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¿Deberían los católicos tradicionales “saltarse”

los debates litúrgicos?


Peter Kwasniewski

https://onepeterfive.com/traditional-catholics-liturgy-debates/

Nota del Editor: Compartimos el siguiente intercambio [epistolar] para mostrar la cada vez
más grande brecha entre los dos campos litúrgicos en la Iglesia Católica, qué exactamente
implica esta brecha, y qué puede hacerse para resolverla. Nuestro objetivo es iluminar las
verdades de la Fe Católica, aun si esas verdades son incómodas.

Querido Dr. Kwasniewski,

Durante años he disfrutado de sus artículos y de su libro Noble Beauty, Transcendent Holiness.
Lo que me llevó a escribirle fue su artículo “Twelve Reasons Not to Prefer the Novus Ordo”.1

Yo asisto a Misa tanto en el Antiguo Rito como en el Novus Ordo, y me molestó casi todo del
enfoque competitivo que usted tomó acerca de los dos ritos de la Misa. Incluso fue usted tan
lejos como para implicar que el Novus Ordo no debería ser preferido por nadie. No creo que
esto sea una cuestión de opciones excluyentes, y, según su motu proprio sobre la restauración
del usus antiquior, tampoco lo creía el Papa Benedicto XVI. Me preocupa que usted esté
alimentando un paradigma que pone a los católicos ortodoxos que asisten al Novus Ordo en
competencia con sus compañeros católicos ortodoxos que asisten a la Misa en latín.2 Con
demasiada frecuencia me he encontrado con engreídos en cualquiera de los dos lados, que ven
a sus hermanos que piensan diferente como “el equipo B.” ¿No deberíamos los católicos
ortodoxos saltarnos estas disputas, especialmente en el clima eclesial actual?

Yo soy bendecido por vivir cerca de una parroquia muy ortodoxa que celebra la Misa en ambos
ritos. Ambas liturgias son hermosas. Porque ambas son dichas apropiadamente y de acuerdo
con las rúbricas, ambas son edificantes vehículos de la gracia de Dios. Ninguna liturgia dicha
malamente o en disconformidad con las rúbricas es algo bueno. Confíe en mí, he visto, durante
los años, TLMs hechas descuidadamente. ¿No sería mucho más productivo alentar la adhesión
reverente a ambas liturgias en su mejor forma, y alentar lo que el Papa Benedicto trató de hacer
con la “reforma de la reforma”?

Mi temor es que su artículo pueda alentar un abandono de la Forma Ordinaria en manos de


ideólogos que, de hecho, aman y siguen usándola como vehículo para el cambio radical de la
liturgia y la doctrina de la Iglesia (como estamos viendo con el documento de trabajo del Sínodo
de la Amazonía). En otras palabras, el centro debe conservarse.3 Artículos como el suyo corren
el peligro de empujar a los católicos de TLM a un callejón sin salida que los aísle y prive a la
más amplia Iglesia de sus importantes contribuciones.

Sinceramente, N.

1 [Que hemos traducido, Doce Razones para NO Preferir el Novus Ordo, NdT]
2 [Siempre usan la sigla TLM, esto es, “Tridentine Latin Mass”, “Misa Tridentina Latina” o “en latín”, la cual
conservaré en el resto de la traducción, NdT]
3 [Frase inglesa tomada de la jerga militar, referida a la posición política “centro”, en peligro de dividirse en dos

facciones ante la radicalización de los “extremos”, NdT]


Querido N.,

Gracias por su sentida carta. Entiendo la postura de donde usted parte. Yo solía compartir sus
perspectivas.

Sin embargo, ya no creo que sea correcto defender una ruptura litúrgica tan vasta en escala.
Se pueden añadir copiosas “campanas y perfumes” a la liturgia reformada, pero esta siempre
permanecerá como un producto fabricado por un comité, que está en contradicción, en
demasiados aspectos, con nuestra profundamente teológica y saturada de oración herencia,
desarrollada lentamente a través de las edades.

No creo que el Novus Ordo sea carente de valor. Nada que porte algún contenido cristiano
sólido, mucho menos las gracias sacramentales que Cristo prometió dar a Su Iglesia hasta que
Él regrese en gloria, puede ser carente de valor. Pero es no obstante un profundo mal en la
Iglesia Occidental, el hecho de que hayamos dado la espalda a siglos de desarrollo orgánico, e
incluso rechazado algunos de los rasgos más antiguos de nuestro culto corporativo 4 –por
ejemplo, el uso normativo del Canon Romano, el antiguo leccionario, las Témporas y Días de
Rogativas, el Tiempo de Septuagésima, las oraciones sobre el ayuno y el rechazo de los bienes
terrenos, las oraciones del Viernes Santo, la Vigilia de Pentecostés centrada en el Bautismo y
la Octava de Pentecostés, las Órdenes Menores – la lista podría seguir prácticamente por
siempre. En verdad, estamos hablando de una liturgia diferente in concreto, con algunos puntos
generales de coincidencia in abstracto.

Lo que me perturba de las listas (al estilo) “cosas que a mí me gustan de la Misa Novus Ordo”
es la posición central ocupada por a mí me gustan –la tácita premisa de que nuestras
preferencias personales en liturgia son normativas, en lugar de lo que es más agradable a Dios,
de acuerdo con lo que Él inspiró a generaciones temerosas de Dios para glorificarlo en la tierra.
Muchos católicos devotos de Novus Ordo hacen observaciones críticas de la TLM: “No puedo
seguir el latín,” “creo que es demasiado ornamentada,” o “encuentro a la congregación muy
estoica.” En el corazón de todos estos dichos está el “Yo”; es acerca de su propio confort. En
mi opinión, esto resume el espíritu del Vaticano II, en el cual el culto del hombre es exaltado por
sobre el culto de Dios. Es un gran problema, empezar con la idea de que la liturgia es sobre mí
y mi pequeño mundo. Esa es la descripción perfecta de una perspectiva “millennial”, una potente
destilación del egocentrismo de la caída naturaleza humana. Las antiguas generaciones sabían
cómo mortificar el ego, subordinarlo a una herencia, un bien común, una tradición que se
considera que tiene prioridad, abriéndose al amplio y profundo mundo creado por Dios y
redimido por Cristo.

Note que el autor que yo estaba criticando no tenía nada que decir acerca de si el Novus Ordo
es más espiritual o expresa mayor homenaje a Dios. Todo era sobre lo que es mejor para los
humanos (al menos de acuerdo al juicio de algunos) – omitiendo el aspecto de que la Misa es
primera y primariamente el culto de Dios, de donde nosotros deberíamos decrecer para que Él
crezca, siguiendo la excelente política de San Juan Bautista, quien entrega su corazón y pierde
su cabeza. Paradójicamente, lo que es mejor para los humanos es que estemos totalmente
orientados a Dios, que honremos, reverenciemos, y adoremos a Dios con ritos tremendos, con
signos místicos, recibidos de nuestros ancestros. La extrañeza y diferenciación de la antigua
liturgia, su contenido premoderno y prerrevolucionario, resultan ser mejores para nosotros que
algo que fue diseñados específicamente para nosotros.

La realidad es que muchos católicos simplemente no quieren saber lo que está mal con el Novus
Ordo. La evidencia abunda, pero ellos cierran sus ojos y sus oídos. ¿Quién puede culparlos?
Todos tenemos aversión a escuchar malas noticias que cambiarán decisivamente nuestras
vidas, requiriéndonos una segunda conversión, desde el relativamente superficial catolicismo
del oficialismo posconciliar, al más rico, complejo y arduo catolicismo crecido lentamente
durante veinte siglos. En mi propia vida, me tomó un largo tiempo darme cuenta con toda

4 [De “cuerpo”, por la Iglesia Cuerpo Místico de Cristo, NdT]


claridad de la ruptura y encarar la esquizofrenia doctrinal, moral y espiritual en la cual ha
empujado a la Iglesia. Una de las “severas misericordias” de Dios durante el pontificado de
Francisco, ha sido la caída de las elegantes máscaras que ocultaban esta esquizofrenia,
exponiéndola a la vista de todos. El proyecto de hacer encajar la pieza cuadrada del catolicismo
tradicional en el agujero redondo del experimento conciliar, que ha sido intentado con enorme
gasto, ha fallado y sigue fallando.

¿Dónde nos deja esto? En que hay una situación de opciones excluyentes entre los dos ritos,
porque sus libros encarnan dos diferentes eucologías que reflejan dos diferentes teologías de
la liturgia, la historia, el ritual, y la Iglesia. Cuanto más se estudian los principios, métodos, y
resultados de los reformadores litúrgicos, más se puede ver el abismo que se ensancha entre
las dos “formas.” Puede que el abismo llame al abismo, pero, como en la parábola del Rico y
Lázaro, no hay manera de cruzar entre ellos. Se puede pensar por un tiempo que es posible,
pero la experiencia y el estudio prueban lo contrario. Es un despertar amargo –“pues donde hay
mucho saber hay mucha molestia; quien aumenta la ciencia, aumenta el dolor” (Ecl 1,18)– pero
es liberador de tortuosas contradicciones internas y externas, y en ese sentido conduce a una
paz que el mundo, incluyendo el mundo dentro de la Iglesia, no puede dar.

Esto no significa que todos deban abandonar inmediatamente el Novus Ordo, lo cual puede no
ser prudente o caritativo o incluso posible, en una situación determinada. Pero sí significa que
llega el día del ajuste de cuentas. No se puede evadir la cuestión más profunda para siempre.
La “solución oratoriana” es admirable pero temporal. El centro no se puede conservar. O, mejor
dicho, está siendo conservado por fuerza bruta de voluntad, y no por la real identidad de las
cosas en cuestión.

Cordialmente en Cristo, Dr. Kwasniewski

Querido Dr. Kwasniewski,

Entiendo su posición, es algo que yo comparto a veces, especialmente cuando viajo fuera de lo
que admito es mi burbuja litúrgica del Novus Ordo dicho en estricta conformidad con las rúbricas
y en el espíritu de la Tradición. Sé que soy bendecido por vivir cerca de una gran ciudad que
ofrece casi cada enfoque litúrgico posible dentro de una distancia fácil de recorrer en vehículo.

Estoy seguro de que podríamos ir y venir acerca de los errores/omisiones deliberadas de las
reformas del Novus Ordo. Sin embargo, todavía nos queda la realidad práctica de que esta es
la Misa a la que asiste el 99,9% de los católicos de rito romano, y la única a la que tienen acceso.
Salvo alguna intervención milagrosa (¡hay precedentes!), parece que el Novus Ordo está aquí
para quedarse. ¿Cómo, entonces, impulsamos su aplicación a algo más acorde con las
tradiciones litúrgicas católicas? Lo he visto realizado, y estoy seguro que usted también: estaba
lentamente comenzando a suceder con el “arreglo Benedictino,” en el altar, la nueva traducción
inglesa del Misal, etc. Desafortunadamente, esto fue en gran medida paralizado por su renuncia.

No son las pequeñas comunidades de TLM las que me preocupan; ellas encontrarán la forma
de seguir. Es el resto de mis compañeros católicos. Siendo alguien que asiste a ambos ritos,
he disfrutado de la simplicidad del Novus Ordo; cuando es dicho apropiadamente, puede ser
una valiosa ofrenda a Dios. Sí, hay un dejo de preferencia en esta afirmación, pero eso, también,
se encuentra en muchos de los asistentes a TLM. Usted y yo sabemos que los asistentes a
TLM pueden ser quisquillosos cuando se trata de ornamentos, arreglos musicales, etc. Pienso
que para ambos TLM y Novus Ordo, es el espíritu de humildad y culto lo que importa, y aunque
le concedo que este espíritu está metido en los huesos de la TLM más que en el Novus Ordo,
no hay razón para que no pueda estar en este último. Esto habla de una enfermedad espiritual
más amplia en la Iglesia: todos los reformadores, como usted sabe, fueron criados y
familiarizados con el antiguo rito. Me temo que la enfermedad debe estar en un nivel más
profundo que la liturgia.
Como profesor de religión, trabajo diariamente con laicos ordinarios. He visto la completa
reeducación que la reforma litúrgica causó a mis compañeros católicos. Cuando menciono a
mis colegas que asisto a Misa en latín o que prefiero la Misa reformada dicha ad orientem,
obtengo miradas de completo desconcierto o comentarios como “¿por qué iría usted a una Misa
donde el sacerdote le da la espalda?” (Hace un par de semanas hice volar la cabeza de mis
estudiantes cuando les dije que durante la Misa es sacerdote no está hablando sobre todo con
ellos; que está hablando con Dios. Fue como si se hubiese encendido una luz cuando lo oyeron.)
¡Qué extraño que a los católicos se les haya enseñado, implícita y explícitamente, a desdeñar
la forma en que sus ancestros adoraban durante siglos! Usted tiene razón sobre la ruptura.

De todos modos, la probabilidad de un Papa en el futuro cercano abrogando repentinamente el


Novus Ordo y restaurando la TLM es prácticamente cero; y si lo hiciera, pienso que sería un
shock al sistema tan grande que produciría un cisma. Estoy realmente perdido sobre lo que
podemos hacer. En mis días más oscuros, pienso que el Rito Romano y todo el modo de ser
católico que lo acompañaba están muertos y nunca volverán. Existirán en pequeños y vigorosos
reductos de fieles, y eso es todo. Algunos días pienso que sólo deberíamos hacernos
bizantinos. 5 Me preocupa que mientras mis compañeros católicos de recta doctrina salen
corriendo durante este pontificado hacia la TLM, los ritos orientales, o el Ordinariato Anglicano,
la vasta mayoría de los católicos comunes será abandonada a los lobos.

Pax, N.

Querido N.,

Todo lo que dices me llega. Tengo las mismas preocupaciones sobre la vasta mayoría de los
católicos romanos practicantes que no hacen uso de los ritos litúrgicos tradicionales.

A decir verdad, la Iglesia posconciliar en el mundo occidental se está desmoronando ante


nuestros ojos.6 Muchos católicos usan la contracepción, y un siempre creciente número acepta
toda la plataforma del libertinaje sexual post 1968. Como hemos visto, muchos clérigos de alto
rango son ya sea homosexuales o heterodoxos o ambas cosas, y el resto rara vez muestra
valor o incluso signos perceptibles de conciencia. Las iglesias serán cerradas cada vez más
(aunque algunas serán construidas en los suburbios, con la Misa en español en la agenda). Los
abogados llevarán a la bancarrota a muchas diócesis. 7 La agenda modernista del Papa
Francisco separará la Iglesia entre quienes son aparentemente católicos y quienes lo son
realmente, y estos últimos serán una minoría. Como dijo San Atanasio en una situación análoga:
“Ellos tienen las iglesias, pero nosotros la fe.” Creo que está usted en lo cierto al decir que el
catolicismo romano – la manera de ser católica fundada sobre las distintivas teología, leyes
canónicas, liturgia, y formas de arte de la Iglesia Latina – ha perecido en cualquier forma que
fuera reconocible como continuando con su propia historia, sobreviviendo sólo en pequeños
reductos de gente aferrándose por la punta de sus dedos. Nunca fue más verdadera la palabra
profética: “He aquí que los ojos del Señor Yahvé se dirigen hacia el reino pecador. Lo voy a
destruir de sobre la faz de la tierra; pero no destruiré del todo la casa de Jacob, dice Yahvé”
(Amós 9,8).

¿Qué sucedió antes, durante, y después del Vaticano II? ¿Cómo pudo colapsar todo tan
rápidamente?

5 [Es decir, católicos de Rito Bizantino, NdT]


6 [A continuación, el autor hará un breve status quo del catolicismo en EEUU, NdT]
7 [En los juicios por los casos de abusos, NdT]
Pienso que hay varias respuestas. La primera es que la tradición parece haber sido tenida por
supuesto. Siempre había estado allí; siempre estaría allí. Y entonces la gente se volvió perezosa
con ella. Trato sobre este sutil pero importante aspecto psicológico aquí.8 Cuando la tradición
se vuelve una mera costumbre, puede perder rápidamente su posición al ser desafiada.

Segundo, hubo una aplicación demasiado celosa de buenos principios. Un sacerdote que en
los ’50 era un joven religioso me relató una vez, que todo en su casa de formación era hecho
en latín –no sólo las liturgias o las clases de teología, sino también la recreación, el trabajo de
cocina, la lista de tareas, cortes de pelo, todo lo que se le ocurra. Aunque se puede admirar el
deseo de obtener fluencia en latín, algo así fue probablemente extremo, y un extremo tiene el
explosivo potencial de provocar el opuesto.

Tercero, no deberíamos subestimar la devastación espiritual causada por las dos Guerras
Mundiales, que llevaron a una mentalidad combinada de optimismo (¡podemos construir una
mejor Europa, un mejor mundo, a través de la participación democrática de todos!) y profundo
pesimismo (¡la herencia de la Cristiandad está muerta y enterrada para siempre!; debemos
modernizarnos tan rápido como sea posible, ¡o pereceremos!). Ambas mentalidades se
introdujeron fuertemente en la reforma litúrgica. Entonces, la revolución de 1968 voló en
pedazos lo que quedaba de una visión católica coherente, y nacieron tres movimientos: el
“progresismo” radical que esencialmente coincide con los ideólogos del ’68; los “tradicionalistas”
radicales que vieron en 1968 una revelación de la agresión demoníaca o lujuria de destrucción
latente en la modernidad, y trataron de repudiarla; y como sea que uno quiera llamar a la gente
que pensó que podía tomar una línea media (¿conservadores? ¿moderados?), de la cual
Joseph Ratzinger se convirtió, en algún sentido, en jefe y portavoz. Pero estoy convencido de
que ninguna vía media es sostenible a largo plazo. Las palabras de Nuestro Señor vienen a mi
mente: “Nadie puede servir a dos señores; porque odiará al uno y amará al otro; o se adherirá
al uno y despreciará al otro” (Mt 6,24).

Finalmente, no olvidemos que mucho bien puede ser destruido en un corto período, si el poder
y la motivación no faltan, y si el Señor lo permite en Su inescrutable Voluntad. Enrique VIII
destruyó un floreciente ecosistema de monasterios y conventos, extinguiendo la llama de un
rico catolicismo que había florecido en Inglaterra por muchos siglos. La Revuelta Protestante se
llevó consigo naciones enteras, apartándolas de la Fe, en cuestión de décadas. Los comunistas
en la Unión Soviética destruyeron decenas de miles de iglesias y monasterios, mientras que los
comunistas en China destruyeron la cultura imperial confucionista de milenios de antigüedad.
Se pueden citar otros ejemplos similares. Hemos visto cuán rápidamente pereció bajo las llamas
el techo de Notre Dame. Hizo falta un siglo para construir las grandes catedrales góticas, pero
un bien planeado ataque terrorista podría reducirlas a escombros en momentos. Por tanto, no
deberíamos sorprendernos demasiado –especialmente si Satanás y sus ángeles están
involucrados incansablemente, como desde luego que lo están– de que algo tan visiblemente
floreciente como el catolicismo de los ’50 pueda caer en pedazos de la noche a la mañana. Lo
que sucedió en los ’60 y ’70 fue una especie de histeria colectiva, una peste bubónica espiritual.

Me tomo muy en serio la frecuentemente citada frase: “Dios no nos llama a ser exitosos; nos
llama a ser fieles.” Trabajaremos por nuestra salvación, y por ayudar a otros a trabajar en la
suya, siendo fieles al catolicismo en la forma más plena en la cual puede ser recibido, creído, y
vivido, sin aguarlo, sin compromisos, y sin inútiles modernizaciones. Debemos confiar en
Nuestro Señor para que nos salve cuando Él quiera y como sólo Él puede hacer. “Y haré que
regresen los cautivos de Israel, mi pueblo; edificarán las ciudades devastadas, y las habitarán,
plantarán viñas y beberán su vino; harán huertos y comerán su fruto” (Amós 9,14)9.

Tuus in Domino, Dr. Kwasniewski

8 [El autor pone un link a otro artículo suyo, que traducimos, La Ley de la Entropía Litúrgica, y luego refiere a una
parte de su libro Noble Beauty, citado por su interlocutor en la primera carta, NdT]
9 [Las citas bíblicas ha sido tomadas de la Santa Biblia traducida por Mons. Juan Straubinger, NdT]

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