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Los salmos, como siempre, son el reducto de la voz cansada por los años, por el cúmulo de experiencias
que, con el paso del tiempo, van transformando a las personas, porque incluso en términos de la fe
nunca somos los mismos y vamos cambiando, para bien o para mal, en nuestra percepción del caminar
que Dios nos ha dado y las razones por las que nos puso en el mundo. METÁFORAS SÁLMICAS DEL
CUIDADO DIVINO El salmo 91 establece una certidumbre que solamente otorgan años de constancia y
fidelidad, y por eso puede iniciar con una exhortación: “Vivamos bajo el cuidado del Dios altísimo;/
pasemos la noche bajo la protección del Dios todopoderoso./ Él es nuestro refugio,/ el Dios que nos da
fuerzas,/ ¡el Dios en quien confiamos!”. Las diversas metáforas para expresar el cuidado de Dios por sus
fieles van desde el ámbito militar (fortaleza, castillo), pasan por la naturaleza (roca, refugio) y llegan
hasta las formas zoológicas y humanas (plumas, brazos, manos), con lo que se enriquece la imaginación
creyente para tratar de abarcar el cuidado divino por su creación y sus criaturas. La “anatomía de la
gracia divina” o del Dios personal que se desvela por proteger a su hijos e hijas se concentra en lugares
determinados, pues como escribió Calvino: “La providencia que ubicamos en Dios, le pertenece no sólo
a sus ojos, sino también a sus manos”.(2) Mas Tú no te fatigas y a tus hijos mimados sigues soplando el
fuego sin dormir ni olvidarte del más bajo, como todos de Ti... Y eso no solamente es a nosotros en
quienes te contemplas y quizá un día te amen. Tú sostienes los miles de flores no miradas, los ríos, aves
y árboles; las olas y los vientos. ¡Oh, cómo te desvelas atizando la lumbre de un insecto que pudo lo
mismo no haber sido! Acudes de uno en otro: de la piedra ignorada en el fondo del agua al gusano que
roe su madera, como si eso pudiera serie contado un día. La vida humana está llena de temores y dudas,
pues lo que llamamos la providencia de Dios es un asidero psicológico y espiritualidad ante las
eventualidades y contingencias de todos los días, es decir, de lo impredecible. Por ello el salmo no vacila
en hablar de Dios como un ave protectora (“Con sus plumas te cubrirá,/ y debajo de sus alas estarás
seguro”, v. 4), como un “escudo y adarga (escudo de cuero, de origen árabe)”. El “terror nocturno”, “la
saeta que vuela de día”, las epidemias (“pestilencia”) o la mortandad que destruye “en medio del día”
(vv. 5-6) son muestras de estos riesgos imprevistos que acechan a cualquier persona. El otro motivo de
temor es la guerra y la violencia estructural de la sociedad (v. 7), impuesta por la necesidad de algunos
de imponer su voluntad a los demás y de otros para obtener beneficios. El v. 8 es una especie de alto en
el camino para observar el rumbo de las cosas: “Con tus ojos mirarás y verás la recompensa de los
impíos”. Pienso el viento en el mar clamando en soledad siglos y siglos —para dejarlo todo lo mismo que
al principio— desde el día que hablaste hasta el que calles, ¡Oh!, ¿cómo no te olvidas siquiera un solo
instante, pues que nadie te mira y nada ha de quedar? Si yo toco una piedra, Tú me la has sostenido
durante miles de años, velando cada día para que hoy estuviese. La propuesta es poner a Dios como
razón de ser de la esperanza en la vida y con ello adelantar en el camino de la certeza y la seguridad (vv.
9-10). Porque eso significa creer en que Dios utilizará sus propios medios (“ángeles”, v. 11) para
protección de sus fieles, “que guarden sus caminos” y “para que sus pies no tropiecen en piedra” (v. 12).
Incluso se anuncia protección contra los animales, reales o mitológicos (“león, áspid, dragón”, v. 13: en
la revisión 1909 se hablaba, en vez del áspid, serpiente venenosa, del basilisco, aquel ser que mataba
con sólo mirar). Al final del salmo, Dios mismo reconoce la fe del creyente en todas estas formas de
seguridad prometidas y anuncia que lo librará, le responderá y lo acompañará en su angustia (vv. 14-15)
y que, finalmente, le dará una larga vida y le mostrará su salvación (v. 16). Semejante promesa es una
maravillosa garantía basada en la fidelidad divina. De ahí que el notable biblista Walter Brueggemann
diga que el máximo resumen del mensaje bíblico sea la frase divina: “No temas. Yo estoy aquí”.(3) ¡Y
tantas, tantas cosas, tantos ríos corriendo sin descanso, sin pararse a tomar aliento nunca, tantos
bosques y pájaros sin cesar floreciendo por si algún día un hombre los mirase al pasar! Sí; las cosas
renacen de nuevo en cada instante y ese bullir divino nos las hace ver vivas. Vivas: o sea, alzadas en vilo
por la mano del Señor, con temblor de su sangre. Vivas: o sea, al borde de la muerte, que se intuye
debajo de esa mano, si se apartara un día. VIVIR-MORIR EN LA ETERNA MANO DE DIOS, GARANTÍA DE
SU AMOR Colosenses 3, a su vez, es una exhortación a levantar la mirada hacia las cosas
verdaderamente importantes según los criterios divinos y a hacer a un lado la superficialidad como nota
dominante de la vida. “Buscar las cosas de arriba” (v. 1) es una forma de redefinir las prioridades de la
existencia si se afirma la fe en Cristo como algo relevante. “Mirar las cosas de arriba” (v. 2) es someter
todo lo demás a la nueva mirada espiritual. Cada creyente, afirma el pasaje, ha muerto y ahora, su vida
“está escondida con Cristo en Dios” (v. 3). Esta afirmación paradójica coloca la vida cristiana y la vida en
general, dentro de otros marcos, opuestos y contrarios a los dominantes, esto es, desde una perspectiva
contestataria y creadora de nuevos valores. La nueva vida en Cristo, escatológicamente hablando, se
encuentra, en efecto, “escondida en Cristo”, pues se manifestará plenamente al final de los tiempos,
mientras tanto, da muestras de su presencia de manera esporádica y, por ello, exigente desde una ética
responsable y activa. He aquí un buen resumen de esta perspectiva escatológica y ética para la vida:
“Esta perspectiva escatológica ´realizada´ que marca la perspectiva con que fue escrita la carta [...] acaba
por ser traducida en una postura muy específica en relación con la sociedad circundante. [...] Tal código
de conducta ´es esencialmente una orientación secular de conducta dentro de estructuras existentes de
la sociedad´”.(4) (En el fondo de vuestro corazón, ¿no teméis de las cosas que puedan sepultarse de
repente en la nada?) y la mano de Dios también está en la muerte. Sabedlo bien: la muerte no es el
olvido súbito de la mano de Dios, por negligencia que nos deja caer en los abismos al quedar separados
de su fuente de ser. De modo que esta vida visible, en sus diversas etapas y transformaciones, es apenas
un conjunto de transiciones hacia la manifestación futura de la plenitud de vida anunciada y
experimentada “en Cristo”, según la fórmula paulina. La “vida escondida con Cristo en Dios”, por decirlo
así, la que nos está esperando en el futuro, se anticipa ahora en lo que somos y hacemos y nos llama a
que en cada ciclo que avancemos no solamente seamos mejores personas (en el esquema de los buenos
propósitos para cada inicio de año) sino que avancemos en el camino hacia la plenitud de esa vida, una
forma de existencia superior que está escondida, por decirlo así, en la mano de Dios. Si estamos ahí
siempre, podemos tener la esperanza de crecer para ser cada vez más dignos de esa “vida superior”
...pero a la cual sólo podemos llegar a través de ésta, tan limitada, mezquina y apesadumbrada como la
vivimos ahora. De ahí que podamos decir, como en la “Oración de un creyente desconcertado”: A veces
me siento muy mal dentro de mí. Van pasando los años y siento el desgaste de la vida. Por fuera todo
parece funcionar bien: el trabajo, la familia, los hijos. Cualquiera me envidiaría. Pero yo no me siento
bien. Ya ha pasado un año más. Esta noche comenzaremos un año nuevo, pero yo sé que todo seguirá
igual. Los mismos problemas, las mismas preocupaciones, los mismos trabajos. Y así, ¿hasta cuándo?
¡Cuánto desearía poder renovar mi vida desde dentro! Encontrar en mí una alegría nueva, una fuerza
diferente para vivir cada día. Cambiar, ser mejor conmigo mismo y con todos. Pero la experiencia me
dice que no puedo esperar grandes cambios. Estoy demasiado acostumbrado a un estilo de vida. Ni yo
mismo creo demasiado en mi transformación.(5) Estar en la mano de Dios es una metáfora auténtica y
profunda del deseo por proyectar la vida hacia otras alturas, distintas a la mediocridad con que
cotidianamente la asumimos, aún cuando exteriormente tengamos éxito y una “buena vida”. Por ello el
“código de deberes domésticos” (Col 3.18-4.1)(6) desafía a practicar esa “vida superior” en las
supuestamente “cosas pequeñas” de la existencia mediante una serie de criterios básicos (3.5-17) :
“hacer morir lo terrenal” (v. 5) y “revestirse de la nueva humanidad que se renueva continuamente en el
camino hacia el conocimiento pleno” (v. 10) no significa experimentar una falsa superioridad espiritual a
toda prueba sino ser capaz de poner a funcionar (“aterrizar”) en las acciones elementales de la vida
diaria las grandezas de la “vida escondida en Cristo” y superar las mezquindades y veleidades de la
cotidianidad para que realmente “Cristo sea el todo en todos” (v. 11). Ante un nuevo año estamos, una
vez, más ante esta posibilidad efectiva de cambio y creatividad personal y comunitaria. Eso no está en su
amor. Ved la muerte; mirad cómo Dios nos la endulza y nos lleva hacia ella de la mano, cómo nos la
prepara antes, igual que un lecho... Ni aun esos que tropiezan con una muerte fiera estaban ese instante
dejados de su mano...

1) J.M. Valverde, “Salmo de la mano de Dios”, en E. de Champourcin, ed., Dios en la poesía actual.
Selección de poemas españoles e hispanoamericanos. 3ª ed. revisada y aumentada. Madrid, Biblioteca
de Autores Cristianos, 1976, pp. 378-379, http://textosoracionte.blogspot.com/2007/08/salmo-de-la-
mano-de-dios.html. 2) J. Calvino, Concerning the eternal predestination of God. Trad. de J.K.S. Reid.
Cambridge, James Clark, 1961, p. 162, cit. por William P. Brown, Seeing the psalms. A theology of
metaphor. Louisville, John Knox Westminster, 2002, p. 167. 3) Cit. por Bill Zieche el 21 de febrero de
2010 en la Iglesia Presbiteriana Heritage, Muskego, Wisconsin,
http://heritagechurchmuskego.org/sermons/feb10/2.21.2010.pdf. Cf. W. Brueggemann, Spirituality of
the Psalms. Minneapolis, Fortress, 2002; y Carl N. Jacobson, “Psalm 91”, en R.E. van Harn y B.A. Strawn,
eds., Psalms for preaching and worship. A lectionary commentary. Grand Rapids, Eerdmans, 2009, pp.
235-238. 4) P. Lima Vasconcellos, “Colosenses y Efesios: desdoblamientos de la tradición paulina”, en
RIBLA, núm. 55, www.claiweb.org/ribla/ribla55/colosenses.html. 5) “Oración de un creyente
desconcertado”, en “Oraciones de fin de año”, http://webcatolicodejavier.org/campanadas.html. 6) Cf.
I. Foulkes, “Los códigos de deberes domésticos en Colosenses 3,18-4,1 y Efesios 5.22-6.9.Estrategias
persuasivas, reacciones provocadas”, en RIBLA, núm. 55, www.claiweb.org/ribla/ribla55/los
%20codigos.html; y Keith Hack, Colossians 3 principle. Principle reflections of the christian life.
Longwood, Xulon Press, 2006, un sencillo acercamiento a la aplicabilidad de la fe en la vida diaria. (*)
Este artículo debió salir publicado el pasado domingo 2 de enero. Debido a las fechas tan especiales de
vacaciones, nos fue imposible publicar ningún artículo ese domingo.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Ginebra viva - Siempre en la mano de nuestro Dios

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