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María es modelo de fe, no sólo porque como hebrea esperaba de todo corazón la
redención de su pueblo, sino también porque con el “sí” que pronuncia en la Anunciación
se adhiere al proyecto de Dios “y desde ese momento su fe recibe una nueva luz: se
centra en Jesús. La fe de María es el cumplimiento de la fe de Israel y en este sentido
es el modelo de la fe de la Iglesia, que está centrada en Cristo, la encarnación del amor
infinito de Dios”.
La madre de Cristo vive esta fe “en la sencillez de las mil ocupaciones y preocupaciones
cotidianas; esa existencia normal fue el terreno donde se desarrolló una relación única
y un diálogo profundo entre ella y Dios, entre ella y su hijo. El "sí" de María, ya
perfecto desde el principio, creció hasta la hora de la Cruz. Allí, su maternidad se
dilató, abrazando a cada uno de nosotros para llevarnos a su Hijo. María vivió siempre
inmersa en el misterio de Dios hecho hombre, como su primera y perfecta discípula,
meditando cada cosa en su corazón a la luz del Espíritu Santo, para entender y poner
en práctica toda la voluntad de Dios”.
Para explicar el segundo aspecto, María, modelo de caridad, el Papa utilizó el relato
evangélico de la visita a Isabel, su prima. “Visitándola –dijo el Santo Padre- María no le
dio sólo ayuda material -que es importante- también le llevó a Jesús, que ya vivía en su
seno. Llevar a Jesús a aquella casa significaba llevar la alegría, la alegría plena la que
procede de Jesús y el Espíritu Santo, y se expresa en la caridad gratuita, en el
compartir, ayudarse, comprenderse. María quiere darnos, también a nosotros, ese gran
regalo que es Jesús: y con Él su amor, su paz, su alegría.
María es también modelo de unión con Cristo. “La vida de la Virgen santa -concluyó el
Santo Padre- era la vida de una mujer de su pueblo, rezaba, trabajaba, iba a la
sinagoga. Pero llevaba a cabo cada acción en perfecta unión con Jesús”.
“Esa unión alcanza su culmen en el Calvario: aquí María se une a su Hijo en el martirio
del corazón y en la ofrenda de la vida al Padre para la salvación de la humanidad.
Nuestra Señora hizo suyo el dolor del Hijo y aceptó con él la voluntad del Padre, en la
obediencia que da fruto, que da la verdadera victoria sobre el mal y la muerte”.+