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años, en La Habana se reconstruyen las fortalezas del Morro, La Fuerza y La

Punta; se edifican las fortalezas de La Cabaña, Atarés y El Príncipe; los fortines de

La Chorrera, San Lázaro y Cojímar y se moderniza la muralla. Hacia 1774, el

sistema se completó con la ampliación de los castillos de San Severino en

Matanzas y El Morro, en Santiago de Cuba.

Es de destacar el diferente proceso colonizador de los españoles frente al resto de

los imperios de la época. Mientras los españoles trataron de integrar a la población

local y convertirla al cristianismo, los ingleses y franceses los exterminaban y

repoblaban sus colonias con esclavos traídos de África. Un dato que muestra esta

política es el bajo número de esclavos que el Imperio español tenía en la isla en el

siglo xviii: 50 000 frente a los 60 000 en Barbados o 300 000 en Virginia, del

Imperio británico; o los 450 000 que los franceses tenían en Haití.

En cuanto a la economía, se reorganizó la administración con la creación de la

Real Intendencia General de Ejército y Hacienda; la supresión de los privilegios de

la Real Compañía de La Habana y la autorización del libre comercio con

extranjeros; la promulgación por la corona de la nueva ley arancelaria; la

liquidación del monopolio de Cádiz con la apertura al comercio de la isla de otros

puertos españoles, la ejecución de planes de desarrollo urbano y el reajuste de

todo el sistema de impuestos con el objetivo de que, a corto plazo, cubriese los

gastos administrativos de la isla.


Salón de los Espejos, en el Palacio de los Capitanes Generales, sede del poder

colonial.

Bajo Ricla y su sucesor el marqués de la Torre, La Habana incrementó la

pavimentación e inició el alumbrado de las calles, dispuso medidas sanitarias, e

inició la construcción del primer paseo habanero, la Alameda de Paula; del primer

teatro, El Principal; y del Palacio de los Capitanes Generales. Se llevó a cabo el

primer censo poblacional de 1774 y se inició el trazado urbanístico de la ciudad,

mediante el cual se prohibió las casas de guano y se fue imponiendo una nueva

arquitectura de grandes y ostentosos palacios.

Los hacendados criollos se enriquecieron y su flamante poder se materializó en

instituciones que, como la Sociedad Económica de Amigos del País y el Real

Consulado, canalizaron su influencia en el gobierno colonial.

En este contexto hace su entrada en la escena histórica cubana un cerrado y

brillante grupo de hombres de pensamiento, la "Generación del 92" o la ilustración

reformista cubana. Francisco de Arango y Parreño es el más brillante expositor del

proyecto socioeconómico y el de mayor agudeza política. Las principales

proposiciones de este grupo liderado por Parreño eran: libre comercio de

esclavos; aumento de la esclavitud para resolver las necesidades de fuerza de


trabajo y eliminación de todos los obstáculos que impiden su explotación intensiva;

mejoramiento y perfeccionamiento en la utilización de tierras y la aplicación de la

más moderna técnica; desarrollo tecnológico de la manufactura azucarera,

desarrollo científico del país, libertad de comercio y disminución de la usura en los

préstamos necesarios para incrementar la agricultura y la manufactura.

Siglo XIX: formación de la identidad nacional

Artículo principal: Capitanía General de Cuba

Cuba se desarrolla notablemente durante la primera mitad del siglo XIX gracias a

las reformas económicas del superintendente Claudio Martínez de Pinillos, quien

incluso introduce el ferrocarril en 1837 en la línea La Habana-Guines, el primero

de todo el mundo hispánico. Pero hacia 1802 había comenzado a observarse otra

corriente en la Ilustración reformista cubana. El movimiento se aglutina alrededor

del obispo de La Habana Juan José Díaz de Espada Fernández y Landa y tiene

dos centros de proyección colocados bajo la dirección de aquel: el Real y Conciliar

Colegio Seminario de San Carlos y San Ambrosio y la Real Sociedad Económica

de Amigos del País de La Habana. La actividad de este nuevo grupo se dirige más

a la esfera social y a la del pensamiento que a la económica.

Desde el punto de vista político su proyección no es homogénea aunque todos sus

integrantes muestran adhesión a las ideas políticas modernas, una tendencia

descentralizadora y autonómica y la ponderación de lo cubano en formación en


cuyo proceso quieren incidir. Espada es antirracista, antiesclavista, antilatifundista,

crítico de la oligarquía y asume un proyecto de desarrollo sobre la base de la

pequeña propiedad agraria. En esta corriente se formaron Félix Varela, José de la

Luz y Caballero, José Antonio Saco, Felipe Poey y Domingo del Monte, entre

otros.

Otra corriente política cifraba sus esperanzas de solución de los problemas

cubanos en la anexión a Estados Unidos. Un sector de los hacendados esclavistas

veía en la incorporación de Cuba a los Estados Unidos una garantía para la

supervivencia de la esclavitud, dado el apoyo que encontrarían en los estados

sureños. Estos, agrupados en el "Club de La Habana" favorecieron las gestiones

de compra de la isla por parte del gobierno de Washington, así como las

posibilidades de una invasión "liberadora" encabezada por algún general

estadounidense en contra de España.

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