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La declaración de los derechos humanos de 1948 surgió para proteger la dignidad humana tras las atrocidades de las guerras mundiales. Los derechos humanos y la dignidad están estrechamente relacionados, pues al respetarse los derechos se protege la dignidad y viceversa. La dignidad humana se basa en la excelencia intrínseca del ser humano y es el fundamento de los derechos fundamentales como la libertad y la igualdad.
La declaración de los derechos humanos de 1948 surgió para proteger la dignidad humana tras las atrocidades de las guerras mundiales. Los derechos humanos y la dignidad están estrechamente relacionados, pues al respetarse los derechos se protege la dignidad y viceversa. La dignidad humana se basa en la excelencia intrínseca del ser humano y es el fundamento de los derechos fundamentales como la libertad y la igualdad.
La declaración de los derechos humanos de 1948 surgió para proteger la dignidad humana tras las atrocidades de las guerras mundiales. Los derechos humanos y la dignidad están estrechamente relacionados, pues al respetarse los derechos se protege la dignidad y viceversa. La dignidad humana se basa en la excelencia intrínseca del ser humano y es el fundamento de los derechos fundamentales como la libertad y la igualdad.
Para poder hablar de la dignidad humana, primero debemos hablar de
derechos humanos y de su estrecha relación con la dignidad de la persona tanto la primera y segunda guerra mundial, y la crueldad con la que se desarrollaron las mismas, fueron la razón para elaborar la “Declaración de los Derechos Humanos de 1948”, por cuanto esto contribuyó al buen propósito de promulgar los artículos que expresan la actual declaración sobre los derechos humanos. En este sentido, el objeto de la declaración procura el fiel cumplimiento por parte de los Estados firmantes a respetar la dignidad humana como expresión máxima para la convivencia social no solo intrínsecamente de un país, sino de modo mundial. Los derechos humanos y la dignidad contemplan una relación estrecha, articulándose una reciprocidad entre ambos, en la medida que los derechos humanos son operados por las personas, en esa medida la dignidad humana tiene valor, mientras que, al existir dignidad humana, se hacen presentes los derechos humanos. En efecto la dignidad humana es el valor supremo que inspira a los derechos humanos, al no respetarse los derechos humanos, se afecta directamente la dignidad humana tal y como lo señala nuestra constitución, la dignidad humana es el fin supremo de la sociedad y del Estado; este valor fundamental de la sociedad es totalmente inalterable y merece el total respeto y estima. Hablar de dignidad humana nos remite a esa perfección en el ser humano que supone una cierta superioridad, un rango eminente y un mérito especial. Como ilustra Massini: “Este término, que tiene sus orígenes en la palabra latina dignitas, se relaciona “con las nociones de “respeto”, de ser “merecedor de” o “acreedor a” ciertas prestaciones, como cuando se calificaba a alguien como summa laude dignus, queriendo significarse que era acreedor a, o merecedor de, los mayores elogios. Esto explica que a esa perfección o superioridad de la persona humana se vinculará, ya desde el origen de la palabra, la noción de que algo le es debido al sujeto humano en razón de esa misma superioridad.” (Massini, 2005, p. 134). La dignidad humana, se traduce en la excelencia que posee el ser humano por encima de los demás seres del universo y sobre la cual descansa un cumulo de cosas que le son debidas por el solo hecho de pertenecer al género humano. La dignidad vinculada al ser nos permite esbozar que la dignidad está estrechamente ligada a los valores de libertad e igualdad, lo cual desarrolla la teoría institucional, que hace referencia a que desde un enfoque institucional, lo que busca no es restringir y controlar al Estado y a la comunidad, sino, por el contrario, el desarrollo de la persona humana. Por lo que esta teoría desarrolla que, "no existe ni puede haber dignidad humana sin libertad, justicia, igualdad y pluralismo político; además estos valores serían indignos si no redundasen a favor de la dignidad del ser humano” por lo que en relación a la libertad de la persona supone estimar que el fundamento de los derechos humanos reside en la dignidad de la persona, es decir, en el desarrollo de la vida acorde a lo que cada individuo considere que constituye su propia dignidad como ser humano y de respetar y resguardar que cada persona desarrolle conforme a su voluntad su propia concepción de lo que constituye su dignidad en torno a la idea de que hay que contemplar, respetar y resguardar el desarrollo de la vida conforme a lo que la persona considere que es lo más conveniente para la consecución de su idea de dignidad humana, o, dicho de una manera, lo que se trataría es de reconocer, respetar y proteger que la persona pueda desarrollar sus propios planes de vida. por lo que es obligatorio reconocer, respetar y amparar los planes de vida que la persona autónomamente se quiera dar y las acciones que la misma realice para obtener su efectiva consecución; siendo para ello los derechos fundamentales los mecanismos político jurídicos idóneos. En consecuencia, cuando decimos que la dignidad tiene una referencia directa e indesligable del ser, estamos asumiendo lo que afirma el profesor Chávez- Fernández: Todo ser humano es ontológicamente digno al ser teleológicamente libre, al ser criatura relacional, perfectible y teologal desde sus dinamismos de permanencia y de despliegue, al ser dueño y deudor, y en tanto tal como veremos enseguida sujeto, por naturaleza, de derechos naturales, de cosas justas naturales. La dignidad humana, manifestación de su condición ontológica personal, puede ser aprehendida, sin duda, por la razón natural. La experiencia universal e histórica a veces crítica del valor singular de la vida humana y de su despliegue así lo atestigua (2006, pp. 383-401). Podemos decir entonces que la dignidad humana no es otra cosa que la condición ontológica de la persona vista desde la perspectiva de su singular valor moral. Por esta condición todo ser humano es dueño de sí titular de sus derechos, y por esta razón, moral y jurídicamente deudor de los derechos de los demás. Atendiendo a su sentido etimológico, eutanasia quiere decir «buena muerte», del griego eu (bueno) y thánatos (muerte) y se refiere a las acciones encaminadas a acabar con la vida de una persona causada por otra, en principio un profesional de la medicina, a veces sin que medie una petición libre y expresa de quien va a morir, considerando que eso le es un bien. Se hace bajo la suposición de que la muerte es preferible a una vida en sufrimiento. La Asociación Médica Mundial definió la Eutanasia en 1987 como: «el acto deliberado de dar fin a la vida de un paciente» y, en enero de 2002, la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (SECPAL)2°, definió la «eutanasia» como la «conducta (acción u omisión) intencionalmente dirigida a terminar con la vida de una persona que tiene una enfermedad grave e irreversible, por razones compasivas y en un contexto médico que puede producirse tanto mediante una acción como por una omisión» Todas las declaraciones y tratados internacionales sobre derechos humanos, es decir, que promueven, protegen y garantizan la vida, condiciones y calidad de vida del ser humano se basan en los principios universales de igual valor y dignidad humana, en la autonomía personal y en el respeto por la diversidad cultural. El principio de autonomía personal establece que los seres humanos somos libres de diseñar nuestro propio proyecto de vida, fijándonos las metas y objetivos que nos ayuden a desarrollarnos en plenitud, guiados por valores que atribuimos a las situaciones, objetos y personas que hacen a nuestra felicidad. De acuerdo con esta idea, la desdicha o sufrimiento del ser humano podría, en parte, relacionarse con las restricciones internas y externas su la libertad. Las limitaciones internas son éticas y se refieren a los principios morales que guían la actuación. Las limitaciones externas son siempre jurídicas e implican una interferencia del orden público a la libertad personal. Las limitaciones jurídicas regulan la interacción subjetiva (Kant, 1797). El principio de dignidad humana establece que todos los seres humanos tenemos un valor intrínseco, que está por encima de cualquier precio y no admite equivalente. La dignidad humana es la fuente de la libertad y la paz en las relaciones interpersonales, específicamente de los derechos y deberes civiles y políticos, que requiere del ejercicio de un trato justo En un artículo publicado en 1992, uno de los juristas más representativos del pensamiento jurídico en Argentina, Carlos S. Nino, se ocupó de la eutanasia afirmando que si se dieran las condiciones fácticas de enfermedad irreversible y terriblemente dolorosa sería permisible proceder con la eutanasia, sea en forma pasiva o activa (Nino, 2013). “Creo que la diferencia está dada por la distinción entre requerimiento y consentimiento: el primero es la expresión del ejercicio de la autonomía del individuo, indica que el estado de las cosas en cuestión se conforma con el proyecto vital del individuo. En cambio, el consentimiento del individuo meramente expresa su disposición a ceder parte de su autonomía como condición necesaria ―dados los arreglos legales de la sociedad― para satisfacer razones que pueden o no estar asociadas al ejercicio de su autonomía en persecución de un plan de vida.” La concepción de la dignidad humana establece que todos tenemos derecho a una vida digna por lo que sería contrario el que se ilegal la eutanasia pues estaría condenado al individuo a sufrir una vida totalmente indigna.