Lo propiamente definidor del concepto de pueblo es la conjunción de tres elementos
básicos: a) Su configuración como grupo social organizado agregativamente y diferenciado de otro tipo de agrupaciones sociales menores a las que puede comprender y en las que puede apoyarse (clases sociales, tribus, grupos étnicos, lingüísticos, religiosos, etc.) b) El desarrollo de una conciencia política propia como núcleo ideológico de vinculación entre sus miembros, conciencia que suele generarse a partir de la constatación de la dependencia y alienación sufrida por los miembros del pueblo en beneficio de otra colectividad dominadora ajena a él. c) La acción, en ocasiones armada y violenta, destinada a consagrar la existencia del pueblo a través de la creación o participación política plena en una estructura estatal independiente, es decir, su tendencia a convertirse en Estado. Esta noción alude a un conjunto de personas que tienen en común su vinculación político-jurídica con un cuerpo político soberano. Su génesis hace referencia a un grupo humano coexistente en una determinada zona geográfica, luego de un proceso de adaptación y una posterior presencia del fenómeno político. Tal como infiere Lucio Moreno Quintana [Preliminares del derecho internacional. Buenos Aires: Perrot, 1954]: “El Estado es en lo esencial una colectividad humana, en donde se acredita la asociación permanente de individuos unidos por un vínculo político-jurídico. Por ende, la condición de habitantes del territorio del Estado impone el sometimiento a su autoridad”. El pueblo de un Estado puede ser de composición étnica homogénea o heterogénea. En el primer caso se acredita sociológicamente la unicidad étnica. La pertenencia de un pueblo a un Estado determinado puede ser consecuencia de un hecho casual o fortuito; nacer del propio interés o voluntad del grupo, o incluso emanar de una acción compulsiva. Como refiere Alberto Borea Odría [Los elementos del Estado moderno. Lima: centro de estudios legislativos, Económicos y Sociales, 1994], el centro del poder político puede comprender tanto a las personas que libre y espontáneamente deciden vincularse entre sí a través de la organización estatal, o puede “atarse” como consecuencia de una medida de fuerza. El pueblo se distingue por su carácter de apreciación de unos individuos vinculados con los otros. Es usual que se confundan las nociones de pueblo y población, las mismas que difieren substantivamente. La expresión pueblo denota un concepto eminentemente político, donde aparece una relación jurídico-política entre un grupo humano y el Estado; así, se manifiesta en una unidad cuya conducta constituye el orden jurídico estatal. En cambio, la expresión población denota un concepto étnico-demográfico: designa una agregación mecánica de personas, carente de significado y consistencia política. La noción de pueblo comprende cuatro condiciones concatenadas: vínculo personal, vínculo principal, vínculo permanente y vínculo de correspondencia social. Al respecto, veamos lo siguiente: a) El vínculo personal: El enlace de la persona con el cuerpo político debe atañer específica y propiamente a esta en sí misma; jamás en modo alguno debe fundarse en el mero lugar de ubicación de sus bienes, inversiones, etc. La calificación de este vínculo se refiere única y estrictamente a la persona per se. En ese contexto, una persona puede pertenecer al pueblo de un Estado y simultáneamente poseer bienes e invertir sus capitales en otro distinto. Así, un propietario de bienes muebles o inmuebles, o un inversionista, no se convierte ni deja de ser miembro del pueblo de un Estado por el mero hecho de efectuar determinadas inversiones de capital o hacer negocios en otro Estado, ni por ejercer actos de uso, disfrute, disposición o reivindicación respecto de un bien situado fuera del territorio de la organización política a la cual pertenece. b) El vínculo principal: El enlace personal con el cuerpo político debe caracterizarse por su accionar preferente, prevaleciente, preeminente, efectivo e importante en grado superior, en relación con el que pudiere tener establecido con otros estados. c) El vínculo permanente: El enlace personal con el cuerpo político debe ser estable, constante, persistente, firme y duradero. Por ende, no puede tratarse de una relación incidental y meramente eventual. Por tal motivo, no puede considerarse en dicha acepción a aquellos grupos humanos errantes o nómades. d) El vínculo de correspondencia social: El enlace personal con el cuerpo político implica una recíproca interacción con los demás integrantes del pueblo de un Estado. Ahora bien, la calidad de miembro del pueblo de un Estado no implica necesariamente el ejercicio de los denominados derechos políticos, que se encuentran reservados a aquellas personas que han adquirido el status de ciudadanos. A lo sumo, dicha calidad meramente hace constar la existencia de un vínculo con el cuerpo estatal de naturaleza político-jurídica, cuyos alcances quedan a merced del criterio de discrecionalidad estatal. Por otro lado, cabe advertir que el poder estatal no solo es aplicable a aquellas personas que forman parte de su pueblo, sino que se extiende al caso de los turistas o transeúntes, en tanto permanezcan dentro del territorio del Estado. EL PUEBLO, LA NACIÓN Y LA PATRIA Desde nuestra perspectiva, pueblo, nación y patria expresan conceptos distintos y claramente inconfundibles. La expresión pueblo tiene una connotación político- jurídica, en tanto que la expresión nación tiene, además de lo anotado, un sustento histórico y social. El pueblo implica una multitud, masa o pluralidad de personas consideradas uti signoli, es decir, se configura por la mera agregación de unos individuos con otros; en suma, hace referencia a la simple agrupación de seres humanos dentro de un territorio donde un Estado ejerce poder político. La noción pueblo carece de consideraciones sociológicas, culturales e históricas; se remonta a la unidad social por imperio de la ley. Por ende, tal integración es estrictamente normativa. En cambio, cuando hacemos referencia a la nación aludimos al pueblo unido y además vinculado, ya sea por factores históricos- culturales heredados de una vasta y larga sucesión de generaciones, o por razones político-sociales de forjar un destino común y mantener de manera libre, consciente y deliberada una continuidad gregaria. PERÍODOS O ETAPAS EN LA EVOLUCIÓN EXPERIMENTADA POR EL CONCEPTO DE PUEBLO DURANTE LOS DOS ÚLTIMOS SIGLOS. Primera etapa: El pueblo como entidad jurídico-política En esta primera fase, que se desarrolla teórica y prácticamente durante la Revolución Francesa, se expresan, bajo el término de pueblo, dos ideas sustantivas complementarias. Ante todo, el pueblo contiene una idea niveladora e igualitaria, en virtud de la cual bajo este término se afirma la idea de igualdad y libertad entre todos los ciudadanos que integran una colectividad con unos límites histórico- geográficos comunes (nación) y una organización política propia (Estado). En este sentido, cada individuo adquiere significación jurídica (Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano de 26 de agosto de 1789) y política (soberanía popular), en tanto que parte de un mismo pueblo. Segunda etapa: El pueblo como unidad cultural Lo más significativo de esta etapa es el énfasis que se pone en destacar la dimensión cultural propia del pueblo, en tanto que principal vínculo de unificación e integración entre todos los individuos libres e iguales que constituían un pueblo. El pueblo aparece, de esta manera, como una realidad social diferenciada y viva, con un alma o espíritu propios y distinto de los de sus miembros, a la vez que en clara tensión con la estructuración formalista y despersonalizada del Estado, cada vez más centralista y burocratizado. Esta visión del pueblo, muy frecuentemente confundida con la de la nación, surge de la constatación de una comunidad cultural, entre todos los individuos de un mismo pueblo, que desarrolla su dinámica propia a partir de la conjugación de ciertos elementos objetivos (comunidad étnica, lingüística, religiosa, etc.) o subjetivos («espíritu del pueblo»). Tercera etapa: El pueblo como masas populares La propia evolución económica-política de las sociedades europeas durante el siglo XIX hizo que la clase social marginada de la visión burguesa del pueblo y del Estado irrumpiese en la escena política, social y económica de forma conflictiva y que tratase de afirmarse, como tal clase social, en gran medida por su oposición a la burguesía. La teoría marxista clásica, al situar a las clases sociales, y al conflicto interclasista, en el corazón mismo de la sociedad, permitirá el desarrollo de una nueva concepción del término pueblo.
PEÑA, Javier - 'Nuevas perspectivas en ciudadanía' en F. Quesada Castro, Ciudad y ciudadanía. Senderos contemporáneos de la filosofía política, pp. 223-243