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“La oración y la voz de Dios"

Por Guillermo Maldonado

Ningún ser humano puede estar satisfecho hasta que no


logre tener una comunión íntima con Dios.

Uno de los grandes problemas que he visto en el cuerpo


de Cristo, es la falta de oración del pueblo de Dios. Las
reuniones más pequeñas en las iglesias son las de
oración. Una de las preguntas que nos hacemos al
respecto es: ¿por qué las personas no oran? Creo que
esto sucede por dos razones principales:

1. Las personas no conocen el propósito de la oración.

¿Qué es el propósito? El propósito es la intención


original por lo cual fue creado algo.

La primera razón por la que muchos creyentes no oran


es que no saben el propósito por el cual Dios creó la
oración. Cuando no se conoce el propósito de algo, se
mal usa o no se tiene visión ni dirección.

2. Las personas no oran porque no tienen resultados


positivos.

Al no conocer el propósito, automáticamente se pierde


el sentido de la oración, y por tal razón, no tenemos
buenos resultados, porque oramos mal.

Pero surgen más preguntas: ¿por qué debemos orar? Si


Dios es poderoso y hace lo que Él quiere, ¿cuál es el
propósito de la oración? ¿Por qué orar si Dios es
soberano y hace lo que Él quiere? ¿Por qué orar si Dios
no puede ser afectado por lo que hagamos? ¿Por qué
orar si Dios lo sabe todo? ¿Por qué orar si Dios lo
controla y lo predetermina todo? ¿Por qué orar si el
enemigo ya fue vencido? ¿Por qué orar por los
perdidos si es la voluntad de Dios que todos seamos
salvos?

Dios es un Dios de propósitos. Todo lo que Él creó en la


Tierra, incluyendo al hombre, fue creado para cumplir
su propósito. Dios creó al hombre con tres propósitos
principales:

1. El hombre fue creado para reflejar la naturaleza de


Dios y tener comunión con Él.
“26Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra
imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los
peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en
toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la
tierra.” Génesis 1.26

Esto significa que fuimos creados para tener su


naturaleza y su carácter moral. La manera de
desarrollar esta imagen y este carácter de Dios, es por
medio de nuestra íntima comunión con Él. Ningún ser
humano puede estar satisfecho hasta que no logre tener
una comunión íntima con Dios. Esto fue el propósito por
el cual Dios nos creó, para que reflejemos su carácter,
su amor, su bondad, su misericordia, su santidad, su paz,
su autoridad y su poder.

2. Dios creó a la humanidad para llevar a cabo sus


planes, sus propósitos y su voluntad en la Tierra.

Cuando Dios creó al hombre a su imagen, le dio


también un libre albedrío, es decir, una voluntad con la
habilidad de escoger y tomar decisiones y, por
consiguiente, de tomar acción y cumplir con la voluntad
de Dios en la Tierra.Dios creó al hombre con la libertad
para funcionar en la Tierra y le dio derecho legal y
autoridad para operar en ella. Dios estableció su
voluntad aquí en la Tierra con la cooperación de la
voluntad del hombre. Este propósito nunca cambió ni
siquiera con la caída del hombre.

3. Dios hizo al hombre para señorear la Tierra.

Cuando en Génesis 1.26, Dios dice: “Y señoree”, le está


dando la autoridad al hombre para que viva en la
Tierra y la gobierne. También, le está dando el derecho
legal para que tome dominio y autoridad.

Medios y métodos por los cuales Dios habla

Dios desea hablar hoy a cada uno de nosotros, y lo hace


por medio de nuestro espíritu renovado. Las razones
fundamentales por las cuales Él quiere hablarnos, son:
que es su naturaleza y que anhela comunicarnos sus
planes y sus propósitos.

Estudiaremos tres medios por los cuales Dios se revela y


se comunica con su pueblo. Éstos son:
El oír. Cuando hablamos de oír, no es un oír físico, sino
espiritual. Nuestro espíritu tiene un oído espiritual, al
igual que nuestro cuerpo tiene un oído físico, y es un
medio por el cual el Señor nos habla.

“13 Cuando Elías lo oyó, se cubrió el rostro con el


manto, salió y se puso a la puerta de la cueva. Entonces,
le llegó una voz que le decía: ¿Qué haces aquí, Elías?”. 1
Reyes 19.13

El ver. Hablamos de ver en el espíritu, porque el Señor


nos deja ver el mundo espiritual, y cuando esto sucede,
podemos ver imágenes mentales, visiones y sueños.

“47Cuando Jesús vio a Natanael que se le acercaba, dijo


de él: ¡Aquí está un verdadero israelita en quien no hay
engaño! 48Le dijo Natanael: ¿De dónde me conoces?
Jesús le respondió: Antes que Felipe te llamara, cuando
estabas debajo de la higuera, te vi”. Juan 1.47, 48

El sentir. El sentir es una percepción interior, una


intuición del Espíritu Santo dentro de nosotros; es un
saber interior que no tiene nada que ver con un sentir
físico o carnal, sino que es un testimonio interior, un
sentir en nuestro espíritu.

“23...salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades


me da testimonio de que me esperan prisiones y
tribulaciones. 24Pero de ninguna cosa hago caso ni
estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que
acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí
del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la
gracia de Dios”. Hechos 20.23, 24

Cada creyente debe familiarizarse con la forma o el


medio como Dios le habla. En mi caso, la mayor parte
de las veces, el Señor me habla por medio del sentir y
el ver, pero Dios le habla a cada creyente de forma
diferente.

¿Cómo podemos estar seguros que estamos oyendo la


voz de Dios?

Usted no puede identificar un billete de cien dólares


falso si antes no se ha familiarizado con un billete
genuino. El billete falso es detectado cuando se conoce
bien el genuino. De la misma manera, cuando un
creyente conoce la voz de Dios, fácilmente puede
identificar la voz del enemigo, porque está
genuinamente familiarizado con la voz de Dios.

“3A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a


sus ovejas llama por nombre y las saca. 4Y cuando ha
sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las
ovejas lo siguen porque conocen su voz. 5Pero al
extraño no seguirán, sino que huirán de él, porque no
conocen la voz de los extraños. 6Esta alegoría les dijo
Jesús, pero ellos no entendieron qué era lo que les
quería decir”. Juan 10.3 5

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