A veces nuestras emociones nos hacen actuar de modos que, formalmente, son

irracionales pero que desde el punto de vista práctico son beneficiosas.

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Un ejemplo de eso es un juego de la economía conductual: el "juego del ultimátum".
Así funciona el juego del ultimátum. Hay dos personajes, A y B.
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Se le dan por ejemplo 10 dólares a A y se le pregunta cuántos de esos 10 dólares
quiere dar a B, de 1 dólar a todo.
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La regla es que B puede elegir: puede aceptar el dinero, de manera que A se queda
con lo que no le dio, y B se queda con lo que A le ha dado, o rechazarlo. Si B lo
rechaza, ambos se quedan sin nada.
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Supongamos que son perfectamente racionales.
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Si lo son, A debe ofrecer el mínimo, o sea, 1 dólar, y B debe aceptarlo, porque 1
dólar es mejor que nada. Si lo rechaza, nadie gana nada. Recuerda que es un juego
de un solo envite. Solo se juega una vez, de manera que no se puede castigar a la
gente para que se porte mejor en lo sucesivo.
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Es interesante que, aun para un juego de un solo envite, la gente no lo hace. A
menudo no aceptan las distribuciones injustas, las rechazan por despecho.
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Yo sé que si estoy tratando con una persona así, si le ofrezco 1 dólar, o 2, o 3,
dirá que no, y nadie tendrá nada. Por ese motivo, por su irracionalidad, consiguen
más dinero de mí de lo que lograría una persona racional. Si trato con una persona
racional, le daré una pequeña cantidad de dinero. Tratando con una persona
irracional, he de ofrecer más. En general la irracionalidad, el ser emotivo, tiene
un utilidad social. Una persona racional es fácilmente explotada, porque su
respuesta a las provocaciones y las agresiones siempre será apropiada. Si voy y
robo 1 dólar a alguien, una persona perfectamente racional dirá que no va a hacer
un drama de eso, que es solo 1 dólar.
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Una persona con genio tiene ventaja: puede que diga, "¡me has robado mi dólar, voy
a matarte!" "¡Voy a matar a toda tu familia!" Es una locura, pero cuando tratas con
una persona loca,
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esta tiene la ventaja de que no es probable que quieras provocarlo.
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Hay matices que lo complican. Si una persona es muy propensa a responder a la
provocación, evitarás tratar con ella. Hay un nivel óptimo de irracionalidad. Si
una persona solamente acepta una distribución, si le das 7 dólares, sabes que es
una mala persona y que los dos acabaréis mal al final.
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Estas consideraciones te hacen darte cuenta de que responder de forma perfectamente
racional a una situación a veces es una desventaja, especialmente cuando existe la
posibilidad de violencia y agresión. Tener fama de responder de manera errática y
extrema te beneficia. A menudo sale a cuenta ser irracional, pero puede tener
resultados trágicos. Lo que es adaptativo para un individuo y tiene sentido desde
un punto de vista evolutivo puede ser pésimo para la gente en general.
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En su magnífico libro sobre el crimen y el homicidio, Daily y Wilson indican que
una causa importante de asesinatos son las ofensas al honor, los insultos,
maldiciones y delitos menores, Escriben: "En sociedades en las que las disputas son
crónicas, una virtud esencial masculina es la capacidad de ser violento. Ofrecer la
otra mejilla no es de santos sino de estúpidos o de seres despreciables y débiles".
Lo que vemos es una idea que presento al final, que es que existen diferencias
interculturales en lo relativo al modo en el que se expresan ciertas emociones o
sentimientos. Es interesante que aquí la importancia de la reputación de tener una
capacidad de reacción violenta varía de cultura a cultura.
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Los sociólogos describen una cultura del honor como una en la que uno no puede
depender de la ley y donde hay recursos que pueden ser robados fácilmente, como los
pastores. En ese tipo de cultura, una capacidad de violencia excesiva es esencial
para conservar los recursos.
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Vemos esas culturas del honor en todo el mundo. Los escoceses de las Highlands, los
guerreros masai, los beduinos, los vaqueros del oeste. En el caso de Estados
Unidos, un área en la que hay una mayor cultura del honor es el Sur. Fue colonizado
por pastores escoceses e irlandeses y había un control legal menos centralizado. No
se necesita una reputación de violencia si hay un policía en cada esquina,
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si las agresiones pueden ser solucionadas rápida y adecuadamente por el Estado. La
necesitas cuando no está la policía para ayudarte.
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Lo que es interesante es que se observa que la cultura del honor se manifiesta en
muchas diferencias psicológicas entre individuos de dentro y de fuera de dicha
cultura. Por ejemplo, en Estados Unidos la gente que se ha criado en culturas del
honor es más permisiva con las armas, acepta más la pena capital y el castigo
corporal, tiene una actitud más positiva hacia el ejército, perdona más los
crímenes de honor, como matar a alguien en una pelea porque insultó a un ser
querido, y tiene mayores tasas de violencia pero solo para crímenes asociados con
el honor. No tienen tasas mayores de violencia porque tengan más guerras de bandas
o robos de banco violentos, sino más bien peleas de barra, cosas que se generan por
insultos al honor.
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Hubo un estudio muy interesante de Nisbett y Wilson con el que voy a cerrar. Lo
hicieron con estudiantes de la Universidad de Michigan, de un grupo muy homogéneo:
todo hombres blancos, ni hispanos ni judíos.
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Algunos eran del Sur, otros del Norte.
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No sabían en qué consistía el experimento en que iban a participar. Entraron en una
sala, llenaron unos formularios e hicieron algunas tareas. Y después se les pidió
que caminaran por la sala.
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Mientras lo hacían, un estudiante pasaba a su lado, los golpeaba con el hombro,
empujándolos a un lado e insultándolos.
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Después se hizo el análisis. Resultó que la gente del Sur se sintió más afectada
por esta interacción que la gente del Norte. Tenían niveles más altos de
testosterona, cortisol, hormonas del estrés. Daban apretones de manos más fuertes,
contestaban de forma más ruda cuando se les pedía rellenar los espacios en blanco.
Esto sugiere que sus psicologías son distintas. De una forma sutil, ser educado en
una cierta cultura te hace, entre otras cosas, más agresivo cuando te insultan que
en otra cultura. Las emociones tienen raíces evolutivas pero pueden ser moduladas
por la cultura. De manera más general, espero que los estudios de que los que
hablamos y el enfoque evolucionista que hemos adoptado sugieran que emociones como
el miedo y el amor hacia nuestros familiares, el enfado, la gratitud, etc. no son
ruido en el sistema. No son aberraciones de las que tenemos que librarnos. No
estaríamos mejor sin ellas. Más bien son sistemas motivacionales complejos
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evolucionados para resolver problemas, sensibles a la cultura, elaborados de manera
exquisita para tratar con esos entornos naturales y sociales en los que vivimos.