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Quejábanse de la mano que los hería, que los derribaba, siempre condenados a
retoñar, a florecer, a gemir, a perpetuar sin fecundarse su especie formidable,
incomprendida. El pipa les entendió sus airadas voces, según las cuales debían
ocupar berbechos, llanuras y ciudades, hasta borrar de la tierra el rostro del hombre y
merecer un solo ramaje en urdimbre cerrada, cual en los milenios del Génesis, cuando
Dios flotaba todavía sobre el espacio como una nebulosa de lágrimas.
El Hecho Natural
La aparición de la razón humana sobre la faz de la tierra escindió completamente al
hombre - sino física al menos intelectualmente- del ambiente natural que lo engendró.
Nadie considera una casa tan natural como el nido de un ave, así en esencia sean lo
mismo; refugios construidos por seres vivientes que comparten un mismo origen y una
misma biología. Igual que cualquier otro ser viviente sobre el planeta, el ser humano
aprendió a adaptarse y protegerse del medio ambiente para sobrevivir, pero esa
necesidad primigenia y el hecho arquitectónico que la satisface están ya revestidos de la
artificialidad característica de todos nuestro actos.
El Hecho Artificial
Analizando la relación existente entre un objeto arquitectónico y la naturaleza que la
circunda, puede formularse un primer punto de discusión: si deberá ser la arquitectura
una expresión del dominio del hombre sobre la naturaleza, dónde éste la acondiciona a
sus necesidades y conveniencias, o si por el contrario, la calidad de un objeto
arquitectónico dependerá también de la respuesta que ofrezca a la realidad ambiental del
lugar dónde se emplaza.
Atrevida pero supremamente realista es la opinión del arquitecto Mario Botta sobre el
asunto: “La arquitectura tiene que ser contrapunto a la naturaleza, es un factor artificioso.
La única posibilidad de rendir tributo a la naturaleza es ir justamente en oposición a ella
en confrontación con ella... Arquitectura es violencia con el paisaje; tiene que lograr un
nuevo equilibrio."
La naturaleza es más que simple verde, naturaleza somos todos los seres vivos e inertes
que compartimos este planeta. Las interacciones que normalmente se dieron en cada
uno de los ecosistemas originales han venido siendo alteradas por la humanidad desde
hace muchos siglos y ahora es imprescindible replantear esa actitud del hombre ante la
naturaleza que deteriora, depreda y altera completamente el orden natural de las cosas.
Hoy es preciso afrontar esta escisión inevitable entre lo natural y lo artificial para llegar a
los conocimientos que desde cada disciplina y especialidad particular -incluida la
El Hecho Arquitectónico
La naturaleza es inflexible, por ello la humanidad debería ser lo más consecuente con
ella, bajo riesgo de obligar a que la naturaleza, lenta pero implacablemente restituya el
equilibrio alterado. Elementales leyes de equilibrio ecológico, como el manejo de aguas
negras y basuras, la necesidad de limitar la cantidad de presas hidráulicas, la relación
entre zonas verdes y asentamientos humanos o la calidad espacial y urbana y su
incidencia en la sociedad, no han sido respetadas por la humanidad. Últimamente el
mismo hombre está trabajando fuertemente por restituir más levemente este equilibrio
antes que la naturaleza irremediablemente lo haga. En un futuro muy próximo la calidad
arquitectónica de un proyecto será evaluada no sólo por la manera como se balanceen
los condicionantes estéticos, técnicos, económicos y culturales, sino también de la
manera como se respeten los recursos naturales, se valoren los accidentes geográficos o
se protejan las condiciones medio ambientales del lugar donde se emplaza.
Una actitud respetuosa ante el medio ambiente traerá beneficios de índole económico
originados en la no dependencia de tecnologías extranjeras de más alto costo en
comparación con procedimientos tradicionales que no siempre exigen materiales muy
sofisticados. De índole cultural, por usar materiales y formas propias de nuestra historia y
tradición. De índole estético, porque la belleza es armonía y un edificio que lucha y se
defiende de un entorno no puede ser entendido como belleza sino más bien como
agresividad y violencia. De índole humano porque somos hombres, somos raza, pero
ante todo somos naturaleza, y nuestros actos, nuestra producción, nuestras actividades y
nuestras edificaciones no pueden ir contra lo que somos.
BIBLIOGRAFíA
Brinkkworth, IB.J. Energía Solar para el Hombre. H. Blume Ediciones, Madrid, 1972, 239
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