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Frances F. Berdan
En 1519 los aztecas del México central dominaban un imperio de gran extensión.
Los poderosos tlatoque de Tenochtitlan, Tetzcoco y Tlacopan colectaban cuantiosos
tributos de 38 provincias. Los mercaderes profesionales llevaban a cabo un tráfico
que se extendía más allá de las fronteras del imperio, hasta los puertos de intercambio
(tráfico exterior). Dentro del imperio, el intercambio de bienes se efectuaba en los
mercados.
El tributo: era una manera de recaudar fondos para el Estado. Era un impuesto
extraído de las provincias conquistadas mediante la fuerza o la amenaza de fuerza.
Otras formas de impuestos que se exigían eran las levas (reclutamiento) de los obreros
para las obras públicas, para el servicio doméstico en las casas de la nobleza y para el
servicio militar. El tributo que debían entregar las 38 provincias conquistadas a
Tenochtitlan era a intervalos regulares: cada 80 días, cada medio año y anualmente.
Los bienes tributados consistían en productos elaborados tales como, ropa, trajes
guerreros, mosaicos de piedras preciosas y objetos de oro. También materias primas,
como alimentos (maíz, miel, cacao, etc.), materiales para la construcción (cal y
madera) y algunos materiales de lujo (oro en polvo y plumas)
Primero, por medio del trabajo comunal, tanto en especie (alimentos), como en
forma de trabajo en las tierras del estado.
Segundo, los productos tributarios se conseguían mediante el intercambio de
excedentes agrícolas en los mercados.
Una tercera fuente de bienes tributados era el intercambio con mercaderes
profesionales, los pochteca u oztomeca.
En el proceso de redistribución estos bienes se empleaban para el sostenimiento de
las actividades administrativas y militares, para el mantenimiento del palacio real y
algunos bienes se almacenaban para tiempo de escasez u otras emergencias. Otros
productos se encomendaban a los pochteca para el tráfico exterior. Además, las
personas distinguidas recibían dones y concesiones conforme a su posición social. En
su papel de funcionarios del estado, recibían el derecho a ciertas tierras, a bienes y al
trabajo de los macehualtin y de los mayeque.
Los bienes llevados por los mercaderes a los centros de intercambio eran artículos
elaborados, tantos los bienes del estado, como los particulares (los mercaderes
llevaban también sus propios bienes para comerciar) y se cambiaban por materias
primas.
Los mercados: la tercera división analítica del sistema económico de los aztecas es el
intercambio mercantil. Cualquier persona podía participar (incluso los pochteca) y
funcionaban varias formas de dinero. Los vendedores en los mercados tenían que
pagar un impuesto al estado, lo pagaban con los mismos bienes que vendían.
Muchas de las fuentes históricas indican que las transacciones en los mercados se
llevaban a cabo por medio del dinero. La forma y el funcionamiento del llamado
“dinero” varían según la crónica: se empleaban almendras de cacao, mantas de
algodón (quachtli), cascabeles de cobre y cañones de plumas llenos de oro.
Otra característica importante de este dinero era la falta de normas. El valor de las
mantas de algodón variaba según la calidad del mismo y lo mismo pasaba con los
granos de cacao. Las plumas llenas de oro se evaluaban según la capacidad de los
cañones. Los cascabeles de cobre se valoraban de acuerdo con su tamaño.
A nivel local y regional había un movimiento de bienes entre los tres sistemas. El
mercado era el punto estratégico de interacción. Allí el productor en su doble papel de
tlanamacac y tributario, intervenía en relación con los demás productores y con los
comerciantes profesionales.
En el nivel estatal, el movimiento continuo de bienes servía para integrar los tres
sistemas.
El tercer punto distintivo de interacción era el centro del tráfico extranjero, el puerto
de intercambio. La integración de estos centros no se basaba en el intercambio de
bienes, sino en el doble papel de los pochteca como emisarios del estado a la vez que
empresarios privados.
El tributo, el tráfico exterior y el mercado en la expansión imperial
En las tierras bajas de los mayas los enclaves de intercambio que se desarrollaron
permanecieron neutrales. El puerto de intercambio de Xicalanco en la costa del Golfo
se destaca como ejemplo de gran importancia. Aunque Xicalanco y otros pueblos de la
costa muestran indicios de un posible dominio azteca. La seguridad de todos los
mercaderes al parecer, estaba a salvo.