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Entrevista a Freud

Mario Bejos L.

a Martha

Llegué a la cita. Es tarde —mi mujer dice que se me perdió media hora en la vida y no la encuentro
—. Estoy en la dirección que dice la tarjeta: Berggasse 19. Sus horas de atención son de las 5 a las
7 de la tarde (también desde las 8 a las 9 de la mañana). Viena. Son las 4:30 p.m.

Antes de venir me enteré que este edificio es un inmueble que eligió Freud como casa y
consultorio después de casarse, a pesar de que las mensualidades estaban muy por encima de sus
medios —espero hablarle de cómo ahora eso se resuelve con udis—. Pero esto es lo de menos.
Este inmueble fue bautizado como el campo de la expiación. El historiador Bruno Bettelheim nos
narra: "El incendio del antiguo Burgtheater, en diciembre de 1881, causó numerosas víctimas en
Viena. Fue una catástrofe que conmocionó a toda la ciudad" y agrega "Pero me parece aún más
significativo que a Freud ni siquiera le pasara por la cabeza que sus pacientes, en su mayoría
afectados por severos padecimientos nerviosos, podrían resistirse a ser tratados en edificio de tan
siniestra memoria". De hecho, los Freud figuraron entre los primeros habitantes de esta casa
expiatoria, como lo confirma la circunstancia de que su primogénito fuera el primer niño nacido
ahí. Ahora entendí mejor el Eros y el Thanatos.

Estoy en la entrada del edificio y veo una carnicería. La entrada principal del edificio es muy
amplia, al grado de que un carruaje con su caballo podría entrar cómodamente para dirigirse al
jardín y al patio del fondo. Tan pronto como se entra, a la izquierda, se halla la vivienda del portero
y, a la derecha, hay un tramo de escalera de unos seis escalones que conducen al departamento y
consultorio de Freud. Me encanta la herrería y el farol que adornan el pasillo.

Titubeo al estar frente a la puerta; toco y esta se abre. Soy recibido por el Profesor y su peso raza
chow-chow establece una comunicación telepática con el olor de mi propio can, raza dachshund.

Trato de evitar cualquier acto fallido o lapsus; maldigo al inconsciente por siempre imprudente,
con todo y que siempre me ha quedado claro que en el error está la verdad.
El humo del puro era espeso y no sabía si asombrarme por la presencia del genio frente a mí o por
mi capacidad para no vomitarme del asco que me daba el olor escatológico. Quiero sentarme en el
diván y el Doctor me sienta en la silla frente a su escritorio. El perro se acomoda y rasca; despide
un olor que, combinado con el del goulasch de la cocina, desaparece el del habano.

En mi fascinación encontré, entre todas las antigüedades, a la famosa Gradiva con su paso
seductor y pensé en buscar el libro del literato Wilhelm Jensen, precursor del significado de los
sueños. A la distancia encontré el libro, bastante desgastado, y con esto ya estaba imaginando el
Vesubio en erupción al recordar su lectura. Al respecto Freud escribió: "Pero los poetas son
valiosos aliados y su testimonio debe ser tenido en cuenta, pues saben de cosas entre el cielo y la
tierra de las que nuestro saber escolástico no nos da ni una pálida vislumbre".

Me sorprendió la limpieza de la pequeña mesa donde escribía, ya que imaginé quién la limpiaba;
tenía que quitar el montón de estatuillas egipcias y asirias —pensé en mis antepasados— y ante el
silencio del Profesor me di clara cuenta de que ya estaba en plena asociación libre.

Lo felicité por su espacio de trabajo y por su grandiosa labor profesional. No me peló.

En ese momento me doy cuenta que estoy ante un hombre 98 años mayor que yo. No sabía como
empezar la entrevista. Por una parte estaba impactado y por otra pensé que por la poca tolerancia
del Profesor al alcohol, posiblemente podría tener prejuicios con el tema de las adicciones.

Su biógrafo Ernest Jones Escribió: "En razón de su pobreza, Freud bebió sólo cerveza, a lo cual
además no estaba acostumbrado. Se le nublaba la vista y llegaba a perder la conciencia".

A Martha, su novia, le confesó que no tenía predisposición a la bebida. "En su juventud —prosigue
Jones— le había gustado el vino, pero nunca la cerveza ni las bebidas alcohólicas... quería estar
siempre lúcido." Sabía también que estaba ante una figura impactante de todos modos. Sin
embargo, no hay que dejar de lado que el Doctor durante un año, obligado por una afección
cardiaca, deja de fumar sus veinte puros diarios. La nicotina la usaba como estimulante para luchar
contra un estado de ánimo fácilmente depresivo. Él mismo dijo: "He vuelto a fumar, después de 14
meses de abstinencia. Porque sentía la incesante necesidad de hacerlo y porque me conviene
tratar bien a ese sujeto psíquico que llevo dentro, pues de lo contrario no me trabaja". No sólo
esto me impedía realizar mi entrevista; a parte sabía también que estaba ante una figura
impactante para mí.

Addictus: Profesor, gracias por aceptar esta entrevista para una revista mexicano dedicada a las
adicciones. ¿Cómo conoce usted la cocaína?

Freud: En mi deseo de incursionar en el terreno de la clínica o en el de la patología médica, como


neurólogo, me fijé en dos casos en mis inicios: el que se refiere al método de cloruro de oro para
la impregnación del tejido nervioso y el uso clínico de la cocaína. En relación a lo que usted me
pregunta, este tema me llamó la atención a partir de mi conocimiento del trabajo del doctor
Theodor Aschen-brandt, quien realizó experimentos en la aplicación de cocaína a los soldados
bávaros. Quedé impresionado por su artículo. Posteriormente me entero por otras fuentes que en
1565 Nicolás Monardes (1507-1588) publica la primera descripción de la coca en Europa y que tres
siglos después, en 1855, Gardeke extrae el alcaloide al que llama erythroxylon, y entiendo con esto
que es la primera vez que se aísla la cocaína, lo cual va a permitir un interesante desarrollo en el
campo de la medicina y, sobre todo, en la farmacología. De hecho, en 1860 Albert Niemann
describe la operación que permite aislar un alcaloide de la coca y lo bautiza con el nombre de
cocaína. Lo logra mediante un procedimiento que empleaba para la extracción del alcohol, ácido
sulfúrico, bicarbonato sódico y éter. Dos años después, Schroff da cuenta del efecto
insensibilizador de la cocaína en la lengua. Al poco tiempo, médicos y laboratorios recomiendan ya
la cocaína como buen alimento para los nervios, para combatir hábitos de alcohol, opio o morfina,
e incluso conceder sempiterna vitalidad y hermosura a las damas.

Puedo decirle que en esa época no se había conocido nunca una campaña promocional como la
orquestada por laboratorios Merk, Parke Davis y otros fabricantes en todo el mundo; uno de los
lemas comerciales decía: ¡no pierda tiempo, sea feliz; si se siente pesimista, abatido, solicite
cocaína"! (Ya me imagino esta publicidad en nuestra época en las Farmacias de Dios o del Fénix,
con 40% de Descuento.)

Addictus: El 21 de abril de 1884 anuncia usted a su novia que tiene un proyecto de experimento
terapéutico. Dentro de los muchos proyectos que a usted entonces lo abrumaban, nos parece
interesante resaltar que le menciona a Martha, su actual esposa, que la cocaína de resistencia y
vigor. Anuncia su encargo para probarla. ¿Qué nos dice al respecto?

Freud: Efectivamente, el 30 de abril de ese año la probé por primera vez. (Yo asocié la fecha con el
día del niño, pero pensé que nada tenía que ver esto ni con Freud ni con la cocaína ni mucho
menos con la entrevista.) Ocho días antes le había yo mencionado a Martha acerca de un proyecto
terapéutico y una esperanza. Lo hacía para darle un respaldo de nuestros proyectos
matrimoniales, pero la motivación clínica de obtener la dosis se debía al interés por los casos de
enfermedad cardiaca, agotamiento nervioso y, especialmente, en la desdichada situación que
sigue al abandono de la morfina. Yo pensaba que podía obtener la cocaína a un costo de 33
kreutzer (6 peniques) el gramo, pero encontré con gran dolor que costaba 3 florines con los 33
kreutzer (5 chelines y medio). Con esto pensé que iba a ser el final de la investigación pero, pasada
la primera impresión, lo encargué. (Mejor ni le menciono de a cómo está el gramo ahorita porque
se me muere aquí.) Ensayé el efecto utilizado un vigésimo de grado. Con esto comprobé,
efectivamente, como usted lo menciona, que había podido convertir el mal humor en alegría, la
sensación de haber comido bien, como si no tuviera que preocuparme de nada en absoluto y,
además, sin disminuir en nada mi energía para el ejercicio o el trabajo. Supuse con esto que
actuaba como un anestésico del estómago, suprimiendo toda sensación de hambre, lo cual podía
ser útil para cohibir los vómitos de cualquier origen.

Volviendo a 1884 debo aclarar que, como neurólogo, me fasciné del efecto anestésico y no sólo
estimulante de la cocaína. El encargo que usted menciona lo hice a los laboratorios Merk para su
estudio fisiológico. De este trabajo presenté mi ensayo titulado Über Coca (Estudios sobre la coca).
Pero el amor me alejó de la fama científica de joven, ya que al irme a visitar a Martha, a quien no
veía desde hacia dos años, dejé encargado el proyecto para descubrir nuevas aplicaciones del
alcaloide. Königsten era compañero mío, oftalmólogo, y a él dejé dicha inquietud a desarrollar,
sobre todo para las enfermedades del ojo. Otro compañero médico, Koller, ya había
experimentado en el ojo de las ranas y lo descubre como anestesia local. Se basan en trabajos de
Hall y William Halsted, donde informan que la inyección de cocaína en un nervio deja bloqueada la
transmisión de las sensaciones, provocando así una anestesia local. Estos dos colegas presentaron
trabajos en la Sociedad de Medicina de Viena con bastante éxito. Es exponencial el desarrollo de
las investigaciones y, el 6 de abril de 1885, los colegas intervienen quirúrgicamente a mi padre
utilizando la cocaína como anestésico. Imagínese usted, caballero, si no teníamos la suficiente
confianza como para realizar una hazaña de tal magnitud, tomando en cuenta el gran cariño y
respeto que le tenía a mi imborrable padre.

Addictus: Entiendo con esto que usted vivió la experiencia de los efectos y, si no mal recuerdo,
hizo proselitismo de la sustancia con su gente cercana.

Freud: Me gustaría ir por partes. Mi actual esposa, Martha, fue mi principal interlocutora y, en
relación a mi trabajo, le mencionaba qué dos cualidades debe tener el temperamento del
investigador: debe ser temerario en el intento, pero debe poner sentido crítico a su trabajo. (En
ese momento el Doctor Freud se veía inmerso en interesante discurso que me impedía afinar mi
pregunta.)
Pienso que parte del método científico a través de la historia debe incluir una excelente forma de
aproximación a la experimentación. Las personas no pueden comprender del todo esto, mucho
menos cuando se trata de sustancias que puedan alterar el pensamiento y, en particular, la
conducta, dadas las consecuencias morales que esto arrastra. Durante mi ejercicio profesional me
la he pasado desafiando no sólo a la moral misma, sino también a los aspectos rígidos que los
científicos le inculcan a la ciencia. Pienso que se convierten ciertos hallazgos en camisas de fuerza
que impiden visualizar y entender para el desarrollo del ser humano. El ¡Eureka! de Arquímedes
me ha permitido realizar mi labor con alegría y satisfacción e insisto que en La interpretación de
los sueños el principal sujeto de experimentación ha sido mi misma persona. El método de ensayo-
error ha permitido encontrar distintas formas de alargar la vida de la humanidad. Un ejemplo de
ello ocurrió en 1935, cuando Gordon Alles estaba interesado en la creación de un producto
efectivo por vía oral que fuera similar a la efedrina, utilizada para el tratamiento de las alergias. El
doctor Alles, integrándose también en una gran tradición, ingirió personalmente cada uno de los
productos que fabricó a fin de estudiar sus efectos. De aquí se descubrió la anfetamina.

El mismo Acido Lisérgico Dietilamida (lsd) en 1943, fue una coincidencia del doctor Alberto
Hofmann, al buscar un anticoagulante post-parto, utilizando el cornezuelo que aquí en Europa ha
provocado muchos envenenamientos y muertes debido a su toxicidad, al no seleccionarlo
adecuadamente para la elaboración del pan. Se trata de un parásito de las inflorescencias del
centeno que puede provocar alucinaciones visuales intensas. Para el mismo doctor Hofmann su
laboratorio en Basilea, Suiza, adquirió un movimiento inesperado para él, tan sólo inhalando los
vapores del matraz. (El Profesor, en un movimiento brusco, se acerca el taburete para subir sus
pies, se acomoda la levita y prosigue.) En relación a la segunda parte de su incesiva pregunta le
diré que le ofrecí la droga a varios personajes de mi vida por distintas razones. Le ofrecí la droga a
mi amigo Fleischl —aclaro que no era mi paciente—. Él era un amigo creativo, dispuesto a discutir
temas literarios y científicos, exhibiendo un torrente de ideas provocativas. A sus veinticinco años,
investigando patología anatómica, contrajo una infección. La imputación del pulgar derecho lo
salvó de una muerte segura. En un momento dado el dolor se convirtió en una tortura
interminable, por lo que recurrió a la morfina y se convirtió en adicto a la droga. Le propuse
sustituir la morfina por la cocaína. Años después me lamenté amargamente de haber tomado esa
decisión. Yo había adquirido dicha información de Bentley y Palmer que la detallan como parte del
tratamiento contra el hábito de la morfina en la Detroit Therapeutic Gazette, en 1880. Fleischl se
abrazó a la nueva droga como un hombre que se está ahogando y, a los pocos días, la estaba
tomando en forma continuada. Llegó a sufrir una psicosis tóxica con visión de chinches de la
cocaína que avanzaban a rastras... hasta que murió.

Yo no tenía ningún motivo para pensar que existía peligro alguno y cuando aseguré que, a pesar de
la frecuencia con la que tomaba la droga, no advertí ansia alguna de volver a tomarla, estaba
diciendo estrictamente la verdad: tal como lo sabrán sus lectores interesados en el tema, se
necesita una predisposición especial para incubar una adicción a las drogas y yo, felizmente, no la
tenía.

Admito que envié cierta cantidad de droga a Martha para hacerla fuerte y dar color a sus mejillas.
Ofrecí a mis amigos y colegas para ellos y sus pacientes, la ofrecí a mis hermanas y, si con esto
considera que me volví una amenaza pública, lo acepto. Pero debo aclararle que el doctor Louis
Lewin ataca mis opiniones que habían afirmado el sentido inocuo de la cocaína y se opone a su
utilización para el tratamiento de los adictos a la morfina. Otro médico, A. Erlenmeyer se suma
también a los ataques contra la cocaína, a la que llega a calificar como el tercer azote de la
humanidad.

Addictus: ¿Se considera usted el padre de la psicofarmacología, a partir de sus experiencias con la
cocaína en el sistema nervioso y, en particular, con los efectos provocados en la conducta
humana?

Freud: El año de 1880 fue de grandes aportaciones, ya que la cocaína es incluida en la lista oficial
de drogas de la farmacopea de los Estados Unidos. En diciembre de 1884 se publica una versión
resumida de mi artículo "Sobre la Coca" en el St. Louis Medical and Surgical Journal. Luego, el 31
de enero de 1885, aparece "Contribución al conocimiento de los efectos de la cocaína" y, en marzo
del mismo año, doy conferencias ante las sociedades Fisiológica y Psiquiátrica, que se publican en
el mes de agosto; pero en julio publico "Notas sobre el ansia de cocaína y el miedo a la cocaína".
En este texto doy algunos pasos atrás en relación a mi actitud anterior respecto del carácter
inofensivo de la cocaína. Este escrito pudiera ser considerado de interés para las ciencias del
comportamiento y, en particular, para la psiquiatría. Sin embargo, debo reconocer que el término
de psicofarmacología fue acuñado en 1920 por el farmacólogo norteamericano David Macht,
siguiendo dos vías de evolución: búsqueda de drogas capaces de modificar el pensamiento y el
comportamiento normales y búsqueda de formas para aliviar las enfermedades mentales por
medio de las drogas. Sin embargo, no podemos dejar de ver que, en la Biblia y los mitos heroicos
se encuentran numerosas referencias a sustancias psicotrópicas. Mi adversario Louis Lewin
escribió en 1924 el estudio más completo de las drogas que afectan la mente llamado Phantastica
y, sin ir más allá, en 1888 el mismo A. Conan Doyle describe a un desesperado doctor Watson que
trata de ayudar a su venerable amigo y compañero Sherlock Holmes, quien llega a inyectarse
cocaína por vía intravenosa.

Addictus: Usted nos ha mostrado que en la época de fin e inicio de siglo se vivía un ambiente
euforizante o ¿será que la gente buscaba brío ante la tristeza de abandonar el siglo y la resistencia
al cambio, ante el nuevo?
Freud: De alguna manera yo lo he planteado en distintas partes de mis escritos, quizás lo he
sugerido bastante. Todos los estratos sociales tenían acceso a la hoja de la coca y a la cocaína. A
principios de siglo, más de cinco mil patentes farmacéuticas occidentales usan extracto de coca
como ingrediente básico, entre los cuales destacan los vinos y licores del doctor Mariani
(condecorado por el Vaticano en época del papa León XIII, porque tales productos, decían,
"apoyan el ascético retiro de Su Santidad").

Addictus: ¿Es el inicio de la Coca-Cola?

Freud: El consumo de vino con una infusión de hojas de coca era costumbre popular entre 1885 y
el fin de siglo, como ya habíamos dicho, era una forma de consumir pequeñas dosis de cocaína. La
Coca-Cola llevaba cocaína hasta 1903, reforzada con extracto de nuez de cola. Finalmente, esta
cultura de la ansiedad maniaca o toxicomanía de la cocaína se tiende a regular, ya que en 1901 los
consumidores regulares eran aquellos que tenían el acceso a la sustancia, por lo tanto pertenecían
al estamento terapéutico; por ejemplo, se calcula que el 30% de los cocainómanos en Estados
Unidos eran dentistas, pero en 1904 se descubre la procaína, nueva sustancia que produce
anestesia local y que desplaza a la cocaína. A partir de 1906 entraron en vigor las leyes contra las
drogas y fue necesario retirar la coca.

Addictus: Para la elaboración de La interpretación de los sueños, magnífica obra publicada en 1900
y poco superada a la fecha, ¿recurrió usted a la cocaína?

Freud: En 1895 yo consumía cocaína todavía y mis estudios sobre efectos subcutáneos influyeron
decididamente como resto diurno de un sueño de vital importancia, "El sueño de la inyección de
Irma", soñado el 24 de julio. Pero no puedo desvirtuar el enorme número de horas que trabajé
también sin sustancia. Aunque reconozco que el tema de las inyecciones aparece más de una vez
asociado a la idea de culpa. Quise borrar mi artículo ya mencionado arriba, escrito en 1885, ya que
lo relaciono con el hecho fútil de las inyecciones. Asumo las consecuencias desdichadas del uso de
la cocaína, con autoreproche y sentimiento de culpa y estos se concretaron sobre la odiosa
inyección.

Quiero hacer la siguiente pregunta, acerca de la relación con Wilhelm Fliess, un


otorrinolaringólogo que leía todo lo que Freud investigaba pero, al levantar la mirada de mis
apuntes y dirigirla a la del incansable investigador, sospeché algo al contemplar cómo se deshacía
de las cenizas del cenicero: mi tiempo había terminado. Me porté empalagosamente agradecido.
No me dijo nada.
Desperté para darme cuenta de que el dinosaurio se había ido con Monterroso...

Notas

Lecturas consideradas para este trabajo: Ernest Jones, Vida y obra de Sigmund Freud (Editorial
Anagrama); Sigmund Freud, Cartas a la novia (Tusquets Editores); Sigmund Freud, prólogo de
Robert Byck, Escritos sobre la cocaína (Editorial Anagrama); La Jornada Semanal, 23 de julio de
1995; Antonio Escohotado, El libro de los venenos, guía de drogas.

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