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“La última tentación de Cristo”

Exposición de los hechos.

La Constitución Política de Chile regula en su artículo 19 número 12


el derecho a la libertad de expresión, estableciendo en su inciso final un
"sistema de censura para la exhibición y publicidad de la producción
cinematográfica".

Este sistema de censura era ejecutado a través del Consejo de


Calificación Cinematográfica, cuya función consistía en orientar la
exhibición cinematográfica y efectuar la calificación de las películas.

En 1988, la "United International Pictures Ltda" solicitó al Consejo


de Calificación Cinematográfica autorizar la exhibición de la película "La
Última Tentación de Cristo". El 29 de noviembre de ese año el Consejo
decidió rechazar la solicitud, prohibiendo la exhibición de la película.
Esta decisión fue posteriormente confirmada por la Corte de Apelaciones en
marzo de 1989.

Siete años más tarde, en 1996, la "United International Pictures Ltda"


elevó una nueva petición solicitando la exhibición del film. En esta
ocasión, el 11 de noviembre de 1996, el Consejo de Calificación
Cinematográfica decidió por mayoría de votos autorizar la exhibición de "La
Última Tentación de Cristo" para espectadores mayores de 18 años.

Producto de esta resolución, los señores Sergio García Valdés, Vicente


Torres Irarrázabal, Francisco Javier Donoso Barriga, Matías Pérez Cruz,
Jorge Reyes Zapata, Cristian Heerwagen Guzmán y Joel González Castillo,
interpusieron un recurso de protección por y a nombre de Jesucristo, la
Iglesia Católica y por sí mismos, buscando dejar sin efecto la autorización
para exhibir la película.

El 20 de enero de 1997 la Corte de Apelaciones de Santiago acogió este


recurso de protección. Esta decisión fue apelada por los señores Claudio
Márquez Vidal, Alex Muñoz Wilson, Matías Insunza Tagle y Hernán Aguirre
Fuentes. Sin embargo, la Corte Suprema confirmó la sentencia el 17 de junio
del mismo año, dejando sin efecto la resolución administrativa del Consejo
de Calificación Cinematográfica, lo que se tradujo en la prohibición de
exhibir "La Última Tentación de Cristo".

El 14 de abril de 1997, el entonces Presidente de la República Eduardo


Frei Ruiz-Tagle, presentó un proyecto de reforma constitucional al artículo
19 número 12 que pretendía eliminar la censura cinematográfica y
sustituirla por un sistema de calificación que consagrara el derecho a la
libre creación artística. Este proyecto fue aprobado en noviembre de 1999
por la Cámara de Diputados, pero al momento de dictarse la sentencia de la
Corte Interamericana de Derechos Humanos, el 5 de febrero de 2001, no se
habían completado los trámites para su aprobación definitiva.

El 3 de septiembre de 1997 la Asociación de Abogados por las


Libertades Públicas A.G. presentó una denuncia a la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos en representación de los señores Juan Pablo Olmedo
Bustos, Ciro Colombara López, Claudio Márquez Vidal, Alex Muñoz Wilson,
Matías Insunza Tagle y Hernán Aguirre Fuentes y "del resto de los
habitantes de la República de Chile".

La Comisión Interamericana se puso a disposición de las partes para


llegar a una solución amistosa del caso, pero ello no fue posible. El 29 de
septiembre de 1998, la Comisión aprobó el informe No. 69/98, formulando una
serie de recomendaciones al Estado de Chile. Transcurrido el plazo de 2
meses para que el Estado presentara información sobre el cumplimiento de
estas recomendaciones, este no presentó información alguna ni las cumplió.

El 15 de enero de 1999 la Comisión Interamericana de Derechos Humanos


sometió ante la Corte una demanda contra la República de Chile. La Comisión
presentó el caso con el fin de que la Corte decidiera si hubo violación, por parte
del Estado, de los artículos 13 (Libertad de Pensamiento y de Expresión) y 12
(Libertad de Conciencia y de Religión) de la Convención Americana de
Derechos Humanos. Asimismo, la Comisión solicitó a la Corte que, como
consecuencia de las supuestas violaciones de estos artículos, declare que
Chile incumplió los artículos 1.1 (Obligación de Respetar los Derechos) y 2
(Deber de Adoptar Disposiciones de Derecho Interno) de la misma.

Según la demanda, los afectados fueron: Juan Pablo Olmedo Bustos, Ciro
Colombara López, Claudio Márquez Vidal, Alex Muñoz Wilson, Matías Insunza
Tagle y Hernán Aguirre Fuentes2, por “la censura judicial impuesta a la
exhibición cinematográfica de la película „La Última Tentación de Cristo‟. La
Comisión solicitó a la Corte que el Estado chileno autorice la exhibición de la
película; adecúe sus normas constitucionales y legales a los estándares de
libertad de expresión de la Convención para eliminar la censura previa de las
producciones cinematográficas y su publicidad; asegure que los órganos de
poder público ejerzan los derechos de libertad de expresión y se abstengan de
imponer censura previa; repare a las víctimas del daño sufrido; y, efectúe el
pago de gastos incurridos para litigar en el caso tanto en el ámbito interno
como ante la Comisión y la Corte Interamericana.

Exposición de las partes

La Comisión por su parte, alegó que la prohibición de la exhibición de la


película “La Última Tentación de Cristo”, violó el artículo 13° de la Convención,
ya que éste señala que el ejercicio de la libertad de pensamiento y de
expresión no puede estar sujeto a la censura previa que fue impuesta a la
película porque resultaba ofensiva a la figura de Jesucristo a su honor y su
reputación. Preciso que las responsabilidades ulteriores sólo proceden de
manera restringida cuando fuere necesario para asegurar el respeto de los
derechos o la reputación de otros como “garantía de la libertad de pensamiento
evitando que ciertas personas, grupos, ideas o medios de expresión queden a
priori excluidos del debate público”. En este caso se censuró la obra
cinematográfica en forma previa a su exhibición.

Por su parte, el Estado argumentó que el Gobierno no compartía con la


decisión de la Corte Suprema de Chile en el sentido de dar preferencia al
derecho a la honra sobre el derecho a la libertad de expresión y que se
trabajaba, en ese entonces, en una reforma constitucional.

La Corte, sobre esto, consideró que quienes están bajo la protección de la


Convención tienen no sólo el derecho y la libertad de expresar su propio
pensamiento, sino también el derecho y la libertad de buscar, recibir y difundir
informaciones e ideas de toda índole; esto contiene una dimensión individual,
pues nadie puede ser arbitrariamente menoscabado o impedido de manifestar
su propio pensamiento y representarlo a través de cualquier medio que
considere adecuado; y, una dimensión social, que implica un derecho colectivo
a recibir cualquier información y a conocer la expresión del pensamiento ajeno.
Con respecto a la censura previa, la Corte explicó que, se aplica en el caso de
los espectáculos públicos, pero únicamente con el fin de regular el acceso a
ellos, para la protección moral de la infancia y la adolescencia. En todos los
demás casos, cualquier medida preventiva implica el menoscabo a la libertad
de pensamiento y de expresión.

En cuanto al artículo 12° de la Convención, la Comisión alegó que los órganos


del Poder Judicial prohibieron la exhibición de la película basados en que la
visión de los personajes presentada en la obra no se adecuaba a los
estándares que, en su opinión, deberían haberse tenido en cuenta para
describirlos, lo que evitaba que cada persona forme su propio criterio mirando
la obra; y, constituía una interferencia ilegítima al derecho de mantener o
cambiar las propias convicciones o creencias; mientras que, el Estado dijo que
las conductas que la libertad de conciencia y de religión contiene son las de
conservar la religión, cambiarla, profesarla y divulgarla, lo que no se veía
afectado con la prohibición de ver una película.

Sobre este punto, la Corte estuvo de acuerdo con el Estado y concluyó que no
existió prueba alguna que acredite la violación de ninguna de las libertades
consagradas en este artículo.

En cuanto al incumplimiento del artículo 1.1° y 2° de la Convención, la


Comisión indicó que Chile debió tomar las medidas para dictar las normas
constitucionales y legales pertinentes a fin de revocar el sistema de censura
previa sobre las producciones cinematográficas y su publicidad y adecuar su
legislación interna a la Convención. Señaló que las resoluciones de los
tribunales de justicia generan responsabilidad internacional del Estado, en este
caso, los tribunales no tomaron en consideración lo señalado en la
Convención, aún cuando la Constitución Política reconocía como límite de la
soberanía el respeto de los derechos esenciales que emanan de los tratados
internacionales.

Por su parte el Estado alegó que un acto del Poder Judicial contrario al
derecho internacional puede generar responsabilidad internacional del Estado
siempre y cuando exista el beneplácito del órgano encargado de las relaciones
internacionales, que es el Poder Ejecutivo, lo que no se dio en el presente
caso.

La Corte consideró que, en el derecho de gentes, una norma consuetudinaria


prescribe que un Estado que ha ratificado un tratado de derechos humanos
debe introducir en su derecho interno las modificaciones necesarias para
asegurar el fiel cumplimiento de las obligaciones asumidas. La Convención
establece la obligación de cada Estado de adecuar su derecho interno a las
disposiciones de dicha Convención, para garantizar los derechos en ella
consagrados. Por otro lado, la Corte valoró y destacó la iniciativa del Gobierno
de presentar un proyecto de reforma a la Constitución para eliminar la censura
cinematográfica.

Exposición de los argumentos de la Corte.

Sobre el artículo 12°, La Corte resolvió que la prohibición de la exhibición de la


película “La Última Tentación de Cristo” no privó o menoscabó a ninguna
persona su derecho de conservar, cambiar, profesar o divulgar, con absoluta
libertad, su religión o sus creencias por lo tanto el Estado no violó el derecho a
la libertad de conciencia y de religión.

La Corte preciso que el derecho a la libertad de pensamiento y expresión debe


considerarse en su doble dimensión: individual y social. La primera contempla
el acceso a la información, pero también a hablar, escribir, difundir su
pensamiento, de modo que “una restricción de las posibilidades de divulgación
representa directamente un límite al derecho de expresarse libremente”. En
relación a la dimensión social comprende “el derecho de comunicar a otros sus
puntos de vista, pero también implica el derecho de todos a conocer opiniones,
relatos y noticias”. Para la Corte, ambas dimensiones poseen igual importancia,
y por ello considera este derecho como base fundamental de una sociedad
democrática.

La Corte concluyó que el Estado incumplió los deberes generales de respetar y


garantizar los derechos protegidos por la Convención y de adecuar el
ordenamiento jurídico interno a las disposiciones de ésta, consagrados en los
artículos 1.1° y 2°, por lo que dispuso que Estado modifique su ordenamiento
jurídico interno, en un plazo razonable, con el fin de suprimir la censura previa
para permitir la exhibición de la película “La Última Tentación de Cristo”.

La Corte en ambos casos ponderó las libertades públicas por encima del
derecho al honor y la reputación (en este caso de Jesucristo). Consideró estos
derechos como fundacionales y esenciales en una sociedad democrática; por
consiguiente, se entiende que la libertad artística estaría comprendida dentro
del contenido de la libertad de expresión como derecho a compartir y divulgar
las propias ideas y pensamientos.

la Corte falló sobre la posible vulneración en específico de los artículos 1.1. y 2


de la Convención). En primer lugar, se aclaró que el deber general del Estado
como miembro de este tratado internacional, en virtud del mentado artículo 2,
sería de respetar el contenido mismo del instrumento jurídico, pero también el
deber de adoptar todas las medidas necesarias para armonizar el derecho
interno a estas disposiciones, lo que incluye la eliminación de todas las normas
que violen e incumplan los derechos y garantías contenidos en la Convención,
de modo que la misma pueda ser totalmente eficaz. Siguiendo esta dirección,
la Corte determinó que el Estado de Chile violó los derechos contenidos en el
artículo 13 de la Convención de los demandantes; en consecuencia, incumplió
el deber de respetar los derechos y libertades contenidos en la misma, y su
pleno ejercicio conforme lo establecido en su artículo 1.1.

En el caso de estudio, la censura de exhibición de la obra cinematográfica La


última tentación de Cristo en Chile, amparada en la legislación nacional, el
Estado incumplió las disposiciones de la Convención establecidas en los
artículos 1.1 y 2. Si bien es cierto que al momento de dictarse la sentencia
examinada existía un proyecto de reforma aportado por el Estado de Chile,
encaminado a eliminar la censura cinematográfica y, en consecuencia, de
respetar y reestablecer los derechos vulnerados de libertad de pensamiento y
expresión, este proyecto aprobado en 1999 todavía no había sido promulgado,
ni se habían implementado medidas internas para hacer efectiva y válida su
aplicación. De este modo, se mantenían vivas las comentadas violaciones.

En relación al artículo 63.1 de la Convención, relativo al reconocimiento del


daño y su reparación, la Corte estimó que la sentencia por sí misma ya era una
forma de reparación moral a las víctimas (comprendiendo en este sentido su
contenido moral, a partir de una declaración pública). En su aspecto
patrimonial, también dispuso una reparación pecuniaria relativa al reembolso
de los gastos por las gestiones realizadas por las víctimas ante los órganos
jurisdiccionales correspondientes, tanto internos como ante la Corte
Interamericana, en base al principio de equidad. De modo que el Estado de
Chile quedó obligado a resarcir a las víctimas en los montos establecidos por la
Corte.

Análisis crítico del alumno.

en relación al derecho a la libertad de conciencia y de religión consagrado en el


artículo 12° de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, es
importante precisar que la influencia de los poderes públicos y privados en los
medios de comunicación social los cuales, al relacionarse con determinadas
ideologías, buscan impedir o dificultar la divulgación de información que pueda
contradecir el contenido de ciertas doctrinas oficiales como lo es la religión
católica, es algo frecuente en nuestra sociedad y en la mayoría de los países
latinoamericanos. Es evidente que los medios de comunicación como la radio,
televisión, revistas y periódicos determinan y condicionan mucho más de lo que
quisiéramos reconocer el contenido de nuestras creencias e ideologías
religiosas y políticas. este poder en manos del Estado o manipulado por
poderes fácticos, considero que vulneran el ejercicio del derecho a la libertad
de conciencia y religión, ya que, un acto de censura de una expresión o
manifestación de contenido religioso puede afectar el derecho a la libre
formación de la conciencia de las personas que se ven impedidas de acceder a
dicha información. Es decir, suponiendo que el antecedente lógico del derecho
a la libertad de conciencia, pensamiento y religión está en la libre formación de
esa conciencia, pensamiento o doctrina religiosa, podemos suponer que
cualquier tipo de restricción de información que dificulte su formación libre
supondrá una limitación ilegítima de ese derecho, pues, la libertad de
conciencia y religión, entonces, no puede limitarse a la simple facultad de
exteriorizar el sentimiento religioso sino que debe comprender “la facultad de
formación de la propia conciencia, de manera que permita una auténtica
libertad de autodeterminación, es decir, el derecho a la formación de la
conciencia debe ser considerado como presupuesto natural de la libertad
ideológica y religiosa y, por tanto, la protección de uno dependerá de las
garantías que se den para asegurar el libre ejercicio del otro.

En síntesis, me parece totalmente equivocado que la corte no se haya


pronunciado en relación a este derecho, ya que esto supone dejar ciertas
materias fuera del debate público, más aún tratándose de cuestiones como la
religión que, por su importancia para muchos, está sujeta al constante y
renovado flujo de pensamientos e ideas que dan origen, a controversias y
polémicas de todo tipo. Si se permite, como debe ser en una sociedad
democrática, que todas las opiniones se expresen libremente, entonces es
imposible impedir que las personas sean influenciadas por las creencias de
otros aún en materia religiosa y no es deber del Estado proteger las
conciencias de sus ciudadanos de ideologías o interpretaciones estimadas
“equivocadas”.

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