daseiiiy
®
©I>
á e l í cfrraTS’org^), de la muerte— responde a sus prnÍLuidas-aspira^ ©
cinnes. AJ mismo tiempo, el tono radical del libro le confiere una ■©
dimensión revolucionaria a la que es sensible Marcuse. Que se tra
©
te, a la sazón, de una «revolución» conservadora no parece inco
O
modarle, al menos en im primer momento. Marcuse cree, en esa
época, en la posibilidad de una síntesis entre existencialismo y mar G
xismo^ S en^ata^ejiuuvo^^uinta^ños^áT^rde^ ■G
n;e— pero con implicaciones políticas muy diferentes.
De 1928 a 19 32, convertido en ayudante de Heidegger en Fri-
burgo, Marcuse intenta abrir una «tercera vía», distinta a la vez de 'G
la segada por su maestro y la del marxismo ortodoxo. Redacta
263
‘■'i:-)
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en la GUERRA FR ÍA
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Kxj"
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2 0 3 . Ib id ., p. 2,80-
2 0 4 - M a x H o r k h e im e r , « M a té ria lism e et m o ra le » , texto r e c o g id o en Théoj-ie
aitique^ Dad . fr., P a rís, P a y o t, 1 9 7 8 , p. 10 6 .
2 0 5 . H e r b e r t M a r c u s e , Vhow.mc unidmensiomul, op. cit.y p. 3 1 2 , ^
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EN LA GUERRA FRÍA
2 0 6 . Ibici.
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EN LA GUERRA FRÍA (-■ ) I
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T'"'V;v;r
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E N L A G U ER R A FR ÍA
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HISTO R IA DE LA FILO SOFÍA EN EL SIGLO XX
278,
EN LA GUERRA FRÍA '©
’ c;)
el punto de vista del sujeto como un punto de vista «ideoló^ieo»,
'a
imagioarío o misrifíraflrL Para él. la filosofía debe partir no del
«hombre» sino de las fiierya»; rthjpfjyas— sociales o inconscientes—
o
q u e jleterminan. habiíu3lineiit£_súl-sahedo^s_compQEtamientos--
de éste.____ ■o
Durante mucho tiempo menospreciada por la filosofía francesa, '©
la demanda de rigor se convierte así— con Althusser— en la palabra
clave del método filosófico. De repente, una convergencia parece ■©
dibujarse entre el método de éste y el que los estmcturalistas inten o
tan hacer prevalecer, en ese mismo momento, en la antropología
■ '0
(Lévi-Strauss) o en el psicoanálisis (Lacan). Sin embargo, Althusser -0
no podría ser considerado— a pesar de la etiqueta que, en im cierto
momento, le colgará la moda— como un estructuralista. En primer
lugar, porque el uso que hace del concepto de estructura queda muy
alejado del de Lévi-Strauss. Pero también porque es, ante todo, 'á
marxista y porque las estructuras le interesan finalmente menos que
sus mutaciones— dicho de otro modo, que la historia.
a
a
Al mismo tiempo, la filosofía althusseriana, fimdada en una lectura
C:')
completamente hueva de Marx, subvierte todas las ¡deas común
■ í)
mente aceptadas en el interior del movimiento comunista interna
cional.
Al respecto, hay que retomar sobre la historia de ese movi o
miento para medir hasta qué punto, de 1890 a 1960, A-larx ha sido o
mal leído. Los marxistas de la Segunda Internacional habían inten
tado asociar el marxismo al kantismo dominante en la universidad
alemana. Los marxistas msos se habían adaptado, a partir de la
muerte de Lenin, a la dictadura ideológica del «diamat». Sus ému
los de los partidos comunistas occidentales^—^junto con algunas ex
a
cepciones (Lulcács, Gramsci, Bloch)-*-desarrollaban variantes más
©
o menos hábiles de esa coagulada ideología. En suma, nadie— en el
interior del movimiento marxista— se preocupaba ya de lo que
o
M arx había dicho realmente. ©
Althusser toma conciencia muy pronto de que hay por parte de ©
los comunistas una especie de renuncia intelectual. Convencido de .©
que esa renuncia está en el origen de los históricos callejones sin o
salida en que el stalinismo está bloqueado, experimenta la necesi-
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■0
©
EN LA GUERRA FRIA ■©
sión propiamente política del trabajo filosófico. A partir del mo ©
mento en que toma conciencia de ello, Althusser se sumerge en un ©
trabajo de reformulación que le ocupa mucho tiempo. Redefiniendo ©
la filosofía cómo «lucha de clases en la teoría»''^ y reconociéndole
la singular propiedad de producir efectos sin tener— como decía ■0
Wittgenstein— ningún objeto propio, tres textos «programaticos» 0
marcan ese diñ'cil trabajo: la Respuena a John Lewis (1973) y los Ele ■0
mentos de autocrítica (1974), a los que sigue una conferencia pro 0
nunciada en Amiens (1975), último texto filosófico publicado en C-)
vida por Althusser.^
La segunda razón de la incompleción de su proyecto inicial es
directamente histórica. La revuelta francesa de mayo-junio de
©
1968 no file guiada por el P C F . Nació fuera de él y se desarrolló en
su contra. Vasto movimiento de exasperación colectiva mantenido
por cinco millones de huelguistas, al comienzo fue conducida por ,0
elementos que aspiraban, desde la izquierda del P C F , a combatir í©
lo: maoístas, trotsldstas y anarquistas, en lo esencial. Su derrota, 0
evidente ya en el mes de julio, satisfizo al P C F , que en los años si ■■0
guientes se comprometió en una estrategia dé acercamiento al Par m
tido Socialista— estrategia coronada, en 19 8 1, por la victoria de la m
«izquierda imida» en las elecciones presidenciales.
Para Althusser, todo ese período fue difi'cil de vivir. Comunista
■ í-"')
muy poco ortodoxo, pero comunista al fin y al cabo, no podía en
1968 aprobar públicamente a los «pro chinos»— aunque enti*e ellos
se encontraran algunos de sus alumnos y contaran con su simpatía. O
Por lo demás, a partir del día siguiente de la primera «noche de las Q
barricadas», en mayo, cae en una depresión y pasará las siguientes .0
semanas en una clínica psiquiátrica. El reflujo del ideal revolucio- ■0
narió, a lo largo de los años sesenta, disipará el sueño de renovación O
de la filosofía marxista. El P C F , además, no desea en absoluto esa ■©
renovación. A pesar de saberlo, Althusser no puede decidirse a ■ C:)
abandonar el Partido, que prefiere criticar desde el interior. Su la .©
situd es perceptible en una carta que dirige el 16 de enero de 1978 '©
a un amigo georgiano— el filósofo Merab Mamardachvili— se re-
O
O
2 1 3 . L o u is A Jth u sse r, Re'pofise a John Lewis, P a rís, M a s p e ro , 1 9 7 3 , p. i i -
Posirions, P a
2 1 4 . L a « S o u te n a n c e d ’A m ie n s » es re c o g id a en L o u is A Jth u sser,
o
rís, É d . S o c ia le s, J^y6. [T r a d . cast. de D o m é n e c h B e rg a d a : Posiciones 19 (5 4 -/9 7 5 ",
M é x ic o , G r ija lb o , 1 9 7 7 .]
283
HISTO R IA DE LA FILOSOFÍA EN EL SIGLO XX
procha no haber hecho otra cosa que haber fabricado «mía peque
ña justificación muy francesa» con la pretensión del marxismo a ha
cerse pasar por c ie n c ia ,'y duda incluso de haber tenido éxito. Los
artículos que publica en he Monde en abril del mismo año con el
título «L o que ya no puede continuar en el Partido Comunista»,^
le valen su último escándalo mediático. El Partido opta por burlar
se: después de mucho tiempo ha renunciado, por orden de Moscú,
a todo proyecto revolucionario. Com o tantos otros militantes,
Althusser no puede sino experimentar un sentimiento: el de haber
sido tiaicionado. El efecto resultante será hundirlo, un poco más
aún, en la depresión. Dos años más tarde, sucederá el drama.
284
EN LA GUERRA FRÍA
285
HISTO R IA DE LA FILOSOFÍA EN EL SIGLO XX
fuera por esa razón, sería presuntuoso pretender que esta obra está
ya superada, aunque se cuenta probablemente— con las de M arcu-
se y Sartre— entre aquellas cuyos gloriosos «fracasos» hay que me
ditar si se quiere reconstruir una teoría política adaptada a las ne
cesidades de nuestro tiempo. Dicho de otro modo— como sugiere
el filósofo francés Manuel de Diéguez^— arrancar la política a las
categorías de lo religioso y renunciar finalmente a todas las formas
de «idolatría» secular/'®
>86
■©
L A R A Z Ó N E N T E L A D E JU IC IO ©
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' v,;>
©
I. « E S T R U C T U R A » FRENTE A « S U J E T O »
©
Aprisiqnada_^ntre Auschwitz e Hiroshima, entre el recuerdo im- ©
posible de la Shoah y el insoportable terror del apocalipsis nuclear/ ©
escindida poiLla^_giierra fría, escéptica con respecto a la construc ©
ción «comunitaria» que le proponen tecnócratas^y^olí^cos. la E u
ropa de los años cincuenta ha dejado de creer en su futuro^ V'; )
N adaTene de sorprendente que, en esas condiciones, reine en :n
tre los intelectuales la más grande confusión. Algunos de ellos /íi)
reaccionan, como se ha visto, lanzándose al «compromiso», to
m
mando partido por el modelo americano, por el modelo marxista o
por una improbable «tercera vía». Pero otros están lejos de com~
a
partir esos entusiasmos ideológicos. En los artistas y escritores, el
pesimismo hace estragos. El absurdo reina en el teatro (lonesco, '©
Adamov). L a incomunicación se expresa en el cine (Antonioni, Res-
nais). Una misma desesperación, un mismo rechazo de la «civili O i
zación», una misma cólera fría inspiran las telas de Dubuffet, las
novelas de Beckett, los aforismos de Cioran."'' Bajo sus formas ex í/ s
tremas, esa desesperación puede conducir al suicidio. De Paul C e © i
lan a Primo Levi, de Nicolás de Staél a M ark Rothko, de Lucien
Sabag a Niko Poulantzas, un número impresionante de creadores
■'í/ I
y de pensadores elige poner fin a sus días durante los decenios que
siguen a 1945.
Aún más numerosos son aquellos qíie, por desencanto, deciden ©
alejarse de la política. Convencidos de su impotencia para actuar
©
? 2 i . R u m a n o de n a cim ie n to , K m il C io ra n ( 1 9 1 1 - 1 9 9 5 ) escrib e la m a y o r p a ite ■©
de su o bra en francés {Breviario de podredumbre, 1 9 4 9 ; Silogis?nos de la amargura,
19 52 ; ha tentación de existir, 19 5 6 ) . A u n q u e sie m p re se n e g ó a ser co n sid e ra d o un
©
p e n sa d o r « p ro fe sio n a l» , sus reflexio n es so bre la a b su rd id ad de la existen cia tienen
un g ra n in terés para la filosofía.
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©
LA RAZÓN EN TELA DE JU ICIO
■■■©
notaure. Lacan, que paralelamente acaba de comenzar a ser psicoa-
nalizado, publica en 19 33 dos provocadores artículos: « E l proble ©
ma del estilo y de la concepción psiquiátrica de las formas paranoi
cas de la experiencia» y «Motivos del crimen paranoico: el crimen 0
de las hermanas Papin». De esa febril época datan su culto por el i)
«estilo»— literario o en la indumentaria— , su gusto por las socie
dades secretas y una propensión al hermetismo que no le abando C:)
nará jamás. :o
En los años siguientes, cada vez más atraído por las vastas pers
o
pectivas que el psicoanálisis abre a la reflexión, Lacan se embarca
en im proyecto de relectura de los textos fundacionales de Freud.
Simultáneamente, explora la obra de Nietzsche— cuya nueva in
terpretación, esteticista e individualista, propone por entonces su %
amigo el escritor Georges Bataille (18 9 7 -19 6 2 )— y sigue los cursos ■m
del filósofo de origen ruso Alexandre Kojéve, quien en esa misma
época se esfuerza por suscitar en Francia un renovado interés por
el pensamiento hegeliano. ■"7
Sobrino del pintor Kandinsky, Kojéve (19 0 2-19 6 8 ) ha abando
nado la U R SS en 1920 en dirección a Alemania. En Heidelberg,
-m
donde es alumno de Jaspers, conoce a Alexandre Koyré, del que se
m
convertirá en amigo y con cuya cuñada se casará (1927). En 1926
M
defiende, bajo la dirección de Jaspers, una tesis sobre el teólogo
ruso Vladimir Soloviev (18 53-19 0 0 ) y decide instalarse en París,
donde Koyré es encargado de conferencias en la Escuela Práctica ©
de Altos Estudios desde 19 22. Guiado por este último, se sumerge
en la historia de las matemáticas y de la fisica con vistas a redactar M
un texto sobre ha idea de determinismo en la física clásica y en la física ©
modema Paralelamente, y a partir de 19 3 2 , frecuenta el cur ©
so impartido por Koyré sobre la filosofía refigiosa del joven Hegel.
Durante el verano de 19 3 3 Koyré, que tiene que partir a enseñar
en El Cairo, le propone dar ese curso en su lugar. Kojéve acepta y,
en otoño, se convierte a su vez en encargado de conferencias en la
Escuela Práctica. Su seminario, consagrado en lo esencial a una
lectura de la Fenomenología del espíritu (en ese momento todavía no
traducida al francés), prosigue regularmente hasta el otoño de
19 39 . Centrado en el tema del «final de la historia»— que adquie €1
re una resonancia muchas veces singular en un contexto marcado
por el ascenso de los fascismos— , es seguido por un pequeño gru
po asiduo de intelectuales y escritores de vanguardia: Henry Cor-
299 ©
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2 31. Ib id ., p. 3 9 8 . 2 3 2 . Ib id ., p. 1 5 . 2 3 3 . Ib id ., p. 3 9 8 .
234. E n t r e v is t a r e c o g id a en M ic h e l F o u c a u lt , Dits et Écrits P a rís,
G a llim a r d , 1 9 9 4 , t. I V , p p . 4 1 - 9 5 .
31 0
LA RAZÓN EN TELA DE JUICIO
.O
(1979). L o que es seguro es que, preocupado por practicar una mi-
litancia individual independiente de los partidos y centrada en la
politización de los problemas de la vida cotidiana, se aproxima a
inicios de los años setenta a la extrema izquierda libertaria, encon o
trándose así— casi en contra de su voluntad— en posiciones veci .0
nas a las de Sartre, con quien no llegará a abrir jamás un verdadero :©
debate teórico. ■ ;0
E n lo sucesivo, pues, las iniciativas foucaultianas de investiga
ción o de acción proceden ante todo de una inspiración ftmda-
men taimen te «antiautoritaria». Ya sea. teniendo por objeto la his
toria de la noción de exclusión o— como en sus primeros cursos en
el Collége de France— la genealogía del sistema penal, esas inves
tigaciones ilustran el proyecto inédito de una «microfísica» del O
poder. En efecto, lejos de ser un bloque monolítico, el poder debe
conjugarse en plural. N o existe sino bajo una forma dispersa, in
vistiendo redes que no están conectadas todas entre sí y que, por
eso mismo, ofrecen brechas. Particularmente complejas son sus
interacciones con las redes del saber, también en perpetuo cambio.
En ocasiones sucede que imas y otras coinciden. Entonces esa si
..o
©
tuación produce los más violentos efectos de censura— a los que se
oponen, dramáticamente, los esfuerzos llevados a cabo por los ex
cluidos para recuperar la palabra de la que los priva el sistema. G
Pues también existe un punto de vista de los excluidos: Fou :.© j
cault lo prueba publicando (19 73) la «confesión» de un joven cam •O 1
pesino normando culpable de parricidio: «Y o , Pierre Riviére, (,) is
habiendo degollado a mi madre, mi hermana y mi hermano». ..o I
Enterrado desde 19 35 en los archivos jurídicos, ese devastador tex ■ ,.o 1
to no aporta solamente una interesante clarificación sobre las «ma o’
nipulaciones» jurídico-psiquiátricas de que ha sido objeto este tri
ple crimen durante el proceso; muestra asimismo la existencia, entre ! 'l
los más desamparados de los oprimidos, de una singular aptitud
para «hablar», por tanto para «saber», que no ha dejado de iser re ()
primida por todos los poderes— comenzando por el poder acadé m
mico, evidente ostentador del saber «legítimo».
Dos años más tarde (1975), Vigilar y castigar narra el «naci ©
miento de la prisión». Sobre la base de la Historia de la locura, ese G
nuevo libro se esfuerza por volver a trazar las mutaciones que, en
el orden de las ciencias-—o pseudociencias— médicas, psicológicas ,©
y criminológicas, han permitido la emergencia— a partir de finales
•O I
Oí
HISTO R IA DE LA FILO SOFÍA EN EL SIGLO XX
312
LA RAZÓN EN TELA DE JUICIO
313
HISTO R IA DE LA FILOSOFÍA EN EL SIGLO XX
Quedan por analizar ciertos cambios que las obras de estos dos au
tores han tenido tiempo de producir en la filosofía contemporánea
y cuyo efecto parece irreversible.
N o es posible seguir hablando de Marx, después de Althusser,
sin haber intentado leerlo como Althusser ha mostrado que se po
día hacer. Igualmente, después de Foucault, no es posible ya hablar
de la verdad y del saber sin tener en cuenta que sus investigaciones
3^4
LA RAZÓN EN TELA DE JUICIO ■ ©
315
HISTO RIA DE LA FILOSOFIA EN EL SIGLO XX
316
LA RAZON EN TELA DE JU ICIO
317
H IST O R IA DE LA FILOSOFÍA EN EL SIGLO XX
239. T hom as Kuhn, L¿t Structure des révolutiom scientifiques^ trad. fr., P a rís,
La es
F la m m a r io n , co l. C h a m p s , 1 9 8 3 , pp. 2 0 3 - 2 0 4 . [T r a d . cast. d e A g u stín C o n tín :
tructura de las revoluciones científicas^ M é x ic o , F C E , 1 9 7 1 . ]
2 4 0 . V é a s e so b r e este p u n to « L o g iq u e de la d é c o u v e rte o u p s y c h o lo g íe de la
318
LA R AZÓ N EN T E L A DE JU IC IO
319
H ISTO R IA DE LA FILOSOFÍA EN EL SIGLO X X
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LA RAZÓN EN TELA DE JUICIO
321
H IST O R IA DE LA FILOSOFIA EN EL SIGLO XX
322
LA RAZÓ N EN T E L A DE JU IC IO
©
245. Ja e q u e s D e rrid a , Positions^ P arís, É d . D e M in u it , 1 9 7 2 , p. 1 8 . [ T r a d . case,
de M . A r r a n z : Posiciones^ V a le n c ia , P r e -T e x t o s , 1 9 7 7 .]
©
323
HISTO R IA DE LA FILOSOFIA EN EL SIGLO XX
324
LA RAZÓN EN TELA DE JUICIO
3^5
H ISTO R IA DE LA FILOSOFÍA EN EL SIGLO XX
326
■ j
LA RAZÓ N EN T E L A DE J U I C I O
329
H IST O R IA DE LA FILOSOFÍA EN EL SIGLO XX
2 5 1. T e x t o r e c o g id o en G e o f f r e y B e n n in g ro n y j a c q u e s D e r r i d a , Derri-
¿hy P a rís, E d . du S e u il, 1 9 9 1 . [T r a d . cast. de M a r ía L u is a R o d r íg u e z T a p ia :
Derriday M a d r id , C á t e d r a , 19 9 4 O
330
LA RAZÓN EN TELA DE JUICIO
■ /'"N
riene en el punto más radical que haya alcanzado, en la actualidad,
el relativismo histórico, del que es el principal representante en lo ^ ,©
Estados U nidos^----
Con vistas a captar la lógica propia de esa rápida evolución, hay
que recordar que se han ejercido tre^iJaflueneUs distintas, al me
nos, sobre el pensamento-dej^Qtt^ L a p r m e r a !^ ^
tismo de D ew e\^ La s ^ jn d a ^la d e I ? m osofía «continental» de
H eidegger a Demda^lXtercerM la de ciertos aspectos de la^fílo^p- i©
.
de la quB^ttirsabido sacar consecuencias muy perso-
n a le ^ -n I
■■''” !
E l recuerdo de Dewey está vinculado, para Rorty, al de su pro >V.) ¡
pia infancia."^' Su padre— antiguo comunista— después de haber
roto con el Partido acompañó efectivamente a Dewey a M éxico ■ ©
— donde éste estaba encargado de presidir una comisión de inves
' @
tigación sobre los «crímenes» de Trotski. Era también amigo de
O
Sidney Hook, pragmatista de tendencia «marxistizante» pero re-
. sueltamente antistalinista. De ese ambiente familiar, Rorty here
‘0
dó a la vez una sensibilidad política «progresista» y una precoz cu
riosidad por el pensamiento de Dewey— quien, en los años sesenta,
no estaba demasiado de moda en los Estados Unidos. Es a este .
pensamiento, en todo caso, al que debe su preocupación por la so
lidaridad humana, así como la convicción de que el valor de una , ti)
idea semidc-por los efectos que produce— yj)or tanto no hay nece . i.-. ^
sidad de que sea fnndad^ /x rnnsiderada como «insta».
1 ©
Otro interés de juventud es el que Rorty experimenta muy
. C-)
pronto por la filosofía europea, de la que es, con Stanley Cavell,
uno de los mejores conocedores americanos. Ese interés le condu
ce, a partir de los primeros años setenta, á descubrir la obra de Q
Derrida, quien— ^ su vez— le orienta hacia Heidegger. De este úld-
,©
252. S o b r e este pu nto véase el texto a u to b io g rá fic o de R o r ty , « T r o t s k i y las o r
q u íd eas sajvajes>>, en Lire Roríy^ obra co lectiva d irigid a p o r J e a n -P ie r r e C o m e tti, O
C o m b a s , E d . de l ’ É c la t, 1 9 9 2 , p. 2 5 6 ss. .0
331
H I S T O R I A DE LA F I L O S O F Í A EN EL S IG L O X X
mo, que era por entonces persona non grata en la universidad ame
ricana, R o n y retiene sobre todo la idea de que la metafísica— en
tendida como esencia de la filosofía occidental— está acabada, que
ya ha llegado el momento realmente de «pasar a otra cosa». Si las
preguntas de la filosofía clásica no son ya «nuestras» preguntas,
eso se debe al hecho de que estaban figadas a una época de la cul
tura occidental que comenzó con Platón y que sólo tenían sentido
en el interior del lenguaje propio de esa época. Con su fin, que vi
vimos en el siglo xx, ese lenguaje se ha descompuesto, arrastrando
consigo las viejas preguntas. Lejos de ser eternas, éstas no tienen
más que un interés histórico: se pueden, por tanto, abandonar.
En ese camino de «salida», Rorty encuentra mi paradójico estí-
rnulo en los trabajos de Thomas Kuhn y, a través de ellos, en la crí-
tica del empirismo propuesta por Quine y Sellars. L levando al
extremo las tesis desarrolladas por Quine en «D os dogmas dgl
em pirís^o»^ e g a a la conclusión de que no existe ni «lo dado» (aquí
se hace eco del argumento de Sellars) ni <diechbs>>, sino únicainen-
te «lenguaje». L qs «hechos» no^jexisten indepen dien tem en te.^
ronm los reconstruimos con palabras. En otros términos, la cues
tión de saber si nuestras proposiciones son «verdaderas» (confor-
nies a mía «realidad» cualquiera) importa menos que nuestra ca-
pacidadoara inyejntar nuevos «vqcabujarios» para expresar lo_qiie
pensamos o sentimos.
Esa actitud puede parecer forzada o, por lo menos, en desa
cuerdo con Ja realidad de las prácticas científicas existentes. N o
está demasiado alejada, no obstante, de la teoría «anarquista» del
conocimiento defendida por otro filósofo e historiador de la cien
cia, Paul Feyerabend (19 2 4 -19 9 4 )— cuyos trabajos, contemporá
neos a los de Kulin, desembocan en consecuencias aún más sub
versivas, expuestas en su principal obra. Contra el método (1975).
Según Feyerabend, resuelto adversario de los «falsacionistas»
Popper y Laicatos, la historia de las grandes transformaciones del
pensamiento científico muestra que frecuentemente éstas no se
producen por azar, que el progreso no obedece a reglas fijas y
que, en materia de «descubrimiento», cualquier método sirve con
tal de que «fmicione». Se sigue de ello que la frontera entre cien
cia y no-ciencia está en perpetuo movimiento y que las normas
del discurso científico no son imnutables ni uiúversales. Para Fe
yerabend, el racionalismo científico no es más que un «paradigma»
332
LA RAZÓN EN TELA DE JUICIO
333
H IST O R IA DE LA FILOSOFÍA EN EL SIGLO XX
334
LA RAZÓN EN TELA DE JUICIO
335
H I S T O R I A DE L A F I L O S O F Í A EN EL S IG L O X X
-> '> A
LA RAZÓN EN TELA DE JUICIO
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H IST O R IA DE LA FILO SOFÍA EN EL SIGLO XX
338
LA RAZON EN TELA DE JUICIO
©
ese es el caso, hay que llevar el debate a la plaza pública. H ay que I
!I
intentarlo todo, como había dicho Jaspers en 1946, para impedir
que Alemania siga siendo— o vuelva a ser— el «enemigo» de Occi
dente. Dicho de otra forma, el enemigo de la Ilustración.
En 19 6 1 Habermas vuelve a la carga recordando el papel emi (;D
nente desempeñado por los pensadores judíos en la filosofía alema
na desde el siglo xviii.^^" En 1968 participa activamente en el movi
miento de estudiantes, a pesar de criticar algimos de sus excesos.
Desde entonces no cesará ya de manifestar, por sus múltiples inter
venciones, su presencia vigilante sobre la escena polídco-intelectual
C)
alemana. Combate la corriente hermenéutica, encamada por Gada-
mer, a quien reprocha adoptar una actitud neutra y estetizante res .o
pecto a la historia moderna. Tom a vigorosamente partido-—en la .0
HistoHkerstreit o «querella de los historiadores» (1986)— contra el . ■©
«revisionismo» de Em stN olte, historiador conservador (y discípu .Q
lo de Heidegger) que— pretendiendo explicar el nazismo por la ne •©
cesidad de combatir el comunismo— afirma que el exterminio de los
judíos no constituye sino una «copia» de la ptugas stalinistas y re-
O
duce Auschwitz a la dimensión de una mera innovación técnica— la
■p
«técnica» del gaseado—^scitada por el temor que los nazis experi
. ®
mentaban, por aquella época, de ser ellos las víctimas de una
agresión venida del Este."^^ La pubHcación de la biografía de Parias : CÍ
conduce a Habermas a volver (1988) sobre los presupuestos polí ■
tico-ideológicos del pensamiento heideggeriano."^'^ Finalmente, la C-)
reunificación de AJemania, el debate que le sigue sobre su papel en ' ' )
la Europa del fíjturo y el simultáneo retomo de la xenofobia y el ra ,
339
C;y
H I S T O R I A DE L A F I L O S O F I A EN EL S IG L O XX
340
LA RAZÓ N EN T E L A DE J U I C I O
341
H IS T O R IA O E L A F ILO SO FÍA EN E L SIG LO XX
34 ^
LA RAZÓ N EN T E L A D E JU ICIO
©
iridicado en el prefacio de la edición francesa f 1087) de Teoría de la.
.© !
jicrinn roTnunir/ithia $e_trata de situar, en el fujidament^p.d^una
©
i e l£ 2 S £ e p ^ d g ^ a -
jiviij^d rnmimicaíiva>>, yinc^ulado.aLde^«m^^ Dicho de ©
otra manera: de poner la razórt^n■ situación.— como querían Sartre ©
y Heidegger— pero siuLhacejLdependct; ,esa .simadónjdnaixia J í Iqso- f') ^
fíjLdaiaxoaciendaj^ püesto^.Ug,la.5Ín^^ ;o|
tiy^.j£aairxaxon j;eaU dad— poL^defínición intersubietiva-r:rde^-b :©
jdda en sorjedacL ' ©
L a «solución» haberm asi^a envuelve, pues, una descripción ' ©
jjragm ádca del lenguaje como ínstninienm de comunicación, que
,©
se basa a su vez en un_anáhsis d e j j j n t ^ ^ De heclio,
la mayor parte de la Teoría está consagrada a una reanudación, en
este tema, de las concepciones sociológicas de Max W eber (vol. I),
Durkheim, George Herbert Mead y Talcott Parsons (vol. II)— ^sin ©
olvidar a Marx. La específica apott^^ de Habermgs co^ Ó
mQS.jffajTj sobre esa base empírica^jcómpJ[a^sinigqi^^^ C")
por si; s^^,^^sjt^^^ de un debate auten-
-úco; losjfetúuos participantes en una misma discusión aip. deben ©
— en efecto—radniitir de. mum ciertas normas lógicas, si.
' Cl
conclusioíies aceptables para todos? Ag.LPPes,_lo que se llama «ra-
' ©
zonj^puede ser definido, sin ambigüedad, como ese^CQujuntQ^de
©
noirrias que ga^ranti;^m£lxará(^er->aienmCTáti.QQ,^{jlgUiOSQ^ejD
debate. ■ ©
Entre las objeciones suscitadas por la Teoría, hay al menos una ©
que Habermas acepta: el fundamento que propone para la razón, ; ©
siendo de orden empírico y no trascendental como el de Apel, pre / ©
supone la existencia de un cierto número de resultados relevantes ©
de la lingüística y de la sociología. H ay aquí, aparentemente, un
círculo vicioso. Pero ese inconveniente le parece menor a Haber-
©
mas, dado que la objetividad de las ciencias sobre las que se apoya
le parece, desde im punto de vista materialista, por encima de toda
•o
sospecha. Por lo que respecta a las ventajas de esa concepción, son
;©
numerosas; siendo la principal de ellas— como lo explican los tex ,
343
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LA RAZÓ N E N T E L A DE JU IC IO
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LA RAZÓ N EN T E L A DE J U I C I O 0.0
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V;::í :|
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LA R AZO N E N T E L A D E JU IC IO
349
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350
EPILOGO
L A C A T E D R A L IN A C A B A D A
©
o
■©
o
■©
Establecer el balance de un siglo de filosofía es una empresa pe
ligrosa, Tanto más cuanto que, durante este siglo, ni siquiera los
especialistas se han puesto de acuerdo sobre la significación del o
término «filosofía», ni sobre las fronteras del dominio que abar
ca. En principio, toda tentativa de evaluación parece condenada
por adelantado: ¿Cóm o saber si una disciplina ha progresado,
cuando no se sabe exactamente cuál era el objetivo que pretendía o
alcanzar?
N os limitaremos, pues, para concluir este recorrido, a algunas
breves constataciones. Si no están demasiado en condiciones pa
ra suscitar un desmesurado optimismo— ¿hay que excusarse por
ello?— , es porque su propósito consiste simplemente en ofrecer a)
lector elementos que puedan estimular su reflexión personal y evi •/)
tar provocar en él una visión triunfalista-—tan hueca como iluso
ria— de los «poderes» del pensamiento.
■n
351
H IST O R IA D E LA F IL O S O F ÍA E N E L SIG LO X X
352
LA C A T E D R A L I N A C A B A D A
tos meiores^que otros.. Ese es, por lo demás, el motívo por el que
ciertos relativistas consideran que la principal aportación de la
filosofía del siglo xx habrá sido Hbrarnos de ella misma, es decir,
la de engendrar su propia «superación». Ya se entienda ésta en el
sentido de Heidegger o bien en el sentido de Rorty, el resultado es
idéntico: en ambos casos, la filosofía se ve reducida al rango de
simple práctica «cultural», a la que puede concederse una finalidad
estética, pero cuya utilidad social es cuando menosTestringida.
Esta posición tan sólo presenta una ventaja: la de dar lugar, en
tre los escombros de la filosofi'a, a nuevas formas de creatividad in
telectual, que incluso los relativistas deben admitir que no han vis
to nacer aún.
Sus inconvenientes, por otro lado, son considerables. M ás allá
del hecho de que parece tan arbitrario anunciar el fin de la filo
sofía como proclamar el de la historia, la pintura o bien el de la
pareja, la renuncia a toda concepción objetiva de la razón entraña
inmensos peligros para el futuro de la humanidad. Peligros que se
hacen más visibles a medida que los valores morales menos discu
tibles parecen, en este final del siglo xx, cada día más amena
zados.
La reaparición, en los cuatro puntos cardinales del planeta, del
racismo y del nacionalismo étnico— que fueron los principales in
gredientes del nacionalsocialismo hitleriano— , de toda clase de
fundamentah$mos religiosos— ^por definición hostiles a la libertad
de pensamiento— , la abundancia de sectas, la explosión general de
la credulidad y del irracionalismo, por no hablar del riesgo que
constituye la difusión, por los medios audiovisuales, de ideas estan
dardizadas que anestesian el espíritu crítico— ¿no son todos esos
fenómenos de una naturaleza que hace temer por el triunfo, a es
cala mundial, de una verdadera regresión oscurantista?"^"
Contra una represión semejante,
-siendo— a pesar de su fragilidad— el retorno a los ideales de la Ilusj-
tración (necesariamente revisados y corregidos^ ^
tica dejR d^cusión^rgumentada^jiTionalmentc. Práctica e ideales
353
H I S T O R I A E>E L A F I L O S O F Í A E N E L S I G L O X X
354
LA C A T E D R A L I N A C A B A D A o
©
Entre esas mutaciones se subrayarán, en el orden político, las
©
que han afectado a la idea de una «teoría crítica» del campo social.
Heredada de Marx, formulada después por numerosos pensado
res— de Lukács y Horkheimer a Foucault y Habermas-—, esta idea
se ha liberado poco a poco de la inercia ideológica gracias, entre ©
otros factores, a la caída del comunismo europeo. Lejos de todo o
dogmatismo materialista o dialéctico, debería ser posible ahora en ©
carar pragmáticamente aquellas transformaciones radicales de las 0
que tienen mayor necesidad nuestras sociedades. 0
En fin, paralelamente a la exigencia de esa tarea cuya urgencia /-■ \
nos recuerdan cotidianamente los oprimidos, filósofos como Ador
no, Sartre y Pumam han propuesto vías originales para reconstruir
6
o
la ética sobre bases autónomas, independientes de toda presupo
sición religiosa. Reconstrucción difícil pero en absoluto imposible ■f
y, en todo caso, tan indispensable para las sociedades democráticas
como para las otras, puesto que tanto éstas como aquéllas se en ■©
cuentran cotidianamente expuestas a rompientes oleadas de^dolen-
cia y odio. 0
Aunque esos progresos no estén sino en su fase inicial, tienen su W
importancia. Constituyen otros tantos pasos adelante en el largo
m
camino que la razón debe recorrer aún a fin de redefinir sus fines y
0
sus medios. Teniendo en cuenta, evidentemente, las duras caídas
que la razón ha sufrido en nuestro siglo. Y las críticas, habitual B
mente justificadas, que se han podido hacer al «imperialismo» de 0
0
Ciertamente, nada se ha representado de una vez por todas en la
escena de la historia, y en ninguna parte menos que en la historia
de la filosofi^'a.
La presión que ejerce el retomo del oscurantismo, las pérdidas ■0
de memoria de las que Occidente parece afectado— a intervalos re 0
gulares— en lo concerniente a sus errores o crímenes, la tendencia O
desastrosa a considerar que el final de la guerra fría, liberando al ©
mundo del comunismo, lo ha liberado de su peor azote^— cuando,
con toda claridad, los verdaderos problemas están en todas par-
355
H IS T O R IA D E LA F IL O S O F ÍA E N E L SIGLO XX
tes— , todos estos factores pueden hacer temer, ima vez más, que la
filosofía no esté a la altura de las misiones que le esperan.
Vasta catedral inacabada, obra inacabable cuyo fin nadie verá,
la filosofía no deja de ser— en la actualidad— el único espacio de ar-
gnmentación racional en cuyo interior nuestras sociedades pueden
construir su futuro. Dando por supuesto, claro está, que son capa
ces de asumir su pasado y de hacerse menos ilusiones sobre la rea
lidad de su presente.
^ .©
356
G L O S A R IO
c o N S T A T iv o Se d i c e d e u n e n u n c i a d o q u e s e l im it a a d e s c r i b i r u n e s t a d o d e
c o sa s (o p u e sto a p e r fo rm a tiv o ).
357
G LO SA R IO
PARADIGMA Modelo.
©.
PARADOJA i ) Proposición que contradice la opinión comúnmente admiti
da. 2) Nombre dado a las contradicciones que pueden aparecer en el
curso de un razonamiento lógico-matemático.
TERCIO EXCLUSO {principio del) Principio lógico según el cual, de una pro
posición y de su negación una al menos es verdadera, incluso cuando
ninguna de las dos está demostrada.
TRASCENDENTE F u e r a d e l a lc a n c e d e l c o n o c i m i e n t o .
361
vi!)
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(v)
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IN D IC E D E N O M B R E S
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Aclamov, Arthur, 287 241, 243, 244, 245, 254, 256,
Adler, Max, 112 , 134 257, 300
Adomo, Theodor W ., 173, 174, Arp, Hans, 89
^77» 204, 218, 219, 220, Artaud, Antonin, 325
221, 222, 223,224,225-229, Aubenque, Fierre, 103
240, 265,269, 315, 340, 341, Auffret, Dominique, 122
342^355 Austin,JohnL., 8 5 ,1 5 2 ,1 5 3 ,1 5 4 ,
Agustín, san, 68, 81, 212 164, 326, 342, 347, 349
Alain (seudónimo de EmiJe Char- Avenarius, Richard, 1 13
tier), 277 Axelos, Kostas, 200
Albert, Hans, 225 Ayer, AJfred Jules, 150, 16 1, 320
Alean, Félix, 174 Azúa, Félix de, 10
Althusser, Louis, 16, 125, 126,
200, 233, 270-276, 278, 279, Babeuf, Gracchus, 105
280, 281, 282,283,284,285, Bach, Johan-Sebastian, 19 .
303, 304, 305, 314, 322 Bachelard, Gastón, 165, 273, 277,
Améiy, Jean, 204 278, 280, 295, 305, 306, 309
Anaximandro, 194, 196 Badiou, Alain, 2 76, 303
Anselmo, san, 294 Balibar, Étienne, 276
Antonioni, Michelangelo, 287 Ball, Hugo, 89
Apel,Karl-Otto, 153, 338, 341, 342, Barnoin, Edouard, 16
343 > 349 . 350 Barthes, Roland, 303, 304
Apollinaire, Guillaume, 18 Bataille, Georges, 295, 299, 300,
Aragón, Louis, 177 305, 3 15 , 322
Arendt, Hannali, 98, 175, 205, 209, Baudelaire, Charles, 177
2 12 -2 16 , 218, 222, 240 Bauer, Otto, 112 , 134
Aries, Philippe, 306 Baumgarther, Peter, 164
Aristóteles, 25, 26, 33, 99, 187, Beaufret, Jean, 186, 192, 198, 199,
217, 236, 317, 318, 323 200, 202, 300
Armengaud, Fran90Íse, 150 Beauvoir, Simone de, 243, 244,
Aron, Raymond, 174, 208, 233, 240, 245
IN D IC E D E N O M BR ES
200, 201, 284, 285, 303, 304, Establet, Roger, 276 ■ :'i :0
367
ÍNDICE DE NOMBRES
Heidegger, Martin, 24, 40, 41, Hume, David, 24, 49, 128, 145
43, 45, 46, 64, 75, 86, 91, 95, Husserl, Edmund, 25, 27, 32, 36-
96-104, 126, 127, 140, 14 1, 48, 91, 96, 97, .98, 100, 102,
142, 148, 150, 15 1, 172, 174, 1 1 3 , 127, 129, 136, 150, 164,
175, 178-204, 209, 210, 212, 166, 172, 182, 183, 187, 189,
2 13, 216, 217, 221, 222, 226, 190, 193, 199, 209, 235, 244,
247, 248, 250, 251, 263, 264, 245, 246, 248,^250, 264, 290,
265, 274, 278, 281, 289, 290, 294, 3 15 , 322, 323, 324, 328,
295, 300, 301, 323, 325, 328, 329
329, 330, 331, 333 , 334 , 335, Hyppohte, Jean, 199,274, 300, 301,
336, 337 , 338, 339 , 343 , 34 ^, 303, 305, 307
3 5 2 ,3 5 3
Heine, Heinrich, 168 lonesco, Eugéne, 287
Heisenberg, Wemer, 20
Helmholtz, Hermann von, 116 Jabés, Edmond, 325
Helvétius, Claude-Adrien, 105,106, Jacob, Pierre, 147
H 2, 115 Jakobson, Román, 16, 293, 296,
Hempel, Cari G., 148 300, 301, 302
Heráclito, 192, 197,.236 James, William, 30, 60, 128, 13 1,
Herbrand, Jacques, 277 134, 156, 15 7 , 165, 334
Hertz, Theodor, 70 Jankélévitch, Vladimir, 16, 209
Herzl, Theodor, 95 Jaspers, Karl, 47, 91, 209, 210,
Hilbert, David, 34, 58, 77, 91, 2 1 1 , 212, 213, 2 i 6, 218, 228,
1 3 4 ,14 4 ,2 9 4 290, 299, 339
Hindenburg, Paul von, 168 Jones, Emest, 300
Hitler, Adolf, 46, 63, 88, 147, Joyce, James, 303
148, 168, 170, 174, 177, 178, Jünger, Ernst, 194, 2 15
179, 180, 181, 182, 190, 192,
205, 206, 209, 2H , 228, 231, Kandinsky, Wassily, 19
232, 237, 238, 264 Kant, Emmanuel, 22, 23, 24, 25,
Hobbes, Thomas, 137, 217, 275 26, 27, 28, 31, 32, 36, 39, 40,
Holbach, Paul Henri Dietrich, 4 1, 42, 44, 45, 49, 50, 70, 78,
barón de, 105, 112 , 11 5 loo, 103, 105, 106, I I I , 115 ,
Holderlin, Friedrich, 192, 197 118 , 128, 138, 154, 156, 217,
Hook, Sidney, 157, 158, 331 227, 228, 280, 289, 358
Horkheimer, Max, 1 71, 172, 173, Kautsky, Karl, i i i , 112 , 120, 234
174, ^75, 177, 218, 219, 220, Keynes,John Maynard, 65
221, 222, 223, 224, 225, 228, IChlebnikov, Velimir, 18, 293
264, 265, 268, 315, 340, 341, Kierkegaard, Soren, 68, 75, 92,
3 4 2 ,3 5 5 100, 17 4
Hugo, Víctor, 243 Klages, Ludwig, 188
369
ÍN D ICE D E N O M BRES
370
IN D ICE D E N O M BRES
Q.)
Man, Paul de, 326, 328 Miller, James, 3 14
Mangolis, Joseph, 201 Minin, 120, 12 1 p}
Mannheim, Karl, 172 Moeller van den Bruck, Ai*thür,
M aoTse-Tung, 126 88 o
Maquiavelo, Nicolás, 125, 217, Móllendorf, Wilhelm von, 179,
©
2 7 5 .2 7 6 180
©
Marcel, Gabriel, 290, 329 Mondrian, Piet, 19, 13 5
Marcuse, Herbert, 16, 173, 174, Monk, Ray, 74 o
17 5 , 184, 185, 201, 219, 233, Montague, William P., 156 ©
240, 259, 262-270, 285, 286, Montaigne, Alichel de, 347 0
340, 341 Montesquieu, 217, 275, 276
Moore, George E., 50, 5 1, 52, 55,
o
Marchaisse, Thierry, 16
©
Marión, Jean-Luc, 47 65, 68, 74, 76, 128, 149, 150,
.()
Marx, Karl, 43, 50, 10 5 -110 , ii i, 15 4 .2 3 6 ,3 5 4
112 , 114 , 115 , 1 1 7 , 118 , 119, Moreau, Gustave, 19
120, 12 1, 123, 129, 134, 168, Morrell, Ottoline, 59 ■ '©
172, 189, 198, 199, 215, 218, Morris, Charles, 153, 200 ..0©
222, 225, 227, 234, 235, 236, Mosés, Stéphane, 169
237, 238, 241. 243, 253, 257, Mounier, Emmanuel, 254, 290
258, 260, 262, 264, 267, 269, Moussorgski, Modeste, 19
:XD
27 1, 272, 274. 275, 276, 277, Münzer, Thomas, 124
278, 279, 280, 281, 285, 314, Mussolini, Benito, 125, 215 0)
327, 340, 342, 343, 346, 354 ■©
Maspero, Frangois, 284 Nagel, Emest, 319, 320 O
Mauss, Marcel, 297 Nagel, Thomas, 164, 165 ■ r\
McTaggart, John Filis, 49 Nagy, Imre, 124
Mead, Georg H., 343 Natorp, Paul, 50, 98
k-)
Meinong, Alexius von, 27, 55, 96 Neurath, Otto, 12 7,12 9 , 130, 134,
Mendel, Gregor, 21 13 6 ,13 7 ,14 2 ,14 3 ,14 4 ,14 5 ,14 6 , ©
Mendelssohn, Moses, 168 147 M
Merleau-Ponty, Maiudce, 4 7 , 151, Newton, Isaac, 20, 3 17 ■0
200, 243, 248, 251, 252, 254, 255, Nicod, Jean, 159, 277 ■©
256, 273, 274,275, 297,300,303, Nietzsche, Friedrich, 28, 43, 66, ■ '©
322 68, 86, 92, 97, 124, 125, 188,
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Mersenne, 295 189, 190, 194, 195, 196, 199,
-©
Meschonnic, Henri, 202 200, 221, 229, 277, 299, 305,
Metzger, Héléne, 277, 3 17 3 0 6 ,3 13 ,3 4 8 ■©
Meyerson, Émile, 160, 277, 294, Nizan, Paul, 123, 126, 243, 244, ■©
3 17 246, 253, 277, 298 :®
Mili, John Stuart, 38, 49, 51, 52, Nolte, Ernst, 339, 360
344 Nozick, Robert, 346
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ÍN D ICE DE N OM BRES
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ÍN D IC E D E N O M BRES
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