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Dios no tiene favoritos sino íntimos

Muchas veces hemos escuchado que “Dios tiene favoritos”, y estos “favoritos” normalmente
son identificados como aquellos que sobre un púlpito hacen milagros y dirigen campañas de
evangelismo, un grupo de “súper ungidos”. ¡Nada más falso que esa afirmación! Dios no tiene
hijos favoritos, ni hace acepción de personas (Hechos 10: 34). Entonces, así como puedo hablar
con mi papá terrenal y acceder a su consejo, los hijos de Dios podemos acceder a la presencia
de Él; así mismo, el poder del Padre no está centralizado en unos pocos, por el contrario, se ha
repartido por toda la iglesia (1ra Cor 12: 4-12).

En el antiguo testamento, el sacerdote intercedía entre Dios y el pueblo de Israel, era quien
tenía acceso a la intimidad con Dios. Hoy en día, Dios nos ha hecho Sacerdotes (Apo 1: 6), y
como tales tenemos acceso a la presencia de Dios y podemos interceder por otros a través de
nuestra oración. Si es verdad que necesitamos los ministerios para ser pastoreados, enseñados
y discipulados, pero no debemos depender de ellos para acercarnos a Dios. Por lo tanto es
responsabilidad de cada cristiano buscar la intimidad con el Padre.

Recientemente estuve leyendo Éxodo, y cuando narra que Moisés hablaba con Dios, cara a
cara, cómo si de un amigo se tratara (Exo 33: 11), entendí que de eso se trata el ser íntimo con
Dios; Moisés conocía el carácter de Dios, sabía que le gustaba (y que no), podía hablar con Él
de manera personal y tener conversaciones dónde desvelaba su corazón, y Dios correspondía a
esta amistad al punto que le permitió a Moisés ver Su espalda (Exo 33: 23). También me
entendí que, así como en una amistad, entre más tiempo paso tiempo con Dios, más me
parezco a Él, así como el rostro de Moisés brillaba, nuestras vidas pueden reflejar la luz del
Espíritu Santo (Mat 5: 14-16). Espero que usted, como yo, se sienta emocionado al pensar que
también podemos tener ese nivel de intimidad con nuestro Padre (Sant 4: 8).

¿Cómo puedo tener esa intimidad con Dios?

A Jesús lo seguían (y lo siguen) diferentes grupos de personas:

1. Multidud: Aquellos que seguían a Jesús por lo que Él hacia, más no por lo que
enseñaba. No les interesaba la persona de Jesús, su atención estaba centrada en “los
panes y los peces”. Lo seguían por saciar su necesidad, pero no había un cambio real
en sus vidas.
2. Religiosos: Eran quienes seguían a Jesús para buscar cómo acusarlo de pecado o delito
alguno. Estaban ahí, escuchando, pero no hacían nada más que analizar y criticar todo
desde su perspectiva hipócrita.
3. Seguidores: Jesús tenía muchos seguidores, y algunos se transformaron en discípulos.
Los seguidores eran aquellos que tenían la autoridad delegada por Jesús (Lc 9: 1 y Mat
10: 1) y podían hacer las cosas que Él hacía: predicaban, sanaban enfermos y echaban
fuera demonios. Estaban llenos del poder de Dios, pero muchos de ellos se
confirmaron con esto y no quisieron ir un poco más allá.
4. El íntimo: Sólo uno de los discípulos sintió la necesidad de ir más allá, no se satisfizo
con tener el poder sino que quiso estar tan cerca de Jesús como para recostarse en Su
pecho, y escuchar Su corazón (Jn 13: 23). Juan, el discípulo amado, el mismo a quien le
fueron revelados los secretos de Dios para el fin de los días.

Todos somos llamado para ser íntimos, la distancia que hay entre ser un seguidor y ser un
íntimo, radica en mi capacidad de elección y determinación personal.
¿Qué tienen en común Hechos 2: 1-4 y Efesios 5: 18?

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