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FERNANDO CASTILLO CADENA

Magistrado ponente

STL17255-2019
Radicación n.° 87249
Acta 45

Bogotá, D.C., once (11) de diciembre de dos mil


diecinueve (2019).

Decide la Corte sobre la impugnación interpuesta por


MÓNICA MARÍA y MARÍA EUGENIA NOREÑA, contra la
decisión proferida por la SALA DE CASACIÓN CIVIL DE LA
CORTE SUPREMA DE JUSTICIA el 28 de octubre de 2019,
dentro de la acción de tutela que promovieron contra la
SALA CIVIL DEL TRIBUNAL SUPERIOR DEL DISTRITO
JUDICIAL DE MEDELLÍN, trámite al que se vinculó al
JUZGADO VEINTE CIVIL DEL CIRCUITO de esa ciudad,
así como a las partes e intervinientes en el proceso de
responsabilidad civil contractual, objeto de debate
constitucional.

I. ANTECEDENTES
Radicación n.˚ 87249

Las accionantes instauraron acción de tutela con el


propósito de obtener el amparo de su derecho fundamental
al debido proceso, presuntamente quebrantado por el
accionado.

Manifestaron en apoyo de sus pretensiones que


promovieron demanda de responsabilidad civil
extracontractual contra la sociedad «Transportes Oriente
Antioqueño S.A.», por el deceso de su progenitora Pastora
Julia Noreña, ocurrido en accidente de tránsito en el
municipio de San Carlos provocado por un vehículo de la
referida empresa.

Relataron que el Juzgado Veinte Civil del Circuito de


Medellín que conoció el proceso concedió parcialmente las
pretensiones y el Tribunal Superior del Distrito Judicial de
la misma ciudad, en sentencia proferida el 11 de abril de
2019 revocó la de primer grado en lo relativo al « daño en la
vida de relación» y fijó como indemnización el monto de 50

salarios mínimos legales mensuales vigentes por dicho


concepto a cargo de la demandada, y por el daño emergente
la suma de «$2’865.000», respecto de éste último que
correspondía a la compañía aseguradora « Seguros Generales
Suramericana S.A.», llamada en garantía, reembolsarlo a la

demandada.

Reprochan esta última decisión en cuanto determinó


que la aseguradora únicamente sufragara lo concerniente al
daño emergente, esto es, el de contenido patrimonial, pero
la dispensa del pago de los restantes conceptos, lo que en

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Radicación n.˚ 87249

su sentir se incurrió en un yerro al desatender la


interpretación que sobre este tema ha sostenido esta
Corporación en diversos pronunciamientos.

Adicionalmente, esta providencia tuvo un salvamento


de voto que sirve para respaldar sus alegaciones al precisar
que, «tratándose de contrato de seguro de responsabilidad civil, se
debe interpretar que cubre perjuicios patrimoniales y extra-
patrimoniales, así lo ha venido sosteniendo en forma reiterada y
reciente la Corte Suprema de Justicia […] quien como órgano de cierre
en lo civil, ha dicho que, interpretar que en esta clase de contratos no
se encuentran cubiertos los perjuicios extra-patrimoniales, son

decisiones erradas y pasibles de vía de hecho».

En virtud de lo dicho, se solicitó se deje sin efecto la


decisión del Tribunal censurado dictado dentro el proceso
de responsabilidad civil extracontractual el 11 de abril de
2019 y se ordene «que emita una nueva decisión atendiendo
el precedente de la Corte Suprema de Justicia, donde se
condene a Seguros Generales Suramericana al reembolso de
los dineros por concepto de perjuicios patrimoniales y extra-
patrimoniales».

II. TRÁMITE Y DECISIÓN DE INSTANCIA

Mediante proveído del 15 de octubre de 2019, la Sala


de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia, admitió
el trámite la acción de tutela, y ordenó dar traslado a los
involucrados, para que ejercieran su derecho de defensa,
término dentro del cual, el Juez Veinte Civil del Circuito de

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Medellín, informó que dentro del proceso de responsabilidad


civil extracontractual objeto de queja constitucional profirió
sentencia el 9 de mayo de 2018, accediendo parcialmente a
las pretensiones, la cual fue modificada por el tribunal
superior.

Seguros Generales Suramericana S.A., se opuso a la


prosperidad del amparo toda vez que no cumple con los
requisitos generales de procedibilidad pues lo perseguido
por las accionantes es controvertir en sede de tutela la
decisión judicial y con ello convertir la acción constitucional
en una instancia judicial adicional.

Por su parte, Transportes Oriente Antioqueño S.A .


coadyuvó las pretensiones de la demanda, al considerar que
la decisión del tribunal que se ataca, en efecto, desconoció
precedentes jurisprudenciales que determinan que
corresponde a la aseguradora «llamada en garantía»
responder por los perjuicios patrimoniales que causa el
asegurado «sin perjuicio de las prestaciones que se le
reconozcan al asegurado», puesto que el móvil del contrato
«no es otro que evitar las pérdidas económicas que llegara a
sufrir en caso de resultar responsable civilmente ante otras
personas».

Finalmente mediante providencia del 28 de octubre de


2019, la Sala Civil de esta Corporación concedió el amparo
solicitado por las accionantes, así razonó:

Descendiendo al sub lite, advierte la Corte que la Sala Civil del


Tribunal Superior del Distrito Judicial de Medellín, cometió un

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desafuero que amerita la corrección por esta jurisdicción, dado


que, al resolver la «alzada» propuesta contra la sentencia de
primer nivel, desconoció los mandatos imperativos consagrados
en el artículo 322 (inciso 4º, numeral 3º) del Código General del
Proceso, los cuales imponen al apelante la carga de sustentar el
recurso ante el ad quem.
[...]
Luego, comoquiera que al recinto solo acudió el apoderado judicial
de la compañía aseguradora llamada en garantía, al darle el uso
de la palabra a fin de que ejerciera la réplica frente a los reparos
expuestos por la parte apelante, solicitó se declarara desierto el
recurso por no observarse lo establecido en el artículo 322 del
estatuto adjetivo, a lo que la magistrada ponente manifestó:
[…]
Esa posición, tal como se anticipó, se aleja frontalmente de lo
consagrado en el estatuto adjetivo civil y del criterio consolidado
de esta Sala, pues quien apela una sentencia no sólo debe
aducir en forma breve sus reparos concretos respecto de esa
decisión, sino acudir ante el superior para sustentarlos,
apoyado, justamente, en esos cuestionamientos puntuales.
[…]
Con todo, aceptar entonces que los reparos concretos indicados
en primera instancia al formularse la apelación contra una
sentencia son suficientes y que puede soslayarse la
argumentación oral ante el superior, impuesta en el 322 del
Código General del Proceso, contradice los principios de oralidad,
concentración, celeridad, transparencia, contradicción e
inmediación desarrollados en los artículos 4° y siguientes de la
misma obra, así como las reglas 106 y 107 ídem, que prescriben
la metodología a seguir para el desarrollo de los litigios, dirigida,
concretamente, a lograr que estos, además de tener una duración
razonable (art. 121 del C.G.P.), comprendan solamente una
audiencia inicial y, si es el caso, una de instrucción y
juzgamiento.

Bajo esa óptica, es claro que erró la colegiatura accionada al


resolver la apelación formulada por la parte demandante contra
el fallo de 9 de mayo de 2018, por cuanto, se reitera, ante su
inasistencia «injustificada» a la audiencia, debió proceder a
declarar desierto dicho medio de impugnación.
[..]
Conforme lo discurrido, y al encontrar mérito para corregir la
actuación en virtud del examen legal y constitucional efectuado,
y en concreto por desatender la jurisprudencia específica de
esta Sala relativa al tema tratado, es necesario dejar sin efecto
la providencia de 11 de abril de 2019 dictada por la Sala Civil
del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Medellín, que
resolvió el recurso de apelación interpuesto contra la decisión de
origen (pese a que la parte recurrente no lo sustentó en la

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oportunidad debida), dentro del proceso ordinario de


responsabilidad civil extracontractual, rad. 2013-00921,
promovido por María Eugenia y Mónica Noreña, contra la
empresa Transportes Oriente Antioqueño S.A., a fin de que
profiera un proveído que se ajuste a las consideraciones
precedentes.

Entonces, como la invalidación del pronunciamiento atacado


necesariamente implica la concesión del resguardo, teniendo en
cuenta que a ello se circunscribió el propósito de la demanda, la
Corte se abstendrá, por sustracción de materia, de absolver las
quejas elevadas frente a ese fallo, por lo cual la súplica en los
precisos términos planteados por la actora deviene
intrascendente.

III. IMPUGNACIÓN

Inconforme con la anterior decisión, las accionantes la


impugnaron a través del escrito visible a folios 116 a 124
por medio del cual reiteran el amparo de sus derechos
fundamentales, para lo cual aducen no compartir los
argumentos que esgrimió la Corporación para decidir el
amparo solicitado pues consideran que no existió
congruencia entre lo pretendido con la acción constitucional
impetrada y lo decidido, pues el tema de discusión se
centraba únicamente en desatender los precedentes de esta
corporación respecto de la responsabilidad discutida al
interior del proceso objeto de queja constitucional y no el de
la oralidad.

IV. CONSIDERACIONES

Esta Sala de la Corte ha sido del criterio que no


procede la tutela contra providencias o sentencias
judiciales, atendiendo los principios de la cosa juzgada, la
independencia y autonomía de los jueces, y entre otras

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razones fundamentales, por ausencia de base normativa,


pero esta carencia ha sido suplida por la jurisprudencia de
modo que hoy no es posible desconocer su arraigo y
afianzamiento en todas las jurisdicciones, en especial, en
las otras salas de nuestra Corporación; esta realidad
impone morigerar aquella postura, cuando en casos
concretos y excepcionales, con las actuaciones u omisiones
de los jueces, resulten violados en forma evidente derechos
constitucionales fundamentales.

La prosecución de la eficacia de tales garantías ha de


acompasarse con otros valores del Estado de derecho, en
particular, en lo que concierne a la administración de
justicia, con el de la seguridad jurídica, en especial la que
realiza el instituto de la cosa juzgada, y el principio
constitucional de la independencia y autonomía de los
jueces.

Las reglas de interpretación del derecho en el terreno


de los valores y de los principios enseñan que la actuación
de uno de ellos no supone la aniquilación de otro, sino que
todos han de ser ponderados de manera que hallen cabida,
consintiendo grados de aplicación que no afecten su núcleo
esencial.

No obstante lo anterior, sigue siendo valor esencial


para la Sala que la tutela contra sentencias judiciales no
puede ser medio, ni pretexto, para abolir la independencia
del juez, consagrada en el artículo 228 de la Carta Política,
sustituyendo al juez natural.

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Por otra parte, el artículo 29 de la Constitución Política


establece que «el debido proceso se aplicará a toda clase de
actuaciones judiciales y administrativas». Esta disposición
reconoce el principio de legalidad como fundamental en el
ejercicio de las actividades tanto judiciales como
administrativas, y comprende la regulación que
previamente delimita los poderes del Estado y establece las
garantías de protección a los derechos de los asociados, de
forma tal que ninguna actuación desplegada por quienes
ejerzan dichas funciones dependa de su propio arbitrio,
sino que se encuentre sujeta a procedimientos señalados en
la ley y en los reglamentos.

En ese orden de ideas, el procedimiento se constituye


en la forma mediante la cual los individuos interactúan con
el Estado, al someter sus diferencias, y por ello mismo se
requiere de su estricto cumplimiento, con el objeto de no
desquiciar el ordenamiento jurídico.

En el sub judice, el reclamo de los recurrentes se


remite, principalmente, a que el colegiado incurrió en vía de
hecho denominada jurisprudencialmente como defecto por
desconocimiento del precedente al abandonar la línea
jurisprudencial de la Corte Suprema de Justicia respecto de
la interpretación del artículo 1127 del Código de Comercio y
ningún reproche en relación con la declaratoria de desierto
del recurso de apelación, comoquiera que si bien la parte
demandante no asistió a la audiencia de sustentación y

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fallo, lo cierto es que presentaron los fundamentos del


mismo ante el juez de primera instancia.

En ese orden de ideas se ocupará la Sala en primer


lugar a estudiar lo relativo al motivo por el cual se concedió
el amparo por parte de la homóloga civil, esto es, la
sustentación oral del recurso de apelación en los términos
del artículo 322 del CGP,

Con todo, se procederá a decidir sobre la impugnación


formulada por la parte accionante y descendiendo al asunto
bajo estudio, resulta evidente que prima facie ha de
precisarse que lo que se debe establecer es si la decisión de
la Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Medellín proferida al interior del proceso objeto de debate
constitucional, al resolver la alzada que formuló la parte
accionante frente a la sentencia que dictó el 9 de mayo de
2018 el Juzgado Veinte Civil del Circuito de Medellín, tuvo
la potestad de vulnerar las garantías superiores de las
accionantes.

En efecto, el numeral 3, inciso 4, del artículo 322 del


Código General del Proceso establece el deber de
sustentación del recurso de alzada en los siguientes
términos:

Si el apelante de un auto no sustenta el recurso en debida forma


y de manera oportuna, el juez de primera instancia lo declarará
desierto. La misma decisión adoptará cuando no se precisen los
reparos a la sentencia apelada, en la forma prevista en este
numeral. El juez de segunda instancia declarara desierto el

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recurso de apelación contra una sentencia que no hubiere sido


sustentada.

Al efecto, memórese que tratándose de los recursos


ordinarios, los artículos 318, 322, 331 y 353 del C.G.P.,
evidencian que es admisible y procedente la sustentación
por escrito de tales mecanismos, los cuales materializan el
derecho a controvertir las decisiones judiciales como una de
las más claras expresiones de las garantías constitucionales
al debido proceso y de defensa.

En lo que concierne al tema de debate constitucional,


cumple señalar que, acorde al contenido del artículo 322
del Código General del Proceso, la interposición del recurso
de apelación deberá tener lugar «en el acto de su notificación
personal o por escrito dentro de los tres (3) días siguientes a
su notificación por estado» (inciso 2); tratándose de autos «el
apelante deberá sustentar el recurso ante el juez que dictó la
providencia, dentro de los tres (3) días siguientes a su
notificación, o a la del auto que niega la reposición», según
sea el caso y, finalmente, expresa que resuelta la reposición
y concedida la alzada, «el apelante, si lo considera necesario,
podrá agregar nuevos argumentos a su impugnación, dentro
del plazo señalado en este numeral».

Ahora, si lo apelado es una sentencia proferida en


audiencia, la norma estatuye que el recurso se interpondrá
«en forma verbal inmediatamente después de pronunciada» y
allí mismo o «dentro de los tres (3) días siguientes a su
finalización o a la notificación de la que hubiere sido dictada

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por fuera de audiencia», evento en el cual el apelante deberá


«precisar, de manera breve, los reparos concretos que le hace
a la decisión», y en cuanto a la apelación adhesiva se indica
que aquella se interpone a través de «escrito de adhesión»
presentado ante el juez, «mientras el expediente se
encuentre en su despacho o ante el superior hasta el
vencimiento del término de ejecutoria del auto que admite
apelación de la sentencia».

Conforme a lo expuesto, es claro que el legislador


autoriza que la apelación de una sentencia pueda
formularse y sustentarse en forma escrita, aunque haya
sido dictada en audiencia; así también lo ha entendido la
Sala de Casación Civil en sentencia STC5881-2017 y
STC10557-2016.

En lo que atañe al deber de sustentación del recurso


de apelación contra sentencias, el referido artículo el
artículo 322 en su numeral 3.º, inciso 4.º establece tres
hipótesis para declarar desierta la alzada: i) si el apelante de
un auto no sustenta el recurso en debida forma y de
manera oportuna, el juez de primera instancia lo declarará
desierto; ii) la misma decisión adoptará cuando no se
precisen los reparos a la sentencia apelada, en la forma
prevista en este numeral; y iii) el juez de segunda instancia
declarará desierto el recurso de apelación contra una
sentencia que no hubiere sido sustentado.

Bajo ese contexto, solo en el tercer evento el superior


está habilitado para declarar la deserción del recurso de

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apelación cuando no se haya sustentado la impugnación,


evento que difiere de la inasistencia a la audiencia que
menciona el artículo 327 del Código General del Proceso,
omisión a la que, ni éste ni el precepto 322 le asignó esa
consecuencia.

De manera que si el recurrente sustenta el recurso de


apelación, previo a la audiencia a que alude el citado
artículo 327, al momento de interponerlo o dentro de los
tres días siguientes a la notificación de la providencia,
expresando con suficiencia «las razones de su
inconformidad con la providencia apelada» que es lo que,
según el artículo 322 ejusdem, alude, no habría lugar a
exigirle a la parte una doble sustentación, es decir, que
adicional a la presentada ante el a quo, realice otra ante el
superior.

Así las cosas, la inasistencia del apelante a la


audiencia de sustentación y fallo de segunda instancia, per
se, no habilita la declaratoria de deserción del recurso,
criterio que puede predicarse en la medida en que el
recurrente haya fundamentado su disconformidad ante el a
quo, bien al término de la diligencia donde se profirió la
sentencia o dentro de los tres días siguientes a ese acto
procesal (inciso 2º, artículo 322 del Código General del
Proceso), por lo que resulta acorde con el criterio expuesto
el haber decidido la censura, en atención, precisamente, a
la prevalencia del derecho sustancial sobre las formas y a la
necesidad de garantizar a los sujetos procesales, partes e
intervinientes en un litigio, derechos de raigambre superior

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como el acceso efectivo a la administración de justicia,


defensa, contradicción y doble instancia.

En ese orden de ideas, se itera, la inasistencia de la


parte recurrente a la audiencia prevista para desatar la
alzada, mal puede constituir un obstáculo para proferir el
fallo de segunda instancia, pues habiéndose sustentado la
apelación antes de la audiencia convocada por el ad quem,
aquel no puede tenerla por inexistente o no presentada y
menos declarar desierta la impugnación. El anterior
constituye el criterio adoptado por esta Sala de la Corte,
cuyo cambio jurisprudencial se dejó plasmado en las
providencias STL3467 y STL3470 de 2018.

En el presente caso, en el expediente quedó acreditado


que el juez de primera instancia accedió parcialmente a las
pretensiones de las demandantes, de ahí que en la
audiencia el apoderado de las aquí accionantes expuso que
apelaba la decisión; y por escrito dentro de los 3 días
siguientes, indicó que los motivos de disentimiento frente a
esa decisión.

Así las cosas, para esta Sala queda claro que la parte
accionante, al interior del proceso objeto de censura,
sustentó el recurso de alzada planteado, de ahí que bien
procedió el tribunal censurado al resolver la alzada pues no
puede declararse desierto por el solo hecho de no haber
asistido a la audiencia de segunda instancia, por lo que en
tal sentido el amparo no está llamado a prosperar.

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Visto lo anterior, lo procedente sería revocar la


decisión del a quo en el tema estudiado, no obstante lo
expuesto, como quiera que el impugnante aspira a que se
otorgue el amparo por desconocimiento del precedente
judicial de la Sala de Casación Civil sobre la obligación de la
aseguradora en el resarcimiento integral de los perjuicios
como consecuencia de la responsabilidad civil del
asegurado, se procede al estudio de esta temática como
sigue.

En ese orden, deberá la Sala determinar si la decisión


proferida por el colegiado transgredió el derecho a la
igualdad por desconocimiento del precedente judicial sobre
la materia; a fin de dar resolución al caso la Corte iniciará
por reiterar su jurisprudencia sobre el anotado precedente,
luego de lo cual, se hará mención de la decisión judicial
objeto del amparo, posteriormente, se acudirá al criterio
imperante en la Sala de Casación Civil sobre la materia, y
finalmente, determinará si en efecto, la autoridad accionada
incurrió en transgresión del derecho invocado por las
accionantes.

1. Precedente judicial

Con relación al precedente judicial, esta corporación


mediante sentencias CSJ STL3919-2019 y CSJ STL5811-
2019 de 2 de mayo hogaño, indicó:

En este punto es relevante anotar que, en la sentencia CC


SU354/17, se definió el precedente judicial como «la sentencia o

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el conjunto de ellas, anteriores a un caso determinado, que por


su pertinencia y semejanza en los problemas jurídicos resueltos,
debe necesariamente considerarse por las autoridades judiciales
al momento de emitir un fallo». Por otra parte, en la sentencia CC
SU074/14

La Corte Constitucional ha sostenido que, para garantizar la


confianza en las decisiones de los jueces a la luz de los
principios de seguridad jurídica, igualdad, buena fe y confianza
legítima, el desconocimiento del precedente es una causal
especial de procedencia de la tutela contra providencias
judiciales. Adicionalmente, ha señalado que el desconocimiento
del precedente jurisprudencial puede llevar a la existencia de un
defecto sustantivo en una decisión judicial, en la medida en que
el respeto al precedente es una obligación de todas las
autoridades judiciales, - sea éste vertical u horizontal, dada su
fuerza vinculante y su inescindible relación con la protección de
los derechos al debido proceso e igualdad.

Frente a tales circunstancias excepcionales, es deber de la


autoridad judicial, adoptar las medidas necesarias tendientes a
evitar la vulneración del derecho a la igualdad y al debido
proceso de los administrados, que «resultan tratados de manera
diferente por decisiones que debían en principio ser uniformes y
concordantes, y sin una razón jurídica o fáctica, sustancial o
procesal, presentan esa diversidad».

Frente a tales circunstancias excepcionales, es deber


de la autoridad judicial, adoptar las medidas necesarias
tendientes a evitar la vulneración del derecho a la igualdad
y al debido proceso de los administrados, que «resultan
tratados de manera diferente por decisiones que debían en
principio ser uniformes y concordantes, y sin una razón
jurídica o fáctica, sustancial o procesal, presentan esa
diversidad».

2. Decisión confutada

En la providencia objeto de la censura, el Tribunal


censurado sostuvo en lo pertinente lo siguiente:

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Al tenor de lo dispuesto en el artículo 1127 del Código de


Comercio en el seguro de responsabilidad, se impone a cargo del
asegurador la obligación de indemnizar los perjuicios
patrimoniales que cause el asegurado con motivo de
determinada responsabilidad en que incurra; es decir, solo los
perjuicios de índole patrimonial sufridos por la víctima, son
aquellos que en línea de principio tiene que asumir el asegurador
conforme al citado artículo, al menos así lo ha considerado la
mayoría de la Sala…

Prosiguió con relación a los perjuicios


extrapatrimoniales:

Sin que de ninguna manera pueda entenderse que la


aseguradora asumió la obligación de reconocimiento de los
perjuicios extrapatrimoniales puesto que así no consta en la
póliza.

3. Criterio de la Sala de Casación Civil sobre la


responsabilidad del asegurador en los seguros de
responsabilidad civil.

Sobre el tema en cuestión, con base en la


interpretación del artículo 84 de la Ley 45 de 1990, en
sentencia CSJ SC, del 10 de febrero de 2005, la Sala de
Casación Civil asentó lo siguiente:

En el estadio actual se le asigna otro rol al seguro de


responsabilidad civil, pues ha cambiado sustancialmente el
principio por el cual la obligación del asegurador era la de
“indemnizar los perjuicios patrimoniales que sufra el asegurado
con motivo de determinada responsabilidad en que incurra de
acuerdo con la ley” (se subraya), para ser reemplazada por la de
“indemnizar los perjuicios patrimoniales que cause el asegurado
con motivo de determinada responsabilidad en que incurra de
acuerdo con la ley y tiene como propósito el resarcimiento de la
víctima, la cual, en tal virtud, se constituye en el beneficiario de la
indemnización, sin perjuicio de las prestaciones que se le

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reconozcan al asegurado” (se subraya), conforme a la reforma que


al mentado artículo 1127 del Código de Comercio introdujo el 84 de
la ley 45 de 1990.
Como se aprecia, a los seguros de esta clase, en sentido lato, se
les ha otorgado una doble función de la que antes carecían, dado
que, a más de proteger de algún modo y reflejamente el patrimonio
del asegurado, pretenden directamente reparar a la víctima, quien,
de paso, entra a ostentar la calidad de beneficiaria de la
indemnización. Mírese así cómo ésta, y por consiguiente sus
herederos, según el caso, no ocupan la posición de asegurados,
pues su derecho frente al asegurador surge de la propia ley, que
ha dispuesto claramente una prestación en su favor 1, en calidad
de beneficiarios, aunque circunscrita a los lineamientos trazados
por el contrato de seguro - y en lo pertinente por la misma ley -, de
modo que la víctima, ha de reiterarse, no sólo se tendrá como
beneficiaria de la indemnización - artículo 1127 in fine -, sino que
estará asistida, además, de una acción directa como instrumento
contra el asegurador, como inequívocamente aflora del tenor del
artículo 1133 ejúsdem, modificado por el 87 de la ley 45 de 1990,
por el cual “en el seguro de responsabilidad civil los damnificados
tienen acción directa contra el asegurador. Para acreditar su
derecho ante el asegurador de acuerdo con el artículo 1077, la
víctima en ejercicio de la acción directa podrá en un solo proceso
demostrar la responsabilidad del asegurado y demandar la
indemnización del asegurador”.
Sobre el particular, en providencia de la misma fecha, la Sala
expuso que en consonancia “con la orientación legislativa vigente
en materia del seguro de responsabilidad civil, ocurrido el
siniestro, es decir, acaecido el hecho del cual emerge una deuda
de responsabilidad a cargo del asegurado, causante del daño
irrogado a la víctima - artículo 1131 del Código de Comercio -,
surge para el perjudicado el derecho de reclamarle al asegurador
de la responsabilidad civil de aquél, la indemnización de los
perjuicios patrimoniales experimentados, derecho que en Colombia
deriva directamente de la ley, en cuanto lo instituye como
beneficiario del seguro - artículo 1127 ibídem - y que está
delimitado por los términos del contrato y de la propia ley, más
allá de los cuales no está llamado a operar, derecho para cuya
efectividad se le otorga acción directa contra el asegurador -
artículo 1133 ejúsdem - la que constituye entonces una
herramienta de la cual se le dota para hacer valer la prestación
cuya titularidad se le reconoce por ministerio de la ley” (exp. 7614,
no publicada aún oficialmente) .

1
En este sentido, el proyecto que se convirtió en la ley 45 de 1990 indicaba que
dicho seguro consagraba “un contrato en favor de terceros”. (Ponencia para primer
debate del Proyecto de Ley 113 de 1990 - Cámara, publicada en “Antecedentes
Legislativos del Derecho de Seguros en Colombia”, Acoldese - Acoas, Bogotá, 2002,
pag. 334).

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De igual manera en la sentencia CSJ SC002-2018, la


misma Corporación sentó sobre el tema lo siguiente:

“Con la reforma introducida por la ley 45 de 1990, cuya ratio


legis, como ab-initio se expuso, reside primordialmente en la
defensa del interés de los damnificados con el hecho dañoso del
asegurado, a la función primitivamente asignada al seguro de
responsabilidad civil se aunó, delantera y directamente, la de
resarcir a la víctima del hecho dañoso, objetivo por razón del cual
se le instituyó como beneficiaria de la indemnización y en tal
calidad, como titular del derecho que surge por la realización del
riesgo asegurado, o sea que se radicó en el damnificado el
crédito de indemnización que pesa sobre el asegurador,
confiriéndole el derecho de reclamarle directamente la
indemnización del daño sufrido como consecuencia de la culpa
del asegurado, por ser el acreedor de la susodicha prestación, e
imponiendo correlativamente al asegurador la obligación de
abonársela, al concretarse el riesgo previsto en el contrato…

(…) El propósito que la nueva reglamentación le introdujo, desde


luego, no es, per se, sucedáneo del anterior, sino
complementario, ‘lato sensu’, porque el seguro referenciado,
además de procurar la reparación del daño padecido por la
víctima, concediéndole los beneficios derivados del contrato,
igualmente protege, así sea refleja o indirectamente, la
indemnidad patrimonial del asegurado responsable, en cuanto el
asegurador asume el compromiso de indemnizar los daños
provocados por éste, al incurrir en responsabilidad, dejando ilesa
su integridad patrimonial, cuya preservación, en estrictez, es la
que anima al eventual responsable a contratar voluntariamente
un seguro de esta modalidad”.

Al mismo tiempo que el seguro de responsabilidad civil


resguarda el pago de la indemnización a que tiene derecho el
beneficiario, también protege la integridad del patrimonio del
asegurado.

De modo que una interpretación de la regulación del


seguro de responsabilidad civil que desconozca, suprima o
aminore su función originaria en cuanto a la protección
patrimonial del asegurado, desnaturalizaría el contenido
esencial de dicho convenio y particularmente la función
con la que fue concebido por la ley, en demérito de la
confianza que el asegurado deposita en esa modalidad de
aseguramiento.

Luego, como el propósito del legislador no fue otro que otorgarle a


los damnificados acción directa contra el asegurador, es lógico
que desde la perspectiva de las víctimas los daños que éstas
sufren son causados por el asegurado. Por consiguiente, para

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conservar la coherencia de la redacción del artículo 1127 del


Código de Comercio, fue necesario cambiar la expresión que
indicaba que el seguro de responsabilidad “impone a cargo del
asegurador la obligación de indemnizar los perjuicios
patrimoniales que sufra el asegurado”, por la actual que
establece que dicho contrato “impone a cargo del asegurador la
obligación de indemnizar los perjuicios patrimoniales que cause
el asegurado” con ocasión de esa responsabilidad.

Es ostensible que desde la perspectiva de los damnificados en el


nivel de la responsabilidad civil, ellos son quienes sufren los
daños y no quienes los causan. Mas, desde la óptica del contrato
de seguro, los daños que causa el asegurado son los mismos que
éste sufre en su patrimonio cuando queda obligado a pagar la
indemnización.

De lo anterior se concluye que no es admisible interpretar el


artículo 1127 del Código de Comercio como si prescribiera
que el asegurador únicamente está obligado a indemnizar
los perjuicios patrimoniales que sufre la víctima como
resultado de una condena de responsabilidad civil, sino
que hay que seguir interpretándolo en su acepción
original, esto es desde el nivel de sentido del contrato de
seguro, según el cual el asegurador está obligado a
mantener al asegurado indemne de los daños de cualquier
tipo que causa al beneficiario del seguro, que son los
mismos que el asegurado sufre en su patrimonio, tal como
se explicó líneas arriba y fue reconocido por esta Corte en fallo
reciente, en el que indicó:

“El perjuicio que experimenta el responsable es siempre de


carácter patrimonial, porque para él la condena económica a
favor del damnificado se traduce en la obligación de pagar las
cantidades que el juzgador haya dispuesto, y eso significa que
su patrimonio necesariamente se verá afectado por el
cumplimiento de esa obligación, la cual traslada a la compañía
aseguradora cuando previamente ha adquirido una póliza de
responsabilidad civil. En consecuencia, los daños a reparar
(patrimoniales y extra patrimoniales) constituyen un detrimento
netamente patrimonial en la modalidad de daño emergente para
la persona a la que les son jurídicamente atribuibles, esto es,
para quien fue condenado a su pago”».

Ahora bien, en cuanto al mismo tema la Sala de


Casación Civil al resolver una acción de tutela de contornos
similares, recientemente, en sentencia SCJ STC10961-2019
del 15 de agosto de 2019, expediente No. 11001-02-03-000-
2019-02298-00, expresó:

19
Radicación n.˚ 87249

Desde el punto de vista del vínculo jurídico que surge entre la


víctima y el demandado a quien se declara responsable de los
perjuicios, no está sujeto a discusión que tales daños son
causados por el asegurado, de ahí que el artículo 84 de la ley 45
de 1990 haya corregido en la descripción normativa la expresión
«los perjuicios patrimoniales que sufra el asegurado», por la
nueva «los perjuicios patrimoniales que cause el asegurado».

Mas, no es menos cierto que los perjuicios que el demandado


causa a la víctima le generan un detrimento económico al tener
que pagar la condena a indemnizar integralmente los daños que
causa al demandante; luego, constituye el mismo menoscabo
pecuniario que el asegurado sufre al tener que solventarlos de su
patrimonio. Por consiguiente, cuando la norma en comento alude
a «los perjuicios patrimoniales que cause el asegurado» no se está
refiriendo a la clasificación de los perjuicios (patrimoniales y
extrapatrimoniales) dentro de la relación jurídica sustancial entre
demandante y demandado en el proceso de responsabilidad
civil, sino al detrimento económico que surge para el asegurado
dentro de la relación que nace en virtud del contrato de seguro,
los cuales son siempre de carácter patrimonial para el
asegurado, independientemente de la tipología que se les haya
asignado al interior del proceso de responsabilidad civil.

«La responsabilidad -explica De Cupis- constituye una


carga económica, un perjuicio para el patrimonio del
responsable, que corresponde a la transferencia, efectuada
por el ordenamiento jurídico, del daño experimentado por el
perjudicado a la persona del responsable. El cual, por
responder del daño, lo que hace, en definitiva, es soportar
el daño mismo».2

El perjuicio que experimenta el responsable es siempre de


carácter patrimonial, porque para él la condena económica a
favor del damnificado se traduce en la obligación de pagar las
cantidades que el juzgador haya dispuesto, y eso significa que
su patrimonio necesariamente se verá afectado por el
cumplimiento de esa obligación, la cual traslada a la compañía
aseguradora cuando previamente ha adquirido una póliza de
responsabilidad civil.

En estricto sentido, una vez el demandado es declarado


responsable, la condena a resarcir los perjuicios le representa un
daño emergente, en tanto corresponde a una erogación que se ve
conminado a efectuar, y no a una ganancia o lucro que está
pendiente de percibir.

2
DE CUPIS, Adriano. El daño. Teoría general de la responsabilidad civil. Barcelona:
Bosch Casa Editorial S.A., 1975, pág. 745.

20
Radicación n.˚ 87249

En consecuencia, los daños a reparar (patrimoniales y


extrapatrimoniales) estructuran un detrimento netamente
patrimonial en la modalidad de daño emergente para la persona
a la que les son jurídicamente atribuibles, esto es, para quien fue
condenado a su pago, dado que aquél es el que se sufre si «el
objeto del daño es un interés actual, o sea, el interés relativo a
un bien que ya corresponde a una persona en el instante en el
que el daño se ha ocasionado».3

4. Vistos los artículos 1127 y 1133 del Código de Comercio, con


las reformas introducidas por los artículos 84 y 87 de la Ley 45
de 1990, desde la perspectiva expuesta y en conjunto por ser
complementarios, responden a un patrón de reparación completa
e inmediata de la víctima, que comprende la indemnización de
los perjuicios de toda índole, porque el término de «patrimoniales»
bajo la nueva redacción del primero sigue refiriéndose a la carga
que surge para el asegurado y debe asumir la aseguradora.

Por tal razón no puede decirse que el amparo por los «perjuicios
extrapatrimoniales» de la víctima debe estar expresamente
contemplado en la póliza como resultado de una lectura simplista
del precepto y en desarrollo de la libertad contractual, ya que
darle ese alcance restrictivo sería ir en contra del querer del
legislador y los fines que inspiraron la reforma.

Ese sentido fue el advertido en la providencia CSJ SC 10 feb.


2005, Rad. 7173, según la cual:

«[s]iendo tradicionalmente la responsabilidad civil de dos clases,


contractual y extracontractual, según el texto precitado [en
alusión al original artículo 1127 del Código de Comercio] habría
de afirmarse que el seguro se constituía en favor del asegurado,
por cuanto la prestación asumida por el asegurador era la de
indemnizarlo a él, mas no al tercero damnificado, quien,
además, en esta etapa normativa, por expreso mandato del
artículo 1133 del Código de Comercio, estaba desprovisto de
acción directa para exigir a la compañía el resarcimiento del
daño causado por el siniestro (…) En el estadio actual se le
asigna otro rol al seguro de responsabilidad civil, pues ha
cambiado sustancialmente el principio por el cual la obligación
del asegurador era la de “indemnizar los perjuicios
patrimoniales que sufra el asegurado con motivo de
determinada responsabilidad en que incurra de acuerdo con la
ley” (se subraya), para ser reemplazada por la de “indemnizar
los perjuicios patrimoniales que cause el asegurado con motivo
de determinada responsabilidad en que incurra de acuerdo con
la ley y tiene como propósito el resarcimiento de la víctima, la
cual, en tal virtud, se constituye en el beneficiario de la
indemnización, sin perjuicio de las prestaciones que se le
reconozcan al asegurado” (se subraya), conforme a la reforma
que al mentado artículo 1127 del Código de Comercio introdujo

3
DE CUPIS, Adriano. Op. Cit., pág. 312.

21
Radicación n.˚ 87249

el 84 de la ley 45 de 1990 (…) Como se aprecia, a los seguros de


esta clase, en sentido lato, se les ha otorgado una doble función
de la que antes carecían, dado que, a más de proteger de algún
modo y reflejamente el patrimonio del asegurado, pretenden
directamente reparar a la víctima, quien, de paso, entra a
ostentar la calidad de beneficiaria de la indemnización (el
subrayado es propio).

De igual modo, en la providencia SC10048-2014, 31 Jul. 2014,


Rad. 2008-00102-01 se insistió en que «[e]n general, el «seguro
de responsabilidad» cumple una función preventiva y reparadora,
puesto que salvaguarda o protege el patrimonio del «asegurado»
autor o causante del hecho dañino y también le brinda amparo a
los damnificados, convirtiéndolos en «beneficiarios» de la
indemnización, reconociéndoles inclusive la facultad de accionar
de manera directa frente al asegurador». Criterio que ha sido
reiterado por esta Sala en SC20950-2017 y SC002-2018.

En similares términos se puede consultar la


providencia STC10180-2019, así como las de esta Sala
STL12822-2019 y STL21422-2017 sobre el mismo tema.

4. Transgresión del debido proceso y el derecho a la


igualdad por desconocimiento del precedente judicial.

Al revisar los argumentos expuestos en la


impugnación y la sentencia proferida por el Tribunal
censurado en el asunto bajo estudio, se advierte que dicha
decisión no se acompasa con el criterio que sobre este tema
existe en la Sala Civil de esta Corporación y el contenido de
las normas de responsabilidad civil extracontractual que
aluden a la indemnización a favor de la víctima, pues es
claro que refieren al resarcimiento de la totalidad de los
daños que infirió la conducta o actividad atribuida al
responsable, bien de orden patrimonial o extrapatrimonial,
por tanto, la providencia cuestionada sí transgredió los

22
Radicación n.˚ 87249

derechos fundamentales de la parte demandante, pues se


advierte una desviación ostensible del ordenamiento legal al
interpretar las normas que regulan la temática de la
discusión procesal, por lo que el amparo sobre este aspecto
debe prosperar.

En vista de los anteriores criterios jurisprudenciales y


de cara a los hechos manifestados en el escrito inicial, se
advierte que efectivamente se incurrió en violación al debido
proceso y a la seguridad jurídica por el desconocimiento del
precedente judicial, toda vez que, la postura que tiene el
Máximo Tribunal en la especialidad civil, conforme a la
cobertura del seguro que reza el artículo 1127 del Código de
Comercio, es que el asegurador está obligado a mantener al
asegurado indemne de los daños de cualquier tipo, sin que
por el hecho de que únicamente la norma mencione
perjuicios patrimoniales, se entienda de forma literal, sino
que debe hacerse una interpretación extensa y amplia del
mismo

En ese sentido, es claro que el Tribunal cuestionado,


no hizo una interpretación ajustada a los criterios
jurisprudenciales arriba mencionados, pues, se apartó de
aquellos, sin realizar un desarrollo normativo y
constitucional que lo posibilitara para despojarse de
atender dichos criterios. Ello, por cuanto, si bien es cierto el
juez goza de autonomía e independencia en sus fallos, no lo
es menos que cuando se aísla de la jurisprudencia que
regula el caso en particular, aquel debe realizar un análisis
mejor del asentado y sujeto a la Constitución y la Ley,

23
Radicación n.˚ 87249

circunstancia que no se avizora en el caso de marras, lo que


conduce a conceder el amparo pero por las razones acá
enunciadas.

Por lo anotado se dispone revocar la sentencia


impugnada y en su lugar, se tutela el derecho fundamental
al debido proceso de las accionantes Mónica María y María
Eugenia Noreña, y como consecuencia, dejar sin valor y
efecto la sentencia del 11 de abril de 2019 proferida por la
Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Medellín, para que en un término no mayor a diez (10) días
desde cuando reciba el expediente, emita una nueva
decisión atendiendo a lo arriba expuesto.

Aunado a lo anterior, se debe precisar que como la


condena impuesta por daños morales fue de 50 salarios
mínimos legales mensuales vigentes, ese valor no es
suficiente para alcanzar el interés jurídico para recurrir en
casación en materia civil, de acuerdo con lo estipulado en el
artículo 339 del Código General del Proceso, por lo que se
encuentra cumplido el requisito de subsidiariedad.

V. DECISIÓN

En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de


Justicia, Sala de Casación Laboral, administrando justicia
en nombre de la República y por autoridad de la ley,

24
Radicación n.˚ 87249

RESUELVE:

PRIMERO: REVOCAR el fallo impugnado, para en su


lugar amparar el derecho fundamental al debido proceso a
las accionantes MÓNICA MARÍA y MARÍA EUGENIA
NOREÑA, pero por razones diferentes a las indicadas por el
juez constitucional de primer grado.

SEGUNDO: DEJAR SIN EFECTO la decisión emitida


por la Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial
de Medellín del 11 de abril de 2019, ordenándose que en el
término de diez (10) días, contados a partir del día siguiente
del recibo del expediente, estudie y resuelva el recurso de
apelación sometido a su conocimiento, teniendo en cuenta
las consideraciones expresadas en la parte motiva.

TERCERO: NOTIFICAR esta decisión a los


interesados en la forma prevista por el artículo 30 del
Decreto 2591 de 1991.

CUARTO: REMITIR el expediente a la Corte


Constitucional para su eventual revisión.

Cópiese, notifíquese, publíquese y cúmplase.

GERARDO BOTERO ZULUAGA


Presidente de la Sala

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Radicación n.˚ 87249

FERNANDO CASTILLO CADENA

CLARA CECILIA DUEÑAS QUEVEDO

JORGE LUIS QUIROZ ALEMÁN

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