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CORTE SUPREMA DE JUSTICIA

SALA DE CASACIÓN LABORAL

Radicación No. 29644

Acta No. 81

Magistrado Ponente: FRANCISCO JAVIER RICAURTE GÓMEZ

Bogotá, D.C., dos (2) de octubre de dos mil siete (2007).

Decide la Corte el recurso de casación interpuesto por el apoderado de

EDISON DAVID AGUDELO VELÁSQUEZ, contra la sentencia proferida por

el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Medellín, el 10 de marzo de

2006, en el juicio que le promovió a la sociedad TECNIAGRO S. A.

ANTECEDENTES

EDISON DAVID AGUDELO VELASQUEZ demandó a la sociedad TECNIAGRO

S. A., para que fuera condenada a pagarle la indemnización derivada de

accidente de trabajo, la indemnización legal o la contemplada en el pacto


colectivo por despido indirecto, indexación, perjuicios fisiológicos o de placer

y gastos y costas del juicio.

Fundamentó sus peticiones en que laboró para la demandada entre el 5 de

febrero de 1996 y el 26 de diciembre de 2000; su salario básico mensual

fue de $494.969.08 y el promedio de $571.759.00; el 13 de enero de 2000

sufrió un accidente de trabajo, cuando se encontraba movilizando unas

cajas dentro de la cava de congelación; se resbaló en una platina del piso

de la cava de congelación, cayó y recibió el golpe en la muñeca de la mano

izquierda; existe culpa de la demandada en el accidente porque el piso de la

cava de congelación tiene unos huecos, a los cuales se les colocan unas

platinas de hierro que sobresalen del suelo, hacen que el piso sea irregular,

se humedecen por el frío y se vuelven excesivamente lisas; además, el sitio

carece de buena iluminación, lo que dificulta la visibilidad, y el día del

accidente, había cantidad de material que dificultaba la labor. Como

consecuencia del accidente su mano izquierda quedó inutilizada, pues

permanece hinchada, no la puede cerrar, no puede sujetar ningún objeto y

debe mantenerla vendada, además del dolor constante; el 9 de noviembre

de 2000 regresó a su trabajo y lo pusieron a laborar en el oficio de

montacarga, que requiere del buen funcionamiento de sus dos

extremidades superiores, por lo que no pudo desempeñar su labor, además

que el frío de la cava aumentaba su dolor; solicitó lo ubicaran en sitio

diferente, pero como fue inútil, se vio precisado a presentar renuncia

motivada.

 
Al dar respuesta a la demanda (fls. 13-16), la accionada se opuso a las

pretensiones y, en cuanto a los hechos, reconoció la relación laboral, el

salario devengado y el accidente de trabajo.

Aclaró que el extremo final fue el 25 de diciembre y no el 26, como se dice,

y que en la carta de terminación solo se adujo como causa de la renuncia

“el dolor que vengo manifestando hace varios meses.”. Lo demás dijo que

no era cierto o no le constaba. En su defensa propuso las excepciones de

prescripción, inexistencia de la obligación, pago, compensación, culpa de la

víctima, inexistencia de perjuicios, compensación de culpas, subrogación y

petición antes de tiempo.

El Juez Laboral del Circuito de Envigado, al que correspondió el trámite de

la primera instancia, mediante fallo del 11 de noviembre de 2005 (fls. 248-

262), condenó a la sociedad demandada a pagar al actor, la suma de

$46.425.513.73, como indemnización material y moral de perjuicios

derivados de accidente de trabajo.

LA SENTENCIA DEL TRIBUNAL

Al conocer, por apelación interpuesta por ambas partes, el Tribunal Superior

de Medellín, mediante fallo del 10 de marzo de 2006 (fls. 280-291), revocó

la condena del a quo y, en su lugar, absolvió a la demandada de todas las

pretensiones del actor.


 

En lo que interesa al recurso extraordinario, el Tribunal, luego de

determinar que el objeto de su análisis era el determinar si hubo o no culpa

del empleador en la ocurrencia del accidente de trabajo sufrido por el

demandante, y de transcribir el artículo 216 del C. S. T. y apartes de

jurisprudencia de esta Sala contenida en la sentencia del 10 de abril de

1975 (G. J., CLI, 428), consideró como fundamento de su decisión, lo

siguiente:

“Si por culpa, pues, ha de entenderse ese error o equivocación en


el proceder del empleador, el cual no hubiere realizado uno
prudente y diligente en las mismas circunstancias, la Sala estima
que en el presente caso, con base en la prueba recaudada, a tal
conclusión no puede llegarse”.
 
 
 
“Y se afirma esto porque en el proceso obran elementos de juicio
suficientes que permiten concluir a las claras que la sociedad
demandada siempre asumió con todos los trabajadores,
incluyendo al actor, conductas reveladoras de verdadero interés
de brindar seguridad y protección, todo con el fin de evitar
accidentes de trabajo y enfermedades profesionales”.
 
 
“En este sentido resulta concluyente, no solo la existencia de un
reglamento de Higiene y Seguridad Industrial (fls. 34/38), la
constancia de entrega de un Manual de Normas Básicas de
Seguridad (fl. 45) y múltiples constancias de capacitación (fls.
46/50), sino la misma aceptación que hizo el demandante de
estos hechos al momento de absolver el interrogatorio de parte.
En este sentido pueden verse las respuestas que dio a las
preguntas 2, 3 y 6 (fls. 58/59).
 
 
“La declaración dada por Juan David Pizarro Pabón, la cual le
ofrece a la Sala entera credibilidad por haber sido el compañero
de trabajo que acompañaba al actor en el momento del
accidente, ratifica lo anterior. Textualmente dijo:
 
 
“’Edison tenía como elementos de protección el día del
accidente como las botas, el overol, los guantes y el gorro
para el frío. No se si esas botas que tenía eran
antideslizantes, tampoco se la marca. Yo presencié cuando
Edison se resbaló. Aquí en la empresa si nos dan normas de
medicina, higiene y seguridad industrial como son las
capacitaciones, conferencias. También en la empresa si
existe el Departamento de Salud Ocupacional, y Reglamento
de Seguridad Industrial y está fijado en el sitio de descanso
de nosotros junto al restaurante.” (fl. 70)’
 
 
“Ahora bien, el a quo juzga el entorno laboral que existía al
momento del actor accidentarse como de improvisado, pues
pudiéndose haber dotado de seguridad no se hizo; además como
inaceptable ‘el lamentable estado del piso, el que fue remendado
con platinas o laminas de hierro.’ (fl. 257)
 
“Frente a argumentaciones de esta naturaleza, es preciso poner
de presente que en el terreno de la seguridad industrial,
cualquiera que sea el lugar o sitio de trabajo donde se
implemente, se actúa en muchas de las ocasiones con base en el
método empirista de OCURRENCIA- CORRECCIÓN, es decir, en la
medida que los hechos anómalos o inseguros se van
presentando, se van formulando las acciones preventivas. Todos
los accidentes de trabajo después de que ocurren, y una vez se
estudian las causas, son evitables o sus efectos pueden ser
menores. De ahí que, más que destacar hechos de esta
naturaleza, no puede predicarse culpa de un empleador en la
ocurrencia de un infortunio laboral por el hecho de que el mismo
se hubiere podido evitar. Es absolutamente indispensable
destacar evidencias que muestren a las claras el comportamiento
omisivo o negligente del empleador antes de que ocurran los
hechos.
 
 
“…..
 
 
“En el presente caso quedó absolutamente claro que el propósito
de la demandada al colocar las láminas de hierro era
precisamente un buen desempeño de la labor, y nunca lo
contrario; que el accidente del actor fue el primero y el único:
‘que yo sepa nunca se ha presentado otro accidente ni antes ni
después de Edison’ (fl. 70), dijo Juan David Pizarro Pabón; que al
demandante se le proporcionaba un calzado antideslizante para el
desempeño de la labor; y que después de ocurrido se tomaron
todas las medidas de corrección, lo cual antes que indicar errores
lo que muestra es responsabilidad y diligencia. El testigo acabado
de mencionar dijo: ‘A finales del año pasado o de este año
reformaron toda la cava, después del accidente, se le cambió el
piso, las estanterías fueron reformadas…’
 
 
“En conclusión de todo lo dicho, la decisión de primera instancia
en este punto no puede aceptarse, motivo por el cual habrá de
revocarse y, en su lugar, se absolverá de la indemnización plena
de perjuicios reconocida.”
 
 
 

EL RECURSO DE CASACIÓN

Interpuesto por la parte actora, concedido por el Tribunal y admitido por la

Corte, se procede a resolver.

ALCANCE DE LA IMPUGNACIÓN

Pretende el recurrente que la Corte case la sentencia recurrida “...en cuanto

revocó la sentencia acusada…”, para que, obrando en sede de instancia,

confirme el fallo del a quo.

Con tal propósito formula dos cargos, por la causal primera de casación,

que fueron replicados y enseguida se estudian.

PRIMER CARGO

 
Acusa la sentencia recurrida de violar directamente los artículos 29 de la C.

N.; 8, 9, 12, 13 y 98 del Decreto 1295 de 1994; 57, numerales 1, 2, 9 y

216 del C. S. T.; 63 y 1604 del C. C..

En la demostración, luego de transcribir apartes de las consideraciones del

Tribunal, sostiene la censura, lo siguiente:

“Es primordial deber de todo empleador dentro de las


obligaciones que le impone la ley sustantiva del trabajo, el dar
seguridad a sus subordinados laborales. De ahí que ordene ésta
‘procurar a los trabajadores locales apropiados y elementos
adecuados de protección contra los accidentes y enfermedades
profesionales en forma que se garanticen razonablemente la
seguridad y la salud’, conforme lo enseña el art. 57 numerales 2
y 9 del C. S. del T., dentro de las obligaciones que le impone al
empleador.
 
 
“La sentencia que se impugna da por establecido el hecho de que
‘quedó absolutamente claro que el propósito de la demandada al
colocar las láminas de hierro era precisamente un buen
desempeño de la labor’, con una conclusión salida de tono para
liberarla de la culpa que ese acto implicaba, ‘que el accidente del
actor fue el primero y el único’, afirmando absurdamente que ese
obrar ‘antes de indicar errores lo que muestra es responsabilidad
y diligencia.’
 
“Qué excelente manera de pensar y la manera de decidir de la
Sala… Encuentra las omisiones patronales dignas de aplauso, no
obstante que contrarían los imperiosos mandatos de seguridad
industrial que hay que brindarle a los operarios, pues al no estar
debidamente adecuada la cava, habiendo corregido
negligentemente los defectos del piso con platinas que
sobresalían de éste, y las cuales se convirtieron en falta de
seguridad y protección de la salud de los trabajadores y que
originaron precisamente, el accidente de trabajo sufrido por el
demandante, sin embargo con culpa tan manifiesta el fallador
soslaya tan protuberantes fallas y en un acto ilógico y
antijurídico, dice que está ausente en los autos la demostración
de dicha culpa de la empleadora, no obstante que ella nace de
en-sic-acto negligente que la predica a gritos.
 
 
“En esa falta de cuidado es donde se encuentra la culpa patronal
que el fallador de segundo grado dice no haber encontrado. Por
eso esa autoridad judicial tiene la osadía de estampar en esa
decisión, un párrafo inexplicable ‘Es preciso poner de presente
que en el terreno de la seguridad industrial, cualquiera que sea el
lugar o sitio de trabajo donde se implemente, se actúa en muchas
de las ocasiones con base en el método empirista de
OCURRENCIA- CORRECCIÓN, es decir, en la medida que los
hechos anómalos o inseguros se van presentando, se van
formulando las acciones preventivas. Todos los accidentes de
trabajo después de que ocurren, y una vez se estudian sus
causas, son evitables o sus efectos pueden ser menores. De ahí
que más que destacar hechos de esta naturaleza, no puede
predicarse culpa de un empleador en la ocurrencia de un
infortunio laboral por el hecho de que el mismo se hubiere podido
evitar. Es absolutamente indispensable destacar evidencias que
muestren a las claras el comportamiento omisivo o negligente del
empleador antes de que ocurran los hechos.
 
 
“Qué prueba quería pues el Tribunal después de la robustecida
que muestran los autos y que no examinó con el rigor que se
debe, para haber deducido la negligente conducta empresarial
causante de los severos daños que sufrió el trabajador. Es que
está plenamente establecido que el insuceso laboral se presentó
por los desperfectos del piso, por no haber tenido Tecniagro S. A.
la precaución que tenía que tener de arreglar el sitio de trabajo,
en forma tal que no fuera motivo de causar el mínimo daño en la
integridad física de sus operarios.
 
 
“El raciocinio que hace el Tribunal es totalmente desacertado,
porque da por sentado que los accidentes de trabajo si se pueden
evitar, no hacen responsable al patrono, lo que es totalmente
ilógico, pues es de imperioso cumplimiento legal, evitarlos
realmente, por lo cual, esa conclusión del Tribunal, cuando afirma
que dizque no comporta culpa, es inexacta, porque la deducción
es totalmente lo contraria sic-es decir que el patrono tiene como
deber de diligencia suma el eliminar todas las circunstancias que
impliquen peligro para sus trabajadores, precisamente para que
no ocurran infortunios de trabajo, pues si existiendo el peligro no
lo elimina, ese hecho es expresión absoluta de su falta de
cuidado, que es precisamente en lo que estriba la culpa que
define el art. 63 del C. C. y de la que pide demostración el art.
216 del C. S. del T..
 
 
“Por ello el sentenciador ha violado la ley, directamente, dándole
un alcance que no correspondía a la conclusión a que llegó.
 
 
“De otro lado no es lógico el análisis jurídico que se hace por el
fallador, quien dice: primero deben acontecer los ‘hechos
anómalos o inseguros’ para que se vayan ‘formulando las
acciones preventivas’. Es un despropósito jurídico lo que se
afirma. Con semejante tesis, nunca se podrá deducir culpa
patronal, ya que, según lo afirmado en la sentencia, después de
un hecho inseguro, viene la prevención, cuando sucede todo lo
contrario, aplicando los mandatos legales, primero la prevención,
precisamente para eliminar los ‘hechos anómalos e inseguros’,
porque en otras condiciones, sobraría la ley, en lo que concierne
a obligar a los empleadores a proporcionar lugar seguro. Que
venga el infortunio laboral, cualquiera que sean las consecuencias
para los trabajadores, para que se puedan después prevenir.
Primero el accidente, luego la prevención. Y subraya el
sentenciador que en materia laboral ‘se actúa en muchas de las
ocasiones con base en el método empirista de OCURRENCIA-
CORRECCIÓN, es decir en la medida que los hechos anómalos o
inseguros se van presentando, se van formulando las acciones
preventivas’. En ese actuar patronal que admite el Tribunal es
precisamente donde se encuentra la culpa. Culpa en los términos
en que la define el art. 63 del Código Civil cuando sobre ella dice:
‘Culpa leve, descuido ligero, es la falta de aquella diligencia y
cuidado que los hombres emplean ordinariamente en sus
negocios propios. Culpa o descuido, sin otra calificación, significa
culpa o descuido leve’, que fue precisamente en la que incurrió
Tecniagro S. A.
 
 
“Así las cosas, se ha violado directamente la ley por no haber
aplicado las disposiciones atrás señaladas en forma acertada,
pues se les han hecho producir consecuencias muy distintas a las
precisadas por el legislador, la culpa es manifiesta, no hubo el
cuidado necesario que se requería en el empleador.”
 
 
 
 
 

LA RÉPLICA

En cuanto al alcance de la impugnación dice que es contradictorio.

En cuanto al cargo, dice que no señala cuál es el concepto de violación de la

ley que se denuncia; que la demostración es contradictoria en cuanto señala

que a las normas señaladas se les dio un alcance que no correspondía y a la


vez se indica que no fueron aplicadas; que de todas maneras la acusación

no está llamada a prosperar; que la acusación lo que hace es un cotejo

entre la concepción de lo que, a su juicio, debió ser y el contenido de la

sentencia gravada, mediante un alegato de instancia deshilvanado; no

realiza demostración de cada una de las violaciones de la ley que acusa.

CONSIDERACIONES DE LA CORTE

Aunque el alcance de la impugnación incurre en la irregularidad de solicitar

se case el fallo recurrido, “...en cuanto revocó la sentencia acusada…”, tal

dislate es insuficiente para desestimar la demanda, pues lo que se observa

es apenas un “lapsus” de dicción, que no alcanza a oscurecer lo pretendido

con el recurso, puesto que se solicita claramente, la confirmación de la

decisión del a quo.

Así mismo debe señalarse que, aunque el cargo no está formulado en la

forma que corresponde a una acusación de esta naturaleza, sí es posible

determinar cuál es la infracción de la ley que acusa al Tribunal y su

demostración, cuando manifiesta, al final de su demostración, que las

normas denunciadas en la proposición jurídicamente, fueron aplicadas

inapropiadamente, “…pues se les han hecho producir consecuencias muy distintas a las

precisadas por el legislador…”, lo cual supone su interpretación errónea, además

que la argumentación del censor está encaminada en ese sentido.

 
Ahora bien, con base en la jurisprudencia de esta Sala (Casación del 10 de

abril de 1975, G. J. CLI, 428), que transcribió en el aparte donde se dijo

que “…la indemnización total y ordinaria prevista en el art. 216, exige la

demostración de la culpa patronal, que se establece cuando los hechos

muestran que faltó ‘aquella diligencia y cuidado que los hombres emplean

ordinariamente en sus negocios propios’, según la definición de culpa leve

que corresponde a los contratos celebrados en beneficio de ambas partes.”,

estimó el Tribunal que, si por culpa había de entenderse “…ese error o

equivocación en el proceder del empleador, el cual no hubiere realizado uno

prudente y diligente colocado en las mismas circunstancias…”, entonces, no

podía concluirse tal cosa en el presente caso, porque, entre otras razones

que adujo, “…no puede predicarse culpa de un empleador en la ocurrencia

de un infortunio laboral por el hecho de que el mismo se hubiere podido

evitar.”, ya que, agregó, “Es absolutamente indispensable destacar

evidencias que muestren a las claras el comportamiento omisivo o

negligente del empleador antes de que ocurran los hechos.”, pues, señaló,

“…en materia laboral ‘se actúa en muchas de las ocasiones con base en el

método empirista de OCURRENCIA- CORRECCIÓN, es decir en la medida

que los hechos anómalos o inseguros se van presentando, se van

formulando las acciones preventivas’.”

Tal modo de razonar del Tribunal a juicio de la Corte, tal como lo plantea el

censor, resulta equivocado y no obedece al concepto de culpa que contiene

el artículo 63 del C. C., ni a las previsiones que hace el artículo 216 del C.

S. T., en torno a la responsabilidad del empleador frente al accidente de

trabajo, por las siguientes razones:


 

Tiene dicho la jurisprudencia de esta Sala que la culpa a que se refiere el

artículo 216 del C. S. T., y que corresponde al trabajador demostrar si

pretende la indemnización plena de perjuicios como consecuencia de un

accidente del trabajo, es la leve a que se refiere el artículo 63 del C. C.. Así

se pronunció la Sala en sentencia del 16 de marzo de 2005, radicación

23489, en donde se dijo:

“El artículo 216 del Código Sustantivo del Trabajo establece:


‘Cuando exista culpa suficientemente comprobada del patrono en
la ocurrencia del accidente de trabajo o de la enfermedad
profesional, está obligado a la indemnización total y ordinaria de
perjuicios, pero del monto de ella debe descontarse el valor de
las prestaciones en dinero pagadas en razón de las normas
consagradas en este capítulo’.
 
 
“Efectivamente, como lo anota la oposición, según la
jurisprudencia de la Corte, la culpa a que se refiere el artículo 216
del Código Sustantivo del Trabajo, es la culpa leve. La
Corporación ha considerado que, para los efectos legales, el
artículo 63 del Código Civil distingue tres especies de culpa y
descuido: la culpa grave, negligencia grave, culpa lata; la culpa
leve, descuido leve, descuido ligero; y la culpa o descuido
levísimo. Como ese precepto dispone que la culpa o descuido, sin
otra calificación, significa culpa o descuido leve, esa regla debe
aplicarse al interpretar el artículo 216 del código antes citado,
porque allí se alude a la culpa, pero sin calificarla. De otro lado, si
en la responsabilidad contractual civil, el artículo 1604, que la
rige, dispone que el deudor es responsable de la culpa leve en los
contratos que se hacen para beneficio recíproco de las partes, con
mayor razón debe aplicarse esa norma a los contratos laborales,
no sólo porque se celebran para beneficio del empleador y del
trabajador, sino porque hacen parte de un sistema proteccionista
del trabajo humano subordinado.
 
 
“Así lo ha precisado de tiempo atrás esta Corporación, que en la
sentencia del 26 de febrero de 2004 radicado 22175, en la que
reiteró su añejo criterio sobre el particular, explicó lo que a
continuación se trascribe:

“’El Tribunal en el fallo acusado, estimó que en materia


laboral y concretamente en tratándose de accidentes de
trabajo, el empleador responde “hasta por la culpa leve” que
se establece cuando los hechos muestran que faltó “aquella
diligencia y cuidado que los hombres emplean
ordinariamente en sus negocios propios”.
 
 
“’Ese entendimiento del grado de culpa por la cual responde
el patrono en caso de accidentes de trabajo conforme al
artículo 216 del C.S.T., resulta acorde con lo que ha
interpretado la jurisprudencia al respecto con apoyo en las
disposiciones pertinentes del Código Civil, concretamente el
artículo 63 que define la culpa leve, descuido leve, descuido
ligero como “la falta de aquella diligencia y cuidado que los
hombres emplean ordinariamente es sus negocios propios” y
el artículo 1604 que se refiere a que en los contratos
conmutativos es decir, aquellos que se hacen para beneficio
recíproco de las partes, condición de la cual participan los
contratos de trabajo, el deudor es responsable hasta de la
culpa leve.
 
 
“’Desde antaño esta Sala de Casación Laboral ha sostenido
el criterio de que la responsabilidad que origina la obligación
de la indemnización plena y ordinaria de perjuicios, para
efectos de determinar el grado de la culpa es de naturaleza
contractual, pues se trata de la culpa de un contratante que
en virtud de la ejecución de un contrato laboral le causa un
perjuicio al otro contratante; y esta conclusión lleva a que
deba acudirse a las disposiciones que en materia civil
regulan la culpa contractual, para colegir que por ser el
contrato laboral oneroso, en caso de culpa patronal se
responde hasta por la culpa leve.
 
 
“’Así, en fallo de 16 de febrero de 1959, G.J. Tomo XC, pag.
242, se señaló textualmente:
 
 
“’En este orden de ideas es menester aclarar que si bien
cierta clase de culpas determinantes del incremento del
riesgo profesional creado o extrañas a éste, originan una
responsabilidad plenaria semejante a la del Título XXXIV del
Libro IV del Código Civil, al tenor del artículo 12 literal b) in
fine de la Ley 6ª de 1945 y del artículo 216 del Código
Sustantivo del Trabajo, (Cfr. cargo anterior) ello no significa
que se trate de la culpa aquiliana o extra-contractual, sino
de la culpa contractual que por mandato expreso de la ley
genera en estos casos la responsabilidad plena y la
indemnización ordinaria. (Subrayado en el texto).
 
 
“’No se trata aquí de la culpa de un tercero que le produce
un daño a otro tercero. Se trata de la culpa de un
contratante, que dentro de la ejecución de un contrato
laboral, le causa un perjuicio al otro contratante, y que por
ministerio de la ley origina no ya la indemnización
correspondiente al riesgo creado (propia del accidente de
trabajo), sino la indemnización ‘total y ordinaria’ por el
perjuicio causado.
 
 
“’En caso de culpa contractual, y dentro de un contrato
oneroso como era el del sub-lite, el artículo 1.604 ordena
que: ‘El deudor … es responsable de la (culpa) leve en los
contratos que se hacen en beneficio recíproco de las
partes’”.
 
 
“’Luego, en sentencia de 10 de abril de 1975, dijo esta
Corporación:
 
 
‘“Las indemnizaciones prefijadas que consagra el Código
Sustantivo del Trabajo para los prejuicios provenientes del
accidente de trabajo, tienen fundamento en el riesgo creado,
no provienen de la culpa sino de la responsabilidad objetiva.
Pero la indemnización total y ordinaria prevista en el artículo
216 de dicha obra, exige la demostración de la culpa
patronal, que se establece cuando los hechos muestran que
faltó ‘aquella diligencia y cuidado que los hombres emplean
ordinariamente en sus negocios propios’, según la definición
de culpa leve que corresponde a los contratos celebrados en
beneficio de ambas partes”.
 
 
“‘Más recientemente dicha tesis fue reiterada en fallo de 13
de diciembre de 2001, rad. 16782”.
 
 
“Por otra parte, la división tripartita de la culpa es un método de
apreciación de la conducta humana, elevado a la categoría de
norma legal. Cuando el artículo 63 del Código Civil toma como
punto de referencia al padre de familia, le impone al juez el deber
de examinar la culpa en abstracto, es decir, lo conmina a
preguntarse qué habría hecho otra persona ubicada en las
mismas circunstancias del demandado. A la culpa in abstracto se
opone la teoría de la culpa en concreto, que es subjetiva, de
mayor aplicación en el derecho penal. Como la división tripartita
de la culpa es un método de valoración del comportamiento de
las personas, no se ve de qué manera incida para convertir al
empleador en un buen padre de familia y al trabajador en un hijo
de familia.
 
 
“En este caso es claro que el fallador aplicó la división tripartita
de la culpa en abstracto y tuvo en cuenta lo que habría hecho
cualquier empleador en las mismas circunstancias de la sociedad
demandada.
 
 
“Afirma la recurrente que así como en el régimen del Código
Sustantivo del Trabajo no existía accidente de trabajo
indemnizable cuando el suceso había sido provocado
deliberadamente por la víctima, o por su culpa grave, hay que
entender que únicamente cabe predicar culpa suficientemente
comprobada del empleador en la ocurrencia del accidente de
trabajo cuando el hecho obedece a una culpa grave suya. Pero
otra fue la posición del legislador al establecer en el artículo 216
que el empleador responde por la culpa suficientemente
comprobada en la ocurrencia del accidente de trabajo o la
enfermedad profesional, culpa que, por lo antes explicado no
puede ser otra que la leve.
 

Siendo claro, entonces, que la culpa a que se refiere el artículo 216 del C.

S. T., es la leve y que ésta, según las voces del artículo 63 del C. C., es

aquella falta de diligencia o cuidado que los hombres emplean

ordinariamente en sus negocios propios o, como lo equipara el inciso cuarto

ibídem, la que emplea un buen padre de familia, no se entiende cuál es el

concepto de culpa que se formó el Tribunal cuando señaló que “…no puede

predicarse culpa de un empleador en la ocurrencia de un infortunio laboral

por el hecho de que el mismo se hubiere podido evitar.”, ya que, en su

sentir, en materia laboral, en muchas ocasiones, en la medida que los

hechos anómalos o inseguros se presentan, se procede a formular las

acciones correctivas, pues, ciertamente, no es una conducta apropiada la de

aquel padre de familia que simplemente espera a que se accidenten sus

hijos, para tomar los correctivos del caso, así ello ocurra con regularidad en

lo cotidiano, ni, mucho menos, es diligente el empleador que se acoge al

método empirista “OCURRENCIA-CORRECCIÓN”, que propone el ad quem,

máxime en este caso que es obligación suya, emanada del contrato de


trabajo, según lo dispone el ordinal segundo del artículo 63 del C. S. T.,

“Procurar a los trabajadores locales apropiados y elementos adecuados de

protección contra los accidentes y enfermedades profesionales en forma

que se garanticen razonablemente la seguridad y la salud.”. (Subrayas

fuera de texto)

Una interpretación como la dada por el Tribunal al concepto de culpa del

empleador, excluye un aspecto muy importante de la seguridad industrial

como es el preventivo, que hace parte del Sistema General de Riesgos

Profesionales, según voces del artículo 1 del Decreto 1295 de 1994, que

señala:

“Definición.-El Sistema General de Riesgos Profesionales es un


conjunto de entidades públicas y privadas, normas y
procedimientos, destinados a prevenir, proteger y atender a los
trabajadores de los efectos de las enfermedades y los accidentes
que puedan ocurrirles con ocasión o como consecuencia del
trabajo que desarrollan.
 
 
“El Sistema General de Riesgos Profesionales establecido en este
Decreto forma parte del Sistema de Seguridad Social Integral,
establecido por la Ley 100 de 1993.
 
 
“Las disposiciones vigentes de Salud Ocupacional relacionadas
con la prevención de los accidentes de trabajo y enfermedades
profesionales y el mejoramiento de las condiciones de trabajo,
con las modificaciones previstas en este Decreto, hacen parte
integrante del Sistema General de Riesgos Profesionales.”
 

De ahí que uno de los objetivos del Sistema General de Riesgos

Profesionales, sea, según el literal a) del artículo 2 ibídem, el de “Establecer

las actividades de promoción y prevención tendientes a mejorar las

condiciones de trabajo y salud de la población trabajadora, protegiéndola


contra los riesgos derivados de la organización del trabajo que puedan

afectar la salud individual o colectiva en los lugares de trabajo tales como

los físicos, químicos, biológicos, ergonómicos, psico-sociales, de

saneamiento y enfermedad profesional.”

Por lo expuesto, también es responsabilidad del empleador la prevención de

los accidentes de trabajo, para lo cual debe suministrar a los trabajadores

no solo elementos adecuados de protección, sino además y, en especial,

locales adecuados que garanticen razonablemente la seguridad y la salud,

de lo cual igualmente responde hasta de la culpa leve, en la forma que la

define el artículo 63 del Código Civil.

De acuerdo con ello, no basta que el empleador suministre a sus

trabajadores elementos adecuados de protección, como botas

antideslizantes, guantes y gorro para el frío, los capacite en la prevención

de riesgos y adopte manuales de seguridad, sino que, además, es necesario

que suministre locales adecuados y seguros para el desarrollo de la labor,

pues al omitir cualquiera de tales medios de prevención, incurre en omisión

constitutiva de culpa leve por la que deberá responder.

Son claros pues los yerros en que incurrió el Tribunal y de que lo acusa la

censura, por lo que la sentencia recurrida deberá ser casada.

Dada la prosperidad del cargo, queda la Corte relevada del estudio del

segundo, que persigue el mismo objetivo.

 
En instancia debe señalarse inicialmente que, aunque ambas partes

apelaron la decisión del a quo, en vista de estar encaminado el alcance de

la impugnación en el recurso de casación a obtener la confirmación de la

decisión de primer grado por la parte demandante, solo se tendrá en cuenta

para tomar la decisión de reemplazo el recurso de alzada interpuesto por la

demandada (fls. 266- 275), en el que se cuestiona la decisión del juez

desde tres aspectos, a saber: la falta de prueba de la culpa de la

demandada, la tasación de los perjuicios y la compensación de lo

condenado con lo pagado al demandante por la A. R. P. SURATEP.

En torno al primer aspecto, no es motivo de discusión entre las partes la

forma como ocurrió el accidente del actor, pues en el hecho quinto de la

demanda, que fue aceptado expresamente por la demandada en la

contestación, se dijo: “Dicha función la desempeñaba mi mandante en

compañía del señor JUAN DAVID PISARRO, y cuando se encontraban

realizando la misma mi poderdante se resbaló en una platina del piso de la

cava de congelación cayéndose y recibiendo el… golpe sobre la muñeca de

la mano izquierda.” (subraya la Corte)

Sobre el sitio en que ocurrió el accidente y, en especial, la platina del piso

de la cava, sobre la cual se deslizó el trabajador recibiendo las lesiones en

la muñeca de la mano izquierda, se pronunciaron los testigos así:

John Jairo Quintero Tamayo (fls. 26- 28), Coordinador de Producción de la

demandada, reconoció que el piso de la cava en donde estaba trabajando el

demandante, en algunas partes era un poco liso, por lo que era importante

darle al trabajador calzado antideslizante; que el piso estaba hecho en


concreto, en el cual existían unas platinas metálicas, para cubrir algunos

imperfectos del piso; que las platinas eran de las utilizadas en el arreglo de

vías de carretera las cuales eran de metro por metro; que el sitio de la cava

no permanece húmedo; que el aire húmedo al entrar en la cava se

convierte en escarcha.

Luís Guillermo Vélez Ciro (fls. 29- 30), Jefe de Mantenimiento de la

demandada, dijo que el piso de la cava es de concreto y es a baja

temperatura; que, por el tránsito del montacargas, se deteriora y para que

éste siga transitando se ponen láminas de hierro en el piso, de las que

normalmente se usan en las vías públicas, para que los vehículos pasen las

brechas; que el piso se mantiene húmedo porque se manejan bajas

temperaturas.

Samuel Arturo Román Caro (fls. 60- 61), ex trabajador de la demandada,

dice que al entrar en la cava es muy lisa, por cuanto se congela y quedan

residuos de hielo que son pegados contra el piso; que a diez metros había

una platina o varias tapando los huecos; que era muy difícil caminar sobre

esa platina por resbalosa, era de acero, y no eran “corregidas”, lisas

totalmente; que las platinas sobresalían del piso, se humedecían con el frío

de la cava y tenían el riesgo de “reslason (sic)”; la cava la reformaron

después del accidente; dice que las láminas eran de 8 a 10 metros de largo

y de ancho y había platinas pequeñas y de varias dimensiones, y el espesor

era de 10 a 15 mm.

 
Juan David Pizarro Pabón (fls. 69- 70), Operario de Planta de Deshueso,

manifiesta que cuando estaban recogiendo unas estivas, el compañero se

resbaló y le cayó una caja en la mano; que se resbaló porque el piso era

muy liso y habían unas “plaquetas” de hierro; que el piso siempre ha tenido

escarcha por razón del frío; que reformaron toda la cava después del

accidente y se le cambió el piso; que Edison se resbaló en una platina ya

que eran más lisas que el piso.

Hernán León Giraldo Ruiz (fls. 71- 72), Operario de Empaque al Vacío, dice

que la cava en unas áreas tenía unas láminas de acero porque el piso

estaba presentando una especie de grietas e impedía el paso del

montacargas; que después del accidente cambiaron todo el piso; que la

lámina se pone fría a raíz de la temperatura, pero el piso se mantiene seco.

El representante legal de la demandada, en el interrogatorio de parte a que

fue sometido (fls. 56- 57), dijo que el piso de la cava es de concreto y que,

en algún momento tuvo unas platinas de hierro, las cuáles sí se pueden

humedecer.

De las anteriores pruebas cabe concluir: que el piso de la cava donde

ocurrió el accidente es de concreto; que, por efecto de las bajas

temperaturas de la cava, el piso permanecía húmedo; que el piso estaba en

mal estado, pues presentaba huecos o grietas, las cuales fueron cubiertas

con láminas de acero, que, según el testigo no eran “corregidas”, sino lisas

totalmente; que debido a la humedad el piso de la cava era liso; y que las

platinas o láminas de acero que cubrían los huecos del piso eran bastante
resbalosas (Samuel Arturo Román Caro) o más lisas que el piso (Juan David

Pizarro Pabón).

De acuerdo con lo anterior, aunque las platinas o láminas de acero que se

pusieron en el piso de la cava solucionaron su mal estado, para permitir el

paso del montacargas, según lo declara el Jefe de Mantenimiento Luís

Guillermo Vélez Ciro, la verdad es que no solucionaron el problema de lo

resbaloso del mismo, sino que, antes lo agravaron, pues aquéllas, debido a

la humedad, eran aún más lisas, por lo cual no eran apropiadas para

realizar la labor, como lo demuestra el hecho de que, a pesar que el

demandante, como él mismo lo reconoce en el interrogatorio de parte que

absolvió, en el momento del accidente tenía puesto el calzado de seguridad

suministrado por la empresa, que de acuerdo con ésta era antideslizante,

no impidió que se resbalara en la platina, lo que demuestra que este

elemento de seguridad era insuficiente, debido a lo inapropiado del sitio de

trabajo.

La empresa era conciente del factor de peligrosidad que implican los pisos,

si se tiene en cuenta que en el panorama de riesgos, contenido en el

artículo cuatro del Reglamento de Higiene y Seguridad Social (fls. 34- 37),

se establece que, entre los riesgos existentes en la empresa, los

constituyen, principalmente, la humedad, pisos resbalosos y resaltos en el

piso.

El artículo 92 de la Ley 9 de 1979, por la cual se dictan medidas sanitarias

(Código Sanitario Nacional), dispone al respecto:


 

“Los pisos de los locales de trabajo y de los patios deberán ser,


en general, impermeables, sólidos y antideslizantes; deberán
mantenerse en buenas condiciones y en lo posible secos. Cuando
se utilicen procesos húmedos deberán proveerse de la inclinación
y canalización suficientes para el completo escurrimiento de los
líquidos; de ser necesario, se instalarán plataformas o falsos
pisos que permitan áreas de trabajo secas y que no presenten en
sí mismo riesgos para la seguridad de los trabajadores.”
 

Como se dejó visto la empresa no cumplía, al menos, con la obligación de

mantener el piso en buenas condiciones y, antes de dotarlo de propiedades

antideslizantes, agravó su problema al añadir un elemento que, según los

propios testigos, era aún más resbaloso que el propio suelo original de

concreto.

En conclusión, no era suficiente con que la demandada hubiere suministrado

a su trabajador elementos de seguridad apropiados, que lo hubiere

capacitado en la prevención de accidentes, que dispusiera de manual de

higiene y seguridad, que hubiere implantado el comité de seguridad

industrial, hubiere tomado otras medidas de prevención, como lo aduce la

demandada, si el sitio de trabajo no era apropiado para garantizar

razonablemente la seguridad (lit. a artículo 57 C. S. T.), ni reunía las

condiciones exigidas por el artículo 92 de la Ley 9 de 1979 (Código Sanitario

Único), de lo cual se deriva culpa leve, en los términos del artículo 63 del C.

C..

 
En lo que tiene que ver con la tasación de los perjuicios materiales, por

lucro cesante, otro de los temas de inconformidad de la demandada con la

decisión de primer grado, asiste razón a la apelante en cuanto a que el a

quo no indicó en su fallo, los parámetros sobre los cuáles estimó la cuantía

de los mismos.

Sobre la forma de liquidar este tipo de perjuicios, se ha pronunciado la Sala

en oportunidades anteriores, en donde se han fijado los parámetros a tener

en cuenta para hacer este tipo de liquidaciones, tal como ocurrió en la

sentencia del 30 de junio de 2005 (Rad. 22656), en donde se dijo al

respecto:

“En cuanto tiene que ver con el ‘lucro cesante’, habrá de


distinguirse el “pasado”, esto es, el causado a partir de la
terminación del vínculo laboral del actor y hasta la fecha del fallo,
pues, durante el término anterior, esto es, de la fecha del
accidente-10 de octubre de 1996--a la de desvinculación laboral-
7 de mayo de 1998--, se impone entender, por no existir en el
recurso extraordinario reclamación al respecto, que la
empleadora cumplió sus obligaciones laborales con el trabajador
y, por ende, no se generó esa clase de perjuicio, del ‘lucro
cesante futuro’, es decir, el que a partir de la fecha de la
providencia se genera hasta el cumplimiento de la expectativa
probable de vida del trabajador, y para su cálculo se seguirá el
criterio adoptado por la Sala en sentencia reciente de 22 de junio
de 2005 (Radicación 23.643), en la que se dijo que se acogerían
las fórmulas, adoptadas también por la Sala de Casación Civil de
la Corte para calcular estos conceptos indemnizatorios en
diversas sentencias, entre ellas, las de 7 de octubre de 1999
(exp. 5002), 4 de septiembre de 2000 (exp. 5260), 26 de febrero
de 2004 (exp. 7069) y más recientemente de 5 de octubre de
2004 (exp. 6975), en las cuales se calcula, el primer concepto,
multiplicando el monto del salario promedio devengado para la
fecha de retiro, actualizado hasta la fecha de la sentencia, por el
factor de acumulación de montos que incluye el factor
correspondiente por ese período al 0.5% mensual (6% anual) por
interés lucrativo; y el segundo concepto, partiendo del monto del
lucro cesante mensual actualizado, para luego calcular la
duración del perjuicio--atendida la expectativa probable de vida
del perjudicado, y reducida aritméticamente a un número entero
de meses desde la fecha de la sentencia--, para concluir en el
valor actual del lucro cesante futuro, previa deducción del valor
del interés civil por haberse anticipado ese capital, atendiendo de
paso el criterio propuesto por la moderna doctrina, de la siguiente
forma:
 
 
 
 
“Lucro cesante pasado:
 
 
“VA = LCM x Sn”
 
 
“Donde:
 
 
“VA = valor actual del lucro cesante pasado total más
intereses puros lucrativos”
 
 
“LCM = lucro cesante mensual actualizado”
 
(1+ i ) n-1
Sn] =---------------------------
i
 
 
“Siendo:
“n = Número de meses a liquidar”
“i = Tasa de interés de 0.5 mensual (6% anual)”
 
 
“Lucro cesante futuro:
 
 
“VA = LCM x An”
“Donde:
“VA = valor actual del lucro cesante futuro”
“LCM = lucro cesante mensual”
(1+ i ) n-1
a n---------------------------
i (1+i ) n
“Siendo:
“n = Número de meses de incapacidad futura”
“i = Tasa de interés de 0.5 mensual (6% anual)”
 
 
 
 
 
 
“Importa señalar que, en este caso, a diferencia de la
considerado en otras oportunidades, entre ellas la citada por la
Corte en la sentencia atrás reseñada, el porcentaje de la merma
de la capacidad laboral del trabajador sí se debe tener en cuenta
a efectos de calcular el lucro cesante pasado y, en consecuencia,
el futuro, por no aparecer prueba en el expediente de que, con
independencia del mismo, el actor quedara impedido para
desempeñar su oficio, pues, al contrario, como se anotó, lo
ejerció hasta el 7 de mayo de 1998 cuando se terminó la relación
laboral.”
 

Conforme a lo anterior, para la liquidación pertinente, se tendrán en cuenta

los siguientes elementos: que el último salario promedio devengado por el

trabajador fue de $571.759.00, afirmado en el hecho tercero de la demanda

inicial del proceso y reconocido por la demandada en su contestación; que

el contrato de trabajo terminó el 26 de diciembre de 2000; que la pérdida

de la capacidad laboral acogida por el a quo, y no cuestionada por la

demandada fue de 14.16%, conforme al dictamen rendido por la médica

especialista en salud ocupacional de la Universidad de Antioquia (fl. 80-

83); que a la fecha el ex-trabajador cuenta con 34 años de edad cumplidos,

pues nació el 18 de mayo de 1973; que conforme a las tablas de mortalidad

suministradas por la Superintendencia Bancaria (fls. 237- 246), el actor

para la fecha del accidente tiene una expectativa de vida de 42,42 años

(509).

Teniendo en cuenta lo dicho, la liquidación que por concepto de perjuicios

materiales, por lucro cesante, corresponde al actor, es la siguiente:


 

Como quiera, que el a quo liquidó en total por lucro cesante (consolidado y

futuro) la suma de $38.329.406.29, se modificará la sentencia de primer

grado, para fijar como valor de los perjuicios por este concepto, la suma

arriba consignada.
 

En lo que respecta al perjuicio moral, se tiene dicho por la Sala, que toda

lesión corporal, aflige a la víctima, causándole, además del dolor físico, el

moral que, aunque imposible de ser resarcido totalmente, si es posible

paliarlo mediante el reconocimiento de una suma de dinero, que, a falta de

parámetros ciertos, como ocurre con el perjuicio material, su tasación está

deferida al arbitrio del juez, que, en este caso, la estimó en la suma de

$8.096.107.44, y que considera el apelante elevada, “…en consideración a

la merma de capacidad establecida, sin consideración a la actitud

simuladora del actor, a las exageraciones en que incurrió en la demanda y

en el interrogatorio de parte… las excepciones propuestas.”

No obstante, en sentir de la Corte, la anterior cifra no aparece exagerada, ni

que no corresponda con el tipo de lesión sufrida por el demandante, además

que las circunstancias que alega la demandada, fuera de no aparecer en su

mayoría demostradas, no son tampoco enervantes de la condena por

perjuicios morales, por lo que se mantendrá la cifra señalada por el a quo.

Por último, en lo que tiene que ver con el restante cuestionamiento de la

apelación, sobre la no compensación de la suma fijada por el a quo por

perjuicios morales y materiales, con lo pagado al actor por la A. R. P.

SURATEP, baste transcribir lo dicho por esta Sala en la sentencia del 25 de

julio de 2002 (Rad. 18520), que constituye la actual posición de la Sala:

“No incurre el Tribunal en el yerro jurídico que le imputa la censura


al no haber descontado del monto de la condena impuesta a la
demandada el valor de las prestaciones en dinero pagadas por el
seguro social con ocasión del accidente de trabajo de que aquí se
trata, pues lo cierto es que dio el juzgador al artículo 216 del C.S.T.
una interpretación que coincide con la acogida por la Corte.
 
 
“Entiende la Corporación que cuando la disposición en cita autoriza
al patrono a descontar del monto de la indemnización “el valor de
las prestaciones en dinero pagadas en razón de las normas
consagradas en este capítulo”, se refiere única y exclusivamente a
las sumas que él haya pagado con anterioridad al trabajador con
ocasión del accidente, pero no las prestaciones que haya
reconocido el Instituto de Seguros Sociales por ese motivo, el cual
no tiene por qué asumir el riesgo del daño que al trabajador le
sobrevenga por causa de un accidente de trabajo o de una
enfermedad profesional en cuya causación exista culpa
suficientemente comprobada del patrono.

 
“En decisión de 9 de noviembre de 2000, radicación 14847, señaló
la Sala lo siguiente sobre el tema :
 
 
“El artículo 216 del CST dice que, cuando exista culpa
suficientemente comprobada del patrono en la ocurrencia
del accidente de trabajo o de la enfermedad profesional,
está obligado a la indemnización total y ordinaria por
perjuicios, pero del monto de ella debe descontarse el valor
de las prestaciones en dinero pagadas en razón de las
normas consagradas en el capítulo que la contiene.
 
 
“Hasta el año 1993, y en número plural de providencias, la
Corte sostuvo que el patrono sí podía descontar del valor de
la indemnización ordinaria de perjuicios las prestaciones
pagadas por el Seguro Social. Pero la Corte en Sala Plena
(integradas las dos Secciones que conformaban la Sala
Laboral), decidió, con la sentencia del 12 de noviembre de
1993, que el Seguro Social no había asumido, para entonces,
el riesgo del daño que al trabajador le sobreviniera por causa
de un accidente de trabajo o de una enfermedad profesional
imputable a culpa suficientemente comprobada del patrono.
 
 
“Ahora, en este recurso, la sociedad recurrente sostiene que
la interpretación del artículo 216 del CST, puesta en relación
con el nuevo ordenamiento de la ley 100 de 1993 y con los
decretos de la proposición jurídica, debe ser esta: que el
empleador culpable del accidente de trabajo o de la
enfermedad profesional sí puede deducir las prestaciones
económicas que haya pagado el Seguro Social al trabajador o
a sus causahabientes de lo que adeude por su propia
responsabilidad ordinaria de perjuicios.
 
“Se procede a examinar esa argumentación de la recurrente,
en este orden: 1. El alcance de la sentencia de la Corte que
citó el Tribunal; 2. El alcance de la normatividad que acusó el
cargo en casación. 3. La relación de los dos temas anteriores,
en orden a precisar si el Tribunal transgredió o no la ley
sustancial; o mejor, para determinar el alcance del artículo
216 del CST.
 
 
“La sentencia de la Corte del 8 de Mayo de 1997 que invocó el
Tribunal, destacó que los reglamentos del Seguro Social vigentes
para la época de los hechos analizados, y concretamente el
artículo 83 del acuerdo 155 de 1963, no autorizaron al patrono a
descontar de la indemnización ordinaria las sumas que el
Seguro Social reconociera al trabajador o a sus derecho
habientes, por prestaciones en dinero.
 
 
“El artículo 83 del acuerdo 155 de 1963 del Seguro, que fuera
aprobado por el decreto 3170 de 1964, y para cuya
expedición invocó el Presidente de la República los artículos 9°
de la ley 90 de 1946 y 5° del decreto 1695 de 1960, disponía:
 
 
‘El otorgamiento de las prestaciones establecidas por el
presente reglamento por parte del Instituto exonera al
patrono de toda otra indemnización según el Código
Sustantivo del Trabajo o según el derecho común por
causa del mismo accidente o enfermedad profesional.
Pero si el riesgo se hubiere producido por acto
intencional o por negligencia o culpa del patrono
procederá a demandar el pago de esta indemnización, la
que quedará a su favor hasta el monto calculado de las
prestaciones que el Instituto acordare por el accidente o
enfermedad, debiendo entregar a los beneficiarios el
saldo, si lo hubiere.
 
 
‘Lo dispuesto en el inciso anterior no es óbice para que la
víctima o sus causahabientes instauren las acciones
pertinentes de derecho común para obtener la
indemnización total y ordinaria por perjuicios, de cuyo
monto deberá descontarse el valor de las prestaciones
en dinero pagadas por el Instituto de acuerdo con las
normas de este reglamento’.
 
 
“Pese a la equívoca redacción de la norma transcrita, ella no
permitía la tesis de la sociedad recurrente, que desde luego se
funda en otro sistema legal. Pero la Corte despejó el equívoco
en la sentencia del 8 de mayo de 1997. Es importar recordar,
en resumen, las razones que tuvo en cuenta para fundar su
tesis: 1) El poder normativo de los reglamentos del Seguro
está limitado por su objeto social: es entidad aseguradora de
los riesgos originados en la prestación de servicios
subordinados; la ley no le dio al Seguro la atribución de
determinar las consecuencias de la culpa del patrono en la
ocurrencia de un accidente de trabajo o de una enfermedad
profesional, pues esas consecuencias corren a cargo exclusivo
del empleador culpable. 2) La competencia que le reconoce la
ley al Seguro para subrogar al patrono en la asunción de
riesgos laborales está dentro del ámbito de las prestaciones,
de los servicios sociales o de las medidas de seguridad social
que deben amparar a sus beneficiarios, como lo prescribe el
artículo 7º del decreto ley 433 de 1971; pero el Seguro no
está legalmente facultado para regular las indemnizaciones
originadas en enfermedades profesionales o accidentes de
trabajo que ocurran por la culpa suficientemente comprobada
del patrono. El Seguro tampoco está legalmente facultado
para aminorar la carga patrimonial del patrono en esa
materia, por lo cual, asume toda la responsabilidad ordinaria
por mandato del artículo 216 del CST; y, por lo mismo, el
Seguro subroga al patrono únicamente en el riesgo que da
lugar a la denominada responsabilidad objetiva. 3) Si, por su
equívoca redacción, el artículo 83 del Acuerdo 155 de 1963
consagrara el derecho del empleador culpable del accidente
para descontar del monto de la indemnización ordinaria lo
pagado por el Seguro por prestaciones en dinero, la norma
sería inaplicable, al igual que el artículo 1º del decreto 3170
de 1964 que lo aprobó. 4) El Seguro reconoce prestaciones
para cuyo cálculo toma en cuenta variables como el salario,
los años de servicios, el número de cotizaciones, la edad del
trabajador, la vida probable, etc. En cambio, no toma en
cuenta los perjuicios realmente producidos, lo cual marca una
diferencia entre la indemnización a que se refiere el artículo
216 del CST, que busca reparar la totalidad del daño
ocasionado por el patrono culpable, con la actividad
aseguradora del Instituto. 5) No es cierto que el trabajador se
beneficie doblemente (con la indemnización plena y con las
prestaciones económicas del Seguro), puesto que el seguro ha
sido tomado por el mismo accidentado, de modo que el
patrono no puede restar de la indemnización total y ordinaria
de perjuicios lo pagado por el Seguro Social en virtud del
cubrimiento de un riesgo que no ha sido asegurado por él.
 
 
“Ahora, procede el examen del régimen de la ley 100 de
1993, empezando por su reglamentación, como lo propone el
cargo:
 
 
“El decreto 1771 de 1994 es reglamentario del 1295 del
mismo año (estatuto con alcance legal). Su artículo 12
dispone:
 
 
‘Subrogación. La entidad administradora de riesgos
profesionales podrá repetir, con sujeción a las normas
pertinentes, contra el tercero responsable de la
contingencia profesional, hasta por el monto calculado de
las prestaciones a cargo de dicha entidad
administradora, con sujeción en todo caso al límite de
responsabilidad del tercero.
 
‘Lo dispuesto en el inciso anterior no excluye que la
víctima, o sus causahabientes, instauren las acciones
pertinentes para obtener la indemnización total y
ordinaria por perjuicios, de cuyo monto deberá
descontarse el valor de las prestaciones asumidas por la
entidad administradora de riesgos profesionales’.
 
 
“Es una redacción similar a la de su antecesor, el 83 del
acuerdo 155 de 1963, de manera que por este solo aspecto, si
el artículo 12 del decreto 1771 de 1994 fuera puesto en
relación con el 216 del CST, no sería útil para dar por sentada
la posibilidad de descontar las prestaciones económicas del
Seguro Social de la indemnización ordinaria de perjuicios.
Ninguna de las normas cuya acusación plantea el cargo
permite concluir en la tesis de la censura.
 
“En efecto:
 
 
“El artículo 139-11 de la ley 100 de 1993 confirió al Presidente
de la República precisas facultades extraordinarias pro
tempore para “Dictar las normas necesarias para organizar la
administración del sistema general de riesgos profesionales
como un conjunto de entidades públicas y privadas, normas y
procedimientos, destinados a prevenir, proteger y atender a
los trabajadores de los efectos de las enfermedades y los
accidentes, que puedan ocurrirles con ocasión o como
consecuencia del trabajo que desarrollan. En todo caso, la
cotización continuará a cargo de los empleadores”; luego nada
indica que en esta atribución de facultades legales, el
Presidente de la República pudiera regular las consecuencias
de la culpa patronal del artículo 216 del CST.
 

“El decreto ley 1295 de 1994, según su encabezamiento,


determina la organización y administración del Sistema
General de Riesgos Profesionales. El artículo 13 se limita a
señalar quiénes son los afiliados al dicho sistema; el 34
consagra el derecho a las prestaciones; el 49 establece que,
en caso de muerte del afiliado o del pensionado por riesgos
profesionales, como consecuencia del accidente de trabajo o
de la enfermedad profesional tendrán derecho a la pensión de
sobrevivientes las personas descritas en el artículo 47 de la
Ley 100 de 1993, y sus reglamentos; pero esa norma nada
dice sobre la responsabilidad por culpa patronal en el
accidente de trabajo o en la enfermedad profesional. El
artículo 50 se limita a fijar el monto de la pensión de
sobrevivientes y el 53 a precisar las condiciones de la
devolución de saldos y de la indemnización sustitutiva cuando
ocurre la muerte del asegurado. El artículo 78 dice que el
Instituto de Seguros Sociales continuará administrando los
riesgos profesionales de conformidad con sus reglamentos, lo
cual no le da la razón a la sociedad recurrente. Pero sí
conviene precisar que la tesis de los opositores sobre esta
norma no es acertada, puesto que ella no remite a los
reglamentos anteriores de una manera incondicional sino
subordinada a lo dispuesto en el decreto 1265 que se estudia,
puesto que la norma dice que los reglamentos del Seguro
Social ‘… deberán ajustarse a lo dispuesto en este decreto …’.
Y el 97 fija la vigencia del sistema general de riesgos
profesionales.
 
 
“Como ninguna de las normas acusadas, puestas en relación
con el artículo 216 del CST, permite concluir que haya variado
el sistema legal que informó la jurisprudencia de la Corte, la
conclusión es que sigue vigente la interpretación que allí se
consignó”.

En consecuencia, no se ordenará la compensación alegada.

Las costas de primera y segunda instancia estarán a cargo de la

demandada.

No se condenará en costas en el recurso extraordinario.

En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación

Laboral, administrando justicia en nombre de la República y por autoridad


de la ley, CASA la sentencia dictada el 10 de marzo de 2006, por el

Tribunal Superior del Distrito Judicial de Medellín, dentro del juicio ordinario

laboral que le adelanta EDISON DAVID AGUDELO VELÁSQUEZ a la

sociedad TECNIAGRO S. A., en sede de instancia, se modifica la condena

impuesta por el a quo a la entidad demandada, por concepto de

indemnización material y moral derivados de accidente de trabajo, para fijar

en total por estos conceptos, la suma de CUARENTA Y TRES MILLONES,

QUINIENTOS SESENTA Y SIETE MIL, CATORCE PESOS CON CUARENTA Y

CUATRO CENTAVOS ($43.567.014.44). Se confirma en lo demás. Las costas

de primera y segunda instancia estarán a cargo de la parte demandada. No

se condena a ellas en el recurso extraordinario.

CÓPIESE, NOTIFÍQUESE, PUBLÍQUESE Y DEVUÉLVASE EL

EXPEDIENTE AL TRIBUNAL DE ORIGEN.

FRANCISCO JAVIER RICAURTE GÓMEZ


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
ELSY DEL PILAR CUELLO CALDERÓN GUSTAVO JOSÉ GNECCO
MENDOZA
 
 
 
 
 
 
EDUARDO LÓPEZ VILLEGAS LUIS JAVIER OSORIO LÓPEZ
 
 
 
 
 
CAMILO TARQUINO GALLEGO ISAURA VARGAS DÍAZ
 
 
 
MARÍA ISMENIA GARCÍA MENDOZA

Secretaria
 

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