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EDUCACIÓN A DISTANCIA
Antes de comenzar con las tres visiones clásicas es importante reconocer, apoyados en
la obra de Jeffrey C. Alexander (2000)1, la controversia que genera el estudio de la
naturaleza de la acción social. Nos referimos a si las personas en su enfoque del
mundo son egoístas (racionales) o idealistas (no racionales), si son normativas y
morales (no racionales) o puramente instrumentales (racionales), si al actuar les
interesa aumentar la eficiencia (racionalmente) o si están regidas por emociones y
deseos inconscientes (no racionales). Todas estas dicotomías se relacionan con la
cuestión vital de la referencia interna o externa de la acción social. Muy a grandes
rasgos podemos decir que los enfoques racionalistas de la acción social consideran que
la persona recibe un impulso de fuerzas externas a su voluntad, mientras que los
enfoques no racionales implican que la acción está motivada desde el interior de uno
mismo. Pero no basta con identificar y responder sobre la naturaleza de la acción
(externa o interna), ya que para que la sociología pueda dar respuesta sobre la acción
social también debe interrogarse acerca del problema del orden. Es decir, la
organización política.
Como podremos observar, para Fernández Enguita, Marx, Weber y Durkheim, como
sociólogos, están de acuerdo en que la sociedad respeta patrones, estructuras
independientes de los individuos que la componen, pero tienen desacuerdos acerca
del modo en que se genera este orden. Difieren, por lo tanto, en considerar ya sea un
enfoque individualista (monismo) o un enfoque colectivista (pluralista) del orden.
Los que presuponen una posición colectivista (Marx y Durkheim), entienden que los
patrones sociales son previos a todo acto individual específico, y son, en cierto sentido,
producto de la historia. Así el orden social es un dato externo que enfrenta al individuo
recién nacido. Si fuera un adulto, los colectivistas reconocen que el orden social existe
tanto dentro como fuera del individuo, pero lo importante, desde esta perspectiva
colectivista, ya sea que se considere al orden social tanto dentro como fuera del
individuo, es que no considera que sea producto de consideraciones de este momento,
es decir, de aquí y ahora. Los fundamentos teóricos que brindan para argumentar esta
posición reconocen que todo acto individual está apoyado en la dirección de la
estructura preexistente (aunque esta dirección sea sólo una probabilidad para los que
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Jeffrey C. Alexander (2000): Las teorías sociológicas desde la Segunda Guerra Mundial.
Barcelona, Gedisa.
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Hacemos esta salvedad respecto de la obra de Weber porque consideramos que puede
confundirse la metodología de este al ser considerado como un mero individualista,
que muchas veces se asemeja al voluntarismo (por citar un ejemplo: Nieztche)
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Para que pueda existir este consenso en la perspectiva durkheimiana resulta necesaria
la creación de normas unitarias, que ejerzan una acción reguladora de las conductas,
es decir, de las pasiones y expectativas de las personas. Todo lo que se aparte de estas
normas será considerado anormal y patológico.
En cambio para Marx y para Weber, señala Fernandez Enguita, el conflicto es algo que
resulta inevitable, aunque como ya fue dicho, desde perspectivas muy distintas. El
conflicto en Marx se desenvuelve como lucha de clases de ahí su perspectiva pluralista
de la acción social. El conflicto se manifiesta como conflicto entre fuerzas productivas y
de relaciones de producción. De ahí su famosa frase “toda la historia de la humanidad,
hasta el día, es una historia de lucha de clases”. Este antagonismo, que para Marx por
ejemplo, sintetiza las sucesivas oposiciones entre patricios y plebeyos, señores y
siervos y burgueses y proletarios, puede considerarse como la expresión práctica del
conflicto entre la organización social y el desarrollo de las capacidades humanas y
naturales, es decir, entre las relaciones de producción imperantes y las fuerzas
productivas que se desarrollan en su interior.
Al realizar una teoría de la historia, no sólo como interpretación del pasado sino como
predicción del futuro, Marx creyó descubrir, no la existencia de las clases, no su lucha,
sino la relación de está con la dirección de la historia. La revolución de la clase
proletaria traería desde la perspectiva de Marx, una sociedad sin clases, al no oponer
una forma de poder o desigualdad por otra (como sí hizo la burguesía al oponer la
propiedad absoluta e incondicional a la propiedad feudal o la compraventa de la fuerza
de trabajo a la servidumbre). Según Fernandez Enguita, o bien, Marx lleva de este
modo, todos los demás conflictos sociales a uno solo, la lucha de clases (entendida
como lucha en torno a la propiedad de los medios de producción), o bien, no hizo más
que ignorar todos los demás focos de conflictos. En realidad hace lo primero,
estableciendo un relación de determinación entre la multiplicidad de conflictos con el
primigenio y fundante de la conflictividad.
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El último de los autores que analiza Fernandez Enguita es Weber. Dice el autor que
algunos teóricos norteamericanos (Parson, Bendix) lo han catalogado erróneamente
como el teórico de la burguesía, haciendo alusión a Marx como el del proletariado.
Para esta imagen la obra de Weber representa punto por punto una inversión del
marxismo. Si bien de un modo diferente, Weber adopta al conflicto como parte
constitutiva de su teoría, pero a diferencia de Marx, no a partir de una única esfera (la
lucha de clases entre el capital y el trabajo), por el contrario, está convencido de la
existencia de una multiplicidad de conflictos que surgen en la sociedad moderna. No
existe un conflicto matriz en Weber (la madre de todas las batallas). Ese
reconocimiento llevó a este sociólogo a considerar distintos escenarios conflictivos y
de intereses muy diversos.
Las palabras interés y dominación definen la obra weberiana. Las relaciones sociales
son relaciones de luchas de intereses, por lo tanto, la acción social está envuelta en
relaciones de dominación y subordinación. En esas relaciones radica que unos querrán
imponerse por la propia voluntad contra la resistencia de los otros. En Weber, además
de los conflictos de clases, existen conflictos entre estamentos y entre partidos. Las
pujas de poder se dan en estas tres dimensiones, la clase se refiere a la forma de
obtención de los bienes, de lucro, de propiedad y la posición en el mercado. En el
estamento remite al modo de vida, al consumo y al honor. En el partido, a la
distribución del poder y la influencia sobre la acción comunitaria.
Articulando las posiciones entre Marx y Weber, Fernandez Enguita, afirma que en el
primero el partido siempre es un partido de clases (proletaria, burguesa, capitalista, de
los terratenientes) o aquellos que representan los intereses de una clase. En cuanto al
estamento, en la versión marxista no puede ser otra cosa que un epifenómeno o una
manifestación puramente aparente de la clase misma, una forma de la falsa
conciencia o una división dentro de la clase, un estrato, una capa o una fracción de
clase.
Al mismo tiempo, Fernandez Enguita, señala que si Marx había centrado la división
económica de de la sociedad en torno a un criterio único o axial, la propiedad o no
propiedad (o, si se prefiere, la posesión o no posesión de medios de producción),
Weber lo consideró simplemente como un criterio entre otros. En cambio se preocupó
por establecer que toda dominación debe ser reconocida para ser aceptada como
legítima, se trata entonces de explicar este reconocimiento que da la fuerza de la razón
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Desde esta perspectiva, interesa a esta clase identificar estas situaciones y poder
explicar en cada caso como se desarrolla esta relación entre pensamiento social, la
problemática del orden y el conflicto.