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Capítulo II

LOS CRÍTICOS DE HEGEL

Muy pronto se empezaron a levantar voces contra Hegel.


El exceso racionalista, la grandiosa luz de la Razón ilustrada co-
menzaba a crear las primeras sombras. El logicismo hegeliano
dejaba fuera las realidades humanas más importantes: la volun-
tad, la vida, la existencia individual... Lo que no tenía previsto el
espíritu racionalista (sea idealista o positivista) es que «el sueño
de la Razón produce monstruos» (título del Capricho 43 de
Goya). Lo que significa que la dialéctica propia de la Razón lleva
históricamente a los irracionalismos, voluntarismos y vitalismos
que van surgiendo desde el siglo xix hasta nuestros días. No po-
demos hacernos eco de todas las voces, ahora nos centraremos
en Schopenhauer, Kierkegaard, Nietzsche y Freud (y también
en el marxismo) y más adelante seguiremos el rastro de otras
muchas que llegan hasta nuestros días, porque bien se puede
decir que «la sombra de Hegel es alargada».

La inversión del hegelianismo

Tras la muerte de Hegel aparecen tres posiciones ante


sus doctrinas:

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/ireoehistoria de la Filosofía

• La derecha hegeliana es la interpretación ortodoxa y teís-


ta, en ella se encuentra Bruno Bauer (1809-1888) (en
su primera é p o c a ) . La derecha intenta armonizar el
sistema hegeliano c o n la religión cristiana.
• En una posición intermedia se encuentra Rosenkranz
(1805-1879), que escribió una Vida deHegel.
• La izquierda hegeliana o «jóvenes hegelianos» realizan la
interpretación más crítica y panteísta y creen ser los
más fieles al pensamiento del maestro. La izquierda
radical desembocará en el materialismo. Pertenecen a
esta ala izquierda: Bruno Bauer (en sus últimos años),
M. Stirner, D. F. Strauss (1808-1874), que escribió la
Vida de Jesús, L. Feuerbach y K. Marx.

Ludwig Feuerbach: homo homini deus

Nació en Lanshut (Baviera) en 1804. Estudió teología


en Heidelberg y fue alumno de Hegel en Berlín. Pronto se si-
tuó en el ala más radical del hegelianismo. Sus ideas radicales
y polémicas le i m p i d i e r o n progresar en su carrera d o c e n t e ,
p o r lo que tuvo que dedicarse a la especulación y la publica-
ción de sus obras, principalmente: Filosofía y cristianismo (1839)
y La esencia del cristianismo (1841). Murió en 1872.
Feuerbach vio en la filosofía de Hegel una teología sola-
pada, que intenta extraer lo real de lo abstracto, cuando lo único
real es lo concreto y sensible: el espíritu y el pensamiento son de-
rivados de la Naturaleza material, n o al revés. Habla del «ab-
surdo del absoluto», que lo interpreta c o m o el difunto espíritu
de la teología. En su obra La esencia del cristianismo afirma que
Dios es un invento del hombre. Critica duramente el idealismo
de Hegel cayendo en un materialismo radical: «el hombre es lo
que c o m e » . Solo existen necesidades materiales que el ser hu-
mano n o puede satisfacer plenamente y, por ello, inventa la idea
de Dios c o m o reflejo de sí mismo. El hombre solo tiene que ado-

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Los críticos cle Hegel

rarse a sí mismo: homo homini deus, el hombre es dios para el pro-


pio hombre. La meta del obrar humano será la satisfacción de
sus necesidades y la realización total de su esencia. Para ello, ne-
cesita colaborar c o n otros hombres; por eso, aparece el Estado,
que representa al Hombre-Dios. La política será, entonces, la
nueva religión de la humanidad y la oración quedará sustituida
por la comunidad de trabajo entre los ciudadanos.

Marx

Karl Marx se mueve en los círculos hegelianos d e iz-


quierda o «jóvenes hegelianos», d o n d e se asume la dialéctica
hegeliana pero invirtiéndola eir su arranque inicial: la realidad
material tiene prioridad sobre las ideas.

El autor de El Capital

Karl Marx nació en Tréveris en 1818. Estudió en B o o n y


Berlín. Allí f r e c u e n t a b a el Doktorklub, dirigido p o r B r u n o
Bauer, d o n d e se criticaba duramente a la religión y se respira-
ban las ideas de los socialistas utópicos -Saint Simón, Fourier y
O w e n - En París c o n o c i ó a Friedrich Engels (1820-1895) c o n
quien mantuvo una estrecha relación y c o n quien colaboró en
algunos escritos. Después de varios viajes por Europa se instaló
en Londres, d o n d e murió en 1883.
Sus novedosas investigaciones en e c o n o m í a las expuso
en su monumental obra El Capital, acabada por Engels. C o n él
escribió La sagrada familia y el Manifiesto del Partido Comunista.
Es autor, además, de Manuscritos de Economía y Filosofía, La mise-
ria de lafilosofíay las Tesis contra Feuerbach, d o n d e se encuentra
su famosa máxima: «Los filósofos se han limitado a interpretar
el m u n d o de distintos modos; de lo que se trata es de transfor-
marlo».

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/ireoehistoria de la Filosofía

Inversión de la dialéctica

Marx encontró al h o m b r e de su tiempo insatisfecho, in-


feliz y alienado, es decir, fuera de sí, sin posibilidad alguna de
autor realización. En sus Manuscritos de economía y filosofía uti-
liza el c o n c e p t o de alienación refiriéndose a la pérdida que se
produce de la esencia humana en realidades fuera de ella. Hay
varios tipos de alienaciones:
• La alienación del trabajo, que reduce al trabajador a una
mercancía más que se compra y se vende.
• La alienación religiosa, expresada p o r la c o n o c i d a fór-
mula «la religión es el o p i o del p u e b l o » , p r o v o c a el
adormecimiento del espíritu revolucionario del prole-
tariado.
• La alienación social o estatal, q u e pretende superar la
«lucha de clases» mediante el c o n c e p t o de Estado.
• La alienación cultural o filosófica, que adormece nuestro
espíritu al limitarse a contemplar la realidad.
Marx le da la vuelta a la dialéctica hegeliana: el h o m b r e
es un animal de necesidades, cuya actividad está encaminada
al d o m i n i o y transformación de la naturaleza. Las ideas - e p i f e -
n ó m e n o s de la materia, superestructuras alienado-ras- son p r o -
ductos enmascaradores de la dialéctica interna de la realidad
e c o n ó m i c a -infraestructura-.
Esta inversión se ha dado en llamar materialismo dialéctico,
fundamento teórico del materialismo histórico, según el cual n o
son las ideas las que mueven la historia, sino los sistemas y m o d o s
de producción. La historia de la humanidad responde a un de-
terminismo e c o n ó m i c o y se rige por la dialéctica de la lucha de
clases. Esta lucha determina el sistema político y t o d o el c o n -
junto de ideas y creencias de una sociedad determinada. Es de-
cir, es el m o d o de producción de la vida material lo que condi-
ciona el proceso de la vida tanto social y política, c o m o espiritual.
La libertad, p o r tanto, n o es más que pura apariencia; el
h o m b r e está determinado p o r las estructuras socio-económi-

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cas. Cada época histórica contiene en sí su propia negación: su
desarrollo interno culmina c o n su autodestrucción y da paso a
la siguiente. Así, la sociedad feudal surgió de la esclavista, y la
feudal dio paso a la burguesa, que, a su vez, genera el proleta-
riado, el cual llevará a cabo la destrucción de la burguesía.

La revolución comunista

¿ C ó m o tendrá lugar la destrucción de la burguesía? La


respuesta está en la e c o n o m í a . La plusvalía, es decir, el b e n e -
ficio que resulta de la diferencia entre el trabajo i n c o r p o r a d o
a un objeto (valor-trabajo) y el valor que adquiere en el mer-
cado, tiende a crecer incesantemente, c o n lo que se llega a la
extrema pauperización del proletariado y al incesante enri-
quecimiento del empresario capitalista. Ello supone la auto-
d e s t r u c c i ó n del p r o p i o sistema b u r g u é s , q u e n o p u e d e ya
controlar las fuerzas que él mismo ha desatado y se prepara
para su definitiva d e f u n c i ó n : «La burguesía crea sus propios
sepultureros».
Pero para destruir la sociedad burguesa hace falta p o -
nerse manos a la obra y generar la revolución comunista. El ol-
fato del filósofo y del economista debe dejar paso a las híspidas
barbas del p o l í t i c o revolucionario. El proletariado como
agente de esa revolución alterará el o r d e n e c o n ó m i c o , supri-
mirá la propiedad privada e instaurará su propia dominación.
Gracias a esta «dictadura del proletariado», tanto el Estado
c o m o la lucha de clases serán eliminados definitivamente,
para dar paso a una sociedad sin clases y sin ningún tipo de do-
minación. Esta es la sociedad comunista d o n d e quedarán con-
cillados todos los antagonismos y d o n d e el h o m b r e vivirá feliz
y satisfecho. En esta versión secular del Reino de los Cielos p o -
dré - a f i r m a Marx en La ideología alemana- «dedicarme hoy a
esto y mañana a aquello, p o r la mañana p o d r é cazar, p o r la
larde pescar y por la n o c h e apacentar el ganado, y después de

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Breve historiaelelaFilosofía

comer, si m e place, dedicarme a criticar, sin necesidad de ser


exclusivamente cazador, pescador, pastor o crítico».

El Manifiesto comunista

En 1847, la liga de los comunistas encargó a Marx y Engels


la redacción de un manifiesto de los principios ideológicos en
que se basa la lucha del proletariado contra la burguesía. Al
año siguiente, 1848, un año revolucionario, apareció el Mani-
fiesto del Partido Comunista, q u e supuso una i n t r o d u c c i ó n al
marxismo. Sus tesis principales son:
La sociedad burguesa ha surgido de las ruinas d e la so-
ciedad feudal, p e r o n o ha suprimido los antiguos antagonis-
mos de clase, sino que los ha simplificado, ha establecido nue-
vas c o n d i c i o n e s d e o p r e s i ó n y ha c r e a d o una nueva clase
oprimida: el proletariado. Los m e d i o s d e p r o d u c c i ó n y la ri-
queza están en manos de la burguesía que, c o m o el encanta-
dor incapaz de dominar los poderes infernales por él conjura-
dos, n o sabe qué hacer c o n ellos y a la larga se volverán contra
sí. El proletariado es la única clase capaz de enfrentarse a la
burguesía, es una clase eminentemente revolucionaria porque
n o tiene nada que perder, salvo sus cadenas. El movimiento
proletario, el movimiento a u t ó n o m o de la inmensa mayoría
en interés de la inmensa mayoría, d e b e hacer saltar en peda-
zos la superestructura social. El hundimiento de la burguesía y
el triunfo del proletariado son inevitables.
Mediante el valor-trabajo, el o b r e r o asalariado se apro-
pia del m í n i m o imprescindible para subsistir miserablemente
mientras que, gracias a él, la clase dominante se enriquece más
y más. La f o r m a de acabar c o n esta dominación despótica pasa
por suprimir la propiedad privada. El proletariado arrancará a
la burguesía todo su capital y centralizará todos los medios de
p r o d u c c i ó n en manos del Estado. «En lugar de la vieja socie-
dad burguesa c o n sus clases y antagonismos d e clase, surgirá

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Los críticos de Ilegel

mía asociación en la que el libre desarrollo de cada u n o será la


condición para el libre desarrollo de los demás».

Praxis histórica y revisionismo

La c o n s e c u c i ó n de la s o c i e d a d comunista era para el


marxismo una consecuencia histórica lógica. La praxis histó-
rica es el hilo argumental del marxismo: esto significa que son
los h e c h o s s o c i o p o l í t i c o s los que tienen la última palabra.
Siendo esto así, la caída del muro d e Berlín o el desmorona-
miento de la URSS, p o r ejemplo, son argumentos incontesta-
bles. Y ello es d e b i d o , en definitiva, a que el marxismo tuvo
que convertirse en ideología para p o d e r sobrevivir, si es que
no nació ya s i é n d o l o . La i d e o l o g í a convierte en un b l o q u e
compacto las ideas y, de esta manera, las preserva contra el tri-
bunal de la verdad y gozan de una inmunidad impropia en la
Historia de la Filosofía. El marxismo necesitó ideólogos, pero,
sobre todo, líderes c o m o Vladimir Ulianov Lenin (1870-1924),
Stalin (1879-1953) o Mao Tsé-tung (1893-1976) o Fidel Castro.
Pero la i d e o l o g í a marxista, a pesar d e haberse d e f e n -
dido contra la heterodoxia, n o p u d o impedir que fueran sur-
giendo algunos pensadores que vieron la necesidad de una re-
visión del marxismo:
• Eduard Bernstein (1850-1932), m i e m b r o del partido so-
cialdemócrata alemán, puso en tela de juicio el carác-
ter explotador del capitalismo, así c o m o su inevitable
autodestr ucción.
• Gyórgy Lukács (1885-1971) revalorizó la categoría de su-
j e t o - v e r d a d e r o protagonista de la historia- y destacó
la importancia de la «conciencia de clase» del proleta-
riado c o m o auténtico motor de la historia.
• Antonio Gramsci (1891-1937) d e f e n d i ó la «filosofía de
la praxis», es decir, en vez d e rechazar la filosofía
c o m o un tipo de alienación, creyó que la revolución

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Breve historia de la Filosofía Los críticos de Hegel

proletaria debería ir precedida de una reforma cultu- conjunto de f e n ó m e n o s ordenados en el espacio y el tiempo;
ral gracias a la cual, el proletariado pudiera consti- en su cara interior, n o u m é n i c a , es voluntad, espontáneo ins-
tuirse en una nueva élite intelectual. tinto de vida. Ambas caras, sin embargo, confluyen y se f u n d e n
Ernest Bloch (1885-1977) desarrolló los aspectos utópi- en el sujeto, único y verdadero artífice del m u n d o .
cos del pensamiento de Marx. Según él, la conciencia Esta dualidad del m u n d o se manifiesta, en primer lugar,
de futuro, la utopía, es el motor de la historia olvidado en el cuerpo. El sujeto percibe que todo acto de su voluntad es,
en el marxismo. al mismo tiempo, un movimiento de su cuerpo: son dos estados
diferentes de la misma realidad. La acción del cuerpo es la vo-
luntad objetivada, la voluntad hecha visible. Extrapolando esta
Schopenhauer conclusión se llega a que toda la realidad exterior no es sino re-
presentación fenoménica de la voluntad, su objetivación.
Se confiesa d e u d o r y continuador de Kant, a quien in-
terpreta a la luz del pensamiento oriental. Para Schopenhauer, La voluntad, que es única en todos los seres, se encuen-
fenómeno y noúmeno significan «el m u n d o c o m o aparece» y «el tra individualizada en el m u n d o f e n o m é n i c o gracias al «princi-
m u n d o c o m o es», respectivamente. El f e n ó m e n o es aparien- pium individuationis». Ello explica que la voluntad, una e indi-
cia e ilusión, y tras él se oculta el n o ú m e n o , la auténtica reali- visa, esté presente c o m o voluntad d e vivir en todos los seres.
dad que hay que desvelar. Este impulso inconsciente se plasma en toda la naturaleza or-
gánica e inorgánica, y, p o r fin, en el h o m b r e , d o n d e adquiere
«conciencia de su querer y de aquello que quiere, que n o es
Contra «Hegel y su tropa»
otra cosa que este m u n d o » .
Arthur S c h o p e n h a u e r nació en Danzig en 1788. Dedi-
c a d o en un principio a la profesión mercantil, pronto la dejó
Pesimismo
para dedicarse al estudio y a la literatura. Tuvo una vida ator-
mentada y se sintió siempre rechazado, especialmente cuando
La conciencia del hombre, la f o r m a más perfecta de ob-
intentó hacer c o m p e t e n c i a a Hegel en Berlín y fracasó. Esto
jetivación de la voluntad, descubre el radical sinsentido de una
produjo en él un sentimiento de resentimiento contra «Hegel y
existencia que nunca hubiera d e b i d o haber sido. Por haber
su tropa», c o m o él mismo decía, que queda reflejado en sus es-
turbado inútilmente el sosiego d e la nada, la voluntad se ve
critos. Sus obras más importantes son: Lm cuádruple raíz del princi-
obligada a fragmentarse en millones de individualidades que
pio de razón suficiente (1813), El mundo como voluntad y representa-
luchan entre sí porque desconocen que son una sola voluntad.
ción (1819) y Parerga y Paralipomena (1851). Murió en 1860.
Esa lucha p o r la vida, ese deseo incontrolable p o r vivir, pro-
voca un dolor que solo se hace consciente en el hombre.
El mundo como voluntad y representación Ese impulso ciego obliga al h o m b r e a desear cosas que
le parecen agradables, p e r o que, a la postre, n o hacen sino au-
Schopenhauer desglosa el m u n d o en dos mitades: en su mentar la insatisfacción. Por eso, «la vida del h o m b r e oscila
cara exterior, f e n o m é n i c a , el m u n d o es representación, un c o m o u n p é n d u l o entre el d o l o r y el hastío», es «el aburri-

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/ireoehistoria de la Filosofía

miento precisamente». La única salida que tiene el h o m b r e es


negar la voluntad de vivir, causa del d o l o r y hastío. «El delito
mayor del h o m b r e es haber n a c i d o » , p o r eso, la única salva-
ción consiste en seguir el camino anunciado p o r Buda: el re-
torno a lo n o nacido, a la nada, única salvadora del dolor de la
existencia.
Nada se soluciona c o n el suicidio, porque el suicida, le-
j o s d e negar la voluntad de vivir, la afirma e n é r g i c a m e n t e ,
pues, en el f o n d o , ama la vida. C o n la d e s t r u c c i ó n d e su
cuerpo n o renuncia a la voluntad de vivir, sino solamente a su
vida concreta. La meta final d e b e ser la anulación d e la volun-
tad de vivir en su esencia, lo cual solo se p r o d u c e en la inmer-
sión del yo individual en la voluntad del T o d o por m e d i o de la
muerte. La muerte n o es, en este sentido, nada más que un
m e d i o para sumergir la voluntad en la nada del nirvana bu-
dista, d o n d e desaparece el principium individuationis y se llega a
la completa anulación de la voluntad de vivir.

El arte y la liberación definitiva

Pero el tenebroso pesimismo d e S c h o p e n h a u e r se ilu-


mina fugazmente con la obra de arte. En la contemplación esté-
tica, el sujeto se olvida de sí c o m o individuo y se libera de todo
lo que le liga a la voluntad. Esto es debido a que el arte le hace
mirar las cosas de manera distinta, con otra mirada que n o es la
de la vida cotidiana ni la de la ciencia. Únicamente la intuición
estética penetra la realidad y capta la verdadera naturaleza de
las cosas. Kant decía que lo bello agrada sin interés, y Schopen-
hauer, que sigue al de Kónisberg a su manera, ve en ese desinte-
rés un «sin voluntad». En la contemplación estética, el sujeto se
sumerge en la belleza y se olvida de sí, de su individualidad, de
su propio querer. Pero la contemplación estética produce una
liberación solo momentánea. Por eso, la salvación definitiva n o
vendrá por el camino del arte, sino por el de la ética ascética.

216
Los críticos <lc llcgcl

Esta ética n o pretende dar preceptos, sino solo pasar de


la virtud al ascetismo. El primer paso hacia la ascesis definitiva
de negación de la voluntad de vivir es «la castidad completa y
voluntaria». Para Schopenhauer, la castidad absoluta libera de
la primera manifestación de la voluntad de vivir que es el im-
pulso de la generación. La pobreza voluntaria, la resignación,
la aceptación humilde de las mayores ignominias y, en fin, las
mortificaciones voluntarias c o m p o n d r á n el c o n j u n t o de los
ejercicios del asceta, tendentes a la destrucción del f e n ó m e n o
de la existencia. De esta manera, se habrá p r e p a r a d o el ca-
mino para que la muerte destruya definitivamente el f e n ó -
meno de la voluntad ya quebrantada.

Kierkegaard

Kierkegaard se consideró a sí mismo un «pensador reli-


gioso» y, c o m o tal, n o podía admitir el panteísmo racionalista
de Hegel y los teólogos hegelianos. Así c o m o Pascal se opuso
al racionalismo de Descartes, el filósofo danés arremeterá c o n -
Ira el idealismo hegeliano. David contra Goliat: el individuo
contra el sistema.

El jorobado de Copenhague

Sóren Kierkegaard nació en Copenhague en 1813. Fue


el hijo m e n o r de un próspero negociante de la capital danesa
que inculcó en el niño un fuerte sentimiento de culpabilidad,
así c o m o el gusto por las disquisiciones teológicas. En 1840 se
comprometió c o n Regina Olsen, pero un año después r o m p i ó
el compromiso. Estaba convencido de que tenía una misión re-
ligiosa que cumplir y veía el matrimonio c o m o un obstáculo.
Después de una intensa actividad literaria y de haberse instau-
rado en enemigo filosófico de Hegel y de la «Cristiandad esta-
blecida», murió a los 42 años de edad, en 1855.

217
/ireoehistoria de la Filosofía

Publicó la mayor parte de sus obras bajo pseudónimo: O


lo uno o lo otro, Temor y temblor (ambas publicadas en 1843), El
concepto de la angustia ( 1 8 4 4 ) , Estadios en el camino de la vida
( 1 8 4 5 ) , El postscriptum ( 1 8 4 6 ) , La enfermedad mortal ( 1 8 4 9 ) .
Con su n o m b r e nos ha dejado Discursos edificantes y sa Diario.

Estadios en el camino de la vida

U n a d e sus doctrinas más p o p u l a r e s es la c o n o c i d a


c o m o los estadios en el camino de la vida, según la cual, la exis-
tencia humana pasa p o r tres etapas o estadios: estético, ético y
religioso.
El h o m b r e estético vive en la inmediatez, busca el ins-
tante placentero, es hedonista, está p e g a d o a las cosas, n o se
c o m p r o m e t e c o n nada ni c o n nadie. Pero desespera necesaria-
mente ante la imposibilidad de encontrar la eternidad en el
instante. La única f o r m a d e huir del tedio, la inquietud y la
inestabilidad propios de esta esfera es optar p o r una vida ética
auténtica.
El h o m b r e ético, en cambio, está instalado en lo gene-
ral: actúa c o m o t o d o el m u n d o , es el h o m b r e del compromiso
matrimonial. El matrimonio refleja claramente esta esfera en
que se recupera la sensibilidad estética en un o r d e n más ele-
vado y racional, representa la realización concreta del ideal
ético, d o n d e las demandas estéticas legítimas pueden ser lleva-
das a su plenitud. La existencia ética aporta a la esfera estética
un bien del que esta carecía: la libertad. El h o m b r e auténtica-
mente libre n o es el esteta, que vive esclavizado por los place-
res, sino el ético, que es capaz de escoger responsablemente.
Pero, cuando la ética tiene que afrontar el problema del
pecado, surge en el alma del h o m b r e «un temblor de tierra»
que le lleva al arrepentimiento, lo que le «obliga» a optar por
una esfera superior. Ante el pecado, el h o m b r e se queda «solo
ante Dios» y la universalidad de la moral ya n o puede ayudarle.

218
Los críticos de / Icgel

El h o m b r e religioso, el Singular, la e x c e p c i ó n ética, ha


h e c h o una elección absoluta p o r el Absoluto. N o lo ha elegido
entre otros absolutos, sino que en cierto m o d o ha sido él el
elegido. El norte de su vida es Dios, y su única arma, la fe. Ha
escogido el absurdo, la paradoja. Ha renegado de la razón. Por
eso se encuentra solo, «solo ante Dios».

Contra el sistema: el «caballero de la fe»

Kierkegaard d e d i c ó su vida a luchar contra H e g e l ,


quien, según él, pretendía subsumir las categorías netamente
religiosas en un sistema absolutamente racionalista. La obje-
ción kierkegaardiana es simple y clara: la razón absoluta es in-
capaz d e captar la existencia c o n c r e t a del h o m b r e real. La
prueba más fehaciente del error idealista estriba en que esa
idea d e Razón n o p u e d e ser vivida: nadie es idealista en la
práctica.
La historia de Abraham, dispuesto a sacrificar a su pro-
pio hijo Isaac por orden del mismo Dios, que prohibe el filici-
dio, p o n e de manifiesto que la Razón n o nos ayuda en los pro-
blemas existenciales. El sacrificio n o p u e d e justificarse
humanamente, pues n i n g u n a instancia superior a la razón
puede reclamarse en su ayuda. Cualquier Singular, c o m o Abra-
ham, que represente una excepción ética, está perdido según
la ética racionalista.
Para Kierkegaard, A b r a h a m es el p r o t o t i p o d e «caba-
llero de la fe», porque n o solo es capaz de la resignación infi-
nita, c o m o el «héroe trágico», sino de iniciar el movimiento de la
fe. Gracias a este movimiento, en virtud del absurdo, el «héroe
religioso» es el único capaz d e recuperar lo temporal y finito,
es el único capaz de llevar a cabo la auténtica repetición. Por ha-
ber confiado en lo eterno, Abraham recupera, en el tiempo, a
su hijo. La fe obra en virtud del absurdo, exige un salto irra-
cional. Este «ciclo de la fe» tiene dos momentos: la resignación

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/ireoehistoria de la Filosofía

infinita, por la cual se rechaza t o d o lo temporal y finito, y el


salto de la fe, p o r el cual n o se pierde la finitud, sino que se re-
cupera en su integridad. El caballero de la fe realiza continua-
mente el «movimiento del infinito» y obra siempre «en virtud
del absurdo».

Síntesis de tiempo y eternidad

En El concepto de la angustia e x p o n e su c o n c e p c i ó n antro-


p o l ó g i c a : el h o m b r e es una síntesis d e lo c o r p ó r e o y lo psí-
quico sustentada por el espíritu. N o es un simple ser natural,
porque es espíritu, pero tampoco es un ser angélico, porque el
espíritu p o n e la síntesis d e cuerpo y alma. El espíritu es, a su
vez, una segunda síntesis de tiempo y eternidad, por lo que el
h o m b r e , siendo temporal, tiende a la eternidad; siendo limi-
tado, se sabe libre; pero también es el único animal que tiene
conciencia del abismo de la nada que se abre a sus pies, p o r lo
que es presa de la angustia.
El h o m b r e auténtico, el « g e n i o religioso», es aquel ca-
paz de realizar existencialmente la síntesis y de descubrir en sí
mismo la realidad del pecado y de la angustia. Estas realidades
le llevan a experimentar en sí mismo la presencia de Dios. Pre-
sencia que se descubre ligada a la experiencia del p e c a d o y de
la culpa.

La etapa culminante de la existencia humana es el estadio


religioso. El existente llega así a la interiorización máxima: el
amor. Solo si se entiende que Dios es amor, se puede compren-
der t o d o lo demás. Solo un Dios a m o r o s o p u e d e explicarlo
todo: desde la creación hasta la redención, desde el escándalo
hasta la paradoja. En el amor se tocan el tiempo y la eternidad.
Su origen es la eternidad, p e r o el a m o r se desarrolla en el
tiempo. Por amor, Dios, el eterno, se hace temporal, se encarna.
Por amor, el h o m b r e , en el tiempo, se hace eterno. Las obras
del amor, entonces, siendo temporales, tienen un valor eterno.

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