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INTRODUCCIÓN
¿Cuál es el secreto del liderazgo? No es un secreto porque Dios quiere que nadie sepa
que es. No es un secreto según el concepto que el hombre tiene de un secreto. Le llamo
el secreto del liderazgo porque es un principio básico de la vida. Este implica un esfuerzo
de grandeza y carácter y la capacidad de mover a otros. Comprende el tomar la posición
de mando con decisión para dirigir a otros.
Cuando yo era niño, tenía la idea de que los grandes líderes eran altos. Pensé, “si yo
fuera alto, algún día podría influenciar a la gente, o quizás algún día pudiera ser un
gran líder.” Como era niño, conocía mucha gente alta. Conforme fui creciendo, vi en
mi clase compañeros que eran más altos que yo. Aun ahora, algunas personas que
conozco son más altas. El Dr. Lee Roberson es uno de esos grandes gigantes de la
fe. Conozco hombres que se mantienen en alto, pero cuando regresamos a través de
la historia, encontramos hombres como William Wilberforce, que fue uno de los líderes
en la gran Guerra de la Independencia y que solo media 1 metro y 60 centímetros de
alto. De hecho se subía a una mesa para ser oído cuando daba órdenes. John Wesley
fue un hombre muy bajo de estatura que medía 1 metro 61 centímetros. El presidente
de Zambia es aún más bajo que eso. D. L. Moody fue muy bajo d estatura. El apóstol
pablo fue bajo de estatura. Si, algunos de los grandes líderes de la historia, algunos
de los grandes dirigentes de la historia han sido de corta estatura. Entonces el secreto
del liderazgo no está en la estatura.
El secreto del liderazgo no es la apariencia. Vea usted a Jerry Falwell y Bill Gothard y
a otros que son actualmente los hombres más prominentes en la historia americana
quizá atractivos pero no fonogenicos. David Gibbs es el abogado más grande en
nuestros días, pero como usted sabe, tenemos que voltearlo de lado para poder
obtener su mejor foto. Cuando me toman fotos, parece que les es muy difícil tomarme
una buena. Tienen que tomar cien fotos para escoger una relativamente buena. Cada
año es más y más difícil sacarme fotos. ¡No entiendo por qué! Tenemos mejores
cámaras y nuestros fotógrafos tienen más y más experiencia, pero no podemos tener
buenas fotos como antes las teníamos. El secreto del liderazgo no es la apariencia, ni
como nos miramos, ni ser atractivos.
La primera vez que conocí a Bill Gothard y me senté en sus sesiones, recuerdo que
cuando regresaba a casa al final de la semana le iba diciendo a Mrs. Howard, “Sabes
cariño, creo que se porque Bill tiene tanto éxito en sus conferencias y porque tiene esa
dinámica influencia sobre la gente. ¡Es la forma en que se usa el proyector!”
Posteriormente pensé, “Debo aprender a manejar el proyector. Probablemente me vuelva
tan efectivo como él.” Al año siguiente, regresamos a otro seminario de Gothard y
regresando una noche del seminario, me acuerdo haber dicho, “Cariño, ahora sé que es,
no es el proyector. Es como usa las ilustraciones. Estas son dinámicas y es lo que hace
que sus conferencias tengan influencia.” Al siguiente año regrese y dije, “No creo que sea
el proyector ni tampoco las ilustraciones. Creo que es la estructura de sus conferencias.
Es la secuencia de su razonamiento y el desarrollo lógico de cada principio sobre
principio.” Llego el día en que conocí personalmente a Bill G. y entonces entendí que no
era ninguna de mis suposiciones. La primera vez que escuche predicar a Lester Roloff,
pensé que era uno de los grandes gigantes del pulpito. Él podía masticar al diablo y
escupirlo en pequeños pedazos. Seguramente el comió una sopa de navajas de
desayuno. Pero posteriormente lo conocí personalmente y nos hicimos amigos, trabaje
con él. Nos acompañó años después a algunas giras. Recuerdo cuando lo conocí y halle
en el a una persona amable muy diferente a lo que vi en el pulpito. Conforme lo fui
conociendo más, vi ese mismo elemento de liderazgo trabajando en su vida.
Recuerdo cuando escuche por primera vez a John R. Rice predicar y sacudir a pastores y
pulpitos de la tierra. ¡Que influencia fue este gran hombre! ¡Como lloraba mientras
predicaba! ¡Y el poder que tenía! Pensé, “estas son las cosas que lo han hecho grande”.
Posteriormente lo tuve en la casa y el ministro a nuestro personal. Mis hijos estaban
impresionados de que John R. Rice estuviera comiendo con nosotros ¡en nuestra mesa!
Conociéndolo más a fondo y compartiendo nuestros problemas con él, y hablando por
horas de como podíamos manejarlos halle en el lo mismo que en otros hombres. Jerry
Falweel es también así y Jack Hyles que tronaba y retumbaba el pulpito, y golpeaba y
aclaraba su garganta.
¿Qué es lo grandioso atrás de estos hombres de Dios? Vera, después de haber conocido
a todos ellos y que David Gibbs vino a ser mi socio, vi en ellos algo en común. Empecé a
entender que estaba viendo lo que era el elemento que lleva a la grandeza. Empecé a
reconocer estos principios y creo que encontré el secreto.
¿Qué es esa habilidad que practican y esa vida en sus corazones? Es un rasgo de
carácter. Es una actitud del corazón. Empieza desde adentro y crece. Es ese poder; es
esa dinámica; es ese algo a lo que nos referimos como sabiduría de la vida. Pero, si la
tuviera que resumir en una palabra, creo que sería el principio de mansedumbre,
mansedumbre en sus vidas.
En Mateo 20:26-27 la Escritura dice, “…el que quiere hacerse grande entre vosotros seré
vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo.”
Estamos ahora en el camino que nos va a llevar a la realidad de una de las grandes
verdades que puede actuar en su vida. Esta verdad lo hará ser no solo un maestro, sino
un gran maestro; no un director, sino un gran director; y no solo un superintendente o un
pastor, sino un gran superintendente o un gran pastor, un gran educador, un gran
transformador de vidas, un gran agitador y movilizador en el campo de la reforma
educativo. Todo esto puede venir de este único principio que usted puede adquirir en su
vida y en su sabiduría.
Todo mundo quiere los reflectores. Todos queremos grandes auditorios. A todos nos
gusta pararnos delante de grandes multitudes y actuar. Desde que somos pequeños, nos
gusta pararnos al frente. Pensamos que el solo hecho de actuar y conseguir algo de
atención, sin importarnos como, es un síntoma de grandeza. Una gran publicidad y
conmoción hace a uno grande. Pero la grandeza no se halla en los reflectores; se halla en
una sombría reclusión. El secreto de la grandeza no se halla en los grandes momentos;
se halla en las horas de fatiga de la preparación. La grandeza no se halla sobre la
plataforma; se halla en el armario. No se halla en el activismo; se halla en el trabajo
arduo. No se haya en recibir aplausos de momento; se halla en la perseverancia.
El mundo grita, alardea y hace todo tipo de sonidos para decir, “¡Vengan a recibir
aplausos!” Pero Jesús dice, “Vengan a la cruz.” Pero ahora, ¡existe una dinámica! Es el
secreto de la grandeza. Jesús dijo, “Toma tu cruz, y sígueme.”
¿Qué vemos en una vida de egoísmo y orgullo? Todo centrado en uno mismo. Hay
arrogancia. Hay exclamación de la carne. Eso es lo que el mundo percibe como grandeza
y lo que hace a los líderes. Jesús dijo, eso no es. Grandeza es mansedumbre, es aquello
que nace de ser pequeño, esa renuncia a uno mismo, ese disminuir del yo para que se
exalte El, quien es grande. La gente no puede definirlo, pero pueden experimentarlo. Su
vida refleja ese principio de gran influencia que está trabajando en su interior cuando
camina en sabiduría, en su forma de vivir, en la forma de comportarse y se refleja en sus
actitudes.
Filipenses 2:5-7 declara, “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo
Jesús…” Ahora fíjense, aquí encontramos esta actitud; esta mentalidad, “…que hubo
también en Cristo: Quien… no estimo ser igual a Dios…” Pero, espere un minuto. Vamos
a parar aquí. Él era igual al Dios de la creación. ¿Puede imaginarlo? Aquí está un
hombre, un hombre que era todo. Él era Dios, el gran Dios del universo, encarnado en un
ser humano. Él podía haber sido cualquier cosa. El quien “no estimo ser igual a Dios…
sino hacerse El mismo…” una llamativa superestrella. Mire eso. ¡Guau! ¡Simplemente
mírenlo! No, El quien “no estimo ser igual a Dios… sino que se despojó a sí mismo.
Tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres.” El vino a ser pecado por
nosotros-El quien no estimo ser igual a Dios. Él se hizo a sí mismo, no el alto, no el
guapo, no el inmaculado, no el hábil, no el intelectual, no el macho. No, Él se hizo siervo,
un esclavo, un esclavo común contrario a la carne.
1. “___________________________” y “_________________________”
vienen de la palabra “sirviente” o “esclavo”.
2. __________________________, _________________________ y
________________________ se llamaban “siervos de Jesucristo”.
3. “Haya, pues, en vosotros este _________________________, que hubo
también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimo el
ser ___________________ a Dios, como cosa a que aferrarse, sino que se
___________________ a sí mismo, tomando forma de
____________________ hecho ___________________________ a los
hombres.” (Filipenses 2:5-7)
Cuando Jesús se humillo a sí mismo, Dios lo exalto. ¿Entiende esto? La carne
busca la exaltación, pero la grandeza viene de la humillación. Él se humillo; Dios lo
exalto. Aquí hay una tremenda revelación. Dios tiene que exaltar. O no habrá una
verdadera o permanente grandeza. Ahora podemos ver, Dios selecciona líderes de
la humillación y servidumbre.
Israel quería tener rey porque quería ser igual a las otras naciones del mundo. Por tanto,
se pusieron a buscar un rey. ¿Qué iban a buscar? De inmediato vinieron su lista-alto,
guapo y todo lo demás- y entonces escogieron a Saúl, “que de hombros arriba
sobrepasaba a cualquiera del pueblo.” Ellos pensaron, “Ahora vamos a tener un rey como
las otras naciones y seremos grandes. Tendremos un gran rey.
Israel escogió a Saúl, pero Dios escogió a David. Saúl ilustraba la soberbia de la vida,
pero David, cuidando las ovejas, desarrollaba un espíritu de mansedumbre. Saúl empezó
desde arriba y se fue hasta abajo. David empezó desde abajo y se fue hacia arriba.
Vemos que la Biblia es un libro extraño-y aquí está el secreto otra vez. La Biblia nos
enseñó cosas que son inconsistentes con lo natural. La Biblia nos enseña que el camino
para arriba esta hacia abajo. Piense con esto-el camino para arriba es para abajo. La
Biblia nos enseña que el camino a la vida es la muerte. Piense en esto. No solo eso, la
Biblia nos enseña que la forma de recibir es dando; usted consigue todo cuando lo ha
dado todo. Y la Biblia enseña que el camino para dirigir es servir.
Veamos estos principios. Nunca adquirirá grandeza hasta que usted decida no buscarla.
Nunca descubrirá el secreto del liderazgo hasta que sea siervo. Esta es la clave.
Aquí hay otra revelación: Ninguno de los líderes de Dios escogió ser líder. Antes de que
Josué cruzara el Rio Jordán y marchara alrededor de las murallas de Jericó y viera como
caían-antes de hacer todo eso, él fue el siervo de Moisés,
Antes de que Pablo llevara el evangelio al mundo occidental y escribiera la mitad del
nuevo testamento, él fue un siervo de Barnabas, Billy Sunday fue un gran predicador
beisbolista en el tiempo en que los estados unidos adoraban el beisbol, y él fue la estrella
de la primera base de las ligas mayores. Antes de que Billy Sunday abriera el gran
tabernáculo, antes de haber hecho alguna cruzada, Billy Sunday fue un ayudante de J.
Wilbur Chapman.
En los primeros años del Instituto Bíblico Moody, cuando el Dr. R. A. Torrey era
presidente, el llego corriendo una tarde, apurado para tener lista a tiempo la plataforma de
la conferencia. El hablo a uno de los estudiantes que estaban parados en el corredor.
“joven” dijo; “necesito ayuda, ¿podrían plancharme mis pantalones, bolearme los zapatos
y traérmelos? Necesito estar listo para subirme a la plataforma inmediatamente.” El joven
le contesto, “¿Quién cree que soy, su sirviente o algo por el estilo?”
Otro joven que estaba cerca corrió hacia el y dijo, “DR. Torrey, yo quiero ser su siervo.
Déjeme plancharle los pantalones y bolear sus zapatos.” El hombre de ese joven era
James M. Gray.
Años más tarde. El Instituto Bíblico Moody construyo y dedico su auditorio. Al auditorio le
dieron el nombre de “Auditorio Torrey/Grey”. ¿Quiere ser grande? La grandeza comienza
en la servidumbre.
Dios le dio a usted, a Su siervo, una tarea pequeña. Tome el trabajo y permanezca fiel, y
sirva y sirva, y de y de. Empiece como un sirviente. Si usted dice, “Voy a crear una gran
escuela.” Vaya y limpie los excusados, corte el pasto, trapee, pula la plata, sane y limpie
una nación, limpie la comunidad. ¿Quiere usted construir una escuela y hacer grandes
cosas para Dios? Sea siervo. Podemos ver que Dios no confía el centro a una persona
hasta que no le haya confiado una escoba. Dios no confía a una persona una túnica hasta
que le haya confiado un traje viejo. Dios no le confiara el trono hasta que no le haya
confiado la silla plegadiza. Dios no confiara la corona a una persona hasta que no haya
aprendido a llevar su sombrero en la mano. ¿Quiere ser grande? Dios está buscando
sirvientes. Dios no está buscando líderes; no está buscando personas que él pueda hacer
grandes. Dios está buscando siervos. “El que quiera ser el primero…” ¿Quiere ser lo
máximo, el gran jefe? Sirva. Si usted dice, “Quiero ser un líder.” ¡No se olvide! Dios lo
hará un sirviente de segunda. Si dice, “Quiero ser un siervo. Quiero servir a Dios. Quiero
ser un siervo en mi escuela. Quiero servir a las personas.” Escuche, eso es grandeza en
proceso, Dios puede hacer algo con eso. Recuerde, grandeza empieza con servidumbre.
El primer principio del secreto del liderazgo es que la grandeza empieza con la
servidumbre. Nuestro segundo principio es este: La grandeza se desarrolla a través del
servicio. La grandeza se desarrolla mientras está sirviendo. Como pueden ver, la
grandeza lo equipa a uno para el liderazgo. Si usted no está sirviendo antes de dirigir,
entonces no servirá después de dirigir.
Cuando estaba en la marina, pensaba que yo hacía todo el trabajo mientras el general
nada más estaba sentado. El esperaba que la gente viniera a limpiarle los zapatos-
esperaba por esto, por aquello, y solo hacia decisiones. Entonces descubrí que las
personas más agresivas y trabajadoras en la marina eran los oficiales. Entre más alto el
rango, mas trabajaban y más servían. Ellos vinieron a ser líderes porque sirvieron. El
hombre viene a ser alguien grande mientras está sirviendo.
Cuando tratamos de conseguir una bodega y abrir una instalación en Moscú, la mujer que
nos estaba traduciendo dijo, “Yo quiero trabajar en su Escuela.” Pregunte, “Bueno, ¿Qué
puedo hacer? Ella dijo, “Yo quiero ser gerente.” Conteste, “bueno, nosotros no
necesitamos gerentes.” Entonces pregunto, “¿Qué necesitan? Dije, “Necesitamos a
alguien que saque los pedidos, empaque cajas y tenga el material listo para mandarlo.”
Ella dijo, “No puedo hacerlo.” Le dije, “Bueno, necesitamos gente para limpiar el piso y los
baños.” Ella dijo, “Oh, yo nunca habría eso.” Le dije, “Entonces no se en que podríamos
usarla.”
Nosotros no teníamos trabajo para ella porque quería ser gerente. Ella quería ser jefe.
Quería dar órdenes y decirle a la gente lo que tenía que hacer. Nosotros no
necesitábamos eso. Necesitábamos gente que quisiera trabajar. Necesitábamos siervos.
Nosotros suponemos que la grandeza esta en dar órdenes, pero Dios nos ha enseñado
que la grandeza viene a través de obedecer órdenes. Suponemos que la grandeza esta
en tener, pero Dios nos enseña que la grandeza se halla en el dar. Tenemos la idea que
la grandeza esta en tener, pero Dios nos enseña que la grandeza se halla en el dar.
Tenemos la idea que la grandeza esta en ser servido-simplemente sentado esperando
que la gente venga a uno-pero la Biblia nos enseña que la grandeza está en la persona
que sirve. El hombre viene a ser grande mientras está sirviendo. Él está formando un
corazón de siervo. Empiece a ser un siervo, y entonces edifique ese principio en su vida, y
usted, de hecho, estará edificando grandeza en su corazón y en su interior. La materia
prima de la grandeza-los tornillos y tuercas del liderazgo-se halla en la servidumbre.
Hable con el joven, y dijo, “Creo que sé que debo de hacer y lo que usted necesita, y
estoy dispuesto a remangarme las mangas e ir a mi escritorio. Solo necesito que me
indiquen mi cargo, mi título y cuanta gente tendré a mi mando…” y continuo.
Le dije, “Realmente, la verdad es que no necesitamos a nadie como usted. Supongo que
tienes gran talento y estoy seguro que tiene un puesto gerencial en alguna otra parte,
pero aquí no.”
Después de unos cinco años el joven regreso, y dijo, “Estoy dispuesto a trabajar, lo que
quiera que haga, lo hare.”
Le dimos el empleo y empezó a trabajar, pero después de un tiempo dijo, “Quiero ser
gerente.” Ese pensamiento creció en él y lo domino. Por todo un año, en todo lo que podía
pensar era en ser gerente, y él estuvo presionando y presionando. Finalmente, en un
reajuste de personal, tuvimos que despedirlo porque no teníamos nada para él. No quiso
hacer el trabajo que le dimos.
Después de cinco años, el regreso y dijo, “Quiero trabajar.” Otra vez lo aceptamos y lo
pusimos a trabajar. Después de un tiempo, tuvimos un posición en la que él podía
empezar a servir escuelas y tomar la posición de liderazgo, una posición de
responsabilidad, y que ahora él ya estaba listo para tomar. Estaba dispuesto a tomar la
posición, y dando un paso, vino a ser un gran líder. Pero tuvo que aprender a servir. Tuvo
que aprender cómo trabajar el liderazgo.
La grandeza viene de servir. No hay atajos para llegar a la cima. No hay atajos al honor y
a prestigio. Nunca la conseguirá hasta que decida no quererla. De eso se trata todo.
¿Quiere ser grande? Olvídese de la grandeza. Esta crece solo sirviendo. Esta viene de
una pequeña semilla que es plantada en usted en un espíritu de mansedumbre. Como es
regada y las aguas de la sabiduría se derraman a través de su vida, la grandeza es
fertilizada como una planta tierna en el invernadero del servicio. Edificando fuerza y
madurez, resulta en servidumbre. ¿Quién es el más grande? No es el capitán; no es el
coronel; ni siquiera el general. ¿Quién es el más grande? No es el gigante, no el macho,
no el atleta, no es el guapo, no el corredor de cuatro minutos por milla. ¿Quién es el más
grande? no es el rico, no es el orgulloso, no es el poderoso. ¿Quién es el más grande? Es
aquel que ha experimentado lo que siente un esclavo cuando es clavado en la cruz-lo
más bajo que se puede caer.
Durante los años que siguieron a la esclavitud, la vida de George Washington Carver
mostro lo que puede ser la grandeza. Creyendo en Dios y en la Biblia y en lo que Dios
pudo haber por él, después de la Guerra Civil y la emancipación de los esclavos, vino a
ser un gran científico. Desarrollo más de 200 productos del común y ordinario cacahuate.
El vino a ser un científico eminente por lo que mucha gente lo conocía.
El Dr. Carver estaba parado en el lobby del gran hotel Palacio 15 años después del
cambio, cuando un hombre de negocios tejano bajo las escaleras. El llevaba sus maletas
hacia la recepción para pedir la cuenta. Volteándose, vio al Dr. Carver, un pequeño
hombre negro, parado junto a la puerta, y le dijo, “He, muchacho, ven por mis maletas y
llévatelas al carruaje. Tengo prisa; tengo que cruzar el pueblo de inmediato.”
El Dr. Carver pudo haber dicho, “¡Espere un momento! ¿No sabe quién soy? Yo soy un
eminente científico. He desarrollado muchas cosas del cacahuate que ¡han cambiado al
mundo! ¡Y usted me pide que lleve sus maletas!” Pero no hizo eso. Él se dirigió hacia el
hombre y tomo las maletas, y con una sonrisa dijo, ¡Estoy feliz de servirle, señor!”, y llevo
las maletas al carruaje.
Veinte años después, fui a la cuadragésima reunión. No lo podía creer-¡40 años de haber
terminado la preparatoria! Mientras miraba a toda la gente que se encontraba en la
reunión, ¿sabe a quién vi?, a muchos hombres viejos, y tenía dificultad para saber quién
era quien. En esa reunión vi a Darrell Dayton. Él fue el más poderoso, el half-back en
nuestro equipo de futbol. Quiero decir que el corría llevándose dos o tres guardas y la
defensiva con él, para lograr un touchdown. Pero en la reunión vi al poderoso y exitoso
Darrell, sentado, con un gorra. Probablemente pesaba 50 kilos y el carácter estaba
acabando con él. Vi a otros compañeros que se suponía iban a tener gran éxito-los
rimbombantes, los guapos, los arrogantes, los altos-los que poseían todas esas
características que en nuestra infancia nos enseñan como grandeza, pero nadie supo de
ellos otra vez.
Johnny tuvo una experiencia con Dios durante su vida y se hizo cirujano. Para el tiempo
en que se realizó nuestra cuadragésima reunión, Johnny Reppert, la persona que nadie
conocía, se había convertido en un gran cirujano. El comité que organizó la reunión pidió
a Johnny que fuera maestro de ceremonias, e hizo un magnífico trabajo. Todos los
estudiantes que pensábamos serían grandes, poderosos, influyentes, e iban a cambiar al
mundo, nunca hicieron nada. Pero una docena de ellos, que conocieron a Dios, tuvieron
la influencia y el poder de Dios en sus vidas y aprendieron el secreto de vivir, el secreto
del liderazgo. Ellos salieron y sirvieron, y fueron influyentes. Hay una gran diferencia.
Si usted dice, “Yo quiero que mi nombre este en los titulares.” Bueno, probablemente lo
halle en los más buscados. Recuerdo a un muchacho que cuando termino la universidad
dijo, “¡Voy a ser un millón de dólares, Don!”
Le dije, “Pero pensé que ibas a servir a Dios.” Su respuesta fue, “No, voy a hacer un
millón de dólares y después serviré a Dios.” Nunca lo volví a ver.
Otro compañero, durante nuestro primer año de universidad, dijo, “Hice un viaje a lo
desconocido, a las aguas inexploradas, y he escrito una historia acerca de eso.” Una
revista de pesca y cacería tomo su artículo y lo reescribió-quiero decir, que no lo
reconocería, pero se lo pagaron. Entonces el empezó a recibir cartas de hombres de
negocios que querían pagarle mucho dinero para que los llevara a las aguas inexploradas
del norte de Canadá y dejo la escuela. Le dije, “¡pero Dios te llamo a servirle!” el replico,
“No, voy a hacer mucho dinero y ¡quizás regrese!
Nunca supe más de él. Nunca más volvimos a oír de aquellos que querían grandeza, que
aspiraban a hacer grandes cosas. Si usted dice, “Yo quiero mi nombre en letras
luminosas.” Escuche, morirá en la sombra de las drogas, el alcohol o cualquier otra cosa.
Usted se ira rápidamente al fondo, porque anda buscando la grandeza. Nunca la vera.
Déjeme decirle como puede ver la grandeza. ¿Quiere ser un gran maestro? ¿Quiere ser
un gran director? ¿Quiere saber que es la grandeza? Regrese a la escuela a ver al mozo.
Sígalo mientras va por los pasillos y abre el armario donde están las escobas y
trapeadores; mientras toma una cubeta, la pone en el lavabo, abre la llave, la llena con
agua, toma su trapeador y su trapo, y camina por el corredor. Obsérvelo, sígalo, vaya con
él. Abre la puerta del baño, después la puerta del sanitario; pone su cubeta en el suelo y
se hinca. Obsérvelo como limpia la taza con el trapo. Le digo, está viendo lo que es
¡grandeza! ¿Quiere ser grande? Vaya a limpiar sanitarios. Usted dirá, “¡Eso es
rebajarme!” Entonces esta debajo de la grandeza. ¡No tiene en su interior suficiente
material para logarlo! Si dice, “¡Yo valgo más como para hacer eso!” Nunca va a ser un
gran maestro; nunca va a ser un gran educador, y nunca llegara a ser un gran siervo. Si el
trapear no es para usted, entonces nunca podrá construir una gran escuela, construir una
gran clase, hacer grandes personas. Nunca podrá identifica niños que se conviertan en
grandes hombres. Si se siente demasiado grande para limpiar los sanitarios, entonces
usted es ¡demasiado grande para ser grande!
Cuando estábamos construyendo nuestras oficinas, una mujer nos solicitó empleo.
“Nosotros no tenemos posiciones gerenciales,” le dije, “pero necesitamos personal para
limpiar los baños y quiero a alguien que limpie los sanitarios.” Ella dijo, “No, yo valgo más
como para hacer eso.”
Déjeme decirle, tenemos muchos sanitarios que necesitan limpieza y tenemos muchísima
gente que quiere ser grande. Ellos quieren educar a grandes personas. Quieren ser
grandes siervos y participar en la reforma educativa. Si quiere eso, debe estar dispuesto a
limpiar los sanitarios. Usted pregunta, “¿Tengo que hacerlo?” Dije que ¡debe estar
DISPUESTO!
Tiene que estar dispuesto. Dios lo ve tan grande, tanto como usted se ve insignificante y
pequeño. Dios lo ve tan fuerte como usted se ve débil. Dios lo ve tan valioso, tanto como
usted se ve sin valor. Dios lo ve tan alto como usted se ve rebajado. Dios lo ve tan puro
como usted se ve pecador. Dios lo ve tan exaltado como usted se ve degradado.
El gran apóstol pablo dije, “Soy el más pequeño de los apóstoles.” ¿De dónde saco eso?
Le diré. “El que no estimo ser igual a Dios como cosa a que aferrase sino que se despojó
a sí mismo, tomando forma de siervo.”
Ahora, déjeme decirle como ilustro Jesús esto. Un día Él tuvo un grupo de maestros y fue
el director de su pequeña escuela. ¿Qué fue lo que hizo? Él estaba con todos sus
maestros y administradores y dijo, “Pedro, siéntate aquí, y Juan, siéntate acá, y el resto
de ustedes siéntense alrededor de aquí.” Entonces se desprendió de sus “títulos
académicos”, los grados de Doctorado en Filosofía, Doctora en Educación y Licenciado
en Artes, y se puso una toalla. Él se envolvió-se ciñó-con una toalla, como un esclavo
común. El tomo una bandeja y la lleno de agua, la trajo y la puso en el piso al frente de
sus maestros, y entonces se hinco. Ahora, los discípulos empezaron a entender lo que
Dios del universo estaba a punto de hacer. El condescendió a la posición de esclavo y
empezó a lavar sus pies. Pedro se impactó tanto que dijo, “Espera un momento, Señor.
¡Tú no vas a lavar mis pies!”
Jesús le dijo, “Pedro, si no te lavo los pies, no tendrás parte conmigo.” Pedro lo pensó un
momento y entonces dijo, “No solo mis pies, pero ¡mis manos y mi cabeza también!”
Jesús estaba ilustrado un principio aquí. ¿Quiere ser un gran maestro? ¿Quiere ser un
gran administrador? ¿Por qué no regresa a casa, toma a los alumnos de su clase y los
sienta; va por una bandeja, la llena de agua y la pone en el piso delante de esos niños?
Entonces hínquese como si fuera su sirviente y láveles sus pies. Pero no solo a sus
estudiantes, todavía más, cite a una reunión de padres y maestros y haga lo mismo.
Usted, director, hínquese delante de ellos, ponga su bandeja de gua allí y lave sus pies.
Sea su sirviente; un esclavo; sírvalos.
Usted puede decir, “Dr. Howard, ¿está diciendo que tengo que lavarle los pies a mis niños
para ser un gran maestro?” No necesariamente, pero tiene que estar DISPUESTO. ¿Lo
está usted? Déjeme decirle que dijo Dios, que le dice a usted, que le dice a la gente que
lo rodea. ¿Es lo suficiente grande para ser siervo? Este es el progreso a la grandeza.
Usted será grande algún día. Lo van a amar por su mansedumbre y lo exaltaran-será su
líder.
En la coronación del rey Jorge VI, en mayo 12 de 1937, cuando él se levantó a dirigirse a
los presentes, dijo, “La más grande distinción está en el servicio a otros.” Usted puede
ver, la grandeza se halla en el servir, y la grandeza se desarrolla interiormente. Por lo
tanto , la grandeza puede ser aprendida y practicada. ¡Eso es! La soberbia es lo opuesto
a la mansedumbre. La soberbia viene naturalmente. Nosotros practicamos la soberbia
desde niños. Viene muy fácil crece hasta dominar nuestro carácter y personalidad. Usted
lo puede ver en la cara de las personas. Viene a ser su forma de vida. Este humanismo,
esta soberbia de la vida y el viejo dios “yo”, se refleja así mismos en sus mentes y
corazones. Ambas desarrollan el carácter. La soberbia es alimentada por la carne-
adorando y sirviendo a la criatura; la mansedumbre es alimentada por el espíritu-desde el
interior-hacia el desarrollo de sabiduría en la calidad de vida. Ambas, soberbia y
mansedumbre, son condiciones del corazón.
Jesús fue amable. La escritura dice, “No quebrara la caña cascada, ni apagara el pabilo
que humeare…” (Isaías 42:3) Esto quiere decir que él fue tan amable que no rompería un
tallo de una planta tan delicada. No molestaría el pabilo de una vela que se estuviera
extinguiendo. Ese es el trato y la acción que he visto en algunos grandes hombres que
han vivido durante nuestra generación.
LA FUENTE DE LA MANSEDUMBRE
LA EVIDENCIA DE LA MANSEDUMBRE
He oído padres hablando ásperamente a sus hijos y se quejan que no les escuchan.
También he oído padres hablando suavemente a sus hijos y he visto el cambio en sus
vidas. He oído pastores hablar ásperamente y pastores hablar suavemente. He visto
administradores ser ásperos con los maestros y ásperos con los estudiantes.
Hace algunos años, tuve una experiencia muy extraña en Inglaterra cuando comenzaba a
llevar este mensaje. Volamos al aeropuerto de Heathrow en Inglaterra, rentamos un coche
y manejamos hacia la pequeña ciudad donde íbamos a tener nuestra reunión. Mientras el
Dr. Johnson estaba preparando el material y el equipo en el auditorio y teniendo el
registro listo, le dije, “Creo que me voy a cambiar de traje. Estaré listo para empezar la
reunión y registrar a la gente, mientras tú te cambias. ¿Dónde están los baños?”
El Dr. Johnson dijo, “No sé. Tienes que preguntarle a la secretaria de la escuela en la
oficina.” Fui a la oficina y pregunte, “¿Dónde hay un baño donde me pueda cambiar? La
secretaria contesto, “Vaya abajo y al final del pasillo de vuelta a la izquierda. El baño está
en la esquina del edificio.”
Le di las gracias y me apresure hacia el baño. Cuando entre el baño estaba sucio y me di
cuenta de que nadie se había ocupado por tener el baño listo para la reunión. Pensé,
¡Caray! ¿Qué vamos a hacer?” Cerré la puerta y puse mi maleta tras ella. Me metí en el
área del sanitario y tome una buena cantidad de papel de baño. Lo moje y limpie el
asiento del sanitario, la tapa, la parte de afuera y el piso de alrededor. Tome más papel y
lo seque.
Después tome más papel. Use la mitad del rollo, pero limpie el espejo, el lavabo y
alrededor del lavabo. Después me cambie rápidamente de ropa y regrese para empezar a
registrar a la gente. Le dije al Dr. Johnson, “Necesitamos estar seguros de anotar que
debemos de revisar doblemente los baños siempre que tengamos una reunión, pues
alguien lo olvido en esta.”
Bueno, nunca volví a pensar en esto. Finalizamos la reunión el día siguiente y regresamos
al aeropuerto de Heathrow en Londres. Fuimos a la oficina del hotel para rentar un cuarto
y descansar antes de volar de regreso al día siguiente. La recepcionista dijo, “Todavía no
tenemos habitaciones listas, el hotel está casi lleno, pero si tienen paciencia, tendremos
alguna lista en pocos minutos. “ Finalmente nos dieron las llaves y fuimos a nuestra
habitación. Teníamos dos pequeños cuartos contiguos con una puerta en común. Abrimos
la puerta mientas colgábamos la ropa. Cuando fui al baño, vi un cepillo de limpieza dentro
del sanitario, como si la recamarera hubiera empezado a hacerlo y no termino. Dije, “Dr.
Johnson, parece que no terminaron de limpiar el baño. Todavía no está listo.”
Contesto, “Si, ella dijo que todavía no estaban listos.” Mientras yo tomaba el cepillo para
limpiar el sanitario, él puso su cabeza en la puerta y dijo, “Oye mi hermano, ya son dos
seguidas en dos días. ¿Está tratando Dios de decirte algo?”
Dígame, ¿está usted listo para limpiar sanitarios? ¿Es suficientemente grande como para
trapear pisos? ¿Es suficientemente grande como para limpiar el latón, o limpiar los
baños? Si lo es, usted es suficientemente grande para ser grande algún día. Es suficiente
grande para preparar a grandes niños. Es suficientemente grande para influenciar
grandes maestros y grandes administradores. Es suficiente grande para participar y
ayudar en la reforma educativa. “El que quiera hacerse grande entre vosotros, será
vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo.”
Hace años, cuando el Dr. John R. Rice era joven, estaba conduciendo una reunión de
avivamiento en el oeste de Texas. Un pequeño y andrajoso niño de nueve años, se le
acerco y dijo, “Sr. Rice, ¿puede orar por mí? Quiero ser un siervo de Dios.” John R. Rice
se impresiono de que ese pequeño niño se hubiera fijado en él, un joven predicador, y
que le haya pedido orar por él. Puso sus manos sobre ese pequeño de nueve años, Willie,
y oro por él. Años después, e pequeño Willie vino a ser W. A. Criswell, el gran siervo de
Dios, pastor de la gran Primera Iglesia Bautista de Dallas, Texas.
Hace años, D. L. Moody sostenía una conferencia en un gran auditorio. El lugar estaba
lleno, el jefe de bomberos había cerrado las puertas, cuando un joven de 17 años trataba
de entrar. Le dijo, “Sr. Rice, ¿Puede orar por mí? Quiero ser un siervo de Dios.”
John R. Rice se impresiono de que ese pequeño niño se hubiera fijado en él, un joven
predicador, y que le haya pedido orar por él. Puso sus manos sobre ese pequeño de
nueve años, Willie, y oro por él. Años después, el pequeño Willie vino a ser W. A. Criswell,
el gran siervo de Dios, pastor de la gran Primera Iglesia Bautista de Dallas, Texas.
Hace años, D. L. Moody sostenía una conferencia en un gran auditorio. El lugar estaba
lleno, el jefe de bomberos había cerrado las puertas, cuando un joven de 17 años trataba
de entrar. Le dijo, “Mire, me siento en el pasillo,”
El jefe de bomberos le dijo, “No puedo quejarte hacer eso.” El joven dijo, “Bueno, ¡me
siento donde quiera! Solo quiero estar en esa reunión.” El jefe le contesto, “Lo siento, no
puedes.”
Ese joven de 17 años fue hacia la parte de atrás, se trepo y se metió por una ventana.
Esta daba a la estructura de madera del techo. Busco una viga en la que pudiera ver y oír
al gran predicador D. L. Moody. Ese joven era H. A. Ironside quien vino a ser también un
gran predicador de la siguiente generación y un gran siervo del Señor.
“El que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el
primero entre vosotros será vuestro siervo.” Ese es el secreto de la grandeza y la
grandeza puede construir un gran liderazgo. Sus niños necesitan un gran líder en su
clase. Sus maestros y personal necesitan un gran líder en la administración. La gente en
su iglesia necesita un gran pastor. ¿Y de dónde viene la grandeza? Comienza con un
corazón de siervo. Comienza con disponibilidad para servir a su gente. En Mateo 5:5
Jesús dijo, “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.”
¿Quiere construir una gran escuela? Lo hará produciendo grandes personas, y producirá
grandes personas, siendo un gran siervo de esas personas. Deles su energía, su corazón
y su vida, y edifique grandeza, como un siervo, en esa gente.
Quiero que incline su cabeza, por favor. Quiero terminar con una oración. Pero antes,
quiero tomar un momento. Hubo un tiempo en mi vida cuando entendí que había pecado
contra Dios. Había ofendido a un Dios santo. Hubo un tiempo en mi vida en el que entendí
que había pecado y necesitaba el perdón de Dios, y hubo un tiempo de mi vida en el que
dije “Si” a Jesucristo. Yo sabía que había muerto por mis pecados. Sabía que pago el
castigo por mi pecado. Quiero decirle que usted comienza precisamente allí, confiando en
Jesús como su Salvador personal. Mientras nuestras cabezas están inclinadas y nuestros
ojos cerrados, quiero preguntarle, “¿quiere ser un gran maestro? ¿Quiere ser un gran
administrador? ¿Quiere hacer grandes cosas por su país? ¿Quiere ayudar a estructurar
las reformas que hagan regresar los principios Bíblicos a las mentes, corazones y vidas
de la próxima generación?” Si quiere ser grande, esto empieza con la humillación ante la
cruz. Tiene que hincarse delante de la cruz. No le pido que pase al frente. No le pido que
se pare. No le pido que haga más que una sola cosa-que permita a su corazón hincarse
delante de la cruz donde Cristo pago el castigo de su pecado. Allí mismo, donde está
sentado, diga, “Señor, reconozco que soy un pecador, y quiero que seas mi Salvador y
Señor. Yo sé que moriste por mis pecados.” Déjeme decirle, mientras está considerando
ese principio, la más gran verdad que he oído, el principio más grande que he oído para
cambiar de vida, fue simplemente este: Que la sangre de Jesucristo nos lava de todo
pecado. Allí donde está sentado, reconozca que El murió por usted personalmente y que
usted está dispuesto a confiar personalmente en El. Entonces El, quien es el único que
perdona su pecado, es el único que salvara su alma eternamente. Confié en El, recíbalo
allí mismo, donde está sentado. Simplemente diga, “Si, Señor, yo creo que tu moriste por
mis pecados y estoy confiando en ti como mi Salvador.” Con su cabeza inclinada y sus
ojos cerrados, simplemente diga en su corazón, “Si, yo creo que moriste por mis pecados
y quiero confiar en ti como mi salvador. Gracias por morir en la cruz por mí. Quiero que
seas mi salvador.”