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CONSIDERACIONES PARA UNA LECTURA ACTUALIZADA DE LA ÉTICA Y

LA POLÍTICA ARISTOTÉLICA
Disly Smith Jara
Alex Fernando Camacho
UNAD

RESUMEN
El legado cultural de los griegos fue de vital importancia para sentar las bases de
los planteamiento éticos y políticos de Occidente. Aristóteles se destacó por ser
un sistematizador del conocimiento visto hasta sus días, sus contribuciones a las
teoría de la política y la ética consideradas por él como “ciencias prácticas”
constituyen el fundamento conceptual de la modernidad. Sin embargo, Los
grandes avances tecnológicos y económicos de la actualidad precisan una
lectura matizada de esos presupuestos originales.
Palabras Clave: Aristóteles, política, ética, tecnología, economía.
ABSTRACT
The cultural legacy of the Greeks was crucial in laying the foundations of the
ethical and political approach of the West. Aristotle noted for being a
systematizing knowledge seen their day, their contributions to the theory of
politics and ethics considered by him as "practical sciences" are the conceptual
foundation of modernity. However, Major technological and economic advances
now require nuanced reading of these original budgets.
Key Words: Aristotle, politics, ethics, technology, economy.
Introducción
La cultura y legado griego ejerce como cimiento de lo que denominamos
cultura Occidental. Y dentro de este legado, la filosofía de Aristóteles representa
una de las cimas conceptuales y teóricas más sobresalientes debido a su rigor y
minuciosidad en el tratamiento de los temas. Este fundamento racional de la
filosofía griega está abocado a la formulación de conceptos, estructuras o
categorías con las cuales explicar el mundo; una tendencia que sigue siendo la
principal dentro del modelo occidental, ya que, aunque la concepción racional
sobre la realidad ha variado a través del tiempo, la racionalidad mantiene el
criterio máximo en cuanto a lo que debe ser considerado como conocimiento.
Entre otros aportes de Aristóteles, su legado ético-político responde,
consecuentemete, con la explicitación racional de lo extraído de la experiencia
histórica y personal, que sobre las condiciones naturales del hombre en su vida
en comunidad, puede enunciarse con criterio lógico y buscando instancias de
conocimiento universales.
No podemos olvidar, sin embargo, que el elemento central contextual que
hizo posible el desenvolvimiento del carácter griego en su pensamiento y
comportamiento social e individual es la libertad. La libertad como autonomía de
los pueblos para demarcar los procesos que se consideraban más adecuados
para el desarrollo de la vida, y que fue lo que Aristóteles encontró como central
para una saludable disposición humana, y de lo cual intuyó y racionalizó las
generalidades y las múltiples combinaciones sobre la organización personal y
social. Debemos tener en cuenta, sin embargo, los atenuantes que nacen de la
ausencia de un parámetro democrático real en su tiempo y que tienen que ver
con la consideración despectiva hacia esclavos y mujeres.
No obstante, La historia de los pueblos griegos, a manera de un
laboratorio social, le proveyeron a Aristóteles de la certeza sobre la pluralidad
como esencial a lo humano y como factor de desarrollo y evolución de la
práctica y el conocimiento. Esto puede verse en los múltiples ejemplos que toma
de la vida social griega, por medio de los cuales elabora, a partir de la reflexión,
sus concepciones éticas y políticas.
La brillantez de su exposición y la lectura profunda de la naturaleza
humana le confieren a su legado una vigencia que va más allá de la simple
erudición u originalidad, pues la depuración de la herramienta metodológica con
que escrutó la realidad, y el interés eminentemente contemplativo de sus
indagaciones, son la razón de que logre trascender las especificidades
discursivas de cada época en que llega a conocerse su filosofía.
Son, como enunciamos, la ética y la política, como centrales a su
taxonomía del comportamiento humano, lo que nos convoca para analizar de
qué manera esos presupuestos continúan ejerciendo influencia en la manera en
que actualmente concebimos el mundo, entendiendo que median 2500 años de
Historia y que las configuraciones actuales de la experiencia humana poseen
rasgos muy elocuentes que hacen necesaria una aproximación matizada de sus
hallazgos. Análisis que más allá de superar su filosofía promueve un nuevo
caudal de entendimiento sobre las capacidades del hombre para transformarse
junto con el mundo que le rodea.
En síntesis, el pensamiento que subyace a la conformación racional
occidental, el lenguaje con su terminología y conceptos y el ámbito práctico de la
totalidad de la diversidad del hombre actual, es resultado de la efectividad y de
la generación de perspectivas ilimitadas que permite este modelo racional para
transformar el mundo. Sin embargo, esta capacidad de transformación de la
naturaleza, que con el transcurrir histórico se ha hecho plausible, ha terminado
por rebasar las fronteras que en su inicio concebía el ideario aristotélico, pues
los procesos que se llevaron a cabo durante su instancia histórica, aunque de
grandes proporciones, estaban siempre limitados por la naturaleza y por la
limitada capacidad técnica, económica y política de los pueblos antiguos.
Nuestra indagación y la pregunta base de este artículo girará, por tanto al
cuestionamiento sobre si ¿Debe reajustarse la lectura ético-política de
Aristóteles a las necesidades propias de una modernidad de cariz ampliamente
tecnológico como la actual? Y, específicamente, en torno a dos expresiones
humanas, correlativas en lo respectivo al crecimiento compartido, pero también
contrarias en cuanto a los resultados que fomentan, como son la economía y la
tecnología. Estas instancias de desarrollo, por lo tanto, nos permitirán establecer
los paralelos que permitirán hallar los límites del la teoría ético-política
aristotélica a la luz de los acontecimientos actuales, entendiendo que esta es, a
la vez, el fundamento y motor de estos desarrollos. La importancia de esta
investigación está en hallar un nivel de entendimiento sobre la realidad actual
que haga visibles posibles encubrimientos, tergiversaciones o manipulaciones
del pensamiento, el lenguaje y la acción base de la constitución Occidental.
Para ello, nos basaremos en importantes posturas intelectuales que
convalidan nuestra intuición sobre las ideas de Aristóteles, y que estarán
respaldadas por evidentes circunstancias históricas en lo relativo a la economía
y la tecnología como base del modelo actual de pensamiento, lenguaje y acción
de Occidente.
Ética y política aristotélica
La ética y política aristotélica están imbricadas a partir de una finalidad
esencial que es la aspiración a la felicidad y la vida buena personal y social. La
virtud de una persona o sociedad, por lo tanto, está en razón al logro de la
felicidad o la buena vida. Una apreciación concreta sobre lo que puede ser
considerado como virtuoso en todo sentido consiste en hallar siempre el punto
intermedio respecto a lo enmarcado dentro de la sensibilidad humana como
placer y dolor. Así, no es la huida a toda costa del dolor o una licenciosa
búsqueda del placer lo que constituye la virtud: “… el que disfruta de todos los
placeres y no se abstiene de ninguno se hace licencioso, y el que los evita
todos, como los rústicos, una persona insensible 1”. “… De tal manera que todo el
estudio de la virtud y de la política está en relación con el placer y el dolor,
puesto que el que se sirve bien de ellos será bueno, y el que se sirve mal malo 2”.
Es preciso resaltar para toda nuestra exposición la importancia de esta
búsqueda del punto medio. Esta medida en el comportamiento, para llevarse a
cabo, deberá estar precedida por un correcto acostumbramiento a lo largo de la
vida personal y social, objetivo al cual deberán estar inclinadas las sociedades y
las personas con el fin de establecer conductas personales y sociales duraderas.
Porque para Aristóteles es en esencia la duración, bien sea de la reputación de
una persona o de un régimen político, lo que establece la prueba máxima del
nivel de sabiduría y felicidad alcanzado. La forma en que una sociedad bien
avenida fomenta la virtud es con la educación (dianoética); y, a la vez, una
sociedad virtuosa consta de personas que se insertan socialmente de manera
adecuada a través de sus actos (ética). Lo anterior hace prevalecer, entonces,
—debido a la libertad de realización humana— la pluralidad y libertad como
fundamental en la vida social de la ciudad, siempre y cuando responda a lo
mesurado y responsable.
La teoría en estos aspectos ético-políticos busca, entonces, dirigir la
práctica ejecutada con buen arte en medio de la diversidad humana, “Así, puesto
que el presente estudio no es teórico como los otros (pues investigamos no para
saber qué es la virtud, sino para ser buenos, ya que de otro modo ningún
beneficio sacaríamos de ella) debemos examinar lo relativo a las acciones… 3”
Por lo tanto, las acciones o práctica de vida personal, que Aristóteles denomina
un modo de ser, tienen que ver con la manera en que reaccionamos o cómo
actuamos frente a las pasiones inherentes al ser humano. Un proceso
pragmático que requiere del buen tino para buscar lo medido, que de ser logrado
se traduce en una persona o sociedad bien establecida, o lo contrario si no. Es
evidente que la historia de la humanidad ha mostrado que el criterio técnico
(política) subyacente al arte con el cual conformar una sociedad, —además de
consistir en un proceso que requiere continua atención—, puede mantenerse o
decaer, en resumen, ser bueno o malo. Entonces, “El arte pues, como queda
dicho es un modo de ser productivo acompañado de razón verdadera, y la falta
de arte, por el contrario, un modo de ser productivo acompañado de razón
falsa…4)”
Economía, crematística y técnica en Aristóteles
El paralelo histórico que anunciábamos para examinar la lectura actual de
la ético-política aristotélica estaba basado en dos expresiones humanas, la
tecnología y la economía.

1
Aristóteles, Ética a Nicómaco 1104a 20-25
2
Aristóteles, Ética a Nicómaco 1105a 10-14
3
Aristóteles, Ética a Nicómaco 1103b 25-30
4
Aristóteles, Ética a Nicómaco 1140a 15-20
Acerca de los procesos de producción obtención o intercambio de bienes,
Aristóteles define dos motivaciones, la economía y la crematística. La economía
se encarga de la utilización y adquisición de bienes, y la crematística, de su
mera adquisición. En la economía, el criterio de importancia está enfocado hacia
las personas, en la crematística, hacia las cosas mismas o el dinero. La
crematística, por esta razón, no posee límite en su ambición por acaparar
riquezas, ya que ese es su objetivo mayor, además es un arte que requiere de
cierta experiencia y técnica para su implementación. Su ejercicio es, por esta
razón, contrario a una ambición moderada. Sobre esto, y en conjunción con todo
lo dicho, Aristóteles señala:
Al residir el placer en el exceso, buscan el arte que les produzca ese placer
excesivo. Y si no pueden procurárselo por medio de la crematística, lo intentan
por otro medio, sirviéndose de todas las facultades no de un modo natural. Lo
propio de la valentía no es producir dinero, sino confianza; ni tampoco es lo
propio del arte militar ni de la medicina, sino la victoria y la salud,
respectivamente. Sin embargo, algunos convierten todas las facultades en
crematísticas como si ese fuera su fin y fuera necesario que todo respondiera a
ese fin.5

Por otro lado, la técnica, necesaria para ejercer un buen o mal arte es
para Aristóteles y para los griegos, realmente, un pensar la técnica. En atención
al rigor conceptual, debería denominarse más como tecnología, ya que la
técnica, al nacer invariablemente de las necesidades culturales de un pueblo, no
requiere, propiamente, de una comprensión de las causas de su funcionamiento
interno, por ejemplo, conocer por experiencia los tiempos ideales para el cultivo,
pero sin conocer la razón de por qué sucede así. La tecnología, por el contrario,
quiere hallar las causas por las cuales una técnica funciona, lo cual tiene más
relación con lo que entendemos en la actualidad por tecnología, y que tiene que
ver con la aplicación de un conocimiento científico en aras de un resultado
optimizado y útil.
Según Germán carvajal (2011)6, el concepto de tecnología nace con los
griegos de dos formas; en un inicio, con Platón y circunscrito a la filosofía,
consistía en entender racionalmente la idea general de técnica, con el fin de
extraer las notas que condicionan los procesos denominados técnicos. En
segundo lugar, está la comprensión postplatónica, que tiene que ver más con
acometer en sí un campo técnico determinado, por ejemplo, la política, para
extraer los modelos y razones básicas de su funcionamiento, a partir de los
cuales establecer posteriormente ideaciones predictivas o de diseño, para la
generación bien sea de hechos o de objetos. Es en este sentido que tomamos la
tecnología en este artículo.
Para Aristóteles, entonces, la tecnología comprende el arte con el cual
podemos entender y actuar de acuerdo con las técnicas básicas conocidas. Por
5
Aristóteles, Política 1258a 17-18
6
Carvajal, G. (2011) Sobre el discurso tecnológico de la modernidad. Bogota: Universidad
Pedagógica nacional
esta razón, define la crematística como éticamente reprobable, pues ejerce un
arte o técnica con intenciones vinculadas a la satisfacción de la ambición
irrefrenable del hombre. Es pues un diseño tecnológico basado en la economía,
con fines enteramente artificiales y, en este caso, perjudicial. Aún así, Aristóteles
considera como muy probable y humano este comportamiento, ante lo cual es
indispensable su regulación por medio de las leyes o política del régimen de una
ciudad.
La modernidad
El proceso anteriormente descrito demuestra de manera clara como el
legado griego ejerce su influencia directa sobre los posteriores desarrollos
históricos de Occidente. La capacidad racional de la filosofía para sistematizar el
hecho práctico y espiritual dotándolo de un referente conceptual es el
fundamento de la filosofía, teología y ciencia Occidental.
En la modernidad posterior al siglo XV, la carga histórica acumulada y los
cambios producto del desarrollo de las capacidades humanas, hacen necesario
un cambio en el modelo racional teocéntrico de la Edad Media para disponerse
ahora hacia un modelo antropocéntrico en que la razón debe prevalecer antes
que la autoridad como poder explicativo de todo fenómeno natural y espiritual. El
legado griego, por lo tanto, deja de ser de primer orden para constituir ahora un
estado fundacional latente de la capacidad racional humana.
La razón elevada, así, a su máxima expresión, augura expresiones
filosóficas que examinan la sensación y el pensamiento como insumo principal
del conocimiento. Vemos así, tendencias como el empirismo, que deposita su
confianza en el análisis de sensaciones, y, por otro lado, el racionalismo que se
instala en un modelo de conocimiento en que la razón comparte esencia con el
mundo, por lo cual poseerá de manera natural algo así como los gérmenes
innatos con los cuales descifrar la realidad en su totalidad. Posteriormente, este
racionalismo se decanta en idealismo, donde la razón ya no solo refleja sino que
traduce o produce (en sus variantes más extremas) la realidad, a partir de las
categorías o intuiciones básicas del entendimiento.
La síntesis de estas tendencias es, en el ámbito práctico, la ciencia. Esta,
con su capacidad para realizar un doble tránsito, en el cual realiza una
abstracción explicativa a partir de la razón para volver a lo empírico a través del
experimento, genera un campo epistémico de consecuencias prodigiosas para el
hombre moderno. La ética y la política no serán ajenas a este nuevo paradigma
y consistirán ahora en contenidos que se deducen, como la ciencia,
directamente por la razón, en los cuales prima el criterio sistemático, matemático
y productivo, y con los cuales una acción personal o un régimen pueden aducir
superioridad en el discernimiento, ante modelos ético-políticos diferentes.
Occidente, por esta razón, toma la delantera en los procesos históricos y de
dominio sobre otras sociedades que no basan su idea de vida en el progreso y la
productividad.
Existe, así, una subordinación de las instancias ético-políticas a la ciencia
y racionalidad a ultranza. Dentro del criterio occidental para acometer las más
arrojadas y controversiales empresas alrededor del mundo estará ahora la
confianza plena en un modo de ser que instrumentaliza la acción sin tener en
cuenta las consecuencias, ya que la razón (técnica) provee de los argumentos
éticos suficientes para relativizar los daños, entendiéndolos como precios a
pagar por la mejora sustancial de un hombre ya no real, sino ideal.
Lo señalado por Aristóteles sigue vigente, pero ahora en relación de
afluente a una instancia mayor de conocimiento y desarrollo humano. La vida
buena y la felicidad se posponen en base a una idealizada suprema instancia de
gran conocimiento en la cual todos los problemas del hombre podrán ser
superados. El criterio positivo se traduce, por esta razón, en creer la realidad
como predeterminada y que puede ser desvelada por medio de la ciencia.
Siglo XX
El siglo XX representa para la humanidad el período de la modernidad de
mayor desarrollo científico, tecnológico y económico, hasta ahora. La
interrelación vista entre estos aspectos potencia la capacidad de cada uno de
ellos para generar cambios y perspectivas jamás imaginadas para el hombre de
siglos anteriores. El cambio abrupto en la capacidad transformadora del hombre
se traduce en la exacerbación de todas las facetas espirituales, racionales y
materiales que le constituyen. Visto a la luz de la perspectiva aristotélica se hace
evidente que estos procesos no pueden ser ya controlados por las diques
naturales, técnicos y sociales que se concebían como cortapisa a la irrefrenable
tendencia humana hacia la ambición y la búsqueda desmedida del placer. Esta
potenciada expresión de la debilidad del alma humana, sin embargo, sigue
cubierta, protegida u oculta por la ética y la política devenida luego de la
modernidad, que consideraba el progreso racional y científico como única
medida y necesario criterio con el cual entender el impacto mayúsculo propinado
en sociedades no adscritas al canon Occidental.
Es por lo expuesto anteriormente que la tesis de nuestro artículo se
decanta por la necesidad de una ética adaptada a las necesidades actuales del
hombre; que tenga la capacidad para entender que las fronteras han sido
rebasadas y que el hombre tiene el poder para afectar desmedidamente el
entorno natural y humano. Que entienda, a su vez, que se corre un riesgo
inmenso cuando, debido a lo acelerado de los cambios, no hemos podido tomar
conciencia de los peligros que se encubren tras el relativamente válido discurso
del temprano racionalismo moderno, más encaminado, como se dijo, a la visión
benéfica que subyacía en el valorado progreso científico, tecnológico y
económico.
Podemos ver entonces que en la actualidad existen peligros en ambos
lados de la escala social, pues, por un lado, más hombres sobre la tierra tienen
la capacidad, a partir de pequeños abusos cometidos contra la naturaleza, de
desencadenar situaciones de no retorno perjudiciales para la vida en general; y,
por otro lado, los liderazgos políticos muestran completa ineficiencia para asumir
la tarea de controlar el poder atomizado de la influencia humana y los problemas
de impacto más relacionados con la esfera de poder a la que pertenecen. Desde
este punto de vista, creemos que se alteran los sentidos y significados que
tenían muchos de los conceptos clásicos (conciente o inconcientemente) con el
fin de adaptar el milenario fundamento intelectual Occidental a las necesidades
surgidas de la ambición infinita y desproporcionada que se hace posible hoy en
día.
Así, aunque las intuiciones profundas de Aristóteles sobre el desarrollo
económico, tecnológico y político de los pueblos siguen ejerciendo su poder
como principios de evidente constatación —como la búsqueda del punto medio
en los modelos de organización ética y política—, se establecen, no obstante,
procesos basados en la razón que buscan desestimar y confundir con
desarrollos retóricos y manipulaciones la sencillez de esas determinaciones
iniciales, teniendo cuidado de no oponerse del todo a ellas, bien en un nivel
individual o en los discursos políticos e ideológicos de mayor calado.
El poder incontestable de los procesos económicos, políticos y
tecnológicos en el globalizado mundo de hoy promueve contradicciones tales
como la posibilidad de que altas instancias en la toma de decisiones se vean
controladas por personas, corporaciones o gobiernos que en muchas ocasiones
no tienen la idoneidad para ejercer como líderes de tan magnos conglomerados.
La razón de lo anterior es, precisamente, que se ha pervertido desde la base la
importancia de muchos de los procesos más elementales de la organización
social en las sociedades del mundo. Si tomamos, por ejemplo, la directriz
aristotélica sobre la necesidad de que sean las clases medias de una sociedad
las que deban prevalecer ante los extremos de la riqueza y la pobreza, con el fin
de evitar los paroxismos de ambición y mala praxis, como se señala en el
siguiente apartado de La Política: “Por eso es una suerte muy grande que los
ciudadanos tengan una fortuna media y suficiente, porque donde unos poseen
muchísimo y otros nada, o surge una democracia extrema o una oligarquía pura
o una tiranía debido al exceso de una o de otra 7”, debemos, entonces, ante esto,
entender que la inobjetable inequidad y crecimiento desaforado de los extremos
de la ecuación en el mundo actual no podrá de ninguna manera hacer posible
que sean los más capacitados de cada pueblo los que lleguen a dirigir a los
mismos, porque también, como lo señala Aristóteles sobre las democracias
equilibradas en sus distintas clases económicas:
“Las democracias son más firmes y más duraderas que las oligarquías gracias a
sus clases medias (pues estas son más numerosas y participan más de los
honores en las democracias que en las oligarquías), pero cuando, en ausencia
de estas clases, los pobres se extienden demasiado en número, surge el fracaso
y pronto desaparecen. Debe considerarse una prueba de esto el hecho de que
los mejores legisladores sean ciudadanos de clase media8”.

7
Aristóteles, Política 1295b 11
8
Aristóteles, Política 1296a 14-15
Del extracto anterior pueden señalarse ciertas notas importantes que
sistematizan lo que queremos enunciar, y en lo cual vemos las contradicciones
de pensamiento lenguaje y acción evidentes en la actualidad. En primer lugar,
como ya se dijo, es poco probable que los hombres con un criterio mejor
establecido sean los que lleguen al poder, pues carecen de fuerza ante la
soberbia establecida por las otras instancias. En segundo lugar, podemos ver
que aunque Aristóteles mencione la duración como proceso que defina la
supervivencia del régimen, en la actualidad procesos paralelos al político y con
poder superlativo (globalizado), como la economía y la tecnología, logran
auspiciar instrumentalmente el mantenimiento en el poder de clases y
gobernantes no aptas para ello, oxigenando un proceso que en tiempos de
menor tecnificación no sería posible. En tercer lugar, aunque estos gobiernos
intentan establecer fachadas en apariencia democráticas, lo que se da
realmente es un enmascaramiento del lenguaje que termina por establecer un
modelo político factible a la luz del discurso, pero perverso. En cuarto lugar, el
pueblo pierde su capacidad de influencia ya que se ve contrarrestado por la
facilidades que otorga la economía o la tecnología tanto en sus variantes
escapistas como coercitivas, esto cuando no llega a ser población
completamente desfavorecida.
De esta manera, si en etapas pretéritas era posible la reacción del pueblo
ante los actos de desequilibrio económicos o políticos de una sociedad, en la
actualidad es mucho más difícil que las personas puedan tener, al menos,
alguna influencia, incluso, sobre lo que sucede en su entorno más cercano, pues
las expresiones humanas, ya omnipresentes (economía y tecnología),
demuestran tener una consistencia y poder autónomo en que hasta los más
altos poderes no logran revertir del todo sus mastodónticos procesos. De
manera que aunque los líderes abyectos basen la duración de sus regresivos
modelos en el poderío de estas expresiones, ejerciendo presión en
determinados aspectos con el fin de favorecer sus egoístas intenciones, el costo
final siempre será para la población y en general para toda la humanidad, debido
a relaciones cada vez mas interconectadas y auspiciadas por el afán de lucro y
poder que se hace autónomo debido a lo globalizado del proceso .
Se da así, según nuestra opinión, y debido a lo enrevesado y vasto del
mecanismo global, una instancia de idealismo supremo real en que las
creaciones producto de la razón humana terminan por crear la realidad sin que
haya capacidad de maniobra posible para retrotraer sus efectos. Por lo cual, no
deja de ser previsible desde la teoría, un momento de colapso total en que ni
siquiera las capacidades en conjunto que intenten contrarrestar los efectos
contrarios puedan tener la capacidad para hacerlo.
Lo anterior está en la vía argumental de nuestra tesis según la cual la
reflexión ético-política establecida por Aristóteles, aunque con vigencia, no tiene
el alcance necesario para dar lectura a la realidad histórica actual de cuño
modernista. Pero en los términos más sencillos, esta distorsión se debe a una
reiterada violación del presupuesto básico de toda enunciación filosófica griega,
que basaba en la libertad individual y social el éxito de una constitución, ya que,
aún cuando la libertad se siga enarbolando de manera decidida por los poderes
mediáticos de la actualidad, la realidad parece consistir en una desatención a los
principios fundamentales, pues se depende ahora de una impersonal maquinaria
institucional que da visos de estar fuera de un control real y para la cual la
libertad está unida más a procesos cuantificables que a ideales de convivencia
humanos; en resumen, la técnica creada por el hombre ha tomado el lugar de su
creador, deshumanizando en el proceso su criterio de acción, lo cual se agrava
de la mano de líderes solo posibles en el caos, y que terminan por convertir todo
el modelo en un círculo vicioso de oscuro prospecto.
Economía y tecnología moderna
Amartya Sen (2003)9 en su libro, sobre Ética y economía expresa un
origen de la ciencia económica basado en la ética y la técnica. Básicamente,
señala que el modelo económico enfocado hacia la técnica deviene de una
manera de gobernar en que se superpone, a la tradicional labor política basada
en el valor ético del líder, la idea técnica como hecho basado en una
racionalidad de mayor precisión. Aunque debe reconocerse la necesidad y
aporte de la técnica en el modelo económico actual, el propósito estaría, como lo
señala Aristóteles, en encontrar el punto medio, Sen lo describe así:
Naturalmente ninguno de los enfoques se haya en estado puro, por lo que es
una cuestión de encontrar el equilibrio. En realidad muchos defensores del
enfoque ético, desde Aristóteles a Adan Smith, estaban así mismo
profundamente interesados en el enfoque técnico, dentro del foco direccional del
razonamiento ético. Es discutible que la importancia del enfoque ético se haya
debilitado sustancialmente a medida que la economía ha evolucionado. La
metodología de la llamada “economía positiva” no solamente ha huido del
análisis normativo, sino que también ha ignorado una diversidad de complejas
configuraciones éticas que afectan al comportamiento humano real y que, desde
el punto de vista de los economistas que estudian dicho comportamiento, son,
fundamentalmente, hechos más que juicios normativos. (2003. Pg 25)

Para Sen, como para Aristóteles, “el enfoque egoísta de la racionalidad,


supone entre otras cosas, un firme rechazo de la motivación “relacionada con la
ética”10. También señala Sen que “La mezcla del comportamiento egoísta con el
no egoísta es una de las principales características de la lealtad al grupo… 11” Sin
embargo, como lo venimos señalando, el carácter altamente tecnificado y macro
de la economía moderna no promueve relaciones inmediatamente percibibles
por los individuos en su relación con el grupo, este cada vez más volatilizado en
medio de múltiples variables y categorías. Por otro lado, la desigualdad reinante
no permite una estructura que permita un equilibrio en la sostenibilidad real y

9
Sen, A. (2003) Sobre ética y economía. Madrid: Alianza Editorial
10
Sen, A. (2003) Sobre ética y economía. Pg-33. Madrid: Alianza Editorial
11
Sen, A. (2003) Sobre ética y economía. Pg-38 Madrid: Alianza Editorial
que no esté manipulada, además, por grandes instancias multilaterales que
establecen procesos en orden a recetas de crecimiento estandarizadas.
El caso del Estado de Bienestar es ejemplo de ello, mientras avanza el
criterio técnico en el tratamiento de la economía, el ético tiende, en medio de las
características del proceso, a decaer. El bienestar personal en los modelos
altamente tecnificados del diseño económico establece que este debe estar en
directa proporción con la utilidad que de él se desprenda, lo cual no prevé que
sea intrínsecamente importante para un desarrollo social beneficioso la atención
adecuada a las necesidades de la población. Hay por lo tanto una valoración
que se supone ética sobre el bienestar, pero que finalmente está condicionada
por un utilitarismo económico que se traduce en cifras y que no mide realmente
la calidad de vida de las personas. Incluso la misma consideración por la
felicidad es altamente problemática en medio del enfoque utilitarista de la
economía, porque como lo señala Sen:
Una persona que ha tenido una vida desdichada, con muy pocas oportunidades
y con bastante poca esperanza se puede conformar más fácilmente con las
privaciones que otras personas que han crecido en situaciones más afortunadas.
Por lo tanto la métrica de la felicidad puede distorsionar el grado de privación de
una manera específica y sesgada12.

Consideramos muy importante este aparte debido a que estas son las
maneras por medio de las cuales los líderes abyectos y poco éticos establecen,
para con sus dirigidos, estados de “castigo y recompensa” con los cuales
mantienen sumida a la sociedad en la confusión en el lenguaje y la acción. Por
esta razón, no solamente debe verse la felicidad como estado transitorio e
instrumental, —instancia poco ética y perjudicial para el futuro de la humanidad
— que, sin embargo, demuestra ser altamente efectivo, sino como un estadio de
libertad real en que las personas desarrollen íntegramente su humanidad en
atención a su individualidad y a la connatural sociabilidad humana. Es, por lo
tanto, la versión perversa de esta relación una de las formas en que se
tergiversa y resignifica un valor considerado beneficioso por medio de instancias
de manipulación técnica difíciles de desenmascarar, muy regresivas en el fondo,
pero con apariencia de legalidad y de derecho.
La tecnología, por otra parte, ya vista su injerencia en el punto de vista
técnico de la economía, tiene vida propia y se entreteje con todo el hecho social
de la modernidad actual. Tal como lo señala Carl Mitcham (1989) 13 las teorías de
la tecnología no atienden, en favor de su apuesta y puesta en práctica, a los
hechos morales o éticos; el hecho fundamental no consiste, incluso, en que sean
verdaderas o no, sino en que funcionen de acuerdo a lo que se espera de ellas;
se considera ante todo su utilidad. La forma moderna de la tecnología aspira sin
reticencias a vencer el dominio de la naturaleza sobre el hombre. Lo explica
Mitcham así:

12
Sen, A. (2003) Sobre ética y economía. Pg-62. Madrid: Alianza Editorial
13
Mitcham, C. (1989) ¿Qué es la filosofía de la tecnología? Pg-101. País vasco: Anthropos
Dentro de tal estructura lógica las proposiciones no son propiamente verdaderas
o falsas, sino más o menos útiles o apropiadas para un contexto. Las
proposiciones que no son estrictamente verdaderas o falsas se enlazan
posteriormente en argumentos que no son estrictamente válidos o no validos.
Esto sugiere, obviamente, una lógica pragmática, y, realmente, las filosofías de
la ciencia pragmatistas han tendido a ver la ciencia como una actividad
esencialmente tecnológica. (1989 pg 106)

Lo cual demuestra que en el pragmatismo más acusado de la


modernidad, incluso la ciencia se considera, antes que conocimiento, una
posibilidad de implantar procesos, objetos, mediciones, etc., de manera útil en
la sociedad, es decir, que genere beneficios a quien invierta en su desarrollo
científico. Lo cual propende por modelos en los que no se comprende la ciencia
como un conocimiento público del cual pueda beneficiarse la humanidad, sino
que se entiende el conocimiento como un hecho privado al arbitrio de las
patentes y de la capacidad de pago de quien quiera hacerse a sus servicios.
La información, como elemento central de la tecnología moderna, y que
es considerada como el nuevo gran generador de beneficios, aprovecha el
fenómeno mediático de Internet para disponer de caudales de datos que
proveen a los gobiernos y las corporaciones de infinitas posibilidades de lectura
del hecho social, con el cual establecer modelos de control social y con los
cuales generar expectativas de consumo. La tecnología informática, es en la
actualidad, por esta razón, un campo de discusión profundo en lo
correspondiente a la libertad individual, la privacidad y la seguridad personal y
de Estado.
Otro aspecto interesante a considerar sobre los procesos tecnológicos de
la actualidad tiene que ver con lo que ya enunciábamos sobre los procesos en
extremo idealistas que se salen del control real de los hombres, Para Walther
Zimmerli (1986)14, por ejemplo, existe una “paradoja de la informática”, donde
más información produce menos control, y señala que por esta razón los
aparatos que escapan a nuestro control ni siquiera deberían ser creados.
Obviamente no adscribimos a esta idea porque consideramos que la tecnología
como discurso se inserta en un campo de acción mucho mas amplio, que
aunque tiene incidencia en la ética y política e incluso las subordina, depende
ante todo de la posibilidad de que el hombre llegue a una moderación en algún
sentido de sus apetitos, necesidades y mentalidad, ya que creemos que
difícilmente será posible dar reversa a la ruta del desarrollo tecnológico humano.
Comenzamos ya a avizorar las conclusiones de este artículo, que no
quiere renegar del todo de la racionalidad Occidental y sus manifestaciones
exponencialmente potenciadas, como en la economía y la tecnología, sino que
busca proponer por lo menos la reflexión sobre nuevas maneras para regular los
aspectos más peligrosos dentro de la diversidad del alma humana.

14
Zimmerli, W. (1986)Technik order: Wissen wir, was wir tun? (citado por Mitcham en: Mitcham,
C. (1989) ¿Qué es la filosofía de la tecnología? Pg-101. País vasco: Anthropos)
Consideraciones finales
La búsqueda filosófica que precedió a la realización de este artículo se
derivaba de las tensiones ya expuestas. Ahora, en consonancia con el
reconocimiento del legado aristotélico como fundamento de la racionalidad
Occidental y de la complejidad histórica que nace de esta directriz básica,
entendemos que una consigna sencilla pero suficiente a la que apegarse con la
intención de establecer un talante ético adecuado a los nuevos tiempos, sería la
de seguir contemplando la actividad de los hombres como un fenómeno integral
derivado de lo diverso del alma. Hoy más que nunca, entonces, impera una
necesidad por reconocer la importancia de cada uno de los aspectos en los
cuales el hombre deposita su confianza, desde lo correspondiente a la instancia
mística y religiosa, pasando por lo exclusivamente apetitivo, hasta los más
encumbrados desarrollos racionales y tecnológicos de la actual capacidad
científica o de pensamiento. Se pretende con esto no caer en instancias de
polarización que pretendan la eliminación del estadio mítico, poético, o de la
negación ante el poder de la razón como productora de verdad, o que intenten
deponer los apetitos, o que busquen la instauración de un régimen basado en
ideologías supremas de razón instrumentalizada, ya que cualquiera de estas
instancias atentan contra la búsqueda de lo medido, de la duda y del respeto
ante la complejidad de la naturaleza en que esta inmerso el Hombre.
Sin duda, tal como lo venimos señalando, tanto la compulsión por el
dominio o la ambición, o el oponerse a ello decididamente, —ambas cosas a
través de medios cada vez más poderosos—, energiza la voluntad humana de
manera insospechada. Por lo tanto, la principal labor de una mentalidad
conciente de la presión que se ejerce sobre la voluntad del hombre moderno,
antes que oponerse a lo que considera incorrecto al punto de llegar a sostener
posturas inalterables y dogmáticas que no admiten la diversidad humana para lo
bueno y para lo malo, tendrá que desarrollar una actitud de indiferencia activa
que evite la recriminación y establezca para sí un estado mental de pulcritud y
beneficio para sí mismo y su entorno. Que evite de esta manera estar
coaccionado por el peso de la historia y que entienda que solo así podrá no caer
en la trampa que señala la modernidad y que consiste en hacer que las
personas suspendan la libertad como hecho problemático del hombre y base de
la integridad humana, para fomentar un estado mental en el que es más
importante la radicalización (sin que importe en cuál sentido) que promueva la
resignificación en el lenguaje, y la acción. Actos aparentemente loables estarán
equivocadamente enmarcados en discursos sobre los que se establece la
misma radicalización de aquellos flagrantemente más enfáticos, directamente
malignos o perversos en sus modelos.
La prueba es muy ardua, y requiere de esfuerzos para resolver
situaciones enigmáticas, junto con gran entereza moral, ética y política, para
saber perder para ganar y ganar para perder. Esta sencilla conclusión sobre lo
que consideramos debe constituir en esencia un no hacer antes que un hacer,
es un manera de retornar a lo mucho que Occidente ha despreciado de otras
culturas y que tiene que ver con sus cosmovisiones y propuestas éticas y
morales.
En términos generales, nuestro anterior señalamiento de las condiciones
inequitativas del mundo de hoy y de los peligros que entrañan los desarrollos
indiscriminados de la economía y la tecnología para la supervivencia natural del
planeta, son una manera de describir la tendencia mayoritaria del panorama
actual, pero no representan una condena específica contra sus modelos o
desarrollos, ya que es inverosímil pretender, en medio de la complejidad actual,
que los procesos puedan ser controlados en su totalidad por instancias políticas
rectoras con poder absoluto. Sin duda aún hoy existen tendencias de este tipo,
pero en general sus mecanismos son ampliamente condenados, además que de
llegarse a producir de manera generalizada, el resultado no sería lo ambivalente
de la situación mayoritaria actual, sino una involución totalmente castrante de las
posibilidades humanas. Por lo tanto, el desafío para la humanidad consiste en
cómo lograr un equilibrio sostenible a partir de instancias regulatorias que
combinen adecuadamente lo represivo de la norma junto al discernimiento
personal sobre lo adecuado o no para el colectivo mundial.
Algunas propuestas sobre nuevos modelos éticos y políticos con los
cuales afrontar la realidad actual y que tienen en cuenta algunos de los
elementos señalados en este artículo, son, por ejemplo, el neoaristotelismo de
Martha Nussbaum y la ética de la responsabilidad de Hans Jonas.
Martha Nussbaum (1992)15 es conciente de que el liberalismo y la
modernidad pueden estar en contradicción con la teoría de la virtud aristotélica,
por esta razón entiende que el hombre moderno debe tener una capacidad para
funcionar que fomente un estructura individual, social y política acorde con lo
multidimensional de la globalizada realidad actual y con la cual se fomente la
equidad y la justicia social. Las capacidades fundamentales para formar una
humanidad preparada, saludable y conciente de su lugar en el mundo deben
estar precedidas por infundir en los ciudadanos compasión y respeto.
Compasión para entender el sufrimiento del otro como connatural y equivalente
al propio, de lo cual emerge en consecuencia el respeto por la pluralidad y la
diversidad.
Hans Jonas, es otro referente indispensable en cuanto al problema ético
en la modernidad. Para el filósofo alemán, toda ética premoderna era, en
esencia, antropocéntrica y por lo tanto no resueltamente subordinada o
influenciada por el carácter altamente técnico de la modernidad. Algunos aportes
de su libro El principio de responsabilidad (1995) lo señalan: “… ciertos
desarrollos de nuestro poder han modificado el carácter de la acción humana. Y
dado que la ética tiene que ver con las acciones, seguidamente habremos de

15
Nussbaum, M. C. (2001) El cultivo de la humanidad: Una defensa clásica en la educación
liberal. Barcelona: Andres Bello
afirmar que la modificada naturaleza de las acciones humanas exige un cambio
también en la ética”16.
El portentoso nivel de influencia del hombre moderno sobre la naturaleza
obliga a plantear la necesidad de la responsabilidad por su futuro. En este
sentido, toda ética actualizada a estas características tiene que plantear
imperativos nuevos, que aunque devenidos de la condición moderna y
racionalista del hombre, tengan sin embargo en cuenta este nuevo poder. Para
Jonas, un nuevo imperativo con respecto a esta preocupación tendría que estar
sentenciado en los siguientes términos: “Obra de tal modo que los efectos de tu
acción sean compatibles con la permanencia de una vida humana auténtica en
la tierra”17. El horizonte de esta nueva manera de fiscalizar la acción propia está
determinado ya no por la circunstancia enteramente personal de quien lo asume,
sino por el beneficio futuro de una humanidad hoy más que nunca dependiente
de nuestra acción sobre la tierra. Es pues una proyección humanista con el
condicionante fundamental de la conservación del entorno como primordial para
la vida humana, lo cual tiene, de la misma manera que el imperativo kantiano,
responsabilidades para con los demás seres humanos en la acción presente, ya
que soslayar el criterio de conservación para con los hombres solo podrá
repercutir en instancias de subnormalidad en lo intelectual, lo físico o ideológico
en el futuro.
Hemos visto así, algunas operaciones del entendimiento que señalan la
posibilidad de un tránsito adecuado en el hilo conductor racional de Occidente y
que permiten, de acuerdo a la intención básica de nuestro artículo, vislumbrar
nuevas expectativas para la conformación ético-política del mundo, a partir de
los retos que se avecinan. Evitando, gracias al reconocimiento de las
condiciones actuales de desarrollo humano, en sus fortalezas y debilidades, la
confusión e inestabilidad que nace de la presión a que se someten las
conciencias en medio de los desvaríos de la ambición y la crematística moderna.
Esta intención por revalidar, a la luz de nuestras condiciones de vida, el
fundamento por el punto medio y lo medido en la actividad humana, permitirá a
los espíritus con capacidad para atender los peligros en que nos vemos
inmersos debido a la capacidad de transformación, el elaborar un eficiente y
productivo modo de ser que se preocupe por establecer coherencia entre el
pensamiento milenario a que se debe Occidente, el lenguaje con el cual
interactuamos con el mundo y, al final, en la acción que pueda ser la realmente
adecuada para la vida humana y la naturaleza entera hoy y en el futuro.

16
Jonas, H. (1995) El principio de responsabilidad (pg-23). Barcelona: Herder
17
Jonas, H. (1995) El principio de responsabilidad. Barcelona: Herder
REFERENCIAS
Aristóteles. Política. (1988). Trad. García Valadéz, Manuela. Madrid, Gredos.
disponible en https://docs.google.com/a/unad.edu.co/file/d/0B4WPmlZ
mh-wZczFaX3FFZXhIR1E/edit
Aristóteles. Ética a Nicómaco. (1988). Trad. García Valadéz, Manuela. Madrid,
Gredos. disponible en  http://cmap.upb.edu.co/rid=1GM19T7P3-
RBQWCL-V3T/Aristoteles%20-%20Etica%20a%20Nicomaco.pdf
Carvajal, G. (2011) Sobre el discurso tecnológico de la modernidad. Bogota:
Universidad Pedagógica nacional
Sen, A. (2003) Sobre ética y economía. Madrid: Alianza Editorial
Mitcham, C. (1989) ¿Qué es la filosofía de la tecnología? Pg-101. País vasco:
Anthropos

Zimmerli, W. (1986)Technik order: Wissen wir, was wir tun? (citado por Mitcham
en: Mitcham, C. (1989) ¿Qué es la filosofía de la tecnología? Pg-101.
País vasco: Anthropos)

Nussbaum, M. C. (2001) El cultivo de la humanidad: Una defensa clásica en la


educación liberal. Barcelona: Andrés Bello
Jonas, H. (1995) El principio de responsabilidad. Barcelona: Herder

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