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Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico

se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y
conocerme”. Jeremías 9:23, 24

“El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente”. Llamen los que
desean la bendición de Dios, y esperen a la puerta de la misericordia con firme seguridad,
diciendo: “Tú, Señor, has dicho que cualquiera que pide, recibe; y el qué busca halla; y al que
llama, se le abrirá. Es algo maravilloso que podamos orar eficazmente; que seres mortales
indignos y sujetos a yerro posean la facultad de presentar sus peticiones a Dios. ¿Qué facultad más
elevada podría desear el hombre que la de estar unido con el Dios infinito? El hombre débil y
pecaminoso tiene el privilegio de hablar a su Hacedor. Podemos pronunciar palabras que alcanzan
el trono del Monarca del universo. Podemos hablar con Jesús mientras andamos por el camino, y
él dice: Estoy a tu diestra.
El Discurso Maestro de Jesucristo, 107 - 108, La Oración 10

Pedid, pues; pedid y recibiréis. Pedid humildad, sabiduría, valor, aumento de fe. Cada oración
sincera recibirá una contestación. Tal vez no llegue esta exactamente como deseáis, o cuando la
esperéis; pero llegará de la manera y en la ocasión que mejor cuadren a vuestra necesidad. Las
oraciones que elevéis en la soledad, en el cansancio, en la prueba, Dios las contestará, no siempre
según lo esperabais, pero siempre para vuestro bien. Vi que toda oración elevada con fe por un
corazón sincero, será oída y contestada por Dios, y que el suplicante obtendrá la bendición cuando
más lo necesite, y a menudo esta excederá sus expectativas. Testimonios para la Iglesia 1:117

El Señor nos da el privilegio de buscarlo en forma individual en oración ferviente, o de descargar el


alma ante él, sin ocultar nada a Aquel que nos ha invitado: “Venid a mí todos los que estáis
trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. ¡Oh, cuán agradecidos debemos sentirnos de que
Jesús esté dispuesto a llevar todas nuestras dolencias, y lo puede hacer, fortaleciéndonos y
sanando todas nuestras enfermedades si ha de ser para nuestro bien y para su gloria!

El ministerio médico, 20.

“Venid a mí”, es su invitación. Cualesquiera que sean nuestras ansiedades y pruebas, presentemos
nuestro caso ante el Señor. El Deseado de Todas las Gentes,
296
Presentad a Dios vuestras necesidades, gozos, tristezas, cuidados y temores. No podéis agobiarlo
ni cansarlo. El que tiene contados los cabellos de vuestra cabeza, no es indiferente a las
necesidades de sus hijos. “Porque el Señor es muy misericordioso y compasivo”. Santiago 5:11. Su
amoroso corazón se conmueve por nuestras tristezas y aún por nuestra presentación de ellas.
Llevadle todo lo que confunda vuestra mente. Ninguna cosa es demasiado grande para que él no
la pueda soportar; él sostiene los mundos y gobierna todos los asuntos del universo.

LA ORACION 24

Ninguna cosa que de alguna manera afecte nuestra paz es tan pequeña que él no la note. No hay
en nuestra experiencia ningún pasaje tan oscuro que él no pueda leer, ni perplejidad tan grande
que él no pueda desenredar... Las relaciones entre Dios y cada una de las almas son tan claras y
plenas como si no hubiese otra alma por la cual hubiera dado a su Hijo amado.—El Camino a
Cristo, 72, 73

La senda de la sinceridad e integridad no es una senda libre de obstrucción, pero en toda dificultad
hemos de ver una invitación a orar. Ningún ser viviente tiene poder que no haya recibido de Dios,
y la fuente de donde proviene está abierta para el ser humano más débil. “Todo lo que pidiereis al
Padre en mi nombre—dijo 28 La Oración Jesús—esto haré, para que el Padre sea glorificado en el
Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré”. “En mi nombre”, ordenó Cristo a sus discípulos
que orasen. En el nombre de Cristo han de permanecer siguiéndole delante de Dios. Por el valor
del sacrificio hecho por ellos, son estimables a los ojos del Señor. A causa de la imputada justicia
de Cristo, son tenidos por preciosos. Por causa de Cristo, el Señor perdona a los que le temen. No
ve en ellos la vileza del pecador. Reconoce en ellos la semejanza de su Hijo en quien creen.

El Deseado de Todas las Gentes, 620

OREMOS CON SANTA AUDACIA


“Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os
será hecho”. Presentad esta promesa cuando oráis. Tenemos el privilegio de ir ante Dios con santa
osadía. Si le pedimos con sinceridad que haga brillar su luz sobre nosotros, nos oirá y contestará.—
Conducción del Niño, 472. El cielo está abierto a nuestras peticiones y se nos invita a ir
“confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno
socorro”. Hebreos 4:16. Debemos ir con fe, creyendo que obtendremos exactamente las cosas que
le pedimos.—En Lugares Celestiales, 80.

Conságrate a Dios todas las mañanas; haz de esto tu primer trabajo. Sea tu oración: “Tómame ¡oh
Señor! como enteramente tuyo. Pongo todos mis planes a tus pies. Úsame hoy en tu servicio.
Mora conmigo, y sea toda mi obra hecha en ti”. Este es un asunto diario. Cada mañana conságrate
a Dios por ese día. Somete todos tus planes a él, para ponerlos en práctica o abandonarlos según
te lo indicare su providencia. Sea puesta así tu vida en las manos de Dios, y será así cada vez más
semejante a la de Cristo.—El Camino a Cristo, 69, 70

Los temas de la redención son temas importantes, y solo aquellos que están orientados
espiritualmente pueden discernir su profundidad y significado. Encontramos nuestra seguridad y
gozo al espaciarnos en las verdades del plan de salvación. La fe y la oración son necesarias para
poder contemplar las profundas cosas de Dios. Nuestras mentes están tan atadas por ideas
estrechas que apenas tenemos una visión limitada de la experiencia que es nuestro privilegio
tener. Cuán poco comprendemos el significado de la oración del apóstol, cuando dice: “Por esta
causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda
familia en los cielos y en la tierra, para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser
fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en
vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de
comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de
conocer el amor de Cristo, Nuestra necesidad de la oración 45 que excede a todo conocimiento,
para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las
cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa
en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los
siglos. Amén”.—Dios nos Cuida, 128.

Dios escucha y responde las oraciones Dios oye la oración. Cristo dijo: “Si algo pidierais en mi
nombre, yo lo haré”. También dijo: “Si alguno me sirviere, mi Padre le 48 Dios escucha las
oraciones 49 honrará”. Juan 14:14; 12:26. Si vivimos conforme a su Palabra, se cumplirán en
nuestro favor todas sus promesas. Somos indignos de su gracia; pero cuando nos entregamos a él,
nos recibe. Obrará en favor de los que le siguen y por medio de ellos.—El Ministerio de Curación,
172, 173. El Señor ciertamente oirá y contestará las oraciones de sus obreros si estos buscan su
consejo y su instrucción.—El Evangelismo, 292. Dios oye las oraciones de todos aquellos que le
buscan sinceramente. Él posee el poder que todos necesitamos y llena los corazones de gozo, paz
y santidad.—Testimonios para la Iglesia 9:135. Vi que toda oración elevada con fe por un corazón
sincero, será oída y contestada por Dios, y que el suplicante obtendrá la bendición [43] cuando
más la necesite, y a menudo esta excederá sus expectativas. No se pierde una sola oración de un
verdadero santo, si es elevada con fe por un corazón sincero.—Testimonios para la Iglesia 1:117.

Ninguna oración sincera se pierde


El Dios infinito, dijo Jesús, os da el privilegio de acercaros a él y llamarlo Padre. Comprended todo
lo que implica esto. Ningún padre de este mundo ha llamado jamás a un hijo errante con el fervor
con el cual nuestro Creador suplica al transgresor. Ningún amante interés humano siguió al
impenitente con tantas tiernas invitaciones. Mora Dios en cada hogar; oye cada palabra que se
pronuncia, escucha toda oración que se eleva, siente los pesares y los desengaños de cada alma,
ve el trato que recibe cada padre, madre, hermana, amigo y vecino. Cuida de nuestras
necesidades, y para satisfacerlas, su amor y misericordia fluyen continuamente.—El Discurso
Maestro de Jesucristo, 90, 91.

Los que trabajan en las tareas de la vida, apremiados y casi abrumados de perplejidad, pueden
elevar a Dios una petición para ser guiados 61 62 La Oración divinamente. Cuando los que
viajan, por mar o por tierra, se ven amenazados por algún grave peligro, pueden entregarse así a
la protección del cielo. En momentos de dificultad o peligro repentino, el corazón puede clamar
por ayuda a Aquel que se ha comprometido a acudir en auxilio de sus fieles creyentes cuando
quiera que le invoquen. En toda circunstancia y condición, el alma cargada de pesar y cuidados, o
fieramente asaltada por la tentación, puede hallar seguridad, apoyo y socorro en el amor y el
poder inagotables de un Dios que guarda su pacto.—La Historia de Profetas y Reyes, 466,

Cuando pedimos, Dios responde Forma parte del plan de Dios concedernos, en respuesta a la
oración hecha con fe, lo que no nos daría si no se lo pidiésemos así.—Seguridad y Paz en el
Conflicto de los Siglos, 580. Dios oye la oración. Cristo dijo: “Si algo pidierais en mi nombre, yo lo
haré”. También dijo: “Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará”. Juan 14:14; 12:26. Si vivimos
conforme a su Palabra, se cumplirán en nuestro favor todas sus promesas. Somos indignos de su
gracia; pero cuando nos entregamos a él, nos recibe. Obrará en favor de los que le siguen y por
medio de ellos.—El Ministerio de Curación, 172, 173. Cuando pidáis a Dios que os ayude, honrad a
vuestro Salvador creyendo que recibís su bendición. Todo poder y toda sabiduría están a nuestra
disposición. No tenemos más que pedir.—El Ministerio de Curación, 412.

Dios responde nuestras oraciones cuándo y cómo lo considera mejor Todo santo que se allega a
Dios con un corazón fiel, y eleva sus sinceras peticiones a él con fe, recibirá contestación a sus
oraciones. Vuestra fe no debe desconfiar de las promesas de Dios, porque no veáis o sintáis la
inmediata respuesta a vuestras oraciones. No temáis confiar en Dios. Fiad en su segura promesa:
“Pedid, y recibiréis” (Juan 16:24) Dios es demasiado sabio para errar, y demasiado bueno para
privar de cualquier cosa buena a sus santos que andan íntegramente. El hombre está sujeto a
errar, y aunque sus peticiones asciendan de un corazón sincero, no siempre pide las cosas que
sean buenas para sí mismo; o que hayan de glorificar a Dios. Cuando tal cosa sucede, nuestro sabio
y bondadoso Padre oye nuestras oraciones, y nos contesta, a veces inmediatamente; pero nos da
las cosas que son mejores para nosotros y para su propia gloria. Si pudiésemos apreciar el plan de
Dios cuando nos envía sus bendiciones, veríamos claramente que él sabe lo que es mejor para
nosotros, y que nuestras oraciones obtienen respuesta. Nunca nos da algo perjudicial, sino la
bendición que necesitamos, en lugar de algo que pedimos y que no sería bueno para nosotros

El Señor nos ha dado la promesa: “Y si alguno de vosotros tiene [61] falta de sabiduría, demándela
a Dios, el cual da a todos abundantemente, y no zahiere; y le será dada”. Está en el orden de Dios:
que aquellos que llevan responsabilidades se reúnan a menudo para consultarse mutuamente, y
para orar con fervor por la sabiduría que él solo puede impartir. Unidamente presentad vuestros
problemas a Dios. Hablad menos; mucho tiempo preciosos se pierde en hablar sin traer ninguna
luz. Únanse los hermanos en ayuno y oración para obtener la sabiduría que Dios ha prometido que
supliría liberalmente.—Testimonios para los Ministros, 507, 508.

La gracia de Cristo está disponible aun antes de que oremos Aun antes de que oración sea
pronunciada, o el anhelo del corazón sea dado a conocer, la gracia de Cristo sale al encuentro de la
gracia que está obrando en el alma humana.—Palabras de Vida del Gran Maestro, 131.

Las bendiciones serán proporcionales a nuestra fe Oren con fe. Y asegúrense de colocar sus vidas
en armonía con [63] sus peticiones, de modo que puedan recibir las bendiciones que han
demandado. Que no se debilite su fe, porque las bendiciones que se reciben son proporcionales a
la fe que se ejerce. “Conforme a vuestra fe os sea hecho”. “Y todo lo que pidiereis en oración,
creyendo, lo recibiréis”. Mateo 9:29; 21:22. Oren, crean, y regocíjense. Canten himnos de alabanza
porque él les ha contestado las oraciones. Acéptenlo al pie de la letra, “porque fiel es el que
prometió”. Hebreos 10:23. No se pierde ninguna súplica sincera. El canal está abierto; la corriente
está fluyendo. Lleva propiedades salutíferas en sus aguas, derramando una corriente restauradora
de vida y salud y [64] salvación.—Testimonios para la Iglesia 7:260.

El alma puede elevarse hacia el cielo en alas de la alabanza. Dios es adorado con cánticos y música
en las mansiones celestiales, y al expresar nuestra gratitud nos aproximamos al culto que rinden
los habitantes del cielo. Se nos dice: “El que ofrece sacrificio de alabanza me glorificará.”19
Presentémonos, pues, con gozo reverente delante de nuestro Creador, con “acciones de gracias y
voz de melodía.”20 { CC 104.2; SC.104.1 }

Sobre la cabeza de los vencedores, Jesús coloca con su propia diestra la corona de gloria. Cada cual
recibe una corona que lleva su propio “nombre nuevo” ( Apocalipsis 2:17), y la inscripción:
“Santidad a Jehová.” A todos se les pone en la mano la palma de la victoria y el arpa brillante.
Luego que los ángeles que mandan dan la nota, todas las manos tocan con maestría las cuerdas de
las arpas, produciendo dulce música en ricos y melodiosos acordes. Dicha indecible estremece
todos los corazones, y cada voz se eleva en alabanzas de agradecimiento. “Al que nos amó, y nos
ha lavado de nuestros pecados con su sangre, y nos ha hecho reyes y sacerdotes para Dios y su
Padre; a él sea gloria e imperio para siempre jamás.”

Con amor inexpresable, Jesús admite a sus fieles “en el gozo de su Señor.” El Salvador se regocija
al ver en el reino de gloria las almas que fueron salvadas por su agonía y humillación. Y los
redimidos participarán de este gozo, al contemplar entre los bienvenidos a aquellos a quienes
ganaron para Cristo por sus oraciones, sus trabajos y sacrificios de amor. Al reunirse en torno del
gran trono blanco, indecible alegría llenará sus corazones cuando noten a aquellos a quienes han
conquistado para Cristo, y vean que uno ganó a otros, y éstos a otros más, para ser todos llevados
al puerto de descanso donde depositarán sus coronas a los pies de Jesús y le alabarán durante los
siglos sin fin de la eternidad. { CI 106.1 }

Y antes de mucho las puertas del cielo se abrirán para recibir a los hijos de
Dios, y de los labios del Rey de gloria resonará en sus oídos, como la música
más dulce, la invitación: “¡Venid, benditos de mi Padre, poseed el reino
destinado para vosotros desde la fundación del mundo!” Entonces los
redimidos recibirán con gozo la bienvenida al hogar que el Señor Jesús les
está preparando. C.C. 126

Cultiven el agradecimiento. Alaben a Dios por su amor admirable de haber dado a Cristo para que
muriera por nosotros. Nada sacamos con pensar en nuestros agravios. Dios nos invita a meditar en
su misericordia y amor incomparables, para que seamos movidos a alabarle. { CE 209.2 }

La voz de agradecimiento, alabanza y regocijo se oye en el cielo. Las voces de los ángeles en los
cielos se unen con las voces de los hijos de Dios en la tierra, mientras dan honra, gloria y alabanza
a Dios y al Cordero por la gran salvación provista. { CM 232.3; CT.246.1 }
Procure cada uno hacer lo mejor posible. Crezcan diariamente en gracia y eficiencia los que se han
alistado bajo el estandarte del Príncipe Emanuel. Esfuércense los maestros de nuestras
instituciones por educar a sus estudiantes en todos los ramos de tal manera que puedan salir
debidamente disciplinados para beneficiar a la humanidad y glorificar a Dios. { CM 233.1; CT.246.2

Venid al Señor con corazones rebosantes de agradecimiento por sus misericordias pasadas y
presentes, y manifestad vuestro aprecio por los beneficios de Dios llevándole vuestras ofrendas de
gratitud, vuestras ofrendas voluntarias y vuestras ofrendas de expiación.—The Review and Herald,
4 de enero de 1881. { CMC 209.3; CS.198.3 }

Con corazones gozosos, los que han sido colaboradores con Dios ven el trabajo de su alma en
favor de los pecadores destinados a perecer y morir. Las horas ansiosas que pasaron, las
circunstancias que les causaron perplejidad, la aflicción del corazón debida a que algunos
rehusaron ver y recibir las cosas que habrían podido dar paz, todo eso queda olvidado. La
abnegación que practicaron a fin de sostener la obra ya no es más recordada. Cuando contemplan
las almas que procuraron ganar para Jesús, y las ven salvadas, salvadas eternamente como
monumentos a la misericordia de Dios y al amor del Redentor, hacen resonar en las bóvedas
celestes exclamaciones de alabanza y agradecimiento.—The Review and Herald, 10 de octubre de
1907. { CMC 363.4; CS.348.4 }

Y te alegrarás en todo el bien que Jehová tu Dios te haya dado a ti y a tu casa”. Deberían
manifestarse agradecimiento y alabanza a Dios por las bendiciones temporales y por todo el
bienestar que derrama sobre nosotros. Dios quiere que cada familia que se está preparando para
habitar en las mansiones eternas le tribute gloria por los ricos tesoros de su gracia. El Señor Jesús
está muy cerca de los que aprecian sus generosos dones y saben que todas las buenas cosas que
tienen proceden del Dios amante que se preocupa por ellos, y lo reconocen como la gran fuente
de todo bienestar y consuelo, la fuente inextinguible de la gracia.—Manuscrito 67, 1907. { CN
137.1; CG.149.1 }

esús trabajaba con alegría y tacto. Se necesita mucha paciencia y espiritualidad para introducir la
religión de la Biblia en la vida familiar y en el taller; para soportar la tensión de los negocios
mundanales, y, sin embargo, continuar deseando sinceramente la gloria de Dios. En esto Cristo fué
un ayudador. Nunca estuvo tan embargado por los cuidados de este mundo que no tuviese tiempo
o pensamientos para las cosas celestiales. A menudo expresaba su alegría cantando salmos e
himnos celestiales. A menudo los moradores de Nazaret oían su voz que se elevaba en alabanza y
agradecimiento a Dios. Mantenía comunión con el Cielo mediante el canto; y cuando sus
compañeros se quejaban por el cansancio, eran alegrados por la dulce melodía que brotaba de sus
labios. Sus alabanzas parecían ahuyentar a los malos ángeles, y como incienso, llenaban el lugar de
fragancia. La mente de los que le oían se alejaba del destierro que aquí sufrían para elevarse a la
patria celestial. { DTG 54.2; DA.73.3 }
Jesús era la fuente de la misericordia sanadora para el mundo; y durante todos aquellos años de
reclusión en Nazaret, su vida se derramó en raudales de simpatía y ternura. Los ancianos, los
tristes y los apesadumbrados por el pecado, los niños que jugaban con gozo inocente, los
pequeños seres de los vergeles, las pacientes bestias de carga, todos eran más felices a causa de
su presencia. Aquel cuya palabra sostenía los mundos podía agacharse a aliviar un pájaro herido.
No había nada tan insignificante que no mereciese su atención o sus servicios. { DTG 54.3;
DA.74.1 }

Así, mientras crecía en sabiduría y estatura, Jesús crecía en gracia para con Dios y los hombres. Se
granjeaba la simpatía de todos los corazones, mostrándose capaz de simpatizar con todos. La
atmósfera de esperanza y de valor que le rodeaba hacía de él una bendición en todo hogar. Y a
menudo, en la sinagoga, los sábados, se le pedía que leyese la lección de los profetas, y el corazón
de los oyentes se conmovía al ver irradiar una nueva luz de las palabras familiares del texto
sagrado. { DTG 54.4; DA.74.2 }

Las naciones de los salvos no conocerán otra ley que la del cielo. Todos constituirán una familia
feliz y unida, ataviada con las vestiduras de alabanza y agradecimiento. Al presenciar la escena, las
estrellas de la mañana cantarán juntas, y los hijos de los hombres aclamarán de gozo, mientras
Dios y Cristo se unirán para proclamar: No habrá más pecado ni muerte.10 { HC 493.1; AH.544.2 }

El templo de Dios está abierto en el cielo, e inunda su umbral la gloria de Dios destinada a toda
iglesia que ame a Dios y guarde sus mandamientos. Necesitamos estudiar, meditar y orar.
Tendremos entonces visión espiritual para discernir los atrios interiores del templo celestial.
Percibiremos los temas de los himnos y agradecimientos del coro celestial que está alrededor del
trono. Cuando Sión se levante y resplandezca, su luz será muy penetrante y se oirán preciosos
himnos de alabanza y agradecimiento en las asambleas de los santos.

“Cuando Martín Lutero recibía noticias desanimadoras a menudo decía: ‘Venid, vamos a cantar el
Salmos 46’. Este salmo comienza con las palabras: ‘Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro
pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se
traspasen los montes al corazón del mar’. En lugar de lamentos, lloro y desesperación, cuando las
pruebas se acumulan sobre nosotros y nos amenazan como una inundación que quisiera
abrumarnos, si no solamente oráramos pidiendo ayuda a Dios, sino que alabáramos al Señor por
tantas bendiciones que nos ha dado—alabando a Aquel que es capaz de ayudarnos—, nuestra
conducta sería más agradable a sus ojos, y veríamos más su salvación”.2 { NB 285.2; LS.258.1 }

“Y los redimidos de Jehová volverán, y vendrán a Sión con alegría; y gozo perpetuo será sobre sus
cabezas: y retendrán el gozo y alegría, y huirá la tristeza y el gemido.” “Hallarse ha en ella alegría y
gozo, alabanza y voz de cantar.” “Y habrá cantores con músicos de flautas.” (V.M.) “Estos alzarán
su voz, cantarán gozosos en la grandeza de Jehová.” Isaías 35:10; 51:3; Salmos 87:7; Isaías 24:14.
{ PR 539.7; PK.730.5 }
540

En la tierra renovada, los redimidos participarán en las ocupaciones y los placeres que daban
felicidad a Adán y Eva en el principio. Se vivirá la existencia del Edén, en huertos y campos. “Y
edificarán casas, y morarán en ellas; plantarán viñas, y comerán el fruto de ellas. No edificarán, y
otro morará; no plantarán, y otro comerá: porque según los días de los árboles serán los días de
mi pueblo, y mis escogidos perpetuarán las obras de sus manos.” Isaías 65:21, 22. { PR 540.1;
PK.730.6 }

Allí toda facultad será desarrollada, toda capacidad aumentada. Las mayores empresas podrán
llevarse a cabo, satisfacerse las aspiraciones más sublimes, realizarse las más encumbradas
ambiciones. Y sin embargo surgirán nuevas alturas que superar, nuevas maravillas que admirar,
nuevas verdades que comprender, nuevos objetos de estudio que agucen las facultades del
espíritu, del alma y del cuerpo. { PR 540.2; PK.731.1 }

Sobre el mar de cristal ese mar de vidrio que parece revuelto con fuego por lo mucho que
resplandece con la gloria de Dios—hállase reunida la compañía de los que salieron victoriosos “de
la bestia, y de su imagen, y de su señal, y del número de su nombre”. Con el Cordero en el monte
de Sion, “teniendo las arpas de Dios”, están en pie los ciento cuarenta y cuatro mil que fueron
redimidos de entre los hombres; se oye una voz, como el estruendo de muchas aguas y como el
estruendo de un gran trueno, “una voz de tañedores de arpas que tañían con sus arpas”. Cantan
“un cántico nuevo” delante del trono, un cántico que nadie podía aprender sino aquellos ciento
cuarenta y cuatro mil. Es el cántico de Moisés y del Cordero, un canto de liberación. Ninguno sino
los ciento cuarenta y cuatro mil pueden aprender aquel cántico, pues es el cántico de su
experiencia—una experiencia que ninguna otra compañía ha conocido jamás. Son “éstos, los que
siguen al Cordero por donde quiera que fuere”. Habiendo sido trasladados de la tierra, de entre
los vivos, son contados por “primicias para Dios y para el Cordero El Conflicto de los Siglos, 706,
707. { SVC 171.1; Hvn.179.1 }

En su templo todo proclama su gloria”, el canto que cantarán los redimidos, el canto de su
experiencia, declarará la gloria de Dios: “Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios
Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos. ¿Quién no te temerá, oh
Señor, y glorificará tu nombre? Pues sólo tú eres santo”.—La Educación, 308, 309. { SVC 171.2;
Hvn.180.1 }

Pasaron para siempre los días de sufrimiento y llanto. El Rey de gloria ha secado las lágrimas de
todos los semblantes; toda causa de pesar ha sido alejada. Mientras agitan las palmas, dejan oír
un canto de alabanza, claro, dulce y armonioso; cada voz se une a la melodía, hasta que entre las
bóvedas del cielo repercute el clamor.—El Conflicto de los Siglos, 708. { SVC 171.3; Hvn.180.2 }
Cuando las naciones de los salvos miren a su Redentor y vean la gloria eterna del Padre brillar en
su rostro; cuando contemplen su trono, que es desde la eternidad hasta la eternidad, y sepan que
su reino no tendrá fin, entonces prorrumpirán en un cántico de júbilo: “¡Digno, digno es el Cordero
que fue inmolado, y nos ha redimido para Dios con su propia preciosísima sangre!”—El Conflicto
de los Siglos, 709, 710. { SVC 172.1; Hvn.180.3 }

Los redimidos tocarán hermosa música en el cielo—Vi después un gran número de ángeles que
traían de la ciudad brillantes coronas, una para cada santo, cuyo nombre estaba inscrito en ella. A
medida que Jesús pedía las coronas, los ángeles se las presentaban y con su propia diestra el
amable Jesús las ponía en la cabeza de los santos. Asimismo los ángeles trajeron arpas y Jesús las
presentó a los santos. Los caudillos de los ángeles preludiaban la nota del cántico que era luego
entonado por todas las voces en agradecida y dichosa alabanza. Todas las manos pulsaban
hábilmente las cuerdas del arpa y dejaban oír melodiosa música en fuertes y perfectos acordes.
Después vi que Jesús conducía a los redimidos a la puerta de la ciudad; y al llegar a ella la hizo girar
sobre sus goznes relumbrantes y mandó que entraran todas las gentes que hubiesen guardado la
verdad. Dentro de la ciudad había todo lo que pudiese agradar a la vista. Por doquiera los
redimidos contemplaban abundante gloria. Jesús miró entonces a sus redimidos santos, cuyo
semblante irradiaba gloria, y fijando en ellos sus ojos bondadosos les dijo con voz rica y musical:
“Contemplo

173

el trabajo de mi alma, y estoy satisfecho. Vuestra es esta excelsa gloria para que la disfrutéis
eternamente. Terminaron vuestros pesares. No habrá más muerte ni llanto ni pesar ni dolor”. Vi
que la hueste de los redimidos se postraba y echaba sus brillantes coronas a los pies de Jesús, y
cuando su bondadosa mano los alzó del suelo, pulsaron sus áureas arpas y llenaron el cielo con su
deleitosa música y cánticos al Cordero.—Primeros Escritos, 288. { SVC 172.2; Hvn.180.4 }

Antes de entrar en la ciudad de Dios, el Salvador confiere a sus discípulos los emblemas de la
victoria, y los cubre con las insignias de su dignidad real. Las huestes resplandecientes son
dispuestas en forma de un cuadrado hueco en derredor de su Rey, cuya majestuosa estatura
sobrepasa en mucho a la de los santos y de los ángeles, y cuyo rostro irradia amor benigno sobre
ellos. De un cabo a otro de la innumerable hueste de los redimidos, toda mirada está fija en él,
todo ojo contempla la gloria de Aquel cuyo aspecto fue desfigurado “más que el de cualquier
hombre, y su forma más que la de los hijos de Adán”. { SVC 173.1; Hvn.181.1 }

Sobre la cabeza de los vencedores, Jesús coloca con su propia diestra la corona de gloria. Cada cual
recibe una corona que lleva su propio “nombre nuevo” ( Apocalipsis 2:17), y la inscripción:
“Santidad a Jehová”. A todos se les pone en la mano la palma de la victoria y el arpa brillante.
Luego que los ángeles que mandan dan la nota, todas las manos tocan con maestría las cuerdas de
las arpas, produciendo dulce música en ricos y melodiosos acordes. Dicha indecible estremece
todos los corazones, y cada voz se eleva en alabanzas de agradecimiento. “Al que nos amó, y nos
ha lavado de nuestros pecados con su sangre, y nos ha hecho reyes y sacerdotes para Dios y su
Padre; a él sea gloria e imperio para siempre jamás”. Apocalipsis 1:5, 6.—El Conflicto de los Siglos,
703, 704. { SVC 173.2; Hvn.182.1 }

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