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Un historiador estudia las fuentes indirectas, es decir, los textos escritos o los
testimonios iconográficos que cuentan la historia, no directamente, sino a través
de palabras y la visión de un intermediario interpuesto entre nosotros y la
realidad histórica. El arqueólogo, en cambio, para estudiar las sociedades del
pasado, utiliza las fuentes directas: objetos manufacturados y restos producidos
en la relación entre hombre y naturaleza. Estos documentos nos cuentan la
realidad directamente en cuanto ellos mismos son restos tangibles de historia. No
solamente nos referimos a monumentos, estatuas, obras de arte, tesorillos de
monedas y edificios, sino también y especialmente de objetos de uso común; a
este respecto, son muy importantes los más humildes objetos, un fragmento de
sílex o de cerámica, los signos de elaboración dejados sobre el terreno, las basuras
antiguas, los restos orgánicos y ambientales: en definitiva, la totalidad de los
restos dejados por una cultura antigua (a los elementos que hemos citado
podemos añadir incluso los restos de heces humanas, que nos pueden dar una
gran información sobre los hábitos alimenticios, los alimentos disponibles e
incluso las patologías que sufrían las personas que los ingerían ).
El arqueólogo, por lo tanto, estudia los restos materiales que las antiguas
civilizaciones han dejado, pero las trazas materiales, a diferencia de las fuentes
escritas, no dicen nada por sí mismas, por lo tanto, corresponde al arqueólogo,
dar un sentido a éstas.
Karnak 2015
Una vez determinados los tipos, éstos son sistematizados dentro de secuencias
cronológicas relativas (el tipo A, ha sido producido antes del tipo B; el tipo C es
una evolución del tipo B) a los cuales, si es posible, se intenta relacionar con
elementos de cronología absoluta (por ejemplo; el tipo A ha sido producido desde
el Siglo I al II, d.C, ya que se encuentra constantemente en el interior de tumbas
realizadas en este periodo). La organización de los tipos en secuencias
cronológicas, se basa en dos conceptos fundamentales: el primero presupone que
los objetos producidos en un determinado periodo y en un determinado lugar
tengan un estilo y un aspecto característicos que los relaciona, el segundo, que
los cambios de tipo estilístico sean graduales y sigan una línea evolutiva.